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Capitulo 5 DEMOCRACIA Y SOCIEDAD INDUSTRIAL £bbOLFO Param Democracia y mercado: un paralelismo hi Ta democracia actual ¢s una forma de gobierno muy nueva: se comienza a extender engl siglo pasado, y algunos de sus rasgos (el sufragio universal y los derechos socia- les de eiudadania) sOlo se asientan tras la Segunda Guerra Mundial. Aunque Ia histo Tia de las ideas democréticas sea mucho mas larga (Arblaster, 1992), la experie actual de la democracia s6lo tiene dos siglos. Si se prescinde de los precedentes de la ‘Grecia clisica o de los cantones suizos, es evidente que la democracia moderna es el resultado de un proceso que coincide en el tiempo con ta formacién de la sociedad in- dustrial, o, en un sentido mas amplio, con el desarrollo del capitalismo. Esta coincidencia entre democracia y capitalismo se puede interpretar de formas diversas. Se puede pensar que la democracia es funcional para el capitalismo, como lo hahecho la tradicidn marxista: la democracia (burguesa) seria en este sentido la forma de gobierno mas adecuada para la dominaci6n de la clase capitalista. También se puede argumentar que el desarrollo econémico capitalista erea las condiciones so- Gales en las que es posible la aparicién de la democracia. E igualmente cabe pensar Gueentre mercado y democracia existe lo que podriamos llamar una afinidad electiva, £8 decir, que ambos responden a estructuras sociales de un determinado tipo. Pero en todo;caso resulta evidente el paralelismo hist6rico de los procesos de formacion del apitalismo industrial y de las democracias liberales de masas, Este paralelismo, sin embargo, puede ser tan sugerente como impreciso. Ante todo, no es lo mismo hablar de sociedad industrial o de capitalismo industrial. Hasta 1989, por fijar una fecha simbética, los paises de tipo soviético han sido un ejemplo de Sotiedades industriales sin capitalismo ni democracia, En segundo lugar, tenemos ejemplos obvios de sociedades que han conocido un fuerte desarrollo Condiciones de autoritarismo, desde la Espafa de los afios sesenta hasta la China de Jos tiltimos afios ochenta y comienzos de los noventa, que, pese a mantener una ideo 14 pensar que el crecimiento econémico socava las bases del autoritarismo, pero estate. is exige alguna hipétesis causal, que la simple correlacién entre democracia y cred miento no nos ofrece El problema més espinoso, sin embargo, tal vez. sea saber de qué hablamos cuando hablamos de democracia. La distincién més usual es la que se establece entre definiciones normativas y definiciones empiricas (descriptivas) de la democracia. Si, | utilizando la conocida formula, hablamos de la democracia como «el gobierno, del pueblo por el pueblo y para el pueblo», estamos dando una definicién normativa (y rno muy precisa): estamos diciendo eémo debe ser un régimen politico democratic, i, por el contrario, tomamos varios regimenes aceptados (dentro y fuera del propio pais) como democriticos, y enumeramos sus rasgos comunes, damos una definicién | empirica de democracia (c6mo es la democracia realmente existente). ‘Ambos tipos de definicién presentan problemas. Las definiciones norm: democracia no se refieren a ninguna sociedad real, sino que deseriben una 1 cualquier valor de los que podemos asociar idealmente a la democracia se incumple | en mayor o menor medida en las sociedades a las que normalmente reconocemos como democriticas. Siempre es posible formular una critica radical de cualquier de- mocracia real, y consiguientemente denunciarla como una falsa democracia. Y, sin embargo, quienes han vivido bajo regimenes autoritarios rara vez aceptan estas Ctiti ‘cas radicales: por muy imperfecto que pueda ser un régimen democritico, existen di ferencias cualitativas que le separan de un régimen autoritario. Las definiciones empiricas, por otro lado, conducen finalmente a decir que dem: cracia es lo que la opinidn piiblica acepta como tal. De esta forma se introduce wn cierto relativismo, pero éste no es un caso tan excepcional (la més reciente filosofia de la ciencia, por ejemplo, se ve obligada con cierta frecuencia a aceptar que ciericia ¢€$ lo que la comunidad cientifica acepta como tal). ¥ la enumeraci6n de los rasgos €0- ‘munes de los regimenes aceptados como democraticos permite en todo caso, a win cierto nivel de abstraccién, formular los criterios objetivos minimos que debe cumplir tuna democracia ‘La mejor forma de resolver el dilema entre definiciones normativas y definiciones empiricas de democracia puede ser aceptar el valor de las definiciones normativas como ideas reguladoras, que orientan la accién politica en funciGn de ideales, pero partir en el andlisis politico de esos rasgos minimos que debe cumplir una forma de gobierno para ser considerada como democratica, aun cuando Ia sociedad correspon diente esté muy alejada de las aspiraciones ideales de la definicién normativa. Esto es Jo que a menudo se entiende por definicién minimalista de la democracia. En un texto clisico, Schumpeter (1968) ofrecié lo que seguramente es la més ex- trema definicién minimalista de la democracia, como método para la designacién de los gobernantes, a partir de una critica de lo que él denominaba teorfa clasica de la democracia: e! método democritico seria el sistema institucional, para la toma de de- cisiones politicas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir a través de una lucha competitiva por el voto del pueblo. sta formulacién deja fuera las condiciones bajo las que se debe desarrollar esa lucha competitiva por el voto del pueblo: la mayor parte de las definiciones minima- listas, en cambio, hacen hincapié en tales condiciones, enumerando por ejemplo los ‘Democraciay sociedad industrial 148 requisitos institucionales precisos para que los ciudadanos puedan formular y mani fectar sus preferencias, y para que éstas reciban igualdad de trato en su ponderacién por parte del gobierno (Dahl, 1989). Los mas elisicos de estos requisitos son las Ir bertades de asociacién, expresién y voto. Salta ala vista, en todo caso, la analogia estructural entre capitalismo y democra- cia en la concepcin minimalista de Schumpeter: en ambos casos existe un mercado, fn el que empresas o candidatos a gobernantes compiten por unos clientes potencia- Jes (los consumidores 0 los electores). Podria por tanto no ser simple casualidad Aue tanto la economia de mercado como la democracia (en este sentido minimo) hubie~ tan conocido su auge a partir de una especificidad europea (0 atléntica, para incluir 8 Tas colonias europeas de Norteamérica): la combinacién de unidad, fragmentacion y competicién que caracteriza al sistema de Estados nacionales nacido en Europa al menos desde el siglo XVI ‘Pero la cuestion es saber si entre las concepciones normativas y las concepeiones empiricas de la democracia se abre 0 no un abismo insalvable. Es evidente que “uuanto mas exigente y ambiciosa sea una concepcién