ANALOGIN
PLoS
REVISTA DE FILOSOFIN
NNO XXVIII 2014 No. 2Diccionario de los Simbolos, J. Chevalier, A. Gheerbrant
(Eds.), Herder Ed., Barcelona, 2012, (1* edicién, 9* reimp.)
Miquel Seguré,
Universidad Ramon Llull,
Barcelona, Espajia.
Como si de una caprichosa casualidad se tratara, al mismo
tiempo que Juan Eduardo Cirlot preparaba la segunda edi-
cién de su Diccionario de simbolos, aparecida en 1969, Je-
an Chevalier (1906-1993) ultimaba, en colaboracién princi-
palmente con el recientemente fallecido Alain Gheerbrant
(1920-2013), la primera del monumental Diccionario de los
simbolos, publicado por primera vez también en 1969 por la
editorial francesa Robert Laffont, fundada apenas 20 afios
antes.
La obra tuvo una rapida acogida en el mundo intelec-
tual francés, siendo traducida a varios idiomas en los suce-
sivos afios. Tal fue el éxito que entre 1982 y 1997 la enci-
clopedia tuvo que ser reimpresa en 9 ocasiones. La editorial
Herder la puso a disposicién del mundo hispanoamericano
en 1986, cuando fue publicada en su primera edicién al cas-
tellano. Actualmente la editorial ofrece a sus lectores la 8*
reimpresién de dicha edicién, asi como Penguin 0 BUR
Rizzoli la ofrece en inglés ¢ italiano respectivamente.
A diferencia de otros libros sobre la cuestién del
simbolo, tematica con la que Herder ha sido especialmente
sensible [por ejemplo, cabe destacar el clasico libro de
Manfred Lurker, E/ mensaje de los simbolos. Mitos, cultu-
ras y religiones (1998), el agotado de L. Dupré, El simbo-
lismo religioso (1999), 0 el mas reciente de Raimon Arola,
El simbolo renovado (2013)], el diccionario se constituye
como un elenco fundamental de los motivos que animan, y
nunca mejor dicho, los simbolos presenten en la mayoria de
cosmovisiones. Y es que el objetivo de Chevalier en la obra
es vislumbrar qué elementos hacen que el simbolo sea algo
vivo, prefiado de alma propia, y por eso algo repleto de sig-
nificado para nosotros todavia hoy.Chevalier se doctoré en teologia y fue profesor lector
universitario de dicha materia y de filosofia, algo que sin
duda le doté de un conocimiento suficiente y solvente de
los sistemas de pensamiento especulativo mas relevantes.
De hecho, basta repasar su prolija obra para darse cuenta
que su interés primero giré en torno a cuestiones clasicas de
la dogmatica teoldégica cristiana y el trato que sus autores
mas representativos nos legaron. Nos referimos, por ejem-
plo, a la obra de 1940, La teoria agustiniana de las relacio-
nes trinitarias, donde se recogen los estudios especulativos
que el obispo de Hipona dejé escritos en su tratado De Tri-
nitate. Ese mismo afio aparecié también la obra San Agustin
y el pensamiento griego, en la Chevalier prolonga estos es-
tudios agustinianos viendo hasta qué punto se trata de un
acogedor de las nociones basicas de la cosmovisién griega
y su adecuacion a las necesidades dogmaticas de una fe, la
cristiana, que con el tiempo acabo por abrazar.
Junto a este interés por lo especulativo y las cuestio-
nes metafisicas de la dogmatica cristiana, el interés de Jean
Chevalier en estos primeros afios tuvo que ver también con
el aspecto comunitario de la condicién humana. Asi, en este
mismo periodo encontramos obras de orden secular que
versan directamente sobre cuestiones relacionadas con el
trabajo y su organizaci6n (la obra de en dos volimenes: La
organizacion del trabajo, 1937-1943), y también de tintes
netamente espirituales que tratan de la dimensién humana
de la fe cristiana, y por ende de su expresién comunitaria.
En el prolijo 1940 aparecié también Humanismo cristiano y
cuatro afios mas tarde el texto sobre la idea cristiana de la
comunidad humana (La comunidad humana segiin el espiri-
tu cristiano, 1944).
