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Jacques-Alain Miller : 6445 El hueso de un andlisis Traduccién del francés y establecimiento del texto de Marcela Antelo Prdlogo de Florencia Dassen Om TRES HACHES EDITORIAL TRES HACHES Ja. edicién, 1998 © Jacques-Alain Miller © de esta edicidn en castellano, Editorial Tres Haches, Junin 558, piso 9°, of. 905, (1026) Buenos Aires, Argentina. 1.S.B.N. 987-9318-00-5 Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. Impreso en Argentina - Printed in Argentina La reproduccién total o parcial de este libro, por cualquier método, idéntica o modificada, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Matriz de disefio: Adriano Oliveira. Revisién: Alicia Calderén de la Barca y Jorge Bafios Orellana. Establecimiento de la edicién portuguesa: Sénia Vicente ee ES ES Ei ES F 28 Ay wil artenaire de goce del parlétre. a EL HUESO DE UN ANALISIS 5 Prélogo 1. Del hueso a los huesos En el camino mismo que es un psicoandlisis hay obstdculos. Un psicoandlisis es un hueso duro de roer, para usar la elocuencia de la expresién que ofrece el castellano, y su dureza es mayor desde que no es un hueso sino mds bien un roer que encuentra huesos en su tarea. Un andlisis opera con el hueso con el fin de modificar su uso, asi Miller puede decir en algsin momento de este libro que lo que estd intentando es “disecar el hueso de una cura’. Por otro lado El hueso de un andlisis, ef titulo de este Seminario establecido a partir de la tres intervenciones ofrecidas por Jacques-Alain Miller en abril de 1998 durante el VIII Encuentro Brasilero del Campo Freudiano, estd expresado en singular, pero el camino que el mis- mo Miller va haciendo al andar impone el plural: los huesos de un psicoandlisis, termina diciendo, son varios. El hueso es el objeto a, el hueso es lo imaginario, el hueso es el plano de las identificacio- nes, el hueso es el fantasma, el hueso por ultimo es el sintoma como 2. Del cuerpo mortificado al cuerpo sexuado El tono de este Seminario estd marcado por lo que Miller anuncia, no sin precaucién, como “una conversién de la perspecti- va’, que refiere a dos efectos del significante en el cuerpo: el de la mortificacion, y el de ser causa de goce, del plus de gozar; de ellos el o> : 6 JACQUES - ALAIN MILLER que merece la maxima relevancia para el psicoandlisis es el segun- do, es decir, no el que hace al fantasma, sino el que conduce al sintoma. En caso de que uno se quede sélo con el Lacan que en algsin momento hizo del fin de andlisis la asuncién de la muerte como forma de la asuncién de la barra que divide al sujeto, y se crea que Freud, al hacer de la muerte un Trieb, sélo dice que la verdad del goce es la muerte, en ese caso, dice Miller, el psicoand- lisis no tendria nada que decir que no haya icho la religion. La religion estd mds cerca de la muerte, el psicoandlisis estd mds cerca de lo real del sexo. En esto Miller sigue a Freud: “Freud dice que wee rea ee en el fin del camino hay una piedra, hay una roca y para élla roca tiene que ver con la asuncién del sexo y no de la muerte,” 3; De la tragedia a la comedia yp! Ala preguni de por dénde se entra a un andlisis una res- puesta posible es por el cuerpo mortificado, El neurdtico es el que es victima de st mismo en su propia mortificacién, en tanto s6lo puede 0 hacer sab candose a él, y este exceso siempre es mortificante. Si hay una pequefa tragedia del neurdti- co es que aun no puede hacer de su exceso un modo de gozar, ni Facer del Otro un medio de su goce, tan sblo lo ly a0 es el fantasma mismo. Miller en cierta ocasion, al decir que hay - un modo por el cual el pase nos concierne a todos, usd la figura de un sol negro, a la luz del cual, en perspectiva, se debia avanzar en la transmisién del psicoandlisis. Ese sol negro del pase atraviesa toda la ldgica de este Seminario. Conforme a ella la produccién de Miller se inscribe del modo mds responsable con el tiltimo Lacan y con el pase, por cuyos resultados se deja ensefar para continuar despejando lo que es un fin de andlisis. Hay una insistencia por parte de él en resituar la teoria del pase ya no por el fantasma, como lo pensd Lacan en su Proposicién, sino por el sintoma. Esa ee! EL HUESO DE UN ANALISIS 7 insistencia misma habla de un obstdculo, una piedra dura que es la piedra del dogma, la mds antianalitica, la que no deja reinventar el pase, lo cual es un modo de no poder reinventar el psicoandlisis, tarea continua a la que, dijo Lacan, los analistas estamos forza- dos... Miller en su ensefianza lucha contra este hueso. Si Lacan pensé el pase por el atravesamiento del fantasma, Miller se aven- tura a decirnos que ésta es una perspectiva frdgil, y que su apuesta es avanzar. Estd decidido a continuar en el camino que el mismo Lacan dejé abierto, en sus tltimos Seminarios, los posteriores a Encore: la via del sintoma. El fantasma es solidario de la mortifi- cacién, no inscribe de qué modo el cuerpo como sustancia gozante Te el modo singular por el que al parlétre quedé afectado por el len- guage. Elfantasma sélo goza de un cuerpo, renegando de la marca significante sobre él; si se quiere es un goce sin amor. Sélo dice sobre cémo un resto de goce, el objeto a, viene a taponar la falta, el menos fi. El fantasma siempre estd del lado de la ldgica edipica, del todo y del Uno, de la falta y sus tapones. No en vano Lacan hablo en su Proposicion del duelo como afecto que prima en el fin de andlisis, cuando el objeto deja de velar la falta. El riesgo es hacer de esa falta el rasgo del desconsuelo, y no advertir como nos advierte Miller: “...para que haya ese a mintisculo es necesario que haya vida, es necesario que haya lo vivo, es preciso que haya cuer- po.” El sintoma es el anudamiento mismo de ese cuerpo vivo, de cerse a. un modo de gozar en el fin de andlisis esta del lado de la comedia, no de la tragedia. Dajan de cargar la piedra es hacerse a esa piedra que cada uno es, transponerla como caus de goce ha- cerla éxtima, Si el franqueamiento de todas las demds piedras de un psicoandlisis senaladas por Miller consiste en una desinvestidura, la tiltima piedra de este camino es una investidura, “yo soy como yo » . sexe eels belies a oe ” es el modo en we Miller escribe la identi cacién al sintoma. 