You are on page 1of 59
FIGURAR EL PODER IDEOLOGIAS DE DOMINACION Y CRISIS Eric R. Wolf antropologias cle Sas 3033 Wa37f Wolf, Eric R. Figurar el poder : ideologias de dominacién y crisis / Eric R. Wolf. — México : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologia Social, 2001. 430 p. sil. 3 23 em. Incluye bibliogeafia ISBN 968-496-425-0 1. Poder (Ciencias Sociales). 2, [deologfa. 3. Kwakiutl (Indios). 4. Aatecas. 5, Nacionalsocialismo ~ Alemania, lo original: Envisioning Power. Ideologies of Dominance and Crisis © 1998 Regents of the University of California Press Publicado bajo acuerdo con la University of California Press Traduccién de Katia Rheault Revisada por José Andrés Garcla Ménder y Roberto Melville (cap. 3 “Los kwakiut!”) Portada: Euriel Hernindez (ig Beaver de Norman Tate, tem a la coteada del Field Museum of Natural History, Chicago Is foro: R.A. Fagoagal el Reichstag emul par Christa y Cdve Moctecura (axa) Edicién al cuidado de la Coordinacién de Publicaciones del c1esas Ri Tipografiay formaciém: Diego Garefa del Gallego Sn de las Referencias en espafiol: Ricardo A. Fagoaga y Ana Ivonne Diaz Primera edicidn en espafiol: 2001 a ciesas © Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologia Social (ciesas) La Casa Chata, Hidalgo y Matamoros s/n, Tlalpan 14000, México, D.E {Queda prohibits eproduccidn parca o coal directa o indirecta del concenida dea presente obra, por cualquier medio «© procedimiento, sin contst previamente con la autortacign del editor, en términos de ls Ley Federal del Derecho de Autor, en su ato, de fs ataos internacionales apicable a persona qu infrnja esta dsposcion, se hard acreedora a las sancionesleglescoerespondientss ISBN 968-496-425-0 2 ideas con el poder, nos adentramos en un terreno distintos a los nuestros. Los esfuerzos que se hicieron en el pasa- dejado una reserva de conceptos; podemos apropiarnos y usar otros tal vez ya no nos sean de utilidad. Los legados siempre son icos y debemos ordenarlos para responder a nuevos proyectos. Por antropologia ha entendido las “culturas” como complejos de distintivas, incluyendo diversos puntos de vista sobre el mun- 0, durante mucho tiempo, no presté atencién a la manera en que s de vista formularon el poder y ratificaron sus efectos. Las ias sociales han abordado este tema con el nombre de “ideo- rando que la cultura y la ideologia son opuestas, no comple- En este contraste, la “cultura” se utilizé para sugerir un campo de tarios fntimos que unen, mientras que la “ideologia” sufrié un significado que empeoré la situacién. Otros conceptos perti- én se han transformado de manera similar. nbios de significado y evaluacién tienen una historia, que 10s conocer para aclarar las cucstiones intelectuales que estan en amos los términos, sin tomar en cuenta las suposiciones tedricas «tos histéricos subyacentes, quiza adoptemos conceptos no anali- }Os sus engafiosas connotaciones a otras investigaciones, El ras- Go] 40 Eric R. Wour rear la historia de nuestros conceptos acaso también nos ayude a percibir la medida en que se incorporan los esfuerzos intelectuales y politicos que siguen reverberando en el presente, ‘Tres cuestiones relacionadas entre sf han persistido en la historia de los con- ceptos que son significativos para este estudio. La primera de ellas es la visién de la marcha de Ja humanidad hacia un reino universal de la Razén; esto se contrapone al énfasis que se hace sobre la importancia de las formas distinti- vas del ser humane, las cuales gobietnan a las personas por medio de las emo- ciones mds que del intelecto. Esta cuestién implicaba otra; si la tradicién y las costumbres dominaban a tal grado la vida humana, ;cudl era entonces la re- lacién que habia entre los ideales culturales y la conducta real? ;Acaso la tradi- cién exigfa un curso de accién, mientras que la conducta segufa una direccién distinta? Esta pregunta planteaba una tercera cuestién; jcémo esté constitui- da la mente humana para poder lidiar con la experiencia? ;Se componen las ideas, “los dtomos y las moléculas de la mente”, de imagenes gracias a una “quimica mental”, a partir de sensaciones que provienen del mundo exterior (Popper y Eccles 1983, 194)? :O acaso las costumbres controlan la mente humana a tal grado que los estimulos externos sdlo pueden manifestarse en la conducta después de pasar por los detectores cognoscitivos del lenguaje y Ja cultura, los cuales los procesan en patrones de accién? La antropologia se enfrenté a estas interrogantes en una secuencia de encuentros histéricos y, en consecuencia, cred su reserva de ideas de traba- jo. Cada encuentro provocé reacciones que después formaron las posturas que se adoptaron durante el siguiente viraje. Los protagonistas de la Tlus- tracién abordaron la oposicién de la Razén contra la Costumbre y la Tradi- cin, enfrentandose a sus adversarios, los defensores de lo que Isaiah Berlin lamé la Contrailustracién (1982). A raiz de este debate, Marx y Engels transformaron los argumentos propuestos por ambos bandos en una critica revolucionaria de la sociedad que dio origen a ambas posturas. A su vez, los argumentos que expusieron estos criticos provocaron una reaccién contra todos los esquemas universalizadores que visualizaban un movimiento ge- Concertos roténicos 4 cendencia para la humanidad. Este particularismo se dirigié isicos newtonianos, la biologia de Darwin, la megahistoria de criticas marxistas, sobre la cuestionable premisa de que todos an el mundo humano a algtin objetivo teleolégico fundamental. incipal de dicha reaccién fue el marxismo, el cual suscité mu- $ por su tendencia a aplicar los métodos cientificos a todos los prediccién de que el socialismo derrocaria a la sociedad. s de estas criticas adoptaron la forma de un rechazo hacia cualquier tuyiera que ver con la “metaffsica”. Varios inconformes quisieron ila seduccién que ejercia la elaboracién de teorfas abstractas y elemental, a una relacién mds “natural” ¢ “inmediata” con los le “la vida real”. Otros se negaron a aprobar cualquier aplicacién de que dichos fenémenos no podian abordarse con los procedi- jetivadores, emocionalmente neutrales y generalizadores de las les, sino que requerfan metodologfas adecuadas propias. jn retoma los argumentos que se propusieron de manera suce- la “viraje” y analiza algunas de sus implicaciones. Se inicia con el jue hubo entre la Ilustracién y sus enemigos, pues la disciplina an- como un todo debe su identidad a las antinomias que entonces de manifiesto, En efecto, la antropologja ha derivado la mayor nerpfa de los esfuerzos para negociar entre estos distintivos mo- der el mundo. LA ILUSTRACION icidn, un movimiento filosdfico que tuvo lugar en Europa a finales ly durante el XVIII, surgié como un esfuerzo para sacudirse el peso a Exic R. Wor de las instituciones y las ideas, que habfan sumergido al continente en bru- tales conflictos religiosos y politicos, y para renovar la esperanza al proponer un nuevo punto de vista sobre las posibilidades humanas. A diferencia de las opiniones anteriores, que consideraban que la condicién humana estaba con- taminada por “el pecado original”, para los ilustrados los seres humanos no eran ni buenos ni malos, sino perfectibles. Hablaton a favor del racionalismo y del empirismo y sometieron las configuraciones sociales y polfticas a un anilisis escéptico en donde, al parecer, se comprobé que carecian de estos ideales. Para mejorar a la humanidad, propusieron nuevas formas de apren- dizaje no teoldgico como vias de reforma. Se enfrentaron a numerosos movi- mientos que aparecieron a finales del siglo xvill y a principios del XIX para oponerse a esas afirmaciones, junto con los estilos intelectuales y politicos que se asociaban a ellas. Debemos el concepto de “ideologfa” a la Ilustracién; el concepto de “cultura”, asi como el de “sociedad”, se derivan de los esfuerzos por revertir los efectos de ese movimiento. La Ilustracién contemplaba el pasado y el futuro del mundo usando con- ceptos tan poderosos y, sin embargo, tan abstractos como la Razén y el Pro- greso. Sus defensores hablaban en nombre de una humanidad comin y universal. Esperaban disipar la oscuridad de la Edad Media al exponer la conciencia a la luz esclarecedora de la raz6n y al liberar el instinto y el talen- to natural de las ataduras de la mojigaterfa y la hipocresfa acumuladas. “Ecrasez I’ infamel” exclamé Voltaire y su grito era un llamado para destruir el dogma religioso y la supersticién, abolir el error e instaurar el régimen de la verdad basado en Ia razén. No todos los lideres de la Ilustracién pensaban igual y el movimiento adop- t6 varias formas en distintas regiones de Europa. Algunos de sus defensores, como Condillac y Rousseau, combinaron en su obra argumentos tanto a favor como en contra, como lo hicieran después algunos de los romanticos que se convertirfan en sus opositores. Asi, Condillac crefa que la razén era funda- mental tanto en la naturaleza humana como en el lenguaje, pero también apoyaba a los antagonistas del universalismo al subrayar “la cualidad culcural Concertos poutmicos B de las lenguas nacionales” (Aarsleff 1982, 31). Rousseau centré la mayor parte de su obra en dilucidar los predicamentos generales del ser humano, pero tam- bién dio gran importancia a los particularismos histéricos y culturales, como cuando se presenté como un “ciudadano de Ginebra’, en su proyecto para hacer una consticucién corsa y en su plan para crear un gobierno en la Polo- nia recientemente independiente (Petersen 1995). Por el contrario, los prota- gonistas ingleses y franceses de la Iustracién ejercieron una gran influencia en Immanuel Kant, su contraparte alemana, as{ como en el filésofo nacionalista Fichte (a quien algunos llaman el primer nacionalsocialista) y en Herder y Von Humboldr, los relativistas lingiifsticos que llegaron a ver en el lenguaje la ex- presion mds depurada de un Volksgeist. Algunos ilustrados pensaban que la raz6n encarnaba en la légica y en las mateméticas; otros imaginaban un regre- soa la Naturaleza por medio de la educacién de los sentidos. Muchos conside- raban la instruccién como el instrumento principal para corregir el “error”, mientras que otros querian instalar la verdad acabando con la dominacién social que ejercian “los tiranos y los sacerdotes”; alli donde los opresores ensombrecian el verdadero funcionamiento de la razén, su luz podfa reavi- varse eliminando a esos principes de la oscuridad. Otros mds identificaron el filo cortante de la razén con la novedosa maquina del Dr. Guillotine. No obstante, todo habrfa resonado con sapere aude, el lema de Kant que era un llamado a animarse a usar la razén individual para obtener y aplicar el conocimiento. En opinion de Kant, la Hustracidn le permitirfa a la huma- nidad despojarse de su inmadurez, fomentada por la dependencia en la orien- tacién de los demas, y adquirir una verdadera madurez, basada en el uso auténomo de la raz6n. Esto significaba, en la practica, que los seres humanos podian superar los limites levantados por la tradicién cultural y la domina- cién politica y enfrentarse al mundo de manera racional, eligiendo los me- dios mas eficientes para alcanzar los fines postulados. Sin embargo, el llamado a la raz6n tuvo sus consecuencias. Uno no debe olvidar quién esta usando la razén, la racionalidad, la légica y la neutralidad emocional para hacerle qué a quién, Conforme los estados y las empresas en 44 Eric R. Wour todo el mundo adoptaban el llamado a la razén de la Iustracién con el fin de mejorar su eficiencia administrativa, la aplicacién de la légica instrumen- tal impuso con frecuencia un precio exorbitante. El gobierno de la razén les resulté muy atractivo a los administradores de los estados y a los empresarios privados, asi como a cientfficos ¢ intelectuales, Al ser adoptado por estos estratos, les dio un sentimiento profesional de superioridad, que ellos podian dirigir contra la terquedad no ilustrada de los demés. Aquellos que se encar- gan de dispensar la razén pueden catalogar con presteza a los demas como opositores del progreso. Desde entonces hasta ahora, los protagonistas de la raz6n se definen a sf mismos como los apéstoles de la modernidad. Han propugnado la industrializacién, la especializacién, la secularizacién y la asig- nacién burocrética racional como opciones razonadas, superiores a la depen- dencia no razonada de la tradicién. Una de las ideas que surgié a raiz de la agitacin provocada por la Ilustra- cién fue la “ideologfa”. De hecho, Antoine Destutt de Tracy (1754-1836) in- venté esta palabra; él se consideraba como el heredero intelectual de Etienne Bonnot de Condillac, el filésofo del siglo xvi. Al argumentar contra la aceptacién que hizo Descartes de “las verdades evidentes por s/ mismas’, Condillac abogé por “el testimonio de los sentidos”, que se obtenia a través de la observacién y el experimento, como lo afirmaban los empiricos britd- nicos Francis Bacon y John Locke. En 1795, a raiz de la Revolucion Francesa, la Convencién Revolucionaria le solicité a Destutt de Tracy que creara un centro de investigacién para “analizar las sensaciones y las ideas” dentro del Institut National, de reciente fundacién. Destutt de Tracy definié la ideo- logifa como la “science des idées” (Barth 1974, 9); su libro sobre los Eléments didéologie de 180r (1824-1826) imaginaba el programa de investigacién del nuevo centro