Joaquin Gonzalez Echegaray
Arqueologia
ae
evangelios
Verbo DivinoAproximacién histérica
a Jestis de Nazaret
La arqueologia nos brinda toda una copiosa e imprescindi-
ble serie de elementos para entender la historia antigua. A tra-
vés de ella conocemos la realidad del pais donde se desarrollan
los hechos, las ciudades y lugares que determinan la forma
concreta y precisa en que éstos sucedieron, el aspecto material
de las casas donde vivia la gente, el ajuar que constituia su
patrimonio, los vestidos y adornos que llevaban las personas,
los objetos de la vida cotidiana, las vias de comunicacién, ete.
Ademis, la arqueologia puede eventualmente descubrir ins~
cripciones, donde aparezcan datos nuevos sobre personas 0
hechos que ayuden a comprender mejor los elementos aporta~
dos por las fuentes puramente literarias. A la historia, sin la
ayuda de la arqueologia, le falta el calor de lo cotidiano y el
contacto directo con la realidad, pero la arqueologia sin la his-
toria -es el caso de la prehistoria~ carece en buena medida del
trenzado de los hechos y sus causas, asi como de Ia identifica~
cién de personas con su vida y sus nombres.
Naturalmente, para que los datos proporcionados por las
excavaciones arqueologicas puedan ilustrar y ayudar a penetrar
y comprender un acontecimiento histérico, un personaje o una
Epoca, es preciso contrastarlos con las fuentes literarias, con la
historia escrita. El contexto arqueolégico, que subyace a la his-
toria de Jestis, sélo puede adquirir consistencia y sentido con-
trastindolo con las propias narraciones evangélicas, ya que és-
tas son casi las tinicas fuentes que poseemos sobre la historia
de Jestis, si exceptuamos citas aisladas de otros libros del Nue-
vo Testamento y de la historiografia profana, como Técito y
Josefo, asi como algunas tradiciones recogidas en ciertas fuen~
tes literarias de la Iglesia primitiva.
Por eso, creemos necesario presentar, antes de adentrarnos
propiamente en el mundo de la arqueologia, un capitulo don-
de, en forma sencilla y resumida, se dé a conocer al lector me-
dio no familiarizado con el tema la situacién actual de las in-10 Aproximacion histérica a Jesiis de Nazaret
vestigaciones en torno a la naturaleza y valor histérico de los
cuatro evangelios.
1, Del Cristo de la fe Después de los profundos y radicales estudios criticos rea-
al Jestis de la historia lizados en este siglo sobre los evangelios, tanto por investiga-
dores protestantes como catdlicos, empezando por Dibelius y
Bultmann y siguiendo por Taylor, Kasemann, Conzelmann,
Boismard y tantos otros, seria absurdo dar la espalda a la reali-
dad y seguir leyendo los evangelios como si se tratara de cua-
tro versiones estrictamente histéricas, narradas por testigos
presenciales de los hechos, que han intentado contarlas con es-
crupulosa fidelidad.
Hoy en dia sabemos que los evangelios reflejan, sobre to-
do, la distinta situaci6n de las Iglesias cristianas del siglo I, con
sus problemas peculiares de creencias, decepciones, exigencias
morales, tensiones con la situacién ambiental, etc. En ellos, la
figura central es, desde luego, el Cristo de la fe, el Seftor resu-
citado, pero no tal y como sus discfpulos le vieron durante su
vida mortal, cuando no entendian lo que estaba pasando (Mc
9, 10 y 32; Le 18, 34 y 45; Jn 2, 21-22, etc.), sino en una visién
retrospectiva desde st actual confesién de fe, de su experiencia
pascual como testigos del Resucitado, Este testimonio, vivido
en distintas comunidades, es el contenido de la version actual
de los evangelios, los cuales, como se sabe, datan, 0 de algo
antes de la destruccién de Jerusalén por Tito en el ato 70
(Marcos), o de ligeramente después (Mateo y Lucas), 0 ya de
las postrimerias del siglo I (Juan), en donde se recogen tradi-
ciones y fuentes escritas con anterioridad. De todas maneras,
Ja distancia entre los hechos y su definitiva fijacién escrita no
es muy grande, Baste pensar que se trata de algo asi como si
los acontecimientos transcurridos en Espafia durante la Repti-
blica y la siguiente Guerra Civil se hubieran fijado por escrito
en los aiios 60, 80 y 90 respectivamente, es decir, en tiempos
en los que atin subsisten testigos presenciales de todos esos
hechos.
