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0 aan Sueay ain ofiew __ ESTUDIOS AMERIGANISTAS I LA FABULA DE LOS CARIBES POR JUAN IGNACIO DE ARMAS, IWOIVIDUO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA es (Leido en Ia Sociedad Antropolijiea de Ia Habana) Wasana.- JMPRENTA fi Fenix, DE FRANCISCO § JBaNez, ° SAN RAFAEL 36%, 1894, Can Herne Bartow LA FABULA DE LOS CARIBES veneathaee- I En las inmediaciones del Thermodon, famoso rio asidtico, que todavia se conoce con el nombre de Thermeh, vivian, al decir de los jedgrafos e historiadores antiguos, dos pueblos extraordinarios, que la exaltada imajinacion de los descubridores de América vid reproducirse, primero en las Antillas i luego en diversos puntos de este conti- nente: las Amazonas i los Calibes. 5 Las Amazonas fueron una ilusion de los autores. Nunca existieron tan extrafios seres en ninguna parte del globo, aunque en nuestra América la propension de- masiado jeneral a creer en todo lo maravilloso, i la sen- sible persistencia con que a veces se defienden i propalan los mas absurdos errores, haya conservado como veridica hasta fines del pasado siglo, la fibula del grupo de mu- jeres, que a las orillas de un rio caudaloso vivian en re- pablica, privadas de todo trate con hombres. De los Calibes, por el contrario, puede admitirse que eran un pueblo real i efectivo de la antigiiedad, aunque en ellos no concurrieran muchas de las circunstancias que se les atribuyen, i aunque haya algunas discrepan- cias respecto al verdadero pais que ocupaban. Herodoto los menciona entre las naciones asidticas que fueron so- juzgadas por Creso (I, 28), i despues vuelve a situarlos 2 mucho mas alld del rio Halis, que separaba los dominios de dicho rei, de los dominios de Ciro; Jenofonte, que 4 ta Faved durante la famosa retirada de los Diez Mil, atravesd el pais de los Calibes, dice que éstos eran pocos en nfimero, 1 los coloca mas hacia el Este que otros escritores (Ana- basis, V5, 2); pero en otro lugar del mismo libro (IV,7,10) los menciona en la Armenia, i como si fueran mucho mas numerosos i guerreros. Plinio (III, 4) distingue a los Calibes de Jos Armenocalibes, i pone a éstos a treinta millas de la Grande Armenia. Estrabon (p. 549 i. si- guientes), Pomponio Mela (lib. I, cap. 19), 1 otros jed- grafos cuentan entre sus ciudades 1 Amiso ia Sinope, atin subsistentes, de las cuales la segunda fué patria de Didjenes el Cinico; de manera que sus limites, 0 por lo menos, los limites de la fraccion mas grande é importan- tede los Namados Calibes, estaban comprendidos entre el promontorio de Jason al Oeste, el Thermodon al Este, el Ponto Euxino al Norte i el centro del Asia Menor al Sur, Hai que agregar que Homero (Zliada, II, 856) habla de los Alibes i de los Alizonas, i que Estrabon, en las mis- mas pdjinas que he citado, entra en una extensa i juicio- sa disquisicion para probar que los primeros no eran otros que los Calibes. Por dltimo, en Espajia, segun Justino (lib. 44, cap. 3), habia un pueblo de Calibes; por lo cual, i por las diverjencias anteriormente notadas, puede crecrse que ese nombre, que en griego significa hierro, se did indistinta- anente a varios pueblos fuertes e industriales del _antiguo mundo, trabajadores del hierro. En efecto, los de Espafia, segun el autor que acabo de citar, poseian abundancia de ese metal i vivian en las riberas de un rio, especialmente afamado por el buen temple que a las armas daban sus aguas; i los del Asia Menor, fuera de la pesca de que nos habla Estrabon, no tenian otra industria que la manu- factura del hierro, cuyo metal fueron ellos los primeros en sacar de las entrafias de la tierra, si es cierto lo que dicen unos bellisimos versos de la primera Jedérjica de Virjilio. De aqui han creido alguncs que por ellos Ia- maron los griegos cha/yb al hierro; pero parece seguro lo contrario, esto es, que para ellos i para otros pueblos fuertes i guerreros, se escojié por nombre el mismo que se Je daba en Grecia al mas ‘itil i fuerte de los metales. 2 DE LOS CARIBES : 5 Convierie aqui _mencionar tres datos importantes, entre otros muchos de los autores antiguos que a los ‘Ca- libes asidticos se refieren: que usaban un ligimen al re- dedor de las piernas (Jenofonte, Anabasis, IV, 7); que en sus proximidades vivian los Heptacémetus o habita- dores de siete ciudades (Estrabon, p4j. 548); e igualmen- te los Escitas, tenidos por antropdéfagos. (Estrabon, lib. IV i VII.—Solino, Polyhistor, cap. 25.—Pomponio Mela, lib. IL. cap. 1). Los mismos Calibes de Asia, en tiempos del descu- brimiento de la América, eran injustamente tenidos por antropéfagos. As{ lo dice el juicioso Padre Las Casas, no porque hallase tal cosa en los autores antiguos; yo al menos no la he encontrado; sino porque la infiere de unas palabras del historiador Solino; palabras que se reducen & agegurar que los Calibes erau tan crueles como lox Escitas. «Estos, dice Solino, no discrepar de los Scythas en ser crudelisimos, donde da a entender ser antropéfagos, comedores como ellos de carne humana.»—Las Casas, Apolojética Historia, Cap. 205. Il La acusacion de antropofajia fué por mucho tiempo una de tantas formas adoptadas, por viajeros, jeégrafos, historiadores i misioneros, para dar valor e interés a sus relatos; sobre todo, si entre el escritor i los descritos exis- te diversidad de creencias relijiosas. De Inglaterra, por ejemplo, de exa isla que supo resistir primero a la con- quista romana, i luego al cristianismo, se han dicho sin fundamento durante siglos enteros muchas de las mismas cosas que los primeros cronistas dijeronde América. En Inglaterra se supusieron, como en las Antillas, troglo- ditas, hombres con rabo i antropéfagos. El mismo San Jerdénimo, varon veridico sin duda, cuando no le ciega su entusiasmo relijioso, testifica que siendo nifio vid a los Kiscotos comer carne humana, i afirma sériamente que los manjares entre ellos preferidos eran los pechos de las mu- jeres i las nalgas de los pastores. De igual modo las relaciones de Marco Polo, de 6 LA FABULA Mandeville i de otros viajeros que exploraron, segun ellos dijeron, las rejiones mas orientales del Asia durante la Edad Media, estén Henas de todo jénero de pormenores sobre antropéfagos i otros