Sin duda fue “lo” humano, en toda su riqueza factica
y espiritual, el foco de interés epicéntrico del itinerario de
Chevalier. Seguramente por ello no puedo dejar de prestar
su atencién también en esta primera etapa a su dimension
mas factica y activa, cuya expresién principal nos da la
economia. Sus ojos se pusieron también a la estela de las
cuestiones mas radicalmente inmanentes y las relaciones
socio-econémicas que se establece entre los seres humanos.
168Las obras Doctrinas econdémicas (1945) y Administracién
de la iniciativa (1957) copan el periodo (sin por ello eclip-
sar, sin embargo, su Historia del pensamiento de 1958). Es
interesante constatar como el interés por las relaciones
facticas y mas marcadamente inmanentes de la realidad
humana tuvieron eco también en su compromiso socio-
politico. Jean Chevalier fue hasta 1964 miembro de la
UNESCO, desempefiando concretamente las responsabili-
dades de Director de Relaciones entre los Estados Miem-
bros. Ese tiempo fue sin duda de mucha exigencia para
Chevalier, pues es de suponer que el contexto de guerra fria
y de creciente recelo entre las potencias occidentales de
posguerra no el pusiera las cosas faciles en sus afanes de
harmonia comunitaria. La fuerte exigencia del cargo se dejo
notar en su investigacion mas especializada, que si vio pos-
puesta.
Fue como decimos en 1964 cuando Chevalier decidid
virar de nuevo su interés al Ambito del estudio antropolégi-
co, y mas concretamente al religioso en su sentido mas
amplio. A partir de este momento procuré darle a esa in-
quietud un sentido mucho mas dindmico que el que la
dogmatica le permitié. Su punto de referencia principal dejo
de ser el aspecto mas especulativo de la experiencia religio-
sa para centrarse en el fruto literario y artistico que esta
suscitaba. El acercamiento que se proponia realizar al fac-
tum religioso exigia a Chevalier apostar no tanto por un
afan sistematico y auto-referenciado como por otro mas fe-
nomenoldgico y comparativo, y por lo tanto de cierto afan
enciclopédico. Como resultado de todo ello vieron la luz
obras como Textos sagrados, tradiciones y obras de arte de
todas las religiones, de 1967 y el mencionado Diccionario
de Simbolos, de 1969. En adelante, y hasta la aparicién
postuma de su Ultima obra en 1994 (Los caminos del mas
alld), la investigacién de Chevalier tuvo primordialmente
como centro de gravedad los aspectos menos “racionales”
de las diferentes religiones, ya fueran éstas monoteistas (E/
sufismo, obra aparecida en 1974) 0 arcaicas (Los reinos cel-
tas, en colaboracién con M. Dillon, N. Kershaw, en 1979).
169Podemos decir, pues, que la obra que aqui nos ocupa
se enmarca en la segunda etapa de investigacién religiosa
de Chevalier. Tras un primer esfuerzo més sistematico y
claramente centrado en la dogmatica cristiana, nuestro autor
abre su mirada al hecho simbdlico como tal, focalizando su
interés en su interpretacion, o para ser mas precisos, en las
diferentes simbdlicas que las experiencias de vida provo-
can. La obra es, en este sentido, un esfuerzo titanico siem-
pre abierto por ofrecer el mayor numero de datos relevantes
al respecto, de ahi que se pasara de las 1.200 entradas de su
primera edicién a los mas de 1600 articulos que contienen
las sucesivas ediciones. Todo ello podria la impresion de
estar frente a un conjunto neutro de datos simplemente ex-
puestos, algo de lo que el propio Chevalier parecié ser
consciente a la hora de co-editar la obra. Por ello procuré
desvanecer cualquier conato de imprecision y vaguedad a
través de una introduccién que dota al lector de una infraes-
tructura conceptual suficiente que lo resguarda del riesgo de
perderse entre la inmensidad de los senderos de la obra.
“Los simbolos estan en el centro, son el corazon de
esta vida imaginativa. Revelan los secretos del inconscien-
te, conducen a los resortes mds ocultos de la accién, abren
Ja mente a lo desconocido y a lo infinito” (p. 15), asevera
Chevalier al inicio de la “Introduccién”. A partir de esta
auténtica declaracion de intenciones aclara que la obra pre-
tende dar a conocer todos los frutos de la imaginacién
humana en su exploracién, siempre inacabada, de los cami-
nos del vivir y del morir, cuyo principal fruto es el simbolo.
