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POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA NESTOR GARCIA CANCLINI, ed. ‘GUILLERMO BONFIL JOSE JOAQUIN BRUNNER JEAN FRANCO ‘OscAR LANDI SERGIO MICELI IM : HI 1 Pw 301.2759 cultura y sociedad coleccién enlace grijaibo MEXICO BARCELONA BLFNOS AIRES INSTITUTO DE AKics Umicenee POLSTICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA © 1967, Nestor Gara Canc 1. .01967 por EDITORIAL GRIJALBO, 5. Ga Sat Barolo Naocalpan mi, 288 “Argentina Fonient 11230, Miguel Hidalgo, México, DF SEGUNDA EDICION = I9S¢ Ete lio no pus er reprobcio, taal 0 parcianente, sin autora ede de eter. ISBN 968-419.683-6 Introduccién. Politieas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano, por Néstor GarciaCanclini .......... 13 L. Las transformaciones en el anAlisis de las politi- casculturales 15 @ De las descripciones burocréticas a la con- ‘ceptualizacién critica, 16 b) De las cronologias y discursos a ta investiga- cién empirica ......+. 18 ©) Delas politicas gubernamentalesa los movi- mientas sociales ...... 19 4d) De los andlisis nacionales ala investigacion internacional . 20 ©) Dela documentacidn sobre el pasado a tai vestigacién critica ya planificacion ....... 21 Il. Politicas culturales y crisis socioeconbmica .... 22 IIL. Los paradigmas politicos de la acci6n cultural . @) Elmecenazgo liberal . b) Eltradicionalismo patrimonialista . ©) Elestatismo populista....... @) Laprivatizacién neoconservadora. . ¢) Lademocratizaci6n cultural. #) Lademocracia participative IV. Cuestiones pendientes .. POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA a) Lainvestigacién de la vida cotidiana y las ne- cesidades populares... 6) Lareorganizacién de la cultura bajo el desa- rrolio industrial y tenolégico ©) Politica cultural y creatividad social La politica .aral en Ia época de c Heagan, ‘por Jean Franco... Nota final. \Los pueblos indios, sus culturas y [as politicas culturales, por Guillermo Bonfit se aeeeee, BY 1. Ladimensién cultural y el desarrollo de los pue- blosindios ..... ie 89 4a) Réquiem porel desarrolio integrador 89 b) Sehace camino al andar . ach Oe co) Nuevos retos... 98, II, Cultura propia, grupo étnico ¢identidad ...... 101 IIL Consideraciones sobre politicas culturales y al- ternativas . 7 IV. Algunas refiexiones finales . ve 4 wl 133 Estado, mercado y necesidades populares: las politicas culturales en Brasil, ‘por Sergio Miceli... 127 Campo cultural y democratizactén en Argentina, por Oscar Landi. : - 145 I, Entre la herencia autoritaria y la oportunidad democratica... wees 145 II. Losdilemas del Plan Nacional de Cultura... 156 4 Entre los prineipios.y un Estado feudali- zado. 156 inpice n B) Dela oposicién al gobierno .....+--.1.+++ 159 ©) Laperplejidad frente a la television 161 @) Lacultura popular en cuestion ......-...- 163 6) La planificacion por ‘fuera y por dentro de losconflictos Hee 167 LiL, Politicas culturales y culturas politicas. 169 Bibliografia ......00c025 ee Politicas culturales y democracia: hacia una teoria de las oportunidades, por José Joaquin Brunner <1 1. Agentes ¢ instancias organizativas « 2175 Naturaleza y clasificacion de cireuitos cultura les os 178 Circuitos culturales puros te 186 Componentes de todo circuito + 187 Tipos de politicas culturales vs 188 a) Politicas que presentan intervenciones en el nivel de los agentes .. 2 == 188 i. im. IV. Politicas relativas a los mediios de produccién .... 189 Politicas relativas a los canales de comunica- cion cecteeeeseees 189) Politicas que tienen que ver con los publicos. .. 189 Politicas que tienen que ver con las instancias institucionales de organizacién de los circuitos culturales ........- : - 190 Politicas culturales organizativas » a) Politicas en y frente al MERCADO . POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA. b) Politicas en y frente a ta organizacién AD- MINISTRATIVA de procesos culturales... 193 @) Politieas en y frente a ta organizacién CO- MUNITARIA dela cultura... 194, Politicas culturales democriticas: sentido general : os 196 Politicas culturales democréticas: especificos rest Bibliografia . Bibliografia general .....- Introduccion Politicas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano Néstor Garcia Canclint Politica y cultura: dos campos adversarios para mu- chos politicos, para muchos artistas e intelectuales. Los Politicos suelen dar por supuesto que la sociedad tiene problemas mas apremiantes, sobre todo en tiempos de austeridad, de modo que prefieren dejar que las deman- das culturales de sectores tan pequefios, cuyas activida- des interesan a minorias y repercuten poco en los movi- mientos det electorado, se resuelvan en la competencia ‘entre grupos, tendencias y organismos privados, La mayoria de'los artistas e intelectuales viven lo poli- tico como un tertitorio ajeno y amenazante. Ven en los intentos de planificar la cultura conspiraciones contra la espontaneidad creadora, les hacen pensar en seguida en Hitler, Stalin o en el despotismo deslustrado de los dic- tadores latinoamericanos. Hasta escritores que argu- mentan en favor del compromiso social de su trabajo encuentran en los partidos, los poderes estatales y las. polémicas politicas conjuras enemigas de lo que Vargas Llosa denominé hace poco el “primer deber del intelec- tual: ser libre”, “Uno intenta hablar del problema de la libertad de expresion y le preguntan cuanto gana, por B 14 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA ‘qué escribe en tal periddico y no en el otro y si sabia quién financié el congreso en el que particip6.”" Estas son algunas de las razones por las que las pollti- cas culturales constituyen un espacio de existencia du- dosa. ‘De qué politicas culturales vamos a hablar si en mi pais no existen”, escuchamos decir @ socidlogos y escritores de Argentina, Brasil, México, Pert. Esa frase suele referirse a la falta de una coordinacién explicita que dé coherencia a las acciones estatales, como ocurre en las politicas econémicas, de salud o vivienda. El érea cultural aparece a menudo como un espacio no estructu- rado, en el que coexistirian arbitrariamente instituciones ¥ agentes personales muy heterogéneos. La falta de in- terés de Ios Estados y de los partidos, de derecha e iz- quierda, deja esta zona de la vida social en manos de ‘yersos mecenas o librada a las iniciativas de instituciones desconectadas. Para muchos politicos, sociélogos y eco- nomistas, 1a politica cultural es un tema que se discute sin rigor entre artistas y escritores, o que encubre con ar- gumentos formales simples Iuchas de intereses por la istribucién de fondos publicos y privados. En verdad, lo que hoy llamamos politica cultural tiene prefiguraciones lejanas. Serfa legitimo indagar su origen en los proyectos fundadores de nuestros paises, particu- larmente en politicos intelectuales, como Sarmiento 0 ‘Vasconcelos, que desplegaron una estrategia de desarro- Ilo cultural consciente de sus objetivos finales en cada ‘rea social y del modo en que debian articularse la edu- cacidn, la composicién sociocultural de la poblacién y el desenvolvimiento econémico. Podriamos remontarnos hasta la Colonia, investigar las politicas culturales de di- versos sectores de la Iglesia y obtener explicaciones que necesitamos para entender cémo se construy6, a través de sistemas orgénicos de acciones culturales, distintos ti- 1 Mario Benedeat y Mario Vargas Lisa, Amésica Latina, os inteloctuales yl subdesarolo politico”, Pueliznim. 92, México, julio 1984, p. 43. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 15 os de hegemonia politica, Pero por algo la formula politica cultural aparece tan recientemente, Es en las dos tiltimas décadas cuando las cuestiones que dicha formula abarca cambian su aspecto y su lu. gar. 2Qué ha ocurrido para que muchos Estados y orga- nismos internacionales —el mds nototio la UNESCO realicen congresos y estudios sobre politica cultural, para que algunos partidos politicos y cientificos sociales la consideren junto a los temas econdmicos y politicos a los que tradicionalmente reducian sus practicas? Co. mienza a encararse en América Latina la creacion de mi. nisterios de cultura, se formulan por primera vez planes nacionales para este campo, los Estados realizan lo que Sergio Miceli denomin6, refiriéndose a Brasil, la “cons. truccién institucional del frea cultural”? A’la vez, se aplican al conocimiento de la cultura metodologias de investigacin tan rigurosas como a las otras partes de la estructura social, superando asi la época en que este campo s6lo merecia especulaciones filosoficas y ensayos intuitivos. Las politicas culturales ya no son solamente motivo de debates doctrinarios en revistas literarias 0 suplementos periodisticos de fin de semana, Es esta rie Hensuscion la que cratamos de recoger y discutir en 1. Las transformaciones en ef anélisis it Eanes et aniiisis de tas potiticas Cuando uno recorre la bibliografi ida baj Cuando uno 1 erafia producida bajo | titulos “politicos culturales”” 0 "cultura y politica” en. Cuentra ante todo la dificultad de constituir y delimitar 2 Sevalo Mice (org), Estado e cultura no Bras, Se op, aiale Miceli ore.) Estado e cultura no Brest, Sao Paulo, oir, 1984, 6 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA el objeto de estudio, asi como de establecer un metodo pertinente de investigacion. Observamos que en las dos liltimas décadas, desde que comenz6 a trabajarse siste- maticamente en este campo, se efectuaron los siguientes movimientos, que significan un avance en esta tarea: a) De las descripciones burocréticas a la conceptualizacién critica njunto mas extenso sobre politicas culturales en es- patil “ts la coleceion de libros y fasciculos preparados por a UNESCO sobre los paises latinoamericanos. La casi totalidad de esos textos se limita a describir el orga- nigrama burocratico de los Estados, enumera las institu- ciones ¥ sus principales actividades. Segiin los autores, se da mas énfasis a los aspectos juridico-administrativos (por ejemplo, el libro de Edwin R. Harvey sobre Arges tina), a la nacional (el de Jorge Eliécer Ruiz ‘acerca de Colombia),¢ 0 a las innovaciones instituciona~ Jes de los tiltimos afios (el de J. Saruski y G. Mosquera sobre Cuba).\ Es dificil formarse una idea de las contra- diceiones y polémicas que suele implicar el desarrollo de politicas culturales a través de esos textos demasiado males y diplomaticos. mismo problema se encuentra en muchos documen- tos y ponencias de las conferencias intergubemamentales sobre politicas culturales oF por la UNESCO, desde la primera en Venecia, (1970), hasta la dltima en México (1982). Es valioso que esas conferencias hayan edn R. Harvey, La polite cara en Arena, Pris, 030, 17M ope He Rl, Le otic itaral en Colombia, Par, aio, 7S ime Saesly Gerardo Mosques, La pon cltiral en Cbs, Pas, nese 1999, Seencontrara en la iliograia final los demas iulos publica- dbs por la unesco sobre otros paises lainoamericanes. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 17 contribuido a formar un cierto sentido comin interna- cional acerca de que el crecimiento de los paises no puede evaluarse s6lo por indices econémicos, y que el desarrollo cultural, concebido como un avance conjunto de toda la sociedad, necesita una politica piblica y no puede ser dejado como tarea marginal de élites refinadas © librado a la iniciativa empresarial de grandes consor- cios comunicacionales. Otro mérito que debemos reco- nocer a esas reuniones es que temas claves como la trans- nacionalizacién de la cultura, el control imperialista de la informacién y la desigualdad social en la apropiacion del arte hayan dejado de ser discusiones murmuradas s6- lo en revistas de izquierda. Ademas, la UNESCO viene promoviendo en esas conferencias acuerdos internacio- nales para la defensa del patrimonio nacional, el acceso de sectores populares a la cultura y la proteccién de los derechos de artistas y trabajadores culturales. Sin em- bargo, desde el punto de vista del debate sobre las contradicciones basicas de nuestro desarrollo, estas conferencias reiteran los limites de las reuniones intergu- bernamentales. Complejas cuestiones tecnolégicas, lin- uisticas y artisticas son tratadas solo por politicos profesionales, en. algunos casos ni siquiera elegidos por sus pueblos. Se aconsejan medidas de proteccién a las culturas indigenas y populares, pero sus protagonistas no participan. La fuerza y el rigor de los discursos que- an entonees librados al talento y la elocuencia de algu- nos ministros (por ejemplo, Lang y Mercouri en la Con- ferencia de México). La mayoria de las intervenciones ‘educen 0 disimulan las contradicciones vividas en las sdades de las que hablan. Por ¢30, los conflictos y dificultades que acompafian tas politicas culturales, los problemas tebricos y metodo- ogicos que implica su estudio, aparecen —mas que en fas grandes conferencias de la UNESCO— en las reu- niones de especialistas que esa institucion convoca pe- viodicamente y en otros debates intelectuales y estudios 18 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, cos, Sélo en los tltimos diez afios comienzan a Concise ‘andlisis que trascienden el catalogo burocré- fico, que retmen a politicos, cienificos sociales y artistas para examinar las bases conceptuales de las acciones cul hurales. Es el caso del simposio que acabamos de eta sobre Estado e Cultura no Brasil, que se efectud en en Sao Paulo, del cual traducimos para este volumen un texto de Sergio Miceli —coordinador del simposio— s0- ‘bre las relaciones entre “Estado, mercado y necesida- des populares”. Otro ejemplo lo tenemos en el libro Cul- turas populares y politica cultural realizado también ‘en 1982 por el Museo Nacional de Culturas Populares de México, bajo la coordinacion de Guillermo Bonfil, de Guien publicamos aqui un texto més reciente acerca de las encrucijadas politicas en que se encuentra la cuestion in- digena. b) De las cronologlas y discursos a la investigacion empirica voltimenes y articulos que incluyen en su titulo Me Gtaula “potica cultural” son textos declarativos o apologéticos elaborados por organismos 0 funcionarios Tuego de un periodo de accion gubernamental. Estoy pensando cn los libros publicados por los. gobiernos de ‘Cuba’ y Nicaragua® con discursos de sus lideres y docu: mentos oficiales; en el libro de Alfredo Tarre Murzi, donde el expresidente del Instituto Nacional de Cultura sete a et i ts nm ttt nea Ace POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 19 y Bellas Artes de Venezuela establece la memoria de su trabajo y sitta la problematica cultural de ese pais en una reflexién periodistico-diplomatica sobre las tenden- cias del capitalisme y el socialismo. Hay que reconocer ‘en estos libros el mérito de documentar y buscar cohe- rencia a las aceiones desarrolladas por los Estados. Pero para descubrir el sentido global de esas politicas se necesi- ta, ademas de la reflexi6n de los protagonistas, la investi- gacién empirica que evalie la manera en que las acciones piiblicas se vinculan con las necesidades sociales. ©) De las politicas gubernamentales a los movimientos sociales De acuerdo con esa tendencia prevaleciente del pens: miento moderno que concentré en los Estados el ejers cio de la politica —econdmica, cultural, sanitaria—, la mayor parte de la bibliografia reduce el tratamiento de este tema a lo que hacen los gobiernos. Sin embargo, la presencia creciente de las transnacionales y de las empre- sas privadas nacionales en el campo cultural, asi como el papel desempefiado por agrupaciones culturales de base, movimientos eclesidsticos y asociaciones privadas en los procesos de democratizacién latinoamericanos, mues- tran la necesidad de extender la problematica de las politicas culturales al conjunto de acciones desarrolladas por los grupos ¢ instituciones que intervienen en esta rea. El texto de Jean Franco acerca de la politica cultu- ral de Reagan, que inicia este volumen, muestra como se estructura desde el neoconservadurismo de la metropoli su relacién con las necesidades socioculturales y los pro- cesos politicos latinoamericanos. El de José Joaquin Brunner es un intento original de construir una tipologia capaz de articular los diversos circuitos culturales (pibl £05, privados y de asociacion voluntaria) y de repensar las tareas de los movimientos de oposicién. POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, d) De los anélisis nacionales a la investigacién internacional La dependencia de los trabajos sobre politicas culturales de una perspectiva estatal determina que su horizonte tenga, a menudo, los limites de la sociedad nacional. Las conferencias regionales y mundiales de la UNESCO dieron espacio para cierto intereambio més amplio, aunque restringido casi siempre a las esferas gubernamentales. En algunos estudios académicos y en coloquios internaciona- les auspiciados por centros de investigacion, se trascien- den los enfoques locales y comienzan a construirse pard- metros tedricos para analizar las politicas transnacionales © los problemas comunes en diversos paises.” Uno de los encuentros que mejor muestra la fecundidad de estos es- fuerzos internacionales de coproduccion intelectual fue el organizado en marzo de 1985, en Chile, por el Centro de Indagacién y Expresién Cultural y Artistica (CENECA) de ese pais, el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (ceDES) de Argentina y el {INTERCOM de Brasil. En la convocatoria se dice que Ia democratizacion, de los palses del Cono Sur ofrece a los mas diversos “‘actores politicos, intelectuales y culturales el desafio y la posibi lidad de desempefiar un rol activo en el disefio de mar- {© Citemos et imposio organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en 1981 en Santa Marta, Colombia, sobre t tema “Co- Smunizacion y demoeracia’ (publicado en e libro de Elizabeth Fox etal, Eomtacaion y democracia em América Latina, Lima DESCOCLACSO, 1982} (Gue ceunid @ tnvectigadores de varios paises latinoamericanos y' de Esta Ades Unidos en la Universidad de Columbia, en abil de 1985, bajo el tema ‘Cultura popular, redstenia politica y pollcas eulturales en Amerce Lavi- inst el auspiiado por sl Centro de Estudios sobre Cultura Transnacion Con vde en Lima, ye Centra de Investigacion y Educacion Popular de foul on esta misma ciudad, en agosto del mismo ao, para oguparse de 10s ‘itcvlos entre "Cultura transtacional, cultura popular y_ polities cultures POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 21 ‘cos orientadores y de politicas culturales’’; pero esta ‘oportunidad, semejante a la de la década de los sesenta, se diferencia ahora porque se da luego de largos gobier- ‘nos militares y en un periodo de crisis y “‘replanteamiento en las matrices tedricas y en los andlisis sobre politica, democracia, estado, sociedad y cultura”, Se sefiala tam- bién que los cambios suscitados por las transforma- ciones tecnoldgicas, industriales y comerciales de la comunicacion a nivel mundial y regional exigen tratar conjuntamente a situacion de Argentina, Brasil, Chile, Pera y Uruguay. Cabe decir que estos temas, asi como el de Ia democratizacién, no solo requieren la reflexion y el estudio conjunto en los paises que emergen de dictadi- ras; también se vuelven centrales en el debate de otras sociedades. Una de Ias principales expresiones de la ge- neralizacion de investigaciones en este campo es la crea~ cidn de un Grupo de Trabajo sobre Politicas Culturales en CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias So- ciales), compuesto por varios autores de este volumen —Brunner, Garcfa Canclini, Landi y Miceli, y por Antonio Augusto Arantes, Carlos Catalan y Luis Peira- no. Dicho grupo est4 desarrollando una investigacion ‘comparativa sobre las relaciones entre politica cultural y consumo en Argentina, Brasil, Chile, México y Pera. e) De la documentacién sobre el pasado «la investigacién critica y ta planificaciéon Documentar las politicas culturales sigue siendo una ta- rea indispensable para poder hablar de ellas, o sencilla mente para evitar la desmemoria de nuestros pucblos. En varios paises de América Latina es algo que atin debe ser iniciado. Pero para que ese registro aleance cierta ob- jetividad y valor explicativo, necesita ser hecho no soto por los protagonistas 0 los poderes responsables de tas acciones, sino mediante un trabajo de investigacion que 2 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, vali las politicas en relacién con sus resultados, con la recepcion y refuncionalizacién que tales politicas sufren al llegar a sus destinatarios. Quizas otro de los hechos reveladores de la nueva etapa en que estamos sea que la denominacién “politica cultural” no se coloca ya tinica- mente en los analisis post facto de los gobernantes; co- mienza a aparecer en los primeros planes.nacionales de cultura de algunos gobiernos. Como un ejemplo de lo que significa esta basqueda a priori de coherencia en las acciones de un Estado y de lo que los cientificos sociales pueden hacer respecto de la fundamentacion de las politicas culturales, presentamos en este volumen un es- tudio critico de Oscar Landi sobre el Plan Nacional de Cultura del gobierno argentino (1984-1989). 4 Politicas culturales y crisis socioeconémica @A qué se deben estos cambios en el tratamiento de las politicas culturales? Una primera explicacion podemos encontrarla en la crisis de los modelos productivistas, tanto keynesianos como marxistas, que hasta hace poco regian la planificacién del desarrollo. La incapacidad de las soluciones meramente econdmicas o politicas para controlar las contradicciones sociales, las explosiones demograficas y la depredacién ecolégica han Ilevado a ientificos y politicos a preguntarse por las bases cultu- rales de la produccién y del poder. Se acepta que cl desarrollo no es s6lo una cuestion referida a patrones y niveles materiales, sino también al significado del tra- bajo y la recreacién, al sentido que las sociedades cons- ‘tmuyen, junto con su produccién, en las eanciones ¥ las imagenes, en el consumo, la educacién y la vida diaria. Luego, para estudiar el desarrollo y su crisis hay que tomar en cuenta tanto lo que declaran las encuestas y las POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 23 sfras, como el abierto misterio del arte: esos textos que denis we sgl ta reskenia en I erty la mala erdidos. : norte a hace pocos atop la literatura latinoamericana sobre la modernizacién, que: entendia este proceso como ia aproximacion a los modelos industriales de as metré- polis, se ocupaba de la cultura —sobre todo de las cultu- Fas tradicionales— tnicamente como “obstéculo al dese- trollo”. Las relaciones de compadrazgo y parentesco, las Troencias religiosas y ot7os valores arcaicos solo eran estu- iados para saber mejor como eliminarlos. Sin embargo, las evidencias de inviabilidad del modelo metropolitano ee tuestros paises, ya crisis de la concepci6n unilineal de ta historia que lo sustenta, abrieron el espacio cientifico a nuevas maneras de ver la funciones sociales y economi- cas de la cultura. Se presta creciente atencion al papel (muchas veces positivo) de las diversidades culturales sn €1 crecimiento econémico, a fa soldaridad Etnica ret tiosa como recurso de cohesion social, ya las teenicas de produccion y los hAbitos de consumo tradicionales como ‘base de formas alternativas de desarrollo." ‘Un cuestionamiento semejante aparece en los discursos politicos. Ya es comin que ‘cualquier declaracion de esta- Gistas y organisms intemacionaes reconozca los erores fa que llev6 la concepcién economicista del desarrollo, y Gue los cambios tecnoldgicos y sociales deben arraigarse sideranel opel eaten 1 atari ve exons stain ee a ds age, “Putona coal Ye etn ccs aos en sir So0o- IL cea 964.1724 y 18167 se Jones Se a ear rads dear ro See dtl y de Cs Furtado, Cretiad caaraly a lds cs tre Pal Comes Costs ‘coord. tura » creacidn inceleciual en América Latina, México, Sigio or ae sans Uni po 2 138, de See a ol on Mec: ero et TES domes Mix mnt eno Pa POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA en Jos habitos culturales. También en los movimientos de oposicién, en los debates sobre las dictaduras y la de- moeratizacién, comienza a verse el papel especifico de la cultura, sobre todo de las culturas populares. Es curioso gue en un continente en el que las masas fueron decisivas en las revoluciones, por lo menos desde la mexicana de 1910, la cultura popular casi nunca haya sido un proble- ‘ma central para los estudios politicos. ;Como explicar que tantas revoluciones frustradas —la de Bolivia en 1952, los intentos de repetir la experiencia cubana en ése y ¢n otros paises— no hayan suscitado trabajos cientificos sobre las causas por las que las masas fueron derrotadas 0 no respondieron a los llamados de las vanguardias? Es en esta altima década cuando se desarrolian estu- dios interesados en entender las bases culturales de los movimientos populistas y revolucionarios. Algunas in- ‘yestigaciones y polémicas sobre las principales revolu- cciones (desde ia mexicana a ta nicaragiiense) y sobre los regimenes dictatoriales han puesto en evidencia el papel de Ja cultura en la construccién de la hegemonia y el consenso.” El interés por conocer los procesos cultura- les esta creciendo también en movimientos populistas y de izquierda que reconocen entre las causas de sus derro- tas las falencias de concepciones clientelistas y economi- cistas sobre el desenvolvimiento ideolégico de las '2 Un ejemplo valloso por su nivel argumentativo y porque result det scuerdo entze muchos pases: la “Conferencia infergubertarncntal sobre las politicasculturales en América Latina yal Caribe. Problemas y perspectives", Bogota, 10-20, enero 1978, Paris, unssco, 1977 5 Adem de os textos citados de Micely Bonfl Batata, sf como ls eferi- sdova Cuba y Nicaragua, pueden consularse los bros de Alberto ira, Pol ultura popular: ta Argentina perontsa (1945-1955), Buenos Aires, Et. dea lor, 1983: Vasis, Polio culural det Estedo mexicano, ce care, 1983; Suan Carlos Tedesco ef a, El proyecto educative autortaio. Argentina 1975. 