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De Peter Berger (comp.) en esta biblioteca La construcci6n social de la realidad Marxismo y sociologia. Perspectivas descle Europa Oriental Peter L. Berger Thomas Luckmann Amorrortu editores ‘edicién en castellano, 1968; primera réimpresién, 1972; segunda reimpresion, 1974; tercera reimpresién, 1976; cuarta ‘eimpresin, 1978; quinta reimpresién, 1979; sexta reimpresién, 1983; séptima reimpresién, 1984; octava reimpresin, 1986; nove- ‘na reimpresién, 1989; décima reimpresién, 1991; undéeima reim- presion, 1993; duodécima reimpresién, 1994; decimotereera re presién, 1995; decimocuarta reimpresién, 1997; decimoquinta teimpresién, 1998; decimosexta reimpresién, 1999 ‘Traduccién, Silvia Zuleta Revisién técnica, Marcos Giménez Zapiola Unica edicicn en castellano autorizada por Doubleday & Company, Ine., Garden City, Nueva York, y debidamente protegida en todos paises. Queda hecho el depésito que previene la ley n° 11.723. os los derechos de la edicidn en castellano reservados por rortu editores S, A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires, ‘por cualquier medio meesinieo o cleetrénieo, incluyen- fatocopia, grabacién o cualquier sistema de almaconamiento y racién de informaeién, no autorizada por los editores, viola Tndustria argentina, Made in Argentina ISBN 950-518-008.8 Impreso en los Tulleres Graficos Color Bfe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en abril de 1999, Prefacio La presente obra ha sido concebida como un tratado exégesis de diversas figuras dentro de tte a otvos desrollet de a teria socol6giea, nf siquiera demostar cémo puede operas a intesis entre algunas do esas figuras y desnrolo, ‘Tampoco debe atribuircle ninguna intention polemica, So hhan incluido comentarios eriios wbre otras paiciones te Has (no en el texto, pero si en las notas) solo cuando pueden resikar de provecho para carfcar la» presente Ergumentacion, ‘ia médula de la angumentacién se hallaré en las Seo- ciones Il y IIT ("La sociedad como realidad objetva™ “La sociedad como realidad subjeva?). La primera com tiene muestrs aprecaciones bisicas sobrs lo problemas de Ia socilogia del conocimiento, y en la sequnia eas apre= Giaiones se aplican al nivel de fa concienca subjetva, con Io que se'tende un puente teérico hacia los problemas de Priceloua social. La Seccién T contiene lo que pra dex Ecibine més adezuadamente como prolegémenoe filsstces 2 la angumentaciin central, en términos de un andlss fone. Imenolgico de ln realidad de la vida eotlana (“Las ane damentos del conocimiento en In vida cotidiana”). Et lector 2 quien seo interewe Ia argumentacton sodoldgca. prop mente dicka, tal verse sienta tentado de pasario por alto, Dero debe advertsele que certos conceptos eentalesusador fn el curvo de la exposicién se hallan definidos ena Section 1. “Aunque nuestro interés no et histrico, nos hemos sentido bligados a explicar por qué nuestro concepto de la socio- Jogia del conocimiento difiere de lo que hasta ahora se hha entendido en general por esta disciplina y de qué manera lo hace. Asi Jo hemos hecho en la Introduecién. Al final Aagregnmos algunas conclusiones para indicar 1o que con sideramos un “corolario” de la presente tarea para la teorla sociolgiea en general y para cirtos campos de Ia inves- tigacién empirica. TLa Iégica de nuestra argumentacién vuelve inevitables ‘iertas repeticones, Por ello, algunos problemas son consi- derados como paréntesis fenomenoléyicos en la Seccién T, se examinan nuevamente en la Seceién TI ya no. como PParintesi con vistas a su génesis empirica, y finalmente on tomados una ver més en la Seccién ITI en el plano ‘conciencia subjetiva. Hemos tratado de que este libro Jo mis ameno posible, pero sin violentar su. I6gica y-confiamos en que el lector comprenderd el porque ‘rpeticiones que resultan inevitables. vul’Arabi, el gran mistico islémico, exclama en uno de ““jLibranos, ch Alé, del mar de los nombres!” “rcordado a menudo evla exclamacién durante Tecturas de teoria. sociolbgica. En conse- resuelto excluir todos los nombres de lo que ttuye nuestra angumentacién concreta, que ahora puede exposicin continua de nuestra propia posicién, e interrumpa constantemente con observaciones del “Durkheim dice esto”, “Weber dice aquello”, “Ex punto eoineidimos con Durkheim y no con Weber" ‘que Durkheim no ha sido bien interpretado en t ete. De cada una de las piginas surge obvia- “mente que miestra posicién no ha surgido ex nihilo; pero de- seamos que se Ia juzgue por sus propios mérits, ‘no. por sus aspectos exexéticas o de sinted. Por To tanto, hemot tubicado todas Jas referencias en las notas, y del mismo ‘modo hemos reystrado (aunque siempre brevemente) todas las argumentaciones que poteemos junto con las fuentes de las que somos deudores. Esto ha requerido un propor- tionado aparato de notas, lo que no significa que nes hhayamos sometido al ritual de la Wisconschaftichkeit, sino ims bien que hemos sido fieles a las exigencias de In grax titud histrica, El proyecto euya realizacién constituye este libro fue con tebido por primera vez en ef verano de 1962, en el trans- ‘curso de apacibles cologuios al pie (y ocasionalmente en la cima) de los Alpes de Austria occidental. El primer plan de la obra fue elaborado a comienzos de 1963. En esa época se Io pens como una empresa en Ia que intervendrian un tercer sociloyo y dos filésofos. Los otros participantes se vieron impedidos, por diversas razones personales, de in- tervenir activamente en el proyecto, pero queremos hacer constar nuestro agradecimiento por los continuot comen- tarios criticos de Hansfried Keliner (actualmente en la Universidad de Frankfort) y de Stanley Pullbery (actual- mente en la Boole Pratique des Hautes Btudes). Lo mucho que debemos al desaparecido Alfred Schutz se pondra de manifiesto en diversas partes del presente tratado, Sin embango, desearfamos reconocer aqui la in- fluencia de las ensefianzas y los eseritos de Schutz sobre nuestras ideas. Nuestra comprensién de Weber se ha be- neficiado enormemente con las lecciones de Carl Mayer (Escuela para Graduados de la New School for Social Research) ; asf también la de Durkheim y su escuela lo ha sido por las interpretaciones de Albert Salomon (también de Ia Escuela para Graduados de Ia New School for Social Research). Luckmann, que recuerda muchas conversaciones Provechosas durante un periodo de clases conjuntas en Hobart College y en otras ocasiones, desea expresar su deuda para con las ideas de Friedrich ‘Tenbruck (actualmente en la Universidad de Frankfort). Berger desea manifestar sa agradecimiento a Kurt Wolff (Universidad de Brandeis) y a Anton Zijderveld (Universidad de Leiden) por su per manente interés critico hacia el desenvolvimiento de. las ideas coneretadas en este Kbro. Es habitual en trabajos de esta indole reconocer los aportes intangibles de esposas, hijos y demés eolaboradores privados, que integran una categoria legal més incierta. Tan solo por coniravenir esa costumbre nos sentimos tentados de dedicat este libro a un cierto Jodler de Brand/Vorarlberg. Sin embargo, deseamos agradecer a Brigitte Berger (Hunter College) y a Benita Luckmann (Universidad de Friburgo), xno por el desempefio de funciones particulares sin cardcter fico, sino por sus observaciones criticas como espe- ialistas en ciencias sociales y por su firme decisién de no ejarse impresionar fécilmente, Introduccién El problema de la sociologia del conocimiento ‘Nuestras tesis fundamentales estén implictas en el titulo yy subtitulo de este libro; ellas son: que la realidad se cons- truye socialmente y que la sociologia del conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce. Los términos claves de dichas tesis son “realidad” y “conoci- miento”, que no solo se usan corrientemente en el lenguaje cotidiano, sino que llevan tras de si un largo historial de indagaciones filoséficas. No es preciso que entremos aqui en una discusién sobre las complejidades semAnticas en cuanto al uso ya sea cotidiano o filos6fico de estos términos. Para. nuestro. propésito, bastard con definir Ia “realidad” como una cualidad propia de los fenémenos que recono- cemos como independientes de nuestra propia volicién (no podemos “hacerlos desaparece:”) y definir el “conocimiento” como la certidumbre de que los fenémenos son reales y de que poscen caracteristicas especificas. En este sentido (reco- nocidamente simplista) dichos términos tienen relevancia tanto para el hombre de la calle como para el filésofo. Bl hombre de la ealle vive en un mundo que para éles “real”, aunque en grados diferentes, y “sabe”, con diferentes grados de certera, que este mundo posee tales 0 cuales caracte- risticas. El fldsofo, por supuesto, planteard interrogantes, acerca del carécter ‘iltimo de esa “realidad” y ese “eonoci- miento”: ¢Qué es lo real? ¢Gémo conocerto? Estos figuran entre los mis antiguos interrogantes no solo de la indagacién filos6fica propiamente dicha, sino también del pensamiento hhumano como tal. Justamente por esa razén, e8 probable que la intromisién del sociélogo en ese terreno intelectual, ya consagrado provoque la extrafieza del hombre de la calle yes atin més probable que irrite al filésofo. Por consiguiente, B importa desde el principio aclarar el sentido que damos a e005 términos en el contexto de la sociologia y rechazar inmediatamente cualquier pretensién de que esta ciencia dé respuesta a esas antiguas preocupaciones filosdficas, Si hubiéramos de ser escrupulosos en la exposicién sub- siguiente, tendriamos que poner entre comillas les dos té1- ‘minot mencionados cada vez que se usaran, pero eso serfa cstiitcamente una torpeza. El hablar de comillas, sin em- argo, puede dar tn indicio sobre la manera peculiar en que dichos términos aparecen en un contexto sociolégi Podria decitse que la apreciacion sociolégica de la “realidad” iento” se ubiea a cierta distancia intermedia ntre la comprensién del hombre de la calle y la del filésofo. El hombre de la calle no suele preocuparse de lo que para él es “real” y de lo que “conoce” a no ser que algiin pro- Blema le salga al paso. Su “realidad” y su “conocimiento” los da por establecidos. El socidlogo no puede hacer otro fanto, aunque més no sea porque tiene conciencia, siste- Intica de que los hombres de Ja calle dan por establecidas “realidades" que son bastante diferentes entre una sociedad ¥ otra. El socidlogo est obligado, por la légica misma de su disciplina, a indagar, al menos, si la diferencia entre ‘unas y otras “realidades” no puede entenderse en relacién Con las diversas diferencias que existen entre unas y otras fociedades. El flésofo, por otra parte, esta obligado profe. sionalmente a no dar nada por establecido y a percibir con Suma claridad la condicién diltima de eso que el hombre de Ia calle toma por “realidad” y “conocimiento”. Dicho de otra manera, el flésofo se ve ante la obligacién de decidir Onde se necesitan comillas y dénde pueden suprimirse sin ‘esgo, vale decir, a establecer diferencias entre las aserciones que son validas con respecto al mundo y las que no lo son, Bsto no cabe dentro de las posibilidades del sociblogo, Légicy ya que no estilsieamente, esti condenado alas Por ejemplo, el hombre de la calle puede creer que posee Libre albedrio” y que, por lo tanto, es “responsable” de Sus actos, a la vex que niega esta “libertad?” y esta “ree. Ponsabilidad’” a los niffos y a los dementes. El filésofo, sea ual fuere su método, tiene que indagar acerca de la sit uacién ontol6gica y epistemoldgica de extos conceptos:.