normativa de la democracia me- thos serdn los regimenes que puedan reconocerse como democriticos. En particular es muy frecuente contraponer la democracia formal (politica) a la demoeracia social, {ue incluirfa la existencia de derechos sociales para toda la poblacin y la reduoci¢n ge las desigualdades sociales. Pero esto significa descalificar toda democracia nacida (@ restablecida tras un periodo autoritario) en condiciones de fuerte desigualdad so- Gal, dado que semejante situacién slo puede modificarse en un perfodo de tiempo prolongado. ‘La cuestién entonces debe plantearse de otra forma: el problema es saber si una definicion minimalista de democracia (como método para la eleccién de gobernantes f través de la competicién por el voto) guarda 0 no relacién con alguna definicién normativa de democracia. Se puede decir que sf, que un régimen que cumpla los re {quisitos minimos de una definicidn empirica de democracia se ajustard tendencial- mente a una razonable definicién normativa de democracia. TEn efecto: los candidatos a gobernantes serdn seleccionados segtin la mayor o me~ nor proximidad de sus propuestas (0 el recuerdo de los electores sobre sus anteriores Cxperiencias como gobernantes) respecto a los deseos mayoritarios. Sin embargo, tal Seleccién no es automitica, sino tendencial. Por una parte, no hay ningtin sistema de Voto que garantice que, existiendo varias opciones (jerarquizadas de més a menos de Seables) para los electores, el resultado de la votaci6n sea Sptimo respecto a las pre- ferencias de éstos (teorema de posibilidad de Arrow). Esto, légicamente, significa que los resultados de un proceso electivo pueden estar paradjicamente alejados de tas preferencias mayoritaria Por otra parte, las propuestas (0 Ia prctica real, una ver elegidos) de los candidatos a gobernantes pueden chocar sistematicamente con los deseos mayoritarios de los electores, por ser tales deseos irrcalizables o contradic~ torios con objetivos sociales fundamentales. A medio plazo cabe esperar que se mo- difiquen las expectativas de los electores (que éstos se hagan més realistas, por de- cirlo asi), pero a corto plazo, en cambio, lo previsible es que se extiendan en la opinién publica sentimientos de desencanto y desafeccién respecto a ta politica de- mocratica. “Aun asf, si se define la democracia politica pot la norma de que la politica publica 144 Sistema politico y estructura social esté regida por la voluntad libremente expresada del pueblo, se puede pensar que una definicién minimalista de la democracia representativa como método, tal y como Ja conocemos, permite tendencialmente la seleccidn de gobernantes y representantes cen funcién de su mayor 0 menor proximidad a las orientaciones generales del electo- rado, aunque las medidas detalladas con las que se desarrollen estas politicas estén mis all de los niveles de interés e informacién de la mayor parte del electorado. Di- j cho de otra forma, la escéptica definicién de Schumpeter conlleva un efecto de ajuste de las politicas generales a la voluntad popular (concepcién normativa). Las simples reglas de procedimiento tienen la consecuencia de aproximar el funcionamiento de hecho de las instituciones politicas al ideal normativo de autogobierno del pueblo por i el pueblo y para el pueblo (Hadenius, 1992; Dahl, 1989), Ahora bien: en el mundo real las democracias no han nacido desde el primer mo- ‘mento en la forma en que hoy las conocemos. Ninguna definicién empfrica aceptaria hoy como democracia un régimen en el que la mitad de la poblacidn estuviera ex- ‘luida del derecho al voto, por ejemplo, y sin embargo el derecho de las mujeres al sufragio es un hecho bastante tardio en la historia de las democracias que considera- ‘mos mas consolidadas. Suiza podia ser considerada una democracia con derecho al voto universal para los varones en la década de 1880, pero hasta 1971 no se universa- liz6 el voto de las mujeres; en Francia las fechas son 1884 y 1946; en el Reino Unido, i las ampliaciones del derecho al sufragio siguen un largo proceso desde la Ley de Re- forma de 1832, que da acceso al sistema politico a la burguesfa, hasta 1918, fecha en que se generaliza el voto masculino; y s6lo diez afios después se reconoce el derecho al sufragio de las mujeres (Therborn, 1979) S Por tanto, el problema no sdlo es saber de qué hablamos hoy cuando hablamos de democracia, sino comprender que las democracias actuales son el resultado de un proceso, a la vez conflictivo y evolutivo, en el que hay que distinguir dos dimensiones: la competitiva y la representativa. La primera se refiere a la posibilidad de debates li- bres y a la existencia de asociaciones politicas que compiten para la designacién de Jos gobernantes y legistadores. La segunda dimensi6n se refiere a la participacién en el sistema politico de sectores sociales mas o menos extensos, es decir, a la existencia ©.no de limitaciones en el derecho al sufragio. Dahl (1989p) denomina a estas dimen: siones liberalizaciGn e inclusividad del sistema politico. De los derechos liberales a los derechos sociales Lo que hoy llamamos normalmente democracia es una variante especffica de las concepciones ideales de autogobierno del pueblo: la democracia liberal. En efecto, entendemos que los gobernantes democriticamente elegidos estén sometidos a una limitacién dréstica: no pueden violar una serie de derechos individuales, que catalo- gamos como derechos humanos, ¥, por extensi6n, las mayorias deben reconocer igualmente una serie de derechos inviolables a las minorias. La concepcién que al gunos autores clisicos (como Rousseau) tenfan de la democracia era ajena al reco» nocimiento de los derechos del individuo frente a la voluntad general, o que ha Iles vado a hablar de una concepcién totalitaria de la democracia frente a la democracia liberal Democracia y sociedad industal 145 La combinacién de liberalismo y democracia es, en rigor, la forma de gobierno ue, en la teoria y en la practica, conoce un auge hist6rico paralelo al del capitalismo industrial, al menos hasta el perfodo de entreguerras, en el que rivaliza con las con- cepciones totalitarias del fascismo y del estalinismo. El primero desaparecié con la Segunda Guerra Mundial, y el segundo, aunque conserv6 tras la muerte de Stalin al: jgunos de sus rasgos, como el régimen de partido tinico y la negacién de toda autono- iia social frente al poder estatal, sufrié un progresivo vaciamiento de sus contenidos normativos hasta su colapso casi generalizado desde 1989. [Es facil atribuir al liberalismo una afinidad electiva con el naciente capitalismo, ya ue hist6ricamente sus reivindicaciones son la integridad econémica y personal del Sibdito frente al soberano. En otras palabras, que el terrateniente, el comerciante 0 ekbanquero no puedan ser arbitrariamente desposeidos de sus propiedades, ejecuta- dos,0 torturados, por un monarca malamente necesitado de recursos, Pero las cosas son més complejas: los