Capitulo I
LA LEGISLACION REPUBLICANA DEL SIGLO XIX.El derecho indigena como antecedente.
La tierra ha sido siempre
Ja alegria del indio.
El indio ha desposado la tierra
Siente que “la vida viene de la tierra”
y vuelve a la tierra, Por ende,
el indio puede ser indiferente a todo,
menos a la posesion de la tierra
que sus manos y su atiento
labran y fecundan religiosamente,
J.C. MARIATEGUI, 1928. p. 67.
La legislacién republicana sobre las organizaciones comunales se sustenta
en una larga historia de jurispradencia. En efecto, la Repiiblica es la fase
final de nuestra historia general y como tal contiene los elementos legaies
propios de la época, adicionados a los de las fases anteriores: preinca, inca,
colonial. En cada época histérica ha funcionado un cuerpo de normas que
responden a las caracteristicas politicas, sociales y culturales propias de su
tiempo y de su nivel de desarrollo
Gobernantes y legisladores de la fase inca desarrollaron un sistema de
normatividad basado en las practicas consuetudinarias, las costumbres, trans-
mitidas por herencia social y muy bien apoyados por determinados princi-
pios juridico-culturales rectores de la vida social. Estas normas, como lo
explica Valcarcel (1967) estaban sustentadas en la adopcién de normas de
varias sociedades preincas que fueron sometidos por ellos y por las normas
que los incas impusieron como parte del proceso de construccién de una
sociedad dominante. La vida social del incanato estaba debidamente normada
30Romie Robles Mendoza
en todas las esferas de la actividad, “Todo era regido por normas o leves, lo
gue constituye un verdadero derecho: no estaban compiladas en forma
escrita, pero eran prescripciones tun claras. precisas y poco numerosas
que podian ser incorporadas en el acervo individual. Lo que se puede la-
mar la Ley del Inca se reduce a muy pocas prescripciones” (Valcércel,
1967: 128).
Los principios basicos de la filosofia y del ordenamiento social de esta etapa
historica se sintetizan en el: Ama Sua, Ama Llulla, Ama Kella (No seas
ladrén, no seas ocioso, no seas mentiroso). Estos principios prescribian y
orientaban la conducta de los hatun runas hacia la honradez y Ja honestidad,
al fomento de la actividad productiva constante y a la laboriosidad y a la
preservacion de la verdad como norma. Por eso. los incas lo implantaron
como saludo cotidiano, para mantener estos principios en la memoria viva
de los hombres y mujeres de la época. Basado en estos tres principios, la
distribucion de los recursos como Ia tierra se hacian con equidad, de acuer-
do a las necesidades de la familia; los topos redistribuidos eran trabajados
colectivamente segiin las prioridades establecidas: tierras de ancianos, de
viudas e€ invalidos; tierras dedicadas a los dioses, tierras dedicadas a los
gobernantes, tierras del hatun runa y tierras de los curacas, La aplicacion de
leyes basadas en la costumbre y el ordenamiento politico permitié una
autosuficiente produccidn de bienes alimenticios de orden agricola y gana-
dero; de almacenar parte de la produccién en grandes depésitos y graneros,
para luego ser redistribuidos en épocas de carestia: asi como procesar ali-
mentos deshidratados (chufio, charqui, ete.) para ser consumidos largo tiempo
después de ser cosechados y sacrificados. En fin, el orden social del gran
aparato del Estado Inca mantuvo el sistema decimal, en una ascendente
escala del numero de familias. con sus respectivos mandones de: chunea,
pachaca, huaranca, hunu, suyu (diez, cien, mil, diez mil, regién), de facil
contabilidad y control politico para los tucuyricus y los quipucamayoe de la
administracién central del Cusco,
Con la invasién espafiola al Tahuantinsuyo, todo este sistema de ordena-
miento social, politico y econémico sufre profundos cambios. A partir de
31Legistacwn poruana sobre comunidades campesines
1532, el aparato administrativo inca, conquistado por los aventureros euro-
peos, bajo el régimen de los reyes de Espajia, se resquebraja y cs sustituido
por un nuevo sistema de leyes: las Leyes de Indias. La distribucion de los
recursos se rige por el sistema de propiedad privada, que se introduce a
través de las encomiendas, las reparticiones, las composiciones de tierras y
otras modalidades de obtencién de bienes raices. En el orden politico se
imponen los ayuntamientos y los corregimientos. Con las Ordenanzas Tole-
danas, se reagrupan los ayllus de pachacas para conformar las denominadas
Reducciones de Indios, un nuevo sistema de asentamiento poblacional que’
imponen los colonizadores, atin manteniendo [a figura del! curaca, para sus
fines de dominacién. Los colonizadores no slo se apoderan de las riquezas
mineras existentes, de las tierras labrantias, de la enorme fuerza de mano de
obra; reordenan la vida de los naturales, a través de sendas disposiciones, de
ordenanzas y de leyes. De este modo se modifican las formas de la vesti-
menta indigena, se superponen fiestas y ceremonias cristianas sobre los ri-
tuales prehispanicos; reordenan las costumbres, los saludos y toda forma de
vida cotidiana de los vencidos. Si bien las Leyes de Indias protegieron a los
indios y dieron numerosas disposiciones ordenando el respeto sobre las tie-
tras de las poblaciones reducidas, los colonizadores se ingeniaron para des-
pojarles de sus tierras y burlar el sistema protectivo sobre la explotacion
despiadada de la mano de obra.
Si la normatividad inca se caracteriz6 por su simplicidad, precisién y estar
profundamente engarzado al proceso agrario, el derecho colonial se carac-
teriza contrariamente por su frondosidad y complicada composicién. Los
espafioles legaron al Tahuantinsuyo con sus soldados, sacerdotes de diver-
sas 6rdenes religiosas, sus titulos nobiliarios y sus jurisconsultos. En la me-
trépoli se formé el Consejo de Indias con el expreso fin de ocuparse del
reordenamiento y el gobierno de los territorios conquistados allende el A-
tlantico. Herederos inmediatos de los legisladores romanos, de la legisla
cién canénica derivada de la iglesia catélica y de las experiencias del naci-
miento de las naciones-Estado renacentistas, lgs legisladores espafioles pro-
dujeron una monumental legislacién sobre sus dominios, a las que se cono-
cen como Leyes de Indias 0 Legislacién Indiana. Estas leyes son tantas, que
32Romén Robles Mendoza
segiin las pesquisas de Atilio Sivirichi, el jurisconsulto don Antonio de Leon
Pinelo habria recopilado 10,000 leyes de Indias en el siglo XVII. Desde el
primer trabajo del peruano Gaspar de Escalona y Agiiero de 1647, se han
hecho sucesivas publicaciones de la Recopilacién de Leyes de Indias. La
primera compilacién organica se publicé en 1680, la misma que cuenta de 9
libros, divididos en 218 capitulos y un total de 6,37 leyes. Esta Recopila-
cién ha sido editada con las adiciones correspondientes, durante los siglos
XVII, XIX y XX.