como un esfuerzo por estudiar las ideas de manera naturalista, como una parte de la zoologia. Para lograr este objetivo, Joseph-Marie De- gérando (1772-1842), uno de los miembros del instituto, elabord una guia de estudio en apariencia muy moderna para llevar a cabo una etnografia de los nativos de Australia. Conceptos roLeMicos 45 Sin embargo, pronto se hizo evidente que los “idedlogos” perseguian fines contradictorios (Hall 1978, 10). En un primer nivel, querfan entender cémo la gente percibfa las sensaciones, las transformaba en ideas y luego comuni- caba estas ideas a los demds. A otro nivel, esperaban que dichos estudios no s6lo esclarecieran los procesos del pensamiento sino que también generaran teorfas que liberaran el pensamiento del “yugo de los prejuicios”. Ast, desde “el principio el estudio de la ideologta se centré en el desco de someter las eas a la desapasionada mirada de la ciencia; y también en el deseo de de- ir las ideas verdaderas que pudicran fundar una sociedad justa y aumen- ‘tar la felicidad humana. La contradiccién pronto suscité la ira nada menos jue de Napoledn Bonaparte. Este ingresé al instituto con mucho entusias- ‘en 1797, durante los afios de su ascenso al poder. No obstante, una vez ‘se embarcd en su carrera militar y tuvo que renegociar las relaciones con historia”, Napoledn disolvié en 1803 la seccién de investigacién. los idedlogos se convirticron en sus mayores enemigos lnragtinatios, Poss a denuuicatloe conto la eas principal de “todas las que han caido sobre nuestra amada Francia” (en Barth 1974, 27). LA CONTRAILUSTRACION ucién Francesa, que primero quedé marcada por el Terror :pansién militar napoléonica, muchos seguidores de la Ilus- de la causa convencidos, como Francisco Goya, el pintor o de la razén engendra monstruos. Otros protagonis- - Contrailustracién fueron verdaderos reaccionarios que se 46 Enic R. Wour opusieron a cualquier partido que proclamara la libertad, la igualdad y la fraternidad universal para toda la humanidad. Se sintieron directamente amenazados por la revolucién en Francia que, de un solo y fuerte golpe, abolié las distinciones entre los aristécratas y los plebeyos. Otros més bus- caron defender los sentimientos, la fe y la tradicién local contra la invasién de la Razén proclamada por los ilustrados. Esta reaccién se originé en las protestas de la gente (encerrada, de manera egocentrista, en los acuerdos de las comunidades particulares) contra la nivelacién y la destruccién de sus arreglos acostumbrados. Juntas, estas distintas y conservadoras reacciones al cambio encendicron la primera llama de un paradigma relativista que mas tarde se desarrolld hasta convertirse en “la cultura”, un concepto antropols- gico clave. ‘A estos conservadores pronto se les unieron los reclutas del nuevo cuadro de “nacionalistas”, quienes llegaron a resentir la forma en que la Francia revo- lucionaria habia expandido su dominio y su influencia en el extranjero. Estos flamantes nacionalistas protestaron contra las conquistas de los ejércitos revo- lucionarios y también contra las declaraciones que hacfan los franceses de que estaban otorgando nuevas libertades al abrogar las costumbres locales e ins- taurar nuevos cédigos legales civicos, basados en las premisas de las en- sefianzas de la Iustracién. La reaccién contra Francia se intensificé en las ‘Alemanias, principalmente en las regiones asociadas con Prusia, aunque los grupos de otras regiones, como Renania y Baviera, simpatizaron durante mu- cho tiempo con la causa revolucionaria, Con frecuencia, el conflicto entre la Ilustracién y la Contrailustracién en las Alemanias se representa como una batalla en pro del espiritu aleman, que se libré entre Francia y los verdaderos patriotas alemanes; pero, durante algunas décadas, las actitudes no estuvicron polarizadas con tanta claridad. Ast, Kant, Hegel y Fichte recibieron con en- tusiasmo la Ilegada de la Revolucién Francesa y todos le debfan mucho a Rousseau. Herder, quien se convirtié en un gran defensor de las identidades nacionales, recibié la influencia de Condillac, mientras que Wilhelm von Humboldt, uno de los lideres del movimiento prusiano de renovacién, vivié ConcePros POLEMICos 47 ‘yatios afos en Parls, en asociacién con los idedlogos de Destutt de Tracy. Algunos individuos muy influyentes, tales como Johann Georg Hamann (1730-1788), el baltico “Sabio del Norte”, fueron ilustrados durante la primera e de su vida y enemigos del movimiento durante la segunda. Sin duda, la tidad francesa y la alemana acabaron por oponerse una ala otra, pero éste eel resultado de un largo proceso de cambio politico y no el resultado de na repulsidn cultural instantdnea, como los nacionalistas de ambos bandos afirmado. grandes rasgos, alli donde la Iustracién ensalzaba la razdn, la Con- nilustracién afirmaba creer en la fe y en la sabidurfa primordial de los sen- s, Hamann proclamé que Dios era “un poeta, no un matemitico”; la Sun maniqui relleno”; y la Naturaleza no era un depésito de virtud al sino “un alocado baile” (Berlin 1982, 169). Alli donde la Tlustra- yectaba el] ideal de una humanidad comin, con metas universales, onentes exaltaban la diferenciacién, el particularismo y las identidades . Joseph de Maistre (1753-1821), el emigrado aristécrata de Sabo- tien se considera como uno de los fundadores de la sociologia, asi discutible precursor del fascismo (Bramson 1961; Berlin 1990), re- tamente el universalismo humano: “La constitucién de 1795, al predecesoras, fue hecha para el hombre. Pero en el mundo no mado hombre. He visto franceses, italianos, rusos... Pero, en al hombre, declaro que nunca en mi vida lo he conocido” (en 9). Otros, sobre todo Johann Herder (1744-1803), originario usia, se dieron a la tarea de escribir una historia universal de la in embargo, acabaron transformando el proyecto en una pre- de que “cada lengua expresa el cardcter de la gente que la "1982, 346). Esta formulacién podrfa usarse para modificar Ilustracién con el fin de imaginar una reunién plura- 48 Enc R. Wour lista de pueblos particulares, en donde se considerarfa que cada uno de ellos estarfa imbuido de un “espiritu” distintivo. Uno de los resultados fue la fatl- dica fusién de los estudios lingiifsticos con una psicologia de bases étnicas (Whitman 1984). Esta orientacidn se hizo atin més evidente en la lingiifstica de Wilhelm von Humboldt, quien reforzé la idea de que la forma de organi- zacion interna que se encontraba en el origen de cada lengua no era ni estéti- ca ni pasiva sino que constitufa “una fuerza espiritual motriz” (Verburg 1974, 215). Afios mds tarde, como ministro de educacién de Prusia, Humboldt ca- nalizé el sistema educativo de Alemania en el Bildung, la educacién de las elites académicamente formadas hacia un renacimiento neohumanista de los clisicos, incluyendo estudios de filologia y psicologia. Conforme el siglo xix adquirié mayores tintes nacionalistas, esta fusién de disciplinas equips a los nacionalistas alemanes con una nueva arma “espiritual” para combatir el ma- terialismo. También produjo una nueva ciencia, la psicologta étnica (Vilker- paychologie), que buscaba demostrar que “el Volksgeist era la esencia psicolégica unificadora, comiin a todos los miembros de un Volk, y la fuerza motriz de su trayectoria hist6rica” (Bunzl 1996, 28). Esto repiri6, cincuenta afios después, el proyecto de Destutt de Tracy de establecer una ciencia de las ideas humanas, pero transformd esa ciencia que pasé de ser un proyecto universal de la hu- manidad para convertirse en una psicologia de las identidades nacionales, La “culeura’ surge de este uso que se le dio en Alemania. Al principio, la Palabra denotaba un proceso, ya que se derivaba de “cultivo” o agricultura y luego se aplicé a cultura animi, el cultivo de las mentes jévenes para aspirar a ideales adultos. Durante el siglo xvil, dicha palabra llegé a Alemania con este ultimo significado. Alli, en el siglo xvi su significado se amplié y ya no sélo se refirié al desarrollo de los individuos sino también al cultivo de las facultades morales ¢ intelectuales de las naciones y de la humanidad (Kroe- ber y Kluckhohn 1952, 18-23). Es probable que el cambio que se hizo en el énfasis de “cultura”, como cultivo, a “cultura”, como las suposiciones bdsi- cas y las aspiraciones rectoras de una colectividad entera (todo un pueblo, una raza, una nacién), haya tenido lugar apenas durante el siglo XIX, gracias Concertos PoLémicos ates de un nacionalismo cada vez mas intenso, Entonces, se consi- -cada pueblo, con su cultura caracterfstica, posefa un modo propio ir y conceptualizar el mundo. Durante algiin tiempo, los etndlogos on este punto de vista al insistir que los componentes de cualquier ada rara vez se cultivan “en casa”; mds bien se ensamblan a del tiempo a partir de muchas fuentes y se articulan de diversas ma- o obstante, la pregunta de qué era lo que unfa la suma de estos ras- s se contestaba, cada vez mds, afirmando que el conjunto de los les tomados de aqui y alla se transformaba en una totalidad al “espiritu” unificador, que se ponia de manifiesto en cada jcular y tinicamente en ese pueblo. Fortalecido por esa unidad pueblo particular y distintivo podfa resistir las afirmaciones doras de la Razén ilustrada. cepto de “sociedad” suftié una transformacién similar. Durante la al'de la Ilustraci6n, la gente imaginé que una nueva “sociedad civil” faa los reyes y los emperadores al exilio, disolverfa las corporaciones es y politicas que contaban con la proteccién de la realeza y eliminaria ones jerdrquicas de la precedencia y el privilegio. Sin embargo, reyolucin tras otra nivelaron las gradaciones y los emolumentos en un pais tras otro, muchos empezaron a preguntarse si algun dia narfa ese proceso de descomposicién y cémo se restableceria algtin tipo n social integral. ;Cudndo iban los ciudadanos, ahora despojados del la condicién social y arrojados a la anénima muchedumbre, a volver en las nuevas configuraciones, cémo recobrarfan un sentimiento ia, una posicién firme y establecida en valores seguros y compar- e manera colectiva? La btisqueda de estas respuestas provocé el desa- la sociologia, concebida como una nueva ciencia capaz de ofrecer doto contra el veneno de la desintegracin social” (Rudolf Heberle en nson 1961, 12). Tal vez el orden social llegarfa a estabilizarse una vez mds do en los grupos primarios una asociacién y una interaccién social, cara , y reforzando estos vinculos al recurrir a los valores comunes. 50 Eric R. Wour MARX Y ENGELS Esta visién de la sociedad fue desafiada, a partir de la década de 1830, por dos espiritus afines provenientes de Alemania: Karl Marx, un periodista de Renania, y Friedrich Engels, el hijo de una familia de empresarios textiles de Westfalia. Ellos combinaron de una manera novedosa la tradicién intelec- tual de la Ilustracién con las criticas de la disolucién de los lazos institucio- nales, que proponian los conservadores (Bramson 1961, 21). Los dos amigos fueron seguidores de la Ilustracién, convencidos de que la razén podia des- enmascarar la falsedad y proclamar la verdad. Crefan que el uso de la razén ayudaria a revelar las fuentes de la miseria humana que, al igual que muchos conservadores de su época, situaban su origen en los individuos desconecta- dos de cualquier red de derechos y obligaciones mutuos debido al deterioro de las antiguas costumbres comunitarias. Ademds, afirmaban que los seres humanos alcanzarfan una mayor libertad si dependian de sus propios esfuer- 20s, incluyendo el uso de la raz6n, y no invocaban las consolaciones de la religién. Sin embargo, no pensaban que dicha transformacién se basara tini- camente de la fuerza de las ideas ni que el cambio que imaginaban se hiciera realidad difundiendo ideas verdaderas por medio de la educacién. Insistian en que la vida humana no estaba moldeada por el funcionamiento del “Es- piritu” encarnado en la raz6n, sino por la produccién, es decir, la préctica de transformar la naturaleza para responder a las necesidades humanas, por medio de las herramientas, la organizacién y el empleo de la “razén précti- ca’, Esta préctica no slo contempla y observa el mundo; actita para alte- rarlo, usando la razén para apuntalar el proceso y evaluar sus resultados, ‘dems, Marx y Engels estaban convencidos de que la predominancia de ceria y de la falsedad entre los seres humanos no se debia ni al pecado la original ni a una incapacidad humana inherente, sino a una sociedad de clases con un sistema que separaba a la gente de las comunidades y les prohi- bia el acceso a los recursos. En estas circunstancias, los desposefdos se vefan obligados a prestar sus servicios a miembros de otra clase social que se bene- Concertos ronmicos st con esta transferencia de trabajo y desarrollaban racionalizaciones explicaban, en apariencia, por qué esta situacidn era una ventaja tanto os poseedores como para los despose{dos. Marx y Engels definieron es- jonalizaciones como “ideologta”. utt de Tracy y habia Hegado a significar pensamiento formulado para Positiva para convertirse en un término de denuncia. Engels adoptaron este concepto reformulado de “ideologia” y lo gnaba las clases de los conscriptos cuando se les llamaba a as (Quine 1987, 23). En inglés, primero significd un grupo de 5 en 17725 las “clases altas” y las “clases medias” siguieron década de 1790; y las “clases trabajadoras” surgieron