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NATALIO R, ROTANA (durante #1 Segundo Imperio) 1a corriente liberal orteanista es ‘youl Paraco!” (pég. 376). La corriente liberal orieanista represen 0 plano politico a liberalismo doctrinario de Guizot y Collard, que habia nacido como altomativa durante la Resteurad luego se convirti, con Guizot ala eabeza, en uno de los grupos imantes durante la Monarquia de Julio entre 1890 y 1848, mayores ¢atos, me reflero nuevamente a La tradicion republic ‘ap. IIL, y al exhaustivo estudio de P, Rosanvalion, Le moment Gi fof, Paris, 1985, donde puede verse un andllsis de Prévost Paradol Dus. 197 sigs, VII El debate sobre la guerra social El trasfondo del fracaso de la constitucion de 1819 es nnarquia. Tanto para V. F, Lépez como para Mitre y de uerdo con su sentido clAsico, la anarquia es en primer ynnino ausencia de autoridad. En segundo lugar, la anar- fa da cuenta de un fendmeno que habia iluminado la joria moderna con el punto de vista contractualista. La irquia, en efecto, resultaba de la disolucion de un primic (0 pacto que habia dado origen a un gobierno nacional, jotinados los restos del ejéreito formado en los dias de ¥o, ol viejo territorio del virreinato se transforma en un niaico de gebiomor particulares ‘Adviértase bien cémo cambia, en una secuencia hist6- 4 conereta, el sentido de los términos, Lo que aqui lla- mos pacto primitive (gobierno propio en 1810, inde idencia en 1816) no surgié en un escenario vacfo, sin los tos que da e} asentimiento prolongado a la autoridad, 10 imaginaba la tradicion contractualista. Lejos de ello, Jpacto de mayo convirti6 a las instituciones del orden co- al en un nuevo ordenamiento que, més alla de las terri. ‘pruebas que tuvo que soportar, logré prolongar su vi ja durante una déeada, La anarquia evoca entonces un descenso tefido de fe Jddad y violencia al estado de naturaleza, y una regresion se produce con respecto al régimen precario que los los habjan levantado en pocos afios, y al pasado del or- ‘eolonial cuyos recuerdos estaban todavia vivos. A par- ie esta clemental coincidencia, los caminos se bifurean. leaso de V. F. Lopez, las causes que generaron la anar- Hopresentan un movimiento sin destino; en el caso de Ia anarquia transforma la revolucion politica en re- social y ofrece la oportunidad de poner en mar- ‘proceso que resuelva sus contradicciones. no NATALIO R, BOTANA, El significado del caudillismo Posiblemente la actitud de V. F. Lopez hacia el candi lismo de itoral haya reflejado el sentimiento de taenrec dad del sector portefio al que pertenecia su padre frente @ una experiencia absolutamente inédita, Compartido por di- rigentes que se crefan llamados a gobernar una suerte de promesa de concordia, En realidad, lo que V. F. Lépez propone al lector lun cuadro donde simulténeamente coexisten dos puebl 4 mejor, dos tipos de sociedad que atraviesan etapas elvilizacion diferentes. Esta era una distincin fundament ¥ reourrente en una corriente historiografica que Hlustrado con maestria Gibbon y Macaulay, entre ctr ‘Pras la reflexion abierta por el autor de la Historia li deoadencia y caida det Imperio Romano, Macaulay a eribfa en su Historia, . . la extrema complejidad de la tea escocesa @ irlandesa en el siglo XVII. Escoceses hes costeras (el puerto d ‘ria intelectual de Adam Smith); como os salvajes de Labrador | con los ingleses: Ia lista, sin duda, podria alargarse, ue importa desacar es que lan reacions stn les de modos de ser, cada uno con costumbres y habil Poco reconocibles por el otro, podian estallar en violent antagonismos sociales sila ocasin era propieia! El argumento de V. F. Lépez tiene al conductor invariable, acato smmelante ane ne ha ak que Gibbon discernia en el largo desenvolvimiento di barbarie. {Bn qué medida la guerra puede corromper cualidades