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AN eM EL MUNDO ANDINO poblacién, medio ambiente y economia nnn John V. Murra hi tha > f PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICADEL PERO 'FONDO EDITORIAL 2002 IEP Instituto de Estudios Peruanos Mg Thon Arana Vilonvesa simorc. 030 TICOUASA | nan ‘AL Leen lo que las fuentes europeas del siglo XVI dicen acerca de las a una discordancia curiosa e inesperada: nan tauchas pagmas con la descripeién de las ceremonias y sacrifcios, eampesinos y estatales, que acompafian la plantaciGn, escard osecha del ma‘a; pero dicen poco, o nada, sobr E088 relacionados con el vo de los numerasos Esta diserepancia delas fuentes eu diferencias botdnieas y ecol6gicas de I parte el grupo de le ‘mestieados localmente, "de del otro, el maiz, cereal de clima t yéidn alas mplado, cultivado en toda América. El propésito de este articulo es mostrar que dicha discrepancia en las infor- ‘maciones de los cron te una mejor comprensién de impor- tant nieos cultivos nativos son Ta_ . Juzepenuk ‘encontro una especie silvestre de pap ras de 5000 msnm + Bote trabajo se publicé por primera vex en Culture in History, libro-homenaje al etndlogo Paul Rain Stanley Diamond 1960) Fue republicado,enesstllano,en Amaru, Revista de artes y ciencias de ln Universidad Nacional de Ingenieria, n."8, 1968, eon certs crrecciones que se mantienen en esta versin, Emilio Adolfo Westphalen hizo la traduceién, José Maria Argued tradojo los taxtos en quechua. Aparecié luego en Formaciones (1975) hasido revisado para esta edicién. uaa Jou: Murra en zonas heladas (La Barre 1957: 102), y muchas de las variedades cul- tivadas producen y mis. , como lo notaba ya Berna- 'bé Cobo en 1653: “la mitad de los indios del [Pera] no tienen otro pan”.! Eran tan comunes en la dieta andina que una de las unidades de tiempo empleada antes de 1532 equivalia al tiempo necesario para cocer una olla con papas. En la puna, los expnistas se sorprendieron al no encontrar grano al- uno; informan que la zona dependia de cultivos de altura (Pizarro 1844 (1571): 279-280; Cieza 1862 [1550]: I, XCIX, 442; RGI 1881-1897: 11,14, 21, 59; Polo 1916b [1571]: 63; Gareilaso 1943 [1609]: V, I, I, 226, 283-284). A pe spender de los tubérculos, el mundo altozndino no estuvo, sin embargo, condenado a marginalidad histériea; aun antes de las expan- siones del Tiwanaku y de! Tawantinst i las contribuciones que " En nuestra época, Cardenas y La Barre en Bolivia y Carlos Ochoa en el Pert, han coleccionado centenaires, si no miles, de vaviedades de papa, ju mayoria de sus nombres, aun después de cuatro siglos de presion Si Tingitistica, estén exentos de toda traza de influencia europea? Aunque {algunas variedades diploides, consideradas por los botdnicos como las mais « primitivas, se dan én Cquebrada” ve“ de las variedades domt es de altura: ‘i,eiffaraddjicamente, Jas variedacles mas resistentes al hielo, las amargas Lust 0 rat, son tripl les estériles que no se reproducen por si solas; son un artefacto humano, “asi tanto como una chakitaglia. El gran nimero de tales variedades hibridas y de altura, que sirven para fabricar ehufo, indica que en el eurso de Ia ocupacién himana de los Andes la presién demogréfica estuvo dirigida hacia arriba, Se trataba de domesticar la altura y Ia puna. Aun 1. Gobo 1956 2658) 1¥ XIU, 1 168, Acosta reporta una variedad adaptada al ealor de a costa (1940 [1590] IV-XVIL.270),y Salaman eit alos botsinieos rasos que hallaron varsedadesslvestves en las tiers bat (1949:34). Aquettas papas produeidas en lt costa fueron reprodicidas en elartecosteho (Galaman 1949: 15,19; Yacovley Herrera 1984: 290), aungue ei noindiea que tvieran luna importancia especial en Ia allmantacién oa econo: 2% La Barre 1947, Para detalles