8 JACQUES - ALAIN MILLER 4. Unas palabras sobre el estilo Leer la letra de Miller en estas intervenciones es asistir a la combinacién misma de las operaciones con las que él expone la estructura légica en la que se sostiene un psicoandlisis. El nos habla de la amplificacién significante y de la reduccién, La ultima se desbroza a su vez en tres operaciones, la repeticién, la convergencia y la evitacién, ésta considerada por Miller una reduccién a lo real, alli esta el hueso..., mientras las otras dos serian operaciones de reduccién a lo simbélico. Miller comienza hablandonos de un poe- ma, dejdndose tomar por el encanto de la palabra pottica, y alli vemos su modo de gozar de esa amplificacién significante en el despliegue de la belleza de su decir como lector de poesia. Luego entra en el desencanto de la ldgica que le permitird poner al des- nudo la estructura misma de la reduccién que supone lo mds pro- pio de un psicoandlisis, y se adentra en lo matematizable de dicha experiencia, en la ldgica del nudo borromeo, aunque no lo mencio- ne ni una vez. Y esto con la combinacién al modo mas cldsico de ejemplos clinicos de la histeria, la obsesién y la paranoia. Final- mente el goce de lo cémico de la palabra, la de la comedia de los hombres y de las mujeres, aquello de lo que le toca hablar a un psicoanalista. Si el estilo es el Otro al que uno se dirige, cabe preguntarse a quién se dirige Miller. El mismo dice algo: se dirige a los analistas mineralizados por los slogans lacanianos, aquellos que quedaron petrificados por la palabra de Lacan. Las intervenciones que com- ponen este libro son una muestra de un estilo singular, del refina- miento con el que Miller se impuso desenredar los clichés con los que se lee y se sostiene una prdctica lacaniana. Allt sitda su lucha, que es su estilo mismo. Un fin de andlisis es poder alcanzar el estilo encarnado que cada uno es. Al darse vuelta para echar una ultima mirada a este libro lo que se deja sentir como resto de un deseo de EL HUESO DE UN ANALISIS 9 transmisién es una invitacién a abandonar el rostro de muerte que puede tomar la pulsién, esto es, a desprenderse de la cara de pie- dra... y prestarse a la intrusién de un estilo nuevo... 5. De mujeres y de hombres El rostro de la piedra es el que toca al lado masculino, tanto para los de un género como para los de otro. Miller habla de ‘lo bruto de los hombres”, no analizados, que sdlo se prestan a la condi- cin fetiche del goce, ese goce localizado en el Otro, en una mujer, pero no se dejan tocar por la condicién erotomaniaca, por lo ilimi- mujeres de hoy, que sdlo piensan como sujetos de derecho, en sime- ila com la posicin de [os homibror Mfllor tropiaon veolocinn que condensa mdscara y masculino “la mdscara-ulina de la mu- jer. La paradoja es que cuanto mds la mujer existe desde el pun- to de vista del sujeto de derecho, tanto mds desaparece bajo la médscara masculina.” A Miller, lector de lo contempordneo, se lo puede parafrasear ast: “mujeres, obtengan sus derechos, pero no pierdan su encanto, el de ese rapto que las hace a ustedes mujeres, y 4 nosotros hombres.” Esto mismo es indice de algo que se propone, deshacer uno de los tantos slogans del lacanismo, el del estrago. Del lado de lo femenino el Todo no hace Uno, y eso hace que una de las consecuencias a pensar de la incidencia del Otro barrado sea el punto de infinito del que estd afectado siempre el medio de goce, la pareja-sintoma del lado femenino. Acudiendo a la etimologia de ravage, que viene de ravir, incluyendo tanto la idea del rapto, como la de la transportacién a la mds absoluta felicidad, y ravager, devastar, concluye que un hombre puede ser entonces tanto la de- vastactén para una mujer, como aquello que la transporta... Miller sabe que no es posible por medio del derecho alcanzar la neutralizacién de la diferencia de los sexos, lo cual no impide 10 JACQUES - ALAIN MILLER EL HUESO DE UN ANALISIS u que los analistas no estén dormidos, incluso deprimidos. No per- derse en lo contempordneo es la posibilidad misma de leer sus sig- nos, de aprender de ellos. Proust comparé al contempordneo con el sujeto celoso, diciendo que ambos estén demasiado cerca, que no saben nada... El llamado de Miller es triple: a_los hombres los convoca: analtcense, van a des-embrutecerse; a las mujeres: analicense, para ser femeninas, y aunque él no lo diga yo agrego: para no ser locas del todo...; y 4 los analistas, mds que un llamado, les hace una invitacion a una lectura del ultimo Lacan y a resituar el lugar de ) .) efectuactén del pase. En cuanto al hueso nal de unandlisis es el ye sintoma, 0 mejor, el partenaire-sintoma, é&a es la via de acceso al Otro sexuado, la esa aac Taber pare une Bs se dea pe, Nev Tp i ms sn PH Qe fs15. Uno Decimos EN francés: “hay un hueso” para decir hay un obstdcu- lo, una dificultad. Se puede decir por ejemplo: “yo pensaba que fi Daetescaceaay esto ibaa funcionar solo pero he aqui que hay un hueso”. Creo que esta expresidn “hay un hueso” no se usa con este sentido en el Brasil. El hueso en portugués no est4 dotado de este valor Florencia Dassen Junio, 1998. semdntico suplementario como en francés, que en ciertos con- textos, puede hacer de él el significante del obstaculo. Busque- mos un equivalente brasilefio, podria ser: “hay una piedra” Jor- ge Forbes aporté la referencia del poeta Carlos Drummond de Andrade, el poema “No meio do caminho” en la coetdnea Ten- tativa de exploragio e de interpretacao do estar no mundo '. El poema comienza por los siguientes cuatro versos: “No meio do caminho tinha uma pedra tinha uma pedra no meio do caminho ' Andrade, Carlos Drummond de: Antologia Poética. Rio de Janeiro, Editora Re- cord, 36° edicao, p. 196, 1997. I2 JACQUES - ALAIN MILLER tinha uma pedra no meio do caminho tinha uma pedra...”* Desde que escuché y lef este poema, o mas precisamente algunos versos, me da vueltas en la cabeza. Hay una especie de encantamiento que me detiene en estos versos, me captura una cierta satisfaccién. Pensé que podria liberarme, comenténdolos, para introducir este seminario. Es una alegorfa exacta del hueso Este poema dice bien lo que dice, lo que quiere decir, y lo logra repitiendo el “habia una piedra” cuatro veces, una por cada uno de los versos que les recordé. Esta repeticidn insistente, sen- sible al obstdculo que la piedra representa, tiende a repetirse en el aparato psiquico. La insistencia repetitiva de esa frase actualiza, en la sintaxis, la presencia misma de la piedra, de la piedra inelu- dible atravesada en medio del camino. Si el lenguaje sirviese sdlo para expresar una significacidn bastaria decirlo solamente una vez. Serfa una constatacién, un enunciado denotativo, como suele decirse de una manera un poco pedante. Enunciado que afirma la existencia de una piedra en medio del camino. La repeticién significante cuatro veces con variaciones de posicién sintdcticas, enriquece y vuelve més pesada la significa- cién; le da el peso de una piedra y eleva esa piedra al lugar del obstéculo fundamental, del obstaculo que me impide recorrer el camino que decidf recorrer. El obstaculo que traba mi inten- 2 “ . ae . Poema completo: “No meio do caminho tinha uma pedra / tinha uma pedra no meio do caminho /tinha uma pedra / no meio do caminho tinha uma pedra. // Nunca me esquecerei desse acontecimento / na vida de minhas retinas fatigadas. / Nunca me esquecerei que no meio do caminho / tinha uma pedra/ tinha uma pedra no meio do caminho / no meio do caminho tinha uma pedra.” HHP Tt tri iri EL HUESO DE UN ANALISIS 13 cién, bloquea mi movimiento y me obliga a repetir el enuncia- do de la evidencia. Evidencia que se me impone de tal forma que quedo sujetado a salmodiar mi desgracia, la desgracia frente a lo que encuentro en mi camino. Para hacerme entender acabo de decir “yo” y “mi” camino, sin embargo, si prestamos atencién advertimos que el primer verso no dice “yo”, no dice “mi” camino, no hay yo. Por el con- trario, esos primeros versos enuncian de una manera impersonal el hecho de que hay una piedra en medio del camino. Pero es la repeticidn significante lo que llama al lector, al recitador, para que se ponga en aquel lugar del camino como si fuese “su” carni- no. Es ella la que lo convoca para que sea afectado por la piedra obstdculo infranqueable, obligando al sujeto de la enunciacién a repetir inconsolablemente: “habia una piedra”, a repetir la evi- dencia de esa presencia contra la cual nada puede hacer. Pasemos ahora a la piedra que hay en medio del camino de un andlisis, obligando a quien lo camina a una repeticién incon- solable. ;Cudl es el obstaculo? 