You are on page 1of 32
1, La «objetividad» cognoscitiva de la ciencia social y de la politica social! (1904) La primera pregunta que se suele dirigir @ una revista de cien- cias sociales —y, més todavia, de politica social— en el mo- mento en que aparece o se hace cargo de ella una nueva re- daccién es la concerniente a su «tendencias.? Tampoco nosotros podemos rehusar una respuesta, y en este lugar debemos dar- 1 Siempre que, en Ja prime parte de Jas onsderacones que sue, ae habla en. nombre de los editores 0 se proponen las tareas del Ar. . ha esta igaci6n es la creencia de ciertos fervorosos diletantes en fs pueda proporcionar para el conocimiento de la cultura ‘especificamente te, ¥ superior, gue no ls emplia- én de la posibilidad de una segura imy teen de procesos Sulturales concretos de la realidad histérica a causas concretas, Gistéricamente dedas, imputacién ‘efectuada mediante la ob- tencién de un material de obsetvacién exacto, recogido sobre Ie bese de puntos de vista especificos, Solo en la medida en que pueda offecemos, esto, sus resultados revestindn interés Bare nosotros y calificarn la es sabido, un eminente naturalista crey6 que podla ex. racterizar el objetivo ideal (inalcanzable en la practice) de'tal elaboraci6n de la realidad cultural com= un conocimiento «as- ttondmico» de los procesos de la vida, Por nuestra, parte, no omitiremos examinar estos asuntos més de cerca, sin que in. terese cuén a menudo se los haya discutido ya. Salta a la vista, en primer lugar, que ese conocimiento easironémico» en que se piensa en es un sistema de leyes, Antes bien, obtiene las leyes que constituyen los presupuestos de wa labor de otras disciplinas, como la mecénica. La astronomfa, sin em- 62 argo, se interesa por la cuestién de qué resultado individual i Jeyes.en una constelacién individual- mente configurada, en dyanto tales constelaciones individuales evisten significacién par nosotros. Cada constelacién indivi- ‘dual que ella «explica» o predice es explicable causelmente solo como consecuencia de ot almente individual, que Ia preceda, No importa cuénto podamos retroceder hacia la -gfis nebulosa det pasado remoto: la realidad a la cual se apli- can las leyes sigue siendo individual, mo deducible a partir de eyes. Un «estado primotdial» del cosmos que no poseyese ca- rdcter individual, 0 lo tuviese en menor grado que la realidad eésmica del presente, seria naturalmente una tepresentacién sin sentido. Pero, gacaso no queda un resto de t taciones, dentro de nuestras disciplinas, ea aquellas conjeturas, discerns sobre Ia bse del derecho naturl o bien veifca das por la observacién de los «primitivos», que postulan un ‘xestado primitivo» econémico-social exento de simples Uiltimos, y que se pueda abarcarlas luego de maneta exhaustiva fen una imponente casulstica de conceptos y de reslts que val fm estrictamente como leyes: ¢Qué importancia revestiria el Tesultado de todo esto respecto de nuestro conocimiento. de la cultura histéricamente dada, o de cu: i. vidual de ella, como por ejemplo el capi Ilo y significacidn cultural? Como medio cognoscitivo, no te. vestiria utilidad mayor ni menor que la que tendria un caté- logo de las combinaciones de la qulmica orginica respecto del conocimiento biogendtico del mundo animal y vegetal. Tanto én uno como en otfo ctso, certamente, se habrfa dado vn pasa preliminar importante sti; pero en ninguno de los dos puede la realidad de la vida deducitse de «leyes» y «factores», Esto no se debe a que en los fenémenos de la vida residan dverzas» superiotesy misteriosts, ldmeselas. «potenciasy, 64 aentelequias» 0 de cualquier otro modo (pues ello seria una cuestién aparte), sino, ‘sexcillamehte, a que, con relacién al eonocimiento de’la realidad, nos interesa la constelaciém e que se agrupan esos «factored» (hipotéticos) en un fendmeas cultural histéricamente significativo para nosotros; se debe también a que, si queremos «explicar causalmente» esta com figuracién individual, debemos recuttir a otras configuracio- “nes, igualmente individuales, sobre la base de las cuales expli- caremos aquella mediante el empleo, desde luego, de esos conceptos (jhipotéticos!) de «leyes». Comprobar