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Luis F loves fa HISTORIA DEL ESPIRITU DE LA TECNICA Hans Blumenberg Baticion de los escrites pistumos a cargo de ALEXANDER SCHMITZ Y BERND STIEGLER Traduccién de PEDRO MaDRIGAL PRE-TEXTOS pe Impeso en papel FSC™ prvennts de bosque bien gestionadosy otras fuentes contre CCvalquier forma de rproduecién, dstribuci6n, comunicacin pblica o transforma- ‘Gn de esta obra solo puede set relizada con i autorizacion de sus ttulces, salvo cexcepcién prevata por la ley. Dirfjase 2 CEDRO (Centro Expatol de Derechos cos) si necesita fotocopiaro escanear agin fragmento de esta obra (srwconlicencia.com;91 702 19 20 / 98 272.04 47) Primera edicins octubre de 2013, ise cubierta: Pre“Testos (S.G-E.) ‘Thulo de I edicién original en lengua alemans: Geistesgescichee der Tech Dela traduccién: © Pedro Madtigal © Subrkomp Verlog Bestin 2009 © de la presente edicion: PRE-TExTOS, 2013, Lis Suntingel, 10 46005 Valencia woepre-textos.com Innes SPAR PRUTED I SPADE "SON: 978-84-15576-75-4 Dpposro uzcats V-2255-2013 Avast, SA TL 91 471 71.00, ALGUNAS DIFICULTADES DE ESCRIBIR UNA HISTORIA DEL ESPIRITU DE LA TECNICA Cada ciencia tiene que llevar €l peso de su propia histo- ria. Conserva las huellas de su historia incluso cuando el progreso de sus resultados parece estar condicionado ex- clusivamente por las exigencias de su objeto. La historiografia surge de las formas primitivas de la cr6- nica. El cronista registra los acontecimientos en el orden de sucesién de su databilidad, y s6to capta lo que es data- ble. La forma en que en la escuela nos topamos por pr mera vez ~y la mayorfa de veces con irritacién— con la historia es, en el fondo, la forma propia de la crénica. De ah{ que los sucesos de importancia histérica sean, prefe- rentemente, acciones humanas datables, lo cual quiere decit que son acciones tales que han desembocado en determi~ nados productos de la accién: tratados o batallas, gobier- nos u obras legislativas, conquista o pérdidas de fortalezas y fronteras, caida de tiranos vaivenes hereditarios. Cuando la historiografia pass de registrar simplemente deun modo cronolégico la cadens de sucesos a mostrar las vinculaciones entre los eslabones de esa cadena, se hizo pa- tente enseguida que las acciones humanas son explicables mediante teorias dela accién que podian ser referidas a ellas ‘También equi se seguia salvaguardando Ja databilidad, en tanto tales teorias de la accién preceden a las acciones en forma de libros, discursos, proclamas y manifiestos y todos éstos pueden ser fijados, a su vez, a fechas determi- nables en que hicieron su aparicién o se dieron a conocer Las teorias de la acciGn constituyen, por tanto, ellas mismas, un tipo especial de acontecimientos, mediante los cuales Jas propias crénicas podian enriquecerse y ser presentadas dentro de un nexo de correlaciones comprensible Sélo surgieron dudas en este esquema cuando se creyé entender que para acciones en el sentido més amplio pue- den ser también determinantes presupuestos y condicio- namientos extrateoréticos. Podia invertirse la relaci6n entre Jos acontecimientos y las circunstancias de los mismos. Las circunstancias histéricas ya no eran {inicamente una con- secuencia y plasmacién de determinados sucesos histéii- cos, sino que hactan comprensibles, a su vez, los acon- tecimientos. Para explicarlo: una invencién técnica es, al menos en Jos dltimes siglos, un suceso datable. ¥ parece que una tec- nificacion cada vez mayor, como el estado propio de las so- ciedades industriales modernas, no ¢s sino el resultado de la suma de aquellos sucesos de invencién. Karl Marx fue el primero en hacer exactamente una inversién de esa forma de ver las cosas, en el capitulo 13, titulado «Maquinaria y ‘gran industria», del tomo I de El capital, La mecanizacion de la produccién es, para él, la consecuencia, traducida en inventos, de la estructura del trabajo de la primera manu- 0 factura industrial, con la desintegracin de la produccién originariamente artesanal de una mercancfa en sus opera- ciones laborales elementales. Era justo en esa divisién del trabajo donde se hacia perceptible la posibilidad de la me- canizacién, quedando demostrado, de un modo, por de- irlo asi, contundente la traducibilidad de un proceso laboral elemental a un proceso mecénico. Los inventos no serian algo que se barruntara, como suele decirse, «en el aire», sino que se encontraban ya prefigurados en el propio proceso del trabajo. Segtin escribe Marx, el taller de produccién de los mismos instrumentos de trabajo -«ese producto de le divisién manufacturera del trabajo», «produce, a su vez, méquinas».’ Este modelo deja patente qué entiende Marx por historiografia, una historiografia que valora las cir- cunstancias materiales como una condicién de los sucesos y de las acciones del espiritu, y qué es lo que pide de una chistoria critica de la tecnologian.? Tal modalidad de historiografia no puede quedar enca- llada en la tradicién de las crdnicas, Lo constitutivo se sus- traeria a la databilidad precisa que determina la relacién de fndamentacién existente entre las teorias de la accién y los productos de la misma. Tenia que considerarse, al ‘menos, como posible que las teorias de la accién humana no fueran, por su parte, sino expresién y consecuencia de circunstancias ya dadas con anterioridad, pudiendo, en todo * El eapial, tomo I seeciin TV, cap, 12. 2 bid, 1,1V, 13, nota. un caso, captar, desarrollar y sistematizar las necesidades de accion subyacentes en las propias circunstancias, preparando caso con ello y acelerando la aparicién de una serie de acon- tecimientos, pero sin poderyen esencia, motivarlos. Ahora bien, en un contexto as{ podfa anidar una profunda des- confianza, que nosotros, hoy dia, solemos llamar «sospe cha ideolégicas: las teorfas de Ja accién humana no ci- mentarian acciones dependientes de ellas, sino que no hacen otra cosa que justificar acciones debidas, de todos modos, alos condicionamientos de la situacién, En este esquema, burdamente simplificado, de la pro- blematica de toda historiografia pueden localizarse las di- ficultades que emergen asimismo para una historia de la técnica, También aqui tenemos que vérnoslas con sucesos que son, claro est, mas o menos datables. Los dispositi- ‘vos, as técnicas de los procedimientos, los mecanismos, los elementos de construccién son descritos en documentos 0 conservados como reliquias museisticas. Al principio, las, dificultades del historiador de 1a técnica parecen set més pequefias que las del historiador de la politica, dado que el ‘Ambito de su investigaci6n es delimitable de wn modo exacto yestticto y las asignaciones son, en él~al menos para la mi- rada del espectador moderno~ de una légica objetiva. En todo esto pasaria algo semejante a lo que ocurre en Ja his: toria de las ciencias exactas: os resultados teoréticos de una determinada etapa contienen los problemas pendientes de resolver en los préximos pasos del conocimiento. De modo que en la historia de la técnica la solucién de un determi- 2 nado problema de construccién hace reconocibles, al mismo tiempo, las carencias que atin han de solventarse, plantean. do con ello las tareas para soluciones futuras. Cuanto més nos acercamos a los tiempos ac:uales tanto més se canvier- ten la historia de las ciencias exactas y la historia de la téc- nica—como también la historia de las artes plisticas y de la literatura— en regiones cervadas caracterizadas por una I6- gica interna propia de su desarrollo, haciéndose asi relati- vamente independientes de influencias y dependencias externas. De manera que toda la suma complicacién de la critica de la cultura de nuestros dias, que va desde una ac- titud de optimismo tecnolégico hasta la demonizacién de Ja técnica, apenas si ejerce un influjo perceptible sobre et proceso mismo de la tecnificacién, por mucho que influya en la relacién entre el hombre y la realidad técnica, Ahora bien, la cuestion es si se puede generalizar el mo- delo de un estado de alta condensaci6n de lo cientifico y técnico. ;Podemos contar con la logica interna de los pro- ces0s objetivos también respecto a los inicios de una época determinada por la ciencia y la técnica? La historia de la técnica tiene que hacer, con todo, comprensible de qué clase de impulsos ha surgido Ia organizacion de una nueva rea- lidad, antes de que sus piopios elementos puedan presen- tar las exigencias de su desarrollo e integracién ulterior. La historia de la técnica no puede ser ni la mera crénica de la aparicién de nuevos procedimientos, habilidades y meca- nismos ni la historia de la técnica en la historia, tan entati camente demandada hoy dia: la exposicién de la suma de 8 todas las dependencias de la realidad de la vida respecto al estado de tecnificacién correspondiente. La historia de la técnica tendra que ser también, y ante todo, la historia de la salida de a técnica del dmbito de la historia, El tema de si =y cémo~apartir de una determinada nueva comprensién de la realidad y del puesto det hombre en el marco de esa realidad surge un deseo de técnica habra de ser el tema de una historia del espiritu de la