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ATALANTA Imaginatio vera www.atalantaweb.com oP MaCaTela TN YTV ate MU ere] han sido temas respetables para los portavoces oficiales de nuestra cultura, ya sean cientificos, académicos, prensa seria o representantes de la Iglesia. El trato que siempre han recibido por parte de la cultura oficial contrasta NNT ene MOT) obtenida en la cultura popular, que ha tratado de explicarlos con todo tipo de ieee NETL aC at elle Lr) y pseudocientificas. Patrick Harpur reprueba estas dos actitudes. La primera, por esquiva, al eludir las preguntas que, a su juicio, deberian suscitar tales fendmenos so- bre la naturaleza de la realidad y de la mente; la segunda, por ingenua, al tomar Slee y orale olga LO Bt -1 ee (0m O11 Para Harpur se trata de fendmenos pu- ramente psiquicos; pero la «psique» es el mundo, no solo nuestras mentes individuales. De esta manera, todos los seres fantasticos que han aparecido a lo largo de la historia -hadas, ddimones, divinidades, animales, fantasmas, damas blancas, enanos, Yetis, ovnis, etc.- per- tenecen a la esfera de la Imaginacion o, como denominaron los neoplaténicos, «Alma del Mundo». El error, dice Harpur, es negar y reprimir estas manifestacio- nes, pues cuanto mas se reprimen, mas patoldgicamente retornan. BETO alee eRe eee Rial fuego secreto de los filosofos» consti- tuyen una de las aportaciones mas coherentes y lucidas de estos Ultimos afios sobre el inefable mundo de la Imaginacion. AL ZU etolle\ Ene ac aa «Agudo [...] molesto [...] e inteligente.» London Sunday Times «Un libro valiente y provocador para el pensamiento [...]. Gracias a Dios que hay gente como él para rejuvenecer nuestro sepultado sentido del asombro.» London Daily Mail Criticas sobre «El fuego secreto...»: «Un libro fascinante y lucido mas alla de toda ponderacién.» Neem elitr 10) «Este libro es, ante todo, un gesto de libertad creadora; nunca las aproxima- ciones analiticas que hagamos a este libro nos transmitiran una visién com- pleta de él; es decir, la gustosa expe- riencia que supone leerlo.» Nola Uae TAT (o)} «He aqui algo distinto: una historia cultural de la imaginacion [y a la vez iM Melamed Imaginativa ya por su estilo, [...] adere- zando la erudicién con audacia y buen Lala nteled Blea am ee Clare (Ula lt)} ieee Reed11 Oe OILY decirlas de modo que se entiendan, que encandilen, pero que no resulten locas, como hace este sorprendente libro.» Peele street 1) IMAGINATIO VERA ATALANTA 14 : A or PATRICK HARPUR REALIDAD DAIMONICA TRADUCCION ISABEL MARGELi De a, é ATALANTA 2007 En cubierta: Cabezas dobles de Giuseppe. Italia, circa 1700. En comracubuerta: Patrick Harpur, Fotografia de Caroline Forbes. Todos los derechos reservados. Titulo original: Daimonic Reality © Patrick Harpur © De la traduccién: Isabel Margeli © EDICIONES ATALANTA, S. L. Mas Pou. Yilair 17483. Girona, Espafia Teléfono: 972 79 8 05 Fax: 972 79 58.34 atalantaweb.com ISBN 13: 978-84-935313-3-1 ISBN ro: 84-9353" {INDICE Introduccién 17 Primera parte Apariciones 33 1. Luces Ovnis y luces feéricas Brujas Los antropélogos frente a los gusii Espiritus ancestrales El contexto cultural | 35 2. Ovunis Un mito moderno El inconsciente colectivo E] alma Suefios 47 3. Alienigenas y hadas Avistamientos preliminares Clasificacién alienigena Clasificacién feérica La visién cristiano-cientifica Realidad psiquica Los déimones de Platén 62 4. Daimones Angeles de la guarda Daimones personales Espiritus que ayudan Dos horrores Complejos, arquetipos y mitos EI Alma del Mundo Animismo 82 5. Pequeiia historia de los déimones Demonios Los longaevi La razén y el declive de los déimones Espiritismo TOL 6. Bestias Perros negros Gatos misteriosos Kaptars, Yowis, Yetis Bigfoots y hadas 123 Segunda