Parlamentos feudales ya pretendfan limitar la arbitrariedad del monarca para recaudar impuestos o tributos: ninguna clase social dominante, ea- pitalista o no, admite de buen grado que su representante eminente (e! monarca, en este.caso) tenga poderes ilimitados sobre sus miembros. sy:De hecho, el ascenso de! liberalismo, en su forma de iusnaturalismo (Bobbio, {973); de afirmacién de unos derechos naturales del individuo que el soberano no puede yiolar, es paralelo antes a la formacién del Estado absolutista que al ascenso delcapitalismo, aunque ambos procesos coincidan temporalmente en la formacién de lamodernidad social. El Estado absolutista, en su pretensiGn de concentrar ¢ invidua- lizar en el soberano el poder antes colectivo de la clase feudal, exaspera la reivindica- ign nobiliaria de que los poderes del monarca estén limitados por reglas y rganos ‘que representen su poder colectivo: éste es el origen premoderno de las monarquias ‘onstitucionales. Las historias nacionales difieren a partir de este enfrentamiento: el fagaso del absolutismo inglés abre paso al primer capitalismo agrario; el triunfo del absolutismo en Francia bloquea el desarrollo capitalista hasta provocar el colapso re- " Yolucionario de la monarquia; en Prusia, y en el Japén de la restauracién Meiji, la combinacién de desarrollo capitalista y autoritarismo crea la dinémica de expansi nismo militar que conduce a la Segunda Guerra Mundial ‘ie En Europa, el ascenso del absolutismo amenaza ademés las vidas y haciendas de laclase feudal porque, a partir de la escisién anglicana y de la Reforma, conlleva una Diisqueda de la homegeneidad religiosa en el marco de las guerras de religién. En éste:punto hay que admitir que la libertad de creencias, y no sélo la propiedad, tiene Un papel fundamental en la afirmacién de los derechos naturales del individuo. Pero 51a combinacién de ambas reclamaciones, la libertad de pensamiento y el derecho a la propiedad, lo que proporciona su fuerza histdrica al liberalismo naciente, y 1o que odlemos considerar medular a la Ilustracién en el siglo Xvit: una misma racionalidad Jstlica la ibertad econdmica y de pensamiento frente al Estado. En un articulo clésico, el socidlogo T. H. Marshall sugirié una secuencia secular eextensidn de los derechos de ciudadanfa: el siglo xvit habria sido el de la afirma- Gin de los derechos civiles, el x1x el de la extensidn de los derechos politicos, y el Xx élsiglo de los derechos sociales. Se trata de un esquema simplificador, incluso para la ‘isma historia inglesa que analiza Marshall, ya que, como él sefiala, el proceso de re- conocimiento de los derechos civiles en Gran Bretafia es un proceso mis largo, que 146 _ Sistema poco y estructura social lleva al menos desde la Revolucién hasta la Ley de Reforma de 1832, y los derechos politicos universales s6lo se logran en muchos paises a rafz. de Ia Segunda Guerra Mundial. Pero es un esquema atractivo porque ofrece un hilo conductor para com prender el ascenso de la democracia liberal. Marshall entiende por derechos civiles los necesarios para garantizar la libertad individual: libertad de la persona (supresi6n de la servidumbre), libertades de expres sin, de pensamiento y de fe religiosa, derechos de propiedad y a cerrar contratos vie lidos, derecho a la justicia. Es facil ver que este conjunto de derechos es funcional para el desarrollo de una economia capitalista: algunos autores hacen hincapié en los | cambios institucionales que conlleva la afirmacién de tales derechos como origen deb desarrollo capitalista en la Europa atlintica y Estados Unidos (North, 1994): Ei efecto, sin una garantia judicial del cumplimiento de los contratos, y contra la config? caci6n arbitraria de la propiedad, no puede llegar a darse una economia de mercado’ «los derechos civiles eran indispensables para una economia de mercado competi? tivay (Marshall, 1963, p. 87). aha La afirmacién de los derechos civiles, sin embargo, no implica la participacién’de los ciudadanos en la eleccién de los gobernantes. Tesricamente es pensable un réqic men autoritario con los rasgos de un Estado de derecho: éste era el stefio de quicnes en el siglo xvin defendian los derechos de los ciudadanos en el marco de un despos tismo ilustrado. Lo que Dahl denomina liberalizacién implica, por tanto, algo mas que el reconocimiento de los derechos civiles: la existencia de elecciones competitivas para elegir representantes, para legislar o gobernar. ef En el caso briténico, al que podemos considerar como ejemplo de liberalizacio temprana, hasta la Ley de Reforma de 1832 las elecciones para la Cémara de los Co munes s6io parcialmente eran competitivas, ya que a menudo los candidatos de 105. notables locales eran proclamados sin oposicién. Y Ia democracia era vista como tf complemento de la monarquia y de la aristocracia (Ia Cémara de los Lores) antes qué como principio de legitimidad para la designacin de gobenantes. Son las revolt nes americana y francesa las que introducen la idea de que el pueblo elige de fortita: directa a sus gobernantes, en vez de limitarse a ponerles limites através de su partici pacién en la accién legislativa. Por otro lado, el reconocimiento de los derechos a la participa el derecho al voto, junto con la clase terrateniente. Las primeras democracias pose una inclusividad muy baja, y s6lo pueden ser definidas como tales por la existencia libertades de expresi6n y asociacién y por la posibilidad, no siempre dotada de corte nido, de competencia en la eleccién de representantes. Sin embargo, Dahl y otros'at tores sostienen que éste es el camino més favorable para la consolidacién de la det cracia: que la liberalizacién preceda a la inclusividad. 4 La Revolucién francesa proclama en 1793 el sufragio universal masculino, perl derecho nunca llega a ser efectivo, y desaparece con el ascenso de Napoledtt otros paises la generalizacién del derecho al sufragio pasa por fases sucesivas eta {que se van superando barreras de propiedad, de pago de impuestos, de nivel culturiil Ginicas 0 de género. Este proceso de creciente inclusién politica tiene dos motor Democraca y socledad industial 147 raidanientales, el conflicto interno y Ia competiciOn interestatal, pero ambos se tra- Seimeren una sola dimension: la legiidad de los gobierno. Hy monsar que la earencia de derechos politicos por pare & mayoria (0 Ti part sustancial) de la poblacién debe rest itimidad a un gobierno. Sin em Upmgoyesto no tiene por qué ser asi el ejemplo més vidente es el de las mujeres, a 18s HOES nlmente se considers ajenas a ls tas politics ¥ & ‘gobierno, pero aciconeitares (ana visin del mundo tradicional) explica” Pot {qué se ha po- Pineeiderat normal Ia exclusion del derecho al sufraio de grupos religiosos 0 € fx, 0 de los trabajadores sin propiedades. Hea exclusién s6lo socava la legitimidad de un gobierno cuando los excluidos se mo~ yin'y presionan para obtener el reconocimiento de sis ‘derechos politicos: La