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Lucia Prieto Borrego Mujer, moral y franquismo Del velo al bikini Universidad de Malaga + 2019+ en la psicopatia de las presas antifascistas”" y Francisco Javier Echalecu y Canino”, mantuvieron la vinculacién de la prostitu- cién a mujeres intelectualmente limitadas y con patologias. Si bien, Echalecu reconoceria la incidencia del factor social entre Ja amplia muestra de mujeres estudiadas. (Bandrés, Zubieta y Llavona, 2014: 1.667-1.679). Los estrictos controles higiénicos y la amplitud del conjunto normativo caracterizan el ejercicio de la prostitucién reglada como instrumento de control de las enfermedades venéreas. Tras la guerra el extraordinario desarrollo de la sifilis sirvi6 de soporte al conjunto de medidas profilacticas que asimiladas el discurso de regeneraci6n racial que justificarfan la confinacién —al menos en teoria— de las “mujeres puiblicas de infima esto- fa”, en unos casos “para corregirlas, y en otros, escarmentarlas” (Patronato de Proteccién a la Mujer, 1943: 81) ® Vease el trabajo realizado por Vallejo Najera en Nadal Sanchez (1987: 1365.38, © Francisco Javier Echalecu Canino médico del Patronato y profesor de psicologfa criminal habria promovido un proyecto de exterminio de disidentes, sociales y delincuentes inspirado en la “solucién final nazi” (Bandés, Llavona, y Zubieta, 2013: 55-60). Capitulo 2 La implantaci6n del proyecto moral del franquismo: los afios cuarenta El Patronato se configut6, pues, en el entramado institucional franquista como uno de los principales instrumentos de control social. Y desde el mismo afto de su cteacién acometis lo que sus impulsores considerarian 0 crefan que seria un estudio ob- jetivo de la moralidad pablica. Un diagnéstico que permitiera la intervencién de las conductas privadas religiosas sexuales y afectivas al objeto de modelar comportamientos asimilables a las teorias expuestas en su definicién tedrica. En definitiva, una mas de las actuaciones que a semejanza de las desplegadas por Alemania e Italia, aspiraban a un dirigismo integral del individuo como parte de la politica del Estado totalitario al que aspiraba el franquismo, A través de la publicaci6n de la primera de Jas memorias, el Patronato da a conocer el organigrama de sus instrumentos e infraestructuras y las funciones y objetivos desde los que se define su naturaleza paternalista y redentorista. Como insti- tucién competente en la direccién de una politica estatal de ‘moral piiblica se reconoce, sin embargo, auxiliar de la funcién social redentora de la Iglesia, si bien su campo de actuacién pertenece al ambito de la justicia social, responsabilidad del Estado que lo financia, Io que lo sustrae —como es propio de los estados orgénicos— de la beneficencia. De ahi la confianza ampliamente manifestada en una futura autofinanciacion a partir del trabajo de las mujeres redimidas. Los responsables del Patronato justifican la funcién institucio- nal de control social, sus competencias y campos de actuacién del Estado a partir de la ya explicada argumentacién te6rica. Pero esta teorizacién se ira sosteniendo en unos diagnésticos que —a pesar de su reconocida imperfeccién— constituyen el fundamento de la reglamentacién impuesta a la poblacién, En el control de la sociedad espafiola, un elemento central lo constituye pues, la vigilancia de la moral femenina, asimilada a los roles establecidos en la Alemania nazi y en la Italia fas- cista (Di Febo y Saba, 1986; 439-452; Prieto Peral, 1996; 105-120; Molinero, 1998: 97-117; De Grazia, 2000 y Richmond, 2004) y ejercida por una pluralidad de agentes al servicio del Patronato. La institucién confia la correccién de “conductas desviadas” a un colectivo de mujeres, formado profesionalmente en la Escuela de Formacién Familiar y Social, patrocinado por el Consejo Superior de la Asociacién de Mujeres de Accién Caté- licas. Patronazgo que presupone el fuerte componente religioso que inspira la reeducacién del comportamiento femenino! y que reafirma la presencia de la accién social de Ia Iglesia en la institucién, En esta tarea seré total la implicacién del apostolado que desde asociaciones seglares encuentran en el Patronato Ia realidad necesaria en la que volcar Ia caridad paternalista y el puritanismo moral (Moreno Seco, 2008a: 269-293). Junto al componente seglar, otro conjunto de actores determinan hasta qué punto los mecanismos de sujecién estuvieron en manos TET programa de formacién de las celadoras dedicaba a las materias de Religién y Moral casi la mitad (46,66%) del total de horas del curso, incluyendo tanto Ia teoria como las précticas (Patronato de Proteccién a la Mujer, 1943: 19) del clero. En primer lugar la presencia de asesores religiosos y morales con Ia especifica mision de orientar la labor de las Juntas Provinciales y, sobre todo, el determinante papel de las érdenes religiosas femeninas. ‘Todos los centros adscritos al Patronato estuvieron regentados por monjas. Entre las congregaciones como mayor experien- cia en la reeducacién de las conductas extraviadas, estaba las ‘Adoratrices creada ya en el siglo XIX para la atencién de las prostitutas y las Oblatas, “las monjas carceleras” (Juliano, 2012: 253-274), encargadas, entre otros, de un colegio en Ciempozuelos en cuyo centro psiquidtrico existié una unidad del Patronato en la que se aplicaron con dureza los mecanismos de feminizacion (Rendueles Olmedo, 2000: 121-138). Pero junto a estas érdenes, bajo regimenes aparentemente menos severos, Trinitarias, Congregacin de los Santos Angeles Custodios, Capuchinas de la Sagrada Familia y religiosas del Buen Pastor sirvieron al proyecto moralizador acogiendo bajo el manto religioso a mujeres en situacion de desamparo. El clero secular femenino se convirtié en guardian no solo de mujeres peligrosas o potencial- ‘mente amenazadas, varias érdenes dedicadas tradicionalmente al acogimiento de jovenes desamparadas, solitarias 0 pobres pusieron sus residencias al servicio del Patronato, entre ellas, las Esclavas de Maria e Hijas de Maria Inmaculada, dedicada estas a la proteccién de uno de los colectivos moralmente mas amenazado, el del servicio doméstico, En un primer momento, en los centros utilizados por el Patro- nato en Madrid, coinciden mujeres de trayectorias y circunstancias muy parecidas, y no siempre relacionadas con la prostitucién. En un amplio ntimero de expedientes consta de manera gené- rica como causa del internamiento, “la mala vida”, un concepto que puede ser simplemente asimilable a modelos de conducta condenables; en otros es el abandono, la miseria, la enfermedad, la soledad y el desamparo vinculado a la desestructuracién fa- miliar (Patronato de Proteccién a la Mujer, 1943: 171-195). Adin en 1942, muchas de estas mujeres desarraigadas convergen en el Albergue de la Merced 0 en el Refugio de Nuestra Sefiora del Amparo en situaciones derivadas del impacto de la guerra civil sobre sus vidas. Procedian del Parque de Mendigos, una especie de campo de concentracién habilitado en el matadero de Madrid, donde fueron rechtidos, los miles de indigentes que vivian en as calles o entre las ruinas de los bombardeos*. Para las mujeres ya seducida, las «caidas» que habian que- dado embarazadas, la institucin dispuso de una red de Casas de Maternidad. En la inmediata posguerra, la Fundacion de la Dolorosa cre6 un centro para madres solteras instalado en Villa Sacramento en Madrid, igualmente regentado por religiosas. El componente catélico del programa conductual confiado a las religiosas es el que marca la diferencia con los agentes socializadores del III Reich. Tanto las Jovenes Alemanas como la Asociacién de Mujeres Nacionalsocialistas, liderada por Gertrud Scholtz, establecen las pautas del comportamiento femenino en el mismo sentido de subordinacién, modestia y relegacién social que las impuestas por el franquismo pero desde una perspectiva exclusivamente politica y laica (Rodriguez Lujan 2014). La naturaleza del Patronato se autodefine a partir del anélisis de sus funciones y de sus fines por su carécter redentorista, regenerador y profiléctico, lo que es coherente con la propia concepcién de regeneracién nacional. Ello implica en un primer nivel, el aislamiento social del elemento contaminado, la mujer inmoral cuyo pernicioso ejemplo es socialmente peligroso, * Ta tetirada de mendigos de las calles madrilenas convertidas segiin Ja propia prensa del Régimen en “un deambular constante de harapos” fue cordenada por el gobernador civil, Miguel Primo de Rivera. El Ayuntamiento de Madrid habilito varias naves de los antiguos Mataderos, donde llegaron a ser recluidas entre 1.500 y 1.700 personas. Auxilio Social sac6 a los centenares dl niiios alli recluidos distribuyéndolos en su red de Hogares infantiles, tanto en Ia capital como en provincias. ABC, 26 de diciembre de 1941. 30 ‘Una vez intervenidas, las conductas desviadas son reeduca- das en las instalaciones de la vasta infraestructura prestada por la Iglesia y por la propia creada por el Estado, Una simbiosis desde la que se desplegé la mayor actuacién de control social sobre las mujeres espafiolas con el objetivo preciso de interve- ir en sus aspectos més intimos: los afectivos y sexuales que podian escapar del proceso de socializacién politica que qued6 encomendado a la Seccién Femenina, sin que ello signifique que la organizacién falangista renunciara a intervenir en Ia regulacion de la vida moral’ 2:1. La situacién moral de Espaiia: preguntas y respuestas para una visién oficial 2.1.1. Los instrumentos de deteccién EI Régimen acometié el proyecto de moralizacién de la so- ciedad espafola a partir de un diagnéstico previo encargado al Patronato. Este fue elaborado en funcién de dos instrumentos, las juntas provinciales y el Cuerpo General de Policia, depen- diente de la Direccién General de Seguridad’, La instrumenta- lizacién del aparato represivo de las conductas politicas para la vigilancia del orden moral no es sino la manifestacion de Ia estrecha relacién entre represién y control social’. Por otra parte, la informacién procede de las juntas provinciales del patronato y en algunos casos muy puntuales, de la llamada 5 Para la amplia bibliografia existente sobre la labor de encuadramiento de la Seccidn Femenina, nos remitimos al estado de la cuestion elaborado por Lucia Privto Borrego (2010: 7-21) * Ley de Reorgonizacisn de fos Servicios de Policia de 8 de marzo de 1941. BOE n° 8, de 8 de absil de 1941, pp. 240-244, 5 El control social, entendido como el intervencionismo destinadlo a ta ‘conformacién de an determinado comportamiento colectivo en el orden moral puede ser considerada una forma dle represion (Gonzalez Calleje, 2006), ae «Liga Espanola contra la Péblica Inmoralidad», existente en Zaragoza y Barcelona. La pluralidad de agentes implicados en la definicién del problema determina éngulos de visién totalmente diferentes ¢ incluso contradictorios. Lo que para la policia podia ser una cuestion de orden puiblico, para las Juntas del Patronato las conductas se evaltian en base a las “buenas costumbres” 0 a la practica y principios religiosos. 2.1.1.1. Cuestionario para 1942 Para diagnosticar Ia situacién de 1942, aio de Ia puesta en marcha del proyecto moralizador, a los agentes policiales y del Patronato se facilitan unos instrumentos de deteccién —cues- tionarios muy elementales— que se irén perfeccionando una vez que el trazo de la situacién presentada es —segiin admiten Jos mismos responsables de procesarla— apenas un esbozo de una realidad poliédrica a Ja que se ha mirado solo una cara, la de la prostitucién. El fenémeno se procesa en funcién de cues- tionarios (Patronato de Proteccién a la Mujer, 1943 y 1944)° en los que el 80% de los interrogantes se refieren a aspectos que de forma exclusiva atafien a las mujeres. Al margen de la prostitucién, estas primeras encuestas diag- nostican Ia salud moral de la poblacién espafola utilizando unos pardmetros tan amplios como difusos. Las respuestas policiales, repletas de valoraciones subjetivas, son portadoras de concepciones culturales que aunque comparten como denominador comtin los fundamentos del pensamiento hegeménico, igualmente manifiestan dispares visiones indivi- duales 0 son fruto de experiencias personales. Un ejemplo de Alun cuestonarios cle Ia Memoria correspondiente al bienio 1943-1984 son repreducides por Assumpla Roura (1098 146.117) $32 visiones opuestas y contradictorias lo constituye Madrid, donde Jos responsables nacionales del Patronato no parecen creer a los comisarios de policia que “sorprendentemente” consideraron televada la moralidad del distrito de Cuatro Caminos (Patronato de Protecci6n a la Mujer, 1943: 38), o bien admiten abiertamente la dificultad de procesar —ni siquiera cuantitativamente— el fenémeno de la prostitucién por ser valorado seguin el criterio personal de cada autoridad. 