de una civilizacién rural que, al principio, EL DEBATE SOBRE LA GUERRA SOCIAL ut ron benéficas para la revolucion? zBn qué medida el poder del caudillo rural transforma las virtudes individuales en v cios colectivos? Cuando V. F, Lopez hace el balance de los recursos con que contaban los primeros gobienos pairios, presenta al gaucho como un “agente poderoso de Ia revolucién”, bien alimentado, auténomo y montado a caballo, que ‘‘in- rodujo una revolucién social en el seno de la Revolucion politica de Mayo, moviérdola en un sentido verdaderamen- te demoeritico ¥ en busca de una civilizacion liberal libre de las trabas del pasado” (Ill, 110 y 118).* Cuando en cambio més adelante, el relato se adentra en las llanuras ‘quebradas del litoral, y se topa con la accién irreverente de José Gervasio Artigas o de Francisco Ramirez, el cuadro ho tiene piedad ni reconoce matices: “los que no conozean ni adn boy el estado social de las fronteras de Corrientes, Bntxe Rios y la Banda Oriental, por el lado del Brasil, no podrin formarse jamas una idea, ni aproximada siquiera, el grado de barharie acumnlada on que el gobierno ospa- fiol las dejaba al romper la Revolucion del Rio de la Plata, fii concebir lo que era en el Ayuy ese aduar de miserias, de forimenes, de tropelias y de inaudita relajacion moral que Artigas denominaba mi campamento, Sin alimentos y sin nedios de vestirse siquiera, las infelices familias que aquel ffigante de la barbarie local habia arrastrado en tropel de Jas campafias orientales, vivian y morfan alli acumuladas, ‘bom rebafios de bestias, al antojo de la canalla desalmada, tle los criminales y de los forajidos que componian la hues: Wp del caudillo” (IV, 326). Si Artigas era un bandolero 0 un “mogol” (III, 355) Tnnsado a la conquista del Rfo de la Plata, el caudillo en- ‘Worriano Francisco Ramirez, que al cabo lo derrota, pre- ynia una fisonomfa cercana a un ardiente sefior feudal. wiene sin duda de la misma tierra, on 1a orilla occidental | Uruguay, donde “el desamparo y la pobreza tenian to- #1 pais sujeto al miedo y a la humillacién [.. .]y el ha- ¥y el hogar, y la mujer principalmente, eran presa de los lulatios que con bravura més altiva y mas fiera impo- terror a los demés” (VII, 403), Pero una vez. que el us NATALIO R. BOTANA, EL DEBATE SOBRE LA GUERRA SOCIAL ns caudillo se enfrenta con Artigas luego del tratado del Pi (y quizé por eso), e} historiador distingue en él ese “algo artista que se veia en todos sus accidentes y que se revelal hasta en la franca desenvoltura de sus pasiones amoro unidas siempre con extrefia coqueteria de sultan a los yectos militares y politicos de su fastuosa ambicion’ (VII, 414) El caudillismo brinda materia a V. F. Lopez para pit ‘tar una galeria de cuadros en movimiento que sicmpre terpelan y combaten a quienes pretenden conducir lar lueion por el earril de un gobierno civilizado. Aparent mente, no hay oportunidad historica para la fusion 0) sintesis porque V. F. Lopez no reconoce, en la tendenc! Inorganica del caudillismo, ninguna potencia social caps de dar sustento a un nuevo pacto democritico. Pese a identificar él mismo un sentimiento demoerdti co en el gaucho de la revolucion, cuyo testimonio quedé por ejemplo, estampado en la defensa de las fronteras norte dirigida por Gitemes, lo cierto es que V. F. Lopez intuye, en términos “tocquevilleanos”, la posibilidad luna democracia en pugna con le sociedad aristocratica movida por la pasion igualitaria. Fi siguiente texto, que p blicé en 1871, describe esta vision de las cosas: “Ia gr verdad que Tocqueville revel6 a la Francia no fue, como cree, el valor politico de la democracia. Bl mismo no tu la conciencia de la forma politica y cientitiea que cor tufa la perfeccién de la libertad sajona (se refiere, obvi mente, a Inglaterra y no a los Estados Unidos). Se dejé