Ley Pyecitrmia de 1832, en Gran Bretafi, viene a reconocet Pome ‘econémico y social P etaiburguesfa y de la clase medin acomodada. Pero ta extern ‘del derecho al sulra- “Bio.de as clases trabajadoras solo se produce cuando éstas adquieren tal dinémica, nu- “Tética y reivindicativa, que la negaci6n de sus ‘derechos politicos supone una continua Riente de conilictos o amenaza simbdlicamente Ia ‘autoridad de los gobiernos. “Ge Be hecho, a secuencia liberalizacion primers, jnclusividad después, que Dahl Fresepone como mis conveniente para la aparicion de demecracee stables, refleja Pe erretcaci historica del siglo x1% la creciente organiasict ¥ presion de sectores patties que han quedado al margen del proceso iniciay dt liberalizacién. Es dificil Jrvinar secuenciasigualmente prolongadas de extensih del derecho a la participa “Git pottica en cl contexto actual. Hoy, el proceso de inclusién politica aparece como Tespecialmente urgente cuando se trata de crear ue ‘nueva democracia frente aun pa- F S100Ue autoritarismo y violencia civil. En tales situaciones un intento de democracia Batisvats condenaria al nuevo répimen a la fragiidad, por lo que Ta inclusion debe “sefrdpida y completa, oe igat) x mostrado que, mientras un. 60% de los procesos demoeratizacién “anteriores a 1a Segunda Guerra Mundial siguieron el camino més favorable segtin ‘Dahl; no lo ha hecho ninguno de Jos posteriores & 1973. Las razones podrian ser muy M Qbvins el efecto de demostracién que suponen las democractet de sufragio universal, fimpliamente difundido por los medios de Comunicacién ¢ incorporado a la cultura de Tar cltes potticas en todos los paises, priva de antemano de Tegitimidad (y por tanto ‘de Viabilidad) a las democracias excluyentes. Pero tampoco hist6ricamente se puede decir que el proceso haya sido estricta~ [Ge Pero tamporn Jy barreras a la partiipacién se han derrumbado oon Nees og de foe abrupta ante stuaciones de emergenci en las ue s= Na hhecho imprescindible anplia a base de legitimidad de un régimen. Elconflclo vert especialmente la futrra, oa necesidad de unidad nacional ante la guerra; han ‘ido hist6ricamente una Buca, ofa nese jamentales de la extension de los derechos politico. ejemplo son las democracias por derrota (Therborn), paises que s© ‘convierten en democracias tras Ta derrota militar de sus gobiernos autoritarios. El caso extreme serian Japén o la Re- Dlblica Federal de Alemania, paises a los que les ve cedores y ocupantes imponen fina constitucién democrética. Pero se puede decir que on general las democracias Por dervota comparten un rasko con los paises vencetlores: !s ma" Been coreetivo para la guerra crean, tras la terminacién de vacio de legitimidad. +148 Sistema potico y estructura soci En la Alemania derrotada en 1918 se hunde la legitimidad de la clase dirigentey dde su répimen, que ha mantenido notables rasgos absolutistas: se produce un vacio de poder que conduce a la proclamacion de la infortunada repytblica de Weimar, Peroen fr Inglaterra victoriosa se produce Ia generalizacién del sufragio masculing. 1a eho” aa tembién ha dejado un vacto de legitimidad: a quienes son buenos para morir por iraacign mal se les puede considerar incapaces de elegir a sus gobemnantes. La movir Tuactdn y los sacificios masivos dejan al Estado en fuerte deuda moral coa Ja soci= that "Tras la Primera Guerra Mundial esta deuda se tradujo en Ta generalizacién de ae gerechos politicos, en un proceso que casi tiple el nero de democracias (de cinco a catorce). ‘Un proceso andlogo llevarfa en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial:g ta generalizacin de los derechos sociales como un elemento més de 105 derechos de ve Eradania. Es cierto que un factor decisivo en la construccion del Estado de bienes: tar (j en el mayor intervencionismo estatal en la economia) era el deseo dé Sv ar dus «e reprodujeran situaciones de desastre social como las que habia producido Ia crisis Ser5b. ast como la experiencia positiva del esfuerzo de guerra, en el sentido d¢ que cer Gowta direccién publica de la industria habia potenciado la producci6n y el em- pleo, Pero estas poitcas desde arriba slo se comprenden en el marco te wa fuerte ree anda social desde abajo: en Ia Gran Bretatia victoriosa, Churchill y el partido enetvador no rentabilizan el triunfo militar que han encabezado, sino que los lee cee ice desplazan en favor del partido laborista, para que éste traduzca en la politica coeercl ela moral de esfuerzo solidario que ha permitido Ia resistencia britanica durante la guerra, Se puede formular entonces una hipétesis general: mientras los derechos civiles (las tibertades)surgen de la reacciGn de ls sits, y especialmente de las cases do- ces ce rente a los intentos del monarca por extender sus poderes, los derechos politicos y sociales se extienden como consecuencia de la nevesidad de Jos gobiernos ie amptiar su legitimidad, De hecho, es la desaparicion de la legitimidad tradicional de los Bobernantes (en el sentido de Weber) Io que motiva la inclusién (el recenony se sore ge los derechos politicos) de nuevos grupos sociales, y la introduccién de de- rechos sociales (econémicos) de ciudadania. Inclusién politica y legitimidad sta hipétesis general sobre la relacin entre inclusiOn politica y egitimidad deh matiznrse para distinguir entre leptimidad ex ante (en funcim de los origenes del fimen o de su cardcter més o menos representativo) y legitimacién ex post en funcidi. die la effcacia percibida del régimen para satisfacer las demandas sociales: sf. Las exsis de leitimidad se producen durante una transiion hacia una etryctirs cial bolus St) todos los srupos importantes no se aseguran el acceso al sistema polition* trinejio del perfodo de tansicin,o, al menos, tan pronto como platean exigensis pale Pi stars dels instituciones conservadoras importantes esté amenazado durante 6! Pe: ai Jo cambio estructural. Una vez establecida una estructura social nueva, puede surgir unt Fiodo sie el nuevo sistema no es eapaz de saisfacer las expectativas de los grupos mpor- Democracy socledad industrial 149 tantes (en términos de eficacia) durante un periodo lo bastante largo para crear legitimidad so- bre la nueva base» (Lipset, 1992, p. 131). En esta formulacién se confunden dos procesos distintos: lo que podriamos lamar cambios estrictamente politicos y los procesos de cambio a una estructura social ‘nueva. En el segundo caso, las instituciones conservadoras no estén en cuestidn, y el problema se reduce a la capacidad del sistema politico para abrirse (para incluir) a los nuevos grupos sociales surgidos de ese proceso de cambio socioeconsmico. Este es el proceso hist6rico de extensién de los derechos politicos en paralelo al desarrollo capi- falista que se produce hasta el periodo de entreguerras, una vez que se han formado 's competitivos pero excluyentes en el plano de la participacién po- Lipset subraya que postergar el acceso de los nuevos grupos al sistema