¢ E+ Wore et hombre? @Qué es la responsabilidad? ¢Cudles ‘on “ sus Unie? Cio pueden score ets coms? ya see Hivamente. Es obvio que osocblogo 9. ha eon ln epoca (rua Sa aber fo ast pune ydobe hae et inager Co a notin de bert EE Cine Gene eae es on a: cia ey eae cles eee “realidad” y, lo que es més interesante atin, c6mo esa “reali- da pods sve deapareer para nino © Fas cra cinciided care aa Eins sila en materia de “realidad” y Yona cinientt fe utls ai lnicaimente pore hed de 0 tlaidad Soda: Lo que oe” paron mone del Tet Fics wo areal” bam un bose So ngeion nore: He “Goat tre ni Foie pee ve umiaira” Se cig Gee es Scuntlaconescpecfent de Senin ySconseisiene Fertenecon a concn soles epee y que eas roe ciones tendnin que incluirse en el anélisis sociolégico ade- cuado de dichos contextos. Asi, pues, la necesidad de una “sociologia del conocimiento” est dada por las diferencias observables entre sociedades, en razén de lo que en ellas se da por establecido como “conocimiento”. Ademas de esto, th ego, alin goa’ Co sombre deb Seipare te lr ot geaerals or es canes see Mt dan por "cone ees weidads Inara Enola Palas um “onl tl conosinet dab tar oll at watacone Copa del Soman en las sociedades humanas, sino también los procesos por los a coeur tuepo "oom he oar Siaiecao socaimeee toms ee Sosenemes, por To aro, qu le villa del con aienn dork Separs de tbo i gu uns ncotad coe fice com “contigins in, Seber ni vldes 6 ‘no validez de dicho tyne Gea noes tee ion pcos). ¥ cuales oo el kanes och tedo “conocimiests bumanb te doaroll se amy sista en it siuncona soci, rclogia dal conc. fine ccied nae to caper a eco eon Cals ello se realiza de una manera tal, que una “realidad” ya stables were yr cl boris dei ale Bn ones Isliney-toncsotee nis eaaiege ae adenine Seape dl onda de is contraction dele veda is a Esta apreciacién del campo propio de ta sociologia del ‘amocimientodifere de Toque generalmente se ha enteadiin or esta diseipina desde que asf se la denominé por primera Yea unos cuarenta afios atris. Antes de comenmar muestra €xposicién conereta, ser de provecho examinar somera. Mente el desarrollo previo de la disciplina y explicar de qué modo y por qué hemos ereido necesario apartarnos de aquél _L@ expresién “sociologia del conocimiento” (Wissensso- aiologie) fue acuta por Max Scholes" Ta Goes eee tk Gécada de 1920; el tugar, Alemania; y Scheler era un filésofo. Estos tres hechos tienen gran importancia para com Brender el origen y ulterior desarrollo de la nueva dis: ‘iplina. La sociologia del conocimiento se origind en una situacién particular de la historia intelectual alemanay dentro de un contexto filesbfico. Mientras la nueva die iplina era introducida con posterioridad en el contexto s2%ioléxico propiamente dicho, sebre todo en el mundo de habla inglesa, continu6 signada por los problemas de Ia Particular situacién intelectual que le diera origen, Como re. ‘sultado, la sociologia del conocimiento permanecié come tuna preocupacién periférica para la mayoria de los socid ajenos a los probleimas particulares que afectaban a Jos pensadores alemanes en la década del veinte, Esto recaba PeGalmente para ox scislogen nortesmericanos, quienes sa mayor parte han considerado esta disciplina como una healidad marginal dots de Peristente sabor europea , mas importante aiin es que esta permans " lacn de, a socilopa del conociniento eon nr exghra onstelacién de problemas ha significado una debilidad teérica aun en aquelios sitios donde esta disciplina ha des- Pertado interés. © sea, que los mistios protagonistas de la fociologia del conocimiento y, en general, la totalidad del iiblico sociolégico la han tomado como una especie de barnia sociolégico aplicado a la historia de las ideas, La fontecuencia ha sido una gran miopia con respecto al sig. Me Wand at on es a Mit 8 oy fa eat at en ee Fel cle teria y no HAG Doe! Spctmecat die 16 nificado tebrico potencial de la sociologia del conocimiento Se han dado diferentes definiciones sobre la naturaleza y alcance de la sociologia del conocimiento y, en realidad, ‘asi hasta podria decirse que la historia de la especialidad ha sido hasta ahora la de sus definiciones diversas. No obs- tante, ha existido acuerdo general en cuanto a que se ocupa de la relacién entre el pensamiento humano y el contexto social en el que se origina. De manera que puede afirmarse que la sociologia del conocimiento constituye el foco socio- Jégico de un problema mucho més general: el de la deter minacién existencial (Seinsgebundenheit) del. pensamiento fn cuanto tal. Aunque en este caso el peso recae sobre el factor social, las dificultades te6ricas son similares alas ue se produjeron euando se propusieron otros factores (tales, como el historic, el psicolégico 0 el biolégico) como de- terminantes dl pensamiento humane. Tn todos ests casos el problema general consistié en establecer hasta qué punto el pensamiento refleja los factores determinantes propuestos 0 ¢s independiente de ells, Es probable que Ia preeminencia del problema general en Ja filosofia.alemata reciente radique en el enorme con- glomerado de erudicién histérica que fue uno de los grandes fotos jnelecunles dl siglo xx en Alezania, De wn modo ie no tiene parangén con ningtin otro periodo de la his- teria intelectual el pasado con toda su atoubroravaiedad de maneras de pensar— se “hizo presente” ante la mente contempornea mediante les esfuerzos de la erudicién his- térico-cientifica. Resulta arduo disputarle a la. erudicién alemana su primacia en esta empresa. Por ello no nos sor- prende que el problema teérico planteado por aquélla re Percutiera més agudamente en Alemania, Este problema puede describirse como el vértigo de Ia relatividad, Su die Iensién epistemolégica resulta evidente. A nivel empirico lev6 a la preocupacién de investigar lo més concienzuda- ‘mente posible las relaciones concretas entre el pensaimiento ¥ sus situaciones histbricas. Si esta interpretacién ex correcta, la sociologia del conocimiento se hace cargo de un problema planteado originariamente por la investigacién histrica, en forma mas restringida, es verdad, pero cargando el acento ésencialmente sobre lab mismas cuestiones 2 Of. Wilhelm Wiadelband y Heinz: Heimsceth, Lehrbuch der Geschichte der Philosophie (Tubings, Mobr, 1980), pp. 603 ysis 7 Niccl problema general, ni su formulacién mas restringida son cosa nueva, Se advierte en la antigiiedad una conciencia fen cuanto a los fundamentos sociales de los valores y con= cepciones del mundo. Por lo menos, ya en el Siglo de las Tnices esta conciencia eristalizs ent un tema importante del Pensamiento occidental moderno. Por lo tanto, seria posible establecer una cantidad de “gencalogias” para el problema central de la sociologia del conocimiento®. Hasta puede afirmarse que el problema esti contenido in nuce en la famosa afirmacién de Pascal que dice que lo que es verdad ide un lado de los Pirineos es error del otro lado*, Sin ‘embargo, los antecedentes intelectuales inmediatos de Ia so- ciologia del conocimiento son tres corrientes del pensamiento “alemin decimonénico: la marxista, la niewscheana y la _historicista. La sociologia del conocimiento derivé de Marx su pro- ‘bisica, a saber que la conciencia del hombre esté por su ser social ®, Naturalmente, se ha dis- Misildoemueho sobre: la clase. de-determinacién que Marx “tenia en mente, No es arriesgado afirmar que mucho de la ‘gran “lucha contra Marx” que caracterizé, no solo los co- ‘mienzos de la sociologia del conocimiento, sino también la *época elisica” de la sociologia en general (particularmente ‘como se manifiesta en Ins obras de Weber, Durkheim y Pareto), fue en realidad una Tucha con una interpretaci6n fernénea de Marx debida. a ciertos marsistas posteriores. Esta proposicién cobra plausibilidad cuando reflexionamos sobre el hecho de que los importantisimos Manuscritos econdmicos 4 filoséficos de 1844 no fueron redescubiertos hasta 1992 y {que todas las inferencias de este re-descubrimiento pudieron ter estimadas en investigaciones marxistas realizadas solo 5 Alert Sloman, Tn rau of Flightenment (Nurs York Meridian Books, 1968); ‘Hans Barth, Wahrheis und Ideofopio (Zurich, Manet, 1945) Wemer Stark, The Sociology of Knoml= edge (Chicago, Free Press of Glencoe, 1996), pp, 46-7 sigs: Kurt Loti ‘(comp.), Ideologie (Neuwied/Rhein, ‘uchterband, 1961), Pp, 13.7 sen 's Pansamientor, v. 294 8 Gf Karl Mats, Die Friduchriften (Stuttgart, KrBner, 1953). Los Mansscrtos econdmicos 9 filibjicos de 1844 estén en pp. 225, ¥ tie Parte de los Manuscritor esta publicada en castellano en Wb de Erich Frommc, Marz 9 su concepto del hombre (México, FOE, 1966). 18 ——e después de la Segunda Guerra Mundial. Sea como fuere, la soctologia del conocimiento heredls de Marx no solo la ag disima formulacién de su problema central, sino también algunos de sus conceptos claves, entre los que habria que ‘mencionar, en particular, los de “ideologia” (ideas que seven como arma para intereses sociales) y “falta con- ‘iencia” (pensamiento alejado del verdadero ser social del ‘que piensa). La sociologia del conocimiento se ha sentido seducida Particularmente por un par de conceptos formulados por Marx, los de “infraestructura /superestructura” (Unterbau/ Ueberbau). Especialmente en este punto se desat6 Ja con troversia acerca de la interpretacién correcta del propio pensamiento de Marx. Con posterioridad, el marxismo fendié a identifiear “infraestructura” con estructura eco- némica tout court, de Ia cual suponiase entonces que la “superestruetura” era un “reflejo” directo (el caso de Lenin, por ejemplo). Se sabe ahora que eso es interpretar errénea- mente el pensamiento de Marx, como ya podria hacerlo suponer el caricter esencialmente mecanicista (més que ialéctico) de esta clase de determinismo econémico. Lo ‘que a Marx le interesaba era que el pensamiento humano se funda en la actividad humana (el “trabajo” en el mas amplio sentido de la palabra) y en las relaciones sociales provocadas por dicha actividad. La “infraestructura”” y la superestructura” se entienden m tividad humana y mundo producido por esa actividad res pectivamente ®. De cualquier modo, el esquema fundamental de “infraestructura/supercstructura” ha sido adoptado en iversas formas por la sociologia del conocimiento, empe- © Sobre, el exquema Unterbou/Ucberbeu de Mars, cf. Keel Kautily, “Verhilins von Unterbau und Ucberbay™ en Der Mar- Himas, tom. por Iring Fetsher (Munich, Piper, 1962), pp, 160 fees Anton Cabeioly “Di Vermiedetg evichen "Bec und Usher”, ibid, pp. 167 y nigny JeaneYves Calven La penite de Kort Mare (Pass, hiiions a Soul, 1988), pp. 224" sens Persamivnto de Carlos Mars (Madrid, Yau 1964), La es ax Portnteraformulacién act problema en el sglo 3 ela de Gyo Tnkdes, em au Geschichte tnd Klauenbecntern (Betin, 1929), hoy mi acesible om traduccién francesa, Hstote ef concience de classe (Paris, ations de Minuit, 1960). La sprecacién de Lukdes lteren del concept de Marx em'chanto’ Ta dlectica cada mis Bath fer babes wielancndy ex cat une cloacal fectesshee Iento de los Manusctos econdmicosy fosifices de 1044 19 zando por Scheler, siempre suponiendo que existe cierta felaci6n entre el pensamiento y una realidad “subyacente” distinta del pensamiento. La fascinacién ejercida por este fesquema prevalecié, a pesar de que gran parte de la socio- Togia del conocimiento haba sido formulada explicitamente €n oposicién al marxismo y de que dentro de ella hay dife- entes posiciones con respecto a la naturaleza de las relacio- nes entre ambos componentes del esquema. ‘Las ideas de Nietzsche tuvieron una continuacién menos explicita en Ja sociologia del conocimiento, pero tienen mucho que ver con su trasfondo intelectual’ en general y on la “atmésfera” en la cual surgié. El anti-idealismo nietscheano, que a pesar de las diferencias de contenido 2o difiere del anti-idealismo de Marx en la forma, introdujo pperspectivas adicionales en cuanto al pensamiento humano {como instrumento de lucha por la supervivencia y el poder ietache desarrollé su propia teoria de la “falsa conciencia” us andlisis del significado social del engafio y el auto- i, y de la ilusién como condicién necesaria para la da. El concepto de Nietzsche sobre el. “resentimiento” ‘como factor generador para ciertos tipos de pensamiento Jhumano fue adoptado directamente por Scheler. Aunque més ga general, puede decise que la sociloia del conociniento representa una aplicaciOn especifica de lo que Nietache enomind con acierto el “arte de la. desconfianza” *, El historicismo, sobre todo como se manifiesta en las obras de Wilhelm Dilthey, fue precursor inmediato de Ja socio- logia del conocimiento®, El tema dominante aqui fue un 1 Las obras més importantes de Nietzsche para In socflogia det emacinint won Ths Conca of Moral, 7 The Wil to Powe. frgumentaciones tubsidisrias, cf Walter A.” Kaufmann, Nistciche (Nueva, York, Meridian’ Books, 1956); Karl Lovith, From Hegel to Nietzsche (traduceién ingles, Nueva York, Holt, ipchart and Winston, 1964). 