alrededor de 1959, xiii). Las palabras equivalentes se volvieron populares te la década de 1830 (Hobsbawm 1962, 209). Una cancién, ”, aparecié en Francia en 1833, junto con un llamado a to- armes, Prolétaire” (Sewell 1980, 214). Para 1837, Marx le padre acerca del proletariado “como la idea en la realidad lore 1983, 74). En 1845, Engels publicé La situacién de la 32 Eric R. Wour politica acerca de la clase trabajadora, asf como de la cuestién de la ideo- logia. En esa obra, también formularon su opinién de que “en todas las épocas, predominan las ideas de la clase dirigente, esto es, la clase que repre- senta la fuerza material rige a la sociedad y es, al mismo tiempo, su fuerza intelectual imperante” (en Sayet 1989, 6). En esta primera declaracién axiomdtica de la ideologia, Marx y Engels abedecieron los acicates de la Ilustracién para interpretar las “ideas impe- rantes” como formas de “error interesado”, que se presentaban a tftulo de verdades ostensibles cuya intencién era confundir a la gente acerca de la rea~ lidad social y, asf, convertirse en instrumentos para dominar as mentes y los corazones. Sin embargo, a diferencia de otros pensadores ilustrados, no atri- buyeron esta forma de “error interesado” a las acciones de una naturaleza humana universal nia los agentes de la oscuridad que trataban de explotarla, Para ellos, as personas eran “seres corpéreos, vivientes, reales, sensuales, ob- jetivos", capaces de obrener un verdadero conocimiento del mundo al actuar sobre | incluso si, por ¢sa misma raz6n, también eran criaturas “sufrientes, limitadas y condicionadas” (Marx 1844 en Ollman 1976, 78, 80). El dominio de la naturaleza a través del trabajo, junto con la capacidad para usar el len- guaje, desarrollada con los compafieros al desempefiar dicho trabajo, podia multiplicar el conocimiento humano y expandir la comprension humana del mundo. La participacién prictica con el mundo generaria un pensar miento realista y “una creciente claridad de conciencia, un poder de abstrac- cin y de juicio” (Engels 1972, 255), mientras se erradicaban las “Fantasias” que carecfan de un objeto tangible y que sdlo Ilenaban la mente de apren- sién y de miedo. Desde esta perspectiva, la ideologfa se asemefaba a la religiéns al igual que éta, falseaba la capacidad de los seres humanos para cambiar la naturaleza, por medio de la practica material activa, y acentuaba la dependencia de los indivi- duos en relacién con fuerzas que estaban fuera de su control. Para Manx y Engels, dicha falsificacién no se debia a Ja naturaleza ni a la debilidad huma- mas, sino a la conexidn de la ideologfa con las contradicciones que planteaba Concertos rouémicos 3 la sociedad de clases. La sociedad de clases alimentaba las ilusiones precisa- mente por basarse en la polarizacién social entre los muchos que trabajan y los pocos que dominan el proceso de produccién. Para negar o velar las tensiones resultantes, dicha sociedad producia una ideologia como “un tipo particular y distorsionado de conciencia que oculta las contradicciones” (Larrain 1979, 50). si, Marx y Engels esperaban que la razén y la accién politica que se basa en a descorrieran los velos de la tergiversacién y permitieran que el conoci- ento avanzara, libre de las trabas de los inventos de la mente. Definir la ideologfa como “las ideas imperantes de la clase dirigente” re- ecificaron cémo debia entenderse. ;Contratan los administradores de la dirigente a agentes intelectuales para producir ideas que ejemplifiquen intereses; o la estructura asimétrica de la sociedad determina las condi- es en las que generan y propagan las ideas? ;Acaso su concepto de ideo- : implicaba que las ideas imperantes “reflejan” o “son el espejo” del tdadero poder de la clase dirigente? Marx y Engels emplearon estas meta- con frecuencia, Ademds, dijeron que tales ideas “cortespondian” a cier- jones que eran las “ms apropiadas” para ellas, como cuando Marx que el protestantismo, “con su culto del hombre abstracto”, es la for- le religion mas “adecuada’ (entsprechendste) para los simples productores ercancfas que intercambian unidades equivalentes de trabajo abstracto 42). Estos términos se parecen al concepto posterior que acufié Max de “afinidad electiva” (Wahlverwandshaft) entre las ideas y los intere- | grupo; pero Marx y Engels no explicaron de qué modo se vinculaban ciones sociales con las representaciones conceptuales particulares. Su je sugiere un campo de fuerza, apuntalado por relaciones productivas, sin contestar la pregunta de cémo surgen las formas particulares acién de las ideas y de cémo algunos tipos de representacién ad- n precedencia y poder sobre otros. En la actualidad, se sigue buscan- respuesta adecuada a esa pregunta. 54 Eric R. Wor Poco después de que Marx y Engels propusieran la teoria de un nexo entre las ideas imperantes y las clases dirigentes, este tema desaparecié de sus escritos (Balibar 1988), Un nuevo método de andlisis la sustituyé en 1867, en El capital, que se centra en “cl fetichismo de las mercancfas”. Esta formu- lacién aparecfa en el contexto de que los objetos producidos para el merca- do, las mercancfas, representaban el trabajo humano realizado y asignado bajo los auspicios de las relaciones sociales capitalistas. En este modo de pro- duccién, la mano de obra humana, que el capitalista compra en los “merca- dos” laborales, se incorpora a las mercancfas. Asi, los trabajadores pierden cualquier conexién con lo que produjeron, pues eso le pertenece al capita- | lista que les pagé un sueldo por su trabajo. Los bienes se ofrecen en “merca- dos de mercancfas” y las ganancias, que provienen de la venta, le pertenecen al capitalista. Asi, la mano de obra animada, que es un atributo fisico y cog- noscitivo de las personas, y las mercancias inanimadas, que esa mano de obra produce, reciben el mismo trato, como si pertenecieran a la misma categoria. Segtin Marx, la fusién de estos elementos, cualitativamente distintos, en- mascara las verdaderas relaciones sociales que rigen la forma en que la gente se engancha al proceso de produccién. Ademés, cuando se equiparan los trabajadores-productores de mercancias con los compradores de las mismas, las relaciones sociales entre los trabajadores, los patrones y los compradores se consideran tinicamente como relaciones entre mercancias. “Las relaciones sociales definidas que existen entre los hombres adoptan, en este caso y pata ellos, la forma fantdstica de una relacién entre los objetos.” Al igual que en “el nebuloso campo de la religin... los productos del cerebro humano pare- cen ser figuras auténomas dotadas de vida propia... As{ sucede en el mun- do de las mercancfas con los productos de las manos de los hombres” (Marx 1976, 165). Este concepto no depende de un modelo de ideologia conside- igente; rado como las distorsiones y los errores que promulga una clase di mis bien, rastrea la fuente del engafio a una realidad social particular, la del capitalismo. Esa realidad mezcla lo real con la ficcién; como resultado, los Concertos ronémicos ntes en las transacciones son victimas de un engafio acerca de la Jas relaciones sociales capitalistas. eb el concepto de fetichismo de los estudios sobre religidn. El tér- ado por el experto francés Charles De Brosses, quien describié sobre el Culte des Dieux fétiches (1760) el comportamiento de los de Africa occidental. Al parecer, éstos tallaban primero imagenes (“una cosa hecha”, /eitigo en portugués) para luego tratarlas como De Brosses, al igual que sus sucesores, vio en este “fetichismo” tun modo de pensamiento primitivo e ilégico. Sin embargo, Marx ied alos efectos estructurales de una movilizacién particular de la mano cial: la movilizacién del capitalismo. 6 una Idgica similar para caracterizar la estructura de las forma- aciales no capitalistas en donde, a su entender, un jefe o un déspota, dose por encima de los individuos o de las comunidades, personifica nio de una comunidad més amplia o de un estado, haciendo asi que fidad “tenga la apariencia de una persona”. Esta interpretacidn ha sido ada en la moderna antropologfa marxista. Por ejemplo, Jonathan n la us6 para caracterizar el papel del jefe, en los grupos tribales del le Asia, como el representante de una unidad més elevada, ejemplifi- en sacrificios hechos para los espiritus territoriales (1979). Pierre Bonte al “complejo del ganado” en las sociedades pastorales africanas, en hato constituye la base de la subsistencia, la riqueza que apuntala matrimonio por descendencia y las ofrendas a los seres sobrenaturales; “se dera y se justifica que el fetichismo del ganado reproduce el orden so- ” (1981, 38-39). ial, los esfuerzos de Marx no resolvicron la pregunta de qué hay en leza humana” que estimula la aparicidn recurrente de “formas fan- nagéricas” en las acciones del hombre. Dado que tanto Marx como ‘consideraban que cl modo de produccién, situado histéricamente, minaba la conciencia humana, se habrian mostrado reacios a relacionar mo con alguna inclinacién de la mente 0 con la arquitectura neu- 56 Eric R. Wour ropsicolégica de nuestro organismo. Sin embargo, se ha argumentado, de manera razonable, que los seres humanos comparten tendencias generales que permiten que ciertos objetos participen en el mundo, como si fueran humanos, y que les atribuyen deseos, voluntad y facultades humanas (Gode- lier 1977, 169-85; Guthrie 1993). Estas tendencias se apoyan en la posesién humana del lenguaje, el cual postula abstracciones que luego pueden tratar- se como seres animados y que, analégicamente, estan dotados de facultades parecidas a las humanas. Desde este punto de vista, el fetichismo se vuelve una intensificacién del animismo, en donde se piensa que los entes son ani- mados y superiores a los humanos; sin embargo, se muestran receptivos a las peticiones de estos tiltimos para realizar wransacciones (Ellen 1988). Por lo tanto, se podria reformular la cuestién del fetichismo en términos culturales y preguntar qué entes llegan a seleccionarse para este proceso, en qué cir- cunstancias y por qué. Seria de especial interés averiguar cémo los fetiches, elevados a una posicién de superioridad, modelan las relaciones del poder asimétrico en una sociedad. Por consiguiente, se podria combinar el anilisis antropoldgico de los complejos de ideas, tales como el fetichismo, con la su- gerencia de Marx de que el nexo crucial del poder estructural que rige la mano de obra social genera representaciones caracter(sticas, correctas o in- correctas, en el pensamiento. LAS REACCIONES CONTRA LA METAFISICA Y LA TELEOLOGIA Mientras los bandos opuestos de la Ilustracién y la Contrailustracién se dis- putaban el terreno politico ¢ intelectual que habla entre ellos, enarbolando las banderas de la Razén, la Revolucién y la Ciencia contra la Fe, la Tradi- cién y la Subjetividad Poética, un nuevo grupo de protagonistas, que perse- guian un interés distinto, llegarfan a alterar las condiciones del debate. Lo hicieron tachando de “metafisica” todos los esfuerzos por incluir la conducta Concertos porémicos 7 humana en leyes generales. Se decia que la metafisica apilaba una teorfa tracta sobre otra, hasta que el acto mismo de teorizar parecfa obstruir juier conexién con la “vida real”. Estos criticos se oponfan en particular las “grandes” teorfas a las que acusaban, a veces de manera equivocada, de ntar unir e] destino humano con una dindmica teleolégica central. Entre las teleologias asf denunciadas, uno de los blancos favoritos fue la exposicién hizo Hegel sobre el funcionamiento de un espiritu del mundo; otro fue marxismo, definido como una forma de determinismo econdmico; y el inismo, interpretado como una teleologfa evolutiva que favorecia a los dores en la “lucha por la existencia’, Se pensaba que el antidoto para ejantes escenarios universales yacfa en una metodologfa sdlida, practica y lista, que no recurriera a ningiin tipo de metafisica. apoteosis de la metodologfa sobre la teorfa adopté, primero, el nom- -“pragmatismo” (Charles Peirce, William James), aunque una prolife- de cortientes intelectuales agregé la “critica empitrica” (Ernst Mach) y smo légico” (G.E. Moore, Rudolf Carnap, Karl Popper) al reper- etafisico, La busqueda de un contacto mds inmediato con la “vida que algunos de estos criticos asociaran sus puntos de vista con el mo y que, asi, volvieran a introducir las teorfas biolégicas por la ‘a; mas todos propugnaban que sdlo podian usarse las ideas si se miétodos aceptables. A principios del siglo xx, cuando este “viraje ”” hizo su entrada en la antropologia, estimuld un acercamiento hacia el trabajo de campo como la metodologia central capaz de conocimiento adecuado sobre las acciones de los seres humanos. REAFIRMANDO LA “MENTE” n critica a la “metafisica” no la rechazé del todo, sino que se uerzos por aplicar los métodos de la ciencia natural al estudio y las ciencias humanas. Los “subjetivistas” pensaban que era clararle la guerra a la ciencia” (Wilhelm Windelband), dado 38 Eric R. Wour que los enfoques que se derivaban de las ciencias naturales no hacfan justi- cia a la vitalidad humana en la pasién, la imaginacién, la energia y la fuerza de voluntad. Se argumenté que la ciencia no era adecuada para estudiar las mentes humanas ni los elementos subjetivos y auténomos que operaban por medio del lenguaje y de la cultura. Las mentes tenian que estudiarse en plu- ral y no como ejemplos de una