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ERIC FONER La historia de la libertad en EE.UU. TRADUCCION DE ALBINO SANTOS MOSQUERA |9 EDICIONES PENINSULA BARCELONA Titulo original inglés: The Story of American Freedom © Eric Foner, 1998 La primera edicidn original de este libro fue publicada por W. W, Norton & Company, Ine, New York, 1998 Los derechos de la traduccion fueron Ajados por Sandra Dijkstra Literary Agency y Sandra Bruna Agencia Literaria, S.L. Quedan rigurosamente prohibidas. sin la autorizaci6n eserita de los tinulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas «ia loves lo reprodiecion total o parcial de esta obra por cualgurer medio 6 procedimienco, comprendidos la ceprografia vel tratamiento informstico, v la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo publicos. Primera edicién en castellano; marzo de 2010 © de esta traduccidn: Albino Santos Mosquera, 2010 © del prdlogo a la edicién espanola: Eric Foner, 2009 © de esta edicin: Grup Editorial 62, S.L.U., 2010 Ediciones Peninsula, Peu de la Creu 4. o8001-Barcelona info@edicionespeninsula.com www-edicionespeninsula.com vleToR IGUAL - forocomposicién LIMPERGRAT, S.L. - impresion DEPOSITO LEGAL: B. 2,582-2010 s8BN: 97B-84-9942-003-5 INDICE Agradecimientos Prélogo a la edicién espafiola Introduccién I, EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE E] inglés nacido libre Democratizacién de la libertad 2. LLAMARLA LIBERTAD La esclavitud y la reptiblica Nosotros, el pueblo 3. UN IMPERIO DE LIBERTAD La democracia en América Los trabajadores, libres y esclavos 4. LAS FRONTERAS DE LA LIBERTAD EN LA JOVEN REPUBLICA La comunidad imaginada Barallas fronterizas 5. LA LIBERTAD VUELVE A NACER «Todos nos proclamamos favorables a la libertad» «Qué es la libertad?» 6. LA LIBERTAD DE CONTRATO Y SUS PROBLEMAS Libertad en la Edad Dorada El obrerismo y la repablica Remodelacion de fronteras II 13 7 BI 45 45 58 83 94 107 110 122 139 139 154 175 175 182 203 205 217 227 En marzo de 1776, James Pike, un soldado de la milicia de Massachu- setts, grabé esta escena en su chifle para conmemorar las batallas de Lexington y Concord de once meses antes. Pike calificé a las tropas bri- nicas de «agresoras». En el centro, figura el arbol de la libertad. (So- ciedad Histérica de Chicago ) EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD [ADOUNIDENSE La libertad estadounidense nacié con una revolucién. Durante la lucha por la independencia se transformaron las ideas de libertad heredadas del pasado y surgieron también otras nuevas. Asimismo, se cuestioné y se ampli la definicién de quiénes tenian derecho a gozar de lo que la Constitucién llamé «los beneficios de la liber- tad». La revolucién de la Independencia estadounidense brindé un legado duradero, aunque contradictorio, a las generaciones futuras. Su ensalzamiento de la imagen de la nueva nacién como refugio de la libertad en un mundo dominado por la opresién encuentra ain un gran eco en la cultura politica de hoy en dia. Pero aquellos Estados Unidos, una nacién concebida en libertad, albergaban una pobla- cidn esclava en rapido crecimiento, lo que contradecia la confianza con la que sus fundadores afirmaban que la libertad era un derecho humano inalienable y universal. EL INGLES NACIDO LIBRE La «libertad», como es légico, no se incorporé de repente al voca- bulario norteamericano en 1776; de hecho, pocas palabras tenfan tanta presencia en el discurso politico transatlantico del siglo xvut. La Norteamérica colonial era heredera de multiples formas de en- tender la libertad: algunas tan antiguas como las ciudades-Estado de la antigua Grecia; otras tan novedosas por aquel entonces como la Dstracién. Algunas establecieron los cimientos de las concepciones contemporéneas de la libertad; otras nos resultan hoy totalmente desconocidas. Seguin una definicién comtn en la Norteamérica briténica, la libertad no era tanto un estatus politico o social como una condicién 45 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. espiritual. En el mundo antiguo, la ausencia de autocontrol era en- tendida como una forma de esclavitud, como la antitesis de la vida libre. «Mostradme un hombre que no sea un esclavo —escribid Séneca—. Uno es esclavo del sexo, el otro lo es del dinero, y ain otro lo es de fa ambicién», Esta forma de entender la libertad como sometimiento a un cédigo moral era de fundamental importancia en la cosmologia cristiana de la que estaba imbuida la visién que los primeros colonos tenian del mundo. Allf donde florecié, el cris- tianismo consagré la idea de liberacidn, pero entendida como una condicién mds espiritual que terrenal. Desde su Caida ante Dios, el hombre habia sido proclive a sucumbir a sus apetitos y pasiones. La libertad significaba, pues, abandonar esa vida de pecado para adherir- se a las ensefianzas