8 Una de las primeras y més interesantes aplicaciones del penst- tient de Nietasche a una socllogia del conocimiento es Ia de Aired Seidel en Bewusstsein ls Verhngnis (Bonn, Cohen, 1927). Seidel, que habla sido discipulo de Weber, tratd de combinar Nictathe y Freud con una critica. sociclogica radical dela "Una de las argumentactones més sugerentes de la rl ‘entre el historicims y Is sociologia cr la de Carlo. Al Toeiologie (Plorencia, 1940). "Tambien ef jonsciousness and Society (Nueva York, Knopf, 1956), pp, 188 y sign. La obra mis importante de Wilhelu Dilthey 20 | sentido abrumador de la relatividad de todas las perspec tivas sobre el acontecer humano, vale decir, de la histo- ricidad inevitable del pensamiento humano, La insistencia historicista en cuanto a que ninguna situacién histrica podia entenderse salvo en sus propios términos, pudo tra- ucitse facilmente en un Enfasis sobre la. situacién social del pensamiento. Ciertos conceptos historicistas, tales como Ja “determninacién situacional” (Standortsgebundenheit) y el “asiento en la vida” (Site im Leben) pudieron interpretarse irectamente como referidos a la “ubicacién social” del pensamiento. Mas en general, la herencia historicista de la Sociologia del conocimiento predispuso a esta cltima hacia un acentuado interés por la historia y hacia el empleo de un iodo esencialmente histérico, hecho que, de paso, con tibuyé también 2 su marginacién en el Ambito de la socio- Jogia norteamericana, El interés de Scheler por Ja sociologia del conocimiento y por las cuestiones socioléicas en general fue esenciaimente luna etapa. pasajera de su carrera filoséfica®, Su propésito Xiltimo era establecer una antropologgia fileséfiea que tras cendliese la relatividad de los puntos de vista especficos ubicados histérica y socialmente. La sociologia del. conoci- miento habria de servirie como un instrumento para ese fin, ya que su propésito principal era despejar los obsticulos, interpuestos por el relativismo a fin de_proseguir la ver- dadera tarea filos6fica. La sociologia del conocimiento de ‘Scheler es, en un sentido muy real, Ia ancilla philosophiae, yide una filosofia muy espectfica, por afiadidura. De acuerdo con esta ofientacién, la sociologia del cono- cimiento de Scheler constituye esencialmente un método negativo. Scheler argumentaba que la relacién entre los “factores ideales” (Idealjaktoren) y los “factores reales” (Realfaktoren) —términos que traen clara reminiscencia del esquema marxista de la “infraestructura /superestructura?”— no era més que una relacién reguladora. Es deci, los “fac- tores reales” regulan las condiciones en que ciertos “factores para nucsiros actuales propésitas es Der Aufbau der geschichilichen Walt in den Geitosoitienschoften. (Stuttgart, Teubner, 1958). 30 Para un excelente estudio de la concepcién de Scheler sobre In sociologia. del conceimiento, f. HanseJoachim Lieber, Wiren tind Geselschaft (Tubinga, Niemeyer, 1952), pp. 55 9 sigu. Ver también Stark, op, cit, pasrim, an ideales” pueden aparecer en la historia, pero no pueden afectar el contenido de estos tltimos. En otras palabras, la sociedad determina la presencia (Dasein), pero no la natu taleza (Sosein) de las ideas. La sociologia del conocimiento 5, por tanto, el procedimiento mediante el cual ha de estu- diarse la seleccién histérieo-social de los contenidos idea- cionales, sobreentendiéndose que los contenidos mismos son independientes de Ia causalidad hist6rico-social y, por ende, inaccesibles al andlisis sociol6gico. Si quisiéramos describit frificamente el método de Scheler, diriamos que es arrojar ‘una tajada al dragén de Ia relatividad, pero solo para poder Penetrar mejor en el castillo de la certidurnbre ontolégica. ‘Dentro de esta armazén, intencional ¢ inevitablemente mo- desta, Scheler analizé con’ mucho detalle la manera como el conocimiento humano es ordenado por la sociedad. Destacé que el conocimiento humano se da en Ia sociedad como un 4 priori de la experiencia individual, proporcionando a esta fltima su ordenacin de significado, Esta ordenacién, si bien és relativa con respecto a una situaci6n hist6rico-social par- ticular, asume para el individuo la apariencia de wna ma- znera natural de contemplar el, mundo. Scheler la denominé “concepcién relativo-natural del mundo” (relationatirliche Weltanschawung) de wna sociedad, concepto que todavia se considera central en la sociologia_ del. conocimiento, ‘A Ia “invencién® de la sociologia del conocimiento por ‘Scheer; siguié un amplio debate en Alemania respecto de In valider, alcance y aplicabilidad de la nueva disciplina ™ De este debate surgié una formulacién que sefalé la trans- posicién de la sociologia del conocimiento a un contexto ‘més estrctamente sociol6gico. Fue la misma formulacién 48 Para el desenvolvimiento general de In sociologia.slemans urante este periodo, ¢f. Raymond Aron, La sociologie allemande ‘contemporaine (Paris, Preses Universitaires de Trance, 1950); La ociologta alomana contempordnea (Buenos Aires, Paidés, 1963) Para importantes contribucioner de este periodo con reapecto a Ia ‘tociologia del conocimiento, - Siegtred Landshut, Krish der Sovilogie (Munich, 1929);" Hans Freyer, Soriologie als Wirkich- heitwiszencheft (Leipaig, 1930)3 EractGrinveald, Das Problem ‘der Sosiologie des Wiscent (Viena, 1994); Alexander von Scheting, Mas Webers Wisenichaftsehre. (Tubingn, 1984). Esta iltima abra, ‘que sigue siendo el estudio més importante sobre Ia metodologia de Weber, debe entendersc en el trasfondo dela discution en {tomo de la soriologin del conacimiento, a 1a sazén centrada sobre Jas formulaciones de Scheler y Mantel. 2 «on que la sociologia del conocimiento penetré en el mundo de habla inglesa: Ia de Karl Mannheim, No es arriesgado aseverar que cuando los socidlogos se ocupan hoy de la sociologia del conocimiento, sea en pro 0 en contra, suelen hacerlo con los términos de la formulacién de Mannheim. En el campo de la sociologia norteamericana ello es féci mente comprensible si se piensa que virtualmente el total de la obra de Mannheim es accesible en versién inglesa (de hecho, parte de aquélla fue escrita en inglés, durante cl periodo'en que Mannheim ensefié en Inglaterra tras el advenimiento del nazismo en Alemania, 0 se publicé en versiones inglesas revisadas), mientras que la obra de Scheler sobre sociologia del conocimiento sigue sin traducirse hasta la fecha, Aparte de este factor de “‘difusién”, Ia obra de Mannheim esta menos cargada de “bagaje” filosdfico que Ja de Scheler. Esto se aplica sobre todo a las fitimas obras de Mannheim y se advierte si uno compara la versién inglesa de su obra principal, Ideologia y utopta, con el original alemén. Por eso Mannheim llegd a ser la figura {que ins “congenia” con los sociélogos, aun con aquellos que itican sus puntos de vista o no se interesan mucho por ellos. ‘La postura de Mannheim con respecto a Ia sociologia del conocimiento tuvo alcances mucho més vastos que la de Scheler, posiblemente porque en su obra tenia mis pre- tminencia In confrontacién con el marxsmo. Ta sociedad aparecia en ella como determinando no solo el aspecto, sino también el contenido de Ia ideacién humana, con excepeién de las matemiticas y, de algunas partes al menos, de las ciencias naturales, De exe modo la sociologia del conoci« miento se convertia en método positive para el estudio de casi todas las facetas del pensamiento humano. La preocupacién clave de Mannheim era, significativa- mente; el fenémeno de la ideologia. Distinguia entre los 12 Karl Mannheim, Ideology oad Utopia (Londres, Routledge ‘and Kegan Paul, 1936) ; Ideologiay wtopla (Madrid, Agwilar, 1950) Essays on the’ Sociology of Knowledge (Nueva York, Oxford University Press, 1952): Bisays on Sociology and Social Piychology (Nueva York, Oxford University Press, 1953); Ensayos de socto- logla y pricologta social (Mésico, ¥-CLE., 1963); Bays on the Seciology of Culture (Nueva York, Oxford University Press, 1956); Burayor cobre soriolopla de la cultura (Madrid, Aguilar, 1968). Un Compendio de los mds importantes eacritos de’ Mannheim sobre Ta focologia del conocimiento, compilado y con wna. proveehota ix 23 ‘conceptas particular, total y general de ideologia: la ideo- Jogia que constituye solo una parte del pensamiento de un adversario; la ideologia que constituye la totalidad del pen- Samiento de un adversario (similar a la “falsa conciencia” de Mars) y (en este caso, como pensaba Mannheim, yendo ‘mis lejos. que Marx) la ‘ideologia como caracteristica, no solo del pensamiento gle un adversario, sino también’ del de uno mismo. Con el concepto general de ideologia se alcanza el nivel de la sociologia del conocimiento, la com- prensién de que no hay pensamiento humano (con las Tinicas excepciones ya mencionadas) que esté inmune a las influencias ideologizantes de su contexto social. Mediante ‘eta ampliacién de la teoria de la ideologia, Mannheim ‘queria abstraer su problema central del contexto del uso politico para tratarlo como problema general de epistemo- logia. y Sociologia histérica, Aunque Mannheim no compartia. las ambiciones onto- légicas de Scheler, tampoco se sentia eémodo dentro del anideologisno al que su pensamiento parecta llevarlo, Aeniié el término “relacionismo” (en contraposicién a “re- Jativismo”) para denotar la perspectiva epistemolégica de su sociologia del conocimiento, lo que 10. significa una ‘apitulacién del pensatniento ante las relatividades histrico- Sociales, sino un limitarse a reconocer que el conocimiento solo puede darse desde una posicién determinada, En este punto Ia influencia de Dilthey es probablemente muy isn ortante en el pensamiento de Mannheim: el problema del marxismo es resuelto con las herramientas del histo- ricismo, Sea como fuere, Mannheim ereia que las influen- cas ideologizantes, aunque no pudiesen ser erradicadas del todo, podrian mitigarse mediante el. andlisis sistemético del mayor niimero posible de variantes de las posiciones ‘construidas sobre bases sociales, En otras palabras, el objeto del pensammiento se va aclarando progresivamente con esta ffoduccién por Kurt Wolff, es Wisrenerosiologie (Neuwied/Rhein, uehterhand, 1964). Para estudios complementarios sobre la com ‘epeiéa de Mannhcim ‘accrea de la eoviologia del conocimicnto, Jacques J. Maquet, Sociologie de la. connaitsance (Lovaine, Nauwelaerty 1949); “Aron, op.. cit: Robert 'K. Merton, Social Theory and Social Structure (Chicago, Free Press of Glencoe, 1957), pp. 409'y sige; Teoria y astructura sociales (México, FOES 1964); Stark, op. cit; Licher, op. ci, 24 is ‘acumulacién de tas diferentes perspectivas que de él se dan. Esta seré tarea de la sociologia del conocimiento, que de tal forma ha de convertirse on valioso ausiliar para la Iisqueda de cualquier comprensi6n correcta del acontecer humano, ‘Mannheim erefa que los diferentes grupos sociales varlan ‘muicho en cuanto a capacidad para trascender asi sus propias posiciones limitadas. Confiaba sobre todo en la “intelligentsia sin ataduras sociales” (freischwebende Tntelligens, término derivado de Alfred Weber), especie de estrato intersticial al que consideraba relativamente