esas «leyes» ¥ «factores» (hipotéticos), en todo caso, seria Ja primera de las miiltiples tareas que nos evartaa al conocimiento a que aspiramos. Elandlisis y la exposicién ordenadora de la confi- guracidn individual, histéricamente dada en cada caso, de aquellos factores, y su accién recfproca concreta, condiciona- da de ese modo y significativa en su especificidad, y ante todo la dilucidacién ‘da fandamento y de la indole de este condicionamiento, serfa la tarea siguiente por resolver, aunque en sf misma por entero nueva y auténoma. Podria concebirse la tercere etapa como la indagacién de las propiedades indivi- duales, significativas pata el presente, de estos agrupamientos fen cuanto a su devenir, tan lejos en el pasado como se pueda, asf como su explicacién histética a partir de configuraciones precedentes, individuales a su vez, Por iltimo, la cuarta etapa consistiria en la prediccién de configuraciones futuras posibles. Para todos esos fines, como ¢s manifiesto, 1a existencia de con- ceptos claros y el conocimiento de aquellas «leyes» (hipotéti- cas) revisten considerable valor, y hasta son imprescindibles, como medios cognoscitivos —peto solo como tales—, Pero aun en esta funcién muestran pronto, en un punto decisivo, ites, establecidos los cuales alcanzamos la peculiaridad decisiva del modo de consideracién de Jas ciencias de la cul- tura, Hemos designado aciencias de la cultura» a las discipli- nas que procuran conocer los fenémenos de la vida en su significacién cultural. La significacién de la configuracién de un fenémeno cultural, y su fundamento, no pueden ser: obte- nidos, fundados y vyeltos inteligibles a partir de un sistema de concepts legales, por perfecto que fuere; en efecto, pfesu- pone, Ja relacién de los fenémenos culturales con ideas de va- lor. El concepto de cultura es un concepto de valor. La realidad empfrica es para nosotros «cultura» en cuanto la relacionamos con ideas de valor; abarca aquellos elementos de la realidad que mediante esa relacién se vuelven significativos para noso- tros, y solo esos. Unicamente una pequefia parte de Ja realidad 65 individual considerada en cada caso est coloreada por ues tao interés condicionado por aqueles ideas de valor ela sole tiene signifiacién para nesor,y la tene porque cxhibe re jones pata nosotros importante: a-cau: igaxds ideas de Valor. Solo en cuanto ello es at, est parte and part aosotros digna de ser conocida en sus vaagee indieilusies Ahora bien, qué sso significativo para qosottos os algo que lnvestigecién «sin supucstose de lo ‘empincomente dado puede discemir; antes al'contrao, au deterainasioe ite parm que alge lege ater objeto de invesgacion, 0 significativo no coincide, naturalmente, en cuanto tal, con singuna ley, y, por cierto, tanto menos cuanto més sea aquella, En efecto, la significacién espectfica que tn ele- mento de la realidad tiene para nosotros mo se encuentra en aguella seliiones que compare con muchos ottos fendne- nos. La relaci6n de la realidad con ideas de valor, que le con- fleren significacién, asf como el aisiamiento y el ordenamiento de los elementos de Ia realidad asf destacados desde el punto ae wit de iii elt, consttuyen un modo de consideracién por entero heterogéseo y dispar respecto del andlisis de le realidad basado en leyes, ¥ de su ordenamiento ¢n conceptos generis, Ambos por’ de ordenamieato con cceptual de Ia realidad en modo a tan relaciones égicas necesaras entre sf. Pueden coincidir en algtin caso par ticular, pero tendria desastrosas consecuencias que esa conjun. cién accidental nos indujera errSneamente a creer que no di. ficren em principio. La significaciér cultural de un fenémeno, por ejemplo el intercambio monetario, puede consistir en que se presente en escala de masas, como componente fundamental de la cultura modema. Pero el hecho hist6rico de que. desem- pefie este papel, precisamente, debe ser vuelto comprensible cultutal y explicado causalmente en su oti- ia general del inter- “a impor- tantsima ¢ indispensable. Con ello, sin embargo, no solo jue. da sin contestar Ia ptegunta de cémo el intercambio alcanz6 his te esta significacién, hoy fundamental, sino que, ante todo, de ninguna