Qnvestigacion
«La hechizada» de Manuel Mujica Lainez
y «La casa de azticar» de Silvina Ocampo;
dos relatos de transmigracién de almas
—Manvet Munca LAmvez, «La hechizadaor
La transmigracién de las almas constituye
‘un misterio insondable que atrajo poderosa-
al hombre en todas las épocas, y la lite
ratura no qued6 al: margen de esta busqueda,
dando a luz obras impereeederas. ¢Quién no
‘remecié cuando Ia bella y enigmética
Ligeia de Allan Poe se aduefiaba lentamente
‘del cuerpo de la moribunda Rowena, o cuando
Felipe Montero, en Aura de Carlos Fuentes,
descubrié horrorizado que no era mas que la
reencarnaci6n del General Llorente, hecho vin-
culado a fos maleficios de Consuelo, una ex-
{raiia anciana que, ademés, habia logrado en-
gendrar un nuevo ser, Aura, a partir de las po-
tencias de sus propio espiritu?
Asuncién y Cristina son dos personajes que
también experimentan procesos similares en
sendos euentos de Manuel Mujica Lainez y de
Silvina Ocampo: «La bechizaden y «La casa
de aziicary,
Similitudes y diferencias pueblan estas dos
Pequefias obras de arte de nuestra literatura,
‘pero en ambas todo tiende a confluir-en un pro-
eso tinico e irreversible: el trasvase de almas
dle un cuerpo a otro y, finalmente, la muerte de
los seres a quienes se ha arrebatado el espiritu:
‘Asuncion y Violeta
Victimas o ejecutoras de fuerzas ocultas,
estas figuras femeninas se mueven en medio
de una atmésfera de magia, misterio y hechi-
ceria, cuye sentido tltimo los narradores mas-
Culinas, simulténeamente personajes y testigos,
no consiguen desentraiiar, Asisten aténitos ¢
impotentes a un proceso quesse encuadra fuera
de los imites racionales, Sienten que el mundo
femenino y sus fuerzas inconscientes los
doblegan sin piedad, asi como también sucede
en el citado cuento de Poe o en la novela de
Fuentes.
{Per qué los autores eligicron personajes
femeninis para protagonizar la transmutacién:
Bemarda-Asuncién y Cristina-Violeta? Carlos
Fuentes hall la clave y la explicacién en una
frase de Las brujas de Jules Michelet, que le
sirvié al mejicano de acdpite, en la novela Aura,
ina de sus narraciones mis perfectas: «El
bre caza y lucha. La mujer intriga y suefia; es
la madre de la fantasia, de los digses, Posee la
segunda visi6n, las alas que le permiten volar
hacia el infinito del deseo y de la imaginaeion.
Los dioses son como los hombres: nacen y
mueren sobre el pecho de una mujer.»
‘Aqui se sefiala una neta distincién entre los
dos sexos, y el poder de la mujer como fuerza
nadora y preservadora del destino huma-
no, Michelet atribuye este enorme poder de la
mujer a.esa capacidad de descubrir y de crear
una realidad més alla de las cosas mismas. Es
la mujery no el hombre quien posee la revela-
cin magica del universo. Para este autor cl
ciclo femenino se correspond directamente con
el ciclo eésmico, lo que establece una serie de
hills invisibles que une a la mujer con la natu-
raleza. Ella, y nadi¢ més, puede entablar un
didlogo con esa realidad secreta que al hombre
le ha sido negada. La mujer lo abarea todo
dentro de su cireulo, tanto la humanidad como
a cultura «nacen y mueren sobre el pecho de
‘una mujer». Estos coneeptos son perfectamente
trasladables.a los cuentos tratados, sobre todo
al de Mujica Lainez. La fuerza arrolladora de
lo femmenino domina el escenario.
«Hoy mismo, después de cuarenta afos,
‘cuando indago en mis memorias de entonces,
titubeo al esforzarme por calificar exactamen-
GRATIN,te lo que por ella sentia. Lo indudable es que
nunca he querido asi a nadie, La adoraba y
hhubiera quedado durante horas sin més que
trenzary destrenzar la mata de pelo castalio....
