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NORMALIDAD, CONFLICTO PSiQUICO, CONTROL SOCIAL Sociedad, salud y enfermedad mental Enrique Guinsberg UNIDAD XOCHIMILCO Disefio ¢ ilustracién de la portada: Sergio Romero Sanchez, Bogota Cuidado de la edici6n: Enrique Guinsberg Primera edici6n: marzo de 1990 Segunda edicién: octubre de 1996 NORMALIDAD, CONFLICTO PSIQUICO, CONTROL SOCIAL. Sociedad, salud y enfermedad mental. © UAM-Xochimilco © Enrique Guinsberg © Editorial Plaza y Valdés, S.A. de C.V. Derechos exclusivos de edicidn reservados para todos los paises de habla espafiola. Prohibida la reproduccion total o parcial por cualquier medio, sin autorizaci6n escrita de los editores, Editado en México por Plaza y Valdés Editores, Manuel Maria Contreras No. 73 Col. San Rafael Tel. 705-00-30 México, D.F. ISBN: 968-856-232-7 HECHO EN MEXICO Breve prélogo a la segunda edicién Es algo muy conocido que todo autor jamds ve como concluido un texto y siempre quiere hacerle cambios, agregados y correccio- nes. Y si incluso pretende hacerlo cuando el trabajo est4 en pro- ceso de edicién o en las pruebas finales ,cémo pensar que no ocu- rrir4 luego de algunos afios, m4xime en una época donde todo tipo de transformaciones se producen en todos los campos del conoci- miento con sorprendente rapidez? La inexistencia de cambios en esta segunda edicién de Norma- lidad, conflicto psiquico, control social, no es por no querer ha- cerlos sino porque, al contrario, se harfan tantos que, como ya est4 escrito en la "Introduccién" respecto a un texto anterior, serfa casi de hecho otro libro. Por tanto los tinicos que se hacen son en los articulos del "Apén- dice", reemplaz4ndose los que se publicaron en la primera edicién -La practica psicoanalitica para sectores populares: aspecto "ol- vidado" de la relacién con el marxismo y El trabajo argentino en salud mental: la prdctica entre la teorta y !a polttica-, textos de los que no se reniega sino que se reemplazan por otros dos de ma- yor actualidad e importancia para nuestro conflictivo presente, con temdticas que deberfan ser unos de los centros del estudio e investigacién psicolégicas y psicoanalfticas: una lectura de esta tiltima escuela desde la perspectiva de la relacién hombre-cultura, y una concretizaciOn de esto respecto a la subjetividad que se construye en el modelo neoliberal. Presentacién En Ja que se explica de que un trabajo anterior se reedita pero se trata de otro libro por sus nuevos capitulos, visién autocritica y diferente perspectiva de la problematica abordada El presente libro, ées la 4a. edicién de uno anterior que llevaba como titulo el actual subtitulo, o es un texto nuevo? En realidad es ambas cosas: si las tres primeras ediciones de Sociedad, salud y enfermedad mental fueron, musicalmente hablando, como un tema con variaciones -cada una tuvo distintos agregados, apén- dices y la dltima hasta un prélogo “para una lectura critica"-,la actual tiene tantos materiales nuevos que, de hecho, es ya un nuevo libro. Mantiene sin cambios el original, pero sus dos nuevos capitu- los y esta Presentaci6n son de por si bastantes mas extensos que la versi6n original. Pero no se trata sdlo de un problema cuanti- tativo, sino que los trabajos nuevos modifican sustancialmente las ideas iniciales al incorporar visiones diferentes de la proble- matica abordada. Por ello el nuevo titulo y el mantenimiento del anterior como subtitulo, forma indicativa tanto de cambios como de permanencias en un proceso de elaboracién sobre una tema- tica que seguramente continuara con otros materiales en el futuro Los dos nuevos y extensos capitulos buscan, sin pretensidn de una visi6n total y acabada, penetrar en las nociones que sobre "salud" y "enfermedad" mental tienen las escuclas psicoanalfticas y el movimiento alternativo de criticas a la psiquiatria, impugna- dores ambos de los conceptos tradicionales al respecto y produc- tores de posturas que permiten repensar una problematica que exige imperiosamente los replanteos tanto en el plano teérico como de la instrumentaci6n practica. En ambos capitulos la intenci6n es ofrecer una visidn objetiva -con todos los limites conocidos sobre la objetividad- sobre las opiniones de los auto- res citados al respecto, raz6n por la cual se ha preferideo citarlos extensamente para reflejar sus conceptos. Pero en ninguno de ambos capitulos se pretende, al menos en este texto, hacer referencia ni a todos los autores ni a todas las escuelas de tales campos tedricos, pero si a los centrales 0 representativos de especificidades de ellos; en el caso del psicoanilisis son notorias las ausencias, entre otros, de Jung, Adler y, especialmente por su peso actual, de Lacan. En la tercera edici6n del libro original aparecié un no casual- mente titulado Prélogo para una lectura critica, en donde se narraba su historia y se formulaban miltiples observaciones que es pertinente reiterar, ahora aumentadas por una perspectiva aun mas autocritica. Luego de indicarse que el libro aparecié en Buenos Aires en 1973, su segunda edici6n en la Universidad Aut6noma de Pueblaen 1976ylatercera en la UAM-X en 1981 -las dos ultimas con otros materiales en sus Apéndices- se escribfa, en un texto revisado para esta edicién, que quince afios es mucho tiempo para el actual desarrollo del conocimiento, lo que obliga a repensar importantes aspectos de este material. GQuién podria repetir sin modificaciones algin trabajo, incluso cn un lapso menor? Sélo con ausencia de capacidad autocritica, por estan- camientol intelectual, o -posibilidad remota o simplemente im- posible- por haberse logrado un texto perfecto. Si hoy este es un libro distinto, épor qué entonces publicar de nuevo el original? Simplemente porque, pese a los cambios, sigue siendo util, continda presentando una vision general de un problema central tanto psicolégico como social, y brinda sufi- cientes elementos que pueden servir como "puntas" para conti- nuar lecturas, profundizar conceptos, proseguir estudios. Y mas todavia cuando pese a la importancia crucial de la problematica abordada -éacaso, mds alld del problema teorico,no existe siem- pre, aunque se lo niegue, un criterio de salud, manifiesto o latente, en toda practica psicolégica ?- |os estudios al respecto son extra- fiamente escasos, sobre todo en lo referente a trabajos que lo encaren desde una perspectiva global, es decir incluyendo para- metros especificamente psicolégicos dentro del ambito social y mostrando sus aspectos ideolégicos. Por eso esta publicacién, mas alla de sus limitaciones y errores: para cubcir una necesidad, ser utilizado como provocador de estudio y de polémica, y como ayuda para pensar en esos problemas a través de su lectura critica. Desde la actual lectura critica el énfasis seria colocado en tres aspectos centrales que deberian corregirse -algo ya se hace en esta Presentacién y con la inclusién de los nuevos capitulos- e incluirse en la lectura. Es claro que las siguientes menciones van alos aspectos generales sin detenci6n en todos y cada uno de los conceptos escritos. El primero tiene que ver con el lector al que iba dirigido el trabajo: la editorial que lo publicé solicitaba textos para el publico amplio al que dirigfa sus colecciones (de lectura posible por persona de nivel medio y no especializado). Aunque tal prop6sito no fue totalmente logrado, al punto que el libro ha sido y es utilizado como material de trabajo de estudiantes y profesionales de psicologia. Pero tal objetivo no logrado de hecho imprimié un estilo de escritura y de nivel teérico. El segundo aspecto, referente al contenido, es consecuencia de las caracteristicas del momento histérico-politico latinoame- ricano en general, y argentino en particular, y sus influencias en el campo teGrico-practico de la psicologia. Como esto se deseri- be en uno de los articulos incluidos en el Apéndice, aqui sélo cabe resefiar minimamente ese proceso en lo atinente a su efecto 9 en el contenido de este libro. Sin entrar al andlisis del perfiodo argentino que comienza en 1966 y encuentra su apogeo en los comienzos de la década de los setenta -época de profundas convulsiones sociales y politicas en gran parte del mundo-, debe observarse como repercute en una importante radicalizacion de sectores medios, especialmente de capas estudiantiles e intelec- tuales -en el campo de la salud mental incluida- influencia que abrird importantes perspectivas tanto teéricas como practicas. En cl momento de su redaccién y publicacién se hallaba en fuerte desarrollo una amplia polémica dentro del sector de la salud mental en torno al sentido social de la practica psicolégica, donde se cuestionaban los criterios terapéuticos adaptativos y se daba fuerte importancia a los aspectos sociales en la forma- cién del psiquismo y en sus trastornos. Estudiantes y profesio- nales abrfan nuevos rumbos, que implicaban criticas a contenidos de ensefianza asi como la ruptura de asociaciones profesionales (sobre todo la Asociacién Psicoanalitica Argenti- na) que eran centros nerviosos de expresién ideolégica de las tendencias cuestionadas. Ese trabajo (Sociedad, salud y enfermedad mental) de hecho fue parte y producto de esa polémica, no escapando a sus inevitables consecuencias, 0 sea cayendo en deficiencias y aca- loramientos derivadas del momento y de la discusién. Es enton- ces correcto y necesario su reconocimiento y correccién. Como ya fuera sefalado, gran parte de la polémica girada en torno a las variantes de aceptacidn o critica al o los modelos “pulsionales" que gran parte del campo profesional utilizaba, tedrica y practicamente, como tinicos nicleos explicativos de la estructuraci6n del psiquismo y de su patologia. Por eso la parte central de ese trabajo se dedica a sefialar la importancia de la estructura social en la génesis de tales procesos. De alguna manera puede entonces sentirse que se cae en lo que en el propio texto se critica como desviacidn sociologista, cosa no deseada pero existente por el énfasis colocado en sefia- lar tal importancia: asi como por la utilizacién de conceptos marxistas demasiado simplificados (tipicos de esa época). También se realiza una reiterada critica a una determinada practica de signo psicoanalitico, basada en que en el contexto argentino su influencia es predominante y también porque era en gran medida centro del cuestionamiento. Pero tal critica no estaba ni estd dirigida contra la teoria psicoanalitica sino hacia la practica realizada por sectores ortodoxos ¢€ institucionales de tal teorfa, expresiones coherentes de una ideologia adaptativa, conformista y burguesa. En el presente libro el capitulo dedicado al psicoanilisis aclara esta situacidn. Es precisamente por esto que Sociedad, salud y enfermedad mental es un andlisis de los criterios de salud mental hecho més desde una perspectiva sociolégica, comprendiendo lo psicoldgico, que desde una perspectiva psicoldgica con inclusion de lo social. Tal la principal limitacién de ese trabajo y, practicamente, tam- bién la razén por la cual, pese a ella, continua siendo un trabajo vilido. El tercer aspecto, derivado del anterior, es una importante ausencia del marco teérico psicoanalitico en el planteamiento tedrico del problema abordado, ausencia que en este nuevo libro se cubre con un largo capitulo que ayuda también a Ilenar las limitaciones sefialadas en el parrafo anterior. Una reescritura total del libro implicaria otro texto, mas alla de que mucho de lo escrito se repetiria, aunque seguramente reformulado o ubicado en otro marco contextual. Los capitulos segundo y cuarto -importantes por lo ya sefialado para ese momento concreto- ahora plantean cosas demasiado evidentes y casi incuestionables, aunque muchas de ellas discutibles pero €n otro nivel, diferente al de ese momento. Hoy deberfa anali- zarse como el hombre es un ser social -el slo hecho de que en quince afos esto sea ampliamente compartido por un amplio sector de profesionales de la salud mental es algo muy importan- te, aunque en estos momentos un sector no desdejfiable tiende 11 anegarlo oa disminuir su valor-, sino mas bien aspectos especi- ficamente psicoldgicos que son consecuencia de tal planteo. Deberia entonces hacerse centro en las implicaciones sociales sobre el psiquismo (represiGn de pulsiones y sus consecuencias, formacién del yo y del supery6, etc.), asi como en el anilisis de la Hamada "obra socioldgica" de Freud, buscando diferenciar entre sus planteos altamente valiosos y otros mas ideologizados. En sintesis, deberfa concretarse el planteo central del hombre como producto social estudiando cémo las distintas sociedades buscan construir el modelo de hombre necesario para su mante- nimiento y reproduccién (lo que implica ver los contenidos especificos de su yo y supery6, las fantasias fomentadas, sus patologfas aceptadas, los modelos de "salud" propugnadas, etc.). Se trataria, en definitiva, de aportar al tema desde la perspectiva de una necesaria articulacién entre psicoanilisis y el conoci- miento social, yendo mas all4 de las vagas y poco profundas propuestas intentadas hasta ahora (sobre todo por quienes lo hicieron intentando vincular psicoanilisis y marxismo, aunque desde una visidn stalinista y dogmatica de éste). Los anteriores son los planteos autocriticos centrales, pero habria también muchos otros datos parciales a aclarar, lo que extenderia demasiado este escrito inicial. Por sdlo citar uno, es necesario sefalar que las criticas referencias al sentido de las terapias analiticas planteadas en el capitulo cinco también par- tieron de lo ya sefialado previamente, sobre todo de la polémica y cuestionamiento de cierta parte del propio campo analitico argentino e internacional que rompi< con las instituciones ana- liticas y sus propuestas ortodoxas, pero sin hacerlo con la praxis psicoanalitica. Si bien en lineas generales el contenido de ese capitulo mantiene cierto valor, seria necesaria una mayor puntualizacién y anilisis de aspectos mas definidos que, de no hacerse, caen en el torrente general. Porque si bien es cierto que una "salud mental" total (suponiendo que pueda detinirse primero que es 12 y luego lograrse) no puede obtenerse al margen de cambios sociales estructurales -y esto tampoco implica una garantia de éxito- es absurdo esperar tales cambios para lograr mejoras, aunque parciales, en una persona, familia, pareja o grupo. Res- pecto al tema del sentido y posibilidades de las terapias puede verse algo més en un trabajo conjunto escrito posteriormente.! En la edicién de la UAM-Xochimilco de 1981 se incluyé un Apéndice con tres articulos de alguna manera vinculados al tema central del libro, que ahora también se incluyen en éste. Sdlo se elimina uno referente a la relaci6n entre psicoanilisis y marxis- mo, por sostener planteos muy discutibles, sin que esto implique la conviccién de que no debe continuarse la bisqueda en tal cambio, aunque debe hacerse con pardmetros que nieguen los dogmatismos que esterilizan a ambos cuerpos tedricos. Tampo- co se incluyen, por razones de espacio, otros trabajos sobre el tema del presente libro que ya fueron publicados en otros lugares. éPor qué el nuevo titulo del libro? Porque es preciso aclarar la confusién/vinculacidn que existe entre los distintos aspectos senalados en el mismo y en el subtitulo, analizar las relaciones y precisar las diferencias. Los nuevos capitulos aportan decisiv: mente a tales propésitos y posibilitan una perspectiva csencial- mente diferente de esta problematica. Puede parecer una paradoja, y lo es, que salud mental sea algo tan utilizado, incluso como denominaci6n de un campo especi- fico -cacaso no se los define como "profesionales de la salud mental" y existen multiples "institutos de salud mental"?