2.1.1.2. Informes especiales (1942)’ Las limitaciones de los informes policiales se equilibran con un conjunto de Informes supuestamente mas sélidos apoyados en datos estadisticos, técnicos 0 en observaciones que como las de la «Liga Espafola contra la Publica Inmoralidad» de Barce- Jona y Zaragoza creen focalizar el problema con mas precisién, al menos desde el establecimiento de sus propios parametros. El primero de estos informes se refiere a la preocupacién del Estado tras la guerra, la Natalidad. Fundamentado en dos trabajos contempordneos (Villar Salinas, 1942 y 1942b), sus conclusiones constatan la disminucién de la natalidad en Espafia a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Este descenso es muy acusado durante la Repiblica y se incrementa dramatica- mente durante la guerra. Pese a su relativa recuperacisn en los afios posbélicos, esta no deja de valorarse desde tn optimismo muy moderado. Por el contrario y en relacién a la superficie del pais, Espaiia se considera muy por debajo de su capacidad Jo que resulta un obstaculo para “los destinos hist6ricos de la Patria”. Una meta que hacia imprescindible un promedio de cuatro hijos por familia —el mismo comportamiento de veinte 7 Los “Informes especiales” en Patronato de Proteccin a la Mujer (194%: 465.64, ae afios atrés en cuanto a la tasa de fecundidad~ cuya alarmante disminuci6n, desde los afios treinta, hacia imposible la recu- peracion demografica’, El informe evidencia la profunda preocupacién por el es- tancamiento demogréfico y justifica que el Estado confie a Ia difusién de la moral catélica, opuesta a cualquier practica contraconceptiva, sus perspectivas demograficas, en tanto que “la conducta del matrimonio catélico como generador de hijos” era, segiin Pio XII, el fundamento y Ia base del sacramento del matrimonio. El retrato del Madrid suburbano es el segundo de los docu- mentos que realizado directamente por el Patronato a partir de los informes de los parrocos —completamente opuesto a los informes policiales— muestra la cara mas sérdida de la posguerra espafiola®. Los bartios periféricos son un submundo donde conviven hacinados miles de personas en edificios rui- noses y semidestruidos y en el que la inmoralidad se relaciona directamente con la miseri Los indicadores de la inmoralidad son para los informadores parroquiales el ritmo de administraci6n de los sacramentos, muy débil, el del Bautismo, en el Puente de Vallecas. Pero sobre todo, en el mismo barrio la existencia no ya de convivencias maritales * En la Alemania de Hitler se aspiraba a que cl namero de hijos por familia debia ser superior a cinco. Una familia con cuatro hijos quedaba liberada de devolver la ayuda social que el Estado facilitaba a la mujer por abandonar su trabajo al casarse. El maximo premio a la natalidad, la Cruz de Honor de a Madre Alemana se concedia a las mujeres que tensan ocho hijos (Rodriguez Lujan, 2014: 12), Aunque la Memoria no especifica con claridad ni la fuente nila autoria dll informe, se alude a la investigacion realizada por los parrocos de la periferia de la ciudad a quienes probablemente pueda atribuirse la grfica descripcion de fos suburbios, La posgucrra en Madrid ha sido abordada en publicaciones {que han atendido a aspectos de la vida cotidiana tanto desde la investigacién periodistica (Montolid Camps, 2005) como historiografica (Barciela Lape7, 2014). 34 no regularizadas, “concubinatos", sino los 1.700 matrimonios ‘civiles realizados entre 1936-1939 y cuya “legalizacion” —el matrimonio canénico— no parecia marchar al ritmo esperado por la parroquia de San Ramon. De igual manera se manifes- taban en el barrio de Tetuan de las Victorias los limites del proceso de recatolizacidn, visibles en la persistencia de parejas resistentes al matrimonio religioso. Mas demoledor resulta atin para los parrocos el absentismo de la misa dominical, estimado globalmente en apenas un 12% para el total de las parroquias, sin que ello signifique que los parrocos hayan perdido la es- peranza de contribuir a la regeneracién moral ‘Alrespecto, es muy significativo el reconocimiento por parte del Patronato de la labor que le correspondia a la Iglesia, la de auxiliar en su politica social al Estado", no solo permitiendo sino instandola a la creaci6n en las zonas mas deprimidas de: dispensarios, escuelas, talleres y cocinas, en espacios de actua- cién compartidos con Auxilio Social. Sin embargo, la preocu- pacién mostrada por los parrocos por la préctica religiosa de Ia poblacién suburbana deja bien claro el objetivo pastoral de Ia accién social de la Iglesia, un instrumento al servicio de la recatolizacién de Espatia. En estrecha relacién con las parroquias estén las distintas delegaciones de la «Liga Espafiola contra la Paiblica Inmorali- dad». Los informes aportados a la Memoria de 1942 proceden de las de Zaragoza y Barcelona y sus informes presentan una visién tan cercana a la realidad como Ia de los sacerdotes de los suburbios madrilefios. En realidad, ambas ligas se sostienen en el asociacionismo catélico, preferentemente fe- menino: Accién Catélica, Hijas de Maria, Damas Catequistas y la Seccién Femenina. Aunque fuertemente respaldadas por Ta acim socal desnrolada por Ia Tlesia smantuvo con el programa asistencia de la Sein Femenina zanas de eolaboracii yrvaidad (Moreno Garcia, 205) es las instituciones del Régimen presentan el intervencionismo religioso, ya descrito, en su aportacién a Ia cruzada por la regeneracién moral y espiritual de Espaiia. Como comin de- nominador presentan un Ambito de observacién y actuacion urbano, Barcelona y Zaragoza. En ambos casos, el celo de sus voluntarios determina una vigilancia exhaustiva sobre los es- pecticulos pablicos, cines y teatros, bares, restaurantes, bailes e incluso galerias de arte —consideradas, las de Barcelona espe- cialmente perniciosas por “exhibir desnudos"—. La «Liga» de esta ciudad con delegaciones en Tarrasa, Badalona y Matar6, establecié una minuciosa clasificacién de los espacios ltidicos entre los que inclufa por su peligrosidad no solo prostibulos, locales nocturnos —cabarets y salas de fiesta— sino también playas, piscinas y frontones femeninos, merenderos e incluso academias de canto y de misica. En Barcelona, la mirada escudrifiadora de los agentes de la «Liga» no parecen captar el gris de una ciudad medio destrui- da, hambrienta y desesperada, por el contrario del empefio en clasificar y tipificar el ocio y el pasatiempo resulta el retrato de una sociedad ociosa y despreocupada. En Zaragoza, igualmente se identifican como principales focos de inmoralidad bailes, cines y piscinas puiblicas pero también Ias calles y paseos estaban llenos de “libertades pecaminosas”. EI problema mas grave en Ja ciudad era la prostitucién de menores que al ser clandestina presentaba el peligro anadido de la enfermedad venérea. En esta ultima ciudad, los miembros del «Bloque» reconocen que han desarrollado una exhaustiva labor de vigilancia sobre la poblacién y las propuestas de medidas que asumidas por las instituciones suponen una rigida reglamentacién de [a com vencia, el ocio y la sociabilidad. Al respecto, la imposicion de Ia segregacin sexual en los baitos ptiblicos; el establecimien- to de una censura cinematogréfica paralela, la vigilancia por $36 medio del «Bloque» del funcionamiento —aunque legal— de tos hoteles, lamados meublées y la vigilancia de espacios pros- titucionales callejeros. ‘Al margen de los comportamientos personales derivados de Jos sistemas de relacién y convivencia y evaluables desde su adecuacién a las exigencias del Régimen, existen los delitos que atentan contra Ia moral pablica, entre los que se encuentran os que atentan contra la honestidad y la vida y contra Ia pro- piedad. La valoracién de estas tipologias delictivas se incluye en la Memoria correspondiente a 1942 por considerarse que aun de forma indirecta caen en el érea de competencias de! Patronato. Los informes elaborados por la Fiscalia presentan el aumento de la delincuencia comtin en comparacién con los aitos republicanos. El incremento de todas las modalidades delictivas y de las formas de violencia atentatorias contra la vida ponen de manifiesto una estrecha relacién con las con- secuencias de la guerra civil y con Ia politica economica del Régimen, admitidas de pleno por el fiscal general del Tribunal Supremo. Pero la evidencia de una fenomenologia que ha de ser valorada desde el punto de vista moral, obliga al fiscal a ceximir al gobierno de Franco de cualquier responsabilidad en a miseria que provoca la delincuencia vinculando la situacién econdmica espafiola a la situacién exterior. El conjunto de los delitos contemplados en 1941 experimenta con respecto al de 1934 un incremento espectacular —mas del doble en todas las categorfas propuestas— visible sobre todo ‘en los que tienen que ver con la subsistencia, Una delincuencia de baja intensidad que el Informe vincula a la modalidad de hurto, categorizada en el derecho penal como “robo famélico”. Un término que hace referencia al hurto de alimentos 0 de cualquier otro elemento imprescindible para la subsistencia, realizado sin violencia y motivado por una necesidad extrema. EL hecho mismo de que el fiscal del Tribunal Supremo reco- ae nozca la existencia generalizada de un comportamiento cuya tipificaci6n juridica contempla el estado de necesidad de los individuos, implica la aceptacién del fundamento social de las conductas que a diario Henaban —de nifios, hombres y mujeres viudas— los cuarteles de la Guardia Civil". La asistencia a los menores —y en la Espafia de posguerra habia miles de ninos huérfanos 0 solos— en sus aspectos materiales quedara en ma- nos de la magna obra que fue Auxilio Social cuya utilizacién ‘como instrumento socializador ha sido suficientemente resaltado (Orduiia Prada, 1996; Carasa, 1997: 89-140; Molinero, 2005 y Cenarro, 2006). La proteccién juridica de los menores justificara, segiin el fiscal la reforma del Cédigo Penal y la tipificacién de nuevos delitos, entre los que se encuentran los contemplados en la Ley de 12 de marzo de 1942 relativos al abandono fa- miliar y al incumplimiento de deberes de asistencia familiar, a los que se suman los complementarias sobre infanticidio y abandono de menores". Para el fiscal del Tribunal Supremo la corrupcién de menores y la induceién a la prostitucién vienen determinadas no solo en funcién del desamparo material, son también vinculables al clima moral pues la tupida red de Ia corrupcién de menores anida sobre comportamientos que se influyen mutuamente y el de mayor nocividad es, por supuesto, la relajacién de la honestidad femenina. Tanto Madrid como Barcelona presentan un ntimero de de- litos contra Ia honestidad y contra la integridad personal muy La pequena delincuencia relacionada con la subsistencia es atendida en los estudios que se han ocupado tle los aspectos sociales del franquismo (Mir Cures, 2002; 123-193; Jame, 2004; Feendnclez Asperilla, 2005: 297-310; Agusti 4 Roca, Gelonch Solé y Mir Cure6, 2005; Del Arco Blanco, 2007; Gomez Wes- termeyer, 2005; Rodriguez Barreira, 2013 y Roman Ruiz, 2015) ‘Ley de 12 de marzo de 1942, porta que se sanciona ef deli de abandono de Jamilis 0 incumpliniento de tos deberes de asistencia familiar, BOE n° 86, de 27 de ‘marzo, p. 2.157, 238 superior a los de la Repiiblica. El Suicidio entra en el area de valoracion y actuacién de la Fiscalia cuyo informe refleja que entre 1934 y 1941 se multiplica por seis en Madrid y casi por ‘cinco en Barcelona. La vinculacién del suicidio con los miedos, traumas y angustias de la guerra es mas que evidente por mas que el discurso psiquistrico oficial que representaba Vallejo [Najera minimizara los efectos de la contienda sobre