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dan otros problemas, innumerables, a los que todavia no es posible responder. Pero debemos Ser pacientes y esperar que la investigaciin cuente con otros medios y tenga otras ocasiones. También hay que estar preparados para abando- nar un camino que se sigui6 por un tiempo, si no parece Lle- vara nada bueno. Sélo los creyentes que piden a la ciencia un sustituto del catecismo abandonado echaran en cara al in- vestigador que remodele 0 aun rehaga sus puntos de vista. En cuanto a lo dems, un poeta (Rickert) nos consuela por la lentitud con que progresa nuestro conocimiento cientifico: «Lo que no puede tomarse volando hay que aleanzarlo cojeando. La Bseritura dice: cojear no es pecado».2 2 (Ultimos versos de «Die beiden Gulden, versién de uno de los Macamas (cuadroe iterarios) de Abu Hariri (escritor y fil6logo arabe), éfectuada por Ruckert, Freud cité estos verses, asimismo, en su carta 1a Fliess del 20 de octubre de 1895 (Freud, 1950a, Carta 82). ez Psicologia de las masas y andlisis del yo (1921) Nota introductoria Massenpsychologie und Ich-Analyse Ediciones.en aleman 1921 Leipzig, Viena y Zurich: Internationaler Psychoanaly- tischer Verlag, iii + 140 pags. 1923 2 ed. La misma editorial, iv + 120 pags, 1925 GS, 6, pags. 261-349, 1931 Theoretische Schriften, pigs. 248-337. 1940 GW, 13, pags. 71-161. 1974 SA, 9, pags. 61-134. Traducciones en castellano* 1924 Psicologia de las masas y andlisis del yo. BN (17 vols.), 9, pags. 3-105. Traduccién de Luis Lépez- Ballesteros. 1943 Igual titulo. EA, 9, pags. 7-104. El mismo traductor. 1948 Igual titulo. BN (2 vols.), 1, pags. 1141-80. El mismo traductor. 1953 Igual titulo. SR, 9, pags. 7-90. El mismo traductor. 1967 Igual titulo. BN (3 vols.), 1, pégs. 1127-66. El mismo traductor, 1974 Igual titulo. BN (9 vols.), 7, pags. 2563-610. El mismo traductor. En la primera edicién alemana, algunos parrafos del texto principal de la obra fueron impresos en un tipo de letra mas pequefio. Siguiendo instrucciones de Freud, cuando traduje esta obra al inglés (en 1922) convertf esos parrafos en notas de pie de pagina. Esta misma conversién se efectué en todas las ediciones alemanas subsiguientes, salvo el caso men- cionado infra, pag. 91, n. 4. En las ediciones posteriores a la primera Freud introdujo leves modificaciones y agresados. * (CE la cAdverter yn.6) sobre la edicién en castellano», supra, pag xi 65, Por las cartas de Freud sabemos que se le ocurris por primera vez la «simple idea» de oxplicar la psicologia de las masas en la primavera de 1919. En esa época no produjo nada al respecto, pero en febrero de 1920 ya estaba tra- bajando en el toma y en agosto de ese ano tenia escrito un primer borrador. No obstante, no comenz6 a darle su forma definitiva sino hasta febrero de 1921. El libro qued6 ter- minado antes de fines de marzo y se publics tres o cuatro meses mas tarde. Hay escasa conexién directa ontre la presente obra y Mas alla del principio de placer (1920g), que la precedié muy de cerca. Las ilaciones de pensamiento que Freud retoma aqui derivan mas bien del cuarto de los ensayos de Totem y ta- bu (1912-13), asf como de su trabajo sobre el narcisismo (1914c) —en cuye ultimo pérrafo se plantean, muy compen- diadas, muchas de las cuestiones que aqui se examinan— y de «Duelo y melancolia» (1917e). Asimismo, Freud vuel- ve en esta oportunidad al hipnotismo y la sugestidn, temas que ya habjan atraido su interés en la temprana época de sus estudios con Charcot en 1885-86. El titulo del presente libro nos esta diciendo que su im- portancia apunta en dos distintas direcciones. Por un lado, explica la psicologia de las masas sobre la base de los eam- bios que tienen lugar en la psicologia de la mente individual, por el otro, lleva un paso mas alld la investigacion de Freud sobre la anatomia estructural de la psique, que habia sido prefigurada en Mds alla del principio de placer (1920g) y que fue desarrollada mas cabalmente en El yo y el ello (19236), James Strachey * Bn mi «Introducciéns a los trabajos de Freud sobre el hipnotismo y la sugestion (AE, 1, pags. 69-75) se hallardn consideraciones sobre este punto y una bibliografia completa. — Digamos al pasar que el acertijo sobre San Cristobal que aparece infra, pag. 85, ya habia sido citado por Freud treinta aiios atras, en st resefta (188A) del libro de Forel (18898) sobre el hipnotismo, AE, 1, pag. 110, 66 L. Introduccién. La oposicién entre psicologia individual y psicologia social o de las masas,! que a primera vista quiza nos parezca muy sustaneial, pierde buena parte de su nitidez si se la con- sidera mas a fondo. Es verdad que la psicologia individual se cifie al ser humano singular y estudia los caminos por Jos cuales busca alcanzar la satisfaccién de sus mociones pulsionales. Pero sélo rara vez, bajo determinadas condicio- nes de excepcidn, puede preseindir de los vinculos de este in- dividuo con otros. En la vida animica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, comomodelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde él comienzo mismo la psicologia individual es simulténeamente psicologia social en este sentido mas lato, pero enteramente legitimo. La relacién del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico, vale de- cir, todos los vinculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoandlisis, tienen derecho a re- clamar que se los considere fenémenos sociales. Asf, entran en oposicién con ciertos otros procesos, que hemos ilamado narcisistas, en los cuales la satisfaecién pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia a éstas. Por lo tan- to, la oposicién entre actos animicos sociales y nari —autistas, diria quizé Bleuler [1912|— cae fntegramente dentro del campo de la psicologia individual y no habilita a divoreiar esta tiltima de una psicologia social o de las masas. En todas las relaciones mencionadas, con los padres y her- manos, con la persona amada, el amigo, el maestro y el médico, el individuo experimenta el influjo de una persona ‘nica o un nimero muy pequefo de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia para é!. Ahora bien, cuando ae habla de paicologia social o de las masas, 6c suele prescindir de estos vinculos y distinguir como objeto de la indagacion la influencia simulténea ejereida sobre el in- 1 «Masses: Freud traduce con esta palabra tanto el término sgroup empleado por MeDovigall como «foules, de Le Bon.) (A su vez, ‘MeDougall tradujo al inglés el término de Le Bon como scrowdm; ef infra, pag. 79) 67 iduo por un gran niimero de personas con quienes esté ligado por algo, al par que en muchos aspeetos pueden serle ajenas. Por tanto, la psicologia de las masas trata del indivi- duo como miembro de un linaje, de un pueblo, de una casta, de un estamento, de una institueién, o como integrante de tuna multitud organizada en forma de masa durante cierto lapso y para determinado fin. Una vez desgarrado lo que naturalmente constituia un nexo nico, pareceria indicado considerar los fenémenos qué se muestran bajo estas parti- culares condiciones como exteriorizaciones de una pulsién especial, ya no reconducible a otra: Ia pulsién social —herd instinct, group mind— que en otras situaciones no se ex. presaria, Pero podriamos sin duda objetar: nos parece dificil que deba adjudiearse al factor numérico una importancia tan grande, hasta el punto de que fuera capaz de suscitar por sisolo en la vida animica una pulsién nueva, inactiva en toda, otra circunstancia. Por eso nos inelinaremos més bien en fa- vor de otras dos posibilidades: que la pulsién social acaso no sea originaria e irreducible’ y que los comienzos de su formacién puedan hallarse en-un circulo estrecho, como el de la fami ‘La psicologia de las masas, aunque sélo se encuentra en sus comienzos, incluye un cémulo todavia inabarcable de problemas particulares y plantea al investigador innumera- bles tareas, que hoy ni siquiera estan bien deslindadas. El mero agrupamiento de las diversas formas de constitucién de masas, asi como la descripeién de los fendmenos psiqui- cos exteriorizados por ellas, reclaman un considerable des pliegue de observacién y de empeito expositivo, y ya han dado origen a una rica bibliografia. Quien compare este pe- {queno librito con el campo integro de la psicologia de las masas tendré derecho a sospechar, sin més, que aqui sélo pueden tratarse unos pocos puntos de tan vasta materia. ¥ asf es: se abordan sélo algunas cuestiones en que lainves- tigacién de lo profundo, propia del psicoandlisis, cobra un interés particular. 