libre de intereses de clase Mannheim también destacaba el poder del pensamiento “atépico”, que (al igual que la ideologia) produce una imagen distorsionada de Ja realidad social; pero que (a diferencia de Ia ideologa) pose el dinamismo requerido pata transformar esa realidad en su imagen de ella. Resulta superfluo afiadir que Tas observaciones anotadas no pueden en manera alguna hacer justicia a la concepcién de Scheler 0 a la de Mannheim sobre la sociologia del to. No es és nuestra intencién en este lugar. Solo hemos indicado algunos rasgos esenciales de las dos eoncepeiones, a las que con acierto se las ha llamado, ree pectivamente, concepeién “‘moderada” y_concep ical” de la sociologia del conocimiento #8. Lo notable es que el desenvolvimiento subsiguiente de esta diseiplina con- Sisti, en.gran medida, en criticas y modificaciones de es08 dos conceptos. Como ya hemos sefialado, Ia formulacién de la sociologia del conocimiento por Mannheim ha seguido dando los términos de referencia para dicha disciplina de manera definitiva, particularmente en el caso de In socio- Jogia de lengua inglesa. Bl sociélogo norteamericano més importante que dedicé seria atenciin a la sociologia del conocimiento ha sido Robert Merton ™. Su indagacién acerca de la. disciplina, ‘que abarca dos capftulos de sx obra fundamental, ha ser- vido como provechosa introduccién en dicho terreno para los sociélogos norteamericanos que se han interesado en ello, Merton construyé un paradigma para la sociologia del conocimiento volviendo a exponer sus temas principales en 39 Reta caracterizaclin de Jas dos formulaciones tiginales de Is disciplina fue hecha por Lieber, of. cit. WCH. Merton, op. ct pp. 439'y sigs. 25 forma sucinta y coherente, Esta construccién resulta de {interés porque aspira a integrar el enfogue de Ia sociologia del conocimiento con el de la teoria estructural-funcional. Los propios conceptos de Merton acerca de las funciones “unanifiestas” y “latentes” se aplican a la esfera de la idea- cin, y se extablece la distincién entre las funciones buscadas ¥ conscientes de las ideas, y las funciones no buscadas inconscientes. A la vez que Merton se detuvo sobre la obra de Mannheim, que era para él el sociélogo del conocimiento por excelercia, puso de relieve la significacién de la escuela, de Durkheim y de la obra de Pitirim Sorokin. Interesa, ‘anotar que Merton no fue al parecer eapaz de advertic la televancia que, para la sociologia del conocimiento, tienen algunos hechos salientes en la psicologia social norteame- ticana, como por ejemplo la teorfa de los grupos de refe- rencia, que analiza en otra parte de la misma obra. Talcott, Parsons, que también se ocupé de la sociologia el eonocimiento #, se limita principalmente a una critica de Mannheim, sin buscar la integracién de esa disciplina dentro de su propio sistema teérico. En su sistema se ana- Jizan, indudablemente, los pormenores del “problema del papel de las ideas” pero dentro de un marco de referencia ‘muy distinto del de 1a sociologia del conocimiento, tanto de Scheler como de Mannheim #, Por ello nos atreveriamos a decir que ni Merton ni Parsons han superado decidida- mente la sociologia del conocimiento tal como fue formulada por Mannheim. Otro tanto puede decirse de sus criticos. Para mencionar solo al més verbalista de entre ellos diremos que C. Wright Mills se ocupé de la sociologia del conoci- miento en sus primeras obras, pero de manera expositiva y sin agregar nada a su desarrollo tebrico #7. Un esfuerzo interesante por integrar Ia sociologia del 18 Of, Talcott Parton, “An Approach to the Sociology of Know. ledge" en Transactions of the Fourth World Congrass of Sociology (Lovaina, International Sociological, Asociation, 1959), vol. 1V, pp. 25 7 sign; “Culture and the. Social System", en ‘Parvons Stes (compr), Theories of Sociely (Nueva. York, Free. Pres, 1861), val. t,'pp, 969 ¥ sis. 36 Gf, Talcott Parsons, The Social System (Glencoe, T, Free Press, 1951), pp. 326 y tgs; "El sistema socal” (Madrid, Revista de. Gecideste, 1986), mich, S iiah Mls Pour, Poli and Fel (cra York tne i "Poder, politica y pueblo (México, EGE, 1968)? 7 7 mes 26 conocimiento en un enfoque neopositvista de Ia sociologia fn general es el de Theodor Geiger, quien ejercié gran in- fiuencia sobre la sociologia escandinava después de emigrar de Alemania". Geiger retorné aun concepto mis res twingido de la ideologia como pensamiento socialmente dis torionadlo y sostuvo la posibilidad de superar la ideologia ateniéndose concienzudamente a cénones cientificos de pro- cedimiento, El enfoque neopositivista del anéliss ideoléaico se ha continuado mas recientements, dentro de la sociologia en idioma aleman, con la obra de Ernst Topitseh, quien hha puesto de relieve las raices ideolégicas de diversas po- Siciones filosficas#, En razén de que el anil sociolégieo de las ideologias constituye una parte importante de la tociologia del conocimiento, tal como la definié Mansheim, haa despertado bastante interés tanto en la sociologia europea, como en la norteamericana a partir de Ia Segunda Guerra Mundial”, El intento de mis largo aleance para sobrepasar a Mann- hieim en la claboracién de una vasta socilogia del conoci- rmiento es probablemente el de Wemer Stark, otro erudito teuropeo extigrado que ha dictado eétedra en Inglaterra y en Jos Estados Unidos, Stark llega mis leas en el propésito de ejar atrés el énfasis puesto por Mannheim sobre el pro- blema de Ia ideologia. La tarea de la socilopia del conoci- rmiento no ba de consistir en desenmascarar o revelar las, istorsiones que se producen socialmente, sino en el estudio Sistemitico de las condiciones sociales del conocimiento en fevanto tal. Dicho sin rodeos, el problema central es la tociologia de In verdad, no la’sociologia del error. A. pesar 18 Cf, ‘Theodor Geiger, Ideologie und Wahrheit (Stuttsart, ‘Humbol, 1993) Arbeiten zur Sosiologie (Neuwied/Rhein, Luck tethand, 1962), pp. 412 sigs 19 Cf, Ernst ‘Topitach, Vorn Ursprumg und Ende der Metophysik (Viens, Springer, 195); Sosialphilosophie zwischen Ideologie und Wiseenschafe (Neuwied/Rhein, Tauchterhand, 1961), Una. impor- tante influencia sobre Topitech ex la de la tscuela de positivin Jegal de Kelson, Pars Tas implieaciones de esta Gitima en la socio: ogia del conocliniento, of. Hane Keleen, Aufsdtce sur Tdeologiehitik (Newwied/Rhein, Luchterhand, 1964) 29"Cf. Daniel Bell, The End of Edeolosy (Nueva York, Free Press af Glencoe, 1960); Kurt Lenk (comp.), Tdeologie; Norman Birnbaum (comp.), The Sociological Study of Ideology’ (Oxford, Blackwell, 1962) BV Gf. Stank, op. lt a mina de su enfoque discriminatorio, Stark se halla probablemente mis cerca de Scheler que de Mannheim en su concepcién de las relaciones entre las ideas y su contexto social. Asimismo, es evidente que no hemos intentado ofrecer ‘un panorama histérico adecuado de la historia de la socio- logia del conocimiento. Ademés, hasta este momento hemos pasado por alto hechos que teéricamente podrian ser rele- vantes a la sociologia del conocimiento, pero que no han sido considerados asi por sus propios protagonistas. En otras, palabras, nos hemos limitado a hechos que, por asi decir, se hhan agrupado bajo el estandarte de “sociologia del conoci- ‘miento” (considerando la teoria de Ia ideologia como parte de esta vitima). Esto ha servido para destacar muy clara- mente un hecho. Aparte del interés epistemolégico de al- _gunos sociélogos del conocimiento, el foco empirico de la atencién ha estado casi exclusivamente sobre el émbito de las ideas, es decir, del pensamiento to6rico. También fs ése el caso de Stark, quien puso a su obra principal sobre sociologia del conocimiento el subtitulo de “Ensayo para contribuir a una mayor comprensién de Ta historia de las ideas”. En otras palabras, el interés de la sociologia del conocimiento se ha centrado en el plano teérico sobre cues: tiones epistemolégicas y en el plano empirico sobre cuestiones de historia intelectual. Deseariamos destacar que no hacemos ninguna clase de reservas en cuanto a la validez e importancia de estos dos ‘grupos de cuestiones. Sin embargo, nos parece desafortunada la circunstancia de que esta constelacién particular haya dominado la sociologia del conocimiento hasta este _mo- mento. Insistinos en que, como resultado de ello, todo el ificado te6rico de la Sociologia del conocimiento se ha coscurecido. Incluir cuestiones epistemolégicas referentes a la validez cimiento sociolégico dentro de Ia sociologia del to es algo asi como querer empujar el coche que 10 conduce. Ciertamente que la sociologia del cono- cimiento, como toda diseiplina empirica que retine pruebas acerca de Ia relatividad y la determinacién del pensamiento humano, tiende hacia cuestiones epistemolégicas que con- ciemen @ la sociologia misma, asi como a cualquier otro ‘cuerpo de conocimientos cientificos. Como ya hemos hecho notar, la sociologia del conocimiento desempeiia en esto 28 ‘papel similar al de la historias Ta psiclogia ya bloga, para mencionar solamente tes de las mas importante Splines empfriess que han eausado ‘lifcultades ala epi temologia. La extructura Toga de esas difiuttades es en fondo ia mitra en todos los easor:_ycémo. puedo estar teguro, digamon, de mi anlisspoioldgco de las coxtambres dela clase media norteamericana en vista del hecho de que Iss categorias que utlizo para dicho andss eatin condi Gionadas por formas de pensamiento histGricamente.rela- fivas; de que yo mimo y todo lo que yo pienso estos determinados por mis gees y por mi arraizada hosted Tacia mis semejantes, y de que, para colo, yo mismo formo parte de Ia clase media norteamericana? Tejor ext de nuerico imo sdiayar todas esas cuestiones ‘Todo lo que sostenemos ages que tals cucstions, de Por s, no forman parte de la diciplina empiica de la eo. Sologia. Corresponien en realidad la metodologia Glas encias sociales, cometido que alae a la flosefia y que or defincién es dstinto de la socologa, In. cual ch, por Sarto, objeto de tales invesaciones, La. soeiologia. del onocimento, junto. con aquellas otras cence. empiicas gue son pertirbadora dela épisemolog'a, “alimentark” con Droblerar eta iavestizacign metodelgica. Pere no puede resolver estos problemas dentro. de st propio. marco, de referencia, = Por esa razin hemos excluido de a sociologia del conoci- sniento lor problemas epistemologies y metodolcos que incomedaban a sus dos principales ereadores. En virtud de esta exlisin, nos coloeamos al margen de ln. coneepcion Que de esta dscplina tuvieron Scheler y Mamnheis, y de Tor posteriores socidlogos del conocinicnto. (especialmente Jay de-orentacién neopositvita) que. compartan dicka concepcién a este reapecto. En todo el curso Ge a presente tha hemos pueso reseltamente entre parénteis chalgvier tuestién epistemolégica o metodoligica acerca de la validez de} aniliissociolgico, en In. socologia. del. conociniento propiamente dicka o en cualquier otto carpe. Comsderamos ue la socologa del conocatiento es parte de la dsepina tmptica de Ia socologin, Nucstro propinito en este agar 65, por supuesto, trio, Pero nuestra teorzacion atate a 12’ dincplina empirien en sus problemas concrton, 20 a ia ‘nvestigncign filosfica wbre los fandamentos de la tsepting 29 ‘empfrica. En resumen, muestro trabajo versa sobre teoria socioligica, no sobre metodologia de Ia sociologia. Solamente fn una de las secciones de este tratado (la que sigue a la introduccién) traspasamos los limites de la teorfa socio- légica propiamente dicha; pero es0 por razones que poco tienen que ver con la epistemologia, como se explicars oportunamente. Como quiera que sea, debemos volver a definir cuél es Ja tarea de la sociologia del conocimiento en el plano em= pitico, 0 sea, como teoria acoplada a la diseiplina empirica, e Ia sociologia. Como ya hemos visto, en este plano la sociologia del conocimiento se ha_ocupado de la historia, intelectual, en