parte Visién 145 7. Ver cosas Error de identificacién Proyeccion Paranoia Delirio y revelacién 147 8. Damas Nuestras Sefioras EI sol que gira EI principio femenino Damas blancas La banshee Fantasmas de carretera 164 9. Imaginar cosas Imaginacién primaria y secundaria Imaginacién alquimica Imaginacién y alma Mitos, relatos e hipétesis Un apunte sobre monstruos de lagos Glamour feérico y pishogue 186 10. Indicios daimonicos Un encuentro cercano Un zapato de hada Reliquias ovni Tesoros Un intercambio alienigena Obsequios de la SVM Fotografias Marcas circulares 210 11. Circulos Circulos de las cosechas Causalidad y sincronicidad Simpatia y analogia 224 12. Estructuras La estructura de la Imaginacién Naturaleza versus cultura Literalismo como idolatria Falsificaciones Déimones y dioses El dios Embaucador 240 13. El Otro Mundo Metaforas espaciales E] Otro Mundo como temporal EI Otro Mundo como lo Desconocido 258 Tercera parte Viajes al Otro Mundo 269 14. Tiempo perdido Recordar y olvidar La elasticidad del tiempo Hipnosis La abduccién de los Avis 271 15. El sello de lo sobrenatural Las operaciones de los grises Virginia y el ciervo Cicatrices El golpe Disparo de elfo La experiencia de casi muerte del sefior Cunningham Herida y curacion Estigmas 281 16. Nifos intercambiados Los enanos de Da Silva EI hechizo del cazador Albert y el Bigfoot Sexo “alienigena Bebés sabios El viaje de la partera Alimento sobrenatural Reciprocidad Bailar con los muertos 301 17. Demonios humanos Rituales satdnicos y abusos La imagen de la bruja Brujas, safanistas y trabajadores sociales La maldicién de los falsos trabajadores sociales Hombres de negro 325 18. Humanos daiménicos Ritos de paso La tradicién del chaman Muerte y renacimiento Orfeo La iniciacién del sucio Lo psiquico y lo chamdnico La busqueda de John Keel EI loco sabio 339 19. Alma y cuerpo Almas Cucrpos Alma y espiritu El ego herciileo Un comentario sobre la tecnologia La pérdida de alma de Sigfrido 364 20. Acercarse al Otro Mundo EI mito moderno de los alienigenas grises «Ritos adecuados» gPor qué grises? gPor qué ahora? El error del humanismo Guia al Otro Mundo Perseo y la Gorgona La muerte de Sigfrido: el viaje de un chaman moderno 389 Epilogo: la Cadena Aurea 417 Notas 423 Bibliografia selecta 435 indice de nombre y contenidos 445 Realidad daiménica «Todo aquello en lo que es posible creer es una imagen de la verdad.» William Blake «No es posible hablar adecuadamengg de los Dioses sin los Dioses.» Jimblico . con el antiguo fildsofo, la deidad es una fuente inmensa y en perpe- tua exuberancia, cuya corriente Ilené en origen y vuelve a llenar continua- mente el mundo de vida. Por ello el universo contiene en su amplio seno todas las naturalezas genéricas, divinidades visibles ¢ invisibles, la ilustre raza de los déimones, el noble ejército de las almas exaltadas y el hombre que ha Ilegado a ser feliz mediante la sabiduria y la virtud.» Thomas Taylor INTRODUCCION Un libro sobre apariciones y visiones siempre est ro- deado por cierto clima de incomodidad. No son temas respetables. Apenas son mencionados por lo que podria- mos llamar «representantes oficiales de nuestra cultura», como los académicos, las iglesias o la prensa de prestigio. Y si los cientfficos Ilegan a mencionarlos, suele ser para denunciarlos. Se considera que las apariciones y similares son imposibles, y si hay personas que aseguran haber visto cosas raras, se las toma por ilusas. E] problema esta en que, si es una ilusién, ha persistido a través de toda la historia y parece estar tan extendida ahora como lo ha estado siempre, a juzgar por el ntimero de avistamientos registrados de toda clase de entidades anémalas, desde fantasmas hasta «platillos volantes» y misteriosos gatos grandes y negros, desde monstruos de lagos a Virgenes y extrafios «extraterrestres». Tal vez no haya nada especial- mente importante en tales avistamientos, salvo por las preguntas que suscitan sobre la naturaleza de la realidad, de la mente o de ambas. Puede ser, para citar a C. S. Lewis, que «su propia falta de importancia sea su impor- tancia».' 