- y a la 1 Marie Langer-Enrique Guinsberg, J. del Palacio, Memoria, historiay didlogo psicoa- nalitico, Folios Ediciones, México, 1a. ed. 1981, 2a. ed. 1983; 1a. ed. argentina, Buenos Aires, 1984. Hay ediciones en alemén, en portugués y en inglés. 2 Entre otros: "Salud mental en América Latina’, ponencia presentada en el X Congreso Mundial de Sociologia, México, 1982, en Salud problema, Macstria en Medi- cina Social de la UAM-X, México, No. 9, 1983; "Salud mental, psicoandlisis y tiberacién ea América Latina’, trabajo presentado en el Congreso Interamericano de Filosofia, 13 vez su definicién 0 conceptualizacién resulte tan compleja y polivalente que no pocos la consideran imposible. Sin embargo su uso continua en sectores profesionales y en los que no lo son, seguramente como consecuencia de una lamentable transpola- ci6n proveniente del campo médico, y de la que la psicologia no siempre quiere 0 puede desligarse como debiera hacer. Uso persistente pese al reconocimiento, aunque no en todos los casos, de la imposibilidad de su conceptualizacién en términos mas 0 menos precisos, y de su relativizacién con relacién en parémetros hist6ricos y regionales. Sientonces tal uso en el campo profesional y teérico es de por s{cuestionable, mucho mas lo es -por sus connotaciones ideo!6- gicas y politicas- convertirlo en sinénimo de normalidad, de forma que una persona definida o considerada psiquicamente normal se equipare a mentalmente sana, cuando no sdlo no es valido sino incluso puede pensarse lo contrario desde una pers- pectiva diferente. Ya el movimiento alternativo de critica a la psiquiatria -también el psicoandlisis- han dicho bastante al res- pecto, como puede verse en los capitulos de este libro que se dedican a ambos marcos tedéricos. El origen del término es grafico al respecto, tal como lo sefala Ivan Illich: Norma’ en latin significa escuadra, la escuadra del carpintero. Hasta los afios 1830 y siguientes, la palabra inglesa ‘normal’ significaba tenerse en angulo recto. Durante los afios 40 llegé a designar cosas que se ajustaban a un tipo comin. En los ochentas, en los Estados Unidos, pasé a significar cl estado o condici6n habitual, no s6lo de las cosas, sino también de las personas. Unicamente en nuestro siglo pudo emplearse para evaluar a la gente. No obstante, en Francia la palabra fue Guadalajara, 1985, en Tlacayeliztli, Escuela de Psicologia de la Universidad Auténoma del Estado de Morelos, Cuernavaca, No. 1, 1987, y en Boletin de Psicologta, Departa- mento de Psicologia y Educacién de la Universidad Centroamericana José Sime6n Canas, San Salvador, No. 23,1987; "Salud mental, pazy terrorismo de Estado”, en revista Nueva Sociedad, Caracas, No. 89, 1987;"Salud mental, alienaciény Derechos Humanos’, en el libro de autores varios Psiquiairfa, politica y Derechos Humanos, Plaza y Val- dés/UAM-Xochimilco, México, 1987. 14 traspuesta de la geometria a la sociedad un siglo antes. ‘Ecole Normale’ designé a la escuela donde se formaban los maestros para el Imperio. Auguste Comte fue el primero en dar a la palabra una connotacién médica alrededor de 1840". Por su parte, un autor del campo psicolégico clasico, destaca sobre ésto: "El concepto de ‘normalidad de las cosas’ nace muy tardiamente -cuando menos en su expresidén- en la mente huma- na. Nace de una larga observaci6n empirica o de un estudio estadistico (método muy reciente) de los fen6menos naturales, que llamamos ‘normales’ cuando obedecen a ciertas condicio- nes. Estas condiciones pueden reducirse a las siguientes: a) un cierto grado de uniformidad tipolégica (uniformidad espacial y formal; tendencia a la identidad en la forma); b) un cierto grado de frecuencia (uniformidad en el tiempo; ritmo de aparicién; constancia relativa del nimero); c) un cierto /imite maximo y minimo de variacién en \as dos condiciones anteriores; d) una cierta correspondencia entre el fenémeno, el ambiente en que se manifiesta y el momento o tiempo de manifestacién. Los ejemplos que comprueban la nacesidad de estas condiciones estan constantemente presentes -objetivamente presentes- ante nuestra capacidad decaptacién o apercepcidn de los fenédmenos. No es preciso aqui apelar a ellos. Son los que han servido a la mente humana, a través de los siglos, para crear el concepto abstracto de la ‘normalidad’ de las cosas. Los fendmenos que no obedezcan al conjunto de las cuatro condiciones antes enumera- das son anormales”. "Normalidad" no es entonces otra cosa que el respeto 0 cumplimiento de una norma 0 condici6n mayoritaria imperante en un determinado marco social 0 en una época también deter- minada, y que puede, o no, cambiar en otras circunstancias. Concepto que en la versi6n inicial de este libro se menciona 3. Iwan Mlich, Némesis médica. La expropiacién de la salud, Barrat Editores, Barcelona, 1975, p. 147. 4 Gustavo Pittaluga, Temperamemto, cardcter y personalidad, Fondo de Cultura Eco- némica (Breviario No. 90), México, 1970, p.7y 10. 15 como criterio estadistico-adaptativo de salud mental. Resulta evidente, y la historia lo demuestra, que esto es algo que dificil- mente coincide siempre con la idea de salud. éEs acaso necesario reiterar -aunque el ejemplo sea médico- lo tantas veces dicho de que tener caries es normal pero no sano? Y ya dentro del campo psicolégico, la persona normal en los paises europeos centrales en el periodo de transicidn del feudalismo al capitalismo éacaso no reunfa las caracteristicas que hoy se definen propias del neurGtico obsesivo: frugalidad, orden, avaricia, etc., necesarias para la indispensable acumulacion de riqueza, y hoy incompati- bles con el alto consumo que exige la sociedad capitalista de esos paises? Si bien en el capitulo tres de Sociedad, salud y enfermedad mental se abundara al respecto, es importante remarcar desde ahora la fundamental incidencia de los factores sociales domi- nantes sobre lo que se entiende como normal o se define como desviado. Al respecto escribe Thomas Scheff: "Los conceptos que parecen mas adecuados para la tarea de analizar los sinto- mas psiquidtricos desde un punto de vista sociolégico son dos: la transgresién de las reglas y la desviacién. La transgresién de las reglas se refiere a la conducta que viola abiertamente las reglas aceptadas por el grupo. Los socidlogos suelen considerar estas reglas como normas sociales. Para interpretar los sintomas de las enfermedades mentales como violaciones a las normas sociales, debemos especificar el tipo de normas que entran en juego. La mayor parte de esas violaciones no implican que el transgresor reciba el r6tulo de enfermo mental, sino el de male- ducado, ignorante, pecador 0, simplemente, atormentado, se- gun el tipo de norma de que se trate. Sin embargo, existen muchisimas normas respecto a las cuales el consenso es tan completo que los miembros de! grupo parecen darlas por senta- 5 Sobre las caracterfsticas de tal modelo psfquico véase Michael Schneider, Netrosis y lucha de clases, Siglo Veintiuno Editores, México. 1979. 16 do. Gran cantidad de normas de ese tipo rigen incluso en la conversacién mas simple". El mismo Scheff, citando a Ullman y Krasner, precisa mas su idea al respecto: "No hay discontinuidad entre los modos de ajuste deseables e indeseables, 0 entre conducta ‘sana’ y ‘enfer- ma’. La primera implicacién importante de este enfoque la constituye el problema de cémo identificar una conducta desea- ble o indeseable, adecuada o inadaptada. Puesto que en casi todos los sujetos que muestran un comportamiento inadaptado no entran en juego entidades nosoldgicas, sugerimos, como respuesta general al problema, que la designacién de una con- ducta con el rétulo de patolégica 0 normal depende de la sociedad en que vive el individuo” (...) "De manera especffica, si bien no existen conductas individuales adaptadas a todas las culturas, hay en todas €stas, respecto al funcionamiento de la persona adulta, expectativas o roles definidos en funcidn de la responsabilidad familiar y social. Junto con los roles estableci- dos, existe toda una gama de refuerzos potenciales previstos. El individuo que manifiesta una conducta inadaptada no satisface por completo las expectativas creadas por su rol, no responde a todos los estimulos realmente presentes, y no obtiene las formas de refuerzo tipicas o maximas disponibles para una persona de su status (...) La conducta inadaptada es aquella que juzgan impropia las personas claves en la vida del individuo". Conceptos que permiten a Scheff definir con precisi6n sus significaciones: "Esta formulacién, replanteada en términos so- ciolégicos, equivale a afirmar que la desviacién es la violacién a normas sociales, y determina sanciones negativas por parte de la sociedad. Una vez mas, el paralelo entre la formulacién psicolégica y la sociolégica es muy estrecho. La formulacién de la conducta inadaptada en funcién de las expectativas de los roles y del esfuerzo constituye un instrumento psicolégico po- 6 ‘Thomas Scheff, Elrol de enfermo mental, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p.35. 7 Idem, p.27. 17 tencialmente poderoso, puesto que tiende a introducir los meca- nismos de control social y establece, en consecuencia, un fuerte vinculo entre los modelos sistémicos individuales y sociales de conducta. Para mantener este vinculo es necesario tener en cuenta, sin embargo, que, cuando clasificamos una conducta como inadaptada, esa clasificacién se relaciona con las normas de determinada sociedad y no constituye un juicio absoluto". s Sin embargo la opinién critica a la virtual relaci6n salud/nor- malidad es contradictoria con la tendencia dominante en impor- tantes marcos socioldgicos, el funcionalista en primer lugar, por lo que resulta importante presentar la paradigmAtica postura de uno de sus principales tedricos, Talcott Parsons, en un capitulo no casualmente titulado “La conducta desviada y los mecanismos de control social". Desde el inicio mismo destaca" ‘que la dimen- sién desviacién-conformidad era inherente y central a toda la concepcién de la accidn social y, por ende, de los sistemas sociales", existiendo siempre "una expectativa de conformidad con la exigencia de la pauta", y complementariamente "implica la existencia de unos criterios comunes sobre lo que es una conducta ‘aceptable’ o aprobada en algun sentido". Para que no haya dudas refuerza tal posicién al escribir que "a todas luces se aprecia que la concepcién de la desviacién como una perturba- cibn del equilibrio del sistema interactivo constituye la perspectiva mds importante en los andlisis de los sistemas sociales". Parsons no duda acerca de sus sefialamientos, y luego de reiterar que "toda accién social se encuentra orientada norma- tivamente y que las orientaciones de valor incorporadas en estas normas deben hasta cierto punto ser comunes a los actores en un sistema interactivo institucionalmente integrado" -lo que, en sus palabras, convierte al problema de la conformidad y desvia- ci6n en el eje fundamental del anilisis de los sistemas sociales-, explicitamente define que "nuestro interés principal no radica en 8 Idem, p. 27. Subrayado mio: EG. 9 Talcott Parsons, El sistema social, Alianza Editorial, Madrid, 1982; todas tas citas pertenecen a ese capftulo, p. 237 a 305. Subrayados mios: EG. 18 1a integracién interna de la personalidad, sino en el ajustamiento del ego a los objetos sociales y a las pautas normativas". Entendiendo como integracién positiva a la que llama “con- formativa", y negativa a la “alienativa’, no vacilaré en considerar que, en un sentido muy amplio, "Ia persona alienada activamente se encuentra predispuesta hacia el delito individualizado (y) se inclina a desafiar las sanciones, a retar a otros a ‘hacer algo”. No sorprende entonces que de alli salte a una concepcién de "en- fermedad" y postule que "en la sociedad norteamericana la enfermedad se encuentre en gran parte motivada, y por consi- guiente cabe considerarla legitimamente como una forma de conducta desviada". En tal contexto el "control social" es la forma opuesta a la desviacidn, tratandose de "aquellos procesos del sistema social que tienden a contrarrestar las tendencias desviadas, y de las condiciones en que operaran tales procesos", con el objetivo de lograr "el equilibrio estable del proceso interactivo". No buscan la climinacién de tal desviacidn "sino la limitacién de sus conse- cuencias, asf como impedir que se propaguen a otros mas allé de ciertos limites": hay por tanto "un equilibrio entre las zonas de tolerancia y las de restriccién". Si la desviacidn es enfermedad, écémo sorprenderse de la funcidn que le otorga a la psicoterapias, expresién manifiesta de un sentido adaptativo? Vale la pena citar completa una extensa frase reveladora y sin eufemismos: "En la sociedad norteameri- cana el proceso de la psicoterapia constituye el ejemplo en que estos elementos fundamentales de los procesos de control social quedan mas palpablemente a la vista. A ciertos efectos, como sefialaremos varias veces, puede servirnos como prototipo de los mecanismos de control social. No obstante, no debiera olvidarse que la psicoterapia posee una serie de rasgos particulares de los que no participan otros muchos