LA CARTA ROBADA™
Nil sapientia odiosus acumine nimio.!
SENECA
e encontraba en Paris, tras la caida de una tarde
borrascosa en el otofio de 18--, disfrutando del do-
ble placer del pensamiento y una pipa de espuma
| de mar en compatiia de mi amigo C, Auguste Dupin, en su
pequefia biblioteca tasera o gabinete de lectura, en el tercer
piso del No. 33, Rue Dundt, Faubourg St. Germain, Durante por
lo menos una hora habfamos guardado un profundo silencio, y
aun observador casual podria parecerle que estabamos exclu-
sivay fijamente concentrados en la fabricacion y admiracién de
Jas crespas volutas de humo que oprimifan la atmésfera del re-
cinto. En cuanto a mi, sin embargo, me ocupaba en la discu-
sién mental de ciertos asuntos que habian formado nuestro
tema de conversacién en un momento anterior de la tarde; me
refiero al incidente de la Rue Morgue, y al misterioso asesinato
de Mary Roget. Asf, lo consideré como una extraordinaria co-
incidencia cuando la puerta del apartamento se abrié de par en,
par, y por ella ingresé aquel viejo conocido nuestro, Monsieur
G-, el Prefecto de la policfa parisiense.
Titulo orginal: Phe Purloined Letor
"Nada esmésotioso para el saber que la perspicacaexcesiva. (W. de fa 7.)274 LACARTA ROBADA
Le dimos una calurosa bienvenida, pues habia casi tanto
de divertido como de despreciable en el hombre, y hacia v:
Tios afios que no lo vefamos. Estabamos sentados a oscuras, y
Dupin se levant6 para encender una lémpara, pero se sent6
de nuevo, sin hacerlo, apenas G-- manifesté que venta con el
propésito de consultarnos, o més bien de solicitar la opinion
de mi amigo respecto a un asunto oficial que habfa ocasiona-
do gran cantidad de problemas
—Si es algtin asunto que requiera reflexion —observé
Dupin—, lo examinaremos mejor en la oscuridad
—Esaes otra de sus excéntricas teorias —dijo el prefecto,
que tenia la costumbre de llamar “excéntrica” a cualquier cosa
que estuviera més alld de su comprensi6n, y asi, vivia entre
una legion de “excentricidades absolutas”
—Ciertamente —dijo Dupin, mientras le ofrecia al visi-
tante una pipa y rodaba hacia él una silla muy cémoda.
—Y ahora, {cual es la dificultad? —pregunté—. Espero
que no se trate de otro asesinato.
—Oh, no. Nada de esa naturaleza. En realidad, el asunto
es muy sencillo, y no dudo de que podemos manejarlo sufi-
cientemente bien por nuestra cuenta; pero luego he pensado
que a Dupin le gustaria escuchar los detalles del caso, por ser
éste tan excesivamente excentrico.
—Sencillo y excéntrico —dijo Dupin.
—Pues, si; pero no es exactamente asi tampoco. La verdad
es que a todos nos ha dejado bastante perplejos por ser un
asunto tan sumamente sencillo y sin embargo tan desconcer-
ante.
—Quizé sea justamente la simplicidad del caso la que im-
pide que lo resuelvan —dijo mi amigo.
Qué tonterias las que habla uste
to, riendo de cuerpo entero.
—Quiza el misterio sea demasiado sencillo —dijo Dupin.
—replicé el prefec-EOGAR ALLAN POE 275
— Por todos los cielos! ;A quien se le puede ocurrir se-
mejante idea?
—Un poco demasiado evidente en si mismo.
—iJa, ja, ja! Ja, ja. ja! Jo, jo, jo! —rugio nuestro visitan-
te, profundamente entretenido—. |Oh, Dupin, usted es ver-
daderamente increible!
— iY cuales, entonces, el asunto en cuestion? —pregunteé.
—Se los diré —replicé el prefecto, en tanto daba una lar-
ga, constante y contemplativa aspirada de su pipa y se acomo-
daba en la silla—. Se los contaré en unas pocas palabras; pero
antes de comenzar, permitanme advertirles que éste es un asun-
to de la mayor privacidad, y que yo podria llegar a perder mi
posicion actual si se supiera publicamente que lo he confiado
aalguien.
—Prosiga —le dije.
—O no prosiga —dijo Dupin.
—Esta bien, pues; he sido personalmente informado por
una fuente muy elevada, del robo de un documento de maxi-
ma importancia en los recintos reales. Se conoce la identidad
del individuo que lo robé; de esto no hay duda, pues fue visto
en el momento de tomarlo. También se sabe que el documen-
to atin est en sus manos.
—j Como se sabe eso? —pregunt6 Dupin.
—Se puede inferir claramente —replicé el prefecto— por
la naturaleza del documento y por la no aparicion de ciertos
resultados que surgirfan al instante en que éste saliera de las
manos del bandido; es decir, una vez éste lo empleara como
debe tener pensado emplearlo eventualmente.
—(Podria usted ser un poco mas explicito? —pregunté.
—Bueno, me aventuraré a decir que el documento le per-
mite a su portador un cierto poder en un cierto campo en el
que tal poder es intnensamente valioso —el prefecto gustaba
de practicar la camandula de la diplomacta.
—Atin no comprendo del todo —dijo Dupin.276 LACARTAROBADA
—2No? Pues bien: la revelaci6n del documento a una ter-
cera persona, a quien mantendremos sin nombrar, pondria en
cuestion el honor de un personaje de la mas encumbrada po-
sicin; y este hecho le proporciona al portador del documen-
to un dominio sobre el ilustre personaje cuyo honor y tran-
quilidad han sido de tal manera comprometidos.
—Pero este dominio -——interpuse yo—, dependeria de que
el ladron supiera que el personaje robado sabe quién fue el
ladr6n. Quién se atreveria.