de Cristo. «Donde esta e] Espiritu del Sefior, alli hay libertad», proclama el Nuevo Testamento. Seguin esta defini- cién, servidumbre y libertad eran estados que, lejos de contradecir- sé, se reforzaban mutuamente, pues quienes aceptaban la doctrina de Cristo pasaban, a un tiempo, a estar «libres de pecado» y a ser «siervos de Dios».' Los nuevos pobladores puritanos del Massachusetts colonial, convencidos de que su colonia era la encarnacién misma del cristia~ nismo verdadero, plantaron esa definicién espiritual de la libertad en suelo americano. En un discurso de 1645 ante el parlamento de Massachusetts en ei que compendié la esencia de las concepciones puritanas de la libertad, John Winthrop, a la saz6n gobernador de la colonia, diferencié nitdamente entre una «libertad natural», que sugerfa «una libertad para el mal», y una «libertad moral (...] una libertad para hacer solamente lo que est4 bien». Esta definicién de «libertad» como emanacién de una abnegacion y una eleccién mo- ral personales era perfectamente compatible con una serie de severas restricciones a la libertad de expresin, de religién, de movimientos y de comportamiento personal. Los deseos individuales debian ce- der ante las necesidades de la comunidad, y la «libertad cristiana» significaba sumisi6n no sdlo a la voluntad de Dios, sino también a la autoridad secular, a un conjunto bien entendido de responsabili- dades y deberes interconectados: una sumisién no menos total por el hecho de que fuera voluntaria. El delito civil mas habitual en los juzgados de la Nueva Inglaterra colonial era el de «desacato a la 46 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE autoridad». La del individuo sin restricciones y ejercitador de unos derechos naturales que generaciones posteriores tendrian por imagen representativa de la libertad era para aquellos colonos puritanos la viva encarnacién de la anarqufa: la antitesis de la libertad. «Cuando cada hombre tiene libertad para seguir su propia imaginacin», de- claré en su momento el pastor puritano Thomas Hooker, el desastre resultaba inevitable porque «todos actian en perjuicio del bien comiin».* La autoridad comunitaria fue siempre més débil en las colonias més laicas, las situadas al sur de la commonwealth puritana. Incluso dentro de la propia Nueva Inglaterra, como tan amargamente la- mentaban diversas jeremiadas de comienzos del siglo xvin, no tard6 en decaer la disposicién a aceptar la reglamentacién de la comuni- dad en nombre de la libertad. A mediados de ese mismo siglo, la idea de que Nueva Inglaterra ocupaba un lugar especial en Jos planes que Dios tenia para la humanidad habia quedado ya subsumida dentro de una exaltacién mas general de] conjunto del mundo protestante angloamericano como baluarte frente a la uran{a y el papismo. Pero la interpretacion cristiana de la libertad como salvaci6n espiritual sobrevivid hasta tiempos de la Independencia e, incluso, hasta la ac- tualidad. Los episodios de resurgimiento religioso (revivals) del pe- riodo final de la era colonial, conocidos por los historiadores como el Gran Despertar, fortalecieron esa concepcién de la libertad. En visperas de la independencia, predicadores como Jonathan Bou- cher insistfan en que «la verdadera libertad» significaba «ser libres para hacer todo lo que esta bien y estar sometidos a restricciones para no hacer nada que esté mal», y no «un derecho a hacer todo aquello que nos plazca».? Esta equiparacién de la libertad con la accién moral prosperd también de forma secularizada en el mundo atlantico del siglo xvur. Asi, del mismo modo que la libertad religiosa suponia la obediencia a Dios, la «libertad civil» descansaba sobre la obediencia a la ley. Ya en la Anugiiedad, Aristételes habia advertido a los hombres de que no «vieran esclavitud en el hecho de vivir conforme al gobierno de la Constitucién». La ley era la «salvacién» de Ja libertad, no su adversaria. Los filésofos modernos de la libertad también estable- cieron una distincién contrastada entre la «libertad ilimitada» y 47 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. «una vida vivida bajo el imperio de la ley». La libertad, seguin escri- bid John Locke, significaba no que cada persona fuese libre de hacer lo que deseara, sino «la posesién de una regla de conducta vigente, comtin para todos los miembros de esa sociedad y cuya elaboracion ha corrido a cargo del poder legislativo». Tal como sugiere la for~ mulacién de Locke, la libertad —en su forma civil— dependia de la obediencia a la ley, siempre y cuando los textos legales fuesen pro- mulgados por representantes electos y no fueran aplicados de forma arbitraria. Ahi estribaba la esencia misma de la idea britdnica de li- bertad, elemento central del pensamiento social y politico a ambos lados del Atlantico. Hasta la década de 1770, la mayoria de los colo- nos estaban convencidos de formar parte del sisterna politico mas libre jams conocido por la humanidad.