seres extraordinarios. Estas relaciones, con dlgunas referencias mas o menos claras de Aristdteles, Platon i Séneca, respecto a islas o conti- nentes trasatldnticos; i varias tradiciones posteriores so- bre emigraciones europeas ocurridas a tiempo de la venida de los drabes 4 Espafia, constituian, segun se sabe, el finico caudal de datos que existia en el siglo XV to- cante a los ignotos paises que el jénio de Colon se pro- puso encontrar. Era natural que esos conocimientos se suplementasen con otros proporcionados por los jedgrafos griegos i latinos que he citado arriba; i que Colon i sus compafieros, juzgando estar en el Asia, tratasen de ro- bustecer i justificar su propio convencimiento, viendo o creyendo ver por todas partes lo que tanto deseaban. En el famoso globo de Martin Behem, hecho por este célebre navegante portugués el mismo afio en que se descubrié la América, estén trazadas las costas orien- tales del Asia con sus islas adyacentes, segun enténces se las suponia, llevando cada comarca una curiosa ins- cripcion latina, referente a sus antecedentes histdricos. Una de las islas marcadas en ese globo era la Antilia de Aristételes, o isla de las Siete Ciudades, nombre este filtimo que recuerda al de los Heptacémetas, o habitantes de Siete Ciudades, que segun he dicho, puso Estra- bon en las inmediaciones de los Calibes asiaticos. Otra de las islas marcadas por Martin Behem en su globo era la famosa San Brandran, en que segun una fa- mosa i conocida tradicion no vivian mas que mujeres. Habia tambien un grupo de dos islas bastante pré- ximas entre si, la una con el nombre de Masculina i la otra de Femenina, que recuerdan la vecindad de los Ca- libes i las Amazonas en los paises cercanos al Thermo- don. He aqui la inscripcion puesta por Behem: «Estas islas fueron habitadas el ajio 1285, la una solo por hombres, i la otra solo por mujeres, que se juntan una vez al aiio...... » a DE LOS CARIBES ml Llega Colon a América, i aperas ve sus costas i sus primeros habitantes, toma forma en su cerebro la idea de que alli existian los Caribes i las Amazonas de Herodoto i Jenofonte, de Estrabon i Plinio, de Solino i Pomponio Mela, de Homero i Virjilio, de Marco Polo i Martin Behem. Otras alucinaciones histéricas i jeogrdficas per- turbaban las luces de su espiritu; pero esa se sobreponia alas demas, i le preocupé constantemente, desde el me- morable 12 de Octubre de 1492 en que pisd la primera isla, hasta el 14 de Febrero de 1493, en que destrozada su embarcacion por las tormentas, i préxima a hundirse en el Océano con el secreto de su gran descubrimiento, buscaba como un-refujio la imajinaria isla de las Ama- zonas. He aqui en comprobacion algunos estractos del dia- vio de su primer viaje. El 12 de Octubre de 1492, con referencia a los in- dios de Guanahani 6 San Salvador: «Yo vide algunos que tenian sefiales de feridas en sus cuerpos i les hice sefias qué era aquello, i ellos me amostraron como alli venian jente de otras islas que es- taban acerca i les querian tomar, i se defend{an; i yo creé @ creo que aqui vienen de tierra firme a tomarlos por captivos.» 23 de Noviembre—«Decian que era mui grande (la isla de Bohio o Santo Domingo) i que habia en ella jen- te que tenia un ojo en la frente, i otros que se Hamaban cantbales, a quien mostraban tener gran miedo. I desque vieron que Ilevaba este cainino, diz gue no podian hablur porque los comtan, i que son jente mui armada. El Al- mirante dice que bien crée que habia algo de ello, mas que pues eran armados seria jente de razon, i creia que habian captivado algunos, i que porque no volvian a sus tierras dirian que los comian.» 26 de Noviembre:—«Toda la jente que hasta hoi he hallado diz que tiene grandisimo temor de Jos de Caniba o © Canima, i dicen que viven en esta ‘isla de Bohio, la 8 LA FABULA cual debe de ser mui grande, segun le parece, i erée que van a tomar a aquellos a sus tierras i casas, como sean mui cobardes i no saben de armas.» 5 de Diciembre:—«Yendo asi miré al Sueste i vido tierra iera una isla mui grande, de la cual ya tenian diz que informacion de lcs indios, a que Hamaban Bohio, poblada de jente. De esta jente diz que los de Cuba o Juana i de todas esotras islas tienen gran miedo, porque diz que comian los hombres.» 22 de Diciembre:—«Porque todas estas islas viven con gran miedo de los de Cuniba, i asi torno a decir co- mo otras veces dije, dice él, que Caniba no es otra cosa sino la jente del Gran Can, que deb ser aqui mui vecino, i terné navios i verndn a captivarlos, i como no vuelven eréen que se Jos han comido.» 18 de Diciembre:—cE\ indio que llevaban los cristia- nos corrid tras ellos diciendo que no hobiesen miedo, que los cristianos no eran de Cariba, mas antes eran del cielo......» 26 de Diciembre:—«Diz quel comienzo fué sobre ha bla de los de Caniba, quellos aman Caribes, que los vie- nen a tomar i traen arcos i flechas sin fiero, que en todas aquellas tierras no habia memoria dél ide acero, ni de otro metal, salvo de oro ide cobre, aunque cobre no habia visto sino poco el Almirante. El Almirante /e dijo por sefias que los reyes de Castilla mandarian des- truir a los curibes, i que a todos se les mandarian traer las manos atadas.» 2 de Enero de 1493:—«I mostréle la fuerza que te- nian i efecto que hacian las lombardas, por lo cual man- dé armar una i tirar al costado de la nao que estaba en tierra; porque vino a propésito de platicar sobre los ca- vibes, con quien tienen guerra; i vido hasta donde legé la lombarda, i cémo pasd el costado de la nao, i fué mui lejos la piedra por el mar. Hizo hacer tambien una escaramuza con la jente de los navios armada, diciendo al cacique que no hubiese miedo a los caribes, aunque viniesen.» 18 de Enero.—«Juzgé el Almirante que debia de ser de Jog caribea, que comen Jos hombres, » DE LOS CARIBES 9 Esta sospecha del Almirante se fundaba fnicamente ‘en que el indio a que se refiere usaba el pelo largo. Pero le opone Las Casas la siguiente negativa en una nota: «No eran caribes, ni los hubo en la Espaiiola ja- mas.» Sigue asi el diario, en la misma fecha: «Preguntdle por los caribes, i sefialdle al Leste, cerca de alli...... De Ia isla de Matinino dijo aquel indio que era toda poblada de mujeres sin hombres i que en ella hai mui mucho #nob, que es oro o alambre, i que es inas al Leste de Carih Dice més el Almirante, que en las islas pa- sadas estaban con gran temor de Curi) i en algunas le Uamaban Cuniba, pero en la Espaiiola Carib; i que de- ben de ser jente arriscada, pues andan por todas estas islas i comen Ia jente que pueden haber.» «Porque sin duda (dice él) la jente de alli es diz que de mal hacer, i que ‘creia que eran los de Carib, i que comiesen los hombres.» 