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Gisela Bock y Pat Thane (eds.) Maternidad y politicas de género La mujer en los estados de bienestar europeos, 1880-1950 EDICIONES CATEDRA UNIVERSITAT DE VALENCIA INSTITUTO DE LA MUFER CapfruLo VIII Pronatalismo y maternidad en la Espafia franquista ‘Magy Nast En los primeros afos del régimen franquista se articulé un nuevo orden moral basado en una estructura jerarquica na- cional de la sociedad, de la tradicidn, del sindicalismo y del catolicismo, que hizo las veces de legitimadora ideol6gica y proporcioné una cohesién cultural al «Nuevo Estado»!, La emprendida por Franco construyé un discurso que no sélo apelaba a la «Patria, Justicia y Pan», sino también a la grandeza de Espafia en virtud de la expan- si6n imperial, el crecimiento demogréfico y la recuperacién como potencia mundial. La preocupacién primordial en mate- + Una versién de este capitulo se present6 en el simposio «Women in dark times: private life and public policy under five nationalist dictators- hips in Europe and Asia, 1930-1950», Fundacién Rockefeller, Bellagio, agosto 1987. Quisiera agradecer a Claudia Koonz y a los participantes al simposio sus comentarios acerca de mi trabajo. También me gustarfa dar las gracias a Geraldine Nichols, Susana Tavera ¥, especialmente, a Gisela Bock por las lecturas alentadoras de este articulo y su apoyo constante. 279 ria de despoblacién Ilev6 al desarrollo de medidas pronatalis- tas de muy amplio alcance, con connotaciones de género es- pecificas. El pensamiento pronatalista franquista generé una Visign de la mujer esencialmente como madre o madre poten- cial, y uno de los objetivos del nuevo régimen era fomentar la maternidad. Las mujeres quedaron politizadas a través de la nocion de un destino femenino comin determinado por su ca- pacidad reproduciora. La sexualidad, trabajo y educacién de Tas mujeres se regulaban de acuerdo con esta funci6n social, mientras que se idealizaba la maternidad y se consideraba un deber para con la patria. La ideologia franquista relegé a las mujeres a una especie diferente, identificdndolas exclusiva. mente como madres cuya descendencia pondria fin a la ten- dencia a la baja de la natalidad y evitaria asi la decadencia del Estado espafil. La capacidad reproductora hacia, pues, de las mujeres la clave para poner freno a la degeneraci6n nacional, a través de una mayor tasa de natalidad y del desarrollo mé ximo de dicha capacidad reproductora. La politica de promoci6n de la familia fue otro elemento clave en el desarrollo del pronatalismo y la maternidad. Tanto el auge del nacional-catolicismo como el del movimiento pronatalista coincidi6 con la cruzada por la regeneracién mo- ral y la restauracién de la familia como unidad social princi- pal de la sociedad espafiola. La ideologia franquista elevé la familia a la condicién de institucién social esencial destinada a generar un crecimiento demografico. De este modo, el régi- men recurrié a una combinacién de medidas pronatalistas con la consolidacién y apoyo material de la familia. Ademés, esta politica de promocién de la familia tenia connotaciones de género especificas y fortalecia la concepcién global de la mu- jet como el dngel del hogar, cuyo destino biolégico y social era la maternidad?. 2 Esta ideologia no era original del franquismo. Véase M, jot el fanguismo, Véase M,N cn eo le dala een pea alli y B. M. Mari (eds,), Historia ideoldgica del control social (Un ané- lisis comparado: Espana-Argentina), Barcelona, Promociones y Publica- onc Vacation 1989 280 EL CRECIMIENTO DEMOGRAFICO Y LA CONSTRUCCION pL Nugvo EsTabO El régimen franquista aboli6 Ia legislacién republicana y traté de desacreditar el régimen democrético anterior. Los franquistas afirmaban que la 11 Repiblica habfa sido un nido de decadencia, subrayando en su empefio la agitacién social, {1 desorden econémico y las tensiones nacionalistas de los aos 30, y, por supuesto, distorsionando el significado de todo ello, Los factores culturales y de género también de- sempefiaban un papel en este relato difamatorio, en el cual se atribuia la «degeneraci6n moral» del régimen a cambios en jos valores culturales tradicionales, a la falta de religiosidad y especialmente a la nueva condicién de la mujer y al dete; vioro de la familia. El ferninismo y las peticiones de igualdad Caracterizaban la ereciente corrupcién de la mujer y 1a ne- gacién de su deber natural de madre. Segin los idedlogos Franquistas, 1a mujer modelo, la perfecta casada, Ia esposa y madre sumisa, se habia transformado cuando las mujeres ob- tuvieron derechos politicos. El descenso de la tasa de natali- dad, el control de la natalidad, el matrimonio civil, las nor- mas mas relajadas de conducta sexual y el sufragio femenino fran, todos ellos, indicios de la decadencia moral del régi ‘men republicano. ‘La propaganda franquista no se centr6, naturalmente, en la realidad social, sino en un mito de decadencia y degenera~ cién moral. Lo cierto es que la situacién de la mujer habia mejorado considerablemente desde la instauracion de la II Re- piblica en 1931, Las mujeres habian conseguido el sufragio, Fi divorcio y Ia abolicién de las leyes més abiertamente dis Griminatorias en las reas de competencia familiar, politica y Taboral3. No obstante, pese a la igualdad de derechos, la situa- 3 RM. Capel, El sufragio femenino en la Segunda Repiblica, Gra- nada, Universidad de Granada, 1975; G. M, Scanlon, La polémica femi- iste en la Espaiia contempordnea, Madtid, Siglo XX1, 1976. 281 cién social de las espafiolas en la practica seguia marcada Ja desigualdad. Todavia fmcleanbes nectciombe canal Jes de control social destinados a mantener la asimetria entre Jos sexos, muy pocas mujeres tenfan acceso a la Vida publica y politica, y, pese a una legislacién en contrario, la discrimi. nacin salarial y la segmentaciOn profesional eran rasgos pro- pios del empleo femenino‘. Incluso durante la Guerra Civil, a pesar de la mayor participacién femenina en los asuntos pa- blicos a través de su dedicacién al esfuerzo bélico y de un cambio en la ret6rica de la condici6n femenina, continvaron vigentes las relaciones bésicas de poder determinadas por el género y la restriccién de los horizontes culturales y profe~ sionales de les mujeres’. Aunque se practicaba el control de natalidad y se legaliz6 el aborto en Cataluita, ninguna de es- tas medidas habfa penetrado en la conducta social aceptable A excepcién de algunos miembros de los movimientos ‘mino- ritarios de la reforma sexual y eugénicos, que defendian el control de natalidad, y de una minoria incluso més redu- cida que toleraba el aborto’, ambas cuestiones eran valores culturales pablicamente inaceptables, aunque si es cierto que ya se habfan integrado en la dinémica de Ia experiencia co- iidiana. F El aborto se legaliz6 en Catalufia bajo los auspici * biemo atone ea la Generelt en scene de 1556, Esta iniciativa debe atribuirse a un pequefio grupo de anar- quistas partidarios de la reforma sexual que se ocuparon del 4M, G. Nitiez Pérez, Trabajadoras en la Segunda Rey ’ mu blica. Un estudio sobre la actividad econdmica extra-doméstica (1931-1936), Ma. Aid, Minsero el Taj y Sega Soc 1080 ash, Las mujeres en la Guerra Civil, Madrid, Ministerio de aut, 85, A Rath lina ome Got hei images of women in revolutionary Spain (1936-1939)», History o “an 1989, vol 11, piss 233.244, ( saunas 6 P. Folguera Crespo, «Polticanatalists y control de natalidad en Es- paia durante ia década de los veinte: el caso de Madrid>, Ordenamiento Jjuridico y realidad social de las mujeres, Madrid, Universidad Aut6noma de Madsid, 1986; M. Nash, « on ol extran- jero a cambio de un salario, sino para colaborar con las poblaciones nativas de Hispanoamérica en la construc- cién de una cultura hispénica universal; y para ensefiar a las poblaciones nativas del Norte de Africa a pensar en espafol y guiarlas hasta que puedan utilizar por si mis- mas ese instrumento... al que damos el nombre de cultura y civilizacin de Oceidente'S. 13. Aznar, «El fromedio (sic; es decir, promedio) de la natalidad di- ferencial en las clases sociales de Madrid y Barcelona», Revista Interna- ional de Sociologia, octubre- diciembre 1947, nim. 20, pigs. 374 1$ §, Aznar, «El régimen de los subsidios familiares, la fraternidad cristinana y las consignas del Nuevo Estado», Revisia Internacional de Sociologia, abril-septiembre 1943, mim. 2-3, pags. 97-110. 15 J. Ruiz Almansa, , Revista Internacional de Sociologia, eneto-marzo 1944, nim. 5, pags. 165-196. 