el sentido de historias de las ideas. Nueva- ‘mente, querriamos destacar que es éte un tema por cierto muy importante de indagacién sociolégica. Ademés, con- ‘rastando con muestra exclusién del problema epistemo- égico/metodolégico, admitimos que dicho tema pertenece 4 la sociolozia del conocimiento. Sostenemes, empero, que cl problema de las “ideas”, con la inclusién’ del problema cexpecial de la ideologia, constituye solo una parte del pro- blema mis vasto de la sociologia del conocimiento, y no una parte central La sociologia del conocimiento debe ocuparse de todo to que se considere “conocimiento” en la sociedad. En cuanto se emuncia esta proposicién, se advierte que el tema de la Historia intelectual esta mal elegido o, més bien, est mal ‘lesido si se vuelve tema central de la sociologia del cono- cimiento. El pensamiento teérico, las “ideas”, las Weltans- ‘chauungen no tienen tanta importancia dentro de la so- ciedad. Aunque toda sociedad contiene estos fenémenos, ellos solo son parte de la suma de lo que se toma como “eono- cimiento”. Solo un grupo muy limitado de gente en toda sociedad se dedica a teorizar, al negocio de las “ideas” a la elaboracién de Wellanschauungen. Pero todos en la sociedad participan de su “conocimiento”, de una uw otra ‘manera. O sea que son apenas unos pocos los que se dedican a la interpretacién te6riea del mundo; pero todos viven en. ‘un mundo de cierta clase. Tomar como tema el pensamiento te6rico resulta no solo indebidamente restrictive para. Ta sociologia. del conocimiento, sino también insatisfactorio, Porque aun est parte de “‘conocimiento” aprovechable so- cialmente no puede entenderse del todo si no se la ubica 30 dentro del marco de referent del “conocimiento”, Es debilidad natural de los teorizadores exagerar la im- Portancia del pensamiento teérico en Ia sociedad y en la historia, Por eto se hace més indispensable corregir esta equivocacién intelectual. Las formulaciones teéricas de la realidad, ya sean cientificas, o filos6ficas, 0 aun mitol6gicas, no agotan lo que es “real” para los componentes de una sociedad. Puesto que asi son las cosas, la sociologia del conocimiento debe, ante todo, ocuparse de lo que la gente “conoce” como “realidad” en su vida cotidiana, no-teérica © pre-tedrica, Dicho de otra manera, el “conocimiento” del sentido comin més que las “ideas” debe constituir el tema central de la sociologia del conocimienta, Precisamente este “conocimiento” constituye el edificio de significados sin el ‘cual ninguna sociedad podria existir. La sociologia del conocimiento debe, por lo tanto, ocu- parse de la construccién social de Ia realidad. El anélisis Ge la articulacién teérica de esta realidad seguiré cons- ‘ituyendo, por cierto, una parte de esa preocupacién, pero no la més importante. Quede pues en claro que, a pesar de la exclusién del problema epistemolézico /metodolégico, To que aqui se sugiere es una nueva definicién trascendente sobre el alcance de la sociologia del conocimiento, mucho ‘més amplio que el que hasta ahora se ha adjudicado a esta disciplina. Surge la cuestién de cuiles son los ingredientes teéricos que deberfan agregarse a la sociologia del conocimiento para permitir su re-definicién en el sentido mencionado. La percepcién fundamental sobre la necesidad de dicha de- finicidn se la debemos a Alfred Schutz. En toda su obra, tanto de filésofo como de socidlogo, Schutz. se concentré en la estructura del mundo del sentido comin en la vida co- tidiana, Si bien é mismo no claboré una sociologia del conocimiento, percibié con claridad dénde deberia centrarse la atencién de esta disciplina: de un anilisis més general ‘Todas las tipificaciones del pensamiento de sentido ‘comin son de por si elementos integrales del Lebenswelt concreto, histérico, socio-cultural, dentro del eual pre~ valecen como establecidos y como aceptados social- mente. Su estructura determina entre otras cosas la 31 Aistibuci6n social del conocimiento y su_relatividad yy relevancia para el ambiente social concreto de un grupo conereto en una situaci6n histériea también con- trea. He ahi los problemas legitimos del relativirmo, del Historiciomo y de la ast Wamada sociologia del ‘conociraionto ™. Y también El conocimiento se halla distribuido socialmente y 1 mecanismo de esta distribucién puede constituirse en objeto de una dicplin socio, Bs verdad que eos la asf llamada sociologia del conocimiento Tit embargo, avo raras excepeone, la dacplina adi mal llamada ha enfocado el problema de In disti- bucién social del conocimiento inicamente desde el Angulo de la fundamentacién ideolbgica de la verdad fen su dependencia de las condiciones sociales y especial- mente econémicas, 0 desde el de las inferencias sociales de Ia educacién, o del “sol” social del intelectual. No son los sociélogos sino los economistas y ls filsofos Tos gue han estudiado algunos de los muchos otros aspectos teéricos del problema *. ‘Aungue por nuestra parte no concederiamos a la dis- tefbucgn social del conocimiento el lugar central que Schute le otorga en el pasaje citado, coincidimos con su critica de la “disciplina asi mal llamada” y hemos tomado de él ‘nuestra nocién bésica en cuanto a la manera en que debe recdefinire la tarca de la sociologia del conocimiento. En las consideraciones que siguen dependemos mucho de Schutz fen cuanto a los prolegémenos de los fundamentos del co- nocimiento cotidiano y tenemos una gran deuda para con su obra en varios lugares importantes de nuestra argu- ‘mentacién principal. : ‘Nuestros presupuestos antropolégicos tienen gran influen- cia de Marx, especialmente de sus primeros escritos, y de las inferencias antropolégicas extraidas de la biologia’ humana por Helmuth Plessner, Arnold Gehlen y otros. Nuestra visién 89 Alfred Schutz, Collected Papers (La Hays, Nijhoff, 1962), vol, I, p. 149. La’ bastardilla ex nuestra, 0 bid, (1964), vol. I, p. 124 32 de la naturaleza de la realidad social debe mucho a Durk- heim y su escuela en 1a sociologia francesa, aunque hemos modificado la teoria de aquél sobre Ia sociedad mediante la introduecién de una perspectiva dialéctica derivada de Marx y un énfasis en la eonstitucién cle la realidad social por medio de significados subjetivos, derivado de. Weber ™. Nuestros presupuestos socio-psicol6gicos, de especial impor fancia para el andlisis de la internalizaciGn de la realidad social, estin influidos en grin medida por George Herbert Mead y algunos desarrolis de su obra debidos ala llamada ‘xcuela, simblico-interaccionista de la sociologia. norteame- icana*, En las notas finales indiearemos c6un0 se usa os distintos ingredientes en nuestra formacin teGvica, Nos ddamos perfecta cuenta, por supuesto, de que en este uso ‘po somos ni, podemos ser fieles a las intenciones originales de esas mismas corrientes diversas de teoria social. Pero, como ya hemos dicho, nuestro propésito en este lugar no H4 Pera el andl de tas implicaciones de la sociologia de Durkheim en la sociologia del conocimientoy cf. Gerard Le Beare, Society and Ideology (Nueva York, Colusita University Bookstore, 1943), pp. 54 y sige: Merton, op, cit; Geotges Gurviteh, “Pre: Dldmed de la socioogic de In connaacance”, en Traté de socitogie (Paris, Press Universitaires de France, 1960), vol, Ii, pp. 108° tig; Tretado de sociologia (Buenos Aes, Rapdlur). 8 Bl enfoque mis aproximada, dentro de To que conocemos, del “interaccionisme-simbilleo™ log problemas de! Ie soclog, del conocimiento. puede “hallare en’ Famots Shibutank “Reference Groups and Social Control”, en Humen Behavior’ and. Social roce;ses, compilado por Arnold Rore (Boston, Houghton, Miffa, 1962), pp. 128 y sigs, Bl fracaso en realizar la vinoulacion entre Is alles eocka de Mead 7 Ip Soiogin. dl covciniaty por parte de los “interaccionista-simblicor®, tene, por supuestey Ter Ticiin con la limitada "aifusign de In socilogla‘del conocimlent> ‘em América, pero su_fundamentacion teérien més importante hs de buscarse'en el hecho de que, tanto el mismo Mcoa, como aut feguidores posteriores, no desarrllaron un concepto.adecuado de la estructura social, Precisamente por esta razdny creemos, Ia ine feeracién de os enfoques de Mead y Durkheim cab tata jptorianein usd huge moar age i a como dren hacia 1a sociologin del conocimiento por’ parte de. los pucblogoe terials nortcamericanos ha impedido’ a. estos” titimos. Felacionse Sus perspectivas con una teoria, macro-ociologicn, a también Ia abvolutaignocancia con respecto a Mead es una’ acentanda tala {erica del peneamiento social nco-marsista en Ta Buropa acta, Renita’ muy irGnico que, dltimamente los teéricos ‘necmarsta hayan estado buscando una conesién ton la pelcologia feudians (que'es fundamentalmente incompatible con Tos presupuestos antro- 33 es exegético, ni siquiera de sintesis por la sintesis misma. Estamos plenamente conscientes de que en varios lugares violentamos a ciertos pensadores al integrar su pensamiento ‘et una formacién te6rica que a algunos de ellos podria, resultarles totalmente ajena. A modo de justificative decimos, que la gratitud histérica no es en sf una vietud cientifica, ‘Tal ver podamos citar aqui unas observaciones de Talcott Parsons (sobre cuya teorla abrigamos serias dudas, pero ceuya intencién integeadora compartimos plenamente) : Bl fin primordial del estudio no es determinar y ppresentar en forma sucinta lo que estos escritores jeron o pensaron sobre lot temas de que se ocuparon. ‘Tampoco es indagar directamente con respecto a cada proposicién de sus “teorias", sobre si lo que afirmaron 6 valedero a la luz del conocimiento actual, sociologico y relacionado... Es un estudio de teorta social, no de teorias, Su interés no se centra en las proposiciones aisladas y dlstintas que puedan hallarse en las obras de esos pensadores, sino en un solo cuerpo de razona~ rmiento teérico sistemdtica Noestro propésito es, realmente, dedicarnos a un “razo- namiento te6rico sistemitico”. wicos del marcixmo) sin recordar para nada 1s exstencia de Unsvtenria‘de Mead obre 1a dlaleedea entre la sociedad y i indvidvo que resultaria,ifinitamente. mds alin com aw propio hlogue, Pata citar un ejemplo recente de este irénice fendmeno, GE Georges Laposeade, Lienirée dans lave (Parlay Baitions de Himat, 1963), bee alamente sugerente, por lo dems, que podria dlecise favoca! a Mead en cada piping, Tgual onl; #i bien en tn diferente context de segregacion fntleetual, © advierte en Jor Fecientes eafversos norteameticnos por un actreamiento entre el Tarra yd frendlanisin, Un vcidogo europeo que ha abrevado, bundantemente y con Esto, em Mead y as tradicin paraconstrt tina ters scllGgiea en FofedeichTenbrack. Cf au Gascichte itd Gesellschft (Habits y, Unni de Par de ima publicalin, eapecialments Ia seecin thslada "Real Bestotes a coniais seeniscnchtins ecrnect peo do ‘rode my afin con maestro. propio. enfoque. dela. problema ‘de Mead, Tenbruck examina el orgen sci de la realidad las bases Seeiovettuctrales para la satenacion de In realdad "= Teleott Parts, Phe Structure of Social detion (Chicago, Free Pres, 1949), p. Ey A esta altura ya seré evidente que muestra re-definicién de la sociologia del conocimiento en cuanto a su naturaleza, y alcanee, Ia llevaria desde la periferia hasta el. centro ‘mismo de’la teoria sociolégica. Podlemos asegurar al lector que no tenemos interés creado en el rétulo “sociologin del conocimiento”. Mis bien ha sido nuestra apreciacién de la teoria. sociolégiea lo que nos condujo a la sociologia del conocimiento y orienté la mancra en que babriamos de volver a definir sus problemas y sus cometidos. Para mejor escribir la senda por la cual nos internamos, debemos hacer referencia a dos de las “consignas” mis famosas y mas influyentes de la sociologia. ‘Una fue. impartida por Durkheim en Reglas del mé- todo sociolégico y Ia otra por Weber en Wirtschaft und Gesellschaft. Durkheim nos dice: “La regia primera y fune damental es: Considerar lr hechossociaes tomo coda”, Y Weber observa: ‘Tanto para la sociologia en su se actual, como para la historia, el objeto de conocimiento es el complejo de significado subjetivo de la accién” *. Estas os aseveraciones no se contradicen. La sociedad, efecti ‘mente, posee facticidad objetiva. Y Ia sociedad, efecti- vamente, esté construida por una actividad que expresa un significado subjetivo. Y, de paso sea dicho, Durkheim sabia esto tltimo, asi como Weber sabia lo primero. Es justamente el caricter dual de la sociedad en términos de facticidad objetiva y significado subjetivo lo que constituye su “rea lidad sui generis”, para emplear otro término clave de Durkheim, La cuestién central para la teoria sociolégica puede, pues, expresarse asf: Cémo es posible que los sig- nificados subjetivos se ouelvan facticidades objetivas? O, en términos apropiados a las posiciones teéricas aludidas: 2Gémo es posible que la actividad humana (Handetn) pro- uzca un mundo de cosas (choses)? O sea, la apreciacién adecuada de la “realidad sui generis” dc la sociedad requiere indagar la manera como esta realidad esti construida, Sos- tenemos que esa indagacién es la tarea de la sociologia del conocimiento. 