A través de la generacién simbélica, dice, pretende el hom-
bre dar expresion a sus esfuerzos por descifrar y de algiin
modo dominar, el destino que se le escapa. Siendo asi,
apunta Chevalier que el orden de las informaciones presta-
das en el Diccionario ha sido elegido en base al principio
que mejor preservara la autonomia del simbolo tratado,
porque el pensamiento simbdlico no es como el cientifico,
no procede por reduccién de lo miltiple a lo uno, sino por
expansion de lo uno en lo miltiple.
Huyendo del prurito a lo diverso, el simbolo es enton-
ces una convocatoria, un apelo. Al tiempo que expresa algo
170nuevo para un espiritu, lo obliga a un ejercicio de reinter-
pretacién. “E/ lector imaginativo encontrard en estas pagi-
nas estimulos mds que conocimiento” (p. 16), dice, porque
esa es la esencia misma del pensamiento simbélico. A dife-
rencia de lo pueda suceder con un determinado signo, que
fija convencionalmente un significado para un significante,
la potencia imaginativa del simbolo es ante todo dinamismo
y reforma constante. Haciéndose eco de lo que dijera CG
Jung sobre los “arquetipos”, para Chevalier el simbolo es
un motor que pone en marcha el trabajo animico individual.
A partir de una estructura comin y compartida, cada indi-
viduo ejercita su sentir y su pensar de manera dinamica, de
ahi que un mismo germen simbdlico se cristalice en dos ex-
presiones netamente opuestas y contradictorias. De hecho,
recuerda, eso explica la tarea de la simbdlica, que no es otra
que ocuparse de la totalidad de relaciones e interpretaciones
dadas a un simbolo.
El simbolo es algo vivo que “se nutre de” y a la vez
“completa a” otras expresiones humanas. La misma rela-
cin con el signo no deberia enfocarse como una confronta-
cin de intereses. Aunque el simbolo trabaje sobre un di-
namismo que el signo debe por esencia excluir (de lo con-
trario no existiria convencién alguna y el mundo seria un
devenir invivible; piénsese, por ejemplo, qué pasaria si un
semaforo en rojo no significara para todos lo mismo), no lo
suprime. El simbolo afiade, para Chevalier, una dimensién
de verticalidad y de relaciones extra-racionales e imaginati-
vas que hacen mas humano y prefiado de fuerza existencial
al signo (siguiendo el mismo ejemplo, podriamos decir, por
ejemplo, que el color rojo despierta una connotacién de
alerta, de prohibicién, de zona peligrosa).
Y es que a diferencia de otros discursos humanos, “el
simbolo excluye (...) la actitud de simple espectador y exi-
ge una participacién de actor” (p. 23). El simbolo hace
sentir y da que pensar; y lo hace porque cada uno de los
simbolos es en si mismo un microcosmos, un mundo total.
Como si de una monada se tratara, cada unidad simbélica es
auténoma, por eso se constituye como un agente unico de
significado dentro del universo infinito de significados
171simbélicos. Pero eso no implica que un simbolo sea una en-
tidad independiente y cerrada al “otro”. La ménada se inter-
relaciona, de ahi que Chevalier concluya que hay que
hablar de interpenetracién simbdlica, ya que lo que se da es,
mas que un estancamiento de sentido, un continuo flujo de
explosiones de significado que hacen del simbolo algo tan
poco fijado como el rio heraclitiano.
EI simbolo responde antes a un espiritu explorador
que fiscalizador de la realidad. De ahi que se tenga a si
mismo como un intermedio, como algo siempre a in itinere
y por ello siempre abierto a nuevas concreciones, a nuevas
unidades de sentido nunca enquistables. A nivel existencial
eso nos ayuda a comprender que las cosas son complejas y
que la contradiccién es, lejos de un escandalo, la riqueza
del mundo. En otras palabras, el simbolo es para Chevalier
una herramienta pedagdgica. Y porque nos ensefia nos ayu-
da a calmar y relajar nuestro enfoque mundano. Es terapéu-
tico, llega incluso a decir. Ademas de la personal, el simbo-
lo tiene también una funcidn social, prosigue Chevalier,
pues es lugar de encuentro de muchos mundos paralelos, de
muchos individuos (el papel de lo comunitario y su organi-
zacién fue, como hemos dicho, de primordial relevancia pa-
ra Chevalier) y de muchas disciplinas diversas (la filosofia,
el arte, la literatura).