3Es la piedra que el andlisis trans- pone? ;Cémo hacerlo? Introduzcamos un poco de dialéctica entre el obstdculo y el camino. Inicialmente es la existencia de un obstdculo que hace existir la repeticién, pero es porque hay repeticién que se percibe y_aisla | obstdculo. Existe una piedra en el camino, todo el mundo lo sabe, pero es obst4culo porque me puse a caminar. mundo lo sabe, pero es obstaculo porque noe Por eso el poeta dice que ella estd en medio del camino; ella estd en su lugar, en el lugar que ocupa, el lugar es suyo porque lo ocupa, ocupdndolo sin intencién —la piedra no tiene ninguna intencién de incomodarme en mi camino. La piedra de Carlos Drummond de Andrade es como la rosa de Angelus Silesius: 14 JACQUES - ALAIN MILLER existe sin por qué. No est allf para incomodarme, eso pasa por- que yo voy por el medio del camino; porque yo instauré el mundo en el cual se encuentra la piedra, un camino que encuen- tra la piedra que me detiene. No la creé, ella existe. Habfa una piedra —me repito—, ya estaba allf antes de reencontrarla, De- pendio de mi, fue por mi causa que una piedra que existe en el mundo se vuelva la piedra que encuentro en medio de mi cami- no. El camino, sin embargo, no existe en el mundo de la misma manera que existe la piedra. El camino existe sélo porque me puse a caminar, existe por mi causa; la piedra no existe por mi causa. El secreto de estos versos sublimes y misteriosos es que el camino crea la piedra que se encuentra en su lugar. Ese medio no es la mitad geométrica, la mitad de un segmento que irfade Aa B. El “estar en medio”, del poema, no es este estar en el medio geométrico. “Medio” quiere decir que la piedra se encuentra en el camino. El poema dice de la conexién entre el camino y la piedra. No hay obstdculo si no hay camino, pero no hay camino sin piedra, si no hubiese una piedra que me detenga, y a la que esté obligado a ver, y me obligue a repetir lo que veo con mis ojos : cansados. ;Serd que sabria que estoy en camino? El poema nos evoca la piedra como un bloque de materia, sdlida y pesada, ustedes conocen las piedras. Es algo mds que un guijarro que se aparta del camino con un puntapié, pero tam- bién es menos que una montafia, la masa de una montafia aplas- tarfa el camino, o también, sobre una montafia puede trazarse un camino. No es un guijarro, no es una montafia, es una pie- dra. Un pedazo de tierra, un pedazo del propio suelo que reco- EL HUESO DE UN ANALISIS Is rro, pedazo distinguido de la tierra que se elevé en mi direccién para decirme no. Voy a continuar atin alrededor de este asunto, es la alegoria de nuestro tema. La piedray el camino suponen la tierra, sin em- bargo el camino es la tierra que dice si, es la tierra que acepta ser recortida mientras que la piedra es la tierra que dice no. En ambos, camino y piedra. i abla. Si aqu{ hay un poema no es porque un sujeto habla, un sujeto que dirfa lo que quiere; es porque la propia tierra habla. Es porque el poeta le presta su voz y canta: “en medio del cami- no habfa una piedra”. Si la tierra habla, si dice si cuando camino y no cuando encuentro la piedra, si ella habla es porque en me- dio de la tierra hay un ser hablante que se pone a caminar y encuentra una piedra. No habrfa camino ni piedra sin seres hablantes. Si no hubiese ser hablante ;para quién hablaria la tie- tra? ;Cual es el camino del ser hablante? El ser hablante tiene muchos caminos, va y viene, no para en el lugar, o si lo hace es por poco tiempo. Esté en casa, va al trabajo, vuelve, visita a sus amigos, viaja por vacaciones, va a un congreso, muchos, innumerables caminos. Todo ser hablante tiene un camino mis esencial, tinico, que recorre mientras con- tinua siendo hablante, es el camino de su palabra. Pero el camino que le permanece invisible, inaudible, desconocido, es también la piedra de su camino de palabra. Es sdlo en aquello que se llama cura analftica que percibe estar en el camino de su palabra y que en ese camino hay una piedra. La cura anal{tica es la expe- oe net —~ riencia de aquello_que significa estar en Ja palabra. Carlos et Drummond de Andrade sitda su obra poética bajo el tftulo: “Tentativa de exploracao e de interpretacao de estar no mundo” y 16 JACQUES - ALAIN MILLER digamos que el psicoandlisis es una tentativa de exploracién e in- terpretacién de estar en la palabra. Para nosotros el camino del que se trata es el cami palabra y la piedra es también la piedra de Ja palabra. Sefialemos que cuando el significante se introduce en el mundo, la piedra, la dificultad, el obstdculo, se introduce al mismo tiempo. Es la piedra de Zenén, aquello que impide a cualquier ser que se mueve llegar a su objetivo y hasta dejar su punto de partida. Hago alu- sién simplemente al razonamiento de Zenén de Elea: A M M’ B” B k t + t 1 Sea el segmento A > By un punto en el medio. Un mévil lo recorre pero una vez llegando al medio de A — Bes preciso atin que llegue al medio del segmento M —> B y después ser4 necesario llegar al medio del segmento M’— B, y después al medio del segmento B” > B, de tal manera que siempre estard separado de su punto de llegada por una mitad inextinguible, una mitad definitiva que podrd volverse imperceptible, infinitesimal, pero que siempre le impedird llegar a B. Podemos pensarlo inversamente como la imposibilidad de partir. Para llegar aM es necesario hacer la mitad del camino y para llegar a M’es preciso, primero, hacer la mitad del camino. A M M B I i | { r T T 1 La piedra de Zendn est4 iempre en medio del camino y es cidn del significante sobre el espa- EL HUESO DE UN ANALISIS 7 cig. Ustedes saben que este problema suscité la atencién de filé- sofos y matemdticos durante muchos siglos y todas las solucio- nes son deslizamientos del problema. La piedra de Zenén esta siempre en el medio del camino. sPor qué no decir que el significante vuelve imposible el movimiento, que él también opera en un mundo muerto? El movimiento, la vida, sélo es concebible si agregamos un ele- mento suplementario y hablando con propiedad, impensable, la mitad indivisible, por lo tanto no comparable a los elementos divisibles por el significante. Esta piedra es ese elemento suple- mentario, digamos que es lo que Lacan llama objeto 4 suple- mentario en relacién al orden regulado por el significante. El pequefio a es la piedra que hay en todo camino de la palabra. En francés este pequeiio aes el hueso. El hueso es una especie de piedra que hay en el cuerpo. Desde de hueso pode- mos pasar al , manual destinado a ensefiar a escribir en latin de manera abundante. Hay mucho que decir sobre