adielomales sabre el eultivo de papa, véase Muse 199: 157.139, 8, Latcham 1996: 61-92; La Barre 1947; Salaman 1949: 54 TV /Mxt,runtncutos ysis xastcous 15, antes de eonocerse enteramente esa historia de Ia agricultura andina, el ‘gedgrafo alemén Carl Troll pudo anticipar, sobre la base de eriterios ‘botfinicos, la expansién moderna de las cronologias arqueolégicas; ya en 1981 nots que las eronologias entonees en uso no permitfan un espacio de tiempo suficionte para cl desenvolvimiento de la agricultura en los Andes do. Pero en las condiciones andinas, las zonas muy hiimedas son preci- samente las més amenazadas por las heladas. Las quebradas empinadas mas bajas, que a primora vista parecerian mas apropiadas, s6lo pueden ser utlizadas ei se hacen obras piblicas en gran escala, como andenes y canales de riego. Es en esos terrenos, en la quisiswa, que abundan los cul- tivos de matz. Desde luego quo, al igual que cualquier otra planta, el mat puede lograrse a mucho més altura para fines ceremoniales, pero eultiva- do como wna rosa en un Jardin easero. Bn tiempos preeuropens, los sacer~ dotes solfan cultivar mafz a easi 4000 msnm, y en nuestra époea, José Matos ha encontrado choclos destinados al ceremonial ya la hospitalidad madurando en Ia isla Taquile del lago Titicaca. No hay que confudir sin embargo los limites de los eultivos ceremoniales con las alturas m: amas de los cultivos eampestres. ‘Todavia no tenemos para los Andes un estudio tan minucioso acerca {el cultivo del maiz eomo el que permitio aR. S. MaeNeish establecer que ten mesoamériea habia sido domesticado varios milenios antes que en ‘Sudamérica, Lasinvestigaciones de A. Grobman y sus colaboradores enka Universidad Nacional Agraria deberian ser amplindas, aprovechando procedimientos arqueol6gicos y etnobotinicos, a fin de determinar si la domestieaeién del maiz aeurzié una sola vez, en Mesoamérica, 0 si fueron varios los foeos de domesticacién. Entre tanto, lo evidente es que el mafa en la sierra es una planta val- nerable; no puede erecer en las hondonadas de los valles caidas en que el desierto trepa a veces més alli de los 2000 msnm (en el Apurfmae, por ejemplo), ytampoco se logra en muchos lugares de los Andes en los que las heladas nocturnas tengan una ocurrencia de ocho o nueve meses, cuando no durante toda el aio. Hubo deste luego variedades de malz y condicio- nes eeoldgicas exeepeionales, eomo las dol Callejin de FTuaylas, la quebra- dda de Chaupi Waranga o el valle del Urubamba, donde algunos maiees se producen sin riego. Pero se ha considerado siempre muy deseable, tanto nel tiempo de los inka como en la actualidad, que donde se siembre maiz haya sistemas deriego, aun cuando no escascen las preeipitaciones plovia- 146 Sous Mona les. “No sembraban grano de maiz sin agua de riego”, nos dice Gareilaso (2960: lib. V, cap. I, 149-150). Aun tratsndose de una exageracién, ereo que el cuzquefio expresaba una profunda prefereneia eultural andina. Segrin todos los indicios, los famosos estatales construidos tan traba- See, ee : en su juventud Garcilaso vio eémo lo lnbraban. También ¢s explicito cuando se refiere a andenes en general: “[..] tan aplieados eomo esto fueron los ineas en lo que era atumentar tierra, para sembrar el mata" (Gareilaso 1960: ib. IIT, eap. XV, 120). Pedro Pizarro, testigo de la invasién de 1582, quien todavia vivia en 1572, lo confirma: “esta orden tenfan en estos andenes porque en todos sembraban mate” (Pizarro 1965: 203). En los campos de riego y los andenes no era necesario rotar los cultivos y tampoco dejarlos en barbecho. Las diferencias botinicas y ecolégicas entre las dos elases de agni- cultura también tenfan correlaciones eeonémicas: los sistemas de pesos y medidas, as eran diferentes para las dos especies de cu