de esas elejes» se sigue lo que en: def nitive nog interesa, a saber: la significacién cultural de la eco- nomfa monetaris, Yinica en virtud de la cual nos interesa 1a descripcién de Ia técnica del intercambio, y nica en virtud de Ia cual existe hoy una ciencia que se ocupa de esa téeni Los rasgos genéricoi del intercambio, la compraventa, etc., in. teresan a los juristas; la tatea que nos concierne es el andlisis, 66 Ja significacién cult lel hecho Aistérico de que el inter- io sea hoy un fendmendde masas. En cuanto él debe set icado, en cuanto queramos comprender qué es lo que dis. fugue nuestra civilizacién econémicosocial de la propia de la Antiniedad, por cemplo, en l cal el intescambio presenaba os mismos rasgos genéricos que y, por lo tanto, quera- mos comprender dénde radica la significactén de la «economia monetaria», se introducen en la investigacién principios 1égi- 09s por entero heterogéneos en cuanto a su origen: como me- ‘dios de exposiciéa empleatemos, por cietto, los conceptos que rnos proporciona la investigacién de los clementos genéri ide los fendmenos econémicos de masas, en la medida en que ellos contengan elementos significativos de nuestra cultura; pero la meta de nuestra labor no se alcanza con la exposicién de esas leyes y conceptos, por precisa que fuere. Mis atin, la auestién de qué debe pasar,a ser objeto de la formacién’ de conceptos genéricos no puede resolverse «sin presupuestos», sino solo por referencia a la significacién que, respecto de la cultura, poseen determinados elementos de esa multiplic infinita’ que llamamos «circulacién». Procuramos conocer un fenémeno histérico, esto es, pleno de significactén en su espe- cificided. Fle aul lo decisiv iante el supuesto Gnicamente una parte finita entre una multitud infinita de Exémenos es significative, cobre, en. geoetal, sentido 1opico In idea de un conocimiento de fenémenos individuales. Aun si jeyésemos el conocimiento més amplio que pudicra conce- Elec acer de lan eleyeye del: ccaecer, noe cneoutraramon per “plejos frente a esta pregunta: ¢Cémo es posible en general la explicacién causal de un hecho individual? En efecto, jamés puede concebirse como exhaustiva aun la descripcidn del seg- infimo de la realidad, El ndimero o 3 la indole de las 1588 que determinaron cualquier evento individual son siem- pte infinitos, y nada hay en las cosas mismas que indique qué parte de ellas debe ser considetada. El tinico resultado de cualquier intento setio de conocer la realidad «sin presupues- tos» seria un caos de «juicios de existencia» acerca de ignu- merables percepciones particulares. Pero aun tal resultado sélo es posible en apariencia, ya que cada percepcién aislada, en cuanto se la considera con mayor atencién, muestra infinitos elementos que jams pueden ser expresados de manera exhaus- tiva en juicios de percepcién. Lo tinico que introduce orden en este caos es la circunstancia de que, en cada caso, solo una arte de la realidad individual reviste para nosotros interés y significacién, porque énicamente ella muestra relacién con las 67 ideas de valor culturales con las cuales abordamos fa realidad. Solo determinados aspectos de los fenémenos individuales, siempre infinitamente miitiples —es decir, aquellos a los cus. les atribuimos significacidn cultural general.—, son por lo tanto, dignos de ser conocidos, y solo ellos soa abjeto de explicacién causal, Esta, a su yer, denuncia el mismo fenémeno: un re- greso causal exkaustivo desde cualquier fenémeno concreto en su realidad plena, no solo es imposible en la préctica, sino sencillamente disparatado. Solo determinamos aquellas causas x las cuales son imputables, en el caso individual, los compo- nentes cesenciales» del acontecimiento, En cuamo se trata de la individualidad de un fendmeno, la pregunta por la causa no inguiere por leyes sino por comexiones causales concretas; no aregunta bajo qué {érmula ha de subsumirse el fenémeno co- ‘mo espécimen, sino cuél ¢s la constelacién individual a Ia que debe imputarse en cuanto resultado: es una cuestién de imau- tacién. Siempre que entra en consideracién [a explicacién cau- sai de un «fenémeno de la culturay —o de un «individuo