mecanismos en los que se encuentran implicados los mismos elementos fundamentales. En primer lugar, se lleva a cabo en un rol profesional de tipo 19 especializado, y es preciso distinguir entre la estructura de este rolylade muchos otros tipos de control social. En segundo lugar, en su forma clasica, se efectia en una relacién estrictamente entre dos personas, no en un proceso de interaccién de grupo, siendo asf que muchos mecanismos operan a través de situacio- nes mas complejas de grupo. En tercer lugar, las pautas cultura- les del conocimiento cientifico de los procesos psicolégicos y, por tanto, los criterios de valor de la objetividad cientifica desem- perhanaquiun papel preponderante que no se dan en muchos otros casos y, finalmente, el terapéutico extiende su manipulacién cons- ciente de la situaci6n y del sistema de recompensas a la luz de su propia teoria, bastante mas allé de lo que ocurre con otros muchos tipos de mecanismo". Mas alla de la poco necesaria discusi6n acerca de qué entien- de Parsons por "objetividad cientifica", y resaltando -seguramen- te sin querer- lo que los marxistas definirfan con una clara demostracién de ideologia, reitera su funcién de las psicotera- pias: "Las conclusiones generales mas importantes son que sin una planificacion deliberada por parte de nadie, en nuestro tipo de sistema social y, correspondientemente, en otros, se han desarrollado mecanismos que dentro de ciertos limites son ca- paces de prevenir e invertir las profundas tendencias a la desvia- cin en la fase del circulo vicioso que la sittia mas alla del control de las sanciones ordinarias de aprobacién-desaprobacié6n y re- compensa-castigo. La funcidn terapéutica constituye, tal vez, el ejemplo mds comprensible de que hasta qué punto ésto sea cierto". Claro: paginas antes habia sefialado que "es una obligacidn ayudar a la persona enferma a restablecerse", y que "mediante la ‘interpretacién’ es posible enlazarlo nuevamente con los va- lores institucionalizados". Porsupuesto, y podra verse en los diferentes capitulos de este libro, no solamente tal funcidn psicoterapéutica no es la tnica posible sino que es centro de miltiples criticas, aunque -hay que reconocerlo- tal criterio adaptativo-conformista es sustentado, 20 de manera manifiesta o latente, por diferentes escuelas y profe- sionales que Basaglia designa como "funcionarios del consenso”. Incluso la misma concepcidn de “normalidad’, al estilo parsonia- no y estadistico, es cuestionado desde perspectivas con sentido critico y no conformista: es, entre muchos otros, la intencién de Giovanni Jervis -de quien muchose ver4 en el capitulo dedicado al movimiento alternativo a la psiquiatria- que se propone esbo- zar “una critica a laimagen dominante de normalidad y de indicat algunas hipdtesis para la formulacién de una normalidad alter- nativa", Busca mas "bien de atacar la falsa normalidad impuesta por nuestro sistema social", !© En principio Jervis sefiala que, en general, "normal" es consi- derada una persona que "tiene la suerte de formar parte de la definicidn convencional del no trastorno mental: es decir, el que tiene la buena fortuna de no caer en el area de lo que se define como el campo de la psiquiatria. Se comprende con ello que es normal el que se resigna a su dosis cotidiana de sufrimiento y aquel que no es obstaculizado en sus proyectos por especificas dificultades psicoldgicas; y -mas simplemente todavia- el que es aceptado por su ambiente como un individuo que no necesita ser curado (...) Es normal el que se conforma a las reglas domi- nantes, no tiene graves problemas y no plantea graves problemas a los demas". Por supuesto no coincide con tal visidn general y tradicional, recalcando que tal normalidad no es equivalente a salud sino algo mucho mas limitado: "Es licito mantener -escribe- que la normalidad psicolégica no es otra cosa mds que un aspecto de la normalidad social, es decir, del statu quo, del mismo modo que la anormalidad psicoldgica es una forma particular de la inadaptacién. La normalidad psicoldgica es consecuencia de la constante tentativa del poder de mantener los propios privile- 10 Giovanni Jervis, Manual critico de psiquiatria, Anagrama, Barcelona, 2a. ed., 1979. p. 205 a 209. 21 gios mediante una normalizacién social, o sea, en la practica es la no percepcién individual de los conflictos existentes en la sociedad. Es también la continua normalizacién de uno mismo, la construccién de un papel social, de una imagen de uno, que no deben salirse de ciertos limites y deben ser funcionales a los valores sociales dominantes. Ello implica, entre otras cosas, una reduccién de las propias necesidades a los modelos de necesidad impuestos, pero también al esfuerzo de adhesidn activa a un determinado modelo de normalidad"."' Una aportaci6n importante de Jervis, y de alli su bisqueda de otra normalidad no vinculada a la falsa conciencia -aspectos que se verdn en otro capitulo de este libro- es precisamente la vinculaci6n de "normalidad" mas bien con algo muy diferente a salud: "Es licito suponer que normalidad y trastorno no sean mas que las dos caras de una misma medalla, dos aspectos indisolu- bles y artificiosamente separados de una misma realidad social que nos viene presentada como la tnica posible. Somos invitados a atenernos a esta normalidad si no queremos caer en el riesgo de Jos trastornos mentales: pero no se nos dice que es precisa- mente esta normalidad la que lleva consigo, indisolublemente, el trastorno; ni se nos dice tampoco que quizds existan otras posibles realidades sociales y también otros modos de enfrentar- se ala realidad actual, que no son ni la locura, ni el modo de ser anormal al que insistentemente se nos invita". |? 11 Todas las instituciones del sistema social -educativas, religiosas, etc.- tienden a tales objetivos de "normalizacién’, ocupando hoy los medios masivos de difusién un papel hegeménico. AI respecto véase: Enrique Guinsberg, Control de los medios, control del hombre. Medios masivos y formacién psicosocial, 1a. ed. Ediciones Nuevomar, México, 1986, 2a. ed. Pangea Editores/UAM-Xochimilco, México, 1988; y Enrique Guinsberg, Publicidad: manipulacion para la reproduccion, Plaza y Valdés/UAM-Xochimilco, Mé- xico, 1987. 12 Jervis sefiala que la sociedad burguesa contemporénea ha elaborado un modelo de normalidad positiva, o activa, que es algo mas que la normalidad como conformismo: no busca s6lo un individuo obediente, sino uno integrado consigo mismo, pero también 22 Es en virtud de tal cuestionada "normalidad adaptativa" -teo- rizada por Parsons, entre otros y seguida de hecho por otras corrientes psiquiatrico-psicoldgicas-, que Deleule considera que “el concepto de adaptaci6n se ha ido sustituyendo progresiva- mente por el de integracion, es decir: una adaptacidn reforzada, una adaptaci6n total -sin errors una adaptacién de la persona- lidad global ala organizacion".! 3Lo que sin duda resulta funcio- nal para la organizaci6n social, pero revela contradicciones como la que percibe Lasswell: "Muchos psiquiatras han sentido una fuerte tendencia a tildar de enfermizas a todas las desviacio- nes de la ‘norma cultural’, especialmente cuando la persona que disiente se expone al riesgo de recibir reprimendas sociales. Pero esto va en contra de algunos ideales acariciados por nuestra sociedad (se refiere a la norteamericana, pero el planteo es extensible a otras y puede ser generalizado), en la que se supone que hay lugar para el hombre de valor y de convicciones, que no se deja intimidar por la interpretaci6n de los valores que hacen sus contemporaneos. En general, se ha puesto de relieve la existencia de elementos psicopatoldgicos en los no conformistas. Que yo sepa, no se ha puesto de relieve, sin embargo, el elemen- to ‘patico’ en los conformistas; y generalmente no se concibe ni se considera la idea de que una conformidad estricta a los conceptos de la mayorfa puede ser un sintoma mas patolégico que cierto grado de desviacién". EI final de la ultima frase, mas las puntualizaciones de Jervis “entusiasta, eficiente, productivo, dotado de iniciativa y de imaginacidn, espontdnea, sereno y ‘liberado™ (p. 208-209), Sobre esto se hard referencia en un capitulo del libro, ya que Jervis considera que a tal rol contribuyen determinadas corrientes psicoterapéu- licas y psicoanaliti 13 Didier Deleule, La psicologia, mito cicntifico, Anagrama, Barcelona, 1972, p. 148, 14 Harold D. Lasswell, "El efecto del pensamiento psicoanalitico en las ciencias socia- les", en Hendrik M. Ruitenbeck (comp.), Psicoandlisis y ciencias sociales, Fondo de Cultura Econémica, México. 1978, p. 60. 23 y de tantos otros, dan base para los multiples planteos que han sido formulados desde 4mbitos tan diferentes como los filoséfi- cos, socioldgicos, psicoldgicos, etc., que apuntan, desde distintas perspectivas y matices, a un claro cuestionamiento de la "norma- lidad" y de su equiparacion con "salud mental”. Algunas expre- siones en tal sentido podran verse en este libro, y van desde las de Fromm y de algunos marcos psicoanaliticos, hasta las mas radicales y criticas del movimiento alternativo a la psiquiatria que ven en la “normalidad" una forma més alienada y menos valida que la de cierta "locura’. Resulta por tanto incuestionable que todo lo referente a "salud mental", "normalidad" e importantes aspectos de la “Iocura", tiene intima vinculacién con multiples aspectos intervinientes, con in- cidencia cualitativa de todas las expresiones sociales, tal como se lo estudia en todos los capitulos del presente libro. Puede por tanto considerarse que "el estudio de los problemas de la salud mental tendrfa que ser parte integrante del conjunto de la investigacién antropoldgica"! , 0 sea no limitarse para nada al campo exclusivamente psicolégico: se trata de un verdadero problema de tipo transdisciplinario -que escapa a las disciplinas particulares, sin negar los aportes de éstas-, pudiendo ser enten- dido como la sintesis, en el sentido hegeliano-marxista del térmi- no, mds alta de todos los factores que actian en y sobre el ser humano. Si esto es asi, como lo es, resulta evidente la imposibilidad de una conceptualizacién absoluta de "salud mental", en tanto sus formas concretas dependeran de los diferentes aspectos actuan- tes sobre el hombre en cada circunstancia histérica especilica. De alli lo ideal de la clasica definicion de la Organizacion Mundial de la Salud ("Salud mental es el estado completo de bienestar fisico, mental y social, y no sdlo la ausencia de enfer- 15 Félix Guattari, Psicoandlisis y ransversalidad, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1976, p.78. 24 medad"), que queriendo decir todo no dice nada -ées posible imaginar una situaci6n asi, sin ningin conflicto?- pero tiene el mérito de incorporar todos los aspectos que menciona. Lo mis- mo que la de Bertalanffy, que de una manera harto genérica entiende que "la enfermedad mental es al fin de cuentas una perturbacién de las funciones de sistema del organismo psicofi- sico". Si, como podra verse en el libro, es imposible "un estado de completo bienestar" ya que, por sus caracteristicas de sujeto inserto en un marco cultural, es inevitable la existencia de conflictos y no resulta posible la satisfacci6n de todos los deseos, resulta tedricamente mds adecuado y titil eliminar la btisqueda de una definicion absoluta de "salud mental" -que, como ya se vi6, surge como una transpolacién del campo médico al psicolégico- ymanejar la nocién de conflicto psiquico proveniente de la teoria psicoanalitica, clara sintesis de todo lo que incide en el Sujeto psiquico. El concepto de /ocura es también confuso y, no pocas veces, acusatorio y estigmatizante para quienes escapan de los limites de la "normalidad". Como es conocido, por "loco" se entiende tanto a un “enfermo mental" psic6tico como a una persona o actitud creativa (¢Has visto la iiltima pelicula de Buriuel? iEsté loco, es genial!), a una persona entusiasmada por algo o alguien (Esté loco por ella), como a quien plantea o cuenta lo que sale de lo comtin (Es una historia de locos), etc.!’Esa "locura” tan atacada por Ja psiquiatria tradicional y la racionalidad standard, 16 Ludwig von Bertalantty, Teorta general delossisiemas, Fondode Cultura Econémica, México, 1986, p. 228. EI mismo autor entiende que "la respuesta a la falta o no de salud mental de un individuo, depende en tiltima instancia de que disfrute de un universo integrado congruente con el marco cultural que le toque", postura que "deja lugar a Ja dependencia de las normas mentales respecto a ta cultura” (p. 229), lo que lo acerca a una postura culturalista y estadistico-adaptativa. 17 Jacques Adout, de quien se toman esos ejemplos, menciona muchos otros en éLas razones de la locura?, Fondo de Cultura Econdmica, México, 1986, p. 16. El autor se 25 no pocas veces ha sido considerada -incluso mucho antes de que hace décadas lo hiciera la "antipsiquiatria"- como algo necesario para la creatividad, tal como, entre muchas otras, lo atestiguan afirmaciones de personajes famosos y no precisamente “enfer- mos mentales": "Quien vive sin locura no esta tan cuerdo como cree" (La Rochefoucault), "Los hombres son locos tan necesa- riamente que no ser loco seria ser loco con otra clase de locura" (Pascal), "Quizas sin esa exaltacién de la sensibilidad nerviosa que llega hasta la demencia, no habria un genio superior en las artes que exigen ternura" (Stendhal), "El temor a la locura no nos hard dejar a media asta la bandera de la imaginaci6n" (Bre- ton), ete.) Ante esas significaciones miltiples y contradictorias, no pue- de sorprender que el director de una clinica psiquidtrica suiza considere "que el término locura no deberfa utilizarse ya, porque estamos ahora lejos de la €poca en ‘locura’ designaba a un ser peligroso, un ser enajenado, un ser que ha perdido la dignidad humana", por lo que prefiere hablar de “enfermedad mental ola perturbaci6én psiquica, el sufrimiento psiquico"."” Sin embargo para otros "hacer una locura es ceder irracionalmente a un desco y dar el mal ejemplo a todos los que quisieran hacer lo mismo pero que se resisten a ello por razones diversas, generalmente por miedo" 9 bien "la locura consiste, esencialmente, en un cuestionamiento en el interior de un individuo, un cuestiona- miento de si mismo y de los demas y, a través del mismo, un cuestionamiento de todo el mundo’.”