la abundancia. Me remito a un libro muy util de un erudito inglés, Terence Cave, autor de The Cornucopian Text °, Oxford, 1979, quien hizo su estudio sobre la literatura francesa. La copia remite a la explotacién de recursos acumulados en el lugar del significante. Uno de los sentidos particulares de copia es el Thesaurus, de manera tal que la copia para nosotros, remite al gran A, que acabo de introducir como contraste con la reduc- cién. Taredy ion o opsracion analitisa se disige ala ver- sién pequefio g. El bien decir analitico apunta a la reduccién, lo inverso de la copia. El psicoandlisis realiza una operacién de re- duccién. Me gustarfa estudiar esto como tema, el procedimiento, los resultados, son ellos el hueso de una cura, su ern, su niicleo, lo que hace su dificultad, lo que es preciso resolver y que tal vez sea concebido por los analistas de maneras diversas. Entonces comencemos tomando la palabra reduccién, pa- labra usada por Freud a propésito del Wizz. Es la operacién que consiste en explicitar, en descomponer y enumerar los compo- nentes que entran en !a produccién del efecto propio del chiste. En el chiste paradojalmente, la operacién reduccién se produce a partir de un texto mds largo que el chiste y que en si mismo no 5 Erasmo de Rotterdam. De duplici copia verborum ac rerum. © Cave, Terence. The Cornucopian Text: Problems in Writing in the French Renaissance. Derambar 1086 Avfard University Prece EL HUESO DE UN ANALISIS 25 es un chiste, es un texto plano en el cual esos elementos conden- sados por los mecanismos del chiste se aislan unos de otros. En la cura la operacidn reduccién no es ésa, podemos incluso decir que es una operacién inversa. El sujeto analizante, de hecho, trae a la cura los elementos de su historia, los vuelca, los enumera, puede hasta contarlos, elementos de esa iografia surge alguna cosa que se parezca al Witz. Cuando Freud habla del chiste, aquello que llama reduccién es la descomposicién de los elementos del mismo y eso, por su- puesto, dard un texto mds largo que el chiste; seria entonces nece- sario, para explicar el chiste, explicar las palabras que estan even- tualmente condensadas. A veces es preciso explicar el contexto histdrico y social del chiste y los mecanismos que lo formaron; eso es lo que Freud Ilamaba reduccidn. La operacién que digo de reduccién en el andlisis es lo con- trario. El material que el analizante trac son tos desu biografia, uno a uno, los acontecimientos, los pensamientos y, bien decir como el del chiste. "Lacan compara el pase con el Witz, identifica la estructura del pase con la del chiste. Aplicada también en la légica matematica, la reduccién sir- ve para designar la operacién que permite reducir la extensi6n de las formulas para calcular més rdpidamente su valor de verdad. El empleo ldgico de la palabra reduccién esta sin duda lleno de resonancias para aquello de lo que se trata en la operacién de reduccién propia al tratamiento analitico. Sobre qué incide la — 26 JACQUES - ALAIN MILLER operacidn reduccién en una cura analitica? Incide sobre el §, es la reduccidn subjetiva que se coloca en ee a un plano més allé de la rectificacién subjetiva. EI sujeto del que se trata ho es Afuel que al inicio del seminario flamé ser hablan- te. El poeta es el ser hablante en su estatuto eminente. El sujeto es antes poema que poeta, Lacan lo indica asf, el sujeto es unser hablado. Daplace Sobre el poema subjetivo el psicoandlisis realiza un tipo de andlisis textual, tiene por efecto extraer el elemento patético a fin de destacar el elemento légico. Mi intencién es entrar en el detalle de la operacién reduc- cién y para ello practicar distinciones sutiles, situar los diferentes mecanismos en juego y los resultados obtenidos y colocarlos en su lugar. Es la primera vez que intento hacerlo asi, espero que se sostenga. Entre los mecanismos en juego en la operacién reduccién, el primer mecanismo es la repeticign. La libertad dada al anali- zante de decir todo lo que quiere, la exhortacién que lo afecta por la regla analitica de no disimular lo que viene a su pensa- miento, es tanto mds manifiesta cuando el sujeto es conducido a re-decir, a repetir lo mismo. Le damos toda la libertad de hablar y constatamos la repeticidn de lo mismg. No es ficcién, es un “echo, es aquello de lo cual esta hecha la experiencia en el divan y aquello que asistimos desde el silldn. En el fondo es un saber de los analizantes y de los analistas, que es asi que eso ocurre, que lo mismo pueda surgir a partir de la produccién de lo diverso. Esto sirve para retomar el tema de esta mafana sobre lo Muiltiple y lo Uno —hago referencia al Congreso de miembros de la Escola Brasileira de Psicandlise hoy por la mafiana. EL HUESO DE UN ANALISIS 27 Tomemos un ejemplo; un hombre que se llama Héctor cuenta su amor por Marfa, cuenta su amor por Anay que dejé a Marfa por Ana, y luego cuenta su amor por Esther. Si bien cada historia es diferente, lo que aparece es que las tres presentan el mismo rasgo, que las tres son superponibles, y que los aconteci- mientos obedecen en definitiva ala misma estructura. Podemos decir que la repeticién conduce a una operacién reduccién que es una formalizacién. Las tres son mujeres de las que nunca est4 seguro de su fidelidad y esa duda es determinante de la condicién de la elec- cidn de objeto, de la condicién de amor. Por mds diversas que ellas sean, presentan el mismo rasgo y ocupan para el sujeto el mismo lugar. Un mismo lugar ocupado por personajes diferentes es el substratum de la experiencia anali- tica, puesto fijo en el inconsciente que se puede escribir con la ‘6rmula de la funcién proposicional en x se suceden diferentes personajes, como variables de la misma funcién. —_— Podemos decir que ésta es, en esencia, la operacidn de re- duccién que procede de la repeticion. En el fondo es la reduc- cién proposicional; podemos decir que forma parte de la for- macién del analista saber operar esa reduccién proposicional, saber reducirla a una constante, es decir, captar la funcién en nes incescmeneninnea kal Saecoudaocinenceeeenaey relacién a la cual existen las variables. Podemos decir que.esa reduccién a la constante es la esencia de Ja construccién en el Soe ee eee narnia astruccion cD.’ andlisis. Un paso més consistirfa en encontrar el prototipo su- cower puesto de las variables, el personaje supuestamente original del cual derivan los otros personajes, variables. En el caso de Héctor estd claro que el personaje prototipico es la madre. Baste pensar 28 JACQUES - ALAIN MILLER en los andlisis de Freud sobre la vida amorosa, pues precisamen- te lo que él resalta es el punto en comtin entre la madre y la prostituta a los ojos del nifio. Ella se ocupa de otro hombre y no de él. En el fondo la condicién de amor de Héctor lleva esa marca ed{pica y agrego, sin comentarlo, que decir simplemente: “es un celoso”, no resuelve nada. nui El segundo mecanismo después de la repeticion es la con- vergencia. La cura hace aparecer que los enunciados del sujeto convergen en un enunciado esencial. Decir uno es una simplifi- cacién pues puede haber varios enunciados esenciales en un