Por su caracter proteccionista, una parte importante de estas leyes se ocupa
de los indios conquistados en estas tierras americanas. Muestra de ello son,
por ejemplo, el de la Libertad de los Indios, contenido en el Titulo II, del
Libro VI; el de Los Protectores de Indios, igualmente integrado al Titulo
VI del mismo Libro; también el denominado Buen tratamiento de los In-
dios, contenido en el Titulo X del mismo Libro VI. Indudablemente, las
Informaciones y luego las Ordenanzas del Virrey Francisco de Toledo,
dadas entre los afios 1569 a 1580, constituyen un cuerpo de normas de
suma importancia para la etapa del Pera colonial. En su condicion de Virrey,
el organizador més importante del sistema colonial de los espafioles en esta
parte de América, Toledo da la ordenanza para que los indios conquistados
se agrupen en las Reducciones de Indios. Junto a esta norma que modifica
el modelo de asentamiento de las poblaciones del Tahuantinsuyo, a seme-
janza de las comunidades rurales espafiolas, da un conjunto de ordenanzas
que involucra todos los aspectos de la vida de los indigenas en el territorio
andino. Sivirichi, resume este proceso legislativo toledano en pocas frases:
‘...en las mencionadas Ordenanzas vemos que se legisla sobre todos los
aspectos: Alcaldes, Regidores, Oficiales de Cabildos. Bienes de Comuni-
dades, doctrina y ensefianza de los indios, trabajo en la mita, obrajes,
cdrceles, jueces de naturales, artesanado, comercio, manufacturas, fiestas
religiosas, coca, defensa de los indios, yanaconas y servicios domésticos,
jornales de indigenas, pastoreo, minas y en general, todo lo concerniente a
los indios.” (Sivirichi, 1946:94). En efecto, es a partir de estas ordenanzas,
que la vida, las costumbres y tradiciones del sistema inca se trastocan pro-
fundamente. Si bien Toledo utilizé la extraordinaria cantidad de informacio-
33Iacion peruana sobre comunidades campesinas
nes recogida por cronistas importantes como Pedro de Sarmiento de Gamboa
Polo de Ondegardo, Juan de Matienzo y dicté sus ordenanzas “respetandc
las costumbres” observadas por los informadores, buena parte de esta legis
lacién estuvo impregnada de los modos de vida, costumbres y tradicione:
de la Espafia del siglo XVI.
Sobre la base del derecho inca y del derecho colonial, muy brevemente co
mentada en parrafos que anteceden, se abre la nueva etapa de la legislacio:
sobre la comunidad de indigenas o comunidad campesina. Esta es la legisla
cion Republicana.
La legislacién de la Republica naciente.
Durante el siglo XIX se expiden distintas disposiciones en torno al indio :
de su comunidad, que responden a los ideales de la etapa republicana na
ciente. Estos instrumentos legales comienzan con las que dio el Protecto
don José de San Martin y se prolongan hasta los decretos que dicta el Pre
sidente Nicolas de Pi¢rola, casi a finales del siglo. La mayoria de ellos tien
que ver con la organizacién de los indigenas, los impuestos que los indio
debian pagar al Estado, el régimen de tierras, la abolicion de la servidumbr
y otros asuntos vinculados al comin de indios. En efecto, se dieron varia
leyes que tienen por objeto liberar de la despiadada explotacion y de la
pesadas cargas tributarias a las mayorias nacionales del mundo rural, per
éstas no cambiaron en esencia su situacion juridica, economia ni social. 1
pesar de todas estas normas dictadas por distintos gobiernos de la nuev
Republica, el indio continué siendo explotado en su fuerza de trabajo
avasallado en la propiedad de sus tierras comunales, esta vez con nuevo
métodos y renovadas argucias legales, por las nuevas clases dominantes qu
emergieron después de las guerras de la Emancipacion.
Las primeras disposiciones republicanas se dictan inmediatamente despué
de la Jura de la Independencia, acaecida el 28 de julio de 1821. El espirit
libertario de los afios iniciales de la Republica alcanza también al secte
34ee Romén Robles Mendoza
indigena, que en aquel entonces constituia la gran mayoria del pais, en una
proporcién de cuatro quintos de 1a poblacién nacional. La dignificacién de
los indios como sujetos activos de la nueva nacién formé parte del ideario
de los lideres de las expediciones emancipadoras que vinieron de los mares
del sur y de las tierras Ilanas del norte.
Los decretos del Protector José de San Martin.
El General don José de San Martin, jefe principal de la expedicion libertadora
que vino del sur, proclamé la Independencia del Pert como nacién libre y
sent las bases politicas y administrativas para la institucionalidad del nuevo
Estado. Por decreto del 3 de agosto de 1821, el general San Martin asumid
el mando politico y militar de la naci6n, bajo el titulo de Protector de la
libertad del Per. Atn siendo partidario de la implementacién de un gobier-
no monarquico constitucional para la Repiblica del Peru, modelo que se
impuso en varios estados-nacion de Europa, como refiere Jorge Basadre
(1968). le cupo al protector San Martin, dotarle de la primera bandera y del
himno nacional, organizar el ejército y fundar la Biblioteca Nacional, asi
como asignarle una moneda y un nuevo régimen administrativo y politico al
Estado naciente.
Es dentro de este conjunto de normas que configuran a un Estado indepen-
diente que expide los decretos sobre los indios, politicamente también libe-
rados. San Martin expidié cuatro decretos importantes sobre ellos: sobre la
abolicion del tributo espafiol, la prohibicién de los servicios gratuitos, la
abolicién de las penas de azotes y sobre la abolicién de la horca. La parte
resolutiva de dos de estos decretos se incluyen a continuacién.
Abolicién del tributo indigena. Se concreta con el decreto supremo del 27
de agosto de 1921. Este decreto viene a ser la primera norma a favor de los
indios. Se expide un mes después de la Jura de la Independencia, cuando
varios departamentos estaban todavia bajo el control del ejército realista,
que resistiria hasta la capitulacion, después de su derrota en la batalla de
35Leaislacién peruana sobre comunidades campesinas
Ayacucho. Con este decreto queda abolido la carga pesada del tributo ind
gena y reivindica la denominacién de indio o natural por la de peruano. Pc
sus connotaciones especificas, éste es uno de los decretos mas impactante
que expidié el Protector. Consta de cuatro articulos.
Después que la razén y la justicia han recobrado sus derechos ¢
el Perti, seria un crimen consentir que los aborigenes perman
ciesen sumidos en la degradacién moral a que los tenia reducide
el gobierno espanol, y continuasen pagando la vergonzosa exac
cién que con el nombre de tributo fue impuesta por la tirania com
signo de seforio.