14 de Enero.—cEl cual dijo que traeria mafiana una cardtula de oro, afirmando que alli habia mucho, i en Carib i en Matinino.» 15 de Enero.—«I que en la isla de Carib habia mu- cho alambre, i en Matinino, puesto que seria dificultoso en Carib porque aquella jente diz que come carne hu- mana...... Ta lade Matinino, que diz que era poblada toda de mujeres sin hombres...» 16 de Enevo.—«Para ir diz que ala isla de Carib donde estaba la jente de quien todas aquellas islas i tierras tanto miedo tenian, porque diz que con sus cunoas sin néimero andaban todos aquellos mares, i diz que co- mian los hombres que pueden haber. » «Dijéronle los indios que por aquella via hallaria la isla de Matinino que diz que era poblada de mujeres sin hombres, lo cual el Almirante mucho quisiera por levar dliz que a los Reyes cineo o seis dellas; pero dudaba que los indios supieran bien la derrota, i dl uo se podia de- tener por el peligro del agua que oojian las carqhelas; mas diz que eva eivrtu que las hahia, | que cierto tiempo edel aiio venian los hombres a ellas-de la dichg isla de Carib que diz que estaba dellas 10 9 12 Jeguas; i si pa- LA FABULA rian nifio envidbanlo a la isla de los hombres; i si nifia dejabanla consigo.» 18 de Enero—cCreyé el Almirante que habia por alli algunas islas. I al Lesueste de la Isla Fspafiola dijo que quedaba ta isla de Carib i la de Matinino, i otras muchas.» 14 de Febrero.—«No proveyé el Almirante, teniendo propésito de lo mandar lastrar (el barco) en la [lu de las Mujeres, » donde Neva propésito de ir.» Estos estractos prueban la idea preconcebida que dominaba a Colon. Para él era un axioma la existencia de comedores de hombres en las apartadas tierras a que habia legado, i en que le habian precedido, segun su me creencia, Mandeville i Marco Polo. Los earibes, a quienes supuso al principio préximos a San Salvador i luego en Santo Domingo, i luego en Puerto Rico, se iban alejando de su vista conforme avanzaban sus bi ‘cos; pero no se apartaban de su mente las dos i narias islas que Martin Behem colocé en su globo, creyéndolas morada de antropéfagos la una i de amazonas la otra, Para la critica histérica es, sin embargo, evidente que esos didlogos por sefias con los salvajes de las islas no podian evar ninguna nocion exacta a Ja acalorada men- te de los descubridores; i que asi Caribes como Amazonas eran séres tan fantdsticos, i tan desconocidos para los indios, como las jentes con rabo, o con cabeza de perro, 0 con un solo ojo en la frente, de que se ocupa el Almiran- te en la misma relacion. Iv En su segundo viaje hizo rumbo directo Colon desde la isla de la Gomera, en las Canarias, hacia su ansiada Carib, buscAndola en cl mismo lugar en que durante el viaje anterior la habian sofiado sus conjeturas. (1) No pue- de desconocerse que a los ojos del gran cosmdgrafo que- daron plenamente confirmadas esas conjeturas, cuando, efectivamente, a los veinte i un dias de viaje encontrd (1) Colon, én/ra. 18 de Enero.—Las citas del globo de Behem pueden verse en la deserip- elon de Cladera, Investigaciones histoviens sobre tox principates descubrimienton dle lox capariate, ‘Madrid, 1794, DE LOS CARIBES un archipiélago, el mismo en que suponia estaban la Masculina i Femenina de Behem, para él Carib i Ma- tinino; pasando luego a la Espafiola, con una seguridad de direccion no superada hoi dia por ninguna de las na- ves que siguen el mismo derrotero. (2) En una de aquellas islas, conocida desde enténces con el nombre de Guadalupe, tomaron los castellanos dos mancebos, los cuales, segun afirma el Almirante, dieron a entender por sefius, que no eran naturales de ella, sino de otra isla, a que llamaban Boriquen; i que los caribes los habian traido alli para comérselos. (3) jI quién pudo entenderlos? ,No es més seguro creer que lo que ellos con lagrimas decian es que los dejaran libres en Ja misma isla donde moraban? Pero sus’ protestas, cua- lesquiera que ellas fuesen, no dieron resultado, porque Colon envié a aquellos dos pobres diablos a Espaiia, a ser vendidos como caribes, en compafiia de otros, tan inocentes como ellos, tomados en las pequefias islas. ‘Ocurrié igualmente en la Guadalupe que el capitan de una de las carabelas fué a tierra con ocho hombres, i porque tardaron cuatro dias en volver se did por cosa se- gura que se los habian comido los caribes. (4) Parecieron al fin, sanos i salvos. Pero se habian hallado entretanto algunos huesos humanos, i este hecho, tan poco sospechoso en otras circunstancias, fué en aque- Na decisivo ante la exaltada imajinacion de los descu- bridores. No cabia duda, Las jentes que poblaban esa isla comian carne humana. (5) Las Casas, el cronista mas veridico, confuté seme- @) «EL Almirantw...... habia enderezado el camino por descubrirlas, porque estaban nds cerea de Expafia, i tambien porque por alli se hacia el camino derecho para venir la {sla Espaitoln.»—Chanea, Carta d la ciudad de Sevitia, (8) Trujeron dos mancebos, I por sefiag hicieron entender al Almiran‘e que no eran de agnelia fala, sino de Boriquen, {este es la que agora Hamamos tu isla de Sant Juan; afir- maban cuanto ellos podian con manos i ajos..... mostrar, i con jestos de amangas animus, ‘que los de aquella isla eran caribes i que los hubian preso i traido de Boriquen para los comer, como Io solian acostumnbrar.»—Lans Casus, Historia de las Indias, purte J. cup. 81. (4). «Ya los teniamos por perdidos e comidos de aquellas jentes, que se dicen los eari- es; porque no bastaba razon part ercer que eran perdids de otra mancra.—Chanea, loc, cit: (6) «Donde hullamos intinitos huesos do hombres, ¢ los eascos de las cabezis colgados por lus casas, a manera de vasijus para tener cosas. Low hwtesos que en eetas easas ha- __ Tlumok todolo que se puede roet fodo lo tenian roido, que no habia en ellos sino To que por su mucha durez no se podin roer.»