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IV PSICOLOGIA SOCIAL Y GENERO Gloria Elizabeth Garcia Hernandez Enel presente capitulo se hace una articulacién entre la psicologia social y la perspecti- va te6rica de género, para ello se revisan algunas de las aportaciones més importantes que la primera ha hecho a la segunda, a la vez que se incluyen elementos te6ricos de los estudios de género que han nutrido a esta disciplina. En primera instancia se discuten las aportaciones y limitaciones de conceptos como roles sexuales y de género, estereoti- pos de género y proceso de socializacién; después, se exponen las aportaciones de temas centrales de los estudios de género que pueden ser titiles en el andlisis psicosocial, para ello se han elegido categorias que poseen gran capacidad analitica, tales como: identi- dad, cuerpo, lenguaje y su relacién con el género; abordando en este recorrido aspectos centrales como sexualidad, maternidad y los estudios de masculinidad. Para concluir el capitulo se plantean algunos retos que entrenta la psicologia social para incorporar ena reflexi6n e investigacién la perspectiva de género, as{ mismo, se sefialan algunas implicaciones metodoldgicas derivadas de ello. 1, Una aproximacién a los estudios de género 1.1. Elorigen de los estudios de género: construyendo conocimiento desde la subalternidad Las aportaciones teéricas que dieron lugar a la construccién de la categoria de género tienen su origen en diferentes campos disciplinarios, como la historia, la antropologfa, el psicoandlisis, la literatura, la psicologfa, la lingiifstica y por supuesto la sociologia, en particular la herencia marxista del andlisis del conflicto. Desde los primeros plantea- mientos de autoras como Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949), La mujer rota (1954), y de Gayle Rubin en El irdfico de mujeres (1975), se hace referencia a un conflicto de orden estructural que revela que las diferencias entre los géneros casi siempre se traducen en desigualdad y subordinacién de las mujeres frente a los varones. ‘A partir de una perspectiva histérica y existencialista, De Beauvoir discutié e im- pugné muchas de las ideas que habfan justificado hist6ricamente la inferioridad de las 96 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género mujeres. La pregunta gqué es 2, que le sirvié como gufa para desarrollar su trabajo, la llev6 a realizar una revision mas o menos exhaustiva de los argumentos que le habian dado respuesta a dicha pregunta, encontrando que la definicién de la mujer se ha- bia hecho desde la mirada masculina y se limitaba a enunciar las caracteristicas de lo que se consideraba femenino, lo que parecfa ser mas una prescripcién que una indagacion sobre las mujeres. La autora encontré que en las definiciones de lo femenino, los argu- ‘os biolégicos tenian un gran peso, por lo que asumié un abierto rechazo al supuesto za «biologia es igual a destino», por considerar que los datos que cientificamente se utilizaban para comprobar la existencia de dos sexos no bastaban para definir una jerar- qufa entre los mismos, ni para explicar por qué la mujer era «el Otro», lo diferente y estaba casi siempre en el lugar del subordinado. Es asi como se hard famosa su afirmacién «no se nace mujer; llega una a serlo» (De Beauvoir, 1995b, p.15). ‘Mas tarde, en su intento por superar la perspectiva biolégica e indagar sobre la dimensi6n social, la perspectiva feminista se pregunt6 sobre las caracteristicas de la vida social de las mujeres: ¢cudl es la situacion de las mujeres en la sociedad?, y zpor qué se da esta diferenciacién entre varones y mujeres en la sociedad? Las respuestas a estas preguntas, en apariencia tan sencillas, legaron a conclusiones contundentes: Las muje- res estan presentes en la mayoria de las situaciones sociales pero han sido invisibilizadas,' yen aquellas situaciones donde no estén presentes es porque de alguna forma han sido excluidas. Estas indagaciones permitieron a las feministas llegar a construcciones de gran trascendencia, ya que, sin lugar a dudas, se puede afirmar que la perspectiva feminista cuestioné y relativiz6 el conocimiento construido desde una perspectiva predominante- mente masculina, por considerar que éste tinicamente consideraba la perspectiva de los varones, en consecuencia las feministas se plantearon incorporar la mirada y experien- cia de las mujeres en la construccién de conocimiento, es por eso que esta perspectiva te6rica es considerada una fuerte critica al orden social existente. La forma que dicho orden social fue cuestionado por las tedricas feministas puede agruparse en tres perspectivas (Madoo y Niebrugge-Brantley, 1999f"i) la btisqueda de diferencias entre los sexos, es decir, se trata de dar cuenta de que en sifuaciones sociales similares existen experiencias y consecuencias diferentes entre varones y mujeres, esta perspectiva se ubica en un nivel descriptivo(ii) 8l énfasis en la desigualdad, en tanto que seadvierte que las diferencias entre mujeres y Be no tienen porque traducirse nece- sariamente en desventajas para las primeras; ¢ iif) la identificaci6n del poder como un elemento explicativo y analitico, tanto de las diferencias como de la desigualdad. Desde esta postura la experiencia social de las mujeres ha de entenderse a partir de las relacio- nes de poder que establecen con los varones en un mundo normado y valorado desde la perspectiva masculina. La perspectiva de género es, por tanto, una postura epistemol6gica de-ruptura, porque en la construccién del conocimiento considera la posicién social del sujeto, la mirada que ésté tiene sobre el mundo que conoce y por tanto sus producciones teéricas dependen de su experiencia de vida como varén o como mujer, asi como de otras catego- rfas sociales. Es relevante sefialar que ésta perspectiva tiene su origen en distintas disci- 1. Segtin Bourdieu la «invisibilizaciény se traduce en un rechazo de la existencia legitima y puibli- a, y en una estigmatizacién que sélo se hace evidente cuando el movimiento reivindica la visibilidad (2003, p. 144). TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 97 Gloria Elizabeth Garcia Hernandez plinas, porlo que dificilmente podemos hablar de género y psicologfa social sin introdu- cir las aportaciones de otras areas de conocimiento, ya que esto seria insuficiente para dar cuenta de una categoria tan importante, y por otro lado, al hacer un anilisis centra- do en una sola disciplina se reproducirfa la segmentaci6n del conocimiento que fue una de las criticas que las te6ricas feministas hicieron al conocimiento hegeménico. En México han sido muchas las te6ricas feministas que han aportado a esta pers- pectiva, no sélo en el Ambito académico, sino también en espacios de difusion y accio- nes encaminadas a la transformacién de las estructuras de la sociedad mexicana. Entre Jos principales trabajos que han tenido influencia en el pafs y en América Latina se encuentran los de Marta Lamas (1986, 1996, 2000), Teresita de Barbieri (1992), Marcela Lagarde (1988, 2003), Estela Serret (1989, 2001), Graciela Hierro (1985, 1989, 1995) y Elena Urrutia (2002), entre otras. A todas ellas un reconocimiento en este modesto tra- bajo que puede ser escrito gracias a sus valiosas aportaciones, y que si bien, con sus, trabajos no se propusieron aportar especificamente a una disciplina como la psicologia social, ya lo han hecho. En la actualidad, précticamente en todas las Areas de la psicolo- gia, la teoria de género se reconoce como una herramienta indispensable para el andlisis de los fenémenos que son del interés de esta disciplina (Barbera y Martinez, 2004), y desde la década de los ochenta es una perspectiva que ha logrado posicionarse en casi todas las universidades latinoamericanas (Bustos, 2001). También cabe sefialar que los estudios de género tienen importantes implicaciones | politicas, por la fuerte critica que hacen ala estructura social. En México y a nivel interna- | ional esta categoria se ha encontrado con fuertes opositores que tratan de minimizar sus | aportes, tal es el caso de organizaciones de derecha que entretejidas en un complejo entra- | mado de relaciones, conforman un frente conservador contra las iniciativas que plantean \ la transformacién social a partir de modificar las relaciones de género y de incluir el \, discurso de la diversidad desde los miiltiples ambitos sociales e institucionales del pats \— En resumen, la perspectiva de género se ubica dentro de lo que podria denominarse un paradigma epistemol6gico alternativo, incluida por algunos autores dentro de la teo- ,_[ tia critica, la cual tiene como objetivo la transformacién de Jas estructuras sociales, la XC | defensa delos sujetos s linados y el activismo para la transformacién de la sociedad (Guba y Lincoln, 1985; Ritzer, 1999). 