Por tanto, declaro:
Art, lo. Consecuente con la solemne promesa que hice en una G
mis proclamas del 8 de diciembre tiltimo, queda abolido el in
puesto que bajo la denominacion de “TRIBUTO” se satisfacia ¢
gobierno espaiiol;
Art. 20. Ninguna autoridad podré cobrar ya las cantidades que s
adeudan por los pagos que debian haberse hecho hasta fines d
ultimo afte, correspondientes a los tercios vencidos del TRIBL
TO;
Art. 30. Los comisionados para la recaudacién de aquel impue:
to, deberdn rendir las cuentas de lo percibido hasta la fecha ¢
Presidente de su respectivo Departamento;
Art. 40. En adelante no se denominardn los aborigenes indios
naturales; ellos son hijos y ciudadanos del Pertiy con el nombr
de «PERUANOS» deben ser reconocidos
Prohibicién de la servidumbre indigena. Con el Decreto Supremo d
28 de agosto de 1821, San Martin declara extinguido toda forma de serv
36dumbre de la masa indigena. Tiene que ver con la prohibicién de los servi-
cios gratuitos, que fueron impuestos por el régimen colonial y que continua-
ban funcionando a favor de curas, militares. autoridades. hacendados y de
los espafioles dominantes en distintos niveles administrativos. aun después
de la independencia. Consta de dos articulos.
Siendo un atentado contra la naturaleza y la libertad de obligar a
un ciudadano a consagrarse gratuitamente al servicio de otro.
Por tanto, declaro:
Art. 1o. Queda extinguido el servicio que los peruanos, conocidos
antes con el nombre de indios o naturales, hacian bajo la denomi-
nacion de mitas, pongos, encomiendas, yanaconazgos y toda otra
clase de servidumbre personal, y nadie podré forzarlos a que sir-
van contra su voluntad.
Art. 20. Cualquier persona, bien sea eclesidstica 0 secular, que
contravenga a lo dispuesto en el articulo anterior, sufrird la pena
de expatriacion.
Generoso gesto del libertador para con la abrumadora carga de servidumbre
gratuita que recaia sobre los indios del sistema colonial. En la practica fue
un decreto de letra muerta. Los nuevos duefios de la tierra continuaron
explotando la fuerza de trabajo campesino tanto o mas que los encomenderos
coloniales. Como ya hemos dicho, las nuevas formas de explotacién de la
fuerza de trabajo del indio continuaron a pesar de este decreto. La historia
no registra ninguna sancién, ni expatriacién de hacendados por este delito.
Otros dos decretos, expedidos por el Protector, el 16 de octubre de 1821 y
el 3 de enero de 1822, abolicron las penas de azotes y de la pena de la hora,
que pendian sobre los indios desde que los colonizadores la instituyeron
como mecanismos de represion y opresién, especialmente después de la
gran rebelion libertaria de José Gabricl Condorcanqui, Tupac Amaru II,
37Legislacin peruane sobre comunidades campesinas
acaecida en 1780. Si bien desde entonces, los castigos y penas de
sojuzgamiento colonial ya no eran uma amenaza legal, otras formas de do-
minacién habrian de crear los nuevos poderosos del Pert independiente,
para seguir explotando a las mayorias de los hombres del campo. Lo més
grave, estos mecanismos coercitivos de amedrentamiento quedarian repri-
midos en la conciencia de la masa indigena hasta después del medio siglo
XX. Recién a partir de los movimientos campesinos posteriores a la segun-
da Guerra Mundial, en la que el campesinado inicia la recuperacién de sus
tierras usurpadas por los gamonales y ejerce presién por una reforma agra-
ria a fondo, se inicia un lento proceso de disipacién de los viejos temores al
rigor y a la muerte, que el sistema colonial impuso para los vencidos, pero
que la emancipacién no pudo suprimirla definitivamente.
Los decretos del Libertador Simén Bolivar.
El caraquefio don Sim6n Bolivar llegé al Peré en septiembre de 1823 con la
expedici6n libertadora del norte. Formado intelectualmente en su pais de
origen y en Europa, con el pensamiento liberal de la época posrevolucionaria
del viejo continente, no sélo se encargé de concluir militarmente con la
independencia del Pera, con las memorables batallas de Junin y Ayacucho,
sino que reforzé el modelo republicano como sistema de gobierno del Esta-
do, que ya habia comenzado a funcionar con José Mariano de la Riva Agiiero,
nombrado por el Congreso como el primer Presidente en febrero de 1923.
Consecuente con sus ideales liberales, el libertador don Simén Bolivar ex-
pidié varios decretos que inciden directamente en la vida de los indigenas de
la época. Su idea de modernizacién de las sociedades latinoamericanas, no
s6lo se manifiesta en su proyecto de integracién de las naciones de América
del Sur, para convertirlo en una sola gran nacion, capaz de contrapesar la
hegemonia de América del Norte, propuesto por él en el Congreso de Pana-
m4 en 1826, sino también en generar la transformacién de la sociedad rural
peruana, en base a la dinamizacién de la economia, asignandole la propie-
dad privada de la tierra a los indios. Dentro de esta matriz ideolégica, los
38— - Romén Robles Mendoza
decretos de Bolivar tuvieron que ver primordialmente con la propiedad de
la tierra y con la liquidacién de la servidumbre.
Ordenan vender las tierras de comunidades. Bolivar expide este Decre-
to Supremo el 8 de abril de 1824. Dado en Trujillo, este decreto apunta
indirectamente a la disolucién de la comunidad, por considerarla una traba
para el progreso de la nueva Republica. Fomenta el individualismo al estilo
fisiocratico europeo del siglo XVIII y liberaliza la propiedad comunal de la
tierra por la via de la enajenacién y apunta a generar fondos para el empo-
brecido fisco, por la venta de las tierras comunales por parte del Estado. Por
eso decreta el reparto de las tierras comunales, a partir de declararlas “pro-
piedad nacional” y ordena su venta por el Estado, de todas las tierras so-
brantes. A pesar de su vigencia efimera, los efectos de este decreto tuvo una
gran repercusién en la estructura de tenencia del comin de indios, que se
modifica sustancialmente a partir de entonces. En los tres primeros articulos
de este primer decreto bolivariano estén contenidos los objetivos centrales
del pensamiento liberal del libertador, bajo la idea de «incompatibilidad del
régimen democratico con la de las comunidades indigenas». Reproduci-
mos el texto completo, por su enorme importancia para la historia de las
comunidades campesinas.
Considerando.
1+ Que la decadencia de la agricultura de estas provincias, de-
pende en mucha parte del desaliento con que se labran las tierras,
por hallarse las mas de ellas en posesion precaria o en arrenda-
miento;
2 Que nada es mas justo que admitir la composicién y vender
todas las tierras sobrantes de las que han sido rematadas, com-
puestas 0 adjudicadas conforme a ley:
3.- Que el Estado a quien todas éstas pertenecen como propiedad
nacional, se halla sin fondos para llevar a su término la actual
39Legisiacton peroana sobre comunidades campesinas
contienda contra la dominacién espafiola, y sulvar al pais con-
forme al voto nacional;
+f.- Que la Constitucion Politica de la Repiblica radica en el pro-
greso de la Hacienda y en el fomento de ramos productivos, a fin
de disminuir las imposiciones personales.
He venido a decretar y decreto lo siguiente:
Art. 1°~ Se venderdn de cuenta del Estado todas las tierras de su
pertenencia por una tercera parte menos de su tasacién legitima.
Art. 2°~ No se comprenden en el articulo anterior las tierras que
tienen en posesion los denominados indios; antes bien se les de-
clara propietarios de ellas para que puedan venderlas 0 enajenarla
de cualquier modo.