68 II. Le Bon y su descripcién del alma de las masas Para comenzar, creo mas oportuno que dar una defini- cin, hacer referencia al campo de fenémenos, y extraer de 4 algunos hechos particularmente Hamativos y caracteris- ticos que puedan servir de asideros a la indagacién. Obten- dremos ambas cosas citando un libro que con justicia se ha hecho famoso, el de Le Bon, Psicologia de las masas.1 ‘Aclarémonos de nuevo el problema: Si la psicologia, que explora las disposiciones, mociones pulsionales, motivos, pro- pésitos de un individuo hasta llegar a sus acciones y a los vinculos que mantiene con sus allegados, hubiera dado solu- cién cabal a sus enigmas haciendo trasparentes todos estos nexos, se encontraria de pronto frente a una nueva tarea que se erguiria, irresuelta, frente a ella. Tendria que explicar el hecho sorprendente de que ese individuo a quien habia legado a comprender siente, piensa y acta de manera en- teramente diversa de la que se esperaba cuando se encuentra bajo una determinada condicién: su inclusién en una multi- tud que ha adquirido la propiedad de una «masa psicolégi- car, {Qué es entonces una «masa», qué le presta la capacidad de influir tan decisivamente sobre la vida animica del indi- viduo, y en qué consiste la alteracién animica que impone a este tiltimo? ‘Responder esas tres preguntas es la tarea de una psicolo- gia tedrica de las masas. Lo mejor, evidentemente, es partir de la tercera. Lo que brinda el material a la psicologia de las masas es, en efecto, la observacién de la reacciGn alterada del individuo; y todo intento de explicacién presupone deseribir lo que ha de explicars Dejo ahora la palabr Le Boa, Dice: } Ia autoconservacién (ibid. pig. 20). Nada en ella es preme- ftadio- Si apetece Ths cosas con pasién, nunca es por mucho tiempo; es incapaz de una voluntad perseverante. No sopor ta dilacién entre su apetito y la realizacién de lo apetecido. Abriga un sentimiento de omnipotencia; el concepto de lo imposible desaparece para el individuo inmerso en la masa.° ‘La masa es extraordinariamente influible y crédula; es critica, lo improbable no existe para ella. Piensa por image- “Hes que se evocan asocintivamente unas a otras, tal como s0- « brevienen al individuo en los estados del libre fantaseo; ninguna instancia racional mide su acuerdo con la realidad. ;Los sentimientos de la masa son siempre muy simples ¥ (eraltados. Por eso no ggnose la dudaanilainessiazn 020" Pasa pronto a los extremos, la sospecha Tormulada se le convierte-ensoguida-on.certidumbre incontrastable, un ger- men de antipatia deviene odio salvaje (ibid., pag. 82).5 8 «Inconcientes os correctamente empleado aqui por Le Bon en el sentido descriptive, toda vez que no tiene el particular significado de lo «reprimidon, Ch el tercer ensayo de Tétem y tabui (1912-13) |AE, 13, pags. 88 y sige ‘En la intorprotacién do los euefios, a los que en verdad debemos nuestro mejor conccimiento de la vida antmica inconeiente, obede- ‘comos a osta regla tseniea: preseindimos de toda duda o incerteza que ‘aparezcan en el relato del suefio, y tratamos a cada elemento del sue- ‘Ro manifiesto como igualmente certificado. Atribuimos las dudas ¢ in- certezas a la influencia de la censura a que esta sometido el trabajo del sueno, y suponemos que los pensamientos oniricos primarios no ‘ponacen In diida ni In incertern como operacionss eriticas, En calidad de contenido pueden, desde Iuego, como cualquier otra cosa, proexi tir entre los restos diurnos que conducen al sueno. (Véase La inte retacion de los suenios (1900a) (AE, 5, pag. 511).) ® Idéntica intensificacisn extrema y desmedida de todas las mo- ciones afectivas es inherente también a la nfectividad del nifio, ¥ se Feoncuentra en la vida onirica, donde, mereed al aislamiento [leolier- tungh de las mociones afectivas singulares que predomina en el incon- ciente, un ligero enojo del dia se expresa como deseo de mierte contra la persona culpable, o una leve tentacién se convierte en la impulsora 4 Inclinada ella misma a todos los extremos, la masa sélo es excitada por estimulos desmedidos. Quien quiera influirla no necesita presentarle argumentos légicos; tiene que pintarle las imagenes més vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo. sn . Puesto que la masa no abriga dudas sobre lo verdadero 0 Jo falso, yal mismo tiempo tiene la conciencia de su gran fuerza, es tan intolerante como obediente ante la cwroridad: Respeta la fuerza, 7 casa medida se deja inflGir por Jas buenas maneras, que considera signo de debilidad. Lo que Pide de sus héroes es fortaleza, + aun violencia. Quiere ser dominada ys ‘temer a sus amos. Totalmente SSmacrvadora ch el fondo, sionte profunda aversion hacia las novedades y progresos, ¥ una veneracién sin limites por la tradicién (ibid., pag. 37). Para juzgar correctamente la moralidad de las masas es preciso tener en cuenta que al reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las inhibiciones y son Hamados a, una libre satisfaccién pulsional todos los instintos crueles, brutales, destructivos, que dormitan en el individuo como relictos del tiempo primordial. Pero, bajo el influjo de | sugestién, las masas son capaces también de clevadas mues- tfas de abnegacion, desinverés, consagracién a un ideal. ‘Mientras que etretimdividuo aislado la ventaja personal es a menudo el mévil exclusive, rara vez. predomina en las masas. Puede hablarse de una moralizacién del individuo por la ma- sa (ibid., pay, 39). Mientras que el rendimiento intelectual de Ja masa es siempre muy inferior al del individuo, su condue- ta ética puede tanto sobrepasar con creces ese nivel como ‘quedar muy por debajo de él. Otros rasgos de la caracterizacién de Le Bon echan viva luz sobre la licitud de identificar el alma de las masas con el alma de los primitivos. En las masas, las ideas ONES lo , ' pueden coexistir y tolerarse sin que su contindiceiin Vigica £8 por resultado nr confleto; Pero To mismo ocurro on Ta vi fmnica Inconcieite-dé Tor individuos, de los nifios y de los neuréticos, como el psicoandlisis lo ha demostrado hace tiempo? ito wna aceiGn criminal figurada en el suefo. Hay una linda observa- ‘on del doctor Hanns Sachs sobre este hecho: «Eso que el suefio nos hizo notorio en materia de relaciones con el presente (realidad), que- ‘remos después rebuscarlo también en la eonciencia, y no tenemos de- ocho a asombrarnos si lo enorme que vimos bajo la lente de aumento cl analisis lo reencontramos después como un infusorio microscé- picor, (La interpretacién de lox suefas (19002) {AE, 6, pags. 607-8; & Sachs (1912, pag. 669))) En el nie pequefio, por ejemplo, durante largo tiempo cocxis: ten actitudes afectivas ambivalentes hacia quienes lo rodean, sin que 75 tor e Adlemés, In masa esta sujeta al poder verdaderamente ma. gico de las palabras; estas provocan. bles tor: mentas en el alma de las masas, y pueden también apact, guarla (ibid., pig. 74). ‘En-lugar de ello intentaré aplicar al esclarecimiento de la paloologia delas masas el concepto de libido, que tan buenos Toricien nos ha prestado en el estudio de las psiconeurosis Tibido es una expresion tomada de la dactrina dela afe tividad: Liamamos ast a la energia, cofisiderada como mag: nitadcuantitativa —aungue por shora no sede Equellas pulsiones que tienen que ver coi todo To qué pu da sintetivarse como «amor Elniicleo de lo que destgmamias Camior=trforna, desde luego, lo que cominmente lamames aaty cantan los poctas, cl amor caya meta es la union sexual Pore no apartamos de ello otro que participa de exe mis no nombre: por un lado, el amor asf tismo, por el otro, el Emor filial y€l amor a los hijos, la amistad y el amor a la bu: manidad; tampoeo la consagracion a objetos concretos y a [dean abstractas, Podlemos hacerlo justificadamente, pes Ta indagacién psicoanalitiea nos ha ensenado que todas esas Eupiraciones son la expresién de las mismas mociones pul- Siunales queentre los sexos esfuerzan en el sentido (Rindran onl de