—El ladron —dijo G.— es el Ministro D--, quien se atreve
a todas las cosas, tanto a aquellas indignas, como a aquellas
que son dignas de un hombre. El método del hurto fue tan
ingenioso como temerario, El documento en cuestién, una
carta, para ser franco, habia sido recibido por el personaje
robado mientras descansaba a solas en su boudoir’ real. Mien-
tras la ojeaba, esta dama fue interrumpida por la entrada de
otro personaje exaltado del cual deseaba ocultarla muy espe-
cialmente. Después de un afanoso y vano intento de lanzar la
carta en una gaveta, se vio forzada a colocarla sobre una mesa,
abierta como estaba. Sin embargo, las sefias del destinatario
quedaron a la vista, con el contenido oculto, y asi la carta no
fue percibida. En ese momento hace su entrada el Ministro
D--. Su ojo de lince percibe la hoja de inmediato; reconoce la
caligrafia, observa la agitacin de su destinataria, y desentrahia
su secreto. Después de algunas transacciones de negocios que
se realizan afanosamente, como es su costumbre, produce una
carta bastante similar a la epistola en cuestiOn, la abre, finge
leerla, y luego la coloca en cercana yuxtaposici6n a la otra. De
nuevo conversa sobre asuntos piiblicos durante unos quince
minutos. Al cabo de un tiempo, cuando se dispone a partir,
toma de la mesa la carta que no le pertenece. Su justa duefia se
En francés el original: Gabinete, saloncito, (. dela 7.)EDGAR ALLAN POE 277
da cuenta de este acto, pero por supuesto no se atreve a Na-
marle la atencién en presencia del tercer personaje que no se
ha movido de su lado. El ministro se escapa dejando sobre la
mesa su propia carta, una carta sin importancia.
—Aqui, entonces—me dijo Dupin—, tenemos precisamente
lo que necesitamos para concretar la posicién de dominio: el
ladrén sabe que la persona robada sabe quién fue el ladron.
—Asf es —replicé el prefecto—, y durante los ultimos me-
ses el poder adquirido de esta manera ha sido ejercido para
fines politicos en una magnitud muy peligrosa. El personaje
robado se convence cada dia mas de la necesidad de recupe-
rar la carta, Pero esto, por supuesto, no puede hacerse abier-
tamente. Finalmente, al borde de la desesperacion, me ha co-
misionado el asunto a mi.
—Misién para la cual —dijo Dupin, entre un perfecto tor-
bellino de humo—, supongo que no podria desearse, o inclu-
so imaginarse un agente mas sagaz.
—Usted me halaga —replic6 el prefecto—, pero es posi-
ble que una opinion por el estilo haya sido acariciada.
—A partir de sus observaciones —dije—, es claro que la
carta todavia est4 en manos del ministro, pues es el acto de
poseerla y no emplearla el que le otorga el poder. Al emplear-
la, el poder desaparecerfa
—Es verdad —dijo G.—, y en esta conviccion he funda-
mentado mis investigaciones. Mi primer paso fue hacer una
pesquisa intensiva de la residencia del ministro; y aqui, mi ver-
gienza principal se hallaba en la necesidad de registrar la casa
sin su consentimiento. Ademas se me ha prevenido sobre el
peligro que resultaria de darle razones al Jadrén para sospechar
de nuestro plan.
—Pero ustedes suelen ir au fait’ en estas investigaciones
—dije yo—. La policfa parisiense ha hecho este tipo de cosas
anteriormente,
5 en francésenel orginal: directo, al grano. (M, de la 7)278 —\ACARTAROBADA
~Evidentemente, y por ese motivo no me angustié. Ade-
mas, los habitos del ministro me proporcionaron una gran
ventaja. Con frecuencia se ausenta de casa toda la noche. Sus
criados no son numerosos, duermen a cierta distancia de los
aposentos de su amo y, como en su mayor parte son napo-
litanos, es facil embriagarlos. Como ustedes saben, poseo Ia-
ves que pueden abrir cualquier habitacion o gabinete en Pa-
ris. Durante tres meses no ha pasado una noche en la que no
me haya ocupado personalmente la mayor parte del tiempo
en registrar de arriba abajo el Hotel D--. Mi honor esta com-
prometido y, para mencionar un gran secreto, la recompensa es
enorme. Asf, no abandoné la pesquisa hasta que estuve com-
pletamente convencido de que el ladrén era un hombre mds
astuto que yo. Me parece que he investigado cada rincon y es-
condrijo de la casa en donde puede estar escondida la hoja.
—Pero, «no es posible —sugeri— que aunque la carta esté,
sin lugar a dudas, en manos del ministro, éste la haya escon-
dido en algun lugar distinto a su propia casa?
—Es muy poco probable —dijo Dupin—. El peculiar es-
tado actual de los asuntos en la corte, y en especial el de aque-
las intrigas en las que se sabe que D-- ha participado, hacen
de la disponibilidad instantanea del documento, es decir, de
la susceptibilidad a ser presentado én cualquier momento, un
punto casi tan importante como su posesién.
— la susceptibilidad a ser presentado? —pregunté yo.
—Es decir, a ser destruido —dijo Dupin.
—Es verdad —observé—. Entonces es claro que la carta
estd en la casa. En cuanto a la posibilidad de que el ministro la
llevara consigo, este punto queda fuera de consideracion,
—Completamente —dijo el prefecto—. Lo he mandado
asaltar dos veces por falsos bandoletos, y su persona ha sido
tequisada rigurosamente bajo mi propia inspeccion.EDGAR ALLAN POE. :279.
—Hubiera podido ahorrarse la molestia —dijo Dupin—.
Presumo que ‘D- no es enteramente un tonto, y sinojlo es,
debio prever estos asaltos, como consecuencia natural. .
—No es enteramente tonto —dijo G.—, pero es poeta, lo
que, en mi opinién, dista sdlo un grado ser un tonto.
—Es verdad —dijo Dupin, después de una larga y cavilosa
aspiracion de su pipa de espuma de mar—, sin embargo debo
admitir que yo mismo he sido culpable de ciertos malos versos.
—Me gustaria escuchar los detalles de la busqueda —dije yo.
