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Lectorés Coleccién dirigida por Graciela Bacticuore SYLVIA MOLLOY Buenos Aires Molloy, syvia| ‘Gian de ectra/ Sylvian Molloy a ed 1a esimp. ~ Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Ampersand, 2018, "6 ps 20. 12 em. (LectorSes Baticuore, Geasiela; 4) ISBN 978.987-4161-04.8 1 Lectura 2 Litera, 3. ultra, I Tito, cops Colesin LestorBes Primera edicin: octubre de 2017 Primera reimpresifns julio de 2018, Derechos esclusivos dela edicn en castellano reservados para tad el mando, ia 2985 (CURSCFP) Gindad Auténoma de Buenos Aites sewwedicionesampersind crm © 2017 Sylvia Matloy © 2017 Fspertuette SRL paca su sell edicorial Ampersand Edicidm al cuidado de Renata Prati CCorreccidn: Ana Mosqueda y Renata Prati Diseto de colecin y de tapas Thilon Kenst Maqueeacn: Toms Fadel ISBN 978-987-4161-04-8 ‘Queda hecho el depdsizo que previene la Ley 11,723 Impteso ea la Argentina, Pad ie Argentina Imprents:Talleres Graficos Elias Porter {Quedan eigurosamente prohibidas, sn In autorizacisn exerts de los stulares del copyeight, bao las sanciones etablecidar en la eyes la reproduceién total o parcial de esta obes por cualgsier media © provement, comprondidce la reprogefia el tatamiento informatic, a distabucion de cemplares de ella mediante el alquile oe préstame pablicos Al lector eon el ibro en la mano, UN POSIBLE COMIENZO ‘Me gustarfa creer que el primer libro que lei de chica fue en espaol pero pienso ~casi sé que no fue asi. Ignoro la razén de este deseo, acaso ya entonees intuia que es cribitia principalmente en esa lengua y ahora, retrospec tivamente, busco en vano un punto de partida, algo que sirva para anclarme, Aunque penséndolo bien lo dudo; dle haber sido en espafiol, pienso que me quedacia algo de esa primera lectura, algtin placer, algiin miedo que la cimentara. Pero no me queda nada, salvo el deseo de in- ventar una premonicién. O, mas seneillamente, de mace Pero tampoco puedo decir que el primer libro que lei de chica no fue en espatiol, Ni que era con toda certeza en inglés. En todo caso prefiero pensar que ya entonces se daba en mi un vaivén de lectura, un estar entre len- suas que es mi vida misma. ste libra recuerda encuentros con libfos que por al- guna razén, profunda 0 frivola, me acompaiian hasta cl fa de hoy. Al anotar esos recuerdos posiblemente los ample, acaso los invente. Reunidos constituyen mi trén- sito -mi vida a través de la lectura, O de la eseritura: no hay diferencia ESCUCHO LIBROS Cuando todavia no sabia leer mis encuenteos con tos li- bros eran mediados por mi tia, que me los leia en voz alta, Recuerdo una coleecién de cuentos de hadas cla ficada por tradicién nacional: cnentos de hadas franc ses, ingleses, alemanes y no recuerdo qué més. Durante afios recordé mal los titulos de esa coleccidn. En mi me- moria eran cuentos de hadas francesas, inglesas y alema- nas, ¢s decir que la nacionalidad caracterizaba a las ha- das y solo por afiadidura a los cuentos. Acaso tuviera algo que ver el hecho de que mi tia, de Familia francesa, evitaba Tos cuentos ingleses porque le parecfan dema siado brutales, prueba para ella de que los ingleses eran capaces de cualquier cosa menos de tener hadas. La opinion, para la chica bilingite que yo era, me di- vertia por lo escandalosa. Para la trilingiic en ciernes resultaba justa: las hadas francesas eran mucho mas in- teresantes, més retorcidas. Las alemanas meramente bbrutales. No recuerdo que hubiera hadas espafolas. conisneccsiitnin i LECTURA Y SUFRIMIENTO Recuerdo con nitider dos libros que lef por mi cuenta, no de hadas por cierto sino de animales. Uno, las Me- ‘morias de un asno de Ia sdiea Condesa de Ségur, “née Rostopehine”, traducido al castellano, me hizo sufrie como pocos. El otro en inglés, Litile Elephant Comes to Town, de wna tal Doris Estcourt, menos porque mi gaba el sufrimiento con toques de humor, Este elefan- tito ha viajado mucho conmigo y actualmente reside en tun cajén de mi mesa de noche, no sé bien por qué, acaso porque fue el primer premio que tecibi