mente humana universal. Por consiguiente, también fue necesario abandonar los intentos evolutivos por rastrear el desarrollo de la humanidad como un todo y poner fin a los esfuerzos pot definir una “unidad psfquica del hombre”. Sobre todo, estos criticos tenfan la esperanza de especificar las variadas formas por las cuales la mente “apre- hendia’ el mundo y le imponfa un orden. En la antropologfa, empezando por Bastian y por Boas, dichas actitudes ratificaban un “viraje mentalista” que hacfa énfasis en la diversidad de las “mentes” culturalmente constitui- das. Este cambio de programa se centraba en el lenguaje, principal vehicu- Jo de la comunicacién humana, y ya no lo consideraba unitario, sino como algo que se manifiesta en una pluralidad de lenguas. Este viraje se deriv, en gran medida, de la reaccidn de los alemanes con- tra el reino de la razén universal que preconizaba la Ilustracién, pero tam- bién se vio reforzado por motivaciones politicas y econémicas. A principios del siglo xix, muchos aclamaron la legada del capitalismo como un avance hacia una nueva libertad. Los mercados se liberaron cada vez mas de los con- woles y de la incerferencia de los monopolios gubernamentales y el desa- rrollo industrial prometié la liberacién del trabajo pesado y la dependencia tributaria; la difusién del pensamiento “libre” también prometia liberar a las multitudes de los grilletes del absolutismo y de la ortodoxia religiosa. Sin embargo, a finales del siglo, la intensificacién del capitalismo reveld su lado oscuro. Los criticos sociales, tanto socialistas como conservadores, sefialaban con mayor frecuencia los grandes ntimeros de personas a quienes se les habia despojado de sus derechos relacionados con el campo y el bosque, de los que alguna vez dependieron para subsistir; la incertidumbre del empleo indus- trial asociado con el ciclo de los negocios; y el cardcter frecuentemente Concertos POLEMICOS 59 or del trabajo industrial. Al mismo tiempo, cada vez mds personas suenta del terror y la brutalidad asociadas con la expansién impe- cel extranjero. empresarial y sus defensores fueron atacados por la derecha y la |, por su culto a Mamm6n asi como por su aceptacién del statu quo, sus propios privilegios cstaban garantizados. Hubo reacciones el “materialismo”, entendido como una creciente propensién a rego- el bienestar material. Algunos criticos temieron la propagacién de que asociaron con una pérdida del reconocimiento por la capa- el logro individuales. Otros més lamentaron el debilitamiento del ) de heroismo y sacrificio que alguna vez se asociaron con la aris- tar; la racionalizacién de la vida social, gracias al aumento de la y el desmantelamiento de las reconfortantes tradiciones. os cambios le dieron un aspecto menos promisorio al futuro, era francamente amenazador, Hubo una preocupacién generali- fe las personas cultas por la “degeneracidn” bioldgica y psicolégicas a, esto adopté la forma de lamentos acerca del “pesimismo cul- ste estado de dnimo puso cada vez mds en duda las promesas de los es de la Razén. Los romAnticos ya habian desafiado los valores de la mayor dentro del campo mismo de la Razén. Para los primeros Ja Razén era una facultad cognoscitiva estratégica que podia reve- lad de la Naturaleza, la cual se mantenfa oculta gracias al error y a i6n; asi, desnuda, se demostrarfa que la Naturaleza era un sistema ode prudentes necesidades. No obstante, como lo sefialé el escocés ume, “el gran infiel”, carecemos de una base convincente para po- a lo que sucede en nuestra mente en relacién con una secuencia la y causalmente determinada de hechos naturales; todo nuestro iento se “deriva de nuestro sentimiento externo 0 bien del interno”. ‘afirmé que, como resultado de ello, la Raz6n no podia garantizar una able de la Naturaleza y, por lo tanto, no era posible derivar 60 Eric R. Wor ninguna regla ética a partir del funcionamiento del reino natural: “Para mi no es irracional el hecho de preferir que se destruya la mitad del mundo a que yo me pinche el dedo” (en Solomon 1979, 73, 76). El romantico Johann Georg Hamann cité a Hume para argumentar que, en la ausencia de un co- nocimiento cierto y confiable, cualquier correspondencia entre la Razén y la Naturaleza tiene que basarse en la “fe”. Ya lo dijo Ernest Gellner, la Razn “se degiiella a sf misma” (1988, 135). Hume argumenté que todas nuestras ideas y recuerdos no son “verdades de la razén”, sino sdlo cuestiones de “habito”. Conforme los defensores de las tradiciones locales y nacionales desafiaron cada vez més los valores uni- versales de la Ilustracién, se llegé a pensar que dichas costumbres variaban a lo largo de la historia y también entre los distintos grupos del planeta. Esto despojé a los “hébitos de la mente” de cualquier reclamo de dominio 0 va- lidee universal; en vez de eso los volvié particulares y relativos histérica y et nolégicamente. Ademés, cuando los grupos culturales empezaron a mirar para sus adentros y a preguntarse qué los distingufa entre ellos, comenzaron a subrayar las diferencias en sus cualidades mentales, la naturaleza de su “es- piritu” especial, su “conciencia” subjetiva distintiva. Los NEOKANTIANOS Esta “reorientacién” psicolégica tuvo un impacto especifico en Wilhelm Dilthey, quien buscé reemplazar los modelos de la ciencia natural en la crex cién de la historia con un enfoque fenomenoldgico que delineara pacrones significativos de pensamiento. A su vez, varias escuelas de “neokantianos’ retomaron los intereses de Dilthey y quisieron acentuar la distincidn entre las ciencias naturales y las ciencias culturales, afirmando que las primeras eran nomoréticas y las segundas ideogréficas. Llegaron a definir estas ciencias ideogréficas como el estudio de las categorfas mentales que les permiten a las personas construir sus mundos distintivos y dedicaron su energfa a desarrollar métodos estrictos de interpretacién para este tipo de estudio. Aceptaron la Conceptos PoLéMicos ox fade Kant de que la mente humana no era una tabula rasa en la que raban las percepciones como si se tratara de una “hoja de papel en , sino un érgano que posefa, @ priori, la capacidad de construir catego- ntales y, asi, de hacer posible el conocimiento. Para Kant y los neokan- estas categorias no eran innatas; sdlo lo era el requisito humano de que categorfas para poder habitar este mundo, sin importar qué esquemas ales particulares especificaran dichas categorias. Ta €N que estructuramos nuestro conocimiento del mundo exter- "én se convirtié en un problema central para el antropdlogo Franz , quien ley a Kant en su ight, en la isla de Baffin en 1883, mien- ialismo “bastante hirsuto” (Stocking 1968, 140) y se acercé a una én neokantiana de la cultura como un estudio de “la mente huma- afia que diferfa de la de los funcionalistas britanicos. Allf donde alistas recalcaban la conducta en la génesis de las formas sociales s, Boas equiparaba la cultura con ideas en accién. Esta interpre- forma a su estudio de los kwakiutl, a quienes dedicé una gran is esfuerzos antropoldgicos. iento neokantiano se desarrollé en numerosas variantes, pero elas” mds importantes se centraban, respectivamente, en la Marburgo y en la “provincia [suroccidental] cultural del lughes 1961, 46), en las universidades de Friburgo, Heidelberg, o (que entonces estaba bajo el dominio de Alemania) y Basilea. o estudiaban el origen y el desarrollo del conocimiento cien- nente mds notable era Ernst Cassirer (1874-1945), el primer le una universidad alemana, quien rastred los cambios de los iales a los relacionales en el pensamiento europeo, desde id Media hasta el presente, y quien més tarde examiné el ipefiaba el lenguaje en la formacién del conocimiento cien- 62 Eric R. Wor tifico. A diferencia de los de Marburgo, para quienes la ciencia era el proto- tipo del conocimiento, los suroccidentales insistfan en trazar una clara linea entre la adquisicién nomotética del conocimiento en las ciencias naturales y el método ideogrifico de Dilthey para el estudio de las “ciencias del esptritu’ (Geisteswissenschafen) que abarcaba la historia y las humanidades. WEBER La figura més importante que recibié la influencia de los neokantianos sur- occidentales fue el socidlogo Max Weber (1864-1920), quien estudid en Hei- delberg. Aunque en vida logré destacar considerablemente en los aspectos intelectuales y politicos en Alemania, su obra sélo llegé a conocerse fuera de su patria poco a poco, por medio de articulos y ensayos traducidos (con ex- clusién de sus escritos politicos). Su importante libro sobre Wirtschaft und Gesellschaft (Economta y sociedad) no se tradujo al inglés en su totalidad sino hasta 1968. La politica de Weber influyé de manera crucial en sus intereses y en st cleccién de temas. Nacié en una Alemania unificada por Bismarck, cuya sede de poder estaba en Prusia. Una alianza entre los terratenientes Junker, con los burécratas civiles y los oficiales del ejército, muchos de los cuales hat ban sido reclutados en las familias Junker, gobernaba el pais. Esta alianza de clases impulsd al nueyo Estado hacia la industrializacidn, bajo los auspicios del capitalismo; pero, a diferencia de Inglaterra, el Iider del desarrollo capi talista, no se otorgé a los empresarios capitalistas la administracién de los asuntos del Estado, Weber queria una Alemania fuerte, que fuera capaz de desempefiarse en “la eterna lucha por la conservacién y el cultivo de nues- tra integridad nacional” (en Giddens 1972, 16). En su opinién, las clases tra- dicionales que dirigian el pais no eran aptas para la tarea de edificar una exitosa sociedad industrial, mientras que la clase ascendente de la burguesta liberal y la nueva clase de los proletarios le parecfan incompetentes para d liderazgo politico, Asi, su famosa obra La ética protestante y el esptritu del Concerros porémicos 63 0 de 1920 (Weber 1930) no sdlo buscaba demostrar la importancia enia la religién en el desarrollo econémico, sino que estaba escrita para ar la conciencia politica de la burguesfa” en Alemania (Giddens 1972, vel poder politico de la clase funker, controlar la burocracia del Esta- omar hei sistema parlamentario estatals esto con ne fin de que la clase ‘del capitalismo. Sin embargo, para esto también era indispensable 1 Jos trabajadores de sus Ifderes socialdemaécratas, inspirados en Marx, se caracterizaba como pequefios mesoneros de la pequefia burgue- os revolucionarios, era probable que incrementaran la burocra- jofocaran el crecimiento industrial. logia de Weber se basaba en varios temas neokantianos. Rechaza- tipo de teorfa causal general, sobre todo el determinismo eco- que entonces preconizaban los socialdemécratas; éstos predecfan un ce en la historia de mundo, basado en el desarrollo de la eco- de eso, Weber siempre prefirié estudiar casos particulares. La ocerfa los patrones repetitivos o las variaciones en los temas pondrfa “modelos de formacién de hipstesis” (Kalberg 1994, modelos a veces se basaban en una amplia gama de estudios pero eran tan s6lo “tipos ideales” que debian usarse para exa- sos particulares, no para esbozar un proceso unilineal de tipo , siempre “se negé a presentar la racionalizacién como la ta de la historia” (Arato 1978, 191-92). ,ademés, que el factor econémico fuera universal y predomi- ‘economfa tenfa un papel importante para enmarcar las posibi- situacién concreta, pero siempre tendrfa lugar junto con 64 Eric R. Wor miiltiples factores sociales y conceptuales. Weber mantenfa que, de man metodolégica, debian investigarse los “significados” que tenfa la accién el individuo que actuaba y no considerar a las personas como un simple pro- ducto de las fuerzas sociales. Siguiendo la pauta de Dilthey, pensaba que dicha investigacién implicaba Verstehen, la comprensién empatica que se logra ponerse en el lugar de los demds, para entender cémo ellos definen su situae cién y los propésitos de sus acciones. Muchos de sus tratados abordaron las ideas que daban forma a las orientaciones caracteristicas de la accién religio © econémica. Estas orientaciones siempre se relacionaban con context sociales particulares; definian el “significado” que tenia la accién para los indi- viduos y ratificaban su capacidad de darle “sentido” al mundo. El estudio que Weber hizo de dichas orientaciones y de sus grupos “portadores” sigue sien- do de gran importancia para nuestra comprensién de las ideas en relacién co las condiciones de ciertos grupos sociales especificos. No obstante, para Adi cha relacién era algo potencial, mas no detetminado, y se negé a desarro una teorfa general acerca de cémo las ideas tomaban forma al interactuat co la economia y la sociedad. En su afirmacién mas general sobre la cuestién, Weber opind: “No son las ideas, sino los intereses materiales ¢ ideales los que rigen de manera directa la conducta del hombre. Sin embargo, con mucha frecuencia las ‘imagenes del mundo’ que han creado las ‘ideas’ han determin do, como los guardagujas, los rieles sobre los cuales la dindmica de los intere- ses han empujado la accién” (en Gerth y Mills 1946, 63-64). COMBINANDO EL MARXISMO Y EL NEOKANTISMO Entender la relacién entre Weber y Marx ha sido desde hace mucho tiemp una préctica muy difundida en las ciencias sociales. Algunos expertos h hecho hincapié en la opinién trégica que tenfa Weber acerca de la vida hi mana, a la que juzgaba fatalmente amenazada por la racionalizacién. O lo