—Bueno, el hecho es que nos tomamos el tiempo, y bus-
camos en todas partes. Tengo una larga experiencia en este
tipo de casos. Registré el edificio entero, sala por sala, dedi-
cando las noches de una semana entera a cada una. En princi-
pio, examinamos el mobiliario de cada salon. Abrimos todas las
gavetas posibles; y, presumo que ustedes sabrin que para un agente
de policia debidamente entrenado no existe gaveta secreta. Un
hombre que permita que se le escape una gaveta ‘secreta’ en una
pesquisa de este tipo es un imbécil. El asunto es muy sencillo.
Existe una cierta cantidad de bulto, es decir, de espacio, en cada
gabinete. Ademés tenemos reglas precisas. La quincuagésima
parte de una linea no se nos podria escapar. Después de los
gabinetes, inspeccionamos las sillas. Punzamos los cojines con
las finas y largas agujas que ustedes me han visto utilizar. Reti-
ramos las tapas de las mesas.
—jPara qué?
—A veces la tapa de una mesa, 0 de otro mueble similarmente
construido, es retirada por la persona que desea ocultar el arti-
culo; luego abre un hueco en la pata, deposita el articulo den-
tro de la cavidad, y pone de nuevo la tapa. Las puntas superio-
res e inferiores de los postes de la cama pueden emplearse de
la misma manera.
—Pero, {no se puede detectar la cavidad por medio una
prueba de sonido? —pregunte.280 —LACARTA ROBADA
—De ninguna manera si al depositar articulo, se le coloca
un tapon de algodon Io suficientemente grande. Adémas, en
nuestro caso, estabamos obligados a proceder en silencio.
—Pero no es posible que hayan retirado o destrozado to-
dos los muebles en los cuales hubiera sido posible depositar el
articulo en la manera que usted menciona. Una carta puede
ser enrollada en un espiral muy fino que no difiere mucho en
forma ni en tamafo de una aguja de tejer grande, y de esta
forma, podria ser insertado en el travesafo de una silla, por
ejemplo. Supongo que no habrén desarmado todas las sillas...
—Ciertamente no; pero hicimos algo mejor: examinamos
los travesarios de todas las sillas del hotel, y por supuesto, las
uniones de cada estilo de mueble, con la ayuda de un micros-
copio sumamente poderoso. Si hubieran existido rastros de
alteracion reciente, los hubiéramos detectado al instante. Un
solo grano de polvo de taladro, o aserrin, por ejemplo, hubie-
ra sido tan evidente como una manzana. Ninguin desorden en
el pegamento, ninguna separacion inusual en las uniones
hubiera escapado a nuestra detecci6n,
—Por supuesto, habran examinado los espejos, entre la
tabla y lamina, y habran punzado las camas y la ropa de cama,
ademas de las cortinas y las alfombras.
—Naturalmente; y cuando terminamos de registrar cada
particula del mobiliario, pasamos a examinar la casa misma.
Dividimos la superficie total en compartimentos, que numera-
mos para que ninguno fuera excluido; luego, inspeccionamos
con el miscroscopio, como antes, cada centimetro cuadrado de
la casa, incluyendo las dos casas vecinas.
—jLas dos casas vecinas! —exclamé—,; jqué trabajo!
-—Asi es; pero la recompensa ofrecida es prodigiosa.
—jY también incluyeron los terrenos de las casas?
—Todos los terrenos estén pavimentados con ladrillo. Com-
parativamente, no presenté mayor dificultad registrarlos.EDGAR ALLAN POE LOL
Examinamos el musgo entre los ladrillos y lo encontramos
inalterado,
—Y los techos?
—Inspeccionamos cada centimetro de la superficie exter-
nna, y tanteamos cuidadosamente debajo de cada teja
—Supongo que habrén revisado los papeles de D--, y los
libros de su biblioteca.
—Ast es; abrimos cada paquete y cada sobre; no solo abri-
‘mos cada libro, sino que pasamos cada pagina de cada volu-
men, sin contentaros con una mera sacudida, como es la moda
entre algunos de nuestros agentes de policia. También medi-
‘mos el grosor de cada cubierta con la mayor precision, y las
escrutamos con el mayor celo bajo el microscopio. Si la en-
‘cuademacion de alguno de los libros hubiera sufrido una altera-
cién reciente, hubiera sido completamente imposible que este
hecho escapara a nuestra observacién, Punzamos cinco o seis
-voliimenes recién encuadernadosmeticulosa y longitudinalmente,
con agujas.
—{Exploraron el piso bajo las alfombras?
—A no dudarlo. Retiramos cada alfombra y examinamos
las tablas con el microscopic.
—2Y el papel de colgadura?
Si.
—jMiraron en los s6tanos?
Sf; y como el tiempo y el trabajo no eran obsticulos,
excavamos cada uno de ellos a una profundidad de un metro y
veinte centimetros.
—Entonces —dije yo—, sus célculos estan errados, y la
carta no estd en la casa, como usted supone.
_—Me temo que usted tenga raz6n —dijo el prefecto—. Y
ahora, Dupin, iqué me aconseja?
—Hacer una nueva revision de la casa completa.EDGAR ALLAN PCE 283
—Eso es absolutamente innecesario —replico G—. Tan
seguro estoy de que respiro, como de que esa carta no esté en
el hotel.
—No tengo mejor consejo para darle —dijo Dupin—. Su-
pongo que tendra una descripcion detallada de la carta...
—Ah, isi! —y aqui el prefecto extrajo una libreta de apun-
tes y procedio a leer en voz alta un recuento minucioso del
aspecto interno, y en especial externo, del documento perdi-
do. Al poco tiempo de haber terminado la lectura de esta des-
cripcién, partié mas desmoralizado de lo que jamas habia vis-
to al buen caballero,
Quiza un mes més tarde nos visit6 de nuevo, encontran-
donos ocupados de manera muy similar a la vez anterior. Re-
cibié una pipa y un asiento, y entablé una conversacién co-
miin y corriente. Al rato le dije:
—Bueno, G--, ¢qué ha sido de la carta robada? Presumo
que por fin se habra convencido usted de que es imposible
competir con la astucia del ministro...
—jMaldito sea!, digo yo... pero sf, ya estoy convencido;
sin embargo, realicé una segunda pesquisa, tal y como Dupin
Jo sugiri... Pero todo fue trabajo perdido, como yo habia pen-
sado.