Art, 3° Las tierras Namadas de comunidad, se repartirén confor-
me la ordenanza entre todos los indios que no gocen de alguna
atra suerte de tierra, quedando duefios de ellas, como los declara
el Art. 20; y vendiéndose las restantes segiin el Art. Io.
Art. 4°.- Se hard este repartimiento en consideracién al estado de
cada porcionero, asigniindole siempre mds al casado que al que
no lo sea y de manera que ningtin indio pueda quedarse sin el
respective lerreno.
Art. 5°,- Esta mensura se hard en consideracién a las circunstan-
cias locales de cada provincia, reduciéndose a la extensién co-
rrespondiente, las tierras que con perjuicio de unos se han aplica-
do a otros indios por via de posesién.
Art. 6° Serén preferidos en la venta de que se habla en los arti-
culos { y 3, los que actualmente los poseyeren, habitaren o tuvieren
40__Romén Robles Mend
en arrendamiento.
Art, 7°. Se nombraré para el repartimiento y la venta que ordena
este decreto, visitadores en todas las provineias del Perti libre, a
finde que todo se haga con la debida exactitud, imparcialidad y
justicia
Art. 8° Es extensiva esta disposicion a las haciendas que por ley
corvesponden al Estado, vendiéndose por suertes, el terreno para
que, al mismo tiempo de promoverse por este medio la agricultura
yel aumento del tesoro, puedan fundarse nuevos pueblos en ellas.
Este decreto abre las puertas para que en las antiguas reducciones colonia-
Jes dcnominadas comnin de indios aparezcan las propiedades privadas fami-
liares, al interior de los espacios comunales. En efecto, buena parte de las
propiedades parcelarias que hoy conocemos en Jas comunidades andinas,
tienen origen en el articulo 3° de este decreto. Pero Ja comunidad campesina
como organizacién no se despojé de todas sus tierras como lo ordena el
Art. 30. del decreto en referencia. Primero. porque el decreto tuvo poco
tiempo de vigencia (Dos afios y cinco meses: del 8 de abril de 1824 al 20 de
septiembre de 1826), y segundo, porque el comin de indios prefirié mante-
ner el régimen comunal de las tierras de pastos y tierras de cultivo
temporarios, que no fueron repartidas en propiedad. Sin embargo, la
privatizacién de tierras por los mismos comuneros, por los tinterillos y por
los gamonales avanz6, sobre todo en las tierras irrigables y en parte de las
tierras de pastoreo. La comunidad continué manteniendo la posesién
institucional de sus tierras, hasta donde le fue posible contener Ja voracidad
del gamonalismo republicano hasta la tercera década del siglo XX. Fueron
precisamente los gamonales y terratenientes que se aprovecharon de la
privatizacion de tierras de propiedad comunitaria, amparandose en esta
primigenia disposicién bolivariana (Ver: Maridtegui, 1928; Sivirichi, 1946:
Klaren, 1970; Favre, Collin y Matos Mar, 1967). El comin de indios no se
disolvid. Resistié con sagacidad y estoicismo.
alLLegistacion peruana sabre comunidades campesinas
Los Decretos Supremos del 4 de julio de 1825. Bolivar firma en el Cusco
tres Decretos Supremos en esta fecha, que inciden sobre los mismos proble-
mas: caciques, servicios personales y tierras. Sobre lo primero, deciara abo-
lidos a partir de ese momento los cacicazgos que desde la Colonia consti-
tufan un pequeiio sector de nativos que gozaban de privilegios y ostentaban
el papel de mandones hereditarios.
Prohibicién de servicios, Sobre los servicios, el decreto bolivariano prohibe
las faenas, séptimas, mitas, pongajes y otros servicios personales que pres-
taban los indios a terceros. Este decreto consta de cinco considerandos y de
diez articulos.
vf
Hr
wv
Considerando:
Que la igualdad entre todos los ciudadanos es la base de la Cons-
titucion de la Repiblica;
Que esta igualdad es incompatible con el servicio personal que se
ha exigido por fuerza a los naturales indigenas, y con las
exacciones y malos tratamientos, que por su estado miserable han
sufrido estos en todos los tiempos por parte de los jefes civiles,
curas, caciques y aun hacendados;
Que en la distribucién de algunas pensiones y servicios publicos
han sido injustamente recargados los indigenas;
Que el precio del trabajo, y a que ellos han sido dedicados de
grado o por fuerza, asi en la explotacién de minas, como en la
labor de tierras, y obrajes han sido defraudados de varios modos;
Que una de las pensiones més gravosas a su existencia es el pago
de los derechos excesivos de arbitrios que cominmente suele
cobrarseles por la administracion del sacramento;
He venido en decretar y decreto:
Art. 1. Que ningiin individuo del Estado exija directa e indirecta-
mente el servicio personal de los peruanos indigenas sin que pre-
42Romén Robles Mendoza
ceda un contrato libre de precio de su trabajo.
Art. 2. Se prohibe alos Prefectos de los departamentos, Intendentes,
Gobernadores y Jueces, a los prelados eclesidsticos, curas y sus
tenientes, hacendados, duefios de minas y obrajes que puedan
emplear a los indigenas contra su voluntad en faenas, séptimas.
mitas, pongajes y otras clases de servicios domésticos y usuales
(el subrayado es nuestro).
Art.3. Que para las obras publicas de comin utilidad, que el go-
bierno ordenare, no sean pensionados tnicamente los indigenas,
como hasta aqui, debiendo concurrir todo ciudadano proporcio-
nalmente segiin su nimero y facultades.
Art. 4. Las autoridades politicas, por medio de los Alcaldes 0 Mu-
nicipalidades de los pueblos, haran el repartimiento de bagages,
viveres y demds auxilios para las tropas, o cualquier otro objeto
de interés, sin grabar mds a los indigenas que a los demds ciuda-
danos.
Art. 5. Los jornales de los trabajadores en minas, obrajes y ha-
ciendas deberan satisfacerse segtin el precio que contrataren en
dinero contante, sin obligarles a recibir especies contra su volun-
tad y a precios que no sean corrientes de plaza.
Art. 6. El exacto cumplimiento del articulo anterior queda encar-
gado a la vigilancia y celo de los intendentes, gobernadores y
diputados territoriales de mineria.
Art. 7. Que los indigenas no deberdn pagar mds cantidad por
derechos parroquiales, que las que designen los aranceles exis-
tentes, o los que se dieren en adelante.
Art. 8. Que los pdrrocos y sus tenientes no puedan concertar estos
43Legislacién peruana sobre comumidades eampesinas
derechos con los indigenas sin la intervencién del intendente 0
gobernador del pueblo.
Art. 9. Cualquier falta u omisién en el cumplimiento de los ante-
riores articulos, produciré accién popular y seré capitulo expre-
so, de que ha de hacer cargo en residencia
Art. 10. El secretario general interino queda encargado de la eje-
cucién y cumplimiento de este decreto.