and- lisis. Aqui pueden presentarse dos casos. Puede suceder que este enunciado esencial se destaque en el propio discurso del analizante y que se hable de alguna cosa que nunca se olvidé, algo que fue dicho y que se inscribié para siempre. Que siempre determiné todos los percances de la existencia, alguna cosa dicha que pudo tomar valor de ordculo, ya sea que se haya dedicado a verificarlo 0 precipitado a desmentirlo. Es claro como para el sujeto tiene relacidn con la expectati- va de sus padres respecto de su sexo. Si el sujeto fue deseado como varén y nace nifia, eso tiene consecuencias que marcan; si no fue deseado, este enunciado es la marca més dolorosa que existe. Con certeza eso no se puede generalizar, pero en un andli- sis vemos los efectos sorprendentes, impresionantes, de la ins- cripcién de alguna palabra dicha en la historia del sujeto. El analizante, a veces, conoce este enunciado prevaleciente desde su entrada en andlisis y, poco a poco descubre hasta qué punto ése es el enunciado mds verdadero que puede saber. Trae la marca de este enunciado y descubre, entonces, que los avatares de suv vida son reductibles al efecto de este decir. Puede ser un PEEEQOCettgnnt EL HUESO DE UN ANALISIS 29 enunciado de los personajes que encarnaron el gran Otro para él, sea bajo la forma de un imperativo, “jTti debes!”, sea bajo la forma de una afirmacién eternizada “Tu serds siempre eso y otras veces una palabra anodina que toms resonancias excepcio- nales. A veces, puede también ser por un equivoco, por una homofonfa ofrecida por la lengua. Hay otra variante sobre esa riibrica. El caso en el que el enun- ciado sobre el que el discurso converge no es producido por el ‘Gualizante. Es el analista quien debe producitlo como interpreta- fel caso de una interpretacién inolvidable, a veces unica, y que el analizante conserva de su cura analitica. Por tanto el segundo mecanismo que afslo de la operaci6n reduccidn es ese enunciado de convergencia que es el significante amo del destino del sujeto. Majfiana continuaré con otros mecanismos de la operacién reduccién. CarLos Epuarpo Leat (EBP-Rio de Janeiro):— Querta inicial- mente agradecer esta bellisima exposicién, principalmente sobre el poema de Carlos Drummond de Andrade y enseguida preguntar si podriamos colocar al pase como siendo aquello que concierne al unico punto de resolucion de la paradoja entre la piedra y el cami- no, entre el yo y el ser; si el pase es el consentimiento del yo y al mismo tiempo la continuacién del camino, o ain... La cuestién del pase es claramente ésta: como dejar de ira 30 JACQUES - ALAIN MILLER ver al analista de la buena manera. Precisar esa buena manera exige tener una idea mds compleja, més refinada del hueso de una cura. Lacan presenté varias formas, varias concepciones de este hueso. Mafiana voy a ver una manera de ordenarlas, no so- lamente para poder colocarlas de modo diacrénico o sincrénico, sino para tratar de captar bien la Idgica de lo que se trata. Pienso haberlo encontrado precisamente con la formula de la conver- gencia y esas distintas maneras de concebir el obstdculo y el franqueamiento del obstaculo. Esto es lo que trataré de presen- tar mafiana. ANGELINA Harari (EBP-San Pablo):— :Podrtamos pensar en des- doblar igualmente los mecanismos de reduccién en relacién al matema? Me parece que mafiana podremos examinar y resituar al- gunos matemas de Lacan que dan testimonio de la operacién reduccién. No debemos olvidar por ejemplo, la extrema com- plejidad que tiene en Melanie Klein la nocién de fantasia que a veces parece terrorifica, extremadamente compleja y que Lacan traté de presentar en una férmula unica y muy simplificada des- tacando sus dos elementos fundamentales. Ciertamente esto tes- timonia bien el tema de la reduccién, porque el matema es una formalizacién reductiva. Sin embargo, no se trata de ir més alld de los matemas sino mds bien de entender la motivacién Idgica que los sustenta. Lacan precisé de mucho tiempo para la realiza- cién de este trabajo y en el que creo haber dado un pequefio paso més. EL HUESO DE UN ANALISIS 31 DoMINIQUE FINGERMAN (EBP-San Pablo):— En una nota de Lacan en el seminario “El acto analitico” hay una frase que dice —y pienso que él tiene razén— ‘el andlisis, eso hace alguna cosa” y un poco mds tarde, él dice “la poesta, eso hace alguna cosa’. Mi cuestion es a propéstto de ese “eso hace alguna cosa’, de la diferen- cia entre ellos que usted subrayé hoy. ;Serd que podemos decir que en el andlisis ese “eso hace alguna cosa” es del orden del acto, de lo performativo en el sentido de Austin, cuando decir es hacer; y del lado de la poesta es del orden del hacer es decir? Para retomar su alegoria, jserd que podemos decir que la poesia es hacer un camino a partir de una piedra y el andlisis hacer una piedra a partir de un camino? Hay en su propia pregunta una distincidn interesante que se podria pensar. Lo cierto es que el analista —es la cuestién de su acto y de su hacer— no se mueye. Hace algo muy importan- te, hace de piedra, pero hacer de pied, ificil dado que el ser hablante no es normalmente una piedra, al contrario, serfa una escuela de piedras, de cémo hacer bien de piedras. Mineralizacién del analista: tracamos de hacer algo distinto en el Campo freudiano. Las cosas que se mueven son las cosas que caminan y ya es muy dificil estar en su lugar y eso trae algunos efectos patoldgi- cos en los analistas después de quedarse horas haciendo de pie- dras. A veces necesitan moverse un poco si no pierden la cos- tumbre y la capacidad de hacer y eso es peligroso. Lo que me parece mucho mds grave es la peligrosidad del anilisis para el analista y también, trataré de decirlo, para el analizante, porque 32 JACQUES - ALAIN MILLER con toda esa operacién de reduccidn llegar hasta su propia pie- dra y no conseguir franquearla, vivir con su piedra es algo pesa- do para él y también para los demds. Quiere decir que para hacer eleccién de piedras hay que hacer una distincién después del pase, y eso, finalmente, se parece para algunos ala entrada de los jesuitas, a lo que le conviene a cada uno. Anfpat Leserre (EOL-Argentina):— Si he seguido su desarrollo, podemos pensar el camino del analizante, como el camino hacia el pase, yen el pase mismo nos encontrartamos con una reduccion del tiempo. Una conexién entre tiempo y real, ya que no se trata de una dimensién de duracién lineal como la descripta entre naci- miento y muerte, ni tampoco un tiempo de eterno retorno, niun tiempo de retroaccién. Tampoco se trata del tiempo de “Funes el memorioso”, que usted citaba, a quien describir un dia le llevaba un dia entero, en tanto no hay olvido. Es decir que la reduccién del tiempo tendria el valor de constante, en el sentido que la re- duccién del tiempo de sesién implica la posibilidad de que la se- cuencia del desciframiento del inconsciente llegue a un punto de detencién, ya que todo desciframiento es un ciframiento. Se trata- ria del manejo del tiempo por parte del analista, como conexién entre el circuito del significante y el circuito pulsional. MaNoeL pa Motta (EBP-Rio):— Retomando la pregunta de Dominique, de'la