31 Emile Durkheim, The Rules of Sociological Method (Chicago, ‘ee Press 1950), pid; Lat veel Gel método soelologico (Buenos ‘Altes, Sehapire). i pl $5 Max Weber, The Theory of Social and Economic Organization (Nueva York, Oxford University Press 1947), p. 101. G). Bao romia'y sociedad (Siésico, FOE, 1964) I. Los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana 1. LA REALIDAD DE LA VIDA COTIDIANA Dado que nuestro propésito en esta obra es un andlisis sociolégico de la realidad de la vida cotidiana, més exac- tamente, del conocimiento que orienta Ja conducta en Ia Vida cotidiana, y puesto que solo tangencialmente nos inte- resa cémo puede presentarse esta realidad en diversas pers Pectivas teGricas a los intelectuales, debemos empezar por clarificar esa realidad tal como se ofrece al sentido comin de quienes componen ordinariamente la sociedad. La ma- nera_ como las elaboraciones teéricas de los intelectuales y demés metcaderes de ideas pueden influir sobre esa realidad del sentido comin, es euestion aparte, Por lo tanto nuestro cometido, aunque de caricter tebrico, engrana con la apre= siacién de una realidad que compone el objeto de la ciencia empirica de Ia sociologia, vale decie, el mundo de la vida cotidiana, Quede claro, por lo tanto, que no es propésito nuestro dedicarmos a la Tilosofia. Con todo, si queremos entender Ja realidad de la vida cotidiana, debemos tener en cuenta su caricter intrinseco antes de proceder al aniliss sociol6gieo propiamente dicho. La vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo eoherente. Como sociS- Jogos hacemos de esta realidad el objeto de nuestros an Dentro del marco de referencia que proporciona Ia. soc Jogfa, en cuanto ciencia empfrica, cabe tomar esta realidad come dada, aceptar como datos fenémenos particulares que se producen en su seno, sin investigar mayormente sus fun damentos, tarea éta que concierne a la filosofia, Sin em: 36 Dango, dado el propésito particular de la presente obra, no ppoclemos soslayar del todo el problema filoséfico. El mundo de la vida cotidiana no solo se da por establecido como rea lidad por los miembros ordinarios de la sociedad en el com- portamiento subjetivamente significative de sus vidas, Es un ‘mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que sti sustentado como real por éstos. Antes de emprender nuestra tarea principal debemos, por lo tanto, tratar de clarificar Ios fundamentos del eonocimiento en. Ia vida co diana, a saber, las objetivaciones de los procesos (y signi ficados) subjetivos por medio de Ios cuales se construye el ‘mundo. intersubjetivo del sentido comin. Para el propésito que nos ocupa es ésta una labor pre= liminar y solamente podemos esbozar los rasgos principales de Ja que creemos es una solucién adecuada al problema filos6tico; pero entendémonos, adecuada solo en el sentido de que puede servir de punto de partida para el andlisis sociol6gico. Las consideraciones que siguen tienen, por tanto, el caricter de prolegémenos filosbfices y, de suyo, pre-socio- Tigicos. El método que consideramos més conveniente para clarficar los fundamentos del conocimiento en la vida eoti- ‘empirico”, pero no % aque asi consideramos la naturaleza de la ciencias empiricas © El anilisis fenomenoldgico de la vida cotidiana, o més bien de la experiencia subjetiva de la vida cotidiana, es un freno contra todas las hipotesis causales o genéticas, a co:o con- tra las aserciones acerca de la situacién ontolégiea de los fenémenos analizados. Es importante recordarlo, El sentido 2 La totlidad de extaseceifn a basa en. Allred Schutz y Thomas Luchmann, Dis Strakturen der Labensuelt obra. en. preparacin, fn vista de To. cual nor hemos. abstendo’ de incluie’reterencat Incividvnes » aquellos lagares de la obraya pobeada de Schuts en los que se estadian for musmos problemas: Nuestra segomemacia cae lugar so basa en Shuts a come lo desrrolla Tuchman en {2 obra antes citada, in foto. El lector que dese conocer a obra fe Schuts pubicada haste ln fecha poede conta: Alfred Schute Der sinnhafte Aufbau der roscen Welt (Viena, Springer, 1960) 1 Golleced Papers valu I'y TLE lector $ quien interse ta aap- taciém que hiro Sehute del método. fenomenolépico alanis del ‘undo tocial puede consular especialmente tus Collected Peper, tal T, pp. 29'y sien, y Maurice Natanson (comp), Philosophy ff the "Sociat Science” (Nueva York, Random “Hour, 1988), pp. 183 9 ses 7 ~ comin encierra innumerables interpretaciones pre-cientificas ¥ cuasi-cientifias sobre la realidad cotidiana, a la que da por establecida, Si vamos a describir Ia realidad del sentido comin, tendremos que referimos a estas interpretaciones, asi como también tendremos que tomar en cuenta su caréc- ter de presupuesto; pero lo hacemos colocndolo entre pa- réntesis fenomenolégicos. La conciencia es siempre intencional, siempre apunta 0 se ditige a objetes. Nunca podemos aprehender tal 0 cual substrato supuesto de conciencia en cuanto tal, sino solo la conciencia de esto © aquello, Esto es lo que ocurre, ya sea que el objeto de la conciencia se experimente como parte de un mundo fisico exterior, 0 se aprehenda como ele- mento de una realidad subjetiva interior. Tanto si yo (pei ‘mera persona del singular, que aqu{ y en los ejemplos siguien- tes ocupa el lugar de la auto-conciencia ordinaria en la vida Cotidiana) estoy contemplando el panorama de la ciudad de Nueva York, como si tomo conciencia de una angustia interior, los procesos de conciencia implicados son int niles en ambos casos. No necesitamos insistir en que el tomar conciencia del edificio del Empire State se diferencia del tomar conciencia de una angustia. Un anilisis fenomeno- Jégico detallado revelaria las diversas capas de experiencia, y las dstintas estructuras de significado que intervienen, por ejemplo, en ser mordido por un perro, en recordar haber sido mordido por un perro, en tener fobia a todos los pe- 108, ete, Lo que nos interesa aqui es el cardeter intencional comiin de toda conciencia. ‘Objetos diferentes aparecen ante la conciencia como cont titutivos de las diferentes esferas de la realidad. Reconozco a mis semejantes, con. los que tengo que tratar en el curso de la vida cotidiana, come pertenecientes a una realidad muy diferente de las figuras desencarnadas que aparecen en tis suefios. Los dos grupos de objetos introducen tensiones, muy diferentes en mi conciencia y les presto atencién de rmaneras muy diferentes, Mi conciencia, pues, es capaz de mo- verse en diferentes esferas de realidad. Dicho de otra forma, tengo conciencia de que el mundo consiste en realidades riiltiples. Cuando paso de una realidad a otra, experimento por esa transicién una especie de impacto. Este impacto ha de tomarse como causado por el desplazamiento de la aten- cién que implica dicha transicién, Este desplaramiento pue- 38 de observarse con suima claridad al despertar de un suo, Entre las méiltiples realidades existe una que se presenta como Ia realidad por excelencia. Es la realidad de la vida cotidiana. Su ubicacién privilegiada le da derecho a que se Ja Tlame suprema realidad. La tensién de la conciencia Heya a su apogeo en la vida cotidiana, es decir, ésta se impone sobre Ia conciencia de manera masiva, urgente e intensa en el ms alto grado. Es imposible ignorar y atin mas diel atenuar su presencia imperiosa. Conseeuentemente, me veo obligado a prestarle atencién total. Experimento la vida cotidiana en estado de plena vigilia. Este estado de plena fgilia con respecto a existir y aprehender la realidad de la vida cotidiana es para mf algo normal y evidente por si mis- ‘mo, vale decir, constituye mi aetitud natural. Aprehendo la realidad de la vida cotidiana como una realidad ordenada. Sus fenémenos se presentan dispuestos de antemano en pautas que parecen independientes de mi aprehensién de ellos mismos y que se les imponen, La reali- dad de la vida cotidiana se presenta ya objetivada, 0 sea, constituida por un orden de objetos que han sido designades como objetes antes de que yo apareciese en escena. El len- suaje usado en la ma me proporciona continua mente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual éstas adquieren sentido y dentro del cual Ja vida cotidiana tiene significado para mi. Vivo en un. lugar que tiene un nombre geogréfico; utilizo herramientas, desde abrelatas hasta autos deportivos, que tienen un nom- bre en el vocabulario téenico de la sociedad en que vivo; ‘me muevo dentro de wna red de relaciones humanas —des- de el club al que pertenczco hasta los Estados Unidos de América—, que también estan ordenadas mediante un voca hulario. De esta manera el Jenguaje marca las coordenadas de mi_vida en la sociedad y lena esa vida de objetos sig- nifcatives. La realidad de la vida cotidiana se organiza alrededor del “aqui” de mi cuerpo y el “ahora” de mi presente. Este “aqui y ahora” es el foco de la atencién que. presto a la realidad de la vida cotidiana. Lo que “aqui y ahora” se me presenta en la vida cotidiana es lo realissimum de mi con- encia, Sin embargo, la realidad de la vida eotidiana no se agota por estas presencias inmediatas, sino que_abarea fe- rnémenos que no estin presentes “aqui y ahora”, Esto sige 39 nifica que yo experimento la vida cotidiana en grados dife- rentes de proximidad y alejamiento, tanto espacial como temporal. Lo mis préximo ami es la zona de via cotidiana irectamente accesible a mi manipulacién corporal. Esa zona contiene el mundo que esta mi aleance, el mundo en el ‘que actio a fin de modificar su realidad, o el mundo en el que trabajo. En este mundo de actividad mi conciencia ‘esti dominada por el motivo pragmético, o sea que mi aten- cién a este mundo esti determinada prineipalmente por lo que hago, lo que ya he hecho 0 lo que pienso hacer en él. De esta manera, es mi mundo por excelencia, Sé, por sue puesto, que Ja realidad de la vida cotidiana incluye zonas que no me resultan accesibles de esta manera. Pero, o bien rho tengo un interés pragmético en esas zonas, © bien mi interés por ellas es indirecto en tanto puedan ser para mi zonas manipulativas en potencia, Tipicamente, mi interés por las zonas alejadas es menos intenso y, por cierto, ‘menos urgente, Me siento profundamente interesado por el grupo de objetos que intervienen en mi tarea diaria; por ejemplo, el mundo de la estacién de servicio, si soy mecé- hoo, Me siento interesado, aunque menos directamente, por Jo que ocurre en los laboratories de prueba de la. industria automovilistiea en Detroit; es probable que jamés esté en tuno de esos laboratorios, pero la tarea que ‘alli se realiza afectaré eventualmente mi vida cotidiana. ‘Tal ver me inte- rese lo que sucede en Cabo Kennedy, o en el