* Mientras una connotada psicoanalista "prefirirfa situar el problema en cl marco de la realidad de la locura, es decir, de algo que podria detinirse, en el Ambito del sintoma, como una manifestaci6n enmascarada de propuso estudiar el problema a través de una serie de entrevistas con profesionales que transmiti6 radiof6nicamente por la Radio Suisse Romande en 1975-1976. 18 Idem, p. 18. 19 Christian Muller, en Idem, p. 56. 20 Un médico general, en /dem, p. 34. 21 Ginette Michaud, psicoanalista de Paris, en Idem, p. 206. lo insostenible, ya sea en una situacién familiar dada, ya en un medio de trabajo, en fin, en una situacidn insostenible que no puede expresarse sino slo evocarse mediante el sintoma".”? si a todo esto se agregan las conceptualizaciones psiquidtricas clasicas, resulta evidente la carencia de no sdélo coincidencias, sino incluso de aproximaciones, en torno a esta problematica. La polémica y/o confusién no cambia en lo referente a la etiologia de la "locura": entre tantas otras causalidades y frente a la certeza de su origen organico en los psiquiatras clasicos, una psicdloga francesa prefiere "Ilamarlo el Jenguaje del inconcien- te", ya que ese nivel psiquico "se manifiesta en los enfermos mentales de una manera mucho mas intensa, mucho mas eviden- te, mucho mas angustiosa que en las personas Ilamadas norma- les, que tienen una facultad de represién, que tienen una tapadera con una valvula bien sélida que les evita, precisamente, las salpicaduras del inconciente".~ Podrfan darse muchisimas mas explicaciones, de otros profe- sionales -las anteriores son s6lo una minima muestra de un universo infinitamente mas amplio- tanto sobre el qué como por elpor qué de lo que genéricamente se denomina "locura", ampli- tud reveladora de que al respecto existe una confusién casi similar a la existente para definir a la "salud mental". Por lo que Adout concluye su amplio reportaje, expresando certeramente: "ZY cual es el resultado? Que, en primer lugar, los que, no sé cémo Ilamarlos, cémo designarlos, y que llamo locos para sim- plificar, pertenecen a la humanidad como usted y como yo y s6lo les distingue el hecho de que son victimas de un sufrimiento excesivo que les priva de la facultad de comunicarse directamen- te con los demas y con ellos mismos; que entre ‘el loco’ y ‘el normal’, dos términos que pongo entre enormes comillas, no existe una frontera rigurosa, sino que es tan fluctuante y tenue 22 Maud Mannoni, en /dem, p. 237. 23 Marie-Thérése Schneider, en Idem, p. 133. NS NI que nadie puede percibirla, que todos podemos franquearla, en un sentido o en otro, en cualquier momento. éPor qué? Miste- rio... La dltima palabra de las ‘Razones de la locura’, es ésta: Misterio: No sabemos. Quiz4s sabremos algtin dia, y ese dia venceremos el secreto profundo de la existencia y podriamos encontrar la ecuacién del hombre.Pero no sera mafiana". Sin embargo tal confusidn y polémica -en todos los terrenos sefialados- no es obstaculo para que el campo profesional para- ddéjicamente llamado "de la salud mental" tenga un importante peso en las sociedades contemporaneas, y no siempre al servicio del acrecientamiento de esa escasamente definida "salud men- tal" sino como instrumento del conformismo y del control social, es decir de la "normalidad". Pasados los tiempos en que las formas de dominacién apelaban basicamente a una represién abierta -que por supuesto no ha desaparecido, y mas en momen- tos de crisis- hoy prima, al menos en las sociedades consideradas “civilizadas", formas de control social muchas veces legalizadas en nombre de una supuesta ciencia, caso concreto del campo de la "salud mental", donde la sociedad debe preservar la "normali- dad" y defenderse de la "locura". La institucién psiquidtrica -en el sentido sociol6gico de instituci6n- y sus pardmetros de "salud mental" son el eje de esta forma de control social. Como podra verse en uno de los capitulos de este libro, en la década de los sesentas alcanza su apogeo la denuncia de tal uso de las llamadas disciplinas de la "salud mental". Es por ello que Foucault destaca c6mo "el sufrimiento fisico, el dolor del cuerpo mismo, no son ya los elementos constitutivos de la pena" (aun- que siguen siéndolo) y, "como efecto de esta nueva circunspec- cién, un ejército entero de técnicos ha venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicdlogos, los educadores”.2 Foucault comprende entonces la especificaci6n 24 Jacques Adout, en Idem, p. 444. 25 Michael Foucault, Vigilar y castigar, Siglo Veintiuno, México, 6a. ed. 1981, p 18-19. 28 institucional "de un nuevo tipo de control -a la vez conocimiento y poder- sobre los individuos que resisten a la normalizacién disciplinaria”: "Los controles de normalidad se hayan fuertemen- te enmarcados por una medicina o de una psiquiatria que les garantizaban una forma de ‘cientificidad’; estaban apoyados en un aparato judicial que, de manera directa 0 indirecta, les apor- taba su garantia legal. Asi, al abrigo de estas dos considerables tutelas y sirviéndoles por lo demas de vinculo, o de lugar de intercambio, se desarrolld sin interrupci6n hasta hoy una técnica reflexiva del control de las normas (...) Sus contactos se han multiplicado, con los hospitales, las escuelas, las administracio- nes publicas y las empresas privadas; sus agentes han proliferado en numero, en poder, en calificacién técnica; los técnicos de la indisciplina han proliferado. En la normalizacion del poder de normalizacion, en el acondicionamiento de un poder/saber sobre los individuos" 2° Sin entrar ahora a un desarrollo que se vera luego, y en términos generales, es posible aceptar que “la prdctica psiquid- trica y la demanda social se estructuran en una ideologia especi- fica que atiende a la necesidad del sistema social de resolver las fracturas (dao en el nivel psicolégico) que produce en sus miem- bros, ocultando al mismo tiempo las contradicciones en que ese dario se asienta, para fosibilitar ast la reproduccién del actual modo de producci6n'". Pero, si la comprensién de estos objetivos y su consecuente critica son posibles, y han sido hechos desde diferentes perspec- tivas y Ambitos, la construccién de una altemnativa -que parecia tan sencilla en el idealismo voluntarista de los afios sesenta y setenta, y provocé tantas simplificaciones de signo sociologista- sigue siendo un objetivo muy poco logrado. El abandono de esta busqueda por un importante sector profesional que participaba 26 Idem, p. 302. Subrayados mios: EG. 27 Juan G. Paz-Emiliano Galende, Psiquiatria y sociedad, Granica, Buenos Aires, 1975, p.117. 29 en la misma -hoy seducido por post-modernismos, escepticismos y crisis, como antes lo fueron por una posible "revolucién" social- de manera alguna implica renegar de su necesidad. Tales, entonces, las problemAticas que seran abordadas en el presente libro. 30 L- Sociedad, salud y enfermedad mental 1. Introduccién a. "Juan tiene cuarenta aios, trabaja la tierra desde siempre, ape- nas sabe leer y escribir, apenas sabe contar lo que gana y lo que gasta. Desde joven alivia sus penas bebiendo. Hace un tiempo le tiemblan las manos, casi no come, discute con su compaifiera, castiga a sus hijos. Eldinero no alcanza, la fatiga crece. Juan teje un mundo cada dia, hecho a su medida, y despierta de ese mundo acosado por fantasmas, ruidos, voces... Su mujer llega a un hospital; va a pedir que curen a su marido. Se encuentra con una oficina. Necesita orden del juez. Para ello deberd denunciar asu compafiero ante las autoridades policiales para que su seforia ordene su internaci6n. La mujer viaja de la oficina del hospital a la oficina de la comisaria. De allf al consul- torio de otro hospital cercano a su domicilio, para que le den un papel donde diga: Certificamos que Juan padece de alienacién mental, revistiendo peligrosidad para sf mismo y para terceros, por lo cual requiere internacién en instituto especializado para su mejor estudio y tratamiento. Juan esta en una celda porque su mujer no tiene con quien 31 dejarlo, y estan los hijos chicos; Juan se ha vuelto peligroso. Acosado, sin entender, sus piernas no le responden, sus manos tiemblan cada dia mas, tiene miedo, grita... La mujer consigue concluir el tramite. Ahora Juan debera esperar en una celda un mes para tener una cama en el hospital. Juan deja su celda de madrugada acompaiiado por varios policias. Llega a las ocho de la mafiana al manicomio, Comienza a deambular por las oficinas de admisién. Si todo el papelerio esta en regla, a media manana recorrera otras cuadras sin poder abandonar el hospital para localizar la sala que lo alojara. Hace ocho horas que Juan esta en el vehiculo: atados sus manos y sus pies no siente, no ve, no entiende nada. Si lo hiciera, sentiria la humillaci6n del que se ve obligado a orinarse: porque es tan peligroso que ni siquiera se le permite abandonar el vehiculo. A mediodia llegaré la guardia blanca y Jos guardias azules retiraran al pasajero, que sera: Historia clinica: A su ingreso se lo observa confuso, desoricn- tado. Presenta temblores en sus miembros superiores. Se trata de un habito alcohGlico de larga data. Alucinacién alcohdlica. Se indica tratamiento desintoxicante. Juan queda internado. Le gustan las plantas, empieza a cui- darlas. Comienzan las obligaciones: cuidar las plantas, limpiar la sala, hacer mandados, secundar al enfermero. A cambio Juan tiene ropa no uniformada, come un filete extra con cubiertos, toma leche y puede desplazarse por cual- quier lugar. Historia clinica: Mejorado, licido, coherente, colabora en tareas de la sala. Adaptado al medio hospitalario. Juan trabaja y trabaja. Se le encomiendan trabajos y manda- dos fuera del hospital. Un dia pasa por un bar; regresa embria- gado, pero con el encargo. El personal clama por lo desagradecido que es Juan; es initil hacer algo por él. Juan es obligado a permanecer en cama varios dias; se lo despoja de su ropa, de la comida especial... Pero, équién cuidaré el jardin, los 32 pisos, las camas? Historia clinica: Se fuga por algunas horas, retorna alcoholi- zado. Se indica tratamiento desintoxicante. Juan trabaja en el hospital de la mafiana a la noche; no quiere tener un solo rato libre. No puede pensar. Historia clinica: Mejorado, colabora en tareas de la sala. Adaptado al medio hospitalario. En una fecha posterior se envia una nota al juez interviniente solicitando el alta del paciente por haber desaparecido las causas que motivaron la internacion de Juan". La transcripcién de este caso clinico auténtico -publicado por una agrupacidn de trabajadores de salud mental de La Plata- sirve para introducirnos al tema del presente trabajo. Porque ese casi increible drama de Juan -y de tantos otros como él- presenta en si mismo casi todas las preguntas que pueden ser formuladas en el presente sobre la salud y enfermedad mental, sus causas, sus posibles salidas. 1. 6Por qué enfermé Juan? La pregunta muy facil de plantear nos introduce a la primera gran dificultad, la de la etiologia o causalidad de las enfermedades mentales. Y no existe una res- puesta sino una gran variedad de ellas. Para los autores de la historia transcripta, "Juan enfermé por no haber sido tenido en cuenta como ser humano, lo que significa haber sido privado de la satisfacci6n de sus necesidades basicas a las que tiene derecho porsucondicién humana. Al nacer no fue un nifio esperado sino una boca mas para alimentar; esta situaci6n lo lleva a trabajar desde chico mientras otros amiguitos de su edad se dedicaban a jugar. La insatisfaccién por la privacién constante genera hosti- lidad y ésta se vuelca inevitablemente entre los mas préximos que son vividos como carga, obstaculos para seguir adelante... Y Je queda el vino que lo anima, que abre esperanzas, que llena el estdémago, que hace tolerable lo injusto, que permite y es tam- bién una forma de rebelién". Desde esta perspectiva es en las causas sociales donde debe buscarse la génesis de las enferme- 33 dades mentales, al menos en aquellos casos donde no es clara- mente visible una lesi6n orgdnica (como en las oligotrenias, demencias, etc.). La sociedad serfa entonces responsable -o corresponsable- de que sus miembros adquieran distintos tipos de perturbaciones, sean las graves y notorias (como en el caso de Juan) o aquellas otras menos evidentes como la neurosis, que permiten vivir en forma relativamente "normal" y con adapta- cion al marco social. Un criterio opuesto es aquel que sostiene la organicidad de tales perturbaciones, es decir que atribuye a defectos, lesiones, etc., de los centros nerviosos las distintas génesis de las enfer- medades psfquicas. Si bien nadie niega la verdad de esto para cl caso de notorias evidencias (como las ya mencionadas de oligo- frenias, etc. y muchas otras) no queda tan claro para aquellas anomalfas como las neurosis 0 incluso algunas psicosis (esquizo- frenias por ejemplo). Es que la relaci6n que se establece entre factores psiquicos y somiticos es tan grande, que la sola presen- cia de alteraciones organicas no es seguro indice de que ésta sea la causa del mal. Tomando nuevamente el caso de Juan, y suponiendo la presencia de alteraciones fisicas, £son éstas el origen del alcoho- lismo de Juan 0, inversamente, la consecuencia de la ingestién del alcohol? Es indiscutible que cualquier perturbacidn de naturaleza psiquica de tipo crénico tarde o temprano puede producir per- turbaciones somaticas, pero de alli a atribuir la causalidad a estas Ultimas remite a una unilateralidad no comprobada (de idéntica manera a que seria igualmente falso creer en la unilateralidad de la causalidad psicégena). Por dltimo -aunque no en ultimo lugar- un tercer criterio buscaria las causas de las perturbaciones de Juan en su propia historia personal, y por tanto el alcohol solucionaria problemas infantiles no resueltos o contradicciones de distinto tipo, sdlo atribuibles a la estructura de personalidad del “enfermo". Aqui 34 la causalidad seria sdlo de tipo psicolégico, descartandose los factores organicos 0 sociales. Es evidente que los tres criterios anteriores fueron expuestos no sélo en forma esquemiatica sino también como excluyentes y contrapuestos. Esto no es enteramente asi, por cuanto hasta el mas fervoroso "organicista" reconoce en algin momento la existencia de causales psicolégicas, y nadie negard la influencia del marco social aunque sea considerandola sdlo dentro de la familia 0 el pequefio grupo. Pero lo que se pretende destacar con tales esquemas es que -a diferencia del caso de las enfermedades de tipo fisico- en lo que respecta a la etiologia de las perturbaciones mentales no existen normas fijas y universales, sino distintos enfoques, a veces absolutamente contrapuestos entre sf. Y no sdlo entre si, sino que incluso dentro del campo "psicologista" (0 de cualquiera de los otros) tampoco hay unanimidad sobre la causalidad sino muy distintos conceptos, también a veces diametralmente opuestos. Sostenemos que en estas discrepancias no interviene s6lo la limitaci6n de los conocimientos de la ciencia al respecto, sino también elementos de tipo ideolégico; en efecto: si la sociedad es de alguna manera responsable de las perturbaciones de sus miembros, épuede ella misma considerarse sana? De alli a de- positar la etiologia de las perturbaciones mentales en la sola responsabilidad de los individuos aislados 0 responsabilizando a defectos organicos 0 a virus, hay un solo paso. La sociedad patdgena queda a salvo. 