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JACQUES DERRIDA EL SIGLO Y EL PERDON (entrevista con Michel Wieviorka) Traducciém: Mirta Segoviano seguido de FE Y SABER Tradueci: Cristina de Pereti ‘y Paco Vidarte EDICIONES DE LA FLOR 901 Derrida, Jacques | DER El siglo y el perdon., Fe y saber.- 1*, ed. ~ | Suenos ee Caceres elaron is, | | 144 p.: 20x13.0m, | | ISBN 950-515-2647 |. Titulo ~ 1. Filosofia y Teoria de ta Historia ‘Tilo del erigina en francs: Foie Savoir sui de Le Sil tle Pordon © lEcitions du Seu Editions Laters, 1996, pra “Foi et Sava © Exlicions du Scuil, 2000, para "Le Sisde ef Pardon’ y pass Is com: otic del volumen ‘Tapa: Mage Kelisee Groen pai dam ce rg Pablo ivi Ong, bie dation Manta de iia Boge tS Caneel Pima Fc oveenn Esta obra, publceda en el marco del programa de Ayuda ala Edicibn Vieeoria Ocampo, gots del apoyo del Ministerio de Relaciones Exevones de Francia y del Servicio Cultural de ls Embsjada de Francia ex ln Argentina © 2003 paral eiciéa en cx by Ediciones de la Flor SRL, Gomis 3695, CLI72ACE. Buenos Aires, Argectins ‘wwwedicionesdelaflorcom.ar lano y sobce la presente traduccién ‘Queda hecho el depésito que establece la ley 11.723 Iropreso en la Argentina Printed in Argentina EL SIGLO Y EI. PERDON Enirevista con Michel Wieviorka' Fl perdin y el arrepentimiento estén desde hace tres afos en 1a bate del seminaria de Jacques Derrida en ta Ecole des hau- tes études en sciences sociales. ;Qué significa el concepto de perdi? De dinde viene? Se impone a todos ya tadas las eul- ‘ras? Puede rer rasladado al orden de lo juridico? ;De lo po- Usieo? ZY en qué condiciones? ;Pero, en ese caso, gun la con- ceded Ya quitn? 2¥ en nombre de gue, de quién? Michel Wieviorka. Su seminario trata acecea de Ia cues- tidn del perdén. Hasta dénde se puede perdonar? ¥ el per- én, zpuede ser colectivo, es decir, politico ¢ histsrico? Jacques Dertida. En principio, no hay un Ifmite para el perdén, no hay medida, no hay moderacién, no hay “hasta dénde?”. Siempre que, evidentemente, acordemos algiin sentido “estricto” a esta palabra. Ahora bien, 2a qué llamamos “perd6n’? :Qué es aquello que tequiere un “per- din”? {Quid requiere, quién apela al perdén? Es tan dift- cil medir un perdén como captat Ia dimensién de estas preguntas. Por varias razones, que me apronto a situat. 1. En primer lugar, porque se mantiene el equ oc, principalmente en los debates politicos que reactivan y desplazan hoy esta nocién, en todo el mundo. El perdén se confunde a menudo, a veces calculadamente, con temas aledafios: la disculpa, el pesar, Ja amnistfa, la preseripcién, etc., una cantidad de significaciones, algunas de las cuales Jacques Densioa corresponden al derecho, al derecho penal con respecto al ‘cual el perdén deberfa permanecer en principio heterogé- neo ¢ irreducsible. 2. Por enigmstico que siga siendo el concepto de per- én, ocurre que el escenario, Ia figura, el lenguaje a que tratamos de ajustarlo, percenecen a una herer (digamos abrahdmica, para reunir en ella el judaismo, los cristianismos y los islams). Esta tradiciéa —compleja y di- ferenciada, incluso conflictiva— es singular y a la vez esté en vias de universalizacién, a través de lo que cierta escena del perdlén pone en juego o saca ala luz religiosa 3. En consecuencia ~y éste es uno de Jos hilos conduc- tores de mi seminario sobre el perdén (y ef perjurio)~ la dimensién misma del perdén tiende a borrarse al ritmo de esta mundializacién, y con ella toda medida, todo If- mice conceptual. En todas las escenas de arrepentimien- to, de confesién, de perdén o de disculpas que se multi- plican en el escenario geopolitico desde la tikima guerra, y accleradamente desde hace unos afios, vemos no sélo 2 individuos, sino a comunidades enteras, corporaciones profesionales, los representantes de jerarquias eclesidsti- «as, soberanos y jefes de Estado, pedir “perdén’. Lo hacen en un lenguaje abrahimico que no es (en el caso de Japén © de Corea, por