han descrito como un precursor del nacionalsocialismo, por sus punt Conceptos PoLtMicos 65 de vista acerca de la necesidad de crear un Estado basado en el poder con- Teentrado y por su llamado a movilizar a la clase trabajadora en nombre del ollo del capitalismo nacional. Para algunos socidlogos, como Talcott Parsons, Weber ofrecia una opcién en relacién con Marx. En afios recientes, me transcurre el tiempo y las apasionadas disputas del pasado dis- nen intensidad, se ha vuelto mas facil reconocer las distintas formas convergen y confluyen los legados de Marx y de Weber (Turner 1981; er1991). En mi opinién, Marx y Weber se complementan entre si y cada 9 aborda un nivel distinto de relaciones. Sin embargo, incluso durante la a Guerra Mundial, cuando las cuestiones que subyacian a sus diferen- atin suministraban combustible para la politica, algunas personalidades ‘on por combinar sus posiciones aparentemente divergentes y rela- de manera conjunta en la ciencia social. nla aparicién de los métodos de investigacién marxistas, se desarrolla- variantes que intentaron combinar esta corriente con los enfo- n los que influyé el pensamiento neokantiano. Dos de estas variantes en la'relaci6n que existe entre las ideas y el poder y son especial- ertinentes para las interpretaciones antropoldgicas. Una de ellas esté ssentada por el trabajo de Karl Mannheim (1893-1947); la otra, por el de Gramsci (1891-1937). annheim estaba destinado a conyertirse en uno de los intelectuales “que ila deriva” a quienes, afios después, él mismo describié. Originario de se unié al radical “Sunday Circle”, que inclufa a Gyorgy Lukacs; al ue Lukdcs, Mannheim huyé a Alemania en 1919, a rafz de la fallida re- vhiingara, En 1933, el ascenso de Hitler al poder lo obligé a trasladarse Durante su estancia en Alemania, Mannheim y Lukdcs entraron 9 con Max Weber, quien entonces buscaba desarrollar su enfoque para crear una sociologia sistematica, y ambos intentaron com- recon Weber. En Historia y conciencia de clase (1971), Lukacs usé ‘de “posibilidad objetiva” de Weber para dotar al proletariado conciencia de clase “potencial” (en oposicién a “empirica’). 66 Eric R, WoLe Sin embargo, Lukécs opté entonces por el comunismo y Mannheim se acer c6.a la sociologia. Mannheim acepté la hipétesis de un vinculo entre formas de conoci- miento y agrupaciones sociales, pero también insistié, al estilo de Weber, en que la clase se cruzaba con muchas otras adhesiones a las generaciones, los grupos de posicién social, las profesiones y las elites. Su metodologta, em= pleada para demostrar que existian nexos entre los elementos sociales y las ideas, fue “esencialmente antropolégica” (Wallace 1970, 174). Su ensayo so- bre el “Conservative Thought” de Alemania (1953) sefialaba a la nobleza decadente como la principal base social de apoyo para una clase de intelec- tuales que generaban teorfas conservadoras. La obra también ejemplificaba el interés predominante de Mannheim por el papel social de los intelectua- les. En su segunda obra, Ideologta y Utopia (1936), Mannheim opuso ciertas variantes ideoldgicas que apoyaban el statu quo, a ciertas formas de pensa- miento utépico que contemplaban distintos futuros. Describié varios tipos de utopfas diferentes: el milenarismo orgidstico de los anabaptistas de Thomas Miinzer; el humanitarismo liberal de la Ilustracién, que adoptaba la idea del progreso racional as{ como la fe de la devocién alemana en el progreso bajo la direccién de Dios; las contrautopias conservadoras; y las utopfas socialistas- comunistas. En el método de Mannheim, cada una de estas perspectivas debta describirse usando sus propias palabras, como un requisito previo para una solucién evaluadora final (1936, 98). El albergaba la gran esperanza de que la sociologia Iegara a afectar la politica al comunicarles a los participan- tes contendientes cudles eran las fuentes de sus modos de accién y que, de este modo, lograra facilitar las negociaciones entre ambos. Gramsci combiné el marxismo y el neokantismo de manera distinta y desarrollé un enfoque para entender cémo se generan y distribuyen las ideas _ dentro de un campo de fuerza. Originario de Cerdefia, estudié lingiiistica en Turin, donde participé en la polftica y se conyirtié en un Ifder del comu- nismo italiano. Arrestado por el régimen fascista en 1926, fue encarcelado y murié en prisién en 1937. Concertos roLimicos 7 Una de las influencias més importantes de Gramsci fue su relacién inte- “Iectual con Benedetto Croce, filésofo, historiador y personaje politico. La ‘obra histérica de Croce se centra principalmente en Italia, pero Dilthey ha- bia influido mucho en él y Croce fusionaba su visién de una historia psico- ica y fenomenolégica con la tradicién idealista italiana. Croce descuidé manera deliberada el aspecto social y econémico de la historia y escribié la historia de Italia como una biisqueda politica del consenso moral y de la a politico formal y en el aparato de coercién operado por el Estado, ino que se propagan mas all del Estado y de la politica, en las configura- la quien a través del tejido de la sociedad como un todo, equiparando Jos intereses del individuo con los intereses de la sociedad en general” ala sociedad; esto, a su vez, les permite a los partidos de oposi- stirse a dicha influencia desarrollando formas contrahegemdénicas equilibrio entre la hegemonta y la contrahegemonia siempre , la hegemonia no se considera como una situacién fija, sino co- mtinuo proceso polémico. 68 Enc R. Wowr En calidad de Ifder politico en un pafs que se habia unificado hacia poco tiempo y que estaba marcado por fuertes tradiciones locales y regionales creadas en muchas ciudades pequefias, cada una de ellas rodeada de su pro- pia dependencia rural, Gramsci se daba cuenta de la esterilidad de una pol tica orientada a las clases, anclada en el paradigma de una clase trabajadora generalizada y que tenfa intereses universales. Por lo tanto, su proyecto po- litico fue crear una alianza de sectores de la clase trabajadora, grupos de campesinos, artesanos, oficinistas y de otras clases. Dicha alianza podia fun- cionar como un “bloque histérico”, unificado politica y “culturalmente” ba- jo el liderazgo del Partido Comunista y sus aliados. Quizd debido a que Gramsci no querfa llamar la atencién de sus guardias en la prisién, nunca explicé la forma en que imaginaba la interaccién entre los procesos hegemSnicos y el Estado, No obstante, como el principal pri- sionero politico de Mussolini, sin duda no pensaba que el poder estatal se ganaria con bailes y canciones. Sin embargo, una vez que reconocemos que la hegemonta siempre se proyecta contra el telén de fondo del Estado, pode- mos identificar los procesos hegeménicos, no sélo en la esfera de la sociedad civil, afuera del Estado, sino también dentro de las instituciones estatales, El Estado administra “aparatos estatales ideolégicos” como las escuelas, la fa- milia, la Iplesia y los medios de comunicacién, ademés de apararos de coer cién (Althusser 1971); y los funcionarios estatales compiten por las politicas dentro de estos recintos institucionales. Ademés, lo hacen interactuando con las dreas abiertas de la sociedad. Diversos estudios ejemplifican estos procesos en el campo de la educacién (Ringer 1969; Bourdieu 1989), en la administracion social del Estado (Corrigan y Sayer 1985; Rebel 1991), en ad sistema penal (Foucault 1977) y en la doctrina militar (Craig 1971). Los an- tropdlogos también han empleado el concepto de hegemonia, aunque mu- chas veces lo despojan de su intencién y especificidad politicas (Kurtz 1996). Recurriendo a la historia, la literatura y el folklore de Italia, Gramsci iden- tificé los grupos sociales y los cuadros que “portaban” el proceso hegeménico, asi como los centros y las agrupaciones de colonizacién que desempefiaban ls Concertos routmicos 69 ones mds importantes en la produccién y la diseminacién de las formas gemdnicas, Al adoptar este punto de vista, recibié la fuerte influencia de ela neolingiistica (0 espacial) italiana, que desarrollé principalmente o Giulio Bartoli en la Universidad de Turin, Estos neolingiiistas descri- cambio de lenguaje como un proceso en donde las comunidades lin- dominantes se valfan de su prestigio para influir en las poblaciones izados con la difusién de la escuela cultural-histérica de Estados reconoceran los paralelos con la idea de los centros de cultura, lugares productividad cultural extraordinariamente intensa que transmiten 405 ¢ influencias a las dreas culturales cercanas. Al igual que estos etndlo- msci no consideraba que dichas relaciones fueran tan sélo lingiisti- que también implicaban otros aspectos de la cultura. Al mismo rfa de los expertos estadounidenses al aceptar que el proceso he- no se movia gracias a su propio impulso. Reunfa y hacia uso del po- i producir y distribuir las representaciones y las prdcticas semiéticas, ndo algunas y desfavoreciendo otras. Asi, sus efectos eran desiguales rma ¢ intensidad, afectando de manera distinta a grupos y cla- ido distinciones entre lugares y grupos de personas, el proceso nsiones entre ellas, asi como entre el centro hegeménico y los gru- e encontraban dentro de su esfera de influencia. los cuadros que operaban en la difusién de Ia cultura, especial interés por saber cémo interactuaban los intelectua- consideraba como especialistas ideoldgicos, para formular y untos de ideas, con los portadores de lo que él llamaba el “sen- sto €s, las interpretaciones generales que prevalecfan en las $ propios intereses y puntos de vista. Dichos intercambios jeto de debates, originando “equilibrios inestables” entre los o superior y los subalternos. 7 Eric R. Wour Mannheim y Gramsci quisieron combinar la gran teorfa marxista con particularismo local, regional y nacional que exigian los neokantianos. ambos, este interés se expresé al argumentar que la clase era un factor deter minante en las alineaciones sociales, pero que sélo se trataba de uno mds en- tre muchos otros. Los dos autores relacionaron el proceso de la formacién ideolégica con el papel de las clases y los grupos particulares y ambos pens ron que las ideas comunes desempefaban cierta funcién en la aparicién de movimientos més amplios. En particular, la obra de Gramsci ofrece una pers: pectiva sobre la manera en que dichas coaliciones, organizadas para expan y consolidar la influencia cultural, se conectan con el poder. A estos tebriows también les interesd la forma en que se creaban y propagaban las ideas, un interés que subyace a sus esfuerzos por comprender el papel de los intelectua les, Este interés se centré explicitamente en la afiliacién al grupo y en lasa tividades de algunos tipos de “trabajadores cerebrales”. Sin embargo, representé un avance respecto al mero estudio de la relacién que existfa entre las ideas y los grupos de interés, hacia la comprensién de cémo se generaban y propagaban las ideas en la realidad. EL PRAGMATISMO EN LA ANTROPOLOGIA El pragmatismo ya habfa conseguido importantes triunfos a finales dels glo XIX, pero su impacto sobre la antropologia ocurtié después, durante Primera Guerra Mundial, y, al principio, su principal influencia se hizo senti en Inglaterra. Alli, el funcionalismo briténico, asociado con los nombres de Bronislaw Malinowski y A.R. Radcliffe-Brown, insistié en que se estudiaran Jos sistemas de las ideas en términos de sus contribuciones pricticas a los si mas de actividad y las configuraciones sociales. Tal postura excluyé el int de entender las ideas por sf mismas. Este enfoque, orientado hacia la préctica, resuiltaba atractivo para los marxistas; sobre todo para aquellos que consider ban las ideas como los epifenémenos de una base econémica determinante, Conceptos poLimicos z punto de vista pragmatico sobre las ideas se reforz6 atin mas con la apari- del positivismo légico (considerado no tanto como una filosoffa, sino or dicho como una actitud de desconfianza hacia las abstracciones), que ballisco para echar al basurero todas las afirmaciones que no lograran pasar ia de la consistencia légica y de la verificacién empirica. ascendiente de estas nuevas perspectivas generé beneficios y pérdidas. echo de vincular las ideas con su contexto social desafid a los expertos sus conexiones con el mundo. Sin embargo, el hecho de descar- influencia de las ideas ¢ ideologias también tuvo un costo polftico e , en el sentido de que hizo que los seguidores del pragmatismo an la importancia de las ideas pata motivar y movilizar a las perso- laaccién. Asi, muchos racionalistas bien intencionados simplemente quisieron creer, hasta que ya fue demasiado tarde, que las ideas irracio- que no podfan comprobarse cientificamente, seguian interesando a cha gente y que personas, en apariencia razonables, tomaban en serio la jeria, el antisemitismo supresor 0 el milenarismo. levo pragmatismo intelectual llegé a tener una influencia enorme en opologfa y, en un principio, logré resultados muy positivos, Al acen- | practica sobre la formacién de las ideas, poniendo énfasis en lo que ay no en lo que se pensaba o decfa, los funcionalistas y los marxistas en a su manera) anotaron importantes puntos tedricos y metodo- Educaron a los antropélogos para que distinguieran entre las afir- cién dela conducta real; y los alentaron a examinar la manera en que glas se relacionaban con la accién como un problema que debia explo- darse