1982, Baos Aires, rLacso, 1983; Oscar Landi, "Cultura Politica en la trace Siciou democrdtiea™: en 0. Orla ot a, "Proceso", cris teanscton de ‘mocritica, Bucsos Aires, Cabn., 1984; ¥ José Foaguln Brunner. “Cultura y crisis de hegemonias”, en JJ. Brunnecy G. Catalan, Cinco estudios sobre ‘culture y sociedad, Saitiagn de Chile, r.acso, 1985 POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 25, masas."« El agotamiento del foquismo guerrillero y de la idealizacion del proletariado como nica clase revolu- cionaria ha suscitado mayor preocupacién por entender el comportamiento de todos los seciores populares, in- cluso las manifestaciones culturales aparentemente me- nos vinculadas con la movilizacion politica inmediata, eto que condicionan la manera en que las clases piensan y actiian. Coincidentemente, la redefinicién del concepto de cultu- ra ha facilitado su reubicacién en el campo politico. Al de- jat de designar unicamente el rinc6n de los libros y las. bellas artes, al concebir la cultura —en un sentido mas proximo a la acepcién antropolégica— como el conjunto de procesos donde se elabora la significacion de las estruc- firas sociales, se la reproduce y transforma mediante ope- raciones simbélicas, es posible verla como parte de la socializacion de las clases y los grupos en la formacion de Jas concepciones politicas y en el estilo que la sociedad adopta en diferentes lineas de desarrollo. Los aspectos simbélicos de la transformacién rural y del reordenamien. to del espacio urbano, que hasta hace poco solo atraian 2 antropélogos y semidlogos, hoy son considerados claves para el éxito 0 el fracaso de las politicas. La funcion de {la cultura en problemdticas tan diversas (en la campesina y la urbana, en la migratoria y ecol6gica, en la forma- cién de 1a memoria nacional y el consenso politico) ha extendido enormemente su visibilidad social y ha puesto on evidencia la necesidad de desarrollarla con politicas organicas. Se verdi a lo largo de este libro que estas causas més 0 ‘menos estructurales por las que las politicas de la cultura adquieren un lugar central son acentuadas por la actual 4 Vase, cic vis, lo rebalos de Brunner, Cia y Landiya mexciona- ‘sal como los textes de E. Lacan, Jord Borja, H. Bejan. Cotler y Fe, Cardoso, en J, Labastida Martin del Campo etal, Hegemoniay alternaivay oliticas en América Latina, México, Selo xx, 1985, POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, crisis socioeconbmica. Por un lado, la crisis de los paradig- ‘mas de desarrollo y transformacion genera interrogantes ‘culturales, en el sentido mas radical: qué clase de sociedad ‘queremos, para qué trabajar, de qué sirve aumentar el ni- ‘yel educacional, como articular los intereses individuales ‘con los colectivos. Pero a la vez la crisis presente | ‘de las so- ciedades latinoamericanas, agravada por el modelo neo- ‘conservador con que se pretende sobrellevarla, disminuye Jas posibilidades de crecimiento cultural. Se reducen los fondos piblicos para la ‘educacion y para investigar y di- fundir los bienes culturales, los salarios se empobrecen y estrechan la capacidad de acceder al conocimiento y el ar- te. En cl momento en que comprendemos mejor el papel que la cultura puede cumplir en la democratizacion de la sociedad estamos en las peores condiciones para desarro- llarla, redistribuirla, fomentar la expresion y el avance de Jos sectores populares. Por esto mismo, si pensamos que el trabajo cultural es necesario para enfrentar democraticamente Jas contra dicciones del desarrollo —como recurso para cohesionar a cada nacion o clase en torno de tin proyecto compren- dido y compartido, como lugar en el cual se exprese la participacion critica de diversos sectores y se renueve el consenso-—, la crisis de la cultura debe tratarse junto con la que se vive en la economia y la politica. No basta en- tonces una politica cultural ‘concebida como administra cidn ratinaria del patrimonio historico, 0 como ordena- miento burocratico del aparato estatal dedicado al arte y Ja educacién, o como cronologia de las acciones de cada gobierno. Entenderemos por politicas culturales el con- junto de intervenciones realizadas por el Estado, las ins- tituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbdlico, satisfacer las, necesidades culturales de ia poblacién y obtener consen- so para un tipo de orden o de transformacién social. POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 7 a lye [ag a la | 18 [esd lady a gh lai zea Bg [$288 f7e3,jecs lat, | 2g ag Seesale2, 22 | a gee H zeUaejede aa8s Piigse [esd Safes 2537 nA Bee! See apie die sles PAE Ag : : sla ai ag Se, eae i He le eed Ege ae Sable] G52 leghs [ise eee eiHige (a ads? 22 aaa baie elegiag | ue a idalz orgleg2s (2s ginal Ualee slut ead Bad gob if § aa fH | ale de gle a faut iG ae 3 a |dabe a lal a ou Ho ag 28 POL{TICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA IIL, Los paradigmas politicos de la accién cultural 'A fin de salir de los tratamientos meramente descripti- ‘vos 0 burocraticos dé la politica cultural, hay que enca~ rar el debate sobre las concepeiones y 1os modelos que la organizan, Vamos a intentar un esquema de clasifica- ‘ion de los paradigmas en relaci6n con los agentes so- tales que los sustentan, con sus modos de estructurar la relacion entre politica y cultura, y con su concepcion del ‘desarrollo cultural. Presentaremos las bases doctrinarias de cada una, las situaremos brevemente en sus condi- ciones de aparicion y examinaremos sus consecuencias en la politica cultural. En cada caso, vamos a dar ejemplos de cémo relacionan la cultura de élites con la Popular y ambas con la masiva, pero el propdsito central es analizar los paradigmas ideolégicos y confrontarlos ‘con sus practicas. a) El mecenazgo liberal La primera forma de promocion moderna de la cultura, sobre todo en la literatura y en las artes, es el mecenaz- go. Si bien su origen se remonta a los encargos de los pa- as, reyes y principes, con la acumulacion economica urguesa s¢ desarrollan formas mAs libres de subveneién ‘a los artistas y escritores. El mecenazgo moderno impo- ne menos indicaciones precisas sobre el contenido y el estilo del arte porque la burguesia no exige relaciones de dependencia y fidelidad extremas al modo de los sefiores feudales, Su protectorado se guia por la estética elitista de las bellas artes, y por eso mismo establece los vinculos ‘entre mecenas y artistas segiin los ideales de gratuidad y fibre creacion. Declaran apoyar a los creadores sin mas motivos que su generosidad y sin otro fin que cl de im- pulsar ‘‘el desarrollo espiritual’’. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 29 Esta forma de promover la cultura, que en Europa tuvo su auge cuando atin no existia un mereado artistico amplio que organizara la relacién de los creadores con el pabli- co, subsiste en EUA y otros paises centrales en los que el Estado no es el impulsor predominante de a produccion cultural. En América Latina, la debilidad del mercado artistico sigue dejando espacio a muchas fundaciones cul- turales promovidas por una persona o una familia, que sostienen algunas actividades més costosas 0 con menor capacidad de autofinanciamiento (artes plisticas, teatro y Opera). Podemos ver como continuadores actuales del me- cenazgo a la Fundacién Matarazzo que auspicia la Bienal de Sao Paulo; a Jorge Glusberg, duefio de una de las prin- cipales fabricas de artefactos Iuminicos argentina (Modu- Jor) y a la vez director y financiador del Centro de Arte y ‘Comunicacién de Buenos Aires; a la Fundacion Cultural Televisa que, asociada a las 47 empresas de Ty, radio, publicaciones y discos del consorcio det mismo nombre, auspicia en México instituciones y eventos culturales. En estos casos, 1a accién mecenal se superpone 0 se mercla con el mercado artistico, pero perduran en la po- litica de esas personas y/o instituciones rasgos clasicos del mecenazgo. Una familia poderosa 0 un consor- cio controlado por un gran empresario dona periddica- mente altas sumas de dinero para la creacién artistica, basado en gustos y criterios de seleccion personales. El desarrollo de la cultura no es visto como una cuestion colectiva, segin ocurre en las restantes concepciones politicas que luego analizaremos, sino como el resultado de relaciones individuales: es una decisin personal la de financiar ciertos gastos culturales y elegir a quién se dar dinero, y se supone tambien que la creacién artistica y literaria es un acto de individuos aislados. Si bien esta promocién del arte toma en cuenta a veces la difusion a un pitblico amplio, subvencionando bienales o publica: ciones, ¢s mas para reubicar la accion mecenal en la di mension masiva de la cultura contemporanea que por un 0 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, real intento de responder a demandas sociales. Por es, dichas acciones persiguen siempre un rédito publicitario para quien las financia. La formula mas extendida es construir edificios o auspiciar eventos que, al llevar el nombre del mecenas, ostentan su. poder y su riqueza bajo el lenguaje eufémizado de los bienes culturales. Otras veces, el protector —convertido en editor 0 critico de arte— asocia su nombre al prestigio de los creadores y ala vez controla su produccién y difusion. Hay que decir que esta concepcin mecenal se en- cuentra en ocasfones dentro del aparato estatal, sobre todo en paises que atin no cuentan con estructuras insti tucionales adecuadas para promover la cultura con or- ganizaciones democraticas que regulen la participacion de los productores. Se encarga entonces a un familiar del presidente 0 a un “hombre culto” de confianza la administracion de los fondos para la cultura y el arte, y éste los distribuye a sus amigos 0 a los artistas que admi- ra segiin criterios personales. Puede pensarse, desde una concepcién actual de lo que deben ser las politicas culturales, que el mecenazgo no llega a serlo porque no se organiza en relacién con las necesidades colectivas. Suele reducirse a la alta cultura y no pretende fijar estrategias globales para resolver los problemas del desarrollo cultural. Sin embargo, consi- deramos al mevenazgo una forma de politica cultural porque ha servido y sirve en varios paises para normar las relaciones en este campo, distribuir fondos impor- tantes, establecer lineas prioritarias de crecimiento y desestimar otras. b) El tradicionalismo patrimonialista Esta posici6n ha surgido especialmente on los Estados oligarquicos y en los movimientos nacionalistas de derecha. Define a la nacién como un conjunto de indivi- POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 31 duos unidos por lazos naturales —el espacio geografico, la raza— e irracionales —el amor a una misma tierra, la religién—, sin tomar en cuenta las diferencias sociales entre los miembros de cada nacién. Aunque desprecia los ziterios histbricos para definir 1o nacional y se apoya en componentes bioldgicos y teliricos (rasgo tipico del pen- samiento de derecha), en realidad este nacionalismo con- sagra un modo de relacionar la naturaleza con la historia: el orden social impuesto, en una etapa de bajo desarrollo de las fuerzas productivas, por los latifundistas y la Igle- sia. Su rechazo de la historiaes, en verdad, un recurso pa- ra apuntalar un periodo historico particular, aquel que se desmorona ante la industrializacion y la urbanizacion, esa herencia dificil de reacomodar en medio de coniflicios protagonizados por nuevas fuerzas sociales. Sus medita- ciones metafisicas sobre “‘el Ser nacional’” buscan preser- var en el plano simbélico la identificaci6n de los intereses nacionales con los de fos patricios y las grandes familias. Disimulan, bajo interpretaciones aristocraticas del pasa~ do, la explotacién con que la oligarquia obtuvo sus privi legios; bajo el respeto a los origenes, la sumision al orden que los beneficio. La dinamica historica, que ha ido cons- titayendo el concepto —y el sentimiento— de nacién, es diluida en la “‘tradicibn”. Se olvidan los conflictos en me- dio de los cuales se formaron las tradiciones nacionales o se los narra legendariamente, como simples tramites ar- caicos para configurar instituciones y relaciones sociales que garantizarian de una vez para siempre la esencia dela Nacién: la Iglesia, el Bjército, la Familia, la Propiedad. Este discurso arcaizante ha encontrado la forma de insertarse en algunos movimientos populares. En Argen- tina —quiza donde tuvo mayor difusion y éxito politi- co— fue elaborado originariamente por figuras como Leopoldo Lugones y Julio Irazusta, pero sectores de de- recha del peronismo retomaron en afivs recicutes sus principales temas, su estilo metafisico de explorar la identidad, la certeza de que los problemas del pais se re- 2 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA solverén mediante alianzas entre las instituciones que guardan la herencia: el Bjército, la Iglesia y el Pueblo, entendido como una fuerza mistica y telirica. Si bien la oligarquia aristocratica ha sido la principal portadora de este tradicionalismo, muchos de sus rasgos son reasumidos por corrientes populistas que asignan @ una version idealizada del pueblo el micleo del Ser na- cional. Su politica cultural consiste en la preservacion del patrimonio folelorico, concebido como archivo osi ficado y apolitico. Este folclor se constituye a veces en tomo de un paquete de esencias prehispinicas, otras mezclando caracteristicas indigenas con algunas forma- das en la Colonia o en las gestas de la Independencia, en otros casos convirtiendo en matriz ahistérica ciertos ras- g08 que distinguirian nuestra personalidad nacional de lo Otro: lo fordneo, lo imperialista. Ya sea como folclor predominantemente rural 0 urbano, tales tendencias coinciden al pretender encontrar la cultura nacional en algiin origen quimérico de nuestro ser, en la tierra, en la sangre o en “‘virtudes”” del pasado desprendidas de los procesos sociales que las engendraron y las siguieron transformando. No toman en cuenta, por lo tanto, las manifestaciones culturales presentes de las clases subal- ternas que se apartan de ese origen idealizado; son inca- paces de incluir en los proyectos politicos las nuevas préc- ticas con que los sectores populares intentan modificar su dependencia de la cultura hegeménica, o crean e inven- tan lo que el sistema imperante no les da para responder a sus necesidades. En Brasil el tradicionalismo patrimonialista ha servi- do como soporte ideoldgico para que los sectores hege- ménicos constituyan un “espacio de neutralidad’” en el que se diluyan las contradicciones sociales y diferentes clases puedan encontrarse representadas en la “cultura nacional”. Renato Ortiz expone una linea mas o menos recurrente en la historia brasilena, que va desde Silvio Romero en el siglo XIX a Gilberto Freyre en los aflos POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 33, treinta, hasta la fundacién Pro-Memoria y el Centro de Referencia Cultural, dirigidos por Aloisio Magalhaes: Las categorfas de ‘nacional’ y ‘popular’ son relabora- ‘das en funcién de un discurso que tiende a ser lo mas slobalizamte posible {...] El Estado manipula la categoria de memoria nacional en el interior de un ‘cuadro de racionalizacién de la sociedad. Esta memoria le posibilita, por un lado, establecer un puente entre el presente y el pasado, lo que lo legitima en Ia historia de tun Brasil sin rupturas ni violencia. Por otro, esa memo- ria se impone como memoria colectiva, es decir, como mito unificador del Ser y de la sociedad brasifena.!* En Argentina y Uruguay, paises formados mediante la sustituci6n de pobladores indigenas por una mezcla he- terogénea de inmigrantes, la pretension de absolutizar como propia y exclusiva cualesquiera de las raices desen- tendiéndose de la historia reciente es una empresa irriso- ria, casi extravagante. Pero tampoco resiste ante la in- formacién antropolégica mas elemental que se afirme el nacionalismo sobre un origen racial puro en los paises, andinos 0 mesoamericanos, como fo intentaron algunas corrientes indigenistas. El texto de Bonfil publicado en este volumen enumera los efectos desdichados que esa pretension de pureza y Ja preocupacién por conservarla intacta han tenido en las practicas indigenistas. Por un lado, aisia elementos culturales —danzas, indumenta- «ias, ritos— y los “folcloriza’” en su sentido més super- ficial para convertirlos en espectaculo para turistas. Por otro, la ilusién de que seria posible “dejar libres’* en su estado actual, “sin interferencias””, a pueblos indios que suftieron cinco siglos de dominacién, equivale a ocultar lo que se les sustrajo y muchas de sus reivindicaciones 15 Renaio Ortiz, Culture brasileira & identdade nacional, Sao Paulo, aicora Brasiense, 1985, pp. 124-125. POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA. 34 histricas. A la vez, ‘‘se cancela, de hecho, la posibili- dad de que se actualicen las culturas indias, es decir, de que alcancen su ser contemporaneo que les ha sido nega- do por la dominaci6n colonial’. No se trata de que un gesto benevolente de alguna éli- te —politicos populistas, antropélogos 0 funcionarios indigenistas— permita repentinamente que los sectores, populares sean como son (como los dejé la opresion). El problema, dice Bonfil, reside en desarrollar una politica que garantice Ia autonomia y el control de esos sectores sobre las estructuras econémicas y culturales, sobre sus. proyectos de cambio, su interaccién con la sociedad na- cional y con el desarrollo internacional, a los que ya es- tan vinculados. La politica cultural no puede ser enton- ces como la labor del arquedlogo que quita prolijamente Jo que se fue sumando sobre las ruinas, recoge las piedras caidas y reconstruye —fuera de la realidad— la ilusion de otro tiempo. Los procesos culturales no se pa- ‘recen a las vitrinas de los museos ni a los yacimientos ar- ‘qucoldgicos, sino a la indecisa o aturdida organizacion de nuestras ciudades. Aun en paises donde lo étnico ha Jogrado subsistir con fuerza, en México o Peri, la iden- tidad ha venido relaborandose, segiin lo expresa su ico- nografia pluricultural: formas vegetales y animales pre- cortesianos se mezelan con la figuracién barroca y la arquitectura neoelasica, con edificios modernos, auto- miviles y earteles de neon. Defender nuestra identidad ‘es tener una politica para intervenir en la lucha que esas fuerzas vienen librando en nuestra historia. | ¢) El estatismo populista Hay otra concepcidn sustancialista de 1a cultura. Para lla la identidad no est contenida en Ia raza, nien un paquete de virtudes geograficas, ni en el pasado o la tra~ dicion. Se aloja en el Estado, Como consecuencia de POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 35 Procesos de independencia o revolucién, el Estado apa- rece como el lugar en que se condensaron los valores na- cionales, el orden que reine las partes de la sociedad y regula sus conflictos. Una organizacion mas o menos corporativa y populista concilia los intereses enfrenta- dos y distribuye entre los sectores més diversos la con- fianza de que participan en una totalidad protectora que Jos abarca. Esta “‘participacién” puede estar sostenida magicamente por la figura mitologizada de un lider i (Vargas en Brasil, Peron en Argentina) o por una estrue- | tura partidario-estatal jerarquicamente cohesionada (el sistema mexicano).'