Estas son las afirmaciones de Beltrin acerca
de su hermana, y para referirse a Bemarda:
«Su seducci6n obr6 sobremi al principio, como
sobre mi hermana, pero al eabo de un tiempo
seabrié camino en mi dnimo, lentamente, po-
derosamente, un indefinible horror, un miedo
ccuya esencia luego comprendi y que meman-
tenia a su lado, como un pajaro inmévil suges-
tionado por una serpiente». Y el narrador del
‘cuento de Silvina Ocampo expresa: «Nos que-
riamos con locura. «ramos tan felices, tan
felices que a veces me daba miedo». Ambos
personajes masculinos—hermano y esposo—
s¢ hallan unidos asus amadas con un amorsin
Jimites, que rozacl sometimiento: «Cuandonos
comprometimos tuvimos que buscar un depar-
tamento nuevo, pues segtin sus creencias el des-
‘ino de los ocupantes anteriores influiria sobre
su. vida (en ningiin momento niencionaba la
mia, como si el peligro la amenazara sélo a
ella y nuestras vidas no estuvieran unidas por
cl amor)». El esposo acta continuamente de
‘manera tal de no perturbar o contradecir a su
mujer, pues en le fondo le temee ingresa, asl,
en un juego de locura y obsesién, que termina-
4 transforméndose en realidad: «Durante la
noche yo tenia cuidado de deseolgar el tubo,
para que ningin llamado inoportuno nos des-
pertara. Coloqué un buzén en la puerta de ¢a-
He; fui el depositario de la llave, ef distribui-
dor de cartas». ¥ Beltran afirma: «Lo tinico
que a mi me importaba era retozar detras de
mi hermana, como un cachorro, y acasarla
entre los meloneso,
Infinitas son la angustia y la desesperacion
que embargan a este hombre y a este nifio de
doce afios, cuando advierten el profando cam-
bio que se est operando en las personas que
més aman en Ia vida. Los domina un senti-
miento de impotencia y la sensacién cierta de
irperdiéndolas lentamente. Y, sobre todo, una
incomprensién absoluta de la situaeibn, dado
que en ese mundo masculino-y racional no ea-
ben tan extrafas posibilidades. Lo fantastico
cen estos cuentos, es decir, lo que noes explica-
ble por la razén humana, se halla cuestionado
por el mundo masculino, simbolizado en estos
dos personajes. Sin estas dos figuras que po-
nen los hechos en tela de juicio, estos euentos
serian, tal vez, simplemente maravillosos. El
narrador de «La hechizadan, ya adulto, opta
por advertir al lector lo inusitado de su relato,
para que ésteno pierda credibilidad, y més ain,
porque el acto de enunciacién se sitia cuaren-
ta afios después de los trigicos acontecimien-
tos, y el paso del tiempo, unido a un recuerdo
infantil, podrian haber desvirtuado la verdad:
«Cuando sucedié lo que voy a contar y (acer
ca de lo cual pueden ustedes ser escépticos sin
incomodarme, pues su extravagancia justifica
no s6lo el recelo sino también la incredulidad),
‘mi hermana tenia trece aos.» En «La casa de
azticar» afirma el esposo: «Las supersticiones
no dejaban vivir a Cristina. Al principio de
nuestra relacién, estas supersticiones me pa
recieron encantadoras, pero después empeza-
ron a fastidiarme y a preocuparmes.
Como perfectos exponentes del mundo real
yrracional, no pueden comprendernitolerar el
alejamiento de sus amadas y los extrafios cam
bios de que son objeto: «Pero mi inquietud
comenzé a molestarme hasta para abrazar a
Cristina porla noche, Adverti que su caricter
habia cambiado...; «Traté de seguirla a todas
horas, para descubrirla en los brazos de sus
amantes. Me alejé tanto de ella que la vi como
a.una extrafia,» Y Beltran expresa: «Seria di-
ficil precisar en qué momento Asuncion empe-
26a apartarse de mip; «..por fin no pude més
ys angustiado, interrogué a Asuncién, pero se
eché a reir..; «Y lo peor es que nadie se daba
cuenta; «Mi entrometimiento me privé del
resto de confianza que mi hermana depositaba
enm\, Yano me dirigié lapalabra y vivimos ¢lse explican las extrafias actitudes de Cristina,
‘quien, a esta altura, ya ha perdido su voluntad
libre. La clave del misterio reside en esa casa
de aziioar. Asi aparece el primer oximoron: esa
‘easa blanea —no olvidemos que el blanco es
simbolo de pureza—seré no sélo el escenario,
sino también la causa de esa transformacién
pproducida por fuerzas ocultas o demontacas
La.casa de azticar, simbolo de amor eterno, de
La naranja
maravillosa
Silvina Ocampo.