istdrico», para emplear esta expresién, ya usada en ocasiones cn la metodologia de nuestra disciplina y que ahora, en una formulacién més precisa, se vuelve habitual en légica—, el conocimiento de Leyes de la causacién no puede ser el la investigacién sino solo un medio. Nos facilita y posibi la imputacién causal de los componentes de los fenémencs, culturalmente significarivos en su individualidad, a sus causas concretas. En la medida en que cumpla eso, pero solo en esa medida, es valioso para nuestro conocimiento de conexiones individuales, Y cuanto més «generales», es decir, cuanto mis abstractas sean las leyes, tanto-menos pueden contribuir a la imputacién causal de fenémenos individuales y, por via indi recta, a la comprensién de la significacién de los procesos culturales. 2Cudl es la consecuencia de codo esto? De lo dicho no se sigue, naturalmente, que el conocimiento de To general, la formacién de conceptos de género abstractos, el conocimiento de regularidades y el intento de formular cone- xiones «legales» carezcan de justificacién cientifica en el dm- bito de las ciencias culturales. Todo lo contrario; si el conoci- miento causal de los historiadores consiste en la imputacién de resultados concretos a causas concretas, seria totalmente imposible, respecto de cuatquiet resultado individusl, una im- putecién vélida que no recurriese al conocimiento «nomolégi- co», es decir, el conocimiento de las regularidades de las co- nexiones causales, Qué a determinado componente particular, 68 ¥ individual, de una conexién se le haya de imputar en la reali- dad, en concreto, significacién causal respecto del resultado de ccuya explicacién causal se trata, ts algo que, en caso de duds ‘ola puede ser determinado estimando Jos efectos que general ‘mente esperamos de él y de los otros componentes del mismo Complejo que consideramos a los fines de la explicacién: en ftras palabras, sélo puede ser determinado a partir de los os «adecusdos» de fos elementos caysales en cuestién, De- reste ‘de los casos individuales la medida en que el historia jot (en el sentido lato de] término) podré Hevar a cabo 90 sautri ttidad esa imputacin a partir de su imaginacié seis experiencia de vida mettdicamente disciplinada, 0 Bien requerisd la ayuda de ciencias especiales que le permitan realizaria. En todas partes, sin embargo, y por lo tanto tam- bién en la esfera de los ‘complicados provesos econdmicos, cuanto més seguro y abai sea nuestro conccimiento ge- hneral, tanto mayor seré la seguridad de la imputacién. Que se ‘trate siempre, aur en cl caso de las denominadas «leyes eco- némicasy sin excepciSn, no de «leyese en e} sentido riguroso de las cencias naturales exactas, sino de conexiones causales Wdecuadas, exptesadas en reglas, y, en consecuencia, de una splicacién de la categoria de «posibilidad objetivay que no he- sos de considerar en detalle agui, en nade menoscaba Ia afit- maciGn precedente, La determinacién de tales regulatidades, sin embargo, no es la meta sino el medio del conocimiento; ¥ en cada caso constituye una cuestiin de oportunidad estable- cet sl tiene sentido expresar en una S6rmula, como ¢ley», una regulatidad de ligaz6n causal conocida a partir de la vida coti- diana. Para las ciencias naturales exactas, las «eyes» son tanto més importantes y valiosas cuanto més universalmente vali- das. Para el conocimiento de los fenémenos histéricos en su condicién, concreta, las leyes més generales son por lo comin también las menos valiosas, en cuanto Jas més vacfas de con- tenido. Mientras mas amplio es ¢l campo de validez de un concepto genérico —su extensién—, tanto més nos desvia de la tiqueza de Ia realidad, ya que para contener lo comin al mayor niimeto posible de fendmenos debe ser lo més abstrac- to posible y, en consecuencia, més pobre en contenido. En las encias de la cultura, el conocimiento de lo general nunca es vafioso por sf mismo. : . De lo dicho hasta aqui se infiere que carece de sentido un tratamiento «objetivo» de los process cultarales, si por tal se entiende que, como meta ideal de Je labor cientifica, haya de valet la reduccién de Io empfrico a «leyes». Esto no se debe, 6 contrariamente a lo que con frecuencia