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Aceptando que la Gran Comisión en los evangelios comienza en Jerusalén y se extiende a todo el
planeta, el dilema para la Iglesia es entonces identificar la metodología a emplear para cumplir esta
tarea. ¿Tiene el deporte algún lugar en la estrategia de cumplir este mandato, localmente y alrededor
del mundo?
El carácter lúdico del juego forma parte de la esencia del ser humano y de cada cultura en el mundo
desde los orígenes de la humanidad. Hay evidencias de juegos en Ásia y la India del 8000 a.C.
Sumerios e Hititas los practicaban 4000 a.C. Hay rastros de juegos con esquís del Neolítico en el
Norte de Europa.
Platón (c. 428-c. 347 a.C.) dijo, “En media hora de juego podremos descubrir mejor a una persona
que en un año de conversación”.
En el Antiguo Testamento encontramos referencia a juegos de pandillas o muchachos por las calles y
plazas de Jerusalén (cf Jeremías 6:11 y 9:20; Ezequiel 6:11: jóvenes que baten palmas y bailotean;
Zacarías 8:5: “tus jóvenes bailarán en las calles”, como signo de paz). Job se refiere al tiro de flechas
al blanco (cf. Job 16:11s; ver Lamentaciones 3:12.
En Europa, la Reforma supuso un impulso a la comprensión del significado bíblico y teológico de la
re-creación. Jugar es una oportunidad de glorificar y adorar a Dios con nuestros dones y talentos. Y
este avivamiento fue la base ideológica y teológica que unos cientos de años después inspirara las
bases de la realidad actual entre iglesia y deporte, y los movimientos deportivos cristianos.
Sin embargo en España, definimos este concepto con el término “ocio”. Nuestra cultura ve pecado y
no virtud en la práctica del ejercicio y el deporte, y queramos o no, y a pesar de la globalización y
nuestra cercanía actual con el resto del mundo, incluso en la iglesia evangélica estamos fuertemente
influidos por esta mentalidad y cosmovisión.
El deporte, como fenómeno universal, produce su propio y singular campo de misión. En Juan 4:35,
Jesús dice: “¿No decís vosotros: "Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega"? Yo os digo:
Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.” [Cf. Mt 9.37-38; Lc
10.2].
En diferentes épocas, la Iglesia ha hecho un buen trabajo entendiendo este principio y atendiendo los
campos no alcanzados de este mundo. Pero, asombrosamente, la Iglesia no ve estos campos
necesitados de siembra, cuidados y siega al mirar estadios deportivos, al sentarse frente al televisor
para ver las noticias deportivas o al leer la prensa deportiva junto a cientos de millones de otras
personas en todo el mundo cada día.
Alrededor del mundo, jóvenes participan en actividades deportivas regularmente, junto a los cuales
millones de padres, profesionales del deporte y aficionados estarán muy cerca de ellos cada semana.
Cientos de millones se congregan en estadios y pabellones sábados y domingos de las 52 semanas del
año. ¿Son estos campos de misión?
En el deporte, un punto de encuentro para millones de personas, el participante y el aficionado
podrían ser herramientas efectivas en la proclamación del evangelio. Para alcanzar a una multitud,
qué mejor forma que con los que la componen. Para alcanzar a un atleta, qué mejor forma que otro
atleta. De hecho, ¿qué supuso para Dios salvarnos? ¿No fue la encarnación de Cristo (Juan 1:1,14)?
La mayoría de las culturas adoran a los atletas. Erróneamente, por supuesto, les sitúan en un podio
equivocado. Que precioso es ver como atletas rinden su vida a Cristo y se convierten en modelos y
embajadores a Su servicio. El lugar de preeminencia dado a los atletas es una poderosa herramienta
para la proclamación del evangelio.