17 Por cada persona que esta segura de haber visto algo que no pertenece a este mundo, hay muchas otras que creen que es posible ver tales cosas y conocen a alguien que lo ha hecho. No existen estadisticas inequivocas para esta afirmacién, tan sélo me baso en conversaciones que he mantenido a lo largo de los afios con todo tipo de per- sonas. Pero mi suposicién de que hay al menos tantos «creyentes» como personas que no creen en la realidad de ningiin tipo de aparicién se ve parcialmente confir- mada por la enorme cantidad de libros y pequefias publi- caciones consagrados a este tema. Estos reciben poca o ninguna atencién por parte de los representantes de la cultura oficial; leyendo las resefias de libros, por ejemplo, ni nos enterariamos de que existen. Y asi parece que no s6lo haya un abismo profundo entre creyentes y no cre- yentes, sino también entre la cultura oficial y respetable y una buena parte de la cultura popular. Tales abismos siempre me han inquietado; de hecho, me empujaron a buscar algtin libro que pudiera salvarlos. Se trataria de la clase de libro que, en lugar de denunciar experiencias visionarias con un estilo prepotente, se las tomaria en serio. Tenderia a creer que, en general, la gente sabe lo que esté viendo. Al mismo tiempo, no bus- carfa una aclaracién de las cosas que ven, ni explicarlas con teorfas extravagantes y sensacionalistas. Sin embar- go, no temerfa ofender al sentido comin si hacerlo fuera inevitable. Y, desde luego, no emplearia una densa jerga pseudocientifica para dar cierto aire de respetabilidad ala empresa. Después de fracasar en la busqueda de un libro que cumpliera estos requisitos, decidi escribirlo yo mis- mo. Llegué a la conclusién de que era necesario algiin marco en el que fwera posible contemplar lo imposible y pensar lo impensable. Afortunadamente, no tuve que inventarme dicho marco, pues ya existia uno en forma de una tradicién intelectual sobre la que este libro espera llamar la aten- 18 cién. No se trata de un sistema de pensamiento, ni tam- poco ¢s una disciplina, ni una filosofia, religion, psicolo- gia, ciencia, etc., aunque toca todo eso. Es més como una manera de ver, una perspectiva del mundo. (No es nece- sario conocer el cuerpo de esa tradicién para entender este libro -ademas, se ira esclareciendo a medida que avancemos-, pero he trazado sus lineas generales en el epilogo.) En nuestra cultura —me refiero a la cultura occi- dental moderna- esta perspectiva se ha visto asedia- da, aunque se ha ido reafirmando de vez en cuando. Un ejemplo es la idea de Imaginacién que, expresada en la obra de poetas romdnticos como Coleridge, Keats, Shelley y Blake, revoca nuestra nocién comin de lo ima- ginativo como algo irreal, algo imaginario, concedién- dole una vida auténoma que incluye apaticiones espon- taneas. Es mediante ideas como ésta que empezaremos a entender la clase de experiencia que sorprendié al agente de policia Alan Godfrey la noche del 28 de noviembre de 1980, mientras estaba conduciendo por Todmorden, en West Yorkshire. Una luz que brillaba delante de él en la carretera llam6 su atencién. Al principio pensé que se trataba de un autobus, pero, cuando se acercé a treinta metros de distancia, vio que era un objeto abovedado, como la peonza de un nifio, de unos cuatro metros de altura y unos seis de ancho. Estaba levitando a un metro y medio del suclo. Habja una hilera de cinco ventanas