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SPINOZA CONTEMPORANEO: ETICA, POLITICA Y PRESENTE COMUNICACION EL TIEMPO DE LA PRAXIS a Mario, 4 tus esfuerzos suma este La firma de Spinoza, en su epistolario, sostiene la contundente afirmacién por la que el tiempo, en su conjunto, pasa a formar parte de los entes de razén: «se ve con claridad que la medida, el tiempo y el ntimero no son otra cosa que simples modos de pensar o mas bien de imaging -» Si el tiempo, medida y nimero del movimiento, de los cambios, de las generaciones y de las corrupciones, no es sino un ausiliar de a imaginacién, ya que de lo contrario, afitma Spinoza, «el tiempo no seria tiempo», dénde se constituye la practica politica, cual es el tiempo de la prévis, dénde germinan los afectos activos, en qué esquina del tiempo encontrar la alegria.' El tiempo seguird siendo tiempo mientras se mantenga en los dominios de la imaginacién, si abandona esos limites, el tiempo desvirtuard entonces su naturaleza, desquiciando asi el entendimiento. De ahi proceden las imperdonables confusiones, situadas en la aporia de lo infinito, resultantes de tomar los modos por substancias. El tiempo tan sélo incide en los modos, e incide de forma abstracta, desligado de sus objetos, accede a ellos, o ellos a él, tinicamente a través de la imaginacin o de la ' Bste comienzo, como la mayor parte de esta comunicacién, se apoya en la Carta 12 del epistolario de Spinoza dirigida a Lodowijk Meyer, més conocida como la carta sobre el infinito. percepcién sensible Pero el tiempo ni siquiera es el continente de la sensacién, ni legara a ser ain el recepticulo o el tablero donde la imaginacién articula sus movimientos como ocurrira en la filosofia kantiana, Cronos, porque aqui se trata de un tiempo que transcurre y mide el movimiento, es un dios sin mundo que gobemar. Mas bien es un dios que siembra el desorden cuando intercede més alla de Ja imaginacién. Por eso Spinoza lo reduce, junto con el mimero y la medida, a una simple nada en el terreno del conocimiento, Quizas sea por esto que Cronos, mutado en Satumo, termine devorando a sus hijos. Divisible a voluntad, se considera que el tiempo es infinito, y a la par, a pesar de la aparente contradiccién, contingente. En todo caso se encuentra mas proximo de la contingencia y no de la necesidad, ya que no es, 0 por ser tan s6lo, un ente de razén. El tiempo no es un ser real, De modo que aquello que se le atribuye, infinitud y contingencia, no le pertenecen, El tiempo no puede ser infinito del mismo modo que no Jo puede ser el mimero, ya puede extenderse en un horizonte inabarcable o hundirse en las profundidades de la memoria que la infinitud no le sera predicada, Y es que al tiempo Je ocurre como al niimero, que por grandes que sean sus conjuntos o por estiradas que sean sus series, hacia el final, cuando parece divisarse el infinito, en esa imagen no se encuentra mas que otro niimero. Asi ocurre con la linea del tiempo. Podemos pensar que el tiempo pasa dibujando su propia linea, provocando o suftiendo la contingeneia que lo hace avanzar, pero una vez mas, est muy lejos la contingencia de ocurrirle al tiempo. Para que una hora pase, para que transcurra un pedazo de tiempo, dice Spinoza, es necesario que antes lo haga la mitad de esa hora, y a su vez, la mitad de esa mitad, asi indefinidamente, que no infinitamente. De esta forma no se hard correr el 7 En Spinoza no existe una division de estis facultades como tales. caudal del tiempo, porque es como si para constituir un néimero se sumaran ceros unos detris de otros. Ante esta desértica temporalidad, gdénde sembrar nuestras acciones?, gqué surcos encontraremos de un tiempo que no hace mella en la tierra? Es dentro de este interrogante acerca del tiempo, lugar que recoge nuestras pricticas y politicas, donde cabe enunciar la cuestién: euan contemporanea es la ontologia de Spinoza? Pregunta que sélo ser respondida en la medida en que la Ktica describa nuestra condicién postmoderna. En efecto, la practica responde a las longitudes de los encuentros, alberga latitudes de aumento y disminucién de potencias, pero el mundo cinético y dinémico que describe, va mas allé del terreno fisico ¢ intensivo, La politica propuesta en los tratados, ¢s un proyecto inconcluso, inacabado ~no por falta de tiempo, cémo podia ser éste la causa real, en todo caso ser una raz6n-, es un proyecto lanzado al porvenir. La constitucién y la génesis politi ca, la multitud como factor esencial de ese poder, queda para nosotros.’ Una filosofia o una politica del porvenir reclama un vosotros, como quien ante la multitud alienta un pronombre para borrarse en él: jvosotros!, inosotros! Ambos gritos requieren de una ontologia inmanente. Sin la trascendencia de un dios, ante la crueldad de la falta de su figura, ante la ausencia de una causa emanativa, los prejuicios, las certezas de la costumbre quiebran. Sin la traseendencia del fin, ante la oscuridad que supone el comienzo incierto, ante la carencia del témino, los ‘iones quedan liberadas. No hay dogal del tiempo que abrace el mundo de la costumbre, y el que existe en la imaginacién, ni siquiera podria > Bs esencial no pensar la multitud a través de la metafora de la composicién de un nico individuo comin a la masa que offece Arist6teles en la Politica (Libro II, en especial 12878). apretar lo suficiente para amarrar los pensamiento o las acciones a un orden 0 una jerarquia ontolégica. Cémo iba a darse el tiempo infinito sin la trascendencia de un dios, qué sentido tendria su linea sin la orientacién a un fin, Pero también la trascendencia entra en crisis por la enfermedad del tiempo. Suponemos, «cominmente, que todas las cosas de la naturaleza actiian por raz6n a un fin,» segin una secuencia que nos offece el orden del tiempo, segin el antes y el después, situando el final bien como causa eficiente, bien como cusa final. A la par, la serie del tiempo ofrece una guia para las similitudes de la percepcién, un criterio para las componendas que nuestra imaginacién hhace ante realidades dispares. Mientras que el conjunto del tiempo convierte las semejanzas y analogias en mecanismos susceptibles de levarse al infinito. El orden de los tiempos, la linealidad de sus series y laxitud de sus conjuntos permiten desplazar la pregunta por el fin hasta el punto donde no hay término y se arroja a cuestionarse por la agitacién del mar.’ Es en este sentido que el tiempo es auxiliar de la imaginacién. Con todos los riesgos y, amenazas, que implica sumergirse en la oscuridad de dicho océano, Nuestra condicién postmodema viene descrita por una Naturaleza donde la causa y el efecto no se distinguen. Quizas los efectos de una economia devastadora expresan causas politicas o energéticas, pero este salto de terreno, este cambio de Ambito no incumbe a la Naturaleza, sino que parece mas propio de una distincién modal. in duda Ja circulacién de mercancias, la transferencia de paquetes de informacién, se establece en funcién de relaciones que redundan en el aumento de la capacidad o el potencial Global.’ Sin duda, nadie lo cuestiona, pues no hay manera de no suftir esos avatares, ya que nuestra condicién es puramente inmanente, susceptible EL ejemplo es del propio Spinoza, ef, tic. Ap 5 Lectura, como Ins de S. Zizek en Organas sin cuerpo, eaen en este andlisis superficial a Ia hora de abordarilsofia dela inmanencia como lade G. Deleuze. de miltiples encuentros, frgil ante los choques. Al contrario que la Naturaleza, la cual siempre encaja los golpes. Sin embargo, una ontologia de la inmanencia conlleva una violencia que va mas alla de lo global y lo individual, de lo natural y lo artificial. Cuando una relacién se conjuga, cuando un encuentro se compone se dan sobre un fondo, [un paisaje o un tablero]. Del mismo modo ocurre cuando el efecto implica sus causas, 0 cuando una causa desenvuelve su coraza ofreciendo sus efectos, la expresién de ambos tiene lugar sobre un escenario, Ese paisaje no es mas que la Naturaleza, No es una naturaleza producida por ellos, por el choque fortuito o el resultado calibrado de la causalidad.* Es una Naturaleza produetora y no producto, Esa violencia muda de la Naturaleza es nuestra condicién y se vuelca sobre nosotros. Por primera vez, corresponde afirmar a nuestra Epoca postmoderna, que la Naturaleza entra en la historia del hombre.’ Es en este sentido que la produecién es Natural, sin distincién con lo attificial, y su producto Singular, ni individual ni global. La Fisica releva entonces a la ‘Antropologia en el dominio de las ciencias, El hombre, hasta ahora actor principal en la produccién de realidad, queda convertido desde este momento en espectador® del mundo, Las placas que componen las grandes urbes no suponen sino un elemento més en la produccién Natural. Asi los efectos de sus inmensos conjuntos estan integrados en una crisis climatica, donde las causas responden a un principio que engloba y supera cada uno de sus elementos. No habremos aprendido nada, mientras nos mantengamos en la ignorancia, Demasiado prepotentes o demasiado ingenuos seriamos considerando que con solo afirmar nuestra imaginacién conoceriamos «la naturaleza de las cosas y la © Seguimos en este punto el fabuloso libro de M. Serres, El contrato natural, donde dicha produccién natural se expresa en términas de cambio climético, ” Todo fil6sofo ha de decir al menos una vez: en el doble sentido del genitivo. * En el sentido neoplatonico que tenia la contemplacién, donde lo contemplado y el contemplador se pertenecen mutuamente, nuestra propiay.? Olvidamos las leyes de la naturaleza como obviamos la rotacién de la Tierra cuando contemplamos las estrellas. En definitiva, nos refugiamos en la ignorancia ante la violencia que sustenta a la Naturaleza, {Cuil es entonces nuestro tiempo? Nos amenazan con un futuro sin naturaleza, nos instruyen en una economia de los tiempos esperando que el tiempo, la Naturaleza, sea benévola con nosotros. Ain asi, ese futuro, ese tiempo, no es nuestro tiempo. Qué ha ocurrido?, gdénde toparse con él? Habra 0 no habri cataclismo anunciado desde el principio de los tiempos. El resultado, en verdad, es irrelevante, pues el final es propio de los modos 0 exclusivo de la Naturaleza naturada, La catistrofe realmente sobreviene cuando el hombre inunda la Naturaleza, cuando copa las ramas de la ontologia con su imaginacién."” A partir de ahi, el tiempo se vuelve abstracto, parcial o global, lineal o fragmentario y los modos pierden la potencialidad de su existencia en la instrumentalidad de los usos. He ahi la catdstrofe: el tiempo se zafa de la imaginacion. El tiempo deja de ser tiempo, se pierde en su caricter instrumental, en su condicién de auxiliar de la imaginacién, construyendo © constituyendo el refugio de la ignorancia. Aun asi, seguimos en Ia intemperie, ante la violencia de la Naturaleza, Ya que no habré lugar para la préiy o la politica, mientras que el tiempo continie siendo una herramienta. La dificultad estriba en que nuestro tiempo de aceién se ha convertido en un implemento de la percepeién, La pregunta continua alin en el aire, nuestro tiempo.., dénde encontrar entonces, el lugar donde se desarrollan nuestras précticas, qué continente ofrecer a nuestras aeciones. Si bien en Spinoza hay un tiempo afectando a los modos, también existe un tiempo propio de los modos. Cotresponde a la existencia de los modos componer una ® Seguimos el Apéndice al Libro I dela Etica. El texto dice «suyan, hemos preferido que diga «nuestra». " ENo se esconde en el Apéndice dol Libro I de la Erica esta profunda vision cuando Spinoza afirma que el hombre eree que todas las cosas de la naturaleza actian, segin su. imaginacién, conforme aun fin? duracidn, perseverar en una conjuncién determinada de partes extensivas. Conectadas, unidas © segmentadas, es en la existencia donde el modo conforma sus acciones y pasiones. En ocasiones engullendo otro modo, en otras, desprendiéndose con dolor de tuna clemento que aumentaba su potencia, Semejante violencia sitia la existencia del modo en una concepeién diaerdnica en la que las continuidades se deshacen a favor de nuevas relaciones. Se existe de mil modos, podemos decir. Pero en verdad, cada una de esas existencias no son mas que transitos de una y misma duracién del modo. La existencia del modo viene dibujada entonces por una duracién que violenta o se violenta provocando nuevos lugares de encuentro, pero que nunca se destruye del todo. De ahi que haya un Nosotros, pero también un Vosotros, Abandonamos al fin el reino de la imaginacién, Escapamos de las garras de Saturno. Nos libramos de los ritmos romos de Cronos. La duracién es nuestro tiempo. La existencia tiene sus modos, la continuacién de los mismos en ella determina su duracién. Las distintas vari ones, los iles de comienzos que puede suftir 0 generar tun modo no pervierten su duracién, sino que modulan o hacen permutar en él los grados de potencia de obrar. En efecto, es un tiempo indefinido, pero no ilimitado ni infinito. He ahi donde cabe pensar en una practi politica. Dentro de ese espacio que oftece la Naturaleza naturada, a pesar de la violencia a la que nos expone. ,Acaso no es también violento [agresivo 0 brusco] un aumento de potencia? No es mucho espacio, sin duda, para desarrollar una politica, pero al menos es el suficiente para una revolucién més, para un pensamiento largo, duradero, en busca de nuestro [y vuestro] tiempo. Luis Franco Madrid, noviembre 2007

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