Diez Canseco, pionera de los estudios s0- br hha publicado reeientemente un impor- tante artfeulo que merece que se le preste mayor atencién (Rostworowski 1964). Don Guillerm: en el Cuzeo, declaré en 1718 que (.1 se usa ASRTNEBR donde a reconosido gu awe se reparte aun yndio se supone a ser por sieteen ticrras fria [Jy a ueces por diee, ¥ que la razén de esto es que como las papas no se siembran eada ao enuun mesmo parexe porque nole permite la tierra sino al eaua de cinco afios [loal cauode siete en tierras mis frigidas y al eauo de nuebe en las punas ‘mas bravas.Sise diere solo un topo|...aun yndio para su sustento anual] solo en un af lo pudiera hacer porgue los otros cinco siguientes no tubiera donde sembrar [.] Todas las medidas de puna de yndlios deven ser quanto ‘menos sextuplicadas (Rostsorowski 1964: 23-24), Es igualmente probable que alerin dia se pueda fandamentar la pro- posicion segtin In eal el designar con c QD aun carnpo iter. tado con cualquier clase de cultivo ha sido una confusién poscolombina, ‘Tengo la impresi6n de que, antes de 1 fodavia no se han es- udiado adecuadamente las fuentes del siglo XVI relativas ala agricultura, pero ireos, aperos, pesos y medidas, como a teneneia de tierras. TV/ Matz, rungncunos nrros AoRIcoLAs Mt Una diltima observacién antes de volver a los ritos. La existencia de dos agriculturas separadas conforme a un eje ecoldgico vertical no si Tea qu miso gro sno» pacar nino osontara Geet. ya fuera pequefio como los chupaychu de Huanuco 0 el reino aymara de los ene al rrandes o pequenos, los grupos étnicos tenfan los recursos y la mahera de obtenerlos. El deseo de controlar zonas el ‘mitieas alejadas mediante colonos permanentes determiné un patron de asentamiento y de control vertieal cuya distribucién fue probablemente panandina. Ya sefialamos al eomienz0 ynistas del siglo XVI “En contraste con los ealendarios, encontramos que en los tiempos ‘modernos los tubéreulos andinos son protegios y estimulados mediante ceremonias eomplicadas; éstas han sido deseritas en detalle por obser- vadores como M, Rigoberto Paredes (1938) en Bolivia y Harry Tsehopike (1968) en el Pert. Podria pensarse que tales précticas son poscolombinas, en cuyo caso, la ausenciaen las fuentes del siglo XVI dezitos deos eultivos indicaria una ausencia de ansiedad respecto de un cultivo local bien adap- tado, conforme a la interpretacién de Malinowski que vineula estrecha- mente rito y ansieda Esta interpretacién, sin embargo, no es conveniente, ya que los sacer- dotes, “extirpadores de idolatrias”, como Avila, Arriaga, Pérez Bocanegra y otros, que describioron la religién andina en el siglo XVII, citan muchos ‘easos de interés.ritual en los eultivos de la sierra muy semejantes 2 las ceremonias modernas presenciadas por Paredes y Tschopik. Tales infor- ‘mes, ademas, frecuentes en el siglo XVIL, no eran deseonocidos en el XVI: aasélo quince afios dela invasién, Cieza de Ledn (1947: ib. I, eap. CXVIIT, 4. Soriapertinenterecondar aquils texte quechuas que lis el hacer Juan Péreade ‘Boca, era primero de Andahoaylas y pirroo luego de a iglesia de Belénene! ‘Cuzco y exaninador de quechua y aymnara por més de treinta afos en su “Ritual ormulsge ineitacin de euras para administra alos naturales con advertencias my ‘necesarias”(pablicada on 16), Por ejemplo: "Chuqlata mikxjtatukuychaspaquran- {anman saayiniep, may nip seach sally fsa kin qamfiqman umants mans Teatstooptin, kafageha,pakigeh tugagchu Kank! ifakngch Kank, yayaynivan, Ieaueachowan,imanakg hina?"