a unos dos tercios desde abajo, huecos oscuros en el cuer- po de aquel objeto luminoso que, por la manera en que reflejaba los faros del coche, parecia metilico. El agente Godfrey traté de llamar a su base por radio, pero ésta no funcionaba. Aunque estaba muy asustado, tuvo la pre- sencia de dnimo suficiente para hacer un dibujo rapido del objeto. Atin estaba calculando el tamafio de las venta- nas (cerca de un metro por medio metro) cuando hubo un desajuste en la continuidad de su percepcién y se 19 encontré, todavia en su coche, cien metros mds abajo en la misma carretera. El objeto habfa desaparecido.* Serfa muy cémodo creer que el agente Godfrey era propenso a los delirios 0 a las alucinaciones, Pero riguro- sos test psicolégicos, y mds de un psiquiatra, concluye- ron posteriormente que no era asi, Ademés, lo que vio no cra nada destacable en comparacién con los miles de objetos similares de Jos que se da parte en todo cl mundo. Por Jo visto, las personas ven cosas bastante raras; cosas que las dejan profundamente afcctadas, aténitas, atemo- rizadas, desconcertadas o extaticas, pero, por encima de todo, convencidas de la realidad de una visién que queda fuera de todo aquello con que se han topado anterior- mente. Muchas de cllas ansfan conocer cl origen y el pro- pésito de tales objctos, comprender la naturaleza de algo que pucde cambiar sus vidas en un instante. Pero ga quién pueden recurrir? Cabria pensar que los cientificos sienten curiosidad por estos informes de fendmenos tan andémalos. Se dan pocos casos, Mas bien tienden a ignorar o a ridiculizar experiencias como la del agente Godfrey; en el mejor de Jos casos afirmarian inscnsiblemente que éste ha identifi- cado mal un planeta, un avién, un globo sonda 0 algo asi. Cabrfa pensar que interesa a los psicélogos, pero, curio- samente, interesa a muy pocos, Tal vez admitan que per- sonas corrientes y sanas ven cosas raras, como le pasé al agente Godfrey; pero se encuentran perdidos a la hora de dar una explicacién, No le sirven de nada al agente Godfrey, que quicre saber qué demonios ocurridé. Cabria pensar que quiz4 la Iglesia, cuyas doctrinas centrales se fundamentan en hechos sobrenaturales, muestra un cier- to interés por un @ncuentro que guarda un parecido mas que razonable con lo sobrenatural y que, ademas, a menudo infunde un sobrecogimiento religioso, Para nada. La Iglesia (casi cualquier iglesia) sucle mostrar mas prisa que nadie por desvincularse de visiones de cual- 20 quier tipo. Incluso las presuntas visiones de la Santa Virgen Maria se reciben con hostilidad en el seno del catolicismo. Al final, el agente Godfrey acabé con un grupo de personas que las distintas ortodoxias menosprecian tanto como su avistamiento: los ufdlogos. Estos se interesaron por él. Y, mejor atin, se lo tomaron en serio. Pero, en cierto sentido, las cosas se pusieron peor: accedié a someterse a hipnosis y a una regresién al incidente para descubrir lo que habfa pasado entre el momento de aca- bar su boceto y el momento en que se encontré aparcado en otro punto de la carretera. Se revelé que habia visto lo que los ufélogos Ilaman «entidades alienigenas». Los avistamientos de tales entidades son razonable- mente comunes. A menudo entran en una de dos catego- rias: benévolos o malévolos, supra o infrahumanos, her- mosos 0 feos. Por ejemplo: «Desperté y vi a las personas mas encantadoras que haya visto nunca. Un chico y una chica vestidos con prendas verde oliva estaban de pie junto a mi cama, La miré a ella y me di cuenta de que Jlevaba cl vestido frun- cido alrededor del cucllo en una especie de cadena, o tal vez un bordado rigido (...). Pero lo que me maravillé fue la milagrosa bondad de su rostro. No se ven rostros asi (...). Era sereno como