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Capitulo I LA LEGISLACION REPUBLICANA DEL SIGLO XIX. El derecho indigena como antecedente. La tierra ha sido siempre Ja alegria del indio. El indio ha desposado la tierra Siente que “la vida viene de la tierra” y vuelve a la tierra, Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesion de la tierra que sus manos y su atiento labran y fecundan religiosamente, J.C. MARIATEGUI, 1928. p. 67. La legislacién republicana sobre las organizaciones comunales se sustenta en una larga historia de jurispradencia. En efecto, la Repiiblica es la fase final de nuestra historia general y como tal contiene los elementos legaies propios de la época, adicionados a los de las fases anteriores: preinca, inca, colonial. En cada época histérica ha funcionado un cuerpo de normas que responden a las caracteristicas politicas, sociales y culturales propias de su tiempo y de su nivel de desarrollo Gobernantes y legisladores de la fase inca desarrollaron un sistema de normatividad basado en las practicas consuetudinarias, las costumbres, trans- mitidas por herencia social y muy bien apoyados por determinados princi- pios juridico-culturales rectores de la vida social. Estas normas, como lo explica Valcarcel (1967) estaban sustentadas en la adopcién de normas de varias sociedades preincas que fueron sometidos por ellos y por las normas que los incas impusieron como parte del proceso de construccién de una sociedad dominante. La vida social del incanato estaba debidamente normada 30 Romie Robles Mendoza en todas las esferas de la actividad, “Todo era regido por normas o leves, lo gue constituye un verdadero derecho: no estaban compiladas en forma escrita, pero eran prescripciones tun claras. precisas y poco numerosas que podian ser incorporadas en el acervo individual. Lo que se puede la- mar la Ley del Inca se reduce a muy pocas prescripciones” (Valcércel, 1967: 128). Los principios basicos de la filosofia y del ordenamiento social de esta etapa historica se sintetizan en el: Ama Sua, Ama Llulla, Ama Kella (No seas ladrén, no seas ocioso, no seas mentiroso). Estos principios prescribian y orientaban la conducta de los hatun runas hacia la honradez y Ja honestidad, al fomento de la actividad productiva constante y a la laboriosidad y a la preservacion de la verdad como norma. Por eso. los incas lo implantaron como saludo cotidiano, para mantener estos principios en la memoria viva de los hombres y mujeres de la época. Basado en estos tres principios, la distribucion de los recursos como Ia tierra se hacian con equidad, de acuer- do a las necesidades de la familia; los topos redistribuidos eran trabajados colectivamente segiin las prioridades establecidas: tierras de ancianos, de viudas e€ invalidos; tierras dedicadas a los dioses, tierras dedicadas a los gobernantes, tierras del hatun runa y tierras de los curacas, La aplicacion de leyes basadas en la costumbre y el ordenamiento politico permitié una autosuficiente produccidn de bienes alimenticios de orden agricola y gana- dero; de almacenar parte de la produccién en grandes depésitos y graneros, para luego ser redistribuidos en épocas de carestia: asi como procesar ali- mentos deshidratados (chufio, charqui, ete.) para ser consumidos largo tiempo después de ser cosechados y sacrificados. En fin, el orden social del gran aparato del Estado Inca mantuvo el sistema decimal, en una ascendente escala del numero de familias. con sus respectivos mandones de: chunea, pachaca, huaranca, hunu, suyu (diez, cien, mil, diez mil, regién), de facil contabilidad y control politico para los tucuyricus y los quipucamayoe de la administracién central del Cusco, Con la invasién espafiola al Tahuantinsuyo, todo este sistema de ordena- miento social, politico y econémico sufre profundos cambios. A partir de 31 Legistacwn poruana sobre comunidades campesines 1532, el aparato administrativo inca, conquistado por los aventureros euro- peos, bajo el régimen de los reyes de Espajia, se resquebraja y cs sustituido por un nuevo sistema de leyes: las Leyes de Indias. La distribucion de los recursos se rige por el sistema de propiedad privada, que se introduce a través de las encomiendas, las reparticiones, las composiciones de tierras y otras modalidades de obtencién de bienes raices. En el orden politico se imponen los ayuntamientos y los corregimientos. Con las Ordenanzas Tole- danas, se reagrupan los ayllus de pachacas para conformar las denominadas Reducciones de Indios, un nuevo sistema de asentamiento poblacional que’ imponen los colonizadores, atin manteniendo [a figura del! curaca, para sus fines de dominacién. Los colonizadores no slo se apoderan de las riquezas mineras existentes, de las tierras labrantias, de la enorme fuerza de mano de obra; reordenan la vida de los naturales, a través de sendas disposiciones, de ordenanzas y de leyes. De este modo se modifican las formas de la vesti- menta indigena, se superponen fiestas y ceremonias cristianas sobre los ri- tuales prehispanicos; reordenan las costumbres, los saludos y toda forma de vida cotidiana de los vencidos. Si bien las Leyes de Indias protegieron a los indios y dieron numerosas disposiciones ordenando el respeto sobre las tie- tras de las poblaciones reducidas, los colonizadores se ingeniaron para des- pojarles de sus tierras y burlar el sistema protectivo sobre la explotacion despiadada de la mano de obra. Si la normatividad inca se caracteriz6 por su simplicidad, precisién y estar profundamente engarzado al proceso agrario, el derecho colonial se carac- teriza contrariamente por su frondosidad y complicada composicién. Los espafioles legaron al Tahuantinsuyo con sus soldados, sacerdotes de diver- sas 6rdenes religiosas, sus titulos nobiliarios y sus jurisconsultos. En la me- trépoli se formé el Consejo de Indias con el expreso fin de ocuparse del reordenamiento y el gobierno de los territorios conquistados allende el A- tlantico. Herederos inmediatos de los legisladores romanos, de la legisla cién canénica derivada de la iglesia catélica y de las experiencias del naci- miento de las naciones-Estado renacentistas, lgs legisladores espafioles pro- dujeron una monumental legislacién sobre sus dominios, a las que se cono- cen como Leyes de Indias 0 Legislacién Indiana. Estas leyes son tantas, que 32 Romén Robles Mendoza segiin las pesquisas de Atilio Sivirichi, el jurisconsulto don Antonio de Leon Pinelo habria recopilado 10,000 leyes de Indias en el siglo XVII. Desde el primer trabajo del peruano Gaspar de Escalona y Agiiero de 1647, se han hecho sucesivas publicaciones de la Recopilacién de Leyes de Indias. La primera compilacién organica se publicé en 1680, la misma que cuenta de 9 libros, divididos en 218 capitulos y un total de 6,37 leyes. Esta Recopila- cién ha sido editada con las adiciones correspondientes, durante los siglos XVII, XIX y XX. Por su caracter