al cinar por el grande hecho superficial de Ia democracia y tuvo bastante claro la percepeién de lo que e¢ un pais o nico y un pais inorgénico”,* Este conflicto entre lo orgénico e inorgénico, di con el lenguaje del positivismo evolucionista, adopta en perspectiva de Mitre un sesgo opuesto. Las preocupacione! de V. F, Lopez eran las mismas de los liberales doctrinariog franeeses (Guizot especialmente, admirador del model britanico), que vefan a la democracia como un conflict entre, por un lado un prineipio justo para construir la igu dad civil y, por otto, la irrupcion anarquica y destructor de la multitud en el orden politico.* Las preocupaciones ide Mitre, en cambio, juzgan positiva Ia corrionte formadora de ia sociedad democrética moderna, Para él, las institucio- nes politicas podrén orientar o moderir este proceso y ja- mas negarlo o reprimirlo, pues si lo hacen tendrén que en- frentar la sentencia que les impone la historia. En ningin momento Mitre omitird narrar minuciosa- mente el poder destructivo de las masas rurales, Inestables, en constante movimiento, a los caudillos y seguidores los “guiaba un instinto de individualismo cast salvaje y de dis gregacion brutal” (VII, 890). Esta metéfora, inspirada en Jo que bien ha dado en lamarse “‘e! mito romantico de los barbaros”®, describe la cara visible de un fenémeno impul- sado por el carécter dominante de los pueblos del litoral. El eaudillismo viene a represontar, de este modo, la expre- sion mis radical de un sentimiento igualitario. Si bien den- tro de su primitiva organizacion podia ser equiparado a las formas feudales mis rudimentarias, cuando se miraba al caudillismo con la éptica de los aciores urbanos o de los legistas que eseribfan constituciones, siempre so destacaba en esa materia de contornos difusos une violenta, ¥ sin duda poco previsible, exigencia de participacién. La fuerza de los caudillos provenfa, al cabo, del tipo de sociedad en que habjan nacido. Descendiente lejana de Ia colonizacion del Atléntico, esa montonera dispuestat a ‘ocupar el vasto espacio de Ia revolucién llevaba en gertmen los prineipios que, més tarde, habrfan de constituir al fede- ralismo argentino, Poco sabfan de la teoria y practica “de las formas cultas de una federacin que los norteamerica- nos habfan encontrado planteada al constituirse en nacion independiente y libre” (VII, 390); pero sin ellos, sin esa reaecién de una sociedad ignorada que reclamaba una auto- homfa tan vigorosa como poco elaborada institucionalmen- te “la tepiblica democritica y la federacién no habrian sido dos hijas de las entrafias doloridas de la patria de los argentinos’” (VII, 390). Este contrapunto, insistimos, es central para entender la concepeién politica ¢ histérica de Mitre: la democracia es espontanea; las institaciones republicanas son fruto de la _"" m4 NATALIO R. BOTANA, inteligencia activa del legistador. Ambas estén amenazadas, La demoeracia por su propio dinamismo y por Ja incerti- umbre que carga en su seno; el legislador, por la derrota que sobreviene si no atiende a las demandas de aquellas formaciones esponténeas, La historia revela pues la de- mocracia oculta tras Ia barbarie, infunde sentido a ese movimiento informe y descubre, en medio del grito y de la polvareda, una meta donde llegar. Los dos procesos: la de- ‘mocracia como impulso social igualitario y la reptiblica ins. titucionalizada como forma liberal del poder limitado, ha- brn de converger tarde o temprano en una sintesis abierta, Aun el mismo “terco y rudo” Artigas, jofe de una “barbara titania”, a quien solamente inspiraba ‘su egoii mo y su odio a los portefios” (VIII, 29 y 106), encontr ln Jug de esta historia alguna oportunidad donde redimir se. Enfrentado a los proyectos monérquicos, ese hom! “con su brutalidad y sus instintos disolventes, representab