politico fa- vorece las ideologias mas extremistas; pero, ademés, la exclusién fomenta un exceso de expectativas de los excluidos sobre las posibilidades que les otorgaria la participa- cién politica. Esto puede conducir a que, tras una inclusiGn tardia, los nuevos grupos sociales experimenten un desencanto de la participacién democrética, que puede ha- cerse explosivo si se combina con el rechazo hacia las instituciones democraticas de los sectores del antiguo régimen que se sienten traicionados (Lipset, 1992, p. 133). Este desencanto afecta, evidentemente, a la percepcidn de la eficacia de las insti- tuciones democriticas. Pues, en efecto, la eficacia no puede medirse objetivamente, sino en funcién de las percepciones de los actores. En el caso en que los actores socia les surgen de un proceso rapido de cambio social, estas expectativas van unidas a la aparicién de nuevas necesidades. Esto es lo que Deutsch (1981) describe como movi lizacién social. Los procesos de industrializacién y urbanizacién conllevan la separa. cién de numerosas personas de su habitat, de su medio familiar y comunitario, y por supuesto de su anterior modo de vida. La entrada en la economia monetaria yen la ida urbana significan contactos impersonales, pérdida de referentes simb6licos, au- mento de la informacién a través de los medios, nuevas necesidades laborales, sanit: rias y educativas. Este conjunto de cambios, englobados por Deutsch bajo la equivoca etiqueta de movilizacién social, se traducen de forma casi inmediata en expectativas y presiones sobre el sistema politico. Un campesino aislado en una comunidad remota puede aceptar su pobreza como algo natural, y sus necesidades como algo que debe resolver é1 mismo con los recur- sos que le proporcionen su familia y su comunidad. Sumergido en una sociedad dis- Anta, sin recursos comunitarios y privado de sus normas tradicionales, su visién del ‘orden se vendr4 abajo, y buscard solucién a sus problemas en el sistema politico: se- in-los gobernantes los que deberdn darles respuesta. La legitimidad tradicional del ‘gobernante ya no es valida: ahora depende de su eficacia en responder a las nuevas necesidades de los ciudadanos. Deutsch deduce de este razonamiento que es previsible, como consecuencia de Ia ‘movilizaci6n social, una demanda de servicios publicos y de politicas gubernamenta- les para satisfacer las demandas de estos nuevos grupos. Esta demanda se producir incluso en situaciones de estancamiento econémico, y eso supone que en las socieda: des de modernizacién tardfa sera imposible el paso de la sociedad tradicional a la so: iedad industrial a través de una fase liberal, de laissez faire y Estado minimo, como 1150 _ Sistema polio y estuctur sucediera en la Inglaterra de la Revolucién industrial, Igualmente, cabré eapetar Yt saeetate presién sobre el sistema politico para modifier © ampliar sus 7s: Dutt cic ric incusivo, mds representativo de los nuevos grupos sociales (Deutsch, 1981, pp. 92-94). 1 avs omite un factor importante: la movilizacin socal de Deutsch s6lo se tradaurd'en movilizaci6n poltica cuando los nuevos grupos sociales desarrolien 1 traci er aicativos y organizativos propios, problema que no existe en el marco oe] programa funcionalista. Y omite igualmente el Namado efecto de demosiracién: los, rupos surgidos de la movilizacién social en los paises en desarrolo s¢ diferencian de aeeeiquivalentes en tiempos de la Revolucién industrial en que conocens & través de aoe aarvale comunicacion y de los organizadores politicos, la experiencia de pass toes que los gobiernos asumen como responsabilidad propia el dar espucsia 2 as nuevas necesidades sociales. eae esate describe acertadamente, en conjunto, un proceso real 1a movilifas GO aaesa ee traduce en presiones para la ampliacién del sistema politico y pare dat in sorte desde el gobierno a los problemas colectivos creados por los cambics ata mniooe¥ en este punto la prevision de Deutsch enlaza con la tess de Lipset cio or cada sea Ta ampliacion del sistema politico, cuanto mas s posponga el proceso de inclusion de los grupos sociales emergentes, mayores sof las expectatie ero ea ayor su tentacion de radicaismo, y més dependerd a establidad del 4 Tégimen democrdtico de los resultados del gobierno, de su eficacta, 0 detrimentode ra cutimidad como procedimiento para la toma de decisiones, I elecién de gober nantes y la resolucién de los conflictos. Se puede pensar que, en sitimo término, la legtimidad de un gobierno Sean epende de st eficaca, Sin embargo, no es evidente que sea as. una {were adhesion cePenalores¢instituciones de la democracia, la ereencia de que ningsn résim pol as vesenatio (verosimil) seria preferible, pueden hacer que en situaciones de Wi} Gheacia gubernamental, por ejemplo frente a una crisis econGmica grave } proton gada, la legitimidad del gobierno democratico no sea puesta en cuestién, aunque $e produzca una fuerte pérdida de credibilidad (una profunda crisis) de tal gobierto | Prine, 1988), El problema es que tal lgitimidad independiente de la eieaeit Ss TG probable sila inclusion de Tos nuevos grupos sociales se ha pospvest hhasta tal punto Uys Estos identfican al régimen politico con los sectorestradicionalmet dominan- ee io tienen expectativas desmesuradas sobre los resultados inmediatos del go- bierno democratico, j no dem cameato deberia, en buena Lgica, despertar un cierto pesimismo sobre va ae ay Ta demoeracia en los paises de industralizacion tarda. Las demands vera podrian ser excesivas para la capacidad de redistribucién real de la eos sata due harta inevitables repimenes autortarios, o bien eonduciria aun estanees mnie to ceonémico que, a su Vez, al frustrar las expectativas de todos los atores Som cacmlatiguos y nuevos, abocaria ala quiebra de las democracias, Sin embartts la ee ameciente demuestra que los actores sociales, tras experiencias muy nega @ gn el plano econdmico (hiperinflacién) o politico (dictaduras cruelmen\e represivas) frueden autolimitar sus demandas para permitir Ia consolidacion democrética 0 els neamiento de la econo! 