‘uno junto al otro como extraiios».
La desesperacién y la soledad son mayores
en Beltrin que en el esposo de Cristina, dado
que se trata de un nifio de doce aos, sin ma-
dre, con un padre indiferente, razén por la cual
vuelea en su hermana todas sus necesidades
afectivas. La pérdida seré para él una verda-
dera eatistrofe.
El cuento de Silvina Ocampo eulmina con
estas palabras: «Yo no sé quien fue vietima de
quién, en esa casa de azitcar que ahora esta
deshabitaday. He aqui la diferencia esencial
entre los dos textos. En este relato se produce
el pasaje del alma de Violeta, la enigmitica y
disipada cantante, al cuerpo de Cristina, sin
intervencién de sus voluntades. Ninguna de las.
dos es consciente ni responsable de lo.que su-
cede: «Sospecho que estoy heredando la vida
de alguien, las dichas y las penas, las equivo-
caciones y los aciettos», afirma Cristina. Y
Violeta dir, muy cerea del fin: «Alguien me
ha robado la vida, pero lo pagaré muy caro».
Asi, al final del cuento en boca de Ia cantante
eontencién y proteccién y asociada por una
sinestesia a cierta idea de dulzura, y que con-
leva ademas cierto matiz infantil, pues se ase-
meja a Ia casa de una torta, termina convir-
tigndose en la casa del horror. ¥ asi, lo irracio-
nal irrumpe en Io cotidiano, destruyendo: la
‘existencia de estos seres. Si bien se observa
‘queno interviene la voluntad, hay que tener en
‘cuenta que Cristina posee una conexién incons-
cciente y muy profunda con esas fuerzas, ex-
presada a través de sus temores supersticio-
08.
En «La hechizada», el planteo es diferente
Mujica Léinez nos ubiea en la Buenos Aires
de 1817 frente a una figura enigmatica:
Bemarda Velazeo, una bella y joven mulata
Su nombre, de origen teuténico, significa con
fuerza y empuje de oso. El narrador nos su-
giere que esta criada es en realidad hija del
seftor de la casa Mendoza. Y, asi, Bernarda
perpetra su venganza y satisface su anhelo de
convertirse en una-dama, rango que le corres-
ponderia por su sangre. Odio y resentimiento
impulsan a esta joven a acudir a la brujeria
para tomar el lugar de Asuncién.
Una gran diferencia radica en que, en ¢l
relato de Mujica Lainez, el trasvase es espit
tual y también fisico. En cambio, en la otra
historia, Cristina se transforma en Violeta, pero
sus rasgos fisicos no se alteran.
En ambos casos, la transmigracion de al-
‘mas es un proceso lento, pero que no lleva de-
masiado tiempo: dos estaciones, primavera y
verano, en «La hechizada» y algunos dias 0
meses en «La casa de aziean». Aqui, Ia ma
-cacién temporal no es tan detallada como en el
‘euento anterior. El transcurrir del tiempo se
marca por el rodar de los dias y se hace hinca-
pig en el tiempo realy el psicolégico: «Duran-
te dias, que me parecen affos, fa vigilé; «Un
sibado al atardecer la encontré en el puente».
{Cémo se produce Ia transformacién en
TRAMMAestos relatos?