ante !a sociabilidad argentina un principio de vida mas, cendental que el que sostenia el diplomatico argentino [ refiere a Manuel José Garcia] en la corte del Brasil” (VII, 598), Es que Garcfa representaba a una clase ilustrada pi dojalmente ignorante. Pudiendo “formar juicios més ¢% rrectos, carecia de experiencia y tenfa ideas muy incompl tas sobre derecho piblico, no habiéndose popularizado las instituciones de la repGiblica norteamericana” (VII, 22 y sigs,). Compleja circunstancia en que, una vez més, s¢ ¢i lazan los procesos espontaneos con las consecuencias 1 queridas del designio humano: ‘‘cuando empiezan las rev luciones —eseribe Mitre— lo més dificil es tener la intel gencia de la conciencia pablica, entidad misteriosa que et capa ala penetracién de los mismos que participan de tendencias de la mayorfa; y esa inteligencia se forma pri mero en las masas que en Ips ditectores de un gran movi miento, porque, ereyendo éstos dirigirlo con ideas abstra tas 0 preconcebidas, no advierten que ellas pugnan con Io hechos. Asi es como muchas veces los grandes principios salvan en las revoluciones a despecho de la voluntad de hombres” (VII, 227). FLDEBATE SOBRE 1 GUERRA SOCIAL its Planteados de este modo los datos de un problema que no podia resolverse con una “creacién effmera” (VII, 241) como la constitucion de 1819, Mitre apenas se detie- ne a considerar este proyecto artificial con su “‘Sonado oli- irquico [. . .] que asf podia convenir a una monarquia de- mocrética a la holandesa como a una repdblica aristocrati- ca a la veneciana” (VIII, 130). Muy distinto, como hemos apuntado anteriormente, era el camino que abria la revo- hci La desobediencia de San Martin No era esta, como hemos visto en el capitulo anterior, la interpretacion de V. F, Lépez, Para él habria sido posi- ble disfrutar tempranamente de los beneficios de la civiliza- cin liberal si en 1819 la dirigencia civil y militar hubiese tenido voluntad suficiente para reconcentrar recursos dite persos. Se trataba de una apuesta con nombre y apellido: ‘José de San Martin, Solamente la autoridad del héroe de los Andes podrfa haberle infundido a la constitucion efec- tividad y vigenci Por consiguiente, 1o que V. F. Léper describe como “catdstrofe de nuestro organismo politico” (VII, 428), obe- dece 2 causas politicas mas que a causas sociales. La inca- pacidad del orden directorial, de sus ejércitos y de sus jetes, permite al caudillismo avanzar y expandirse, “No fueron Aquellas montoneras las que derrocaron el orden vigoroso que se habfa consolidado de 1816 a 1819, sino la subleva- ‘6n y la deserci6n de nuestros dos grandes y ‘nicos ejérci- tos, el de Belgrano y el de San Martin, Esas dos columnas fe salioron de la linea del deber, y el edificio se desploms. Si una parte del ejército aleman se pasase a Austria, y la otra a Rusia gen qué pararfa la solidez del imperio y del poder de Bismarck? Pues eso y nada més que eso fue lo que pasd entre nosotros ol afio 1820” (VII, 434). El fracaso de Belgrano resulta de la indisciplina de sus jubordinados: “no tenfa talentos de guerrero, pero tampo- 0 tenfa Ifmites su abnegacion y su respeto a Jas auttorida: = 16 NATALIO R. BOTANA, des constituidas de su pais” (VIL, 498). La actitud de Martin, en cambio, es mucho mds compleja. Hay un mento en que el libertador debe tomar una decision poli tica fundamental, Pueyrredén lo reclama (él es “el genio ‘que pide nuestra situacién”’); el orden constitucional pende de un dramatico giro: Lima o Buenos Aires, Se V. F, Lopez, San Martin desobedece, no baja con parte su ejército hacia Buenos Aires, mientras cunde la amen: de una nueva expedicion espafiola enviada desde Cédiz, en su lugar propone una tregua con los caudillos para gant ‘tiempo y organizar el tiltimo tramo de su campaia. No es que V. F. Lépez pretenda convertir a San