—Chanea, loc, cit 12 LA FABULA jantes deducciones desde los mismos tiempos de la con- quista: «Vieron muchas cabezas de hombres colgadas i restos de huesos humanos. Debian ser de sefiores 0 personas que ellos amaban, porque decir que eran de los que co- mian no es cosa probable; la razon es porque si ellos vo- mian tantos como dicen algunos, no cupieran en las casas los huesos i cabezas, i parece que despues de comidos no habia para qué guardar las cabezas i huesos para reli- quias, si quizi no fuesen de algunos sus mui capitales enemigos; i todo esto es adevinar.»—Las Casas, Historia de las Indias, parte I, cap. 84. Raynal, el mas sensato fildsofu que ha escrito sobre América, no presta el menor asenso a los expresados tes- timonios sobre la supuesta antropofajia de los Hamados caribes. (6) Washington Irving, el mas exacto hasta hoi dia de los bidgrafus de Colon, desecha del siguiente modo la in- fundada suposicion del Almirante i sus compafieros: «Es de todo punto probable que muchas de las pin- turas que se nos han dado de tan singular raza de _jente hayan derivado su triste colorido del miedo de los indios ide las preocupaciones de los espafioles. Eran los cari- bes el horror dz los indios i la pesadilla de los espafioles.. Estos (huesos humanos) cuando se encontraron en las viviendas en que moraban los habitantes indijenas de la Espafiola, contra quienes no ex j tia semejante preocupa- cion, se miraban regularmente como reliquias de los muertos, conservadas por afecto G reverencia; pero cual- quiera de tales restos, hallado entre los caribes, se miraba con horror, como prueba de su canibalismo.»—Washing- ton Irving, Life of Columbus, lib. XI, eap. Pero tan sensatos raciocinios, no era posible impe sen en aquellos cerebros exaltadox. Cuanto esperaban ver en las nuevas tierras, todo lo dieron por visto, Hegando hasta a afirmar que habian hallado alguuas producciones © Ruynal, idtoire Phitosophig ‘lens dane les deux Indes. Geneve, 1780, et Politique dex etablissoments ct du Commerce des Burge Tomo V, pilj. 249 a DE LOS CARIBES 13 naturales que no existianen América (7). Del mismo modo, el encuentro de los huesos did orfjen a todo jénero de ru- mores en los barcos.' Se aseguréd que se habia visto un pescuezo de hombre hirviendo en una ollv, cosa ab- solutamente imposible, porque en las Antillas no habia ollas ni otro ningun objeto de cerémica, como tampoco cuchillos ni instrumentos que pudieran servir para reba- nar pescuezos. No encontraron ninguna canoa; pero se dié por cierto que eran numerosas en aquella isla i que si no se veian era porque estaban todas empleadas en una expedicion guerrera contra los indios de las islas comar- canas, (8) Llevaron prisioneras a los barcos unas. cuantas mujeres, e imajinaron que éstas les daban las gracias por haberlas libertado de los caribes, hombres tan voraces, que no ya los prisioneros, sino hasta sus propios hijos se comian.” Era, por fin, necesario decir en la relacion del viaje qué diferencia habia entre un indio de raza comun i un indio de raza caribe, i como no habian visto a nin- guno de éstos, pues todo lo que de ellos decian eran con- jeturas i referencias al lenguaje por sefias de los prisione- ros i prisioneras, tuvieron que recurrir a Jenofonte para manifestar que el finico distintivo entre unos i otros con- sistia en unas vendas de algodon que los caribes se po- nian en las piernas. «I de alli conocimos cudles eran caribes e cuales no, de las mujeres, porque las caribes traian en las piernas en cada una dos argollas tejidas de algodon, la una junto con la rodilla, la otra junto con los tobillos; de manera que les hacen las pantorrillas grandes, e de los sobredi- chos lugares mui cefiidas, que esto me parece que tienen ellos por cosa jentil, anst que por esta diferencia conoce- mos los unos de los otros.»—Chanea, Joc. cit. (9) G)_«Dijose que babian hatludo ulméstiga ijenjibre, i cera, i incienso, i gindalos, { otras ccosus aromitieus, pero husta agora no se ha sabido que tales costs haya, ni allf nf en lus OtFAS Ishak... Dijeron que vieron aleones { niblfes....m Perdices dijeron que habian visto, pero éstas no se han hallado, sinosolamente en Ia isla de Cuba. Certifeaben que en seis leguas habian pasado veintiseis rios, muchos dellos hasta la cinta; bien podla. ser uno {paserlo muchas veces......»—Las Cass, loc eit. (8) «Segun ze supo de Ins mujeres eran idus diez canous, con Jentes. salteur otras islas.» —Chanea, Loe. eit. (9) «Como se aderezan para ta guerra los Cuibes. ‘Tienen unas cotasde llenzo fuerte hasta 1 vientre; por plumajes traen unos ramales de espurto retorcidos. ‘Tienen sus grebasen Ins piernas.»—Jenofonte, Anabasia, lib. 1V, cap. 7.—Traduecion de Diego Graclan, 14 LA FABULA I como el algodon tejido necesita miquinas en que hacerse, se supuso que se habian encontrado telares de nueva forma entre los salvajes delaisla de Guadalupe. (10) Imajinaron ademas los descubridores otra diferencia entre caribes i no caribes, basada en el hecho de haber hallado Colon en el viaje anterior un indio con el cabello largo, al cual supuso antropéfago. (11) «La diferencia destos « los otros indios en el hdbito, es que los de Caribe tienen el cabello mui largo.»