referencia de Lacan diciendo que la poesia hace alguna cosa, mi pregunta dice respecto al efecto que produce la poesia sobre el sujeto que escribe. Esto es, tomando el ejemplo de Lacan al respecto de Sade: “Il n’etait pas dupe de son fantasme’, la pregunta es la siguiente: si existen efectos de atravesamiento en el escrito literario, principalmente en el escrito poético, que pueden EL HUESO DE UN ANALISIS 33 ser colocados en correlacién con el andlisis y que no van apenas en la direccién de la redundancia, de la amplificacién. Si la poesia pue- de caminar también en un atravesamiento que signifique reduc- cién, si es posible pensar en algo de ese género, st la obra poética que es una obra literaria, como Lacan dijo de Joyce, produce un efecto equivalente al final de un andlisis, si eso ‘puede significar una poe- sta mds alld del caso Joyce. Ciertamente toda la literatura tiene esa amplificacién y en este poema habfa un efecto de amplificacién, o mejor, la ampli- ficacién es un mecanismo, un procedimiento de la retérica, muy distinto de la retérica de convencer al otro que es muy distinto dela literatura como tal. Ciertamente la literatura moviliza otros mecanismos ademas de la amplificacién. Por otro lado, estoy de acuerdo con lo que usted dice. EL HUESO DE UN ANALISIS 35 Dos SI VUELVO sobre mis pasos de ayer a la noche veo esto: parece que introduje, aqui en Salvador, un nuevo dngulo, ni mds ni menos, un nuevo dngulo respecto de los fundamentos de la practica analitica. Intento considerar su método y su resuitado en una perspectiva inédita. Es una perspectiva que se presenta como una cierta generalizacién. No estoy hablando del final del andli- sis —o al menos no estoy haciéndolo explicitamente. No ha- blo, pues tenemos soluciones prontas; eso es exactamente lo que me gustaria cuestionar: nuestras férmulas, los slogans, que nos guian, ademés en la prdctica del andlisis y en la practica del pase. No querria desvalorizarlos completamente, tampoco, pero me gustaria volver a pensarlos, repensar la légica que nos conduce y, por eso, creé un concepto bien general, que someto a prueba: la operacion de reduccién. Me pregunto cudles son sus procedi- mientos y sus resultados. Me parece que este concepto general me permite reagrupar ) v 36 JACQUES - ALAIN MILLER conceptos y datos bien conocidos y revelarlos bajo una nueva luz como soluciones al problema que formulE. A) No voy a explicar, otra vez, lo que dije anoche sobre la repeticién y la convergencia. Voy a tomar el tercer mecanismo ‘de la operacién reduccién que aqui llamo: evitacién. De hecho, =o— €s un concepto que viene en oposicién a la repeticién y a la convergencia y, al mismo tiempo, son ellas mismas, la repeti- cién y la convergencia, las que hacen posible este mecanismo de evitacién. Un ejemplo bien simple y conocido que extraigo de los Escritos de Lacan —felizmente traducidos integralmente de ahora en adelante en el Brasil—, me refiero a la introduccién del “Seminario de La Carta Robada”, y particularmente la red de Lacan articulada por los aByd. Es un esquema que pone en evi- dencia la repeticién. Tal vez no sea inuitil que retome su cons- truccién, simplificdndola. La aparicién de los significantes en la asociacién libre puede representarse por una serie aleatoria de simbolos (+) y simbolos (-). Piensen, por ejemplo, en el juego de la moneda que cae cara 0 cruz. En este nivel el (+) y el (-) aparecen, en cada caso, al azar. Si arrojo una moneda ignoro de qué lado va a caer. Atin sabiendo el resultado de la jugada prece- dente la jugada siguiente es imprevisible. Existe la probabilidad que nos ensefia, gracias a la matematica tanto como a una expe- riencia obstinada, que cuanto mds aumenta el ntimero de juga- das, la proporcién entre (+) y (-) tender4 a aproximarse a la mitad. Por otro lado, no es justamente equivalente a la emer- gencia de una sintaxis que se produce desde que se reagrupan los simbolos (+) y (-). Entonces supongan que arrojo una moneda que cae de un lado o del otro al azar y marco un lado (+) yun lado (--). Puedo obtener al azar la sucesién siguiente: EL HUESO DE UN ANALISIS 37 t+oFon Enseguida viene la operacién de ciframiento. Simplifico mucho el razonamiento de Lacan. Puedo llamar oa la sucesién (+ +), puedo llamar B a la sucesién (+ -), a la sucesién (- +) lamarla y, y a la sucesiOn (- -) la llamo 8. (+ 4) (+-)B (-+)y (--)d Entonces, sustituyo una combinacién de dos simbolos por un solo sfmbolo que, de alguna manera, es su nombre. Bien, si parto de !a secuencia aleatoria que escrib{ en el pi- zarrén, para (+ +) escribo a, para (+ -) escribo B, para (- +) escribo y, para (+ -) escribo B y para (- -) escribo 8. a Y 5 mm t+—-4-- Lj ul B B Entonces de alguna manera sustituf una primera serie aleatoria por una segunda que la nombra; la segunda depende de la primera. Si la cafda de la moneda es diferente debo escribir, diferentemente, la segunda serie. La serie B, depende de la serie A que es la obtenida puramente al azar. 38 JACQUES - ALAIN MILLER SERIE A RIE - SERIE Br a py Bf 8 Avpesar de que la serie B depende de la serie A, la serie B dbedecealenessmiontanque-leprimera no obedeccaley alguna. Esla paradoja: que la serie dependiente tenga una ley mientras la independiente eng la tiene. La ley sintdctica a la cual obedece la segunda serie es muy simple de escribirse: partiendo del punto a que tiene (+ +) la serie puede continuarse en (+) de tal manera que escribo un vector que se cierra; esta serie de (+) se puede romper por un (-), quiere decir que puedo ir de a a B. B no puede repetirse a s{ mismo ya que si después de un (—) tenemos otro (-) eso nos conduce a 4 y si después del (~) tenemos un (+) esto nos conduce a y. Si continuamos examinando los lazos de ay podremos completar este grafico de la siguiente manera: Q iN B= Y \ 7 O t+-+-- Este es el gréfico que determina todas las escrituras posibles de la serie aByd y que determina, por ejemplo, que podamos tener una larga serie de a que podria continuar infinitamente, pero si acaso se detuviese, sélo podria detenerse en un B, porque no hay otro vector que partiendo de a no vaya a B (aaa); pero no puede haber dos B. Después de B no se puede tener sino y 0 8. Entonces obte- EL HUESO DE UN ANALISIS 39 nemos una verdadera sintaxis que determina una escritura mien- tras que en el punto de partida tenfamos una serie en la cual el (+) y el (-) podian estar en cualquier orden. Basta este razona- miento para poner de relieve que existen escrituras imposibles; por ejemplo que después de un @ no se encontrar4 nunca direc- tamente un 6. El camino mis corto entre a y 6 pasa necesaria- mente por B. Entonces podemos escribir el grafico inverso que es el gré- fico de lo imposible de la sucesién: voy a escribirlo conservando los mismos nombres en las diferentes posiciones; el grdfico in- verso muda el sentido de todos los vectores e igualmente son los otros puntos los que permiten una reflexidn; esa alternancia aqui es vertical mientras que en el primer grdfico era horizontal. JN cB |} 1D \4 Lacan quiso demostrar con un razonamiento de este tipo, perfectamente elemental, la emergencia de lo imposible a partir