Enel fondo, Bolivar reafirma el decreto que San Martin dio el 28 de agosto
de 1821. Ni el protector, como tampoco el dispositivo del libertador se
cumplieron en la practica. Diferentes formas de explotacién al campesinado
han subsistido con nombres diferentes hasta la década del reformismo mili-
tar de los afios setenta.
La reparticién de tierras. El Decreto Supremo sobre tierras, también fir-
mado el 4 de julio de 1825, es un mandato ratificatorio y al mismo tiempo
rectificatorio del Decreto que él mismo diera un afio y tres meses antes.
Dispone que las tierras de caciques sean comprendidas entre las tierras
repartibles a los indios. Este reparto debe alcanzar también a los mismos
caciques, en condiciones también privilegiadas, quienes recibirn cinco to-
pos de tierra por su mujer y por cada uno de sus hijos, a diferencia del
comin de indios que recibiran un topo en tierras irrigables y dos topos en
tierras de secano.
Art. 1° Que se ponga en ejecucién lo mandado en los articulos
3,4, » 5 del decreto dado en Trujillo el 8 de abril de 1824, sobre la
reparticion de tierras de comunidad.
Art. 3°. Que la mesura, reparticion y venta de las tierras de cada
provincia se ejecutard por personas de probidad e inteligencia
que proponga en ierna el Prefecto a la Junta Departamental, lue-
go que se esclarezca bajo su responsabilidad, formandose por ellos
mismos el arancel de las dietas y derechos que deben llevar en el
44desempeito de su funcion
Art. 4°. Que no se comprenden en el Art. 2° a los caciques de
sangre en posesién y los que acrediten su legitimo derecho a quie~
nes declara la legitima propiedad absoluta de tierras que en r
partimiento les hayan sido asignadas.
Art. 5°. Los caciques que no tengan ninguna posesién de tierra
propia, recibirén por su mujer y por cada uno de sus hijos la me-
dida de cinco topos de tierra, 0 una igual a ésta en los lugares
donde no se reconozca la medida de topos.
Art. 6°. Cada indigena de cualquier sexo 0 edad que sea, recibird
un topo de tierra en los lugares pingiles y regados. Asimismo... en
los lugares privados de riego y estériles, recibirdn dos topos
Art. 9°. Que la propiedad absoluta declarada a los denominados
indios en el articulo 2° del citado decreto se entiende con la limi-
tacién de no podertos enajenar hasta el afio 1850 y jamas en fa-
vor de manos muertas so pena de nulidad.
Bolivar, probablemente al informarse mejor sobre la realidad campesina
peruana se rectifica en Jo que atafie a la enajenabilidad de las tierras reparti-
das, a la que en el articulo 9° le pone un limite de tiempo. Esta limitacion
legal nunca fue obstaculo para la expansion territorial de los terratenientes,
de las 6rdenes religiosas y de seglares, que utilizando distintos mecanismos
represivos y legales continuaron despojando tierras a los indigenas.
Sobre el reparto de tierras sobrantes. E| Ministro del Interior, don José
Maria de Pando fue el mas entusiasta cjecutor de las disposiciones dadas
por el libertador Simon Bolivar. Convencido de que este mecanismo permi-
tira la mejora econdmica de los hombres del campo y favorecera a las arcas
del erario nacional, dirigié varias ordenanzas y directivas a los responsables
politicos de las provincias, a fin de que ejecuten el reparto y venta de tierras
45islaciin peruana sobre comunidades campesinas
sobrantes a las familias que no las tuvieran. Una de estas elocuentes circula-
res de la naciente Republica, con directivas expresas de aprovechar los re-
partos de tierras con las nuevas contribuciones dictadas sobre los indios, es
la que reproducimos a continuacién, la misma que fuera enviada por el Mi-
nistro Pando a los Prefectos provinciales el 1° de setiembre de 1826.
Los decretos expedidos por S. E. El libertador con fecha 8 de
abril de 1824 y 4 de julio de 1825, sobre reparticién de tierras de
comunidad, no han tenido todavia cabal cumplimiento. Y como
esta materia la considera el Consejo de Gobierno de mayor im-
portancia para la prosperidad de una porcién muy numerosa y
recomendable de la poblacion de la Repiiblica; me manda S. E.
encargar a U. S. eficazmente que aprovechando la oportunidad
de la revista que debe hacerse en las provincias con el fin de plan-
tear las contribuciones nuevamente establecidas, ordeno U. S. que
se proceda a completar el beneficio concedido por aquellos de-
cretos, repartiéndose las tierras sobrantes a aquellos individuos
que carecen de propiedad, y llevandose a debido efecto las provi-
dencias dictadas sobre este asunto, para asegurar el mejor y mas
justo método de tan itil operacion.
No necesito encarecer a U. S. la importancia de esta medida, pues
conoce perfectamente cudnto importa aumentar el nimero de pro-
pietarios y de productores; aliviar la suerte de los indigenas; po-
ner en circulacion y cultivo una riqueza estancada y estéril; pre-
parar nuevos ingresos al erario piblico; y formar ciudadanos de
la masa de nuestros infelices proletarios.
Suspensién temporal del reparto de tierras. Esta disposicién dada por el
Congreso el 20 de setiembre de 1826 es un retroceso en los afanes de
implementacién liberal del libertador. Habida cuenta de los excesos, abusos
e injusticias cometidos por las autoridades politicas, en el reparto de las
tierras comunales, suspende la ejecucién del proceso de reparto que emana-
ba del decreto del 8 de abril de 1824. Esta suspension apunta a ser temporal,
46- ee = _Roman Robles Mendoza
«... hasta que los Prefectos informen» sobre las tierras sobrantes de las
comunidades y los avances de los repartos de tierras. Este dispositive y
otras ordenanzas que emanaron del Ministro José Maria de Pando trataron
de avanzar en el propésito de crear una capa social de propietarios y tam-
bién el de reordenar y de frenar los indiscriminados repartos de tierras en los
territorios que el comin de indios usufructuaba en comunidad, mantenidos
en legitimo derecho por las leyes de indias dictadas durante la Colonia. Igual-
mente, el Congreso Constituyente que inicié sus trabajos en julio de 1927,
fue del mismo parecer. Por acuerdo del 3 de agosto del mismo aiio ordené la
suspensi6n de la venta de tierras de comunidades.
Disposiciones del Congreso Constituyente de 1828.
La Republica peruana ha tenido varias Constituciones de distinto tipo, como
afirman los especialistas en derecho constitucional. El resumen es como
sigue: se han sancionado doce Constituciones: ocho en el siglo XIX, las de
1823, 1826, 1828, 1834, 1839, 1856, 1860 y 1867 y cuatro en el siglo XX,
las de 1920, 1933, 1979 y 1993. También la Republica ha sido gobernada
con tres Estatutos Provisorios: los de 1821, 1855 y 1879. Los
constitucionalistas le dan también este rango al Reglamento Provisional que
el General José de San Martin diera en Huaura, el 12 de febrero de 1821.