2. Una segunda pregunta también ofrece similares dificulta- des y remite nada menos que a las definiciones de salud y enfer- medad mental. Si bien en el caso de Juan quedan pocas dudas de la existencia de perturbaciones en su psiquismo, éocurre lo mismo en todos los casos de personalidades! presuntamente enfermas o sanas? éDebe entenderse como “enfermos" sdlo a 35 los casos absolutamente patolégicos que no pueden funcionar por si mismoso con anomalias notorias, o también deben incluir- se todos aquellos que se adaptan acriticamente a una estructura social alienante? En otros términos: éser "normal" es sdlo estar adaptado y formar parte de la mayorfa de una sociedad? Y si "normalidad" no es eso, équé es y qué significa, asi como quién lo determina? En el caso de Juan puede verse con claridad cé6mo funciona el concepto desde el punto de vista de las "autoridades consti- tuidas": la participacidn de un juez y de los servicios policiales muestra que en este caso el "anormal" o"enfermo" lo es en tanto no funciona de acuerdo con las reglas sociales impuestas. Si aceptamos aquello de que la ideologfa de una sociedad es la ideologia de sus clases dominantes, quienes actian como definidores de la salud y enfermedad mental, dlo hardn desde la perspectiva cientifica o bien incluyendo expresiones de su pro- pia ideologia, tendientes a la defensa de sus propios intereses, lo que significa entender por “normalidad" todo aquello que no atente contra tales intereses? 3. Obviamente las terapias psicoldgicas o psiquiatricas -indi- viduales o institucionales- partiran de las respuestas que se den a las preguntas anteriores. De ello dependeran no sdlo los fines de las terapias é"sanar" para qué? sino incluso sus técnicas, quiénes son los que pueden acceder a tales terapias e incluso el interés que la sociedad pueda tener para "recuperar" a un "enfermo”, hecho fundamental éste en la determinacién de las politicas oficiales para la prevencién y curacién en el terreno de la salud mental. Debe advertirse desde el comienzo que éstas son slo algunas -aunque las principales- de las preguntas que pueden formular- se, asi como que, en lineas generales, no existen en todos los casos respuestas definitivas sino distintos tipos de aproximacio- 36 nes, con mayor 0 menor validez cientifica. Al anilisis de tales respuestas esta dedicado el presente tra- bajo. b. Si al nivel de los especialistas existe tal polémica en torno de lasalud mental, nocambia el panorama al nivel del conocimiento popular. Si se preguntara a aquello que difusamente se conoce como opinion publica qué piensa sobre las causas y definiciones de las enfermedades fisicas, seguramente habra una correlacién bastante alta con los conocimientos de la ciencia médica. Respecto al tema de nuestro trabajo no ocurre lo mismo, sino pareceria que una cierta nebulosa lo rodea, incluso con caracte- res de temor. Si recordamos que la locura ha sido histéricamente un estigma (incluso hasta un castigo divino 0 diabdlico), no puede sorprender esta actitud como tampoco que el término "loco" sea muchas veces un calificativo para todo aquel que tenga alguna caracteristica que sobresalga de lo comun (aunque pueda ser otorgada como muestra de simpatia). Debe quedar claro, de cualquier manera, que esta imagen popular no es otra cosa que la proyeccién de la misma oscuridad -consus tesis contrapuestas al extremo- que existe en los propios niicleos especializados de la psicologia, psiquiatria, sociologia, etc. Es importante entonces ver con exactitud esta imagen popu- lar en tanto es dato imprescindible para cualquier politica sani- taria preventiva o asistencial, asf como reveladora de actitudes hacia la terapia en este terreno. Uno de los estudios sobre el problema fue realizado con una muestra estadistica representativa de distintos sectores ociales. de Buenos Aires, La Plata, Cordoba y Tucuman. ‘Algunas de las 1) Perrars Pefa, Mz Neuropsiquidtrica, Vol. “Oueé significa fa salud mental para los argentinos” en Acta No. 4, Buenos Aires, 1959. 37 comprobaciones fueron las que siguen: El 64% aceptaba que la “locura" es en esencia un comportamiento distinto al "normal", y los autores afirman que es muy significativo que un 36% la conciban como una "cosa" introducida en la cabeza del enfermo, como si fuera un tumor. El publico s6lo reconoce como enfer- medad mental aquellos trastornos que podrian clasificarse como conductas psicéticas violentas y agitadas; entre el 50% y 70% niegan el caracter de enfermedad mental a las caracteropatias y estados depresivos. Ademas, el 65% expresd que el alcoholismo cr6nico no puede considerarse enfermedad mental sino que los alcohdlicos son individuos "sanos" pero "inmorales" o “delin- cuentes". Respecto a las causas de la enfermedad mental, un 75% menciona s6lo causas fisicas, un 9% causas morales (remor- dimientos, etc.), un 46% reconoce factores psicolégicos y sdlo otro 9% causas sociales (pobreza, guerras, etc.); al trabajo no se le atribuye importancia en tal génesis, ya que un 61% no cree que el exceso de labor tenga alguna importancia, en el mejor de los casos se otorga importancia a factores fisicos del mismo -ruidos por ejemplo- y no a su caracter alienante o a la rutina. En esta ultima actitud puede verse con nitidez la influencia ideolégica del sistema en la creacién de actitudes hacia la salud y enfermedad mental, ya que de reconocerse masivamente tal caracter alienante y rutinario dentro del capitalismo, la conse- cuencia serian distintos tipos de rebeldia. Pero en tanto esto no sea comprendido, o bien atribuido a otras causas, estas actitudes rebeldes son ahogadas antes de nacer, credndose la falsa con- ciencia de la perturbaci6n mental como consecuencia exclusiva de factores individuales 0 fisicos. Este moldeamiento ideolégico también puede observarse cuando se intenta evaluar la correlaci6n existente entre enfer- medad mental y orden social, asi como entre las mentalidades conservadoras y tales perturbaciones. Un 75% no cree que la "naturaleza humana" cambie, y mientras tanto son inevitables las guerras, etc. (atribuidas estas ultimas a causas individuales y no 38 sociales), esto no es otra cosa que una manifestacién mas de una actitud conformista y conservadora creada por los aparatos ideoldgicos del sistema (baste como ejemplo leer diarios y revis- tas sobre el tema). Desde la misma perspectiva, quienes adoptan una ideologia conservadora (y en este caso ya no se considera a la totalidad de la muestra encuestada sino sdlo a este sector), el 95% considera a las caracteropatias no como perturbaci6n psi- quica sino como delito, mientras que s6lo un 65% hace lo mismo del total general de la muestra’. Iguales diferencias se producen al preguntarse qué actitudes tomarian ante la existencia de un ex-enfermo mental como vecino: mientras el 100% de las mentalidades conservadoras de mostré disconforme, el promedio general (alto de cualquier manera y revelador de un alto porcentaje de prejuicio y desco- nocimiento hacia la enfermedad mental) fue del 50% La con- clusi6n obvia que se desprende de tal trabajo es que a mayor conservadurismo mayor creencia en que la funcién del hombre es adaptarse a su orden social, siendo la incapacidad para ello muestra de inmoralidad o enfermedad constitucional. Otra investigacién sobre el tema” -esta vez realizada en el area suburbana de Isla Maciel” -presenta también considerable interés. En lo que respecta a la etiologia de la enfermedad mental, "la mayor parte de la poblacién -62%- lo atribuye a causas psicoldgicas y un 14% a causas sociales, 22% a factores fisicos y s6lo 5% a la herencia. En una lista de posibles problemas que pueden influir para que una persona tenga un trastorno mental se da, sin embargo, mayor importancia a factores como 2. Estas actitudes se corresponden con lo que se conoce como psicologismo. Ya veremos sus significaciones definicionales ¢ ideoldgicas. 3 BermanS., Colombo B., Torrents A.: Actitudy opinion frente a la enfermedad mental. Andlisis de una encuesta en una drea suburbana; Bucnos Aires, edicién mimeografiada de los autores. 4 Isla Maciel es una zona ubicada en el Ifmite entre Capital Federal y Gran Buenos Aires (es decir dentro del rea de mayor densidad demografica de Argentina, donde vive aproximadamente el 33% de su poblacién). La composicién social de Isla Maciel ¢s netamente popular, con mayorfa de trabajadores de la zona fabril vecina (estableci- mientos frigorfficos, metaltirgicos, etc.). 39 la bebida © golpes en la cabeza, para sefialar luego, con orden decreciente los conflictos familiares, la herencia, las enfermeda- des de la sangre, la falta de carifio de los padres, los conflictos amorosos, el no tener trabajo seguro, el exceso de trabajo, el leer demasiado, la pobreza, el vivir con enfermos mentales y, en ultimo término y no tener nada que hacer y los cambios de residencia. En cuanto a la influencia del trabajo, la mayor parte seleccio- na el ruido; en segundo término, el permanecer largo tiempo en la oscuridad y el trabajar muy apurado; en tercer lugar, repetir movimientos y trabajar de noche. El no poder conversar en el trabajo no parece tener importancia para los encuestados". Del mismo estudio surge que las que se consideran -en el nivel de los encuestados- como enfermedades mentales, son las que corres- ponden a comportamientos patoldgicos de mayor visibilidad: es asi como un 82% coloca en primer lugar al delirio paranoide, considerandose en forma muy ambigua las psicopatias, histerias, fobias y esquizofrenias incipientes. Puede observarse de ambas investigaciones que implicita- mente surge un criterio -muy indefinido pero existente- de "salud" y "enfermedad" mental ya que dentro de las perturbacio- nes consideradas como normales se ubican exclusivamente aquellas que a nivel clinico se incluirian dentro del campo de las psicosis y que popularmente corresponderfan a las que tienen los Ilamados "locos"; en lineas generales no se incluyen ni se visualizan como tales a las neurosis, etc., y mucho menos aquello que puede considerarse como “alienacién social", Asi, con base en estas actitudes, Juan -nuestro personaje real- si serfa un "enfermo" mental, en tanto su alcoholismo le impide convivir con su familia y producir en su trabajo, tiene alucinacio- nes y perturbaciones fisicas. Pero seria "sano" si esto no ocurrie- ra, aunque igualmente fuera muy "nervioso", 0 no viviera feliz pero siguiera igualmente trabajando aunque estuviera discon- forme con su trabajo. 40 Pocos comprenderfan que la causa de la perturbacién de Juan responde no sdlo a su estructura fisica sino muy especialmente asu medio ambiente, y gran parte expresaria que Juan naci6 asi y su destino es inmodificable. Las trampas de este razonamiento -ideologia pura- seran vistas luego. Cc Un tercer aspecto a ver en esta parte introductoria es la extensién o magnitud de las enfermedades mentales en la socie- dad. Es que si las cifras respectivas fueron bajas, la importancia del problema seria menor asi como quedaria reducida a la influencia del marco social en la causalidad de las mismas. Pero si las cifras fueran altas -como lo son- no puede menos que pensarse que algo sucede como para que ello ocurra en tal medida, pasando a convertirse en un auténtico problema social. Como en muchos otros casos, es de Estados Unidos de donde provienen las estadisticas mas completas. Y en esta naciGn el problema llega a convertirse en realmente dramatico, "si no se modifican las tendencias actuales, un ciudadano de cada 12 (8% de la poblaci6n) ser4 internado, por lo menos una vez ensu vida, en un hospital psiquiatrico. En la actualidad hay mds de 600 000, internados en los manicomios norteamericanos, es decir, tanto como los que se encuentran hospitalizados en otras instituciones de salud a con- secuencia de todas las demas enfermedades. Y como, por su- puesto, no todos los enfermos mentales, nisiquiera los psicdticos se encuentran internados... el ntimero de pacientes hospitaliza- dos 0 tratados de otra manera (psicoterapia u otras curaciones ambulatorias) no proporciona una estimacién exacta de la difu- sin total de las enfermedades mentales en los Estados Unidos". Otros datos son igualmente reveladores, aunque no muy S_ Berlinguer, Giovanni: Psiquiatria v poder, Granica Editor, Buenos Aires, 1972 41 recientes: un 55% de las camas de todos los hospitales de Estados Unidos son para enfermos mentales, a mas de los cien- tos de miles que no se hospitalizan o reciben asistencia privada. Durante la Segunda Guerra Mundial, el 43% de las bajas de las Fuerzas Armadas (980 000 casos) fueron por este motivo, ade- mas de otros 865 000 que directamente fueron excluidos en las pruebas de seleccién. Y |si se acepta al alcoholismo y suicidio como perturbaciones mentales, se calculan los primeros en alrededor de 3, 800 000 y 17 000 los segundos, por afio®, Por su parte, Norman D. Humphrey (profesor adjunto del Departamento de Sociologia de la Universidad de Wayne), considera que en toda la naci6n un nifio de edad escolar de cada 16 no puede alcanzar el ajuste emocional adecuado para ser considerado normal por especialistas en psiquiatrfa. Unos 840 000 nifios por afio se convierten en neurdticos que ocasionan problemas de conducta. En cuanto a la Argentina, lamentablemente no existen esta- disticas generales validas, sino sdlo parciales y bastante dudosas. EI INSM (Instituto Nacional de Salud Mental) no se preocupa mayormente por este aspecto (como tampoco por otros); existen s6lo algunos datos de ingresos y egresos de hospitales psiquia- tricos, que responde mas a una obligacidn burocratica que a una investigacién cuidadosa. Pero en el ultimo congreso de la Fede- racién Argentina de Psiquiatras (octubre de 1972) algunas re- gionales presentaron informes que aportan ciertos elementos: es asi que en el rea correspondiente a la regional Buenos Aires (que no incluye a la Capital Federal) sobre un total aproximado de 14 millones de consultas en la provincia, 900 000 (7.5%) correspondieron a afecciones psiquiatricas (como dato marginal 6 Hollingshead, Augusty Redlich, Frederick: Social class and mental illnes: a commu nity study, N. York, John Willy & Son, 1958. 