- (esando de cerer ol coclo iuels ecarle tu alent ala coronta x dend ima | {eles sevojano, para avin eon l bacon da eget qu es tu-amada? ,enfones, {a coronts exc com la punta ea dl querse, la ropes la escupes, te enfurees ae? (had SUM Arguedss), aus Sous Muara 454) convers6 con un sacerdote europeo que a instancias de sus feligreses habia cedido y permitido en su aldea una ceremonia en la siembra de la papa. Huo mtisiea y danzas eon ins s . En este punto, el sacerdote espafiol intervino y detuvo lo que aparentemente habia sido lerado demasiado leo, Gracias a curisiad del gopiipdaaanailan al fenémeno etnografico andino, sabemos, pues, del siglo XVI a ritos d , su prestigio como alimento era més bien bajo. En Tas Teyendas de Hus- rrochiri recogid: " J. M. Arguedas andrajoso era conocido como Huatyacuri, “el que come papas asadas, no mis”. En otra leyendla contada por Cabello Valboa (1951: lib. III, cap. XXX, 451), el héroe se esconde de sus enemigos entre “pastores muy pobres" que cultivaban “papas, ullueos, otras raices y hierbas”. Describiendo a los golla, habitantes de 1a puna, Waman Puma (N. pet. B, Guaman Poa) dice que son “yndlios que tienen muy poea fuerza y animo y gran cuerpo y gor- oseboso porque comen todo chuiio y ueuen chicha de ehuio”, y los opone alos chinchaysuyus, del norte y Ta costa, los cuales “aunque son yndios pequefios de euerpo animoso porque le sustenta mays y neue chicha de ‘mays que es de fuerza” (Guaman Poma 1936: 336). Pero, ibasta el poeo prestigio de determinado cultivo para que los, primeros observadores europeos pasaran por alto las eeremonias nece- sarias para asegurar una buena cosecha? Los eronistas del siglo XVI, que habfan sido en su pats consumidores de granos, estaban familiarizados, ademés, con el mafz en el Caribe y ‘México mucho antes de llegar a los Andes. Algunos erefan que el maft te- nia la misma importancia en la Audienecia de Lima que en Mesoamérica, evidentemente un error dada la sitnacién ecoldgiea andina. Como ha ob- servado Carl Sauer, “en ninguna parte al sur de Honduras tiene el mafz la {importancia que como alimento principal tiene mas al norte” (Sauer 1950: 495). De hecho, en toda la América del Sur serrana, el mate fue eultivado, sobre todo, para elaborar ehicha con fines ceremoniales y de hospitalidad, Pérez de Bocanegra skyhunaman, saraits, ima monaliapas spavksspa, wieswan, yawar sasan tnushicigehy qawiehgehu hank, mana IV Mav, ruséxcutos rartus acnleotas 109 santuarios se ofteeia mafz, Al tiempo de la eosecha, el mafz era Ievado a «casa con gran festejo; hombres y mujeres eantaban, rogaban al maiz que éurara mucho tiempo. Bebjan, comfan y cantaban, y durante tres noches yelaban a mama zara, envueltos los choclos mejores en las mejores man- tas de la familia, Enlas aldeas, el maiz, aun cuando no fuera cultivado localmente, era arte integrante de los ritos del cielo vital. En la ceremonia de iniciaeion Ge un joven eampesine, cuando se le cortaba el pelo y se le cambiaba de rombre, entre los obsequios de sus parientes figuraban matz, lamas y ropa. En el matrimonio, las familias intereambiaban “semillas” junto con ropa y huusos. Cuando una persona moria, se esparefa harina de mate alrededor del cadaver. ‘Se nota un eontraste mayor entre Ins dos clases de cultivos y las ee remonias a ellos asociadas al pasar de la comunidad campesina, en que las dos eran conocidas aunque apreciadas diferentemente, al nivel estata caieo. Considerable esfuerzo, tanto teenolégico como magico, dedicaban el Estado y sue distintos agentes a asegurar la propagacién y cosecha del rate, Ei mito de origen dindstieo atriburia al linaje real la introduceién de este cereal en el valle del Cuzco y se referfa a 61 como “la semalla de Ia cueva”, es decir, del lagar [Paqaritampu] de donde se suponia habian sa- lido los gobernantes. Se decia que Ia esposa y hermana del primer Inka Jegendario ensefié al pueblo a plantarlo; posteriormente un terreno cerca de] Cuzco, llamado Sausero, servia para producir el maiz con que se ali ‘mentaba la momia de la reina y sus servidores. Hl ciclo de su eultivo anual era inangurado ceremonialmente por el mismo Inka. a iglesia nacional y su sacerdocio, cuyos grados més elevados ¢o- rrespondian al mismo linaje real, tenfan muchos deberes en relacién con Jaagricultura del maiz. Cada afio se preguntaba a los dioses si se sembra- a ese afio; la respuesta era siempre afirmativa. Se daba a los sacerdotes Jatarea de observar los movimientos de las sombras en el intiwatana a fin ‘wkuleanaropag,manatatianganpagpas? Kayriimichke sarata churageha ken sara rmiehkanganispa?”. (in cuanto levas tn mats a los teajes, o cualquier otra eosa de guardar, isu Sahumarlos hatiresconsebo quamatlo, con sank” de sangre, para que lo guardado ne fe pacme, nose acabo!iSuelesponcr (er el trje) mals tomprano dictendo; “Ha de hace” prodacirtenoprano sl mals? ("Sani masa de cualquier tipo de harinal. Péres de Boeunogra, op it) ‘uqa chakraikipiwanpas, fehuta kipurkallaspa, sasageb kankt jpa-Kayri imanamt”, thacrat de papa ytambidn en tus chacras deca sueles ayunan mlentras haces ‘nudos de paja, itende Yen vex dots han de ayunar"? ¥ esto ipor qué) Péree de Bocaneura, op. eit 150 Jou Murra dedeterminarel momento correct parWIOaPbesho, cl rego ola siembra El tiempo correcto en la regién del Cuzeo no lo seria en otras altitudes y latitudes, pero era el tiempo “correeto” estatal y asumia por tanto el ca- rréeter de un suceso nacional, de! mismo modo como las semillas y tubér- ‘ealos del Cuzco gozaban de prestigio especial en las provincias. Los sacerdotes también llevaban los quipos de las temporadas pasadas mos- trando la sucesi6n de afios secos y de lluvia. Un grupo de sacerdotes ayunaba desde e! momento en que se sembraba e! maiz hasta que el brote tenfa el alto de un dedo: “pidiéndole [al Sol] que llegase alli al tiempo”. Se organizaban procesiones en que los partieipantes armados tocaban tambores y lanzaban gritos de guerra para espantar la sequéa y Ia helada que amenazaban més al mafz que alos demés cultivos. Sacrificio de llamas, ayuno, ofrendas de agradecimiento y demandas de favores faturos eran parte de la eosecha, Un observador agudo, Polo de Ondegardo (1916: 36-87) anot6 que habia mas usos y ritos ansiosos en las regiones “adelantadas”, en que la poblacién era numerosa y abundantes las exacefones estatales, que en los territorios marginales, como los de los ehiriguanas o diaguitas. En el cen- tro simbélico del Estado, el intivasi del Cuzco, los sacerdotes habfan colocado entre las plantas de mafz reprodueciones en oro, eompletas con hojas y mazoreas, para “estimular” el mafz. La cosecha del templo era guardada en pesados eéntaros de plata. Con un euidado y atencién de vivero, fue posible cosechat matz en los templos eerea del lago Titicaca Laexistencia y supervivencia de una estructura sociopolitiea como la del ‘Tawantinsuyu dependia teenolégicamente de una agricultura eapaz de producir en forma sistematica, excedentes que sobrepasaran en mucho las necesidades del eampesinado. En las condiciones ecolégieas andinas era comprensible la ansiedad del Estado, y las soluciones ideadas no fueron siempre ceremoniales. La costa, con su agricultura de riego, eva la mayor productora de maiz y hemos visto ya que aun antes de emerger el ‘Tawantinsuyu, reinos serranos, como el lupaga, habian instalado mit- ‘magkuia propios en los valles de la costa con el propésito de controlar el suministro de maiz. Cuando toda la eosta fue incorporada al Tawan- tinsuyu, el Cuzeo pudo obtener alli un cupo con menos problemas que en elrresto del reino. Desgraciadamente todavia es muy poco lo que sabemos acerea de la manera como los inkas enajenaron las tierras costefias. El terraplenado de las escarpadas quebradas ghishaa, el mantenimiento de las