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Investigactones filosdficas, UNaMICritica, Barcelona, ‘Woolgat, Steve 1991 Ciencia: abriendo la caja negra, Anthropos, Barcelona, 340 La desigualdad después del (multiculturalism Luis Reygadas En septiembre de 2004, et Departamento de Antropologée de fa Univer- sidad Auténoma Metropolitaria {atapalapa reuni6a un grupo de antropé- logos de diversos paises y de distintas regiones de México con el propdsito de debatir en torno a la pregunta A dénde va la antropologia?” Ningu- zo de los convocados pudimos contestar con precision esta interrogante, Por un extrafio efecto, en ta mayoria de los casos se prefirié decir de dénde viene la antropologia: habfa més claridad acerca de la trayectoria histérica de la disciplina que sobre sus caminos actuales. Enfrentados con la incer tidumbre del futuro, volvimos la mirada hacia los origenes. Muchas ve- ces lo que respondimos fue hacia dénde nos gustaria que fuera la antro. pologia. ‘También coincidimos en que la antropologia contemporanea va hhacia muchas direcciones a la ver, debido a que en la actualidad la atra> viesan diversos enfoques, campos de investigacién y metodologtas. Pero {a polémica resulté fascinante, tanto cuando se abordaron problemas ge- nerales de! quehacer antropol6gico como cuando cada quien profundiz6 en un campo de estudio especifico. En este texto quiero compartir algu- ras reflexiones sobre el derrotero de la antropologia, me interesa discutir ‘qué est pasando con ella después del giro cultural y después del auge del multiculturalismo. Pero no pretendo dar una respuesta general, me limito a mirar este itinerario a través del cristal que me ofrece el tema que he estado investigando en fechas recientes: Ia desigualdad social En particular, me interesa abordar los entreeruzamientos de la cuestién de la desigualdad con otros procesos que, durante los iiltimos afios, han llamado poderosamente la atencién de a antropologia y de otras ciencias sociales: las diferencias culturales y la exclusién. Escribo este texto en un momento en el gue le antropolog{a esté po- niendo en tela de juicto ef cufturalismo, incluido el multiculturalismo. "Para un debate sobre ef multiculturalismo véase Barry (2001), Benhabib (2006), Me parece que esta critica no busca desandar el camino recorrido en el Periodo inmediato anterior, cuando se puso de manifiesto Ia importancia ‘medular de los procesos simbélicos. Por el contrario, se trata de arribar a explicaciones que vinculen las descripciones culturales densas con pro- ces0s econdmicos, politicos y sociales. Tampoco es cuestién de negar los derechos culturales y la diversidad propugnada por los multiculturalis- ‘as, pero (de refutarel fundamentalismo y el conservadurismo asociados ‘a muchas de sus formulaciones, Esta afirmacién puede causar extrafieza, Porque parecieta que el multiculturalismo est en pleno auge y todavia son pocas las voces que se alzan para cuestionarlo, pero me parece que el péndulo ha iniciado una nueva oscilacién, en este caso para alejarse de Jos extremos producidos por el giro cultural, asi como por algunos de sus hijos, entre ellos el multiculturalismo, Consciente de las perplejidades que puede causar esta aseveraciOn, profundizare en ella a partir del tema de la desigualdad social EL RETORNO DE LA DESIGUALDAD. (COMO PROBLEMA ANTROPOLOGICO Hacia finales de los afos setenta, cuando inicié mi formacién como antro- pélogo en la Escuela Nacional de Antropologia e Historia en la Ciudad de México, el tema de la desigualdad era una preocupacién importante, no solo cn la antropologia y en las ciencias sociales, sino también en las discusio- res politicas y econdmicas de la época. Desde tiempo atrés México y otros paises de América Latina presentaban tasas escandalosas de concentracién del ingreso, entre las més altas del mundo. La bonanza econémica experi- mentada durante el petiodo de sustitucién de importaciones y desarro- Ilo estabilizador habia reducido la pobreza, pero no la desigualdad. Ni el milagro mexicano ni el brasilefio habian atemperado sustancialmente las Das (2002), Kymlicka (1995), Taylor (1992) y Young (1990); para profundlear acerea del ‘uitcuturalismo y los movieintos énicos en Améries Latina véste lox articulos comp laos en Seder (2002), Durante Ie década do 1970 América Latina two ta mayor detigualdad de ingresos ‘enelmundo, con un coefciente Gini de 0497, segulda por el Africa Subsahariana con 0.490, celeste de Asia Pactico con 0:97, los paises dela ocx con 0338 y Europa Oriental con ‘0.282 estas posiiones se mantuvieron durante las décadas de los ochentay los