* En el siglo xvin, la «tradicién inventada» del inglés nacido libre habia pasado ya a constituir un elemento central de la cultura politi- ca angloamericana y un pilar fundamental en la conciencia nacional que por entonces se estaba consolidando en Gran Bretafia. Por de- finicion, la nacién britdnica era una comunidad de individuos libres y su pasado consistia en una «historia de libertad». La creencia de que la libertad era la herencia comin de todos los britdnicos y que su imperio era su tinico depositario mundial haba contribuido a le- gitimar la colonizacién de América del Norte. Posteriormente, sir- vid también para caracterizar las guerras imperiales contra las caté- licas Francia y Espaia como luchas entre la libertad y la trania, una definicién muy difundida tanto en las colonias como en la madre patria. La libertad britdnica exaltaba el imperio de Ia ley, el derecho a vivir conforme a la legislacién a la que la propia comunidad del individuo habfa dado su consentimiento, las restricciones al ejerci- cio arbitrario de la autoridad politica, y ciertos derechos, como el de los juicios con jurado, consagrados en el derecho consuetudinario. Guardaba una identificacién estrecha con la religion protestante y se la invocaba con particular estridencia cuando se pretendia acen- tuar el contraste entre los britdnicos y los stibditos «serviles» de los paises catdlicos.* Ni que decir tene que la idea de libertad como condicién natu- ral de la humanidad no era para nada desconocida en una nacién que habia producido obras escritas como las de John Milton y John Locke. 48 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE. Pero la libertad britdnica distaba mucho de ser universal. Desde su Optica nacionalista (y, a menudo, xenéfoba), casi todas las demas na- ciones de la Tierra eran pueblos «esclavizados» (por el papismo, la tiranfa o la barbarie). «Libertad [...] en ningun orro lugar florecera —escribié el poeta John Dryden—. Libertad, prerrogativa privativa de] sibdito inglés». Los britanicos no encontraban contradiccién alguna en autoproclamarse ciudadanos de un pais de libertad pre- cisamente cuando los navios britanicos transportaban millones de africanos hacia la esclavirud en el Nuevo Mundo. «Los britinicos nunca, nunca, nunca serdn esclavos», rezaba la popular cancién «Rule, Britannia». Lo que en ella no se decia era que los britanicos no pudie- ran poseer esclavos, pues durante la mayor parte del siglo xvitt, casi nadie crefa que los africanos estuvieran facultados para gozar de los derechos de los ingleses varones.* La libertad briténica tampoco era incompatible con una extensa amplitud de grados de libertad personal en la propia metrépoli: una sociedad jerarquica y aristocrética con una «nacién politica» res- tringida (la formada por quienes tenian derecho a votar y a ser ele- gidos para cargos publicos). Las protecciones del derecho consuetu- dinario regian para todos, pero los requisitos de propiedad y otras condiciones para el ejercicio del sufragio limitaban el electorado dieciochesco a menos del 5 por 100 de la poblacién masculina adul- ta. (El «derecho de magistratura», segiin escribié Joseph Priestley en su Essay on the First Principles of Government [1768], no era im- prescindible para la libertad britanica. Los hombres «pueden gozar de libertad civil, pero no politica».) El derecho briténico tampoco concebia a los trabajadores dependientes como sujetos plenamente libres. Las leyes contra vagos y maleantes castigaban a quienes no dispusieran de medios visibles de autosostenimiento, las leyes de «sefiores y siervos» exigian a los empleados una obediencia estricta a sus empleadores y los incumplimientos de los contratos laborales eran considerados delitos penales y castigados como tales. La mis- ma armada cuyo dominio de los mares protegia la libertad de la nacién frente al dominio extranjero estaba formada por marinos apresados por destacamentos de enganche en las calles de Londres y Liverpool. En ese sentido, la libertad britanica era descendiente di- recta de una interpretaci6n de la libertad derivada de la Edad Media, 49 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. cuando por «libertades» se entendfan una serie de privilegios for- males, como el autogobierno o la exencién fiscal concedidos a gru- pos particulares por contrato, estatuto o decreto rea). Sdlo quienes gozaban de la «libertad de la ciudad», por ejemplo, podian dedi- carse a ciertas actividades econdmicas. Esta concepcién medieval de la libertad presuponia la presencia de un mundo jerérquico en el que apenas existian los derechos individuales tal como los enten- demos en el sentido moderno, y en el que unas clases sociales disfru- taban de privilegios politicos y econédmicos negados a otras. Algunos ecos de esa vieja nocién restringida de libertad sobrevivian atin en aquella Norteamérica temprana (por ejemplo, en la norma de la ciu- dad de Nueva York que limitaba el derecho a trabajar en determina- dos oficios a aquellos que estuvieran en posesién del estatus legal de «hombre libre»).’ Cualesquiera que fueran sus limitaciones y exclusiones, seria im- posible, tal como escribe el historiador Gordon Wood, «exagerar el grado en que los ingleses det siglo xvm se deleitaban en su reputa- cién mundial de libertad», un comentario tan aplicable a las colonias norteamericanas como a la madre patria. Era posible incluso (si asi se deseaba) subdividir la libertad britdnica en las partes de las que se componia, algo a lo que numerosos autores de la época se mostraron proclives. Asi, la libertad politica significaba el derecho a participar en los asuntos puiblicos; Ja libertad civil, la proteccidn de la persona y Ja propiedad propias frente a la invasién del gobierno; Ja libertad personal, conciencia y movimiento emancipados; la libertad religio- sa, el derecho de los protestantes a ejercer su culto como mejor les pareciera. Pero el todo sobrepasaba a la surna de esas partes. La li- bertad briténica era, a un tiempo, un conjunto de derechos concre- tos, una caracteristica nacional y un estado de 4nimo. Tan ubicuo y proteico era aquel concepto que sus elementos constituyentes (que, en épocas posteriores, se nos antojarfan incongruentes entre si) lo- graban coexistir entonces sin mayores problemas.* La libertad britdnica, por ejemplo, incorporaba diversas actitu- des contradictorias ante el poder politico. Por una parte, el desarro- Ilo histérico de la idea resultaba inseparable del auge del Estado- nacion y alcanz6 su apoteosis precisamente cuando Gran Bretafia emergié como la potencia imperial mds destacada del mundo. Al 50 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE mismo tiempo, las limitaciones al ejercicio de Ia autoridad politica eran un rasgo central de la libertad britdnica. Existia la creencia ge- neralizada de que el poder y la libertad eran mutuos antagonistas naturales, y, con su equilibrada constitucién y con el principio de que ningtin hombre (ni siquiera el rey) estaba por encima de Ia ley, los britdnicos aseguraban haber disefiado los mejores medios posi- bles con los que impedir el absolutismo politico. Estas ideas echa- ron profundas raices no sélo en la nacién polf ino también de forma mucho mds generalizada, en la sociedad britanica en su con- junto. Los trabajadores dependientes, los marineros y los artesanos utilizaban tan insistentemente el lenguaje de la libertad britdnica y de los derechos emanados del derecho consuetudinario anglosajén como los panfletistas y los parlamentarios. En el siglo xvi, la cate- goria de la persona libre habia dejado de ser un simple estatus egal (como fue en tiempos medievales) para convertirse en un poderoso elemento de la ideologia popular. A ambas orillas del Atlantico, Ja libertad se erigié en el «grito de guerra de los insurrectos». Las fre- cuentes acciones multitudinarias de protesta contra las violaciones de derechos tradicionales dieron expresién concreta a la definicién de «libertad» como resistencia frente a Ja tiranfa. «Somos hombres li- bres —stbditos britinicos— no esclavos de nacimiento», rezaba uno de los lemas movilizadores de los Ilamados «reguladores», que protestaban contra la infrarrepresentaci6n de los asentamientos oc- cidentales en la asamblea legislativa de Carolina del Sur durante la década de 1760.9 Esta tension entre la libertad como poder para participar en los asuntos publicos y la libertad como conjunto de derechos individua- les que precisaban de proteccién frente a la interferencia guberna- mental nos ayuda a definir la diferencia entre dos lenguajes politicos distintos que florecieron en el mundo angloamericano. Uno de ellos, que los académicos han bautizado con el nombre de «republi- canismo» (aunque pocos eran los que en la Inglaterra del siglo xvin usaban esa palabra, pues evocaba recuerdos de la época en la que Carlos I fue decapitado), elogiaba la participacién activa en la vida pu- blica, elevada a la categoria de esencia de la libertad. Heredero de un linaje que se remontaba a la Florencia renacentista e incluso a la Antigiiedad clasica, el republicanismo sostenia que, por su naturale- ica, 51 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. za como ser social, el hombre lograba alcanzar su maximo grado de realizacién cuando dejaba a un lado su interés particular para procu- rar el bien comun. La libertad republicana podia ser expansiva y democratica, como ocurria cuando hacia referencia a los derechos compartidos por el conjunto de la comunidad. Pero también evi- denciaba una dimensién excluyente, basada en la clase social, cuan- do daba por sentado que sélo los ciudadanos que eran duefios de propiedades posefan aquella cualidad conocida como «virtud», en- tendida en el siglo xv no sdlo como una caracteristica personal y moral, sino también como una disposicién a supeditar las pasiones y los deseos privados al bien publico. «Sélo un pueblo virtuoso es capaz de ser libre», escribié Benjamin Franklin."