los rostros de los animales, o como los lagos de montafia al atardecer; tan sereno que era un poco triste,»? O bien: «Miré con sericdad un rincén de la habitacién y dijo: “Ahi esta! Alcdnzame mis cosas... Tendré que vigilarle. jAhi viene! Agitando su lengua impaciente fuera de la boca, con una copa cn la mano para Ilevar la sangre y cubierto por una piel escamosa de color verde y dorado”; y tal como lo describia lo dibujé (.,.); una figura desnu- da de cuerpo robusto y cuello corto (...) con ojos ardien- tes (...) y un rostro digno de un asesino.,,»4 2 La pareja joven se le aparecié al poeta W. B. Yeats; la criatura escamosa, al poeta y artista romantico William Blake, que la llamé el «fantasma de una pulga». Las enti- dades del agente Godfrey mezclaban lo agradable y lo desagradable. Bajo hipnosis revivié el encuentro con una luz brillante, seguida de oscuridad y la sensacién de flo- tar. Se vefa a si mismo en una habitacién en presencia de alguien que era «como un hombre», de un metro ochen- ta de estatura, vestido con una sabana blanca y con un casquete en la cabeza, con barba y una nariz larga y del- gada. El . Utilizo la palabra «mito», por cierto, como la emplea Jung en el titulo de su ensayo: no se referia, como hoy en dia se usa tan a menu- do de manera informal, a una invencién o a una historia que no es cierta. Al contrario, se referia a una historia que es cierta. La naturaleza exacta de esta certeza, como la naturaleza de la realidad, se ira descubriendo a medida que avancemos. Por ¢] momento, lo que dijo Jung de los platillos volantes es tan cierto hoy como lo era entonces. «Se ve algo», dice, «pero uno no sabe qué (...); una cosa es segura: se han convertido en un mito viviente.»™ 49 El inconsciente colectivo Antes de poder decidir si los ovnis estan 0 no «dentro de la mente», tenemos que decidir qué entendemos por «mente». El modelo de psique de Jung proporciona el mejor -tal vez el tinico- marco para entender las expe- riencias visionarias. Como seguidor de Freud, entendia que, aparte de nuestras vidas conscientes (que, bastante erréneamente, consideramos nuestro yo), hay una vida inconsciente que en general ignoramos. El inconsciente es el depositario de nuestra experiencia pasada, parte de la cual se puede recordar conscientemente a voluntad (memoria); pero con otras partes no ocurre asi, puesto que estén reprimidas. No obstante, un contenido repri- mido no desaparece sin mas, sino que continta ejercien- do una influencia soterrada en nuestras vidas, reapare- ciendo de forma indirecta como neurosis. A grandes ras- gos, la tarea del psicoanilisis es alentar al paciente para que saque a la luz esta experiencia olvidada o reprimida -a menudo radica en la infancia-, para asf deshacer el nudo psicolégico que estd provocando la neurosis y sus poco deseables sintomas. Pero, a diferencia de Freud, Jung trataba con pacien- tes que sufrian perturbaciones mis serias, psicosis mas que neurosis, y en sus delirios y fantasias percibié gran cantidad de imagenes y motivos que no era posible expli- car recurriendo a sus vidas personales. Por ejemplo, un paciente podia albergar ideas y creencias fantasticas que no hallaran ninguna analogia mas que en algun esotérico mito gnéstico. Asi que Jung se vio obligado a reconocer un nivel mas profundo de la psique que contenia la expe- riencia pasada no sdlo de nuestras vidas personales, sino de toda la especie. Llamé a este nivel de la psique «el inconsciente colectivo», para distinguirlo del subcons- ciente de Freud (al que, a su vez, rebautizé como «in- consciente personal»), 50 Si Jung describia el inconsciente en términos de estra- tos o niveles, era sdlo una manera de hablar. El inconscien- te en si no puede describirse; sélo puede