¢ Decimos que para esta concepcién lo nacional reside en el Estado y no en el pueblo, porque éste es aludido como destinatario de la accién de! gobierno, convocado a adherirse a ella, pero no reconocido efectivamente como fuente y justificacion de esos actos al punto de so- meterlos a su libre aprobacion o rectificacion. Por el contrario, se exige a las iniciativas populares que se su- bordinen a “los intereses de la nacion” (fijados por el Es- tado) y se descalifican los intentos de organizacion inde- pendiente de las masas. También suele recurrirse al of @tnico o al orgullo historico para reforzar la afirmacion nacional, por lo cual esta cortiente prolonga en parte la anterior; pero el ejercicio y el control de la identidad nacional no se derivan mecénicamente del pasado sino de la cohesi6n presente tal como el Estado la representa. _ La politica cultural de esta tendencia identifica la con- tinuidad de lo nacional con la preservacién del Estado. Promueve, entonces, las actividades capaces de cohe- sionar al pueblo y a algunos sectores de la “burguesia nacional’’ contra la oligarquia. Esta politica favoreci6 ‘6 Para el anal de este era en el caso argentino, véase de Juan Carlos | Portaniero y Emilio de Ipola, ‘Lo nacional popular ¥ Tos popalismos real- snente exstentes'", en Nuboo Sociedad. Caracas, mayorjunia 1a8l, em. $4 Db. 7-18. Sobre el proceso mexicano, el articulo de Pablo Gnzslez Casanova “Ta cultura politica en México", ea Nexas, nim. 3%, 36 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA en el primer gobierno peronista un desarrollo inusitado de la cultura subalterna (por ejemplo, el auge del tango y Ia poesia popular), y generé una industria cultural bajo la proteccién del Estado (politica nacional de ra- diodifusion, ereacién de estudios de cine) que por pri- mera vez legitimé y divulg6 masivamente muchos temas y personajes populares. En los primeros meses del il- timo gobierno peronista, en 1973, un proyecto politico semejante, radicalizado fugazmente por la izquierda, impuls6 talleres barriales de plAstica, musica y teatro, ex periencias criticas de comunicacién masiva y produccion cultural del pueblo que trascendian el control estatal. ¢Por qué tantas veces —no s6lo en Argentina— este crecimiento de la cultura popular se desvanece al poco tiempo 0 es manipulado (0 reprimido) por los Estados populistas? Hay razones derivadas de la descompo: econémica y politica de tales procesos, pero tambien se debe a una caracterizacién inadecuada de lo popular, ues el populismo fo entiende como el conjunto de gus- tos, habitos sensibles e intelectuales “espontaneos”” del pueblo, sin discriminar fo que representa sus intereses y To que le fue impuesto a las masas a través de la educa- ‘cién escolar y comunicacional. Al no cuestionar las estructuras ideolégicas de la dominacién, los programas de democratizacién educativa y reivindicacién de la cul- tura popular emprendidos por los gobiernos peronistas quedaron a mitad de camino. Su caracterizacién chovi- nista de lo popular y lo nacional, explicable en el primer gobierno de Peron como Ia ideologia que acompataba Ia politica de sustitucién de importaciones, hizo recha- zat en bloque lo extranjero y encumbrar indiferenciada- mente los temas y el lenguaje del pueblo mezclando lo re- accionario y lo progresista, los intereses de los oprimidos y los de la industria cultural. Rara vez el nacionalismo opulista reconoce que muchos ingredientes confor- mistas o fatalistas del folclor deben ser reformulados, e plantea como usar la cultura de otros pueblos que aie iiacasemsssaaunts POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 37 representa avances del conocimiento o brota de experien- cias liberadoras. Es stil al Estado la cohesion confusa de sectores sociales internos, la indulgencia con que el fol- clor ensalza los rasgos nacionales y la atribucion exclusiva de las culpas.a adversarios extranjeros o miticos respecto de los cuales el gobierno aparece como paternal defensor. Puesto que no interesa la intervencin transformado- ra del pueblo para redefinir el proyecto nacional, no se auspicia la experimentacion artistica ni la critica intelec- tual. Los artistas innovadores y los intelectuales. inde- pendientes son acusados de desligarse de ‘‘los intereses populares y nacionales’’. Muchas veces esto es cierto, pero el nacionalismo populista no sefiala la verdadera desconexion entre intelectuales y pueblo. Su incompren- sin de los requisitos especificos de la investigacién cienti- fica y artistica le hace despreciar el trabajo tedrico y la au- tonomia parcial necesarios en la produccién cultural; al desconocer a importancia de la evolucién critica de las masas, juzgan como extrafios al pucblo aun alos partidos de izquierda que cuestionan Ja enajenacién generada en los oprimidos por un sistema desigual de acceso al arte yel saber. El peronismo atenué esta desigualdad al facilitar al ingreso a la educacion media y superior, a todo tipo de espectéculos y productos culturales masivos. Pero esta expansion cuantitativa, lo mismo que el distribucionismo econdmico, no modificé las cauisas estructurales de la de- sigualdad, ni fue acompaitada por una relaboracion criti- ca de los habitos culturales del pueblo. En varios movimientos populistas latinoamericanos encontramos que su politica cultural trata de reproducir las estructuras ideoldgicas y las relaciones sociales que legitiman la identidad entre Estado y Nacion. Sin em- bargo, no hay que entender esta reproduccién como me- canica y repetitiva. A diferencia de Ia adhesion declama- toria del racismo a un linaje ficticio, los componentes iradicionales de la nacionalidad son reformulados por el Ewadv para adecuarlus a nuevas ctapas del desarrollo POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA capitalista y a la relaboracién de la alianza de clases re- querida por los cambios socioecondmicos y politicos. ) La privatizacién neoconservadora Si bien la posicion estatista sigue presente en algunos paises, la corriente hegeménica en la actualidad es la que desarrolla una politica coherente con la reorganizacion monetarista de las sociedades latinoamericanas. Las ten- dencias que buscaron expandir el papel del Estado en la cultura estuvieron asociadas a regimenes nacionalistas 0 desarrollistas que impulsaron cierto crecimiento auténo- mo y redistribucion de la riqueza: esta constante se ob- serva en paises y procesos tan dispares como en varios gobiernos mexicanos, los dos primeros del peronismo, el periodo de Velasco en Perit y el de la Unidad Popular en Chile.” La tiltima etapa de fortalecimiento de la accién cultu- ral de los Estados fue durante la década de los sesenta, y en ciertos paises a principios de los setenta, cuando América Latina alcanz6 un desarrollo mas sostenido y diversificado, crecieron la produccién y el mercado in- terno, y se amplié el consumo a nuevas capas sociales. Esa incorporacién de sectores antes excluidos se mani fest6 tambien en el campo cultural: el cambio basico fue el acelerado crecimiento en el ingreso a la educacion su- perior (en 1950 habia 250,000 estudiantes; al finalizar ta década de los setenta llegan a 5,380,000). Hubo, asi mismo, un vertiginoso desarrollo de las ciencias sociales y de las vanguardias artisticas, nuevas tecnologias mo- 17 No incluimos los procesosrevolusionarios cubano ynicaraguense, don- e ocurte ia mayor ampliacion de a accién estatal en la culturs, porque st toncepeion, sus condiciones de realizaciony su politica corresponden a ots estratgias de cambio. 1 Juan Carlos Tedesco, “5.380.000 preguntas al futuro”, Nueva So- ciedad, 76, maczo-abril, 1985, p28 POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 39 dernizaron la produccién y difusin cultural (expansion de la TY, uso de materiales y procedimientos avanzados en el disefio industrial y la ereacién artistica). Aunque no fueron eliminadas tas desigualdades entre las clases en el acceso a Ia cultura, se extendié su circulacién y se democratizaron sus contenidos. Algunos Estados con- tribuyeron a este proceso creando nuevos organismos para promover el arte y la educacién, ¢ iniciaron una po- litica institucional sistemética en ef Area cultural, como ccurrié en Brasil, Pera, Venezuela y Colombia. En va- rios paises —sobre todo en México y los del area andi- na— encontramos una valoracién creciente de las cultu- ras populares: se crearon museos y otras instituciones dedicadas a promover y estudiar el folclor, a rescatar las culturas indfgenas y urbanas, se extendid la educa- cién a sectores marginados. Fue también el periodo de mayor avance de los movimientos populares, y en algu- nas regiones se logr6 cierta redistribucién de los bienes ‘econémicos y culturales. ‘A mediados de los setenta la crisis econémica interna- cional y las dificultades internas de los gobiernos demo- créticos fueron ahogando las expectativas desarrollistas y socializantes. Para enfrentar la crisis, las corrientes neo- conservadoras reorganizan el modelo de acumulaci6n, climinan las areas ineficientes del capital (las estatales y las privadas més débiles) y buscan una tecuperacién de la tasa de ganancia mediante la concentracion monopélica de la produccién y su adecuacién al capital financiero transnacional. Son restructurados los procesos de traba- jo, se prescinde de personal, se suprimen conquistas labo- rales y se reducen los salarios en relacién con el costo de vida, Simultaneamente, se restringe el gasto publico en servicios sociales; entre ellos, el financiamiento de pro- gramas educativos y culturales, y las inversiones para in- vestigaci6n cientifica, sobre todo si no dan resultados in- mediatamente utilizables para el desarrollo tecnolégico cn las areas priotizadas por la politica monetarista. Estos 40 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA programas son ain mas afectados en los paises del Cono Sur y en Centroamérica, porque una parte sustantiva del presupuesto estatal se transfiere a los gastos de armamen- to y del aparato represiv El artfculo de Jean Franco describe la manera en que esta tendencia esta cambiando fa politica cultural en este pais y en el gobierno en que nacio: EUA en la era de Rea- gan. Junto con la reduccién del gasto piblico en cultura, educaciin y servicios, se quiere regresar a valores tradicio- nales “americanos”” que apoyen la restructuracién politica, y econémica. Con este fin, mezclan ingredientes variados la reivindicacion extrema del éxito individual, el resta- blecimiento de ta ensefianza religiosa en las escuelas, la exaltaci6n det machismo en la politica nacional y exte- rior, la persecucidn del pensamiento critico en universi- dades y medios informativos. En América Latina, el monetarismo continué algunas de esas tendencias, con efectos diversos segiin los paises. Pero asombra la coherencia continental de su orieni cién basica, especialmente en los altimos afios, cuando la gravedad del endeudamiento externo paraliza el desa- rrollo del sector piblico. El objetivo clave de la doctrina neoconservadora en la cultura es fundar nuevas tela~ ciones ideolégicas entre las clases ¥ un nuevo consenso que ocupe el espacio semivacio que ha provocado la crisis de los proyectos oligdrquicos —que dieron origen a la cultura de élites—, de los proyectos populistas —que im- pulsaron la reivindicacién politica de las culturas y los movimientos populares— y de los proyectos socialistas de los aflos sesenta y setenta —que intentaron fundar una nueva cultura politica en las luchas revolucionarias. Para lograrlo, los principales recursos son transferir a las em- presas privadas la iniciativa cultural, disminuir la del Es- tado y controlar la de los sectores populares. ‘Como evidencia de la extension continental de esta politica, queremos hacer un breve andlisis comparativo de su accién en dos Ambitos muy diferentes: en los POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 41 paises del Cono Sur, donde se impuso a través de dicta- duras militares, yen México, donde el monetarismo esta remodelando —-dentro de la continuidad institucional— la politica cultural establecida desde la Revolucion. 4) México fue el pais latinoamericano que mas tarde Ile- 6a la crisis econémica internacional, 0, por lo menos, el que demord mas en presentar signos. En parte, por sit estabilidad politica, el control y la cohesién social inter- nos, y también por las condiciones economicas més fa- vorables que le dieron las exportaciones petroleras. La crisis se manifiesta dramaticamente a mediados de 1982 cuando se reconoce la incapacidad de pagar la deuda ex- terna, se reorganiza la politica presupuestaria y comien- za a ejercerse una severa austeridad en el gasto piiblico. Como consecuencia, en los dos tltimos afios se observa en México una restructuracion de Ios vinculos entre las. principales acciones culturales: del Estado, de las empre- sas privadas y de los sectores populares. La aplicacion de las recetas monetaristas implica, entre otras cosas: te- ducir los fondos estatales para educacién y cultura, eli minar el asistencialismo respecto de las necesidades po- pulares basicas y ceder a las empresas privadas espacios. tradicionalmente administrados por el gobierno. En 1985 y 1986 se recorté cuatro veces el presupuesto otorgado, se suprimieron instituciones estatales (Ia distribuidora del Fondo de Cultura Econémica, el Fonagora, el Fondo Na- cional para el Desarrollo de la Danza Popular Mexicana, entre otras) y las que subsisten disminuyen notoriamente su actividad (el Instituto Nacional de Bellas Artes redujo en 1985 el 27% de los actos artisticos y culturales en rela- cién con el mismo periodo de 1984; la Subsecretaria de ‘Cultura, que habia iniciado en 1983 una ofensiva cultural y educativa en television —produjo 2,120 programas en 1984—, disminuyd en un 75% su actividad para 1985.» | Homero Campa y Manuel Robles, “Por ‘no pricritaria’,e recortepre- supuesal serumba sla cultura’, Proceso, nim. 449, 10-V-8S, pp. 46-49. a POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA ‘Las formas tradicionales de acceso ala cultura, como son la educacién, la compra de libros y la asistencia a espectacu- os artisticos, también han sido afectadas por el incremen- to de los costos y el empobrecimiento de los salarios, En tanto, {2 iniciativa privada ocupa espacios insufi- cientemente atendidos a causa de la reduccion de las in- versiones estatales en la educacién y la cultura. Financia y orienta mas escueias privadas, expande su influencia a través de los medios masivos (la cadena Televisa) y de museos ¢ instituciones de “‘alva’’ cultura, Las empresas privadas también se ocupan, en la television, en exposi- ciones y concursos, de las artesanias y tradiciones popu- fares, acentuando su mercantilizacién y adaptando los conienidos a la vision pintoresquista y espectacular de Jos entretenimientos masivos. La iniciativa privada com- Pite con el Estado con el propésito de sustituirlo como agente constructor de hegemonia, o sea como organiza- dor de las relaciones culturales y politicas entre las cla- ses, Su accion intenta remplazar una hegemonia basada en la subordinacion de las diferentes clases a la unifica- ion nacionalista del Estado postevolucionario por otra ‘en que la iniciativa privada aparezea: a) como benefac- tora y legitimadora de 1a produccién cultural de todas las clases; b) como defensora de fa libertad de creacién cultural frente a cualquier “‘monopolio” estatal de la in- formacién y la educacién, yc} como enlace entre la cul- tura nacional y Ja cultura transnacional, presentada como modelo. b) El interés por comparar los efectos de la politica monetarista en México con los que tiene en Argentina y Chile se basa en sus sorprendentes coincidencias, pese a tratarse de sociedades muy distintas. La confrontacién ¢s particularmente interesante respecto del caso argent No, porque esta sociedad, que, a diferencia de la mexica- na, se formd mediante la sustitucién de poblacion indigena con migrantes europeos, se caracteriza por un crecimiento demogratico mas bajo y por el proceso de POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 43, modernizacién mas acelerado de América Latina en la primera mitad del siglo Xx. Pero la inestabilidad politica, la debilidad del Estado en comparacién con la sociedad civil —rasgos que también diferencian a Ar- gentina de México— agudizaron en ese pais las dificulta- des estructurales para el crecimiento propias de las so- ciedades dependientes. Estas causas, unidas al avance de movimientos populares y organizaciones guerrilleras a comienzos de los setenta, hicieron que el reordenamien- to monetarista de mediados de esa década s6lo pudiera cumplirse a través de una violenta dictadura militar. Por eso fueron mas severas que en México medidas semejan- tes (la reduccién del gasto pitblico en educacién y cultura, Ja desocupacién y el empobrecimiento de los salarios, Ja desercion escolar, el avance de la transnacionalizacion: econémica y cultural). Hubo, ademas, y como en otras sociedades que sufrieron dictaduras militares, cambios muy drasticos en Ja cultura y la vida cotidie ma, debidos a que Ia reorganizacion econémica se efectué neutralizando buena parte de la resistencia (censura a los productores culturales y su exilio masivo, privatizacién y elitizacion de actividades educativas y-cientificas, restructuracion de la vida diaria con objetos y estilos de consumo de origen transnacional). Los Estados autoritarios —ajenos a las razones por las. que el gobierno mexicano mantiene la difusion cultural en sectores populares, rescata y promueve las tradiciones nacionales—aplican’ més enérgicamente la propuesta monetarista de reducir el apoyo estatal a la ‘Promocion publica de la cultura en beneficio de la apropiacién pri- vada. Desinteresados del consenso masivo, y habiendo suspendido o restringido la actividad politica, dejan que la iniciativa privada sustituya al Estado, a los partidos y organizaciones populares en la restructuracion de la identidad cotidiana, de los sistemas de reconocimiento, prestigio y diferenciacién simbolica entre las clases. Al clausurarse los espacios politicos y monetarizarse exten- 4 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA sivamente la economia, cambian las formas de interpela- cidn ideol6gica que constituian a los sujetos sociales: mientras en décadas anteriores la identidad de los grupos se formaba desde discursos que apelaban a las personas en tanto “‘ciudadanos” o “‘compafieros”, en el ultimo decenio el discurso mercantil los interpela como ‘‘consu- midores””, “ahorristas"’, 0. “‘inversores”’, 1a represion desactiva los mecanismos de movilizacién y cooperacion colectiva, trata de reducir la participacién social a la in- sercion particular de cada individuo en los beneficios det consumo y dela especulacién financiera. Otra consecuencia de los regimenes autoritarios, que contribuye a la transnacionalizacion y privatizacién de la cultura, es la supresin de la autonomia del campo simbélico. Cerrado el juego plural en las escuelas y las editoriales, en las prensas y la TV, en todas las instancias de elaboracién ideologica y mediacién politica, las inst tuciones nacionales pierden la posibilidad de retomar criticamente las tradiciones culturales propias y de Fepresentar las demandas sociales. Las universidades, la experimentaci6n artistica, los programas de opinién en os medios ya no disponen de independencia respecto del Estado y del poder econdmico que hacia posible su ac- cién renovadora. Se elimina la competencia interna del campo cultural, ‘‘el conflicto entre grupos incumbentes ¥ contendientes es regulado por la previa exclusion de los sectores disidentes’”, explica Brunner refiriéndose al caso chileno. La ausencia de confrontaciones abiertas favorece una “‘tendencia conservadora, que se acompa- fia por formas de movilidad ‘patrocinada’ al interior del campo”. Esta reduccién de los espacios piblicos de debate se refuerza con las tendencias privatistas, domi- Encontremos este andlisis en textos de autores argentinesy chlenos. Ct, Oscar Land, Cultura y ooliticaen la wansieiindemerttien”, 20 0. Osea e al, op. ct, p. 109, y Gisele Munizaz, “Palas de comunicaion bajo regimencsautoritries:elcasode Chile", en Foxet al. ope... 50-52 POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 45 nantes en la vida cotidiana, que rearticulan la existencia social en torno al hogar. El campo cultural asi despoliti- zado, congelado bajo el control militar o administrativo, cede su espacio a la reorganizacion empresarial. ©) Al indicar que hoy la tendencia dominante en las pol ticas culturales es el desplazamiento de ta accion estatal a la produccién y apropiacién privada de los bienes simb6li- 08, no queremos decir que los paradigmas anteriores de- sapatecen. Son reordenados en funcién del nuevo proce- so. Por ejemplo, la intervencién creciente de las empresas enel financiamiento y orientacion de actividades cultura- Jes lleva a algunas de ellas a convertirse en “‘mecenas”” (mencionamos entre las nuevas formas de mecenazgo las de grandes industriales y 1a del consorcio Televisa). Por otra parte, si bien esta concepcién predomina en las empresas privadas, también se aplica en la admi. nistracion estatal de la cultura. La reduccién de los fon- dos pablicos y tas exigencias de productividad impuestas por la tecnocracia monetarista en todas las Areas, lleva a os Estados a reducir las acciones “no rentables’” y los eventos que “no se autofinancien”’ (el teatro, la musica ¥ las artes plésticas, especialmente sus lineas experimen tales) y concentra la politica cultural en la promocién de grandes especticulos de interés masivo. Por supuesto, estos cambios no se ptoducen sin con- flictos. Los politicos que:siguen defendiendo la respon- sabilidad del sector piiblico, o los que mantienen una concepeion populista, logran a veces preservar 4reas donde la promocién de la cultura no se subordina al va- Jor mercantil. Asimismo, hay que destacar que el reorde- namiento monetarista interactita con las demandas de los movimientos populares; depende de! grado de orga- nizacion de estos movimientos, de su capacidad de sos- tener las conquistas obtenidas, el éxito 0 los limites de la reorganizacién empresarial de la cultura. 2 Jose Jeaguin Brunner, Culture y rss de hegemonia, op. ch ©) La democratigacién cultural Este paradigma concibe la politica cultural como un programa de distribucion y popularizacién del arte, el conocimiento cientifico y las demas formas de “alta cul- tura’’. Su hipétesis basica es que una mejor difusion corregird las desigualdades en el acceso a los bienes sim- bélicos. Encontramos el origen de este modelo en Amé- tica Latina en los programas educativos y artisticos desplegados masivamente en México después de la Re- volucién. Una concepcion semejante estuvo presente en casi todos los procesos politicos de transformacion vivi- dos a lo largo del siglo en el continente. A veces, se usd el aparato estatal para desarrollar la democratizacion cultural, segiin lo vemos en el peronismo, el periodo de ‘Velasco en Pert, el de la Unidad Popular en Chile, las revoluciones cubana.y nicaragitense, Algunos: movi- tmientos politicos democratizadores confluyeron con la reorganizacién comunicacional abierta por las. i dustrias culturales: Ia expansion de la radio, la televisi ¥ otros medios masivos, asi como la ampliacién del mer- cado de bienes “‘cultos’’ (libros en kioscos de periddi- cos, discos en supermercados), colaboran en la de- mocratizacion al ampliar el conocimiento y el consumo culturales a nuevas capas. En otros casos, este paradig- ma orienté la accion de movimientos de la sociedad civil que no llegaron al poder o lo obtuvieron en breves perio- dos: pienso en los grupos de artistas plasticos, teatrales ¥ musicales que en los afios sesenta y setenta buscaron nuevos canales de comunicacidn con sectores populares (los Centros Populares de Cultura en Brasil, Tucuman Arde ¥ grupos semejantes en Argentina, las Brigadas Ramona Parra en Chile y muchisimos movimientos de este tipo que atin siguen actuando en los paises latino- americanos). POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 47 No todos, por supuesto, han manejado el mismo pro- yecto. Una distincién importante debe hacerse entre quienes trabajan por la democratizacién desde las insti- tuciones del Estado, quienes lo hacen a través de orga- nismos independientes y la acci6n difusionista de las in- dustrias culturales ejercida casi siempre bajo una légica empresarial. (Volveremos en el proximo punto sobre esa diferencia.) Sin embargo, con el fin de analizar es- ‘quematicamente los componentes comunes y el efecto acumulativo de esta concepcién muy extendida en la ac- cién cultural, nos parece ail tratar en forma conjunta sus diversas vertientes. El éxito de este paradigma ha sido hasta ahora mas re- térico que practico. Se declara en incontables discursos de gobernantes, organismos nacionales e internacionales, que el derecho a la cultura debe ser activamente respeta- do, como uno de los derechos del hombre, desarrollando programas de vasta difusién, facilitando el acceso a las instituciones educativas y artisticas. Las publicaciones y resoluciones de la UNESCO demuestran que esta doctrina fue la base de su tarea durante los aflos sesenta y parte de los setenta. Su repercusién se prolonga hasta nuestros dias, aunque se ha sofisticado incorporando propuestas renovadoras. Ya no ofmos hablar sélo de abaratar el ingre- so a los museos y conciertos, de organizar exposiciones itinerantes y circuitos temporales de espectaculos por los interiores de cada pais; con una visién més profunda de los problemas, se sugiere descentralizar permanentemente Jos servicios culturales, emplear los medios de comunica- cion masiva para difundir el arte y usar recursos didacti- cos y de animacién (visitas guiadas, técnicas de participa- ci6n, etc.) a fin de interesar a nuevos piblicos, Hay que reconocer a esta politica también resultados prcticos. Quiza sea México el pais en el que la democra- tizacion se viene desarrollando en forma més prolongada e intensiva a través de una vasta difusion. Es indudable que se ha logrado ampliar el acceso a los bienes culturales POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA cuando todos los afios los mayores museos de arte, antro- pologia e historia reciben cada uno entre 700 mil y un mi- 1l6n y medio de visitantes, cuando tos organismosestatales promueven unos 50 mil espectéculos artisticos en escuelas ¥¥ casas de cultura de todas las regiones, y se forman, tam- bién anualmente, alrededor de 2,500 nuevos promotores culturales En otros paises latinoamericanos que suftie- ron dictaduras, la lucha por la democratizacién cultural es una causa decisiva para aminorar la elitizacion de las prdcticas culturales, reconstruir espacios de informacion y critica, y deshacer las formas cotidianas de autoritaris mo que colaboraron con la opresién politica, como lo analizan los articulos de Brunner y Landi. ero en los afios recientes se viene cumpliendo en va- rios paises europeos ¥y latinoamericanos un sustancioso debate sobre este paradigma. Dos criticas son las mas ex- tendidas.2 La primera dice que la democratizacién, cuan- do consiste slo én divulgar la alta cultura, implica una definicion elitista del patrimonio simbdlico, su valoracion unilateral por el Estado o los sectores hegeménicos y la imposiciin paternalista al resto de la poblacion. (Diga- mos que en algunos grupos responsables de la politica cultural en Argentina, Brasil, Perit y México, existe una problematizacion bastante avanzada acerca de la necesi- dad de que el patrimonio a ser difundido incluya tanto los productos de la cultura popular como una relaboracion critica de la cultura de élites en relacién con las necesida- des nacionales y populares. Pero en todos estos paises existen fuertes sectores que rechazan esa reformulacion, 2 Agradezco. a la Direccibn de -Mustos det Instituto Nacional de ‘Antropologia« Historia, y a Luis Garzs, direxor de Promocion Cultural, am- bos de México, ef haberme proporcionade estes datos y otros documentos sobce la polities cultural en este pais 2 Ente los varios lugares donde pueden lese, mencionamos ef articlo de Jost Vidal-Beneyio, uHiacia uns fendamentacion tadrtoa de la. politioa cultural, Res, nim. 16, 1981, pp. 126-128, y Policaseuturdes en Furopa, Ministerio de Cults, Espana, 1980, 9p. 75-88. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO. 49 por lo cual este tema es uno de los principales espacios de lucha ideolégica.) La otra objecién se refiere a que el distribucionismo cultural ataca los efectos de la desigualdad entre las cla- ses, pero no cambia radicalmente las formas de produc- cién y consumo de bienes simbolicos. Lo confirma el hecho de que, aun en las ciudades con mayor niimero de piiblico en los eventos culturales, esas cifras siguen repre- sentando a una minoria procedente de los sectores medios y altos, con educacion superior. Las investigaciones realizadas sobre consumo cultural en Europa, y los escasos estudios existentes en América Latina demuestran que las diferencias en la apro- piacién de la cultura tienen su origen en las desigualda- des socioecondmicas y en la diversa formacion de habi- tos y gustos en distintos sectores. Estos habitos, y la consiguiente capacidad de apropiarse y disfrutar los bienes culturales, no se cambian mediante acciones pun- tuales como campafias publicitarias, o abaratando el ingreso a los espectéculos, sino a través de programas sistematicos que intervengan en las causas estructurales de la desigualdad econémica y cultural. Una politica realmente democratizadora debe comenzar desde la edu- cacién primaria y media, donde se forma la capacidad y Ja disponibilidad para relacionarse con los bienes cultu- rales, y debe abarcar un conjunto ampli de medios de difusin, critica y andlisis para redistribuir no s6lo las grandes obras sino los recursos subjetivos necesarios para apreciarlas incorporarlas. ‘Sabemos que la actual crisis econdmica y las enérgicas, restricciones en los presupuestos. piblicos disminuyen los recursos para producir cambios estructurales. Las redueciones en los fondos para la accién educativa y 2 La obra mas conssteme, especialmente por su modo de wobinae los ‘aos culitatvos y cuanttetivos bajo ana original elaboracion tebrca, esl Se Pierre Bourdieu, La distinction, Pais, Mint, 30 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA cultural vuelven dificil incluso mantener programas or- dinarios de difusion (publicidad de eventos en medios masivos, servicios educativos en. museos). También la pérdida del poder adquisitivo de los salarios obstaculiza el acceso a la cultura, aun en sectores habituados a ir al teatro ya conciertos, o a comprar discos y libros. Pero si estamos convencidos de la importancia de los derechos cculturales y del papel que la democratizacién de los bienes simbélicos cumple en la democratizacién global de la so- ciedad, las demandas en este campo debieran ocupar un puesto central en Jas luchas politicas para lograr cambios estructurales. Si no lo hacemos, de hecho estamos reinci diendo en el viejo prejuicio de que la cultura es una cues- ign suntuaria o secundaria, y colaboramos con quienes pretenden hacer del campo simbélico un simple mercado para la competencia entre empresas. J) La democracia participativa Las criticas a la democratizacién difusionista han lleva~ do a formular un paradigma alternativo. “Su contenido, afirma Vidal-Beneyto, apunta mas a la actividad que a Jas obras, més a la participacién en el proceso que al ‘consumo de sus productos.’ A diferencia de las posi ciones unidimensionales y elitistas que sostienen los pa- radigmas mecenal, tradicionalista, estatal y privatizante, ¢ incluso se infiltran en ef modelo democratizador, esta concepci6n defiende la coexistencia de miltiples cultu- ras en una misma sociedad, propicia su desarrollo auté- homo y relaciones igualitarias de participacion de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de las demas. Puesto que no hay una sola cultura legitima, la politica cultural no debe dedicarse a difundir solo Ia hegemonica sino a promover el desarrollo de todas las 2 Jost VidaL-Beneyto, op. ci, p08. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 51 que sean representativas de los grupos que componen una sociedad. Otros dos rasgos que también distinguen a este para- digma del anterior es que no se limita a acciones pun- tuales, sino que se ocupa de la accidn cultural con un sentido continuo (a través de toda la vida y en todos los espacios sociales), y no reduce la cultura a lo discursivo 0 lo estético, pues busca estimular la accién colectiva a través de una participacién organizada, autogestionaria, reuniendo las iniciativas mas diversas (de todos los gru- os, en lo politico, fo social, lo recreativo, etc.). Ademas de transmitir conocimientos y desarrollar la sensibili- dad, procura mejorar las condiciones sociales para des- envolver la creatividad colectiva. Se intenta que los pro- ios sujetos produzcan el arte y la cultura necesarios para resolver sus problemas y afirmar o renovar su identidad. Bajo los dos postulados basicos de esta posicién —plu- ralidad y desarrollo libre de cada cultura— hallamos a sectores heterogéneos. Se adhieren a esta concepcién po- liticos que actitan en instituciones estatales y quieren ra- dicalizar su labor democratizadora, antropdlogos, co- municadores y artistas que reivindican formas de vida alternativas al sistema hegemdnico, movimientos de educacién popular y desarrollo comunitario. Pareceria logico que los partidos de izquierda fueran los protagonistas de esta postura. Su declarada preocu- paci6n por los intereses populares y por impulsar un mo- do mas justo y democratico de relaciones sociales los co- loca en Ia posicion de representantes “naturales”. De hecho, de algunos de estos partidos surgieron movi- mientos que trabajan por la rcorganizacion democr- tica de la cultura, Pero en gran medida esta lucha suele darse fuera de ellos. En parte, porque muchos partidos progresistas participan de las concepciones antide- mocraticas y de las interpretaciones “‘perversas’’ de lo popular que antes criticamos: el tradicionalismo telir- co, el estatismo (0 su variante de oposicién, el parti- 2 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA docratismo) y la imposicién a las clases subalternas de concepciones paternalistas de la democratizacion, Pocos se interesan por las formas comunitarias, locales, de or. ganizacién cultural y satisfaccién de las necesidades. En los paises que atravesaron por dictaduras, el obligado re- Pliegue de fos militantes a lo privado y a fos microcircu tos barriales de comunicacién —junto al fracaso de mu. chos proyectos revolucionarios— hicieron posible que se descubriera el significado o Ia potencialidad politica de las pequefias redes de solidaridad, de los principios que ri gen los encuentros y poderes cotidianos La democracia sociocultural es, sobre todo, to de movimientos’y grupos alternatives, cuyo creci. miento en los tltimos aos —bajo dictaduras y también en regimenes democraticos— es uno de los signos fuertes de renovacién en la escena politica. A veces son organis. mos de extraccién religiosa (las comunidades cristianas de base); otros representan intentos de hacer politica en contacto directo con sectores populares, atendiendo sus necesidades inmediatas, sin la inercia burocratica y las deformaciones cupulares de los grandes partidos; algu. NOS son movimientos de trabajo educativo o cultural (grupos de teatro, de mitsica, etcétera), Nos parece que estos movimientos han logrado, més que otras organizaciones, socializar la ideologia democra. ica, antes restringida a las élites y los sectores medios, entre las clases populares, y también cierto reconocimien. to general de la sociedad y de los partidos a los derechos de estas clases a tener relaciones democraticas ¢ iniciativas Politicas en areas de las que siempre fuieron excluidos (por ¢iemplo, la ocupacion y el uso del espacio urbano). Desde principios de los ochenta se vienen haciendo eva- Juaciones criticas de este trabajo alternative. Quiz sea Chile uno de Jos paises donde ‘estos movimientos tu Vieron mas desarrollo y también donde se viene repen- POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO 53 sando mejor sus dificultades y limitaciones. Por una parte, se sefiala que estos grupos idealizan a los sectores Populares (etnias indigenas, clase obrera, grupos subal- ternos) imagindndolos ajenos a las contradicciones del desarrollo capitalista, como fuerzas enteramente contes- tarias ¢ impugnadoras.» Tienden a aislar sus condiciones inmediatas de vida, a exagerar su “resistencia a la domina- cion’” y descuidar la participacién de las clases populares an los procesos estructurales de las sociedades de masas. Por lo mismo, estos movimientos ejercen cierta oposicion en ambitos restringidos, pero no logran construir alter- nativas culturales, ni menos formular politicas, a escala de la sociedad global, para disputar efectivamente la hegemonia a los grupos dominantes. Como dice Brun- ner, la corta eficacia de estos movimientos hace depender su futuro de la manera en que se responda a dlgunas pre- guntas: pueden encontiarse “formas de ‘centraliza- cién’ que no destruyan su propia base de implantacion dispersa, localista’”, que no teincidan en el burocratis- mo? iNo exige el crecimiento de estos proyectos alterna tivos plantearse politicas de transformacién para las principales instituciones culturales del Estado, para el propio Estado, y propuestas de reordenamiento del mer- cado simbélico, como lugar clave de organizaciin de la cultura en las sociedades de masas, desde una perspecti- va popular?” 2% Quiero menciona, entre os varios rablos producidos sobre eta cs sin por ceca (Centro de adagacony Expesion Cultural Artisti) aie scant cap dee nsTucoone a aie sardo Subsea, “Concspeonss operates de cla polar" ponerela esta al Soninavio ntve ira Poplar 9 Rasttencls Policke eae Bibiana, Unestind de Cotati Masta ear soar na 23 3.4, Brunner, Pollicas culturaes de oporiién on Chile, Santiago de Chile, Lses6, 1985. | } | | | | 4 | 4 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA IV. Cuestiones pendientes No dudamos que este esquema con pretensiosas genera- lizaciones latinoamericanas comete frecuentes injusti- cias. Le falta una vision histérica mas compleja sobre la Formacién de estos paradigmas y sobre su diversa reali- zacion en paises diferentes. Utilicé mas ejemplos de los dos paises en que vivi —Argentina y México—, de ma- nera que; ‘de algunos de los otros s6lo pude invocar hechos fragmentarios, fuera de contexto y por tanto simplifican- do su sentido. No tengo més justificacién que la neces dad de buscar las tendeneias globales, dentro del caos que veces uno encuentra en el debate sobre polticas cultura les, a fin de seguir pensando los problemas. Del repertorio de problemas no tratados, 0 insuficien- temente analizados en esta introducci6n y en este libro, quiero destacar dos para terminar, porque me parecen claves para construir politicas populares en la cultura. 4) La investigacién de la vida cotidiana y las necesidades populares Dijimos antes que un rasgo frecuente en las politicas cul- turales es el de ser disefiadas y aplicadas sin tomar en cuenta las necesidades efectivas de las clases populares, ‘Tanto las versiones estatales que subordinan lo popular a lo que el Estado establece como tal, como las practicas de los medios masivos que se guian por una concepcion “estadistica’” de la audiencia (si diez millones de espec- tadores ven una telenovela, suponen que ésta satisface sus necesidades), se despreocupan por conocer cualitativa- mente las demandas, los procesos de recepcién, las estructuras materiales y simbdlicas con las que se vincu- lan de hecho tas politicas culturales. Pero acaso los partidos politicos de izquierda han es- POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 55 tudiado sisteméticamente las necesidades populares en nombre de las cuales cumplen su oposicion ¢ impulsan propuestas de cambio? Hay que preguntarse si el cardc- ter minoritario de la mayoria de estos partidos en el con~ tinente no deriva, en parte, de dicho desconocimiento y de la dificultad de vineular las ideas progresistas con los intereses y vivencias de las clases subalternas. La exigua investigacién de apoyo a las politicas cultu- rales en América Latina se refiere principalmente a las expresiones muertas del patrimonio hegeménico: se tra- ta de conocer los sitios arqueolégicos, la arquitectura. colonial y los objetos nobles de la antigiledad para resca~ tarlos y restaurarlos. Las clases populares son excluidas, entonces, de dos maneras. En primer lugar, porque el patrimonio cultural que se valoriza es el de los grupos dominantes: los escritos de los campesinos y los obreros no s¢ archivan, las casas autoconstruidas por ellos no son objeto de la preservacion que se dedica a los grandes, centros hist6ricos erigidos por la burguesia. Y en segun- do término, los estudios destinados a rescatar o difundir los bienes culturales hegeménicos, rara vez los ubican en un diagnéstico sobre las necesidades de la poblacion que permita intervenir en la distribucién de los recursos y evaluar la eficacia de los servicios prestados por museos, programas educativos y comunicacionales.* ‘No hay mejor evidencia del pobre lugar que las poli- ticas culturales otorgan a los sectores populares que la falta de investigaciones sobre el piblico que frecuenta las instituciones artisticas y sobre los consumidores de bienes promovidos por los Estados. No sabemos casi nada de los usos que las clases populares hacen de los mensajes impuestos, cOmo restructuran y renuevan sus 2 Como ejemplo de una reformulaci6n de la concepcién potitica del patsimonio cultural, tomando en cuenta los interests populares, vase libro Be Antonio Augusto. Arantes (organizador), Preduzindo o passado, Sao Paulo, Basiliuse, 1904 fxpecalments los tovioe de A. A. Arantet y Eunice Ribeiro Durham). 6 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA. practicas, las maneras de emplear los objetos produci- dos por los grupos hegeménicos, de seleccionarlos y combiniarlos, de apropiarse de tos paradigmar culturales ¥ transformarlos. En sintesis, jqué hace fa _ ate con lo que las politicas hacen de elios?, qué hace cada sector popular con el patrimonio tradicional, con la estatiza- cién y la mercantilizacién de su cultura, con los que quieren democratizarlos? 5) La reorganizacién de la cultura bajo el desarrollo industrial y tecnolégico La critica que hicimos al paradigma monetarista y a la concepcién empresarial de Ja cultura no implica desco- nocer que esas fuerzas estén alcanzando un lugar hege- monico, entre otras razones, porque saben insertarse en Ja industrializaci6n del mercado simbélico. Su poder no Se apoya s6lo en recursos econdmicos, sino en un habil aprovechamiento de la restructuracion que opera en la produeci6n, la circulactén y et consumo de las nuevas tecnologias, Investigaciones sobre el consumo cultural familiar realizadas en los BUA, y en algunos paises fati- noamericanos —a las que se refiere Miceli en su texto— revelan que la expansién de la Ty, el video y otras “mé- quinas culturales”’ ha cambiado ios habitos estéticos, asi como la estructura del campo cultural. Se reducen los gastos familiares en publicaciones y espectaculos teatra- les, musicales y de cine, mientras crecen los que se desti nan ala compra de las méquinas que llevan la “cultura a domicilio””. Los nuevos medios masivos son producidos y contro- lados, en su mayorfa, por la iniciativa privada. Los Esta dos siguen dedicandose prioritaria o exclusivamente a ‘conservar el patrimonio tradicional y sostener las activi- dades artisticas cultas y folcloricas cuya baja rentabili- dad en el mercado vuelve dificil su subsistencia (desde la POLITICAS CULTURALES ¥ CRISIS DE DESARROLLO $7 Opera hasta las danzas tradicionales). Con grandes es- fueraos se logr6 ensanchar el concepto elitista de cultura para incluir las formas artesanales del arte popular: mé- sica, literatura indigena, etcétera. Pero cuesta extender el area de competencia del poder pitblico hacia las mani- festaciones que no son cultas ni tradicionales, zPor qué Jos Estados detienen su accién aqui? Existen resistencias ‘tenaces para que intervengan en la cormunicacién masi- va, que provienen tanto de las empresas privadas como de grupos tradicionales.y etitistas del propio sector iiblico. Por su lado, la izquierda también se concentré cn la divulgacién de fa alta cultura y en los instrumentos mas tradicionales de comunicacién. Durante décadas ha ve- nido promoviendo revistas, petiédicos y, en los paises de mayor desarrollo, editoriales que llevan publicados mi- {es de libros doctrinarios, andlisis politicos y culturales. En suma, mensajes que llegan tnicamente a universita- rios y militantes. Su accién artistica se limita a las artes tradicionales y a las actividades cultas de la vida intelec- tual: conferencias y talleres de teatro o plastica, concier- tos en barrios y peitas fotcloricas, poesia combativa y recitales populares. Pocas veces hemos encarado el uso sistematico de los medios de comunicacién masiva: ni los de tecnologia avanzada como radio, television, vi- deo, ni los tradicionales de gran repercusién popular, como historietas y fotonovelas. Aun donde se transita- ron estas vias (en Chile y Argentina a principios de los setenta), la falta de preparacion técnica de los militantes y de interés de los partidos en estas tareas, el escaso 0 nnuio Enfasis que se les dio en la estrategia general revela- ron cuan ajenas resultan a las izquierdas. Nos cuesta pen- sar que el guionista de Tv y el dibujante de historietas pueden ser politicamente tan necesarios como el militan- te en Ja Fabrica o en Ia universidad. Y no solo porque aquéllos sirvan para producir buena propaganda parti- daria en el lenguaje de los medios, sino porque pueden 8 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA contribuir —mediante espectéculos y entretenimientos ivos— a democratizar y mejorar la vida cotidiana. nes radiales de directo uso politico, que algu- nos movimientos de fiberacior: sostienen precariamente en la clandestinidad (por ejemplo en Centroamérica), y otras experiencias admirables (como las radios mineras bolivianas y Ia de Juchitén en México), no utilizamos los medios de mayor repercusién en la vida popular, En va- rios paises el poder de los partidos progresistas y las con- diciones democraticas permitirian crear radios y quiz4s algiin canal de TV. Pero para ocupar estos espacios con. eficacia, de manera adecuada a la logica de los medios ¥ a fos cédigos de simbolizacién y habitos de consumo de Jas clases populares, debemos cambiar los paradigmas culturales de nuestra accién politica. Hay que decir que esta discusién, indispensable en ‘América Latina por el anacronismo persistente en la mayoria de los Estados y las izquierdas, esta resultando ya inactual. La cuesti6n central va dejando de ser como desarrollar proyectos alternativos a través de una radio ‘oun canal de TV, y pasa a ser como intervenir en las ra- mificadas formas de control sociocultural que esta desplegando la revolucién comunicacional por Ia accion combinada de la microelectronica y la telecomunica- j6n, Estamos hablando de transformaciones que ya es- tn ocurriendo al aplicar el video y la computacién a los procesos educativos, al uso del tiempo libre, a casi todas, Jas areas productivas y los servicios. La posibilidad de democratizacién pasaré cada vez més por saber si los paises dependientes quedaremos presos en la restructu- racion de las redes informéticas concebidas como “‘se- ries de instrucciones jerarquizadas de centros a la perife- ria, con distintos niveles de periferia’’, o lograremos crear circuits horizontales de comunicacion que desafien la programacin unidireccional de los comportamientos promoviendo relaciones descentralizadas entre los pro- ductores de informacién y cultura, como estd ensayando- POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 59 seen algunas metropolis. ¢) Politica cultural y creatividad social Hablamos al comienzo de esta introduccién del riesgo de que las politicas culturales reduzcan la cultura al or- denamiento burocritico, a las cifras de crecimiento exal- tables en los discursos, al consenso ideoldgico que el po- der necesita para reproducirse. Si relacionamos la politica, cultural con las perspectivas de los creadores y los recep- ‘ores, mantendremos viva en ella las experiencias basicas que siempre acompafian, y hacen necesaria, la produc- cidn simbélica, El descubrimiento més menos reciente de las funciones politicas de la cultura no puede desen- tenderse de su sentido estético o simplemente recreativo. Los aspectos Itidicos y simbdlicos, importantes en toda comunicacién cultural, son ineludibles en una politica que quiera abarcar también los medios masivos. En Cuba, el pais latinoamericano que ha buscado en forma ms radical la redistribucién de los bienes cultu- rales y la reorientacion socialista de la produccién, los funcionarios han tenido que admitir que el pueblo no siente contradictoria su perseverancia de 25 afios de con- vicciones revolucionarias con el gusto por peliculas norteamericanas como Tiburén y los melodramas mexi- canos. Como parte de esta apertura politico-cultural, re- cientemente Cubase sum6, con a transmision dela teleno- 29 Yease sobre este punto: Manuel Cases, “Estado, cultura y sociedad las macvasfendencins bistoreas”, en Cultura sociedad (una pottea de pro- Imocidn sociocultural), Madrid, Ministerio de Cultura de Espafa, 1985, pp. See36: Nuevas teonologas en la vide cultural espanota, Madrid, Ministerio de Gaitwea de Expat resesco, 1985, y Armand Mattelart et a., La culture Contre la démocrate?, Pari ia découverte, 1984, Respecto de esto conti- rote, Armand Mattelarty Héctor Schmmucler, América Latina en ia encract Jind tlemdtic, México, Folios, 1983, y el artculo de Fatima Feméndez Ghat, "La democracia en ls tiempos de la fibea Optica, Nexos, 101, ayo de 1986. o POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, vela Esclava Isaura, a la lista de paises en los que las series brasilefias tienen una ferviente adhesion masiva.»” Ha sido un avance que las politicas culturales hayan superado la concepeién mecenal y la reduccion de la cul- tura al juego “espontaneo” de los creadores de élite, para planificar su desarrollo de acuerdo con sus funciones sociopoliticas. Hoy reconocemos que los procesos cul- turales. son espacios donde se construyen la unidad simbélica de cada nacién y las diferencias entre las clases, donde cada sociedad organiza la continuidad y las rupturas entre su memoria y su presente. Pero la cul- tura es ademés el territorio donde los grupos sociales se proyectan hacia el futuro, donde elaboran practica € imaginariamente sus conflictos de identidad y realizan ‘compensatoriamente sus deseos. Por esto mismo, gran parte de lo que llamamos cultura no tiene utilidad préc- tica, Como lo viene revelando la antropologia desde ha- ce décadas, todos los pueblos invierten esfuerzo, tiempo y dinero en fiestas y produccién de objetos superfluos, en pintarse el cuerpo y decorar su entorno, en muchas, actividades que no tienen otro fin que el goce estético y el enriquecimiento de la comunicacién. La mayoria de «estas practicas son efimeras: no permanecen como monu- mentos, ni producen réditos econémicos acumulables. Importa el gasto que se realiza en ellas por lo que signifi- ‘can como placer y experiencia. ‘Una buena politica cultural no es la que asume en for- ma exchisiva la organizacién del desarrollo cultural en relacién con las necesidades utilitarias de tas mayorias ondicion indispensable para que sea democratica—, sino que abarca también los movimientos de juego y ex- perimentacién, promueve las bisquedas conceptuales y ‘creativas a través de las cuales cada sociedad se renueva. % Apa Maria Fadul, “Politicas culvuais no processo de transigan demo- cratica bresesa”, poncnciapresentada a Senunavio Internacional de CENECA Ccepes aeencom, Santiago de Chile, marzo de 198, pp. 4. POLITICAS CULTURALES Y CRISIS DE DESARROLLO 61 La politica cultural debe ser también una politica del placer. Se nos dira que el placer no puede ser objeto de politicas, Es seguro que tienen raz6n si piensan en la politica como esa telarafia de organigramas, tramites y astucias para conquistar el poder; ésta es la que casi siempre encontramos. Pero quizé se le pueda pedir pre- cisamente a la politica que se ocupa de la cultura que se ‘contagie un poco de los individuos y los grupos que la generan y estan interesados en ampliar para todos el ho- rizonte