proteccionista, una parte importante de estas leyes se ocupa de los indios conquistados en estas tierras americanas. Muestra de ello son, por ejemplo, el de la Libertad de los Indios, contenido en el Titulo II, del Libro VI; el de Los Protectores de Indios, igualmente integrado al Titulo VI del mismo Libro; también el denominado Buen tratamiento de los In- dios, contenido en el Titulo X del mismo Libro VI. Indudablemente, las Informaciones y luego las Ordenanzas del Virrey Francisco de Toledo, dadas entre los afios 1569 a 1580, constituyen un cuerpo de normas de suma importancia para la etapa del Pera colonial. En su condicion de Virrey, el organizador més importante del sistema colonial de los espafioles en esta parte de América, Toledo da la ordenanza para que los indios conquistados se agrupen en las Reducciones de Indios. Junto a esta norma que modifica el modelo de asentamiento de las poblaciones del Tahuantinsuyo, a seme- janza de las comunidades rurales espafiolas, da un conjunto de ordenanzas que involucra todos los aspectos de la vida de los indigenas en el territorio andino. Sivirichi, resume este proceso legislativo toledano en pocas frases: ‘...en las mencionadas Ordenanzas vemos que se legisla sobre todos los aspectos: Alcaldes, Regidores, Oficiales de Cabildos. Bienes de Comuni- dades, doctrina y ensefianza de los indios, trabajo en la mita, obrajes, cdrceles, jueces de naturales, artesanado, comercio, manufacturas, fiestas religiosas, coca, defensa de los indios, yanaconas y servicios domésticos, jornales de indigenas, pastoreo, minas y en general, todo lo concerniente a los indios.” (Sivirichi, 1946:94). En efecto, es a partir de estas ordenanzas, que la vida, las costumbres y tradiciones del sistema inca se trastocan pro- fundamente. Si bien Toledo utilizé la extraordinaria cantidad de informacio- 33 Iacion peruana sobre comunidades campesinas nes recogida por cronistas importantes como Pedro de Sarmiento de Gamboa Polo de Ondegardo, Juan de Matienzo y dicté sus ordenanzas “respetandc las costumbres” observadas por los informadores, buena parte de esta legis lacién estuvo impregnada de los modos de vida, costumbres y tradicione: de la Espafia del siglo XVI. Sobre la base del derecho inca y del derecho colonial, muy brevemente co mentada en parrafos que anteceden, se abre la nueva etapa de la legislacio: sobre la comunidad de indigenas o comunidad campesina. Esta es la legisla cion Republicana. La legislacién de la Republica naciente. Durante el siglo XIX se expiden distintas disposiciones en torno al indio : de su comunidad, que responden a los ideales de la etapa republicana na ciente. Estos instrumentos legales comienzan con las que dio el Protecto don José de San Martin y se prolongan hasta los decretos que dicta el Pre sidente Nicolas de Pi¢rola, casi a finales del siglo. La mayoria de ellos tien que ver con la organizacién de los indigenas, los impuestos que los indio debian pagar al Estado, el régimen de tierras, la abolicion de la servidumbr y otros asuntos vinculados al comin de indios. En efecto, se dieron varia leyes que tienen por objeto liberar de la despiadada explotacion y de la pesadas cargas tributarias a las mayorias nacionales del mundo rural, per éstas no cambiaron en esencia su situacion juridica, economia ni social. 1 pesar de todas estas normas dictadas por distintos gobiernos de la nuev Republica, el indio continué siendo explotado en su fuerza de trabajo avasallado en la propiedad de sus tierras comunales, esta vez con nuevo métodos y renovadas argucias legales, por las nuevas clases dominantes qu emergieron después de las guerras de la Emancipacion. Las primeras disposiciones republicanas se dictan inmediatamente despué de la Jura de la Independencia, acaecida el 28 de julio de 1821. El espirit libertario de los afios iniciales de la Republica alcanza también al secte 34 ee Romén Robles Mendoza indigena, que en aquel entonces constituia la gran mayoria del pais, en una proporcién de cuatro quintos de 1a poblacién nacional. La dignificacién de los indios como sujetos activos de la nueva nacién formé parte del ideario de los lideres de las expediciones emancipadoras que vinieron de los mares del sur y de las tierras Ilanas del norte. Los decretos del Protector José de San Martin. El General don José de San Martin, jefe principal de la expedicion libertadora que vino del sur, proclamé la Independencia del Pert como nacién libre y sent las bases politicas y administrativas para la institucionalidad del nuevo Estado. Por decreto del 3 de agosto de 1821, el general San Martin asumid el mando politico y militar de la naci6n, bajo el titulo de Protector de la libertad del Per. Atn siendo partidario de la implementacién de un gobier- no monarquico constitucional para la Repiblica del Peru, modelo que se impuso en varios estados-nacion de Europa, como refiere Jorge Basadre (1968). le cupo al protector San Martin, dotarle de la primera bandera y del himno nacional, organizar el ejército y fundar la Biblioteca Nacional, asi como asignarle una moneda y un nuevo régimen administrativo y politico al Estado naciente. Es dentro de este conjunto de normas que configuran a un Estado indepen- diente que expide los decretos sobre los indios, politicamente también libe- rados. San Martin expidié cuatro decretos importantes sobre ellos: sobre la abolicion del tributo espafiol, la prohibicién de los servicios gratuitos, la abolicién de las penas de azotes y sobre la abolicién de la horca. La parte resolutiva de dos de estos decretos se incluyen a continuacién. Abolicién del tributo indigena. Se concreta con el decreto supremo del 27 de agosto de 1921. Este decreto viene a ser la primera norma a favor de los indios. Se expide un mes después de la Jura de la Independencia, cuando varios departamentos estaban todavia bajo el control del ejército realista, que resistiria hasta la capitulacion, después de su derrota en la batalla de 35 Leaislacién peruana sobre comunidades campesinas Ayacucho. Con este decreto queda abolido la carga pesada del tributo ind gena y reivindica la denominacién de indio o natural por la de peruano. Pc sus connotaciones especificas, éste es uno de los decretos mas impactante que expidié el Protector. Consta de cuatro articulos. Después que la razén y la justicia han recobrado sus derechos ¢ el Perti, seria un crimen consentir que los aborigenes perman ciesen sumidos en la degradacién moral a que los tenia reducide el gobierno espanol, y continuasen pagando la vergonzosa exac cién que con el nombre de tributo fue impuesta por la tirania com signo de seforio. Por tanto, declaro: Art, lo. Consecuente con la solemne promesa que hice en una G mis proclamas del 8 de diciembre tiltimo, queda abolido el in puesto que bajo la denominacion de “TRIBUTO” se satisfacia ¢ gobierno espaiiol; Art. 20. Ninguna autoridad podré cobrar ya las cantidades que s adeudan