espacio exte- tor, pero ese interés es cuestién de un gusto particular mio, de mi “tiempo libre”, més que una necesidad urgente de mi vida cotidiana. La realidad de la vida cotidiana se me presenta ademés como un mundo intersubjetivo, un mundo que comparto con otros. Esta intersubjetividad establece una sefialada di- forencia entre la vida cotidiana y otras realidades de las que tengo conciencia. Estoy solo en el mundo de mis suctios, pero sé que el mundo de Ia vida cotidiana es tan real para Jos otros como lo es para mi. En realidad, no puedo existir en la vida cotidiana sin interactuar y comunicarme conti- rmuamente con otros. Sé que mi actitud natural para con este mundo corresponde a Ia actitud natural de otros, que tam- bign ellos aceptan las objetivaciones por las cuales este ‘mundo se ordena, que también ellos organizan este mundo fen torno de “aqui y ahora” de su estar en él y se proponen Aactuar en él, También sé, por supuesto, que los otros tienen de este mundo comin una perspectiva que no es idéntica ale mia. Mi “aqui es su “all. Mi “aliora” no se super- Pone del todo com el de ellos. Mis proyectos differen y hasta pueden entrar en conflicto con Jes de ellos. A pesar de e20, sé que vivo con ellos en un mundo que nos es comin. Y, 1o que es de suma importancia, sé que hay una correspondencia continua entre mis significados y sus significados en este ‘undo, que compartimos un sentido comin de Ia realidad do éste. La actitud natural es la actitud de la conciencia. del sentido comin, precisamente porque se refiere a un mundo que es comiin a muchos hombres. El eonocimiento del sen- fido comin es el que comparto con otros en las rutinas normales y auto-evidentes de la vida cotidiana. La realidad de la vida eotidiana se da por establecida como realidad. No requiere verificaciones adicionales sobre sm sola presencia y mas all de ella. Esta ah, sencilatnente, ‘como facticidad evidente de por si e imperiosa, S¢ que es teal, Aun cuando pueda abrigar dudas acerca de su reali- dad, estoy obligado a suspender esas dudas puesto que existo rutinariamente en la vida cotidiana. Esta suspensién de du- das es tan firme que, para abandonarla —como podria octi- air, por ejemplo, en la contemplacién teérica o religiosa—, fengo que hacer una transicién extrema, El mundo de la ‘ida cotidiana se impone por sf solo y cuando quiero desa- fiar rsa imposiciin debo hacer un esfuerzo deliberado nada fécil. La transicién de la actitud naeural a la actitud teérica del filésofo 0 del hombre de ciencia, ejemplifiea ‘ste punto, Pero mo todos los aspectos de esta realidad son fgualmente no problematicos. La vida cotidiana se divide fe sectores, unos que se aprehenden por rutina y otros que ‘me presentan problemas de diversas clases, Supongamos ‘que soy un mecinico de automéviles y. gran conocedor de todo lo referente a coches de fabricacién norteamericana, Todo lo que corresponde a este sitio aspecto es ru faceta no problematica de mi vida cotidiana. Pero un aparece alguien en el garaje y me pide que repare ‘st Vollwagen. Me veo ahora obligado a entrar en el mundo problemitico de los autor de marcas extanjras, Puedo Incelo a regafiadientes'0 con curiosdad profesional pero fen cualquiera de los dos casos enfrento. problemas. que to davia no he introducido en mi rutina. Al 10 tiempo a zo dejo la realidad de la vida cotidiana, por supuesto. La verdad es que éta se enriquecs, ya que empiezo a incor- pporarle el conocimiento y la habilidad requerides para re- Parar autos extranjeros. La realidad de la vida cotidiana barca los dos tipos de seetores, en tanto lo que parece un. problema no corresponda a una realidad completamente istinta (por ejemplo, Ia realidad de la fisica teérica, 0 de las pesadillas). En tanto las rutinas de la vida coti- diana prosigan sin interrupeién, serin aprehendidas como no. problemsticas. Pero el sector no problemético de la realidad cotidiana sigue siéndolo solamente hasta nuevo aviso, es decir, hasta que su continuidad es interrumpida por la aparicién de un problema. Cuando esto ocurre, la realidad de la vida cot diana busea integrar el sector problemitico dentro de_1o, que ya es no problemitico. El conocimiento del sentido comtin contiene una diversidad de instrucciones acerca de emo proceder para esto. Por ejemplo, las personas que trabajan conmigo son para mi no probleméticas, en tanto cumplan sus rutinas familiares y establecidas, tales como es cribir a méquina en mesas préximas a la mia en la oficina. Se vuelven problematicas si interrumpen esas rutinas; por ejemplo, si se amontonan en un rincén y cuchichean. Cuando inguiero cl significado de esa actividad insblita, nay una variedad. de posibilidades que mi conocimiento de sentido comin es capaz de re-integrar dentro de las rutinas no problematicas de la vida cotidiana: pueden estar consul indose sobre cémo arreglar una méquina descompuesta, © uno de ellos tal vex tenga instrucciones urgentes del jele, ete. Por otra parte, puede ser que me entere de que testin diseutiendo una directiva sindical para hacer huelga, Jo cual todavia esta fuera de mi experincia, pero bien cabe dentro del tipo de problema que puede encarar ‘mi conocimiento de sentido comiin. No obstante, habré. de encararlo como problema, antes que reintegrarlo sencilla- ‘mente dentro del sector no problematico de la vida cotidiana. Sin embargo, si lego @ la conclusién de que sis colegas se han vuelto locos colectivamente, el problema que surge «8 todavia de otra clase, Ahora encaro un problema que tras- ciende los limites-de 1a realidad de la vida cotidiana y que apunta a una realidad completamente distinta. Lo cierto, 6 que mi conelusién de que mis colegas han enloquecido implica, ifso facto, que se han alejado hacia un mundo que ya no ¢s el comin de la vida cotidiana. CGomparadas con la realidad de Ia vida cotidiana, otras realidades aparecen como zonas limitadas de significado, en- davadas dentro de la suprema realidad caracterizada’ por significados y modos de experiencia circunscritos. Podia, decirse que la suprema realidad las envuelve por todos la- dos, y Ia conciencia regresa a ella siempre como si vol- viera de un paseo. Esto es evidente en los ejemplos ya Gitados, el de la realidad de los suefios o el del pensamiento teérico. “Conmutaciones” similares se producen entre el mundo de la vida cotidiana y el mundo de los juegos, tanto de los nifios como —aim més sefialadamente— de los adul- tos. El teatro proporciona una excelente ejemplificacién de ste juezo de parte de los adultos. La transicién entre las realidades se sefiala con la subida y bajada del telén. Cuando se levanta el tel6n, el espectador se ve “transportado a otro mundo”, que tiene significados propios, y aun orden que tendr 0 no mucho que ver con el orden de la vida cot diana, Cuando eae el telén, el espectador “vuelve a la realidad”, es decir, a la suprema realidad de la vida coti diana en’ comparacién con la cual la realidad presentada sobre el escenario parece ahora tenue y efimera, por vivida que haya sido Ia presentacién de momentos antes. Las ex- eriencias estética y religiosa abundan en transiciones de sta especie, puesto que el arte y la religién son productores endémicos de zonas timitadas de significado. ‘Todas las zonas limitadas de significado se caracterizan por desviar la atencién de la realidad de la vida cotidiana. Si bien existen, claro esti, desplazamientos de la atencién dentro de ta vida cotidiana, el desplazamiento hacia una zona limitada de significado es de indole mucho més ex- frema. Se produce un cambio radical en la tensién de la conciencia, En el contexto de la experiencia religiosa esto se ha denominado, con justera, “salto”. Es importante des facar, sin embargo, que la realidad de la vida cotidiana retiene su preeminencia. aun cuando se produzcan “altos” e esta clase. El lenguaje, al menos, establece la verdad de esto, El lenguaje comin de que dispongo para objetivar mis, ‘experiencias se basa en la vida cotidiana y sigue tomandola ‘como referencia, aun cuando lo use para interpretar expe- iencias que corresponden a zonas limitadas de significado. a Tipicamente, yo “‘deformo”, por lo tanto, Ia realidad de tas en cuanto empieza a, emplear el Ieguaje comin para terpretarlas, vale decir, “traduzco” las experiencias que no son cotidianas volvigndolas a la suprema. realidad de la vida cotidiana. Esto puede advertirse ficilmente asocidn- dolo con la experiencia de los suefios; pero también es tipico de los que tratan de hacer conocer mundos de significado teérico, estético o religioso. El fisico tebrico nos dice que su concepio del espacio no puede transmitirse lingiisticamente, precisamente lo mismo que dicen el artista con respecto al significado de sus creaciones y el mistica con respecto a. sus comunieaciones con la divinidad. Sin embargo, todos ellos el que suefia, el fisico, el artista y el mistico— también viven en Ia realidad de la vida cotidiana, Giertamente, uno de los problemas para ellos mis importante consiste en interpretar la coexistencia de esta realidad con los reductos de realidad dentro de los cuales se han aventurado, El mundo de la vida cotidiana se estructura tanto en el espacio como en el tiempo. La estructura espacial es total- ‘mente periférica con respecto a nuestras consideraciones pre sentes. Es suficiente sefialar que también ella pose una imensién social en virtud del hecho de que mi zona de smanipulacién se interseeta con Ia de otros. Mis importante fen lo que respecta a nuestro propésito presente es Ia estruc- tura temporal do la vida cotidiana. La temporalidad es una propiedad intrinseca de la con- ciencia. El torrente de la conciencia esti siempre ordenado temporalmente. Es posible distinguir niveles diferentes. de cesta temporalidad que se da intrasubjetivamente. Todo in- dividuo tiene conciencia de un fluir interior del tiempo, que a su ver se basa en los ritmos psicoligicos del orga nnismo aunque no se identifica con ellos. Seria trasgredir en cexceso los limites de estos prolegémenos, entrar en un ange lisis detallado de dichos niveles de temporalidad intrasubje- tiva, Empero, como ya hemos indicado, Ia intersubjetividad tiene también una dimensién temporal en la vida cotidiana. El mundo de la vida cotidiana tiene su propia hora oficial, que se da intersubjetivamente. Esta hora oficial puede en- tenderse como la interseccién del tiempo eésmico con su calendario establecido socialmente seqtin las secuencias tem- porales de la naturaleza, y el tiempo interior, en sus dife- renciaciones antes mencionadas. Nunca puede haber simul- “ faneidad total entre estos diversos niveles de temporalidad, como lo ejemplifica muy claramente la experiencia de la ‘espera. Tanto mi organismo como la sociedad a que per- tenezco me imponen, ¢ imponen a mi tiempo interior, ciertas secuencias de hechos que entrafian wna espera. Puedo querer intervenir en un acontecimiento deportivo, pero debo espe- tar a que se sane mi rodilla lastimada. O también, debo esperar la tramitacién de unos papeles a fin de que pueda stablecerse oficialmente mi capacidad para intervenir en dicho acontecimiento. Fécil es advertir que Ia estructura temporal de la vida cotidiana es excesivamente compleja, porque 1os diferentes niveles de temporalidad empfricamente presente deben correlacionarse en todo momento. La estructura temporal de la vida cotidiana me enfrenta ‘4 una facticidad con la que debo contar, es decir, con la ‘que debo tratar de sincronizar mis propies proyectos. Des ccabro que el tiempo en Ia realidad cotidiana es continuo ylimitado. ‘Toda mi existencia en este mundo estd ordenada ‘ontinuamente por su tiempo, esta verdaderaments envuelta fen él. Mi propia vida es un episodio en el curso externa- ‘mente artificial del tiempo. Existia antes de que yo naciera Yy seguird existiendo después que yo muera. El conocimiento de mi muerte inevitable hace que este tiempo sea limitado para