You are on page 1of 8
PUBLICACIONES DE LA ESCUELA MODERNA Sembrando Flores vor Federico Urales BARCELONA Caile de Bailén, adm. 56 1906 Ih Fioreai Han transcurrido cuatro afios y otros tantos meses desde el nacimiento de Floreal, y durante dicho tiempo ha cambiado mucho fa situacién de algunos de nuestros personajes. Las mocitas son ya madres de dos hermosas nifias 4 quienes pusieron por nombre Blanca y Hortensia. El alumno del Colegio Mederno es un hombrecito que se distingue por su saber y buen juicio. El panadero esta preso por creérsele compli- cado en un movimiento revolucionario que la policia habia preparado para hacer abortar otro que, segtin los confidentes, habia de estallar en breve sin saber dénde ni conocer quiénes fo dirigian, y ei conserje ha muerto hace tres meses. Las demés personas continiian viviendo, sin que para ellas ocurra nada en ei mundo. En cuanto & Floreal, 4 quien hoy vemos por vez primera después de enterarnos de su nacimiento, es un nifio robusto y hermoso, como los nifios pinta- dos por Rubens. Era Floreal el encanto de cuantas personas le conocfan y ninguna habia visto en su vida criatura mds perfecta. Ello se atribufa al cardc- ter de sus padres y al amor que les unié. La madre de Floreal, para casarse con su marido, habia rehusado 4 un viejo cargado-de oro que la preten- dia, y el padre desatendiéd los consejos del suyo, que le decfa que nada como una esposa rica para hacer la felicidad del esposo. Asi, los padres de Floreal, rehusando todo interés, se habian entre- gado mutuamente amor y vida, y, al tener un hijo, Ja naturaleza puso en el hijo aquel amor y aquella vida traducidas en salud, bondad y alegria. De cuatro meses Floreal alargaba ya sus mane- citas hasta ponerlas en el rostro de cuantas: perso- nas se le acercaban en demanda de caricias, y ni cuando conté un-mes ni al contar un afio, habia dado, con sus lloros, malas noches 4 los que le die- ron el ser, ni con sus antojos un mal dia 4su abue- lita, la buena Voleta, que lo Ilevaba 4 todas partes para que la gente admirara la hermosura y la son- risa de su nietecito. Guiado por Violeta, Floreal empez6é 4 andar; primero 4 gatas, fortaleciendo 4 un tiempo las pier- nas y las manos; luego de pie, como los hombres, y por fin corriendo y saltando como los juguetones cabritos. A los cuatro afios y cuatro meses.el mismo Floreal pidié 4 sus padres que ie llevaran 4 un colegio. Ei monisimo chiquitfn habfa ofdo hablar. 4 los nifios de la vecindad de io que decian y hacian en la escuela, y sintié deseos de ir 4 ella para aprender jo que los demas nifios sabfan. Cerca la casa de Floreal funcionaba una escuela de pdrvulos, de la que el padre del nifio era socio protector. En el rétulo de esa escuela se lefa Cole- gio Libre, y 4ias nueve de la mafiana del primer. tunes del mes de Septiembre, cogido de la mano de su madre, Floreal eniraba en Ia sala del Colegio, que era-espaciosa, llena de luz y no ostentaba santos, retratos ni simbolos de ninguna especie. Aun no habia empezado la clase, y los nifios que ya estaban en el local esperando el momento de la‘gran tarea, rodearon A Floreal tan pronto le vieron. Floreal les recibi6 sonriendo, como si desde largo tiempo fuese de ellos amigo. Se acercS el profesor, un hombre de aspecto venerable que contaba cincuenta afios, y después de los saludos que son del caso, el maestro y la madre de Fioreal hablaron unos diez minutos, al cabo de los cuales la madre se retiré, no sin besar 4 Floreal, que se quedé contento, confiando en el maestro y en sus nuevos amiguitos. Fuera la madre, el maestro cogiéd de la mano 4 Fioreal, subid con é! el pequefio entarimado y to senté en sus rodillas. —¢Cémo te tlamas? —le dijo. -—Floreal Ramos y Amigé,—contesté el nifio. —dY tu padre? — Galileo Ramos y Amador. —dY tu madre? —Bruna Amig6é y Rosales. —¢Te gusta ir 4 la escuela? —Si, sefior. —¢Por qué? —Para aprender muchas cosas. —¢ Muchas? — Todas. — Y jugar, ¢te gusta jugar? —Jugar también me gusta. — Aqui se juega y se aprende una barbaridad. j Ya verds, ya verds que bien pasamos el tiempo! Ahora, jmira!, siéntate alli, Floreal; alli, al extremo dei primer banco,—dijo el maestro poniendo a Floreal en el suelo. Floreal, guiado por el dedo del profesor, dié con el sitio que se le habia designado y se sent6. Sentado, Floreal empezé 4 recorrer con la vista toda la sala; se fij6 en los nifios; iban limpios, asi de manos y cara, como de vestidos. Se fij6é también en que, colgados en las paredes, habia mapas, figu- ras geométricas, pizarras, etc. Noté, ademas, que los nifios no Horaban ni alborotaban; todos estaban contentos, todos trabajaban, todos hacian algo sin que nadie jes obligase 4 ello, con gusto, sin amena- zas. Floreat estaba muy contento viendo y oyendo. A las diez, le flam6 el maestro. —jFloreal! — Servidor, —contest6 Floreal levantandose. —Ve un rato al patio 4 jugar con estos nifios. Floreal siguié 4 un grupo de nifios de su edad que salian de ia sala guiados por el ayudante; tras- pas6 con ellos un corredor, y al final se encon- traron con un patio muy grande rodeado de naranjos. El ayudante parése en medio del patio y sacando letras sueltas de madera que ilevaba en una cajita, — dijo: — Hoy jugaremos 4 leer. Los nifios empezaron 4 saltar, locos de contento. —Poneos todos de cara 4 la pared,—dijo el ayudante. Los nifios obedecieron. — <¢Esitamos? — pregunt6 ef ayudante. —Si, sefior, —gritaron varios nifios. —Pues bien, yo ocultaré las letras todas del abecedario en varios sitios del patio y vosotros me jas traeréis por el orden que voy 4 anunciar. —jSi,.sf!