por sentado. Hasta la Primera Guerra Mundial, las genera- antropélogos y folkloristas simplemente habian supuesto que, al “costumbres”, al mismo tiempo analizaban las ideas y las formas ¢ éstas se llevan a cabo en la vida diaria. Para ellos, la costumbre era “la tiranfa de la costumbre” confinaba el comportamiento dentro pn Enic R. Wour de limites prescritos. Los nuevos pragmatistas, quienes preconizaban dl “acercarse a la gente” o hacer “trabajo de campo”, desafiaron el axioma no cuestionado de la uniformidad y su reproduccién transgeneracional a través de las costumbres. El cuestionar la influencia recfproca entre regla y conduc ta, patrén y accién, estructura y practica, comenzé a hacerse, en la antropo- logfa, hace unos sesenta afios, Los antropélogos también hemos tenido que lidiar con el problema de como debemos imaginar la unidad de una “cultura”. A pesar de su explicito rechazo de la metafisica, muchos pragmaticos se basaron en las premisas te6- ricas para orientar su trabajo y esto también ocurrié con algunos antropdlogos que ensalzaban el trabajo de campo. Malinowski apoyé la teoria de Mach; consideré la ciencia como una adaptacién humana prdctica a la naturaleza, que aumenta las oportunidades de supervivencia biolégica, y entendié la inte- gracién psicobiocultural como un aspecto funcional de la “vida”. A su ver, Radcliffe-Brown siguié los pasos de Emile Durkheim al equiparar la imagen de la “sociedad” con un todo solidario, dependiente de una estructura social que proporcionaba un andamio para la asignacién de los derechos y las obi gaciones legales, Sin embargo, tan pronto como se sefialé la discrepancia que existfa entre las reglas y la conducta, se hizo aparente que las culturas y las so- ciedades tenfan marcadas diferencias internas y que esta heterogeneidad podia dar origen a intereses y expectativas muy distintas. Las configuraciones socia- les y culturales varfan de acuerdo con el género, el orden de nacimiento, la ge- neracién, el parentesco y la afinidad; la posicién en la divisin de la mano de obra y la asignacién de los recursos; el acceso al conocimiento, la informacién y los canales de comunicacidn; los accidentes del ciclo vital y la experiencia de vida. Existfa una gran diversidad de reglas y conductas. No obstante, si esto era asf, ze6mo se reunia dicha diversidad en un sistema unificador? Ain no se offece una respuesta satisfactoria a esta pregunta. El viraje pragmatico acentué la diferencia entre lo que se estipulaba en las reglas, lo que se codificaba en las ideas y lo que realmente se hacfa. También dio origen a estudios sobre la forma en que los diferentes sistemas de activi- Concertos PoLéMicos B culturales y sociales (y las ideas relacionadas con ellos) estaban organi- para dar soluciones a los problemas précticos de la vida. Queda claro el investigar la forma en que las ideas se engranan en las relaciones so- fue una ganancia, aunque el estudio de cémo los conceptos funcionan LAS TENDENCIAS EN LA LINGUISTICA da fase de la formulacién de conceptos, dirigida a explicar a la huma- d ya sea en su aspecto universal o en sus particularidades nacionales, conceptos sobre el papel que desempefia el lenguaje para moldear \s mentes y nuestros actos. Durante la Ilustracién, Condillac desvid en los esfuerzos por definir la estructura légica fundamental de la ia por medio de signos. En ese entonces, predominaba la creencia desnudar las raices de las palabras, se nos revelarfa la forma en que ncia humana, al interactuar con la naturaleza, pudo haber sugeri- eros signos a los protohumanos. Luego, el siglo xIx, cada vez mds abandoné en términos generales los estudios sobre el origen 10 del lenguaje y se dedicé al estudio de las lenguas particulares. dios se formularon siguiendo dos lineas distintas. Una se apegé ldt, para quien cada lengua era la expresibn de la energeia vital, or el impulso de cada pueblo por expresar su espfritu gracias a su forma interna” lingiiistica. Este enfoque confluyé con el esfuerzo 10 por revelar las categorfas de pensamiento que formaban la his- fica de los pueblos particulares, Llegé a influir en la antropo- nidense a través de una linea de investigadores que va desde Heyman Steinthal (el ejecutor literario de Humboldt y uno de 74 Eric R. Wour los fundadotes de la Vélkerpsychologie) a Franz. Boas (Kluckhohn y Prufer 1959, 19), Edward Sapir y Benjamin Whorf, Todos estos investigadores se basaron en el fuerte relativismo lingiifstico de Humboldt, si bien ponfan re- paros a su sugerencia ocasional de que algunas lenguas quiz habfan alean- zado un grado de perfeccién mas elevado que otras. El segundo modo de investigacién, una filologia comparativa que se aso- cia, sobre todo, con Franz Bopp, quiso revelar los nexos histéricos entre las lenguas, rastreando las similirudes entre los patrones formales de los elemen- tos gramaticales y sefialando Ia continuidad en el significado. Los esfuerzos: de estos fildlogos comparativos por recuperar una protolengua indoeuropea comtin contribuyeron al desarrollo de la lingiifstica histérica. Con su inten- so formalismo, su busqueda evité cualquier intento por explicar la relacidn del lenguaje con la mente, pero sf recalcé la autonomia del lenguaje al esta blecer “los patrones formales de los elementos gramaticales gracias a lo que se unen y diferencian las palabras” (Culler 1977, 61). A partir de 1860, se desarrollé una fuerte reaccién contra “la escuela misti- ca alemana” y el formalismo de Bopp. Los investigadores como Michel Bréa y el historiador y psicélogo Hippolyte Taine argumentaron que era necesatio regresar a la interpretacién que, durante el siglo xvut, habia hecho la Ilus tracién del lenguaje como una actividad humana (Aarsleff 1982, 290-91, 29} 334). El suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) formuld posteriormente esa nueva lingiifstica, atendiendo el llamado que hizo Bréal de estudiar el len- guaje como una actividad que “no tiene realidad fuera de la mente humana’ (en Aarsleff 1982, 382); pero combind esta perspectiva con los hallazgos de los neograméticos alemanes, quienes hacfan mucho hincapié en el patrén in- trinseco de la gramitica. En los cursos que impartié en Paris y Ginebra (1881 1891, 1907-1911) y en su obra péstuma Curso de lingitistica general (1916) que editaron algunos de sus estudiantes, Saussure argumenté que el lenguaje no era la expresién de un Volksgeist ni un conjunto de formas independientes En lugar de un concepto del Jenguaje, que proporcionaba palabras como etiquetas para catalogar las sensaciones que se recibfan del mundo exterior, Conceptos routmicos 5 definié como una “facultad [puramente interna y mental] que 8° (1983, 11), que no tiene ninguna relacién con un “espiritu esta facultad, los seres humanos elaboraban sistemas autorre- -signos en la mente; asi, demostraban que eran capaces de trans- ir informacién al ordenar y reordenar los signos lingiifsticos de ‘completamente formal. Definié como /angue, lengua, los siste- gracias a esta facultad interna. Cada lengua se caracterizaba por ordenaban los elementos que estaban a su disposicién y Jas relaciones formales asi constituidas. Una lengua podfa repro- ‘misma siempre y cuando estas relaciones estuvieran generalizadas. irio de esta nueva interpretacién fue que ya no se pudo pensar as 0 las estructuras del conocimiento posefan un contenido y un pestables, sino que eran efectos meramente temporales de modos es de usar el lenguaje y de emplear los signos. “Puede decirse que fa naturaleza de las cosas no yace en ellas, sino en las relaciones nos, y luego percibimos, entre ellas” (Hawkes 1977, 17). Asi, la ‘saussureana abandoné cualquier concepto de un encuentro in- mn el mundo, a través del lenguaje, y empezé a considerar que los estos por los hombres representaban la realidad de manera embargo, este movimiento corté cualquier vinculo fisico o entre los indicadores lingii{sticos (significadores) y lo que indi- ificado). El indicador ya no estaba conectado con el designa- lio de alguna relacién intrinseca con la realidad. Lo que parecia ble se volvié meramente provisional y contingente; el nexo entre aquello que “representaban” se volvié arbitrario. Las formas pro- or esta conexidn arbitraria tenfan que volver a aprenderse en cada n; los nifios debian aprenderlas de sus padres y los lingiiistas y los debian hacerlo de sus maestros locales. la lengua era un sistema cerrado, homogéneo y autorregu- do en la mente, que posibilitaba el habla (parole). Por lo tanto, fa. un objeto adecuado para la investigacién cientifica, mientras que 76 Eric R. Wour la palabra, el habla, no formaba parte, como tal, del sistema del lenguaje, Para él, el habla sdlo consistfa de las formas heterogéneas e impredecibles en las. que los individuos, diferenciados por la motivacién y el temperamento, lleva ban a cabo o “ejecutaban” ese sistema en una amplia gama de circunstancias, Esta manera de abordar el lenguaje no se originaba en el neokantismo como tal, aun cuando el concepro saussureano de la comunidad lingiiistica s recibié la influencia del trabajo de Durkheim, quien puede considerarse como el protagonista de una continua discusidn con Kant. La conclusién de Durkheim a Las formas elementales de la vida religiosa, publicada por prime vez en 1915, concordaba con Kant en que el proceso humano de formacién de las ideas estaba regido por “moldes permanentes para la vida mental” q “no solo estén hechos para aplicarse al campo socials abarcan toda la realidad’ (Durkheim 1947, 440). Sin embargo, no aceptaba el hecho de que Kant] calizara en el individuo las formas que adoptaban dichas categorfas; la idea de que, en la rafz de las clasificaciones, el todo no provenia del individuo sit tinicamente de la sociedad (p. 441). Las categorias lingtiisticas de Saussure, igual que las “representaciones colectivas” de Durkheim, eran atributos una colectividad, a través de una “facultad de la mente” que operaba en dich colectividad. Saussure, al igual que los neokantianos, dio prioridad a los es quemas mentales por encima de la experiencia, al lidiar con el mundo, con- tribuyendo asf a la fuerza del viraje mentalista. No obstante, si bien la perspectiva estructuralista de Saussure acerca funcionamiento de la lengua constituyé el punto mds importante de su en- foque, su definicién del habla como un campo de variacién libre gracias al. eleccién individual es el punto més débil de la lingiifstica saussureana, Como tal, ha provocado criticas, modificaciones y opciones teéricas. Una fuente de criticas provino de los lingiiistas, quienes concordaron con Saussure en que el don del lenguaje reside en la mente; pero también pensaron que él no habfa llegado lo suficientemente lejos. As{, Noam Chomsky lo criticé po restringir el lenguaje a un sistema de propiedades gramaticales estaticas y no reconocer que las reglas gramaticales también rigen la construccién crea- Concertos eorémicos ones expresadas en el lenguaje de la vida diaria (1964, 59-60). er esta critica, el mismo Chomsky resucité la dicotomfa saussu- gua y habla, a las que bautizé con los nombres de “compe- esempefio”; la “competencia” se definié como el campo propio tico mientras que al “desempeiio” sdlo se le asigné una po- crftica bastante diferente suscitd preguntas sobre la relaci6n que 2” y la “parole” con la variacidn en los contextos sociales. ‘Tres eriticas abordan de manera particular la pregunta acerca de la Jekiste entre las ideas y el poder. Una era la de Malinowski, quien id asf mismo como un “empirico etnogréfico”. Malinowski creé su tiva sobre el lenguaje y la lingifstica sobre la base del mate- eabé en su trabajo de campo en las islas Trobriand entre 1914 y 1918. sci6 que el lenguaje poseia una estructura pero, al mismo tiempo, se dis- tricturalismo de Saussure al afirmar que el lenguaje era “un modo ds que un contrasigno del pensamiento” (Firth 1964, 94). ta ruso Valentin N. Vologinoy hizo otra critica a la lengua de lofinov publicé en 1929 la obra Marxism and she Philosophy of combinaba las perspectivas del marxismo y del estructuralis- stico, Después de que en 1973 se tradujo y publicé al inglés, una 6 que practicamente anticipaba “todos los intereses contem- la semidtica a la teorfa del acto del habla” (Yengoyan 1977, ro también es notable en el sentido de que no se sabe a ciencia én fue el autor; Mijail Bajtin puede haberlo escrito en su totalidad sy tal ver, por razones politicas, el libro se publicé con el nombre finoy. Para Volo%inov/Bajt{n era crucial que el lenguaje se viviera en d, a través de distintos grupos de personas que interactuaban en iferentes. Criticé la suposicién de que los signos eran univalentes de cualquier comunidad lingiifstica y de que sdlo variaban gracias a n individual durante el habla. Argumenté que, en vez de eso, tal gnos se emitieran con “acentos” que variaban de acuerdo con cate- 2B Eric R, Wour gorias sociales, como el género, la generacién, la clase, la ocupacién o la posicién social o segtin distintas interpretaciones de la tradicién. Sefialé que dicha “acentualidad multiple” podfa convertir la comunicacién en “un cam- po de batalla” (1986, 23) mas que en un coro de concordia, Charles Peirce (1839-1914), el pragmatico y Idgico estadounidense cuya obra adquirié gran importancia en la década de 1960 en el campo de la se midtica, creé el tercer enfoque hacia el lenguaje que trascendié el modelo