Igualmente entra a esta categoria de Carta Magna el Pacto de Tacna de
1837. En total suman diecisiete normas fundamentales en 180 afios de vida
republicana. Algunas Constituciones han tenido una vigencia efimera, como
la de 1826, que fue conocida como Ja Constitucién Vitalicia, que duré sélo
un mes y 28 dias, del 30 de noviembre de 1826 al 27 de enero de 1827;
como también la de 1867, que duré sdlo cuatro meses y 8 dias, del 29 de
agosto de 1867 al 6 de enero de 1868. Otras, como la Constitucién de 1860
se mantuvo vigente por sesenta afios, la de mayor duracién en nuestra histo-
ria, de 1860 a 1920 (con breves interrupciones: la Constitucién de 1867 que
duré poco mas de cuatro meses y del Estatuto Provisiorio de Nicolas de
Pigrola que duré un afio y 9 dias), y la Constitucién de 1933 que se mantuvo
vigente por 47 afios 6 meses y 10 dias, del 18 de enero de 1933 al 28 de julio
47peruana sobre comunidades campesinas
de 1980.
Lacasi permanente inestabilidad politica, provocada por las crisis econémi-
cas y sociales, pero sobre todo por los caudillismos y los apetitos de poder
de los militares que han interrumpido las temporadas democraticas alcanza-
das por la soberania de los votos, ha contribuido en el juego de la deraga-
cion de Constituciones y la sustitucién por otros. La mayoria de nuestros
gobernantes que ha Jlegado al sillén presidencial ha gobernado atendiendo a
sus antojos e intereses personales; para lo cual han tenido que hacerse sus
propias Constituciones, a la medida de sus intenciones y sus calculos politi-
cos. La precariedad historica de nuestra democracia ha tenido y tiene esta
debilidad.
La prueba més fresca es que durante el anterior régimen de fin de siglo,
caracterizado por el autoritarismo y la corrupcién, fue necesario redactar
una Constitucién especial para permitir a Fujimori perpetuarse en el poder,
derogando una Constitucion muy bien hecha como lo fue la de 1979. En
este sentido, nos diferenciamos con los paises que conservan una sola Cons-
titucién, que se enriquece con enmiendas y disposiciones adicionales adap-
tadas a cada época y atendiendo a los cambios absolutamente necesarios.
Para la Constitucién de 1828 fue necesario elegir un Congreso Constituyen-
te que se instal el 4 de julio de 1827 y terminé su trabajo en marzo del
siguiente afio. Fue promulgado por el General La Mar, el 18 de marzo de
1828, como la tercera Constitucién desde la Jura de la Independencia. Fue
esta Constitucién la que establecié los tres poderes del Estado y creé las dos
Cémaras Legislativas: la de Senadores y Diputados. Esta Asamblea Consti-
tuyente también dicté normas con respecto a tierras y comunidades. Como
en el caso de nuestros primeros gobernantes republicanos, también oscilé
entre marchas y contramarchas sobre el problema de las tierras de reparto.
Suspensién de la venta de tierras de Comunidades. Fue ordenada por
resolucién legislativa del 3 de dgosto de 1827. Esta nueva norma legal sus-
pende toda venta de tierras de las comunidades de indios, en concordancia
48con la opinién negativa que tenian los legisladores sobre esta materia. Al
mes de su instalacién, el Congreso Constituyente decide ordenar a través de
su Secretaria la suspensin de la venta de tierras, mediante oficio al Minis-
tro de Estado en el Departamento de Gobierno, como se llamaba por aquel
entonces a este despacho, en los siguientes términos:
El Congreso deseando prefijar todo lo concerniente a tierras de
comunidades y no pudiendo verificarla hasta que presenten sus
trabajos las comisiones respectivas; ha resuelto, se suspenda por
ahora toda venta de tierras de comunidades, mientras resuelva lo
conveniente sobre la materia.
De orden del mismo lo comunicamos a U. 8. Para que el vicepre-
sidente de la Reptiblica disponga lo necesario a su cumplimiento.
Dios guarde a U. S.
Sin lugar a dudas, esta decisién del Congreso Constituyente favorecié a las
comunidades, pues sus tierras en subasta publica se detiene momentanea-
mente. Los informes de las comisiones del mismo Congreso permitiran la
prolongaci6n de la suspensién o la reiniciacién de los mentados repartimientos
y ventas. Esta disposicién fue apenas un respiro en el proceso de enajena-
cidn de las tierras comunales dirigida por las comisiones del gobierno de la
primera década republicana.
Consolidacién de la propiedad privada y libre enajenabilidad de la tie-
ra. Sélo ocho meses duré la suspensidn anterior. Con la ley del 31 de
marzo de 1828, el Congreso Constituyente convierte a los indigenas y mes-
tizos en una «clase de propietarios». Esta norma no solo contintaa lesionan-
do a la ya maltrecha comunidad de indios, sino que la acentia, la profundi-
za, en pro de la privatizacién. Incentiva la enajenacién, que a la larga se
convierte en un mecanismo favorable para la concentracién de la propiedad,
que caracteriza al primer siglo de vida republicana. La referida ley dice:
49Legislacién peruana sobre comunidades campesinas
L
i.
HI.
Considerando:
Que la justicia y conveniencia publica demandan elevar a los
indigenas y mestizos a la clase de propietarios;
Que el pupilaje en que han vivido durante el sistema colonial no
permite a todos disponer, por ahora, de sus bienes sin correr ries-
gos de lesion;
Que la instruccién primaria es el medio mds eficaz para sacarlos
de ese estado:
DECRETA:
Art, 1o.- La nacién reconoce a los llamados indios y mestizos por
duefos con pleno dominio de las tierras que actualmente ocupen
por repartos o sin contradiccién. No son comprendidos en esta
declaracién de propiedad los que ocupen tierra por razén de oficio.
Art, 20.- A los indigenas y mestizos que en la actualidad estén sin
ellas se les asignard las suertes correspondientes segin resulte la
estadistica que formen las Juntas Departamentales en sus respec-
tivos territorios.
Art. 30.- Las tierras cuya propiedad se declara por el articulo
primero, podran enajenarse libremente, con tal que sus duefios
sepan leer y escribir.
Art. 4o.- Verificada la asignacién que se indica en el articulo se-
gundo se destinard una parte de los que resultaren sobrantes para
fondos de instruccién primaria en los mismos pueblos.
Hecha la ley hecha la tampa, dicho popular que encaja perfectamente en,
este legicidio de los constituyentes de la primera década de la naciente repit,
blica. Desde entonces, fas tierras comunales que se repartian anualmente,
segiin las necesidades y el ntimero de las familias se torné en propiedades dk
50Romén Robles Mendoza
indios y mestizos. Son las Juntas Departamentales las que tienen en sus
manos la suerte de las tierras para las familias sin tierra. Lo grave de esta ley
es el mandato de libre enajenacién a condicién de «que sus duefios sepan
leer y escribir». El indio era en ese tiempo mayoritariamente analfabeto, los
mestizos también. La escuela era todavia una institucién vedada a los cam-
pesinos desde la colonia. Recién esta ley habla de la creacién de fondos para
la «instruccion primaria». Pero la enajenacién de tierras se dio a lo largo
del Pert andino, no por los mismos campesinos que no sabia leer ni escribir,
sino por los ladinos republicanos, los tinterillos y mestizos de las ciudades.