en el colegio primario. Solo atino a pensar que los dos libros me cautivaron por su anéedota triste, llena de vagancia, abuso y sulri- ‘miento: nada impresiona més a un chico que ver sufrir a un animal, aungue es preciso aclarar que la crueldad imaginada por Miss Estcourt ~maltrato del animal pri- mero en un circo y luego en manos de gltanos~ ni de Je- jos alcanzaba las torturas pergeiiadas por la condesa para su burro Cadichon. Con perversa exquisitez, al fi nal de sus respectivos relatos, los autores ~mejor dicho Jas autoras; la flexién del género acaso tenga alguna im portancia~ “arreglaban todo”. Ambos libros termina ban con un happy ending optimista, algo atenuado por la sospecha (aun de chica yo tesidia a Ia imaginacion catastr6fica} de que el mal podia volver Hace poco resolvi atreverme a abrir cl libeo en fran- és. Estaba segura de d6nde lo habia colocado en mi biblioteca pero por mas que lo busqué no lo encontré Pensé: ya he vivido este momento, me lo habeé Uevado ‘al campo para leerlo con mas detenimiento. Busqué en vvano en mii otra casa: tampoco Io encontré. Me pzeo- cupa. 2A quién estaré haciendo suftir ahora la condesa? EL LIBRO COMO ARTICULO DE VIAJE De chica mis padres solian salir de paseo los sabados a los alzededores de Ja ciudad, lo que por entonces era todavia casi campo; Escobar, por ejemplo, o Pilar. Mi madre llevaba un calentador y una pavita para hacer el té, mi padre compraba unos séndwiches de miga en la confiteria de la avenida Maips, y yo preparaba una vali- jita con los libros que pensaba leer en el picnic mientras mis padres hablaban, o se peleaban, o se quedaban mu- dos mirando los cucaliptos a la vera det camino. Yo sa~ bia que cran demasiados libros, y asi me lo hacia ver mi padre, “mirala a tw hermana que solo trajo el Billiken”, pero no lograba convencerme de que con un libro bas- taba. Yo pensaba que a lo mejor se descomponia el auto, tenfamos que pasar la noche afuera, y corria el peligro de quedarme sin Jeetura. El miedo de quedarme sin libro que leer me sigue ron: dando. Cuando emprendo un viaje en avidn siempre lo hhago munida de excesivo material de lectura. Aun asi, invariablemente, entro en alguna libreria del aeropuerto mientras espero el vuelo y compro uno 0 dos libros mas que luego, la mayorfa de las veces, no leo. No importa: ime siento acompafada y siempre es bueno tener lectura de mas por si hay demoras. ENCUENTROS CLANDESTINOS De adolescente, el placer de la lectata se me daba sobre todo en inglés, La lectura en castellano era mas bien un. deber, estaba reservada al colegio, a los libros de texto, 4 algiin clisico tedioso: por ejemplo la Marianela de Pérez Gald6s. El placer vino mas tarde y tuvo mucho ‘que ver con el secreto: me sentaba junto a la mesa de noche de mi madee enando ella no estaba en el dormito- rio y lela fragmentos de los libros que guardaba alli, no- velones extranjeros vueltos best sellers argentinos de Vicky Baum o de Pearl Buck, traducidos al castellano para un piiblico lector en su mayorfa ferienino. Cariosa- mente (0 tal vez no), eran lecturas fuertemente marcadas por lo sexual. ©, mas precisamente, yo me encargaba de ‘encontrar los pasajes donde el sexo ocupaba un lugar privilegiado: asi una violacién en Gudn verde era mi va- Ile de Richard Llewellyn, o un capitulo de una novela de Pearl Buck, cuyo titulo no recuerdo, doside invasores ja- poneses atrapaban a un muchacho chino and sssed bint 44s woman, 0 mi preferido- el episodio de la figta en. La piel de Curzio Malaparte. Noto, al pasar, que en dos de estos episodios no se trata solo de sexo sino de violen- cia y, llamativamente, de homosexualidad. Cuando mi made se enteré de estas lecturas clandestinas se enojé ¥ oe los libros desaparecieron de su mésa de noche, Pero no de mi imaginacién. Los libros que lefa mi padre me interesaban menos. Eran por lo general libros de viaje escritos por bomabres de accién y, de alguna manera, mantenian vivo el espicita colonial britanico. Su libro preferido era The Blue Nile de Alan Moorehead. Yo prefesia espiar en la biblioteca ‘aterna: era més peligroso, por ende mas placentero, Mi entrada en la literatura inglesa propiamente dicha se dio en el colegio inglés al que concurri de chica, Alli lefmos no diré “todo Walter Scott”, como nos quiere hacer creer Sarmiento que ley6 cuando joven, pero si buena parte de su obra, como también de la de Dickens. Esa vastedad de lectura debia su eficacia a un sistema practicado por la entonces directora del colegio, una in lesa eminentemente préctica que nos leia en voz alta mientras nosotros seguiamos su lectura en nuestros res- pectivos ejemplares. De pronto clamaba: “Now skip £0 page 20" {0 42, 0 54, 0 adonde queria levarnos) ¥ ast procediamos, saltedndlonos las partes menos interesan- tes. En ningdn momento pensé que las secciones omiti- das podrian contener algiin episodio no apto para nues- tra edad. La lectura de los textos ingleses del siglo diecinueve no implicaba riesgo: pero si podia llevar, a las chicas que éramos ~y esto lo sabia la directora-, a un profundo aburrimiento, Volviendo a Sarmiento: pienso que ast debja leer, © hacer que lefa, “todo Walter Scott”, con alguna direc- tora de colegio imaginaria que le indicaba las partes aburridas que debia saltear para poder terminac el libro. LECTURA Y AMOR El amor por los libros, el amor a través de los libros, se dio en francés, mi tercera lengua. De adolescente descu- bri los Petits Classiques Larousse, con sus tapas violé- eas que simulaban cortinados de teatro, y lei las trage= dias de Racine, No fue descubrimiento mio, aclaro: esta ppasidn literaria fue mediada por otea, la que sentia por la profesora de francés que me hizo entear de veras “en literatura” y de quien yo, sin saberlo del todo, estaba perdidamente enamorada. Imitaba impiidicamente sus ‘gustos literarios, Asia Corneille preferia Racine, a Balzac preferia Flaubert, y a Gide preferia Proust (o decia que lo preferfa para darle el gusto a Madame). Me acostum- bré a la referencia literaria, si me hubieran preguntado quién era el gran pocta del siglo diccinueve posiblemente hubiera dicho sin pudor “Victor Hugo, hélas!”, citando a Gide. Pero pensandolo bien: ¢quién me lo preguntaria, a mi, chiquilina de quince aitos? : En mi casa habia uno que otro libro en francés, ya restos de alguna biblioteca familiar por parte de madre, ya libros pertenecientes a mi padre que habia aprendido clidioma en ef colegio. Ocuparfan en total un estante de la pequefta biblioteca que tenfan en el dormitorio, Alt descubri in libro de poemas de Paul Géraldy, mediocre te cmaspe LecTURA escritor francés de fines del diecinueve, famoso por sus pocmas de amor. Toi et Moi era el tiulo de este libro, de llamativas tapas de cueto y madera, y al abrirlo vi que estaba dedicado por mi padre a mi madre y fechado poco antes de que se casaran. Era de algén modo el libro que celebraba el comienzo de su amor y constituy6 pasa inj otra fectura clandestina, algo incémorla porque reve laba no Jo que se decfant los personajes de Pear! Buck sino mis propios padres, a quienes imaginabs comuni candose a través de estos poemas en wna penumbra que me excl Basse wn peu Pabat-jow, vewx-tu? Nous serons mie (Crest dans Nombre que les cowurs causent et Pon vote beaucoup mien les yeux quand on voit sot peu moins les choses. Ge soir je t'aime trop pour te parler d'amour. Serre-moi contre ta poitrine! Lo leerian en voz alta? :Lo susurrarian, para que mi hes mana y yo no los oyéramos? En todo caso seria mi padre Guien se lo leeria @ mi madre ya que él, hijo de briténi- os, hablaba con soltura un francés rudimentario mien- teas que mi madre, hija de franceses, no hablaba ni wna palabra, aunque entendia todo. Suerte de escena prima fia, me conmueve hasta el dia de hoy tanto o més que ‘una eseena puramente sexual. VIVIR LAS LECTURAS De la lectura como acto de posesién: leo y me apodero de lo que estoy leyendo, es decir, encarno la vor del ha- blante, adopto su diccién, hago mia su circunstancia, leno hiatos, invento situaciones, personajes, palabras. Leo y el texto se dirige solamente a mi, no existe sin mi