roventa(Ch- iboga y Campodénico, 2000: 6) asimetrias ¢ iniquidades. Tan sélo algunos paises de la regién habian lo- sgrado sociedades un poco menos desiguales: los casos excepcionales de Costa Rica y Uruguay, asf como Chile y Argentina antes de las dictaduras militares de los afos setenta. En aquel momento, para explicar la desigualdad social predominaba el paradigma maraista: se veia al modo de produccién capitalista, en par- ticular en su versién de capitalismo dependiente y subdesarrollado, como l principal responsable de las disparidades de ingreso. Desde esa perspec- tiva, la explotacin era el mecanismo privilegiado de generacién de des- igualdades (Marx, 1974 [original 1867]). El caso de Cuba, que tomé una vie socialista y habia logrado mayor equidad de ingresos y de acceso a la educacién y la salud, respaldabe esas explicaciones. Pese @ todas las vir- tudes que el enfoque marxista tenia y,a mi juicio, sigue teniendo para ex- plicar el papel de la explotacién en la generacién de desigualdades, pre- ssentaba también una serie de limitaciones, entre ella las siguientes. En primer lugar, tomaba muy poco en cuenta los factores culturales cen la produccién y reproduccién de las asimetrias. La desigualdad apa- recfa como producto exclusivo de modelos econémicos, aislados de sus contextos culturales En segundo término, subsumfa los aspectos étnicos de la desigualdad alas diferencias de clase. La mayoria de las estadisticas sobre el tema en América Latina muestran que los indigenas, los negros y sus descendien- tes se encuentran en situacién desventajosa frente a los blancos en diver- 08 indicadores econdmicos, educativos y sociales, por lo que es evidente que el andlisis de la desigualdad no puede limitarse al estudio de las re laciones de produccién, es necesario inclu las variables étnicas (Bolvit- nik, 2003; Hasenbalg y do Valle, 1991; Hernéndez, 2003; Htun, 2004; Lovell, 1991; Reichmann, 1999). En tercer lugar, el paradigma marxista, igual que el weberiano y que las teorfas del desarrollo de la cePaL y las de la dependencta, habian sido cie- gasal género:no ofrecian explicaciones convincentes sobre las diversas for- mas de subordinacin, explotacién y exclusin que afectan a fas mujeres. Por iitimo, se habia prestado poca atencién al problema de la exclu- sién. El énfasis puesto en la explotacién hizo perder de vista que un sinfin de desigualdades no provienen de la explotacién, sino de la ausencia de ella, del hecho de que millones de personas son excluidas de las redes en que se genera y se distribuye la riqueza. Es cierto que Weber y Parkin habian alertado sobre el acaparamiento de oportunidades y los cierres sociales (Murphy, 1988; Parkin, 1971; Weber, 1996 original, 1922)), pero en los paises desarrollados no se habian presentado todavia periodos prolonga- dos de exclusion estructural. En América Latina sf habia ocurrido esto, pero en un primer momento se interpretaron mediante las teorias de la ‘marginalidad, que revisaban los factores culturales, pero que en ocasio- nes cayeron enel error de responsabilizar a los marginados de su situacién: decian que el problema radicaba en que estaban fuera del sistema y en ‘que eran incapaces por si mismos de remontar las adversidades que en- frentaban (DesAt, 1969). En la préctica, poderosos movimientos urbanos rebatieron esas ideas, mientras que en cl terreno tedrico las corrien- tes marsistas y dependentistas las criticaron con vigor (Brunner, 1978; Cardoso, 1970; Nun, 1970; Pestman, 1976). En. esas disputas, se perdié durante un tiempo la preocupacién por la exclusién y por los aspectos culturales dea desigualdad En el transcurso de las décadas de los ochenta y noventa se traté de hacer frente a las limitaciones de las andlisis marxistas de la desigualdad. Asi, el giro cultural tomé fuerza en la region y se profundiz6 el estudio de las cuestiones étnicas, de las dimensiones simbélicas y de las relacio- nes de género. De este modo se enriquecié notablemente la antropologia, {que en esa época consolidé su institucionalizacion académica, mediante la creacién de posgradas y la formacién de varias generaciones de investi- gadores, sobre todo en México y Brasil, pero también en Pert, Argentina, Colombia, Guatemala, Ecuador, Chile otros paises latinoamericanos, En medio de estos desplazamientos tebricos, el anilisis de la des- {gualdad sufri6 transformaciones interesantes, Por un lado, hubo avances notables: se ahondé en el estudio de la inequidad de género, se hicieron Visibleslas dimensiones étnicas de las dispatidades sociales (la produeci6n de algunas estadisticas al respecto fue también