Ia union sexual, en otras constelaciones, es verdad, Son enforeadas 4 apartarse (abdrangen) de esta meta soxual o.a0 les suspende su consecuei6n, pero siempre conservan lo Pastante de su naturaleza originaria como para que su iden Gad siga siendo reconoeible (sacrificio ae si, busqueda de aproximacién). Dor exo opinamos que en la palabra «amor», con sus mil tiples acepciones, el Lenguaje ha creado una sintesis ente Pimonte justificada, ¥ no podemos hacer nada mejor que * Nota agreqadta en 1925: Por desdicha, este trabajo no se ha le cise cae 86 jomarla por base también de nuestras elucidaciones y expo- tore Gentificas. Cuando so decidié a hacerlo, el psiconné fisis desat6 una tormenta de indignacién, como si se hubiera ‘hecho culpable de una alocada novedad. Pero su concepcién campliaday del amor no es una creacién novedosa. Por su rrigen, su operacion y su vineulo con la vida sexual, cl itios, apreciaba al amor por sobre todo lo demas, Io en- «Sh wt da cn ong ies sotidocarmpiadonTo ue Gin duda on esto mismo sentido sampliadon*To que fasensctia que los hombres no siempre Woman Gh sero a sus frandes pensadores, aunque presuntamente los admiren mucho. ‘Ahora bien, er el psicoandlisis estas pul je amor son jlamadas a potiori, y en virtud de su origen, pulsiones sexua- Jeg. La mayoria de los hombres «cultos~ han sentido este yautismo como un ultraje; su venganza fue fulminar contra el psicoandlisis el reproche de -pansexualismo-. Quien ten- gaa la scxualidad por algo vergonzoso y denigrante para la naturaleza humana es libre de servirse de las expresiones més encumbradas de «Eros» y serotismo». Yo mismo habria podido hacerlo desde el eomienzo, ahorréndome muchas in- pugnaciones. Pero no quise porque prefiero evitar eonce- siones a la cobardia. Nunca se sabe adénde se ira a parar por ese camino; primero tno cede en las palabras y después, poco a poco, en la eosa misma. No puedo hallar motivo al funo para avergonzarse de Ia sexualidad: Ia palabra grie- fa «eros, con la que se quicre mitigar ol dosdoro, on defi- hitiva no'es sino la traduecién de nuestra palabra alemana “Liabe» (amor); por ultimo, el que puede esperar no nece sita hacer concesiones. Ensayemos, entonces, con esta premisa: vinculos de amor (6, expresado de manera mas neutra, lazos sentimentales) stituyen también la esencia del alma de las masas. Recor Somat que Tos autores se habion de semssente eee Lo ae corresponderia a tales vinculos esta oeulto, evidentemente, ‘eas la pantalla, rage] biombo, dela sugestion, Para empe- zar, nuestra expectativa se basa en dos reflexiones some- 4.Si yo hablo longuas humanas y angslicas, ¥ no tengo caridad {amorl, vengo a ser como metal quc resiena,o'cimbalo que retine= U1 Corénaioes 3: Bn In version de Casiodoro de Reina putlicada por Sociales Biblicas Unidas so loo vearidady al ual que en a Bidz de Jerusalén, donde en nota al pis se agrega. “A diferencia del amor pasional y egoista, la caridad (agape) ea un amor de benevolencia que quiere el bien ajeno) 87 > ras. I primers, que evidentemente -masa mansions cohesionada en virtud de algun Ya qué ler al Eros, que lo cohesr 8 ICE, Mas allé det principio de placer (1920g), supra, pag. 49.) * lcThinen zuliebew: Bs Froud mismo quien entrecomilla este giro, onc te tana wa pr a Sk Ce eae ea ace nae ssiegae toler atta oe ee erg nla teen pf von meee cet a as mera Sng A enol 88 V. Dos masas artificiales: Iglesia y ejército Recordemos, de la morfologia de las masas, que pueden distinguirse muy diferentes elases de masas y orientaciones opuestas on su conformacién. Hay masas muy efimeras, y las hay en extremo duraderas; homogéneas, que constan do individuos de 1a misma clase, y no homogéneas; masas naturales y artificiales, que para su cohesién requieren, ade- mds, una compulsién externa; masas primitivas y articula- das, altamente organizadas. Pero por razones todavia no inteligibles para el lector, querriamos atribuir particular va- Jor a un distingo que en los autores ha recibido poca aten- cién; me refiero a la diferencia entre masas sin conductor ycon él. ¥ en total oposicién a lo que es habitual, nuestra indagacién no escogera como punto de partida una forma- cién de masa relativamente simple, sino masas de alto grado de organizacién, duraderas, artificiales. Los ejemplos mas in- teresantes de tales formaciones son la Iglesia —la comuni- dad de los creyentes— y el ejército. Iglesia v eiérsita son masas artificiales, vale decir, se emplea cierta compulsion externa para prevenir su diso- lucién! e impedir alteraciones de su estructura. Por regla general, no se pregunta al individuo si quiere ingresar en tuna masa de esa indole, ni ge lo deja librado a su arbitrio; yel intento de separacién suele estorbarse o penarse rigu- osamente, 0 se lo sujeta a condiciones muy determinadas, El ‘averiguar por qué estas asociaciones necesitan de garantias tan particulares es por completo ajeno a nuestro presente interés. Sélo nos atrao una cireunstancia: en estas masas de alto grado de organizacién, y que se protegen de su diso- lucion del modo antedicho, se disciernen muy nitidamente Giertos nexos que en otras estan mucho mas encubiertos. linia Iglesia (con ventaja podemos tomar a la Iglesia ca- t6lica como paradigma), Io mismo-aue-cn-cl cigrcita, y por diferentes quo ambos scan en lo demas, niga déntisa aang jismo (ilusi6n), a saber: hay un jofe —Cristo en la Iglesia 2 WNota agregada en 1923:] En las masas parecen coincidir, 0 al menos mantener una relacién fatima, las propiodades -estable-'y ‘artificial 89 catélica, el general en el cjéreito— que.ama por igual a todos fos individuos de la masa. De esta ilusion depende todo; si ‘se Ta deja disipar, al punto se descomponen, permitiéndolo fi compulsidn eterna, tantoTglena como gjereito. Cristo formula expresamente este amor igual para todos: «De cierto os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos pequenitos, a Mi lo hicisteis>. Respecto de cada individuo de Ta'masa creyente, El se sia como un bondadosp hermano mayor, es para ellos un sustituto del padre..Todas 1as.exi- Se eed a sesso le Crist PACMOTTAUCS anima a la Iglesia, justa- Seraakgs que todos son iguales ante Cristo, todos tienen idntica partcipacién en su amor, No sin profunda razén se ieee Pahmiltead de Ia comunidad cristiana con una Tr. iia, y Tos creyentex se Taman hermanos-en Cristo, vale decir, hermanos por el amor que Cristo les tiene. No hay duda de que la ligazén (Bindung) de cada individuo con Cristo es también la causa de la ligazén que los une a todos. ‘Algo parecido vale en el caso del ejército, Este se diferencia estructuralmente de la Iglesia por el hecho de que consiste fen una jerarquia de tales masas. Cada capitan es el general tn jefe y padre de su compania, y cada suboficial, el de su Seceidn. Una jerarquia similar se ha desarrollado también en Ia Iglesia, es cierto, pero no desempena en ella este mismo papel econémice? puesto que es leita atribuir a Cristo un Inayor saber sobre los individuos y un cuidado mayor por ellos que al general en jefe humano. : Puede objetarse con justicia que esta concepeién de la estructura lbidinosg dé-los eiéreitos se desentiende-de las jideas de Patria Gloria Nacional y otras, tan importantes ara su cohesion, La respuesta seria que constituyen un caso, aR a ea as asa. ya noTsm simple, ¥ oo juestran 105 ci : ductor militar César, Wallenstein, Napolen—, tales ideas no son indis- pensables para la pervivencia de un ejército. Mas adelante hos referiremos brevemente a la posible sustitucién del con- ductor por_una idea rectora y a los vinculos entre ambos. Bl descuido de este Tactor Hbidinoso en el ejército, por més que no sea el tinico eficaz, parece,constituir no sélo un error te6rico, sino un peligro préctico. El militarismo pru- ‘Siano, tan eapsicolégico» como la ciencia alemana, quizé debio suftrlo en la Gran Guerra. Bn efecto, en las neurosis de guerra que desgarraban al ejército aleman pudo diseer- thre en buena parte unas protestas del individuo contra ol 2 {Vale decir, en la distribucién euantitativa de las fucr2as pst ‘quicas involueradas] 920 papel que se le adjudicaba en el ereito;y de acuerdo con Wo fas comunicaciones de E. Simmel (1918), es licito afirmar due ¢l trate flo de atsoe qual bane cay ceibie de Sus superis