16 El temor a la influencia asidtica también se expres6 en contextos caltuales.Bibliopsie Hispic, diciembre 145, vol. 4 nim. 12 evista estaba codiigida por Severino Aznar y el demégrafo italiano Corrado Gini, ir et 286 foque aparentemente cientifico, esta publicacién adoptaba un tono particularmente combativo en la proyeccién de la doc- trina pronatalista y la reprobaci6n del descenso de la tasa de natalidad. A principios de los afios 40, los estudios demogr: ficos apoyaban la idea de que Espafia sufria una grave crisis de poblacién que no podia atribuirse exclusivamente a las consecuencias de la Guerra Civil, sino a una baja continua de Ja natalidad durante los decenios anteriores. Las conclusio- nes de dichos estudios apuntaban hacia una caida alarmante de la poblacién que se contemplaba como una tendencia es- tructural!8, En realidad, estos estudios demograficos no esta- ban del todo equivocados en la evaluacién global del patrén de la demografia espafiola. Estudios més recientes han de- mostrado que el impacto mas visible de la Guerra Civil en la demografia espafola se debié mas a una disminuci6n de la natalidad que a un aumento de la mortalidad'®, aunque las muertes por causa de guerra y 1a ausencia de los varones j6- vyenes debido a la represin fueran factores significativos en el perfodo de posguerra tomado en su conjunto, con Ia consi- guiente caida del niimero de matrimonios y nacimientos. El indice de fertilidad disminuy6 de forma constante en las primeras décadas del siglo por toda Espafia, aunque la dismi- nucién fue mas pronunciada en Catalufia (cuadro 8.1). Una natalidad reducida habia caracterizado a las estructuras demo- graficas desde principios del siglo XX. Sin embargo, los fran- quistas solfan situar esta cafda en la era republicana y subra- yar la degeneracién moral y la politica republicana en materia de reproduccién como los principales motivos de la reduccién de la natalidad. 18 Véase Ros Jimeno, «La natalidad en Espaita después de la guerra, y Ia poblacién futura», Estudios Demogrdficos, Madtid, Instituto Balmes de Sociologia, 1946, vol. 11; J. Ruiz Almansa, «Crecimiento y reparti- 19 J, M, Solé Sabaté, «Bl cost huma de la guerra civil; metodologia per a la recerca», L’Aveng, marzo 1985, nim. 80, pags. 26-30; T. Vidal y J; Recafo, «Demografia y Guerra Civil», La Guerra Civil. Historia 16, 1987, niim. 14, pigs. 52-69. 287 Cuapro 8.1 Indice simplificado de fertilidad, Espatia 1922-1965 Ao Espana Cataluia 1922 4,139 2,599 1925 3,893 2,524 1930 3,627 2,225 1935 3,217 1,912 1940 2971 1847 1945 2,848 1,732 1950 2,459 1727 1955 2,501 1,920 1960 2,761 2,230 1965 2.987 2,535 Fuentes: ‘A. Cabré, I. Pujades, «La fecundidad en Catalufia desde 1922: andlisis y perspectivas», Primer Congrés Hispano-Luso-Italia. de Demografia Hist- rica, Barcelona, abril 1987. ia de Demografia Histd- Tal como cabria predecir, los esfuerzos se dirigieron in- mediatamente a establecer la causa de este descenso alarman- te y a descubrir un medio para combatirlo. Los estudios reali- zados por los demégrafos franquistas indicaban que la gene- ralizaci6n de la practica del control de natalidad y del aborto voluntario eran factores cruciales del descenso demografico. El control de natalidad y el neo-malthusianismo se presenta- ban como indicios porfiados de la decadencia moral del ré- gimen anterior® y la lucha contra el control de natalidad y In planificacién familiar se convirtié en una de las claves de Ta politica pronatalista. Se colocé el control de natalidad fuera 20. Bs cierto que la practica del control de natalidad aument6 durante este periodo. Véase M. Nash, «EI neomaltusianismo anarquista y los co- nocimientos popolares sobre el control de Ia natalidad, en M. Nash (ed), Presencia y protagonismo: aspectos de la historia de la mujer, Barcelona, Serbal, 1984, pigs. 307-340. 288 del alcance de todos; se consideraba inexcusable y segiin pa- Jabras de Severino Aznar era el céncer social de la época, una hhuelga contra los deberes biolégicos, una daga que asesinaba a la civilizacién, que proliferaba en las sociedades decadentes ‘como los gusanos en un cuerpo en descomposicién®!. Los franquistas coincidian en definir el control de natalidad como una desviacién de las funciones naturales y, en lo que respec taba a las mujeres, como un techazo inadmisible de su des- tino social y biolégico. Los demégrafos atribuian la adopcién del control de nata~ lidad a una variedad de causas de diferente alcance ¢ influen- cia: la pérdida de los «valores raciales auténticos», una menor resignacién cristiana, la penetracién de Ja racionalizacién y las tradiciones seglares, el fracaso de la civilizacién catélica occidental, factores socio-econdmicos, diferencias geogréfi- cas y cambios en las tendencias matrimoniales. No obstante, no todos estaban de acuerdo en el peso relativo de cada uno de estos factores. En términos generales, parece que las cau- sas econémicas no se consideraban esenciales, mientras que los aspectos psicolégicos, religiosos y morales se vefan como claves. Por ejemplo, Ros Jimeno expresaba dudas en cuanto a Ja importancia de los factores econémicos y sostenfa que en el mejor de los casos tenfan cierta influencia cuando apare- cian combinados con otros factores psicolégicos y morales. Este eminente demégrafo mantenfa que cl racionalismo y la irreligiosidad eran las explicaciones clave de la limitacién vo- luntaria de la fertilidad. Por lo general, las explicaciones «econémicas> solian rechazarse a favor de teorias de deca- dencia moral, lasitud religiosa y apatia espiritual. Lo mas sorprendente es que los franquistas no se refirie- sen al desarrollo de la reforma sexual y a los movimientos eu- génicos como factores vitales de Ia difusién del control de na- ialidad, En realidad, estos movimientos habjan sido los éni- cos foros desde los cuales se habia defendido abiertamente, 21 Cita de «La vida y obra de Severino Aznar», Revista Internacional de Sociologia, octubro-diciembre 1959, nim. 68, pigs. 525-593. 289 en algunas ocasiones, el control de natalidad. En la Espafia de principios del siglo XX, el control de natalidad se consideraba un tema de discusién piblica poco apropiado. Debido a pre- siones socio-culturales, las opiniones en la materia no se da- ban a conocer y discutirlas era socialmente inaceptable. La mayor parte de los sectores sociales guardaban silencio al res- pecto, al igual que las mujeres, mientras que la gran mayoria de las apreciaciones piblicas del control de natalidad eran ne- gativas y rechazaban la legitimidad de tal préctica. En este contexto, el movimiento anarquista para la teforma sexual y el movimiento reformista eugénico eran focos importantes para la difusion de informacién sobre el control de natalidad. En Ios afios 20 el neo-malthusianismo anarquista era una rama minoritaria del movimiento libertario espafiol, en cuyo seno se discatian temas como el control de natalidad, la euge- nesia, la reforma sexual y la emancipacién de la mujer, incor- pordndolos a las estrategias anarquistas globales de transfor- macién social. Dirigidos primordialmente a una audiencia de clase obrera, estos programas aspiraban a una difusién popu- lar de informacién sobre estos temas, lo que consideraban bé- sico para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, disfrutar de una vida sexual satisfactoria y lograr la «materni- dad consciente» de las trabajadoras. Se trataba fundamental- mente de un movimiento no profesional de ayuda que difun- dfa informacién cientifica a través de revistas y subrayaba la necesidad de un cambio revolucionario en la sociedad. En los, afios 20, este movimiento defendia abiertamente el control de natalidad aunque se mostraba més vago en cuanto al aborto. En diciembre de 1936, un eminente miembro del movimiento anarquista para la reforma sexual present6 una iniciativa para la legalizacién del aborto en Catalufia; Félix Martf Ibaiiez consideraba que la nueva dinamica del cambio social en Cata- lua también debia proporcionar una reforma cugénica a tra- vés de la regulacién del aborto y del desarrollo de centros es- pecializados en el control de la natalidad. El movimiento eugénico era, en cambio, un movimiento reformista encabezado por profesionales, en su mayor parle médicos y juristas preocupados por la higiene, la salud pi- 290 blica, el bienestar social y, especialmente, por la elevada tasa de mortalidad infantil y la propagacién de enfermedades ii fecciosas®2, Aunque la eugenesia emergi6 a principios del si- glo XX, el movimiento eugénico como tal no se fundé hasta finales de los afios 20. Las publicaciones médicas y juridicas eran los canales fundamentales del debate eugénico y se con- virtieron en la plataforma de la mayoria de las discusiones éticas, médicas y sociales sobre el tema. En 1928 se celebro en Madrid el I Curso de Bugenesia, primer foro pablico para la discusién de la eugenesia. Un segundo foro importante fue el I Simposio de Eugenesia Espafiola celebrado en Madrid en 1933, respaldado por algunas de las principales figuras po- liticas de la It Reptblica. Aunque un reducido nimeto de los miembros defendian el control de natalidad, el movimiento en su conjunto adopt6 una postura ambivalente al respecto y mas todavia en lo referente al aborto®, Los eugenistas espafioles crefan que la mejora de la raza podia alcanzarse a través de medidas como el matrimonio eugénico, los certificados médi- cos prematrimoniales, y una minoria muy restringida defendia Ja esterilizacién en casos extraordinariamente extremo: Resulta dificil evaluar la influencia de estos movimientos en la adopci6n del control de natalidad, asi como su capaci- dad de cambiar los valores culturales haciendo de este control una practica socialmente mas aceptable en una sociedad espa- fiola altamente tradicional. Pero lo mas incomprensible es por qué los demégrafos franquistas no prestaron atenci6n alguna a estos movimientos en su intento por explicar la caida de la natalidad espafiola. Esta postura podria significar que los mo- vimientos anteriores no eran interlocutores sociales validos en la materia, El que algunos franquistas destacados hubiesen 2 M. Nash, «Aproximacién al movimiento eugénico espaol: el pri- mer curso eugénico espafol y la aportacién del Dr. Sebastiin Recasens», Ginbernat, Revista Catalana «Historia de la Medicina i de la Ciencia», 1985, vol. 4, pigs. 193-202. 