—{Cuanto dijo usted que era la recompensa ofrecida?
—pregunto Dupin.
—Pues... una gran cantidad, una recompensa muy liberal,
no quiero decir cuanto exactamente; pero lo que sf diré es que
no me importarfa entregar mi cheque personal de cincuenta
mil francos a la persona que pudiera conseguirme esa carta. De
hecho, el asunto cobra mas y mas importancia cada dia; y la
recompensa ha sido doblada recientemente. Si fuera triplicada,
sin embargo, no podria hacer mas de lo que ya he hecho.
—Pues, si —dijo Dupin con un aire pensativo, entre aspi-
raciones de su pipa de espuma de mar—, verdaderamente284 LACARTA ROBADA
creo, G--, que usted no se ha esforzado... al méximo. En mi
opinion usted podria hacer un poco mas. {No le parece?
—(Cémo? {De qué manera?
—Pues... —pfiffpff— podria usted... —pff, pff— buscar
consejo sobre elasunto, ;nole parece?... —pill, pf, pfff—. ;Re-
cuerda la historia que cuentan de Abernethy?
—No; jal diablo con Abernethy!
—jSin duda! Al diablo, pero enhorabuena. Erase una vez
un cierto avaro opulento que invento un plan para sacarle de
gorra una opinion médica al tal Abernethy. Con este propésito,
inicio una conversacion comun y corriente en privado y le
insinué su caso al doctor como el de un individuo imaginario.
—Supongamos —dijo el avaro—, que sus sintomas son
tales y cuales; ahora, doctor, ,qué le hubiera sugerido usted
que tomara?
— iQue tomara! —dijo Abernethy—, pues que tomara con-
sejo, sin duda.
—Pero —dijo el prefecto, un poco descompuesto—, yo
estoy perfectamente dispuesto a recibir consejo, y a pagar por
él. De verdad daria mis cincuenta mil francos, cada centime de
ellos, a cualquier persona que me ayudara en este asunto.
—En ese caso —replico Dupin, abriendo una gaveta y sa-
cando una libreta de cheques— puede usted lenarme este che-
que por la cantidad mencionada. Una vez lo haya firmado, le
entregaré la carta.
Yo me quedé atonito. El prefecto parecia fulminado por un
rayo, Durante algunos minutos permanecié mudo e inmévil,
mirando a mi amigo con incredulidad, con la boca abierta y
los ojos saliéndosele de las cuencas; luego, aparentemente re-
cuperandose en alguna medida, tomé bruscamente una plu-
ma, y después de varias pausas y miradas Vacias, finalmente
lens y firms el cheque por cincuenta mil francos, y se lo paso
a Dupin por encima de la mesa , Este tiltimo lo examiné cui-EDGAR ALLAN POE 285,
dadosamente y lo deposito en su billetera; luego, abriendo
con llave el escritorio, extrajo la carta y se la entregé al prefec-
to. El funcionario se la arrebaté con una expresion de juibilo,
la abri6é con mano trémula, inspeccioné brevemente su con-
tenido y luego, avanzando tambaleante hacia la puerta, salié
presurosa y poco ceremoniosamente de la habitacién y de la
casa, sin haber musitado una sola silaba desde que Dupin le
pidio que llenara el cheque.
Cuando se hubo marchado, mi amigo entré en explica-
ciones.
, La policia parisiense —dijo— es extremadamente habil
a su manera. Son perseverantes, ingeniosos, listos y extensa-
mente versados en los conocimientos que sus deberes pare-
cen exigir por principio. Asi, cuando G-- nos describié en
detalle su modo de requisar la casa en el Hotel D--, sentf una
confianza absoluta en que habia realizado una investigacion
satisfactoria... en tanto se extendian sus labores.
—jEn tanto se extendfan sus labores? —pregunté,
—S{—dijo Dupin—, Las medidas adoptadas no sélo fue-
ron las mejores de su especie, sino que fueron realizadas con
absoluta perfeccién. Si la carta hubiera sido depositada den-
tro de los limites de su btisqueda, estos sujetos indudable-
mente la habrian encontrado.
Yo simplemente me rei... pero él parecia hablar con bas-
tante seriedad.
—Las medidas adoptadas, entonces —continué—, no sdlo
fueron las mejores en su estilo, sino que también fueron reali-
zadas a la perfeccién; su defecto se encontraba en ser inaplicables
al caso, y al hombre. Hay una cierta serie de recursos altamente
ingeniosos que son para el prefecto como una especie de cama
de Procusto’, a la cual forzosamente adapta sus intenciones.
‘A Procutte: Motori bande da len que amarraba ae-fetimas sales une same da hier
y.segtn el cas, los exiraba oles ontaba as piers para juts au largo. (Melt)286 LACARTAROBADA
Pero yerra perpetuamente por ser demasiado profundo o de-
masiado superficial para el tema en cuestién; y son muchos
los escolares que razonan mejor que él. Conoci a un nino de
ocho afios cuyo éxito en el juego de ‘pares e impares’ atrafa
una admiracion universal. El juego es sencillo, y se juega con
canicas. Uno de los jugadores sujeta en su mano un numero
determinado de canicas, y le pregunta al stro si el nimero es
par o impar. Si adivina, se gana una canica; si yerra, pierde
una de las suyas. El nifio al cual aludo se ganaba todas las.
canicas del colegio. Por supuesto, tenfa algun principio de la
adivinaci6n; y éste se hallaba en la mera observacion y medi-
da de la astucia de sus contrincantes. Por ejemplo, su contrin-
cante es un tonto consumado, y levantando su mano cerrada,
pregunta ‘json pares o impates?’. Nuestro estudiante responde,
‘impares’ y pierde; pero en el segundo intento gana, pues se
dice a si mismo, ‘el tonto tenfa pares en el primer intento, y su
cantidad de astucia es apenas suficiente para que tenga impares
en el segundo, asi que adivinaré impares’; .. .adivina ‘impares’,
y gana, Ahora, con un tonto de un grado superior al primero,
hubiera razonado de la siguiente manera: ‘Este sujeto encuentra
que en la primera ocasion yo adiviné impares, y en la segun-
da, su primer impulso sera una variacién sencilla de par a im-
par, como lo hizo el primer tonto; pero luego un segundo
pensamiento le sugerird que esta variacion es demasiado sim-
ple, y finalmente decidird tener pares, como antes. Asi, adivina-
ré pares’, ...adivina ‘pares’, y gana. Ahora bien, en el tiltimo
andlisis, ¢cudl es el modo de raciocinio de este nifio, a quien sus
compateros denominan ‘afortunado’?