° Sila libertad republicana era una cualidad civica y social, slo al alcance de los ciudadanos de un «Estado libre» (regido confonne al consentimiento de os gobernados), Ja libertad exaltada por el libe- ralismo del siglo xvttt era esencialmente individual y privada. Segan John Locke, padre fundador de! liberalismo moderno, el gobierno se instaura para asegurar «la vida, las libertades y las propiedades», que constituyen los derechos naturales de todos los hombres, y debe limitarse fundamentalmente a tal tarea. Para Locke y sus discipulos del siglo xvin, la libertad no significaba participacién civica, sino autonom({a personal: «no estar sometido a la voluntad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro hombre». La proteccién de la libertad exigia cl blindaje de un determinado espacio de vida privada e intereses personales (que contenia, entre otros elementos, las relaciones familiares, las preferencias religiosas y la actividad econémica) frente a la intervencién del Estado. El bien pblico no era tanto un ideal que el gobierno ruviera que procurar consciente- mente como el resultado del empenio de fos individuos libres por materializar sus multiples ambiciones privadas."' El liberalismo, como bien dice el historiador Pierre Manent, es- cindi6 al «ciudadano» del «hombre», y separé el terreno politico de la vida del social. Sus criticos lo calificaron de mera excusa para el egoismo y la ausencia de mentalidad civica. «La libertad [...] que me fascina —proclamé Edmund Burke— no es la Libertad solitaria, desconectada, individual y egoista, como si todo Hombre tuviera que regular e) conjunto de su conducta en funcién de su propia vo- 52 EL NACIMJENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE luntad. La Libertad a la que me refiero es la libertad social». Pero es facil comprender el atractivo del liberalismo en el jerarquico mundo atlantico del siglo xvi: llamaba a cuestionar todos los privilegios legales y las disposiciones gubernamentales que dificultaban el pro- greso individual, desde las prerrogativas econdémicas de las grandes compafias concesionarias a la intolerancia religiosa legalizada. Y desde su punto mismo de partida (el de que las personas poseian derechos naturales que ningiin gobierno podia vulnerar), el libera- lismo abria la puerta a quienes se hallaban privados de derechos, a las mujeres e, incluso, a los esclavos para que pusieran en entredi- cho las limitaciones que pesaban sobre su propia libertad."* Al final, el liberalismo y el republicanismo acabarian siendo vis- tos como concepciones alternativas y contradictorias de la libertad. Pero en el siglo xvi, sus respectivos lenguajes se solapaban y, 2 menudo, se reforzaban mutuamente. Muchos lderes de la Indepen- dencia estadounidense se nos antojan, a nuestro parecer contempo- réneo, simultaneamente republicanos (por su interés por el bien publico y por las obligaciones de los ciudadanos para con el sistema de gobierno) y liberales (por su preocupacién por los derechos indi- viduales). Ambas ideologias politicas podian inspirar un compromi- so con el gobierno constitucional, con la libertad de expresion y de religion, y con la limitacién del poder arbitrario. Ambas ponjan es- pecial énfasis en la seguridad de la propiedad como fundamento de la libertad. Ademés, la influencia omnipresente de la moral protes- tante atenuaba lo que, posteriormente, se conocerfa como el amora- lismo del liberalismo. Lo cierto es que, en la era colonial, la «libertad» servia de punto de encuentro entre las interpretaciones liberal y republicana del go- bierno y la sociedad. No parecia existir necesariamente ninguna contradiccién entre la libertad personal elemental para el liberalis- mo y la libertad publica de la tradicién republicana. Por otra parte, ya se pronunciaran desde una perspectiva liberal, republicana o una combinacién de ambas, la mayorfa de los comentaristas de entonces asumjan que sélo habia unos determinados tipos de personas que fueran plenamente capaces de gozar de los beneficios de la libertad y de ejercer sus derechos. A ambos lados del Atl4ntico era todo un axioma del pensamiento politico afirmar que las personas depen- 53 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. dientes carecian de voluntad propia y, por fo tanto, eran incapaces de participar en los asuntos publicos. La libertad, escribié el influ- yente tedrico politico Richard Price, descansaba sobre «una idea general (...] la idea de la autodireccion o el autogobierno». Quienes no controlaban su propia vida no debian contar con voz ni con voto en el gobierno del Estado. La libertad politica exigia independencia econémica."