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DEL UTERO A LA TUMBA Mitos acerca del desarrollo y el envejecimiento har a los bebés musica de Mozart inteligencia ~o cantidades- son més apreciadas en la sociedad que Ia inteligencia y el logro intelectual. Por lo que :méritos académicos, alos padres les encanta ganarse jactancia en nombre de sus hijos. Para convencerse de ‘en las pegatinas que lucen algunos coches: “Mi hijo ‘de honor del Instituto de Cantaloupe”, “Soy un pa- de tener un hijo en el cuadro de honor de la Escuela Igloo”, 0 con algo mas de guasa “Mi caniche fran- inteligente que tu hijo, aunque esté en el cuadro de mundo tan competitivo como el actual, muchos pa iblemente ansiosos de dar a sus hijos una pe- sobre sus compafteros de clase. Este innegable hecho tion: gpueden los padres dar a sus hijos un em- doles intelectualmente durante la infancia, tal meses, semanas 0 incluso dias después de nacer? parecer el argumento de una novela de ciencia fic- Sin embargo, en 1993 se convirtié aparentemente en jpublicacién de un articulo en una de las revistas cien- tes del mundo, Nature. En ese articulo, tres in- ide la Universidad de California en Irvine afirmaban de estudiantes universitarios que habjan escuchado diez minutos de una sonata para piano de Mozart fo una mayor habilidad en la realizacién de una 9 50 Grandes Mitos dela Psicologia Popular tarea que implicaba el uso del razonamiento espacial -un test consis- tente en doblar y cortar papel- que otros grupos que habjan escucha- do. bien una cinta con miisica para relajarse o simplemente nada ‘Rauscher, Shaw & Ky, 1993). Esta mejora se tradujo en un incremen- to de 8 09 puntos en el Cl. Habia nacido el efecto Mozart una expre- ‘sin acufiada por el médico Alfred Tomatis (1991) y mas tarde po- pularizada por el pedagogo y musico Don Campbell (1997) para Feferirse-a la supuesta mejora en inteligencia experimentada por alguien tras escuchar una pieza de mtisica clésica. El descubrimiento de 1993 no implicaba nada en cuanto a la me- jora a largo plazo de las habilidades espaciales, y mucho menos de ls Inteligencia en general. Se aplicaba solamente a una tarea administra- dda casi inmediatamente después de escuchar una pieza de miisica de Mozart. Tampoco implicaba nada respecto a los efectos que podia tener la mtisica de Mozart en los bebés, ya que los sujetos del estudio original habian sido solamente estudiantes universitarios Pero esto no evitd que la prensa popular o los fabricantes de juguetes recogieran la pelota del efecto Mozart y echaran a comer Zon ella, Baséndose enteramente en la especulacién de que los ha- Ilazgos originales podtan aplicarse a los niftos, los fabricantes pron- to lanzaron al mercado docenas de cassetes y CDs con el efecto Mo- zart ditigidos a los bebés. El aho 2008, el popular CD Efecto Mozart ide Don Campbell habia vendido més de dos millones de ejemplares (Nelson, 2003). El afo 2008, Amazon.com tenfa en oferta més de 40 productos, la mayorfa de ellos CDs y cassetes basacios en el efecto Mozart, muchos de los cuales exhibfan orgullosamente en la porta da fotografias de nifios pequefios o de bebés recién nacidos. "Ademés de la habil comercializacién de docenas de productos ‘basados en el efecto Mozart adquiridos por unos padres muy recep- tivos, otra raz6n de la popularidad de dicho efecto puede ser debida fauna confusién entre correlacién y causacién (véase la Introduccion, 1p. 36). Diversos estudios muestran que el talento musical tiende @ x ociarse positivamente con el cociente intelectual (Lynn, Wilson & Gault, 1989). Algunas personas pueden saltar errneamente desde este descubrimiento correlacional a la conclusién de que la exposi- ign a la mdsica incrementa el Cl Segiin los psicélogos Adrian Bangerter y Chip Heath (200), la idea del efecto Mozart se difundi6 por la sociedad como un mensa- je transmitido por medio del juego del teléfono, distorsionandose y 80 Del itera a la tumba jose cada vez més. Un articulo