la mente". El suicidio fue junto a Ia homosexualidad el gran taba del franquismo lo que explica la renuncia del Informe a dedicar al fenémeno el més minimo comentario. Por Ultimo, la inclusién de un informe sobre el “Uso y trafico de estupefacientes” como elemento de diagnéstico expresa la relacién entre la nocividad del consumo de determinadas sus- tancias, presente en el discurso médico higienista y la salud ‘moral, simbiosis sobre la que se apoya el proyecto eugenésico del franquismo. Segiin consta en el citado informe las politicas desarrolladas contra las drogas se habian iniciado a partir de 1928 desde la Direccién General de Sanidad, bajo la responsabilidad de Fernando Hergueta", especialista en toxicologias. De forma un tanto insdlita, los redactores de la Memoria de 1942 no solo reconocen la operatividad de Ia politica antidroga durante los afios republicans sino que cuestionan Ia restriccién de las asignaciones que experiments el Servicio tras la guerra, una vez que pasé a formar parte de Ia Inspeccién General de Farmacia 5 Fanaa piquiatt oficial as enfermedades mentales no extban provoca- dn porte sce oat xen asco aiode Vallgo Najery Lapes Thor svi para rebejor moral inciuo biologicamente a os Senco, pes “los marxists” al career de las alts virtues de lee sokdadon “canals” eran mets esitentes ola neuron, El pighitra Enrique Gon dhlee Dune ha vendo desmontando cualquier argumento cenifca en apoyo de este discurso (Gonlez Duro, 20) ve doctor Feenarlo Hergueta fue responsable desde 198 de I efatura Sanitaria de Toxkos y Estnpelacientes, 206 Los autores del informe reconocen Ia dificultad de procesar el nivel de consumo de las denominadas “drogas euforicas”, pero no renuncian a considerarlo una adiccién femenina y a vincularlo a los grupos marginales. Una versién oficial que mantiene la asimilaci6n de vicio y marginalidad y totalmente ‘opuesta a la observaci6n de los siquiatras que registran el ma- yor consumo de cocaina y morfina entre las clases acomodadas (Gonzalez Duro, 2003: 79). Estas drogas junto al opio serian en Espafia, las mas consumidas en un espacio de observacion exclusivamente urbano, solo procesado en base a datos poli- ciales, que sitdan a la cabeza de las sustancias intervenidas la cocaina y el opio. Los cinco informes resefiados aportan un conjunto de visio- nes tendentes a apoyar un proyecto politico que pretendia ser legitimado desde dispositivos biol6gicos y médicos (natalidad y eugenesia); religiosos (recatolizacién); juridicos (corpus legal)", En todos los casos se asumen que los agentes emisores son ex- pertos en su campo de actuacién y por tanto su interpretacion de la realidad es en funcién de su cualificacién absolutamente objetiva. Una més que supuesta objetividad de la que carecen por completo las visiones dadas por las «Ligas» de Barcelona y Zaragoza, evocadoras, sin duda de una realidad graficamente descrita pero repleta de valoraciones subjetivas cuando no hi perbélicas. Con todo, ambas representan la capacidad de unos individuos que respaldados por las instituciones del Régimen podian intervenir las vidas de sus vecinos. Intervencién que desde las instancias legales qued6 justificada en funcin de la aplicacién no ya del conjunto de leyes emitidas sino también desde un conjunto normative de tan amplio espectro que po- sibilitaba la denuncia contra cualquier comportamiento sin que _ De los informes se deduce la perfecta articulacién del discurso franquista sobre la sexualidad. La Iglesia que establece la norma que la ciencia supuesta- ‘mente justifica y la justicia castiga la transgresion (Regueillet, 2004: 1.027-1012), 240 snecesariamente este fuera delictivo. Pero segiin la argumentacion del fiscal del Tribunal Supremo, Blas Pérez Gonzalez, el solo incumplimiento del deber moral o legal constituye el delito y se contempla la prevision penal por “la mera consideracién del peligto de que se produzca’ Bajo estas premisas, las mdiltiples modalidades de actuacion ciudadana contra la inmoralidad: ligas, bloques, asociaciones catélicas... 0 individuos particulares solicitaron y consiguie- ron durante el franquismo Ia reclusién de miles de nifias y adolescentes sin més justificacién que un hipotético “peligro de perdicién”. Los “Informes especiales” y los cuestionarios citados son el fundamento del marco tedrico que justifica el proyecto na- cional de moralizacién publica. Para diagnosticar Ia situacion del bienio 1943-1944 el cuestionario general elaborado para la Memoria anterior es sustituido por un conjunto tan amplio como minucioso de cuestiones desde las que se pretende indagar en todos y cada uno de los comportamientos colectivos, aftadiendo como criterio de valoracién la perspectiva comparada, La ma- yor diversificacién y perfeccionamiento del método evaluador tiene que ver tanto como Ia constatacién de las deficiencias de Ios informes de 1942 como con las evidencias resultantes de Jos expedientes tramitados por el Patronato en cada una de las provincias. femora elevada al Gobiemo Nacional en Ia slemmne apetara de es ‘uipunales el die 15 ce septiembre de 1H" por el ical cel Tribunal Sapremo Blas Perce Gonvdlez (Patronato de Prteecion ala jer, 943 5) “ue 2.1.2. Preguntas y respuestas para la Espaiia de los cuarenta 2.1.2.1. Situacién general de In moralidad en las distintas provincias, 1943-1944 La exigencia de elaborar respuestas desde situaciones com- paradas se justifica en aras de una supuesta objetividad com- prometida por visiones locales que desconocen otras realidades y circunstancias. Sin embargo, el dirigismo del cuestionario no esconde la manifiesta intencién de responsabilizar a la Repiiblica de la relajacién de las costumbres. En efecto, la en- cuesta (Patronato de Proteccién a la Mujer, 1943: 3) presupone una “tendencia de empeoramiento desde 1930” y solicita una valoracién comparada de los periodos: 1931-1936; 1936-1939 y 1939-1943, asi como evaluar este tiltimo afio —en el que se suponia que habria hecho efecto la politica moralizadora— con respecto al de 1942, El cardcter tendencioso de las preguntas es tan evidente como Ia intencién de asimilar los comportamientos colectivos a determinadas coyunturas hist6ricas y/o espacios geograficos. Ello supone en primer lugar Ia exigencia a los informantes de una visién retrospectiva que no todos podian tener —se pedian interpretaciones de trece afios atrés— lo que determina descrip- ciones tan pintorescas como insolitas, El celo de los informantes Mega a presentar conclusiones tan incomodas que los propios responsables del Patronato renunciaron a interpretarlas 0 que autoridades como el Gobernador Civil de Leon se atreviera a exponer que las preguntas buscaban una deformacién de la realidad en sentido pesimista. 42 2.1.2.2. Las costumbres y su evoluci6n Puesto que tal y como se habfa admitido en Ia Memoria de 1942, el diagnostico de aquel ato se habia hecho de forma generalista y con un enfoque, casi exclusivamente centrado en Ia prostitucién, las encuestas realizadas para la nueva edicién se elaboran de forma més minuciosa. Se pretende rebajar el peso de Ia subjetividad que en algunos casos dio lugar a relatos de imposible interpretacion. En definitiva los nuevos instrumentos de deteccién se elaboran —segtin las manifestaciones de los responsables— buscando una mayor objetividad, lo que no impide que se pregunten por hébitos y situaciones imposibles o al menos infrecuentes en la sociedad espafiola de posguerra”. El primer campo de observacién lo constituye, el compor- tamiento en los espacios dedicados al ocio —Bailes, Baitos y Espectaculos— que se convierten en uno de los principales indicadores de Ia moral civica'*. De ahi que se solicite que el Baile Pablico sea rigurosamente descrito en cuanto a publico y conducta —con especial atencién a la asistencia cle menores — Sin embargo, no se facilita en el conjunto de los interrogantes una clasificacién de las muchas modalidades de “Bailes” que trazarén las respuestas. Por el contrario, es mas exhaustiva la clasificacién de los espectaculos puiblicos que obedece a una F Ghalguiea de os estudios que se han ocupa de ava coiiana en posguerra ponen de manifesto la penuria y la carencia de los elementos mas Easiem, Rovultanabsolutamente reales alganos de los iterrogantesplantea- dios como los que se intresan por e1 uso del bafador o del albornaz en una sociedad en a que amplisimos grupos de poblacion apenas podia Vesise. Para fa vida cotidiana en la posguerra, entre lros, veanse Rafael Abella (1978) y Encamacin Barranguero y Lacia Prieto (2003), Una vision general en Antonio Cazorin (2016) °F Eewestonaro sobre“Bils, ariosy especticuls diversos” en Patronato de Proteccion a In Majer (94 39) ae visi6n de la Espaia urbana. La especifica referencia a Cines, “Salas de Fiestas” 0 a particularismos como Frontones Feme- ninos sugiere la exclusi6n de la mayoritaria poblacién rural, ajena al consumo de este modelo de ocio. Igualmente extrafta era para la poblacién rural —e incluso para la de zonas costeras— la préctica del baiio en playas, rios 0 piscinas. El interés mostrado por los inquisidores morales por el ‘uso del bafiador, o por una prenda —el albornoz— practicamente inusual para una gran mayoria de la poblacién, presupone la existencia de unas précticas y usos moralmente peligrosos que paradéjicamente eran en gran parte desconocidas. 2.1.2.3. La calle y Ia honestidad de la mujer El comportamiento en la calle es, aparentemente, el segundo foco de interés", Los anteriores espacios piblicos analizados —Bailes, Baiios y Espectculos — tienen, hasta cierto punto, un caracter restringido en cuanto que son utilizados en funcién de unas determinadas aficiones o inclinaciones, en definitiva, depende su uso de elecciones personales La calle es por el contrario el gran escenario en el que se des- envuelve la actividad que procura la supervivencia: el trabajo, el abastecimiento de alimentos y recursos basicos, el consumo... y donde igualmente se desarrolla el tiempo de ocio. Actividades vitales que determinan a su vez las pautas de la convivencia y las relaciones interpersonales que trascienden la esfera doméstica, Sin embargo, la conceptualizacién de la moral en Ia calle depende, segtin se solicita en el correspondiente cuestionario, del comportamiento de las parejas pero sobre todo de Ia ob- * Tag resptestas al cusstionario que evalia la “Moralidad ealljeray ho- nestdat de la mujer” y el “esctndalo pablico” en Patronalo de Protecion a Ta Mujer (194475135) 44 servacién del pudor femenino. El decoro y los buenos usos en Ja calle se configuran como un indicador del comportamiento social, més no del conjunto de los ciudadanos que la transitan y la viven, sino particularmente de las mujeres. Se trata de parémetros tan subjetivos que se dan casos en que los agentes informantes se contradicen, hasta tal punto, que el cuestionario de Barcelona va precedido de una nota Hamando la atencién sobre la discrepancia entre Ia celosa «Liga» y la Policia. ‘Aunque aparentemente el pudor y la honestidad parecen conceptos asimilables, en realidad enfocan dos realidades. Si el primero es observable pues se refiere tanto a la apariencia como al comportamiento en publico, el segundo se asocia a la vida ma- trimonial que no es, al menos en algunas facetas, visible, De ahi que al respecto las respuestas sean tan simples como generalistas. El concepto de “escandalo” implica por el contrario que la conducta individual se proyecta piblicamente en consecuencias no ya poco edificantes para la moral colectiva, sino perniciosas. El cuestionario focaliza la vida sexual y afectiva de las mujeres. Los informantes deben dar cuenta de su comportamiento antes y después del matrimonio; de «caidas» —eufemismo referido al embarazo de solteras—; de sus formas de convivencia —aman- cebamientos—; de abandonos y seducciones. Situaciones todas que se presuponen responsabilidad tinica de la mujer, sin con- templar minimamente la participaci6n o implicacién masculina. 2.1.2.4. La natalidad y la familia De lo que queda poca duda es que los interrogatories estén disefiados para la investigacién de los aspectos que mas preocu- pan al Estado en su programa de recuperacién demografica y econémica, la reproduccién, De ahi que se detecten tres ejes de atencién, la natalidad, la utilizacion de métodos anticonceptivos y el aborto, ello en funcién de las conclusiones del discurso que responsabiliza a la voluntad femenina de la disminucién de Ios nacimientos. La sospecha de practicas anticoncepcionistas se expresa, en el citado cuestionario: “;Cunde la malicia en orden a evitar el embarazo?”