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El mecanismo paranoico1

Por el Dr. Roberto Pardo

Introducción

Hablar hoy día sobre el mecanismo paranoico es posible desde el


psicoanálisis y de la orientación lacaniana, ya que en la psiquiatría ha
perdido vigencia, como tal, el término paranoia. Ha quedado
subsumido en el amplio campo de los trastornos delirantes y en las
formas paranoides de la esquizofrenia. Basta confrontar el DSM IV
con el CIE 10, para comprobar hasta que punto, se ha perdido en la
clínica de la psiquiatría moderna la confianza en la dimensión del
síntoma como expresión de lo más verdadero en las singulares
producciones de cada sujeto. Es que en realidad, la categoría del
“sujeto” no es contemplada por el campo científico, el cual se basa
exclusivamente en la empiria. Es decir, el método experimental en el
análisis de las conductas de los individuos. Situación inversa, no
recíproca, la del psicoanálisis respecto de la ciencia, quién responde
desde el lugar marginal al que esta lo reduce, denunciando que es
desde la articulación entre el sufrimiento del cuerpo ( el campo del
goce ) y la demanda del enfermo, donde su clínica se instala para dar
respuesta a la dimensión de verdad que su síntoma conlleva. Esto, en
la actualidad podemos apreciarlo en la importancia que en nuestra
clínica diaria, tiene el uso del psicofármaco, en tanto está sustentado
en los avances de la psicofarmacología. En los campos de estudio
sobre todo de la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva, se
han descubierto las vías y los mecanismos de acción de los
neurotransmisores y receptores intervinientes en ellas, lo que no es
desdeñable en un sentido, pero al mismo tiempo fuerza a una ilusión
de homogeneidad clínica (típica, del para-todos de la ciencia), que
borra las particularidades de cada esquizofrenia, de cada melancolía y
así sucesivamente.

La paranoia vive (y goza de buena salud), por el psicoanálisis

Lo dicho al comienzo respecto a la paranoia y a su mecanismo íntimo,


es un ejemplo que como anillo al dedo, viene a confirmar la
extraterritorialidad del psicoanálisis respecto a la psiquiatría. Mientras
el psicoanálisis no sólo se empeña en conservar la categoría de la
paranoia, sino que la considera fundamental para entender la
psicosis, la psiquiatría la desdeña entendiéndola como un mito de

1
Tomado de: www.psicoalvarez.org
Kraepelin o una reacción comprensible en un individuo con
determinados rasgos caracterológicos o constitucionales.

Hay una constante en la evolución de las ideas en el campo de la


psiquiatría. Ya sea la psiquiatría clásica o la moderna psiquiatría
científica. En ambas, independientemente que sustenten posturas
psicogenetistas u organicistas, que ubican la causa inicial de la
psicosis en el desarrollo de constelaciones psicológicas explicativas de
vivencias anómalas o en trastornos de la función de “filtro” del yo
(función del rendimiento del yo) que por alguna alteración
neuroquímica, no puede codificar la información que recibe a través
del sistema perceptivo; en ambas, se hace necesario mantener un
lugar , en el que residiría una suerte de “centro de entendimiento”
que, como un “panóptico”, estaría siempre al tanto de lo que no anda
bien en el sujeto.

Es notable, como la resistencia al psicoanálisis, se extiende hasta en


los desarrollos que en Lacan, se podrían ubicar en el borde de lo que
el psicoanálisis tiene de relación con la lingüística y la filosofía. Por
esta vía, Lacan en los años 50, coloca en el campo del lenguaje la
única organicidad que vale en el sujeto psicótico. La que por los
efectos del significante “... motiva la estructura de la significación”.

Lacan realiza, como lo define J. A. Miller, “una operación de barrido”


en su empeño por destronar al sujeto unificante de la percepción. Al
colocar en la misma bolsa, todas las teorías sean éstas
“psicogenetistas o dinamistas, se refiere a la alucinación, para
contrastar la clásica definición de Esquirol de la alucinación como
“una percepción sin objeto”, con aquella que se desprende de
considerarla como efecto de la forclusión. Es decir, el síntoma
psicótico por excelencia que viene a demostrar que el sensorio “es
indeferente en la producción de la cadena significante”,
asombrándose de que no se le ocurra a nadie preguntarse “si el
perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens aquí
conminado a explicarlo”. Tal como queda, después, ejemplificado con
la alucinación verbal psicomotriz de Seglás.