representarse mediante metaforas. No se divide en niveles de forma ni- tida, por ejemplo. Mas bien es ocednico, cambiante, un hervidero en constante fluctuacién. En efecto, el océano era la metéfora preferida de Jung, segtin la cual la concien- cia es, por supuesto, tan sdlo una pequefia isla que emerge y esté rodeada de la vasta fluidez del inconsciente. El contenido del inconsciente es un mar de imagenes. Normalmente son visuales, pero no exclusivamente, ya que pueden ser abstracciones, modelos, ideas, inspiracio- nes e incluso humores. Las im4genes del inconsciente colectivo son representaciones de lo que Jung Hamaba «arquetipos». No era una idea nueva -se remonta a Pla- tén, que postulaba un universo ideal de formas, del que todo lo que hay en este mundo seria una simple copia-, pero si era una nueva idea aplicada a la psicologia. Los arquetipos son paradéjicos. No pueden conocerse en si mismos, pero pueden conocerse de manera indirecta a través de sus imagenes. Son impersonales por definicién, pero se pueden manifestar personalmente. Por ejemplo, el arquetipo que se encuentra, por asi decirlo, mas cerca de la superficie se denomina sombra. A un nivel personal, encarna nuestro lado inferior, todos nuestros rasgos reprimidos. Podria aparecer en suefios y fantasias, por lo tanto, como un gemelo secreto 0 un conocido al que se desprecia o un hermanastro idiota. Al mismo tiempo, nuestras sombras personales estan enraizadas en una sombra colectiva impersonal, el arquetipo del mal, como el que representa el Diablo cristiano. Es més comtin encontrar una imagen arquetipica indi- recta (es decir, en proyeccién) que directamente. Aqui se hace evidente lo acertado del término sombra. Y es que el arquetipo se salta totalmente la conciencia y proyecta una sombra sobre el mundo exterior. Entonces nos en- 51 contramos con lo que est4 dentro de nosotros como si estuviera fuera. Un objeto o una persona del mundo pue- den recibir una proyeccién y cargarse de repente de un significado arquetipico. Cuando nos enamoramos loca- mente de alguien de quien sabemos muy poca cosa, lo més comtin es que hayamos caido presa de una «proyec- cién del anima», que recubre a la persona real y la imbu- ye de un significado casi sagrado. El anima (0, en una mujer, el animus) es el segundo arquetipo importante descubierto por Jung. Es el principio femenino en el hombre, la personificacidn del inconsciente en si. Como tal, son infinitas las imagenes con las que se representa: virgen, bruja, esposa, chica-del-montén, diosa, ninfa, lamia, etc. El arquetipo que mds nos concierne es el que Jung denominé si-mismo, el objetivo de toda vida psiquica, de todo desarrollo personal, que él llamaba individuacion. Este proceso constituye la tarea mds importante de nues- tras vidas, en el transcurso de las cuales se supone que debemos hacer conscientes, en la medida de lo posible, los contenidos de nuestro inconsciente, por ejemplo, dejando de proyectar en el mundo. El resultado es la expansién de la personalidad y, finalmente, un estado de completud que abraza incluso los aspectos més oscuros y contradictorios de nosotros mismos. El arquetipo del si- mismo est prefigurado en la imagen del Anciano Sabio y se consuma en su matrimonio mistico con el anima. Pero tales personificaciones no son las tnicas imagenes del si- mismo. Estas también se dan en formas abstractas, parti- cularmente en patrones circulares, a menudo divididos en cuatro, que las religiones orientales interpretan desde hace mucho y #los que denominan mandalas. Estas im- genes pueden darse espontaneamente hacia el principio del proceso de individuacién, o en una crisis en nuestra vida psiquica, como guia hacia -y como muestra de- el objetivo final. Jung creia que los «platillos