Jectura: yo le doy voz, le doy yo. Lo que dice Paul de Man de la autobiografia como acto de prosopopeya es finalmente aplicable a todo libro: con mi lectura doy vida a lo que no la tiene, personifico. Este libro es mio, soy su coproductora, como Pierre Menard es autor del Quijote. Desde muy chica emprendi gozosa estas apropiaci nes, No solo vivia a teavés de los libros, vivia los libros, los volvia performance personal. Creo que desde ese en- tonces de algin modo se hizo patente en mi, aunque no explicitamente, la nocién de pose. Bs decir, no solo me identificaba con lo que lefa sino que lo representaba: leer era actuar, ¥ actuar era ser yo. Me veo un verano en Cérdoba, en tn Ingar que no cra nuestro habitual lugar de veraneo, un hugae del todo, nuevo para mien el cual no me sentia muy segura. Debo de tener unos die” u once afios, estoy leyendo una vida de ‘Chopin para niios, Veranea en el mismortugar una familia 30 cTTASDE LECIURA ‘con un chico mas 0 menos de mi edad, que creo recordar se Hlamaba Quique. (Puede ser que esté inventando este ‘eralle). Nos hacemos amigos, le cuento la vida de Chopin que acabo de leer, le encanta, comenzamos a actuarl. Yo soy a la vez directora del espectéculo y Chopin; toco el piano, toso y escupo sangre. El es Liszt, toca el piano, pero no tose ni escupe. Unas enormes piedras chatas en ¢l jardin del hotel hacen de piano. Creo recordar una ‘dramatica huida a caballo, perseguidos por los hisares, agregado vistoso que no creo estuviera en el libro. No teniamos quién hiciera de Georges Sand, mi hermana ‘era demasiado chica y mi amigo de ese verano, a quien rnanca més volvi a ver, eta hijo tnico. LEER EL GENERO En las novelas clisicas inglesas que nos hacfan leer en el colegio, en Dickens, por ejemplo, escaseaban las prota- gonistas femeninas. Habfa, si, mujeres importantes, in- cluso inolvidables, como Miss Havisham, la anciana delirante y perversa de Great Expectations, quien pobl6 ‘mas de uno de mis suefios. Pero la figura central de estos textos era varén: en general un nifio huérfano, menos- preciado, desvalido ~Oliver Twist, David Copperficld, Pip que se destacaba por su inteligencia, su infinita pa- ciencia, su tes6n, y por qué no, su gracia. Si habfa nifias protagonistas no las recuerdo, con la excepeién de la adolescente Stella (a quien posiblemente recuerde mejor porque Jean Simmons la encarné en el cine} y de la pe- gajosamente patética Little Nell de The Old Curiosity Shop, de quien decia Oscar Wilde que habia que tener el cora7én de piedra para no estallar de risa al ler la des- Cripci6n de su muerte. Més que identificarme con estos personajes o de meramente simpatizar con ellos hablo de los varones, no de Little Nell- se puede decir que me los traducia: los hacia mios 0, mejor dicho, los hacia yo. Hasta que no tuve que traducir mas. Cuando co- mencé fo que vendria a ser el equivalente inglés de los studios secundarios, cambié la literatura. Apareci6 Jane 22 TAS DE LECIURA, ‘Austen pero, sobre todo, aparecieron fas hermanas Bronté: aparecié Jane Eyre, Ja primera protagonista mu: jer a través de cuyos ojos vi el mundo, es decir percibi tuna manera distinta de relacionarse ~de relacionarme- con lo otro. Y de desearlo con pasion. LECTOR Y MAESTRO, iN MEMORIAM Mis habitos de lectura carbiaron un verano al borde del Atlintico en In ciudad de Miramar, Tendria yo unos trece afios, ya no me interesaban tanto las series para adolescentes que, como mis compaieras de colegio, an- tes devoraba en inglés. Mis padres habian alquilado una casita en las afueras del pueblo y no en el centro donde solian hacerlo y yo me sentfa desorientada. Vino a pasar unos dias con nosotros uno de mis primos por parte de padre, ¢s decir uno de mis primos “ingleses”. Era mayor ue yo, pelirrojo, muy lindo, y habia venido desde Buenos, Aires en motocieleta cargando una mochila, La familia se refa de él porque, decfan, no podia vivir sin tener un libro cerca, De chico tenia prohibido leer durante las comidas en familia. De grande comia solo, con un libro delante del plato. ‘Yo queria