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Emma Green Cien facetas del Sr. Diamonds 7. Irradiante & Cd a a ® A PeNeCiap use any eter bald 8 Cien Facetas del Sr. Diamonds - vol. 7: Irradiante 1. En su lugar Los mensajes nocturnos de mi mejor amiga han puesto fin a mi noche idilica con Gabriel. He salido de la habitacién de puntillas para releerlos con calma. Pero no creo que consiga calmarme. Mientras mi amante duerme como un dn- gel, yo no hago més que dar vueltas y vueltas a los descubrimientos de Marion. La misteriosa prometida no murié en el parto como yo pensaba, sino que se quité 1a vida tras nacer su hijo. Qué tipo de mujer podria cometer un acto de ese tipo? Y, por si fuera poco, Silas se ha ganado a pulso pasar a formar parte de este cuadro morboso. El hermano de Gabriel era el mejor amigo de Fleanor, su confidente, al que escribié antes de suicidarse hace trece afios. Y el que leva tres meses amenazdndome y amargéndome la vida. Le crefa amigo mio y ha re- sultado ser ese anénimo al que intentaba desenmascarar. No puedo aguantar ni un segundo més y le llamo para descargar en ¢1 mi cdlera. Espero que Marion se haya marchado de inmediato. —Silas, ieres ti! —Bien, al fin, Amandine. éPor fin te has dado cuenta de que soy el hombre que necesitas en tu vida? —Si, isobre todo me he dado cuenta de que eres un cabrén! —Eso no es nada nuevo... Hasta entonces, habia intentado gritar susurrando para no despertar a Ga- briel, pero ahora me pongo a vociferar al teléfono: —iGierra la boca! iYa sé lo que has hecho! Llevas meses dndotelas de tio simpatico, el gemelo accesible, condescendiente, adorable... Y, iZvas y me ases- tas semejante pufialada?! iLas notas, los correos, las fotografias, los regalos ho- rribles...1 —ENo te gustan los Beatles? —iMe mandaste un vestido de novia manchado de sangre, joder! Estés com- pletamente pirado. Voy a contarselo todo a la policia, deberfa haberles llamado hace ya mucho tiempo. —Amandine, sé que es dificil de creer, pero lo he hecho por ti. No escuchas, no ves, quiero abrirte los ojos. No sabes en dénde te estas metiendo. —En una familia de locos, eso estd claro. ¢éSabes que esto se conoce como “amenazas de muerte"? iPodrias ir a la cércel por lo que has hecho! —No con mi abogado. Escucha, te tengo mucho aprecio, queria advertirte, hacer que renunciaras, No deberias colgarte tanto por él. —Mira, pasa de mi. Ya tienes suficiente con preocuparte por tu vida y tus 8de4s Cien Facetas del Sr. Diamonds - vol. 7: Irradiante problemas mentales. Enfadada y con el teléfono pegado a la oreja, escucho cémo se le quiebra la voz. Carraspea y contintia, evitando echarse a llorar. —Es de Virgile del que me preocupo. Dia tras dia, desde hace trece afios. Y de la memoria de Eleanor. Se lo prometf, no puedes entenderlo. No se puede romper tna promesa hecha en el lecho de muerte. —Jodler, iqué prometiste? —Voy a colgar, Amandine. Lo siento si te he asustado, no lo haré mas, Aho- ra ya estas avisada. No debes desviar a Gabriel de su pasado. —4Y no es él quien deberfa decidirlo? ‘Como tinica respuesta, escucho el tono del teléfono. ¥ el corazén latiéndo- me en la sien, Silas acaba de colgarme. Deben de ser las cuatro de la madruga- da, me paseo en mi nuevo salén, descalza, vestida con una camisa blanca de Gabriel que me queda enorme. Sélo me tranquiliza el olor del tejido arrugado. Mis ojos no se han habituado todavia a la oscuridad y miro a mi alrededor para tomar conciencia del desmesurado regalo de Gabriel. Un piso para mi, Amue- blado, decorado, con todos los gastos pagados. Y en mi barrio favorito. ¢Estard comprdndome? Necesito hablar con él... Me cuelo en la habitacion y me deslizo bajo las sébanas, acurrucdandome contra el cuerpo desnudo y caliente de mi amante dormido. Me da la espalda, ‘no sé qué susurrarle para despertarle. Le soplo suavemente en la nuca y le doy un besito detrés de la oreja. Se gira lentamente, extiende su musculoso brazo, me rodea los hombros y me acerca hacia él. Coloco la mejilla sobre su pecho definido y siento cémo una ligrima moja mi piel y la suya. Su estado de aletar- gamiento no le impide darse cuenta porque se pone a acariciarme el pelo y abre los ojos. —Una mujer tan guapa no deberia llorar nunca —Tenemos que hablar. —iAhora? —Hay algo que no te he contado. Se pone de lado para colocarse frente a mf, apoya la cabeza sobre una mano y sube la otra por mi muslo desnudo. Su rostro parece preocupado pero su mi- rada esta lejos, pensando en otra cosa. —Con mi camisa ests terriblemente sexy. —Gabriel, por favor. —Pero me gustas més sin ella, Coloca la mano sobre mi majilla ardiente, borra mis lagrimas con el pulgar y su dedo termina posindose en mis labios. Como siempre, en cualquier situa Cien Facetas del Sr. Diamonds - vol. 7: Irradiante cidn, con cualquiera de sus gestos, su sensualidad puede conmigo. Gabriel tiene el don de enmudecerme, de postrarme a sus pies. Fs la gracia y la divinidad personificadas, el arquetipo de tentacién. Con un movimiento gracil, me coloca a horeajadas sobre él. Incluso acostado boca arriba, aprisionado