— contestaron los nifios, esperando ei momento de aprender y de demostrar que apren- dian. El ayudante después de hacer lo que habia indicado, dijo: — Ya esta. . Los nifios rodearon entonces al ayudante espe- rando que tes dijera la letra que habjan de traer. —Traedme ja O. ; Ya sabéis! de os hay muchas escondidas con otras letras en varios-sitios del patio; id por ellas- Los nifios €mpezaron 4 recorrer el patio regis- trando venianas, bancos y cuantas cosas y sitios podian ocultar fas letras que buscaban. Al fin se presentaron trayendo entre todos once os. — jFalta una!— exciam6 el ayudante al ver que solo habian encontrado once. —¢Como es la tetra OP — pregunté Floreal. —Asi,—le contest6 el ayudante, ensefidndole las once 0s que los demas nifios habfan encontrado. —Yo sé donde esta la que falta, —replicd Floreal. —FPues vaya usted por ella,—le dijo el ayu- dante. Floreal salié corriendo, levanté un diario que habia debajo de un banco, cogié una letra y volvié con ella muy alegre. ~¢Es esta? —pregunt6é Fioreal al reunirse con el ayudante y los demas nifios. —-En verdad que io ‘es, —exclamé el ayudante. i Bravo, bravo! —contestaron los demas nifios batiendo paimas de contento. —FPor ser el primer dia que Floreai concurre 4 ia escuela, no ha estado mal, ¢verdad? — pregunié el ayudante 4 los demas nifios. —No, no,—contestaron 4 una los chiquitines. —Vamos 4 ver,—dijo el ayudante interrum- piendo las expansiones de alegria y afecto de sus discipulos, —ahora traedme las ¢s y de paso mos- tradle 4 Floreal como son ellas. Los nifios salieron otra vez tomando diferentes direcciones y dandose de nuevo 4 la tarea de bus- car las letras que les habia indicado su maestro. Asf, ‘por ese tenor, jagaron aquel dia hasta la hora de salir de clase los alumnos del Colegio Libre 4 que Floreal habia sido incorporado. Poco tard6é nuestro chiquitin en conocer todas jas. letras del abecedario y en saberlas juntar para componer, primero, las silabas y, después, las pala- bras que el ayudante indicaba. Floreal iba 4 la escuela cada dia mds contento. Habia tomado gran carifio al profesor y 4 sus pequefios compafieros de Colegio, y antes de la hora, todos los dias pedia permiso 4 sus padres para encaminarse solo 4 la escuela. Pocos eran los dias que, al abrirla el ayudante, no se encontrase a Floreal que esperaba la hora feliz de entrar en clase. El maestro era para sus discipulos un hermano mayor; jugaba y departia con ellos cual si fuese su igual. Todos los sdbados el profesor hablaba 4 sus discfpulos en los siguientes términos, 6 en otros parecidos: «Hijos mfos: mafiana es domingo, dia de fiesta para los cristianos; ayer era sdbado, dia de fiesta para los judfos, y anteayer viernes, dia de fiesta para los mahometanos. Y ios alumnos que concurren 4 las escuelas de nifios que profesan reli- On diferente 4 la de los espafioles, guardan la festa que sus religiones les imponen. Mas nosotros no guardamos las fiestas por ser cristianos, judifos ni mahometanos, sino por dar mds variedad 4 la vida y pasar un dia entero en compafifa de nuestros padres. Para nosotros, todos los hombres pertene- cen 4 una religién, 4 la del bien, y 4 una raza, 4 la humana. Por esto nosotros no odiamos 4 nadie, sea cual fuere el culto que los demas rindan 4 los dioses, sea cual fuere el color de su piel y la cali- dad de la tela de sus vestidos. Pero si no odiamos a4 nadie, porque todas las personas son, en gran- deza, iguales 4 nosotros, tampoco vemos en nadie un valor personal ni social que no esté en nosotros. De ahf nuestra humildad ante los humildes y nues- tra grandeza ante los grandes. Id, pues, hijos mios a vuestras casas. En ellas saludad con respeto y carifio 4.los seres que os criaron. Cuantas personas enconiréis por la calle consideradias hermanas vuestras, sea cual fuere el culto que rindan 4 los dioses, el color de su piel y la calidad de sus ves- tidos». Y al acabar de decir esto el maestro, los discf- pulos salieron, riendo, del Colegio Libre, sin albo- rotar ni apedrear 4 nadie, ni siquiera 4 los gorrio- nes que, piando, buscaban por el suelo el sustento del dia.

You might also like