25 M. Nash, «Birth control and contraceptive methods: the debate in the Spanish eugenics movements», I Congrés Hispano-Lusc-Italia de De- mografia Historica, Barcelona, abril 1987, 291 pertenecido a movimientos eugénicos en el pasado quizé también explique la renuencia a extenderse en el movimiento, mientras que todo aquello asociado con el anarquismo era sencillamente inadmisible para el régimen. Tunto con las interpretaciones culturales y econémicas de la despoblacién, los demégrafos, médicos y politicos propor- cionaban una explicaci6n al descenso de la natalidad basada en criterios de género. Sostenian que los cambios experimen- tados en la situacién social de la mujer eran la causa y alega- ban que la masculinizacién de las mujeres, el desplazamiento del hogar al puesto de trabajo, las modificaciones en la psicologia femenina ligadas a expectativas de independencia y emancipacién, la independencia econémica de la mujer y el debilitamiento de la familja eran factores fundamentales en e| fracaso de la mujer como madre prolifica. Pero el acuerdo so- bre este punto no era undnime. Por ejemplo, Ros Jimeno no consideraba la emancipacién de la mujer, las expectativas cul- es y el trabajo asalariado como causas significativas de la crisis demogréfica, debido precisamente al escaso nivel de participacién de las espafiolas en el mercado laboral y on las instituciones de ensefianza. Ros Jimeno sostenia que la trans- formacién de los valores culturales, junto con una visi6n cada vez més racionalista del mundo y una concepci6n no cristiana de la vida, eran mas decisivas que cualquier tendencia eman- cipadora en la condicién social de la mujer. Quedan por realizar estudios histéricos que confirmen los factores que determinaron el descenso de la natalidad en la Espafia de los afios 20 y 30. Mi interpretacién de las pruebas recogidas hasta el momento respalda la opinién de Ros Ji- meno de que la emancipacién de la mujer y el empleo asala- riado femenino no fueron decisivos en esta tendencia. Segin el censo de 1930, las mujeres constitufan s6lo el 12,65 por ciento de la poblacién activa; por supuesto las estadisticas oficiales no incluyen la presencia predominante de la mujer en la agricultura espafiola. Incluso durante la Guerra Civil, el desarrollo real de la economfa y, de forma més significativa, la tenaz hostilidad tradicional de los varones con respecto al trabajo asalariado de la mujer, determinaron el lento avance 292 del trabajo remunerado femenino, El movimiento de las mu- {jores no parece haber sido decisivo en la instauracisn de me- didas de control de natalidad. El feminismo espaiiol no estaba basado en la igualdad ni en los derechos politicos, y, de he- cho, el sufragio femenino (1931) no puede atribuirse tanto a la presin del movimiento feminista, que no siempre lo de- fendié abiertamente, como a la cohesién politica de un régi- men democratico que contemplaba la desigualdad basada en razones de género como un principio politico inadmisible2*, Mayor importancia todavia debemos conceder al que el femi- rnismo espafiol se sustentase en la nocién de la diferencia y de la proyeccién social de la maternidad y el papel propio de cada género, y guardase silencio en lo que respectaba al con- trol de natalidad y al aborto. Las feministas no consideraban la adopci6n del control de natalidad en términos de la eman- cipacion femenina. La salud y la economia familiar eran al parecer asuntos més importantes que la tendencia emancipa- dora y, de hecho, hay pruebas que indican que en los afios 30 el grado de aceptacién del uso de contraceptivos dependia de consideraciones materiales de supervivencia econémica, ast como de exigencias culturales mas afines a una sociedad que diese mayor importancia al bienestar social, donde las de- mandas de mejora de la calidad de vida formasen parte inte- grante de los valores culturales. Bajo el régimen franquista, el foco principal de la fun- cién social de la mujer era la maternidad, por ello las aspira- ciones al empleo, educacién y superacién persoral, actividad social 0 emancipacién eran una amenaza para el destino bio- logico de las mujeres como forjadoras de las generaciones fu- turas. Sin embargo, los demégrafos y los politicos pensaban que las espafiolas ya estaban contaminadas y que su instinto maternal se habfa deteriorado durante el régimen anterior’ 24 C. Fagoags, La voz y el voto de las mujeres. El sufragismo en Es- pana 1877-1931, Barcelona, Icaria, 1985, 25 Arbelo Curbelo, «Contribucién al estudio del problema de Ia dena- talidad», Revista Internacional de Sociologia, abril-junio 1944, ntim. 6, pigs. 103-139. 293 Las mujeres ya no aceptaban resignadas todos los hijos que ‘ de la mujer. Esta circunstancia atenuante no era innovadora, pues ya figuraba en cédigos penales anteriores, El que el aborto resultase mas admisible en el caso de una mujer soltera es significativo en el contexto de un cédigo ri- gido que consideraba la legitimizacién del destino natural de Ja mujer exclusivamente dentro de la institucién de la familia y del matrimonio. No se admitfa ninguna conducta sexual que se desviase de la norma y, de hecho, muchos de los propagan- 27 M. Nash, « con las mujeres. Tanto la ense- fianza como la propaganda politica orientaban a la mujer ha- cia la aceptaci6n de la maternidad como funcién social pri- mera, La Seccién Femenina se hizo cargo de esta tarea de adoctrinamiento y contaba con un gran foro de propaganda gracias al establecimiento del servicio social obligatorio para todas las espafiolas, que solia consistir en un periodo de seis, meses de formacién sobre maternidad y doctrina politica’s. EL acento en la familia también tenia como objetivo especifico aleccionar a las madres para que educasen a sus hijos segin los cénones ideolégicos de la Falange. Las representaciones del Estado también enriquecian la imagineria de la maternidad. Se describia a Espaia como la buena madre de una familia numerosa que ayudaba a Ja ma- nutencién del rebafio a través de incentivos familiares. La Ley contemplaba la concesién de subsidios familiares y premios de natalidad, asf como ayudas concretas para las familias nu- merosas, especialmente protegidas en el Fuero de los Espafio- les. En 1943, las familias numerosas se dividieron en dos ca- tegorias: de cuatro a siete hijos en la primera y a partir de ocho en la segunda, con una categoria honorifica para fami- lias con doce hijos o més. Los miembros de las familias nu- 34 A. Alted Vigil, «La mujer en las coordenadas educativas del régi- ‘men franguista», Ordenamiento juridico. 35 Véase D. Gallego, Mujer, falange y franguismo, Madrid, Tau- rus, 1983. 300 ‘merosas recibian muchas ventajas supletorias segin la cate- goria a que perteneciesen. Estas ventajas englobaban desde subvenciones para el transporte o la ensefianza hasta exencio- nes fiscales, facilidades crediticias, acceso a viviendas, asis- tencia sanitaria, etc. La concesién anual de premios a la fami- lia més numerosa de Espafia, que normalmente estaba com- puesta por mas de catorce hijos, pasé a formar parte del ritual propagandistico que rodeaba a la figura de Franco, aun cuan- do el pronatalismo dejé de ser una politica oficial prioritaria. Mayor importancia tuvo la introduccién del subsidio fa- miliar (1938) y del plus de cargas familiares (1945) que afec- taron a.una seccién mucho més amplia de la poblaci6n. Tanto el subsidio como el plus de cargas familiares era ayudas cla- ras a la paternidad a través de un suplemento de los ingresos. El subsidio familiar no se consideraba una paga extra ni parte del salario, sino mas bien un suplemento pagado directamente al jefe de familia. Las madres podian recibir el subsidio s6lo en circunstancias muy extraordinarias. A excepci6n de los trabajadores empleados en tareas del hogar o servicio domés- tico, precisamente aquellos sectores en que la mano de obra femenina era mayoritaria, todos los trabajadores contratados tenfan derecho a recibir el subsidio familiar financiado por el Estado, por las empresas y por todos los trabajadores me- Giante el pago de una cotizacién obligatoria. Los trabajadores casados recibjan una cantidad que aumentaba proporcional- mente al nimero de hijos, por ejemplo, desde 40 pesctas mensuales por dos hijos hasta 1.080 por doce, con un plus adicional de 200 pesetas introducido en 1938 para més de doce hijos. Estas medidas estaban dirigidas particularmente a fortalecer 1a autoridad masculina dentro de Ia familia y a compensar a los trabajadores por la paternidad. Ante la defi- nicién masculina de jefe de familia, tales medidas eran una recompensa para los padres més que para las madres. El