. La palabra malicia se parece sospechosamente a Maleficia, término utilizado en los libros penitenciales para referirse a las sustancias abortivas, asociadas por la Iglesia a la practica de la brujerfa® lo que demuestra que el discurso franquista identificaba el control de la natalidad con cualquier heterodoxia. Sobre el mismo tema se insiste a la hora de eva- luar la natalidad por provincias. De nuevo la valoracién de la situacion depende del comportamiento de la sexualidad de las mujeres, solo observable a partir de la visibilidad de los emba- razos o de abortos judicialmente intervenidos. De forma que las mismas autoridades del Patronato reconoceran la imposibilidad de explorar “un tema de indole tan privada” sobre el que de forma obsesiva se piden datos a los observadores provinciales a los que igualmente se inquiere por “la vida familiar”, enten- diendo que esta puede ser “robusta” o “relajada”. La familia no es concebida como grupo humano de des- envolvimiento en el ambito privado, su calidad no depende de las relaciones afectivas, sino —en funcién de Ia naturaleza politica que le atribuye el franquismo— de Ia asimilacién de los valores asociados al matrimonio catélico. La visién de la familia desde su vertiente estrictamente institucional justifica que a ella se vincule el comportamiento de las muchachas del servicio doméstico. La inclusién de un interrogatorio especifico destinado al mas feminizado de los sectores laborales indica La asociacidin entre aborto, anticoncepcion y brujeria aparece por primera vez en la Bula de Inocencio VII en 1484. A partir de este momento los crimenes reproductivos —contemplados en el Malleus Maleficarim, manual para apoyar la eaza de brujas— ocuparfan un papel central en los juicios por brujeria (Fe- dried, 2010: 51), + 46 por sf mismo, la consideracién de un colectivo de mujeres ‘moralmente sospechoso. 2.1.25. La prostitucién Si bien para el bienio 1943-1944 la prostitucién no es el indicador Gnico y més importante, su incidencia sigue siendo analizada a partir de cuestionarios més completos, intentando discriminar con claridad la prostitucion reglamentada de la clandestina e incorporando aspectos como el estado sanitario de las prostitutas no incluido en la Memoria correspondiente ‘a 1942. Los responsables nacionales de procesar Ios informes que evaluaban la incidencia de la prostituci6n eran conscientes de que la objetividad de los mismos era limitada. Con respecto a la ciudad de Barcelona, se admitia una total disparidad entre Ja visisn —muy pesimista de la «Liga»— y la muy optimista de la policia. De la misma manera admitiran las dificultades de cuantificacion de la prostitucién clandestina y por la falta, ademés de seguridad en la identificacién de las legales: Las garantias de identificacién personal de las meretrices se acusan en general tan escasas ¢ insuficientes, que mas bien deben calificarse, segtin la gran mayoria de los informantes, como practicamente nulas. Es notorio el valor convencional y ficticio de la cédula personal y la partida de nacimiento como pruebas de identidad, ya que tales documentos pueden ser utilizados por quienes no son sus verdaderos titulares. (..) (1944, p. 237). Tanto la naturaleza de los formularios elaborados por el Patronato como los Informes Especiales requeridos a fuentes 3 Los cuestionarios sobre “Prostitucién en Casas de Lenocinio” y “Prosti- tucién Clandestina” en Patronato de Proteccion a la Mujer (1944: 233-268), eclesiasticas, juridicas, médicas y politicas presuponen objeti- vidad pues debian basarse segiin las intenciones manifestadas en observaciones y datos empiricos. Mas complicada resulta la demanda de que las realidades descritas sean interpretadas a partir de formularios que conjugan la consideracién de la influencia de factores religiosos, politicos y econémicos. Entre estos ultimos, la inclusién de Ia carestia en alusién aunque no se nombre al estraperlo, de la falta de trabajo y de vivienda implica la aceptacién de la vinculacién entre la situacién moral y el nivel de vida. 2.1.3. El diagnéstico: verdades a medias, certezas ocultas 2.1.3.1. El mal viene de lejos La tendenciosa cuesti6n que a priori consideraba que la salud moral de los espaftoles habia empeorado desde los afios, treinta buscaba la confirmacién de la “depravacién” existente en el periodo republicano. La “relajacién de las costumbres” entre 1931 y 1936 se con- firma en todas las provincias®, El “empeoramiento moral” se constata como un hecho incuestionable cuyos efectos son des- critos a nivel de actitudes y comportamientos, vinculados —en casos puntuales— a la difusién de la pornografia durante la Repiiblica, como en Pontevedra: Se caracteriza este periodo por el florecimiento y difusion de la literatura e ilustraciones pornograficas que se lucfan dlificuitad de establecer una curva es patente en las provineias que no hallan diferencia entre los periodos establecidos, entre ellas se encuentran Granada, La Corufta, Guadalajara y Guiptizcoa. El “Resumen General” y las respuestas al cuestionario sobre Ia situacion de Ia moralidad en las dlistintas provincias en Patronato de Proteccién a la Mujer (1944: 3-33). + 48 cen los escaparates y Henaban los bolsillos de j6venes estu- diantes, soldados, aficionados de ambos sexos a la lectura novelesca y decrépitos seniles (1944, p. 24), Mejor definido esté el periodo bélico, en el que se distingue con claridad Ia situacién de las “ciudades rojas” con respecto a las de la zona franquista. En las primeras, no solo desciende el nivel moral con respecto a los afios anteriores sino que la relajacién que se da en Guadalajara o el “bajo tono moral” que se dio en Jaén se convierte en “desenfreno” en Alicante; la in- moralidad llega a su apogeo en Castellon y Gerona; en Lérida, “todas las pasiones” se desbordaron y en Almeria simplemente deja de existir. Valencia es el versus de la generalidad de las, ciudades republicanas, pues los informes admiten que la moral en la posguerra fue peor que en las épocas precedentes, pero ‘el descenso era debido a que “rofda en su entrafta viva por tantos aftos de notoria decadencia”, la moral y las costumbres inician una caida, por “el aumento de la blasfemia”, Evidencias que se justifican atribuyendo a la relajacién del perfodo bélico el origen de unas costumbres que persisten a partir de 1939, En la zona controlada por Franco —en contra de la respuesta esperada— una mayoria de provincias no presenta el estado moral de forma evolutiva 0 admiten como Badajoz que no existié diferencia entre las dos zonas en las que la provincia estuvo dividida, Una diferencia resaltada en Huesca, donde la situacion moral habfa empeorado en la “zona roja”. Por el contrario, Lugo, Oviedo y Salamanca reconocen abiertamente que la victoria franquista no incidié en una mejora de las costumbres. Cuando Jos informes renuncian al imposible retrato de una retaguardia moralmente depurada —segdn los valores de la victoria— justifican —a diferencia de la zona republicana— las causas. 49% En Cordoba, durante la guerra, el ambiente-moral descendié a unos niveles desconocidos que aumentaron posteriormente pero la importaci6n del vicio procedia de “zona roja” por la afluencia de prostitutas. En Avila como en Burgos se admite la dificultad de valorar la situacién aun teniendo en cuenta circunstancias vinculadas al conflicto, poblacién refugiada en el primer caso y campos de concentracién en el segundo. En Soria —donde entre 1936 y 1939 la situacién habia mejorado— se admite un aumento de la violacién y el estupro, delitos ambos relacionados con la presencia de militares. La intencién altima de la evaluacién es sin embargo demos- trar la operatividad de la labor moralizadora y los resultados del intervencionismo del Patronato. A ello obedece Ia expresa exigencia de valorar el afio de 1943 con respecto al de 1942. Del procesamiento de las tespuestas que referfan la situacién a partir de 1939, los responsables no pudieron sino reconocer un empeoramiento que admiten —como en la casuistica de la prostitucién— relacionado tanto con los efectos de la guerra: pobreza y destruccién, como de la politica econémica y de la represién. Informes de provincias que conocieron la temprana implan- tacién del franquismo, admiten sin paliativos el incremento del vicio y la inmoralidad lo que implica el fracaso en la asimila- cién de Ios valores morales del régimen pero ello se justifica en funcién de factores exégenos. En Burgos, la inmoralidad era mayor en las zonas rurales muy expuestas a los efectos que la guerra ocasioné, sobre todo por el estacionamiento de solda- dos, Ia existencia de campos de concentracién y Ia presencia de unidades extranjeras. En la isla de Mallorca se atribuye el empeoramiento —como en Burgos— a la presencia de milita- res, marinos y aviadores. En este caso —como los extranjeros que legan a Guiptizcoa— portadores de costumbres menos severas de las que permite “la rancia sociedad espafola”. Sin +50 ‘embargo, es la respuesta de las islas Baleares la que con mayor contundencia culpa a Jo extraio del aumento de la mayor de Jas perversiones, Ia homosexualidad tanto masculina como femenina, esta es: “achacable a las 900 reclusas politicas —la mayorfa del tipo de milicianas— que fueron traidas a la isla, muchas de las cuales han quedado aqui trabajando después de extinguir condena”. La situaci6n de las provincias leales y cat6licas es una realidad que en el Patronato apenas puede ser admitida ni atin con las justificaciones que pretenden suavizarla, Hasta tal punto que los responsables de la institucién niegan la inclusién de Navarra y Alava en el grupo de provincias afectadas por el descenso de la moralidad en los afios cuarenta. Puesto que en ambas se puede confundir la mas leve anomalia con escandalo, dada “la secular y robusta tradicién de religiosidad y equilibrio moral que a ambas caracteriza”. 2.1.3.2. Entre la depravada ciudad y el bucstico mundo camipesino La esperada superioridad moral del medio rural sobre el urbano tampoco pudo ser confirmada —al menos al nivel esperado—. La perspectiva comparada, lejos de presentar un agudo contraste entre la depravada ciudad y el bucotico ambiente campesino traz6 una inquietante situacién que en realidad tenia que ver tanto con usos y costumbres atévicos como con factores endégenos. Ya en la Memoria de 1942, algunos informes ponen de ma- nifiesto la naturaleza congénita de la inmoralidad en el medio rural donde existe la paradoja de que en el mantenimiento incontaminado de ciertas tradiciones se halla el origen del mal. De ello se hace eco el informante de Tartagona que desmien- it ae te de forma contundente la creencia basada en la pureza de las zonas més alejadas de los centros urbanos. En referencia explicita a esta provincia catalana niega la oposicion entre la corrupei6n de las tierras bajas y la superioridad moral de las altas, pues “es generalmente en las altitudes donde se halla més impiedad, més odios antiguos e implacables, més avaricia y més adulterio y estupro que en las poblaciones dotadas de vias de comunicacion”. Varias zonas montafiosas como Ia Berciana en la provincia de Leén y el Valle del Pas en Santander son asi mismo es- tigmatizadas por la persistencia de practicas resistentes a la influencia religiosa asf como por formas de vida consideradas susceptibles de corrupcién: (...) en algunos pueblos de la montaiia, a semejanza de las provincias gallegas, se da cierta tolerancia al hecho de que las muchachas se perviertan, sobre todo en la clase humilde, pues en ocasiones buscan con ello un medio de vida, ya que se ofrecen y son muy solicitadas como amas de cria. Esto sucede sobre todo en ciertas regiones, como el Valle del Pas (1944, p. 26), El mantenimiento de parémetros de conducta propios de ciertas comunidades se justificara en funcién la ausencia de las zonas rurales de la Iglesia, tanto como por la siempre funesta influencia de elementos contaminantes exdgenos. Estas consideraciones puestas de manifiesto en los informes sobre Ia Situacién General de la Moralidad aparecen muy de- finidos a partir de las graficas descripciones que se ocupan de las practicas lidicas, las costumbres y sobre todo el compor- tamiento de las mujeres en los espacios ptiblicos. 