lucirme ante él pero nolo conseguia, Charlie era implacable, con la arrogancia que puede tener un ‘muchacho de veinte afios que ya ha lefdo lo que algunos tardan una vida en leer. Se burlaba de mis lecturas; con- cretamente de Ja serie de Nancy Drew, girl detective. Charlie me informé que se encargaria de hacerme leet liceratura de verdad en lugar de esas pavadas: “grow up, kid”, me dijo, “leé poesia”. (Yo no leia poesia, la aprendia 124 aTASOELECTURA de memoria en el colegio: no es lo mismo que leer.) Cuando vaci6 el contenido de la mochila en la cama que le habia tocado vi que él también viajaba con libros, ¥ con muy poca ropa. “Mafiana vamos a leer juntos tn poema de este libro”, me dijo. Era la poesia de T. S. Eliot que, en efecto, leimos juntos diariamente durante su breve estadia, Conservo ese libro. En la primera pagina, ent la es- ‘quina superior derecha, esta mi firma con indicacién de lugar y fecha: Paris, 1959. Me sorprende ver que mi firma no ha cambiado desde entonces. Mas abajo, en el ‘centro de la pagina, hay una notacién entre paréntesis a Aapiz, también mia, con letra levemente distinta: (Charles Stuairs, Miramar on or about 1952, I. M.). Me pregunto, cual de las dos inscripciones habra venido primero? EL acto en que tomo posesién del libro firmandolo, en Paris, donde me lo he lievado? £0 el registro del legado de mi primo, donde evoco aquellas vacaciones on or about 1982 y cambién dejo constancia de su muerte, Ir Memo~ rian, pero no de la fecha? De la lectura diaria de Elior que hicimos juntos Chatlie y yono recuerdo gran cosa, solo algunos versos sueltos de “Rhapsody on a Windy Night” que me divertian, “The lamp bummed: | ‘Regard the moon, / la hue ne garde aucune rancune [...P”, y el descubrimiento de que se podian mezclar las lenguas impuncmente cuando fuera necesario, y mezclar citas de otros eseritores den- tro del texto propio, descubrimiento que ha animado mi cscritura a lo largo de mi vida. Ultima pregunta que este libro que ahora hojeo nunca ime contestara: gcémo leg a mis manos? ¢Me lo habré regalado mi primo aquel verano? Lo habré heredado? Sé que cuando nos avisaron que habia muerto fai a la casa, todavia no habian pasado a recoger el cuerpo, mi LECTOR YAESTRG I NENORIAM 25 tia me llev6 a verlo: estaba en la cama, lindo como siem- pre, y parecfa dormido. Creo también que mi tia me dijo que eligiera un libro de Charlie para levarme de re- cuerdo, “you like t0 read as much as he did”. Quiza haya elegide este libro porque me traa tantos recuerdos: ‘6 porque me ensefié a leer poesia. Pero puede ser que esté inventando, De todos modos es evidente que Eliot dejé alguna ‘marca en mi, Recuerdo que en uno de mis primeros in- tentos de escritura, como me costaba arcancar en espa- fiol, cecurri a la cita y la parodia: “You've missed the point completely, Julia: / There were no tigers. That was the point”. No sé cOmo seguiria mi texto en espatiol ni «qué hacia con los tigees, por suerte el resultado de ese Iaborioso experimento no sobrevivi RECONOCIMIENTO Enel colegio inglés donde pasé buena parte de mi infan- cia y adolescencia era habitual dar un premio a la alumna que sacara las mejores notas en el examen que marcaba el final de los estudios secundarios. Este ‘Overseas School Certificate era otorgado por la Univer- sidad de Cambridge, adonde se enviaban fos exémenes para que los corrigieran. Luego la universidad, a través del British Council de Buenos Aires, otorgaba un pre- jo al mejor examen: un libro que podia clegir la estu- diante premiada. Fue mi caso. No tuve necesidad de pensarlo dos veces: pedi los cuentos completos de Katherine Mansfield, Mi compafiera de banco, sospe- ‘cho que con una buena dosis de celos, fruncié el ceiio y me dijo que no le parecia una eleccién muy seria, que si Ie hubiera tocado a ella habria elegido los Canterbury Ta les de Chaucer. Igual desconcierto parece haber desper- tado mi elecci6n en la profesora que administraba los ceximenes, “no sé que van a pensar en el British Coun-

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