por los pagos que debian haberse hecho hasta fines d ultimo afte, correspondientes a los tercios vencidos del TRIBL TO; Art. 30. Los comisionados para la recaudacién de aquel impue: to, deberdn rendir las cuentas de lo percibido hasta la fecha ¢ Presidente de su respectivo Departamento; Art. 40. En adelante no se denominardn los aborigenes indios naturales; ellos son hijos y ciudadanos del Pertiy con el nombr de «PERUANOS» deben ser reconocidos Prohibicién de la servidumbre indigena. Con el Decreto Supremo d 28 de agosto de 1821, San Martin declara extinguido toda forma de serv 36 dumbre de la masa indigena. Tiene que ver con la prohibicién de los servi- cios gratuitos, que fueron impuestos por el régimen colonial y que continua- ban funcionando a favor de curas, militares. autoridades. hacendados y de los espafioles dominantes en distintos niveles administrativos. aun después de la independencia. Consta de dos articulos. Siendo un atentado contra la naturaleza y la libertad de obligar a un ciudadano a consagrarse gratuitamente al servicio de otro. Por tanto, declaro: Art. 1o. Queda extinguido el servicio que los peruanos, conocidos antes con el nombre de indios o naturales, hacian bajo la denomi- nacion de mitas, pongos, encomiendas, yanaconazgos y toda otra clase de servidumbre personal, y nadie podré forzarlos a que sir- van contra su voluntad. Art. 20. Cualquier persona, bien sea eclesidstica 0 secular, que contravenga a lo dispuesto en el articulo anterior, sufrird la pena de expatriacion. Generoso gesto del libertador para con la abrumadora carga de servidumbre gratuita que recaia sobre los indios del sistema colonial. En la practica fue un decreto de letra muerta. Los nuevos duefios de la tierra continuaron explotando la fuerza de trabajo campesino tanto o mas que los encomenderos coloniales. Como ya hemos dicho, las nuevas formas de explotacién de la fuerza de trabajo del indio continuaron a pesar de este decreto. La historia no registra ninguna sancién, ni expatriacién de hacendados por este delito. Otros dos decretos, expedidos por el Protector, el 16 de octubre de 1821 y el 3 de enero de 1822, abolicron las penas de azotes y de la pena de la hora, que pendian sobre los indios desde que los colonizadores la instituyeron como mecanismos de represion y opresién, especialmente después de la gran rebelion libertaria de José Gabricl Condorcanqui, Tupac Amaru II, 37 Legislacin peruane sobre comunidades campesinas acaecida en 1780. Si bien desde entonces, los castigos y penas de sojuzgamiento colonial ya no eran uma amenaza legal, otras formas de do- minacién habrian de crear los nuevos poderosos del Pert independiente, para seguir explotando a las mayorias de los hombres del campo. Lo més grave, estos mecanismos coercitivos de amedrentamiento quedarian repri- midos en la conciencia de la masa indigena hasta después del medio siglo XX. Recién a partir de los movimientos campesinos posteriores a la segun- da Guerra Mundial, en la que el campesinado inicia la recuperacién de sus tierras usurpadas por los gamonales y ejerce presién por una reforma agra- ria a fondo, se inicia un lento proceso de disipacién de los viejos temores al rigor y a la muerte, que el sistema colonial impuso para los vencidos, pero que la emancipacién no pudo suprimirla definitivamente. Los decretos del Libertador Simén Bolivar. El caraquefio don Sim6n Bolivar llegé al Peré en septiembre de 1823 con la expedici6n libertadora del norte. Formado intelectualmente en su pais de origen y en Europa, con el pensamiento liberal de la época posrevolucionaria del viejo continente, no sélo se encargé de concluir militarmente con la independencia del Pera, con las memorables batallas de Junin y Ayacucho, sino que reforzé el modelo republicano como sistema de gobierno del Esta- do, que ya habia comenzado a funcionar con José Mariano de la Riva Agiiero, nombrado por el Congreso como el primer Presidente en febrero de 1923. Consecuente con sus ideales liberales, el libertador don Simén Bolivar ex- pidié varios decretos que inciden directamente en la vida de los indigenas de la época. Su idea de modernizacién de las sociedades latinoamericanas, no s6lo se manifiesta en su proyecto de integracién de las naciones de América del Sur, para convertirlo en una sola gran nacion, capaz de contrapesar la hegemonia de América del Norte, propuesto por él en el Congreso de Pana- m4 en 1826, sino también en generar la transformacién de la sociedad rural peruana, en base a la dinamizacién de la economia, asignandole la propie- dad privada de la tierra a los indios. Dentro de esta matriz ideolégica, los 38 — - Romén Robles Mendoza decretos de Bolivar tuvieron que ver primordialmente con la propiedad de la tierra y con la liquidacién de la servidumbre. Ordenan vender las tierras de comunidades. Bolivar expide este Decre- to Supremo el 8 de abril de 1824. Dado en Trujillo, este decreto apunta indirectamente a la disolucién de la comunidad, por considerarla una traba para el progreso de la nueva Republica. Fomenta el individualismo al estilo fisiocratico europeo del siglo XVIII y liberaliza la propiedad comunal de la tierra por la via de la enajenacién y apunta a generar fondos para el empo- brecido fisco, por la venta de las tierras comunales por parte del Estado. Por eso decreta el reparto de las tierras comunales, a partir de declararlas “pro- piedad nacional” y ordena su venta por el Estado, de todas las tierras so- brantes. A pesar de su vigencia efimera, los efectos de este decreto tuvo una gran repercusién en la estructura de tenencia del comin de indios, que se modifica sustancialmente a partir de entonces. En los tres primeros articulos de este primer decreto bolivariano estén contenidos los objetivos centrales del pensamiento liberal del libertador, bajo la idea de «incompatibilidad del régimen democratico con la de las comunidades indigenas». Reproduci- mos el texto completo, por su enorme importancia para la historia de las comunidades campesinas. Considerando. 1+ Que la decadencia de la agricultura de estas provincias, de- pende en mucha parte del desaliento con que se labran las tierras, por hallarse las mas de ellas en posesion precaria o en arrenda- miento; 2 Que nada es mas justo que admitir la composicién y vender todas las tierras sobrantes de las que han sido rematadas, com- puestas 0 adjudicadas conforme a ley: 3.- Que el Estado a quien todas éstas pertenecen como propiedad nacional, se halla sin fondos para llevar a su término la actual 39 Legisiacton peroana sobre comunidades campesinas contienda contra la dominacién espafiola, y sulvar al pais con- forme al voto nacional; +f.