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¿ DE QUIÉN ES LA CULPA?

Un día un amigo y compañero, buena persona pero asaz megalómano por más señas,
me escribió diciendo que no existía ningún analfabeto; porque cualquiera, todo el mundo,
era capaz de leer una señal, un signo, una indicación simbólica.
No le contesté, porque creí que era darle demasiada importancia a la "ideita" del
amigo, y también porque habiendo descubierto esa capacidad de leer" no se bajaría del
burro" tan fácilmente. Allá él con sus gracias.
Pero ahora leo un trabajo muy interesante e importante del grupo de lengua de
Treviso (Italia) donde utilizan leer de forma similar, porque esta acepción (errónea, que
conduce a desfigurar el lenguaje, mediante "revoluciones" semánticas muy de moda) no se
corresponde con el sentido original ni con el verdadero significado del acto de leer.
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su edición de 1.956,
leer es pasar la vista por lo escrito o impreso (lenguaje gráfico o escrito, por contraposición al
oral) haciéndose cargo del valor y significación. de los caracteres empleados, pronúnciese o no
las palabras representadas por estos caracteres. 2. Enseñar o explicar un profesor a sus
oyentes alguna materia sobre un texto. (De ahí la denominación de lector que reciben ciertos
profesionales universitarios). 3. Entender o interpretar un texto de este o del otro modo.
Las otras acepciones son irrelevantes en relación al tema que trato.
La 3ª acepción se usa a menudo para decir que un texto tiene más de una lectura. Y por
extensión también viene aplicándose a un acto o a un hecho, significando que puede
interpretarse en más de un modo, según el punto de vista de quien conoce de él.
Sin embargo yo discrepo de esta tercera acepción y más todavía de su extensión a la
interpretación de aquello que no es el lenguaje escrito. Estamos creando un lenguaje
mandarinesco, discriminatorio contra el pueblo llano que entiende y llama al pan, pan, y al
vino, vino, sin complicaciones semánticas ni retorcimientos mentales.
Nos estamos habituando a hacer pequeñas revoluciones semánticas, que no reales, para
cambiar el léxico pero no la realidad. Cambiamos el significado y el uso de las palabras, para
seguir manteniendo hechos y realidades sin cambio alguno (cambiar la apariencia, para no
cambiar nada). Yo un día me acosté siendo Maestro Nacional, para amanecer al siguiente
como Profesor de E.G.B. Seguía siendo el mismo, y nadie me pidió hacer un esfuerzo para
acomodarme a la nueva denominación. ¡Quién sabe, si el cambio de denominación no suponía
perder intrínsecas cualidades! ¿Por qué a los Profesores de E.G.B. se les llama también, y a
menudo, Enseñantes? Prefiero ser Maestro, modelo y ejemplo a seguir, que Enseñante,
martirio y castigo del que quiere aprender y saber más... que se aprende más probando
activamente que escuchando pasivamente bajo pena de una evaluación negativa. ¡Cuántos
enseñantes no son sino Policías y Jueces de sus alumnos!
Casualmente, en el Semanal de El País me encuentro con algo escrito por Antonio
Gala, que no puedo resistirme a transcribir:
"...La información nos bombardea, y un bombardeo no tiene por finalidad construir, sino
muy al contrario. El exceso, la urgencia y la velocidad con que se sustituyen los datos que al
hombre se le ofrecen, impiden su asimilación e impiden , aún más , su empleo útil, Y p o r
añadidura, tales datos son posteriores a la propia existencia del destinatario; no le advierten
de su contenido, ni de su destino final; no se refieren a los caminos de la auténtica libertad y
el auténtico amor. O sea, en el mejor de los casos van dirigidos a la información, no a la
formación de quien los recibe" (1). "La verdadera sabiduría ha de proceder de dentro, o ser el
producto de una digestión interior de alimentos externos. Entre la información y la formación
hay demasiada diferencia..."
Volviendo al tema de la lectura, en Francia siete movimientos educativos llegaron a
establecer unos puntos de vista coincidentes sobre qué es leer, publicando una plataforma
común en la que definen la lectura, cómo se verifica el acto de leer, centrándola en las
condiciones de aprendizaje, entre las edades de 2 a 12 años, tanto en el medio escolar
como en otros momentos de la vida del niño.
Se reconoce que la lectura auténtica consiste en explorar el escrito directamente con
la vista (es decir, sin necesidad de ejercer la pronunciación), poniendo en juego los
componentes ideovisuales que permitirán acceder al significado del escrito. Sólo es leer,
cuando existe comprensión. Pronunciar un escrito, si no se comprende, no es lectura real.
María Montessori reconoce explícitamente que, a menudo, un niño que ya lee, es incapaz de
explicar el significado de aquello que ha descifrado oralmente. Al igual que en la anécdota
de aquel niño que habiendo leído determinada página de un libro se le pregunta por el
significado de lo leído, y contesta: "no lo sé, yo sólamente leía"(?). La eficacia del
procedimiento, dígase global, funcional o natural, no tiene comparación con el de la
correspondencia grafo-fonética.
El procedimiento grafo-fonético requiere una actividad de traducción recomponiendo
las palabras al descifrar las combinaciones de consonantes y vocales, no permitiendo mayor
velocidad que la del lenguaje oral.
En cambio, la lectura verdadera se efectúa como vino a mostrar Emil Javal a
principios de siglo, con su "Phisiologíe de la lecture et de l"écriture", mediante fijaciones
de la vista, rapidísimas, en las que el ojo capta una cantidad determinada de signos
gráficos cuya significación reconoce por cuanto ha sido aprehendido anteriormente. Las
fijaciones son más rápidas y abarcan ,mayor amplitud de signos, la lectura va siendo más
rápida también, pudiendo alcanzar una cifra de cuatro o cinco veces la capacidad de la
dicción y aun más.
Esto sin contar con que el ojo puede utilizar distintas estrategias de lectura. Pues no
es lo mismo leer una novela o poesía, a patinar sobre las páginas de una guía telefónica
para localizar un nombre o el número telefónico que buscamos. O recorrer con extrema
velocidad las páginas de un texto para hallar una sola palabra que, con el contexto en que
se halla, nos permitirá localizar algo que deseamos recordar para nosotros mismos, o para
exponer o aclarar algo que queremos exponer a otra persona.
La escuela debe perseguir la formación de lectores, porque la lectura auténtica se
convierte en instrumento de trabajo intelectual y medio privilegiado del autodidactismo; y
debe avanzar en un estudio pormenorizado de los textos, para alcanzar el último estadio:
la lectura entre líneas. La comprensión, por deducción, de aquello que no está
explícitamente dicho.
Con la lectura, auténticamente aprendida y ejercida, nos encontramos que algunos
problemas, por así llamarlos, se hallan eliminados:

- la ortografía.
- la lectura escolar en voz alta.
- la necesidad de evaluar constantemente la capacidad y
comprensión lectora
Por otra parte, si somos conscientes de qué cosa es leer y su reutilización: escribir;
llegaremos a comprender que quien aprende a leer no necesita llegar a la etapa del análisis.
Ni un niño ni un muchacho es capaz de inventar una palabra nueva, con significación propia.
¿Qué muchacho será capaz de escribir de astronomía si previamente no ha recibido lecciones
y léxico? Escribir una palabra nueva será reproducir en escrito algo que se oye decir o que se
nos dicta. El que quiere transcribir sonidos en palabras - que previamente ha aprehendido
gráficamente con su significado - difícilmente podrá estar seguro de hacerlo con una correcta
ortografía. Ahí va como puede escribir quien escribe como le suena:
P.S. que nos un partió. Mira, acsió educativa no sesta asiendo muchos a
batage en el Ministerio contra las cosas que sujerimos los del Mecep. Se los que
nostíen. Menomá que temos vizta y le toreamo tanto como se pué.
Bale Furgencio.
Pepe

Pensemos consecuentemente que cualquier afirmación en el campo teórico-práctico ha de


tener validez universal, ahora y siempre, aquí y en todas partes, en este ejemplo y en
cualquier otro comparable. Con lo complicado que es el sistema fonético inglés, los nativos de
la Gran Bretaña no llegarían a dominar - ¿quién sabe hasta qué grado? - su idioma escrito
hasta los 25 años, ¡por lo menos! ¡Nunca antes!
A menudo olvidamos que lo que estamos pensando del lenguaje escrito, en sus
aspectos de comprensión y de expresión, no podríamos nunca aplicarlo al lenguaje oral. En
verdad el aprendizaje y la expresión en uno u otro medio obedece a leyes similares,
idénticas, aplicables por tanto en toda ocasión parecida; a pesar de que el código escrito y
el oral son distintos y no hay una correspondencia entre ambos, excepto en su origen ya
muy lejano. Luego cada código se ha ido estructurando independientemente, y hoy afirman
una correspondencia estricta sólo aquellos quienes defienden el silabismo en el aprendizaje
de la lectura y el análisis como método de escritura.
"Yo hice que mi hijo llegara a hablar. El entiende bien aquello que se le dice y también
sabe expresar correcta mente todo cuanto desea comunicar. Le envié a la escuela para que
aprendiera a leer y escribir. Pero lee defectuosamente, comprende poco y mal, y cuando
trata de expresarse por escrito ni le queda bastante claro, ni escribe correctamente las
palabras. No sabe expresar debida y correctamente lo que desea decir. ¿No será que la
Escuela utiliza unos procedimientos incorrectos, falsos e incompletos, antinaturales, que no
se corresponden con los procesos mentales del niño, cuando trata de hacer que el niño
aprenda a leer y escribir? ¿De quién, si no, es la culpa?"9

Josep Alcobé. G.T. Barcelona.

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