—Chanca, loc. cit. Ta mejor prueba de la futilidad de semejantes aser- tos la da el mismo Dr. Chanca, para el cual, apesar de sus mismas supuestas diferencias, todos los indios, cari- bes 0 no caribes, comian carne humana. «E si por caso, cuando los vienen 4 saltar los pueden prender, tambien se los comen como los de Caribe a ellos.» —Chancea, doc. cit. No hai, pues, error histérico mas fécilmente demos- trable, que éste de los antropdfagos antillanos. “Todo fué imajinacion de los descubridores. Vv. La antropofajia no es un estado anterior al sistema normal de nutricion eu el hombre, sino una dejeneracion del habito ya adquirido de consumir i asimilarse la ma- teria orgdnica de otros mamiferos. Entre el mono an- tropomorfo i el hombre civilizado no puede intercalarse un carnicero. Asi es que el vicio 0 costumbre de devorar- se unos a otros, no puede admitirse en ninguna socie- dad, cualquiera que sea su grado de barbaric, porque esa sociedad, si Ilegara a constituirse con tal sistema, no tardaria en desaparecer, consumida por sus propias fuer- zas destructivas. Solo el terrible imperio de la necesi- dad i en algunos os la exaltacion de las pasiones, puede producir individual o colectivamente la antropofa- jia; pero finicamente en personas ya avezadas a dijeriv otras carnes. No estaban en tal caso los habitantes de las Antillas. (10) «Mucho algodon hilado i por hilar, i wae mmera urea de telaves, en que To tefian» —Las Casas, loc. cit. (1) Colon. infra, 13 de Enero. DE LOS CARIBES 15 Sus pueblos eran frujivoros. No tenian ninguno de los euadrfipedos que en Europa se destinan a la alimenta- cion desde tiempo inmemorial; no tenian ningun _instru- mento cortante para desollar las aves i los reptiles que abundaban en sus bosques; no consta que tuviesen ningun medio de preparar al fuego los alimentos. Consta, por el contrario, que comian raices i vejetales crudos, a mas de insectos i reptiles tambien crudos. (12) La naturaleza i las condiciones materiales que rodeaban a los indios, ha- hian determinado funciones especiales en el organismo de éstos; i en consecuencia, no habia al llegar Colon un solo estémago en las Antillas, ni 4un en toda América, fisio- Idjicamente organizado para dijerir la carne. Los finices casos auténticos de antropofajia en la con- quista, fueron cometidos por los mismos conquistadores; porque el estémago de éstos, mui diferente en condicio- nes dijestivas al de los sdbrios i frujivoros indios, no pudo soportar algunas veces la carencia de carnes ni de otros manjares a que estaban acostumbrados. La necesi- dad ejercié enténces su imperio, como sabemos que lo ha ejercido siempre entre los hombres mas civilizados en muchos casos de naufrajio, gnerras, i escaseces piiblicas. jContrastes de la historia! Los mismos infelices que in- justamente acusados de antropdéfagos Hevaba Colon a Espafia a la vuelta de su segundo viaje, estuvieron a punto de ser devorados por la hambrienta tripulacion. (13) I hai ademas otros muchos ejemplos comprobados de con- quistadores que se vieron en el caso de comerse a los in- dijenas 0 a sus propios compafieros (14); excesos que pre- senciaban los indios con horror i eseAndalo. (12) eComen euantas culebras ¢ lagarios, e arafas, ¢ cuantos gusanes se allan por In costn; anst que me parece es mayor st hestialidad que de ninguna bestin del mundo.» Chane, oe c—eHlai lagartos i culebrns, | Ins comer losindics i hallan tan buenas ¢ Jos eastellanos a Ins perdices, Comen tambien arias | gusanos.» Bernaldez, toe ct (18) «Voleano mangiar 1Indinnt, | quali conducerano; alte, per Fisparminr quel poco che lor restaba erano di parere che si sittasero in mnnresr— Fernando Colon, Vita dell Anni rapt, cap. 62, (14) «110s que morian, tos otros los avian tasajos, i el tltime que mmei6 1 Bsquivel lo hizo tasajos, { comiendo de él se mantnyo husta To de May Naufrojioe i Relacion del vioje a la Florida, eap, Vi.--eh eineo eristianos que estaba en ran. cho en Ia costa, Hlegaron a tal extremo, que se comian los unos a los otros, haste que queds uno solo, que por ser solo no hubo quicn lo comiera. Los nombres de ellos son estos: Kie- ra, Diogo Lopez, Corral, Palacios, Gonzalo Ruz, De este caso se alteraron tanto los indion, 1 hobo entre ellos tan gran eschndnlo, que site duida, si al prineipio ellos lo vieran, los mata: 16 LA FABULA Aun despues de la conquista, no aprendieron los an- tillanos, sino con mucho trabajo, a comer i dijerir la car- ne; muriendo muchos durante el ensayo que hicieron para acostumbrarse a ella. «En muchas islas de estas chiquitas no tienen carne nilacomen... Traidos los hombres a Cuba i a Santo Domingo se morian en comiendo carne ; i por eso los espa- fioles no se la daban, o les daban mui poquito.»—Gomara, Historia de lus Indias, cap. 41. «Pero no tienen en ellas ninguna carne; su comer es pescado o raices, i pan de raices, i cogollos de yerba; si los Ilevan a otras partes i les dan carne a comer, mué- vense si la carne no es mui poc..»—Enciso, Summa de Teografia. Ks curioso que los Caribes, esto es, algunas tribus indijenas que con ese nombre subsistieron durante algun tiempo en las Antillas menores, conservaran siempre su natural aversion al uso de la carne, inclusa la de tortu- ga imanati. (15) VI La variedad craniana designada por las ciencias an- tropoldjicas con el arbitrario nombre de deformacion ar- tificial caribe, no fué observada por los descubridores en las pequefias Antillas, ni era artificial en ningun punto de América. Colon, el Dr. Chanea, el P. Bernaldez i Pedro Mar- tir de Angleria, los primeros que escribieron sobre los Ilamados caribes, deteniéndose respecto a éstos en un cre- cido nfimero de pormenores poco importantes, no dicen que existiese ninguna diferencia de conformacion entre ellos i los demas indios. (16) ran { todos nos viéramos en gran irabajo.—Id. id., cap. 1.—sQne sn padre Cordero i los otros dos avian muerto a tma india que Hevaban ¢ la avian comido i Hevaban parte para el camino; i el muchacho mostraba un pedazo delln.»—Oviedo, lib. 25, cap. 6.—Cf. Oviedo tb, ; Mb, 28, eap. 6: lib. 33, eap. 3; Ke, & lls mangent peu de viande, quoiqu’ils en pussent manger tant qu'tis leur plairutt. Tabat, Nouveau Voyage aux Ines de Amerique, La Haye 1724, vol. IL, péj. 319.—ells ne wai gent aussi jamais de potage, nl de chair, si ce n’est de quelques olseaux...e «lls ne mangent Jamais de set, de pourceau. ni de tortue, ni de lamentin—Rochefort, Histoire Naturelle et Mo- ‘rate des Antilles. Rotterdam, 1665, pAj. 500. (16) Chanca, énjra.—sEn yada so diferencian de los otros sino en Hevar largos los enbe- Hos como las mujeres.....