- Que la Constitucion Politica de la Repiblica radica en el pro- greso de la Hacienda y en el fomento de ramos productivos, a fin de disminuir las imposiciones personales. He venido a decretar y decreto lo siguiente: Art. 1°~ Se venderdn de cuenta del Estado todas las tierras de su pertenencia por una tercera parte menos de su tasacién legitima. Art. 2°~ No se comprenden en el articulo anterior las tierras que tienen en posesion los denominados indios; antes bien se les de- clara propietarios de ellas para que puedan venderlas 0 enajenarla de cualquier modo. Art, 3° Las tierras Namadas de comunidad, se repartirén confor- me la ordenanza entre todos los indios que no gocen de alguna atra suerte de tierra, quedando duefios de ellas, como los declara el Art. 20; y vendiéndose las restantes segiin el Art. Io. Art. 4°.- Se hard este repartimiento en consideracién al estado de cada porcionero, asigniindole siempre mds al casado que al que no lo sea y de manera que ningtin indio pueda quedarse sin el respective lerreno. Art. 5°,- Esta mensura se hard en consideracién a las circunstan- cias locales de cada provincia, reduciéndose a la extensién co- rrespondiente, las tierras que con perjuicio de unos se han aplica- do a otros indios por via de posesién. Art. 6° Serén preferidos en la venta de que se habla en los arti- culos { y 3, los que actualmente los poseyeren, habitaren o tuvieren 40 __Romén Robles Mend en arrendamiento. Art, 7°. Se nombraré para el repartimiento y la venta que ordena este decreto, visitadores en todas las provineias del Perti libre, a finde que todo se haga con la debida exactitud, imparcialidad y justicia Art. 8° Es extensiva esta disposicion a las haciendas que por ley corvesponden al Estado, vendiéndose por suertes, el terreno para que, al mismo tiempo de promoverse por este medio la agricultura yel aumento del tesoro, puedan fundarse nuevos pueblos en ellas. Este decreto abre las puertas para que en las antiguas reducciones colonia- Jes dcnominadas comnin de indios aparezcan las propiedades privadas fami- liares, al interior de los espacios comunales. En efecto, buena parte de las propiedades parcelarias que hoy conocemos en Jas comunidades andinas, tienen origen en el articulo 3° de este decreto. Pero Ja comunidad campesina como organizacién no se despojé de todas sus tierras como lo ordena el Art. 30. del decreto en referencia. Primero. porque el decreto tuvo poco tiempo de vigencia (Dos afios y cinco meses: del 8 de abril de 1824 al 20 de septiembre de 1826), y segundo, porque el comin de indios prefirié mante- ner el régimen comunal de las tierras de pastos y tierras de cultivo temporarios, que no fueron repartidas en propiedad. Sin embargo, la privatizacién de tierras por los mismos comuneros, por los tinterillos y por los gamonales avanz6, sobre todo en las tierras irrigables y en parte de las tierras de pastoreo. La comunidad continué manteniendo la posesién institucional de sus tierras, hasta donde le fue posible contener Ja voracidad del gamonalismo republicano hasta la tercera década del siglo XX. Fueron precisamente los gamonales y terratenientes que se aprovecharon de la privatizacion de tierras de propiedad comunitaria, amparandose en esta primigenia disposicién bolivariana (Ver: Maridtegui, 1928; Sivirichi, 1946: Klaren, 1970; Favre, Collin y Matos Mar, 1967). El comin de indios no se disolvid. Resistié con sagacidad y estoicismo. al LLegistacion peruana sabre comunidades campesinas Los Decretos Supremos del 4 de julio de 1825. Bolivar firma en el Cusco tres Decretos Supremos en esta fecha, que inciden sobre los mismos proble- mas: caciques, servicios personales y tierras. Sobre lo primero, deciara abo- lidos a partir de ese momento los cacicazgos que desde la Colonia consti- tufan un pequeiio sector de nativos que gozaban de privilegios y ostentaban el papel de mandones hereditarios. Prohibicién de servicios, Sobre los servicios, el decreto bolivariano prohibe las faenas, séptimas, mitas, pongajes y otros servicios personales que pres- taban los indios a terceros. Este decreto consta de cinco considerandos y de diez articulos. vf Hr wv Considerando: Que la igualdad entre todos los ciudadanos es la base de la Cons- titucion de la Repiblica; Que esta igualdad es incompatible con el servicio personal que se ha exigido por fuerza a los naturales indigenas, y con las exacciones y malos tratamientos, que por su estado miserable han sufrido estos en todos los tiempos por parte de los jefes civiles, curas, caciques y aun hacendados; Que en la distribucién de algunas pensiones y servicios publicos han sido injustamente recargados los indigenas; Que el precio del trabajo, y a que ellos han sido dedicados de grado o por fuerza, asi en la explotacién de minas, como en la labor de tierras, y obrajes han sido defraudados de varios modos; Que una de las pensiones més gravosas a su existencia es el pago de los derechos excesivos de arbitrios que cominmente suele cobrarseles por la administracion del sacramento; He venido en decretar y decreto: Art. 1. Que ningiin individuo del Estado exija directa e indirecta- mente el servicio personal de los peruanos indigenas sin que pre- 42 Romén Robles Mendoza ceda un contrato libre de precio de su trabajo. Art. 2. Se prohibe alos Prefectos de los departamentos, Intendentes, Gobernadores y Jueces, a los prelados eclesidsticos, curas y sus tenientes, hacendados, duefios de minas y obrajes que puedan emplear a los indigenas contra su voluntad en faenas, séptimas. mitas, pongajes y otras clases de servicios domésticos y usuales (el subrayado es nuestro). Art.3. Que para las obras publicas de comin utilidad, que el go- bierno ordenare, no sean pensionados tnicamente los indigenas, como hasta aqui, debiendo concurrir todo ciudadano proporcio- nalmente segiin su nimero y facultades. Art. 4. Las autoridades politicas, por medio de los Alcaldes 0 Mu- nicipalidades de los pueblos, haran el repartimiento de bagages, viveres y demds auxilios para las tropas, o cualquier otro objeto de interés, sin grabar mds a los indigenas que a los demds ciuda- danos. Art. 5. Los jornales de los trabajadores en minas, obrajes y ha- ciendas deberan satisfacerse segtin el precio que contrataren en dinero contante, sin obligarles a recibir especies contra su volun- tad y a precios que no sean corrientes de plaza. Art. 6. El exacto cumplimiento del articulo anterior queda encar- gado a la vigilancia y celo de los intendentes, gobernadores y diputados territoriales de mineria. Art. 7. Que los indigenas no deberdn pagar mds cantidad por derechos parroquiales, que las que designen los aranceles exis- tentes, o los que se dieren en adelante. Art. 8. Que los pdrrocos y sus tenientes no puedan concertar estos 43 Legislacién peruana sobre comumidades eampesinas derechos con los indigenas sin la intervencién del intendente 0 gobernador del pueblo. Art. 9. Cualquier falta u omisién en el cumplimiento de los ante- riores articulos, produciré accién popular y seré capitulo expre- so, de que ha de hacer cargo en residencia Art. 10. El secretario general interino queda encargado de la eje- cucién y cumplimiento