—Simplemente —dije yo— consiste en la identificacion
del intelecto del razonador con el de su contrincante.
—Asi es —dijo Dupin—, y, al preguntarle al nitio qué me-
dios utilizaba para lograr la identificacién completa en la cual
consistia su éxito, recibi la siguiente respuesta: ‘Cuando de-EDGAR ALLAN POE 287
seo saber qué tan sabio, o qué tan estupido, o qué tan bueno,
o qué tan malvado es alguien, o cuales son sus pensamientos
en ese momento, le doy forma en mi rostro, con la mayor
precision posible, a una.expresién concordante con la expre-
sion del suyo, y luego espero pata ver qué pensamientos 0
sentimientos surgen en mi mente o en mi corazén que corres-
pondan con la expresién de su cara’. Esta respuesta del nifto
se halla en el fondo de toda la espuria profundidad que ha
sido atribuida a La Rochefoucauld, a La Bruyére, a Maquiave-
lo y a Campanella.
—Y la identificacion —dije yo—, del intelecto del razona-
dor con el de su contrincante depende, si he comprendido
bien, de la precision con que se mida el intelecto del oponente.
—Su valor practico depende de esto —replicé Dupin—; y
el prefecto y su cohorte fallan con tanta frecuencia, en primer
lugar por carecer de tal identificacion y en segundo lugar, por
medir erréneamente o, mejor dicho, por no medir el intelecto
del sujeto con quien estan involucrados. Solo tienen en cuen-
ta sus propias ideas ingeniosas; y al buscar cualquier cosa ocul-
ta, advierten unicamente los modos como ellos la hubieran
escondido. En parte tienen raz6n, pues su propio ingenio es
fielmente representativo del de las masas; pero cuando la as-
tucia del delincuente individual es de tipo diferente, el delin-
cuente los embrolla, por supuesto. Esto ocurre siempre que
su astucia es superior a la de ellos, y muy frecuentemente
cuando es inferior. No tienen variabilidad de principios en
sus investigaciones; lo maximo que hacen, cuando los apre-
mia una emergencia inusual (por medio de alguna recompen-
sa extraordinaria), es extender o exagerar sus viejas modali-
dades de prdctica, sin alterar sus principios. Por ejemplo, en
el caso de D--, ;qué han hecho para variar su principio de
accion? Tanto taladrar y punzar y sondear y escrutar con el
microscopio, y dividir la superiicic del ¢dificio en cenumeuvs
cuadrados registrados, jqué es todo esto si no una exagera-288. LACARTA ROBADA
cién de la aplicacién de un principio unico, o conjunto de
principios de pesquisa basados en el wmico conjunto de no-
ciones respecto al ingenio humano, al cual el prefecto ha sido
acostumbrado en su larga rutina de estudio? ;No te das cuen-
ta de que G-- ha dado por sentado que todos los hombres
esconderfan una carta, no necesariamente en un hueco tala-
drado en la pata de una silla pero, al menos, en algun agujero
o rincén fuera del camino, sugerido por el mismo tipo de
pensamiento que incitarfa a un hombre a ocultar una carta en.
un hueco taladrado en la pata de una silla? gY no te das cuen-
ta, ademds, de que tales escondrijos tan elegantemente rebus-
cados se adoptan unicamente en ocasiones normales, y son
adoptados unicamente por intelectos normales? Porque en.
todas los casos de encubrimiento, la disposicion del articulo
escondido (dispuesto de esta misma manera recherché) es pre-
sumible y de hecho se puede presumir en primera instancia; y
asi, su hallazgo depende no de la astucia, sino del mero cuida-
do, paciencia y determinacion de aquellos que lo buscan; y
cuando el caso es de importancia 0 (lo que termina por ser lo
mismo para ojos policiacos) cuando la recompensa es vasta,
Jas cualidades en cuestion nunca han fallado. Ahora compren-
deras lo que quise decir al sugerir que si la carta robada hubiera
estado escondida en cualquier lugar que estuviera dentro de los
limites de la investigacién del prefecto, en otras palabras, si el
principio de su encubrimiento hubiera cabido dentro de los
principios del prefecto, su hallazgo hubiera sido indudable. Sin
embargo, este funcionario ha sido enganado por completo; y
la fuente remota de su fracaso se encuentra en la suposicién
de que el ministro es un tonto, porque ha adquirido reconoci-
miento como poeta. Todos los tontos son poetas; esto siente el
prefecto; y, al asumir que todos los poetas son tontos, es cul-
pable simplemente de una non distributio medii*EDGAR ALLAN POE ZBY
—Pero, jes realmente el poeta? —pregunté—. Yo conoz-
co a dos hermanos; ambos han obtenido reconocimiento en
las letras. Si no estoy mal, el ministro ha escrito un erudito
tratado sobre calculo diferencial. Es matematico, y no poeta.
—Te equivocas; yo lo conozco bien; practica las dos ocupa-
ciones. Como poeta y matematico, razonaria bien; como poeta,
lo haria con profundidad; como mero matematico no razona-
ria del todo, y asi hubiera quedado a la merced del prefecto.
—Me sorprendes —le dije— con estas opiniones, que la
voz de] mundo contradice. No te dispondrds a negar la idea
bien digerida de tantos siglos. La razon matemitica ha sido
considerada, durante un tiempo incalculable, como Ia razon
par excellence.