publicado en el afto 2000 en ico chino afirmaba: “Seguin unos estudios realizados en Oc- los bebés que han escuchado las obras maestras de Mozart Ja gestacién tienen més probabilidades de salir del titero inteligentes que los demas” (South China Morning Post, do en Bangerter & Heath, 2004). Sin embargo, no hay estu- licados realizados en Occidente 0 en cualquier otra parte yan examinado nunca los efectos que tiene la mtisica de Mo- Jos humanos dentro del titero”. Un articulo del ano 2001 en el Miltoaukee Journal Sentinel se referia a “los numero- 3 Tealizados sobre el efecto Mozart y sobre cémo ayuda a hhabilidades mentales de los estudiantes de primaria, de de secundaria e incluso de los bebés”, pese a que nin- gador ha estudiado los efectos que produce la miisica de mninguno de estos grupos (Krakovsky, 2005). po de informes publicados en los medios de comunica- haber influido en la percepcién de la opinién publica; 0s pusieron de manifiesto que més del 80% de los ameri- familiarizados con el efecto Mozart (Bangerter & ). Un sondeo realizado con los estudiantes de un curso, io de psicologia puso de manifiesto que el 73% de ellos musica de Mozart puede mejorar tu inteligencia” ‘Kowalski, 2003, p.5). Hace unos afios, el entrenador del fitbol de los New York Jets hizo que sonara la msica de Jos altavoces del estadio durante las sesiones de entre- ‘mejorar el rendimiento de los jugadores. Una facultad ide Nueva York incluso destin6 una habitacién para que ;Pudieran estudiar escuchando miisica de Mozart. Mozart llegé finalmente a los sagrados salones de las tivas estatales. En 1998, el entonces gobemador de Miller aftadi6 una partida de 105.000 délares al presu- do para que cada recién nacido en Georgia recibiese (cassette de Mozart gratis, y anuncié su atrevida iniciati- os inspiradores acordes de la Novena Sinfonia de Bee- eer, 2010; Sack, 1998). Segrin Miller, nadie cuestiona que ca a edades muy tempranas tiene un efecto positivo ento espacio-temporal que subyace a las matematicas, incluso al ajedrez”, El gobernador de Tennessee Don onto siguié su ejemplo, y el Senado del estado de 81 50 Grandes Mitos dela Psicologia Popular Florida aprobé igualmente un proyecto de ley exigiendo que las guarderias infantiles que recibian fondos estatales hiciesen char diariamente a los nifios miisica clasica (State of Florida _Bifl 660, 21 de mayo de 1998). ‘Todo esto implica que el efecto Mozart es real, pero glo es deramente? Diversos investigadores que trataron de replicar los ientos originales de la revista Nature no encontraron ningtin to 0 solamente uno de magnitudes mintisculas (Gray & Della 2007; McKelvie & Low, 2002). Unos andlisis que combit resultados de miltiples estudios pusieron de manifiesto que el to Mozart era cuantitativamente trivial -2 puntos en el Clo y también temporalmente trivial, siendo su duracién normal hhora o menos (Chabris, 1999; Steele, Bass & Crook, 1999). investigadores empezaron a decir que el efecto Mozart se zaba solamente con determinadas piezas de la musica de ppero no con otras, pero otros investigadores nunca confirms tas afirmaciones. Ademds, ninguno de los estudios publicados! ‘examinado a los niifos, y mucho menos a los bebés, que er supuestos beneficiarios principales del efecto Mozart. El gol de Georgia Zell Miller (1999) exhort6 a los defensores del “Mozart a que ignorasen estos descubrimientos negativos, ani Jes a “no dejarse engafiar ni a sentirse desalentados por la algunos académicos a desacreditar a otros acaclémicos.” Pero) precisamente lo que la ciencia hace mejor: refutar, corregir 0 aseveraciones que no han podido resistir un escrutinio minuci Investigadores posteriores han contribuido a identificar la te del efecto Mozart. En un estudio pidieron a los estudian escuchasen una pieza de Mozart que levantaba el dnimo, unay deprimente de otro compositor (Albinoni) o ningtin tipo de s6lo silencio (Thompson, Schellenberg, & Husain, 2001). mente después, los investigadores