de este decreto. Enel fondo, Bolivar reafirma el decreto que San Martin dio el 28 de agosto de 1821. Ni el protector, como tampoco el dispositivo del libertador se cumplieron en la practica. Diferentes formas de explotacién al campesinado han subsistido con nombres diferentes hasta la década del reformismo mili- tar de los afios setenta. La reparticién de tierras. El Decreto Supremo sobre tierras, también fir- mado el 4 de julio de 1825, es un mandato ratificatorio y al mismo tiempo rectificatorio del Decreto que él mismo diera un afio y tres meses antes. Dispone que las tierras de caciques sean comprendidas entre las tierras repartibles a los indios. Este reparto debe alcanzar también a los mismos caciques, en condiciones también privilegiadas, quienes recibirn cinco to- pos de tierra por su mujer y por cada uno de sus hijos, a diferencia del comin de indios que recibiran un topo en tierras irrigables y dos topos en tierras de secano. Art. 1° Que se ponga en ejecucién lo mandado en los articulos 3,4, » 5 del decreto dado en Trujillo el 8 de abril de 1824, sobre la reparticion de tierras de comunidad. Art. 3°. Que la mesura, reparticion y venta de las tierras de cada provincia se ejecutard por personas de probidad e inteligencia que proponga en ierna el Prefecto a la Junta Departamental, lue- go que se esclarezca bajo su responsabilidad, formandose por ellos mismos el arancel de las dietas y derechos que deben llevar en el 44 desempeito de su funcion Art. 4°. Que no se comprenden en el Art. 2° a los caciques de sangre en posesién y los que acrediten su legitimo derecho a quie~ nes declara la legitima propiedad absoluta de tierras que en r partimiento les hayan sido asignadas. Art. 5°. Los caciques que no tengan ninguna posesién de tierra propia, recibirén por su mujer y por cada uno de sus hijos la me- dida de cinco topos de tierra, 0 una igual a ésta en los lugares donde no se reconozca la medida de topos. Art. 6°. Cada indigena de cualquier sexo 0 edad que sea, recibird un topo de tierra en los lugares pingiles y regados. Asimismo... en los lugares privados de riego y estériles, recibirdn dos topos Art. 9°. Que la propiedad absoluta declarada a los denominados indios en el articulo 2° del citado decreto se entiende con la limi- tacién de no podertos enajenar hasta el afio 1850 y jamas en fa- vor de manos muertas so pena de nulidad. Bolivar, probablemente al informarse mejor sobre la realidad campesina peruana se rectifica en Jo que atafie a la enajenabilidad de las tierras reparti- das, a la que en el articulo 9° le pone un limite de tiempo. Esta limitacion legal nunca fue obstaculo para la expansion territorial de los terratenientes, de las 6rdenes religiosas y de seglares, que utilizando distintos mecanismos represivos y legales continuaron despojando tierras a los indigenas. Sobre el reparto de tierras sobrantes. E| Ministro del Interior, don José Maria de Pando fue el mas entusiasta cjecutor de las disposiciones dadas por el libertador Simon Bolivar. Convencido de que este mecanismo permi- tira la mejora econdmica de los hombres del campo y favorecera a las arcas del erario nacional, dirigié varias ordenanzas y directivas a los responsables politicos de las provincias, a fin de que ejecuten el reparto y venta de tierras 45 islaciin peruana sobre comunidades campesinas sobrantes a las familias que no las tuvieran. Una de estas elocuentes circula- res de la naciente Republica, con directivas expresas de aprovechar los re- partos de tierras con las nuevas contribuciones dictadas sobre los indios, es la que reproducimos a continuacién, la misma que fuera enviada por el Mi- nistro Pando a los Prefectos provinciales el 1° de setiembre de 1826. Los decretos expedidos por S. E. El libertador con fecha 8 de abril de 1824 y 4 de julio de 1825, sobre reparticién de tierras de comunidad, no han tenido todavia cabal cumplimiento. Y como esta materia la considera el Consejo de Gobierno de mayor im- portancia para la prosperidad de una porcién muy numerosa y recomendable de la poblacion de la Repiiblica; me manda S. E. encargar a U. S. eficazmente que aprovechando la oportunidad de la revista que debe hacerse en las provincias con el fin de plan- tear las contribuciones nuevamente establecidas, ordeno U. S. que se proceda a completar el beneficio concedido por aquellos de- cretos, repartiéndose las tierras sobrantes a aquellos individuos que carecen de propiedad, y llevandose a debido efecto las provi- dencias dictadas sobre este asunto, para asegurar el mejor y mas justo método de tan itil operacion. No necesito encarecer a U. S. la importancia de esta medida, pues conoce perfectamente cudnto importa aumentar el nimero de pro- pietarios y de productores; aliviar la suerte de los indigenas; po- ner en circulacion y cultivo una riqueza estancada y estéril; pre- parar nuevos ingresos al erario piblico; y formar ciudadanos de la masa de nuestros infelices proletarios. Suspensién temporal del reparto de tierras. Esta disposicién dada por el Congreso el 20 de setiembre de 1826 es un retroceso en los afanes de implementacién liberal del libertador. Habida cuenta de los excesos, abusos e injusticias cometidos por las autoridades politicas, en el reparto de las tierras comunales, suspende la ejecucién del proceso de reparto que emana- ba del decreto del 8 de abril de 1824. Esta suspension apunta a ser temporal, 46 - ee = _Roman Robles Mendoza «... hasta que los Prefectos informen» sobre las tierras sobrantes de las comunidades y los avances de los repartos de tierras. Este dispositive y otras ordenanzas que emanaron del Ministro José Maria de Pando trataron de avanzar en el propésito de crear una capa social de propietarios y tam- bién el de reordenar y de frenar los indiscriminados repartos de tierras en los territorios que el comin de indios usufructuaba en comunidad, mantenidos en legitimo derecho por las leyes de indias dictadas durante la Colonia. Igual- mente, el Congreso Constituyente que inicié sus trabajos en julio de 1927, fue del mismo parecer. Por acuerdo del 3 de agosto del mismo aiio ordené la suspensi6n de la venta de tierras de comunidades. Disposiciones del Congreso Constituyente de 1828. La Republica peruana ha tenido varias Constituciones de distinto tipo, como afirman los especialistas en derecho constitucional. El resumen es como sigue: se han sancionado doce Constituciones: ocho en el siglo XIX, las de 1823, 1826, 1828, 1834, 1839, 1856, 1860 y 1867 y cuatro en el siglo XX, las de 1920, 1933, 1979 y 1993. También la Republica ha sido gobernada con tres Estatutos Provisorios: los de 1821, 1855 y 1879. Los constitucionalistas le dan también este rango al Reglamento Provisional que el General José de San Martin diera en Huaura, el 12 de febrero de 1821. Igualmente entra a esta categoria de Carta Magna el Pacto de Tacna de 1837. En total suman diecisiete normas fundamentales en 