se sostiene, a que los procesos culturales 0 pafquicos, por ejemplo, se ‘comporten «objetivamente> de una manera menos legal, sino # ine ak guleates razones: 1) a que el conocimienta de Tas leyes soci no implica conocimiento de la realidad social sino, antes bien, uno de los diversos medios eusiiares que nucsto tere samiento emplea con ese fin, y 2) a que el conciniento de tog procesos culturales solo es concebible sobre la base de la sige nificacién que la realidad de ta vide, confi siempre en forma individual, tiene para nosotros en determinadar cone xiones aalere. En aul seneido y op awe relaciones sucede esto es algo que ninguna ley nos revela, ya que se decide de acuerdo con las ideas de valor desde las cuales consideramos la «cultura» en cada caso individual. «Culturay es una seccién limitada de Ja infinitud desprovista del sentido del acaecer universal, ala cual los sees bumanos otorgun sentido ic nificacién, Ella seria tal incluso para los hombres que se opu- sieran a una cultura concreta como a su mortal enemigo, y exigieran un «retorno a la naturaleza», En efecto, solo podrfan llegar a esa toma de posicén en cuanto refirieran esa cultura concreta a sus ideas de valor'y la encontrasen «demasiado frf- vola». Es este hecho puramente [dgicoformal el que menta, mos aqui, cuando nos referimos a la vinculacién necesaria des- de el punto de vista Iégico de todos los individuos histéticos ‘con ideas de valor». La premisa trascendental ce tele ‘ia de la cultura no consiste en que encontremos plone de va. Jor una determinada «culeuras, o cualquier culeura en genera, sino en que somos hombres de cultura, dotados de la ‘capaci- dad y la voluntad de tomar conscientemente posicion ante el mundo y de conferirle sentido, ¥ este, cualquiera que sea, conduciré a que en la vida juzguemos determinados fenéme. nos de Ia coexistencia humana a parti de dl, y a que tomemes posicién frente a ellos como Significativos (positiva ‘negati- vamente). Ademés, sin que importe cudl sea el comenide de esta toma de posicién, tales fenémenos tienen para nosotros significacién cultural y tnicamente en ella estriba su interés cientifico. Por lo tanto, cuando aquf nos teferimos, siguiendo Ja terminologfa de los logicos ‘modernos, a que el conocimien- to de la cultura esta condicionado por ideas-de valor, lo hace- mos en el entendimiento de que no se supondd oe rare ne sotros solo hay que atribuir significacién cultural a fendmenos lenos de valor. La prostitacion es un fendmeno de la culture al igual que la relis ién o el dinero. Los tres lo son solo en cuanto, ¥en Ia medide en que, su existenci y le focey aoe 70 historicamente jiertan, de manera directa o indi- nuestros intereses culturales y nuestro afin de conoci- tos desde puntos de vista derivados de aquellas ideas de ‘valor que vuelven pata nosotros significativo el. fragmento de i ado en aquellos conceptos, “Todo ‘conocimiento de la realidad cultural es, como se infiere anterior, siempre un conocimiento que parte desde pun- feode ote capaticemente particulares, Cuando exigimos al historiador y al investigador social que, como presupuesto ele- mental, puedan distinguir lo importante de lo accesotio, y (que posean para ello los «puntos de vistas requeridos, esto ere decir solamente que deben saber cémo relacionar los de la realidad —conscientemente 0 no— con «vi- fores cltoralese universes, para elucdar luego a partis de allf, las conexiones significativas para nosotros, Si de continuo fe reitera la creencia de que esos puntos de vista podrlan ‘cextracrte de la matetia mismay, ello se debe a lo ilusién in. at del especial, quen no se, percata de que, en vittud las ideas de valor con las cuales inconscientemente ha abor- dado la materia, ha destacedo, de una infinided absoluta, un ‘elemento en cuanto lo Gnico que interesa a su consi- racién. En esa seleccién de «aspectos» singulares especiales del acaccer, realizade siempre y gn todas pares, consciente ‘mente 0 no, opera también ese elemento de la labor de les ciencias culturales que esté en la base de Ia i6n, fre- tuentemente ofda, de que lo realmente valioso de un trabajo cientifico es lo que hay en él de «personal», y que en toda