252 2.1.33. El ocio, vivero del mal: el baile, el cine y el baito EI baile es tanto en el medio rural como en el urbano una de las practicas de sociabilidad mas habituales tanto entre las clases altas como entre los sectores populares. Sus miiltiples modalidades aparecen claramente diferenciadas desde una perspectiva clasista pero también en funci6n del medio, de la actividad econémica y de factores culturales. En una sociedad donde Ia Iglesia ha venido estableciendo ancestralmente formas de control sobre las relaciones de hom- bres y mujeres, el baile constituye en los espacios puiblico una de las escasas formas de contacto entre los sexos minimamente aceptado. Precisamente por ello, fiestas y romerias se convierten en campos de observacién del comportamiento femenino en su relacién con el sexo opuesto. Pero no fueron solo los espacios de sociabilidad popular los que seran informados, también locales de disfrute restringido asimilados al asociacionismo de las clases elevadas. En la mayoria de las respuestas® se alude claramente a “pailes de la alta sociedad” en oposicién a los populares. En general se refieren a fiestas celebradas en clubs privados © casinos, donde acuden grupos selectos, En Almeria a este tipo de bailes: “asiste la mayoria de las sefioritas de la capital, acompaiiadas de sus familias”. Mientras que en San Sebastian, Ios bailes particulares se celebran en el club Nautico y en el de Tennis, En Mélaga, una de las ciudades espafolas peor valoradas, en los bailes del exclusivo Hotel Miramar y en el Balneario del Carmen la conducta era “respetuosa y honesta” Y en Las Palmas, también las clases elevadas bailan en socie- dades recreativas y deportivas. © Las respuiestas sobre cl comportamiento en “Bailes, baos y espectaiculos dliversos” en Patronato de Proteccisn a la Mujer (1944: 35-71), Si bien en estos espacios en lineas generales se guarda una mayor compostura, en algunos casos —como en Alava— el comportamiento de las clases altas es severamente censurado: En Ia capital suele haber bailes populares por las tardes, con asistencia de gente humilde (...) Mencién aparte merecen los bailes celebrados por la llamada buena sociedad, en los que, ya de madrugada y bien prodi gado el alcohol, se dan en algunas ocasiones espectaculos que Ia mayoria de las veces no se tolerarian al resto de los mortales (1944, p. 39). En Ios bailes de la buena sociedad de Huelva, también “se abusa indecorosamente de las bebidas alcohélicas”. Por su parte, el celoso informante de Logrofo, afirma que en el “Circulo lo- groiés” que integra a los grupos mas distinguidos de la ciudad, no solo se baila de forma “nada edificante”, sino que es, ademas, punto de encuentro de jugadores que arruinan a sus familias. Sin embargo, son los bailes populares los que son conside- rados no ya potencialmente peligrosos sino inmorales en si. Frente a Ia homogeneidad del espacio de sociabilidad, muy selectivo de las clases altas, las ciudades presentan una mayor variedad de modalidades. En algunas capitales de provincias existen locales destinados al baile que en Lugo se consideran al igual que en Vizcaya relacionados con la prostitucién: “Hay algunos salones de baile (...). Asisten artesanas, muchachas de servicio y algunas mujeres dedicadas a la prostituci6n, que alli disimulan sus actividades”. Otro tipo de local entre el salén de baile y el burdel es ti- pificado como cabaret asf como as ventas del extrarradio de Cordoba, “frecuentadas solamente por prostitutas” Son las fiestas al aire libre las que permiten las mayores transgresiones a las parejas por lo que sé presentan como las 54 més peligrosas. En las ciudades se celebran con asiduidad ya en espacios abiertos como parques 0 plazas o en locales Zerrados donde, “Los bailarines forman una masa humana propicia a todos Ios contactos”. Las j6venes son las més ex- puestas a las funestas consecuencias de Ios bailes. De ellos proceden en Valencia, segiin la Junta Provincial del Patronato, muchos de los expedientes tramitados. Se trata de una clara alusion a las consideradas «caidas», Mucho més explicitas gon las consecuencias de las fiestas celebradas en corralones de Granada, “a ellos acude gente humilde y la moralidad no queda bien parada, conociéndose casos concretos de pérdida de virginidad” Si en las ciudades el baile comparte el tiempo de ocio y entretenimiento con otras actividades, en el medio rural es pricticamente el tinico medio de relajamiento y relacién social. Ello es admitido en informes que como el de Gerona ponen de manifiesto que en los pequeftos pueblos de la provincia, el Salon de Baile es el tnico punto de reunion familiar, lo que justifica también la asistencia de menores e incluso lactantes. El baile aparece también asociado a acontecimientos muy puntuales como fiestas patronales y romerfas, celebradas ademés en espacios ptiblicos que permiten gran afluencia de personas. Presentan por tanto la posibilidad de enmascarar e incluso esconder cualquier muestra de afecto 0 contacto entre los sexos por lo que experimentan, ya en el Pais Vas- co desde el siglo XVIII, severos controles por parte de la Iglesia (Madariaga Orbea, 2003: 333-370). Son precisamente, los grafica llaman la atenci6n sobre el peligro, no tanto del baile en si, sino de los desplazamientos de los caserios a los pue- blos y, sobre todo, el regreso puesto que las parejas han de recorrer grandes distancias. En efecto el trénsito de mozos y mozas por caminos solitarios y exentos de toda vigilancia, formes de las provincias vascas los que de forma més soe es lo que puede ser motivo “de grandes escndalos y malas consecuencias”, En cualquiera de sus manifestaciones, el baile es asociado a la posibilidad de transgresién de reglas sociales y morales. Como actividad hidica, medio de interrelacién personal y ac- tividad integradora de cualquier grupo social no es facilmente erradicable por lo que las propuestas de intervencién plantean en pocos casos la prohibicién. Se opta por la reglamentacion © se sugieren modificaciones. En primer lugar preocupan Ios bailes modernos. Se alude —seguramente por su mayor sensualidad— a la rumba y la habanera; los bailes fordneos y sobre todo los que permitan el contacto de las parejas por lo que en algiin informe se recomienda que bailen “sueltas”, Pero ante la evidencia de impedir a la poblacion que baile y sobre todo de segregar a los sexos se apunta Ia posibilidad de moralizarlo convirtiéndolo no en la manifestacién de un hedonismo particular —siempre pecaminoso— 0 demostracin de afecto entre las parejas, sino vehiculo de expresion de adhesiones comunitarias y patristicas al que se atribuye un carécter regenerador. Asi Castellén propone que los tinicos bailes permitidos sean los regionales; Pontevedra “intensifi- car el folklorismo” y Jaén cultivar “los bailes castizamente espaiioles”™. Los bailes ptiblicos presentan también otro aspecto preocu- pante, la asistencia de menores. Al respecto los informantes se muestran poco explicitos y poco undnimes, La mayoria recogen Ia presencia de nifios y jévenes en romerias y fiestas celebradas en espacios abiertos, no parece que los informes se detengan Son argumentos absolutamente acordes con cl significado que el franquis- ‘mo reservo al folklore como elemento cohesionador «le una supuesta cultura popular, expresidn del espiritu castizo espanol que sirvio para proyectar el exterior la cara mas amable del Régimen a través de los Coros y Danzas de la Seccién Femenina (Caser0, 2000), 256 en la consideracion de un hecho que més bien parece cotidii ‘no, Mas interés se muestra en poner de manifiesto y de forma coincidente en que los bailes son estrictamente vigilados, se celebran mediante autorizacién gubernativa y estan sometidos a horarios previamente establecidos. Algunos, presentan también un tipo de resistencias — permitidas tal vez por su naturaleza atavica— al menos en el Pais Vasco, pues en los pueblos de ‘Alava®, “(...) Caso ha habido en que los mozos del pueblo han parado el reloj de la torre cuando la autoridad local ha querido que terminasen a una hora determinada’. Por su parte, el cine disputa en las ciudades y pueblos gran- des y medianos el espacio pecaminoso al baile, Los peligros del cinematégrafo, Io son mas en funcién de las caracteristicas de la sala de proyeccion que del contenido de las peliculas, rigidamente controladas por el Departamento de Cinemato- grafia dependiente de la Delegacién de Prensa y Propaganda. Pero el mensaje patristico, castizo y espanolizante del cine de posguerra se difundia en espacios oscuros que permitian el contacto fisico de las parejas de forma atin mas peligrosa que en las salas de baile. No parece, a tenor del laconismo de las respuestas, que las salas de cine fueran, al menos por Ia Policia, tan estrechamente vigilados. Las que consideran la moralidad buena o regular oscilan de forma equilibrada con Jos que Ia valoran de forma deficiente o mala. Con todo, los informes de la «Liga» de Barcelona —siempre tan explicitos— describen las salas como espacios asimilados al ejercicio de la prostitucién: ® Los estucdios que desde una perspectiva antropolbgica se ocupan de las costumbres del Pais Vasco como las novelas de Arraraz Castellanos ponen de rmanifiesto que la subversién de los mecanismos reguladores en este tipo de iversiones era algo habitval y por tanto permitido (De Miguel, 1995: 40). Inconcebible parece que existan cines donde se efectien actos propios de prostibulos, estableciéndose en algunas butacas mujeres piiblicas, de acuerdo con el personal de la Empresa. Son estos cines verdaderos antros de lascivia, en los cuales se compra y se paga el deleite fugaz de unos minutos, al amparo de la oscuridad (1944, p. 44) Figura 1, Fachada principal del Cine Goya, Malaga {aftos cuarenta). Fuente: AMUACP (Legado Diaz de Escovar), Archivo Fotogratico, 1D. 2200 (n* 2122) Para el informante de Logrofio — también caracterizado por su contundencia—, el cine como lugar de encuentro sexual entre las parejas esta tan asumido que el puiblico se segrega seguin sus intereses: “Existen pueblos importantes donde esta reservada para las parejas una gran parte de las localidades, ya que por los escdndalos que se producen no pueden ir las personas decentes”’ EI bafto en playas y piscinas era en relaci6n al baile 0 a los espectaculos puiblicos, una préctica minoritaria. Las respuestas $58. al comportamiento y vestimenta en los baftos piblicos son atin mas inconcretas y lacénicas que las referidas al cine. En un conjunto de provincias, todas ellas interiores: Albacete, ‘Avila, Burgos, Logrofio, Ciudad Real, Salamanca, Segovia y ‘Teruel no hay ningtin tipo de bafios, y otras, entre las que se cuentan, Zamora y Cuenca ni siquiera contestan. Las piscinas ‘existen solo en unas pocas capitales de provincia: Lérida, Se- villa y Zaragoza. En las ciudades de interior las autoridades admiten que el bafio se da en los rfos, En Toledo, en el Tajo solamente se bafian los hombres y en Orense, al rio no con- curren las mujeres. En las ciudades maritimas, la préctica puede ser mas genera- izada pero son las clases altas de manera mas frecuente las que utilizan las playas. En ellas el comportamiento es evaluado en funcién del tipo de traje y el uso del albornoz. Las resistencias a esta prenda son evidentes, lo que supone que en las ciudades como Castellon y Cadiz. donde no se usa, la moralidad en Jas playas sea negativamente evaluada. En Baleares, no se utiliza porque la obligatoriedad de Ilevarlo elevé su precio. El Traje de bafo femenino, el maillot esté igualmente mal conceptua- do si no se utilizaba con sobrefalda. Una disposicién que se burlaba, sobre todo en las playas de Barcelona, donde segén Ja «Liga», en Casa Antiinez se practica el nudismo; y en las “playas salvajes” de Vizcaya, donde se abusaba del uso del maillots y de los baftos de sol. BQ Figura 2. Bafos del Carmen, Malaga. Fuente: AMUACP (Legado Diaz de Escovar), Archivo Fotografico, ID. 2508 (n* 2334). 