Enel de Silvina Ocampo, el narrador inicia
el euento comentando las absurdas superche=
as de su futura esposa, quien termina com-
prando una casa aparentemente nueva, El en-
‘gaiio del marido se sustenta en el temor de la
mujer de ser influida por el destino de fos ant
‘2u0s ocupantes, Este temor se convierte en rea
lidad y Cristina comienza ser invadida por el
alma de Violeta, su antigua moradora, Ya el
nombre es sugerente: la violeta es una flor fue
neraria y asi, con este indicio, s¢ nos anuncia
su muerte. «No me gusta el nombre de tas flo-
resp, afirma el esposo en un momento dado,
Poco a poco, Cristina comienza.a suftir ex-
trafios cambios de personalidad: «de alegre se
cconvirti6 en triste, de comunicativa en reser
vada, de tranquila en nerviosa. No tenia apeti-
to...» Distintos personajes llegan a la casa de
aziicar en busca de Violeta: una joven para
reclamarun perro, simbolo de muerte, un hom-
bre ridiculamente disfrazado de mujer. Cr
ina se dirige con asiduidad al puente de Const
tuei6n, hecho insdlito, ya que despreciaba es-
‘tos lugares liigubres y desolados, como el Par-
que Lezama, Y ademas, un hecho extraordi
nario: comienza a cantar con la voz de Viole-
‘ta. En la Edad Media, Boecio consideraba que
la musica suponia un acuerdo entre el alma y
‘el cuerpo, y este concierto se va plasmando
lentamente, S6loal final se develara el sentido
de estos hechos. Entretanto, Ia autora juega
habilmente con la imaginacién del lector, mien-
tras Io va sumergiendo en una atindsfera fan-
tistica.
‘Al final, marido descubre a verdad y que-
da, como Beltrén, «mudo y horrorizadan.
Mientras tanto, ya se produyjo la inmolacién de
Ja vietima,
Es importante aclarar que en ambos casos,
en las dos parejas femeninas, hay una figura
fuerte, que es la que recibe el alma (Bernarda
y Cristina, aunque en esta tiltima el proceso
sea nvoluntario) y una figura débil (Asuncién
¥ Violeta, quienes mueren luego de entregar el
alma, sin poder luchar),
En «La hechizaday aparece también una
casa, la de Los dos nifios, que poco a poco, por
{a insalvable ruina familiar se va despojando
desus objetos, hasta quedar cada vez mis gran-
dey mas vacia, espejoy simbolo de Asuncién,
que también se va despojando de todo su inte-
rior. Pero latransformacién no se realiza aqui,
sino en un espacio abierto, en a hucrta de la
casa de sus tios, los Mendoza. Este hecho no
cs casual: Bemnarda Velazco posce ajos verdes
yaparece vestida de este color. Mujica Léinez
se remont6 alasimbologia que tenia este color
centre las heehiceras. El verde era el color dela
naturaleza, de los campos sobre los cuales se
jzaba ol aquelarre y, en consecuencia, tle-
£26 a evocar la presencia de Satands: por eso,
en principio, la hechicera siempre se vestia de
verde. Bernarda se convierte en la antigua y
solitaria bruja que se siente, ella misma, parte
integral de la naturaleza y la huerta verde de
los Mendoza, el marco ideal para el hechizo.
Durante la Edad Media, se solia sacrificar
tun macho cabrio en las reumiones saténicas.
Lasangre dea victima, humana. animal, era
Ja sustancia que los unfa con los origenes, con
la violencia, con el crimen, con ese estado ini-
cial en que ef hombre estaba estrechamente
unido ala naturaleza. Bsto explicaba también
losexcesos sexuales, donde todo eédigo moral
cera superado. Y aqui, la victima inmolada es
Asuncién —cuyo niombre:nos remite a la Vie-
gen y se relaciona con las fuerzas divinas en
oposicién a las demoniacas—; ysibien no hay
excesos sexuales, se sugiere una relacién apa-
rentemente incestuosa de Asunci6n (Bernarda,
en realidad), con el padre, quien siente por su
«chijay una atraccién especial
De esta manera, Bernarda logra dominar a
todos los seres que la rodean. Solo Beltrin se
resiste, cuando logra comprender la verdadera
naturaleza de la mulata, pero nada puede con-
{ra una fuerza ineluctable, Bemarda es here-
dera de Ia tradicién medieval, pero a su vez,
‘opera con fos procedimientos de estas tierras
americanas, especificamente, de! litoral, region
muy rica en historias y leyendas de hechice-
rias: «en el cuarto de Asuncién, deseubri que
Ja imagen de la Virgen Marfa habia sido atra-
vesada con siete alfileres. Debajo de la almo-
hada, enelfecho, encontré unas hojas de aruera,
el érbol de las brujas del litoral».