un avance singular), se elu- cidaron numerosos mecanismos microscépicos y cotidianos que generan las asimetrias y se destacs el papel de los procesos simbélicos en la consti- tucién de las distinciones de clase, etnia y género. Por el otro lado, el tema de la desigualdad social como tal pas6 a segundo plano, incluso en incon- tables ocasiones qued@ fuera de la agenda. Los académicos se ocuparon ms de temas como !a diversidad, 1a emergencia étnica, las relaciones de género y la pobreza. Sin duda estos asuntos no son ajenos a la des- ‘igualdad, pero en los anilisis no siempre se hizo explicta su relacién. En 344 algunos casos, por ejemplo, se considers que los conceptos de igualdad y desigualdad eran anacrOnicos, porque tenian connotaciones homogenei- vadoras, no atendian a las dimensfones étnicas y &e género y no aborda- ban la cuestion del reconocimiento de la diferencia De manera simulténea, entre los circulos de poder, influidos por el Pensamiento neoliberal, se hizo todo lo posible por erradicar los dis ‘cursos relativos a la justicia social y la igualdad. La pobreza era un tema recurrente, pero raras veces se vinculaba de forma expresa con la des- igualdad. Una gran cantidad de gobiernos logré imponer la idea de que lo importante era lograr en primer lugar el crecimiento econémico y que, de ese modo, después habria un pastel mayor para distribuir (tric Kle down theory), Poco les importé que el crecimiento econémico fuera minimo y accidentado. Tampoco consideraron que en América Latina, aun en Jos paises y periodos en que hubo crecimiento econdmico, la desigualdad casi nunca disminuy6 o lo hizo en minima escals. Tambien defendieron la tests de que la desigualdad era inevitable y hasta deseable cen ura primera fase del crecimiento econdmico, Para ellos, el modelo a ‘seguit era Chile, que habfa logrado un crecimiento econémico sostenido ‘que redujo los niveles de pobreza, pero no se dice nada acerca de que cenese pais la desigualdad no slo no ha cedido, sino que se increment particular durante los afos que siguleron al golpe de Estado de 1973, Los postulados neoliberales gozan de poca popularidad entre los an- tropélogos, por decir !o menos, pero es interesante anotar que el corri- miento hacia Ia derecha de las politicas econémices en América Latina tuvo algunos efectos, aunque sea indirectos, sobre las agendas académi- cas. Los temas de la explotacién y dela desigualdad perdieron centralidad 0 desaparecieron de la agenda publica y académica més 0 menos por la ‘misma época. En ambos espacios hubo mayor apertura hacia la democra- cia, los derechos humanos, la equidad de género, el multiculturalismo y cel combate ala pobreza, Pero conceptos como explotacién, justicia social desigualdad cayeron en desuso, Las relaciones entre los dos ambitos ‘son complejas@ indirectas, pero esta coincidencia temporal existi6, no son ‘campos totalmente auténomos. En los afios ochenta y noventa América Latina experimenté dos pro- cos0s alentadores: la transicién demectatica y el reconocimiento cons- titucional de su cardcter pluriétnico y multicultural. Pese a estos dos en 345 procesos, le regién sigue siendo la zona del planeta con mayor disparidad de ingresos (Altimir, 1999; Hoffman y Centeno, 2003; Karl, 2002; Snekely y Hilgert, 1999; World Bank, 2003). En los sitimos lustros, esta asime- tria no se redujo, sino que se hizo mas grave, Como regién, durante los anos noventa tuvo el coeficiente Gini de desigualdad de ingresos més alto del mundo: 0.498, frente a 0.470 del Africa Subsahariana, 0:382 de la re- Bidn del este de Asia Pacifico, 0.334 de los paises de la ocoe y 0.290 de Europe Oriental (Chiriboga y Campodénico, 2000: 5). Al finalizar el mi lenio, en América Latina et 10% mas rico de la poblacién acaparaba 40% del ingreso total, y en algunos paises hasta 50% (Pérez Sdinz y Mora, 2004: 37). De acuerdo con cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a finales de los afios noventa la diferencia de ingresos entre 1 10% més rico y el 10% mas pobre alcanz6 proporcianes escandalosas en algunos paises de la regién: 20 veces en Costa Rica, 35 veces en México, 48 veces en Chile, 66 veces en Brasil, 71 veces en Nicaragua, 91 veces en Paraguay y 92 veces en Honduras (UND®, 2003: 282-285). Como punto de ‘comparacién, la proporcién de ingresos entre el 10% mis rico y el 10% ‘mais pobre en otros paises fue de cuatro veces en Japén, cinco veces en. ‘Noruega, seis veces en Ruanda, acho veces en Corea del Sur, nueve veces en Espana 9.5 veces en la India, 13 veces en China, 17 veces en Estados Unidos, y 20 veces en Cameriin (UNDP, 2003: 282-285)? No me cabe la menor duda de que la desigualdad social es uno de los problemas mas im- portantes y persistentes que padecen nuestras sociedades, quizas el mis trascendente de ellos. ‘También estoy convencido de que es indispensable ‘que vuelva a ser un tema prioritario de la reflexién antropoldgica. EL GIRO CULTURAL Y EL ESTUDIO DE LA DESIGUALDAD_ Por lo que toca al tema de la desigualdad, el giro cultural fue fundamen- tal para refutar los enfoques economicistas y para entender la centralidad. de los procesos simbélicas en Ia construccién y deconstruccién del estatus, Jas jerarquias y las disparidades.