El mecanismo paranoico

Una pregunta que se impone, en primer término, es la razón por la


cual desde el psicoanálisis consideramos necesario mantener la
categoría de la paranoia. La razón estriba en que como tal, el delirio
paranoico, es como dice Lacan, un ensayo de gran rigor lógico que se
escribe en un texto, el texto delirante. Tomar las producciones
discursivas del psicótico desde esta perspectiva (la de una escritura
que intenta restablecer los lazos con el Otro), nos impide considerar
la psicosis como déficit, como sí lo hace la psiquiatría. Por el
contrario, son creaciones que funcionan como un biombo o tapón, en
el lugar de un agujero, de una inexistencia en lo simbólico, como
podemos denominar a la forclusión. Otro aspecto, relacionado con
este, es que el mecanismo paranoico es el paradigma, en la psicosis,
de todo tratamiento de lo real por lo simbólico.

Si partimos, como lo hacen Freud y Lacan de la división kraepeliniana


entre esquizofrenia y paranoia, vemos que, una fracasa donde la otra
triunfa. Dicho de otra manera, la metáfora delirante, representa el
triunfo del sujeto psicótico en el tratamiento de lo real, una vez
desencadenada la psicosis. Es decir, si tomamos al fenómeno
elemental como algo siempre presente en la clínica de la psicosis,
confiriéndole además, al rasgo de elemental, un valor de real en el
sentido de que no puede ser asimilado por lo simbólico, el mecanismo
paranoico, es el modo a través del cual, el sujeto reenvía el goce al
campo del Otro, hasta llegar a identificarlo en el Otro (haciendo del
otro su perseguidor o su amante insensato). El término que tanto la
psiquiatría como el psicoanálisis utilizan para denominar este
procedimiento es el de interpretación delirante. Si el paranoico logra
a través de este mecanismo un sentido delirante, que restituye la
pérdida de realidad ocasionada por la des- estructuración imaginaria
del inicio de la psicosis, es a partir de identificar un significante que
en el Otro lo represente y supla la inexistencia del Nombre del Padre
en lo simbólico y en lo imaginario la ausencia de significación fálica.

Función de la Metáfora paterna

La función específica de la metáfora paterna es la de cifrar el goce, de


tal manera, que quede ligado al falo. El Nombre del Padre, al anudar
RSI, brinda un límite a las funciones imaginarias de la significación y
de la imagen del yo con su cuerpo. Este límite representa un punto
de falta en el sujeto. La significación fálica, es eso, es la marca de la
castración que negativiza el goce pulsional. Por esta operación, se
vacía goce del cuerpo y, por otro lado, a nivel fantasmático
recuperación del goce, ligado a los objetos de la pulsión.

La forclusión del Nombre del Padre impide, por lo menos


parcialmente, esa operación sobre el goce. En la psicosis, observamos
una falla en la constitución del sujeto que se traduce en una falla en
la constitución de lo imaginario. Esto queda dramáticamente
expuesto en los fenómenos de significación inefable del
desencadenamiento de la psicosis, en los que “los efectos de
inducción del significante, actuando sobre lo imaginario, determinan
ese trastorno del sujeto que la clínica designa bajo los aspectos del
crepúsculo del mundo, que necesita para responderle nuevos efectos
de significante”. La perplejidad, en la que se sumerge el sujeto como
efecto ante lo que retorna en lo real, (goce enigmático) expresa la
alteración de la temporalidad del sujeto, correlativa a la rotura de la
cadena significante. A la pérdida de la función metafórica del
lenguaje.