ejemplo) el de la religién dominance en su sociedad, pera que se ha transformado en el idioma universal del derecho, la politica, la economia o la diplo- rmacia: a la vez el agente y el s{ntoma de esta internacio- nalizacién. La proliéeracién de estas escenas de arrepenti- miento y de “perdén” invocado, significa sin duda una urgencia universal de la memoria: es preciso volverse hacia cl pasado; y este acto de memoria, de autoacusacién, de “contticién”, de compacecencia, es precizo llevarlo a la vez 8 EL SIGLOY EL PERDON més all le Ix instancia juridica y més alld de la instancia Estado-nacién. Uno se pregunta, entonces, lo que ocurte a cesta eseala, Las vias son muchas. Una de ellas leva regalar- mente a una sctie de acontecimientos extraordinatios, los que, antes y ducance la Segunda Guerra Mundial, hicieron posible, en todo caso “autorizaron’, con ef Tribunal de Nu- remberg, {2 institucién internacional de un concepto jurl- ico como el de “crimen contra fa humanidad”, Alf hubo tun acontecimiento “performative” de tna envergadura atin diffeil de interpretar. Inchuso cuando palabras como “eri- men contra fa humanidad” circulan ahora en el lenguaje corriente. Este acontecimiento mismo fue producido y autorizado por una comunidad internacional en una fecha y sogiin tuna figura determinadas de su historia Esta se ‘laza, pero no se confunde, con la historia de una reafirmacién de los derechos del hombre, de una nueva Declaracién de los derechos del hombre, Esta especie de mutacién ba es- tructurado ef espacio teatral en ef que se juega —since mente o no— el gran perdén, Ia gran escena de arrepent miento que nos ocupa. A menu tiene los rasgos, en su reatralidad misma, de una gran convulsién —nos atteve~ rfamos a decir zde una compulsién frenética?-. No: res- ponde también, felizmente, a.un “buen” movimiento. Pe- ro el simulacro, cl ritual auromético, la hipocresta, el calculo o la caricatura a menudo son de la partida, y se invitan como parisitos a esta ceremonia de la culpabili- dad, He ahi toda una humanidad sacudids por un mo- vimiento que pretende ser uninime, he ahf un género, humano que pretenderta acusarse repentinamente, y p= blicamente, y espectacularmente, de todos los crimenes efectivamente cometidos por l mismo contra él mismo, “contra la huranidad”. Porque si comenzramos a acusaz- nos, pidiendo perdén, de todos los erimenes del pasado Jacques Dexwoa contra la humanidad, no quedarfa ni un inocente sobre Ia Tierra ~y por lo tanco nadie en posicién de juz 0 de érbi- tro-. Todos somos los herederos, al menos, de personas 0 de acontecimientos marcados, de modo esencial, interior, imborrable, por crimenes contea la humanidad. A veces 50s acontecimientos, esos asesinatos masivos, organiza dos, crucles, que pueden haber sido revoluciones, grandes Revoluciones canénicas y “Iegftimas”, fueron los que per- mitieron la emergencia de conceptos como ‘lerechos del hombre’ o ‘crimen contra la humanidad’, Ya se vea en esto un inmenso progreso, una mutacién histérica, ya un concepto todavia oscuro en sus limites, y de cimicntos frégiles (y puede hacerse lo uno y lo otro a la ‘yex—me inclinaria a esto, por mi parte~), no se puede ne- gar este hecho: el concepto de “crimen contra la humani- dad” sigue estando en el horizonte de toda la geopolitica del perdén, Le provee su discurso y su legitimacién, Tome el ejemplo sobrecogedor de la Comisidn Verdad y Reconci- Gacién en Sudéfrica. Sigue siendo nico pese a las analo~ gias, sélo analogias, de algunos precedentes sudamerica- fos, en Chile principalmente. Y bien, la que ha dado su justificacién iiltima, su legitimidad declarada a esta Comi- sién, es la definicién del apartheid como “crimen contra la humanidad” por la comunidad internacional en su repre- sentacién en la ONU. Esa convulsién de la que hablaba tomaria hoy el sesgo de una convetsién. Una conversién de hecho y tendencial- ‘mente universal: en vias de mundializacién. Porque si, co- ‘mo creo, el concepto