El gamonalismo se ingenié de varias maneras para apoderarse de las tierras
de estos nuevos propietarios parceleros, amparados en esa ley. «Dicha ley -
dice el jurista Atilio Sivirichi, uno de los mas distinguidos estudiosos- sdlo
sirvid para vigorizar el latifundismo en el Perta expensas de las tierras de
indigenas y muy especialmente de las tierras de comunidad» (Sivirichi:
1946: 101).
La Constitucién de 1828. Esta Constitucion entré en vigencia el 18 de
marzo de 1828 y se mantuvo hasta el 10 de julio de 1834. Fue promulgado
por el General La Mar y consta de diez titulos y 182 articulos. La Constitu-
cién de 1828 es la carta de salvacién de la comunidad indigena. En una cuasi
rectificacién de la ley anterior, reconoce «.../a subsistencia e intangibilidad
de las tierras de las comunidades de indigenas». Es la nica mencién sobre
las comunidades.
Evidentemente, este precepto constitucional atenus y disminuy6 el despojo
de las tierras de comunidades, disfrazado del membrete de indios “propieta-
tios”. Desde entonces, las tierras no repartidas en propiedad continuaron
entregandose en usufructo al comun de indios, a la usanza prehispanica, que
la colonia respeté por mandato de las Leyes de Indias. Se atenud, pero no se
detuvo definitivamente el despojo. Los resquicios legales, 1a coercién y la
violencia fueron las armas de Jos latifundistas republicanos para esquilmar
tierras a las comunidades de indios.
51Legislacién peruana sobre comunidades campesinas
Las leyes del Presidente Ramén Castilla.
Para muchos historiadores, el Gran Mariscal Ramon Castilla, ha sido el go-
bernante del siglo XIX que mejores dotes de estadista ha demostrado en sus
dos periodos de gobierno. Asumié la conduccién de la nacién por primera
vez, cl 20 de abril de 1845 y concluyé el 20 de abril de 1851, entregando el
poder a don José Rufino Echenique. Su segundo gobierno comenzé6 el 24 de
octubre de 1858 y concluyé el 24 de octubre de 1 862, entregandole la insig-
nia de mando a otro Mariscal, don Miguel San Roman. Se le considera
como e] mejor organizador institucional del Estado, de haber ordenado el
gasto publico a partir del presupuesto, de haber logrado mejorar la econo-
mia del pais con las consignaciones del guano, haber consolidado la deuda
interna y externa, de haber dado el Reglamento de Instruccién publica, ha-
ber abolido la esclavitud de los negros, de haber inaugurado el ferrocarril
Lima ~ Callao y Lima ~ Chorrillos, de haber promulgado tres Constitucio-
nes (El Estatuto Provisorio de 1855, la Constitucién de 1856 y la Constitu-
cién de 1860) y leyes de importancia, entre muchas obras de gran interés
para el pais.
Sobre venta de bienes nacionales. Dos de las leyes dadas por el Presiden-
te Ramén Castilla son importantes para el campesinado peruano. La prime-
ra tiene que ver con las tierras de comunidades indigenas, de comunidades
religiosas, de beneficencias y de establecimientos ptiblicos de instruccion, y
la segunda se refiere al tributo indigena. La primera ley fue aprobada por el
Congreso de Huancayo y promulgado por Castilla el 6 de agosto de 1846.
Mediante esta ley, que consta de once articulos, el gobierno establece la
indemnizacién de las tierras enajenadas durante los anteriores gobiernos, en
los términos siguientes:
Considerando.
Que ain cuando en rigor de justicia debieran declararse milas las
enajenaciones que hicieron Orbegoso y Santa Cruz de bienes na-
cionales y de otros que pertenecian a establecimientos de benefi-
52_ ___ Romén Robles Mendoza
cencia e instruccién publica o indigenas y a comunidades religio-
Sas, no puede desatender el Congreso la buena fe de los compra-
dores, ni dejar de proporcionar con disposiciones equitativas me-
dios de indemnizar a los antiguos propietarios de los actuales po-
seedores.
Da la siguiente Ley
Art. 1°. Los individuos que compraron bienes nacionales desde el
15 de junio de 1835, quedan en posesién de ellos, mientras el
gobierno les devuelve en el término de seis afios, las cantidades
que por ellos hubieran dado y el valor de las mejoras necesarias y
titiles que tuvieren las fincas al tiempo de su entrega. Mas, si den-
tro de seis aftos no devuelve el gobierno las cantidades y el valor
sobre dichos, se declararé alos compradores en pleno dominio de
los fundos que hubieren comprado...
Art, 3°. Los compradores de bienes pertenecientes a estableci-
mientos publicos de instruccién, beneficencias, 0 comunidades
religiosas o de indigenas, o a cualquier oira clase, que se hubie-
ran enajenado por Orbegoso y Santa Cruz, después del 15 de ju-
nio de 1835, percibirdn de la Caja de Arbitrios el rédito del seis
por ciento anual sobre los capitales en que hubieren comprado
estas fincas; siempre que dichos compradores los devuelvan a sus
anteriores propietarios; pero si no quieren hacer esta devolucién,
percibirdn los anteriores propietarios de la misma Caja de Arbi-
trios, el canon 0 merced conductiva que les rendian sus fincas
antes de la enajenacion....
Esta ley es indirectamente pro terrateniente, en la autorizada opinién de
Atilio Sivirichi: porque asigna intereses a los capitales de los compradores,
lo que hace imposible las devoluciones de tierras a las comunidades y a los
pequefios propietarios, Este mecanismo de establecer réditos sobre la inver-
sin en tierras, lejos de favorecer a los campesinos perjudicados en la enaje-
BE)Legislacién peruana sobre
nacién de sus tierras, favorece la perpetuacién de los compradores de tic
rras al interior de las tierras de comunidades.
Supresi6n del tributo. Por decreto del 5 de julio de 1854, Ramon Castille
da por suprimido el Tributo Indigena, que en la practica venia pagande
desde la colonia, con la denominaci6n de “contribucién de indigenas”. Este
es la segunda norma que suprime este tributo. Ya el Protector San Martin
dio el primer decreto, el 27 de agosto de 1821, por considerarlo «vergonzo-
so». Pero cinco aiios mas tarde, el libertador Simén Bolivar lo restablecié
apelando a la “delicada situacién econdémica” del pais. Ramén Castilla, que
se encontraba en Ayacucho en contienda por el poder con Echenique apro-
veché la ocasién para ganarse a los indigenas a su favor, firmando este de-
creto de abolicién del tributo, en la idea de “nunca mas restablecerla”. Por
su especial importancia, reproducimos el texto completo de esta norma:
1.- Que la independencia conquistada con tantos sacrificios es un
vano nombre para la mayorfa de los peruanos que viven en la mas
dura esclavitud y el mds:completo envilecimiento.
2.- Que la causa primordial de este fendmeno deplorable y que
tanto damo causa a la Reptiblica, es la contribucién de indigenas,
rechazada por la politica y por la economia, como injusta y des-
iructora de todo germen de progreso.