Por todo ello huye Chevalier de cualquier tentacién
positivista al ver en ella “wna secreta estrechez metafisica”
(p. 30). Lo que hay que proponer, apunta, es una objetiyi
dad simbélica que “no sea una identidad de concepcion, ni
una adecuacion mas o menos compleja entre la inteligencia
conocedora, un objeto conocido y una formulacion verbal”,
sino “sino una participacién imaginativa y emotiva en un
mismo movimiento” (p. 35). Y eso seria lo mejor que podria
ofrecer este Diccionario a sus lectores: “un conjunto de
simbolos, sugestivo y evocador, destinado a ampliar los
horizontes de la mente, a vivificar la imaginacion, excitar
la reflexion personal” (p. 36). Su alcance dependera pues
del alma que lo acoja.
En consonancia con lo expuesto Chevalier compren-
dié que no podria encargarse él solo del Diccionario de
172Simbolos. Hubiera sido demasiado unilateral. De hecho, su
principal colaborador, Alain Gheerbrant, responde a un per-
fil netamente diverso del suyo. Su longevo itinerario vital
responde al de un hombre que se tuvo siempre por un espi-
ritu libre que cultivé la poesia, la prosa, la etnologia, la mu-
sicologia y que incluso fue cineasta. Proveniente de un am-
biente burgués acomodado (Paris, 1920), aunque no excesi-
vamente adinerado, Gheerbrant pudo acceder a los circulos
intelectuales mas selectos del Paris de la posguerra. Su po-
sicién social le permitié llevar a cabo su deseo por conocer
nuevos horizontes y confines y embarcarse en exploracio-
nes al Amazonas y pasar tendidos periodos en Latinoaméri-
ca, algo que le aporté no pocos conocimientos de antropo-
logia cultural wnicos (por ejemplo de tribus indigenas hasta
el momento muy poco conocidas como eran los Guahari-
bos). Hasta el mismo Claude Lévi-Strauss quiso integrarlo
en su equipo de investigacién, pero su espiritu libre y gene-
ralmente autodidacta no se lo permitid. Prefirié continuar
viajando por el mundo y explorar segiin considerara sus
rincones (el Congo, Turquia y Camerin fueron destinos de
especial interés para él). Si se vio llamado, en cambio, a
participar alla por 1966 en el Diccionario que Chevalier es-
taba editando, una colaboracién que permanecié siempre
abierta a sucesivas y nuevas mejoras. Ultimamente se habia
afincado en Paris y en Catalunya, en Monells, hasta que su
muerte acaecida el pasado 21 de febrero a la edad de 92.
Haciéndose eco del particular interés interdisciplinar
y plural de la obra, ambos co-editores buscaron para su con-
feccién quince colaboradores de una variedad de disciplinas
notable. Reputados especialistas no siempre provenientes
del mundo académico de la antropologia cultural, la etno-
logia, la psicoterapia y la historia del arte formaron parte
del proyecto. Asi, junto a profesores universitarios de dife-
rentes paises (como por ejemplo el francés Georges Heintz,
el irani Mohammed Mokri o el japonés Mausmi Shibata)
podemos encontrar a psicoterapeutas, criticos de arte 0 es-
pecialistas en astrologia, como es el caso de André Bar-
bault, autor entre otras obras de Petit manuel d'astrologie
(Editions du Seuil, 1972) 0 de la mis reciente Astrologie:
symboliques, calculs, interprétations, (Editions du Seuil,
1732005). Una auténtica pluralidad de enfoques que busca y
consigue dotar la obra de un cardcter multifocal y nico en
su género, donde el coro de simbolos y todas sus interpreta
ciones ostenta todo el protagonismo. Se trata de un diccio-
nario enciclopédico que reine mucho folklore, con sus
fuentes literarias y artisticas, y todavia mas humanidad,
pues la dimension imaginativa de todos los colores, nime-
ros, sonidos, gestos, expresiones plasticas, intuiciones oni-
ticas y formas (in)conscientes lo que fecunda sus paginas.
Extraordinario en su gama y el eclecticismo, es una obra
que busca, y consigue, no dejar indiferente a nadie.
Una obra enciclopédica, en definitiva, de utilidad es-
colar, universitaria y de investigacién que responde pregun-
tas y abre nuevos horizontes, a veces insospechados.