de lo posible. Tal vez dos de los recursos para sa lir de la crisis de nuestro desarrollo sean profundizar criticamente en nuestra memoria e imaginar nuevas rel ciones sociales. Uno de los signos de que vamos hacia una superacién de la crisis podria ser que los que hace- mos cultura, en vez de tener que protegernos de los politicos, podamos contribuir a inventar otras formas, acordes con el estilo de cada pueblo, de participar y de- cidir en la politica, de comprenderla y cambiarla. La politica cultural en la _poca de Reagan* Jean Franco ‘A pesar de que Reagan goza de una reputacion de an- ti-intelectual, su mandato se ha caracterizado por una politica cultural coherente y agresiva. patrocinada por un creciente namero de intelectuales “‘organicos’’, entre los ‘que se encuentran nombres tan conocidos como los de Jea- ne Kirkpatrick, Tom Wolfe, Irving Kristol (editor de The Public Interest), Norman Podhoretz (editor de Commen- tary) y el actual ministro de Educacion y expresidente dela National Endownment for the Humanities (Fundacion Nacional para las Humanidades), William Bennett.' Lo {que resulta significativo es que un grupo de intelectuales de diferentes instituciones culturales haya disefiado una estra- tegia tan uniforme y exitosa basada en el ataque agresivo al ‘oponente prejuiciado por una ideologia, al mismo tiempo ‘que insinga que su propia posicidn se deriva det sentido comiin o de la lealtad a principios verdaderos eternos. En este articulo analizaré uno de los documentos mas importantes que ilustran esta estrategia, el informe * Traduccibn: Goilermina Cuevas. " Laexpresion “nueva derecha” abarca muchas posiciones. En la obra de Ronald Brownstein y Nina Easton, Reagan’s Raling Class, Nuova York, Pantheon Books, 1982, aparece tna til sta de fos contactor con omicns de Tatpoderona, desde el punto de Vista polio, seven. a i lemeeericrete “a POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, sobre las humanidades de William Bennett.? Son muy pocos los campos que no han sido tocados por el surgimiento de la intelectualidad de le derecha re- publicana que, gradualmente, esta controlando publica- ciones periddicas, disciplinas universitarias, secciones del sistema educativo y medios de comunicacién electrd- nicos. Esas diferentes instituciones han recibido una politica coherente y una estrategia que atacan la debili- dad de caracier y el escepticismo, y cualquier critica es vvista como un intento de subvertir los valores “‘america~ nos””. Su ataque se apoya en la idea de que ciertos valo- res —disciplina, mucho trabajo, esfuerzo personal— se han desgastado. A primera vista, esta insistencia en en- sefianzas anticuadas y en los viejos valores americans parece extrafiamente fuera de contexto en una sociedad capitalista desarrollada, notable por su indiferencia hi cia los criterios éticos en ef lugar de trabajo, la vida diaria 0 la relacién con otras sociedades. Por una parte, vivi- mos en una sociedad que ha desacralizado todos los as- ectos de la vida humana, que ha reducido todo a signos y que demuestra muy poca consideracion, o ninguna, por la vida humana, Por otra parte, la derecha apela constantemente a la verdad y a la ética. Sin embargo, al analizarlo, ese discurso resulta mas nacionalista que éti- co. Lo tinico bueno es lo americano, que equivale a una lealtad fuerte, inflexible, disciplinada a los intereses na- cionales tal como los definen los gobiernos republica- nos. Estos valores tienen muy poca relacién con la vida diaria y, de hecho, no son més que fantasmas en una so- ciedad cuya industria se esta desacelerando y cuya ener- 2 ul documento de Senne, “La rsuperaii de un lezad' Texto dl informe sobre ns hunanidods ean sian" base ents Inve Slots del grap de nud dels Fundacion Nevo pars Havoiines sobre std Sela sseRane dela mands ena edcaconsuperice Elgupo exuvo formado por scarry ats, E to Bor ont ac The vance of Hah ato, 1 devon 3 LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 65 gia de competencia, personificada principalmente por ejércitos de abogados, especuladores y especialistas en ‘comunicaciones, parece funcionar con cocaina, més que con ideales puritanos que los republicanos hacen su- yos de manera retorica. No obstante, es precisamente el espectacular desgaste de los valores “‘tradicionales”” aunados a la determinacién del Partido Republicano de consolidar su poder convirtiéndose en un Bloque verda- deramente hegeménico que le sirva de base a la actual lucha en el campo de la cultura. La campafia para resti- tuir la educacion religiosa en las escuelas, para evitar el aborto apoyandose en “el derecho a la vida” y las cam- pafias en contra de la interpretacion libre de las noticias en los medios de comunicacién y la accién afirmativa, constituyen algunos de los puntos clave. También son representativas de una posicién en la que una formacién discursiva especifica coexiste con todo tipo de discursos religiosos y politicos disidentes,? muchos de ellos verda- deramente extrafios. Estos confieren un aire de pluralis- mo alas frecuencias y canales de radio, aunque en gran medida se trata de un pluralismo de derecha. Algunos de estos grupos, como los Fundamentalistas y los Supervi- vencialistas, apoyan a Reagan en cuestiones como la oposicion al aborto (0 pro-vida, como la llaman), aun- que s6lo sean una maleza densa ¢ impredecible en la vida politica conservadora, una especie de cultura popular de derecha que garantiza constantes batallas locales en contra de libros de texto “‘tolerantes”” y en torno @ cues- tiones como la oracion en las escuelas. Estos grupos des- gastan constantemente las libertades civiles y ponen a la defensiva a la intelectualidad liberal, al mismo tiempo que 3 Es smportantesubrayar, como lo hacen Ernesto Laciau y Chantal Mout {een Hegemony and Socialist Strategy. Towards a Radial Democratic Poi- ties, London, Verso, 1985, que fo que permite que fos discurss sean identifi- abies son clerias regwandades que establecn posltones difereutes. Una ver ficho eso, es importante hacer una distincon ent fos dscursos apoyados por la autridad de instusfones nacicnales como la presidenca, yes que Son solo repfonales, es dei, limitados @ceras ipisas © secas relgioss. 6 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, se libra una verdadera batalla ideolbgica a escala nacional en los medios de comunicacion y en las universidades. Reagan lleg6 al poder merced a un programa de refor- 1a fiscal que implicaba la reduccién de los impuestos y del gasto publico en una amplia variedad de programas instituidos en un periodo de abundancia para distribuir mas equitativamente la riqueza y ayudar a los menos fa- vorecidos. En esencia, el plan de Reagan era acabar con 1 Estado benefactor, sobre la base de que fomentaba la burocracia y la dependencia del Estado, y restaurar los antiguos valores americanos fundados en ia empresa pri- vada y cl esfuerzo personal. Como Margaret Thatcher, apoyaba la ‘‘dureza” y el “igor” en contra de la politica blanda"” de sus predecesores, quienes eran denigrados Por “liberales””. Como las politicas economicas de Rea. gan parecen derivarse del liberalismo clisico y esto podria parecer confuso, hace mucho tiempo que el ter mino “liberal”? Tecibié un nuevo significado: en la ac- tualidad quiere decir “gobierno a gran escala”” y “‘rela- jamiento”’. Asi por ejemplo, al anunciar su intencién de reducit los préstamos estudiantiles con intereses bajos, el ministro de Educacin, William Bennett, arguyo que los estudiantes gastan estos préstamos en lujos inmode- rados, y que la reduccién propuesta podria obligar a al. Bunos a “‘despojarse de estércos, automoviles y vac caciones en la playa””« Bsta declaracién es una muestra no solo del ataque a supuestos excesos (los estudiantes que piden esos préstamos normalmente tienen que ma- tarse trabajando para pagarlos), sino también de la ma- nera en que Reagan y su gabinete se adjudican conti- nuamente un Vocabulario “progresista’”. “Despojo” es un término clave en las recientes protestas estudianti- les en contra de que Jas universidades inviertan en com- paflias que negocian con Sudafrica. La implicacion es + Leon Rosicn, “SerearyHeaner Ness Ednaon”, New York Ti mes, 2 de febrero de 1985. COT LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 67 ‘que antes de que la universidad se ‘‘despoje’” de sus in- tereses sudafricanos, los estudiantes deben despren- derse de todos sus Iujos. Los discursos de Reagan estan Tlenos de ejemplos similares de apropiacion de un vocabu- Iario liberal o izquierdista; por ejemplo, los “‘contras”” son descritos como ““luchadores de la libertad”. Su director de ‘comunicaciones, Patrick Buchanan, atac6 recientemente el “{iberalismo reaccionario”” de Cuomo, gobernador del es- tado de Nueva York, queriendo decir que la oposicion del gobernador demécrata a la reduccion fiscal de Reagan era conservadora, mientras que la politica de Reagan represen- taba el liberalismo progresista. El termino “revoluciona- rio” ¢s utilizado frecuentemente para describir la polit de Reagan. Aparte de esta impresionante adjudicacién lingiisti- ca, los idedlogos conservadores han perfeccionado una estrategia para mantener a la oposicién a la defensiva, Io cual logran inventando un pasado mitico de caos ¢ in- competencia, y, peor, de desgracias nacionales, del que Estados Unidos se librard sélo gracias a un fuerte go- bierno republicano que haré que los americanos se “‘mantengan erguidos”’. Esta estrategia explica la retori- ca machista en el escenario internacional y también la re- valuacion de la guerra de Vietnam, que ya no es presen- tada como una derrota para Estados Unidos. Es en este marco general donde tendré que evaluarse el intento de expansion de la hegemonia conservadora sobre los medios de comunicacién y dentro de las insti- tuciones académicas. La caracterfstica principal de la nueva politica cultural es el retorno a los valores tradi- cionales, desde el restablecimiento de la oracién en las escuelas hasta los ataques a programas y tendencias aca- démicas originados en los afios de la guerra de Vietnam. Los medios de comunicacién, especialmente la radio y la television, son de crucial importancia a este respecto. En la radio, la gran variedad y udiero de estaciones, mu- chas de ellas ditigidas por grupos religiosos y de extre- a POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, ma derecha, hacen dificil estimar el alcance de la in- fluencia conservadora. Millones de personas forman su opinién a partir de lo que normalmente oyen en la ra- dio rumbo al trabajo en sus automoviles, o en el trabajo mismo. La television, aunque tradicionalmente es domi- nada por las grandes cadenas, ABC, CBS y NBC, se ha transformado por la introduccién del cable. Una vez mis ello ha permitido que la derecha religiosa tenga acce- 30 a estaciones locales y a canales de acceso piiblico. Sin embargo, no es suficiente. Actualmente los conserva~ dores est’n haciendo vigorosos intentos por tener ac- ‘ceso a las redes nacionales y a los canales de transmision pilblica dominados en gran medida por los “liberales’’, y en este momento la CBs esté empefiada en rechazar una adjudicacién ““hostit”’ por parte de Ted Turner, cer- cano asociado del senador Jesse Helms.’ Después de transmitir una serie sobre Vietnam que criticaba la ac- tuacién de Estados Unidos durante Ia guerra, la PBS (Public Broadcasting Service) tuvo que hacer frente a una andanada de criticas provenientes de un instituto llamado Accuracy in Media (AIM) (Exactitud en los Me- dios de Comunicacién), cuyo cuerpo consultivo incluye a Clare Boothe Luce, Edward Teller y el antiguo mi- nistro del Tesoro, William E, Simon. Este instituto controla programas de televisién, especialmente los que son transmitidos por estaciones piblicas, para detectar sesgos izquierdistas. Accuracy in Media no solo sostavo que la serie sobre Vietnam contenia “‘serios errores y dis- torsiones”, sino que también, por sus criticas, virtual- mente presioné a la PBS para que transmitiera una pelicula alternativa, que es una respuesta a la serie origi- nal. Esta pelicula, “Television's Vietnam: The Real Story” (‘El Vietnam de la television: la historia real’), 5 Este intento de apropiacibn, de fea 22 de junio de 1985, ain no ha s- do decidido, pero ya produjo uns lesacion especial para que las apro- Piaciones “hostiles” sean mks dies, Esta leislacion esta en estudio. LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 69 fue financlada en parte por wna subvencién especial de 30,000 délares, concedida por William Bennett, enton- es presidente de la National Endowment for the Huma- nities. La transmisiOn de la pelicula a través de la PBS iuvo un doble propésito: mostrar a la derecha en un me- dio tradicionalmente liberal, y, al mismo tiempo, contri- buir a la reconsideracién de la historia de la guerra de ‘Vietnam. De manera caracteristica, en la pelicula se uti- liza a Chariton Heston como narrador y se discrepa di- rectamente de lo que se considera distorsiones liberales; por ejemplo, la presentacién favorable de Ho Chi Minh y lo que se califica de “‘denigracién”” de los soldados norteamericanos y sudvietnamitas.* AIM también pone a los reporters a la defensiva al calificar de sesgada la co- bertura de Centroamérica. La intimidacion indirecta proveniente de fuentes que no son totalmente identificables con el gobierno de Reagan (p. ¢j. aim) ha sido efectiva como forma de censura. Sin embargo, la invasion de Granada introduce un nuevo factor: la exclusion de los medios de comunica~ cién de un hecho informative importante, sobre la ba- se de que podrian haber debilitado el éxito de la opera- cién, Todos los hechos importantes relacionados con las fuerzas armadas y de seguridad son ahora susceptibles de esa especie de represin. Por ejemplo, las cartas a la prensa indiean que muchas personas hubieran apoyado esa represion durante la reciente crisis de secuestros en Libano. Las eriticas de la prensa y los medios de comu- nicaci6n han sido presentadas, con éxito, como, una amenaza a la seguridad nacional, y, sobre estas bases, ciertos sectores del piblico aceptarian con gusto la opi- nion del gobierno sobre lo que deben saber.” ‘New York Times, 13 de junio de 1985 7 Downing, Joh, So much forthe Information Society”. Government Secrecy and the Media in the usa and Us, manuscito que se publica proxi- samente en Pilip Schlesinger ea. (@s-), Communicating Potties, Leices. ter University Pros, 1085 0 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA La politica de 1a administracion Reagan en cuanto a los medios de comunicacién y Latinoamérica se caracte- riza por dos estrategias principales: silencio cuando se trata de cuestiones irrelevantes para el gobierno de Esta~ dos Unidos, y ubicacién de Tos conflictos latinoamerica- ‘nos en el contexto de las relaciones Este-Oeste, lo cual implica la prohibicion de difundir informacion que su- puestamente amenaza la ‘‘seguridad nacional”. (En 1a actualidad, la seguridad ‘“‘nacional” de Estados Unidos sé extiende a todos los paises situados al norte del Canal de Panama.) ‘Como la definicion de las noticias esta estrechamente regulada por Washington, la prensa y Ia televisién tien den a difundir las historias relacionadas con la politica de Washington, de manera que s6lo un pequefio porcen- taje de las registradas llega a las paginas de los diarios 0 a la pantalla. Un buen ejemplo es la cobertura de los juicios a los militares argentinos, Después de informar ‘sobre la iniciacion de los juicios, aparentemente la. mayoria de los diarios y programas de television los olvi- daron. La reciente huelga de hambre del Padre Miguel D'Escoto recibié poca difusion. En general, los cuatro asuntos latinoamericanos que cuentan para las noticias son: elecciones (las elecciones dan credibilidad a la ideologia norteamericana que iden- tifica la democracia con las elecciones “iibres"’); probie- mas derivados de la deuda; violaciones extraordinarias de los derechos humanos, y Centroamérica (las noticas son muy parciales para comprobar que el gobierno san- dinista de Nicaragua esté preparando la invasion de Honduras). Esto deja de lado muchas cosas que general- mente se ignoran, por ejemplo, la pobreza y la injusticia social; stitilezas de la politica nacional; informacion ‘constante sobre algan hecho no relacionado con la cri- sis. Son escasas las notas que flegan a Ja prensa sobre ‘mejoras en la educaci6n y la'salud, o sobre la actitud de Latinoamérica en relacién con Estados Unidos. Paises LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 71 como. Venezuela, Ecuador, Paraguay rara vez se men- cionan. Pero no ¢s s6lo este silencio selectivo lo que resulta perturbador, sino también la forma en que las criticas del gobierno difundidas por los medios de comunicacién acaban por reflejar la manera en que la administracion ve las cosas. Ello se debe a la tendencia de acudir a los “vocetos oficiales” cada vez que algo que afecta a Esta- dos ‘Unidos sucede en el extranjero. Esto quiere decir que periodismo “objetivo” —la practica de comunicar Jos hechos sin comentarlos—, con frecuencia y de hecho, significa. comunicar ‘‘hechos’’ retransmitidos ‘por una. fuente oficial. Dan Hallin describe como un re- ortaje de rutina en television, relacionado con las ma- niobras norteamericanas en Honduras, casualmente se refirid a un “desarrollo militar nicaragiiense’’." Este “hecho”, sin ninguna referencia a la invasion de los “‘contras"’, técitamente reconoce el punto de vista de la administracion de que Nicaragua era el agresor, aunque aparentemente se trataba de un reportaje objetivo, Las noticias sobre Ja violaci6n de los derechos humanos en Latinoamérica, aun cuando tengan el caracter de denuncia, tienden a utilizar el enfoque gubernamental de ‘‘tarjeta de registro’’, en la cual cualquier disminucion en la violencia es anotada como una victoria para fa democracia. Un articulo publicado por James LeMoyne en The New York Times sobre ‘Nuevas matanzas de los mili- tares en Guatemala” (28 de julio de 1985), en ol que se servia de pruebas reunidas por la Iglesia, declaraba, no obstante, que ‘el nivel de la nueva violencia dei que se ha informado es considerablemente inferior a las 500 0 mas muertes reportadas mensualmente en 1982"". Si bien se trataba de un articulo critico bien documentado, algo poco usual, el autor atin utilizaba ese enfoque de “‘tarje- 4 Hallin, Dan, “According to Official Sources", nace Report on the Americas, Wok. &, ni. £, 1983, pp. 7-11 n POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 73 ta de registro’ que al gobierno te sirve para justificar su politica de “‘vamos a ver ‘qué pasa” en Sudafrica, ‘Chile y El Salvador, mientras que siempre. puede encontrar pruebas para demostrar que, como la situacion empeora en Nicaragua, es necesario “actuar’’. Otra practica con- ‘tinua en ia administracion Reagan es Ja “siembra’’ de nue- -vas historias. Pensamos por ejemplo er: Tas noticias sobre ‘al “peligro” que corrieron los estudiantes de medicina en Granada antes de la invasion de esa isla Las acciones que ofrecen apoyo teGrico para las politicas del gobierno reci ben amplia difusion. Bl ejem- plo mas reciente es ‘el unanime derroche de elogios que recibié la obra de Shirley Christian, ‘Nicaragua. Revo- tution in the Family (1985), en la que se argumenta que jos sandinistas siempre han sido marxistas-leninistas di mulados. El libro confiere credibilidad a la politica de la ‘administracin Reagan de dos maneras. Sostiene que el gobierno de Carter malinterpret6 los iltimos dias de So- moza y no favorecié a las personas indicadas. Ademas, ‘apoya la opinion de la administracion en cuanto a que los hombres de negocios son los guardianes de la democracia. ‘En 1983, Dan Hallin escribié un articulo para NACLA ‘Newsletter en el que demostrd que habia divergencias centre la politica det gobierno de Reagan en cuanto & ‘Centroamérica y la cobertura de los medios de difusion. Es cierto que en ese momento grandes sectores de la poblacién se mostraban precavidos respecto de una in- tervencion, y que esta sospecha podria atribuirse en par te a las criticas difundidas por aquéllos. En 1985, fa si tuacién habia cambiado. Granada sefialaba un punto ‘ritico decisivo porque, por primera vez, los medios de difusion serfan reprimidos, pues no se permitiria a noti- cleros y reportcros cubrir la invasion. La idea de que la ‘oposicion no debe recibir publicidad es peligrosa en una sociedad que se autocalifica de democratica. Aunque Granada es el ejemplo mas espectacular, cada vez es mas claro que la prensa y especialmente la television dan Le nee cn poco a poco menos cobertura a manifestack = Hi ein shen ioe te, la visita de Daniel Ortega a Mosct recibid mucha publicidad, y se atribuye al hecho de que la Camara de Representantes haya cambiado su voto para la ayuda a los ‘*contras". Pero la visita de Ortega no habria cam- biado por si sola la votacién, a no ser por el lento y pa- ciente debilitamiento de la informacion ceitica, la repre- sién de las noticas sobre protestas y manifestaciones y la creciente confianza del gobierno de Estados Unidos en. que de un éxito nace otro, en que una medida de éxito en contra de las guerrillas de El Salvador o Nicaragua uevamente haria el milagro de Granada. i En resumen, la politica de seguridad nacional del pre- sidente Reagan esta acabando con la democracia, al mis- eee mantiene las apariencias de que la esta En el extremo opuesto del espectro de la audiencia masiva de la radio y la televsin se encuentra apiblics comparativamente restringido de las revistas y publica- ciones periddicas intelectuales. Sin embargo, a pesar de que la audiencia es diferente, la estrategia agresiva de la intelectualidad literaria de extrema derecha es muy simi- lara la de los criticos de los medios de difusion. En revis- tas, en conferencias, en libros, lanzan ataques personales en contra de criticos liberales y marxistas y también de tendencias intelectuales especificas que, a su parecer, de- bilitan fas actitudes nacionales. Los movimientos qué son atacados van desde escuelas artisticas como el Modernis- mo de Tom Wolfe, por ejemplo, considerado como de importacion, hasta movimientos’ como el. desconstruc- cionismo, vistos como causantes de una actitud de escep- ticismo frente a la cultura del pasado.? ® Tom Woe From Betas Or Hone, Nove York, Posi i, ei ir edd wlaregncsnncnraos capitularon ante los arquitectos antiburgueses europeos y como resui do arruinaron et paisaje urbano. ee oe 4 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA En el campo de la educacién, fa influencia conserva- dora ya es profunda, y ha provocado cambios en el curriculum, la composicién del alumnado y de! cuerpo docente, y en la investigacion. Pero las tacticas difieren tun poco de las de la época de McCarthy. La derecha tien- de a juzgar y a perseguir a fos intelectuales de izquierda sobre bases académicas, més que politicas. Recientemen- te, por ejemplo, un joven historiador marxista, David Abraham, autor de The Collapse of the Weimar Republic (El colapso de la reptiblica de Weimar), fue sometido a una campafia de denigracién sin paralelo, por “‘inexacti- iudes’” y citas erroneas en su obra, denigracion que fue mucho més allé de las criticas académicas. La campafia incluy6 cartas y telefonemas a las universidades en las que Abraham habia solicitado empleo.” Para los conservadores es inaceptable que la universi- dad sea un foro del pensamiento critico. Mas bien es esencialmente un instrumento para la politica guberna- mental, un lugar para la formacion profesional y, sobre todo, para inculcar ‘los valores”. Es obvio que hace mucho tiempo que las ciencias se eniregaron a los programas gubernamentales. Las cien- cias sociales que generaron gran parte de la critica al go- bierno en la década de los sesenta se han estado trans- formando recientemente. Los criticos conservadores opinan que durante los afios sesenta los académicos con- sideraban “Ia universidad como el vehiculo para revolu- cionar la politica y el gobierno norteamericanos”, y que se convirtieron en ‘facil objetivo de un estrato de edu- cadores politizados dispuestos a la preparacién de cam- bios socioeconémicos significativos de orientacion iz- quierdista en la politica norteamericana.””" Segin un articulo publicado en Tabloid, al final del primer man- dato de la administracion de Reagan: 10 John Weiner, “Rooenotes on Histary" The Nation. 