—Calan, Carts d Sanches, en Navarrete, 1, pd. 399, DE LOS CARIBES 17 Igual silencio observan Fernando Colon, Oviedo, Tas Casas, Gémara, Enciso, Garcilaso, Acosta, Herre Torquemada, i todos los cronistas e historiadores de Amé- rica, hasta la segunda mitad det siglo XVIL. Por el contrario, observaron que todos los habitantes de las islas, sini distincion de antropdfagos 0 no antropé- fagos, tenian iguales los dos didmetros del créneo, esto es, que eran braquicéfulos; conformacion esencialmente diversa de la que se conoce con el nombre de caribe. «Ellos no son mas disformes que los otros, salvo que tienen esta mala costumbre Ten todas aquellas dichas islas no tienen diversidad en Ia hechura i costum- bres de las jeutes, ni en la lengua, salvo que todos eran, las jentes, las freutes (lus caras luryas, las cabezas redon das, tan auchus de sien « sien como de la frente al colodr Uo. »>—Bernalder, Historia de los Reyes Catélicos, cap. 118. La ignorancia de la época en esas materias, i so- bre todo, » el habito de esplicar todos los hechos obser- vados en América con textos de los autores clisicos, hizo que esa conformacion del créneo se supusiese artificial, solo porque Hipécrates i Galeno habian afirmado que en un pueblo de Asia existia tal costumbre. Pero téngase presente que dicha conformacion, consistid en tener la cabeza redonda en su seccion horizontal, i necesaria- mente levantada por el centro. En las Lucayas: «I todos de la frente i cabeza mui ancha, mas que otra jeneracion que fasta aqui haya visto.» —Colon, Pri. mer viaje, 13 de Octubre de 1492. En Santo Domingo: «La jente de esta isla...... tienen las frentes anchas i los cabellos negros i mui Ilanos».—Oviedo, Sumario de la Natural Historia de las Indias, cap. 3. «Son de menos estatura que la jente de Espafia co- munmente; pero son bien hechos i Eee enaee: salvo que tienen las frentes anchas i las ventanas de las narices mui abiertas’ i lo blanco de los ojos algo turbio. Esta manera de frente se hace artifieialmente: porque al tiempo que nacen los nifios les aprietan las cabezas de tal *manera en La frente i en el colodrillo, que como son la 18 LA FABULA criaturas tiernas las hacen quedar de aquel talle, anchas de cabezas de adelante i de atrds, i quedan de mala gra- cia»,—Oviedo, Historia Jeneral de las Indias, lib. TI. cap. 5. Obsérvese que la supuesta deformacion artificial se hacia a tiempo de nacer Ja criatura, apretando el frontal contra el occipital; cuyo resultado no podia ser otro que levantar el casco, quedando la cabeza ancha por delante i por detras, como dice Oviedo, o sea semejante a los cré- neos de la raza mongilica. «Cuanto a la costumbre de querer parecer fieros en las guerras, ordenaron a /os principios hacerse las caras i cabezas, por industria de Ine parteras o de las mismas madres cuando las criaturas son tigrnas i chiquitas, em- pinadas, i hacer las frentes anchas, de la manera que en el cap. 29 referimos decir Hipocras i Galeno en el libro, arriba muchas veces nombrado, De aere et aqua, de las jentes Hamadas onacrocéfalas, que se hicieron al principio jas cabezas luengas por mostrar ferocidad en las guerras; To cual comenzé Ja industria i despues prosiguid Ja misma naturaleza.»—Las Casas, Apolojélica Historia, cap. 34. Aqui esté perfectamente descrita la forma empinada de los créneos mongélicos, esencialmente diversa de los crdneos aplastados i dolicocéfulos que se atribuyen a los supuestos caribes. Las Casas, testigo honrado, que se establecié en Santo Domingo veinte i tres afios Antes de que Oviedo se detuviese durante algunos meses en esa isla, dice, como se ve, que la deformacion era obra de la misma naturaleza, aunque crée que en tiempos ante- riores fué artificial. Es seguro que si Hipdcrates i Galeno no trajeran en sus obras la especie de los onacrocéfalos, ni Las Casas, ni otro ningun cronista, habria hablado de deformaciones artificiales en América. En Cuman «Aprietan a los nitios la cabeza mui dlando, pero mucho, entre dos almohadillas de algodon para ensan- charles la cava, que lo tienen por hermosura.»—Gémara, Historia de las Indias, cap. 79. Este modo de presion es diverso del anterior, mas prolongado, icon un material mas blando que la mano; DE LOS CARIES 19 pero hai que advertir que el autor nunca estuvo en Cu- mana, En Manta, gobernacion de Quito: «Deformaban las cabezas a los nifios en naciendo. Ponianles una tublilla en la frente i otraen el colodrillo, i se las apretaban de dia en dia hasta que eran de cuatro © cinco aiios, pava que la cabeza quedase ancha del un lado al otro, i angosta de la frente al colodrillo.»—Garei- laso de la Vega, Comenturios Reales de los Incas.—Lib. IX, cap. 8. Est& bien descrito el craneo. La deformacion ya se atribuye a un material mas duro, la madera, durante toda la infancia; pero no es voto el autor, porque nunca estuvo en Manta, ni en sus proximidades. En la Florida: «Los indios desta provincia, Tula, son diferentes de todos los demis. Tienen las cabezas increiblemente larges i chusadas pura arriba, que las ponen asi con ar- tificio, atandoselas desde el punto que nacen las criatu- ras, hasta que son de nueve o diez aiios.»—Gareilaso, La Florida del Inca, lib. TV, cap. 13. El artificio aqui es diverso i de un procedimiento mucho mas largo; pero no merece mas crédito que los anteriores, porque el autor no estuvo nunca en la Flo- rida. (17) En el Peri: ; «La forma i figura de las cabezas comunmente las tienen proporcionadas « los cuerpos i a los otros miem- bros, i derechas; algunos las tienen empinadas i las fren- tes cuadradas i Uanas, como los desta isla; otros, como los mejicanos i algunos de los del Perf, i los de la Florida, las tienen de mejor forma, algo como las que en el capi- tulo 24 dijimos, de hechura de martillo 0 de navio, que es la mejor forma de todas. Digo algunos de los del Perf, porque, por la mayor parte, cuasi en cada provincia te- nian propia costumbre i diversa de las otras de formar (27) Gareilaso nueté ro fué de veinte ailos a Espaia i no volvio ‘maga América, Era del linaje de los Incas, rsu propia eabeza deberia huber suftido la de- formacion que se supone peculiar en aquella familia de soberanos. Por el eontrario, euan” do habla de deformaciones nrtificinles las da como existentes en comareas donde nunca © estuvo, 20 LA FABULA con industria las cabezas. I es cosa de maravilla ver la dilijencia e industria que tienen para entallar las cabezas, mayormente de los sefiores; estas de tal manera las atan i aprietan, con lias o vendas de algodon o de lana, por dos i tres afios a Jas criaturas, desde que nacen, que las empinan un palmo grande, las cuales quedan de la he- chura i forma de wre coroza, 0 de un mortero de burro mui empinado; i esta costumbre tienen los Jinoveses, i tanta industria i dilijencia ponen para que Jas criaturas tengan las cabezas mui empinadas, puesto que no redondas, sino llanas, como vemos, que cuasi parecen a lus jentes que en esta isle moraban. Por privilejio grande concedian los del Perf a algunos sefiores, i que ellos querian favorecer, que formasen las cabezas de sus hijos de la forma que los reyes i los de su linaje las tenian.»