5 No obstante la riqueza que se le atribuye a la categoria de género, existe en la actua- lidad una critica al uso que se le ha dado a ésta, de tal manera que, a decir de Marta Lamas (2002), se ha fetichizado, es decir, que su uso ha avalado visiones reduccionistas sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Por un lado, la alusi6n al género se ha incorporado en el discurso, particularmente de politicos demagégicos, por considerarse politicamente correcto se emplea vacio de contenido, Esta critica también esta dirigida aalgunas feministas, quienes, considera Lamas, utilizan la categoria de género de forma reiterada como el argumento que explica todo, lo que se traduce en una simplificacion de las relaciones entre los géneros, ubicando siempre a la mujeres en el lugar de victimas ya los varones en la de victimarios. Si bien, el género es uno de los elementos indispen- ‘sables para dar cuenta de lo social, esta perspectiva requiere no solo enfocarse en lo que 2. Para indagar mas sobre el tema se recomiendan los trabajos de Edgar Gonzélez sobre conserva- durismo en México. 3. La fetichizacién quiere decir una admiracin exagerada e irracional por algo, y es el proceso por el cual una cultura 0 un grupo social reconoce en algo un poder sobrenatural. 98 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género les pasa a las mujeres, sino interesarse también por los que les ocurre a los hombres, ademés requiere articularse con otras categorias sociales como clase social, edad, etnia, entre otras. 1.2. La aportacién més relevante de la perspectiva de género: el sistema sexo-género La categoria de género es una herramienta analitica a partir de la cual se cuestionan las representaciones sociales de varones y mujeres basadas en la diferencia biolégica de- terminada por el sexo. Sin embargo, una prueba de que los papeles de género no estén determinados por la biologfa, son las distintas construcciones sociales de mujer y hom- bre que han existido en diversas culturas y periodos hist6ricos, por lo anterior una maxi- ma de la teorfa de género es que todas las ideas y supuestos asociados al sexo son un producto social (Lamas, 2000). Un sistema sexo-género (y digo uno porque este varfa de una cultura a otra), es una organizacion social de carécter simbélico que consta de dos categorias complementarias excluyentes: hombre-mujer. Bajo este sistema se pueden clasificar a todos los seres huma- n6Sa partir dé las caracterfsticas de sus genitales: presencia de pene (hombre) y de vagina (mujer), lo que hace que dicha asignaci6n aparezca como una realidad objetiva e incues- tionable, cuando de hecho, son las cargas simbélicas y sociales asociadas al sexo las que determinan su diferencia; es a partir de ellas que se define socioculturalmente una serie de actividades, actitudes, conductas, roles, simbolos, expectativas, valores, objetos, colores, lugares, asociados diferenciadamente a hombres y mujeres (Cucciari, 2000). la desigualdad de género, lo que deriva en un conflicto, pero gde qué tipo de conflicto estamos hablando? Se trata de un conflicto de orden estructural, que afecta a toda la sociedad y que se caracteriza por la larga duraci6n, es decir a través de un tiempo pro- longado en la historia de la humanidad. Este conflicto se expresa en los distintos niveles de la realidad social, haciéndose evidente en las interacciones que mantienen las perso- nas en la vida cotidiana. Su larga duracién hace que sea més dificil de ser identificado como conflicto, porque es una forma de interaccién que se ha «naturalizado», estamos tan familiarizados con estas expresiones culturales inequitativas que dificilmente pode- mos cuestionarlas* En una légica similar en que la categorfa marxista de «clase social» da cuenta de un conflicto estructural entre las distintas clases sociales (clase trabajadora y los poseedo- res de medios de produccién), la categorfa de género desentrafia el conflicto de la des- igualdad construida a partir de las diferencias sexuales (los que poseen un pene y los que poseen una vagina). De forma analdgica ala categoria dé clase social, el género da cuen- ta del acceso desigual, de hombres y mujeres, a bienes y valores sociales (Ariza y de Oliveira, 1999). Dos procesos que contribuyen en la reproduccién de la desigualdad de género han sido deseritos por Ariza y de Oliveira (1999): Ta division sexual del trabajo y el sistema de aren i in sexual del trabajo se encuentra imbuida de Ia construccién de 4. Este conflicto es origen de muchas problemticas sociales, como la exclusién de las mujeres en Ja actividad politica formal, la segregaci6n generada por la divisién del trabajo que tuvo como conse- cuencia el confinamiento de las mujeres al ambito doméstico. ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 99 Gloria Elizabeth Garcia Hernéndez género y nos remite a la desvalorizaci6n del trabajo femenino. Sobre ella se organiza jerérquicamente el acceso a las oportunidades de trabajo e ingreso, dando como resulta- do: la segregacién ocupacional, la discriminaci6n_ salarial y la feminizacion de la pobre- zai yal sistema de parenteson se seevante porous snl sesstnicure uo & actividades relacionadas con las pautas de formacién de uniones conyus wales, procrea- cidn, culdado, atencion y socializacién de los nifios; asf como Jo referente al conjunto de actividades que desempefian hombres y mujeres para acceder a los recursos indispensa- bles para la manutencién de la familia. En este sistema tienen lugar la elaboracién de las concepciones sobre masculino y femenino a partir de los roles de padre, madre, hijo, hermanos y hermanas. Es particularmente en el parentesco donde se perpettia el princi- pio ideolégico de la superioridad masculina. Otro aspecto presente en el sistema sexo-género es el pensamiento dicotémico, en. élsiempre est presente la idea de que hombre y mujer son dos categorfas mutuamente excluyentes, a partir de este pensamiento dicot6mico existe un conflicto que se traduce enacciones concretas en la vida cotidiana de los individuos. Como sefiala Rubin (2000), es un sistema que exige en los varones la represién de accioy rasgos considerado; como «femeninos» y por su parte demanda de las mujeres la represién de acciones y rasgos identificados como «mascutinosy, 2. Una mirada critica sobre las distintas aportaciones de la psicologia social a los estudios de género: roles, estereotipos y proceso de socializacién Hare-Mustin y Marecek, psicélogas feministas, dan cuenta de que los estudios y teorfas psicol6gicas han puesto un énfasis predominante en la indagacién de las diferencias entre hombres y mujeres, ubicdndose asf en una idea esencialista sobre lo masculino y Jo femenino, por lo que consideran que con frecuencia estos estudios han servido para la consolidacién del statu quo. Asi mismo, sefialan que para comprender las tempranas producciones que se dieron sobre este tema, en el terreno de la psicologfa, debe conside- rarse que en el inicio de esta disciplina, igual que ocurri6 en otras areas del conocimien- to, habia pocas mujeres, por lo que la formulaci6n de leyes universales sobre la conducta humana se definfan desde el punto de vista de la experiencia masculina (Hare-Mustin y Marecek, 1994). A continuacién se consideran algunas de estas elaboraciones teoricas. Hacer una revisién exhaustiva de lo que cada corriente teérica de la psicologia social ha aportado a los estudios de género seria una tarea interesante pero un tanto infructuosa, ademés de que este capitulo seria espacio insuficiente para ello. Por lo que més allA de las teorfas, se han elegido algunos de los conceptos mas relevantes de la psicologfa social que se vinculan con la teorfa de género. Estos son: los roles sexuales y de género, los estereotipos de género y el proceso de socializacién. Dichos conceptos ya han sido retomados con anterioridad por atttores que han tratado de plantear, desde diversas preocupaciones, el vinculo entre psicologia y género (Hare-Mustin y Marecek, 1994; Jayme y Sau, 1996; Bustos, 2001). ‘Dependiendo de la perspectiva te6rica en que se ubican los conceptos de roles sexua- les y de género, los estereotipos de género y el proceso de socializacién, éstos pueden 5, La feminizacién de la pobreza hace referencia a Ja sobre-representacién de las mujeres en los grupos pobres de la sociedad. 100 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género tener distinto alcance analitico (Hare-Mustin y Marecek, 1994). Son tres los enfoques desde los que se han trabajado: i) desde la idea de una existencia esencialista de lo masculino y femenino, ii) desde su ubicacién como atributos de comportamiento espe- cfficos y culturales que manifiestan hombres y mujeres; y ili) desde una perspectiva que consideran la distincién entre masculino y femenino como principio estructural de las relaciones sociales, es decir, como una construcci6n social. 