saussureano. Peirce argumentaba que “el estudio del lenguaje debfa basarse en un estudio de las condiciones necesarias a las que los signos se adaptan para llevar a cabo su funcién” (en Parmentier 1994, 11). Segtin Peirce, todo signa lingiifstico y cultural, © conjunto de signos que vincula un indicador con su designatum, debe acompanarse de otro signo que haga referencia al signa anterior, lo defina y lo explique. Llamé a este signo el “interpretante” (Peitce 1955, 100). Cada signo que funciona como interpretante requiere otro inter pretante y otro signo para que lo defina a su vez; as{, la semidtica se vuelve “un proceso infinito”, “una serie interminable” (en Parmentier 1994, 27). A raiz de estas criticas, en los afios sesenta y setenta se Ilevaron a cabo varios intentos para modificar la imagen de la lengua propuesta por Saussure y para cuestionar el papel predominante de la gramitica que defendia Chomsky. El objetivo de tales esfuerzos fue “desarrollar una teorfa del lenguaje en su cone texto social, mds que una teorfa de la gramética’, con el fin de delinear qué elementos del contexto social afectan la produccién y la comprensién del lenguaje en los ambientes naturales (Lavandera 1988, 6). El hecho de cen- trarnos en el contexto del habla podria, a su vez, darnos informacién sobre quién esté usando o manipulando las formas culturales y lingiiisticas, en re lacién con quién y en qué circunstancias. Dichos esfuerzos por considerar cémo el lenguaje y la cultura se entrelazan, implican y despliegan en la accién social también abren posibilidades para investigar el papel contexcual del poder en el uso del lenguaje. Conczpros rovémicos 79 LOS SIGNOS Y EL PODER tudio de los signos se inicié con Ia lingiifstica, que en un principio Jos signos como elementos desplegados en el sistema de la lengua. embargo, pronto se hizo evidente que los gestos, los colores, los tonos, los alimentos también fungfan como signos en los contextos ade- yque, de hecho, cualquier cosa podia funcionar como un signo en wunicacién humana, Asf, se observé que el estudio del lenguaje forma- rte de una ciencia més general, con todo tipo de signos y de funciones fe gran interés por los signos les sugirié a algunos que el concepto ablemente ambiguo de “cultura” podfa volverse més preciso en términos s. Para ello, hubo que recurrir a Peirce. Umberto Eco, el semidlo- ino, adopté el enfoque de Peirce hacia los signos y lo relacioné con os ee: dela ie peicticas y comunicaione que llamamos re si y con los contextos en los que se usan requiere, ademés, un ante” (un término de Peirce), que aclara de qué se trata un signo ottos signos que lo sitian dentro de la red cultural de la que for- (1976, 67). os que adoptan la funcién de interpretantes desempefian una special en el ejercicio del poder, pues la capacidad de darle impor- ltural a los signos constituye un importante aspecto de la domi- poder decide (“reglamenta”) qué determinantes serdn admisibles, ntuardn o destruirdn (Parmentier 1994, 127-28). No sélo certifi- igno y el elemento que designa sean cognoscitivamente adecua- pula que este signo debe usarse y quién puede hacerlo, También 80 Eric R. Wowr establece a qué signos e interpretantes se les da prioridad y significacién ya cudles se les resta importancia. El ejercicio del poder sobre los interpretantes y su uso es; sin duda, ui proceso social que requiere estudiarse por derecho propio. Para este fi Pierre Bourdieu ha sugerido que resultarfa vicil pensar que la comunicacida opera dentro de campos 0 “mercados” lingiiisticos. En estos campos, no todos los participantes ejercen el mismo grado de control sobre los proceso de la comunicacién. Los hablantes se dirigen la palabra desde posiciones ei6n” (enThompson'7984, 46:47). No todos los individuos son igualmente competentes al perseguir sus pro pios intereses en el intercambio de las acciones y las contraacciones lingiiist cas. Algunos sobresalen en el conocimiento de lo que puede intercambiare: de manera apropiada y con quién; otros carecen de esta habilidad. Esa transacciones tampoco avanzan de forma automitica ni carecen de conflict de interés. El poder decide quién puede hablar, en qué orden, por medio de qué procedimientos discursivos y acerca de qué temas. Como lo ha expres do Lamont Lindstrom, en el contexto de un estudio de campo en Vanuatt, poderosos establecen la agenda de la conversacidn y, por este medio, gen desigualdades que son més dificiles de percibir o de desafiar” (1990, 13). Cuando combinamos los hallazgos de la semistica, que muestran ci se da prioridad a ciertos interpretantes y a otros no, con la comprensién de Conceptos PoLEMicos 8r cémo operan los distintos controles en cl proceso comunicativo, nos pre- guntamos de qué modo pueden derivarse las ideologfas de la reserva general tenimiento de los interpretantes y el control sobre la comunicacién ver- n operaciones estratégicas en la construccién ideoldgica. frecuencia, se les asignan estas funciones a los “intelectuales”, espe- de medio tiempo 0 de tiempo completo en el proceso de la comu- herencia cognoscitiva (véase Fernandez 1965). Algunas asumen el pa- ial de ejercer semejantes funciones; en las sociedades, esto ocurre en e una “politica intelectual en la creacién de la cultura” (Verdery 1991, ue resulta especialmente conspicua en situaciones donde el ejercicio estructural reside en el control del conocimiento que esta cultu- te disponible. Katherine Verdery ha acentuado la importancia de la ia comunicativa en las sociedades socialistas, donde “el lenguaje 1:30 constituyen algunos de los medios findamentales de produc- . 430). Verdery describe que estas sociedades se caracterizan por esta- -dependen de una mezcla de coercidn y de consenso simbélico, pero jén también se aplica a aquéllas marcadas por estados débiles 0 82 Eric R. Wour ejemplo, al declarar que alguien esté casado 0 instalar a un personaje en uma posicién de poder y de prestigio (Austin 1976). Bourdieu tiene razén al ad- vertirnos contra la tendencia de los testicos de los actos de habla a suponet que el poder del habla performativo se deriva del lenguaje en sf. Hace hinex pig en que el acto de habla carece de poder y de validex a menos de que est autorizado institucionalmente y de que lo Ileve a cabo una persona que cuente con las credenciales culturales adecuadas (Bourdieu y Wacquant 1993, 148). Asi, la competencia para expresar el habla performativa es tanto una fuente de poder como una demostracién del mismo Lo que se ha dicho sobre la ideologfa en la comunicacién, incluyendo el papel de los intelectuales, se aplica a la comunicacién verbal y a la no ver bal. Una importante concribucién de la semistica es su énfasis en que los decretos culturales no sélo se codifican en formas lingiifsticas verbales; tam- bién estan presentes en todos los campos de la creacién humana. El media creado se moldea semidticamente para condensar los interpretantes verbal _ alrededor de ciertos emblemas y, asf, transmitir mensajes imperativos al es pectador. Esto se observa en fenémenos modernos como la restauracién del Williamsburg colonial (Parmentier 1994, cap. 6) y la orquestacién del arte barroco con la miisica, las procesiones en masa y las claboradas representa ciones rituales (Turner 1988), al igual que los grandes sitios prehistaricas de las antiguas megaorganizaciones politicas como Teotihuacan o Borobudur, De manera similar, la condensacién ideolégica de los interprerantes designa formas de arte particulares, como las éperas de Mozart que comentan lay contradicciones de la Iustracién en Austria (Till 1993); Gesamtkunstwerk, la obra creadora de mitos de Richard Wagner; y la pelicula El sriunfo de la w- Juntad de Leni Riefenstahl, que celebra un congreso del partido nacionalso- cialista. Todas las ideologias veneran una estética de la comunicacidn de signos en su propio modo de elaboracién. Un vehiculo de la ideologia que suele combinar la comunicacién verbal y la no verbal, para generar mensajes de forma condensada, es el ritual. Mate tice Bloch describis el ritual como un modo de representacién que mitigay Concertos pontnicos 85 ta importancia a las proposiciones, a la par que magnifica la fuerza de los actos de habla ilocutiva y los performativos. Cuando la danza y la musica se conjugan con el habla, se intensifica atin més ¢] impacto emocional de los performativos, mientras disminuye el componente cognoscitivo de la comu- nicacién (1974, 1977). En el proceso ritual, el participante entra en un me- dio estructurado espacial y temporalmente y acta ditigido por un guién El poder y las ideas estin artaigados en los enfoques culturales, Un ‘9 central acerca de la forma en que debe entenderse la cultura es aclarar pta una fuerte postura materialista. Harris ha definido resueltamente la ee isa de su estrategia explicativa como “el principio del determinismo uctural”. Dicho principio une a Marx con Malthus y, en su teorfa, fad a las conductas observables en la produccién y la reproduccién 84 Eric R. Wour Dado que ambas se “arraigan en la naturaleza, s6lo cambian al alterar el equilibrio entre la cultura y la naturaleza y esto sdlo puede realizarse hacien- do un gasto de energfa” (Harris 1979, 58). Harris reconoce que el interés por las creaciones mentales es legitimo; en efecto, acepta la posibilidad de que los “émicos” que dependen del sujeto se estudian de manera objetiva “al basarse en una epistemologia cientifica operacionalizada” (p. 35). Sin embar- g0, para este autor, “el pensamiento no cambia nada afuera de la cabeza, a menos de que lo acompajic el movimiento del cuerpo y de sus partes” y las ideas son consecuencia de actividades corporales que gastan energfa y afectan el equilibrio entre la poblacién, la produccién y los recursos (p. 58). Si bien Harris resta importancia al campo de las ideas, el antropélogo francés Louis Dumont hace a un lado el comportamiento en el mundo mate | rial para centrarse exclusivamente en los “sistemas de ideas y valores” (1986, 9), en las “redes ideoldgicas” (p. 24). Usa la palabra “ideologia” para referisse a las ideas en general, siguiendo la tradicién de Destutt de Tracy, mas que to mar el significado posterior del concepto como ideas puestas al servicio del poder y él mismo considera que contintia el trabajo sobre las “representacio- nes” de Mauss, alumno de Durkheim (Dumont 1986). Dumont habla de “la ideologia global” de “una sociedad y también de las ideologias de los grupos restringidos tales como una clase 0 un movimiento sociales” o de “ideolaglas parciales” que caracterizan a un subsistema social, como el parentesco (1970) 263). Su principal interés reside en los sistemas ideoldgicos en el nivel de la sociedad entera y los considera “fundamentales con respecto a la realidad social como un todo (el hombre acttia de manera consciente y tenemos un acceso directo al aspecto consciente de su accién)” (pp. 263-64). Al mismo tiempo, afirma que la ideologia “no es la totalidad de la sociedad” y necesita situarse en relacién con “aspectos no ideoldgicos”. Quizd estos dos aspectos resulten complementarios; pero, para ver como estén relacionados entre si necesitamos encontrar evidencias, generar “pruebas” (p. 264). Para confirmar la naturaleza de la ideologfa que es un aspecto central de una sociedad, Dumont ha empleado el método comparativo; primero inves Concertos poutmicos 85 ideoldgicas. En este punto, una légica interna de la mente parece im- sar los patrones ideales del pensamiento. ettz se interesa por las cuestiones de significado. Citando la creencia de de que “el hombre es un animal suspendido en redes de significacién del significado” (Geertz 1973, 5). Argumenta que la antropologia estigar cémo las personas que interacutian entre s{ interpretan y cons- propias acciones y las acciones de los demés. Lo hacen recurriendo nce disponibles de accién y para la accion. En una discusién sobre ogia como sistema cultural”, condené los estudios sobre la ideologla eno tomaban en cuenta el “lenguaje figurativo” de los simbolos con signi- q 86 Enc R. Wour 7 ficacién cultural. Segtin Geertz, las ideologias se deben ya sea a “caracteristi- cas” en el tejido de la sociedad, ya sea a esfuerzos por afirmar el interés de un grupo frente a la oposicion; sin embargo, no es posible comprender las “carac- teristicas” ni los “intereses” a menos de que se presenten en plantillas o mode- los simbélicos, culturalmente especificos (1973). La aportacién de Geertz yace en su énfasis sobre cémo las interpretaciones estén transportadas por el ve- hiculo de los simbolos, en el curso de la accién social. No obstance, éste es tan sdlo un primer paso. Lo que atin no se aclara en la obra de este autor es la for- ma como debemos considerar estos vehiculos simbdlicos. {Tienen algunos més peso que otros en el ejercicio del poder? ;Acaso algunos son mas resis tentes y duraderos, otros mds evanescentes y secundarios? ;Cémo son “trans- portados” a la vida social y quién lo hace? ;Cémo y en qué contextos se ubican en primer término, se reproducen y amplifican? Geertz se inspiré, en parte, en Weber para crear un enfoque simbdlico hacia la accién, pero Weber estaba interesado en desarrollar una sociologia objetivadora que ofteciera “explicaciones causales de la accion” (Kalberg 1994, 49). En efecto, Weber sf tomé en cuenta la forma en que las motiva ciones subjetivas y las evaluaciones del significado orientan a las