técnica que no sélo retina y registre autointerpretaciones de la actividad y autoria téc- nicas, sino que haga que se vuelvan comprensibles las mo- tivaciones de un estilo de vida que apunta y que se sustenta en la técnica. Todo ello parece plausible, pero la dificultad empieza en cuanto uno se pone a esbozar esta historia del espiritu de la técnica, Los testimonios que se oftecen como fuentes dan Ja impresin, a primera vista, de que pueden hacer demo: trables las motivaciones de los procedimientos y de la pro-) duccién de orden técnico. Pero un andlisis mas preciso de tales fuentes ~por ejemplo, de los siglos XVII y XVI no tarda en despertar la duda de si aquello que parece abrirnos el a ceso al trasfondo de los estimulos intelectuales no deberd su origen, més bien, a la necesidad de justificar lo que ya se ha hecho realidad. Y en vez de un testimonio de los orige- nes lo que tendriamos serfan retazos de una ideologia de lo técnico. Sirvigndome de tres ejemplos, me gustaria explicar algo més minuciosamente la ambigitedad que aqui puede ge- nerarse, “ El primer ejemplo hace referencia al concepto mismo de invencién, ¢s decir, al concepto de la produccién origi- nasia de una conerecién hasta entonces desconocida. En el pasaje citado de BI capital de Karl Marx queda claro que el inventor s6l0 aparece, por decirlo asi, como el funnciona- rio y ayudante de realizacién del proceso objetivo de in- dustrializacién.' Pero la insistencia en el mero cardcter reproductivo de la iavencién solamente seré compren: ble, en su tendencia si se recurre al contenido relativo a la propiedad que encierra el concepto de invento en la Edad Moderna. La objecién ~ya desarrollada en la Antigiiedad contra la propiedad privada~ de que la naturaleza habrfa puesto todo a disposicién de todos no concierne a lo que esel invento; de ahi que la autoria se haya convertido en la plasmacién, pura ¢ inexpugnable, de ‘o que es la propiedad. No obstante, la institucién jurfdica de la proteccién de los derechos de propiedad del inventor sobre su obra, que s6lo experimentard su pleno desarrollo hacia finales del si- glo XVII, no goza, en absoluto, de la obviedad que entre- tanto ha ido adquiriendo, El derecho de propiedad sobre los inventos se desarro- lla en el curso de la discusién sobre la limitacién del dere- cho del principe a conceder privilegios, diferenciandose el otorgamiento de un monopolio comercial ~algo prototi- "Br eapial, 1, 1V, 13, nota 88, «Uns historia ertica dela tecnologia no aria sino demostrar qué poco pertenece a un Gnieo inéividuo cualquier invento del siglo xv, El imitarse al siglo xvutno deja de tene; en este contexto,importan- cia, porque as sigue quedando abierta, de todos modas, otra cancepcién sobre los sinicins, pico del absolutismo~ sobre una mereancia accesible, en el fondo, a cualquiera, de la patente que corresponde al pri- inet inventor real de un nuevo producto. Con ello se pro tege, no se fundamenta, el ambito natural de su derecho. La concepeién del invento como una propiedad protegi- ble, referida no a una cosa, sino a la idea de una cosa, tiene una serie de presupuestos de orden intelectual e histérico cen que se hacen cuestionables las concepciones tradiciona- les sobre la realidad y el ser humano. Aqui aparece por pri- mera vez en el horizonte de la posibilidad el que pueda haber propiamente objetos que antes no estaban atin en la natu- aleza y para Jos cuales ya no valia la definicién aristotélica de las capacidades humanas como una imitacién de la naturaleza, Baste recordar que la expresiGn iden, usada también comdnmente por nosotros para designar una ocurrencia humana, en su primitivo significado platénico sélo valfa para los modelos primigenios de todo aquello que se encuentra en Ja naturaleza, que es una suma de re- producciones. Es imposible que la idea pueda aqui des nar un disefio conceptual independiente de lo dado. Si intentamos captar el giro hist6rico que se ha realizado en la historia del concepto de idea topamos, como figura clave de este vitaje, a mediados del siglo xv, en Jos Didlogos de Nicolés de Cusa, con la figura del laico. Dicha fragua fue concebida por el filésofo para enfrentarla al tipo de inte- lectual escoléstico y a su imagen tradicional sobre la natu- raleza y el hombre, Se trata del hombre de la experiencia cotidiena, que sabe medir, contar y pesar, un artesano que 6 i produce utensilios de madera para uso casero. ¥ precisa mente en esos utensilios demuesira él, en el Didlogo sobra Ja merts humana, que su produccién no puede ser expli- cada mediante la formula