7 Humphrey, Norman D., en Revista Mexicana de Sociologfa, aio XVI, Vol. XVI, No. 1, enero-abril de 1954, 42 cabe apuntar que de dichas consultas sdlo un 30% fueron aten- didas por profesionales especializados, y el resto por clinicos generales, ginecdlogos y cardidlogos). Sobre estas muy breves estadisticas hay que hacer precisiones, a més de la duda ya planteada sobre la relatividad de las mismas. Y el aspecto fundamental a tener en cuenta es que tales datos s6lo se refieren a quienes consultan o se internan en hospitales psiquiatricos estatales (y por tanto personas pertenecientes a los sectores mas humildes de la poblacidn). No incluyen a los que se tratan en clinicas 0 consultorios privados, y al respecto debe apuntarse que la ciudad de Buenos Aires es una de las 4reas del mundo con mayor cantidad de pacientes de psicoterapia y psicoanilisis. Tampoco se incluyen en las estadisticas la inmensa cantidad de individuos que no recurren a ningun tipo de atencidn psico- légica y psiquiatrica, pese a necesitarlo, ya sea por falta de conciencia de la naturaleza de la perturbacién, prejuicio, temor, simplemente ignorancia o ausencia de recursos econdémicos. Tampoco se incluyen en las estadisticas todas aquellas expre- siones de trastornos mentales de distinto tipo, como pueden ser los suicidios, algunos tipos no totalmente patoldgicos de alcoho- lismo, la creciente adiccion a las drogas, etc. Quizés uno de los hechos més reveladores de la magnitud del problema lo expresan las colas ante los servicios psiquiatricos en demanda de atencién, que desbordan las posibilidades concretas que tales servicios puedan prestar con sus actuales disponibili- dades. 8 Sibien la escasez de las estadisticas contintia, lo mismo que las dudas sobre ellas,en Jos comienzos de la década de los ochenta una revista argentina dedicd su nota de tapa al estudio de lo que consideraba un ee ae en la a de aout i ‘uticas en instituciones hospitalarias, de forma que éstas Ocuparon Se cayenne a las antes pricritariae como las cardiolégicas, dermatoldgicas, ete Aunque tal revista no lo dijera, resulta evidente que ental aumento tuvo Primordial im- portancia la represién politica y la crisis econdmica provocada por la dictadura oie de esa época. Véase al respecto, y con referencia a tal articulo y a Ia situacién en 43 d. Las polémicas respecto a todos los aspectos de la salud y enfermedad mental -expuestas suscintamente en los parrafos anteriores- no son casuales sino que responden a motivaciones facilmente entendibles. El concepto de "locura" siempre ha sido estigmatizado en la sociedad y el "loco" aparece ante sus seme- jantes -presuntos “sanos"- como la expresi6n concreta de sus miedos, sus culpas, sus ansiedades. Es casi su propia realidad enferma, un modelo de lo que se puede llegar a ser 0 en parte se es. De alli que sea comprensible que hasta no hace mucho tiempo, la locura figurara como un fenémeno exterior, ajeno a las responsabilidades sociales, expresién de castigos a malas conductas o producto de sefiales sobrenaturales (y recuérdese a modo de ejemplo los juicios de la Santa Inquisicién a los posef- dos por los "demonios"). Cada periodo histérico de las distintas sociedades tiene dife- rentes concepciones sobre los problemas que estamos viendo. Porque en definitiva las respuestas a nuestras preguntas van mucho mas alla de las mismas para plantearse un interrogante mayor, que no es otro que responder a cual es -o son- las concepciones que se tengan del hombre y su naturaleza y la sociedad, la relacién entre ambos y cémo se interinfluyen; de la génesis del hombre como producto social en definitiva, 0 bien creer que la sociedad es solo la integracién numérica de perso- nas. De alli que -repetimos- las respuestas a nuestros interrogan- tes, explicita o implicitamente, se producen con la presencia, en la mayor parte de los casos, de mecanismos ideolégicos mas 0 menos sutiles. Ya vimos muy brevemente que las concepciones de la "normalidad" en salud mental que parten de criterios estadisticos (es "normal" aquello que es la mayor parte de una mostrada, Enrique Guinsberg, "Dictadura militar y salud mental", en Le Monde Diplo- matique en Espariol, México, noviembre 1982. (Nota de 1989). 44 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. social, asf como de las determinaciones del funcionamiento de ésta, su reaccidén ante el psicologismo Io lleva a desvalorizar -o incluso negar- todos los aspectos psicolégicos individuales, o bien los reduce a categorias inconducentes. Decir, por ejemplo, que las problematicas individuales son expresién de la lucha de clases y que funcionan de manera ideolégica (a través de las condiciones de clase), puede ser cierto y en gran medida lo es, pero no pueden olvidarse las mediaciones que la clase utiliza para operar sobre los individuos y que acttian de manera distinta en cada uno de ellos, tales como su familia, © los componentes temperamentales propios. Igualmente es falsa la actitud ante las terapias psicoldgicas, ya que, si bien es cierto que no es posible una absoluta "salud" mental sin modificacién previa de las estructuras sociales alie- nantes, también lo es que no toda terapia psicoldgica tiene que ser forzosamente adaptativa al sistema y que puede producir beneficios parciales. Sobre este polémico y conflictivo problema volveremos luego. Mientras tanto, y respecto al sociologismo, repitamos los términos de Sartre cuando afirma que, si bien el psicoandlisis ve al hombre como si siempre fuera un nifio, cierto marxismo lo tiene en cuenta sdlo cuando gana su primer salario y olvida que alguna vez fue nifio. En cuanto al organicismo, como su propio nombre lo dice, trata de comprender a la enfermedad mental sdlo con base en perturbaciones fisicas, dejando completamente de lado los fac- tores psicoldgicos y sociales. Y si bien cientificamente difiere por completo del psicologismo, desde una perspectiva ideoldgica sus conotaciones no son tan disimiles en tanto también encierra al hombre en sus propios limites, sin ver sus proyecciones sociales En tanto en este trabajo partimos de concebir al hombre como producto social € inseparable de su marco social, no podemos menos que considerar al psicologismo como el princi- pal adversario, por los peligros que implica, no sélo por su 46 concepcidn del hombre y la enfermedad mental, sino en tanto pretende también proyectar sus conclusiones al plano social. En efecto, y como apunta el mencionado Berlinguer, "todos los conflictos sociales se interpretan con esa clave: desde la tenden- cia a la guerra atémica, reducida a causas analiticas, como se traté de hacer con las guerras mundiales (explicadas por el instinto de agresién), hasta la explotacién en la fabrica, en la medida en que la ‘fatiga del obrero en la cuadrilla es fruto de su inadaptaci6n al trabajo o a algun trauma infantil 0 a su hostilidad al capataz de la cuadrilla, radicada en un complejo de Edipo no resuelto; su tendencia a accidentarse es fruto de complejos de culpa y de impulsos inconscientes de autocastigo’, etc.” 9 Por nuestra parte, sefialemos que también se ha intentado explicar al capitalismo como "la etapa anal" de la sociedad, tratando de ver en ésta la misma evolucidn libidinal que el psicoanalisis asigna al hombre. Otro ejemplo es mas dramatico, por sus consecuencias inmediatas, y se refiere a una profesional que interpreté las respuestas repetidas ante las laminas del test de Rorscharch como imagenes de alimentos derivadas de "impulsos orales", sin comprender que la paciente vivia en una villa mise- tia!! y por tanto sus respuestas también podian tener otras implicaciones. En cuanto a la significacién ideoldgica del psicologismo y del sociopsicologismo (y de alguna manera del organicismo), vale la pena transcribir la extensa referencia de Paul Baran: "En la primera, si es la ‘naturaleza humana’ la que determina 10 Esta Gltima cita Berlinguer la toma de: Arian, E.: "Correlazione tra fatica mentale € neurosi" en Revista italiana di sicurezza sociale, No. 4, 0c\.-lic. 1963. 11 "Villas miserias"es el nombre real de lo que oficialmente se llama en Argentina como ‘Villas de emergencia", semejantes a lo que en otros pasises americanos se conocen como “callampas", "cantegriles" (Uruguay), "favelas” (Brasil), y en México “cinturones de miseria". Existen en todas las grandes urbes, y en gran cantidad en Buenos Aires. Son concentraciones de viviendas ms que humildes, precarias (de cart6n, maderas sueltas, chapas metdlicas, etc.), sin comodidades bsicas (luz, agua potablje, gas), y alto grado de hacinamiento. Muchas han surgido como consecuencias del proceso de migracién interna hacia las grandes ciudades, siendo su composici6n obviamente muy humilde (sectores obreros y lumpenes). 47 el proceso hist6rico, y si esta ‘naturaleza humana’ es inalterable, entonces todas las tentativas por lograr una transformacién radical del caracter humano y de los fundamentos del orden social estan necesariamente condenadas al fracaso. En ese caso debemos abandonar todas nuestras esperanzas de lograr una sociedad sin explotacién del hombre por el hombre, sin injusti- cia, sin guerra, porque todas éstas son los resultados inevitables de las caracterfsticas inherentes del ser humano. Limitado por su ‘naturaleza’ el hombre esta eternamente condenado a soportar su pecado original. Jamas podra aspirar a desarrollar la totalidad de sus potencialidades en una sociedad gobernada por el humanismo y la razén. Es casi innecesario agregar que lo quese desprende de estas premisas es una actitud conservadora o aun retardataria hacia todos los problemas can- dentes de nuestro tiempo, actitud cara a los elementos mas reaccionarios de las clases dominantes" "Respecto al sociopsicologismo es posible inferir conclusio- nes distintas. El supuesto de que el desarrollo humano esta determinado por el ‘medio social’ y depende de la naturaleza de las relaciones interpersonales -condiciones logradas dentro de la familia y demas- nos conduce obviamente a la conclusién de que los cambios significativos en la existencia humana pueden ser logrados mediante ‘ajustes apropiados en el medio ambien- te’. Mas uni6n y mas amor, mas escuelas y mas hospitales, y mas cooperativas y servicios de consejeros familiares, se convierten en la respuesta apropiada para la situacién del hombre en nuestra sociedad". En otras palabras, las tesis del reformismo. Igualmente, sefiala Baran, estas tendencias expresan de algtin modo la situacién real del hombre actual, puesto que la del hombre aislado de todas las virtudes y defectos sefiala inequivo- camente la soledad, la incomunicacién y la impotencia bajo el capitalismo; el sociopsicologismo, por su parte, al asignar la responsabilidad a “nuestra” ignorancia, incapacidad y cosas por 48 elestilo, expresa la negativa de percibir las causas fundamentales de los males existentes, caracteristicas y elemento primordial de la ideologia dominante. e Los puntos anteriores sefalan los ejes principales de la pro- blematica que estudiara este trabajo. La tesis que se sostendré es -como ya se habra percibido- que el estudio del hombre no puede desligarse de ninguna manera de la realidad social en que se desenvuelve y que impregna todos y cada uno de sus aspectos. Es de esta manera que sdlo sobre la base de la comprensién y conocimiento de tal relacién dialéctica (hombre-sociedad) puede comenzar a analizarse la salud y en- fermedad mental del hombre concreto y presente. "...Las funcio- nes psiquicas del hombre (considerado en su unidad psicofisica) son, por una parte, funciones de la materia (y ante todo de la materia organizada de la manera mas compleja y diferenciada hasta ahora conocida, como sistema nervioso central humano), y por la otra, representa un reflejo no mecanico de la realidad material ambiente (y ante todo de la realidad social) en la cual se forma y actia el individuo. La unidad psicosomatica del hombre es, pues, una unidad dialéctica, dialécticamente inserta a su vez, como parte de una fusi6n unica, en el ambiente biolé- gico-social que la circunda" (Berlinguer). Y Baran -en critica tanto al psicoanilisis sociopsicologista como a la reflexologia mecanica- afirma que no puede haber discusién alguna sobre la importancia de los factores fisiolgicos en la determinacién de laconducta humana, pero es indispensable reconocer la cnorme importancia que tiene la estructura social del sistema capitalis- ta’“y el proceso de alienacién a que da lugar en el condiciona- miento psiquico y aun fisico del hombre. Por lo tanto, es 12 Baran se refiere al sistema capitalista en tanto es en aquél en donde desarrollé sus trabajos econémicos y donde residfa. De acuerdo a su planteo es impensable que slo se refiera al mismo en tanto influencia social sobre el psiquismo. 