* Diversos autores trataron de remediar la So dos pases africans superaron en desgualdad de Ingresos a Paraguay y Hondu- rs le proporcid de los ingresos entre las deciles me rico y mas pobre fue de 118 veces en Lesotho y de 129 veces en Namibia (ww, 2003: 282-285). “Sobre el giro cultural en la antropologa y tras dieipinas sociales y humanistic 346 ausencia de la dimensién cultural en el anilisis de clase. Entre los més, conocidos estin Wright, Parkin, Giddens y, sobre todo, Bourdieu con sa andlisis de la distincién y los habitus de clase (Bourdieu, 1988 y 1990; Giddens, 1973; Parkin, 1971; Wright, 1983). Durantelas décadas de losafios ‘ochenta y noventa se multiplicaron los estudios sobre estas dimensiones simbélicas, con énfasis en sus efectos sobre la inequidad en las relaciones de etnia y género. Hoy estamos en mejores condiciones para entender que la desigualdad no sélo es resultado dela distribucién dispareja de los me- dios de produccién, sino que también es producto de una construcci6n politica y cultural cotidiana, mediante Ja cual las diferencias se transfor- ‘man en jerarquias y en acceso asiméttico a todo tipo de recursos. ‘Sin negar las enormes contribuciones del giro cultural, quisiera sefia~ lar que trajo asimismo ciertos problemas para el andlisis de la desigualdad. Uno delos més graveses que en multiples casos se sustituys el determinis- ‘mo economicista por el determinismo culturalista, es decir, se sobrestimS € peso de los factores culturales, sin articularlos con los factores politicos y econémicos. Esto incidié igualmente en las estrategias para combatir la desigualdad, ya que no se logré entrelazar de manera adecuada Ia nece- sidad de erradicat las narrativas y las précticas cotidianas del machismo, del racismo y del clasism, con la importancia crucial de cambiar al mis- ‘mo tiempo las estructuras de poder y de distribuctén det ingreso, del empleo y de otros recursos, Ayudé a entender el papel central que tienen Ja discriminacién, la construceidn social del género y la etnia, las barreras simbélicas, Ia valoracién de los sujetos y las categorias y clasficaciones cn los dispositivos productores de desigualdad, pero no siempre se supo combinar esto con el andlisis de otros dispositivos como la explotacién y 1 acaparamiento de oportunidades (Tilly, 2000). No se trata de regresar a los anidisis unilaterales previos al giro cultu- ral, sino de buscar una nueva sintesis que considere las diversas dimen- siones de la desigualdad. En particular, debe explorarse cémo se atticulan las disparidades econdmicas con la concentracién de! poder y con los procesos de construccién cultural de las diferencias, lo cual petmitiré ver la acumulacién e interseccin de las ventajas y desventajas de clase, etnia y género (Brooks, 2004). ease Bonnelly Hunt (1999) y Ortner (1999). En rlacin con el papel de os proceso simbé- Tcosen la poduccién de desigaldades se pusde conrultar Lamont y Fournier (1992). 347 EL ASCENSO DEL MULTICULTURALISMO Durante los afios noventa y en Jo que va del nuevo siglo, l multicultura- lismo adquirié una fuerza enorme, tanto en el discurso académico como en las discusiones paiblicas Este fenémeno se explica sélo en parte por cl giro cultural. También se debe a la emergencia étnica, a las luchas de diversas minorias culturales 0 mayorias étnicas subordinadas y a la in- tensificacién de las conexiones interculturales, muchas veces conflictivas, debido al incremento de las migraciones trasnacionales, la internaciona- lizacién de los procesos de trabajo y, en general, a los cambios politicos, ‘econdmicos y culturales vinculados con ‘a glabalizacién en curso, Todos estos procesos han contribuido a la toma de conciencia del cardcter piu- ricultural de los Estados-nacién, a la defensa del derecho a la diversidad yalla bisqueda de diseios institucionales multiculturales. La inmensa mayorin de los antropélogos coincidimos en determina- dos planteamientos del multiculturalism, entre ellos latesis de que en las sociedades