asignaron a los participa trabajo manual de cortar y doblar. La pieza de Mozart mejor6 dimiento en esta tarea concreta respecto a los dos grupos de: pero también aument6 la excitacién emocional respecto a ‘Cuando los investigadores utilizaron técnicas estadisticas parar los efectos de Ia excitacién emocional en las tres ¢ experimentales, el efecto Mozart se desvanecié. Los result otro estudio demostraron que escuchar a Mozart no era mej 2 Del titer aa tumba a habilidad espacial que escuchar un fragmento de una his- e terror del escritor Stephen King (Nantais & Schellenberg, Estos descubrimientos sugieren una explicacién altemativa pa- ‘efecto Mozart: la excitacién a corto plazo, Cualquier cosa que te el estado de alerta puede incrementar el rendimiento en. ‘area mentalmente exigente (Jones, West & Estell, 2006; Steele, ppero es poco probable que produzca efectos duraderos en la espacial o, si se quiere, en la inteligencia en general. Por escuchar mtisica de Mozart puede no ser necesario para mejo- ‘nuestro rendimiento; bebiendo un vaso de limonada 0 una taza ‘café podiemos conseguir lo mismo. En resumidas cuentas: el efecio Mozart tal vez. es “real” en el do de que mejora inmediatamente el rendimiento en la realiza- ‘cin de determinadas tareas mentales. Pero no hay pruebas de que ‘esto tenga nada que ver con la mtisica de Mozart, o con cualquier ti- po de miisica (Gray & Della Sala, 2007). Tampoco hay pruebas de ‘que potencie la inteligencia en los axultos, y mucho menos en los be- ‘bés, Naturalmente, introducir a los nifios en la mtisica de Mozart y otros grandes compositores es una idea maravillosa, no solamente porque esta mtisica puede levantar el énimo, sino porque ha tenido | una enorme influencia en la cultura occidental. Pero a los padres que piensan que pueden convertir a sus bebés en unos genios exponién- dolos a una grabacién de Amadeus habria que aconsejarles que més vale que gasten su dinero en otras cosas. La moda popular que se produjo en la estela del efecto Mozart no fue la primera en que los empresarios explotaron el deseo de los padres de potenciar el intelecto de sus hijos. Muchos de estos mer- caderes ya habian explotado las afirmaciones, més difundidas que fundamentadas, segiin las cuales los tres primeros anos de vida son cruciales para el desarrollo intelectual de un nifto (Bruer, 1997; Paris, 2000). Durante los afios ochenta, miles de padres sometieron a sus hijos recién nacidos a horas de estudio de lenguas extranjeras y de mateméticas avanzadas en un esfuerzo coordinado encéminado a crear “superbebés” (Clarke-Stewart, 1998). Pero no aparecié ni un solo superbebé, Hoy, productos que supuestamente mejoran la inte- ligencia, como los juguetes y videos “Baby Einstein”, son un sector industrial que factura cien millones de d6lares al afio (Minow, 2008; Quart, 2006). Sin embargo tampoco hay pruebas de que tales pro- 83 50 Grandes Mitos de la Psicologia Popular ductos funcionen. Al contrario, la investigacion sugiere que los nnifios aprenden menos mirando un video que jugando activamente durgnie el mismo perfodo de tiempo (Anderson & Pempek, 2005). = “La obra del gran psicélogo ruso del desarrollo Lev Vigotsky puede contribuir a explicar por qué estos productos estén condena~ {hos al fracaso. Como decia Vigotsky (1978), el aprendizaje se produ- ‘ce mejor dentro de und “zona de desarrollo proximal” en la que los niffos todavia no pueden dominar solos una habilidad, pero si pue~ iden hacerlo con ayuda de otros. Si un nfo de tres afios de edad no posee las habilidades cognitivas para aprender célculo, ninguna can fidad de exposicidn al célculo incrementaré sus habilidades mate- ‘méticas, ni mucho menos lo convertiré en un supernifio, porque el célculo esté fuera de su zona de desarrollo proximal. Por mucho que los padres impacientes deseen oft otra cosa, los nifios no pueden aprender nada hasta que sus mentes estén preparadas para hacerlo.

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