49 imposible comprender los trastornos sexuales separados de la atrofia de la espontaneidad provocada por el capitalismo... Con- tinuara afirmando Baran que "es imposible interpretar la activi- dad humana en nuestra sociedad sin no se la concibe como el resultado de una interaccidn dialéctica de fuerzas biolégicas y de principios que sustentan al capitalismo monopolista, interac- ci6n que este ultimo domina, juzga y dirige". Es con base en estas concepciones que este trabajo ha sido estructurado de esta manera y no de otra. En el préximo capitu- lo, Hombre y sociedad, veremos el surgimiento humano como producto social dentro de la interaccién que realiza en su mundo natural y mediante el trabajo para la solucidn de sus necesidades vitales. Sobre esta base se vera cémo las distintas sociedades determinaron diferentes personalidades para adaptarse a tales necesidades ("caracter social", “personalidad basica", etc.). Recién en funci6n de lo anterior podremos analizar las dis- tintas interpretaciones que se dan a los conceptos de salud y enfermedad mental, asi como las distintas concepciones ideold- gicas existentes tras ellas y de algunas de las categorias psiquid- trico-diagnésticas actuales (psicopatias, por ejemplo). Inmediatamente -bajo el titulo general de Sociedad, salud y enfermedad mental- entraremos a analizar las influencias con- cretas del marco social en el psiquismo individual. Ello sera realizado tanto a nivel de las aportaciones teGricas sobre el tema, como al nivel de los estudios epidemiolégicos 0 experiencias de campo realizados en Argentina y otros lugares, tratando de vincular la presencia de la enfermedad mental con categorias de clase social, profesién, medio urbano o rural, etcétera. Por ultimo, se intentar4 esbozar algunas ideas sobre la reali- dad y funcién de las terapias psicolégico-psiquiatricas en nuestra sociedad, escudrifiando también en ellas el trasfondo ideolégico que pudieran tener, tanto en su faz preventiva como asistencial, cerrando de esta manera el circulo completo iniciado desde el vamos con las definiciones de salud y enfermedad, ya que nin- 50 guno de los aspectos considerados puede aislarse de los otros. Una Ultima advertencia tiene particular inmportancia: este trabajo no esta realizado para los profesionales o especialistas en salud mental. De alli que en ms de una oportunidad se expliquen cosas que serfan obvias para éstos, o se evite un lenguaje técnico y preciso, pero fuera del alcance del publico general. Se ha preferido, por tanto, un estilo menos alambicado y sutil en beneficio de una comprensi6n mayor. 2. Hombre y sociedad La pregunta de qué es el hombre, qué es la sociedad y cémo se relacionan, ha sido contestada de muchas formas en el trans- curso de la historia. Desde la explicacién religiosa de la creacién de Adan y Eva y el pecado original, hasta las més sofisticadas teorfas del presente, practicamente todo ha intentado decirse; pero en grandes lineas, es correcto lo que plantea Engels cuan- do dice que "los filésofos se dividen en dos grandes grupos, segun la respuesta que diesen a esta pregunta (la relacién entre el pensar y el ser, entre el espiritu y la naturaleza). Los que afirman el cardcter primario del espiritu frente a la naturaleza, y por tanto admiten en ultima instancia, una creacién del mundo bajo una u otra forma..., figuran en el campo del idealis- mo. Los otros, los que reputan las naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo" AS En este trabajo no interesa historiar todas y cada una de las versiones y explicaciones sobre este problema. Sdlo esbozare- mos -y a muy grandes trazos- las principales bases que formula 13 Engels, F: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofia alemana, Ed, Progreso, Mosci, 1969. 51 el marxismo para comprender y ubicar al hombre concreto, su surgimiento como tal en la evolucién y el caracter también concreto de la sociedad. Para un desarrollo mayor del tema existe una abundante y conocida bibliografia. La base central es claramente esbozada en los siguientes parrafos: "Nuestro punto de partida si que no es arbitrario. No es ningtin dogma. Se halla en la realidad. S6lo mediante el pensamiento cabe abstraerse de él. Nuestro punto de partida son los individuos reales; su accién y condiciones de vida mate- tiales, tanto las que encuentran realizadas, como las que se realizan merced a aquélla. Punto de partida, pues, de cuya existencia es dable cerciorarse por pura via empirica". “Lo primero que se requiere para que haya historia es -huelga decirlo- que existan individuos humanos vivos. Por tanto, lo primero que se impone comprobar es cémo esta organizado el cuerpo de tales individuos y las relaciones en que, por conse- cuencia de esa organizaci6n corporal, se hallan con el resto de la naturaleza"”. "Todo el que escriba historia ha de arrancar del estudio de la constituci6n fisica del hombre y de las condiciones oro-hidrogra- ficas, climaticas, etc., del medio en el que le ha tocado nacer, para ver c6mo se ha modificado con el andar del tiempo, gracias a la accién humana..." "Se puede ver el signo distintivo del hombre respecto al animal en la conciencia, el sentimiento religioso, 0 algo por el estilo. Perolo cierto es que el hombre mismo nose siente distinto de aquél, sino desde el dia en que empieza a producir sus medios de subsistencia, paso éste condicionado por la organizacién de su cuerpo. Produciendo sus medios de subsistencia produce indirectamente el hombre su vida material misma". "En esta produccidn el hombre se halla supeditado desde 52: luego al medio ambiente. S6lo puede elaborar lo que éste le ofrece naturalmente. Pero por lo mismo que utiliza la naturaleza para sus fines, se halla lejos de la pasividad del animal. Produ- ciendo sus medios de subsistencia, el hombre realiza el modo de vida que le es propio, y que consiste en la actividad. La vida del hombre se agota por entero en su producci6n: en lo que produ- ce, cudnto en cémo lo produce. Por eso esté estrechamente enlazada con las condiciones materiales de la misma""*. 'Y en otro texto muy conocido formula Marx apreciaciones parecidas y algunas otras de capital importancia para nuestro tema: "El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvié de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse asi: en Ja produccién social de su existencia, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su vo- luntad, relaciones de produccién que corresponden a una deter- minada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de produccién forma la estruc- tura econdémica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un edificio juridico y politico y a la que corresponden determi- nadas formas de conciencia social. El modo de produccién de la vida material determina el proceso de la vida social, politica y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es el que determina su conciencia (subrayados nuestros: EG). Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de produc- cidn existentes, 0, lo que no es mas que la expresién juridica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta alli. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Se abre asf una época de revolucién social. Al cambiar la base econémica, se revoluciona, mas o menos rapidamente, todo el inmenso edificio erigido sobre ella. Cuando se estudian esas 14 Marx-Engels: La ideologta alemana, Pueblos Unidos, Montevideo, 1958 53 revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios ma- teriales ocurridos en las condiciones econémicas de produccié6n y que pueden apreciarse con la exactitud propias de las ciencias naturales, y las formas juridicas, politicas, religiosas, artisticas o filos6ficas, en una palabra, las formas ideoldgicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar tampoco a estas €pocas de revolucién por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradic- ciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las formas de produccién"’”. Estos dos breves parrafos nos brindan los elementos princi- pales que necesitamos para ubicarnos en nuestro tema: 1. El hombre no llega a ser tal por construccién divina 0 algo parecido, sino en tanto -producto de su organizacién corporal- produce los elementos necesarios para su subsistencia, contra- yendo de este modo relaciones determinadas (distintas en todos los casos, de acuerdo a cémo se resuelva su produccién). 2. Son estas formas productivas las que determinan la con- ciencia social del hombre y no a la inversa. Es decir que las mencionadas formas distintas de encarar la produccidn engen- draran “ideologfas” distintas; y en el transcurso de la historia estas ideologias cambiaran en tanto cambien dichas formas pro- ductivas (aunque no siempre de manera simultanea). 3. Por tanto el hombre no puede concebirse fuera de lo social, y sdlo dentro de lo social puede llegar a ser tal. 4. Dentro de las ideologias determinadas por las formas pro- ductivas deben ubicarse también los diversos tipos de familias, los tipos de Estados, etc. (Ver al respecto: Engels, F.: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.) 5. En un plano fundamental para el surgimiento del hombre debe ubicarse al "trabajo", mediante e! cual -al transformar la 18 Marx, Karl: Prélogo ala contribucién a la critica de la economta politica, Cuadernos de Pasado y Presente No. 1, Cordoba, Sa. ed., 1972. 54 naturaleza- el hombre se transforma a si mismo. Sobre este aspecto es importante destacar las tesis de Engels, quien plantea que es precisamente mediante el trabajo que el hombre puede evolucionar a tal a partir del mono (Engels: E/ papel del trabajo en la transformacién del mono en hombre). Es también mediante la posterior divisién del trabajo que surgiran distintas posiciones sociales y sus diferenciaciones (especialmente entre el trabajo manual y el intelectual). Para el desarrollo posterior de nuestro tema nos interesa desarrollar un tanto mas -aunque sin profundizarlo- tres concep- tos de la teoria marxista. Ellos son: el surgimiento de la concien- cia, ideologia y alienacién. 1. Respecto a la conciencia ya algo se vio en las anteriores citas de Marx y Engels. Lo que nos interesa puntualizar de especial manera es cémo las distintas conciencias de los distintos pueblos y distintos periodos histéricos se desarrollan en funcién de cémo tales pueblos encaran su subsistencia y su relacién con la naturaleza. La conciencia no es un producto creado para siempre, sino que refleja precisamente tales formas productivas. "La conciencia -dicen Marx y Engels en La ideologia alemana- empieza por serlo del contorno inmediato y de las limitadas relaciones con otras personas y cosas fuera del individuo que las va adquiriendo. Es, a la par, sentimiento de la naturaleza, que en un principio se situa frente al hombre como una potencia completamente extrana, todopoderosa e incomprensible, con el cualsecomporta aquél en forma puramente animal, sujetandose pasivamente a ella como los brutos. Este sentimiento de de- pendencia de un poder extrafio y superior da origen a la religién de la naturaleza. Tal religi6n de la naturaleza del hombre primi- tivo tiene su raiz en la forma de sociedad bajo la cual vive". Este es sdlo uno de los tantos ejemplos posibles. Es decir, en pocas palabras, que los distintos conjuntos socia- les tendran indefectiblemente una visién y un conjunto de creen- cias de su contorno inmediato y sus responsabilidades en la 55 sociedad, sino también una red de explicaciones de si mismos, de la naturaleza, del ordenamiento existente en el medio social, etc.Es decir que sobre el modo particular de cémo tal sociedad resuelve sus necesidades de subsistencia y crea sus modos de producci6n, se construye un vasto edificio que legitima a nivel de la conciencia social tal modo productivo, asi como las expli- caciones e instituciones urgentes (Estado, familia, divisién del trabajo, etc.). Con el tiempo, y en tanto ya no todos los habitan- tes sean "iguales" sino que existan diferencias de clases, estas formas de conciencia social -comunes en lo general- tendran diversos matices en cada una de estas clases, y en momentos de crisis social de cambio de estructuras, Ilegaran a enfrentarse, en tanto representaci6n distinta de intereses distintos. Aunque esquematizado, cl parrafo anterior, asi como el texto de Marx, muestra que la conciencia social de un pueblo o sus distintas clases no es coincidente con los datos de la realidad, sino distintas formas de adecuaci6n, explicacién y justificacién de un orden dado o posici6n social. Este es -ya lo veremos mejor- el nudo del concepto marxista de ideologia, concepto no creado por Marx pero que adquiere en su marco teérico una especial precision y formulacién. Veamos este concepto por la importancia que tiene para nuestro tema. Las ideologias son parte de esa construcci6n -superestructu- ral- que se levanta sobre el edificio de las formas productivas (0 “estructura") y, como su nombre lo indica, es "el sistema de ideas, de representaciones, que domina el espiritu de un hombre 0 de un grupo social"'®. Pero, como dijimos antes, "las representaciones de la ideolo- gia se refieren al mundo mismo en el cual viven los hombres, la naturaleza y la sociedad, y a la vida de los hombres, a sus relaciones con la naturaleza, con la sociedad, con el orden social, con sus semejantes y con sus propias actividades, incluso a las 16 Althusser, Louis: Ideologfa y aparatos ideolégicos del Estado, Ficha de Libreria Nueva Visién, Buenos Aires. 56 practicas econdémicas y politica. Sin embargo, estas repre- sentaciones no son conocimientos verdaderos del mundo que representan. Pueden contener elementos de conocimientos, pero siempre integrados y sometidos al sistema del conjunto de estas representaciones, que es, en principio, un sistema orienta- do y falso, un sistema regido por una falsa concepcién del mundo o del dominio de los objetos considerados"!’, "En una sociedad de clases, la idcologia sirve a los hombres no solamente para vivir sus propias condiciones de existencia, para ejecutar las tareas que le son asignadas, sino también para soportar su estado, ya consista éste en la miseria de la explotacién de que son victimas o en el privilegio exorbitante del poder y de la riqueza de que son beneficiarios". EI mismo Althusser, en la segunda de sus obras nombradas, revela las caracteristicas de la ideologia: a. Si bien la ideologia abarca la totalidad del dominio social, puede ser divisible en regiones particulares: ideologia religiosa, ideologia moral, ideologia juridica, etc. En nuestro caso particu- lar podemos decir que también existe una ideologia psiquiatri- co-psicolégica en la que elementos justificadores del sistema son integrados como base de un conjunto de verdades y conocimien- tos reales. b. La ideologfa -en cada una de sus regiones- "puede existir bajo formas mas 0 menos difusas, mas o menos irreflexivas, 0 al contrario, mas 0 menor conscientes,, reflexivas y explicitamente sistematizadas de las formas teGricas... La forma superior de la teorizaci6n de la ideologia es la filosoffa, cuya gran importancia radica en que constituye el laboratorio de la abstraccidn teérica proveniente de la ideologfa, pero tratada por ella misma como teoria". 17 Althusser, L.: "Practica y lucha ideolégica” en La filosofia como arma de la revolucién, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 4, Cérdoba 3a. ed., 1971. La repro- duccién de estos conceptos de Althusser no implica -para nosotros- coincidencia en lo general con sus planteos sobre el marxismo. Sobre este punto, entre otros, puede verse también, Léfévbre, Henri: Ideologta y verdad, C. Perez Editor, Buenos Aires. 