—ll y a parier —replicé Dupin, citando a Chamfort—,
que toute idée publique, toute convention recue, est une sotisse,
car elle a convenu au plus grand nombres Los matematicos, te
concedo la razon, han hecho su mejor esfuerzo por promul-
gar el error popular al que aludes, pero éste no deja de ser
error por haber sido promulgado como verdad. Con un arte
digno de mejor causa, por ejemplo, han insinuado el término
‘andlisis’ en su aplicacion algebraica. Los franceses originaron
este engafio particular, pero si el término tiene alguna impor-
tancia, es decir, si las palabras derivan algun valor de su
aplicabilidad, entonces el ‘andlisis’ expresa el sentido del ‘al-
gebra’, tan someramente como el término latino ‘ambitus’ im-
plica ambicién, como ‘religio’ implica ‘religién’, 0 ‘homines
honesti’, un grupo de hombres honorables.
—Puedo ver que tienes una contienda armada con algu-
nos de los algebristas de Paris —dije—; pero, prosigue...
—Lo que yo disputo es la disponibilidad, y por lo tanto el
valor, de esa raz6n que se cultiva en cualquier forma determi-
5 Bo francés en el original: Puede apestarse que ted iden piblica ytada cosvansién adavie
rida, son tonterfas, pues atraen a fa mayorta. (W. dela 7!)290 LACARTA ROBADA
nada que sea distinta de la logica abstracta. En particular, yo
disputo contra el raciocinio deducido por estudio matemati-
co, Las matematicas son la ciencia de la forma y la cantidad; el
razonamiento matematico es simplemente la aplicacion de la
logica a la observacion sobre forma y cantidad. El gran error
radica en suponer que incluso las verdades de lo que se llama
eldlgebra pura, son verdades abtractas o generales. Y este error
es tan atroz que me aterra la universalidad con que ha sido
recibido. Los axiomas matemiaticos no son axiomas de verdad
general. Lo que es verdadero en la relacién (de forma y canti-
dad) suele ser un error craso en lo que respecta a la morali-
dad, por ejemplo. En esta ultima ciencia, es generalmente fal-
so que la suma de las partes sea igual al todo. Tambien en la
quimica falla este axioma. En la consideracion de una moti-
vacion, falla; pues dos motivaciones, cada una de un valor
dado, no necesariamente tienen al unirlas un valor igual a la
suma de sus valores separados, Existen muchas otras verda-
des matematicas que son verdades unicamente dentro de los
limites de la relacion. Pero, a través del habito, el matematico
discute desde sus verdades finitas como si éstas fueran de una
aplicabilidad absolutamente universal, como de hecho el
mundo imagina que lo son. En su erudita Mythology, Bryant
menciona una fuente de error andloga al decir que «aunque no
creemos en las fabulas paganas, con frecuencia lo olvidamos, y
hacemos inferencias de ellas como si fueran realidades existen-
tes»’, Sin embargo, los algebristas, que son paganos, sf creen
en las ‘fabulas paganas’, y hacen inferencias de ellas, no tanto
por un descuido de la memoria, cuanto por una inexplicable
podredumbre mental. En resumidas cuentas, nunca he cono-
cido un simple matematico que sea confiable en nada distinto
? William Cullen Bryant (1794-1878): Poeta, narrador y periodista norteamericano, lew a
cabo una oélebretraducdién de la Mada. (N. de la 7.)292 LACARTA ROBADA
a la igualdad de la raices, o a alguno que no sostuviera clan-
destinamente con toda su fe que x*+ px fuera absoluta e in-
condicionalmente igual a q. Haz el experimento de decirle a
alguno de estos caballeros que crees que pueden existir oca-
siones en las que x?+ px no es completamente igual a q y,
después de hacerle entender lo que quieres decir, sal de su
alcance tan velozmente como sea conveniente pues sin duda
intentard derribarte,
—Lo que quiero decir —dijo Dupin, mientras yo no podia
contener la risa ante sus ultimas observaciones—, es que si el
ministro no hubiera sido mds que un matematico, el prefecto
no hubiera tenido necesidad de entregarme este cheque. Sino
hubiera sido mas que un poeta, creo que es posible que nos
hubiera embrollado a todos. No obstante, yo lo conocfa como
matemiatico y poeta, y adapté mis medidas a su capacidad, con
referencia a las circunstancias en las que estaba envuelto. Lo
conocia ademds como cortesano, y como atrevido intrigant’.
Asf, consideré que un hombre como él conoceria a fondo los
sistemas comunes de accién policial. Sin duda debié prever
(y los eventos comprueban que de hecho previ) los asaltos a
los cuales estuvo sujeto. Reflexioné que debié haber previsto
las investigaciones secretas de su morada. Sus frecuentes au-
sencias nocturnas, que el prefecto aclam6 como ayudas posi-
tivas a su éxito, no eran mas que artificios para permitirle a la
policia la oportunidad de hacer una busqueda intensiva, y asf
impresionarlos mas prontamente con la conviccién a la que,
en efecto llegé finalmente G--: la conviccién de que la carta
no se encontraba en la casa y sus terrenos. Senti también que
todo el hilo de pensamientos que acabo de detallar algo con-
fusamente hace un momento, respecto al invariable principio
de accion de la policia en sus biisquedas de articulos escondi-
—~
“Bn franc en el original: Pesonaje intrigant, que enreda,(N. de la)EDGAR ALLAN POE 293
dos... senti que todo este hilo de ideas habria pasado necesa-
riamente por la mente del ministro, Esto lo conduciria impe-
rativamente a desdefar todos los escondrijos comunes y co-
rrientes. Reflexioné que él no seria tan débil como para no
darse cuenta de que los mas intrincados y remotos recovecos
de su hotel estarian tan abiertos como el armario mas comun
ante los ojos, las agujas, los taladros, y los microscopios del
prefecto. Vi, por ultimo, que D-- seria llevado forzosamente
hacia la simplicidad, si no era inducido deliberadamente a ella
por decision propia. Quizd recuerdes la desesperada risa del
prefecto en nuestra primera entrevista, cuando le sugert la
posibilidad de que este misterio lo estuviera desconcertando
de tal manera, a cuenta de ser tan excesivamente evidente en si
mismo.