—Las Casas, loc. cit. Téngase en cuenta que Las Casas nunca estuvo en el Perit, i que por tanto, respecto a las conformacicnes ce- falicas de ese pais, no podia hablar sino de oidas. La descripcion del créneo pir a estilo mongélico no puede ser més exacta. En Nicaragua: «Cuando los nifios nascen tienen las cabezas tiernas, e hacenselas como veis que las tenemos, con dos tolon- drones a los lados, dividiendo, e queda por medio de la cabeza un grand hoyo de parte a parte; porque mestros dioses dijeron & ruestros antepustulos, que assi quedamos hermosos e jentiles ho.nbres; ¢ las cabezas quedan mas recias para las cargias que se llevan en ellas.»—Oviedo, lib. 42, cap. 3. Aqui el procedimiento de la supuesta deformacion artificial no est expresado; pero la descripcion del cra- neo basta para hacer comprender que no hai tal procedi- miento, pues solo Ia falta absoluta de presion puede hacer que crezca la cabeza con la misma figura que tiene en el nacimiento, esto ex, con los dos pavictales separados, i mui mareada la fontanela anterior. Exceptuando este filtimo caso de configuracion cefa- lica, diverso de los anteriores, pueden resumirse del siguiente modo los datos de los cronistas trascritos i las deducciones que de ellos se desprenden: bE LOS CARIBES 21 1°—La variedad craniana observada en las Lucayas, Santo Domingo, Cumand, la Florida, Quito i el Peri, esté uniformemente descrita como semejante a los craneos de la raza mongélica. —Ninguno de los observadores residid en el pais en que supone artificial la deformacion, escepto Oviedo; que con respecto a Sinto Domingo est& desmentido por Las Casas, testigo mas intelijente, mejor conocedur de aquella isla i mas veridico. 3°—Ninguno de ellos supone que la deformacion fuese exclusiva del sexo masculino, ni de la parte de éste destinada a las guerras, segun han pretendido algunos escritores modernys; sino jeneral, sin distincion de sexos ni de clases; excepto Las Casas, que en el Perf la da por especial de la raza noble, ya hombres, ya mujeres. 4°—El tiempo necesario para la snpuesta deforma- cion artificial varia desde la simple duracion del naci- miento, hasta nueve o diez afios; i cl instrumento em- pleado para lograrla es en Oviedo la mano, en Gémara almohadillas de algodon, en Garcilaso tablillas i en Las Casas tiras de lienzo. Discordancias inesplicables, tra- tAndose de lograr un mismo objeto. 5°—La compresion manual, ya finicamente en el acto del nacimiento, ya repetida durante la lactancia, es insuficiente para deformar el craneo; miéntras que el uso de tablillas, o cl de otro cualquier aparato por nueve, cinco i dun tres afios, constituiria un tormento insopor- table, que no puede aceptarse, en ninguna raza salvaje ni civilizada, —Iin las Antillas, asi menores como mayores, era atin mas imposible la aplicacion de un aparato deforma- toriv, porque en ellas era mas absoluta i est4 mas com- probada la carencia de materiales con que lograrlo. 7°—EI objeto de la supuesta deformacion era, segun Gémara i Oviedo, ponerse hermosos los indios; segun Tas Casas, al contrario, ponerse feos, para infundir miedo en las guerras. Otras veces se atribuye a signo de nobleza; otras a un mandato de los dioses; otras a la con- veniencia de tener mas fuerte la cabeza para Hevar las cargas; otras ala precaucion hijiénica de estrechar las 22 LA FABULA suturas del craneo (18). Diverjencias inconciliables tra- tndose de un hecho que, si fuera cierto, tendria por mo- tivo un propdsito jeneral i verosimil. 8°—Admitido el hecho de la deformacion artificial, con la jeneralidad que se describe, esto es, en todos los individuos, de unoi otro sexo, se habria convertido en na- tural al cabo de pocas jeneraciones. Resulta, en consecuencia, que no hai fundamento his- térico, cientifico ni racional, para suponer que en comarcas tan distantes, sin medios adecuados, i isin ningun objeto plausible, se hacia artificialmente un modelo vuniforme de cabezas, que la naturaleza producia i produce por sus propias fuerzas en muchas partes del globo. VII Aunque las observaciones de Oviedo i Las Casas respecto a crdneos empinados 0 mongélicos solo se refie- ren en las Antillas a la isla de Santo Domingo, i las de Colon a las islas Lucayas, hai fundamentcs sdlidos para creer que dicha variedad de conformacion existia tambien en las islas de Barlovento. Tal es la afirmacion ya ci- tada del P. Bernaldez, de que todos los indios de las An- tillas tenian en sus créneos igual distancia de sien a sien que de la frente al occipucio, lo que no se concibe sino en cabezas levantadas por el centro; iel encuentro de un crdneo piramidal antiguo en la misma isla de Guadalupe que se supone principal morada de los caribes. Dicho craneo fué hallado en la expresada_ isla por M. L’Herminier, i existe actualmente en el Museo del Estado de la Carolina del Sur, en Charleston. Com- parado con otro craneo piramidal peruano, regalado por el Dr. Morton, resultan los dos idénticos (19). Hai ademas en América otra variedad craniana mui chata por encima, de mui corta altura, i mui larga la distan- (18) Bryan Edwards, The History Civil & Commercial of the British West Indies, London 1819, vol. 1, paj. 54. (19) «There is in both the sume coronal elewation, ovcipital compression and lateral pro- tuberance, accompanied with frontal depression, wich mark the American variety in ge- neral»~Dr. Moultrie, citado por Morton, Physical Type of the American Indians. DE LOS CARIBES 23 cia entre el frontal i el occipital. Es la que se conoce con el nombre de deformacion caribe, pero no fué observada en las pequefias Antillas, segun ya ‘he demostrado, i es por su deseripcion esencialmente diversa de la forma pirami- dal que existia en Santo Domingo, en las Lucayas i en la Guadalupe. Se ha observado en muchos puntos, especialmente entre los Aimaras del Perfi, en las curiosas coustrucciones