incinales motivos de Con- ie is. De haberse apreciado mejor F gencia libidinal, es probable que las fantasticas promesas de Jos catorce puntos del presidente norteamericano* no hubie- ran sido crefdas tan facilmente, y aquel grandioso instru- mento no se les habria deshecho entre las manos a los artifi- ces alemanes de la guerra.3 ‘Notemos que en estas dos masas artificiales cada indi- viduo tiene una doble ligazén libidinosa: con el conductor (Cristo, general en jefe) yn Tos otros mmdTomuoe de Ta masa. Tendremos que ress Fa mas tarde el averiguar @eomportamiento reciproco de estas ligazones, si son de igual indole y valor, y el modo en que se deberia describirlas. Pero desde ahora nos atrevemos a hacer un ligero reproche a los autores por no haber apreciado suficientemente la im- portancia del conductor para la psicologta de las masas, mientras que a nosotros la eleccién del primer objeto de in: vestigacién nos ha puesto en una situacién mas favorable. Nos est pareciendo que vamos por el camino correcto, que permitirfa esclarecer el principal fendmeno de la psicologia de las masas: la falta de libertad del individuo dentro de ellas. Si todo individuo est sujeto a una ligazén afectiva tan amplia en dos direcciones, no nos resultaré dificil deri- var de ese nexo Ia alteracién y la restriccién observadas en su personalidad. Otro indicio de lo mismo, a saber, que la esencia de tuna masa consistirfa en las ligazones libidinosas existomles , ) qict enella, nos Jo proporciona también el fenémeno. fico, pa que puede estudiarse mejor en las masas militares. El pares se genera cuando una masa de esta clase se descompone. Lo caracteriza el hecho de que ya no se presta ofdos a orden alguna del jefe, y cada uno cuida por si sin miramiento por ‘bx otros_ Los Tazos reciprocos han cesado, ¥ se libera Una g una gx ‘angustia enorme, sin sentido. Otra vez se insintia aqui, des- de luego, la objecién de que ocurre mas bien a la inversa: 1a angustia crece hasta un punto en que prevalece sobre todos * {Los eatorce puntos» que el presidente Woodrow Wilson propuso ‘como base para el armisticio que puso término a la Primera Guerra Mundial.) * lPor indicacién de Freud este parrafo aparecié como nota al pie en la traduccion inglesa de 1922. No obstante, en todas las ediciones fen alemAn, anteriores y posteriores a dicha fecha, forma parte del texto. Cf mi «Nota introduetoria., supra, Dag. 65.) a1 («primary induction»), en que 61 insiste. Pero este tipo de frase gee fa en relacién con el peligro que amenaza, y estallar muchas veces sly ce grea pen gaan que lo enfrentan solos, lo aprecian en mas. Lo que sucede es. tructiira libidinosa de la masa:y esta reacciona justificada- “nente ant@tt;y io 4 la inversa (que Tos vinculos bidinosos cei eran ae de que laangustia crece enormemente en la masa por induc- cién (contagio). La concepcién de McDougall es totalmente con antag Emer fe Dray eens sera yon on ate rae un cen iy grt se conan cP Papeete fo ae le iturin i wd ea ole cn Ja ocasién no justifica el estallido de angustia. Si le damos la acepcién de sangusti: \s», podemos establecer una 1 rtd gaa oe at ‘arene (investiduras libidinales), esto es lo sithine incase ot srln anna Begun oP a 4 Véase la 25" de mis Conferencias de introduccién al psicoandlisis (2916-17), (Vease también, sin embargo, Inhibicion, sintoma y angus tia (19264), AE, 20, pags. 15 92 las ligazones afectivas que cohesionaban a la masa; y este ailtimo caso es andlogo a la angustia neurctica.> Si, como hace McDougall (1920a), se describe al panico como una de las operaciones mis perfiladas de la «group mind», se llega a una paradoja: esta alma de la masa se.su- prime a si misma en una de sus exteriorizaciones més lla~ Inativas. No hay duda posible: el panico significa la descom- posicién dele masa; trac por consecuencia el cose de todos “fax ocasién tipica de un estallido de pénico se asemeja mucho a la manera como la figura Nestroy en su parodia del drama de Hebbel sobre Judit y Holofernes. Grita un soldado: iE] general ha perdido la cabezal», y de inmediato todos los asirios sedan ala fog La pézida en cualquier sonido, dl conductor, el no saber a qué atenerse sol ta jue Se produzen ef estalfido de panico, aunque-el peligro siga siendo el mismo; como regia, al desaparecor Ta igazon de Tos miembros deta masa con su conductor desaparecen Tas Ti- Span ogee on Picea eos en nt ee “jar tescomposinign de una mast rTigisa no es tan fil de observar. Hace poco me cayé en las manos una novela inglesa de inspiracién catdlica y recomendada por el obispo de Londres, When it was Dark,* que pinta habilmente y, segiin creo, de manera acertada una posibilidad asf y sus consecuencias. La novela refiere, como cosa del presente, que una conjuracién de enemigos de Cristo y de la fe cris- tiana consigue que se amaiie un sepulero en Jerusalén, en cuya inscripcién José de Arimatea confiesa que, movido por la piedad, él retiré secretamente de su sepulcro el cuerpo de Cristo al tercer dia de sepultado y lo hizo depositar en este otro. Asf se invalidan la ascensién de Cristo y su naturale- 2 diving, y como consocuencia de este dasclbrimento ar queolégico se conmueve la cultura europea y se produce un tatraordinario aumento de todas las viclencias y erimenes, que sélo cesan al revelarse el complot de los falsarios. Lo que sale a la luz, a rafz de esa descomposicién de 1a masa religiosa supuesta en la novela, no es angustia, para la + vm sine ou cng ni aa eae eae ayaa culpa sen Spa Ra tenn oc ager ee AP amen cer ul pat en 1903 con gran éxito de venta.) i 93 =F _ Phos que dependen de ellos. de masas remplaza al religioso, rece haberlo sonaeguido aa Sedalia to manibataricar isin intolerancia hacia les cual no hay ocasién; son impulsos despiadados y hostiles hacia otras personas, a los que el amor de Cristo, igual para todos, habia impedido exteriorizarse antes.’ Pero aun du- rante el Reinado de Cristo estaban fuera de este lazo quienes no pertenecfan a la comunidad de creyentes, quienes no lo amaban y no eran amados por El; por eso una religién, hos pese, no podemos reprochérselo con demasiada severi- dad a los fieles; a los incrédulos e indiferentes las cosas les resultan mucho més ficiles, psicolégicamente, en este punto: Si hoy esta intolerancia no se muestra tan violenta y cruel como en siglos pasados, dificilmente pueda inferirse de ello una duleifiacién en las costumbres de los seres humanos. La causa ha de buscarse, mucho més, en el innegable debilita- miento de los sentimientos religiosos y de los lazos libidino- extr: en la época de s religi concepeién ci muiea también respecto de esta motivacién se repetiria idéntico nae 7 Vease sobre esta la explicacién de fendmenos parecides tras la abolicion de la autoridad paternal del soberano on P. Federn, Die vo: terlose Gesellschaft 1919) 94 * VI. Otras tareas y orientaciones de trabajo ~Hemos investigado hasta ahora dos masas artificiales, y hallamos que estan goboriiadas-por lazos afectivos de dos clases. Uno, la ligaz6n con el conductor, parece al-menos para las masas consideradas— més influyente que el otro, la Tigazén de los individuos entre si. ‘Nos quedarfa atin mucho que investigar y describir en cuanto a la morfologia de las masas. Habria que partir de la comprobacién de que una multitud de seres humanos no es una masa hasta que no se establecen en ella los mencio- nados lazos, pero deberia admitirse que en cualquier multi- acilidad la tendoncia ala forma- deun Habria que prestar atencion 8 as masas de diversas clases, mas 0 menos permanentes, que surgen de manera esponténea, asi como estudiar las condi- ciones de su génesis y su descomposicién. Sobre todo, habria ‘que ocuparse de la diferencia entre las masas que poseen un ‘conductor y las que no lo tienen. Averiguar si las masas con conductor son las més originarias y completas, y si en las otras el conductor puede ser sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual las masas religiosas, con su jefatura invisible, constituirian la transicién; si ese sustituto podria ser proporcionado por una tendencia compartida, un desco del que una multitud pudiera participar. Eso abstracto podria encarnarse a su vez de manera mas 0 menos comple- ta en la persona de un conductor secundario, por asi decir; en tal caso, dol vinculo entre idea yconductarresultarian Jnteresantes variedades. El conductor o la idea conductora podrian volverse también, digamos, negativos; el odio a determinada persona o institucién podria producir igual efecto unitive y generar parecidas ligazones afectivas que | dependencia positiva. Cabe preguntarse, ademas, si el con- ductor es realmente indispensable para la esencia de la ma- sa, y cosas por el estilo. ‘Pero todas estas cuestiones, acaso tratadas en parte en la bibliografia sobre psicologia de las masas, no podrian des- viar nuestro interés de los problemas psicolégicos basicos que la estructura de una masa nos ofrece. Lo primero que 95 Pry ss cativaes una rllesin que promt demostrarns, por Pesta ste ares que ron iguoomesiidinats Tas ave cevaclrian a asa tiered mai en avo os sree umanos on ge- elas ee afetsnments entre a: Sain fam Sint ‘slr iow purcospines que con. re Seren Secta una sproxmacon Semasado fo ‘tima de los otros. .stimonio del psicoanslisis, casi toda wrolongada e} ‘De acuerdo con el cibida.