2.1. Los roles sexuales y de género La idea clasica de masculinidad y feminidad empezé a abordarse desde el concepto de rol sexual, se asumié, «con cierto entusiasmo cientifico», que varones y mujeres se dis- tingufan por caracterfsticas respectivas a su sexo biolégico, determinando los aspectos motivacionales y actitudinales de la persona (Jayme y Sau, 1996). Sin embargo, la psico- logfa social propone un enfoque més productivo desde el que ha sido abordado el con- cepto de rol, de manera muy articulada con el proceso de socializacién. As{ tenemos que una accién y su sentido s6lo pueden aprehenderse a partir de tipificaciones que orientan alos sujetos en la vida cotidiana (Berger y Luckmann, 1968). Estas tipificaciones permi- ten la comprensién de las acciones del «otro» (Mead, 1962), por tanto se habla de roles cuando la tipificacién resulta comtin a una colectividad, asf los roles son las representa- ciones de actores en context s. Los roles pueden ensefiarse como parte dela tradici6n institucional, pero también pueden utilizarse para verificar su cumplimiento, de ahi que tan pronto como los actores se tipifican en el desempeiio de un rol, su com- portamiento se vuelve susceptible de evaluacién y coaccién. Ademas, es necesario sefia- lar que los roles no son estaticos en Ia vida de las personas. En realidad la perspectiva de los autores respecto al rol varia, algunos asumen que el concepto posee tn sentido coercitivo para el individuo, porque lo determina a cum- pliruna funcién, sin embargo para otros es el recurso que tienen los sujetos para su libre actuacién frente a la sociedad. En particular, Goffman (1968) tiene una concepcién del rol més cercana a lo que serfa una representaci6n teatral, pues considera que éste es un recurso que permite a las personas mostrar la imagen que desean o que es conveniente, en distintos momentos y en distintos espacios. Es Kholberg (1966) quien usa el concepto de rol sexual para dar cuenta del proceso de configuracién de la identidad, el autor sefiala que la adquisicién de este rol se inicia enla infancia mas temprana, a Jos 2 afios de edad se produce la calificacién verbal de ser nifio oii; a los 3 afios de edad la identificaci6n sexual se hace tam eS decix, pueden reconocer a los dem: zacion atin no esté basada en i ifr eis Aes aa Kesler arovicearciatd Inicdendadeectal oa lapiet de que el sexo es invariable a lo largo de la vida, se logra entre los 5 0 6 afios de edad ‘No obstante la diversidad de enfoques que existen sobre el rol, desde la perspectiva de género se considera que el concepto tiene algunas limitaciones para dar cuenta dela 6, Sin embargo, esta idea de la constancia de la identidad sexual ha sido fuertemente cuestionada, en la actualidad sabemos que las personas pueden ser socializadas en la temprana infancia en concor- dancia con su sexo biolégico, pero en el transcurso de su vida pueden modificar su identidad sexual, incluso su sexo bioldgico a través de una cirugfa de reasignaci6n sexual. TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL, 101 Gloria Elizabeth Garcia Heméndez desigualdad de género. Lopata y Thorne consideran que la terminologia de roles no se aplica enteramente al género «porque el género no es un simple rol como ser maestra, hermana 0 amiga, es mas profundo, menos cambiante e impregna los roles més especi- ficos que desempefiamos desde el género» (Lopata y Thorne, 1993, p. 106). Desde la perspectiva de las autoras, este concepto no considera las relaciones de poder y desigual- dad entre varones y mujeres, ya que se centra mds en los individuos que en los estratos sociales; en la socializacién mas que en Ja estructura social y con eso, se dejan de lado cuestiones hist6ricas, econémicas y politicas, por lo que incluso tiene la desventaja de que con su uso descontextualizado se han reificado las diferencias entre los géneros. De esta forma podemos concluir con la idea de que la conducta no depende de poseer un sexo masculino o femenino, sino de las actitudes adquiridas, las expectativas, las sancio~ nes y las exigencias situacionales que separan las experiencias de varones y mujeres. La diferencia entre ellos no existe en el vacio, el contexto social y la capacidad humana para el aprendizaje influyen decisivamente en las conductas que se identifican como femeni- nas y masculinas, y el poder es una dimension definitiva en esta distincién. 2.2. Los estereotipos de género Allport (1968) definié el estereotipo como una gen apes que esta asociada a una categoria, con ella se justifica una actitud en relacién a dicha categoria; es por eso que para este autor el estereotipo esta muy relacionado con el prejuicio. Los estereotipos no son innatos sino aprendidos durante la interacci6n social, pueden cambiar en el transcurso del tiempo pero tendern a permanecer mientras nada provoque su transfor- maci6n (Munné, 1989; Sangrador, 1991). De manera més especifica, los estereotipos de género son el conjunto de creencias sobre lo que significa ser hombre o ser mujer, poseen una fuerte carga simbdlica en cuanto alvalory el estatus de hombres y mujeres. Casi siempre el estereotipo masculino aparece como «ideaty al que cualquier persona deberfa aspirar; es un modelo presti- gioso, poderoso y prepotente que anula y subordina al femenino. En psicologia existen dos modelos relevantes que han tenido repercusiones en el estudio de los estereotipos de género. Uno es el llamado Modelo de la Congruencia (Barberd, 1998) que concibe lo femenino y lo masculino como parte de un continuo que tiene dos polos; en uno de ellos se sittia lo masculino y en el opuesto lo femenino. Por lo tanto, clasificar a una mujer como muy masculina significa reconocer en ella ausencia de feminidad. Este modelo tiene consecuencias relevantes sobre la concepcién de las mujeres, ya que las valoraciones positivas generalmente estan asociadas a lo masculino y las negativas a lo femenino. Desde esta perspectiva el género es considerado como una etiqueta social. Estas etiquetas psicosociales serfan susceptibles de definicién a través de rasgos de personalidad estables identificados en hombres y mujeres, correspondién- dose lo masculino con indicadores tales como la independencia, actividad o autonomia; caracteristicas no sélo diferentes sino también opuestas a la emocionalidad, la afectivi- dad 0 el intereses propios de los femenino. La critica feminista al Modelo de la Congruencia de los estereotipos, considera que enesta elaboracion teérica estaba presente una expectativa de los psicélogos de la épo- ca, de encontrar en los varones las caracteristicas que ellos consideraban masculinas y en las mujeres las que consideraban femeninas. Sin embargo, en los hechos se dieron 102 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género cuenta de que con frecuencia el sexo de los sujetos investigados no coincidfa con la caracterizacién del estereotipo. El otro modelo es el Andrégino, que de alguna manera supera los problemas del modelo anterior, pues asume una relacién de ind i - las caracteristicas masculinas y femeninas (Barbera y Martfnez, 2004). La androginia podria entenderse entonces como «el desarrollo simultaneo de rasgos masculinos y femeninos por parte de una misma persona» (Barbera, 1998, p. 57), con lo que se supera la unidimensionalidad bipolar en él género, por lo que un mismo individuo puede poseer unas y otras caracte- risticas a la vez. La androginia alcanz6 una enorme popularidad durante la década de los ochenta; a partir de entonces se consideraba que una persona era andrégina cuando desarrollaba, al mismo tiempo, caracteristicas estereotipadas como masculinas y femeninas. El Modelo Andrégino fue asimilado en la llamada Teoria del Esquema Genérico planteada por Sandra Bem, quien sostiene que lo masculino y lo femenino son dos dimensiones que coexisten en el interior de cada persona, sea ésta hombre o mujer. La autora encuentra que algunas personas se apegan mAs que otras al estereotipo corres- pondiente a su sexo, pero en este modelo también caben las personas que tiene un po- tencial de recursos de personalidad tanto masculinos como femeninos (Bem, 1981, cita- do por Raguz, 1995). Con Sandra Bem se vio también que el desempefio de un rol no determina la elec- ci6n del objeto sexual, por lo que no se puede decir que el hombre o la mujer muy femeninos prefieran necesariamente un compafiero sexual hombre (Raguz, 1995). Des- de esta perspectiva una persona, hombre o mujer, es capaz de ser tierna, comprensiva, compasiva y sensitiva, pero a la vez puede expresarse como alguien dominante, agresi- va, asertiva, independiente, capaz de tomar decisiones, tener seguridad y confianza en si misma, lo cual serfa un ideal, no obstante, las condiciones estructurales de vida hacen que sea muy dificil de alcanzar este tipo de personalidad, Si bien el modelo andrégino tuvo sus alcancesa nivel te6rico, no se incorporé de mane- raefectiva en el imaginario social, por lo que a pesar de sus planteamientos, casi en todas las culturas sigue prevaleciendo la perspectiva tradicional de los estereotipos de género. Ademas, Kholberg (1966) sefiala que los estereotipos de género no necesariamente corresponden con los modelos que los nifios observan en su familia, en gran medida de- penden de las configuraciones sociales que circulan en distintas expresiones de la realidad social, como por ejemplo medios de comunicacion, el sistema escolar, entre otros. Tam- bién identifica el poder como un estereotipo fundamental asociado a lo masculino.” Enel inicio del desarrollo infantil, nifias y nifios tienden a valorar positivamente el estereotipo de género al que ellos pertenecen, por lo tanto, una nifia consideraré que es més valioso ser nifia que nifio; esto se fundamenta en una necesidad de igualar al «yo» con lo positivo. Con el tiempo, la nifia aprende en sus interacciones que esto no es asi para los dems, por lo que sufre un descentramiento, a pesar de que esto la devalia, la 7. En el caso de los infantes éste se asocia con una base corporal a partir del criterio edad-talla, a través del cual hacen una primera diferencia social que precede a la sexual, y que los lleva a concluir que el poder social es el resultado del poder fisico. Del mismo modo que nifios y nifias tendrfan mas «edad-talla-poder» que los bebés, consideran que los padres tiene més «edad-talla-poder» que las madres, y estas connotaciones se hacen a partir del pensamiento concreto en que estan ubicados los infantes pero después se iran generalizando a lo que configurarén los estereotipos de género. ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 103 Gloria Elizabeth Garcla Herndndez nifia experimentaré un avance en su desarrollo al hacerse menos egocéntricas. También el autor sefala que esta devaluacién del estereotipo femenino hace que las nifias bus- quen estereotipos femeninos més valiosos en la escala social, y esto lo encuentran en la feminidad adulta, por lo que la orientacién a una madurez femenina es anterior a la de los varones, lo que explica el hecho de que éstos tiendan a conservar por mas tiempo su identidad infantil (Kholberg, 1966). Desde la perspectiva de las tedricas feministas, el gran problema de los estereotipos de género es que no son naturales, sino socioculturales, y se presentan como bipolares, antagonicos ¢incompatibles Por eso se ase como inaceptable que una mujer tiema y carifiosa Sea al mismo tiempo independiente, inteligente y tome decisiones de manera asertiva. Del mismo modo, se ve como algo negativo que un hombre valiente, creativo y auténomo, pueda ser también afectuoso, tierno y comprensivo. A partir de esta concep- cién sesgada y parcial, tanto mujeres como hombres se ven obligados a reprimir aspectos de su personalidad que no son afines con los estereotipos del género al que pertenecen. 2.3. El proceso de socializacién Durante los primeros afios de vida, el sujeto experimenta un complejo proceso de aprendizaje y comprensién del mund6, a través del cual participa como constructor y reproductor del mismo (Berger y Lukemann, 1968; Elias, 1987). El punto de partida de este proceso es la «internalizacién», es decir, la aprehensi6n o interpretacion inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, lo que constituye Ja base para la comprensién de los semejantes. En la socializaci6n primaria se construye el primer mundo del individuo. Esta so- cializacién se logra cuando el concepto del «otro generalizado» se ha establecido en la conciencia del individuo, cuando esto sucede la persona ya es miembro efectivo de la sociedad y esta en posesién subjetiva de un «yo» y de un mando, aunque cabe sefialar que la socializacién nunca es total y nunca termina. La socializaci6n primaria no puede efectuarse sin una identificacién con carga emocional hacia sus «otros significantes» quienes gor lo regular son sus padres y familia de origen (Berger y uackmann, 1968). “Ta socializacion secundaria es cualquier proceso posterior que induce Aindwvidao, ya socializado primariamente, a nuevos sectores del mundo objetivo. Esa internalizacion de «submundos» institucionales; en ella se da la adquisicién del conocimiento espectfi- code roles, estando éstos arraigados en la divisi6n del trabajo. Esta socializaci6n requie- re la adquisicién de un vocabulario especifico de roles, por lo que se traduce en la internalizacién de campos seménticos que estructuran interpretaciones y comporta- mientos de rutina dentro de un rea institucional (Berger y Luckmann, 1968). Los esubmundos» de la socializacién secundaria, generalmente contrastan con él «mundo de base» adquirido en la socializacion primaria y requieren de un aparato legitimador, acompafiados con frecuencia de simbolos rituales o materiales. Tal es el caso de pertene- cer aun club, a una pandilla, a un grupo religioso o deportivo. En el émbito de la socializacion de género, tiene lugar la formaci6n e internalizacion que nifias y nifios, hombres y mujeres, realizan sobre las caracteristicas, practicas, re- presentaciones sociales y el universo simbélico que definen la masculinidad y la femini- dad en una cultura determinada. Las teorfas del aprendizaje social son algunas de las que més han aportado en esta descripci6n y explicaci6n de la diferencia entre los gene- 104 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género ro. Algunos tedricos del aprendizaje sefialaron en los setenta, que la socializacion es un amplio sistema de costumbres que da lugar a la tipificacién sexual y al etiquetado de género, que a la vez sefiala las caracteristicas y actividades que corresponden a cada sexo Bandura, 1978). Por su parte, Jean Piaget, al estudiar la construccién de los juicios morales en la infancia, lleg6 a la conclusién de que este proceso era muy diferente entre nifias y nifios. Fue Gilligan (citado por Sastre y Moreno, 2004) quien encontré que la pobla- cién femenina posefa un tipo de razonamiento moral distinto porque era capaz de tener en cuenta un gran ntimero de variables contextuales. A partir de sus trabajos, Gilligan distinguio dos formas en el desarrollo moral: «la ética de la justiciay y «dla ética del cuidado». La primera de ellas, en la que se ubica el razonamiento masculino, se centra fundamentalmente en la 6ptica del «otro generalizado», postura que atribu- ye a todos los individuos los mismos deberes y derechos (Barbera y Martinez, p. 124). En cambio, las mujeres se ubican moralmente desde «la ética del cuidado», desde esta perspectiva las mujeres reconocen que cada persona tiene derecho a ser considerada igual a las otras, pero adicionalmente consideran la individualidad y las necesidades espectficas del «otro». Oira aportacién sobre el proceso de socializacién la hace Hartley (1966), quien menciona cuatro fases fundamentales para la adquisicion de los roles de género: la so- cializacién, la canalizacion, el tratamiento verbal y la exposicién a la actividad. La pri- mera abarca del primer al quinto afio de vida y se da principalmente en el seno de la familia.’ La canalizacién sefiala que socialmente Jos nifios y-nifias son dirigidos al uso diferenciado de objetos2 El tratamiento verbal refiere la comunicacién directa dé las personas adultas con los infantes, asi como a las situaciones de escucha de éstos respec- toa las conversaciones entre adultos, y finalmente la exposicién a la actividad se refiere alas situaciones cotidianas en las que los nifios observan la actuacién de sus padres y se identifican con el hacer de éstos de acuerdo con su pertenencia de género. Desde una postura constructivista se hace evidente la fragilidad empirica que pre- tende ver como natural la diferenciaci6n que se construye sobre los sexos, ya que las diferenciaciones de gériéto cor -n un fenémeno primordial de la vida simbélica de. nuestra sociedad. En congruencia con estos procesos de socializacién, Lagarde (2003) sefiala que las mujeres aprenden formas estereotipadas de relacionarse, comportamien- tos, lenguajes y actitudes, que incorporan como parte de su feminidad, lo cual las ubica enel lugar de ia «normalidad> y de ah{ que cualquier exageraci6n, exceso u omision que cometa una mujer sobre estas formas hard que sea considerada «loca». ‘Asi, vemos que en el proceso de socializacién es donde cobran sentido el aprendiza- je de los roles de género y las construcciones estereotipadas sobre lo masculino y lo femenino, y vemos como la exposici6n diferenciada a situaciones, desde la temprana infancia, hace que se vayan incorporando en hombres y mujeres, comportamientos, 8, Moss (1970) observa que lo fundamental para la adquisicién de los papeles de género en nifios muy pequefios no es de orden verbal ni disciplinario sino cinético, ya que los movimientos y posicio- nes son diferentes para ambos sexos: formas de sentarse, de orinar, de correr, de trepar, de coger utensilios, etc,, llevan siempre un sello de tipificacion sexual. 9. Por ejemplo, los juguetes, a través de su uso, nifias y nifios aprenden a anticipar comportamien- tos que tendran lugar en su vida adulta. De esta forma, la division de juguetes por sexos, corre paralela a.una division sexual del trabajo, es asf como desde muy temprano ciertas diferencias en la distribu- cién de roles quedan garantizadas. ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 105 Gloria Elizabeth Garcia Hernandez valores, sentimientos, précticas y en general, predisposiciones para colocarse en este mundo desde un lugar especifico en el complejo sistema sexo-género."" 