complejas se entrecruzan varias configuraciones culturales y en Ia demanda a los Estados y otras instituciones para que reconozcan y respeten el derecho a la diversidad. El multiculturalismo mostré que la igualdad democratica no ha operado en un vacio cultural, sino que en la practica desembacé en una citidadania estratificada y excluyente, que pri- vilegié de manera particular a los ciudadanos varones pertenecientes al grupo étnico dominante, En Estados Unidos, América Latina y Europa los beneficiados fueron sobre todo los hombres blancos, mientras que los derechos ciudadanos de mujeres, indigenas, negros y otras minorias han cenfrentado numierosas cortapisas y imitaciones (Sieder, 2002). Estas pro- posiciones muiticulturalistas ayudaron a repensar la igualdad y a explorar vias que permitan ampliar la capacidad de inclusién de las sociedades. No obstante, hay otros aspectos del multiculturalism que son o deberian ser ‘materia de una discusién mAs minuciosa. Quisiera extenderme en tres de ellos: 1) la preservacién de las culturas tradicionales; 2) la relacién entre 4a diversidad cultural y el derecho a la igualdad: y 3) el problema de la ex- clusién en una sociedad multicultural * Solye el muiticulturalismo véase Barry (2001); Benhabib (2006); Kymlcks (1995): y Taylor (1992), 348 GHAY QUE PRESERVAR LAS CULTURAS TRADICIONALES? ‘Me parece que los antropdlogos hemos aceptado de manera un tanto acritica la idea de que es obligacién del Estado preservar las culturas tra- dicionales, por ejemplo las indigenas. Quiero pensar que esa aceptacion proviene de nuestra empatia y solidaridad con las causas de los pueblos que han sido sujetos de estudio de nuestra disciplina, los cuales han sido victimas de abusos, despojosy discriminacidn durantelargos periodos his- ‘t6ricos. Creo que esa solidaridad es positiva, pero de ahi se han despren- dido dos ideas muy cuestionables. En primer lugar, la nocién de que las cculturas indigenas son homogéneas y estéticas, cuando lo que nos dice la observacion etnogrifica es que se encuentran internamente en pugna y en constante cambio (Hale, 2004). Qué versién de las cultusas indigenas hay que preservar, lade los hombres o [a de las mujeres, la de los sectores dominantes o la de los subalternos, las més conservadoras o las que imi- pulsan transformaciones? Un Estado democratico no puede comprome- terse a apoyar la preservacién de alguna de estas versiones de la cultura indigena en detrimento de las demés, porque esto entraria en contradic- ci6n con los ideales igualitarios. Asi como un Estado laico no debe apoyar 2 una religién en perjuicio de las dems, tampoco tiene por qué otor- gar un apoyo preferencial a una cultura por encima de las otras. Una cosa es el derecho a la diferencia, que incluye el respeto y el trato equitativo a todas las manifestaciones culturales, y otra muy distinta que el Estado se proponga apoyar la preservacién de x o y cultura, Es importante criticar cl sesgo etniocéntrico de la mayoria de las politicas estatales, que han ex- cluido en la practica a los grupos indigenas y afrodescendientes, pero de ahi no se infiere que ahora las politicas estatales deban tener un nuevo sesgo etnocéntrico, por ejemplo en favor de los pueblos indigenas, ya que esto podria significar una nueva forma de exclusién hacia los pobres no indigenas. Ademas puede exacerbar los conflictos interétnicos, en vez de propiciar una democracia intercultural Del mismo modo que las sociedades occidentales, as sociedades in- digenas no son bloques monoliticos detenidos en el tiempo, sino grupos humanos internamente diferenciados y en constante cambio, Detris de algunas formulaciones multiculturalistas se enesentran viejas concepcio- nes de las culturas, que las presentan como conjuntos arménicos que se 349 ‘manlenen iguales a sf mismos pese al transcurso del tiempo (Benhabib, 2006). Nada mis lejos del constante proceso de transformacién que han experimentado los pueblos indigenas. Si han sido capaces de subsistir a siglos de opresién y discriminacién ha sido por su capacidad para cambiar y adaptarse a cada citcunstancia: migran, incorporan nuevas tecnologfas, Fetoman muchas cosas de la sociedad mis amplia, interactiian con ella y ‘combinan sus tradiciones con multiples innovaciones tecnol6gicas, eco- némicas y culturales. En los ultimos aftos un sinmimero de investigaciones han mostrado Ja complejidad de los procesos de identificacién. En cada sujeto coexisten identificaciones diversas: de género, opcién sexual, etnia, clase, naciona- lidad, ocupacién, grupo de edad, rligién, inclinaciones politicas, ideols- sicas y