mi, Cuento solo con una determinada cantidad de tiempo disponible para realizar mis proyectos, y este cono- cimiento afecta mi actitud hacia esos proyectos. Asimismo, Puesto que no quiero morir, este conocimiento inyecta una angustia subyacente en mis’ proyectos. De esa manera, n0 puedo repetir indefinidamente mi participacién en aconte- cimientos deportives. Sé que me estay poniendo viejo, Tal vez sea ésta la iltima oportunidad en la que pueda inter venir. Mi espera se volver ansiosa segiin el grado en que Ja finitud del tiempo gravite sobre el proyecto. La misma estructura temporal, como ya hemos indicado, es coercitiva, No puedo invertir a voluntad las secuenciat jue ella impone: “lo primero es lo primero” constituye un fdemento exncial de rh conocimiento dela vida ootdiana, Por eso no puedo rendir un examen determinado sin antes hhaber aprobado ciertos cursos. No puedo practicar mi pro- fesién antes de haber aprobado dicho examen, y asi suce- sivamente. De igual manera, la misma estructura temporal proporciona la historicidad que determina mi situacién en 4% 41 mundo de la vida cotidiana. Naci en una determinada fecha, ingresé en la escuela en otra, empecé a trabajar en ‘mi profesién en otra, etc. Estas fechas, sin embargo, estin todas “ubicadas” dentro de una historia mucho més vasta, y-esa “ubicacién” conforma decididamente mi situacién. Ast ‘ues, naci en el afio de Ia gran quiebra del banco en la que mi padre perdié su fortuna, ingresé en la escuela antes de la revolucién, comencé a trabajar inmediatamente después dle que estallase la gran guerra, etc. La estructura tempo- ral de la vida cotidiana no solo impone secuencias preesta- blecidas en la agenda de un dia cualquiera, sino que tam- bign se impone sobre mi biografia en conjunto Dentro de Jas coordenadas establecidas por esta estructura temporal, yo aprehendo tanto la agenda diaria como la. biografia twtal, El reloj y el calendario, en verdad, me aseguran que soy “un hombre de mi época”. Solo dentro de esta estructura temporal conserva para mi la vida cotidiana su acento de realidad, Por ex0, en casos en que pueda sentirme “desorien- tado" por cualquier motivo (por ejemplo, digamos que haya sufrido un accidente automovilistico a consecuencia del cual hhubiera quedado inconsciente de un golpe), siento una ne- ‘esidad casi instintiva de “reorientarme” dentro de la estruc- tura temporal de la vida cotidiana. Miro mi reloj y trato de recordar en qué dia estoy. Con solo esos actos vuelve a ingresar en la realidad de la vida cotidiana, 2, INTERACCION SOCIAL EN LA VIDA COTIDIANA La realidad de Ja vida cotidiana es algo que comparto con otros. Pero geémo se experimenta a esos otros en la vida cotidiana? Una vez més se puede distinguir aqui entre ddiversos modos de tal experiencia, La experiencia mAs importante que tengo de los otros se produce en la situacién “cara a cara”, que es el proto Spo de la interaccién social y del que sedervan todos los En Ia situacién “cara a cara” el otro se me aparece en lun presente vivido que ambos compartimes. Sé que en el misino presente vivido yo me le presento a él. Mi “aqui y ahora” y el suyo gravitan continuamente uno sobre otto, en tanto dure la situacién “cara a cara”. El resultado es tun intercambio continuo entre mi expresividad y Ia suya, 16 Lo veo sonrefr, Iuego reaccionar ante mi cefio fruncido ejando de sonreir, después sonrefr nuevamente cuando yo sonrio, y ast sucesivamente, Cada una de mis expresiones esti dirigida a él, y viceversas y esta continua reciprocidad de actos expresivos podemos utiizarla tanto é como yo Simultineamente. Esto signifiea que en Ta situacién “cara a cara” la subjetividad del otro me es accesible mediante ‘un maximo de sintomas, Por cierto que yo puedo interpretar erréneamente algunos de esos sintomas. Puedo pensar que fl otro se sonrie cuando en realidad esti haciendo una rmueca, Sin embargo, ninguna otra forma de relacién puede reproducir In abundancia de sintomas de subjetividad que se dan en la situacién “cara a cara”. Solamente en este caso Ia subjetividad del otro se encuentra decididamente “préxima”. Todas las demas formas de relacién con el otro, en diversos grads, son “remotas”. En Ia situacién “cara’a cara” el otro es completamente real. Esta realidad es parte de la realidad total de Ta vida cofidiana y, en cuanto tal, masiva e imperiosa, Es verdad, que el otro puede ser real para mi sin que lo haya encon- trado “cara a cara”, por conocerlo de nombre, por ejemplo, ‘© por habernos tratado por correspondencia. No obstante, se vuelve real para mf en todo el sentido de la palabra solamente cuando lo veo “cara a cara”. En verdad, puede alegarse que el otro, en la situacién “‘cara a cara”, es mas real para mi que yo mismo. Por supuesto que yo “me co- rnozco mejor” de lo que jamés pueda conocerlo a él. Mi subjetividad me es accesible de una manera como jams podré serlo la suya, por muy “cereana” que sea nuestra, Telacién, Mi pasado esti a mi aleance en mi memoria con tuna plenitud que nunca podré alcanzar en mi reconstruc cién de su pasado, por mucho que me hable de él. Pero ste “mejor conocimiento” de mi mismo requiere reflexin. No se me presenta directamente. El otro, en cambio, si se ‘me presenta directamente en la situacién “cara a cara”. Por lo tanto, “lo que él es” se halla continuamente a mi alcance. Esta disponibilidad es continua y pre-reflexiva. En cambio, “lo que yo soy” no esti tan a mi aleanee. Para que asf ocurra se requiere que me detenga, que interrumpa la espontaneidad continua de mi experiencia y retrotraiga eliberadamente mi atencién sobre mi mismo. Mas atin, a reflexién sobre mi mismo es ocasionada tipicamente por ” Ja actitud hacia mi que demuestre ef otro. Bs tipicamente ‘una respuesta de “éspejo” a las actitudes del otro. Se sigue que las relaciones con otros en la situacién “cara a cara” son sumamente flexibles. Dicho en forma negativa, ¢s comparativamente dificil imponer pautas rigidas a la interaccién “cara a cara”. Sean cuales fueren las pautas Jmpuestas, serdn constantemente modificadas por Ia enorme variedad y sutileza del intercambio de significados subje- tivos que s produce, Por ejemplo, tal vez yo vea al otro como alguien que me es esencialmente hostil y actie para con él dentro de una pauta de “relaciones hostles", como yo lo entiendo. En cambio, en Ja situacién “cara a cara” él otro puede encararme con actitudes y acciones que con- tradigan esta pauta, quiz hasta el punto de que yo me yea obligado a desecharla por inaplicable y a considerar al ‘otro como amigo. En otras palabras, la pauta no puede sustentar la evidencia masiva de la subjetividad del otro ‘que se me ofrece en Ta situacién “cara a cara”. Por cone taste, me resulta mucho més féeil pasar por alto exa evi dencia em tanto no me encuentre con el otto “cara a cara’. ‘Aun en una relacién relativamente “cercana”, como puede ser la epistolar, me es posible descartar mAs eficazmente las pprotestas de amistad del otro porque no representan en rea Jidad su actitud subjetiva hacia mi, sencillamente porque ‘en Ia correspondencia me falta la presencia inmediata, con- ‘nua y coneretamente real dle su expresividad. Seguramente puedo interpretar erréneamente los significados del otro aun en la situacién “cara a cara’, ya que es posible que el otro oculte “hipécritamente” ‘sus significados. Aun asi tanto la interpretacién errénea como la “hipocresia” son mucho més dlficiles de mantener en Ja interaccién “cara a cara” que en las formas menos “cereanas” de las relacio- nes sociales, Por otra parte, yo aprehendo al otro por medio de es- quemas tipificadores aun en la situacién “‘cara a cara”, si bien estos esquemas son més “‘vulnerables” a su interfe- rencia que otras formas “més remotas” de interaccién. Dicho de otra manera, aunque resulte comparativamente dificil imponer pautas rigidas a la interaccién “cara a cara”, éta ya aparece pautada desde el principio si se presenta’ den- fro de las rutinas de la vida cotidiana. (Podemos dejar aun lado, para considerarlos mAs adelante, los casos de 8 interaccién entre personas’ totalmente desconocidas que no ‘tienen un trasfondo comin de vida cotidiana.) La realidad de la vida cotidiana contiene esquemas tipificadores en cuyos ‘éeminos los otros son aprehendidos y “‘tratados” en encuen- tros “cara a cara”, De ese modo, puedo aprehender al otro como “hombre”, como “europe”, como “cliente”, como “tipo jovial”, ete. Todas estas tipificaciones afectan conti- ‘puamente mi interacci6n con él cuando, por ejemplo, decido invitarlo una noche para que se divierta antes de tratar de venderle mi producto, Nuestra interaccién ‘cara a cara” evaré la impronta de esas tipifieaciones en tanto no s¢ ‘wuelvan probleméticas debido a una interferencia de su parte. Porque puede suceder que el otro me demuestre que, aunque “hombre”, “europeo” y “cliente”, es también ‘un honrado moralista y que lo que al principio parecia ser jovialidad, no es sino una expresién de desdén hacia Ios ‘norteamericanos en general y hacia los vendedores norte- americanos en particular. A. esta altura de las cosas, es na- turai. que mi esquema tipificador tenga que ser modificado ¥.que la invitacién deba ser planeada de otra manera segtin esa modificacién, Pero, ano ser por esta clase de provo- sacién, las tipificaciones serin valederas hasta mievo aviso Y determinarén mis actos en la situacién. Los esquemas tipificadores que intervienen en situaciones “eara a cara” son, por supuesto, reeiprocos. El otro también ‘me aprehende de manera tipificada: “hombre”, “norteame- ricano”, “vendedor”, “tipo simpatico”, ete. Las tipificaciones el otro son tan susceptibles a mi interferencia, como lo ‘ran. Jas mias a la suya. En otras palabras, los dos esquemas tipificadores entran en “negociacién” continua cuando se ‘tata de una situacién “cara a cara”. En la vida cotidiana probable que esta clase de “neyociacién’” pueda de por sf Aisponerse de antemano, de manera tipica, como en el pico proceso de regateo entre clientes y vendedores. De tal modo, Ja mayoria de las veces mis encuentros con los otros en la vida cotidiana son tipicos en un sentido doble: yo aprehendo al otro como tipo y ambos interactuamos en tina situacién ‘que de por sf es tipica. Las tpificaciones de la interaccién social se yuelven pro- sresivamente anénimas a medida que se alejan de la situa cin “cara a cara”. Toda tipificacion entrafia, por supuesto, lun anonimato incipiente. Si yo tipifico a mi amigo Henry 9 como integrante de una categoria X (por ejemplo, como un inglés), ipso facto interpreto por lo menos algunos aspec- tos de su comportamiento como resultantes de dicha tpi ficacién: por ejemplo, sus gustos en la comida serén.tipicos de los ingleses, como lo serin sus modales, algunas de sus reacciones emocionales, y demés, Esto, sin embargo, implica que estas caracteristcas y acciones de mi amigo Henry co- rresponden a cualquiera en la categoria del hombre inglés, vale decir, que estos, aspectos de su ser los aprehendo en {éniings andnimos. Aim asi, en tanto mi amigo Henry pueda presentérseme en la plena expresividad de la situacién “cara @ cara’, irrumpiré continuamente en mi tipificacién del inglés anénimo para manifestarse como individuo Gnico y por Jo tanto atipico, a saber, como mi amigo Henry. El anonimato del tipo es evidentemente menos susceptible a esta clase de individualizacién cuando la interaccién “cara a cara” es cosa del pasado (mi amigo Henry, ot inglés que conoci cuando era estudiante), 0 cuando es de indole super~ ficial y transtoria (el inglés con quien sostuve una breve conyersacién en un tren), 0 euanda nunca se ha producido (mis competidores comerciales de Inglaterra). ‘Un aspecto importante de mi experiencia de los otros en la vida cotidiana es, por consiguiente, que tal experiencia, sea directa 0 indirecta. En cualquier momento dado podré

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