180 afios de vida republicana. Algunas Constituciones han tenido una vigencia efimera, como la de 1826, que fue conocida como Ja Constitucién Vitalicia, que duré sélo un mes y 28 dias, del 30 de noviembre de 1826 al 27 de enero de 1827; como también la de 1867, que duré sdlo cuatro meses y 8 dias, del 29 de agosto de 1867 al 6 de enero de 1868. Otras, como la Constitucién de 1860 se mantuvo vigente por sesenta afios, la de mayor duracién en nuestra histo- ria, de 1860 a 1920 (con breves interrupciones: la Constitucién de 1867 que duré poco mas de cuatro meses y del Estatuto Provisiorio de Nicolas de Pigrola que duré un afio y 9 dias), y la Constitucién de 1933 que se mantuvo vigente por 47 afios 6 meses y 10 dias, del 18 de enero de 1933 al 28 de julio 47 peruana sobre comunidades campesinas de 1980. Lacasi permanente inestabilidad politica, provocada por las crisis econémi- cas y sociales, pero sobre todo por los caudillismos y los apetitos de poder de los militares que han interrumpido las temporadas democraticas alcanza- das por la soberania de los votos, ha contribuido en el juego de la deraga- cion de Constituciones y la sustitucién por otros. La mayoria de nuestros gobernantes que ha Jlegado al sillén presidencial ha gobernado atendiendo a sus antojos e intereses personales; para lo cual han tenido que hacerse sus propias Constituciones, a la medida de sus intenciones y sus calculos politi- cos. La precariedad historica de nuestra democracia ha tenido y tiene esta debilidad. La prueba més fresca es que durante el anterior régimen de fin de siglo, caracterizado por el autoritarismo y la corrupcién, fue necesario redactar una Constitucién especial para permitir a Fujimori perpetuarse en el poder, derogando una Constitucion muy bien hecha como lo fue la de 1979. En este sentido, nos diferenciamos con los paises que conservan una sola Cons- titucién, que se enriquece con enmiendas y disposiciones adicionales adap- tadas a cada época y atendiendo a los cambios absolutamente necesarios. Para la Constitucién de 1828 fue necesario elegir un Congreso Constituyen- te que se instal el 4 de julio de 1827 y terminé su trabajo en marzo del siguiente afio. Fue promulgado por el General La Mar, el 18 de marzo de 1828, como la tercera Constitucién desde la Jura de la Independencia. Fue esta Constitucién la que establecié los tres poderes del Estado y creé las dos Cémaras Legislativas: la de Senadores y Diputados. Esta Asamblea Consti- tuyente también dicté normas con respecto a tierras y comunidades. Como en el caso de nuestros primeros gobernantes republicanos, también oscilé entre marchas y contramarchas sobre el problema de las tierras de reparto. Suspensién de la venta de tierras de Comunidades. Fue ordenada por resolucién legislativa del 3 de dgosto de 1827. Esta nueva norma legal sus- pende toda venta de tierras de las comunidades de indios, en concordancia 48 con la opinién negativa que tenian los legisladores sobre esta materia. Al mes de su instalacién, el Congreso Constituyente decide ordenar a través de su Secretaria la suspensin de la venta de tierras, mediante oficio al Minis- tro de Estado en el Departamento de Gobierno, como se llamaba por aquel entonces a este despacho, en los siguientes términos: El Congreso deseando prefijar todo lo concerniente a tierras de comunidades y no pudiendo verificarla hasta que presenten sus trabajos las comisiones respectivas; ha resuelto, se suspenda por ahora toda venta de tierras de comunidades, mientras resuelva lo conveniente sobre la materia. De orden del mismo lo comunicamos a U. 8. Para que el vicepre- sidente de la Reptiblica disponga lo necesario a su cumplimiento. Dios guarde a U. S. Sin lugar a dudas, esta decisién del Congreso Constituyente favorecié a las comunidades, pues sus tierras en subasta publica se detiene momentanea- mente. Los informes de las comisiones del mismo Congreso permitiran la prolongaci6n de la suspensién o la reiniciacién de los mentados repartimientos y ventas. Esta disposicién fue apenas un respiro en el proceso de enajena- cidn de las tierras comunales dirigida por las comisiones del gobierno de la primera década republicana. Consolidacién de la propiedad privada y libre enajenabilidad de la tie- ra. Sélo ocho meses duré la suspensidn anterior. Con la ley del 31 de marzo de 1828, el Congreso Constituyente convierte a los indigenas y mes- tizos en una «clase de propietarios». Esta norma no solo contintaa lesionan- do a la ya maltrecha comunidad de indios, sino que la acentia, la profundi- za, en pro de la privatizacién. Incentiva la enajenacién, que a la larga se convierte en un mecanismo favorable para la concentracién de la propiedad, que caracteriza al primer siglo de vida republicana. La referida ley dice: 49 Legislacién peruana sobre comunidades campesinas L i. HI. Considerando: Que la justicia y conveniencia publica demandan elevar a los indigenas y mestizos a la clase de propietarios; Que el pupilaje en que han vivido durante el sistema colonial no permite a todos disponer, por ahora, de sus bienes sin correr ries- gos de lesion; Que la instruccién primaria es el medio mds eficaz para sacarlos de ese estado: DECRETA: Art, 1o.- La nacién reconoce a los llamados indios y mestizos por duefos con pleno dominio de las tierras que actualmente ocupen por repartos o sin contradiccién. No son comprendidos en esta declaracién de propiedad los que ocupen tierra por razén de oficio. Art, 20.- A los indigenas y mestizos que en la actualidad estén sin ellas se les asignard las suertes correspondientes segin resulte la estadistica que formen las Juntas Departamentales en sus respec- tivos territorios. Art. 30.- Las tierras cuya propiedad se declara por el articulo primero, podran enajenarse libremente, con tal que sus duefios sepan leer y escribir. Art. 4o.- Verificada la asignacién que se indica en el articulo se- gundo se destinard una parte de los que resultaren sobrantes para fondos de instruccién primaria en los mismos pueblos. Hecha la ley hecha la tampa, dicho popular que encaja perfectamente en, este legicidio de los constituyentes de la primera década de la naciente repit, blica. Desde entonces, fas tierras comunales que se repartian anualmente, segiin las necesidades y el ntimero de las familias se torné en propiedades dk 50 Romén Robles Mendoza indios y mestizos. Son las Juntas Departamentales las que tienen en sus manos la suerte de las tierras para las familias sin tierra. Lo grave de esta ley es el mandato de libre enajenacién a condicién de «que sus duefios sepan leer y escribir». El indio era en ese tiempo mayoritariamente analfabeto, los mestizos también. La escuela era todavia una institucién vedada a los cam- pesinos desde la colonia. Recién esta ley habla de la creacién de fondos para la «instruccion primaria». Pero la enajenacién de tierras se dio a lo largo del Pert andino, no por los mismos campesinos