—S{—dije yo—, Recuerdo bien sw hilaridad. En realidad
pensé que en ese momento empezaria a tener convulsiones.
—El mundo material —continuéd Dupin—, abunda en ana-
logias estrictas con el inmaterial; y asi, adquiere algo de la
coloraci6n de la verdad el dogma retorico que dicta que la
metafora, o el simil, puede fortalecer un argumento, ademas
de embellecer una descripcion. Por ejemplo, el principio de la
vis inertiae’, junto con la cantidad de momento proporcional
y consecuente a éste, parece ser idéntico en la fisica y en la
metalisica. No es més verdadero en la primera que un cuerpo
grande sea mas dificil de movilizar que uno pequenio y que el
subsiguiente impulso sea proporcional a esta dificultad, que
el hecho de que en la metafisica los intelectos de capacidad
mayor, a pesar de ser mds enérgicos, mds constantes y mas
Henos de incidentes en sus movimientos que aquellos de gra-
do inferior, son sin embargo més dificilmente movilizados,
mds avergonzados y llenos de vacilacién en los primeros pa-
5 8n latin en el original: fuerza de inercia. (N. ae la T!)294 . LACARTA ROBADA
sos de su progreso. Es mas, alguna vez has notado cual de los
avisos callejeros que estan sobre las puertas de los almacenes
atrae més nuestra atencién?
—wNunca he pensado sobre el asunto —dije.
—Hay un juego de adivinacién que se practica sobre un
mapa. Uno de los participantes solicita que otro encuentre
una palabra dada, puede ser el nombre de un pueblo, un rio,
un estado o un imperio, cualquier palabra, en fin, sobre la
abigarrada y confusa superficie del tablero, Un novato en este
juego generalmente buscard avergonzar a sus contrincantes
pidiéndoles que encuentren los nombres de letra mds dimi-
nuta; pero el adepto selecciona palabras que se extiendan, en
caracteres grandes, de un lado a otro del tablero. Estos, al
igual que los avisos y pancartas callejeras con letras excesiva-
mente grandes, escapan de la vista a fuerza de ser demasiado
obvios; y aqui la inadvertencia fisica es precisamente andloga
a la inaprension moral por.la cual aquellas consideraciones
demasiado llamativas y palpablemente evidentes en s{ mis-
mas pasan desapercibidas para el intelecto. Pero parece ser
que éste es un concepto que esta por encima o por debajo de
la comprensién del prefecto. Ni por un momento pensé que
podia ser posible, o incluso probable, que el ministro hubiera
depositado la carta inmediatamente debajo de la nariz del
mundo entero, precisamente con la intencion de prevenir que
cualquier parte de ese mundo la advirtiera.
—Pero entre mas reflexionaba sobre el desafiante, desver-
gonzado y discriminatorio ingenio de D--, sobre el hecho de
que el documento debfa estar siempre a la mano si éste tenfa
intenciones de emplearlo para sus fines, y sobre la decisiva
evidencia obtenida por el prefecto de que la carta no estaba
escondida dentro de los limites de la busqueda ordinaria de
ese dignatario, més me convencia de que, para ocultar la car-
ta, el ministro recurrié al racional y sagaz expediente de no
intentar esconderla del todo.EDGAR ALLAN POE 295
—Lleno de estas ideas, alisté un par de espejuelos verdes y
lo visité una buena manana, muy casualmente, en la residen-
cia ministerial. Encontré a D-- en casa, bostezando, extendi-
do y pasando el tiempo sobre un divan como acostumbraba
hacerlo, fingiendo encontrarse en el maximo estado de ennui.
El ministro es tal vez el mas vigoroso ser humano que existe
hoy en dfa... pero sélo cuando nadie lo ve.
—Para estar ala par con él, me quejé de mis ojos débiles, y
lamenté necesitar mis espejuelos, bajo cuya cubierta inspec-
cioné discreta y completamente el apartamento, dando la im-
presién de estar absorto tnicamente en la conversacién de mi
anfitrion.
—Dediqué especial atencién a un escritorio grande junto
al cual estaba sentado D--, y sobre el que estaban profusamen-
te desparramadas algunas cartas misceldneas y otros papeles,
con uno 0 dos instrumentos musicales y algunos libros. Des-
pués de un largo y muy deliberado escrutinio, sin embargo,
no encontré nada alli que despertara mi sospecha particular.
—Por fin mis ojos, en su recorrido por la habitacién, se
posaron sobre un insignificante tarjetero de carton, con com-
partimientos de filigrana recortados del mismo material, que
pendia de una pequefia perilla de bronce por una sucia cinta
azul, justo debajo del centro de la repisa de la chimenea. En
este tarjetero, que tenia tres o cuatro compartimientos, habia
cinco 0 seis tarjetas de visita y una carta solitaria. Esta ultima
estaba muy sucia y arrugada. Estaba rasgada casi en dos peda-
zo, por el medio, como si la intencion de rasgarla por com-
pleto en la primera instancia hubiera sido modificada o refre-
nada en la segunda. Tenfa un sello negro grande que llevaba la
D-- cifrada de manera muy conspicua, y estaba dirigida, en
diminuta caligrafta femenina, a D~
el ministro mismo. Habia
"En franoés en el original: aburrimiento, fatiga, lasitud. (de ka 7.)296 — LACARTA ROBADA
sido arrojada en una de las divisiones superiores del tarjetero
descuidadamente, y al parecer, incluso con desdén.
—Apenas posé mis ojos sobre esta carta, conclui que era la
que buscaba. Por cierto, era completamente distinta en apa-
riencia a aquella de Ja que el prefecto nos habia leido tan deta-
Nada descripcion. En ésta, el sello era grande y negro, con la
D-- cifrada; en aquella era pequeno y rojo, con las armas ducales
de la familia S--. Esta estaba dirigida al ministro en letra dimi-
nuta y femenina; en aquella el sobrescrito, dirigido a cierto
personaje real, era marcadamente resaltado y contundente; el
tamafio conformaba el unico punto de correspondencia. Pero
la excesiva radicalidad de estas diferencias; el mugre; la condi-
cion sucia y arrugada del papel, tan inconsistente con los ver-
daderos habitos metédicos de D-- y tan sugerente de una in-
tencién de engafar a su observador con una impresién de la
falta de valor del documento; estas cosas, sumadas a la situa-
cin brutalmente llamativa del documento, que estaba expues-
to por completo para la vista de cualquier visitante y asi corres-
pondia de manera exacta con las conclusiones que yo habia
formado anteriormente; estas cosas, digo, corroboraban fuerte-
mente la actitud de sospecha en una persona que venta dis-
puesta a sospechar.