2.1.3.4. Impridicas e indecorosas Quiza sin pretenderlo, los inquisidores ojos de los agentes del Patronato dibujaron una Espaita, donde la gente a pesar del hambre, la desolacién y el miedo se divertia en el cine, en cl baile y en las romerias®, Paseaba las calles y las plazas, iba de excursi6n al campo y entraba en los cafés, pero sobre todo, sobrevivia amandose. Las parejas demostraban su afecto en pubblico, se unfan al margen de Ios sacramentos y nacian nifios fuera del matrimonio. ® Las respuestas sobre el comportamiento femenino en la calle en Patronato de Proteccién a la Mujer (1944: 73-123). in las calles, también las mujeres jvenes parecian desafiar Jas reglas de modestia que pretendian, segiin las emitidas por Ja jerarquia eclesiastica, convertir el vestido femenino en un pabito de penitencia. En efecto, en la Didcesis malaguena la ropa no podia ce- hirse al cuerpo, los vestidos debian cubrir las rodillas y no debian tener transparencias ni calados, las mangas no podian ser cortas, pues eran “dignas de alabanza” aquellas que se cubrian los brazos hasta el codo —o mejor completos—. El escote debia desaparecer pues su sola insinuaci6n era des- honesta y pecaminosa y ni siquicra las niftas podian llevar falda corta”. Bajo estos parametros se regulaba el atuendo femenino segiin ‘un modelo que buscaba una apariencia asexuada ocultando la piel y las formas femeninas*, Sin embargo, parece claro, a la vista de las respuestas emitidas, que las espaftolas no vestian a gusto de los curas ni de los agentes del patronato. Son muy pocas las capitales de provincia que afirman que en las calles las mujeres se muestras pudorosas y recatadas, el hecho de que entre ellas se encuentren algunas de las ciuda- des con mayor indice de actividad prostitucional: Barcelona, ‘Mélaga, Las Palmas y Huesca parece querer corregir la imagen que surge a partir de las cifras arrojadas por el alto némero de prostitutas. Otras como Teruel, Caceres, Avila y Segovia F Obispada de Malaga: Normas cancretas de modestia femenina (lmpuestas en a Digeesis le Malaga), por el Obispo don Batbino Santos Olivera. Malaga, di- ciembre 1943, Archivo y Biblioteca sobre Coin de la Fundacién Garcia Agier. http://www fundaciongarciangucra.org> [Consulta: 1 de diciembre de 2016} ® También en la Alemania nazi se establecieron unos pardmettos en el ves- Lido epuestos a la moda de los felices afios veinte caracterizada por atuendos que facilitaban la libertad de movimientos y la masculinizacion de la imagen femenina (Rodriguez Lujan, 2014: 9). Algunas referencias a la moda espanola y al nuevo modelo de mujer en la Espatia de la primera mitad del siglo XX fen Mercedes Gomer Blesa (2008). ee hacen gala del pundonor de sus mujeres. En Toledo aunque se reconoce la influencia de la moda, la mujer “no se descoca” un comportamiento muy parecido al de Ia vecina Avila en la que aunque se acusa la influencia del cine, la provincia “no se contamina” En la mayoria de las ciudades encuestadas, el pudor, enten- dido como una cualidad femenina, inherente a la estructura moral construida se proyecta al exterior muy débilmente simplemente no existe. Y aunque no se refiere exclusivamente al vestido, el pudor se relaciona con la apariencia. De forma que algunas de las respuestas refieren la falta de recato en funcién de la vestimenta. En Cadiz, es alarmante el impudor femenino sobre todo en materia de vestidos; en Ciudad Real la moda es tan escandalosa como licenciosa. La inmodestia en el vestir es culpa de la influencia extranjera o de factores exégenos como se sefala en la respuesta de Guiptizcoa: La mujer, quizé por snobismo, alardea de despreocupacién moral, con la consiguiente pérdida del pudor. Un sin fin de jovenes y aun de sefioras, con sus ademanes, sus modas, su. manera de pintarse, el cigarrillo rubio y la copa de céctel, adoptan, tal vez sin darse cuenta, el atuendo exterior y las formas desenvueltas de las mujeres de vida irregular (1944, pp. 93-94). Pero la impudicia femenina también puede manifestarse en la forma de expresarse, en su discurso y en sus gestos. En Gerona la Junta opina: “que el pudor femenino ha perdido su primordial encanto, no solo en cuanto a la indumentaria, sino también en la forma de hablar, de andar, de mirar y de sentarse” Idéntica preocupacién se muestra con respecto a la adopeién de habitos o pautas de consumo. En algunas capitales de pro- vincias la presencia de mujeres en bares o cafeterias aparece referida en tono de censura. En Cérdoba existen “muchachas © 62 que se llaman a sf mismas «modernistas» y asisten sin recato ‘a espectaculos y sitios de recreo”; en Granada, donde la crisis que afecta al pudor femenino se manifiesta en su presencia en Jos cafés, circunstancia que también se da en Santander, si bien ‘el mal comportamiento de las muchachas que van a especta- ‘culos en la ciudad cntabra se equilibra por la conducta que mantienen las de Accién Catélica La incorporacién de Ia mujer al trabajo es otra de las situa- ciones que provocan que las mujeres abandonen su habitual modestia y se traten de igual a igual con los hombres, Para algunos informantes la risa y 1a alegria femenina son tan ofen- sivas como la posibilidad de mostrarse confiadas en el trato con los varones: (...) La mujer, colocada casi en plano de igualdad con el hombre, tanto en oficinas y cargos puiblicos como en co- ‘mercios y negocios, ha eliminado el pudor, y no solo no se asusta, sino que hace gala de no dar importancia a frases, chistes, conversaciones (...). Los muchachos y muchachas se tratan con total libertad, (...) (1944, pp. 80-81). La concurrencia, cada dia mayor, en el trabajo, del per- sonal femenino; la relacién constante con individuos del sexo opuesto, la independencia, en una palabra, que va adquiriendo, hace que la mujer sienta cada dia mayor repugnancia hacia el hogar y menor respeto a su propio pudor. (...) (1944, p. 122) La mayor preocupacién por el comportamiento en la calle es que las parejas tengan oportunidad de precipitarse en las relaciones sexuales, provocando “Ia cafda” —alusi6n subliminal alla perdida de la virginidad— de las j6venes®, De ahi que las ~® Einoviazgo como modelo ce comportamiento ha sido recogido en visio- nes antropologicas cel mundo rural, entre otros véase Gerald Brenan (1976) ee respuestas contengan una larga y variada lista de situaciones preocupantes para la “honra” femenina, sobre todo, porque la exponen a la mayor de las amenazas, la incontinencia masculina de la que ella debe salvaguardarse. Ante el deseo masculino, simbolo de virilidad y por tanto de la hombria, Ia mujer no debe sino mostrar indiferencia 0 apatia, armas desde las que preservar el valor femenino més cotizado en la estructura moral de la época, la virginidad. Son muy pocas las ciudades espafiolas en las que los novios no pasean tomados del brazo, ni salen solos. Este ejemplar comportamiento es comiin a las cinco capitales de provincia con menor nimero de habitantes — por debajo de los 25.000— Dos son las aragonesas, Huesca y Teruel. En la primera, las parejas observan maneras correctas y en Ia segunda, no se admiten libertades entre los jovenes, que no salen solos ni van de excursién sin vigilancia. En las castellana Segovia, no hay excursiones al campo si no es en familia; en Soria solo a los novios se les permiten ciertas libertades. La conducta descrita resulta insdlita en las ciudades de més de 50,000 habitantes, si se exceptia Mélaga cuyos datos son totalmente contradictorios ¥ poco cretbles. En el resto de las capitales de provincia se describen una variedad de situaciones peligrosas para la moral en funcién de los habitos de las parejas solteras. En casi todas se admite que los novios se toman del brazo y que ello es aceptado socialmente pero aun asf algunas respuestas lo censuran: “Decrece el pudor femenino en la vida de Ia calles, (...) especialmente los novios, que se creen autorizados para todo, Io mismo en su deambular por calles y paseos, que en el cine, excursiones, etc., (...)’. y Julian A. Pitt Rivers (1989). Desde el punto de vista de su funcion social ha ‘ido considerado como una etapa en la que socialmente se admitia en la pareja la prictica sexual no reproductiva (Regueillet, 2004) 2 64 ‘Aligual que se censuta, la libertad del trato entre los jovenes consideradas en varias respuestas excesiva. Pero lo realmente peligroso son las muchas situaciones que atentan contra la ‘castidad que las parejas deben guardar antes del matrimonio. Las mas comprometidas situaciones son los paseos en solitario y las excursiones al campo o a la playa sin vigilancia La irrupcién de la modernidad con los nuevos modelos de ocio propios del consumo de la sociedad de masas como el ya citado cinematégrafo, ofrecen tantas oportunidades de contacto sexual como [a utilizacin de medios de transporte que permitan el aislamiento de las parejas, En varias res- puestas la bicicleta aparece como un instrumento de pecado especialmente peligroso para la honra femenina pues al faci- Jitar desplazamientos a lugares apartados permitia mayores ficencias a los novios. Pero si el progreso tecnoldgico y la modernidad son peligrosos para la moral no lo es menos el mantenimiento de costumbres y tradiciones ancestrales. Las relaciones de parejas consideradas transgresoras, se justifican en algunos lugares en funcién de tra- diciones y costumbres atavicas. Entre elas la mas habitual es la dol “rapto de la novia” una prictica comin en el mundo rural consistente en la huida consentida por los novios como estra- tegia para adelantar el matrimonio, Esta costumbre condenada por la Iglesia era plenamente aceptada tanto por los parientes como por la comunidad y se justificaba en funcién de la penuria de las parejas —que en Jaén no podian pagar los gastos de la boda— por lo que asi forzaban la convivencia con las familias o a adelantaban antes de la marcha del novio al servicio militar. Otras practicas fuertemente arraigadas en la religiosidad popular se convertian paradéjicamente en aliadas de la rela- cidn sexual prematrimonial. En un santuario de la Iocalidad gallega de Redondela, las muchachas arrojaban una piedra, por su tejadillo inclinado, cuya trayectoria sefialaba la fecha de su boda, con esta certeza “anticipaban favores” al novio, antes de que la unién se sacralizara. En Alicante, el mayor mimero de nifios ilegitimos se concebia durante las fiestas de Pascua, en Ia Tlamada celebracién de la Mona. 2.1.3.5. Escindalo: abandono y seduccién El comportamiento escandaloso, entendido como aquel que tiene una proyecci6n en la comunidad social es asociado a la convivencia extramatrimonial, al nacimiento de hijos ilegitimos y al abandono de mujeres —entendido este como ausencia de vinculos entre parejas que han mantenido algiin tipo de relacién afectivo sexual—. Este tiltimo supuesto se asimila a la situa cién que atin sin Hegar a la circunstancia extrema de quedar embarazada, la mujer ha perdido la virginidad en ese tenso y prolongado juego que en palabras de Gerald Brenan (1976) era el noviazgo en el que si la muchacha cedia arruinaba su vida. Pero la conducta de la mujer casada que en funcién de su estatus se le supone a salvaguarda de la mayor de las amenazas, para su honor, el deseo masculino, también puede ser escan- dalosa en funcién del control que ejerce sobre su capacidad de concebir 0 de su fidelidad. Aeexcepcién de Huesca y Teruel donde se describe una situa- cién tan perfecta como imposible —no existe el amancebamiento, no hay madres solteras y todas las casadas son honestas—, el amancebamiento 0 concubinato es admitido como algo habitual y con frecuencia aceptado en la mayorfa de las provincias, si bien, la tolerancia depende del modelo de convivencia, Frente al conjunto de respuestas” que simplemente dan fe de la exis >» Las respuestas a la existencia de “Escandalos aislados”: amancebamientos, hhomosexualidad, «caidas» y abandonaclas en Patronato de Protecciona la Mujer (1944: 73-123), © 66 tencia del amancebamiento, otras los tipifican como parejas que hacen vida matrimonial con normalidad. El concubinato aparece asf asociado en algunos casos a los matrimonios civiles ‘del tiempo rojo”, tanto en Almerfa como en Tarragona. En la ciudad catalana, estan: “(...) limitados a individuos de las més bajas capas sociales, Gente que llegaron en busca de trabajo 0 huidos de sus tierras desde Ia revolucién marxista. Algunos son disculpados, en atencién a la miseria