* La propiedad, por lo tanto, estaba «entretejida> con las concep- ciones dieciochescas de libertad, como el editor neoyorquino John Peter Zenger afirmé en 1735. La independencia que se derivaba de la propiedad era una base indispensable de la libertad. El diccionario del doctor Samuel Johnson definia el vocablo «independencia» como «libertad», y Thomas Jefferson insistfa en que la dependencia «engendra sumision y venalidad, ahoga el germen de la virtud, y prepara instrumentos adecuados a los designios de la ambicién». De ahi la ubicuidad del requisito de unos niveles minimos de propiedad para acceder al voto en Gran Bretafia y las colonias. La «verdadera razon» de tales condiciones previas, segtin explicé sir William Blackstone en sus Commentaries on the Laws of England (1765-1769), era que los hombres sin propiedades caerfan inevitablemente «bajo el dominio inmediato de otros». Desprovistos de voluntad propia, sus votos pondrian en peligro Ja «libertad general». No sdlo fa de- pendencia personal (como en el caso de un sirviente doméstico), sino también el trabajo asalariado eran situaciones de dudosa repu- tacién segun el criterio de una amplia mayoria de comentaristas. En Ja Inglaterra de los siglos xvu y xvut, era habitual relacionar la mano de obra asalariada con el servilismo y la pérdida de libertad; sdlo quienes controlaban su propia fuerza de trabajo podian ser conside- rados plenamente libres. Las baladas y los cuentos populares brita- nicos de la época idealizaban las figuras de los vagabundos, los gita~ nas, los salteadores de caminos e incluso los mendigos, que eran tenidos por personas mis libres que quienes trabajaban a cambio de un sueldo, Atin tendrian que pasar muchos afios antes de que la idea de que el trabajo asalariado era perfectamente compatible con la li- bertad auténtica obtuviese una amplia aceptacién popular."4 Los planes de colonizacién de la Norteamérica briténica pre- veian reproducir alli la estructura jerarquica del pais de origen. Pero 34 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE desde los primeros dias de la era colonial, fueron muchos los emi- grantes que partieron hacia allf desde Gran Bretafia y el Conti- nente atraidos por la promesa de que el Nuevo Mundo significaria tuna liberacién con respecto a las desigualdades econémicas y la de- pendencia que tan extendidas estaban en el Viejo Mundo. Apenas desembarcar en Jamestown en 1607, John Smith sefialé que, en América, «todo hombre puede ser amo y seiior de su propio trabajo y de su propia tierra». Durante toda la era colonial, la mayoria de los inmigrantes libres vivieron con la expectativa de adquirir una autonomia econémica, una previsién favorecida por una literatura promocional que atraia a los colonos publicitando una imagen del Nuevo Mundo como lugar de excepcionales oportunidades para la adquisicin de propiedades. Las ilusiones de libertad que los emi- grantes levaban consigo a la América colonial siempre inclusan la promesa de la independencia econémica y la posibilidad de transmi- tir algunos bienes raices a los descendientes.'> Definir la libertad en términos de independencia econémica significaba establecer una marcada linea de separacién entre las cla~ ses capaces de gozar plenamente de sus beneficios y las que no lo eran. En el siglo xvi, la autonomia econémica estaba fuera del alcance de la mayoria de los britanicos. Atendiendo a ese mismo criterio, ni siquiera en la Norteamérica colonial habfa una mayoria de la poblacién que fuese realmente libre. En ausencia de una aris- tocracia hereditaria como la presente en Inglaterra, los colonos se enorgullecian de no tener «rango alguno por encima del de hombre libre». Pero eran muchos los niveles existentes por debajo de este uldmo, EJ medio millén de esclavos que trabajaban en las colonias continentales en visperas de la independencia se mantenian obvia- mente al margen del circulo de las personas libres. Las mujeres li- bres, cuya identidad civica quedaba subsumida dentro de la de sus padres y esposos, y que no tenjan derecho legal alguno a su propio trabajo, apenas contaban con oportunidades de autonomia econd- mica. Ademas, los hombres consideraban a las mujeres deficitarias en cuanto a racionalidad, valentia y capacidad de autodetermina- cién en general: cualidades necesarias en todo ciudadano animado por el espiritu de lo piiblico. En el fondo, el ideal de la independencia estaba definido en parte por el género: ya fuera en lo econdmico 0 55 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. en lo politico, la autonomfa era un rasgo masculino, y la dependen- cia, el estado natural de las mujeres.’ Pero a veces se olvida que, incluso entre la poblacién masculina blanca de la Norteamérica colonial, convivian multiples variedades de libertad parcial, entre las que se incluian las de los siervos por contrato, los aprendices, los empleados domésticos, los reos depor- tados y los marineros reclutados contra su voluntad para servir en la Armada Real britanica. La libertad en la Norteamérica colonial se presentaba como un continuo que iba desde el esclavo —despojado de todo derecho— hasta el propietario independiente, y era muy posible que, 2 lo largo de su vida, un solo individuo ocupara mas de una posicién en ese espectro. Los contratos de trabajo con los que el empleado aceptaba una especie de servidumbre por contrato bilate- ral (renunciando voluntariamente a su libertad durante un periodo determinado) para pagar una deuda previamente contrajda supusie- ron el grueso de la mano de obra no esclava a lo largo de la era co- lonial. Incluso en fechas tan tardias como la década de 1770, casi la mitad de los inmigrantes que !legaban a Norteamérica procedentes de Inglaterra y Escocia suscribian contratos laborales que los liga- ban durante un periodo preestablecido a cambio de que su emplea- dor les sufragase la travesfa transatlantica. Estos siervos por contrato bilateral solian trabajar en los campos de cultivo junto a los esclavos Al igual que estos uttimos, los siervos podian ser comprados y vendi- dos, y estaban sometidos a castigos corporales; ademas, su obligacién de cumplir con los deberes adquiridos (su «desempefio especifico», segiin la terminologia legal) estaba respaldada por los tribunales de justicia. «Muchos negros son usados de mejor modo», se quejaba una sierva de ese tipo en 1756. Seguin su testimonio, a ella la obli- gaban a trabajar «dia y noche [...] y luego [la] ataban y azotaban». Pero, légicamente, a diferencia de los esclavos, los siervos por con- trato podian mirar hacia el fucuro con la esperanza de verse libres de su servidumbre después de un tiempo. Si sobrevivian a ese periodo de duros trabajos (cosa que muchos no fograron en Jos primeros tiempos), Jos siervos eran liberados de toda dependencia y recibian «derechos de libertad». Los siervos por contrato, como bien co- mento un juez de Pensilvania en 1793, ocupaban «una categoria in- termedia entre los esclavos y los hombres libres»."? 56 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE La presencia predominante de tantos trabajadores que no alean- zaban a ser realmente libres servia para sustentar la también exten- dida realidad de Ja independencia (y, en consecuencia, la libertad) econémica de los hombres que eran propietarios y cabezas de fami- lia. El caso més evidente era el de los hacendados dueiios de escla- vos, que ya desde un primer momento equipararon la libertad con su propia condicién de amos, pero también se podia decir lo mismo de los innumerables artesanos afincados en las ciudades de] Norte que eran propietarios de uno o dos esclavos y que tenian también a su servicio a varios siervos y aprendices. (En la ciudad de Nueva York y en Filadelfia, los artesanos y los comerciantes, habituados a vanagloriarse de su propia independencia, constituian el grupo do- minante entre los propietarios de esclavos.) Y la tan celebrada inde- pendencia del pequefio propietario rural dependia en considerable medida del trabajo de las mujeres dependientes. Fse dicho popular que recuerda que «el trabajo de las mujeres no termina nunca» era literalmente cierto: cocinar, limpiar, coser y ayudar en las tareas agricolas eran labores que realizaban las esposas y las hijas de los granjeros y que solian marcar la diferencia entre la autosuficiencia y la dependencia econdmica. En la economia de base doméstica de la Norteamérica colonial, la autonomia se fundamentaba en el control sobre otras personas. «Libertad y dependencia —escribi6 el jurista de Pensilvania James Wilson en 1774— {eran] términos opuestos e irreconciliables». Pero Wilson olvidé sefalar que, puesto que el hombre libre era (por definicién) amo de una casa familiar, libertad y dependencia también estaban inextricablemente ligadas."* El siglo xvin fue un momento de acentuacién de Ia estratifica- cidn social en la Norteamérica colonial y de ascenso de una alta burguesia adinerada que ejercfa un dominio creciente sobre las ins- tituciones civiles, religiosas y econémicas, y que exigia un trato de- ferente de sus inferiores sociales. Pese a ello, en tiempos de la Inde- pendencia, la mayorfa de la poblacién masculina no esclava estaba formada por agricultores que eran propietarios de sus propias tie- rras. Dado que las explotaciones de cardcter familiar constituian to- davia el centro de la produccién econémica, los no propietarios su- ponian una proporcién atin mas reducida de la poblacién que en Gran Bretafia, y el trabajo asalariado era mucho menos prevalente. $7 LA HISTORIA DE LA LIBERTAD EN EE.UU. Entre la poblacién libre, Ja propiedad estaba repartida de forma mas amplia que en ningiin pais europeo. En la Norteamérica colonial, segiin ha escrito una reputada historiadora, vivian «miles y miles de los individuos mas libres que el mundo occidental jamas haya cono- cido».'