plus de cargas familiares también beneficiaba al padre y constitufa un suplemento al salario del cabeza de familia. Se consideraba una paga extra para el trabajador y represen- taba aproximadamente el 10 por ciento de la carga salarial to- tal de una empresa determinada, que se distribuia entre los 301 trabajadores casados segiin el niimero de hijos de cada uno. ‘También en este caso, estamos ante una medida que favorecia al padre y se pagaba al marido, y s6lo en circunstancias muy excepcionales a la esposa. Las parejas casadas recibian 5 puntos en una escala variable que iba desde 6 puntos para un hijo hasta 30 puntos para diez y 5 puntos adicionales para once o més. El empleo remunerado de la madre estaba penali- zado, ya que en ese caso la pareja no recibia ninguna ayuda ‘monetaria al contraer matrimonio. EI detecho a recibir el subsidio o plus familiar dependia del empleo y en cl caso del plus de cargas familiares se in- clufa en la paga, Eran medidas que favorecian abiertamente a los varones y consolidaban la figura del jefe de familia, el pa- triarca que debfa identificarse con la figura autoritaria del Jefe del Estado, Franco. Por supuesto, estas disposiciones s6lo se aplicaban a los matrimonios ¢ hijos legitimos. La normativa familiar y pronatalista financiada por el Estado sélo afectaba a las parejas casadas con hijos engendrados dentro de los ci nones sociales prescritos; s6lo las familias constituidas legiti- mamente tenian derecho a los subsidios. El pronatalismo siempre se discutfa dentro de marco del catolicismo, de forma que la basqueda de un crecimiento demogréfico a través de descendencia ilegitima no era admisible bajo el régimen fran- quista. ‘Asi pues, el matrimonio estaba incentivado como un me- dio de garantizar la familia y la paternidad. Otras medidas so- ciales tenfan por objeto proteger a las embarazadas, a las ma- dres y a los nifios de corta edad en un intento por reducir la mortalidad infantil y de las parturientas. En 1941, se creé la Sanidad Maternal ¢ Infantil como un servicio administrativo del servicio de salud piblica y en 1942 se incorpor6 un se- guro de maternidad al subsidio familiar. Sin embargo, en los primeros afos del régimen franquista, como contraste con el discurso predominante sobre la maternidad, las medidas so- ciales especificamente destinadas a mejorar el bienestar de la madre y el nifio estaba menos desarrolladas que las dirigidas al cabeza de familia masculino. Los incentivos para madres ¢ hijos pertenecian més bien al émbito de la reforma social y de 302 disposiciones sociales anteriores orientadas hacia el desarro- Ilo del Estado de bienestar6, Los incentivos familiares eran mis especificos del régimen franquista y obedecian a una ne- cesidad econémica de salarios encubiertos, en una época de acusada caida de los salarios reales; también desempefiaban una funcién claramente ideolégica al fomentar el salario fa- miliary la figura del cabeza de familia masculino, fortale- ciendo asi el control social y la jerarquia masculina dentro de Ta familia y del propio régimen. LAS MUJERES Y LOS RESULTADOS DEL PRONATALISMO EI pronatalismo fue, sin lugar a dudas, una dimensién im- portante en la construccién de la Espafia de Franco. Sin em- bargo, ni la ideologia normativa ni la legislacién coercitiva son espejos de la realidad social. La politica pronatalista se emprendia en un contexto social de dificultades y privaciones propias de la dura situacién socio-econémica de la represi6n de posguerra, Pese a la amplia difusi6n de la ideologia prona- talista franquista y al esfuerzo concertado para estimular el crecimiento demografico dentro de un Estado totalitario re~ presivo, no se alcanzaron los objetivos perseguidos. A dife- rencia de otros periodos inmediatos de posguerra, en la Es- paiia de los afios 40 no se produjo ningtin «baby boom». Las estadisticas demograficas muestran la persistencia de los rit- ‘mos de crecimiento anteriores; la tasa de natalidad descendi6 de forma continua en los primeros diez afios del régimen franquista; los patrones demogréficos no se modificaron hasta mediados de los afios 50, cuando se experimenté una tenden- cia ala alza de la fertilidad entre 1955 y 1965. Sin embargo, por entonces el contexto socio-politico habia variado conside- rablemente y el régimen habia renunciado a la politica prona- 36 M. Samaniego Boneu, La unificacién de los segurcs sociales a de- bate, La Segunda Repiblica, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988. 303 talista practicada en los afios inmediatamente posteriores a la guerra. El control de natalidad y, de forma més significativa dada la rigida legislacién, el aborto clandestino seguian practicén- dose en los afios 40 y principios de los 50. En 1949, un largo atticulo publicado en la Revista Internacional de Sociologia denunciaba el nimero de abortos voluntarios de la época??. La biografia y el testimonio oral de una comadrona que prac- ticaba en Cataluia a finales de los 40, indican que era co- rriente entre las comadronas recibir propuestas para llevar a cabo abortos*8, Los testimonios orales recogidos por esta autora revelan que la planificacién familiar era un asunto cru- cial durante los afios de posguerra, pese a la revocaci6n de las, leyes republicanas més tolerantes*®. La supervivencia de la familia en las dificiles circunstancias del racionamiento, de- sempleo, problemas de vivienda, servicios sanitarios deficien- tes, graves dificultades econémicas y represin incesante Mev6 a las mujeres a recurrir a remedios caseros, curanderos, médicos o parteras para abortar. Poca atencién se prestaba a Ja ideologia pronatalista del régimen a la hora de decidir las estrategias necesarias para garantizar la supervivencia de la familia. La Secci6n Femenina fue al parecer incapaz de con- vencer a las mujeres para que se convirtieran en madres proli- ficas. En realidad, muchas mujeres se refieren a la discrepan- cia poco alentadora entre el ideal de maternidad presentado como objetivo tinico para todas las mujeres y el que se exi giese el celibato a las lideres de la Falange®, La legislacion represiva tampoco disuadié a las mujeres del ejercicio de una 37 D, Gallego, «Influencia del infanticidio y del aborto voluntario so- be el crecimiento de la poblacién», Revista Internacional de Sociologia, abril-septiembre 1949, nim, 26-27, pags. 126-177. 38 R. Via, Com neixen els catalans, Barcelona, Club Editor, 1972. En- trovista con Ramona Via, El Prat de Llobregat, 20 de septiembre de 1983. 3 Entevisté a cincuenta y cuatro mujeres de diferente extracciGn so- cial para mi proyecto de historia oral, La familia a la Catalunya auto- 40 C. Martin Gaite, Usas amorosos de la postguerra espafiola, Barce- Jona, Anagrama, 1987. 304 «matemnidad consciente». No existe prueba alguna de que las, mujeres aceptasen sin reticencia su destino biolégico de ma- res segiin las normas establecidas por el régimen 0 que se identificasen con las implicaciones ideol6gicas de la politica pronatalista del Nuevo Estado. Las tasas de fertilidad descen- dieron debido en parte, por supuesto, a las consecuencias de- mograficas de la Guerra Civil, pero los datos recogidos tam- ign reflejan que las parejas casadas ya no estaban dispuestas a aceptar una maternidad sin restricciones, sino que utilizaban todos los medios a su alcance, desde la abstinencia hasta el control de natalidad o el aborto, para limitar el nimero de hi- jos. La tasa de natalidad no aumenté hasta que, a finales de los 50 y en los 60, se produjo un cambio decisivo en la eco- nomia espafola y en la sifuacién socio-politica global. Por entonces el aumento de la natalidad coincidi6 con la recupe- racién econémica y con la mejora general de las condiciones de vida de las familias espafiolas. Ante estos datos cabe preguntarse por qué las mujeres no suscribieron el pronatalismo franquista. ;Podria verse este comportamiento en términos de una estrategia global de re sistencia politica al régimen, mediante el desafio de la poli- tica demogréfica, tal como propone Luisa Passerini en el caso de Turin?“1, Es cierto que una de las personas entrevistadas por esta autora expres6 en términos politicos la resistencia de Jas mujeres a tener hijos: La gente se negaba a tener hijos porque consideraba que no existfa un entorno adecuado para tenerlos y edu- carlos, y por ello no querfan concebirlos... era como un acto de protesta contra todo lo que sucedia en Espaifa y... dar un hijo a Espaiia parecfa absurdo porque Espafia no merecia que las mujeres le diesen a sus hijes y, por enton- ces, los abortos se practicaban por docenas”. 40 L, Passerini, « femenina, y, por tanto, no viril, sino también un medio eficaz de inculcar la resignacién, espiritu de sacrificio y humildad que formaba parte del modelo de 12 Esta sitvacién quedarfa patente en el periodo de autarquia, cuando los libros sobre temas domésticos que lefan las amas de casa de la clase media, por ejemplo Consigli di Petronilla, empezaron a proponer sucedi- neos de t€ o café, ropa de lana artificial, etc., y rayaria involuntariamente en lo cémico cuando durante la guetra, incluso la omniptesente Petronilla ensefiaba a hacer pasta y postres sin azicar, sin huevos, sin leche ¢ incluso sin harina, Véase M. Mafai, Pane nero, Milén, Feltrinelli, 1987. 