3 ere ta perspectiva, parece necesario distinguir entre lo que podriamos Hamat Domocracia y sociedad industrial 151 proceso hist6rico de ascenso de 1a democracia y los problemas de consolidacién de las democracias en el mundo contempordneo. Se puede aceptar razonablemente que en la primera fase la cuestién central es la inclusividad del sistema politico, para dar cabida en primer lugar a la propia clase empresarial, 0, en un sentido més restringido, a la burguesfa industrial, y en segundo lugar a la clase trabajadora ligada a la indus” trializacién, En un segundo momento se deberd analizar la compatibilidad de Ia democracia con la modenizacién y el crecimiento econémicos cuando ya las reglas del juego de la economfa mundial vienen marcadas por la logica de la industrializacion. Esto signi fica admitir que las transiciones a la democracia tras la Segunda Guerra Mundial, y em especial a partir de la crisis de los afios setenta de este siglo, siguen I6gicas diferen- tes.a las del ascenso de la democracia inclusive hasta 1945, fundamentalmente por la influencia de la difusién de los ejemplos de los Estados de bienestar y, después, por la quiebra de los modelos de tipo soviético que se haria evidente a partir de 1989, En lo que se refiere a la primera fase, es de especial importancia la tradicién te6- rica que arranca de Barrington Moore (1976) y busca, a partir de la constelacién de grupos sociales dominantes y emergentes en una sociedad, explicar la evolucién de sus formas de gobierno. Se trata, en esta tradicién, de analizar las posibles coaliciones de lase para dar cuenta de las instituciones politicas que apareceran con la moderniza- ign industrial. Moore, en particular, considera que en presencia de una clase terrate- iiente poderosa con mano de obra servil 0 semiservil, la industrializacién conduce a la formacién de una burguesfa subalterna y desemboca en el fascismo. Moore estudia en concreto Japén como ejemplo asiitico de fascismo, y su conelu- si6n-revela una hipstesis significativa: s6lo la revolucién burguesa permite compatibi- | lizar desarrollo capitalista y democratizaci6n. Para que el camino a la industrializa- on sea a la ver el camino hacia la democracia es preciso que la burguesia industrial naciente haya roto de forma violenta con la clase terrateniente tradicional, impo- tiendo el final del antiguo régimen de hegemonta agraria que habria sido la regla ge~ Hieral entre los paises capitalistas hasta la Primera Guerra Mundial (Mayer, 1984), Las variables centrales en el andlisis de Moore son la fuerza del Estado, la hege~ MOnfa de la clase terrateniente frente a la burgues‘a naciente y el control coercitivo deleampesinado (por contraposicién a un campesinado cuyos ingresos dependen de Un'mercado de trabajo libre). Estos son los factores que conducen al fascismo si el © Gampesinado carece de recursos para movilizarse colectivamente contra la clase te- Mateniente, y a la revolucién comunista si los posee. Los ejemplos que Moore tiene ‘€n:mente al realizar su andliss son obvios: el ascenso de la democracia en Inglaterra y | Estados Unidos, donde la servidumbre es desplazada tempranamente por la agricui- fra capitalista o no ha existido nunca, frente a Prusia y Japén, donde la moderniza- “Gh desde arriba (y una espectacular industrializacién) eoexisten con formas coerciti- Yivas'de control de la mano de obra campesina (sin la capacidad de movilizacion que | demostré la comunidad campesina en Rusia) La obra de Moore ha dado origen a una muy notable tradicién de andlisis estrue- Miralista dc tas causas de los procesos revolucionarios, en el sentido de buscar éstas en Westructura de clase y en las relaciones de las clases con el Estado. Desde una pers- Bectiva actual, sin embargo, hay dos rasgos en su obra que llaman la atencién. El pri- eto se refiere a la importancia que otorga a la subalternidad de la burguesia frente 182 _Sistoma poltico y estructura socal a Ia aristocracia terrateniente. Si aceptamos la tesis de Mayer (1984) sobre la persis: tencia del antiguo régimen de hegemonia agraria hasta la Primera Guerra Mundial, Prusia y Japén dejan de ser excepciones para pasar a formar parte de la regla. Ander son (1987) ha venido haciendo hincapié en la subalternidad burguesa para dar cuenta de la peculiaridad briténica y de los origenes de su crisis: el razonamiento pierde fuerza si, con la posible excepcién de Estados Unidos, la revolucién industrial hus biera tenido lugar siempre en condiciones de hegemonia politica de la clase terrates niente. El segundo rasgo llamativo del andlisis de Moore es la ausencia de un papel prog pio de la clase trabajadora industrial. Si bien es cierto que Marx sobrevaloré la maduz rez del proletariado industrial en sus trabajos més politicos, en los que ya consideraba, inmimente una revolucién proletaria, no parece sensato negar que a partir de 1870, coincidiendo con una crisis mundial del capitalismo, la clase trabajadora industrial se, reforz6 de forma muy notable en la Europa continental, convirtiéndose en un actor social decisivo, sin cuya inclusién era dificilmente imaginable la existencia de un or- den politico legitimo. Se puede aceptar que este proletariado carecia en un primer ‘momento de redes organizativas y de recursos colectivos que le permiticran movilis zarse de forma insurgente, a a manera del campesinado (Tilly, 1978), pero no-se puede nega su peo social como fuente de inquetud y riesgo par la gobernabiidads patente desde la Inglaterra de Disraeli hasta la Alemania de Bismarck. A diferencia de Moore, en la obra de Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992) se considera que la fuerza impulsora del proceso democratizador es el movimiento) obrero. Es la movilizacién de los trabajadores industriales, con el apoyo de las clases. ‘medias, lo que puede llevar a la aparicién de la democracia frente a la resistencia na: s6lo de la clase terrateniente sino de la propia clase capitalista, a la que los autores no! ven como una fuerza social democratizadora, en contra de toda la tradicién que. (como el propio Moore) busca en la aparicién de la burguesfa y en la revolucién buts ‘uesa las claves del nacimiento de la democracia. Para ellos, la burguesia ascendente puede haber mostrado un afin favorable a Estado liberal de derecho (es decir, a la protecciGn de sus intereses individuales y co lectivos frente al absolutismo o al poder aristocratico), pero sus relaciones con la de mocracia han sido siempre ambiguas. Por el contrario, la clase trabajadora industria habria sido siempre coherentemente democratica, pues s6lo podia obtener ventajas de la participacién democritica, que para la burguesia (y, con més razén, para la clase, terrateniente) suponia en cambio el riesgo de expropiacidn o ruptura del orden a may nos de las clases peligrosas. Estos autores apuntan ademés a la importancia de los aliados potenciales del moe vimiento obrero, comerciantes, artesanos, granjeros y grupos autoempleados, para) decantar el conflicto de clase hacia soluciones democréticas. Y subrayan el papel del Estado como institucién con intereses propios y autonomia para sostener tales intere ses frente a las ventajas inmediatas de las clases dominantes. No puede plantearse ent hip6tesis la aparicién de la democracia si no existe una fuerte diferenciacién institu cional entre el Estado y los intereses colectivos de las clases privilegiadas. Ni puede) entenderse la institucionalidad del Estado simplemente en relacién con la estructura de clases del pais estudiado: siguiendo a Hintze, es preciso admitir que la configura cin del Estado es fruto tanto de los contflictos internos (de clase) como de los cons Democracia y sociedad industrial 153 flictos interestatales. En buena parte de Europa el Estado absolutista no surgié como consecuencia de las relaciones de