de la imitacién de la naturaleza, Gf Eachiriion Syntbotorum ed. por Denziger-Umberg, ed. 23, Friburgo, 1937,n° 1217: xDeus donat nobis ninipotentain sua, utea tant sicutaliquis dona alert villas vel libros, 3 un supuesto derecho de la naturaleza a que el hombre se abstenge de intervenir hasta el fondo, a esta otra cuestié: quign dispondré de este nuevo poder del hombre y cémo podra ser circunscrito al bien de la humanidad. Sélo en tiempos recientes la biologia hia ido perdiendo su caracter de ciencia descriptiva y clasificatoria, acercindose cada vez mis a la quimica y a la fisica, No obstante, el hecho de que la fisica y la quimice sean ciencias de la naturaleza no ha impedido hasta hoy dia que el uso lingtiistico siga enten- diendo como lo natural aquello que tiene futuro y consis- tencia sin la ciencia ni la técnica. Las representaciones orgdnicas han desempefiado, desde el romanticismo, como metéforas usadas en el lenguaje de la teoria del Estado y de la teoria politica, una funcién dirigida contra el pensamiento racional y constructivo, adquiriendo, a partir de esta es- fera, un nuevo reforzamiento la antitesis entre lo natural mente existente y la obra humana. Una historia del espiritu de la técnica tendra que traer, de forma critica, a la con- ciencia, precisamente en relacién con tales determinacio- nes lingtisticas, cudles son los presupuestos que nos rodean y qué podria impedirnos tener una visi6n de la cosa misma, No s6lo en la propia técnica, sino también en la actitud res- pecto a ella resultaré necesario el més alto grado de con- snciacién de todos los condicionamientos de la cuestiOn. Lichtenberg apunté en una ocasién: «Hacemos en todo mo- mento algo que no sabemos, la destreza deviene coda vez mayor, hasta que, finalmente, el ser humano lo haré todo 3 sin saber, convirtiéndose, en el sentido propio de la expre- sin, en un animal pensante (...)».! Llegamos asf al tercero de los ejemplos que querfa adu- cir para ilustrar las dificultades de una historia del espiritu dela técnica. Elinterés hist6rico por la técnica compite siem- pre con un aspecto distinto, que yo llamaria antropologico. Desde una perspectiva biolégica, el ser humano ha entrado en el escenario del mundo como un ser deficientemente equipado y adaptado y ha tenido que desarrollar, desde el principio, para su autoafirmacién y para asegurarse la sa- tisfaccién de sus necesidades, una serie de medios auxilia- res, a base de instrumentos y procedimientos técnicos, Pero el instrumental requerido para su autoconservacién ha per- manecido estable durante largos periodos y con un mar- gen de variantes ménimo, y parece que el hombre no ha visto su situaci6n en el mundo, a lo largo de extensos tramos de su historia, mas que como una situacién de esencial caren- cia y penuria, La imagen que se ha forjado de si mismo es- taria, més bien, determinada por las caracteristicas propias de un ser bien dotado por la naturaleza, pero que fracasa ena distribucién de los bienes de aquélla; de ahf que el pro- blema de la justicia haya sido formulado, predominante- ‘mente, como un problema de medidas idéneas de distri- bucién, Por consiguiente, nuestra tradicién esté dominada, en gran medida, por la idea de que la naturaleza constituye la trabaz6n de un orden establecido a causa del hombre y “Georg Christoph Lichtenberg, VermischeeSchifen, Gotinga, 1800/1806, I ass. 35 orientado hacia el hombre. Es fécil ver como, en el marco de esta representaci6n, las habilidades y prestaciones téc. nicas del ser humano sélo podian desempenar una funcion complementatia, que coadyuva a la natutaleza y ejecuta su finalidad. El abandono de la confianza en aquella estruc- tura de orden del késmios amiga del hombre por parte de una idea de Ja naturaleza que sigue tinicamente las leyes quele son inmanentes tuvo que significar un cambio sobre todo pragmético en la comprensin del mundo y en la re laci6n del ser humano con aquél. Se tenfa que hacer hinca- piéen su capacidad de transformacién técnica, y hasta de dominacién, de la realidad. Este cambio brusco de eso que podrfa Ilamatse el caréc- ter kumano del mundo hasta convertirse éte en un mundo que parece no tener consideracién alguna con eLhombre acaece en la fase de transicién de la Edad Media a'Ja Edad Moderna. La Edad Media llegaba a su final al no poder se- guir haciendo creible al hombre, dentro de su sistema es- piritual, que la creacién era algo providencial para él. El estadio moderno de la historia de la tecnicidad humana puede ser considerado, por ello, no s6lo desde el punto de vista del incremento