en que viven”, Pero, esta forma de convivencia se atribuye con mas frecue! cia a las clases populares y al modo de vida que le imponen las condiciones econémicas, asi se vincula a la migracién laboral en Baleares; al colectivo de sirvientas en Burgos; en Guadalajara a a poblacion que en el extrarradio habita “en cuevas, refugios y Jugares insalubres” y en Oviedo a la clase obrera. Al respecto, en Jas cuencas mineras asturianas —en lo que parece ser un com- portamiento vinculado a la cultura politica— las mujeres no se sienten avergonzadas por el mantenimiento de relaciones sexuales ssin mediar los sacramentos. Incluso cuando el concubinato no es aceptado, los informes admiten que se transige con la situacion, sobre todo, si no causa escéndalo pablico. Esta indiferencia parece claramente reflejada en la respuesta dle Leén, donde: Hay algunos amancebamientos, a los cuales nadie concede importancia. Los mas evidentes son los producidos por solteros irreductibles que tienen puesta casa a sus aman- tes, y con las cuales viven maritalmente, produciendo los consiguientes escdndalos en las respectivas vecindades (1944, p. 100). Incluso en ciudades tan conservadoras como Soria, existen amancebamientos “entre solteros sin vinculo sacramental” pero son disculpados. Mas probleméticos resultan los que practican “personas obligadas por el matrimonio” oe Resulta evidente que las parejas amancebadas representan una situacién que la comunidad singulariza sobre todo en ciudades pequefias y medianas como Murcia, donde: “Hay amancebamientos —que son disculpados—, aunque en corto ntimero; pero con particularidades notables. (..) existen adultos casados que mantienen relaciones ilicitas con solteras, viudas y casadas y tienen hijos fuera del matrimonio” En muy pocos casos aparecen respuestas claramente condena- torias que apuntan a protagonistas de clase alta y bien conocidas, situaciones evidentes en ciudades pequefias como Salamanc: Causa pena —dice la Junta— el confesar como personas conocidas y principales de la ciudad sostienen a sus amigas, sin el menor recato, en lugares piiblicos 0 casas de vecinos, haciendo caso omiso del grave daito, perjuicio y mal que ocasionan en niftos y jévenes, siendo esto, sin duda ningu- na, el mayor escandalo de la capital. (..) con este motivo hay bastantes matrimonios distanciados (1944, p. 110-111). Y Logrofto, cuyos informes siempre acusatorios no dudan en resefiar a sujetos a los que solo falta nombrar, “Se sefialan numerosos casos de amancebamiento, y algunas personas de relieve son las primeras en dar ejemplo de mal vivir’. De igual forma que se admite la existencia de convivencias extraconyugales en todas las provincias, ninguna niega que el embarazo de solteras es frecuente, si bien casi siempre es “reparado”, Aunque también algunas respuestas seftalan que cuando esto no ocurre la muchacha es abandonada. En varias provincias son los datos aportados por el mismo Patronato los que evaliian la incidencia de las «caidas», una situacin que las respuestas se limitan a reflojar sin entrar en valoraciones. La pregunta que se ocupa de la honestidad de las mujeres antes y después del matrimonio, apenas es contestada, sino en la + 68 gran mayorfa de las provincias, de forma lacénica y telegrética En relacién a las mujeres casadas se considera generalmente mpuena”. La vida dentro del matrimonio protege a las mujeres de la maledicencia y de las tentaciones, sin embargo, también ‘entre parejas casadas, se pueden dar comportamientos escanda- Josos: “(...) $e observan matrimonios de vida poco honesta que han dado en reunirse por turno en sus respectivos domicilios, donde ellos y ellas fuman, beben, juegan y legan a situaciones inexplicables en personas cristianas”. 2.1.3.6. El gran tabi: “homosexualismo” Todos y cada uno de los comportamientos sefialados por censurados que aparezcan en las tespectivas valoraciones, tienen tuna aceptacién social relativa y se consideran inherentes a las relaciones entre hombres y mujeres y por tanto habituales. No gcurre igual con la homosexualidad. La atraccién hacia perso- nas del mismo sexo es una “anomalia” que en primer lugar destaca por su mayor invisibilidad social". En la mayoria de [as provincias, “el homosexualismo” no existe. Son excepcio- nales casos como el de Las Palmas donde se localiza en locales controlados o bien se confina a la vida carcelaria afectando a hombres y mujeres por igual. Cuando se admite, la homosexua- lidad aparece como una tendencia minoritaria, muy localizada, sometida a una censura moral mucho més acusada que la que pesa sobre las madres solteras e incluso las prostitutas y sobre todo que es fuertemente controlada y reprimida. Ta intencion de obviar respuestas sobre la homosexualidad es perfecta- mente coherente con la concepci6n de esta orientacién sexual. Desde el punto de vista legal entro de leno en Ia categorizacién de delito y desde el punto de vista médico y psiquiatrico una patologia que se encargaron de definir Vallejo Najera y Loper Ibor. Sobre la homosexualidad en el franquismo, entre otros, véanse Arturo Amalte (2003), Fernando Olmeda (2004) y Francisco Javier Ugarte (2008). 604 Dos son las ciudades que admiten que la homosexualidad masculina constituye motivo de escandalo entre tanto que sus manifestaciones son publicas, Barcelona, en la cual “La plaga de invertidos que, sin recato alguno, se muestra con frecuencia en todos Ios lugares, es el capitulo mas vergonzoso de la ciudad, (..)". ¥ Cadiz, donde: “(...) Abunda el tipo de homosexual, de carécter masculino, e incluso se producen escandalos puiblicos, por la presencia y exhibicién de esta clase de individuos en calles y lugares de recreo” Enel resto de las provincias, las autoridades creyeron porque quisieron creerlo que el homosexualismo habia desaparecido de la Espafia de Franco, 2.1.3.7, El pecado tiene nombre de mujer: ta pecadora y su clientela Los estudios que en base a las respuestas de las juntas provinciales se han ocupado especificamente del fenémeno prostitucional presentan varias conclusiones. La primera que se explica en funcién del papel desempefiado por la Policia en Ia deteccién del problema, es su naturaleza urbana. De forma que el mayor niimero de casas de tolerancia se sittia en las capitales de provincia y en las ciudades pequefias y me- dianas”, Con todo, la mayor incidencia se da en los grandes puertos del Mediterraneo: Barcelona, Valencia, Malaga y Palma de Mallorca, En segundo lugar, las respuestas manifiestan la magnitud de la prostituci6n clandestina y la imposibilidad de valorarla. Y, por sltimo permiten una vision de la situacion de los mil quinientos prostfbulos legales que a finales de 1943, estaban instalados —en su mayoria— en locales deficientes y % Véanse los datos publicatios en Patronato de Proteccién ala Mujer (1942: 109-170 y 1944: 233-268), 3 esentaban total ausencia de condiciones higiénicas lo que incidia de forma directa en la salud de las prostitutas. En Burgos, donde casi todas las prostitutas estaban enfermas, los Jupanares se encontraban en casas viejas y antihigiénicas. Sin embargo hay excepciones, frente al generalizado incremento dde la prostituci6n ilegal, en Huesca aumenta la ejercida en los rrostibulos en funcién de la mejora material de estos. Junto a esta salvedad y en relacion a la valoraci6n del tipo de clientela también se admitfa Ia existencia de Iupanares de lujo. ‘La concentracién de las casas registradas en una determinada zona urbana es para los responsables del Patronato la garantia de la confinacién de la inmoralidad. La existencia de espacios prostitucionales, que en muchas ciudades mantienen la ubica- cién de las antiguas mancebfas, es un mal menor, admitido si se puede mantener mas 0 menos su aislamiento. La influencia de Ia visi6n de la prostitucién sobre la moral se minimiza en ciudades como Salamanca, donde se ejerce en lugares apartados. Sin embargo, constituye un verdadero peligro en Orense —una de las ciudades con mayor indice— donde la actividad se de- sarrolla junto a la Escuela Normal 0 en Ciudad Real, donde se ejerce en un barrio de “gente honesta”. En los informes provin- ciales no se menciona Ia existencia de espacios prostitucionales. Solo en los informes de la «Liga Espaftola contra la Publica Inmoralidad», tanto de Zaragoza como de Barcelona aparecen Claramente descritos. En la capital catalana, la prostitucién también se ejerce en una serie de espacios pablicos como en el Frontén Colén donde “acuden muchas prostitutas y mujeres Tamadas medias-virtudes”. Y en una serie de zonas urbanas: (...) en la via piiblica —la «Feria Negra», junto a la Central Telefonica; la calle Mata; los desmontes de la futura plaza de las Glorias; la cascada del Parque; la antigua plaza de toros de la Barceloneta; junto a la Carcel Modelo, y en la parte alla de Ia avenida del Generalisimo— (...) (1944, p. 83). on @ En Zaragoza, el «Bloque» se refiere a la “bolsa de la prosti- tuci6n”, localizada en una calle del centro de la ciudad. EI comercio sexual ilegal se desarrolla oficialmente en los margenes del prostibulo. La parquedad de los informes policia- les, indicativos de la imposibilidad de cuantificar la actividad se equilibra con las multiples alusiones a lugares asociados al comercio sexual no reglado. Las meublées o alquiler de habi- taciones por horas, muy habituales en cualquier ciudad, son bien caracterizadas en la respuesta de Mélaga, donde: “se tiene noticias de que a hoteles, posadas y fondas acuden parejas, que utilizan cuartos para unas horas o para pernoctar, presentandose como matrimonios”. Igualmente se reconoce, el ejercicio de Ia actividad en hote- les, “salas de baile” y cabarets. En estos, segiin aparece, en la respuesta de Baleares, la prostitucién no es clandestina, “sino tan franca y descarada como en cualquier prostibulo”. Mientras que el “préstamo” del domicilio familiar durante espacios cortos de tiempo, fue una estrategia que permitié a muchas familias ‘unos ingresos extraordinarios a cambio de silencio y discrecién. Los informes policiales no confirman en cambio, el ejerc cio de Ia prostitucién en establecimientos contemplados en el cuestionario —peluquerias e incluso tiendas de moda— y puestos bajo sospecha por el mero hecho de ser espacios de uso y sociabilidad femenina, En cualquiera de sus facetas es la actividad prostitucional clandestina y no la legal, la preocupacién prioritaria de las au- toridades. Los informes dejan claro el aumento de la primera y que los estragos que causa son mucho peores en cuantia y gra- vedad que los causados en los lenocinios, donde la salud de las mujeres es teéricamente controlada por revisiones obligatorias. Los porcentajes de prostitutas enfermas son dramaticos. En un tercio de las capitales de provincia encuestadas es superior al 20%. En ciudades como Bilbao y Las Palmas superan el 40%, unos indices que doblan varias pequehas ciudades interiores: Cordoba y Segovia (60%) y Toledo (90%). En varias capitales de provincia Jos informes indican que las enfermas son “casi todas”. Lo que demuestra que Ia enfermedad —contagiosa 0 no~ era habitual ‘en los prostibulos. La ausencia de controles por precarios y de- ficientes que fueran para la prostituci6n clandestina determina el despliegue de mecanismos coactivos tendentes a su represién. Segiin, los informes procesados, se puede establecer un per {fil de la clientela, aspecto que en la propuesta de Jean Louis Guerefta (2003) ha de ser abordado en el marco de andlisis del objeto de estudio. Si bien, la visién dada es muy general resulta muy clara la intencién de acotarla a colectivs muy definidos. Segiin la mitad de las respuestas emitidas, la clientela del burdel se asocia a un ptiblico heterogéneo —varones de entre 25 y 40 afios— de toda clase y condicién social lo que impide asociar al usuario —a diferencia de las prostitutas— a un determinado grupo o a circunstancias concretas. Las restantes respuestas definen al usuario del prostibulo como perteneciente a grupos que aseguran la demanda, fundamentalmente, “soldados”, identificados mas probablemente con los varones que realizan el servicio militar obligatorio que con los militares profesionales, grupo demandante en ciudades como Caceres 0 Las Palmas. En la provincia de Pontevedra se establecen dos zonas de mayor