Otro aspecto importante radica en que el
hechizo de Bemnarda se realiza sobre una al-
fombra azul, color que alude aqui al manto de
la Virgen; no casualmente, el autor bautiz6
Janiiia como Asuncién. Existe todo un campo
Gamma‘semintico relacionado con Ia madre
de Jesis, figura femenina de las fuer-
zas del bien.
Finalmente, s6lo el fuego purifica-
dor —otro elemento emblematico—
puede destruir esa alfombra maldita
««Largos aiios me persiguié el recuer-
do de la alfombra enerespada, cuan-
do se erguia y retorcian los flecos en
‘medio de las lamas crepitantes, rugiendo como
un animal de presa que se:quema vivo».
Desde el comienzo, Ia mulata se nos pre-
senta como un ser misterioso que produce si
multéneamente una atraccién irresistible yun
profundo horror. Sus comparaciones con la ser-
piente y con animales malignos, ademas de sus
relatos macabros, connotan su vinculacién con
Jo demoniaco. ¥ su voz musical exhala una
extrafia fascinacién. Como en el cuento de
Silvina Gcampo, aqui la misica también apa-
rece yinculada con le sobrenatural.
Laimagen de Bemarda en la alfombra bru-
iiendo objetos de metal nos recrea la atmésfera
magica de los relatos orientales: «Alrededor,
como en una estampa de mercado asidtico,
esparcianse los nobles objetos de metal de
quella casa rica». Ademas, su lejano origen
negro termina vineuléndola con las culturas
tribales africanas, haciendo de ella un ser
exdtica y misterioso.
Entre otras cosas, Bernarda pule objetos con
‘éguilas, ave que simboliza Ia majestad y el
poder que la joven va conquistando lentamen-
te, con «fuerza y empuje de oso»
Y el hechizo Hlega a su punto culminante
‘cuando-la mulata entregaa Asuncién un espe-
Jo-con un marco exomado de dngeles y media-
Tunas: nuevamente el autor nos remite, por un
Ineo, al mundo angélico, en un constante cla
roscuro entre lo divino y lo demoniaco, y por
‘otro, al mundo arabe, ya que la medialuna s
su simbolo,
Dos historias similares y diferentes ala vez
Dos modos narrativos distintos. Mujica Léinez
‘con un estilo més artificioso, un lenguaje muy.
pulido y deseriptivo, echa mano continuamen-
tea recursos propios ge la lirica, como la ani-
fora, el paralelismo y una adjetivacion suge-
rrente. Nada deja librado al azar: cada palabra,
‘ead frase nos arrastra hacia ese mundo so-
brenatural.
Silvina Ocampo nos ofrece una literatura
‘més intuitiva, al vez:con tn estilo menos puli-
do y mis cercano a lo cotidiano, pero logra
crear una atmésfera enrarecida, plena de pre-
sagios funestos y ce elementos liticos.
En ambos cuentos, lo extraordinario y lo
real se unen de la mano de dos grandes autores
que logran derribar las barreras que dividen
ambos mundos; una atmésfera de horror y en-
suefio nos arrastra por tn camino sin retomo,
ccon la duda siniestra de que lo irracional tam-
bién puede irrumpiren cualquier momento en
nuestras vidas.
Bibliogratia
~ Munica LAmez, MaNutt, «La hechizada»,en
Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires, Sud
americana, 1981
= Ocampo, Sttvina, «La casa de aziicar, en
Cuentos Completos I, Buenos Aires, Emecé
Editores, 1999.
- Fuentes, Carios, Aura, Bogoté, Norma,
1997, prologo de Adolfo Castaiion y estudio
introductorio de Mario Mendoza.
AMMA