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ECOSOCIALISMO-ECOFEMINISMO ~ Ariel Salleh Desde el principio esta revista ha tratado del «ecofeminismon, pero el uso del térmi- ng ha levado a conceptos erréneos que de- ben ser aclarados. Aunque a cierto nivel de abstraccién el ecofeminismo es paralelo al ecosocialismo, también es su complementa- rio, mientras que una formulacién coheren- te del ecosocialismo debe incluir un andlisis ecofeminista. Para empezar, el ecofeminismo es un acontecimiento politico de hace unos 15 afios. Su historia incluye iniciativas interna- cionales de mujeres sobre armas nucleares, esticidas, ingenierfa genética, conservacién del agua y de los bosques, aditivos canceri- ¢genos en los alimentos, por nombrar sélo al- gunas intervenciones. Tiene en su literatura unas dos docenas de libros, y unos doscien- t05 0 més articulos!. Las teorias ecofeminis- tas tratan distintos campos, desde la historia de la ciencia a la critica epistemolégica, des- de la ética ecolégica a la critica a la econo- mia burguesa, desde la teoria marxista a las politicas verdes’. Como sefialé Lori Ann Thrupp (en el primer mimero de Ecologia Politica), los diversos paradigmas del pen- ‘samiento feminista contempordneo encuen- "El primer seminatio de ecofemsinissuo fue organi- ‘ado pot Ynestra King en ef Institute for Social Eco- ogy: pero algunas universidades tienen shora tales ‘seminarios. En la Universidad de Chicago, 27 gradua- ‘das (desde Teologia hasta Politica publica) siguleron un ‘curso con Ia autora en 1989. Este se oftece en la Uni- versidad de New South Wales, Australia, desde 1984. 2 Libros representatives de las ecofeminisas son Ro- tran una nueva sintesis en el ecofeminismo. Su tema central es nuestra crisis global. Las escritoras ecofeministas aprovechan de dis- tinto modo la tradicién feminista, algunas insisten en el sentido radical de la diferen- cia», otras surgen del feminismo socialista, y hay otras’. Hay variaciones en los para- digmas del ecofeminismo pero también las hay en el incipiente ecosocialismo que apa- rece en Capitalism, Nature, Socialism. Ade- més el ecofeminismo es un fenémeno internacional, con variaciones tipicas segiin Ja zona, La orientacién espiritualista del eco- feminismo de la costa oeste de los Estados Unidos es distinta del enfoque socialista de Europa y Australia. ‘Asf, vamos a considerar conceptos erré- ‘eos sobre el ecofeminismo. A veces el eco- feminismo se supone que atribuye «destinos biolégicose a lo «femenino» y a lo «mascu- lino». Sin embargo, es dificil imaginar que ninguna feminista con conocimiento del marxismo, el psicoandlisis y el pos-es- tructuralismo, pueda incurrir en el biolo- gismo. De hecho, que el género es una cons- trucién social y no biolégica, es el primer escaldn en el pensamiento feminista, asi co- semary Ruether, New Womun, New Earth (NY: Do- ve, 1975), Leonie Caldecott y Stephanie Leland, eds., Reclaim the Earth (Londres: Women’s Press, 1983), ‘Vandana Shiva, Staying Alive (Londres: Zed, 1989). } Lori Ann Thrupp, «The Struggle for Nature: Re- plies», CNS, 3, noviembre, 1989, en cast. en Ecologia Politica, 1, 1990. Ecologia Potitia - 89 mo la determinacién por el modo de produc- cién es un a priori para los socialistas, Las ecofeministas nos hablan de los términos «mascutino» y «femenino» como categorias culturales universales, o al menos de uso co- miin. Pero insisten que estas categorias son impuestas socialmente como atributos per- sonales a los seres humanos sexuados, a ve- ces con mal ajuste. A las ecofeministas les interesa principal- ‘mente mostrar el resultado estructural que tiene la valoracién social asimétrica del gé- nero: «masculino-raz6n-luz-orden-cultura» versus «femenino-emocién-oscuro-caos- naturaleza». Estas imagenes patriarcales del ‘género estén inmersas en las instituciones s0- ciales. El