entre mis mus- los, Gabriel me domina. Con un movimiento seco, me arranca la camisa hacier do saltar todos los botones. Los escucho rodar por el pargué mientras me acari cia los pechos con una mano de hierro. La urgeneia de su deseo hace nacer el mio como por arte de magia. Olvido todas las revelaciones que pretendia con- tarle cuando su ereccién roza mi sexo. Con sus habiles dedos, me cosquillea los pezones y el clitoris con una sincronizacién perfecta que me vuelve loca. Toda- via sentada sobre mi amante juguetén, inclino la cabeza hacia atrés, abando- néndome a sus divinas caricias. La conversacin puede esperar, quiero que me haga gozar, es lo tinico en lo que pienso. Ese momento de distraccién ha sido fatal, De un salto, Gabriel me coloca boca abajo y se pone de rodillas tras de mi, Sin dejar de acariciarme la espalda, desde la nuca hasta la parte inferior, me levanta la cadera y me atrae hacia él. El roce de mi trasero contra su sexo empalmado se vuelve insoportable. Me ar- queo para ofrecerle mi intimidad impaciente, mojada, ardiente. Por fin, me pe- netra, con una lentitud insolente. Puedo sentir cdmo se abre camino cada cent metro de su sexo hinchado. Es el més delicioso de los suplicios. Mi amante sale, dejéndome desesperadamente vacia, 4vida, antes de cogerme por las caderas y clavarse de nuevo en mi con una pasién que me sorprende. Sus envites son cada vez mds répidos, profundos, y mis suspiros se convierten en gritos. Pido més, mas répido y mds fuerte, como nunca lo habia hecho antes. Escucho cémo- mis nalgas chocan contra su vientre y la bestialidad de este cuerpo a cuerpo me hace perder la razén, Mi enajenacién repentina, estas sensaciones nuevas y el placer que me sumerge en ese instante sobrepasan con creces todo lo que he podido experimentar hasta entonces. Gabriel me conquista una y otra vez, gru- fiendo salvajemente tras de mi y un orgasmo fulgurante me corta el aliento du- rante unos segundos interminables. Tiempo suficiente para que me amante goce también en mi con las iltimas sacudidas de este terremoto. Nos desmoronamos sobre la inmensa cama, con nuestros cuerpos sofocados y periados de sudor. Mi mirada se cruza con la de Gabriel y se echa a reir. —Nunea dejas de sorprenderme, loca Amande. Rio yo también, hastiada de placer, aturdida de amor y asombrada por mi propia audacia. Mi amante me besa por todo el cuerpo antes de saltar de la cama, desnudo y magistral, y salir corriendo al cuarto de batio para abrir el gri- fo de la ducha. —XTe espero, dulce Amande? —No, creo que mi cuerpo se niega a moverse. —Pues, hasta ahora, Cien Facetas del Sr. Diamonds - vol. 7: Irradiante Gabriel cierra la puerta con el talén y me derrite el simple hecho de ver cémo le rebotan los mtisculos del trasero, Me acurruco en su lado de la cama, abrazando la almohada impregnada de su olor, consciente de la sonrisa bobali- cona que no abandona mi rostro. Dudo entre unirme a él bajo el agua caliente o seguir disfrutando de mi embriaguez. Ebria, estoy ebria de felicidad. Y creo que nunea he visto a Gabriel tan feliz. Es algo tan inusual que me olvido del asunto de Silas para disfrutar al maximo de su alegrfa de vivir y de su sereni. dad contagiosas. No lo estds sofiando, el intratable Diamonds estd tarareando en tu ducha. ‘Me parece reconocer una cancién de Elton John. Agudizo el ofdo y pereibo tunas palabras chorreantes filtrindose bajo la puerta: "How wonderful life is, now you're in the world’. De repente, una débil luz, blanca ilumina de forma in- termitente la habitacién y veo el iPhone de Gabriel desplazarse en la mesilla por el vibrador. En la pantalla aparece el nombre y una foto de Virgile. Tras lunos instantes de duda, decido descolgar el teléfono. Si, édfgame? —si? éQuién es? —Amandine, Gabriel se esté duchando. — Virgile, cestas aqui? Este nifio no deja de sorprenderme. No sé si estd tan torturado como su pa- dre, es tan antisocial como su tia Céleste o simplemente maleducado, pero sus reacciones siempre me cogen desprevenida, Intento tener en cuenta que no tie- ne més que trece afios, que se supone que me considera una adulta y que ha sufrido una pérdida terrible en su vida... —Espera un segundo, te paso con tu padre. —iSilas lo prometi6! Ninguna mujer més, inunca! Nadie remplazaré a mi madre, ime lo prometié! Murié por su culpa. Le odio, ino quiero que sea mi pa- dre! iQuiero que se muera! iY tii también! iPerdén?t ‘Mi cerebro en plena ebullicién se debate entre el pinico, la ira y la pena que me inspira este nifto. En una hora, dos miembros del clan Diamonds me han amenazado de muerte y colgado entre lagrimas. Dejo el teléfono en su sitio e intento recomponer en mi cabeza ese puzle irresoluble. Quién podria desear a un hombre, que quedé viudo tan joven, no volver a rehacer su vida? (Quién querria someter a semejante carga a un nifio? £Qué tipo de promesa, por muy simbélica que fuera, se sigue cumpliendo después de tantos aiios? {Qué familia podria aceptar vivir de luto y sufrir tanto dolor durante tanto tiempo?

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