obra, si es que su existencia ha de justificase, del sar ge «una personalidads, Y, por cierto, sin las ideas de v investigador no existirfa ningdn principio de seleccién del ma- tetial ni conocimiento provisto de sentido de lo real en cuanto indi del mismo modo su labor estaré orientada por la di- feccién de su fe persondl, por Ia teltacién de lon valor fl prisma de su alma, ¥ los valofes « los que el genio tffico refiere el objeto de su inyestigacién podrén d Ja aconcepciéns de toda una época, es decir tesultar decisivos, no solo respecto de lo que es xpleno de valors, sino tambien de lo significativo o insignificant, «importantes 0 «accesotiow en el fenémeno. 1 conocimiento de las ciencias de la cultura, en el sentido en ue lo entndemcs ag, evinced a hems stl nm vas» en cuanto se ocupa sélo de aquellos elementos de la rea- lidad que muestran alguna relacidn, por indirecta que sea, con procesos a los que attibuimos significacién cultural. A pesar de ello es, naturalmente, un conocimiento puramente causal, en idéntico sentido que el de procesos naturales individuales significativos que poscan carécter cualitativo. Entre las muchas confusiones que ha traido Ja invasién del pensamiento jurfdi- co formal en la esfera de las ciencias culturales, se cuenta el intento reciente de «refutar» la «concepcién materialista de la historia» en sus principios, mediante una serie de sutiles so- fismas; sostiénese que, desde e momento en que toda vida econdmica debe deseavolverse dentro de formas reguladas ju- ridica 0 convencionalmente, todo «desarrollo» econdmico debe cobrar Ja forma de un esfuerzo por creat nuevas formas juri- dicas. En consecuencia, se afirma que sélo se lo puede com- prender sobre la base de mdximas éticas, y que, por esta cau- sa, difiere por esencia de cualquier desarrollo natural. El co- nocimiento del desarrollo econémico setla, por lo tanto, de cardcter «teleoldgico». Sin pretender discutir aqui el signifi- ado que pueda tener para Ja ciencia social el ambiguo término de «desarrollo», 0 el concepto 10 menos difuso, desde el pun- to de vista Iégico, de «teleologia», podemos establecer que tal ‘conocimiento no necesita ser «teleolégico» en el sentido sie puesto, Aun permaneciendo formalmente idénticas las normas jurfdicas vigentes, la significacién cultural de las relaciones ju- ridicas objeto de las normas, y con ello de las normas mismas, puede variar radicalmente. En efecto, para entregarnos pot lun momento a una fantasia anticipatoria, se podria concebir te6ricamente una «socializacién de los medios de produccidn», -cumplida sin que ofiginase ningwin «esfuerzo consciente para obtener tal resultado, y sin la supresién o adicién de ningiin pardgrafo de nuestra legislacién: la frecuencia estadistica de ciertas relaciones objeto de regulacién juridica se alterarfa fun- damentalmente, y en muchos casos se reducitia a cero; gran parte de las notmas se vaciarian de significacién préctica y toda su significacién cultural cambiarfa hasta volverse irreco- nocible. La «concepcién materialista de la historia» podria, pues, con justicia, dejar de lado las discusiones de lege feren- da, puesto que su punto de vista central consistitfa, precisa. mente, en la inevitabilidad del cambio de significacién de las instituciones juridicas. Quien considere subalterna la sencilla labor de comprensién causal de la realidad histérica puede elu- disla; pero es imposible suplantarla por cualquier «teleologfa». Desde nuestro punto de vista, afin» es la representacin de 73 + investiga = tun resultado que pasa a ser causa de una accién. Tomamos en Soenta esta, como cualquier otra causa que produzca o pueda ‘producir un resultado pleno de significacién. Y su significacién Expecfica consiste en que no solo comprobamos la accién hu- ana sino que queremos y podemos comprenderla, Sin duda, tales ideas de valor son esubjetivas». Entre el inte 18 ehistdrico» por una erénica familiar y el interés por el de- sarrollo de los mas vastos fenémenos culturales concebibles, que eran y son comunes a una nacién oa la humanidad du: rante largas épocas, hay una infinita escala de «significaciones», cuya serie difiere en cada uno de nosotros. Como