de crimen contra la humanidad sige la acusaeién de esta autoacusacién, de este arrepentimien- to y de este perdén solicicados si, por otra parte, una sacra- lidad de lo humano puede por s{ sola, en tiltima instancia, justficar este conoepto (nada peor, en esta I6gica, que un czimen contra Ja humanidad del hombre y contra los de- 10 EL SIGLO Y EL. PEROON rechos del hombce); si esta sacralidad enctencra su sentido en la memoria ubzahdmica de las religiones del Libro y en tuna intespreracién judia, pero sobre todo ctisiana, det “projimo” o del “semejanze"s si, en consecuencia, el crimen contra Ja humanidad es un crimen contra lo més sigraclo de lo viviente, y por lo tanto contra lo divino en el hombre, en Dios-hecho-hombre o el hombre-hecho-Dios-por-Dios (la muerte del hombre y la muerte de Dios denuncian aqui el ‘mismo crimen), entonces la “mundialiracién” del perdén semeja una inmensa escena de confésién en curso, por en- de una convulsién-conversién-confesidn virtualmente eris- tana, un proceso de cristianizacién que ya no necesita de la Iglesia cristina. ef Si, como sugeria hace un momento, ese lenguaje atra- vviesa y acumula en él porentes tradiciones (la culeura “abrahdmica’ y la de un humanismo filoséfico, més preci- samente de un cosmopolitismo nacido a su vez de un in- jetto de estoicismo y de cristianismo paulino), por qué se impone hoy a culturas que no son originalmente ni euro- peas ni “biblicas”? Pienso en esas escenas donde un primer ‘ministto japonés “pidié perdén” a los coreanos y a los nos por las violencias pasadas. Presenté cierramente sus hearsfele apologies a titulo personal, sobse todo sin compro~ meter al emperador a la cabeza del Estado, pero un primer ‘ministro compromete siempre ms que una persona no piblica, Recientemente hubo verdaderas negociaciones al respecto, esta ver oficiales y refidas, entre e! gobiemno ja- ponés y el gobierno surcoreano. Estaban en juego repara- ciones y una reorientacién politico-econdmica. Esas trata- tivas apuntaban, como casi siempre ocurre, a producir una reconciliacién (nacional o internacional) propicia a una normalizacidn. El lenguaje del perdén, al servicio de fina- lidades determinadas, era cualquier cosa menos puro y de- sinteresado. Como siempre en el campo politico, u Jacoques Dexsina Correré entonces el riesgo de enunciar esta propo: cién: cada vez que el perdén estd al servicio de una fina- lidad, aunque ésta sea noble y espicitual (liberacién o re- dencién, reconciliacién, salvacién), cada vez que tiende = restablecer una normalidad (social, nacional, politica, psi- colégica) mediante un trabajo de duclo, mediante alguna erapia o ecologia de la memoria, entonces el “perdéa” no es puto, ni Jo es su concepto. El perdén no es, no deberta ser, ni normal, ai normative, ni normalizante. Deberta permanecer excepcional y extraordinario, sometido a la prueba de lo imposible: como si interrumpiese el cusso ordinario de la temporalidad histérica. Por lo tanto, habrfa que interrogar desde este punto de vista lo que se llama la mundializacidn y lo que en orra parte? propongo apodar la mundialatinizacién paca to- mar en cuenta ef efecto de cristiandad romana que sobre- determina actualmente todo el lenguaje del derecho, de la politica, e incluso la interpreracién del llamado “retorno de lo religioso”-. Ningin presunto desencanto, ninguna secularizacién Hega a interrumpirlo, muy por el contrario. Para abordar ahora el concepto mismo de perdda, la Igica y el sentido comuin concuerdan por una ver con la paradoja: es preciso, me parece, partir del hecho de que, si, existe lo imperdonable, gNo es en verdad lo inico a perdonar? Lo tinico que énvca el perdén? Si sélo se es- tuviera dispuesto a perdonar lo que parece perdonable, fo que la Iglesia llama el “pecado venial”, entonces la idea misma de pecdén se desvanecerla, Si hay algo a perdonar, serfa lo que en lenguaje religioso se llama el pecado mor- tal, fo peor, el crimen o el dafio imperdonable, De