que no sabia leer ni escribir, sino por los ladinos republicanos, los tinterillos y mestizos de las ciudades. El gamonalismo se ingenié de varias maneras para apoderarse de las tierras de estos nuevos propietarios parceleros, amparados en esa ley. «Dicha ley - dice el jurista Atilio Sivirichi, uno de los mas distinguidos estudiosos- sdlo sirvid para vigorizar el latifundismo en el Perta expensas de las tierras de indigenas y muy especialmente de las tierras de comunidad» (Sivirichi: 1946: 101). La Constitucién de 1828. Esta Constitucion entré en vigencia el 18 de marzo de 1828 y se mantuvo hasta el 10 de julio de 1834. Fue promulgado por el General La Mar y consta de diez titulos y 182 articulos. La Constitu- cién de 1828 es la carta de salvacién de la comunidad indigena. En una cuasi rectificacién de la ley anterior, reconoce «.../a subsistencia e intangibilidad de las tierras de las comunidades de indigenas». Es la nica mencién sobre las comunidades. Evidentemente, este precepto constitucional atenus y disminuy6 el despojo de las tierras de comunidades, disfrazado del membrete de indios “propieta- tios”. Desde entonces, las tierras no repartidas en propiedad continuaron entregandose en usufructo al comun de indios, a la usanza prehispanica, que la colonia respeté por mandato de las Leyes de Indias. Se atenud, pero no se detuvo definitivamente el despojo. Los resquicios legales, 1a coercién y la violencia fueron las armas de Jos latifundistas republicanos para esquilmar tierras a las comunidades de indios. 51 Legislacién peruana sobre comunidades campesinas Las leyes del Presidente Ramén Castilla. Para muchos historiadores, el Gran Mariscal Ramon Castilla, ha sido el go- bernante del siglo XIX que mejores dotes de estadista ha demostrado en sus dos periodos de gobierno. Asumié la conduccién de la nacién por primera vez, cl 20 de abril de 1845 y concluyé el 20 de abril de 1851, entregando el poder a don José Rufino Echenique. Su segundo gobierno comenzé6 el 24 de octubre de 1858 y concluyé el 24 de octubre de 1 862, entregandole la insig- nia de mando a otro Mariscal, don Miguel San Roman. Se le considera como e] mejor organizador institucional del Estado, de haber ordenado el gasto publico a partir del presupuesto, de haber logrado mejorar la econo- mia del pais con las consignaciones del guano, haber consolidado la deuda interna y externa, de haber dado el Reglamento de Instruccién publica, ha- ber abolido la esclavitud de los negros, de haber inaugurado el ferrocarril Lima ~ Callao y Lima ~ Chorrillos, de haber promulgado tres Constitucio- nes (El Estatuto Provisorio de 1855, la Constitucién de 1856 y la Constitu- cién de 1860) y leyes de importancia, entre muchas obras de gran interés para el pais. Sobre venta de bienes nacionales. Dos de las leyes dadas por el Presiden- te Ramén Castilla son importantes para el campesinado peruano. La prime- ra tiene que ver con las tierras de comunidades indigenas, de comunidades religiosas, de beneficencias y de establecimientos ptiblicos de instruccion, y la segunda se refiere al tributo indigena. La primera ley fue aprobada por el Congreso de Huancayo y promulgado por Castilla el 6 de agosto de 1846. Mediante esta ley, que consta de once articulos, el gobierno establece la indemnizacién de las tierras enajenadas durante los anteriores gobiernos, en los términos siguientes: Considerando. Que ain cuando en rigor de justicia debieran declararse milas las enajenaciones que hicieron Orbegoso y Santa Cruz de bienes na- cionales y de otros que pertenecian a establecimientos de benefi- 52 _ ___ Romén Robles Mendoza cencia e instruccién publica o indigenas y a comunidades religio- Sas, no puede desatender el Congreso la buena fe de los compra- dores, ni dejar de proporcionar con disposiciones equitativas me- dios de indemnizar a los antiguos propietarios de los actuales po- seedores. Da la siguiente Ley Art. 1°. Los individuos que compraron bienes nacionales desde el 15 de junio de 1835, quedan en posesién de ellos, mientras el gobierno les devuelve en el término de seis afios, las cantidades que por ellos hubieran dado y el valor de las mejoras necesarias y titiles que tuvieren las fincas al tiempo de su entrega. Mas, si den- tro de seis aftos no devuelve el gobierno las cantidades y el valor sobre dichos, se declararé alos compradores en pleno dominio de los fundos que hubieren comprado... Art, 3°. Los compradores de bienes pertenecientes a estableci- mientos publicos de instruccién, beneficencias, 0 comunidades religiosas o de indigenas, o a cualquier oira clase, que se hubie- ran enajenado por Orbegoso y Santa Cruz, después del 15 de ju- nio de 1835, percibirdn de la Caja de Arbitrios el rédito del seis por ciento anual sobre los capitales en que hubieren comprado estas fincas; siempre que dichos compradores los devuelvan a sus anteriores propietarios; pero si no quieren hacer esta devolucién, percibirdn los anteriores propietarios de la misma Caja de Arbi- trios, el canon 0 merced conductiva que les rendian sus fincas antes de la enajenacion.... Esta ley es indirectamente pro terrateniente, en la autorizada opinién de Atilio Sivirichi: porque asigna intereses a los capitales de los compradores, lo que hace imposible las devoluciones de tierras a las comunidades y a los pequefios propietarios, Este mecanismo de establecer réditos sobre la inver- sin en tierras, lejos de favorecer a los campesinos perjudicados en la enaje- BE) Legislacién peruana sobre nacién de sus tierras, favorece la perpetuacién de los compradores de tic rras al interior de las tierras de comunidades. Supresi6n del tributo. Por decreto del 5 de julio de 1854, Ramon Castille da por suprimido el Tributo Indigena, que en la practica venia pagande desde la colonia, con la denominaci6n de “contribucién de indigenas”. Este es la segunda norma que suprime este tributo. Ya el Protector San Martin dio el primer decreto, el 27 de agosto de 1821, por considerarlo «vergonzo- so». Pero cinco aiios mas tarde, el libertador Simén Bolivar lo restablecié apelando a la “delicada situacién econdémica” del pais. Ramén Castilla, que se encontraba en Ayacucho en contienda por el poder con Echenique apro- veché la ocasién para ganarse a los indigenas a su favor, firmando este de- creto de abolicién del tributo, en la idea de “nunca mas restablecerla”. Por su especial importancia, reproducimos el texto completo de esta norma: 1.- Que la independencia conquistada con tantos sacrificios es un vano nombre para la mayorfa de los peruanos que viven en la mas dura esclavitud y el mds:completo envilecimiento. 2.- Que la causa primordial de este fendmeno deplorable y que tanto damo causa a la Reptiblica, es la contribucién de indigenas, rechazada por la politica y por la economia, como injusta y des- iructora de todo germen de progreso. 3.