andlisis de Brinda Rao de la iden- tificacién de las mujeres con el agua en la India muestra este proceso y el impacto bru- tal que puede causar en la vida diaria de las mujeres‘, Es interesante que James O’Con- nor haya escrito en el mismo nimero de CNS que los ecosocialistas se encuentran en un di- Jema frente a las ideologias naturalistas ya que las rechazan y al mismo tiempo piden que la «naturaleza» vuelva a meterse en la ‘economia politica. James O'Connor dice, re- firiéndose al capitalismo mas que al patriar- cado, que la «esencia de la ideologia es el naturalismo cosificado»’. Las ecofeministas también tratan de desconstruir sutilmente la ideologia patriarcal de la «Madre Naturale- za» a ta vez que tratan de teorizar la in- clusién humana en lo que llamamos «naturaleza». Como ha seialado O'Connor, los movimientos deben luchar contra las con- diciones hegeménicas pero desde dentro. Es- to es como caminar en la cuerda floja, pero no es un trabajo imposible para aquellos que han aprendido a reflexionar. Las feministas no creen que «la biologia Sea el destino». Al mismo tiempo piensan que las personas de sexo femenino, y deni- gradas por esto, pueden decidir reafirmar esta diferencia» como una manera de fortatecerse: por ejemplo, los rituales basa- dos en la celebracién del cuerpo de algunos Brupos ecofeministas. Estas practicas, que 4 Brinda Rao, «Struggling for Production Condi- tons and Producing Conditions of Emancipation», ‘CNS 2, verano, 1989, en cast. en Ecologia Politica, |, 1990. 90 - Ecologia Politica ‘son en si mismas creativas, ayudan a destruit las ideologias patriarcales de «la feminidad». Es igualmente importante el trabajo de otras ‘ecofeministas que analizan las consecuencias sociales, politicas y econdimicas del sexo bio- Idgico. Esto no significa «esencializar» la fe- minidad, sino entender las condiciones materiales de la experiencia vivida de las mu- eres. Las mujeres que crian nifios en las ba- rriadas de las ciudades de Brasil saben bien que éste es un hecho econémico. Pero los po- liticos no pueden despreciar lo «biolégico», ues ese desprecio es precisamente lo que lle- va al capitalismo patriarcal de Occidente a ‘un callején sin salida ecolégica haciendo ne- cesaria una teoria ecosocialista. Es una premisa fundamental del ecofemi- nismo que en las culturas patriarcales los hombres tienen el derecho de explotar la na- turaleza del mismo modo que explotan a las mujeres. Sin embargo, muchos hombres eco- logistas aceptan esto dificilmente. Pueden aceptar la sustancial contribucién de las mu- Jeres a las actividades ecologistas y desean que en Ja sociedad futura se elimine la opre- sién de las mujeres, pero no pueden ir tan lejos como para reconocer que hay una teo- ria distinta ¢ independiente llamada ecofe- minismo. Hay quien dice simplemente que el ecofeminismo es parte de la Ecologia So- cial, que cree que la dominacién social y la dominacién de la naturaleza estan interre- Jacionadas. Mientras que la mayoria de eco- feministas estin de acuerdo con esta Proposicién, llegan a ella desde distintos lu- gares: desde el anarco-comunismo; desde el feminismo socialista; y desde los conceptos radicales culturalistas de «diferencia». Ade- més la mayoria de mujeres activistas, ma- dres o abuclas, Ilegan a esta conclusién sin ayuda de ninguna teoria. La palabra «ecofeminismo» se utilizé por primera vez, que sepamos, en Paris alrede- dor de 1974, pero durante la década de los 70 la idea surgi independientemente en va- rios lugares mds —Sicilia, Japén, Venezue- Ja, Australia, Finlandia, Estados Unidos. A las mujeres no les hace falta que les expli- 5 James O'Connor, «Socialism and Ecology», CNS 2, verano 1989, p. 5. quen una filosofia social enlatada para en- tender que su trabajo y sexualidad son «autilizadas» por los hombres de manera si- milar a como explotan