obras de riego y la entrega de fertilizantes costefios para los eampos serranos, eran medidas teenolégieas que proporeionaban entradas al Estado pero en las que se hacia hincapié en el maiz. La papa y otros tubér- culos podian haber produeido una parte cuantitativamente més impor- IV/ Matz, routxcuves'rnivos aantcotas a1 tante de los excedentes necesarios, conforme lo ha comprobado Craig ‘Morris (1967) en su estudio sobre depésitos andinos. E} ehufio puede haber permitido su almacenamiento prolongado. De todas maneras, el maft se conserva mejor que la papa. Ain més, el mafz goza de mayor prestigio. Los eereales y su almacenamiento y redistribucién son preo- ‘eupaciones estatales furidamentales en cualquier parte del mundo, pero en el Tawantinsuyu hay muchos factores especifios que convierten el almacenamiento en una necesidad primordial: la falta de grandes mer- ceades, una corte ereciente y sus miles de servidores, una jerarqufa buro- critica y ecleslastica, as necesidades militares de numerosas campatias, ete. ¥ el ejéreito también “preferia” maiz a las demés racioncs. Lo que sostengo en este artfculo es que, al estudiar los Andes en la 6poca inka, encontramos no sélo dos elases de cultivos en diversas zonas climaticas, sino en reslidad dos sistemas de agricultura. Una elase, la principal y bésica para la alimentacién, es autéetona y se desarroll6 en la sierra; consiste en plantas domesticadas loealmente, adaptadas traba- Josamente a las condiciones andinas, sembradas en tierras de barbecho y ‘de temporal. La otra, importada, es més reciente; tiene significado cere- morial y gira alrededor del maiz, planta esencialmente de elima templado, que pega bien en las zonas bajas y protegidas de la sierra y que, a pesar de las dificultades para lograrla, es muy aprociada a lo largo de los Andes. Sostengo, ademas, que el eultivo de tubéreulos fue esencialmente unaagricultura de subsistencia practicada en la sierra por grupos étnicos que se convirtieron en campesinos después de la eonquista incaica. Sin duda utitizaron el maiz en eeremonias y actos de hospitalidad siglos antes de la egada de los cuzquetios, pero en la sierra fue posible el cultivo del ‘mai, en gran escala, tinleamente cuando el surgimiento de un Estado permitié realizar obras piblicas de envergadura (como andenes de riego), cemplear abonos procedentes de la costa lejana y contar con la preacu- pacion constante de un casta sacerdotal. Kn contraste con el eultivo por los ceampesinos de tubéreulos para el sustento, el maiz en tiempo de los inka fue un cultivo estatal La mayoria de los autores que deseriben la vida andina en el siglo XVI escogié a sus informantes entre los sobrevivientes de las guerras dinésticas, la burocracia y la elite cuzquefia. Tales informantes hicieron hincapié inevitablemente en las glorias de un pasado recién destruido, en particular del mecanismo estatal; pero ignoraron la aldea andina y la gran cantidad de grupos étnicos diferentes, eada uno viviendo a su manera; esa falta de interés iba ala par de Ia de muchos cronistas. Unicamente los més inquisitivos, hombres como Cieza y Polo, trataron de ir més alla de esta presentacién idealizada de eufo buroerstieo. 182 Jou Muna, Solo posteriormente, euando escritores andinos como Guaman Poma los informantes de Avila en Huarochiri hacen comentarios direetos de su propio pasado o euando empieza 2 disponerse de material deseriptivo sobre la vida aldeana, podemos vislumbrar lo que nos revelan los ritos agricolas: no sélo dos sistemas de agricultura sino también diferencias importantes entre dos modos de vida, euya integracién en un sistema econdmico tinico atin no habia sido lograda euando la invasién europea detuvo su curso, + man

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