348 mujer ideal. Por esta raz6n, la mediacién y reformulaci6n ca- télica del lugar de la mujer y la posicién central de la familia, més rica simbélicamente por lo menos que los measajes pro- natalistas y desde 1938 racistas del régimen, estaban lejos de oponerse @ estos diltimos, en realidad los fortalecian en la mente popular y les garantizaron asi una duracién mucho mas larga que la del propio régimen. MATERNIDAD, PATERNIDAD Y BIENESTAR SOCIAL Como ya hemos mencionado, a politica fascista en rela- cin con la familia y su estructura de género no se confinaba a medidas estrictamente pronatalistas. ‘También se interferia en la vida familiar de formas diferentes y con un alcance dis- tinto segiin la clase social, a través de medidas restrictivas acerca del trabajo y los salarios, medidas en conformidad con la escolarizaci6n obligatoria, diversas disposiciones destina- das a organizar la vida cotidiana incluido el patronazgo de las, primeras actividades masivas de ocio, a través de la Opera Na- zionale Dopolavoro, ¢ incluso de las consecueneias de gran- des empresas como la Guerra de Etiopia, la autarquia como respuesta a las sanciones y la participacién en la Segunda Guerra Mundial. Todas estas iniciativas y acontecimicntos in- feractuaron a su vez con una estructura econémica donde el fascismo, tras haber reaccionado a Ja lucha de los trabajado- res después de la Primera Guerta Mundial (los «Dos Afios Rojos»), se veia obligado a ocuparse de los efectos de la cri- sis econémica mundial de 1929. El impacto de esta tltima y del régimen se mezclaron indisolublemente en las condicio- nes de vida de las familias de clase obrera y de clase media de las ciudades, ademas de enriquecer a una nueva clase de especuladores de toda laya. Esta mezcla, donde las circunstancias politicas —el debi- litamiento del poder de negociacién y de autodefensa de los trabajadores— y las econémicas se superponian y se poten- ciaban unas a oiras, queda reflejada en el hecho dz que al es- tallar la guerra los salarios reales estaban en un nivel inferior 349 al de 1921, con el consiguiente deterioro del consumo". Otro indicador es la evolucién del desempleo femenino: en 1921- 1922 estaba por debajo del desempleo masculino, pero en 1926-1932 lo superaba, dejando patente asi la expulsién pro- gresiva de la mano de obra femenina hasta el extremo de di- Suadir a las mujeres de que se incorporasen al mercado laboral. En 1933-1935, pese a que los salarios reales eran muy bajos y se habfa deteriorado el consumo, descendieron las tasas de em- leo y desempleo femenino. Esta situacién indicaba que las mujeres abandonaban el mercado laboral, por lo menos el ofi- cial (pero el «mercado negro» no podia absorber toda Ja mano de obra femenina, dado que al ser muy bajos los salarios de los varones en el mercado oficial, los ofrecidos a las mujeres en el ‘eamercado negro» no eran atractivos ni competitivos)'*. “Ademis, algunas iniciativas de politica y asistencia social emprendidas por el régimen, desde los subsidios familiares hasta la Opera Nazionale Dopolavoro 0 los campamentos de vacaciones para los hijos de los trabajadores, tenfan por obje- tivo controlar a las clases trabajadoras urbanas sustituyendo por proyectos ditigidos por el régimen las asociaciones ¢ ins- tituciones de solaridad establecidas en las décadas anteriores 13 Véase M, Matteotti, La classe favoratrice suo tu dominazione {fascista, 1921-1943, Roma-Milén, Edizioni Avanti!, 1944; B. Buozzi, «Le ‘condizioni della classe lavoratrice in Italia, 1922-1943», ed. A. Andreas, en Annali dell Istituto Giangiacomo Feltrinelli, 1972, vol. 14, pégs. 423- 1476; M. Saibante, «Il tenore di vita del popolo italiano prima deli’ultima guetra in confronto con quello degli altri popoli», en Commissione per la riconversione Rapporto al Ministero dell'Industria ¢ del commercio, Roma, Ministero dell' Industria e del Commercio, 1947, pags. 197-200; YV, Zamagni, «La dinamica dei salati del settore industriale, 1921-1939, Quaderni sworici, 1975, vol. x, ntms. 2-3, pags. 530-549, “El porcentaje de mujeres en la poblacién active total cayé del 26,9 por ciento en 1921 al 24 por ciento en 1936, aungue las tasas de empleo femenino permanecieron elevadas si las comparamos con las més recien- tes de los aios 60. Véase L. Fornaciari, «Osservazioni sull’andamento del lavoro femminile in Italia», Rivista internazionale di scienze social 1956, vol. 27, nim. 4, pags. 222-225; N. Federici, «Caratteristiche © pro- bblemi dell’occupazione e disoccupazione femminile», Inchiesta parla- ‘mentare sulla disoccupazione, libro TV, vol. 5, 1953, pigs. 88-93. 350 yr el movimiento laboral. Esta intervenci6n del Estado en la vida de los trabajadores de la industria urbana, una minoria dentro de la poblacién italiana de la época", recibia ademas, el apoyo del sindicalismo fascista muy preocupado por las, condiciones de vida de los trabajadores y que exigia una compensaci6n por las restricciones salariales propugnadas por el régimen a través de una mayor intervencién piblica para mantener el nivel de vida, ofreciendo asi de facto sub- venciones por partida doble a los patronos#6. Incluso la ONMI, aunque en principio se dirigiese a toda la poblacién modesta y pobre, tenfa una distribuci6n real mayoritariamente urbana. Podriamos considerar paradéjico que aunque el modelo de la familia ideal del fascismo era la familia prolifica y miltiple de la Lombardfa y la Emilia-Romagna rurales, que el régimen trataba de reproducir incluso en situaciones de trabajo agri- cola asalariado a través de contratos de cosechas compartidas y de rebafios comunes, las maximas beneficiarias de las medi- das pronatalistas eran las familias relativamente mas redu- cidas y menos dignas de confianza de los trabajadores de la industria urbana. Estas medidas podian ser «positivas», es decit, concebi- das para proporcionar pluses y ayudas, o «negativas», desti- nadas a desalentar ¢ incluso castigar un comportamiento con- siderado indeseado. Algunas de estas medidas, ademas, iban dirigidas a las mujeres como madres o madres potenciales, y a los nifios, pero otras afectaban a los varones como padres 0 padres potenciales. De este modo, el fascismo y su politica pronatalista redefinieron la maternidad y la paternidad, y tam- 15 El censo de 1931 reflejaba que aproximadamente el 22 por ciento de los cabeza de familia eran obreros, el 5,7 por ciento empleados de ofi- cinas, el 2,5 por ciento profesionales liberales, el 3,6 por ciento empresa~ rios y el 9,6 por ciento comerciantes y artesanos. Los cabeza de familia que trabajaban de una u otra forma en el sector agricola representaban nis del 40 por ciento, 16 Véase G. Napolitano, «La politica demografica tra le classi lavora- Itici», Critica jascista, 1935, vol. 10, pags. 197-198; R. Sarti, Fascismo e grande industria. 1919-1940, Milén, Moizzi, 1977, pags. 92:93. 351 bién en este sentido la politica del régimen era més que pura. mente pronatalista. ‘Algunas de las medidas «positivas» no eran en realidad més que una continuacién de las emprendidas bajo los go- biernos prefascistas, impulsados por las reivindicaciones del movimiento de los trabajadores. La Cassa Nazionale di Ma ternita se habia establecido en 1911, financiada por las con- tribuciones de trabajadoras y patronos; proporcionaba una ayuda a la natalidad de 40 liras a las mujeres que trabajaban en los sectores peor pagados, que para recibirla debian dejar de trabajar durante un mes antes del patto y otro mes des- pués. La reforma fascista de la Cassa, emprendida en 1923, se limité a aumentar la cotizacién de las trabajadoras a tres séptimas partes del total, y el subsidio a 100 liras, No se ex- tendieron las categorias de mujeres cubiertas por la ayuda, por lo que permanecieron excluidas las empleadas en puestos administrativos y docentes bien pagados, ademés de la gran mayoria de trabajadoras, oficinistas, empleadas de comercio, y especialmente las campesinas y empleadas domésticas, es decir, las dos categorias més nutridas de mano de obra feme- nina. No existia siquiera disposicién alguna dentro de los es- quemas del seguro de enfermedad para los gastos médicos del embarazo y el parto. La ampliacién a otras categorias de tra- bajadoras y la cobertura parcial de los gastos médicos no se produjo hasta 1935, cuando se cedié la administraci6n de las cotizaciones y las ayudas a la maternidad al Istituto Nazio- nale di Previdenza Sociale, que también gestionaba las coti- zaciones para pensiones, accidentes, incapacidad, subsidio de desempleo y seguro de enfermedad de la mayoria de los tra- bajadores!”, Siguieron excluidas, sin embargo, las empleadas no contractuales, asi como muchas trabajadoras agricolas, to- 17 Para sm andlisis de la transformaciGn de las Casse di Maternita, -véase el articulo de A. Buttafuoco en el presente volumen y A. Cherubini, Storia della previdenza sociale, Roma, Editori Riuniti, 1967; 1. Piva y G. Maddelena, «La tutele delle lavoratrici madtri nel periodo 1923-1943», en M, Petri y A. Gigli Marchetti (eds.), Salute e classi lavoratrici in Italia dall'unita al fascismo, Milén, F- Angeli, 1982, pigs. 835-856. 