culturales. ;Tiene sentido olvidar esa complejidad y subordinar todas esas dimensiones identificatorias a una determinada identidad cen- tal, digamos étnica o religiosa? ;Deben los derechos de los grupos defini- dos a partic de una variable étnica o cultural estar por encima de todos los demas derechos que tienen en tanto individuos? Existen grupos que han hecho un uso estratégico de su identidad é nica, pues en esta época les resulta una eficaz via para obtener recursos y defender sus reivindicaciones (Bartra, 2003; De la Pefia, 2002). Para ello, proyectan imagenes esencializadas de su etnicidad, a la que presentan de- tenida en el tiempo, pura y homogénea. Obviamente, tienen todo el dere- cho de presentarse en la forma que consideren mas adecuada, pero como antropélogos estamos obligados a confrontar esas identidades esenciali- zadas y estéticas con la complejidad de los procesos de identificacién que ‘observamos en los procesos hist6ricos coneretos. Tenemos que contras- tarlas culturas indigenas del discurso, puras, inmutables y coherentes, con los sujetos indigenas realmente existentes, que por suerte son mis ricos y diversos. Los indigenas de carne y hueso también son menos conservado- res que una gran cantidad de sus defensores: desde hace mucho tiempo ccruzan las fronteras étnicas, se transforman y buscan novedosas formas de subsistencia y participacién en la sociedad mayor. Si algdn grupo decide endurecer sus ftonteras étnicas y seguir una estrategia de relativo aislamiento para preservar sus tradiciones, fortale- cer su identidad y proteger sus recursos tiene todo el derecho de hacerlo de exigir respeto a sus decisiones. El Estado no tiene por qué inmiscuir- se.en esa decisién, noes su tarea preservar o transformar esas tradiciones. 350 Sin embargo, sf esté a obligado a garantizar los derechos humanos de to- doslos habitantes, por lo que debe intervenir si las estrategias de ese grupo afectan las libertades individuales o los derechos de los miembros del gru- po, de terceros o de la colectividad. En conclusidn, mas que asignarle a los gobiernos misiones conservacionistas 0 transformadoras de las culturas, lo que es importante es que se garanticen los derechos y las libertades de os individeosy de los grupos, al margen de su cultura, etnia 0 religisn. DIFERENCIA CULTURAL ¥ DERECHO A LA IGUALDAD: RDIVERSOS PERO EXPLOTADOS? 4Cémo conciliar diversidad con igualdad2* El derecho a la diferencia ‘demandado con reciedumbre por incontables grupos y movimientos, es fundamental y no debe escatimarse. Somos diversos y esta diversidad no debe ser negada; pero su reconocimiento no tiene por qué estar refiido con el derecho a la equidad: una equidad no que uniforme culturas, iden- tidades u opciones sexuales, sino que garantice igualdad de oportunica- des y condiciones basicas de bienestar para todos. Sila positiva defensa de Ja diversidad y del multiculturalismo se divorcia de los ideales de igualdad puede tener consecuencias contraproducentes. a insistencia de los multiculturalistas en demandar derechos espect- ficos para las minorias étnicas no surgio ¢ela nada, tiene un origen justifi- cado: en la prictica estas minorias han visto menoscabados sus derechos. Por ejemplo, cuando los programas sociales no incluyen objetivos y estra- tegias orientados de manera especifica a grupos historicamente excluidos ¥y discriminados, éstos quedan con frecuencia al margen de los benefi- cios de dichos programas. Pero habria que preguntarse si el error esta en que los dezechos y los programas sean universales. Muchos multicultu- ralistas responden afirmativamente a esta pregunta y sugieren sustituir Jos programas universales con medidas y acciones destinadas sdlo a las minorias étnicas. Desde mi punto de vista, el problema se halla en que Jos derechos ciudadanos y los programas econdmicos y rociales no han sido verdaderamente universales, pues han estado sesgados hacia un ‘Para una diseusib do esto tea desl el punto do vista sociolégico puede consultaese ‘Touraine (200). ast sector de la poblacién, por lo que la solucién estaria en evitar ese sesgo y Jograr que sean para todos,encantidady calidad El multiculturalismoequi- vvoca el blanco de sus ataques cuando critica la ciudadania universal ‘equitativa y propone una ciudadania cultural diferenciada, Me parece que las asimetrias se han producido porque no se ha alcanzado esa equidad ciudadana, porque enlos hechos persiste una ciudadania estratificada, con accesos diferenciados a los derechos, abligaciones, ventajas y des ventas, Tal vez de manera temporal se justifiquen acciones afirmativas para rever- tir