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; Tem erga Le r El hombre que maté | a Dedos Frios fl . ®tectorum | marea alta € f na a de dio tes j i fi . im | s ta) gis perderse en la oscutidad 0 a que se les atascara a) , bei: Tengo que encontrarla y pedir rait hasta Jusrey,» ¢ a char sus pensamientos porque cuando se esta en yn lipar ‘ se oye ni el aletéo de un pajaro, la voz de la mente ¢ \ inunda el lugar que le pertenecia y que antes usurpara el all ruido. El recuerdo de lo que pasé lo hizo volver a |g realidad ¢, si le hubieran dado un golpe en Ia cabeza. Su madre estos 4 balazos, La ultima vision de su padre con los ojos mip ‘techo, boqueando como pez fuera del agua, la sangre que sin control. Su hermano de diez. afios rafagueady por la cuando quiso corter. Era de noche cuando él legs y descubric familia inerte en medio de un charco de sangre, “{No, no!”, oritab, Ancrédulo una y otra yez agarrandose la cabeza. Se arrodillé junte “Su padre y lo abraz6 para tratar de levantarlo. Alzé la vista anegada Puerta abjerta, frente a la calle, vio una camioneta que no now? if, con dos hombres en su interior, Los asesinos estaban Jos labios muy gruesos y los prendis, En lugar de matarlo earon varias veces con lt nada hasta que desperto. Una nota que un men- faltas de ortografit a era muy seria: “Le ombre o te carga lt pone la vie cios. yan var ¥ con qué vamos a pagar la universidad de Leonel? i le yoy a pedir la pistola a mi hermano Pedro, A , defender, a los hijos de la chingada. Muertos de hambee. 0) aesperat yor wana trabajar como yo lo hice desde que estaba chicol Que § po , ja vieron, ano? Boa gente tala; andan extorsionando.en todos loa 9 8 los nego. ios Ya ves que la China certé su tienda y se fue a Torreén porque guir pagindoles. No le quedaba ni para comer, Mejor yano pudo s samonos de aqui. Tengo miedo por los muchachos. —Mira, a esa gentuza hay que demostrarle que no tenemos miedo. Todos los que se fueron de la ciudad 0 cetraron sus nego- on unos cobardes. Voy a defender lo nuestro, ‘Tomas Urrutia era bragado. Empez6 por no abrir los sabados para evitar al cobrador de la cuota y a vigilar el negocio, La casa que habitaban estaba atris, contigua a la ferreteria. E] tercer sibado gue los extorsionadores vieron el negocio cerrado, le prendieron fuego de madrugada, cuando todos dormian. Los salvé un yecino que volyia de su trabajo nocturno, Se quemo la fachada y toda la mercancia que estaba en la bodega adyacente. —Vimonos de aqui, Tomas, podemos volver cuando se men las cosas, Alld en Veracruz podemos poner otro negoe io. esta por todas partes, tienen armas, les cal- Para qué le buscamos? Esa gente vale madre. —Leonel est en la universidad, va muy Mos truncar sus estudios, Estos son malandros buen tire al aire la proxima ver Goa unos balazos que les ae ;Ya vera s muertos de ham! chingar, los espanto. [Ya veran ¢s0: te, poreso 1008 s jan terminado la secu! Ni él ni Teresa habian t chacho terminars hee bien, Tere, no pode- os para nada. Trera de ingenieria. En hacet Con ayuda de su hermano, Seeconstray Rel cuando legaba de sus clases: IFT ce Quemada. Esta vez puso tejas y alarm ” un crédito a sus proveedotes para resurtir fay .,,., abrir. Bl olor a pintura nueva y la fachada atreg! ‘Te gustaba el juego de la doble erre de “Perrete;;, con letras rojas, Dé vez en cuando, un carro pasaba Por enfren: ‘rueda yse detenia un rato frente al negocio, Quer por su obstinacion. A Teresa se le oprimia el corays, p cambio, su marido acumulaba mas odio contra los que babi, inat con sus proyectos. Recibié otro me NSaje que de buz6n: “Si no pagas, eres hombre muerte Ahora s, ‘Semana, puto”. Tomas ya no pudo dormir. No ««, bab Ai para comer. Leonel lo observaba Prteocupado, sabia ie } su amenaza, vi, YO creo que ya no nos queda de otra. Vamonos 4 ‘misma noche, por favor. Con lo Peco que tenemos po Mar una casa en otra ciudad. Puedo trabajar ‘que la ciudad entera esta a merced de esta lo vieran. No tenia miedo familia. Lloraba lagrimas podia mirar a los ojos an daniarlo, incluso mada? Que lo obii- dad? eruzaran el puente, Pint6 una flor pequet# elnombre de Margarita. Con un pincel n°" en la cata opuestay las letras P y Me" al oe Ja fecha. Lo Ileyaron al puente un dom til tomando muy en serio su promes ey Ue Pedro, su mejor pantal6a Y b a ;esmero, Alli, abrazados. i"? ‘sus ojos de diecisiet a ‘solo veian indifer® Pedro y Margarita 5° nest ici" gamos viejo> oft os del ond ies pesos? oe iy, podtia. Margarita y yo prometimo, le muchachos, hombre. Todos nec Terminaras solo en tu ve} ita NOS setvicio a domicilio. Deme su direcciin y observar la cerradura, Pedro sacé una mado- puerta y la chapa. En un minuto ced) er guapa, con una alegria facil, comou poco tiempo. 1 {Qué taro! —rio la mujer— A raluz del foco con curiosidad S iGhapa que se atora en la puerta meti- ps candados que me gustaria reemplazar. : sino varias veces para hacer los trabajos. plitica, las confidencias. Por fin él se habia 4, Cuando le conto la historia del candado que ella y up antiguo novio habian dejado su s atras. Una relacion encendida y fugaz de la que | domingo «7 e| puente Quedaron en verse €l ortensia pudiera deshacerse de él. Lo detestable. desamor, vete muy lejos! para los dos. La risa de Hortensia lo paso desde que rio por ulti expresionafligid® ge acercd- ruvo observando nie ara cone! BOMETE de la cerrajerta- Poner nuestro candado —los S en los ojos, como dos chi darse el si, 0s son, quills de k* robar que la ganziia no pudo entrar en el c- fue necesario usar unas pinzas cotta cat el gancho, Pedro volvié a acariciarlo, Un pao a entre algunas manchas de dxido. Sontis que conte a su padre cuando noté su ausc ero's¢ lo llevé. Algiin cliente que ap" dimos la espalda”. Jamis le ctey®- del rio, mientras hacia una cur’ lar, que una chispa metilica eal : ido Pedro, Sintié un nudo rept 1erza que la mano de He" enden la Cerrajerit iene | dirigirse a la morera recién podada del patio. marillo en la mano, el que usaron pata colgar la cumpleafios del Tavo. Era de buen material, tendedero, aguantaba toda la ropa tendida miré desde la ventana asomada tras la cortina, a en el pecho, la derecha cubriendo su boca ar, como para frenar el llanto y las arcadas que le 0, o calmar él corazon que queria salirsele del pecho, xe le castaiieteaba la boca. Sintié en sus pasos len- fio, un “no me dejes hacer esto”. Pero a Gloria, ‘eu cabeza, algo le decia: déjalo, déjalo que se vay" ifrir y de joderte.

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