3, Algunos conceptos a considerar en el debate actual sobre psicologia social y género: identidad, cuerpo y lenguaje 3.1. Género e identidad La construccién de las identidades comprende dos procesos complementario: parte, el reconocimiento que cada persona hace e-simisme, como una persona distinta y particular respecto a los demas, y por otra, Ta apropiaci6n del contexto cultural donde se desenvuelve. {En la construccion identitaria tiene lugar el sentido de pertenencia del” (sujeto a un género, etnia, clase social y a una generacién, asi también la definicién de la opcién y orientacion semua, pole, relist. entre tes a Desde Ta parspectiva de algunos autores, la identidad de género es inamovible, aun- que esto ya ha sido fuertemente cuestionado por el fenémeno del transexualismo.”" De esta manera, en la actualidad el feminismo ha impugnado la nocién de la identidad que def no do fijo y esencial, dejando al descubierto qudla identidad no es un ( {producto terminado «sino wn proceso continuo que munca se ogra o se completa total \ | mente; de un moldear y remoldear los fragmentos y diversas experiencias de la vida (personal y social en una narracién viable, organizadas mediante las “violentas jerar- _quias” del poder y de la diferencia» (Weeks, 1992b, p. 404). « Sa La identidad, y al interior de ella la identidad sexual, tanto genérica como biol6gica, es una cognicion cargada de connotaciones afectivas, sefiala Serret, que aun antes de que un sujeto descubra la diferencia sexual, ya conoce la distincién de género y «se piensa a si mismo desde esa diferencia asumida como una marca ontolégica» (2001, p. 145). Esta marca que se traduce en erieza ontaldgica»como podemos ver, es de orden simbélico, antes del reconocimiento sexual de los genitales, la identidad sexual da cuenta de lo interaccional, de lo afectivo, de lo social, del lugar que ocupan los significados en la cons- truccién de lo real para el suijeto. En el imaginario colectivo, la identidad social de las mujeres est referida a un orden simbélico integrado por categorfas limite que la ubican en Ja «otredad», en el safuera», en lo excluido. De esta forma las identidades imaginarias de las mujeres, con- tintian marcadas por-_la marginalidad, aunque cabe reconocer que en las sociedades modernas las identidades de las mujeres son identidades en transicién, definidas por la conflictividad. En la actualidad, los referentes simbélicos que organizan y dan significa- 10. El estudio de Garfinkel del caso Agnes, una transexual criada como varén que adopté una identidad femenina a los diecisiete afios y se someti6 a una operacién de reasignacién de sexo afios més tarde, demuestra cémo el género se forma a través de la interacciGn, Agnes carecfa de los recursos sociales que la biografia de una nitia presumiblemente provee en Ja interaccién diaria, por eso a la vez, que necesitaba exhibirse como una mujer también necesitaba aprender qué cra ser mujer. De esta forma, Agnes tenfa que hacer conscientemente lo que la mayoria de las mujeres hacen sin pensar 11, Se puede definir como una forma extrema de disforia de género, es decir, la diferencia entre la identidadirol de género, porun lado y las caracteristicas fisicas del cuerpo por otro, En el transexualismo Ia identidad/rol de género de un sexo coexiste, en una misma persona, con las caracteristicas prima- rias y secundarias del sexo opuesto Becerra, 2003). 106 TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Inuertg-Es frente a Psicologia Social y género doa las identidades han sido bruscamente alteradas por el efecto de las tendencias de la modernidad, los referentes identitarios tradicionales se han visto afectados y a la par, la pulverizaci6n de los espacios sociales y la diversificacin de las comunidades han lleva- do a quiebres importantes en la definicion de las identidades (Serret, 2001). Jeffrey Weeks (1998) ha plateando problemas politicos y tesricos relevantes que lo han llevado a repensar las identidades sexuales, sefialando que estas pueden leerse des- de diversas perspectivas! La identidad puede verse como una forma de resistencia que le da‘tm fuerte sentido al «yo» mediante una lucha contra el peso de las convenciones sociales, En particular la identidad estigmatizada (como ésTa homosexual en un mundo heferonormativo), por lo que ésta también puede ser vista como eleccién, esta caracteri- zacién de la identidad segtin Weeks pasa por cuatro momentos: i) la sensibilizacién, en la que el individuo adquiere conciencia de su diferencia con la norma, ii) la significa- ci6n, en ella el sujeto empieza a dar significado a sus diferencias cuando adquiere con- ciencia del rango de posibilidades de su mundo social; iii) en la subculturacion, se da el reconocimiento del si mismo, esto ocurre en el caso de la homosexualidad involucrandose con otros, por ejemplo, a través de los primeros contactos sexuales; finalmente tendra lugar; iv) la estabilizacién, en ella se da la aceptacién de los sentimientos y la forma de vida propios al enrolarse dentro de una subcultura construida por personas con las mismas preferencias. No cabe duda que en la actualidad los estigmas en torno ala identidad son causa de graves conflictos sociales, por ejemplo, la pertenencia a una etnia, a una religién, o una | preferencia sexual distinta a la normativa, como la homosexual, pueden traducirse en | un atributo que justifica el prejuicio, la segregaci6n e incluso agresiones que incluyen la tas definiciones identitarias convertidas en estigma social, que la ‘teoria queer, define a la heterosexualidad obligada en la sociedad como un régimen politico que forma parte de la administracién de los cuerpos, de esta forma, lo queer aparece como una postura que intenta la «desterritorializacin de la heterosexualidad obligada», donde el cuerpo supone una resistencia en contra de la norma heterosexual y se revela al limite que le imponen las identidades hegeménicas (Preciado, 2003). Podemos afirmar entonces que si el feminismo es producto de una fuerza social y politica que pretende transformar las relaciones de género, por su parte, los movimien- tos gays cuestionan el privilegio de la heterosexualidad, basados en las nuevas comun . Ambos, el feminismo y el vimiento gay, se han convertido en fuerzas sociales y actores politicos de gran impor- tancia que han dado lugar a la nueva diversidad y complejidad de las relaciones sociales. Desde esta perspectivay la categoria de identidad enfrenta el reto de dar cuenta de una” serie de fenémenos que en otros momentos hist6ricos fueron insospechados, y cobran atin més relevancia en un contexto donde el individuo se repliega cada vez mas de la colectividad, en un sentido amplio, para identificarse con las minorfas. 3.2. Género y cuerpo Desde sus inicios las criticas feministas sefialaban la relevancia del cuerpo, en tanto objeto de significaciones, como un ambito de andlisis para la comprensién de las des- igualdades entre los sexos. La capacidad reproductora de la mujer, en definitiva es una de las dimensiones fuertemente asociada a su identidad, ya que fue a partir de esta ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 107 Gloria Elizabeth Garola Heméndez funcién, la materna, que se construyé lo doméstico como el espacio privilegiado de la mujer y su segregacién del 4mbito productivo. Desde la perspectiva dé lafucha feminista el cuerpo fue un aspecto central en la demanda de reivindicaciones de los derechos de las mujeres, de ahf que una de las principales ideas que defendieron las mujeres, fue el derecho a disponer de su propio cuerpo, lo cual tenfa repercusiones directas sobre las concepciones del aborto, la anticoncepcién, el cuestionamiento de las modas que contraventan la comodidad del cuerpo femenino, entre otras. Este debate sobre el cuerpo no se limité al referente fisico del mismo, sino que gran parte de su cuestionamiento se situé en el Ambito de los simbolico, de las construcciones sociales y significaciones que se ha hecho en tor- no a éste. Mis allé de la singularidad de las demandas feministas asociadas al cuerpo, existen aportaciones tedricas que en la actualidad seftalan la relevancia del cuerpo como una expresion que sintetiza formas particulares de relaciones sociales. Pierre Bourdieu (1991) ha contribuido a desarrollar la comprensién del significado social de los cuerpos al dar cuenta de que las distinciones de clase social se manifiestan en las posturas, los gestos, la expresion facial y la voz, cuyos efectos resumié en el concepto de hexis, término que describe la relacién entre el mundo social y su inscripcién en los cuerpes. Alude al pro~ cesoa través del cual el significado, el contexto, los otros, se materializan en cada época yen cada sujeto, en cada grupo social y cultural, en una corporeidad espectfica. Ie ear else identidad personal, en él se establece la Trontera entre el «yo» y el «otro» (Smith, 1993), en a también éstd implicita la creacién de un espacio personal; es un lugar: cultural con signi- ficados de género. Ademas de que es una dimensién limitada y constituida por fuerzas politicas, sobre todo a la luz de un sistema de heterosexualidad impuesta (Butler, 2002). De hecho los estereotipos de género tienen una de sus expresiones mas objetivas en el cuerpo, una mujer tiene Ia demanda social de mover y adornar su cuerpo de forma tal que pueda ser reconocida como femenina, y cualquier desviaci6n de esta expectativa la podria poner en el lugar del estigma, como el dé a fealdactoTesbianismo. En el caso del varén sucede algo similar, con el agravante de que al no cubrir con el estereotipo del cuerpo masculino, y al presentar el menor rasgo de feminidad en sus expresiones corpo- rales, corre el riesgo de que su masculinidad sea puesta en duda. La construccién social del cuerpo, como elemento primario de la constitucién identitaria es un Ambito en el que atin queda mucho por desentrafiar, sobre todo con el desarrollo y acceso a las tecnologias, que en afios recientes han tenido amplia difusion entre cada vez més sectores de la poblaci6n, prueba de ello son las modificaciones del cuerpo con fines estéticos, que pueden ir desde un tatuaje hasta la implantacion de capas de acero en algunas partes del cuerpo, este fenémeno To podemos describir como dlaciroulacin a gran velocidad de Tos flujos de silicona, flujos de hormonas, flujo tex- tual; flujo de representaciones, flujo de técnicas quirargicas, en definitiva flujo de géne- Pi (Preciado, 2003, p- 19). En el caso de los transexuales este flujo de tecnologia ha sido utilizado en contra del sistema heteronormativo, de forma tal que las identidades alternativas estan dispuestas a modificar el sexo biolégico a través de una cirugfa de reasignaci6n sexual; pero si en 12. Uno de los trabajos pionero en este tema es de Federico Engels en su texto: La familia, la propiedad privada y el Estado. 