hechas por los Hamados mount-builders 0 tervapleneros de los Estados Unidos, i en la pequefia isla de San Vicente. La deformacion de los Aimaras ha sido considerada como natural por autores tan distinguidos como Pentland, Tiedemann, Tchudi, Knox, i 4un el mismo Morton (20). D'Orbigny confiesa que en ninguna parte ha encontrado la menor noticia respecto a deformaciones artificiales en- tre los Aimaras; i que si erée que existian es fnicamente por lo que afirman los autores antiguos i modernos res- pecto a otros pueblos. (21) Tampoco era artificial, sino debida a una lei de la naturaleza, la conformacion craniana de los constructo- res de los terraplenes norte americanos, segun los recien- tes estudios de Mr. Robertson, presentados al Congreso Internacional de Americanistas en Luxemburgo. (22) Respecto a la isla de San Vicente hai que advertir que esta desde hace siglos habitada por una especie de zambos, mezcla de indijenas i i negros, Hamada por algu- nos caribes negros....... Un solo eréneo procedente de esa , i existente hoi en Paris, ha dado orijen a los estu- dios de Gall, Spuezheim i Morton, 8 sin que en Ia escelente (20) «Such has been the opinion of Pentland, Tiedemann, Tehudi, and Knox respecting the Peruvian skulls of this class; and at the time of publishing my Cranfa Americana, 1 adopted the same views.»~Morton, id. id, (2) «Aucnn historien ne nons a Iaissé 1a moindze notion sur Ia coutumne des Aymaras de #aplutir le erine, et, par consequent, sur les moycus qu'ils employaient pour atteindre ce résultat; mais cette habitude, commune a beancoup d'autres peuples, a eté decrite par un grand nombre d'auteurs anciens et modernes avee assez de details pour que nous ne don- tions pas que 1a forme exngerse de celle des Aymaras resulte d'une canse identique»— DOrbigny, Lhomme americain, I, pil : (22) «Aprés en avoir exhumé mol-méme et examiné un assez grand nombre, je ne rains pas d'affirmer que le type predominant dans cette race est earacterisé par un front bas, plat et fuyant en arridre dés In base,—'aplatissement provenant, non d'une compression @artifciete, mais dune loi de la nature.»—M, Robertson, Les Mount-Builders.—Conqrée Internation alle des Americanistes, Tarsembourg, 1877; tomo T, pj. 43, 24 LA FABULA obra Les crdnes des races humaines publicada por Quatre- fages i Hami aparezca otro siquiera de igual orijen. Pero en la parte oriental de Cuba, Iv. Miguel Rodriguez Fe- rrer, entendido observador que ha hecho buenos servicios al estudio de las ciencias en esta isla, encontrd varios en- teramente iguales a los de San Vicente, que estudiados, primero por nuestro gran naturalista D. Felipe Poei, (23) luego por el mismo Sr, Ferrer, (24) i luego por una co mision nombrada por el Museo de Madrid, puede asegu- rarse que no son artificiales en su conformacion. Dice asi el informe dado en. 24 de Marzo de 1871, por la ilustrada comision del Museo de Madrid, compuesta de naturalistas tan eminentes como los sefiores Graells, Perez Areas i Vilano «Sin embargo, atendida la cireunstancia de no ser uniforme la depresion de que se t en la frente i oeci- pucio, la Comision se inclina mas bien a considerar como natural el aplastamiento, que hijo de habitos o costum- bres en dicha raza caribe.» VU Colon Hevé a Espaiia en su primer viaje veinte i tres indios, para venderlos como esclavos: siete que tomé en la isla Guanahant o San Salvador, i diez i seis cubanos. Solo diez pudieron resistir a las fatigas de la navegacion; de los cuales dejé o vendid el Almirante cuatro en Sevi- lla, presentandose con los seis restantes a los Reyes Ca- télicos en Barcelona, Los Reyes le mandaron que los condujese todos otra vez a las mismas selvas de donde los habia sacado, Se embared, pues, en su segundo viaje con los siete que para enténces restaban: cinco que murieron en la travesia i dos que conservé para usarlos como intérpretes en las islas. (23) «Dice Morton que esti fuera de duda que los enribes avostumbraban aplastar la frente de sus hijos por medio de 1m aparato expecial. Con todo, muchos lo dudan...»— Poel, Crdneo de un indio earibe; en el Repertorio de Ciencias Fisieas i Naturates, (24) «Todo esto, repito, se vuelve a mi favor para no tenerlos yo por de tales caribes, sino de otros hombres i de otra raza.»-—Rodriguer Ferrer, Naturaleee i Civilizacton deta Gran- diosa Isla de Cuba; Nudeid, 1876, ps}. 229, DE LOS CARIBES 25 El Almirante, que habia es con el bolsillo de sus amigos una parte considerable de la expedicion, tenia derecho a reintegrarse, i a percibir ademas la octava parte de los productos liquidos. Estos habian sido nulos en el primer viaje, i lo iban a ser tambien en el segundo, si no se aprovechaba la finica mercancia que se presen- taba: los esclavos. Resolvid, pues, el Almirante desobe- decer las érdenes terminantes que habia recibido de los soberanos, i desde que Ilegé a las pequefias Antillas em- pezé a Ilenar sus barcos de infelices de todos sexos i edades, inclusos los mismos que, segun él entendia, le daban las gracias por haberlos libertado de la esclavitud en que los tenian los caribes. (25) Mandé, pues, Colon 4 Espafia un cargamento de es- clavos; finicos objetos de valor que iban en las naves con que zarpé Antonio de Torres de la Isabela el 2 de Febrero de 1494. Como dichos esclavos se iban a hacer pasar por antropéfagos, se aparentaba creer que su envioa la Peninsula no quebrantaba el objeto de las reales dis- posiciones. Llegé hasta tal punto la audacia del Almi- rante, que pidid se le enviasen cabezas de ganado, en cambio de aquellas cabezas de hombres, ide cuantas mas fuesen necesarias; las que él haria traer de todo el archi- piélago en una flotilla de barcas remeras que habia man- dado expresamente construir, para que el cambio de la una mercancia por la otra se verificase finicamente en la Isabela. Traté, por fin, de interesar a los Reyes en el negocio, (26) prometiéndoles ganancias considera- (25) eSe tomaron mas de veinte mujeres de las cativas, {de su grado se venian otras naturales de Ia isle, que fueron ealleacas e tomadas por fuerza... Trajo este eapitan con los que fueron con 61 10 cabezas entre mochachos { miijeres.—Chanca, id.

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