fuerza entre el campesinado y la nobleza, sino ‘como consecuencia de la necesidad de competir con los ejércitos permanentes que habian creado Estados absolutistas anteriores (Anderson, 1983) Luebbert (1991) también otorga un papel central al movimiento obrero en su ané- lisis de la formacién de las democracias de masas en la Europa de entreguerr Cuando el movimiento obrero es débil 0 no especialmente conflictivo, la burguesta industrial (el movimiento liberal, en términos del autor) puede establecer una alianza con él frente a los intereses conservadores de los terratenientes, y construir una de- mocracia liberal. Cuando el movimiento obrero es fuerte ¢ independiente y la bur- uesfa es politicamente débil por estar dividida (por razones religiosas o de otra in- dle), las salidas posibles son el fascismo o un régimen socialdemécrata, segain el campesinado establezca una coalicién con los terratenientes 0 con el movimiento brero. La premisa implicita es que para Luebbert los regimenes socialdemdcratas no s6ld son una forma de regular la economia, sino también una forma politicamente dis- linta a la democracia liberal: una tesis cuando menos discutible. Estos enfoques pretenden analizar la aparicién de la democracia a partir de las es- {ructuras politicas y de las constelaciones de clase preexistentes. En particular, Lueb- bert (1991, p. 306) subraya el cardicter estructuralisia de su andlisissosteniendo que en fase de formacién de las democracias de masas las opciones de los ditigentes politi F cos vienen determinadas por la buisqueda inmediata del poder a través de la amplia- ign del apoyo social a sus fuerzas politicas, y que en tal sentido lo que euentan son las estructuras sociales y politicas, no la voluntad de los dirigentes. Estos son simples tiediadores entre las estructuras y los resultados en términos de regimenes politicos. © Este planteamiento supone que los dirigentes politicos toman sus decisiones de forma racional con un objetivo (maximizar su base de poder) en un marco de oportu- Rdades definido, lo que significa que sus estrategias posibles estén determinadas a riori. En esta misma linea se habia examinado anteriormente la evolucién de la so- = Gialdemocracia para argumentar que, racionalmente, su evolucién hacia el marco Electoral y el reformismo politico eran no sélo previsibles sino, en cierto sentido, ine- Vitables (Przeworski, 1988; Przeworski y Sprague, 1986). Sin embargo, no es seguro § que-este enfoque sea el nico posible, y de hecho existen dos tipos de argumentos Para guardar ciertas cautelas. El primer argumento es de tipo tedrico (Tsebelis, 1990): os dirigentes politicos no "son'simplemente jugadores racionales que buscan maximizar la base de poder de sus ‘Organizaciones. También actiian como jugadores racionales que tratan de maximizar Suicontrol sobre estas mismas organizaciones, y los dos objetivos pueden entrar en Conflicto, El segundo argumento es de tipo empfrico: no parece facil explicar los re~ Sultados en términos de regimenes politicos tan s6lo a partir de las constelacion elase, sin contar con la diferente historia de las instituciones politicas en cada pais ni €0n las ideas y estrategias disponibles para los drigentes politico. Collier y Collier (1991) han tratado de explicar la diferente evolucién de los regt Menes politicos en América Latina partiendo de las diferentes estrategias de inclu Si6n:0 cooptacién del movimiento obrero en los distintos paises. La aparicién 0 no | de politicas keynesianas (y por tanto de coaliciones socialdemécratas) en los paises “Aesarrollados no se explicaria, segin Weir y Skocpol (1993) tan s6lo por las conste 1154 Sistema poltico y estructura social laciones de clase preexistentes, sino también por las diferentes instituciones esttaldid ¥ por las estrategias disponibles para los diferentes actores polite En suma, aun; Que la tradicion de Barrington Moore sea de gran importancia Pare analizar Ia fore aie thistriea de los regimenes democraticos, se dirfa que es necesario felatvizat sa erminismo y dar un papel explicativo a las ideas e instituciones perticas here~ ses tan otras palabras, considerar Ios rasgos especificos en este sentido de cada pais conereto. Democracia, crecimiento y crisis: Dentro del horizonte de la sociologfa funcionalista se desarroll6 en los ahs 2 cuenta un andlisis de la democracia como consecuencia del desarrollo econémice, Gque también introduce un fuerte elemento determinista. Sy proms que el pid see je modernizaciOn que ha conducido al desarrollo industrial en Europa ¥ Nortedi snérica es un proceso universal que todas las sociedades deben atravesat, pasando @é sociedades tradicionales a sociedades modernas. ages rajexto, Lipset mostr6 en un articulo publicado en 1959 ta existenci und anetncin estadistica entre desarrollo econémico y democracia, uilizando So} une cofnres de desarrollo econémico los niveles de riqueza, industrializacion, edu ion y urbanizaciOn, A su ve7, el indice de riqueza inclufa no slo la rears Pe cépiti, Cio Y eadores como el ndmero de médicos, automéviles,teléfonos y radios Pow ne ao reek consumo de prensa escrita. Considerd dos grandes grupos de paises (ee ropeos y angl6fonos, por tn lado, y atinoamericanos por OF 10) ¥ los clasifies en cad cone sepén el grado de estabilidad democritica,distinguiendo en e} Primet HOR 3 fre a) democracias estables y b) democracias inestables y dictaduras, ¥ Fi el segundo sre oa) dictaduras inestables y democracias y b) dictaduras estables. conclusidi es tajante: La riqueca media, el grado de industializacion y urbanizaci, y ot vel instruccidit som nach ads altos en todos los casos en ls paises democréticos [Si hubiésemos agrupadd See y Buropa en un solo cuadro, ls diferencias habrian sido mayores> (Lipssi 1992, p. 119). Conviene subrayar que la definicién de riqueza de Lipset implica una cone nente de igualdad y no el simple crecimiento econdmico, y que n0 pretends definir Condiciones previas para la aparicién de la democracia, sino los raseos sociales que are clorresponden, empiricamente, con Ia existencia de democracia. Ayo asi, st. Planteamiento no s6lo seria muy influyente, sino también objeto de numerosas criti tas y punto de partida para un nimero considerable de articulos aera ycnticas que se han formulado al instrumental estastico empleado per Lipset, sus tesis pueden reafirmarse utilizando téenicas més elaboradas (Lipset, Seong y Torres, 1993). Otra cuestién es si resulta satisfactoria su props explicacion de por qué el desarrollo econdmico favorece Ia democracia. St puede sostener que ste explicacién es valida a grandes rasgos, aunque debe matizarse introduciendo mandas de redistribucién dependen de las expectativas de los actores: en una crisis grave, por ejemplo de hiperinflacién, los actores sociales pueden descartar, a la vista de la experiencia anterior, una estrategia de répidas subidas salariales, intercam= biando austeridad por estabilidad. En situaciones de