108 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologta Social y género ‘iltima instancia se busca la compatibilidad entre sexo biol6gico y género, entonces te driamos que preguntarnos qué tan alternativas son estas identidades, si intentan repr duciF Tas coincidencias establecidas por los estereotipos de género, la correspondencta eniiré el sexo y el género. ao “AST Vernios qué en él cuerpo se expresan nuestros vinculos sociales y contenidos culturales, ya que si bien el cuerpo tiene necesidades de caracter fisiol6gico, las interpre- taciones simbélicas que lo rodean, su regulacién y la apropiacién especifica que los sujetos hacen que estas necesidades estan sujetas a un entramado de significaciones variables en los distintos grupos sociales. 3.2.1. Sexualidad, una dimensién que articula género y cuerpo Hablar del cuerpo nos introduce al terreno de la sexualidad. Foucault (19774, 1977b) se ha encargado de hacer una fuerte critica a la relacién entre sexualidad y poder, sefialan- do que los discursos sobre la primera norman las cuérpos al considerar ala heterosextalidad como «la sexualidad normal». En un andlisis hist6rico el autor da cudnrade que 2c1Os SexUales, Fisiolégicamente idénticos, pueden tener significados so- ciales y culturales variables. También indica que a través de los discursos de poder sobre la sexualidad tiene lugar la construccién de los criterios de normalidad y patolo- gia. Amuchéstegui (2001) puntualiza que la sexualidad dejé de ser materia exclusiva de la moralidad y de la religion, ya que en el terreno de la salud, en particular de la psico- logfa, se constituyeron las bases para clasificar a los individuos de acuerdo a sus prdc- ticas sexuales. No obstante las expresiones diversas de la sexualidad, en nuestra cultura se conti- nia suponiendo que nuestro sexo define quiénes somos, lo que hacemos, a quién desea- mos y qué tipo de practicas sexuales debemos realizar; como si todo estuviera estableci- do, otra vez, por mandato bioldgico. Contrastando esta idea naturalista, Weeks (1992) considera que la fuerza de esta construccién es tal que la sexualidad representa casi el tinico referente seguro que le queda al individuo moderno; y la abraza como si fuera el tiltimo rastro de una identidad esencial e inmutable. La sexualidad es un atributo histérico de los sujetos, de la sociedad y de las cultu- ras, ya que est implicita en las relaciones que establecen, en sus estructuras, en sus instituciones y en la vida cotidiana. Por su contenido simbélico y la fuerza que éste ejerce sobre los sujetos, podemos decir que la sexualidad forma parte central en el com- plejo fenémeno de hominizacion. Actualmente un concepto que ha resurgido con fuerza en el movimiento LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transexual y Transgénero) es el de poliamor; el cual cuestiona la monogamia como unico sistema de legalizar y vivir el amor, y propone nuevas formas de organizacién familiar, fundamentadas ya no alrededor de los inter- cambios sexuales, sino en torno a principios como la lealtad, la honestidad, la comuni- cacién y el goce. Algunas de sus expresiones son la pareja abierta, la trieja, la comuna y la polifamilia. En conclusién podemos asumir que si bien las construcciones tedricas sobre la sexualidad son diversas, éste es un concepto que ha sido vertebrado a partir de dos nticleos fundamentales: ¢l géneroy el erotismo;En la actualidad las nociones esencialistas de la sexualidad han sido superadas, de ello dan cuenta las aportaciones de autores como Foucault (1977), Gagnon (1977), Weeks (1991, 1993), Parker (1991) y Vance (1989). TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 109 Gloria Elizabeth Garcfa Hemandez 3.2.2. Maternidad: la feminidad centrada en el cuerpo reproductor La maternidad esta asociada fuertemente a la funcién biol6gica, en este sentido es que Lagarde (2003) considera que «el cuerpo de la mujer es el cautiverio de la madre-espo- sa», Asf, el cuerpo coloca a la mujer ademas de, en el cautiverio de la maternidad, en la ~anulacién del erotismo. Su cuerpo es un cautiverio porque le ha sido expropiado y con él su sexualidad, convirtiéndolo en lo que Basaglia (1983) lama un «cuerpo para otros. Desde la ideologfa dominante de contenido catélico que predomina en México y en América Latina, la maternidad hace que el cuerpo de la mujer sea visto como un espacio sagrado, objeto’del tabi, porque en él tiene Tugar Ta creacion de humanos. Como éspacio sagrado, el cuerpo de la mujer est4 atravesado por el Mito Mariano (referente a la Virgen Maria), que concibe un hijo, sin que se haga explicito en el mito la forma en que el elemento creador del hombre llega a la matriz de la mujer (por obra del espfritu santo). Asi, la sexualidad queda negada y subyugada no sélo en la Virgen, sino también en las mujeres que han de tratar de emularla. «El mito recoge y consagra el tabti: el cuerpo embarazado de la mujer es signo y simbolo de la negacién del erotismo humano, en particular del erotismo femenino» (Lagarde, 2003, p. 204).'* Por lo tanto, la mujer que escapa a la demanda social de ser madre y ejerce su sexualidad sin con- templar como fin la reproducci6n es fuertemente cuestionada, porque la mujer que se niega ala maternidad, exacerba el simbolo del deseo, el erotismo y el placer sexual, no es ya la madre que engendra vida, es la puta que da rienda suelta a su deseo sexual. El conjunto de relaciones, acciones, hechos y experiencias de la maternidad que viven las mujeres, son definitorios de la feminidad, por lo que Lagarde (2003) considera ala maternidad como el Conjunto de hechos de la reproduccién social y cultural, por medio deteuattas mujeres creay culdan, generan y revitalizan, de manera personal, ( / directa y permanentemente durante toda la vida, alos otros, en su sobrevivencia cotidia- na. Unaretacién interesante es el estatus sociat dé las mit su capacidad reproductora, ya que algunos autores encuentran qué Ia fancién materna les garantiza recompensas econémicas, de poder yde prestigio. Dos autoras que han profundizado en el tema de la maternidad son Nancy Chodorow A (1976) y Elisabeth Badinter (1981). La primera hace una aproximacién psicoanalitica a £ la maternidad, y propone que el hecho de que las mujeres sean responsables del cuida- s do temprano de los nifios hace que la primera figura de identificacién sea femenina; 8 esto, segtin la autora, tiene una importancia central en la configuracién psiquica huma- X na, y en ella estarfa el origen de las diferencias psicolégicas entre mujeres y varones ala XN vez que también explica ciertos rasgos distintivos de la feminidad. Chodorow también Ss introduce el concepto de «maternacién» en referencia a las pautas culturales que llevan XX | ala mujer a «cuidar» de sus hijos. La madre no sélo da a luz y amamanta, también socializa. De esta forma, la «maternacidn» es fundamental en el proceso de la repro- duccién social. Por su parte, Elisabeth Badinter indaga si realmente existe un instinto materno, con la intencién de cuestionar la idea de que las mujeres estn biolégicamente progra- madas para responder con un intenso apego a los hijos. Para ello, la autora revis6 las practicas de crianza en la Francia urbana de los siglos xvi al Xvitt, periodo en que se 13, Este problema en torno a la antropogénesis esta planteado més ampliamente en Lagarde (2003). 110 TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género extendié la costumbre de dar a criar a los recién nacidos a nodrizas rurales. Las madres se separaban de sus hijos a los pocos dias de nacidos y volvian a retomarlos cuando tenfan cinco 0 mis ajios. Ello se debfa a que las tareas maternas contravenfan los debe- res sociales de la aristocracis, A pesar de saber que més del 50 % de los nifios entregados ala nodriza fallecerfan, debido a las pobres condiciones de vida del campo y a la negli- gencia de las madres de alquiler, las mujeres accedfan con facilidad a separase de sus hijos. Badinter se pregunta: por qué estas madres aceptaban separarse de sus hijos al \una | i segura? Con los resultados Badinter pone en duda la existencia de un instinto maternal invariable y universal. En la actualidad la incorporacién cada vez més frecuente de las mujeres al trabajo formal y la proliferacién de instituciones que se encargan del cuidado de los hijos mien- tras las madres trabajan, hacen necesario pensar en cudles son hoy las expresiones y los significados de la maternidad en grupos especificos de mujeres que Viven esta transi fambién el incremento de fendémenos como la adopcién de hijos, Ia reproduc asistida, las mujeres que deciden ser madres en solterfa, las mujeres que abandonan a sus hijos tras la migraci6n, entre otros, nos dan cuenta de que la maternidad sigue ejerciendo una fuerza extraordinaria en las relaciones sociales. 