inmoralidad, relacionadas ambas con la concentracién de pobla- cién masculina, la zona minera de las montafias septentrionales y la zona naval de Marin, donde la instalaci6n de Ia Escuela Naval Militar agrava “el problema de la prostitucién”, Tanto en un caso como en otro el comercio sexual se identifica con colectivos de hombres solos que como soldados y funcionarios son sectores de poblacién flotante. Desde el punto de vista de la procedencia social, el cliente es ubicable en grupos medios y bajos, obreros y clase modesta. La generalidad y parquedad de las respuestas cuando no la inhibicién es indicativa de la incomodidad de una pregunta 3 que habia de ser respondida con un minimo de coherencia con respecto a la caracterizacién de la oferta. No parece casual la identificacién del cliente con colectivos ajenos a lo autéctono; soldados, marinos y funcionarios, 0 que, al margen de los citados colectivos se evite perfilarlos difuminando cualquier sefia de pertenencia grupal. Otro tanto ocurre con la ubicacion del usuario en los sectores medios y bajos de la poblacién que no puede sino responder a la exoneracién tanto de las clases altas como de los profesionales més cualificados. Igualmente tendenciosa es la interpretacién que basada en una supuesta respuesta mayoritaria, identifica al cliente con el consumo abu- sivo de alcohol, No es sino el intento de vincular al deman- dante con la inmoralidad de comportamientos derivados de la embriaguez, acotando la clientela a situaciones y grupos muy concretos que impidan procesar el fenémeno de la prostitucion desde una demanda masculina generalizada. La prostitucién reglamentada permite su ejercicio a todas las mujeres mayores de 23 afios que son las que oficialmente traba- jan en el prostibulo, Sin embargo, las autoridades del Patronado admiten como préctica habitual la suplantacién de la identidad porel uso fraudulento de partidas de nacimiento lo que explica la presencia generalizada en el burdel de mujeres entre 18 y 23 afios, Mas problemética resulta la cuantificacién de la prostitucion clandestina de menores de edad. Pese a la parcialidad, también admitida, de los datos ofrecidos por las juntas provinciales es evidente la magnitud del fenémeno tal y como aparece en casi la mitad de las respuestas correspondientes a las capitales de provincia, Ciudades como Granada con un alto indice de actividad prostitucional reconocen que la de menores es muy 8 Segiin el resumen oficial, una gran mayorfa de informantes afieman que ent los asiduos abundan aficionados a las bebidas alcohdlicas, En realidad Ia alusién al consumo de alcohol solo aparece en la respuesta de Burgos. 274 abundante. En Cédiz se sitda en el tramo de edad comprendi- do entre los 15 y los 20 afios, pero en Las Palmas se admite el gjercicio en nifias de 13 afios. Las autoridades del reconocen que el aumento de prostitutas menores de edad es el motivo de mayor alarma social. Y por més que se intent procesar el fenémeno desde su dimension moral, ni los informantes ni Jas Memorias desmienten su naturaleza social, tal y como se apunta en el estudio realizado en la provincia de Cordoba para el siglo XIX (L6pez Mora, 1994: 277-305). La amplia presencia de jévenes entre 15 y 17 afios en los establecimientos especiales dedicados a la reeducacién de las «caidas» demuestra tanto el incremento de la prostitucién de ‘menores como la vinculacién de la actividad a sectores de baja extraccién social. Lo que Io vincula a un conjunto de causas que ‘en mas de un 70% se relacionan con factores socioeconémicos directamente relacionados con el conflicto bélico precedente. Entre ellos la falta de viviendas y, sobre todo, el desamparo de centenares de mujeres viudas y niftas huérfana. Una situacién, bien ilustrada en las respuestas de Badajoz y Mélaga. ‘También en Baleares, el incremento del comercio sexual femenino es debido a “las consecuencias de la post-guerta, con su lastre de familiares detenidos, desaparecidos, condenados y huidos”. En Barcelona y Cérdoba se achaca la prostituci6n de jévenes a Ja ausencia de los padres “huidos al extranjero” o “cumpliendo condena”. También la desestructuracién familiar provocada por Ja guerra, se apunta como causa en Valencia, En Granada las alu- siones veladas a las circunstancias en las que sobreviven algunos menores dejan pocas dudas sobre a que se dedican “bastante chicos y chicas del arroyo, abandonados, (..) que no han legado a la juventud y tienen los ojos cansados dle seniles experiencias”. En Le6n, donde “el relativamente elevado nimero de viudas jOvenes y huérfanas originados por la guerra” que visten bien, incluso con Iujo son sospechosas de ser prostitutas. Madrid ofrece sus datos a partir de once distritos de los que varios no contestan, en cuatro se apuntan directamente a las consecuencias de la guerra y muy especificamente de la represién en el caso concreto del Puente de Vallecas: “(...) el encontrarse presos muchos hombres que ayudaban, y cuyas mujeres e hijas buscan frecuentemente en la prostitucién un medio facil de vida que les permita, ademas, llevar viveres y dinero a sus hombres a la cércel. (...)" El andlisis oficial del fenémeno prostitucional revela una intima relacién entre la politica vengativa de los ganadores de la guerra y la desproteccin de miles de mujeres y nifias empobrecidas y abandonadas. Sin embargo, la mas que evi- dente y admitida naturaleza socioeconémica del fenémeno es maquillada a partir de factores que restan responsabilidad al régimen y culpabilizan de la explotacién comercial del cuerpo femenino al afin de lucro. En Palencia donde, segtin sus infor- mes: “(...) el 25 por 100 de las muchachas que se dedican al servicio doméstico son prostitutas sin matriculas mas 0 menos corrompidas. Lucen prendas para cuya adquisicién necesitarian que se les quintuplicase el salario; (...)’ Para el informante palentino criadas y obreras son colectivos facilmente corruptibles. $i las primeras venden el cuerpo “al primer postor”, las segundas para trabajar en una de las fabri- ca de Ia ciudad habian de “abdicar de su honra”. En Vigo, la prostituta aparece asociada al fenémeno del estraperlo, “mujeres jévenes, que son sostenidas por fabricantes e industriales, para quienes la situacién ofrece buenos negocios’ Pero sobre todo el problema es vinculado a la herencia repu- blicana, fundamentalmente en lo concerniente a la legislacién que permitié el divorcio y el matrimonio civil responsable directo de la situacién en Malaga, donde: + 76 (..) las autoridades rojas, se entregaron al libertinaje, desapa- reciendo los matrimonios legales, efectuandose tinicamente Ja unién carnal de hombres y mujeres a su libre albedrio; y, ‘como consecuencia de este estado de inmoralidad, quedaron infinidad de mujeres jovenes separadas de sus seudomari- dos, puesto que los vinculos que los unian no tenian fuerza legal; (...) (1943, p. 151) La imposibilidad de desligar Ia vergonzante realidad surgida de las respuestas provinciales, de Ios efectos de Ia represién sobre mujeres y nifios o de las consecuencias de la politica econémica, explican el intento de compartir la responsabilidad de las ptivaciones materiales con las espirituales. 2.138. Un temor que se confirma: contracepcién y aborto En Espanta se constata una evidente disminucién de la natali- dad entre 1900 y el final de la guerra civil (Nuiitez Pérez, 1989: 63). El fendmeno es paralelo a las dificultades para emigrar y al proceso de urbanizacién. La aportacién de Ia historiografia feminista ha contemplado la posibilidad del conocimiento y utilizacién de los métodos anticonceptivos, desde los anos veinte. A la vez ha resaltado el interés de la clase médica por Jos aspectos reproductivos de la mujer™. La poblacién espafiola —25.757.257 habitantes en 1940— habia experimentado cuantitativamente las consecuencias de a guerra, visibles en la inmensa pérdida de capital humano que supuso la muerte de centenares de miles de vidas. Pero también el exilio y la cércel apartaron de la capacidad de pro- crear a miles de hombres y mujeres hasta los afios cincuenta. ® Enire ottos, véanse Pilar Folguera (1995: 156-171), Raquel Alvarez Peléez (1990: 175-200) y Mary Nash (1984 907-340). En 194, segiin las informaciones aportadas por las juntas provinciales del Patronato, la situacién no era muy distinta de la reflejada en el diltimo censo. Si bien, de la interpretacion de las autoridades se evidencia el intento de suavizar el inquietan- te panorama considerado, no obstante, positivo. En veintiséis provincias habia aumentado la natalidad con respecto al aio anterior, La realidad era que solo en tres el porcentaje era des- tacado —incluyendo a Granada que no aportaba datos sino un escueto se eleva—. En las restantes provincias la situaci6n era estacionaria o habia descendido (Patronato de Protecci6n a la Mujer, 1944: 125-126). El restablecimiento del ritmo de la natalidad interrumpido por la guerra se convirtié en uno de los principales fines del programa franquista de recuperacion del pats. Aunque el po- tencial demogréfico como sustento de la Espaiia Imperial se encuentra ya en los discursos del fascismo espaftol de los aiios. treinta (Cayuela Sanchez, 2014: 106), en el franquismo se pro- yectaran en un conjunto de medidas que entre la coaccién y la proteccién mantienen una evidente relacién con las inspiradas por Mussolini (De Grazia, 2000). En efecto, durante el periodo de entreguerras varios proyectos de corte fascista presentan analogias en lo referente a la vinculacién de la natalidad con el engrandecimiento de la patria®, si bien, entre la Alemania nazi y Ia Italia fascista mediaria el factor diferencial de la po- litica racial del III Reich. Sin embargo, las preocupaciones pro natalistas no serian exclusivas de los fascismos. También en la URSS, bajo Stalin se produjo un cambio de orientacion en la politica familiar que se enfocé en impulsar la natalidad a costa de enfatizar el papel de la maternidad®. ‘urs0s se reconocen en la experiencia porluguesa (Ballesteros Garcia, 1996: 95). % En el marco de la Segunda Guerra Mundial se consolidé una politica nalalista tendente a premiar la natalidad y reforzar la tutela matesna lo que + 78 in Espafta, la recuperacion demografica se plantearia desde ‘una perspectiva moral, basada, en parte, en los fundamentacin aportada por el sociélogo Severino Aznar que justificaria el control de Ia Iglesia sobre la moral femenina en lo referente a Ja condena de las practicas anticonceptivas y al nacimiento de hijos fuera del matrimonio. ‘La obsesién del Estado por lo que las mujeres podian hacer con respecto a sus capacidades reproductivas se manifiesta en ja duplicacion de cuestionarios que, sin embargo, solo admiten una respuesta”. Por una parte, la posibilidad de impedir la concepci6n se vincula a Ia valoraci6n de la honestidad feme- nina y por otra —en el apartado dedicado a la natalidad para ‘el bienio 1943-1944 — se insiste en valorar la incidencia de “las practicas anticoncepcionistas”, Esta insistencia es indicativa de que la utilizacion de anticonceptivos por parte de las espafiolas es asumida por el naciente estado franquista, ademas de como ‘una desviacion moral como una amenaza para su supervivencia. Las respuestas a ambas preguntas deben procesarse en funcién de la subjetividad del informante —de hecho se piden impresiones personales —. El conocimiento de los impedimentos ala concepcidn es uno de los saberes més controlados por las mujeres sin que tenga porque trascender el ambito privado, Ello implica que el reconocimiento explicito en casi todos los informes del uso de practicas anticonceptivas es sospecha y a Ia vez evidencia de una generalizada transgresién femenina. Suponia una superacién del discurso emancipatorio de Alejandra Kolonta para quien el Estado comunista liberaria a las mujeres de sus obligaciones Inaterales y domésticas (Kolontai, (Consulta: 7 de agosto 2016) Para na perspectiva compara de las politicas sexual en los estados totalitarios véase Magdalena Garrido Caballero y Carmen Gonzélez Martinez. (2012: 10). 'Y El Patronato se interes por las prcticas antconcepcionstas en elapartado dedicado a la natalidad en la Memoria correspondiente al bienio 1943-194 (Patronato de Proteccion a la Mujer, 1944: 125-142).

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