16 de febrero de 1985, "I New York Times Magazine, 1! de junio de 1983. stein LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 75 {. «J una ereciente orientacion hacia la instramentacion de politicas y el ‘pragmatismo’ es [. . .] uno de los cam- bios que estan teniendo lugar en ciertas disciplinas aca- démicas, especialmente las ciencias sociales [.. .J En ‘esos campos hay cada vez més dinero para investigacion con tendencias politicas y un incremento en el apoyo para las ‘cienclas duras? de estas disciplinas al extremo Ee que el conocimiento es producido como ‘resultados? ‘cuantificables, mas que en las formas ‘blandas’, como la expeculacion, contemplacion, impresiones expermentadas yy similares, para no mencionar la teorla que, en casi todos ios easos, es equiparable tn peligroso radicalism. ‘Tal como demuestra mas adelante Tabloid, esto signifi- ca que ‘'se incremente el interés por ciencias como la bioquimica y la neurofisiologia; se prefiera la lingtiistica formal a la sociolinguistica, la antropologia médica, biologica y social a campos ‘blandos’ como la antropolo- gia cultural o simbélica”’. Ademas de esta profesionali- zacion, se hicieron también intentos para alinear las ciencias sociales con las ciericias, de manera que sir- vieran mas directamente a los intereses del gobierno. Effo Hlev6 a una propuesta para consolidar toda la inves- tigaci6n y los estudios internacionales que se efectuaran en el pais en “una sola red organizada como una som- brilla’”, El propésito de esta organizacion hubiera sido subvencionar la investigacion relacionada con la politi- ca, de manera que los estudiosos podrian “‘proteger y promiover los intereses nacionales de Estados Unidos en la comunidad internacional’'. Aunque esta propuesta era inaceptable para muchas universidades, se obten- drian los mismos resultados canalizando los fondos de 12 Tablol, nim. 6, invierno de 1986. Ibider POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, iferente. Algunas de las principales funda- ciones han redefinido recientemente sus intereses, y al- gunas exigen que la investigacin esté relacionada di- Fectamente con cuestiones de seguridad nacional."* Sin embargo, quizé la lucha més significativa se haya librado en las humanidades, campo que parecia a punto de ser redundante porque los estudiantes buscaban cada vez mas una capacitacién profesional para obtener un empleo. Ademas de que el niimero de estudiantes dismi- nufa, muchas de las disciplinas humanisticas eran per- turbadas por conflictos ideoldgicos causados por la introduccién de nuevas teorias criticas que derrumba- ban los presupuestos de que dependian. La politica con- servadora respecto a las humanidades fue facilmente aceptada por aquellos académicos que estaban a la de- fensiva frente a las tendencias contemporaneas de la his- toria radical, el feminismo y las criticas a la filosofia y a la cultura. Y la campatia para que los cursos de civiliza- cién occidental volvieran a ser obligatorios para todos los estudiantes de primer afio de licenciatura, dio a estos académicos conservadores cierta seguridad. El grito de batalla de los afios sesenta habia sido “pertinencia’”; los estudiantes exigian cursos que permitieran comprender la experiencia contemporanea. La civilizacion occidental reafirma los valores ‘‘intemporales”” y permite a los con- servadores despolitizar las aulas.* Al mismo tiempo, se sienten particularmente amenazados por las teorias cri- ticas —neomarxismo, desconstruccionismo, andlisis del discurso— que plantean un reto para las bases en que se apoyan las disciplinas tradicionales para afirmar su de- recho al conocimiento. 4 La fundacion conservadora John M. On patrociné una publiescion, wimestal sobre ‘The National Interest” que pullicara el esritor conserva dor Irving Kristol. La Fundacion Mert incio tn programa de tres aos para fortalece ia investigacion ylaensenanza ene campo dela seguridad i Temacional. Vease Kathleen Tetsch, "Donations Inerease to Groupe Stady- ing Prevention of War", New York Times, 6 de mayo de 198. "3 Tabloid, op. cit. pp. 16417. ise Aen Reale LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 77 Este es ef marco en el que debe leerse el informe de William Bennett sobre las humanidades en la educacion. Fue redactado cuando William Bennett todavia era pre- sidente del National Endowment for the Humanities, influyente fundacién que subvenciona Ia investigacion tanto de académicos como de estudiantes en este campo. Su reciente nombramiento como ministro de Educacion es significativo porque originalmente la administracion ‘de Reagan pretendié abolir ese departamento para redu- cir la burocracia y el gobierno “‘a gran escala”’. La no- minacion de Bennett, que ha consolidado sus creden- ciales conservadoras en el National Endowment for the Humanities, sugiere que esta politica ha sido revisada, quiz porque ese departamento se considera ahora como una institucin importante para la extension de la hegemonia conservadora,'* El informe sobre las humanidades en la educaci6n lleva. por titulo “La recuperacion de un legado”. Las metafo- ras de propiedad, herencia, legado, herederos y derecho dan fuerza a su discurso al sugerir que lo que est4 en Juego es la adquisicién de un capital cultural y su distribu- cién. Los educadores son presentados como ejecutores incompetentes que han dilapidado la herencia, y los es- tudiantes como victimas ignorantes de su “legado no reclamado”’, De manera que nos encontramos frente al material de un perfecto melodrama del siglo xtx, en el que un tutor negligente o poco escrupuloso engafia al inocente pupilo. Bennett’ toma su definicién de humanidades de Matthew Arnold, Kant y Montaigne. Cada uno de estos autores define las humanidades como el estudio del va- lor y el juicio. A ello Bennett hace un importante agre- gado: hay una cultura comén de la que todos somos “accionistas””, ¥ que consiste en una “vision duradera’” '6 Fred M. Hechinger, “Far Right Steps up Rffort to Control Class- rooms", New York Times, 16 de abril de 1985 B POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA y los ideales compartidos mas elevados. Segiin él, la cul- ttura es un tipo especial de propiedad que no esta sujeto a las devaluaciones ni a los caprichos de la oferta y la de- manda. Tras este vocabulario se oculta el anhelo por algo que la légica del capitalismo niega. La educacion humanista se asemeja al patron de oro hipotético que puede redimir el papel moneda del intercambio capitalis- ta. Y Estados Unidos (pues se trata de “nuestro” Iega~ do) aparentemente ‘se ha convertido en el heredero legitimo de esa fortuna. En sus recomendaciones, el in- forme declara abiertamente que ‘nuestra sociedad es el producto y nosotros los herederos de la civilizacion occi- dental”. No esta claro cémo se desarroll este proceso; al lector se le deja suponer que Estados Unidos hereda ese capital por derecho natural. : Para que este capital se entregue intacto se necesitan guardianes leales, que son los buenos maestros que aman Jas obras que ensefian. La enseflanza mediocre podria ‘“carecer de vida, ser tendenciosa, mecénica 0 ideol6gi- ca. Podria faltatle convicciém. Quiz& con mayor fre- cuencia no comprenda el significado de lo que aparenta estudiar y ensefiar””. Peor ain, la enseflanza mediocre podria disfrazarse de buena, como argumenta David Riesman (uno de los miembros del comité que redact6 el informe). Esta enseftanza disfrazada invita a los estudiantes a unirse a un club de cinicos sofis- ticados que son ingeniosos, abrasives y a veces absor- bbentes: muchos docentes de las humanidades alardean de sus excentricidades y ¢2 glorifican de ellas, y solo despues de reflexionar a distancia se da uno cuenta de que en rea- lidad estan vacios. Citando a Maynard Mack, Bennett también condena a aquellos que desarrollan intereses limitados y que “‘se comunican cada vez con menos porque es mas facil eae AS LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 79 parlotear en una jerga que explicar una cuestion compli- cada en la verdadera lengua del hombre”. (De paso, vale la pena hacer notar la asociacién de lo bueno con las virtudes “‘masculinas” tradicionales de dureza y ri gor, ¥ lo malo con los defectos ‘“femeninos’” de debil dad de caracter e indulgencia.) ‘Asi pues, entre los guardianes incompetentes se incluyen diferentes tipos de personas, desde los ineptos hasta los excéntricos, aunque el documento insiste repetidamente en dos tipos de guardianes peligrosos, los izquierdistas y los escépticos —bajo el eufemismo de tendenciosos—, en otras palabras, los desconstruccionistas. Por consiguien- te, el documento escoge a aquellos que utilizan las hu- manidades ‘‘como si fueran las sirvientas de la ideolo- gia, subordinadas a prejuicios y valores individuales o rechazadas a causa de su relacién con cierta actitud so- cial”, y a aquellos que no creen que las humanidades tienen un significado inherente “porque todo significa- do es subjetivo y relativo en relaci6n con la propia pers- pectiva’’. El informe contempla con alarma la perspecti- va de que “‘pudiera ya no haber un acuerdo sobre el va- lor de los hechos hist6ricos, la evidencia empirica a la ra- cionalidad misma’. Aunque parece obvio que muchos estudiantes no to- ‘man cursos humanisticos porque su tiempo esta total- ‘mente ocupado en realizar estudios para obtener un titulo profesional que les permita tener una carrera lucrativa en las leyes o la medicina, Bennett se rebiisa a achacar al mercado el desgaste de las humanidades. Por el contra- rio, da a entender que la culpa la tienten los maestros in- competentes y los profesores ‘“tendenciosos”” y escépticos que no logran trasmitir la importancia de comunicarse con los “grandes espfritus”” del pasado, En contraste, el buen guardién sera el que no despliegue mas ideologia que la fidelidad al trasmitir ef espiritu del texto. En consecuencia, los maestros, supuestamente, no de- ben ser criticos; més bien son distribuidores del capital 80 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA cultural, minoristas, si se quiere. Pero son minoristas de un emporio més bien selectivo. Bennett insiste en que el curriculum de las humanidades no debe ser como una “venta de garage”, una “cafeteria de autoservicio”” 0 un ‘bazar’? en el que el estudiante busca ‘‘gangas’”. A diferencia de la teoria del capital cultural de Bourdieu, en la que la adquisicion es desigual a causa de la des- igualdad de los receptores en la estructura social, Ia idea de Bennet de un capital cultural comin produce desigual- dad y antagonismos. No es sorprendente que una de:las pocas obras de la literatura norteamericana que menciona sea Las aventuras de Huckleberry Finn, pues su idea de cultura comin se parece a una balsa en Ja que blancos y negros juntos pueden navegar tranquilamente (aunque nunca como iguales) rio abajo. De hecho, hay un segun- do juego de metdforas en torno a la cartografia y el paisaje. Asi, por ejemplo, los estudiantes que entran a la ‘universidad corren el riesgo de vagar sin sentido en una regidn de la que no existen mapas, a menos que les sean sefialados los “hitos de los logros del hombre”. En este ‘caso el buen guardifn es una especie de navegante y su institucién algo asi como una nave que se dirige en una direccion determinada, eludiendo tanto las aguas poco profundas como aquélias demasiado hondas (muy poca profundidad, o excesiva, en el curriculum). zen qué consiste esa cultura comin que constituye “«questro legado’”? A este respecto Bennett vacila consi- derablemente; a veces sugiere que es una comunién con los valores eternos del pasado; otras, revela que estos “«valores eternos” se alcanzan mediante una especie de consenso. De hecho, admite haber hecho su propia en- ‘cuesta informal (con la ayuda del columnista de extrema derecha George Wills) para determinar las obras que se consideran esenciales para los estudiantes de enseflanza media. Las mas populares fueron las de Shakespeare, 11 Pierre Bourdieu, La distinction, op. cit LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 81 documentos historicos norteamericanos como ia Declara- cién de Independencia, la Biblia, y por supuesto, Las ayenturas de Huckleberry Finn. Para los estudiantes de licenciatura preparé un catélogo de ‘grandes obras” que incluye a los griegos (ni Arist6fanes ni Ovidio); en los siglos XIX y xX, a Jane Austen ya Marx, pero ningu- na obra literaria francesa. De la cultura norteamericana ineluye documentos hist6ricos, Martin Luther King (su “Carta desde Ja carcel de Birmingham” y el discurso “Suefo. . .”) y a autores como Hawthorne, Melville, ‘Twain y Faulkner. Bs divertido especular sobre c6mo los, buenos guardianes trasmitiran los textos de Marx y de Martin Luther King, dado que, citando a uno de sus ase- sores, William Arrowsmith, los maestros ‘‘se han com- prometido a enseftar lo que han aprendido a amar”. gHabrin aprendido a amar a Marx? Y sies asi, sno estaran Corriendo el riesgo de volverse tendenciosos? Una y otra vez Bennett niega que la declinaci6n de las hu- manidades tenga algo que ver con la mentalidad mercanti- lista de las universidades o la creciente profesionalizacion. ‘Mas bien la atribuye a una declinacién en la ensefianza, pero también al mortal efecto de “‘una pérdida colectiva de &nimo y fe tanto en el personal docente como en los admi- nistradores academicos que se dio en Ios filtimos aftos de la década de 1960 y los primeros de la de 1970’. Esta condenacidn de los afios sesenta es una caracteristica normal del repertorio conservador. Y Bennett aclara perfectamente la raz6n de ello. Durante este periodo, el personal docente renuncié a su autoridad y permitié a los estudiantes que conformaran el “‘programa educati- vo", de manera que se desorganizé la jerarquia natural mediante la cual las sociedades reproducen sus valores. ‘Como Bennett no puede apoyarse sustancialmente en su lista de grandes obras, se ve obligado a insistir en la autoridad y el poder como verdadero criterio. Lo que es- 2 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA taba equivocado en el relativismo de los afios sesenta era que “el cuerpo docente se mostraba reacio a reconocer Id supremacia de un hecho sobre otro, y los objetivos de Ia educacién cambiaron del conocimiento ala ‘investiga- cién’ y del contenido a las ‘habilidades’””. Para impedir que continte este deterioro, las universidades deben mostrar una direccién firme, el cuerpo docente huma- nista debe creer en lo que hace y las humanidades deben asumir su posicion central en la reproduccién de la so- ciedad. ‘Nuestro afin por hacer valer las virtudes del pluralismo no debe permitirnos sacrificar el principio que anterior- mente dio sustancia y continuidad al curriculum, es de- cir, que cada facultad y universidad reconozca y acepte su funci6n vital como portador de la sabidurfa acumula- da por nuestra civilizacion, El final del informe sobre las humanidades pone muy en claro esta funcién ideologica. La civilizacion occidental no es s6lo el capital cultural, sino también el ‘‘adhesivo que une a nuestra nacidn pluralista’’. Negros, asiaticos e hispanos comparten la creencia de que lo que ‘‘nos une con otras culturas esa tradicion occidental. . . Noeseino- céntrico 0 chovinista reconocerlo. A ningitn estudiante ciudadano de nuestra civilizacion debe negarsele el acceso alomejor que oftece nuestra tradicion"’. Brevemente Ben- nett da su lugar a otras civilizaciones y reconoce que podria ser bueno saber algo de ellas, pero afirma que el ncleo del curriculum de la universidad norteamerica- na —su coraz6n y su alma— debe ser la civilizacién occi- dental, fuente de las mas poderosas y penetrantes influcncias de Estados Unidos y su pueblo [. . .] Si se les ‘oculta su pasado [a los estudiantes] seran ext propia cultura, extranjeros en.su propio pais. LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN Hemos llegado finalmente al nitcleo del documento. La linica fuerza de la civilizaci6n occidental es la universali- zacién de sus valores, y, por ende, la incorporacion de todas las dems culturas Io que la hace tan atractiva. A su manera puede proporeionar un lenguaje ‘“legitimo”” que oculte 0 “‘margine’’ antagonismos.'* Caracteristico del documento y de la critica cultural de extrema derecha es el hecho de que en general define claramentea sus enemigos, sin ser nunca capaz de enunciar con exactitud cuales son esos supuestos valores universa- les. Esto se hace obvio en la serie de preguntas que, amane- rade recomendaciones, se ofrecen a las universidades al fi nal del documento. Por ejemplo, ‘jet curriculum en su universidad garantiza que un estudiante con grado de ba- chiller esté versado en lo mejor que se ha penisado y escrito sobre la condicién humana?” ;Podriamos imaginar a a ‘gin rector que respondiera ‘*no” a esta pregunta? z¥ ob- mo se determina qué es lo mejor? Al negar la importancia de teorias criticas que mostrarfan de qué manera se cons- truyen nociones como “lo mejor”, a Bennett no le queda mAs que un curriculum ineficaz que solo exige de los estu- diantes que comulguen con una tradicion que ha sido pri- vada de todo significado polémico y ético. El programa subyacente del informe de Bennett ¢s la dignificacion del bazar académico al representarlo como intemporal ¢ ir=l- ‘erable. El efecto de la politica de Bennett ent los estudios lati- noamericanos ser4 considerable, ya que tradicionalmen- te ha sido un campo en el que la mayoria de los estudiantes desarrollan ideas criticas en el cuirso de su trabajo. Esto Jo sefialé recientemente John Womack en una entrevista para Nexos al declarar que los estudiantes norteame- ricanos “‘van todos inocentes a Latinoamérica y ahi, por dentro, los voltea de cabeza la injusticia enorme, @ 18 Pierte Bourdiew, Ce que parler veut dre, Pais, Paya, 1982 4 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA carcajadas, descarada, rampante y vil que los rodea’*.» La politica del gobierno de Reagan esta afectando di- rectamente a esta masa critica en diversas formas, En primera instancia, grandes cantidades de dinero estan siendo dedicadas a realizar estudios soviéticos, mientras ‘que los fondos para los estudios latinoamericanos se redu- ‘cen afio con afio. Algunas grandes fundaciones, como la Doherty, ya no subvencionan estudios sobre Latinoaméri- ‘ca. Fundaciones gubernamentales, como la Interamerican, han cambiado sus criterios y ya no apoyan proyectos que no estén relacionados con cuestiones de seguridad na- cional. Esta seleccion esta cambiando la composicion del ‘cuerpo de estudiantes interesados en. Latinoamérica. A aquellos que estn interesados en la injusticia social les cuesta cada vez mas trabajo conseguir fondos y termi- nar sus estudios de posgrado. A aquellos que deseen con- vertirse en instrumentadores de la politica gubernamental les ser mucho més facil. Ademés, aunque los fondos para el estudio de lenguas extranjeras parecen haber aumen- tado, cl apoyo del gobierno a este respecto es sospechoso. Pas6 la época en la que el estudio de las lenguas extranje- ras estaba al arbitrio del entusiasmo de profesores de lite- ratura que, fueran cuales fueran sus problemas, a menudo estaban inmersos en Ia cultura y la politica latinoame- ricana. La ensefianza de las lenguas extranjeras esta cada ‘vezmis profesionalizada. Cada vez con mayor frecuencia el maestro es una maquina. Esto es significativo porque potencialmente saca la en- seflanza de las lenguas de los programas humanistas que ya ‘estén muy sesgados, en contra de la cultura latinoameri- cana. Este proyecto tan significative, que da nueva forma al aspecto cultural, marginaré an mas la literatura lati- noamericana, al igual que a otras literaturas minoritarias. Es sorprendente la coherencia con que ciertos imperios, '9 Womack, John, “Querer la historia", Nexos, ao vu, Yo. 8, nim. 90, Junio de 1985, p40, LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 85 de Carlomagno a la soberania britanica, han visto la nece- sidad de reciclar la tradicion clasica para conferir legitimi dad a su empresa. Tampoco es sorprendente que el Ien- guaje de Bennett invoque con tanta frecuencia el de ‘Matthew Arnold, pues como Arnold, que afioraba la dul- uray la luz en la etapa mas agresiva de la opresi6n del im- perio britanico, considera a las humanidades como una manera de trascender clases sociales, razas e intereses parti- culares. No obstante, tal como sefiala Terry Eagleton al escribir sobre Arnold, Ja cultura basada en esta premisa de- be ser enteramente negativa, pues “es la negaci6n de cual- quier exigencia particular en aras de la totalidad —to- talidad que por lo tanto esta enteramente vacia, pues no es mas que Ja totalizacion de momentos negados””» La balsa de cuitura comin que permite a Tom Sawyer navegar rio abajo con Huck Finn no es mas queun suefio. Desafor- tunadamente, como muchos otros suefios, conduce a la guerra, y esta vez la guerra podria muy bien acabar con la critica académica. 20 Terry Eagleton, The Function of Criticism. From ihe Spectator to Post Strucuraism, London, Verso, 1984. POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, Nota final Hace unos meses, cuando empect este articulo, las activi- dades de dos organizaciones, Accuracy in Media y Accu- racy in Academe, no se habian desplegado. Durante los ‘altimos meses, Aceuracy in Media y algunos criticos con- servadores, tales como John Corry, del New York Times, han hostigado directamente varios programas del Public Broadcasting Service (P85). The Africans, programa francamente anti-imperialista, es atacaco por “unilateral”. En cambio uno sobre la historia de los conservadores on Estados Unidos, también presentado por PBS, es visto como a conquista de los medios controlados hasta ahora por Jos liberales. Patrick Buchanan comentaba, por ejemplo: asombroso que las redes comerciales, que han dedica- do horas innumerables al movimiento feminista y al movimiento soi-disant de la paz, practicamente no han pre- seniado un programa que comprenda y simpatice con un movimiento que esta formando la politica de esta década’’, La tctica de fa derecha ha sido esta: desvincu- larse det Estado para presentarse como victimas del “‘es- tablecimiento” liberal. El grupo de Accuracy in Media tiene una publicacion, Aim Report, que critica las peliculas documentales de PBS, demostrando su prejuicio contra la derecha y organizando campatias de cartas de protesta para demostrar que fa opinion publica esta a fa- vor de los conservadores. En octubre de 1986, su blanco era una pelicula, Cuba— In the Shadow of Doubt, que ofrecia diversas opiniones sobre los aciertos y los fracasos, de los cubanos. Segtin Air Report, la pelicula es predomi- nantemente pro-Castro y en ella no se cita debidamente a Valladares. Menciono este ejemplo porque es caracteristico de la politica conservadora, que consiste en poner a la defensi- LA POLITICA CULTURAL EN LA EPOCA DE REAGAN 87 ya toda oposicién, en nombre de una opinién publica que se manifiesta por cartas de protesta, Esta vieja tactica de la izquierda ha sido secuestrada por la derecha, cuyos re- cursos financieros son infinitamente mas grandes, La politica cultural de la época de Reagan no ¢s diferente de su politica econdmiea y su politica electoral. Su retorica supone la igualdad de cada individuo para expresarse, En la practica, los liberales © izquierdistas tienen cada vez menos recursos para expresarse, y, si logran pasar una pelicula por la PBS, tienen que mostrar ‘las opiniones contrarias”. En cambio, los conservadores tienen infini- dad de recursos, y, como hemos visto en el caso de Tehe- rangate, mucha imaginaci6n en la manera de emplearlos. Los pueblos indios, sus culturas y las politicas culturales Guillermo Bonfil 1. Ladimension cultural y el desarrollo de los pueblos indios @) Réquiem por el desarrollo integrador Aunque todavia existen reductos en el seno del indige- njsmo que contindan apegados a las viejas tesis integra- cionistas, puede considerarse que éstas han sido ya defi- nitivamente superadas: estén muertas y slo nos queda rezar un réquiem en su memoria, Es oportuno, en oca- sidn de esos solemnes responsos, pasar revista una vez ‘mas de las implicaciones que tenian las propuestas in- tegracionistas para las culturas de los pueblos indios del continente. Tal vez asi se contribuya a echar las ltimas paladas de tierra sobre los despojos de tan ilustre cada- ver, sobre todo para evitar cualquier intento de algin fa- nético que pretenda asustar con el petate del muerto. Al repasar aquella historia (la del integracionismo como. orientacién de las tareas indigenistas) saltan a la vista varias cuestiones de interés, que pueden enunciarse de manera resumida en los siguientes