3.3. Género y lenguaje Las objetivaciones comunes de la vida cotidiana se sustentan en la significacion lingifs- tica, la comprensi6n del lenguaje es esencial para la comprensién de la realidad, porque en él tienen lugar la tipificacién de las experiencias de Tos individuos. Dentro de los campos seminticos se posibilita la objetivacién, retencién y acumulacién de la expe- riencia biografica e hist6rica (Berger y Luckmann, 1968), incluida la experiencia de ser hombre o muje Desde los afios setenta, la articulacién entre los estudios de género y el discurso se ubicé como un importante campo de investigaci6n; la tesis central de esta perspectiva es que el género se construye a través del uso del Jenguaje, el discurso. No obstante, se asume que su construccién est vinculada a las relaciones de poder institucionalizadas dentro de las sociedades. Por considerar que el discurso est inmerso dentro de un contexto social, los lin- gilistas han estudiado el su impacto en estratificacién social; al analizar las palabras que se usan para describir a una mujer, han encontrado que practicamente en cualquier idioma se usan palabras despectivas y de relaciones jerarquicas sobre las mujeres. Estas palabras por lo regular tienen una carga de trivializaci6n y desprecio. Por ejemplo, se ha visto que las mujeres son definidas en relaci6n a su estado civil y sus roles familiares,'* mientras que los hombres son definidos en relacién con sus roles ocupacionales (West, Lazar y Kramarae, 2001). Otra linea de investigacién se ha desarrollado por la via del analisis de contenido de textos, en particular, los andlisis textuales de los medios de comunicacién revelan el uso de modelos contradictorios en la representaci6n de la vida social, que actdan insi 14, Ejemplo de ello es el hecho de que las mujeres se les niega una existencia aut6noma al adjudi- carles tftulos que las distinguen sobre la base de su estado conyugal, por ejemplo el uso de Ia palabra asefioray versus esefioritas, «solteray o «solterona» TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL m1 Gloria Elizabeth Garcia Hernéndez diosamente para mantener la desigualdad entre hombre y mujeres. Los andlisis textua- les muestran que la dindmica del poder se expresa, no s6lo mediante la presencia de marcadores textuales (uso de palabras) particulares en mujeres, sino también por me- dio de silencios contintos y el uso de referencias indirectas, las cuales no son simples. formas rutinarias de mantener espacios en la expresién, sino que marcan la autosupresion. de la critica, una caracteristica del habla de personas subordinadas (West, Lazar y Kramarae, 2001). En los medios de comunicacion, como ocurre en la mayoria de las narrativas occi- dentales, se difunden las ideologias conservadoras acerca del género, la raza y la clase. Estas ideologias instan a los espectadores a dar por sentado que «asf son las cosas», por Jo general los personajes y las relaciones interpersonales en las telenovelas? aparecen en una ausencia de contexto, Jo que oculta los conflictos de clase, las luchas raciales, las ambigiiedades sexuales y las practicas sexistas que ocurren en la vida real (Cranny- Francis y Gillard, 1990 citado por West, Lazar y Kramarae, 2001. p.189). ‘También se ha indagado sobre las diferencias del habla entre mujeres y varones. Los hallazgos han revelado que las mujeres utilizan una mayor variabilidad de timbres, entonaciones y pronunciaciones estandar o prestigiosas en comparacién con Jos varo- nes (Thorne et al., 1978; Sachs, 1975; Labov, 1972; Trudgill, 1975, citados por West, Lazar y Kramarae, 2001). Aunque se ha visto que la condicién econémicas de las muje- res pueden producir enormes diferencias respecto a dichos hallazgos. Daniel Maltz y Ruth Borker (1982, citados por West, Lazar y Kramarae, 2001), describieron que el habla de la subcultura de las nifias norteamericanas, en quienes se fomenta la cooperacién y la igualdad; estimularé las pautas de una «escucha activa» que Fischman (1978) observa en el habla de las mujeres adultas, mientras que en Ja subcultura de los nifios, el énfasis esté en la dominacién y la competencia, lo cual estimula las pautas de interrupcién (la violacién del turno del hablante actual) que Zimmerman y West (1975) observan en el habla de los varones adultos de esa misma cultura. Un tercer enfoque para explicar las «diferencias sexuales» en el habla, es el que adopta como punto de vista el contexto de la interaccién, esto conlleva a que el significa- do de cualquier variacién lingiifstica no puede determinarse fuera del contexto de interacci6n en que se produce. Por ejemplo, la investigacién de Marjorie Goodwin (1990) sobre el habla durante el juego de nifios y nifias de clase trabajadora y origen étnico afroamericano en un suburbio estadounidense, indica que éstos tienden a coordinar sus actividades de forma notablemente distinta, lo refiere a una definicién cultural en la que las nifias son corteses y los nifios agresivos. En ese contexto los nifios obtienen estatus adiciéndoles a los otros lo que tienen que hacer y resistiéndose a que alguien les diga lo que deben hacer»; mientras que las nifias «formulan sus pedidos en forma de propues- tas y no de 6rdenes, a fin de permitir que los otros expresen sus preferencias sin provo- car una confrontacién» (Tafien, 1990, p. 154 citado por West, Lazar y Kramarae, 2001). Est visto que el lenguaje es mucho més que un elemento de la cultura; representa la acumulacion de una amplia gama de significados, en él se moldea y se organiza el pensamiento y las percepciones de los actores, y en particular las construcciones que se hacen en relacién al género de los individuos. Los géneros circulan en las palabras de uso cotidiano, en el decir de una subcultura, en los chistes, los refranes, en las conversa- 15, Algunos estudios sobre el tema han sido analizados por Bustos (1992). 112 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género ciones més ordinarias, abt el psicdlogo social tiene un sin ntimero de fenémenos para analizar. 4. La categoria de género trasciende el interés por las mujeres: una mirada a los estudios de las masculinidades En las tiltimas décadas se han incrementado los estudios que exploran las diversas ex- presiones de la masculinidad (masculinidades), asi se puede constatar en diversas publi- caciones a nivel mundial, incluso en América Latina ha sido bastante fructifera la pro- duccién sobre este tema. En términos generales estos estudios han Ilegado a reconocer que la masculinidad no es una caracteristica inmutable de los hombres, sino que varia en a historia y los diversos contextos socioculturales. Existen por tanto multiples mani- festactones de la mascutinidad, de hecho podemos encontrar més de un tipo de mascu- linidad en un mismo contexto cultural o instituci6n. Estas mltiples manifestaciones del fenémeno tienen lugar en relaciones sociales definidas, habitualmente jerarquicas y excluyentes, Generalmente, hay una forma hegem6nica de masculinidad, que es el vehi- culo del poder de género y que no necesariamente tiene que ser, y segtin Connel (1997) probablemente no lo sea, Ia forma mas comtin de masculinidad. Estas diferentes expre- siones de masculinidad son sustentadas por los grupos y las instituciones y todas ellas encierran divisiones internas y enfrentan contradicciones entre practicas y expectativas. Las diferentes masculinidades se crean en circunstancias hist6ricas especificas y pue- den ser objeto de reconstrucci6n, controversia y substitucién. Los estudios sobre la masculinidad han liegado a la conclusién de que el mismo sistema social que oprimea las mujeres oprime también a los hombres (Valdés y Olavarria, 1998). De esta forma tenemos a varones que enfrentan la necesidad de cumplir con un. estereotipo masculino caracterizado por exigencias muy dificiles de cumplir en los con- textos reales en los que transcurre su vida. Algunas de las exigencias que enfrentan los varones para ser considerados como tales son: el control de sf mismos, lo cual se expresa enna personalidad segura, aut6noma, asertiva, que demuestre capacidad de decisién, Rae endeg eee aude. ieee aisle terreno de la sexualidad, los negocios y el desempeiio fisico, lo que socialmente se tradu- ce en el logro del «éxito». Otros aspectos relevantes en la definicién de la masculinidad es el control sobre otros (hombres y mujeres), y esto se expresa a través del liderazgo, la fuerza, el poder econémico, la competitividad, la valentia, la conquista sexual, la agresi- vidad y, si es necesaria, la venganza para restablecer el honor. Como vemos todas estas demandas son dificiles de cumplir y requieren de un enorme esfuerzo por parte de los. sujetos. El papel de proveedor tiene una lugar central en el ejercicio de la masculinidad, y est relacionada, aunque no necesariamente, con la funcién paterna. De esta forma ‘vemos en la sociedad a varones obligados a ser fuertes, exitosos y reconocidos social- mente, y sobre todo a cumplir con su funcién de proveedores, En contextos como Amé- rica Latina, caracterizados por tener sistemas econémicos y sociales discriminatorios, el cumplimiento de dichas expectativas se complica para los varones, poniendo en juego su identidad como hombres. “Por otro lado, uno de los ejes que es fuente principal de la identidad de los varones es la actividad ocupacional, referido esto no s6lo al lugar que ocupan