crecimiento, por otra parte, la tentacién de buscar popularidad, introduciendo medidas de redistribucién incompatibles con el crecimiento a medio. plazo, no es necesariamente mayor para las democracias que para las dictaduras (Remmer, 1993). La dinamica de los procesos electorales no sélo se traduce para el gobernante democratico en tentaciones de popularidad a corto plazo, sino también tn la necesidad de acumular un capital politico (ctedibilidad) a medio plazo, necesis dad que le puede llevar a superar aquellas tentaciones. Democraciay sociedad industrial 159 Si se aceptan todas las cautelas anteriores, lo esperable es que, en su conjunto, los cestudios estadisticos que tratan de evaluar el efecto de la democracia econémica en el crecimiento econémico no arrojen resultados concluyentes, y asf sucede en efecto (( rowy e Inkeles, 1990). Existen, en cambio, estudios que parecen demostrar que los re- gimenes democréticos ofrecen mejores resultados econémicos cuanto menor es la de- Sigualdad social (Persson y Tabellini, 1994). La hip6tesis de que las presiones por Ia fedistribucién obstaculizan el crecimiento deberfa completarse con otra: que esas presiones serdn especialmente fuertes cuando se parta de una dramiética desigualdad focial, En los regimenes autoritarios, por el contrario, no se observa esa correlacién ‘entre menor desigualdad y mayor crecimiento. Pero, por otro lado, el impacto de la democracia en la reduccién de las desigual- dades sociales tampoco ofrece un balance concluyente (Sirowy e Inkeles, 1990). Pro- bablemente en este aspecto la variable decisiva sea la ideologia de los gobiernos, pero dela efectividad de las politicas macroeconémicas dependen los recursos necesarios para que un gobierno pueda reducir eficazmente la desigualdad si se propone hacerlo asi. No parece facil, por tanto, encontrar una variable politica tinica que explique el ‘etecimicnto o la mayor igualdad social, Es preciso analizar las estrategias disponibles para los actores sociales y politicos, asi como la estructura de oportunidades de los ‘gobiernos, para dar cuenta de los resultados econdmicos 0 sociales. Esta imposibilidad de generalizar a priori no impide que las ideas dominantes en este campo hayan experimentado una evoluci6n notable, y se diria que positiva, tanto por sus repercusiones politicas como por su mayor realismo: “ceEntre los decenios de 1950 y 1970 existié la firme conviecién de que las politicas de des- arrollotardaban en dar frutos y que esto era incompatible con la politica de los ciclos electora Fesde corto plazo. Se consideraba que las democracias ten‘an una inelinackin natural por las Doliicas populistas. Se sostenta que los regimenes autoritarios benevolentes [J eran necesa Fids para llevar a cabo reformas impopulares y meter en vereda a una administracién ingobs TABIE 0 inefcaz ..]. No obstante, durante los afios ochenta sobrevino un profundo desencanto 6n los repimenes autoritarios [..]- Las dictaduras han resultado desastrosas para el desarrollo | eh muchas economias (..]. Hay datos indicativos de que ciertas caracteristicas de los sistemas emoerdticos van unidas positivamente a los aspectos generales del desarrollo y el bienestar [El Los paises, al desarrollar los recursos humanos y, sobre todo, al iavertir en educaci6n, han Telorzado las bases sobre las que se asienta un sistema politico libre» (Banco Mundial, 1991, Dp. 154-157). _Gagbes estes rzumentos se puede abordar el ands la practica de las nuevas lemocracias sin fatalismos, y «defender que éstas pueden perdurar aun en medio de Aifcultades serias, En muchos lugares de América Latina y del Este de Europa estas “Tizones no son ni obvias ni irrelevantes» (Maravall, 1993, p. 23). Resume Sick emocracia tly como a conocsmes, como combinacién de Herades indivi Hales y de mecanismos competitivos para la designacidn de los gobernantes, se forma en un proceso paralelo al de la aparicin de la sociedad industrial. Por otro lado, existe una notable correlacién entre desarrollo econémico y democracia, lo que puede llevar a ver la segunda como una consecuencia del primero. El capitalismo crea las condiciones para la aparicién de Ia democracia porque pro: voca la aparicién de nuevos grupos sociales (Ia burguesia, la clase obrera) que compi: ten con la clase propietaria tradicional por el acceso al poder politico. Se pone ast ea ‘marcha un doble proceso de competicidn entre élites y de ampliaci6n de los derechos politicos hasta su universalizacién, Este proceso no esté determinado de antemano por las relaciones de fuerza inicias les entre los distintos grupos sociales, sino que también influyen las instituciones'e ideas existentes en cada época y en cada pais concreto. El proceso hist6rico de forma cién de la democracia (desde sus formas excluyentes hasta la democracia de masas) no es repetible en el sentido de que hoy las ideas dominantes niegan la posibilidad de tuna democracia excluyente como las que eran norma en el siglo pasado. Un alto nivel de desarrollo econémico no es una condicién previa para la aparis cién de la democracia, ni hay fundamento sélido para la idea de que los regimenes autoritarios son los mds aptos para hacer crecer la economia. Por el contrario, hay ras zones para pensar que las democracias establecidas crean mejores condiciones de igualdad y para un crecimiento econémico estable. Lecturas complementarias Lirser, S. M., «Algunos requisitos sociales de la democracia: desarrollo econ6- ico y legitimidad politica», en VARIOS AUTORES, Diez textos basicos de ciencia polt- 7 tica, Barcelona, Ed. Ariel, 1992. El articulo de Lipset, publicado originalmente ef, 1959, constituye la referencia clasica en el estudio de las bases sociales de los sistemas democraticos. El autor plantea la existencia de una relacién, empiricamente compro: bable, entre desarrollo econémico, eficacia y legitimidad de las democracias. Una t sis que ha sido ampliamente criticada pero que sigue en la base de buena parte de los studios sobre el surgimiento y desarrollo de la democracia. Marswatt, T. H., Citizenship and Social Class, Londres, Pluto Press, 1992. Mars hall plantea en este articulo, publicado en 1950, el estudio del proceso de democrati; zacién como un proceso histérico de construcci6n del concepto de ciudadania. Es otro de los textos cldsicos en el estudio del desarrollo histsrico de Ia democracia. Moore, B., Origenes sociales de la dictadura y la democracia, Barcelona, Ed. Pe- ninsula, 1976. El libro de B. Moore es uno de los antecedentes mas relevantes de los studios histéricos que abordan el proceso de desarrollo politico hacia la democraci El autor plantea la tesis de que son las distintas situaciones a partir de las que se abordan, y se solucionan, los problemas que conlleva la industrializacién las que de* terminan el éxito o fracaso de los procesos de democratizacién en las sociedades occi- dental ‘THERBORN, G., «

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