in en el director del estado que reclamaban las circuns tancias, Més bien Io vefa como un garante necesario cuys tarea deberia circunscribirse a conservar el orden. V. F. L6s pez no sofiaba con un cesarismo republicano de estirpe livariana, sino con un orden constitucional de limites p sos donde el poder politico de Pueyrredén no debia co: fundirse con el poder militar de San Martin, “$i el general San Martin —eseribe a modo de conelis sién— hubiese venido a Buenos Aires cuando con taut ahincolo llamaba su‘amigo' el sefor Pueyrred6n, este gran. de hombre hubiera vuelto al gobiemo” y el propio ‘Martin (luego de computar las fuerzas con que habria con: tado) hubiese quedado con ‘‘un ejército vencedor de 20.00 soldados, que habrfa ido a Lima en 1821, dejando la patris organizada sobre una base inconmovible. Y aun admitien do los sacudimientos, las descomposiciones y recomposi ciones personales, la Constitueién habria perdurado ci sistema politico, y hubiera entrado gradualmente en la vi de conjunto y de progresiva armonia que forma el carécte y la eohesion moral de las naciones” (VII, 498). Entramos de leno en un terreno fascinante porque, en estas paginas, V. F, Lopez esté imaginando la historia de lo que no fue. Si San Martfn hubiese prestado su espada al orden directorial, la constitucién de 1819 habria resistido el embate de la anarquia y el pais podria haber perfeccto- nado sus liberiades al paso de una evolucion gradual. He aqui el contrafactico, Su sentido tiene estrecho parentesco, FL DEBATE SOBRE LA GUERRA SOCIAL nt con el que V. F, Lépez habia construido en torno a Maria: no Moreno para explicar aquel imperfecto liberalismo de fines encarnado en sus sucesores. ‘Con Moreno en vida, Ia revolucién habria encontrado muy pronto su constitucién adecuada gracias al entendi- miento esclarecido que el secretario de la Primera Junta poseia acerca del liberalismo de medios. Lo mismo aconte- ce diez afios después, Si San Martin hubiese colocado entre paréntesis su papel de libertador americano para convertir: se por un tiempo en garante del orden constitucional re- cién instaurado, la revolucion habria podido retomar el rumbo perdido. Frente a lo que realmente ocurri, los con- trafacticos de V. F. Lopez siempre pronostican el éxito ins- titucional 0, quizé, la victoria de la razén de cara a la natu- raleza de las cosas. Pero estas cosas existen y se tebelan, {qué hubiese sido de San Martin?, ¢dénde habria encon- trado Ia clave del éxito o del fracaso? La utopra racional en la historia Mitre habia anticipado las respuestas a estos interro: antes en la Historia de Belgrano. . . Allf comienza Mitre a delinear un contrafactico previo y sin duda altemnativo al que postula V. F, Lopez. Mientras Lopez imagina una uto- pia en la cual podria vencer la razén unida a la espada, el contraffctico de Mitre se resuelve en un escenario donde campea la derrota de San Martin. En un caso, la historia de lo que no fue reerea en el pasado una aventura exitosa; en 1 otro, esa misma operacion anuncia un fracaso inexora- ble. Por un lado, el historiador dicta sentencia a San Mar- tin asumiendo que su desobediencia es causa inmediata del agravamiento de la anarquia; por otro, el juicio que Mitre pronuneia redime a San Martin y justifica su visionaria de- cision de asegurar la independencia de nuestras naciones marchando hacia Lima. 8 Por qué, pregunta Mitre, habria fracasado Ia accién punitiva de San Martin en territorio argentino? El primero que contesta es Belgrano. Las paginas finales de la Historia id NER ER EL DEDATE SOBRE LA GUERRA SOCIAT. a 635). ciertos hechos y producirse otros logicamente”” (Xy reecin de los destinos de un pueblo” (X, 637). De ello se “Bl encuentro de Mitre con Renouvier es sugestivo, por gp tien ee preparacion del plan continental cae que los valores profesedos