es natural, catas varian hist6ricamente de acuerdo con el caricter de la caltura y de las ideas que gufan a los hombres, Pero de esto xno se sigue, evidentemente, que la investigacién en las cien- Gias de ln cultura solo pueda tener resultados «subjetivos», en el sentido de vélidos para una persona y no pata otras. “Antes bien, lo que vatla es el grado en que interesan a diver- ‘as personas. En otras palabras, qué pase a ser objeto de la investigacién, y en qué medida se extienda esta en la infinivad de las. conexiones causales, estard determinado por _las ideas de valor que dominen al investigador y a su época, En cuanto al —a la que primero habria que crear—— como base fu- tura de las ciencias culturales, en especial de Ia economfa s0- cial, Justamente los ensayos, en parte brillantes, que se ban hasta ahora de interpretacién psicoldgica de los fend- 7 menos econGmicoi muestran en todo caso que no se pasa del andlisis de cualicades psicolégicas de los hombres al andlisis de instituciones sociales, ‘sino que, por lo contrario, Ia eluci- dacién de las precondiciones psicoldgicas y de los efectos Jas insiaciones presupone el conocimiento preciso de eats y el andlisis cientifico de sus conexiones. El andlisis psicolégico, implica luego exclusivamente una profundizacién, muy valiosa «en el caso concreto, del conocimiento de su condicionamiento y significacién culturales, hisedricos. Lo que nos interesa Tee ecto del comportamiento.pslquico del hombre cones sociales coi expectcanente recortado, en cada caso, ‘de acuerdo con la significacién cultural especifica de Ia relacién teapectiva. Trétase, pues, de motives ¢ influencias psfquicas tauy heterogéneas entre af y.combinadas de manera muy con creia, La inventigacién jeosocal implica el detenido examen de diversos géneros individuales, muy dispares entre sf, de elementos culturales con referencia a su in ili mediante nuestra comprensién por via de revivencia. Con ella, partiendo del cortocimiento de las instituciones individuales, aprenderemos a comprender espiritualmente en grado cada vez mayor su condicionamiento y significecién culturales, mds no retendemos deducir las instituciones a partir de-leyes psico- sgcas ni explicaras a partie de fenbmenos psicoligies ele mentales. Poco fructifera ha sido, en consecuencia, la dilata- da polémica en torno de la legitimidad, en términos psico- Idgicos, de las construcciones tedricas abstractas, asi como del alcance del «afén de gananclas y del «principio econdmicé», n humana, tipo que, dentro de ciertos Uonites, es imprescindible, Es conveniente que lo catacterice- ‘mos en este lugar de manera algo més profunda, pues yi nos acercamos @ la cuestiGn de principio acerca signi- ficado de la teorfa para el conocimiento de Jas ciencias socie- les. En ese empefio dejamos por completo de lado si las formaciones teoréticas que tomamos como ejemplos o a las que aludimos son adecuadas para el fin que pret cum plir, esto es, si estin convenientemente construidas. La cues- tin de la medida en que las «teotfas abstractase ya existentes, por siemplo, debea ser todavia desartoliadas en sus detalles atafie exclusivamente a la economfa de la labor cientifica, a la B ae N ‘aguardan también ot slemas. Tambiéa la «teorfa fest ag ee eee cade it Sliced ‘enemos delante de nosotros, en la teorla econémica abstracts, ‘un ejemplo de aquellas sintesis que suelen ser citacterizadas ‘eamno «ideas» de fendmenos hist6ticos. Nos ofrece un modelo ideal de los. procesos del mercado de mercancfas, propios de wna organizacién social basada en el intercambio, la libre competencia y la accidn estrictamente racional. Este cuadro yrual retine determinados procesos y relaciones de la Gide Bstécca en un cosmos, carente en de conttadieciones, de conexiones conceptuales. En cuanto a su contenido, esta construccién presenta el carécter de una utopia, obtenida me- diante el realce conceptual de ciertos elementos de la realidad. Sa relaidn con os hechos empltcmente de la vida consisce exclusivamente en esto: alli donde en la realidad se comprucha 0 s¢ supone que en algdn grado operan de hecho conexiones del tipo abstractamente tado en aquella construccién, esto es, tes del «mercado», polzmos itror » volver comprensble pragmftcimente It especificacién de tal conexién en un tipo ideal. Esa posibilidad puede resultar conveniente, y hasta indispensable, sea con fi- ‘nes heurfsticos 0 expositivos. Respecto de la investigacién, el concepto tipico-ideal pretende guiar el juicio de imputacién: ‘no es una de manera indeter- minada, ‘Nada ms peligroso, sin embargo, que la confusién de teorla 83 ¢ historia, otiginada en prejuicios naturalistas, ya porque se crea habet fijado en aquellos cuadros conceptuales tebricos el contenido «auténtico y verdadero», la «esencia» de la realidad histérica, o bien porque se los emplee como un lecho de Procusto en el cual debe set introdocida por fuerza la his. toria, 0 porque, en fin, las «ideas» sean hipostasiadas como vuna realidad «verdadera» que permanece detrds del fluir de Jos fenémenos, como «fuerzas» reales que.se manifiestan en Ia historia, En especial, este iltimo peligro es mayor si estamos hebitua. dos a entender por «ideas» de una época, también y em pri- mera Ifnea, pensamientos o ideales que Aan imperado sobre Jas masas © una parte histdricamente importante de los hom- bres de esa misma época, y que, por esa via, han sido signifi- cativos, como componcnies de su pecuiaridad cultural. Res pecto de esto, es preciso todavia agregar dos consideraciones. En primer lugar, el hecho de que entre la «idea» en el sentido de una orientacién préctica o tedtica de pensamiento y la idea» en el sentido de un tipo ideal de una época, construido como: instrumento conceptual, por lo regular existen determi- nadas relaciories. Un tipo ideal de una determinada situacibn social, que admite ser abstrafdo a partir de ciertos fenémenos sociales caracterfsticos ‘de una época, puede —y con mucha frecuencia es.este el caso— haber estado presente para los Ptopios contempordneos como ideal por alednzar prdcticamen- te 0 como miéxima para la regulacién de determinadas rclacio- nes sociales, Esto sucede con la «idea» del «socorro de ma- nutencién» y de muchas teorias de los canonistas, en es cial de Santo Tomés, en relacién’con el concepto tipico-ideal empleado hoy con referencia 2 Je «economia urbana» de la Edad Media, al que antes aludimos, Ello vale més todavia pata ef famoso «concepto fundamental» de la economia poli tice: el «valor econdmico». Desde la escolastica hasta la teorfa de Marx se combina aqui la idea de algo que vale «objetiva- mente», esto es de un deber ser, con una abstraccién extralda curso empftico de formacién“de los precios. Y tal con- cepcién, a saber, que el «valor» de las mercancias debe estar regulado por determinados principios de «derecho natural», ha tenido —y tiene todevie— inconmensurable importancia ara el desarrollo de Ia cultura, por cierto no solo de la Edad fedia. En especial, ha influide también fuertemente sobre la formacién empirica de los precios, Sin embargo, qué se en- tienda 0 se pueda entender por tal concepto fedrico es algo que solo puede volverse claro, de manera realmente unfvoca, 84 @ través de una formacién conceptual recisa, esto ¢s, tipico ‘deal; en todo caso, en ello debicra parar tienes gulch se burle de las atobinsonadase de la teotia abstracta wires Ao disponga de algo mejor, esto es, mas claro, pata reemplazatlas, la relacién causal entre la idea histéricamente verificable que pobicies los hombres y aquellos lento de fe teldad stGrica a partir de fos cules es pesble abstract el ge Weal correspondiente puede, como es hatutal, configuratee de noe netas muy diversas. Solo cabe establecer, en principio, que aimbas cosas son fundamentalmente datas, Ahora hen oa tsi punto se impone le segunda consideracign, Actvelea ccideas» mismas que gobieman. a los hombres de uta , esto’es, como un todo supracmpirico regido por normas; la ‘area de la ciencia ha de consistir, en cambio, en la comprobacién de lo que debe valer —como regla lingtifstica—. Elaborar I6gicamente el elenguaje escrito», como lo ha hecho la Crusca, a fin de ir su contenido'a reglas, es normalmente la primera ta- rea que se plantea a una «filologia». Y si hoy, por lo con- trario, un destacado filélogo proclama como objeto de la fi- lologla

You might also like