352 das las empleadas domésticas y amas de casa. En otras pala- bras, aun dentro de una perspectiva estrictamente pronatalista, el régimen hizo muy poco para garantizar las condiciones la- borales y sanitarias que pudiesen mejorar 0, por lo menos, mantener, el bienestar fisico de las trabajadoras embarazadas. Por el contrario, como algunas comentadoras fascistas teco- nocfan, el breve periodo de descanso obligatorio antes del parto para las trabajadoras del sector industrial, la ausencia de toda proteccién para ampliar las categorfas de trabajadoras y ‘unas condiciones laborales que a menudo daftaban los 6rga- nos reproductores siguieron siendo la causa de miles de abor- tos espontincos cada afto, mientras el aborto ilegel levantaba oleadas de cdlera'8, ‘Ante esta indiferencia que provocaban las condiciones reales en que muchas mujeres quedaban embarazedas, sobre~ vivian al embarazo y daban a luz, la introduccién en 1939 del plus de fertilidad parecia no s6lo parcial, sino hasta cierto ex- remo parad6jica. Este plus sustitufa la ayuda a la maternidad que recibian las trabajadoras por una cantidad que aumentaba con el ntimero de partos y se pagaba a «cualquier trabajador 0 trabajadora» que tuviese un hijo. Contrariamente a las apa- riencias, esto no significaba un ingreso suplementario para to- das las madres, sino un apoyo a la paternidad. Dado el mayor mimero de trabajadores que de trabajadoras, esta medida re- compensaba al padre mas que a la madre. Ademés, puesto que la suma slo se abonaba si el bebé nacia con vida, un parto malogrado no recibia compensaci6n alguna, por mu- chos dias de trabajo que tuviese que perder la trabajadora. En términos generales, esta nueva medida y el propio tér- mino premio di natalita indican un cambio de rumbo desde una ayuda, por muy parcial que fuese, a las trabajadoras y la asistencia sanitaria durante el embarazo y el parto, y desde el 418 Véanse los comentarios de Fassio, citados en Meldini, Sposa, pégi- na 103; y de M. Matteotti, La classe, pgs. 99 ss.; G. Sapeli, Organizza- zone, lavoro e innovazione industriale nell’Italia tra le due guerre, Turi, Rosenberg & Sellier, 1978, pigs. 368-396. 19. Véase A. Cherubini, Storia, e I. Piva y G. Maddalena, «La tutela>. 353 reconocimiento de sus derechos como madres trabajadoras, hacia la ayuda a las familias numerosas a través de un suple- mento al salario del cabeza de familia. Esta politica ya se ha- bia iniciado con a introduccién en 1936 de los subsidios fa- miliares (assegni familiari), una suma que aumentaba con el mamero de hijos, se pagaba al cabeza de familia, es decir, en Ia mayorfa de los casos al padre, como compensaciGn parcial de las reducciones salariales, Las mismas directrices aplica- das a las ayudas para las familias numerosas y para la paterni- dad eran vilidas para las exenciones fiscales otorgadas para Jos hijos a cargo, que también eran superiores cuanto mayor cra el mimero de hijos. Puesto que la persona receptora de los ingresos familiares y, en general, de la renta imponible, era en la mayoria de los casos el esposo o padre, é1 cra quien se be- neficiaba de dichas exenciones. Muy poco dinero llegaba di- rectamente a manos de las esposas para su propia gestién a cambio de su funcién reproductora, pese a los incentivos ¢ in ‘cluso inversiones econémicas puestos en prictica por el régi- men. Por el contrario, las medidas disuasorias para el empleo femenino y el creciente desempleo de las mujeres, las ex- clufan cada vez mas del acceso directo a ese tipo de ayudas. ‘Ademias, no puede darse por sentado que el dinero Hlegaba a {a familia y se redlistrihuia en su seno. Las pruebas recabadas en [a historia oral indican lo poco que intervenian las campe- sinas en Ia administracion del dinero familiar, e incluso las mujeres de'la clase media desconocian a menudo cual era el salario de! marido. En cuanto a las mujeres de clase obrera,, solian tenet mayor control sobre los recursos familiares, pero solamente porque les incumbfa Ia tatea de aprovechar al ‘maximo los escasos recursos, y los maridos solian guardarse todo el dinero extra que ganaban?®, Otras medidas refuerzan esta tendencia a favorecer no s6lo a las familias ordinarias o legitimas, sino también a la fi- 20 Véase cap. 9 de M. Barbagli, Sotto lo stesso tetto, Bolonia, IL Mu- lino, 1986; C. Saraceno, «Percorsi di vita femminile sotto il fascismo», ‘Memoria, 1981, vol. 2, pags. 64-75. 354 gura paterna como sujeto de los deberes sociales y de las ayu- das21; un plus por matrimonio concedido a los trabajadores varones que se casaran antes de los veintiséis afios y présta- mos por matrimonio introducidos en 1937, cuyo capital se re- ducia gradualmente con el nacimiento de hasta cuatro hijos. En la administraci6n pblica, se daba prioridad a los varones casados con respecte a los solteros tanto en la contratacién ‘como en los ascensos. Después de 1938, uno de los requisitos para ser director de escuela, catedratico de universidad o po- desta era estar casado, mientras que las mujeres quedaban ex- cluidas de la enseitanza de las ciencias en las escuelas secun- darias ¢ incluso de la ensefianza primaria en las clases exclu- sivamente con alumnado masculino. La condicién por la que las mujeres quedaban excluidas de puestos de responsabili dad, por estar casadas y ser madres, era un titulo meritorio para el var6n. Esta situacién puede interpretarse, por su- puesto, como una compensacién de las reducidas oportunida- des de mejorar la renta familiar, ante la subida de los costes. Sin embargo, tanto el reconocimiento como la exclusién sim- bélica y prictica establecen la disparidad de valor y el dife- rente grado de responsabilidad atribuido a cada sexo en la ta~ rea de procrear, Las medidas punitivas diferian también en cuanto a la carga y el coste que imponian a cada sexo. El impuesto a los solteros, introducido en 1927 y modificado posteriormente a través de la ampliacién progresiva de las exenciones, que de- bian pagar los solteros entre veinticinco y sesenta y cinco afios, excepto el clero, los invilidos y los pobres, y acompa- fiado de una serie de desventajas en las carreras piblicas, era, sin lugar a dudas, una medida molesta y opresiva. En 1939, 21 Para una presentacién completa de las medidas pronatalistas del régimen y las inversiones econémicas, véase ISTAT (Istituto Centrale di Statistica), «L’azione promossa dal governo nazionale a favore dellincre- ‘mento demografico», Anna di statistica, 1943, 7" serie, Véase un cuadro resumen extraido de dicho texto en M. Livi Bacci, Donna, pag. 343; véase también el capitulo sobre Italia en D.V. Glass, Population Policies and Movements, 1* ed. 1940, reimp. Londres, Frank Cass, 1967 355 agaban el impuesto més de un millén de solteros, hasta un caer ie 230 millones de liras (frente a los 260 millones casi totalmente financiados por dicho impuesto, que se abonaban en concepto de pluses, préstamos y créditos fiscales por ferti- lidad y matrimonio, como medio de redistribucién entre los solteros y los padres de familia)”, Pero este impuesto funcio. aba en una situacién donde la tasa de matrimonios era cle- vada y se habia mantenido constante durante varios decenios, mientras que la crisis econémica alentaba los matrimoniog tardios, Dado el coste a largo plazo que suponfa un matrimo- nio para el individuo, pero también para la familia, a menudo necesitada del salario de un hijo, el pago del impuesto no era tuna gran carga. El pago de dicho impuesto tampoco afectaba la decision de un joven de clase alta o de su familia de acabar los estudios y empezar una carrera antes de casarse?*. Resul- ta, sin embargo, interesante observar que los sujetos imponi- bles eran los varones, indicando implicitamente que de ellos dependia casarse, algo que no podia esperarse de una joven sujeta probablemente a la autoridad de los padres y subordi- nada a la iniciativa masculina. L Pero las mujeres se exponian a un castigo severo si recha- zaban deliberadamente un embarazo. Mientras que los abor- tos espontineos debidos a las condiciones laborales duras 0 co saludables no suscitaban ninguna respuesta publica, el echazo deliberado de un embarazo por parte de la mujer es- taba castigado como un delito grave con hasta tres afos de 22 Lascifras proceden del cuadro de M. Livi Bacci, Donna 23 La tasa de matrimonios permaneci6 constante durante todo el pe- iodo alrededor del 7,3 por mil, aparte de un méximo de 8,3 por mil en 1937 tras la Guerra de Etiopfa, que probablmente significé el aplaza- iento de ‘as bodas de los jévenes soldados llamados a filas. En cuanto & {a edad en que los varones contrafan matrimonio, desde 1921 en adelante se produjo un claro descenso de los matrimonios antes de los veinticinen aiios; mientras que entre 1921 y 1930 se casaba antes de esa edad un 34,7 por eiento de Ios varones, entre 1931 y 1940, pese al impuesto de soltera, fsa eifra era de sélo el 24,7 por ciento. La edad media era de veintisiete ‘anos de edad. Véase S. Somogy, «Nuzialiti», en ISTAT, Sviluppe della popolaziore italiana dal 1861 al 1961, Roma, 1981, pags. 321-396. 