personas hacia la accién, mas dirigié la fuerza de su trabajo a mostrar cémo las evalu ciones subjetivas llevan a las personas a adoptar cursos de accién modelados sobre patrones, que luego las hacen participar en un orden social de formas determinadas (pp. 23-49). Por el contrario, Geertz no definié su propio pro- yecto como una busqueda de causa y efecto sino como la manera de mejo- rar la comprensién de otros medios culturales gracias a la “explicacién” y la “uaduccién” de simbolos significativos (1973, 408). Su metdfora de la “cul- tura” no era la de un sistema interconectado de variables sino la de un pulpo libremente articulado y facilmente desarticulado (p. 408). Como resultado de ello, Geertz se alejo de un enfoque weberiano de obje- tivacién més directa, patente en su obra The Religion of Java (1960), y se acer- sto lo llevé 6 a las interpretaciones més literarias de las pruebas etnolégicas. a favorecer la “descripcién densa” de las acciones simbdlicas en el contexto Concertos rovénicos 87 fa en la lucha por la independencia de la India y por usar los enfren- wos resultantes para llevar al pafs hacia su propia visién de una reno- 88 Ere R. Worr Fox (ya mf) de afirmar que las estructuras culturales existen de manera “exter na alos actores” (1990, 84). Los enfoques parecen oponerse, mas sélo lo hacen en la medida que permicen que las generalizaciones abarquen fenémenos que, en sf, son heterogéneos y contingentes. La controversia entre los individuos y los grupos posee una importancia evidente, pero los participantes rara ver lle- gan a disentir sin tener enredos previos. Siempre llevan “guiones” que dan for- ma a sus interpretaciones sobre su situacién; no obstante, estos guiones nunca estin libres de contradicciones. Ademés, la hegemonéa cultural no es una red inconstitil de dominacién, sino un conjunto completo de procesos de distin: ta intensidad y aleance. Fl que las estructuras de la comunicacién sean nego- ciables 0 estén completamente cerradas no puede predecirse con anticipacién, sélo se vuelve aparente después de que comienza el tiroteo. Marshall Sahlins va mds alld de “las formas simbélicas caracteristicas” de Geertz 0 de “los esquemas culturales” de Ortner; aplica el estructuralismo de Lévi-Strauss, basado en las supuestas operaciones de la mente, para defi nir las estructuras culturales que opetan en ciettas sociedades. Sin embargo, a diferencia de Lévi-Straus historia. Para visualizar la continuidad de las estructuras, tomé prestada de Sahlins us6 el estructuralismo para incluira Fernand Braudel la idea de que las estructuras perduran a lo largo del longue durée (que Braudel aplicé sobre todo a las duraderas dimensiones de la geografia y la ecologfa), pero la ampli para abarcar las estructuras mente les de culturas enteras. Asi, en el caso de Hawai definié una estructura gene- ral que oponfa dos conjuntos contrastantes de elementos; por un lado, al cielo y el mar, los dioses y los jefes, la masculinidad y la generatividad mas. culina, que se asocian con los invasores extranjeros que llegan por mar, 1: man esposas quiténdoselas a los nativos de la isla e implantan la cultura a introducir las costumbres del sactificio y el tabti; y, como su opuesto, el in- framundo, la tierra, los plebeyos, la feminidad y los poderes femeninos, ls dadores de esposas, los nativos de la tierra y la naturaleza (1977, 24-25). Al misino tiempo, argumenté que estos elementos se combinaban u oponian histéricamente de distintas maneras y que se les juzgaba de diferente modo Concertos pouimicos 89 eva “estructura de conjuncién” (otro término braudeliano). Por consi- , en una aparente paradoja, Sahlins afirma que dichos sistemas se jal fundar y al apoyar los diferentes poderes y las desigualdades que de ella, Esto implicarfa salir de la estructura, observarla de manera itiya desde la perspectiva de oura estructura o desde una “longue ularse en otros términos la manera en que ese poder llega a con- 1mano de obra social. 90 Beic R_ Wor Sahlins mantiene que ni los hawaianos ni ningtin otro pueblo pueden salir fuera de sus categorfas culturales para enfrentarse a la realidad, dado que los “efectos materiales dependen de su amplitud cultural. La forma mis ma de la existencia social de las fuerzas materiales esta determinada por su integracion dentro del sistema cultural” (1976, 206). A diferencia de Sahlins, Roy Rappaport insiste en que la antropologia adopta tanto un enfoque “éti- co”, cuyo marco de referencia es la comunidad cientifica, o bien un enfoque en donde participan las interpretaciones subjetivas, los “émicos” de las per sonas. En tanto que antropdlogo ecolégico, Rappaport empezé por estudiar “los efectos de la conducta culturalmente formada sobre los sistemas biolé- gicos... organismos, poblaciones y ecosistemas” (1971, 243); al mismo tiem: po y a diferencia de Harris, argumenté que las interpretaciones nativas participan en las variables activadoras del ecosistema que, a su vez, se expte san en los términos éticos del observador cientifico. Asi, para Rappaport, le manera en que el “medio conocido” (como lo entienden los sujetos estudiae dos) confluye con el “medio operativo” (cl modelo de la realidad producide por el cientifico) sigue siendo un problema abierto, en donde Sablins niega la validez de este tipo de distincién. Rappaport también aporta un esquema para estudiar los “modelos ce: nocidos” de los nativos. Para él, dichos modelos poseen una estructura, una arquitectura basada en “postulados sagrados fundamentales” que, a su ven apoyan las interpretaciones acerca de la naturaleza de las entidades del mundo, las reglas para lidiar con ellas, las formas de registrar las fluctus ciones en las condiciones de la existencia y los esquemas para clasificar alos seres con los que uno se topa en la vida cotidiana. A diferencia de los enfo- ques simbélicos que se limitan al estudio de las metéforas culturalmente espectficas, el esquema de Rappaport sugiere que es posible comparar los modelos cognoscitives de manera transcultural. Sin embargo, en su forma actual, quizd se adapte mejor a los sistemas que aseguran la estabilidad at. vés del ritual y no se aplican con tanta facilidad a las configuraciones en dl cambio que dependen del poder. Concertos rouiMicos ou DISCUSION Siguiendo las controversias entre los defensores y los opositores de Ja Ilus- frentaron a esta afirmacién exaltando la tradicién, el localismo, el ver- ro espiritu interno, los lazos sociales de la intimidad y el conocimien- i medio. Muchos de los conceptos mAs importantes de las ciencias ag ales se acufaron en polémicas sobre el control y la distribucion del , exhibiendo la huella de sus afinidades politicas. La Francia revo- mismo tiempo, ambos grupos de interlocutores se enfrentaron en un po comtin de interaccién social y politica. Hablaban de las mismas cues- 92 Enc R. Woer Sin embargo, cuando los conjuntos de argumentos opuestos se sitdan ens contexto social, uno observa cémo se entrelazan, Cuando la Razén ya no se contrapone de manera abstracta a la Cultura, vemos cémo se activa o provo- ca la resistencia, de formas culturalmente especificadas, dentro de marcos ins titucionales como son los laboratorios cientificos, las oficinas administrati y las escuelas. Asi, los fendmenos que alguna vez se vieron separados por distinciones absolutas ceden ante interpretaciones mas integradoras. Se puede hacer la misma observacién acerca de la contraposicién dk “clase” y “cultura”, Cuando surgieron por primera ver. con los significados que tienen actualmente, estos conceptos parecian totalmente incompatibles, sobre todo cuando se desplegaban en el discurso politico. Sin embargo, no! se excluyen entre sf; ocurren al mismo tiempo y se traslapan de varias for mas. De hecho, ambos términos afirman demasiado y también demasiad: poco. Sugieren que las “clases” o las “culturas” representan cotalidades por derecho propio, entidades homogéneas que lo abarcan todo; se caracterizan por un punto de vista comtin y son capaces de actuar de manera colectiva, Los defensores de la “clase” social supusieron que una postura general, alo largo de un gradiente de control sobre los medios de produccién, implicaba un interés comtin que compartfan todos los miembros de dicha clase; a, existfa una propensién comtin a la accién, No obstante, la clase y la pertenen- cia a la clase se entienden mejor en términos de las relaciones que se desartollan histéricamente dentro de un campo social. Este campo incluye a varios tipas de personas, las reacomoda y las hace responder a nuevas formas de dirigit mano de obra social. Decimos entonces que se “hace” una clase (como lo hizo E.P Thompson en La formacién de la clase obrera {1966]) a partir de grupos dis pares de personas, que poseen legados culturales distintos y que, sin embargo, deben adaptarlos a los requisitos de un nuevo orden social. De manera seme jante, una clase puede “deshacerse” y sus miembros desperdigarse; entonces,a veces s¢ les asigna, de nueva cuenta, a distintas agrupaciones y estratos. Por su parte, los defensores de la “cultura” generalmente piensan que, sin importar qué apuntala las corporaciones culcurales (lenguaje, crianza, com Concerros rorémicos 93 tumbres, tradiciones, raza), esto generard sentimientos de identidad, soli- ridad social, amor por el pals y aversi6n a “otros” patrones culturales. Sin argo, al igual que con la clase, las fuerzas que se postularon como gene- ras de cultura nunca fueron Jo bastante sélidas como para producir los El uso inicial del concepto, puesto al servicio de la Contrailustracién, énfasis sobre una supuesta unidad interna, marcada por una continuidad. vés del tiempo, desde los inicios primordiales. Asi, una “cultura” se con- como la expresién de la fuerza espiritual interna que animaba a un pue- a interpretacién se llevé al uso antropolégico, junto con pectatiyas implicitas o explicitas de que una cultura constitufa un todo, ida en ciertos aspectos fundamentales que la distinguian de las demas. Una vex que abandonamos esta vii de la cultura como una “cosa” " obje- la y animada, el problema de entender los fenémenos culturales tam- ¢ modificarse. Lo que Ilamamos “cultura” abarca una amplia reserva de inyentarios materiales, repertorios conductuales y representaciones men- ese ponen en movimiento gracias a muchos actores sociales, quienes 1; quizd también las posiciones que ocupan estén llenas de ambigiie- contradicciones. Como resultado de ello, acaso las personas que las 1 tengan que actuary pensar de manera ambigua y contradictoria. ho se vuelve més evidente cuando la gente debe enfrentarse a cam- uci desde el exterior, pero es probable que marque cualquier si- i in de cambio social y cultural. o4 Eric R. WoLe Dada esta diferenciacién, ni una comunidad que usa el lenguaje, ni un com junto de portadores de cultura, comparten todo su lenguaje ni toda su cul ni reproducen sus atributos lingiifsticos culcurales de manera uniforme atte vés de generaciones sucesivas. Como lo ha sefialado Anthony Wallace, lait laciones sociales no dependen de una “reproduccién de la uniformidad” sing de “la organizacion de la diversidad” por medio de la inveraccién recipsoa (1970). La cultura no es una reserva compartida de contenido cultural. Cu quier coherencia que exhiba es el resultado de procesos sociales gracias a ks cuales la gente se organiza en una accién convergente 0 propia. Estos procesos de organizacién no pueden entenderse como algo sepatt do de las consideraciones de poder; tal vez siempre las impliquen. Uno d entonces analizar cémo se entiende este concepto. Considerar el poder ee mo una entelequia unitaria, que todo lo abarca, tinicamente reproduciiad punto de vista objecivado segiin el cual la sociedad y 1a cultura son total dades a priori. Seria més productivo definir el poder en un nivel de rect nes aunque luego se deduzca que las distintas relaciones moldearén el pod de manera diferente. El poder entra en juego de un modo distinto ens relaciones entre familias, comunidades, regiones, sistemas de actividad, reproducian en todos los campos y a todos los niveles de una sociedt nacional. Al mismo tiempo, la forma en que el poder opera en distin niveles y en distintos campos y la manera en que se articulan estas diferen: cias se vuelve una importante pregunta de investigacién... algo que deb demostrarse, no suponerse. Se puede hacer esta misma advertencia cuando tratamos de entendersb mo funciona él poder en las relaciones sociales para dar coherenciaa as mas culturales y lingitisticas. Si, a diferencia de nuestros antecesores, pa nosotros ya no es posible suponer que la culeura y el lenguaje se reproduc gracias ala fuerza impersonal de la “costumbre”, 0 gracias a alguna neces ConezrTos rouémicos 95 ficar los medios instrumentales, ideolégicos 0 de organizacién que nen las costumbres o ratifican la busqueda de coherencia. Tal vez no ingtin impulso interno en el meollo de la cultura, pero sin duda, hay is que Ja impulsan, asf como hay otras que son impulsadas por ella. contra quién. Y, si la cultura se concibié en un principio como un 10 con limites fijos, que separaba a propios de extrafios, necesitamos quién establecié esos limites y quién resguarda ahora las murallas. rales, n importar cudles sean sus Ifmites y a diferencia del concepto anterior imbre”, buscaron establecer las conexiones entre los fenémenos. De

You might also like