57 c. Pero la caracteristica central de la ideologia es su funcidn. "En una sociedad de clases, esta funcién es dominada por la forma que toma de la divisién del trabajo en la diferenciacién de los hombres en clases antagénicas. Nos damos cuenta entonces que la ideologfa esta destinada a asegurar la cohesidn de las relaciones de los hombres entre siy de los hombres con sus tareas en la estructura general de explotacién de clase, que las extiende entonces a todas las otras relaciones. La ideologia esta, pues, destinada, ante todo, a asegurar la dominacidn de una clase sobre las otras y la explotacién econémica que le asegura su preminencia, haciendo a los explotados aceptar como fundada en la voluntad de Dios, en la ‘naiuraleza’ o en el ‘deber moral’, etc., su propia condicidn de explotados". d. Del punto anterior surge el "origen de la falsedad de la representacién ideoldgica. En las sociedades de clases, la ideo- logia es una respresentaciGn de lo real, pero necesariamenie falseada, dado que por fuerza orientada y tendenciosa; y es tendenciosa porque su fin no es el dar a los hombres el conoci- miento objetivo del sistema social en que viven, sino por el contrario, ofrecerles una representaci6n mistificada de este sis- tema social, para mantenerlos en el lugar que ocupan en el sistema de explotaciGn de clases... La ideologia es necesariamen- teuna expresiéndeformante y mistificadora de la realidad en que deben vivir los hombres, una representacién destinada a hacer- les aceptar, en su conciencia y en su comportamiento inmedia- tos, el lugar y el papel que les impone la estructura de esta sociedad". De allfentonces que -a manera de definicion- "toda ideologia, ensu deformacion necesariamente imaginaria, representa no las relaciones de produccién existentes (y las otras relaciones de alli derivadas) sino, ante todo, la relacién (imaginaria) de los indivi- duos con las relaciones de produccidn y las que de éstas resultan. En la ideologia esta representado, entonces, no el sistema de relaciones reales que gobiernan la existencia de los individuos, 58 sino la relaci6n imaginaria de esos individuos con las relaciones reales bajo las cuales viven". 2. En cuanto al concepto de enajenacidn o alienacidn, el problema se complica en tanto en los ultimos tiempos es punto de debate, ya que la escuela althusseriana le niega validez cien- tifica. (Para Althusser, el Marx cientifico hay que buscarlo esen- cialmente en El Capital; el Marx de la enajenacién es precientifico: no ha roto atin con las concepciones epistemold- gicas anteriores, de Feuerbach especialmente. Al respecto, véa- se: Althusser, L.: La revolucién teérica de Marx, Siglo XXI Editores, México). De cualquier manera -y sea cual fuere el criterio al respecto- para nosotros el concepto de alienacién refleja nitidamente la situacién del hombre bajo el régimen imperante, a mas de que el mismo Marx lo retoma -bajo un marco tedrico mas "cientifico"- en E/ Capital. EI concepto de alienacién no es especificamente de Marx, sino que éste lo hereda de Hegel, Hess y Feuerbach, cada uno de los cuales lo entiende englobandolo en sus propios marcos teoricos'®, En este punto sdlo veremos muy brevemente la concepcién de Marx. La diferencia de éste con los anteriores es -siguiendo a Cornu- que saca el problema de Ambito filos6fico o moral, para ubicarlo social € histéricamente. A diferencia de Feuerbach, para quien la alienacidn se daba en el plano religioso (el hombre proyecta en la religién su propia esencia y luego se posterna ante ella), "Marx juzgaba con Hess que la alienacién no es mas que la expresi6n ideoldgica de la alienacién real de la esencia humana que se produce en cl régimen capitalista". Pero, écémo se pro- duce esta alienacién? Cornu lo resume de la siguiente manera: "En el régimen capitalista, el obrero, carente de propiedad, es obligado a vender su fuerza de trabajo. Como no puede recupe- rarla suficientemente, debido a la sustracci6n hecha por el capi- 18 Una sucinta exposici6n de los mismos puede hallarse en: Cornu, A: La idea de alienacion en Hegel, Feuerbach, Hess y Marx, Edicién mimeografiada. 59 tal al trabajo, se desgasta y empobrece en la medida misma en que se aumenta el poder del capital que lo explota y serviliza. Por esta alienacién, el propietario no sufre solamente una pér- dida constante de su propia sustancia, sino que crea el instru- mento desu esclavitud por medio de las mercancias que produce y que constituyen, tomando la forma de capital, el medio de dominarlo. La esclavizacién y depreciacién engendrada por el trabajo alienado en el régimen capitalista, golpea no solamente a la clase obrera sino, de una manera general, a la sociedad entera". El trabajo alienado, que separa al hombre del fruto de su actividad, transforma las relaciones entre los hombres en relaciones entre objetos. Por este proceso que reduce las rela- ciones humanas a ‘cosas’, donde el elemento humano es trans- formado en objeto material extrafio al hombre, en mercancfa, todas las relaciones entre los hombres se hacen depender del dinero. Las relaciones sociales, perdiendo su caracter y su con- tenido humano, devienen relaciones puramente objetivas, rela- ciones que la economia politica burguesa juzga naturales para justificar el estado de cosas actuales pero que estén determina- das en realidad por condiciones histéricas particulares y consti- tuyen la negacidn misma de la humanidad". Esquematicamente, Marx plantea la enajenacion del siguien- te modo: "El obrero se empobrece mas cuanto més riqueza produce, cuanto mas aumenta su produccién en extensién y poder. E] obrero se convierte en una mercancia tanto mas barata cuantas mas mercancia crea. A medida que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, en raz6n directa, el mundo de los hombres. El trabajo no produce solamente mercancias; se pro- duce también a sf mismo y produce al obrero como una mercan- cia, y, ademas, en la misma proporcién en que produce mercancias.en general"’”. Este proceso -para Marx- se produce de cuatro maneras: 19 Marx, K: Manuscritos econémicos-filoséficos de 1844, "El trabajo enajenado”; en Escritos econdémicos varios, Ed. Grijalbo, México, 1962. 60 a. En tanto el producto que el obrero produce le es quitado por el propietario capitalista, "el objeto producido, su producto, se enfrenta a él como algo extrario, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha plasmado, materializado en un objeto, es la objetivacién del trabajo... Esta realizaci6n del trabajo, como estado econdémico, se manifiesta como la privacidn de realidad del obrero, la obje- tivacién como pérdida y esclavizacién del objeto, |a apropiacién como extrafamiento, como enajenacién. b. Lo anterior s6lo muestra cémo el objeto de su produccién lees quitado al obrero, convirtiéndose en un mundo extrafio que se le enfrenta. Pero si esto es asi, significa que también el propio acto de producir -ya no sélo el objeto producido- le es quitado, enajenado: existe una enajenacién del trabajo. Pero si vimos que el trabajo es -para el marxismo- la condici6n por la cual el hombre llega a ser tal, enajenarle tal acto implica que el obrero deja de ser él en su actividad. Es una actividad ajena que no lo pertenece. c. Vimos hasta ahora que: 1. el objeto le es enajenado al obrero, 2. su propia actividad, entonces, también le es enajena- da, y por tanto, 3. el propio trabajo se convierte en enajenado. Marx deduce de todo esto que, 4. existe una enajenaci6n del hombre respecto al hombre, ya que es otro hombre el que se lleva y aprovecha de sus productos y su trabajo. "Toda autoenajena- ci6n del hombre respecto a si mismo y a Ja naturaleza se revela en la medida en que se entrega y entrega la naturaleza a otro hombre distinto de él". Lamentablemente el manuscrito se interrumpe cuando Marx comienza a analizar cmo se produce el proceso de enajenacién en el no obrero. Esto se aclara posteriormente cuando -ya en El capital- retoma este concepto, pero ubicandolo como una con- secuencia del proceso de transformacién y cambio de las mer- cancias. En sintesis, el planteamiento de Marx consiste en que estas mercancias -y el dinero- se convierte en auténticos fetiches, 61 que ocultan las relaciones concretas y sociales establecidas entre los hombres”?. Esto se traduce en una situacién en la que el hombre se encuentra dominado por poderes extrajfios a él y que desconoce, enfrentado a un mundo de cosas que lo domina y no puede controlar. Como lo dice Fromm, el hombre se encuentra enaje- nado por "el hecho de que ya no se siente a si mismo como depositario de sus propias capacidades y riquezas, sino como una cosa empobrecida que depende de poderes exteriores a él y en los que proyecta su instancia vital’. Existe una nutrida biblio- grafia que describe esta situacién -se coincida 0 no en sus causas-, pero seguramente es la literatura la que brinda testimo- nios muy grdficos de la alienacién del mundo moderno. Al respecto -ysdlo por sefialar alguno- merece mencionarse la obra de Bradbury y ese casi increfble testimonio que es la produccién de F. Kafka (especialmente El proceso). b. Los conceptos anteriores de ese capitulo nos sirven de marco introductorio al andlisis sociopsicoldgico del hombre de hoy y a muchas interpretaciones que pretenden hacerse de él y su sa- lud/enfermedad mental. Si aceptamos las premisas transcritas, surge como una eviden- cia que analizar al hombre implica ubicarlo en su contexto histérico-social, y comprenderlo por tanto como una unidad bioldgico-histérica. Es asi que entonces los distintos pueblos reflejaran en todos sus aspectos las muy distintas formas en que han resuelto o resuelven sus formas de vida. El universalismo es depuesto por un relativismo cultural. Es decir que, frente a las tendencias de tipo biologistas o psicologistas, se impone una conciencia de que el hombre es 20 Marx, K.:"El fetichismo dela mercancfay su secreto",E/ capital, tomo |, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1956. 62 fruto de su cultura. En esto incide no sdlo el marxismo sino muy especialmente el empirismo de la antropologia cultural. Esta, con un impresionante desarrollo desde comienzos del siglo xx, observa las notorias diferencias de los distintos pueblos y, mas que explicarlas -como lo haria el marxismo- las describe detalla- damente. No es aqui el lugar para debatir hasta qué punto la antropologia cultural -o al menos parte de ella- resuelve los problemas sobre conocimientos de los pueblos que planteaba y plantea las necesidades del imperialismo y del neocolonialismo. Lo cierto es que comienza a comprenderse que cada sociedad tiene modelos de pautas de personalidad y de conducta diferen- tes”! Empiezan asi una serie de intentos de conceptualizacién de estos distintos tipos de personalidades y que son bautizados como "personalidad basica", "personalidad de status", "persona- lidad aprobada", "caracter social”, "caracter de clase", etc., y que inmediatamente analizaremos. Quizas el mas elaborado de estos conceptos -lo que no implica que sea el mas comprensivo- es el de personalidad bdsica (P.B) creado por Kardiner,quien la define como "una configuracié6n psicolégica particular, propia de los miembros de una determi- nada sociedad, que se manifiesta por un determinado estilo de vida sobre el cual los individuos tejen sus variantes singulares". Es decir, que la sociedad moldearfa una especie de “matriz" comin de tipos de personalidaad: los distintos individuos sdlo podrian realizar distintas variaciones sobre un mismo tema. La realidad de este aserto -sobre el que giran las distintas nociones mencionadas- es harto evidente. Si bien es en comparaci6n con culturas menos desarrolladas 0 alejadas a la “occidental y cristia- na" donde se nota mas esto, igualmente sucede no solo entre 21 Para no extendernos en este trabajo omitiremas los ejemplos que brinda la antro- pologia cultural. A mas del mencionado textode Engels sobre la evolucién del concepto de familia, Estado y propieda privada, el lector puede recurrir a los conocidos textos de Margaret Mead, Ruth Benedict.Malinowski. Linton, etc. 63 distintos pueblos 0 naciones, sino también dentro de algunos paises (en las llamadas "subculturas"). Volviendo a Kardiner, la personalidad basica considera que puede analizarse desde cuatro puntos de vista: 1) técnicas de pensamiento comunes destinadas a enfrentar un medio fisico y social comin; 2) sistemas de seguridad, de defensas institucio- nalizadas que permiten a los individuos hacer frente a las ansie- dades; 3) implantacién de un super-yo; 4) actitudes respecto a los seres sobrenaturales. "Las condiciones del medio y ciertos aspectos de la organizaci6n social comprendidos bajo el califica- tivo de instituciones primarias crean para el individuo los pro- blemas basicos de adaptacién. Estos problemas lo obligan a ciertos métodos de acomodacién... Las constelaciones basicas originales que estas condiciones crean en el individuo constitu- yen, desde el punto de vista subjetivo, la estructura del yo y, desde el punto de vista objetivo, la estructura de la personalidad basica". Filloux simplifica la concepcién y definicién de Kardiner diciendo que "la personalidad basica es el ‘conjunto’ de rasgos compartidos con los demas miembros del grupo, que se encuen- tra entre otros rasgos mas originales". Y afiade una duda que recogemos: "...no se debe subestimar la influencia de los subgru- pos y las subculturas a las que pertenece el nino. Esta influencia, que actia ya a través de la experiencia infantil, se ejerce esen- cialmente después de la infancia propiamente dicha, cuando el individuo se encuentra enfrentado con la vida social y ésta le asigna tipos de conducta correspondientes a su edad, sexo 0 posici6n econdmica, profesional, etcétera". Pese a la extensidn del parrafo, es interesante ejemplificar cémo se forma, segin Kardiner, la P.B.: "En la sociedad alorense en que existe buena alimentaci6n, las mujeres se ocupan de todo lo que concierne a los cereales y el cultivo de la tierra; los hombres de todo lo que concierne a la carne. Hombres y mujeres 22 Para esta parte -y mientras no se mencione otra bibliografia- nos basamos en: Filloux, Jean-Claude: La personalidad, Eudeba, Buenos Aires, 1a. ed., 1960. 64

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