fa naturaleza. La apropiacién del trabajo de Rachel Carson por Ia ecologta oficial de hoy es una mues- tra. La constitucién de la EPA (Environ- mental Protection Agency) fue una respuesta directa a su investigacin. Sin embargo, mientras que Pinchot, Muir, Berry y Com- moner son conocidos como «padres» del Movitniento ecologista, la contribucion de Rachel Carson es invariablemente silencia- da. La historia del ecologismo de los Esta- dos Unidos de Daniel Faber y James O°Connor lo remedia muy poco®, ya que infravalora ta fuerza de las mujeres en las campafias ecologistas. Como «trabajadoras» Politicas forman parte de ta mitad de los miembros activos de la mayoria de las orga- nizaciones, muchas son «amas de casa», ir cluso madres solteras, ninguna pagada, como Kathy Hall explicaba en CNS’. Esta observacién también vale en la URSS, si ‘creemos lo que dijo una delegacién de pe- riodistas rusos que visité Chicago en 1989. ‘Pero Faber y O’Connor creen que la espina dorsal del movimiento ecologista es la clase de nuevos «asalariados» en los Estados Uni- dos y los acientificos» en la URSS. En ver- dad, los profesionales, normalmente hombres, asumen las posiciones de portavoz, ero esto es juzgar un movimiento politico ‘segin las apariencias ignorando el movi- ‘miento de base. Una cuestién interesante es: ‘épor qué las mujeres Ilegan al ecologismo en este momento histérico? Al discutir el ecofeminismo, el articulo de Faber y O'Connor toma un rumbo opuesto al de aquellos que quieren hacerlo desapa- rbido por la Ecologia Social. Su ‘tendencia es incluir el ecofeminismo no en la Ecologia Social sino en su rival, la Ecolo- gia Profunda. Por eso dicen que las ideolo- gias neo-roménticas sobre la naturaleza ~ influyen y se fusionan en las nuevas ideas y Daniel Faber y James O'Connor, «The Srrugsle for Nature», CNS, 2, verano, 1989, en cast. en Exolo- ‘8fa Politica, 1, 1990. 7 Kathy Hall, «Coming to see the Forest as well as the Trees», CNS, 2, verano, 1989. © Faber y O'Connor, op cit, p. 32. valores ecofeministas'. EI nacimiento del ecofeminismo como una fuerza politica auténoma se pierde aqui. Y lo que es peor, s6lo se hace referencia a una fuente escrita ecofeminista, e incluso asi, no es una con- tribucién norteamericana. De hecho, iréni- camente, esta fuente es una critica contra la Ecologia Profunda. Un ensayo que junto a otros de tendencia de izquierda ha provoca- do cerca de 60 paginas de respuestas en- fadadas desde el campo de la Ecologia Profunda?. No, el ecofeminismo no es sub- sumible en la Ecologia Profunda, aunque ‘comparte su proyecto de «deshacer el artifi- cio ideolégico que separa la humanidad de la naturaleza», proyecto que el mismo eco- socialismo debe emprender ya que la crisis ecolégica nos ha traido la necesidad de en- tender cudles son las conexiones entre huma- nidad y naturaleza, Sin embargo, hay otra curiosidad en la cita de la fuente ecofemi- nista en el articulo de Faber y O'Connor, Es- te articulo mio —escrito mientras era editora de una revista socialista— se clasifica como neo-roméntico y, por lo tanto, politicamen- te regresivo. Esto, a pesar de que el articulo extiende la critica marxista hacia el positi- vismo y la racionalidad instrumental, al cien- tificismo técito y a las tendencias de gestion tecnocratica de algunos textos de la Ecolo- gia Profunda. Ademés en mi articulo hablo de la importancia del trabajo de las mujeres en media docena de lugares. Esto precisa- mente no es silenciar las actividades econé- micas de las mujeres. En respuesta a la critica de Lori Ann ‘Thrupp en la misma revista, Faber y O'Con- Tor agravan su «breve tratamiento» con la idea de que el ecofeminismo radical s ro- mantico en tres sentidos"®. Primero, creen ‘que es anti-cientifico y anti-tecnolégico. Esto no hace justicia a las sofisticadas criticas epistemol6gicas presentadas