en la PEA (pobla- ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL 113 Gloria Elizabeth Garcia Hernandez cién econémicamente activa), sino en general a las actividades que realizan, incluso su participacién en actividades ilegales (Gomériz, 1997), como las organizaciones delictivas oelnarcotrafico. Asi tenemos que més alla del tipo de actividad, la exigencia que enfren- tael hombre es la de alcanzar um alto grado de desempefio en lo que hace. Una fuente de identidad masculina, ubicada en el ambito subjetivo, se refiere a las relaciones intergenéricas, es decir que un hombre es considerado como tal, a partir de diferenciarse de la mujer (Connel, 1997), en este sentido es que la virilidad es permanen- temente cuestionada por lo que el hombre debe cuidar todos los detalles de su expresion para no ser considerado un afeminado, De esta forma la virilidad es un concepto emi- nentemente relacional, construido en contra, pero también fundado en una especie de miedo y rechazo de lo femenino (Bourdieu, 2003). Asi vemos que el privilegio masculino no deja de ser una trampa para los varones, pues los somete a una tensi6n permanente. En el plano de lo simbélico, la virilidad esta fuertemente atravesada por la capaci- dad y*potencia sexual, que mas alld de la conquista y som: nto de | rn deseo sexual del hombre, se objetiva en la demostracién de la capacidad reproductora: los hijos. Dé ah que la paternidad sea un motivo de reconocimiento, incluso en el caso E165 hijos no reconocidos legitimamente como tales por el var6n. Actualmente, nuevas formas de relacionarse con los hijos, han llevado a los varones a desarrollar su capaci- dad afectiva y de cuidado emocional de otros, trascendiendo la funci6n de ser tinica- ‘mente proveedores en lo econémico. Uno de los hallazgos més relevantes sobre los estudios de las masculinidades, es que en diversas partes del mundo, los varones estén enfrentando una crisis de identidad, debido a que las imagenes y las creencias que durante siglos mantuvieron el poder patria cal, hoy se estan colapsando-(Kaufman, 1993). En un momento histérico en el que el pieTominio de lo econémico ha remplazado la importancia de los sujetos, estos pierden relevancia y esto les ocurre particularmente con los varones. Se ha visto que las crisis de identidad masculina la enfrentan los varones cuando no alcanzan el éxito esperado, cuando su actividad productiva se ve interrumpida, esto les ocurre con frecuencia cuado se jubilan, pero cada vez es mds comtin también entre varones mas j6venes, quienes se ven. imposibilitados de cumplir su papel de proveedores como resultado de las crisis econémi- cas'* (Connel, 1997). A este contexto econémico se suma la incursién de las mujeres al Ambito productivo, lo cual ha reducido la importancia dela funcién proveedora-protecto- ra masculina, lo que resulta amenazante para la identidad del varén. Un estudio representativo en el tema de las masculinidades en México es el trabajo de Matthew Gutmann (2000), quien desde una aproximacién etnografica se propuso examinar lo que significa ser hombre, para los hombres y-mujeres de una colonia popu- laren la Ciudad dé México. Poniendo en duda las imagenes que han predominado sobre los hombres miexicanos, que los caracterizaban como machos, mujeriegos y bebedores, Gutmanirda cuenta de la centralidad que tienen las practicas de eaten enlavida de muchos de ellos. Para el autor las nociones acerca de la innata y esencial sexualidad masculina son «deconstruidas todos los dfas en las colonias populares y los espacios 16, Aun los varones exitosos afrontan crisis de identidad, ya que muchos de los que logran el éxito se sienten insatisfechos y vacios una vez alcanzadas sus metas. Este tiltimo tipo de crisis est siendo reportada por los terapeutas como algo frecuente en los motivos de consulta de varones, ya que los pacientes descubren que el éxito profesional que alcanzaron no responde a su self mas profundo (Connel, 1997) 114 ‘TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL Psicologia Social y género académicos de la ciudad de México». Como conclusién en el trabajo se sefiala que no existe un sistema cultural, ni en México ni en América Latine sobre lo que significa ser hombre. *~ Adin quedan grandes lagunas por explorar en lo que respecta al tema de la mascu- linidad, en particular cuando se trata de dar cuenta de su expresi6n en contextos parti- culares, en los que varones y mujeres enfrentan nuevas situaciones. Por ejemplo, la posi- bilidad que hoy en dfa tienen las mujeres para reproducirse a través de una insemina- cién artificial, los sexoservicios dirigidos a mujeres, la autonomia femenina, entre otros fenémenos recientes, hacen pensar que los 1es enfrentan el reto de buscar felacio- nes con nuevos significados y transacciones que exigen de ellos un movimiento del ro masculino estereotipado. De la misma forma, el desplazamiento de varones que ¥ limitan a Hevar una vida centrada en su papel de proveedor-protector hacia las mujeres y los hijos, exige de las primeras que dejen de ver en el matrimonio y la maternidad el salvoconducto que les garantiza la seguridad econémica que ellas mismas no estén dis- puestas a proveerse. 5. A manera de cierre: retos para la articulacién entre psicologia social y género Una vez revisadas las complejas relaciones que existen entre género y psicologia social, y los caminos laberinticos que ello conllevan, podemos concluir que la categoria de énero libera, a hombres y mujeres, del determinismo biol6gico, abriendo la posibilidad de que éstos sean, a través de la accién y transformaci6n, protagonistas de sus propias Vidas. Esto resulta particularmente sugerente para la psicologia social, al ubicar dichas construcciones en el plano de lo simbélico, pero a la vez, invita a indagar sus mtiltiples expresiones en la realidad objetiva. La categoria de género se ofrece para la psicologfa social en una doble dimensién, como herramienta descriptiva en primer lugar, y en segunda instancia por su gran pofencialidad analitica para dar cuenta de las relaciones entre hombres y mujeres, las cuales se maierializan a través del encuentro entre personas, cuerpos, descos, saberes, expectativas, rituales, gestos, miradas, histricamente construidos y cargados de sig- nificados. Las transformaciones sociales, ocurridas en las tiltimas décadas, que han dado lu- gar a nuevas formas de interaccién entre los géneros, representan importantes retos para la psicologia social, ya que estos cambios han estado acompafiados de movimien- tos significativos en los roles sociales de hombres y mujeres. Nuevas actividades, nuevas concepciones sobre la conyugalidad, las relaciones amorosas, las relaciones erdticas, nuevos medios para establecer dichas interacciones como el uso de Internet, nuevas tecnologias reproductivas y estéticas, nuevas formas de expresion corporal son algunos ejemplos de esos cambios. Dichas transformaciones han producido en varones y mujeres una especie de extra- famiento frente a nuevos roles e identidades, de modo que a la par de las transformacio- nes de significados, asistimos también a un concierto de desencantos, incertidumbres y conflictos en amplios sectores de la sociedad La puesta en duda de saberes cotidianos que habfan permanecido a lo largo de la historia, hoy es el recurso necesario para que los sujetos orienten sus acciones y se construyan a si mismos desde una diversidad de opciones identitarias que antes no TRATADO DE PSICOLOGIA SOCIAL, 115 Gloria Elizabeth Garcia Hernéndez existfan o no eran tan visibles. Todos estos procesos pueden ser abordados desde la psicologia social, para desentrafiar su articulaci6n con dinamicas sociales mas amplias, constituyéndose en un importante campo de reflexi6n e investigacion. ‘Ante los grandes desafios intelectuales que plantean los estudios de género, los y las psicélogas sociales debemos tener en cuenta que en la produccién de conocimiento, en tanto producto social, se reproducen los valores y las practicas que caracterizan al siste- ma en que éste se produce, por lo que se hace necesaria una permanente vigilancia epistemol6gica que permite reconocer la forma en que se ponen a jugar durante el pro- ceso de investigacién los propios valores y prejuicios asociados al género. Enel terreno metodolégico nos encontramos ante el reto de abordar fenémenos en los que’Se expresan relaciones de poder entre los géneros, de los que formamos parte, porlo que metodolégicamente debemos garantizar el accesoa encuentros micro, donde expre: jstalizan y se negocian dichos conflictos, a partir de complejos proce- ‘que nos demandan la incursién en escenarios con los cuales, pode- rios estar poco familiarizados. De ahi la necesidad de una adecuada estrategia metodolégica, que més all de nuestra particular perspectiva de vida, recupere la voz de los protagonistas de realidades sociales particulares, incursiones metodolégicas que g2- ranticen el acceso a la experiencia de los sujetos y que nos ayuden a trascender nuestras propias ideas y expectativas sobre el mundo. Desde una perspectiva tedrica, serfa conveniente tener en cuenta la doble fuerza de los conceptos, para explotar su capacidad descriptiva y analitica, pero tener cuidado con la fuerza prescriptiva que éstos poseen. 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