* Esta menos encubierto en las cofradias, -mbro disputa con los otros y cada subordinado murmura pier dispute con eos cto cans les omres bo Seer oe eta vor ey dos falas oo Se ee os ieape ta seo cin ristocratica, a expensas de la otra. Dos ciudades vecinas Here, spent efunmonta ena compen Henan a dem Pueblos omparene do poquetio cantén despresi 15 Sar no soportan alos del a Se eas scmnsee a epee desdefian a los portugueses.* Y cuando las diferencias son epetien a Wes Palate a Coralie san une ereraie Fa ae pais sonra ioe pemnnnon, Low arte Si pera ee ie crease es puro de clo Cuando la mpero soa ne emery se. pram anda da co eamsicde 1.«Un helado dia de invierno, los aiombros dela seocteiee do as niga lade i ences, og mio de er comepinn gape Par eae mnie Bou aceite in ors amare Ende In paces ee ea aa “feeb tel agen alt ore ese ae ea nT poral Fe re nee esate Pn ee aS Fe Scr a ae tm madre co le Trak or a re Sa ata rte finda oe a Bsc do ma 2 prima ein 2D, ota ape dec -De acuerdo mn. Fete ee ce tet kn a ny Srneera co comer semen TES a ey ge Bima - racionalista, por las multiples ocasiones que unos vinculos tan intimos proporcionan justamente a los conflictos de in- tereses. En las aversiones y repul con quienes Se NS eee A Sxpresin deun-amorde podemos discernir a dow "m6, que aspira a su a acién, Scomporia come oto dvergndisrenasa.aeus-ol Comporta como si toda divergencia re: = nasi Impliass una cities lias yuna © én a Tei s. No sabemos por qué habria de tenerse tan gran sensibilidad frente a estas particularida- des de la diferenciacién; pero'es imnegable que en estas con- ductas de los seres humanos se da a conocer iispo- sicign-al adio-uns-agresividad euyo origen es.desconoeide ¥ / fro toda esta intolor @, do manera tom- poraria o duradera, por la formacién de masa y en la masa. Mientras eta perdura o on la oxtensién que abarca, los individuos se comportan como si fueran homogéneos; tole- ran la especificidad del otro, se consideran como su igual y no sienten repulsién alguna hacia él. De acuerdo con nues- tros puntos de vista te6ricos, una restriceién asf del narci siamo s6lo-pusdasor-peoducida-por este [actor We Tigazon, WBidinosa con otras personas, Bl amor por st mismo no en. cuentra mas barrera que el amor por lo ajeno, el amor por objetos.® En este punto se preguntard si la comunidad de intereses no tiene que levar, en si y por sf, y sin contribu- ion libidinosa alguna, a la tolerancia del otro y la conside- racién por él. Responderemos a esta objecién diciendo que de ese modo ni siquiera se produce una restriceién duradera del narcisismo, pues aquella tolerancia no dura mds tiempo {que la ventaja inmediata que se extrae de la colaboracién dat otro, Comoquiera que fuses, el valor préctico de esta disputa di i Sup. cogrin lo ha raostrado Se rae Tongan y fijan la relacién entre ellos mucho mas al fe fo meramente Vontajoso. En Tas rolaciones soctales entre Tos Rombres ceurre to mismo que la investigacién psicoanalitica tiene averiguado para la via de desarrollo de la libido indivi- dual. Esta se apuntala en la satisfacciGn de las grandes nece- sidades vitales, y escoge como sus primeros objetos a las per- 8 En un estudio publicado hace poco, Mas allé del prineipio de pla- cor (18208) [supra, pags. 51 y sigs, he intentado enlazar la polaridad eo amar y odiar con la hipétesis do una oposicién entro pulsiones de vida y de muerte, admitiendo que las pulsiones sexuales son los sub- rogados mis puros de Ins primeras, de Is pulsiones de vida. ‘Véase mi trabajo sobre el narcisismo (1914c). 97 sonas que participan en dicho desarrollo.7¥ en el dela huma- nidad toda, al igual que en el del individuo, salamente el amor ha actuado.come factor de cules. en. re {pelts del egoismo on altruisme. Sin dude, Sane ia [por la mujer, con bh mnto para el J (ae iepane. respetar Tran icgarea aig, CHS para el amor-desexualizade hicia cl préiime varsn- Smt Homosexual sublimado que tiene Su puntade arranqueen el trabajo comin. = "or tanto, si ei Ta masa aparecen restriceiones del amor propio narcisista que no tienen efecto fuera de ella, he ahi un Thdicio coneluyente de que la esencia de la formacién de ‘masa consiste en ligazones libidinosas ree(procas de nuevo tipo entre sus miembros. Z ‘Ahora una pregunta se impone, aéuciante, a nuestro in- terés: {Cua es la indole de esas ligazones cxistentes en el interior de la masa? En la doctrina psicoanalitica de las neu- osis nos hemos ccupado hasta ahora casi exclusivamente de Ta ligazén que establecen con sus objetos aquellas pulsiones de amor que persiguen todavia metas sexuales directas. Es manifiesto que ea la masa no puede tratarse de esta clase de metas. Aqu! nos encontramos con pulsiones de amor que, sin ‘actuar por eso de manera menos enérgica, estdn desviadas de sus metas originarias. Ahora bien, ya dentro del marco de la ordinaria investidura sexual de objeto, hemos nota- do fondmenos que corresponden a un desvio de la pulsién respecto de su meta sexual. Los hemos descrito como «grados de enamoramiento», reconociendo que conllevan un cier- to perjuicio para el yo. Ahora dedicaremos mayor atencién @ estos fendmenos del enamoramiento, con la fundada expectativa de hallar en ellos relaciones trasforibles a los azos interiores de las masas. Nos gustaria saber, ademds, si teste tipo de investidura de objeto, tal como lo conocemos por Ia vida sexual, constituye el Unico modo de ligazén afectiva con otra persona, o si han de tomarse en cuenta también otros mecanismos de esa clase. De hecho, por el psicoandli- sis averiguamos que existen todavia otros mecanismos de ligaz6n afectiva: las Ilamadas_ identifieacianes: son procesos insuficientemente conocidos, dificiles de exponer, cuya in- dagacién nos alejaré un buen rato del tema de la psicologia de las masas, TOF. Tres ensayos (19054), AE, 7, pags. 202-3.) « lfreud habia examinado ia dentifieacién, aunque en forma me- nos tahaustive, en La interpretacidn de los suefios (18004), AZ 4, page 167-8. y en -Dueloy melancoliae (191). Ya se habia rozado ei Paige en la corrospondencia con Fliess, por eemplo en el Manuscrito Mel St de mayode 1897 (Freud, 19508), AZ, 1, pags. 206-81 98 VIL. La identificaci6n El psicoandlisis conoce 1a identificacién como la més tem- prana exteriorizacién de una ligaz6n afectiva con otra per- fona. Desempefia un papel en la prehistoria del complejo $6 Bing El varoncite manifesta un particular interés su padre; queria crecer y ser como él, hacer sus veces ¢n todos los terrenos. Digamos, simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una iva o femenina hacia el padre (y hacia el varén en general); al contrario, es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el complejo de Edipo, al que contri- buye a preparar. ‘Contemporneamente a esta identificacién con el padre, y quizas antes, el varoncito emprende una cabal investidura de objeto de la madre segtin el tipo del apuntalamiento lana- litico].1 Muestra entonces dos lazos psicolégicamente di- ‘Ambos coexisten un tiempo, sin influirse ni perturbar= Secentre si. Pero la unificacién do la vida animica avanza gin feesar, ¥ a consecuencia de ella ambos lazos confluyen a la postre, y por esa confluencia nace el complejo de Edipo normal. El pequeno