desigualdades acumuladas durante siglos, pero dichas acciones deben ir desapareciendo'y dar paso a programas y derechos universales mésallé de las diferencias de color, etnia o cultura Algo similar ocurre con la oposicién, a mi jucio falsa, entre redistribu- cigny ceconocimiento (Benhabib, 2006 Fraser y Honneth, 2003). Algunos ‘multiculturalistas han planteado que las polticas de redisteibucién deben ser sustituidas por politicas de reconacimiento, centradas en el derecho aladiferenciay ala diversidad. Porsu parte, voces liberales han insistido en Ia primacfa del derecho a la igualdad y Is importancia de la redistribucién (Barry, 2001), coincidiendo en esto tltimo con los postulados marxistas ortodoxos, Pero reconocimiento y redistribucién no tienen por qué opo- nerse, el derecho ala igualdad no est refiido con el respeto ala diversidad yla diferencia, De poco sirve una igualdad que cancele el derecho a disen- tiry la libertad de expresi6n cultural, det mismo modo que el derecho a la diferencia y el reconocimiento a la diversidad cultural se encuentran ‘menoscabados por la persistencia de profundas desigualdades socioeco- némicas, Aqui me gustaria citar en extenso a Selya Benhabib, quien ha plantea- do la necesidad de combinar distribucién y reconocimiento, defensa de Jas minorias e igualdad universal: De hecho yo estarla de acuerdo con los defensores de identidedes grupsles fuertes acerca de que para reparar las inequidades sociales profundarnente arraigadas deben establecerse programas redistrbutivos, y que el dislogo de- ‘mocritico sobre la identidad colectiva no deberia culminar en el desampaco de las necesidades de los débiles, los necesitados, lot oprimidos y las victimas dela discriminacién. Aqui nuevamente surge una perspectiva més univers lista: por qué no encontrar programas y procedimientos que estimulen la solidaridad grupal através de las lineas raciales, tnicas, culturales y de color 352 cen la asignacign de beneficios distributivos? ;Por qué no universalizar el de- recho a ciertos beneficies a todos los grupos en una sociedad? Subir el nivel delsalario minimo garsntizado seria una medida que apunte a esto: benef ra sin duda alos trabajadores pertenecientes a grupos culturales minoritarios como los inmigrantes negtos, Wspanos y asiticos— quiz’ en una proporcién, mayor gue alos trabajadores blancos. Pero come todos los que buscan empleo ‘ylos que se convierten en desempleados pueden verse un dia en la situaciéa potencial de tener un empleo con salario mfoimo, habria mayor solidaridad ssocietaria para dicha medida que para programas de empleo que apunten Ainicamente a grupes minoritarios especificos. Es posible formular y discutir remedios institucionales similares a ste en los ambitos de sald y educativos, ‘en todos los niveles, La canversacién publica versarfaentonces sce ia distr bucign y el reconacimiento, Sin embargo, el objetivo seria reparar las inequ dades socloeconémicas en la poblacién en general con medidas y politicas ‘que reflejen la solidaridad intorgrapal y la hibridacin cultural. (Benbabib, (2006: 137-138, cursivas mias) ‘Antes de! multiculturalismo la preocupacién central era el combate alas desigualdades socioeconémicas, como si lo dnico relevante fuera dejar de ser explotados, no se ponta atencién suficiente a la importancia de ser diver- sos (Garefa Canclini, 2008). Durante los tiltimos veinte aos se madificé el ee de las reflexiones: se difuminaron los discursos sobre la opresién econémica y el acento se colocs en la diferencia cultural, como si la con quista del derecho a ser diversos hiciera desaparccer latemible realidad de ser explotados. Ahora es esencial conciliar equidad y diversidad, reducie la explotacién en un marco de respeto a la diferencia. Pero, ademés de esto, es necesario enfrentar un problema que cada dia afecta a mas seres humanos: la exclusién (Boltanski y Chiapello, 2002), MULTICULTURALISMO ¥ EXCLUSION: COMO ENERENTAR LA DESCONEXION? La desigualdad se origina por dos mecanismos principales: la explotacin yeel acaparamiento de oportunidades (Tilly, 2000). Mediante la primera, uuna persona o grupo se apropia dela riqueza producida por otros ose que- da con una parte mas grande de la riqueza generada de manera colectiva 353, ‘A su vex, el acaparamiento de oportunidades se lleva a cabo median- te procesos de exclusién, para garantizar a un sector el acceso exclusive 0 privilegiado a un determinado recurso, A lo largo de la historia, estos dos ‘mecanismos se han entrelazado para generar desigualdades de todo tipo, encombinacién con un sinniimero de dispositivos econémicos, politicos y