El problema del narcisismo

Lacan introduce en el análisis del caso Schreber, el aspecto


problemático que representa el mecanismo freudiano de la proyección
para explicar el mecanismo fundamental de la formación de síntomas
en la paranoia. En el capítulo III del caso Schreber, Freud plantea que
la paranoia es una defensa contra una fantasía homosexual, y el
delirio paranoico, la proyección en el otro de una percepción interior
desagradable que retorna al sujeto como amenaza. El delirio
paranoico es para Freud una defensa contra pulsiones homosexuales.
En el camino hacia la elección del objeto heterosexual, es normal,
dice Freud que haya una fase de elección homosexual de objeto,
transitoria que sucumbe con la declinación del Edipo y el complejo de
castración. Así, las pulsiones homosexuales se subliman desviándose
de su fin sexual y se unen a las pulsiones del yo, para constituir con
ellas los instintos sociales y representar el aporte del erotismo a la
amistad, la camaradería y el amor a la humanidad. Para Freud la
paranoia nunca deja de ser una enfermedad de la libido. Cada una de
las fases libidinales es susceptible de sufrir fijaciones y disposición a
la neurosis. La fijación al narcisismo, el incremento del quantum
libidinal que lleve a la sexualización de las relaciones sociales con
anulación de las sublimaciones, será el corolario de la teoría freudiana
de la paranoia. En el Manuscrito K, en 1896 se había referido a la
paranoia en contraste con la neurosis obsesiva. Si bien, en ambas, el
recuerdo de una vivencia primaria motiva la represión y
desprendimiento de displacer, en la paranoia el contenido ideico,
generador del autorreproche, se atribuye al prójimo por proyección.
Al autorreproche primario se le niega el valor de verdad y queda a
disposición de los intentos explicativos del yo, que van a constituir el
delirio de asimilación, como denomina Freud a la reconstrucción
delirante del mundo, por esta época. Vemos que estas elaboraciones
anticipan lo que en el capítulo III del caso Schreber, Freud va a situar
como las distintas formas lógicas de contradicción de la fantasía que
supone la afirmación YO LO AMO. La frase “negación del valor de
verdad” es el antecedente de la afirmación de que el psicótico no
quiere saber nada en el sentido de la represión, como un mecanismo
distinto de la represión como denomina al rechazo o la desestimación
de un trozo de la realidad.
En este punto, la crítica de Lacan al mecanismo de la proyección llega
a la sugerencia de abandonar el término, ya que la psicosis no tiene
nada que ver con la “proyección psicológica, por la cual, recibimos
siempre todo lo que hacen aquellos por los cuales tenemos
sentimientos algo mezclados, con alguna perplejidad en cuanto a sus
intenciones”. Define la proyección en la psicosis como “el mecanismo
que hace retornar del exterior lo que está preso en la verwerfung, o
sea, lo que ha quedado fuera de la simbolización primordial que
estructura al sujeto”. Con el estadio del espejo, Lacan coloca al
narcisismo como la relación imaginaria central para la relación
interhumana. “Toda identificación erótica, toda captura del otro por la
imagen en una relación de cautivación erótica o agresiva, se hace a
través de la relación narcisista”. Lacan permite resituar la relación
narcisista, especular, en tanto mediada por la palabra en la relación
del sujeto al otro. De este modo, va a decir que todo el registro
imaginario se constituye solidariamente en la relación proyectiva
entre el yo y el otro. Pero esta relación alienante, encuentra su ley en
la simbolización del Edipo. De esta manera, Lacan se preocupa por
instalar el problema de la proyección y los llamados mecanismos de
defensa, en el plano imaginario y situar la causalidad de la psicosis,
en la primordial relación del sujeto con el lenguaje.

Desencadenamiento, desestructuración imaginaria,


reconstrucción delirante

El término desencadenamiento, alude a la quiebra del efecto


metafórico de la cadena significante, que opera mínimamente, con
S1--- S2. El discurso del inconsciente, lo muestra funcionando: efecto
de significación, el sujeto, efecto de goce, el a, producto o resto de la
operación de la metáfora. Pero para esto el Otro debe ser tesoro de
los significantes, no le debe faltar el significante de la ley, el NP. Para
que la psicosis se desencadene es necesario que el Nombre del Padre
ausente, sea llamado en el Otro en oposición simbólica al sujeto. El
Un-padre, elemento fortuito que ubicado en posición tercera a nivel
de la pareja imaginaria, yo- objeto o ideal- realidad, inicie la
desestructuración del imaginario del sujeto hasta que se alcance en la
metáfora delirante la estabilización entre significante y significado.

La metáfora delirante es un punto de arribo, una manera particular


de cifrar el goce que sin embargo no siempre es eficiente para
impedir nuevas desestabilizaciones

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