Cuando Jesús pidió a sus discípulos que pescasen en otro lugar (Lucas 5:4, Juan 21:6), estaba
mostrando su poder y autoridad sobre la naturaleza, pero también les mostraba que hay más de una
forma de pescar. Es entonces cuando les llama a ser pescadores de hombres. La Escritura
continuamente nos repite que el Cuerpo de Cristo es diverso, dotado de diversidad para el servicio de
la Iglesia y la extensión del reino. Junto a esto, el Apóstol Pablo muestra su pasión e indica el valor
de ser relevante culturalmente al indicar que sería griego para alcanzar a los griegos o judío para
alcanzar a los judíos (Corintios 9:22).
¿Crees que Pablo hubiese sido deportista o entrenador si eso le permitiese llegar hasta la mente y el
corazón de millones de personas con las Buenas Nuevas de Jesucristo (I Corintios 9: 22-23)?
Si el deporte y la recreación son tan comunes y populares, por qué no verlos como aliados en lugar de
como enemigos. A continuación tenemos una lista de posibles beneficios en la utilización de estos
elementos como parte del ministerio en una iglesia local:
Una Estrategia para Ministrar
Los deportes crean una atmósfera cómoda, en la que es muy fácil encontrar vínculos y
oportunidades de desarrollar relaciones con inconversos y compartir vivencialmente nuestra
fe.
Una Herramienta en el Discipulado
El deporte es una excelente “escuela”. De acuerdo a la Escritura nuestra fe es refinada con la
prueba. No hay mejor “test” que el del entrenamiento y la competición para descubrir lo que
cada uno de nosotros es capaz de vivir y no sólo profesar. Al usar el deporte para trabajar con
jóvenes o adultos, la teoría bíblica pasa a la práctica cuando hay que mostrar el fruto del
Espíritu, o simplemente que los versículos memorizados en la Escuela Dominical o la Escuela
Bíblica de Vacaciones, significan realmente algo en tu vida.
Un Medio para la Comunión
Sea con el Cuerpo de Cristo practicando “koinonia” unos creyentes con otros, o
evangelización relacional a través del propio estilo de vida, el deporte y la recreación proveen
millones de oportunidades para la interacción y la fraternidad.
Un Recurso de Apoyo
Un ministerio deportivo puede servir como soporte a otros departamentos de la iglesia. Niños,
jóvenes, evangelización, acción social u otros, ayudándoles a cumplir sus objetivos.
Un Forjador de Líderes
Siempre encontraremos gente con diferentes niveles de enseñabilidad, disponibilidad y
fidelidad. Un ministerio deportivo podría ser un excelente campo de pruebas para el desarrollo
y formación de líderes para la iglesia.
Un Gancho
Cuando las luces de neón atraen y tientan al joven que pasa por sus difíciles años de
adolescencia, un ministerio deportivo podría ser el único vínculo relevante entre él y la iglesia.
El/la joven podría no sentirse identificado con el sermón, el profesor de la escuela dominical o
incluso sus colegas cristianos. Es en estos casos cuando nuestro trabajo con un ministerio
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deportivo podría suponer la permanencia y la continua exposición a la Palabra de Vida. Las
semillas plantadas podrían no mostrar fruto inmediato, pero como sabemos, Su Palabra no
volverá nunca vacía, y cuanto mayor sea el tiempo que la iglesia puede cultivarla más
probabilidad habrá de fruto abundante.
Un Conductor para el Llamamiento de Dios
Servir a Dios de forma activa a través de un ministerio deportivo es el medio por el cual
muchos han sentido el llamado de Dios a servirle a pleno tiempo como pastores, misioneros,
capellanes deportivos, y otros.
Una Herramienta y Estímulo para las Misiones
Siendo el deporte un fenómeno universal, la colaboración entre los departamentos de misiones
(o agencias misioneras) y deporte puede ser tremendamente efectiva. Atletas y equipos
sirviendo a obreros en el campo misionero pueden ayudar en tareas pioneras de levantar
iglesias, y podría suponer una nueva generación de misioneros. Proyectos de este tipo proveen
de estímulo al Cuerpo de Cristo y son abiertamente aceptados incluso en lugares donde el
evangelio esta prohibido.