? Asi pues, la aversién ala dependencia personal y la equiparacién de la libertad con la autonomia adquirieron una profunda raigambre en la Norteamérica britinica no sélo como parte de una herencia ideoldgica, sino también porque esas ideas concordaban con una realidad social: el amplio reparto de la propiedad productiva que hacia que un gran numero de colonos experimentaran, cuando me- nos, un pequerio nive] de independencia econdmica. Lo que el ensa- yista francés Hector St. John Crévecoeur identificé en 1782 como sello distintivo de la sociedad norteamericana —su «agradable pai- saje uniforme de competencia honrada»— conformaria la base ma- terial para la posterior definicién de Estados Unidos como «rept- blica de productores», asi como para el corolario de ésta: que la amplia extension de la condicion de propietario era la precondicién social de la libertad.*° DEMOCRATIZACION DE LA LIBERTAD Caracterizada por un extenso reparto de la propiedad (y, por lo tan- to, por una vida politica ampliamente participativa), por la debilidad del poder aristocratico y por unas iglesias oficiales mucho menos poderosas que las britdnicas, la Norteamérica colonial era una socie- dad dotada de un considerable potencial democritico. Pero fue ne- cesaria la lucha independentista para transformar esta sociedad no ya en un sistema politico republicano sin monarca, sino en una na- cién que consagrase la igualdad y las oportunidades como sus razo- nes de ser, y que se enorgulleciera de proclamarse asilo de la libertad para toda Ja humanidad. La revolucién de 1a Independencia estado- unidense desat6 una serie de debates publicos y de luchas politicas y sociales que democratizaron el concepto de libertad. EI bando estadounidense libré la guerra de Independencia en nombre de la libertad. En ese camino hacia la separacién politica, no 58 EL NACIMIENTO DE LA LIBERTAD ESTADOUNIDENSE hubo otra palabra que se invocara con mayor frecuencia, aunque rara vez fuera objeto de una definicion precisa. Habia arboles de la libertad, mastiles de la libertad, Hijos e Hijas de la Libertad, y un desfile sin fin de panfletos con titulos como «Un carro de libertad» o «Alocucién sobre las hermosas bondades de la Libertad» (este dl- timo, un sermén pronunciado por Joseph Allen en Boston en 1772, se convertiria en el discurso ptiblico mas popular de los afios pre- vios a la independencia). Medidas britdnicas como la aprobacién de la Ley del Timbre en 1765 fueron acogidas a lo largo y ancho de la geografia colonial con la escenificacién de funerales por la libertad cuidadosamente coreografiados en los que un atatd era portado a hombros hasta un cementerio, pero del que finalmente acababa sur- giendo su ocupante, milagrosamente resucitado en el tiltimo mo- mento (lo que la multitud alli congregada celebraba retirandose a continuaci6n a una taberna cercana). La libertad era algo mas que una idea para quienes se resistian a la autoridad britdnica: era una pasion. Algunos hombres bien conocidos por su sobriedad hablaban en tono de vehemente deseo de los «dulces placeres de la libertad». La idea misma de libertad pasé a encarnar toda clase de esperanzas y expectativas. Seguin coment6 un emigrante briténico al arribar a las costas de Maryland a comienzos de 1775, «estén todos enloque- cidos de libertad».*! Los norteamericanos de la época de la Independencia no se ha- bian propuesto inicialmente transformar los derechos de los ingleses en los derechos del hombre. La primera carta colonial —la de Vir- ginia, de 1606— habja concedido a Jos colonos las mismas «liberta- des, licencias e inmunidades» que aquellas con las que habrian con- tado si hubieran residido «en nuestro reino de Inglaterra». Y siglo y medio después, los colonos americanos eran participes de la intensi- ficacién del nacionalismo briténico que entonces se vivia, y habfan teafirmado su lealtad al rey y a la Constitucién. La resistencia a las medidas recaudatorias britanicas de la década de 1760 empezé con una invocacién de los «derechos» de los norteamericanos «como stibditos britdnicos» que eran dentro del marco establecido por la Constitucién de Gran Bretafia, «la mejor que jamés haya existido entre los hombres». Al principio, la oposicién a las politicas impe- riales apeld a principios britanicos de larga tradicion (como el de la 59

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