por aquel “profundo filésoto fees a ee ce eeat ae criticista” (X, 635) ofrecen una oportunidad inmejorable po ee ean aeeedcc ah argon cinarega tuprell sara einoular esa nocion de utopia racional en la historia Bo, dol ar Sn ye ree fon el republicanismo de los afios fundadores de la Tere: pein) ‘rradiar su accion y su espi ‘Reptiblica en Francia. Como se ha mostrado recientementey a ee 2 * ae ar bnfasie que el autor de La science de la morale ponia 2@Quién gané Ia partida? Qué uchronia vn’s mis ane Ia estrecha solidaridad que debe existir en una democraci ero? Quizé, en este diflogo entre historias imaginatis, le entre la libertad de las asociaciones civiles y politicas y espuesta que busce el histoviador soa cilsrante Oe MH libertad de prensa, no era ajeno a las ideas centrales de L explora el tedrico de la politica. El primero, empefiado en Teutaols’ en América, publicada por ‘Tocqueville hallar una concatonacién posible entre causas y efectos; el 18408 see cade segundo, dispuesto a justificar la legitimidad de una de las re iy formas tipicas del gobierno republicano en el siglo pasado. geuenle AA ee aaieteae vores $1 VF, Lopee asumié este iltimo papel como un unitario Oe alee aalemenieniateuelced civaconla , conservador, que propugnaba la formula de una repiblica ‘gcloge fy Anan e sh ne mixta con aristocracia y democracia, el esfuerzo de Mitre dad social, 0 justificaba el ‘Terror de 1798, era un popd fsa defender el oficio del hiatoriador no debe ovulta, sin fil6sofo para quien la soberania de la mayoria debia tmbargo, su. compromiso politico con una repdblica fede- tratada como si fuera una “‘convencion de guerta’ ‘basa yalista de raiz democritica, En el debate sobre la guerra s0- tn eriterios éticos. Merced a ello, Ios vencidos en 1a lua Tul dios iberalismos posibies inspirubaun los interrogantos ¥ tlectoral se plegaban voluntariamente a la decisién et ondicionaban las respuestas. ‘da do las umas, sabiéndose protegidos por esa moral purtida,’ Esta justificacion moral del sufragio univ Goincidia plenamente con las preocupaciones politicas Mitze en 10s aios en que escribié Comprobaciones Bras tricas. . ‘La Uchronia de Renouvierno era exactamente un. | Véase ol importante estudio de J. W. Busrow, A Lib : quejo apécrifo de Ia historia que no habfa ocurrido, ent, Vietorian Historians and the English Past, Cambridge 1 de Ia historia que hubiera podido ser. Mitre refuta a V. pecialmente Ia primera parte dedicada a Macaulay! ‘Lopez siguiendo esta linea de analisis y concentrindose the Whig Tradition”, pags. 40 y 62:68, oe los antecedentes que harfan més probable Ia accion que 2Cont. L. M. Sanucci, “Vieente Fidel Loped, Fillion de sik pulsa a San Martin a desobedecer. “Por lo tanto, pensal Ideas” en op. et, pags. 182y site ‘on el filosofo Kantista que todo hecho requiere prep 3, F, Lopez, “Linglistica y politiea orginiea”, en Revista del Gores, continuadores, un medio favorable, muchas dete Rio de la Plata, Buenos Aires, 1871, t. TV, pig. 674, citado por R naciones mentales voluntarias, oportunas coincidene Picci, Los Lopes... Pag. 112 tuna iniciativa, no s6lo poderosa, sino eficientemente ‘Véase al rospecto P, Rosanvallon, Le moment Guizot, pigs. liada por todas esas condiciones indispensables para Pi BO y sigs, cir una sola modificacion trascendental en el cambio de Scont, P. Michel, Un mythe romantique. Les barbares: 1789- 1848, Lyon, 1981, cry NATALIO R. BOTANA, “Véase J. C. Lamberti, Tocqueville et les doux démocraties, Paris, 1983, pig. 105, quien sobre este punto sigue a R. P. Marcel Exeai politique sur Alexis de Tocquevtle, Paris, 1910. "Cont. A. Jardin, Histoire du liberalisme poli ique. pag. 348, y G, Burdemu, Traité de science politique, Paris, 1953, vol. V, pgs. 570-571, VII Los liberalismos posibles

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