nota que el padre le significa un estorbo junto a la madre; ju identificacién con él cobra entonces na tonalidad host y pasa a cor ¥énties a ‘Sus ‘al padre también junto a la madre. Desde el comienzo mismo, 1s identificasién es-ambisalente; puede darse vuelta hacia la expresion de la ternura o hacia el deseo de elimi- nacién. Se comporta como un retofie de la primera fase, gral, de la organizaci6n libidinal, en la que el objeto anhelado ¥ apreciado se incorpora por devoracién y asi se aniquila como tal. EI eantbal, como es sabido, permanece en esta po- sicién; Ie gusta (ama) devorar a su enemigo, y no devora a aquellos de los que no puede gustar de algun modo.” Mas tarde es facil perder de vista el destino de esta iden- 1 ICE la seccién II de -Introduccién del nafeisismo- (1914¢).] gS mie Tres ensayon (19084) TAB, 7, pg. 1801 y Abraham 99 tificacién con el padre, Puede ocurrir después que el complejo de Edipo experimente una inversién, que se tome por obje- to al padre en una actitud femenina, un objeto del cual las pulsiones sexuales directas esperan su satisfaccién; en tal caso, la identificacién con el padre se convierte en la precur- sora de la ligazén de objeto que recae sobre él. Lo mismo vale para la nifia, con las correspondientes sustituciones.® Es facil expresar en una formula el distingo entre una identificacién de este tipo con el moyen eleceién de objeto que recaiga sobre él. En el primer faso el padre es Jo que uno querria ser; en el segundo, Ip/que uno querria tener. La diferencia depende, entonces, de que la ligazn recaiga en el sujeto o en el objeto del yo. La primera ligazén ya es posible, por tanto, antes de toda eleccién sexual de objeto. En lo metapsicolégico es mas dificil presentar esta diferencia graficamente. Sélo se discierne que la identifi- cacién aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como «modelo». Dilucidemos la identificaci6i en unos nexos mas comple- Jos, en el caso de una formacién neurética de sintoma. Su- \pongamos ahora que una nifia pequefia reciba el mismo sin- toma de sufrimiento que su madre; por ejemplo, la misma tos martirizadora. Ello puede ocurrir por diversas vias. La identificacién puede ser la misma que la del complejo de Edipo, que implica una voluntad hostil de sustituir a la madre, y el sintoma expresa el amor de objeto por el padre; realiza la sustitueién de la madre bajo el influjo de la con- ciencia de culpa: «Has querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el suftimiento». He ahi el mecanismo completo de la formacién histérica de sintoma. O bien el sintoma pue~ de ser el mismo que el de la persona amada («Dora»,4 por ejemplo, imitaba la tos de su padre); en tal caso no tendria- mos mas alternetiva que describir asf el estado de cosas: La identificacién. remplaza a la eleecién de objeto; la eleccién de objeto ha regresado hasta ta identifieacién. Dijimos que la identificacién es l i ds origi forma primera, iecir-d el predomis del inconciente, suce: sudo scoidt de objeto vuclv: identificacién, o sea, que el yo tome sobre sf las propiedades del objeto. Es digno de notarse que ee 2 TET complejo de ipo wompleton,inclayendo sus formas «po- sitiva»y amegativay, fue examinado por Freud en el eap. Ide Bt el ello (19236).) f oe “iain mi «Fragmento de analisis de un caso de histeria- (1905) AE, 7, pig. 721 100 _enestas identificaciones el yo copia (Kopieren} en un caso ala persona no amada, y en el otro a la persona amada. ¥ tam- poco puede dojar do llamarnos la ateneién quo, en los dos, la Mlentificacién es parcial, limitada en grado sumo, pues toma | prestado un tinico rasgo de la persona objeto. Hay un tercer caso de formacién de sintoma, particular- mente frecuonto o importante, en que la identificacién pres- finde por completo de la relacién de objeto con la persona copiada. Por ejemplo, si una muchacha recibié en el pensio- ‘una carta de su amado secreto, la carta desperté sus «feos y ella reaccioné con un ataque histérico, algunas de sus ‘amigas, que saben del asunto, pescardn este ataque, como suele decirse, por la via de la infeccién psiquica. El mecanis- mo es ol de la identificacién sobre la base de poder o querer ponerse on la misma situacién. Las otras querrfan tener én una relaciGn secreta, y bajo el influjo del sentimiento de culpa aceptan también el sufrimiento aparojado. Seria erréneo afirmar que se apropian del sintoma por empatia, Al contrario; 1a empatia nace eélo de la identificasién, y la prueba de ello es que tal infeccion o imitacion se establece también en circunstancias en quo cabe suponer entre las dos personas una simpatia preexistente todavia menor que la habitual entre amigas de pensionado. Uno de los «yo» ha percibido en el otro una importante analogia en un punto (en huestro caso, el mismo apronto afectivo); luego crea una identificacién en este punto, ¢ influida por la situacién paté- gena esta identificacién se desplaza al sintoma que ol primer 70» ha producido. La identificacion por el sintoma pasa a ser asi el indicio de un punto de coincidencia entre los dos «yo», que debe mantenerse reprimido. Podemos sintetizar del siguiente modo lo que hemos ‘aprendido de estas tres fuentes: en primer lugar, la iden- fificacién es la forma més originaria de ligazén afectiva con un objeto; en segundo lugar, pasa a sustituir a una ligazén libidinosa de objeto por la via regresiva, mediante introyec- cién del objeto en el yo, por asi decir; y, en tercer lugar, puede nacer a raiz de cualquier comunidad que Hegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales, Mientras mas significativa sea esa comunidad, | tanto mds exitosa podrd ser la identificacién parcial y, asf, co" responder al comienzo de una nueva ligazén. Ya columbramos que la ligazén reciproca entre Jos in< dividuos de In masa tiene le naturaleza de waa identiiico ibe comunidad afectivay, nel mado de la ligazdn con el conductor. Otra vislumbre nos dira que ie la ligaz6n con el conductor. 101 amos muy lejos de haber agotado el problema de la iden- tificacion; en efecto, nos enfrentamos con el proceso que la psicologia llama «empatia» (Einfuhlung] y que desempena la parte principal en nuestra comprensisn del yo ajeno, el de las dtras personas. Pero aqui nos cefiiremos a las consecuen- cias afectivas inmediatas de la identificaciGn, y omitiremos considerar su significado para nuestra vida intelectual ‘La investigacion psicoanallitica, que ocasionalmente ya ha abordado los dificiles problemas que plantean las psicosis, pudo mostrarnos la identificacién también en algunos otros Easos que no nos resultan comprensibles sin més. Trataré en Getalle dos de ellos, a fin de poder utilizarlos como material para nuestras ulteriores reflexiones. \ La génesis de la homosexualidad masculina es, en una \ gran serie de casos, la siguiente:® El joven ha estado fijado a ‘Su madre, en el sentido del complejo de Edipo, durante un tiempo y con una intensidad inusualmente grandes. Por fin, al completarse el proceso de la pubertad, llega el momento de permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobrevie- ne entonces una vuelta (Wendung) repentina; el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella; se trasmuda en ella y ahora busca objetos que puedan susti- tuirle al yo de él, a quienes 61 pueda amar y cuidar como lo experiments de 8u madre. He ahi un proceso frecuente, ‘que puede correborarse cuantas veces se quiera, y desde lue- go con entera independencia de cualquier hipétesis que se haga acerea de la fuerza pulsional orginica y de los motivos de esa mudanza repentina. Llamativa en esta identificacion es su amplitud: trasmuda al yo respecto de un componente en extremo importante (el cardeter sexual), segiin el mode- ode lo que hasta ese momento era el objeto. Con ello el objeto mismo es resignado; aqu{ no entramos a considerar Si lo es por completo, o sdlo en el sentido de que perma- nece conservado en el ineonciente. Por lo demas, la identifi- cacién con el objeto resignado o perdido, en sustitucién de él, y la introyeccién de este objeto en ei yo no constitu- Yen ninguna novedad para nosotros. A veces un proceso de este tipo puede observarse directamente en el nifio pequefio. Hace poco se publics en Internationale Zeitschrift fir Psy choanalyse una de estas observaciones: un nitio, desesperado 5 (Cf. el cap. IIT del estudio de Freud sobre Leonardo da Vinci (19106); Para otrms mecanismos en Ia genesis de la homosexualidad, tf, «Sabre la psicogenesis de un caso de homosexualidad femenina {1920a), infra, pag. 151, y “Sobre algunos mecanismos neursticos eo fos celos, 1a pareaoia y ia homosexualidad- (19225), infra, pags. 224- 225.1 102 por la pérdida do su gatito, declaré paladinamente que 61 vor Molora ahora el gatito, empez6 a caminar on eual?o Pa- tus, no quiso sentarse més a la mesa para comer, ete.