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• Para poder discipular a alguien, la persona debe escuchar y responder al Mensaje de Vida
antes. Los deportes son un excelente puente de enlace entre creyentes e inconversos, y ofrece
multitud de oportunidades de compartir y mostrar la nueva vida en Cristo.
Pablo indica en I Corintios 9 que se haría griego para alcanzar a los griegos y judío para alcanzar a
los judíos. Esto era social y culturalmente ofensivo para ambas partes. La pasión de Pablo por Cristo
era tal que las raíces históricas de odio entre dos pueblos y las obvias diferencias religiosas, políticas
y sociales no eran obstáculo que frenasen su pasión y su libertad de comunicar a ambas partes el amor
de Cristo.
¿Podemos aplicar esto a la libertad por parte de la Iglesia Local de usar el deporte para glorificar a
Dios, en el desarrollo de sus propósitos? ¿Podría esto significar que la Iglesia Local puede y debe
utilizar el deporte como una de sus estrategias para su desarrollo numérico y cualitativo? ¿Podría esto
significar la inclusión de deportistas equipos y entrenadores en la visión y programación misionera de
la Iglesia Local? ¿Podría incluso implicar el desarrollo de liderazgo, promoción y recursos para
animar a otras iglesias en todo el país a utilizar el deporte como medio para alcanzar y edificar a los
perdidos?
En I Corintios 9:22,23 Pablo dice, “a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a
algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.” Pablo conocía la
realidad de su tiempo y trabajó para descubrir lo que era relevante a las personas a las que deseaba
comunicar el evangelio. Dios es soberano sobre la creación y Su reino, y Él completará Su obra. Pero
si queremos ser copartícipes de ella, debemos hacer comprensible el Mensaje Eterno a los oídos de
cada tiempo.
IV. CONCLUSIÓN
Si una iglesia considera ministrar usando el deporte y desarrolla una filosofía de ministerio que sea
consecuente con su declaración de propósito, muchas preguntas saldrán a la superficie. Preguntas
sobre filosofía, teología e implicaciones respecto a ministerios existentes, que deben ser contestadas.
Los nuevos parámetros habrán de ponerse sobre la mesa, el potencial de la herramienta debe ser
visualizado y reconocido.
Para tener éxito, cualquier ministerio debe tener claramente enunciado su propósito y su misión
dentro del programa general de la iglesia. Este es el primer y más importante paso para evitar
malos entendidos sobre la función y el lugar de un ministerio deportivo en la iglesia.
Debe haber apoyo por parte del liderazgo. Verbal, moral, espiritual y práctico, de forma
comprometida. Este soporte debe ser afianzado antes de afrontar ninguna iniciativa práctica o
actividad.
Sin supervisión y dirección pastoral, un nuevo ministerio no podrá madurar. Un equipo de liderazgo
debe ser reclutado y formado.
Todos los creyentes en la iglesia deben ser exhortados y animados a orar y participar en este
nuevo ministerio que servirá para alcanzar a los perdidos y para edificación de los santos, de
maneras inclusivas y creativas.
Con otras palabras, una estrategia lógica, cuidadosa y plena de discernimiento espiritual debe ser
llevada a cabo para integrar y desarrollar un ministerio deportivo en la iglesia local.
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Un llamamiento específico.
Tener la pasión/motivaciones correctas.
Tener a persona/s adecuada/s (que amen al Señor y les encante el deporte).
Coordinar el plan más estratégico.
Identificar posibles necesidades sentidas con respecto al deporte en nuestra
comunidad.
Reclutar a los voluntarios y colaboradores idóneos.
Capacitar a nuestro equipo de forma excelente y continua. Técnica y espiritualmente.
Desarrollar el método y programas más indicados.
Promover generosamente y sin descanso la visión.
Supervisar/evaluar diligentemente los procesos de desarrollo.
Cuando estos elementos empiecen a orquestarse, el ministerio a través del deporte empezará a servir a
la iglesia en la evangelización, el discipulado y el pleno cumplimiento de su propósito, glorificar a
Dios.
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