del azar. Por ejemplo, ustedes nunca van a tener ad 0 5a; no pueden pasar de aa 8 sin la condicién de que aparezca al menos un B entre los dos términos. Vale la pena reflexionar un poco sobre este tipo de fendmeno. Por ejemplo, si por convencién se representa la relacién sexual por la sucesién de a e 6 estamos obligados a concluir que un elemento significante debe interponerse entre los dos para que la relacién sea posible (a8). En un otro momento de su ensefianza, Lacan determina ese significante con el falo (®) al 40 JACQUES - ALAIN MILLER que podemos darle un valor diferente segtin se trate de la rela- cién del hombre a la mujer (a//8) 0 de la relacién de la mujer al hombre (6//a) y en ese caso es un y que se interpone (Sya). Por lo tanto es otra definicién del falo la que entra en cuestién en este momento en la construccién de la ensefianza de Lacan. a/b Si/ia apd bya Sélo estoy presentando esta construccién a titulo de ejem- plo de la evitacién. Existen sucesiones que no pueden aparecer, como si la m4quina significante las contornease. Eso es exacta- mente lo que Lacan, en los Escritos, llama “kaput mortem” del significante, su cabeza de muerto, su calavera, el hueso de esa méquina significante, el residuo imposible del funcionamiento de la repeticién. Es como si el grafico inverso escribiese aquello que siempre evita la repeticién, como si lo mds importante a repetirse fuese la evitacién. El grdfico tal como lo escribi representa la repeticién bajo la forma de un saber; Lacan llama saber a alguna cosa del orden de ese grafico. Podemos también decir que ese grafico representa la convergencia. Y, podemos hacer de ese grafico el significante amo de un sujeto, el que prescribe lo que éste puede o no decir. Este grafico representa la repeticién, la manifestacién de los ele- mentos que se repiten; representa la convergencia. El propio gré- fico es ese elemento tinico que dala ley y el principio que deter- minan lo que Lacan llama: una frase que modula la eleccién de EL HUESO DE UN ANALISIS 41 un sujeto sin que él lo sepa y a largo plazo. En tercer lugar, representa la evitacién, esto es, que en todos los casos hay ele- mentos que no aparecen, elementos cuya evitacién se repite. De la misma manera, en una anilisis, esto aparece bajo la forma de la asociacién libre. No hay que fascinarse simplemente con la repeticién y la convergencia, con la constante de la presencia, pues existe tam- bién la repeticién de la ausencia, de la evitacién, de aquel con- torno que se constituye para el sujeto como una piedra donde tropieza. Situando la evitacién del lado de la repeticién y de la convergencia comenzamos a entrever otra dimension de la cues- tidn. Repeticién y convergencia designan en la experiencia anial{- tica la reduccién a lo simbélico: la reduccién del discurso del paciente, aleatorio, confuso y abundante, a formas simbdlicas elementales. Pero hay algo més, esa evitacién que no est4 en la presencia pero que introduce otra reduccién que aqui llamaré: reduccién a lo real. Abordamios otro plano de la reduccién psicoanalitica mas - alld de la reduccién simbdlica, mds alld de la evidencia de for- mulas comprimidas, de la emergencia de esos ordculos particu- lares a cada uno, que la experiencia anal{tica permite hacer surgir. Es verdad que cada uno est marcado por una férmula simbéli- ca, pero hay mas. Tal vez podamos abordar este plano del mds allé formulando la siguiente pregunta: ;por qué tal palabra del Otro, tal palabra del padre, de la madre, de algiin otro, tomé un valor determinante para el sujeto? ;Por qué tal malentendido, tal homofonfa en la lengua? ;Por qué eso acerté en el blanco para un sujeto? Esta cuestidn se ubica en otro plano, en uno bien diferente a aquel de nuestras m4quinas. Hasta este momento 42 JACQUES - ALAIN ‘MILLER est4bamos en el plano de la articulacién significante, podfamos formalizar los términos que se repiten, los términos que conver- gen, los que son evitados, tachados, sustraidos. En todos los casos se trata de la misma cosa. Aqui, ademds, el imposible apa- rece exactamente como el revés de la m4quina repetitiva y con- vergente. En todos los casos se trata de una reduccién a lo nece- sario —e€s decir que estamos en presencia de términos que no cesan de escribirse, que es la versi6n que ha dado Lacan de la necesidad— y a lo iraposible, correlativamente —es decir a lo que no cesa de no escribirse y es lo que nos da en particular el grafico inverso. El primer grafico nos da Jo que no cesa de escri- ‘birse mientras que el segundo nos da lo que no se puede escribir. Sea del lado de lo necesario o del lado de lo imposible estamos en la misma dimensién légica y deductible. Si Romildo, por ejemplo, escribe en este papel, al azar, a... B... puedo colocar esta linea en la maquina y la mdquina me diré si puedo o no escribirlo, si es legftimo o no. La méquina puede responder; justamente, en el endlisis, la méquina no puede responder. Cuando nos preguntamos por qué tal término x, tal signi- ficante, tal expresién, tal palabra gana tanto valor para el sujeto se trata de otra cosa. De ninguna manera llegamos a lo necesario y alo imposible. ;Por qué para tal sujeto su nombre propio tiene un valor fundamental en su existencia y para otro no tiene ninguna importancia? Cuando nos preguntamos por qué tal tér- mino tiene tal valor en el psiquismo de un sujeto, siempre nos remitimos a la contingencia, a la contingencia de una historia particular, justamente a alguna cosa que, en los términos de La- can, cesa de no escribirse. Desde que nos preguntamos por qué para tal sujeto tal significante tiene un valor fundamental, nada PDPDDQTI2223121 EL HUESO DE UN ANALISIS 43 podemos deducir pues estamos delante de una contingencia, al- guna cosa que fue encontrada y aunque podria haber sido de otra manera, en ese nivel sdlo pudo ser asf. jAtencién! Porque todo lo que concierne al andlisis —el goce, el modo de gozar, la emergencia de un modo particular de goce para un sujeto— todo eso dice respecto de la contingencia y no, justamente, de lo necesario ni de lo imposible. jLlega a ser increfble hasta qué punto en el ser humano todo lo que se rela- ciona con su goce esta verdaderamente abierto al encuentro! ¢Hasta qué punto eso no estd programado? Hay, verdaderamen- te, una falla de programacién a nivel de su goce. Es cierto que el ser humano est4 programado para desenvolverse de cierta mane- ra en el plano fisico, por ejemplo, est4 programado para usar, a cierta edad, el lenguaje; a tal punto que Chomsky considera que el lenguaje es un verdadero érgano que, en un momento dado, brota en el cuerpo. Pero, en lo que tiene que ver con el goce, no hay programacién. Existen cosas que parecen programadas, po- demos hablar del despertar sexual en la adolescencia, pero en lo que hace verdaderamente al goce particular de cada uno, se trata de la dimensién de la contingencia. Podemos decir que esto se ubica con gran relieve especialmente en la perversién, en la que el sujeto de buen grado alega un mal encuentro primordial. De la misma manera en el neurético, en la formacién de los rasgos de perversién, se ve la presencia de la funcién