por algunas mu- Jeres. Tampoco reconoce el trabajo pionero _algur s_activistas del Tercer undo « np0 de la tecnologia apro- * Arie Salleh, «Deeper than Deep Ecology: the Eco- Feminist Connection», Environmental Ethics, 6, 1984. ‘0 Daniel Faber y James O'Connor, aRejoinders», CNS, 3, noviembre 1989, p 177, en cast. en Ecologia Poltica, 1, 1990. Ecologia Politica - 91 aa da » Bho ae da a piada. En segundo lugar, e! ecofeminismo radical es visto por Faber y O'Connor co- mo la superioridad del cuerpo sobre la men- te, otra vez el viejo problema del biologismo. Esperamos que los lectores estén persuadi- dos de que lo que ahora se esta tratando en el ecofeminismo es la desconstruccién de las nociones patriarcales del cuerpo, mientras se exploran concepciones alternativas. Es un proceso dialéctico. Una analogia con el eco- socialismo podria ser que el ecosocialismo a la vez que critica la nocién de «escasez» burguesa-liberal, debe inventar nuevas préic- ticas econémicas para la vida sostenible en un mundo de recursos agotables. Pero hay una cuestién mds fundamental en la obje- cién de Faber y O'Connor contra la preo- cupacién ecofeminista por el cuerpo, yes ta adopcién del dualismo patriarcal que sepa- ra «cuerpo» y «mente» como si fueran dos entidades independientes. Entidades valora- das de forma diferente, la mente en la esfe- ta «masculina», con privilegios sobre el ‘cuerpo, inerte, impuro, «femenino». Aqui los autores continian la tradicién judeo- sartriana. Cada uno de estos discursos ha si- do impulsado por la voluntad «masculina» comin de desconectar y transcender nues- tra condicién material: lo que Marx llamé necesidad. Esta es precisamente la misma epistemologia que ha subordinado la ecolo- gia a la economia, una hegemonia que el eco- socialismo debe aprender ahora a rechazar. En tercer lugar, Faber y O’Connor relacio- nan el ecofeminismo radical con el roman- ticismo porque Io asocian con «teorias orgénicas que enfatizan lazos emocionales con (el cuidado) de la comunidad». Aqui el impulso racionalista de transcender la cone- Amsaaa xién corporal con un lugar y unas relacio- nes determinadas muestra, otra vez, su faz. ‘Auspicia un modelo de sociedad que abstrae, cuantifica y vuelve mercancia no s6lo la ex- periencia humana sino también la naturale- za. Lacritica marxista dice que este impulso racionalista es guiado por la dominacién y el control sociales. De cualquier modo, esta ‘base epistemoldgica descansa sobre un na- turalismo cosificado que es pura ideologia yes algo que Faber y O'Connor seguramente no querrdn apoyar. Volvamos finalmente a la idea de «cui- dar». Aunque muy despreciada, ésta ha si- do siempre la clase de servicio/trabajo que ‘se ha requerido de las mujeres en el capita- lismo patriarcal. Mientras la sociedad deni- gra el valor de este trabajo, la reproduccién social no se puede dar sin é1. Esta es una ac- tividad que debe ser considerada econdmi- ca desde el punto de vista ecoldgico (aunque no tenga valoracién crematistica) y como tal debe interesar a los tedricos del ecosocialis- mo. En un contexto pos-patriarcal futuro, Jos hombres también pueden asumir las la- ores de «cuidadores». A menos, por su- Puesto, que nuevas fuerzas de produccién o tecnologias se encarguen de ello. Mientras tanto, ya que los ecosocialistas buscan una férmula coherente de la «totalidad concre- ta», podrian leer un poco més cuidado- ‘samente el trabajo ecofeminista. Muchas mujeres pasaron buena parte de los afios 1970 y 1980 imtentando que sus hermanos so- cialistas reformularan las categorias del mar- -xismo teniendo en cuenta el género. El efecto hha sido nulo. Seria una ldstima que el didlo- go entre el ecofeminismo y el ecosocialismo en Ia década de los 90 se limite a repetir, sim- plemente, esta vieja historia, aahhahhaa

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