® El andlisis de la melancolia,” afeccién que cuenta entre sus cctaionamientos mas Hamativos la pérdida real o afectiva ote ivrate amado, nos ha proporcionado otro ejemplo de esa Setroyeccion del objeto, Rasgo principal de estos casos es la inti genigracién de sf del yo, unida a una implacable auto- crit ay unos amargos autorreproches, Por los andlisis se ha id averiguar que esta apreciacion y estos reproches en el fondo se aplican al objeto y constituyen la venganza del yo sobre 61, Como he dicho en otro lugar la sombradel objeto ha caido sobre el yo.* La introyeccién del objeto es aquide Gvidencla innegable. “Ahora bien, estas melancolias nos muestran ademés otra cosa que puede llegar a ser importante para nuestras: ulte- riores consideraciones. Nos muestran al yo dividido, des- Compuesto en dos fragmentos, uno de los cuales arroja su furia sobre el otro. Este otro fragmento es el alterado por IMuoyeecisn, que incluye al objeto perdido, Pero tampoco aoe cemor al fragmento que se comporta ian eruclmente, teeieye'a In conciencia moral, una instancia eritiea del vo, oe dmbién en épocas normaies se le ha contrapuesto criti: coesente, adloque munea de manera tan implacable einjusta Ya en ocasiones anteriores® nos vimos llevados a adoptar “i abuosto de que en nuestro yo se desarrolia una instancia asf, que se separa del resto del yo y puede entrar en. conflicto woe dikes Tamamos el sideal del yor, y le atribuimos las fanciones de la observactén de sila concioncia moral, fa” cansura onltien y el elercck infiuenela oF Taprasidn, Dijimios que era la herencia del narcisismo or FaeeSen el que el Yo infantil se contentaba a si mismo. Brmon poco toma, de los influjos del medio, las exigencias que éste planiea al yo y a las que el yo no siempre puede Gianarse, de manera que el ser humano, toda vez que no puede conitentarse consigo en su yo, puede hallar su satis- faccién en el ideal del yo, diferenciado a partir de aquel. Es- fablocimos, ademas, que en el delirio de observacién se seeree patsite ta distompestciéa do ese inntancia, 7 ast descubre su origen, que son las influencias de las autorida- 6 Marcuszewicz (1920). 7 [Freud emplea habitualmente el término «melancolfa» para de- signar lo que ahora se describiria como sdepresién-.) SCF. se conservan en el inconciente con mayor o menor intensidad, de manera que, ‘en cigtto sentido, la corriente originaria persiste en toda su plenitud.? CE. mis Tres ensayos (1905d) LAE, 7, pag. 1821. 105 Es notorio que con la pubertad se inician nuevas aspira- ciones, muy intensas, dirigidas a metas directamente sexua- les. En casos desfavorables permanecen divorciadas, en cali- dad de corriente sensual, de las orientaciones «tiernas» del sentimiento, que persisten. Entonces se est frente a un cua- dro cuyas dos variantes ciertas corrientes literarias son tan proclives a ideslizar. El hombre se inclina a embelesarse por mujeres a quienes venera, que empero no le estimulan al intereambio amoroso; y s6lo es potente con otras mujeres, a quienes no «ama», a quienes menosprecia o aun desprecia.? Poro es mas comtin que el adolescente logre ciorto grado de sintesis entre el amor no sensual, celestial, y el sensual, te- reno; en tal caso, su relacidn con el objeto sexual se caracte- riza por la cooperacién entre pulsiones no inhibidas y pul- siones de meta inhibida. Y gracias a la contribucion de las pulsiones tiernas, de meta inhibida, puede medirse el grado del enamoramiento por oposicidn al anhelo simplemente sensual. En el marco de este enamoramiento, nos ha llamado la atencién desde ol comienzo el fenémeno de la sobrestimaeién sexual: el hecho de que to amado goza d - ion de la critica, i timadas Gue-en-las personas 0 quignes no seama.o que-cnose-mis. ‘mo objeto en_Ja época en que no era amado, A ratz de una ToprosiGn 0 pospesteion te Tas aopiraciones sonsuales, eft caz en alguna medida, se produce este espejismo:.se ama sensualmente al objeto s6lo en virtud de sus excelensias aps micas; x lo clerta es-que scurte Io contrario, ‘a saber, uni- camente la complacencia sensual pudo conferir al objeto tales excelencias. El afiin que aqui falsea al juicio es el de la idealizacion. « Pero esto nos parmite orientarnos mejor; discernimos que él, 2 obj ropio, y por tanto en el ena- moramiento afluye al objeto una medida mayor de libido _Barcisista."Y aun en muchas Tormas de la eleccion amorosa ¥ salta a la vista que el objeto sirve para sustituir un ideal del <*.ye propio, no aleanzado. So ama en virtud de perfecciones a que se ha aspirado para el yo propio y que ahora a uno Ie gustaria procurarse, para satisfacer su narcisismo, por este rodeo. Si la sobrestimacién sexual y el enamoramiento aumen- tan, la interpretacién del cuadro se vuelve eada vez més ine- 2.Cf, «Sobre la mas generalizada dogradacién de la vida amorosa- cagyad), 3 (CF. «Introduccion del narcisismo: (19140), AE, 14, pag. 91.1 106 {quivoca. En tal caso, las aspiraciones que esfuerzan hacia ay satisfacci6n sexual directa pueden ser enteramente Uorzadas hacia atrés, como por rogla general ocurre en el esfusiasmo emoroso del jovencito; el yo resigna cada voz Suis todo reclamo, se vucive mas modesto, al par que el ob- Jiro se hace mas grandioso y valioso; al final llega a poser {odo el amor de s{ mismo del yo, y la consecuencia natural es Gfautosacrificio de este. Bl objeto, por asi decir, ha devorads Rasgos de humillacin, restriccién del narcisismo, per de si, estan presentes en todos los casos de enamora~ , en los extremos, no hacen mds que intensificarse y, por el relegamiento de las pretensiones sensuales, ejercen, una dominacién exclusiva. "Esto ocurre con particular facilidad en el caso de un amor desdichado, inalcanzable; en efecto, toda satisfaccién sexual rebaja la sobrestimacién sexual. Contempordneamente a sta centrega» del yo al objeto, que ya no se distingue mas de facntrega sublimada a una idea abstracta, fallan por entero las funciones que recaen sobre el ideal del yo. Calla la erf- tica, que es ejercida por esta instancia; todo lo que el objeto have y pide es justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en favor del objeto; en In ceguera del amor, uno se convierte en criminal sin re- inordimientos. La situacién puede resumirse eabalmente en tuna formula: El objeto se ha puesto en el lugar del ideal | del yo. ““Rhora es facil describir la diferencia entre la identificacién yelenamoramiento en sus expresiones mas acusadas, que se llaman fascinaci6n y servidumbre enamorada.‘ En la prime- rayel ‘enriquecido con Tas propiedades del abje- ha «i tado», segiin una expresion di cz [1909]. En el segundo, sha emy fo, se ha ent al objeto, Te fido el lugar de su ingredient importante. Empero, tras una reflexion mas atenta adverti- mos que exponiendo asi las cosas caemos en el espejismo de ‘unos opuestos que no existen. Desde el punto de vista eco- némico no se trata de enriquecimiento 0 empobrecimiento; también puede describirse el enamoramiento extremo di- clendo que el yo se ha introyectado el objeto. Quizéis olro istingo sea, mas bien, el esencial. En el caso de la identifi- cacién, el objeto se ha perdido o ha sido resignado; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo, y el yo se altera parcialmente segiin el modelo del objeto perdido. En el otro ‘(La «servidumbre enamoradas kabsa sido examinada por Freud en «Ei tabi de la virginidad> (191821, AK, 11, pags. 188-90.) 