culturales. Aunque se entretejen, explotacién y exclusién no operan igual Enel caso de la explotacisn se pueden identificar con bastante tlayidad los actores que participan en la relacién directa de explotacion (amo/esclavo, sefior feudal/siervo, capitalista/obrero, entre ottas), asf como las accio- nes especificas que generan la explotacién. En cambio, los procesos de exclusion son més difusos, son producto de muichos actos o de la ausen. cia de ellos. Aunque se puede identificar quienes estin incluidos y quié 1s exciuidos con respecto a algin bien, la exclusion es resultado de varios procesos, de miles de pequefias acciones y omisiones, muchas de ellas ubicadas en el pasado. Un gobierno puede evitar que se produzca wn acto de explotacién en una fébrica, por ejemplo mediante una ley que prohiba l trabajo infantil las horas extras sin remuneraci6n especial 0 el uso de castigos corporales. También tiene la capacidad de atacar los actos &x- plicitos de exclustén, como cuando se ejerce discriminacién al momento dde contratar, con base en criterios raciales, étnicos 0 de género. Sin em- bargo, no esta en sus manos evitar que un empleador exija determinada formacion esoalar para el desempefio de un puesto que la requiera, 1o que dejard fuera de posibilidades de alcanzario a todas aguellas perso- has que no poseen ess certificados escolares. Ese empleador en concreto ‘noes el culpable de que millones de personas no sepan leer y escribir ono hayan culminado una formacién universitaria, !os responsables son mu- cchos e incluyen no sélo a los gobernantes actuales. Fl caricter difso y ‘acumulativo della exclusién hace que sea muy dificil combatirla, Ademés, no basta una prohibiciOn para evitarla, se necesitan abundantes recursos, ‘e particular para lograr tuna mayor equidad en el capital educativo que poseen todos los ciudadanos. Ena época actual persisten la explotacién y la exclusién, pero esta dl- tima ha aleanzado una relevancia fundamental (Pérez Sinz, 2003). Las lu- ‘chas obreras, las legislaciones e instituciones laborales y los movimientos ‘en contra de la discriminacién no han hecho desaparecer la explotaci6n, pero sfla han limitado y regulado. En cambio, laexclusién ha crecido, pues al repliegue de los Estados de bienestar ha afectado las oportunidades 354 educativas y de salud de los mas desprotegidos. Los procesos de glo- balizacion también han desempeftado un papel importante, porque los distintos sectores sociales se han insertado de manera diferenciada en los cireuitos globales de produccién y distribucién de riquezas. El acce- s0 2 las nuevas tecnologlas profundizé las antiguas fracturas sociales y cre6 una brecha digital entre conectados y desconectados (Boltanski ¥ Chiapallo, 2002; Ford, 1999; Garcia Canclini, 2004; Haywood, 1995 y 1998; Loader, 1998). Ademis, a teorganizacién y la modemnizacién de la produccidn de bienes y servicios se han realizado de una manera tal que than provocado una fuerte escisién entre quienes tienen empleo y quie- nes carecen de él, asi como entre quienes tienen empleos protegidos en el sector formal y quienes laboran en condiciones de precariedad y des- proteccidn (Boltanski y Chiapello 2002; Castel, 1995 y 2004; Feijod, 2003; Fitoussi y Rosanvallon, 1997; Kaztman y Wormald, 2002; Mancini, 2003; Paugam, 2001; Rifkin, 1996; De Souza, 1997; Vasilachis, 2003) En el combate a la exclusién, pqué tan eficaces han sido las f6rmulas rmulticulturalistas? EI multiculturalismo ha puesto en evidencia las fronte- ras étnicas y culturales que separan a los grupos sociales, as{ como la. ma- nera en que estas fronteras han sido utilizadas como armas de explotacién Y acaparamiento de oportunidades y, en ese sentido, ha hecho una con- tribucién significativa para atacar las desigualdades; sin embargo, ha ten- dido, casi siempre, a reforzar esas mismas fronteras, pues ha propiciado 0 visto con simpatia el retorno de identificaciones rigidas que redibujan las distinciones y separaciones entce grupos étnicos y culturales. En el corto plazo, el endurecimiento de las fronteras étnicas y culturales puede ser Utilizado por os grupos subalternos para critica la discriminacin y para ‘organizar acciones afirmativas que permitan destinar recursos y benefi- cios hacia grupos tradicionalmente excluidos. No obstante, en el mediano y largo plazo este endurecimiento es un arma de dos filos: no favorece el dialogo intercultural y puede perpetuar la situacién de exclusién. Quizas evite una serie de abusos en contra de los indigenas y otras minorias, pero refuerza la distancia,

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