356 prisiGn, junto con los cémplices, incluido el marido si se de- mostraba que estaba al corriente, algo que casi nunca ocurria Lo que ya se consideraba un delito en legislaciones anterio- res, asi como en virtud de la moral catdlica, se convirtié a tra- vés de unas leyes raciales en un crimen contra la raza y, por ende, contra la nacién. Las personas mas expuestas a este pe- ligro y al riesgo de muerte 0 incapacidad como consecuenc de la practica arriesgada del aborto, eran las mujeres de clase obrera y de clase media baja, demasiado pobres para pagar la discrecién y la seguridad de las clinicas y los médicos, tal ‘como se confirma en el «Informe sobre las acciones por de- lito de aborto juzgadas en 1941», Por otra parte, los jueces parecian reacios a aplicar la ley con todo rigor, incluso cuan- do se demostraba la infraccién, justificando su indulgencia con la pobreza de las mujeres que recurrian al aborto y, de esta manera, negando implicitamente la validez. de la politica pronatalista del régimen. Ademés, las mujeres siempre es- taban expuestas a la arbitrariedad de los jueces e informado- res, y este temor les impedia a menudo recurrir a un médico cuando surgia alguna complicacién. EL BIENESTAR SOCIAL DE LAS MADRES Y LA «OPERA NAZIONALE MATERNITA E INFANZIA> La accién mas ambiciosa del régimen y también la con- cebida mis directamente para el bienestar social de madre hijo, fue indudablemente la ONMI, estipulada en la Ley del 10 de diciembre de 1925, enmendada en 1933 y en 1934, y destinada a «promover, mediante la integraci6n de las tareas sociales y las actividades de otras instituciones ptblicas y pri- vadas, la defensa y mejora fisica y moral de la raza». Un 2 Para un anil pect», esp, pigs. 701 ss. 25’ P. Corsi, La tutela della maternita € dellinfancia in Italia, Roma, Societa Editrice Novissima, 1936, pg. 21. Acerca de la ONMI, véase también S, Fabbri, L’Opera Nazionale per la protezione della maternita e de este informe, véase D. Detragiache, «Un as- 357 cuerpo semi-gubernamental, con una compleja estructura de organismos y departamentos centrales y periféricos en todas las provincias, debia coordinar y supervisar todas las activi- dades y medidas destinadas a las madres y a los més jévenes, desde la diteccién de las casse di maternita, mientras siguie- sen existiendo, hasta el establecimiento de la paternidad de Ios hijos ilegitimos, el ingreso de menores en instituciones y su colocacién cuando las abandonasen, pasando por la super- visién de los delincuentes juveniles. Muchas de estas activi- dades se iniciaron antes de 1a creacién de la ONMI y, de he- cho, siguieron funcionado independientemente de ella. Pero aparte de estas tareas de supervisién y control, la novedad y la principal actividad de la ONMI era la de asistir a las muje- res embarazadas, a las parturientas y a los nifios menores de tres aiios. En realidad, esta empresa dur6 hasta los aiios 70, cuando las guarderias de la ONMI se convirtieron en guarde- fas municipales y los obstetras y pediatras se incorporaron a Jos USSL (ambulatorios locales). f Cabe sefialar que la labor sanitaria de la ONMI tenfa ob- jetivos preventivos y educativos més que curativos. A este respecto fue la primera, y por mucho tiempo tinica, iniciativa que actuaba en los tres planos de nutricién, higiene y preven- cidn adecuadas, entendiendo por esta tiltima Ja profilaxis, tal como se denominaba por entonces, con relacion especial- mente a la tuberculosis, el alcoholismo y la sifilis, considera- dos particularmente extendidos entre las clases mas pobres de la sociedad. El trabajo de la ONMI recibia el apoyo de las de- nominadas clases de maternidad itincrantes, una especie de escuelas rurales itinerantes, donde se ensefiaban los rudimen- tos sobre cuidado e higiene infantil. Aunque estaban menos extendidas que los centros de la ONMI y, segiin palabras de los propios encargados, eran insuficientes?®, especialmente por estar dirigido a la poblacién rural que no s6lo era més nu- dell’infanzia, Milén, Mondadori, 1933; G, de Robilant, L’assistenza obbli- ‘gatoria agit illegitimi riconosciuti, Turin, Tipogratia Vincenzo Bona, 1937. 26. Ci. Lo Monaco Aprile, «il sistema fascista di difesa dell’infanzia illegitiman, Politica sociale, marzo-abril 1930, pgs. 278-287 358 merosa que la urbana, sino también més prolifica, estas clases de maternidad fueron el primer indicio de un interés por las condiciones reales de las familias rurales y sus hijos. Resulta paradéjico, pues, que continuasen, de una forma burocratica y centralizada y por motivos muy diferentes a los de la emanci- paci6n, Ia tradicién de las clases alfabetizadoras rurales i ciadas durante el cambio de siglo por intelectuales progresis- tas y socialistas. Las mujeres y los nifios que carecfan de los recursos ne- cesarios tenian derecho a recibir asistencia, Esta circunstancia no s6lo se justificaba con algin tipo de certificado, como el certificado de pobreza, sino que se decidia por discrecién de las visitadoras sociales. Mientras que esta forma de proceder ampliaba el nmero de personas potencialmente cubiertas por Jas medidas, en la practica muchas madres trabajadoras y de clase obrera y mujeres de clase media baja, asi como las ma- dres solteras que aceptaban criar a sus hijos, exponia a las mujeres a una evaluaci6n arbitraria por parte de otras mujeres quienes, sin calificaciones especificas aparte de haber sido se- leccionadas por las comisiones provinciales en virtud de su propia moralidad, apoyo al fascismo y «predisposicién al cui- dado de madre ¢ hijo», tenfan el derecho de entrar en los hogares y juzgar las necesidades y Ja actitud favorable con respecto a la funcién de la ONMI. Ademis, el que la ONMI estuviese vinculada al partido, tanto a nivel local como pro- vincial —Ios Ifderes del partido eran beneficiarios por dere- cho propio junto con otros lideres institucionales, todos ellos varones, excepto la secretaria de la fascio femenina— hacia explicita su funcién de control social y politico, por encima de las intenciones y quizé de las acciones de unas comisiones concretas 0 de los miembros individuales de éstas. Las pro- pias visitadoras sociales, que no eran miembros por derecho propio, no eran s6lo elegidas entre los miembros de la fascio, sino entre mujeres de clase alta y media miembros de la fas- cio. Esto significaba que las mujeres de las clases mas pobres que deseaban beneficiarse de los servicios de la ONMI 0 que caian bajo su control, estaban sujetas a un examen doble Ile- vado a cabo por otras mujeres, aunque bajo la autoridad de 359 los varones de las instituciones médica, juridica y de partido, es decir septin criterios de clase y partido. En todos los casos, una vez confirmado el derecho moral y politico « la asistencia, la mujer embarazada y, después, el bebé, junto con sus demés hijos, recibian un seguimiento hi- giénico y sanitario, asf como nutricional, de la mano de ins- tructores itinerantes encargados de verificar la normalidad del embarazo y del crecimiento de los nifios, y ensefar a las ma- dres las reglas de higiene y nutricién. Tal como se desprende de las publicaciones, en particular de la revista de la organiza- cién Maternita e infanzia, las reglas sobre higiene y las nor- mas morales solian estar estrechamente ligadas, aunque ello no sea un rasgo exclusivo del fascismo. En los casos en que se juzgaba necesario, las madres tam- bién recibian suplementos alimenticios en las cantinas para ‘mujeres a partir del sexto mes de embarazo y para las madres, que criaban a sus bebés, durante siete meses. La obligacién de acudir a la cantina, aunque tenia por objetivo garantizar que fuese la madre la que se beneficiase de los alimentos y no los demas miembros de la familia y que el dinero no se gas- tase en oltos menesteres, también pretendia mantener bajo observaci6n a unas mujeres a las que no se consideraba aptas para cuidar de sf mismas. Adems, la centralizacién del servi- cio dificultaba el acceso de aquellas que, por vivir lejos, no podfan pagar el transporte o permitirse perder varias horas, para obtener los alimentos, especialmente si tenfan otros hijos pequefios o trabajaban fuera del hogar. Las mujeres que no podian criar a los bebés también te- nian acceso a leche en polvo o a una nodriza. Por su parte, las madres que se negaban a amamantar al bebé sin justificante ‘médico no recibfan ayuda alguna, y sus hijos quedaban ade- més excluidos de todos los servicios, con el riesgo consi- guiente de que se les retirase al nifio si se establecia cualquier irregularidad moral o material. Las mismas reglas eran apli- cables a las madres solteras que no querian quedarse con el bebé y Io cedian a la asistencia piblica o a una inclusa, 0 que si lo conservaban pero no querfan amamantarlo. Asi pues, las madres que se quedaban con sus hijos tenian la obligaci6n de 360 darles de mamar. Esta regla no era s6lo un medio para garan- tizar la salud en unas circunstancias donde la esterilizacién del agua y de la leche de vaca era dificil y la leche en polvo todavia poco corriente; también era el reflejo, aunque no primordial, de la imagen de una madre buena porque cria a su hijo, es decir, dedica todo lo que tiene a su bebé, y a través de Ja lactancia desarrolla, especialmente en el caso de las madres solteras, un fuerte vinculo con el nifio y un gran sentido de la responsabilidad para con él Las madres solteras que criaban al bebé no s6lo recibian asistencia, sino también ayuda para localizar al padre y con- vencerle, mediante un plus de dote, de que debia casarse, 0 por lo menos prestar apoyo econémico. La ONMI tenia tam- bién el deber de ayudar a las mujeres separadas a conseguir el pago de una pensi6n alimenticia. Se fomentaba la familia le- gitima donde se daba una divisin clara de los papeles de cada progenitor, aunque era la maternidad aceptada y practi- cada segiin los cénones higiénicos y morales prescritos la que se recompensaba y respaldaba directamente. En este sentido, las madres solteras no sufrian discriminacién alguna, sino que recibian la misma asistencia que las casadas, lo que a veces provocaba la hostilidad de estas dltimas, que vefan esta cir- Cunstancia como una «recompensa» para un comportamiento socialmente inaceptable ¢ «inmoral»?’