cuantitativo de las prestaciones de los recursos de indole técnica, Mas bien, detrés del cre- cimiento acelerado del Ambito de lo tecnolégico hay una voluntad, conscientemente enftentada con la realidad ena- jenada, de forzar mediante la técnica un nuevo cardcter humano de ia realidad. Fl ser humano reflexiona sobre las 36 & carencias de la naturaleza y su propia indigencia viéndolas como un acicate de todo su comportamiento. Nadie ha expresado de un modo tan claro y con tanta dureza como Nietzsche este pensamiento del ser humana abandonado por la providencia de la naturaleza y entre- gado a su propia responsabilidad. Pero tampoco en ningin otto como en él se hace asimismo més palpable la ambi- giledad de esa relacién -y con ello el peligro de la com- prensién histérica-, No es que Nietzsche ponga bajo la sospecha de lo ideolgico esa relacién de fundamentacién entre un mundo sin orden y el poder del propio bomibre, pero él mismo usa esa relacién como ideologfa, potenciando como programa lo que le parece una tendencia histérica Nietzsche no ve en el hecho de que deseparezca y se haga cuestionable el mundo ordenado y que resultaba familiar Ja gran decepcién y angustia del ser humano que lo habria forzado, contra su voluntad, a poner tanta atencién en su autoafirmacién teorética y practica ya crearse en la ciencia yen la técnica el instrumental de dominacién sobre una realidad ajena y adversa. Para Nietzsche, la destruccién de Ja sosegada confianza en el mundo serfa, mas bien, el pre- supuesto del acrecentamiento dello creativo y del autode- sarrollo del hombre. Sélo’ahora éste se habrfa liberado del anquilosamiento fatal de su actividad. La idea de providen- cia y finalismo de la naturaleza serfa la «creencia més para- lizadore que ha existido para la mano y la razén» del hombre, que lo habrfa conducido a una «absurda confianza en la marcha de las cosas». Solamente la interpretacién me- 2 canicista det mundo de la incipiente ciencia de la natura- leza habria despertado y liberado la voluntad demitiygica del ser humano, entregandole el mundo como material pata su propia «construccién del mundo», Aqui ya no se trata dela mera autoconservaci6n o de la necesidad de autopre- vision del hombre, sino de su autoincremento, de eso que Nietzsche llama la «més alta evolucién dei ser humano como la més alta evolucién del mundo». Para el hombre no tendria sentido alguno seguir preguntando qué es ya el mundo, pues lo que éste pueda devenir para él depende de mismo, Asi se lleva, para Nietzsche, a su punto culminante la indiferencia del concepto tradicional de verdad, que signi- ficaba una adecuada captacién de la realidad: «El filésofo no busca le verdad, sino la metamorfosis del mundo en el hombre», Ahora bien, se podria muy bien pensar que esta formu lacién atafieria exactamente a la autocomprensién de un siglo entregado a sus triunfos teenolégicos. Pero el propio Nietzsche ha pasado por alto justo esta posibilidad de in- terpretacién de su pensamiento fundamental, probable- mente porque entendia la técnica como ésta crefa que debia entenderse a si misma, a saber, como una ciencia de la na- turaleza aplicada y una forma de obediencia a las leyes naturales, como una derivacién, por consiguiente, de aque- lla idea de verdad que Nietzsche queria en concreto supe rar, el tltimo resto del caracter vinculante del mundo. Para 41, tanto el lugar de la verdad como el de la técnica viene a 38 ser ocupado por el arte, llamado @ representar la veracidad del ser humano «en una naturaleza mendaz», La técnica todavia no se habia presentado, ni menos entendido a si misma, como una nueva realidad; es més, temia atin aban- donat aguel pefisamiento, justificador y familiar, de que todo lo técnico es una imitaci6n de lo natural, De ahi que, para Nietzsche solamente el arte pudiera ostentar el rango paradigmatico de lo que es una nueva autoconciencia, y al arte dedica su terca expresin: «Nuestra salvacién no esté en el conocimiento, sino en la creaciéa! (...) Si el universo no nos concierne queremos tener derecho a despreciarlo.»" El cardcter sospechoso de la ideologia se ha convertido en certeza cuando la instrumentalizaci6n de la idea celebra su propio engatio. La idea es producida para obligar al hom- bre anno dejar estar al mundo como es, haciéndose, con ello, mismo més de lo que nunca ha sido. Donde esto aparece con mayor claridad es en el pensamien‘o del eterno retorno de lo igual, que al tiltimo Nietzsche se le antoja el medio idéneo para seleccionar al superhombre:

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