107 bot ‘caso el objeto se ha mantenido y es sobreinvestido como tal por el yo a sus expensas. Pero también contra esto se ele- va un reparo. Admitiendo que la identificacién presupone la resignacin de la investidura de objeto, gno puede haber identificacién conservandose aquel? Ya antes de entrar en el examen de este espinoso problema, vislumbramos que la esencia de este estado de cosas esta contenida en otra alter nativa, a saber: que ef objeto se ponga en el lugar del yo en el del ideal del yo, ° Sir frecho que Bopara el ensmoramionto de la hipnosie no q#f'es, evidentemente, muy grande. Las coincidencias son Ila- mativas. La misma Ssumisién humillada, igual obediencia y falta de critica hacia el hipnotizador como hacia el obje ‘a misma absorGion de Ia propia iniciativa; no r duda® al hipnetizador ha ocupade el lugar del ideal del yo | Solo que en la hipnosis todas las constelaciones son més ni- tidas y acusadas, de suerte que seria mas adecuado eluci- Ia inversa. El hipnotizador'es el objeto tinico: no se repa- | ra en ningun otro ademas de él. Lo que él pide y asevera es | vivenciado oniricamente por el yo; esto nos advierte que hemos descuidado mencionar, entre las funciones del ideal del yo, el ejercicio del examen de realidad.® No es asombro- 80 que el yo ténga por real una percepeién si la instancia psiquica encargada del examen de realidad aboga en favor de esta ultima. Adem4s, Ia total ausencia de aspiraciones de meta sexual no inhibida contribuye a que los fenémenos ad- quieran extrema pureza. El vinculo hipnético es una entrega ‘enamorada irrestricta que excluye toda satisfaccin sexual, mientras quo en el enamoramiento esta ultima se pospone sélo de manera temporaria, y permanece en el trasfondo \ como meta posible para mas tarde. Ahora bien, por otra parte podemos decir —si se admite Ja expresign— que el_vinaulo hinnético ¢s una formacién de masa de dos. La hipnosis no es un buen objeto de compa racidn para la formacién de masa porque es, mas bien, idén- tica a esta. Dela compleja ensambladura de la masa ella ais- la un elemento: el comportamiento del individuo de la masa ® (Esto ya se habla sefialado en una nota al pie de Tres ensayos (1905), AE, 7, pag. 137, y en «Tratamiento paiquico (tratamiento del alma)» (189ba}, AB, 1, pag. 127.) © Cf. «Complements metapsicologico a la doctrina de los suefios- (a917d). — (Agragado en 1923:] No obstante, parece admisible dudar do la logitimidad de esta atribucién, que requiere un examen mas profundo. (CE. £! yo y el ello (19238), AE, 19, pag. 80, n. 2, donde la funcion es atribuida definidamente al yo) 108 ffrente al conductor. Esta restriccién del ntimero diferencia fa la hipnosis de la formacién de masa, as{ como la ausen- \cia de aspiracién directamente sexual la separa del ena- Jmoramiento. En esa medida, ocupa una posicién intermedia ‘entre ambos. Es interesante ver que justamente las aspiraciones sexua- les de meta iahibida Togron crear ligaz los seres hu ‘se explica con facilidad él id dé-qGue ho son susceptibles de una satisfacci6n plena, mientras que las aspiraciones sexuales no inhibidas enitan, por obra de la descarga, una extraordinaria_ disminucién toda vez que alcanzan su meta. El amor sensual eatd destinado a extinguirse con la satisfaccién; para perdu- rar tiene que encontrarse mezclado desde el comienzo con componentes puramente tiernos, vale decir, de meta inhibi- da, 0 sufrir un cambio en ese sentido. ‘La hipnosis nos resolveria de plano el enigma de la consti- tucién libidinosa de una masa si no contuviera rasgos que hasta ahora se han sustraido de un esclarecimiento acorde a le-ratio, en cuanto estado de enamoramiento que excluye aspiraciones directamente sexuales, En ella hay todavia mu- cho de incomprendido, que habria de reconocerse como mis- tico. Contiene un suplemento de pardlisis que proviene de 1a relacién entre una persona di Gerror on los animales. Ni el ‘modo en que 63 producida relacion con el dormir resultan claros; y el hecho enigmatico de que ciertas personas son aptas para ella, mientras que ‘otras se muestran por completo refractarias, apunta aun factor todavia desconocido entreverado en ella y que quizé posibilita la pureza de las actitudes libidinales que envuelve. Digno de notarse es también que a menudo la conciencia moral de la persona hipnotizada puede mostrarse refracta- ria, aunque en lo demas preste una total obediencia sugesti- va. Pero esto quiz se deba.a que en la hipnosis, tal como se la practica casi siempre, puede estar vigonte el saber de que se trata sélo de un juego, de una reproduccién falaz de otra situacién cuya importancia vital es mucho mayor. Ahora bien, las elucidaciones anteriores nos han prepa- rado acabadamente para indicar la formula de la constitu- cién libidinosa de una masa; al menos, de una masa del tipo considerado hasta aqui, vale decir, que tiene un conductor y no ha podido adquirir secundariamente, por un exceso de sorganizacién, las propiedades de un individuo. Una masa Primaria de esta indole es una multitud de individuos que 109 han, ideal del yo, a consecuencia entre erdfica: Tata cond el mism lugar de ou To han identificad in admite representacién 110 IX. El instinto gregario Por poco tiempo gozaremos de la ilusién de haber re- to con esta formula el enigma de la masa. No podré Gitte que dosacocegarnoe el advertir ensoguida que no he- mos hecho, en lo esencial, sino remitirnos al enigma de la jhipnosis, que presenta tantos aspectos todavia no solucio- nados. ¥ ahora otra objecién nos sefiala el camino por recorrer. ‘Tonemos derécho a decirnos 4 Feiniciativa en el individuo, la uniformidad de su reaccion er ee Series rts los campos te cahdlionoionts os a ee ee oe een ined dad de moderarse y de diferir la accién, tendencia a trasgre- dir todas las barreras en la exteriorizacin de los sentimie: semejantes, que hallamos pintados de manera tan plastica’ Ja acti Li in fig anterior, como no ne e Se Sa irene halla entre os salvales oor ai, Una reesicn oe ee ee Fe cates comi ar ce et eee buena medida. Asi recibimos la impresi6n de un estado en que la mo- cién afectiva del individuo y su acto intelectual personal son demasiado débiles para hacerse valer por si solos, vién- dose obligados a aguardar su potenciacién por la repeticién: dong obliadon agunrdon mu metecicin pra repetitin Se ee ee ae cudn dominados estan los individuos por aquellas actitudes) de un alma de las masas que se presentan como propiedades| soy or las uniones més goncrales on que vive el ser huma- PSs Ypov noknxtv fe indica eu fundamonto psicologico, Para,Trotter, empero, no se requiore derivar de-otra cosa yulsidn ‘ia, pues Ia define como primaria y no sus- gape de ltt dentomgbotn, Obborva do pas ae posizian, Observa do paso, quo ¥ el enigma del influjo sugestivo aumenta para nosotros si concedemos que no sélo puede ejercerlo el conductor, sino cualquier individuo sobre otro; y nos reprochamos haber des. tacado de manera unilateral el vinculo con el conductor, omitiendo indebidamente el otro factor, el de la sugest - mugeatic re: js Sidis deduce Ia pulsion grogaria de la sugestionabili- dad, lo cual por suerte es superfluo para él; se trata de una fcacién que responde a un modelo consabido, insatisfac- {oro, yla tesis inversa —vale decir, que la sugestionabilidad @ uli retono del instinto gregario— me parece mucho mas a. "ixhora bien, con mayor derecho que a las otras exposi- jones, se puede objetar a la de Trotter que no atiende su- icientemente al papel del conductor dentro de la masa; no- sotros, en cambio, nos inclinamos mas bien por el juicio puesto, a saber, que la esencia de 1a masa no puede conce- bisse descuidando al conductor. E] instinto gregario no deja sitio alguno al conductor; este se anade al rebano solo de inanera contingente. Ademas, de esta pulsin no parte ca- ming alguno hacia una necosidad de Dios: falta el pastor del Febafio, lo cual armoniza con aquella concepcidn. Pero, ‘aparte de esto, es posible pulverizar la exposici6n de Trot- ter en el campo psicologico; vale decir, puede demostrarse que es por lo menos probable que la pulsién gregaria no sea indescomponible, yo sca primaria en el sentido en que Ioson las pulsiones de autoconservacién y sexual. No es facil, desde luego, perseguir la ontogénesis de la pulsin gregaria, La angustia que siente el nino pequeno, euando lo dejan solo, y que Trotter pretende considerar Se tug ou oprensn artic asa neu plida, con Ta ma a hacer otra cosa que mu- oat gpa aes eae Solo no se calma a la vista de oiro-cualaniers

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