. El modelo maternal y familiar, combinado con el modelo de la familia rural productiva y una estructura de autoridad concreta como modelo ideal para el crecimiento y desarrollo de los hijos, también quedaba confirmado por la preferencia atribuida, por lo menos en principio, a la adopeién siempre 27 L. Passerini, Torino operaia e fascivmo, Bari, Laterza, 1984, pigi- nas 185-220. Este estudio incluye entrevistas Gon trabajadoras y demues- tra los efectos divisorios del pronatalismo del régimen no sélo entre ma~ dres casadas y solteras, sino también entre mujeres con hijos y sin hijo. En algunas ocasiones, el no tener hijos o tener pocos se consideraba una forma de resistencia al fascismo; en otras ocasiones, la hostilidad ante las ‘madres prolificas era la hostilidad para con esas personas que se aprove- chaban de la comunidad. 361 que fuese posible en el campo, mejor que al «internamiento», © a la creacion de pequefias colonias agricolas basadas en normas educativas de tipo familiar. Esto fue més un ideal que una realidad, pues se siguié colocando a los nifios en institu- ciones durante todo el periodo fascista e incluso con posterio- ridad, La inercia y el poder de las estructuras existentes, en su mayor parte pertenecientes a 6rdenes religiosas, resultaron te- ner més fuerza que las intenciones del regimen; en cualquier caso, este titimo no realizé grandes inversiones econémicas en esta direccién, ademas de contar con poco tiempo para conseguir resultados. En los afios 30, la preocupacin por un buen cuidado de los hijos qued6 répidamente en segundo plano ante la de enviar a padres y hermanos a la guerra, mien- fras se deterioraban sus condiciones de supervivencia coti- diana, nutricién e incluso seguridad fisica. La expansi6n im- perial era la base del interés por madres ¢ hijos, y la guerra fue la conclusi6n paradéjica ‘Los beneficiarios de las actividades dirigidas a los nifos que permanecfan con su madre en el seno de la familia tam- bién se mantuvieron muy por debajo del nimero potencial, contrariamente a las intenciones. Segiin las cifras publicadas a la saz6n y claramente destinadas a defender el sistema, en 1934 habia 475.000 menores de tres aiios que recibian al- gun tipo de asistencia, es decir, cerca del 50 por ciento de las personas que recibjan asistencia de la ONMI, es decir, emba- razadas, madres lactantes y nifios pequefios. De esta cifra, 326.000 habian acudido por lo menos a una visita pediatrica y os demas debian de ser nifios albergados en inclusas, adopta- dos 0 visitados a domicilio. En ese mismo afio, las guarderias de la ONMI sélo acogieron a 17.779 nifios menores de tres afios, en su mayoria hijos de madres trabajadoras. Incluso con esta restriccién, dada la tasa de empleo femenino vigente, la cifra resulta muy baja. Por tiltimo, la ONMI pagaba comidas para nifios necesitados entre tres y seis afios de edad en es- cuelas preescolares, cuyo miimero ascendia a 155.000 también para el afio 193428, 28 P. Corsi, La tutela, pig. 45; $. Fabbri, Direttive e chiarimenti in- 362 La expansién de la actividad parece bastante uniforme numéricamente en toda la naci6n, pero la distribucién de los servicios individuales muestra una concentracién de guarde- rias en las ciudades septentrionales, donde se daban las tasas mas elevadas de empleo femenino en la industria. Los hijos de las trabajadoras agricolas, empleadas domésticas, trabaja- doras en el mercado negro y criadas apenas tenian acceso a este tipo de servicio. Lo mismo ocurria, como para todos los servicios de la ONMI, con las madres y los nifios que no po- dian 0 querian dar pruebas de sus necesidades. La funci6n de asistencia social de Ja ONMI, ademas de ideol6gica, excluia de los servicios preventivos y de ayuda a un amplio sector de madres e hijos de la clase media y baja, asi coma a casi todas las mujeres que vivian en el campo, pero también a las perte- necientes a la clase obrera mas estable donde las condiciones econémicas y el deseo de privacidad y respetabilidad no les permitian demostrar necesidad visible pero tampoco pagar por recibir ese tipo de asistencia. La ayuda era para ellos una cuesti6n de recursos o de solidaridad familiar. Mientras que las exclusiones por raz6n de clase eran in- trinsecas al cardcter social de la ONMI y las exclusiones mo- rales a su ideologia, la introduccién de las leyes raciales anti- judias en 1938 caus6 otro tipo de exclusién posible 0 autoex- clusién, la de las madres judias y sus hijos. Junto a los objetivos imperiales y expansionistas, esta demarcaci6n racial constituye sin lugar a dudas una de las paradojas mas graves y dramaticas de la actividad del régimen, que, después de torno allo spirito informatore della legislazione riguardante "'ONMI ¢ alle sue pratiche applicazione, Roma, Faili, 1934. 29 ‘Todavia no se ha estudiado la situacién de la mujer judia después de 1938, cuando se prohibié el matrimonio entre judios y ro judios a ima- gen del modelo alemén de 1935. Acerca de las diferentes 2oliticas demo- grdficas en la Alemania nacionalsocialista que pasaron del antinatalismo a Ia eliminaci6n fisica, esta ditima ejecutada también en las partes mas sep- tentrionales de Italia debido a la ocupacién alemana a partir de 1943, véa- se G. Bock, Zwangssterilisation im Nationalsozialismus: Studien zur Ras- senpolitik und Frauenpolitik, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1986, y la coniribucién de la misma autora al presente volumen, 303 todo, en los asuntos cotidianos se habia basado més o menos en el sentido comin e incluso en Ja solidaridad con los més necesitados, y habia tratado de combinar la mistica fascista con la pedagogia moderna, visible en los retazos a veces per- turbadores de referencias tedricas en los escritos de la época, Pese a todo, el acento en la procreacién, incluso dentro de las medidas adoptadas para alentarla, lo que se hacia era determi- nar quién tenia derecho a una recompensa como madre y como hijo, definiendo asi sus derechos ademas de sus necesi- dades. La reduccién de la mujer como madre a una persona em= barazada 0 lactante —tinicas condiciones que le daban dere- cho a asistencia preventiva, a un posible tratamiento y a la asistencia social— representaba una grave limitacién de sus derechos como persona. Esta limitacién sobrevivié al fas- cismo, pues durante mucho tiempo se consideré que las mu- jeres italianas s6lo tenian derechos a través del reconocimien- to de sus deberes, reales o potenciales, como madres. Por ello, estos derechos solian aparecer simulténeamente como proteccién y como restriccién. ‘A cstas serias limitaciones, debemos afiadir el que la ma- yoria de la poblacién femenina, incluidas las beneficiarias de ia asistencia social, no tenfan un acceso facil, antes, durante y después del embarazo a las condiciones de higiene adecuada y nutricién sana que les ensefaban las asistentas sociales y {os obstetras de la ONMI; mucho menos a un cuidado sanita- rio adecuado, por lo que 1a mortalidad infantil siguié siendo elevada durante el periodo fascista, incluso tras el estableci- miento de la ONMI, y slo empez6 a bajar después de la gue- ra, Sin embargo, no podemos reducir la ONMI a una mera criatura del régimen. Italia no era el tinico pais en que las mu- jeres y los nifios s6lo podian aspirar a que se reconociesen sus, necesidades y derechos en funcién de los intereses nacionales 30 La mortalidad infantil era del 120 por mil nacimientos en el pe riodo 1921-1930, 102 por mil entre 1931 y 1940, 90 por mil entre 1941 y 1950, y 52 por mil entre 1952y 1960. 364 ¢ imperiales del gobierno, Ademés, este reconocimiento de Jos derechos, pese a su limites, no s6lo constitufa la primera forma de servicio y apoyo dirigida directamente a las mujeres y sus hijos, sin la mediacién del padre; sino que también, aunque como consecuencia imprevista y no intencionada, constituy6 la base a partir de la cual, en el contexto cultural, social y politico cambiante, las mujeres pudieron empezar a formular sus propias necesidades y derechos, en términos de sanidad y otros servicios, como madres, pero no exclusiva- mente como madres. 365

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