- Que la providencia ha salvado con el recurso extraordinario de huano el déficit de las rentas, inico y vergonzoso efugio inven- tado para sostener la capitacién como una de las entradas comu- nes del Erario. 4.- Que emancipada la raza indigena de humillante tributo im- puesto sobre su cabeza hace tres y medio siglos, y elevada por el natural efecto de la civilizacién, el Pert ganaria una poblacién numerosa y productora, que indudablemente le ofreceria una con- 54 __Romén Robles Mendoza iribucién mas ricay no bafada en las lagrimas y en la sangre del contribuyente. 5.- Que la generacién politica, proclamada por los pueblos para corregir los abusos monstruosos de la administracién del General Echenique, tiene el fin esencial de hacer practicos los derechos de libertad, igualdad y propiedad escritos en la Constitucion de la Repiiblica, y de hacer en adelante imposibles las dictaduras des- honrosas, fundadas sobre el envilecimiento de las masas. DECRETO.: Art, 1°. Desde el ato 1855 queda suprimida la contribucién deno- minada de indigenas, quienes no contribuirdn desde entonces sino en los mismos casos y en la misma forma que los demas habitan- tes del Pert Art, 2°. Para sostener al ejército de ciudadanos que ha de dar libertad a sus hermanos, se adelantard como el tiltimo y mds fruc- tuoso sacrificio el semestre de Navidad del presente afio Art. 3°. El gobierno, por decretos especiales, asignaré oportuna- mente el sueldo de los Sub-Prefectos y Gobernadores, que ahora se cobra de la contribucién; y dispondrd el modo de reemplazar ventajosamente, para el servicio de los hospitales, la parte deno- minada tomin, que les esté aplicada. Art. 4°. Se publicard este decreto con toda la solemnidad que co- rresponde a su inmensa importancia; verificdndose por bando en todos los pueblos, celebrdndose por tres dias consecutivos, y de- jando fijados copias, por dos meses al menos, en los lugares de costumbre. 55 Legistacén peruana sobre comunidades campesinas Evidentemente, la supresion del tributo indigena tuvo sus efectos politicos y econdémicos. De inmediato, las masas campesinas de la sierra se pronuncia- ron a favor del decreto y apoyaron en todos los frentes las acciones de rebeldia de Castilla contra el Presidente Echenique. En lo econdémico, la supresién del tributo indigena significé la pérdida de casi la cuarta parte del presupuesto nacional. En ese entonces se calculaba el presupuesto global en 5°582,404 pesos anuales. Los indigenas aportaban con el tributo, la suma de 1’400,000 pesos anuales. Don Jorge Basadre dice sobre este espectacular acto de Castilla: “Con este decreto, el liberalismo de la segunda genera- cién se escapa del terreno puramente académico para acercarse a las ma- yorias de la poblacién del pais y formular una reivindicacién netamente popular... Pero, de otro lado, este contenido social del segundo liberalis- mo, voceado en el decreto de Ayacucho, resulta timido y unilateral. El problema indigena aparece visto como problema fiscal y no como proble- ma econémico y educacional..” (Basadre, 1960: 99). Indudablemente, la opinién del historiador recoge las ideas de José Carlos Mariategui, de Abelardo Solis, de Hildebrando Castro Pozo y otros estudiosos, que en los afios veinte del siglo que terminé definiieron con claridad sobre las solucio- nes del problema fundamental de los indios en el Pert. Ni los liberales de la primera generacién, con Luna Pizarro, Sanchez Carrién, Vidaurre; ni los liberales de la segunda generacién con Manuel Ignacio de Vivanco, Ramén Castilla y los hermanos José y Pedro Galvez avisoraron una solucién inte- gral del problema dentro del contexto politico de mediados del siglo XTX. Pero el alivio del pago de tributos del campesinado andino no duré mucho. Fue restablecido en 1877 por el Presidente José Pardo, con el nombre de contribucién personal y apelando como siempre a las “dificultades financie- ras del Estado”. Dos afios mas tarde, al iniciarse la guerra con Chile, la «Contribucion personal» tomé otra denominacioén mucho mas puntual, cir- cunscrita a los nuevos acontecimientos nacionales: «recurso de guerra». Estas son, en resumidas cuentas, las marchas y contramarchas legales de los gobiernos del siglo XIX con la pesada carga tributaria que los indigenas soportaron desde la Colonia. 56 Romén Robles Mendoza Decreto del Presidente Nicolas de Piérola. Piérola se declara protector de la raza indigena. Por decreto dictatorial del 22 de mayo de 1880, Piérola se declara Protector de la raza indigena, en raz6n de que es «...objeto de desafueros y exacciones contraria a la justi- cia...» En pleno conflicto bélico con los vecinos del sur, este decreto dice a la letra: Considerando: 1°.- Que la raza indigena ha sido y es atin, en el pais, objeto de desafueros y exacciones contrarias a la justicia y que reclama eficaz reparacion; 2°.- Que si bien la situacién de guerra, en que nos hallamos, no permite toda la consagracién que la importancia de este asunto demanda, no es posible tampoce desatenderlo, por mas tiempo. En uso de las excepcionales facultades de que estoy investido y con el voto undnime del Consejo de Secretarios de Estado. DECRETO: Art. 1o.- Declaro unido a mi cardcter de Jefe Supremo de la Reptiblica, el de Protector de la raza indigena, titulo y funciones que llevaré y ejerceré en adelante. Art. 20.- Los individuos y corporaciones pertenecientes a esta raza tienen el derecho de apelar directamente a mi, de palabra o por escrito, contra todo atropello, injusticia o denegacién de ésta que sufriesen por parte de toda autoridad, cualquiera que sea su de- nominacion y jerarquia, quedando exceptuado de las leyes comu- nes a este respecto. 57 LLegislacion peruana sobre comunidades campesinas Art. 30.- En caso de castigo por dafio inferido a un habitante del pais, la circunstancia de pertenecer éste a wna raza indigena, serd considerada como agravanie para la aplicacién de la pena. Art, 4o.- Toda servidumbre o contribucién exigida al indio y no impuesta a los demés, ser considerada como de datio piiblico. La disposicion legal de Pigrola es eminentemente paternalista y verbalmente elocuente en pro del protectorado del indio. No se disponen de datos acerca de cuanto fue realidad el «derecho de apelar directamente a mi» o de que alguien fuera condenado por castigar o maltratar al indio. Por el contrario, las luchas campesinas después de la Guerra del Pacifico tuvieron caracter reivindicatorio contra los problemas e injusticias sobre el campesinado. Es- tos movimientos campesinos que se prolongan hasta los aijos sesenta del siglo XX desdicen el cardcter del protectorado del Presidente Nicolas de Piérola. Sin embargo, el campesinado de las comunidades tuvo destacado papel en la guerra de resistencia contra la invasién chilena al territorio na- cional, como lo han demostrado diversos estudios realizados durante las celebraciones del centenario de Ja Guerra con Chile.

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