all Iz aporfa que se puede deseribir en su formalidad seca ¢ im- placable, sin piedad: el perdén perdona sélo lo imperdo- nable. No se puede o no se deberfa perdonar, no hay per 12 EL sicto vet PenDow dén, silo hay, més que ahi donde existe lo imperdonable. ‘Vale decir que el perdén debe presentarse como lo impo- sible mismo. Sdlo puede ser posible si es imposible. Por- jque, en este siglo, crimenes monstruosos (“imperdona- bles", por ende) no sélo han sido cometidos lo que en si mismo no es quizis tan nuevo~ sino que se han vuelto vie sibles, conocidos, recordados, nombrados, archivados por tuna “conciencia universal” mejor informada que nunca, porque 50s crimenes a la ver crucles y masivos parece ‘escapar 0 porque se ha buscado hacerlos escapar, en st ex ceeso mismo, de la medida de toda justicia humana, y 1a invocacién al perdén se vio por esto (jpor lo imperdona- bble mismo, entonces!) reactivada, remotivada, acelerada ‘Alsancionarse, en 1964, la ley que decidié en Francia Ja imprescriptibilidad de los erfmenes contra la humani- dad, se abrié un debate, Menciono al pasar que el concep- to jurtdico de lo impreseriptible no equivale para nada al concepto no juridico de lo imperdonable. Se puede man- tener la imprescriptibilidad de un crimen, no poner nin- giin limite a la duracién de una inculpacién 0 de una acu- sucién posible ante a ley, perdonando al mismo tiempo al culpable, Inversamente, se puede absolver o suspender un juicio y no obstante rehusar el perdén. Queda abierta la ‘cuestion de que la singularidad del concepro de impres- criptibilidad {por oposicién a la “prescripcién’, que tiene equivalentes en otros derechos occidentales, por ejemplo, el norteamericano) responde quizis a que introduce ade~ nds, como el perdén 0 como lo imperdonable, una espe- de de eternidad o de trascendencia, el horizonte apocalip- tico de un juicio final: en el derecho mds alld del derecho, en Ia historia mds alld de la historia, Este es un punto cru- cial y dificil, En un texto polémico titulado justamente “Lo imprescriptible”, Jankélévitch declara que no se po- 1B nnn ee) Jc Devaioa difa hablar de perdonar crimenes contta la humanidad, contra fa humanidad del hombre: no contra “enemigos” (polfticos, religiosos, ideolégicos), sino contra lo que ha- ce del hombre un hombre -es deci, contra la capacidad misma de perdonar~. De modo andlogo, Hegel, gran pen sador del “perdén” y de la “reconciliacién”, decfa que todo cs perdonable salvo el crimen contra el espiritu, es deci, contra la capacidad reconciliadora del perddn. Tratindase cvidentemente de la Sho, Jankélévitch insistia sobre todo fn otro argumento, a sus ojos decisivo: menos atin puede hablarse de perdonar, en este caso, en la medida en que los criminales no han pedido perdéin. No reconocieron su cul- Pay no manifestaron ningtin arrepentimiento. Esto es al menos lo que sostiene, algo apresuradamente quizés, Jan- kélévitch, Abora bien, yo estarla tentado a recusar esa ligica con= dicional del intercambio, esa presuposicién tan amplia- mente difundida segin la cual s6lo se podria considerar el perdén con la condicién de que sea pedido, en un escena- tio de arrepentimiento que atestiguase a la vez la concien- cia de a falta, la transformacisn del culpable y cl compro- miso al menos implfcito de hacer todo para evitar el reorne del mal. Hay ahf una teansaecién econdmica que 4 le vex confirina y contradice la tradicién abrahimica de Ja que hablamos. Es imporcante analizar a fondo la ten- sidn, en el seno de la herencia, entte por un parte la idea, que es también una exigencia, del perddn incondicional, gratuito, infinito, no econémico, concedido al culpable en tanto culpable, sin contrapartida, incluso a quien no s¢ arrepiente o no pide perddn y, por otra parte, como lo tes- timonian gran cantidad de textos, a través de muchas di- ficultades y sutilezas seménticas, un petdén condicional, proporcional

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