3.- Que la providencia ha salvado con el recurso extraordinario
de huano el déficit de las rentas, inico y vergonzoso efugio inven-
tado para sostener la capitacién como una de las entradas comu-
nes del Erario.
4.- Que emancipada la raza indigena de humillante tributo im-
puesto sobre su cabeza hace tres y medio siglos, y elevada por el
natural efecto de la civilizacién, el Pert ganaria una poblacién
numerosa y productora, que indudablemente le ofreceria una con-
54__Romén Robles Mendoza
iribucién mas ricay no bafada en las lagrimas y en la sangre del
contribuyente.
5.- Que la generacién politica, proclamada por los pueblos para
corregir los abusos monstruosos de la administracién del General
Echenique, tiene el fin esencial de hacer practicos los derechos de
libertad, igualdad y propiedad escritos en la Constitucion de la
Repiiblica, y de hacer en adelante imposibles las dictaduras des-
honrosas, fundadas sobre el envilecimiento de las masas.
DECRETO.:
Art, 1°. Desde el ato 1855 queda suprimida la contribucién deno-
minada de indigenas, quienes no contribuirdn desde entonces sino
en los mismos casos y en la misma forma que los demas habitan-
tes del Pert
Art, 2°. Para sostener al ejército de ciudadanos que ha de dar
libertad a sus hermanos, se adelantard como el tiltimo y mds fruc-
tuoso sacrificio el semestre de Navidad del presente afio
Art. 3°. El gobierno, por decretos especiales, asignaré oportuna-
mente el sueldo de los Sub-Prefectos y Gobernadores, que ahora
se cobra de la contribucién; y dispondrd el modo de reemplazar
ventajosamente, para el servicio de los hospitales, la parte deno-
minada tomin, que les esté aplicada.
Art. 4°. Se publicard este decreto con toda la solemnidad que co-
rresponde a su inmensa importancia; verificdndose por bando en
todos los pueblos, celebrdndose por tres dias consecutivos, y de-
jando fijados copias, por dos meses al menos, en los lugares de
costumbre.
55Legistacén peruana sobre comunidades campesinas
Evidentemente, la supresion del tributo indigena tuvo sus efectos politicos y
econdémicos. De inmediato, las masas campesinas de la sierra se pronuncia-
ron a favor del decreto y apoyaron en todos los frentes las acciones de
rebeldia de Castilla contra el Presidente Echenique. En lo econdémico, la
supresién del tributo indigena significé la pérdida de casi la cuarta parte del
presupuesto nacional. En ese entonces se calculaba el presupuesto global en
5°582,404 pesos anuales. Los indigenas aportaban con el tributo, la suma de
1’400,000 pesos anuales. Don Jorge Basadre dice sobre este espectacular
acto de Castilla: “Con este decreto, el liberalismo de la segunda genera-
cién se escapa del terreno puramente académico para acercarse a las ma-
yorias de la poblacién del pais y formular una reivindicacién netamente
popular... Pero, de otro lado, este contenido social del segundo liberalis-
mo, voceado en el decreto de Ayacucho, resulta timido y unilateral. El
problema indigena aparece visto como problema fiscal y no como proble-
ma econémico y educacional..” (Basadre, 1960: 99). Indudablemente, la
opinién del historiador recoge las ideas de José Carlos Mariategui, de
Abelardo Solis, de Hildebrando Castro Pozo y otros estudiosos, que en los
afios veinte del siglo que terminé definiieron con claridad sobre las solucio-
nes del problema fundamental de los indios en el Pert. Ni los liberales de la
primera generacién, con Luna Pizarro, Sanchez Carrién, Vidaurre; ni los
liberales de la segunda generacién con Manuel Ignacio de Vivanco, Ramén
Castilla y los hermanos José y Pedro Galvez avisoraron una solucién inte-
gral del problema dentro del contexto politico de mediados del siglo XTX.
Pero el alivio del pago de tributos del campesinado andino no duré mucho.
Fue restablecido en 1877 por el Presidente José Pardo, con el nombre de
contribucién personal y apelando como siempre a las “dificultades financie-
ras del Estado”. Dos afios mas tarde, al iniciarse la guerra con Chile, la
«Contribucion personal» tomé otra denominacioén mucho mas puntual, cir-
cunscrita a los nuevos acontecimientos nacionales: «recurso de guerra».
Estas son, en resumidas cuentas, las marchas y contramarchas legales de los
gobiernos del siglo XIX con la pesada carga tributaria que los indigenas
soportaron desde la Colonia.
56Romén Robles Mendoza
Decreto del Presidente Nicolas de Piérola.
Piérola se declara protector de la raza indigena. Por decreto dictatorial
del 22 de mayo de 1880, Piérola se declara Protector de la raza indigena, en
raz6n de que es «...objeto de desafueros y exacciones contraria a la justi-
cia...» En pleno conflicto bélico con los vecinos del sur, este decreto dice a
la letra:
Considerando:
1°.- Que la raza indigena ha sido y es atin, en el pais, objeto de
desafueros y exacciones contrarias a la justicia y que reclama
eficaz reparacion;
2°.- Que si bien la situacién de guerra, en que nos hallamos, no
permite toda la consagracién que la importancia de este asunto
demanda, no es posible tampoce desatenderlo, por mas tiempo.
En uso de las excepcionales facultades de que estoy investido y
con el voto undnime del Consejo de Secretarios de Estado.
DECRETO:
Art. 1o.- Declaro unido a mi cardcter de Jefe Supremo de la
Reptiblica, el de Protector de la raza indigena, titulo y funciones
que llevaré y ejerceré en adelante.
Art. 20.- Los individuos y corporaciones pertenecientes a esta raza
tienen el derecho de apelar directamente a mi, de palabra o por
escrito, contra todo atropello, injusticia o denegacién de ésta que
sufriesen por parte de toda autoridad, cualquiera que sea su de-
nominacion y jerarquia, quedando exceptuado de las leyes comu-
nes a este respecto.
57LLegislacion peruana sobre comunidades campesinas
Art. 30.- En caso de castigo por dafio inferido a un habitante del
pais, la circunstancia de pertenecer éste a wna raza indigena, serd
considerada como agravanie para la aplicacién de la pena.
Art, 4o.- Toda servidumbre o contribucién exigida al indio y no
impuesta a los demés, ser considerada como de datio piiblico.
La disposicion legal de Pigrola es eminentemente paternalista y verbalmente
elocuente en pro del protectorado del indio. No se disponen de datos acerca
de cuanto fue realidad el «derecho de apelar directamente a mi» o de que
alguien fuera condenado por castigar o maltratar al indio. Por el contrario,
las luchas campesinas después de la Guerra del Pacifico tuvieron caracter
reivindicatorio contra los problemas e injusticias sobre el campesinado. Es-
tos movimientos campesinos que se prolongan hasta los aijos sesenta del
siglo XX desdicen el cardcter del protectorado del Presidente Nicolas de
Piérola. Sin embargo, el campesinado de las comunidades tuvo destacado
papel en la guerra de resistencia contra la invasién chilena al territorio na-
cional, como lo han demostrado diversos estudios realizados durante las
celebraciones del centenario de Ja Guerra con Chile.