Pero, insistimos, los evangelistas no tratan propiamente de
hacer una historia imparcial de los acontecimientos. Como al-
gunos de nuestros escritores actuales, que tienen y defienden
su ideologia en la interpretacién de los hechos, ellos también
partian de su fe, y asi vefan a Jestis como el Cristo y describian
sus ensefianzas y signos en funcién de esa fe.
La labor del historiador serfa, a través de esos escritos, que,
por otra parte, no son precisamente ficticios, ni en manera al-
guna descubren intencion de falsedad o engafo, reconstruir la
realidad del Jestis pre-pascual, es decir, la figura del Maestro
antes de su revelacion a los discipulos como resucitado, tal y1. Del Cristo de la fe al Jess de la historia 11
como le habrian visto entonces las gentes, 0, mejor, como le
hubiera contemplado un historiador imparcial que tratara de
reflejar con fidelidad su biografia. Este es el paso obligado del
Cristo de la fe al Jestis de Nazaret; y no es cientifico prescindir
de este planteamiento y hacer tabla rasa de estas precisiones,
mezclando los planos distintos de la realidad.
Deciamos que en los evangelios existen fuentes que cada
autor ha manejado a su manera. Algunas de éstas han sido
identificadas, como Ia Hamada fuente «Qo, una coleccién de
dichos de Jestis, que debia ser bastante conocida en la Iglesia
primitiva. Por otra parte, las distintas tradiciones y fuentes han
sido reelaboradas y actualizadas de acuerdo con la realidad
existente en las Iglesias. Esto resulta, por ejemplo, particular-
mente evidente en las parabolas de Jestis, donde se ven con
frecuencia como dos estratos literarios: uno primitivo, con un
significado sobrio, y otro mas complejo, que, sin traicionar al
primero, trata de el texto evangélico, han ha-
lado en aquél una ayuda eficaz para penetrar en el sentido de
éte, y se esfuerzan por comprender no sélo la fe de la Iglesia
primitiva, sino también por llegar al Jestis histérico, que en el
fondo no es ni puede ser algo radicalmente distinto del Cristo
de la fe.
No podemos seguir aqui insistiendo sobre este interesante
tema, porque se sale fuera de la intencién del presente libro, ¢
incluso de nuestro propio campo profesional. Por eso remiti-
mos al lector interesado a distintas obras que existen en espa-
iol, destinadas a un publico no especializado, y que tratan con
la debida amplitud el tema. Permitasenos, sin embargo, referir-12. Aproximacién histérica a Jestis de Nazaret
2. Evangelios ¢ historia
nos a un caso concreto que puede ilustrar cémo una investiga-
cién literaria, siguiendo criterios puramente tedricos, llega a
excesos cuando vuelve la espalda a la realidad y a veces al sen-
tido comin.
Un conocido autor francés, por otra parte de gran solven-
cia en el estudio de los evangelios, analiza las fuentes y la es-
tructura literaria de Me 1, 21-39, donde se narran los hechos
de Jestis, primero en la sinagoga de Cafarnatin y seguidamente
en la casa de Pedro, donde aquél cura a la suegra de éste. Di-
cho biblista reconoce Ia existencia de dos relatos totalmente
independientes en su origen, y en cuanto al enlace entre am-
bos, que supone una unidad de tiempo y lugar, le niega cual-
quier fundamento hist6rico 0 topografico. Simplemente ~dice-
se trata de un burdo artificio literario, un «acoplamiento bas-
tante desafortunado». Termina asi: «Hemos de concluir que el
vinculo existente entre ambos relatos (...) no es sdlido, ni pue-
de pretender expresar una secuencia historica segura: la jorna-
da de Cafarnaiin es una composicin teoldgica>.
Cualquier persona que conozca las ruinas halladas en lar
excavaciones de Cafarnatin no podré menos de admirarse por
esta interpretacién y dard la razén plenamente a Marcos, que
dice lanamente: «Al salir de la sinanoga, se fueron derechos a
casa de Simén» (Mc 1, 29). En efecto, la sinagoga de Cafar-
natin y la casa de Pedro se hallan en la misma calle, slo sepa
radas por una manzana de casas, de manera que {a distancia
entre ambas es de menos de 50 metros. Quien sabiendo los
resultados de la arqueologia lee el texto evangélico, lo entiende
perfectamente y comprende que los acontecimientos pudieron
realizarse en el mismo dia, uno a continuacin de otro, tal y
como lo dice Marcos, y que el artificio no esta en el texto
evangélico, sino en el refinamiento excesivo de una critica lite-
raria, que desconoce a veces los resultados de otras ciencias
histéricas.
Los evangelios no son libros puramente histéricos, sino
que