volantes» eran 52 como mandalas; en otras palabras, que los ovnis son pro- yecciones del inconsciente colectivo. (No obstante, més adelante tendré mAs cosas que decir, y mas criticas, sobre la «proyeccién>.) El alma La afirmacion de Jung era tradicional en muchos sen- tidos. Después de todo, en las épocas antigua y medieval, la totalidad de la psique -o alma, como se solfa llamar- se imaginaba de numerosas maneras: como un cuerpo vold- til y etéreo, como un homtinculo (una persona pequefia o un nifio), como un pajaro (en las tradiciones celta e isl4- mica) y como una esfera brillante o ardiente. De acuerdo con Cesdreo de Heisterbach* (c, 1170-1240), el abad de Morimond tuvo una vision en que su propia alma tenia la forma de «una vasija esférica de vidrio, con ojos delante y detras, que todo lo sabia y lo veia todo de una vez». Este aura de omnisciencia es una marca distintiva de muchos encuentros con ovnis. Otro visionario citado por Cesareo vio que su alma era «una sustancia espiritual, de naturaleza esférica, como el globo de la luna» (la luna es en si misma un simbolo tradicional del alma). Cesdrco lo resume con una distincidn interesante: a los ojos morta- les el alma aparenta tener una forma corpérea, pero para aquellos que estén liberados de la carne el alma aparece como la describen los dos visionarios: como una esfera luminosa.* En su tratado La inmortalidad del alma, el gran pla- ténico de Cambridge del siglo xvil, Henry More, inspi- randose quiz en la misma tradicién neoplaténica que Cesdreo, describe cémo el alma, después de la muerte, adopta un «cuerpo volatil» con la misma forma que nues- tro cuerpo terrenal. Sin embargo, éste ha sido cambiado por un cuerpo «luminoso» o «etéreor que, inmortal, 53 «vive, en su condicién verdadera, una vida inimaginable y a veces es descrito como “una figura redonda u ovala- da” y siempre orbitando entre dioses y estrellas, y a veces con mas dimensiones de las que nuestra miseria puede comprender».” Es interesante observar que tanto Ces4- reo como More consideran la imagen abstracta del alma una forma més elevada que la imagen personificada. Asi pues, una manera de considerar las apariciones luminosas es como imagenes del alma proyectadas por el alma misma. Jung también se fijé en la frecuencia con que aparecian muchas de esas apariciones, representando una desintegracién y fragmentacién de la psique. Pueden verse como «almas parciales» que llegan a aparecer en cir- cunstancias bastante corrientes. Una paciente suya sofié que varias esferas luminosas colgaban de las cortinas de su habitacién. Jung lo interpreté como fragmentos escindi- dos de psique que buscan ser reintegrados en la persona- lidad con el fin de alcanzar o restablecer la completud psiquica, Es mas, sabia que, mientras estos fragmentos permanezcan en un estado de proyeccién o «exterioriza- dos», pueden causar todo tipo de fendmenos parapsico- ldgicos. En efecto, cuando su paciente desperté oyé un fuerte estallido: la parte superior del vaso que tenia en la mesita de noche se habia roto en una forma circular per- fecta y su borde estaba completamente liso.” Experiencias como ésta no son inusuales entre los Ila- mados «contactados por ovnis». Muchos de ellos, inclui- do Mike Sacks, al que hemos conocido al principio de este capitulo, recuerdan haber jugado siendo nifios con unas bolas de luz numinosas y semi-inteligentes, como se describen los fragmentos de psique proyectados o almas parciales de Jung. Gaynor Sunderland, que en mi intro- duccién afirmaba haber visto dos «alienfgenas» junto a una «nave espacial» en un campo, recuerda que, siendo nifia, luces de sélo unos centimetros de didmetro solian atravesar las paredes y ventanas y jugar con ella..., pero 54 se desvanectan