—Prolongué mi visita todo el tiempo que pude y, mientras
sostenia con el ministro una conversacién de lo mas animada
sobre un tema que yo sabia muy bien nunca dejaba de interesarlo
y emocionarlo, mantuve la atencién clavada sobre la carta. En
este escrutinio grabé en mi memoria su aspecto externo y la ma-
nera de su colocacién en el tarjetero; también, al cabo de un
tiempo, descubri un hecho que me liber6 de cualquier duda ti-
vial que hubiera podido entretener. Al examinar los bordes de
la hoja, noté que estaban mds desgastadas de lo que parecia
necesario. Presentaban el aspecto quebrado que manifiesta una
hoja muy gruesa cuando es doblada y aplanada con un abre-EDGAR ALLAN POE 297
cartas, y luego vuelta a doblar en la direccion contraria, sobre
los mismos pliegues o bordes que habian formado el doblez
original. Este descubrimiento fue suficiente. Me parecié evi-
dente que la carta habia sido invertida de adentro para afue-
ra como un guante, luego vuelta a dirigir y a sellar. Le deseé
al ministro una feliz maiiana y parti de inmediato, dejando una
cajita dorada de rapé sobre la mesa.
—A la majiana siguiente regresé por la cajita de rapéy con
gran entusiasmo retomamos la conversaci6n del dia anterior,
Sin embargo, mientras nos entretenfamos de esta manera se
escucho una fuerte detonacién, como la de una pistola, inme-
diatamente debajo de las ventanas del hotel, seguida por una
serie de despavoridos gritos y alaridos de una turba aterrori-
zada, D-- se precipité hacia la ventana, la abrid con violencia
y se asomé hacia afuera. Mientras tanto, yo me acerqué al
tarjetero, tomé la carta, la guardé en mi bolsillo y la reemplacé
con una facsimilar, que cuidadosamente habia preparado en
mis aposentos, imitando meticulosamente la D-- cifrada con
un sello fabricado de pan.
—E] disturbio en la calle habia sido ocasionado por el fre-
nético comportamiento de un hombre con un mosquete. Ha-
bia disparado el arma entre una multitud de mujeres y nifios.
El incidente, sin embargo, no tuyo mayor consecuencia, y el
sujeto se alejé, pasando ante los ojos de la gente como un
lunatico.o borracho. Cuando se hubo ido, D-- se alejé de la
ventana, adonde lo habia seguido inmediatamente después
de dejar el objeto en su posicién correcta. Poco tiempo des-
pués me despedi de él. El supuesto lunatico era un hombre
que yo habia contratado.
—Pero, jpor qué motivo reemplazaste la carta con una
facsimilar? —pregunté—. {No hubiera sido mejor tomarla en
la primera visita y partir de inmediato?
—D.- —recpondié Dupin—., es un hombre en una situa-
cién desesperada, y un hombre de sangre fria. Ademds, en el298 \ACARTA ROBADA
hotel no faltan criados devotos de sus intereses. Si me hubiera
atrevido a realizar el arrebatado acto que sugieres, no hubiera
abandonado la presencia ministerial en vida. La buena gente
de Paris no hubiera vuelto a saber de mf. Pero aparte de estas
consideraciones, tenfa otro objeto. Tui conoces mis predisposi-
ciones politicas. En esta materia, soy partidario de la dama en
cuestién. Durante dieciocho meses el ministro la ha tenido en
su poder. Ahora ella lo tiene en el suyo, pues, completamente
desapercibido de que la carta no estd en su posesion, procederd
con sus exacciones tal y como si la tuviera. Asf, inevitablemen-
te causard su propia destruccion en un momento. Ademis, su
ruina no ser mas precipitada que absurda, Est muy bien ha-
blar del facilis descensus Averni#!, pero en todos los tipos de es-
calada, como dijo Catalani del canto, es mucho mis facil subir
que bajar. En la presente instancia, no siento ningun tipo de
compasion (al menos ningun tipo de lastima) por aquel que
desciende. El es ese monstrum horrendum, un hombre genio sin
principios. Debo confesar, sin embargo que me encantaria co-
nocer el caracter preciso de sus pensamientos, cuando, desafia-
do por aquella a quien el prefecto llama ‘un cierto personaje’, se
vea reducido a abrir la carta que yo dejé en el tarjetero.
— {Por qué? jEscribiste alguna cosa en ella?
—Bueno.., no me parecié del todo correcto dejar el inte-
tior en blanco... eso hubiera sido insultante. La verdad es que
alguna vez, en Viena, D-- me hizo una jugada sucia, ante la cual
le dije muy jovialmente que Ja recordaria. Asf, como sabia que
el ministro sentirfa cierta curiosidad por conocer la identidad
de la persona que le habfa dado gato por liebre, me parecié que
"1h latin en el original: el fécil descenso al Averio . Este era un Jago de Campania donde
se ubleaba la entrada al infiemo, segiin Homero y Virgilio, En general es el Inflero, al que los
egipcios llamahan Ament, los caldeo-asitios, Mat-la-tayart, los hebreas Scheol; los prieges Ha-
des, y los tomanos el Tartaro, (. de la)EDGAR ALAN POE 299
serfa una pena no dejarle una pista. El conoce bien mi letra
manuscrita y asf, me limité a copiar en todo el centro de la
pagina blanca estas palabras:
Un dessein si funeste
Sil n'est digne dAtree, est digne de Thyeste”
Se pueden encontrar en el Atrée de Crébillon.
[Septiembre, 1844)
“En francs en el rg: Un sini tan fest, sno es dino de rene dig de
‘Thyse. (dela 7)