términos: —El indigenismo integracionista fue, en su campo, la expresiOn cousecucute de los proyectos desarrollistas y modernizadores en el area de Ja economia y la politica, INSTITUTO DE ARTES » BIBLIOTECA TNICAMP 90 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA en los que se embarcaron los gobiernos de América Lati- na con la idea de acortar la distancia que los separaba cada dia mas de los paises del Wamado “primer mundo”. No se entendié, o no se quiso entender, que era precisamente la relacin asimétrica establecida entre los paises avanzadlos y los que se denominé subdesarro- ados la que hacia posible, en forma simulténea, el de- sarrollo de unos y el subdesarrotlo de los otros. Para. darle fa vuelta a ese problema, prefirié echarse mano de teorias segiin las cuales el atraso, el primitivismo, la Fakta ‘de modernidad (entendida ésta, por supuesto, en los tér- minos de los paises dominantes) eran la causa de la des- igualdad de desarrollo. Y al interior de nuestros paises, equignes podian representar en la mentalidad colonial de las clases dominantes el ejemplo mas pristino de atra- 80, de ignorancia y falta de civilizacion? Los indios, na- turalmente. —No estuvieron ausentes las ideas racistas que atri- buian la “‘inferioridad’” del indio a factores bioldgicos congénitos. Sin embargo, a partir de cierto momento ya resultaba peligroso y de mal gusto expresarlas en forma directa y brutal, pot lo que los argumentos preferidos se dirigieron contra la manera de ser social de los pueblos indios, ¢s decir: contra su cultura. Ahi estaba, finalmen- te, la clave y la soluci6n. El indio, en términos genéticos, digamios que si podia ser igual a cualquier otro hombre de cuero mas blancuzco; pero, en cambio, no posela la verdadera cultura, fa cultura occidental y cristiana del hombre blanco. Muchos pensaban, en realidad (y toda- via hay quienes lo siguen creyendo), que los pueblos in- dios no tenfan cultura: su lengua era un dialecto, no un verdadero idioma; su religién era paganismo; tenian costumbres, pero no cultura. Los cientificos sociales, fi- nalmente, ganaron una batalla y, al menos en el ambien- te de quienes trabajaban con problemas indigenas, se acepté (un poco a regafiadientes, cierto) que si habia culturas indias. Hasta les resultd bien, porque al recono- LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 91 cer su existencia construyeron, al mismo tiempo, 4 su nuevo y definitivo enemigo, a la verdadera causa del subdesarrollo, que no era otra que (joh sorpresal) la existencia de las culturas indigenas. Contra ellas, pues: la diversidad cultural se vio entonces como un obstdculo (al desarrollo, a la construccién nacional, a la moderni- zacion, al anhelado progreso). s —Quedaba claro, asi, cual era la meta y la justific = cién de la politica indigenista: la de lograr que ios indios dejaran de ser indios mediante el sencillo expediente de cambiar su cultura por la cultura dominante. Se trataba de desindianizar estos paises, aunque ese término no se us6 y si se adopt6, en cambio, el mas sofisticado de “‘gculturar’’, con todos sus derivados.. En otros razona- mientos, hasta el lenguaje de raigambre marxista intervi- no: hay que hacer que él indio pase de una situacion de casta a una situacion de clase. La receta es la misma. La cultura india, concebida desde siempre como inferior, debia ser sustituida por otra cultura, la cultura domi- nante occidental y cristiana (aunque a veces hubiera separacion entre la Iglesia y el Estado, o. los propios teorizantes se declarasen ateos). ae ‘Hubo una concesién al propésito, también cristiana, de algunos indigenistas: habia que ayudar a bien morit al indio, es decir, habia que poner en préctica una serie de medidas que hicieran menos brutal la desindianizacion. La sustitucion de la cultura india (el tan manido proceso: de aculturacion) debia orientarse cientificamente, a fin de que el transito resultara fo menos doloroso posible. ‘Muchos proyectos que han estado vigentes en paises de ‘América obedecen a ese piadoso propésito; por ejemplo, el reclutamiento de j6venes en las comunidades y aldeas indias para entrenarlos, generalmente en las. ciudades criollas, en las tareas de educaci6n con el fin de que regre- sen después a sus sociedades indias y con la mente blanca. introduzean e impulsen las ideas del progreso, la moder- nizacién y el desarrollo que proclaman las élites dominan- 2 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA tes. “Para que la cufia apriete ha de ser del mismo palo” —y asi es menos doloroso. O bien, para mencionar s6lo ‘otto de tantos ejemplos posibles, el caso de los reacomo- dos de poblaciones indias que eran (son) desplazadas de sus. territorios étnicos y trasladadas a un nicho ecoldgico diferente, porque sus tierras originales debian ser destina- das aun Propésito mejor y ‘mas moderno, como construir tuna presa, abrir un campo petrolero, o simplemente crear empresas agroindustriales més redituables que la milpa tradicional, Pero eso sf: que te duela menos. ;Cuéntas pa- ginas de informes técnicos, cufntos inspirados proyectos urbanisticos y arquitecténicos, cuantos programas para el mejoramiento agricola y artesanal, que deberan convertir la pérdida de su territorio en una bendicién que el indio de- sindianizado del futuro habré de agradecer finalmente! Es por tu bien, aunque no lo comprendas ahora. Ni lo aceptes. Vino el remolino y nos alevant6. Se acabé ia prome- sa dei auige inmediato y para todos. Fracas6 el proyecto desarrollista. Tenemos que aceptar que no es por ahi, pues. ¥ los indios también pagan los platos rotos, aunque nunca comieron en ellos. Aunque las ideas persisten, los Tecursos escasean. Sino hay con qué acelerar las tareas de aculturacin/desindianizacion, porque ahora son otras las priotidades de quienes deciden, cabe entonces dar pa- 80 & muevas ideas ¥ probar soluciones alternativas. 4) Se hace camino al andar Pero no fue s6lo la quiebra del modelo de desarrollo m demizador to que ha llevado a un viraje en el indigenis- mo. Desde hace por lo menos quince afios irrumpieron en Ios escenarios nacionales unos nuevos personajes: las organizaciones politicas indias. Representan, en re- sumidas cuentas, una nueva etapa, una mas, de las Iuchas de resistencia y reivindicacion que los pueblos indios de América sostienen desde hace 500 afios, Son, gene oe LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 93 en este sentido, la herencia acumulada y actualizada de jas rebeliones indigenas que han ocurrido ininterrumpi- damente en este continente desde los albores mismos del siglo XV1, asi como de las variadas formas de resistencia, ‘aparentemente pasivas, a las que han recurrido y re- curren las comunidades indigenas para conservar su. cul- tura y su identidad propias. Solo que las organizaciones politicas permiten una manera diferente, no excluyente de las otras, de enfrentar el acoso. intensificado de las so- ciedades nacionales y los intereses trasnacionales, Esta Yia de accién supone la existencia minima de condi- ciones que hagan posible una organizacion permanente de lucha, que tiende a agrupar varias comunidades y, eventualmente, varios grupos étnicos, Requiere, ade- mas, el conocimiento y manejo de las formas de accion politica prevalecientes en el Estado nacional del que se forma parte, entre las cuales esta la formulacién de pro- yectos compatibles 0 alternativos para el sector de pobla- Gdn que representan las organizaciones politicas indias, e incluso para la sociedad mayor en su ‘conjunto. Esto ha permitido que se sistematicen y se hagan explicitas ‘muchas intenciones historicas de los pueblos indios y Que cristalicen en programas concretos, proyectos que ¢- taban subyacentes en las culturas indigenas. No seria po- sible explicar las nuevas tendencias del indigenismo sin tomar en cuenta, como germen y sustancia inicial de esas orientaciones actuales, las proposiciones que han surgi- do de las organizaciones politicas indias. El primer gran logro de esta lucha politica ha sido el que varios gobiernos reconozcan y acepten la legitimi- dad del pluralismo étnico en el seno de sus sociedades nacionales. Esto significa més que la constatacion de que existe una multiplicidad de pueblos diferentes, cada uno de los cuales es portador de una cultura distintiva. Significa que se aceptan las variadas especificidades cul- turales dentro del proyecto de futuro de la sociedad en ‘su conjunto; que ya no se ve la pluralidad étnica como 94 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA un lastre que debe eliminarse ni como un obstdculo a vencer. Por el contrario: se reconoce, al menos en algu- nos paises, y la tendencia va en ese sentido, que la diver- sidad étnica y cultural puede ser un recurso potencial de enorme vaifa, 1o cual se hace més patente en etapas de crisis como la que actualmente agobia a nuestras repibli- cas. Aqui es donde juega la coyuntura historica: por una parte, la manifestacion de las proposiciones indias a tra~ vvés de sus propias organizaciones politicas; por la otra, Ja crisis generalizada que borra {a ilusion del modelo de desarrollo, seguido hasta la fecha, impide incrementar los recursos destinados a consumar el proceso de desin- dianizacion y obliga, finalmente, a buscar nuevas alternati- vvas en el interior mismo de la sociedad, y no fuera de ella como era obligado en el modelo desarrollista. Poco a poco se va tomando conciencia de que las culturas indias, las es~ tigmatizadas y devaluadas culturas de los indios a quienes se negaba cualquier futuro, son en verdad un vasto servorio de alternativas y recursos culturales cuyo va- lor, sistematicamente negado hasta hoy, resulta absurdo seguir ignorando cuando el peso formidable de la crisis actual ha desvanecido las antiguas esperanzas y cegado los caminos por los que ilusoriamente se queria seguir ade- lante. El nuevo indigenismo no es, entonees, el resultado noble y generoso de haber reconocido un mionstruoso error histérico, sino el efecto de la lucha politica de los pueblos indios coincidente con una etapa de crisis aguda y generalizada. (Lo cual, por supuesto, no pretende re~ ducir el valor positivo que tienen en si mismos estos cambios; sélo intenta explicarlos.) ‘Una de las modalidades que ha adoptado el nuevo in- digenismo es la politica de participaci6n, o indigenismo participativo. En resumen se puede formular asi: ya no se trata de una politica para los indios, sino con los in- dios. Ese es, por ejemplo, el entinciado que proclama actualmente el indigenismo mexicano. Ademas de los factores de orden general que mencionamos antes, con- LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 95 viene no perder de vista una circunstancia que ayuda a explicar mejor el surgimiento del indigenismo participa- tivo: el hecho de que en varios paises ha crecido y se ha diversificado un sector indigena formado técnica y profe- sionalmente en las iltimas décadas. Este grupo (maestros, ‘agrénomos, técnicos en diversas ramas) ejerce una presion reciente en las instituciones.indigenistas (en las que muchos de ellos trabajan) y en la vida local de sus propias comunidades, porque se sabe capacitado para intervenir en las decisiones politicas que afectan a sus pueblos, con la ventaja adicional de revivir la experiencia de ser indios. En gran medida, pues, ellos han influide en favor del indige- nismo de participacion. s dificil evaluar los resultados de esta modalidad indi- genista debido a que su instrumentacion es todavia muy re- ‘ciente. Los propésitos son claros: involucrar a la poblacion indigena en todas la etapas de la accion, desde la identifi- cacién y jerarquizacion de los problemas hasta la decision de las medidas a tomar y la ejecucién de las mismas. No se trataria simplemente de dar voz a los pueblos indios yy escuchar sus opiniones, sino de garantizar que esa vor y ‘esas opiniones tengan el peso que les debe corresponder en la toma de decisiones. Si no hay una participacion in- dia real en las decisiones, el indigenismo participative no pasard de ser una engafiosa promesa més; la misma gata, només que revolcada. ¥ es a los pueblos indios y a sus organizaciones politicas a quienes cortesponde vigilar que ni les den gato por libre. ‘Un paso mas ha sido la formulacion del concepto de etnodesarrollo. La ““Declaracion de San Jost sobre cl et- nocidio y el etnodesarrollo”, resultado de una reunion técnica internacional a la que convocaron la UNESCO y la FLACSO en diciembre de 1981, defini el etnodesarrollo en los siguientes términos: itendemos por etnodesarrollo la ampliacién y consolida- in de los Ambitos de cultura propia, mediante el fortaleci- POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, miento de la capacidad autnoma de decision de una so- ciedad culturalmente diferenciada para guiar su propio de- sarrollo y el ejercicio de la autodeterminacién, cualquiera ‘que sea el nivel que considere, ¢ implican una organizacion ‘egjuitativa y propia del poder. Esto significa que el grupo &- nico es 1d unidad politico-administrativa con autoridad sobre su propio territorio y capacidad de decision en tos mbitos que constituyen su proyecto de desarrollo dentro de un proceso de creciente autonomia y autogestion.! Algunos conceptos incluidos en esta definicion merecen un andlisis mas profundo, que se intentaré en la segunda parte de este trabajo. Tales son, por ejemplo, las no- ciones de cultura propia, unidad politico-administrativa y sociedad culturalmente diferenciada. En relacion con el etnodesarrollo es conveniente destacar que, a diferen- cia del indigenismo de participacién, ya no se plantea so- Jamente tomar en cuenta la opinién y las aspiraciones de los pueblos indios y admitir su participacion, sino que se afirma que son ellos mismos —y unicamente ellos— quienes deben tomar en sus manos las riendas de su pro- pio destino histérico. Este derecho se fundamenta en ‘ue sé les reconoce como sociedades culturalmente dife- renciadas y, en consecuencia, legitimamente capaces de constituir unidades politico-administrativas auténomas dentro de los Estados nacionales de fos que forman par- te por causa del devenir histérico. Otro avance lo constituye el proyecto de autonomia para la Costa Atlantica puesto en marcha por el gobierno de Nicaragua. Esta todavia en su fase de consulta y, por lo tanto, no se conoce en detalle como se instrumentara y ‘cudles son sus modalidades y contenidos concretos. Sin ‘embargo, el planteamiento oficial adelanta algunas lineas 11a “Declaraetin de San Tose” y tas ponencias presentadas. eo Ia reunién, en? G. Bon, M. Ibarra, S. Varese, D. Verssimo, J. Tumuri ef a., América Latina: etrodeserollo etnocdio, Bait. pracso, San Jost, Costa Rica, 1982, 318 pp. ‘LOS PUEBLOS INDIOS Y LAS POLITICAS CULTURALES 97 definitorias + Dentro de la autonomia regional se prevé la autonomfa para cada uno de los seis pueblos indige- nas y comunidades étnicas de la Costa Atlantica, a los ‘que se les reconoce, entre otros, los derechos a usar su propia lengua, desarrollar su cultura, explotar los recursos naturales de su territorio, mantener sus formas de gobierno interno y administrar justicia en el ambito de sus nor- mas consuetudinarias. El ejercicio de los derechos de auto- nomia se hard en el marco del Estado nacional nicaragiense euya soberania queda a salvo. Sin duda, la voluntad politica plasmada en el proyecto de autonomia es de una enorme trascendencia tanto para las propias etnias de la Costa Atlantica como para los movimientos indios y los organismos indigenistas de todo el continente. El reconocimiento del pluratismo étnico en el seno de os Estados nacionales, los planteamientos del indigenis- mo de participacion, las tesis més recientes sobre el etno- desarrollo y el proyecto de autonomia de fa Costa Atlén- tica conforman, en sus lineas generales, la orientacion deuna nueva politica indigenista. Pueden entenderse como momentos de un movimiento hacia la misma direccién: primero, admitir la existencia de los pueblos indios co- mo unidades sociales diferenciadas (esta diferencia se da a partir de una historia y una cultura propias, que final- mente se aceptan como legitimas); después, mediante la legitimacion del pluralismo, se propone la participacion de los propios pueblos indios en el disefio y la instru- mentacion de la politica indigenista, que hasta entonces habia sido definida como una estrategia del sector no in- dio para hacer frente a los problemas que le planteaba la presencia de las sociedades indigenas; mas adelante, se admite la posibilidad de que esas sociedades historicas, 2 Comision de Autonoma: Pricipios y pollioas para ef ejerciio de tos dere de quouornte de es pusbles ialigenas » cmanidges dele Codie “Ailantica de Nicaragua, Comisién Nacional de Autonomia, Managua, 1985 Consltar también avi, nm. 23 (edicion especial), Centro de tovesign- clones y Docamentacign de la Cosa Atintica, Managua, mayo de 1985, 98 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, culturalmente diferenciadas, sean las que definan su propio proyecto de desarrollo y lo leven adelante, con Jo que el indigenismo se convertiria en una politica de estimulo y apoyo a los proyectos indios, y ya no en una estrategia para imponer metas y proyectos generados por la sociedad no india dominante. El reconocimiento constitucional de la autonomia es, finalmente, el reco- nocimiento de los pueblos indios como unidades politi- co-administrativas integrantes de un Estado multiétnico. ‘¢) Nuevos retos La dimension cultural cobra una importancia central ‘cuando se trata de concretar cualquiera de las propuestas que se derivan de estos nuevos planteamientos en relacion con el indigenismo, ;En qué consiste, finalmente, l plura- lismo étnico?, o, dicho con otras palabras, ;qué se recono- ce y se legitima cuando se admiten las diferencias émnicas? 2Por qué plantear unas vias distintas de desarrollo, el etno- desarrollo y la autonomia?, jeusles particularidades los Justifican y de qué naturaleza son? Estas y otras preguntas semejantes estén en el corazin mismo de los problemas indigenas ante el nuevo indigenismo. Sin embargo, no han sido objeto de un andlisis suficiente que permita profundi- ar en las respuestas adecuadas, En efecto, persiste una vision ingenua que se mani- fiesta claramente en algunas concepciones implicitas 0 explicitas como las siguientes: 4) Una tendencia a idealizar roménticamente a las cul- turas indias. Se hace caso omiiso de cinco siglos de dor nacién colonial, durante los cuales muchos pueblos i dios se han fragmentado, su desarrollo cultural ha sido constrefiido y desviado, se les han sustraldo muchos re- cursos naturales y se les han impuesto elementos de la cultura dominanie. En la visiOn idealizada de las cultu- tas indias este proceso secular no es tomado en cuenta, LOS PUEBLOS INDIOS Y LAS POLITICAS CULTURALES 99 Jo que conduce en tltima instancia a ver el desarrollo auténomo de una manera simplificada ¢ irreal: bastard ‘con dejar libres a los pueblos indios, sin interferencias, para que ellos mismos encuentren su propio camino. Con esto se eliminan, por una parte, muchas reivindica- ciones historicas fundamentales que son motivo de las Juchas indias ancestrales y actuales; por otra parte, se cancela, de hecho, la posibilidad de que se actualicen las culturas indias, es decir, de que aleancen su ser contem- Pordneo que les ha sido negado por la dominacion colo- nial. Hay un preterismo ilusorio en esta vision que va contra los intereses més profundos y legitimos de los propios pueblos indios. b) Otra tendencia consiste en reducir la especificidad cultural de los pueblos indios a una serie mas 0 menos larga de rasgos “foicléricos’’. Segin esta manera de ver, el problema residiré Gnicamente en asegurar que se con- serven danzas, indumentaria, miisica, ritos y fiestas (casi siempre, aunque no se diga, para deleite de turistas que buscan color local). Aqui hay, por un lado, una concep- cion atomizada de la cultura, que se entiende como un conjunto de rasgos aislados e inconexos de entre los cuales ‘puede elegirse a discrecion cudles se conservan y cuales de- saparecen 0 cambian, Por otro lado, existe un tinte de mentalidad colonial que admite la diferencia cultural siempre y cuando se reduzca tnicamente a rasgos exte- riores. Esta posicion es, con palabras diferentes, la mis- ma que planteaba desde hace décadas la integracion de los pueblos indios pero, eso si, conservando sus “valores y Tasgos positivos” (definidos, naturalmente, por los no , por fa sociedad dominante). ©) Otra manera de entender el problema se orienta ha- cia la inmovilidad de las culturas indias, Dentro de esta erspectiva se considera que cualquier cambio es conta- minante y atenta contra la pureza de las culturas indias y ‘contra Ia identidad de los pueblos. La sola concepcion de una cultura estatica es ya aberrante: todas las culturas | 100. POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA cambian, permanentemente; el cambio, la transforma- cién, es la forma de ser de la cultura. En ese sentido, n0 hay culturas “‘puras’’. Existe en este planteamiento una vision colonial, museistica, de la especificidad cultural de los pueblos indios. Es otra manera de imponer: uste- des no cambien, porque nosotros (que s{ cambiamos) sa~ bemos que es mejor que permanezcan tal cual estan. Y otra vez se niega el derecho a la actualizacion de las cul- ‘turas indias y se olvidan cinco sigios de sujeci6n colonial. d) Por Gitimo, conviene sefialar que en muchos plan- teamientos sobre el pluralismo étnico, el indigenismo de participacion y aun ef etnodesarrolla, subyace ja convic- cin de que no existen otras metas ni otros caminos para el desarrollo de las sociedades, como no sean los de las sociedades occidentales; se admiten y se instrumentan estas nuevas estrategias indigenistas con ia seguridad de ‘que, a fin de cuentas, el resultado seré el mismo que si hubiera tenido éxito el indigenismo integracionista y modernizador. En el fondo est la idea de una evolucion ‘inica, universal y unifineal, cuya expresion més alta y mejor es la cultura de los pueblos lamados desarrolla~ dos. También hay un fatalismo historic que niega cual- uier posibilidad de que los pueblos inventen y creen su propio futuro, Esta concepeién se traduce, en la practi- a, en esfuerzos permanentes y mas o menos soslayados para que la participacién y la autogestion indigenas se orienten precisamente en el sentido convergente con la cultura dominante, con lo que, de hecho, se niega de nuevo la legitimidad de cualquier proyecto diferente y la esencia misma del pluralismo. Estas ideas, con diversos matices y variantes, pueden rastrearse en la mayor parte de los proyectos que se han puesto en marcha a partir dei nucvo indigenismo. Es explicable que muchos funcionarios indigenistas asuman_ una o varias de estas posiciones porque la historia pesa; pero es peligroso que también muchos dirigentes indios fas acepten y las apoyen sin someterlas a uma aguda LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES | 101 reflexi6n critica: A continuacién se proponen algunos elementos de andlisis que pretenden contribuir a profun- dizar en el debate, LH, Cultura propta, grupe étnico e identidad El punto central, el meollo, esta en la nocién de grupo 4inico. Si hay alguna especificidad, alguna diferencia ‘que justifique las demandas de reconocimiento como unidades politico-administrativas, tal como Jas plantean las organizaciones indias, esa especificidad debe hallarse en Ja naturaleza de los propios grupos indigenas. Bi tér- mino grupo étnico tiene sin duda un sabor académico ‘que tiende a remitir la discusibn precisamente al terreno académico. ¥ no al mbito politico que es donde se debe ubicar. La sustitucién del término ayudaria a desenma- raflar un poco el problema. Nacién no es equivalente, porque cominmente implica una forma de organizacion politica estatal de la que precisamente carecen los grupos Einicos indigenas. De hecho, para algunos autores la et- nia (o grupo étnico) es una nacién sin Estado, una espe- ie de nacién en potencia. Pero hay un término que puede servir para este remplazo: pueblo. ,No son pue- bios los tzotziles, los sioux, los aymaras? El término tiene ventajas evidentes. Permite, por ‘ejemplo, colocar en el mismo plano conceptual a los seris y a los angloame- ricanos independientemente de sus diferencias econdmi- cas, demograficas, ideologicas y, en fin, culturales, uno ¥ fro son pueblos. Se elimina asl ese matiz opacante que de figuna manera hace que se ubique al grupo étnico (es de- Gir, a los pueblos indios) en un escaién inferior