justo antes de que alguien entrara en la habitacién.” Ademés, tales personas parecen marcadas por las experiencias parapsicolégicas, como pronostica Jung. Mike Sacks ya habfa visto dos ovnis cuando tuvo el encuentro cercano que he mencionado; y el hecho de que viera un ovni una noche en que habia salido especialmen- te para verlos lo convierte en un tipo poco comin, por decir algo. El largo historial de sucesos paranormales de Gaynor ocupaba todo un libro. Jung sostiene que la aparicién de bolas grandes de luz a gran escala refleja una tensién que ya no se limita a la psique individual, sino a la colectiva. Hay una ruptura en el mundo psicolégico, entre lo consciente y lo incons- ciente, y también en el mundo politico, entre Oriente y Occidente. En una época en que la humanidad estaba considerando los viajes al espacio y se preocupaba por la superpoblacion y la bomba atémica, era natural que apa- recieran «sefiales en los cielos» como ovnis con formas que reflejan nuestra propia fantasia tecnoldgica. Los ovnis son ambiguos. Por una parte simbolizan la desintegracién de la unidad psiquica, legando en gran atimero y con multitud de formas, no tan sélo de disco 0 circular, sino enormes o mintisculas, lenticulares 0 céni- cas, aladas o sin alas, con o sin alerones, etc. (a duras penas son idénticos dos avistamientos, lo que juega en contra de la hipétesis de las naves espaciales). Por otra parte, simbolizan el potencial de reintegracién -la com- pletud, el si-mismo- apareciendo también por separado y con formas como los mandalas. No tienen un propésito, declararia Jung, como tampoco lo tienen los mitos. Son fendémenos naturales producidos por la necesidad de un equilibrio psiquico; y a nosotros nos toca reflexionar sobre ellos, mientras ellos nos reflejan a nosotros, con la esperanza de cicatrizar cualquier fisura psiquica que nos hostigue. Como psicélogo, Jung no traté la cuestién de la natu- 5S raleza fisica de los ovnis. Observé que muchos avista- mientos parecian ser de objetos sélidos (que, ademiés, quedaban registrados en pantallas de radares). Pero insis- tia en que, aunque los ovnis tuvieran algiin tipo de reali- dad fisica, esto no alteraba su tesis en modo alguno. Y es que «... 0 las proyecciones fisicas envian un eco al radar, © bien la aparicin de objetos reales proporciona la posi- bilidad de proyecciones mitolégicas».” En otras pala- bras, creia posible que las proyecciones del inconsci colectivo pudieran tener una apariencia fisica; o bien, aunque los ovnis podian ser fisicos, no eran necesaria- mente naves espaciales extraterrestres. Proyectamos esta interpretacion sobre ellos por una necesidad inconscien- te de un mito que encarne, digamos, el concepto de inter- vencién celeste mediante poderes sobrenaturales. La auténtica contribucién de Jung al debate, sin embargo, radica en su descubrimiento de una parte de la psique -el inconsciente colectivo— que es objetiva. De este modo acaba con la pregunta sobre si los ovnis son subjetivos («dentro de la mente») u objetivos («realmen- te estan ahi»), y afirma que siempre son objetivos, pero que derivan del reino interno de la psique. Sabemos que pueden aparecer a la vista, como proyecciones, pero para inte ser consecuentes también cabria esperar que apareciesen internamente, como fantasias y, sobre todo, como sue- fios. Y eso es lo que hacen. Suenos Hay que subrayar que, aunque los suefios son expe- riencias interna’, no son subjetivos. Es decir, que no son nuestras mentes conscientes quienes los crean. No nos pertenecen, sino que son algo que nos sucede. Los anti- guos griegos hacian bien en no decir nunca que habjan tenido un suefio, sino que habfan visto un suefio. Tam- 56

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