del encuentro con- tingente. Me parece esencial aprender a distinguir esos dos registros, el registro de lo necesario y de lo imposible, en los que se aisla la férmula simbdlica y el registro de la contingencia en el cual se sittia la experiencia de goce. Esto no era ignorado por Freud de 44 JACQUES - ALAIN MILLER ninguna manera, sino que era, justamente, lo que él lamaba el factor cuantitativo (Das Quantitativ Moment). El factor cuanti- tativo, segtin Freud, designa exactamente la investidura libidinal que la estructura neurdtica es capaz de captar cuando se trata de la neurosis. En el fondo, Freud distingufa la estructura, la for- macién significante inconsciente y la libido que esas formacio- nes significantes eran capaces de captar; es lo que !lama: investi- dura (Besetzung). Podemos formular, puesto que es as{ como ocurre en la experiencia analitica, o por lo menos, es asf como llegamos a conceptualizar esa experiencia, que entre la articulacién y la in- vestidura, que entre la articulacién significante —es decir el sa- ber tal como lo representamos hace poco— y la investidura libi- dinal, existe un hiato, una falla, una ruptura de la causalidad. Una articulacién es una construccién formal, jamds puede por sf misma indicarnos el valor de goce que el sujeto le otorga. Me arriesgo a decir que no podemos deducir, de una articula- cién significante, la cantidad de investidura libidinal que capta hacia si. Vale la pena detenerse un poco en este principio, ya que es justamente con el significante que hacemos cdlculos. Podemos, siguiendo a Lacan, intentar caloular a partir del significante los efectos del significado; es lo que Lacan presenté como metdéfora y metonimia. Metdfora y metonimia son dos modos del signi- ficado que dependen de dos tipos distintos de articulacién signi- ficante. Esto llegé a parecer la esencia del lacanismo: que se pu- diese situar el significado como una funcién del significante; segiin tengamos una combinacién o una sustitucién, tendre- . te EL HUESO DE UN ANALISIS 45 do. Fue eso lo que Lacan explicé como metéfora y metonimia. Lacan tenfa la idea de que, en funcién de la articulacién signifi- cante, podrfa calcularse el lugar del sujeto que se deduce de alli: AS) >s El principio que formulo, a partir de la experiencia y apo- yado en Freud, es que no hay cdlculo de la libido. Hay célculo del significado, hay célculo del sujeto pero no hay cdlculo de la libido. Seguramente en Freud hay una disyuncién; por ejemplo, cuando él habla de la histeria, observa que los fantasmas deriva- dos de las pulsiones reprimidas pueden ser tolerados, durante mucho tiempo, junto a la vida psfquica normal y sin perturbarla, © sea, sin efectos patogénicos, hasta el momento en que estos fantasmas reciban una sobreinvestidura (UberBeserzung) causa- da por lo que él llama una revolucién de la economia libidinal (Unschwung). Esta es una palabra muy graciosa para comentar. Entonces, puede muy bien haber articulacién significante del fantasma en la histeria, durante mucho tiempo, y eso no impide vivir muy bien, no provoca ningtin disturbio; en un momento determinado, se percibe que esos fantasmas son acti- vados, investidos, y empiezan a perturbar la existencia del suje- to. Si Freud habla de revolucién, es para decir que no hay una relacién de causalidad evidente sino que, precisamente, entra alli una contingencia. No es como la pequefia m4quina que gira con sus significantes, es de otro orden, de otro nivel, de otra perti- nencia que el cardcter invariable de la repeticin y la convergen- cia. Roneen ane ect ce camnrenda noraue introduce una nue- 46 JACQUES - ALAIN MILLER va problematica. Vimos, sin mucha dificultad, lo que puede ser la reduccién simbélica, pero qué decir de la reduccién del fac- tor cuantitativo en el andlisis? ;Qué se puede decir de la desinvestidura de las articulaciones significantes patogénicas? Esta es una cuestién verdaderamente dificil que, con certeza, no per- tenece al mismo orden de la reduccién significante. En primer lugar existe una reduccién a la contingencia y no ala necesidad, una reduccién al encuentro y hasta al traumatis- mo, que es el modo normal de la intrusién del goce en el ser humano. En segundo lugar, la reduccién de esa contingencia, la reduccién cuantitativa propiamente dicha, no es nunca sino del orden de lo posible, es decir que en un momento dado cesa de escribirse. Me parece que allf se inscribe el acto analitico y se juega su destino. Exactamente, en el margen, entre la reduccién signifi- cante y la reduccién cuantitativa. Allf se inscribe el pase a titulo de posibilidad. Tomemos, por ejemplo, la obsesién. El sujeto es retenido por determinadas férmulas y la cuestién no es tanto aislarlas, sino saber cémo llega él a ceder el goce que estas formulas apor- tan. Como dice Lacan, es necesario que acabe por ceder, pero no podemos deducir esa cesién. Se introduce aqui, un tiempo que no es calculable, es lo que se constata también en los relatos de pase. Existen sujetos que elucidaron su repeticién, que cifieron el significante de su destino, pero a pesar de eso su anilisis no estar4 terminado en la medida en que ellos no cedan el goce que permanece fijado a esa repeticién y a ese significante. Aqui hay algo a pensar teéricamente. Hay que pensar la EL HUESO DE UN ANALISIS W atraccién de la libido por la articulacién significante. Hay que pensar el significante mds la libido, esto es, la investidura libidi- nal del significante y, también, la separacién del significante y la libido, el significante menos la libido, lo que Freud denomina- ba desinvestidura. Por lo tanto, lo que debe ser pensado es la conexién entre el significante y el goce. ¢Cémo la pensé Lacan? Espero que el 4ngulo que abro per- mita reordenar los datos bien conocidos de su ensefianza. Primeramente, Lacan pensd que era suficiente postular que era la imagen la que atrafa libido y no el significante. Exacta- mente, esto es lo que el primer Lacan se mata trabajando para explicar. Claro que es muy util distinguir, en la prdctica analfti- ca, lo imaginario y lo simbélico. Pero, desde el punto de vista en que aqu{ abordamos la prdctica, podemos decir que la libido satura al significante, que la libido imaginaria bloquea por su inercia el buen funcionamiento de la m4quina significante. Por lo que es una solucién rudimentaria, y nada conforme a la expe- riencia. Por eso Lacan la abandoné. En segundo lugar: scémo abordé Lacan la conexidn del significante y del goce, que aqui encontramos como el proble- ma mayor de la operacién reduccién? En el fondo, buscé la solucién por medio de la identificacién. La identificacién, es como un traje mal cortado, pues de un lado estd la imagen y del otro el significante. Lacan pensé que podia resolver el problema que formulamos imaginando que aquello que capta la libido es una imagen significantizada, lo que llamé en alguna oportuni- dad un significante imaginario, eso que atrae y fija al sujeto en funcién del goce que le permite. Es lo que denominé: identifi- cacién félica. Es una bella solucidn, hay que decirlo. Consiste en

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