en la tra- yectoria de la evolucion universal. Es raro oir hablar, 3. Aksin, Extado y nacién, vce, Mixico, 1968, 240 pp. 102 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA por ejemplo, del grupo étnico alemin. Como que el cali- ficativo fue pensado siempre desde el centro y para los. ‘otros (no niega la cruz de su parroquia: viejos resabios de la antropologia al servicio del colonialismo que acep- t6 como vocacion entender a los inferiores). Pueblos, en cambio, si somos todos: nadie puede negar que pertene- cea algin pueblo —y si, en cambio, muchos rechazarian Ja idea de que pertenecen a un grupo étnico. (De hecho y entre paréntesis: con frecuencia se puede escuchar a representantes de los pueblos indios referirse a si mismos ‘como “nosotros, los integrantes de los grupos étnicos””; nunca, en cambio, establecerfan esa distincién colonial si en vez de grupo étnico emplearan ¢l término de pueblo. ZNosotros, los integrantes de los pueblos? Sin sentido: todos somos integrantes de alguno.) Otro punto en favor: a los pueblos se les reconoce, tanto oficialmente a nivel internacional como en el len- guaje cotidiano, un conjunto de derechos. Los derechos de los pueblos. No se cuestionan: se aceptan como una conquista 0, al menos, como una aspiracién legitima. No fue esa la menor ganancia de la ola de movimientos de liberacién nacional que sacudieron al mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Los pueblos adquirieron ¢l derecho a tener derechos. Sobre los grupos étnicos, en cambio, la polémica continiiay se abigarra. De grupo ét- nico se pasa a “‘ninoria’’, sin més. ¥ las minorias —el término lo dice— tienen si acaso derechos limitados, menores también. Aungue sean, como se usa, minorias nacionales. Hay acuerdo sobre ios derechos de los pue- blos, pero no lo hay si hablamos de grupos étnicos o mi- norias étnicas. Se gana mucho con esa sustitucion. Y, a fin de cuentas, jen qué se diferencia un pueblo de un grupo étnico? “Pueblo”, dentro de su ambighedad y su aparente neutralidad, es un término que contiene una carga poli- tica de gran potencia, a diferencia del blandengue y pedan- te “grupo étnico’’. LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 103, Hablemos pues de pueblos. Los pueblos indios. No es posible definir a un pueblo solamente por su cultura, entendida ésta como un universo discreto de rasgos concretos. La cultura como repertorio de recur- sos sociales cambia, cambia siempre: es su manera de ser. Los ingleses de hoy se parecen muy poco a los ingle- ses de antes de la Revolucién Industrial; y siguen siendo ingleses, Los ejidatarios mayas de Yucatén tampoco vi ven la cultura maya del siglo xv (cronologia cristiana). La originalidad de los rasgos culturales, entendida como creaci6n exclusiva de cada uno de ellos, tampoco ayuda: ya el venerable Ralph Linton nos ensefié cémo las cosas ‘que nos rodean son, al fin de cuentas, una sintesis del quehacer de otros, de todos (tal vez, es cierto, los aguaruna Ie deban menos al resto del mundo que los es- tadunidenses: siempre la antropologia central, la dptica del dominante). En todo caso, la pureza cultural es mas dificil de hallar que cualquier otra clase de pureza. No sirve, pues, como esté planteada, para definir a un pueblo. ¥ sin embargo, . . ‘Sin embargo el problema pasa por la cultura, Yo soy mapuche porque. . . No es asunto de origen, de nativi- dad; si solo naci mapuche puedo perfectamente ser no- ruego, hoy. Es porque participo de. Y ahi exactamente, en ese participar de, entra de nuevo, clandestinamente y por la puerta de atrés, la cultura. Participar significa algo més que tener una cultura o compartirla. Significa una relacién especifica con esa cultura. ¥ en tanto ja cultura es un fendmeno colectivo y no individual, signi- fica también una relacién especifica con la colectividad, el grupo que es el portador hist6rico de una determinada cultura. Es la colectividad la que define un “‘nosotros’’ distinto de “los otras’, a partir del reconocimiento de ‘una cultura propia diferente. Es una cultura propia por- que el grupo tiene un cierto grado de control sobre los elementos que la constituyen, es decir, porque tienen la 104 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA. capacidad social de decidir sobre ef uso que se da a los recursos culturales. Esto implica necesariamente que un grupo culturalmente diferenciado mantiene y genera Proyectos propios, a largo y a corto plazos, explicitos 0 implicitos; particulares, en funcién de metas inmediatas, y generales, civilizatorios, en cuyo seno alcanzan cohe- tencia los proyectos particulares. Es porque existen esos Proyectos que se da la lucha por mantener y acrecentar el control cultural, que es la finica posibilidad de poner ‘en juego los recursos culturales necesarios para alcanzar metas sociales propias. En el contexto de dominacién colonial, en el que han vivido los pueblos indios desde hace casi 500 afios, la Jucha en torno al control cultural es una constante que permite entender la historia de los pueblos indios, sus condiciones y luchas actuales y, més en general, muchas caracteristicas fundamentales de los Estados y socieda- des americanos. Al inicio de la invasién europea muchos pueblos mantenfan un control absoluto sobre sus cult Tas, sobre sus recursos culturales. Habia, es cierto, Esta- dos en expansién que luchaban por imponer su hege- monia recurriendo a todas las fuerzas a su disposicion, incluso la tucha armada. Pero la invasién europea cred una situacion nueva, cualitativamente diferente. En primer término, porque se trat6 de la imposicién de una sivilizaci6n distinta, con todo lo que ello implica como diferencia, contraste, desigualdad y oposicién entre co- lonizadores y colonizados. Las [uchas anteriores a la inc vasi6n, en cambio, ocurrian entre pueblos cuyas cultu- ras formaban parte de la misma civilizacion; habla lucha por el poder, evidentemente, pero en un contexto en que las diferencias culturales no eran radicales, lo que facili. taba incluso la constitucion de nuevas identidades colec- tivas y el transito de unas a otras, Bs necesario tener pre- sente esa diferencia sustancial entre las luchas que mantenian los pueblos antes de la invasién y lo que sig- nificé ésta; no para idealizar el pasado precolonial, sino LOS PUEBLOS INDIOS Y LAS POLITICAS CULTURALES 105 para entender mejor ef proceso de colonizacion y sus efectos, muchos de ellos vigentes hasta hoy, la invasion significé la inmediata puesta en marcha de un proceso global de expropiacion, eliminacién e imposicion cultu- rales en favor de los colonizadores y a costa de los pueblos indios. Expropiacion es pérdida de control sobre los recursos culturales propios; los pueblos indios perdieron muy pronto el control sobre elementos funda- mentales como el territorio, la fuerza de trabajo, ‘muchos productos locales. Eliminacién es la prohibicion de ejercer ciertos ambitos de la cultura propia: se persi- guid a los pueblos indios para evitar, por ejemplo, la continuidad de su vida ceremonial y ritual que formaba una parte central de su cultura, asi como sus sistemas de justicia y autoridad y mucho més, segiin el grado de do- minacién colonial al que fueron sometidos. Imposicién significa introducci6n de elementos culturales ajenos; sobran los ejemplos: religion, lengua, indumentaria, forma de gobierno, normas juridicas. . . y todos los ele- mentos ideologicos, simbélicos y emotivos encaminados a lograr la aceptacién del nuevo orden colonial, es decir, la hegemonia. Ante estos tres procesos que definen la accién del co- lonizador (expropiacin, imposici6n y eliminacion), los pueblos indios reaccionaron oponiendo tres iniciativas culturales principales: los procesos de resistencia, inno- vacién y aptopiacién. A través de la resistencia cultural se pretende la conservacion del control sobre elementos. culturaies propios. Puede revestir una forma pasiva (el terco apego a “la costumbre”, por ejemplo, lo que ayu- da a entender el conservadurismo que se atribuye a los pueblos indids), o bien puede expresarse de manera acti- va, violenta, como lo prueba la interminable sucesién de rebeliones indias en todo el continente. La innovacién es la creacién autonoma de nuevos recursos culturales; for- man parte de este proceso los casos de reinterpretacién o resemantizacion de los hechos culturales y de los aconte- 106 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, cimientos que resultan de la relacién colonial, porque se trata entonces de una manera nueva y propia de enten- derlos y manejarlos. La apropiacién cultural permite ad- quirir control sobre elementos culturales originalmente ajenos; en muchos casos ocurre precisamente con los elementos que el colonizador introdujo mediante la im- posicion cultural: ciertas formas de organizacion comu- nitaria como, por ejemplo, los cabildos indigenas, y, en general, los sistemas de cargos administrativos y reli- giosos, han pasado a formar parte de la cultura propia, Porque las comunidades adquiricron el control sobre los mismos. En otros casos, se trata de elementos o complejos. culturales que no estaban destinados por el colonizador para los indios, pero que éstos supieron hacerlos suyos; el ejemplo mAs evidente es el caballo entre los pueblos de las praderas de Norteamérica. En todos los casos se trata de procesos para conservar y ampliar los mbitos de la cul- tura propia, frente a la estrategia colonial que pretende reducirlos y acrecentar, en cambio, los ambitos de cultu- ta ajena en los que el control se ejerce en forma externa, Un simple cuadro esquemético contribuye a plantear con mayor claridad estas ideas.+ cUADRO II Recursos Decisiones cculturales Propias ‘Ajenas, Propios Cuteura Cattura Ee auténoma ‘enajenada Ajenos Cultura Cultura apropiada impuesta 4B planteamiento inal de ete eaquema, eo: G. Boni Datla,“ opi yt seo, Una apronnacn rls dal conta cere Re vie Mesana oe Car Potions y Sis, at 10. vas MER, LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 107 Los recursos culturales ‘son todos los elementos de una cultura que es necesario poner en juego para definir un propésito social y alcanzarlo. Cualquier proyecto, sea cual fuere su naturaleza, exige que se cumplan una serie de condiciones, que podemos entender como recur- sos culturales puestos en accion. Estos comienzan a tervenir desde la definicion misma del proyecto: para identificar un problema o para formular wna aspiracion es necesario hacer intervenir conocimientos, valores, formas de comunicacion, cddigos comunes para el inter- cambio de ideas y opiniones, emociones y aspiraciones compartidas; todo esto son recursos culturales. Para ins- trumentar las acciones que permitan convertir el proyec- ton realidad, serd necesario echar mano de otros recur- sos culturales adecuados para ese fin especifico. Si se trata, por ejemplo, de realizar en forma comunal una obra piiblica, se requiere mano de obra, organizacion, direceién, conocimientos y habilidades teenologicas, materiales diversos, oportunidad en los tiempos, convie- cin de que la obra es necesaria; y detras de ello debe haber formas estables de organizacién social, instancias legi- timadas para tomar decisiones, un campo seméntico comtin y la posibilidad de hacer uso de los recursos ma- teriales necesarios. Si el problema es otro, la lucha por recuperar tierras usurpadas, por ejemplo, tos recursos culturales que deben ponerse en accidn serén otros, ‘entre los cuales seguramente contaran elementos tales como algiin conocimiento de la legislacion dominante, el dominio de la lengua oficial, la experiencia minima in- dispensable para manejarse en la ciudad y en las. oficinas de trmites agrarios; o bien, si el camino para la recupe- racion de las tierras es otro, mAs directo, se requerira otra forma de organizacién, otros conocimientos que en parte son memoria de acciones anteriores, un nivel de de- cisién colectiva mas alto, armas y la posibilidad de usar- las, Ilcgado el caso, Podemos clasificar los elementos o recursos culturales 108 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA en las siguientes grandes categoras: a) materiales, b) de- miograficos, c) de organizacién, d) de conocimiento, e) simbélicos y de comunicacién, f) emotivos o subjetivos. La capacidad de decisién sobre los elementos culturales define cuatro ambitos posibles dentro de la cultura en funcién de quién ejerce el control cultural, En el prime- ro, la cultura autonoma, los recursos son propios del grupo y también lo es la capacidad de decision, Es el ém- dito fundamental de cualquier cultura; sin él no existe cultura distintiva y, en consecuencia, no puede haber una identidad social diferenciada. A partir de la cultura auténoma se dan tos procesos de resistencia, innovacion ¥ apropiacién. En ese Ambito se definen los aspectos compartidos de una vision del mundo distintiva, indis- pensables para la existencia de una identidad colectiva. A partir de la cultura auténoma es posible crear iniciativas ‘culturales: ¢s la condicién para la invencion y reinvenci6n Permanente de Ja cultura. Sus contenidos coneretos, ‘sto es, cuales elementos y recursos culturales estan en un momento dado bajo el controt de un grupo (un pueblo), varlan segiin los casos y 2 través del tiempo. Lo que cabe afirmar ¢s que debe existir un minimo de cultura autono- sma pata que sea posible la continuidad de la identidad co- lectiva; en ese minimo absoluto estan, seguramente, un campo seméntico comin (un lenguaje: resumen de la his- toria, cultura plasmada, pensamiento en si mismo) y una memoria hist6rica colectiva que nos asegura un pasado comin y, por lo tanto, también un posible futuro co- man y propio, En oposicién esta cl Ambito de la cultura impuesta. Ni Jos elementos cufturales ni fas decisiones son del pueblo considerado. Y,, sin embargo, la cultura impuesta forma parte de Ja cultura que vive la colectividad ¢ influye en mayor o menor grado en todos fos aspectos de su queha- cer social e individual, segim la intensidad y la amplitud de la dominacién a que esth sujeto el pueblo considera- do. Son elementos extrafios, ajenos, que actitan en obe- LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 109 diencia a decisiones también extrafias, también ajenas. Nos afectan, nos constrifien 0 nos obligan, pero ‘no tene- ‘mos control sobre ellos. Pueden tener presencia mate- rial: los objetos industriales que desplazan a los que haclamos nosotros mismos; pueden encarnar en determi- ‘nados individuos: el maestro, el evangelizador, la partida del ejército; pueden ser, también, ideas, aspiraciones, convicciones que se nos han imbuido para hacer posible a sujecion voluntaria. EI colonialismo, en este campo, tiene una larga experiencia. : ‘Cuando hablamos de cultura apropiada nos referimos ‘los elementos ajenos que un pueblo puede poner bajo su conttol cultural en un momento dado. Ya al hablar del proceso de apropiacion se mencionaron algunos ejemplos. Es importante sefalar aqui que un recurso cultural forma parte de ta cultura apropiada en tanto el pueblo al que nos referimos esté en condiciones de to- mar decisiones respecto a su uso; cuando se alcanza la capacidad, no s6lo para usarlo, sino para producirlo 0 reproducirlo, deja de ser un elemento de cultura apro- piada y pasa a formar parte del campo dela cultura au- térioma; en otras palabras, s¢ convierte en un recurso cultural propio. Muchos elementos de la cultura apro- piada no perduran largo tiempo en esa condicion. Tien- den a ser transformados en recursos propios 0, por el contrario, dejan de estar bajo control det grupo en pe- riddos de tiempo’ relativamente cortos. Su condicion contradictoria les imprime una dindmica inestable debi- do al doble control a que estén sujetos: la capacidad de produccién, qui es ajena, y la decisién sobre su uso, que es propia, Por dltimo, el Ambito de la cultura enajenada es un camipo de lucha permanente. Los recursos culturales es- tan ahi, forman parte de la cultura del grupo; pero éste ha sido privado de su capacidad para decidir sobre ellos. ‘Un bosque comunal puesto en explotacién por una com- paiiia maderera; Ia perforaciin de pozos petroleros 0 Ja eee 110 POLITICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA, apertura de minas en el territorio étnico; pero también el uso de la fuerza de trabajo, impuesto por la fuerza di recta 0 por la creacién de condiciones internas que obli- gan a ello, en tareas y empresas ajenas al grupo (la emi- graciOn laboral seria un buen ejemplo actual, como la ‘encomienda lo fue en el pasado). La lucha es permanen- sey revate las ms variadas formas, porque grupo in nta por diversas vias recu; teat por, vers as. eeuperar el control bre st Cultura auténoma y cultura apropiada integran campo de la cultura propia, altura impuesiayeullura ‘enajenada constituyen el ambito de la cultura ajena. El punto critico esta en quién toma las decisiones sobre los Tecutsos, es decir, quién ejerce el control cultural. Lo propio y Jo ajeno son categorias historicas, dinmicas, cambiantes en su extensién y contenidos coneretos, por- que son ia expresién de una correlacion de fuerzas opues- tas, de tendencias y procesos encontrados. Un pueblo es més libre, mas aut6nomo, cuanto més amplio, diversifi- cado y completo sea el ambito de su cultura propia y, par- ticularmente, el universo de su cultura auténoma. En cambio, estard sujeto a una dominaci6n mayor en la me- dida en que crezca el campo de la cultura ajena, en el cual no tiene posibilidad de ejercer el control cultural. {4COmo se ejerce el control cultural y cuando podemos, afirmar que es un pueblo el que toma las decisiones co- rrespondientes? Es claro que en pocos casos se pueden observar formas de toma de decisién que reflejen una participacién universal e igualitaria de todos los miem- bros de un grupo. Lo mas frecuente es que existan ins- tancias a las que les corresponde tomar las decisiones en relacién con determinado tipo de asunto, No nos esta- mos refiriendo exclusivamente a decisiones de orden pé- blico, a formas de gobierno; el contro! cultural abarca todo tipo de estrategias, incluso individuales, y. en con- secuencia, las decisiones se toman en ambitos sociales muy diversos y en todo tipo de situaciones. El problema LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES 111 reside en la legitimidad que se le reconozca a quienes deciden en cada circunstancia. Tal legitimidad es, a su vez, una decision colectiva que esté determinada por, ¥ Torma parte de, la propia cultura. No es problema de una- nimidad, sino de consenso respecto a la legitimidad de las decisiones. Puede decirse: legitimidad cultural. Las contradicciones, las oposiciones, el enfrentamiento y la ucha en torno al control directo de los recursos cultura- les existen siempre dentro de cualquier grupo; esa disputa por el poder de decision, sin embargo, debe distinguirse como un proceso interno (una: lucha entre nosotros) que forma parte de la dindmnica social y cultural, que no in- valida la legitimidad de las decisiones aunque cuestione, y finalmente transforme, los mecanismos y las instancias para tomarlas, Otorgar legitimidad a las formas de ejer- er el control cultural es parte de la cultura auténoma, ‘Aqui se plantean varias cuestiones que merecen un andlisis un poco ms amplio y que remiten al problema de la identidad étnica. Un grupo étnico (un pueblo) se define por su capacidad de decisin respecto a un con- junto de elementos y recursos que forman su cultura. Debe asumirse el cardcter histérico de esa capacidad de decision: hay un espacio de control cultural real en cual- quier momento de la historia de un pueblo pero existe también, en los pueblos sujetos a la dominacién colo- nial, una memoria de la época en que se tuvo un control ‘cultural mas amplio y, en correspondencia, un proyecto permanente de recuperacign. En ese sentido, los recur- ‘sos culturales de un pueblo no son nicamente los que tiene bajo su control en un momento dado, sino todos aquillos con los que mantiene una relacion historica ha~ ia el pasado y hacia el futuro: la memoria y el proyecto forman parte de la cultura autonoma. Por otra parte, los recursos son culturales porque se identifican y se finen a partir de la perspectiva cultural 0 matriz cultural ‘especifica de cada grupo, ¥ en funcion, historlcamente, de su necesidad y de la capacidad de control existente. 110 POLETICAS CULTURALES EN AMERICA LATINA apertura de minas en el territorio étnicos pero también el uso de la fuerza de trabajo, impuesto por la fuerza di- Jeet Oper la creacion de condiciones internas que obli- a ello, en tareas y empresas ajenas al (la emi- gracién laboral seria un buen ejemplo rca como la encomienda lo fue en el pasado). La lucha es permans tey reviste las mas variadas formas, porque el grupo. tenta por diversas vias recuperar el control sobre sus propios recursos culturales. Cultura auténoma y cultura apropiada integran el campo de la cultura propia. Cultura impuesta y cultura enajenada constituyen el ambito de la cultura ajena, El punto critico est& en quiém toma las decisiones sobre los recursos, es decir, quién ejerce el control cultural. Lo propio y lo ajeno son categorias historicas, dindmicas, cambiantes en su extensién y contenidos concretos, por- que son la expresién de una correlacion de fuerzas opues- tas, de tendencias y procesos encontrados. Un pueblo es as libre, Inés aul6nomo, cuanto mAs amplo, diversi. cado y completo sea el Ambito de su cultura propia y, par- Seularmente, el universo de su cultura autonome. En cambio, estard sujeto a una dominacion mayor en la me- ida en que crezca el campo de la cultura ajena, en el cual no tiene posibilidad de ejercer el control cultural. 4Cémno se ejerce el contro! cultural y cuando podemos afirmar que es un pueblo el que toma las decisiones co- rrespondientes? Es claro que en pocos casos se pueden observar formas de toma de decision que reflejen una participacién universal e igualitaria de todos los miem- ‘bros de un grupo. Lo mas frecuente es que existan ins- tancias a fas que les corresponde tomar las decisiones en relacion con determinado tipo de asunto. No nos esta- mos refiriendo exclusivamente a decisiones de orden pi blico, a formas de gobierno; el control cultural abarca todo tipo de estrategias, incluso individuales, y, en con- secuencia, las decisiones se toman en Ambitos sociales muy diversos y en todo tipo de situaciones. El problema LOS PUEBLOS INDIOS ¥ LAS POLITICAS CULTURALES | 111 reside en la legitimidad que se le reconozca a quienes deciden en cada circuristancia. Tal legitimidad es, a su ver, una decision colectiva que esta determinada por, ¥ forma parte de, la propia cultura. No es problema de una- nimidad, sino de consenso respecto a la legitimidad de las decisiones. Puede decirse: legitimidad cultural. Las contradicciones, las oposiciones, el enfrentamiento y la lucha en torno al control directo de los recursos cultura- les existen siempre dentro de cualquier grupo; esa disputa por el poder de decision, sin embargo, debe distinguirse ‘como un proceso interno (una lucha entre nosotros) que forma parte de la dinamica social y cultural, que no in~ valida la legitimidad de las decisiones aunque cuestione, y finalmente transforme, los ‘mecanismos y las instancias para tomarlas. Otorgar legitimidad a las formas de ejer- cer el contro! cultural es parte de la cultura autonoma. "Aqui se plantean varias cuestiones que merecen un anAlisis un poco mas amplio y que remiten al problema de la identidad étnica. Un grupo étnico (un pueblo) se define por su capacidad de decision respecto a un con- junto de clementos y recursos que forman su cultura. Debe asumirse el cardcter hist6rico de esa capacidad de decision: hay un espacio de control cultural real en cual- quier momento de Ja historia de un pueblo; pero existe también, en los pueblos sujetos a la dominacién colo- nial, una memoria de la época en que se tuvo un control cultural mas amplio y, en correspondencia, un proyecto permanente de recuperacion. En ese sentido, los recur- 508 culturales de un pueblo no son tinicamente los que tiene bajo su control en un momento dado, sino todos aquéllos con los que mantiene una relacién hist6rica ha- cia el pasado y hacia el futuro: la memoria y el proyecto forman parte de la cultura auténoma. Por otra parte, Jos recursos son culturales porque se identifican y se de- finen a partir de la perspectiva cultural o matriz cultural especifica de cada grupo, y en funcion, historicamente, dde su necesidad y de la capacidad de control existente.

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