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PROLOGO Este libro de Vorlander que ahora aparece traducido al castellano sex4 pronto, yo lo espero, la compaiifa insepa- table de todos los que estudian filosoffa en los pafses de len- gua espafiola y, ademds, de aquellos que sin entregarse al Oficio filoséfico, se sienten curiosos de esta ciencia. No exis- te ninguna otra obra de historia de 1a filosoffa que sea tan adecuada como la presente para iniciar en las grandes rutas del pensamiento a quienes, dentro de mds voluminosas y complicadas prodtucciones, fdcilmente se perderian. Es, pues, el mejor maestro para principiante y curiosos. Llegar a serlo constituy6 el propésito principal de su autor. Cuando yo comenzaba mi preparacién filosdéfica’ ésta- historia, entonces recién publicada, anduvo siempre ‘cerca de mi. Suele el novicio sentir apetitos urgentes, afanes, $¢- bitos por apoderarse répidamente de la ideologia de un. gran pensador, que aqui o alla, vié aludida, Parécele que sin tener’ de ella algém conocimiento no podra dar un paso mds-en ef. atolladero mental donde ha cafdo. jCuan grato es entonces hallar una obra sencilla, clara, concisa y segura que le ofrez- ca un esquema del sistema en cuestién! Sin embargo, la utilidad de esta obra se funda en razones més amplias y hondas. Lo de menos seria que satisfaciese Ja curiosidad apremiadora del principiante, Mas importa Ja consideracién de que no es posible el aprendizaje de la filosofia si no se leva paralelamente el estudio de sus pro- Dlemas actuales y el'de los sistemas pretéritos, En ningtiia otra ciencia adquiere Ja historia de su desarrollo el valor de intrumento ineludible ‘para la nueva y actual investigacién. LA DIFICULTAD DE LA FILOSOFIA. La famosa di- ficultad atribuida a los estudios filos6ficos consiste senci- Mamente en Jo insélito de los objetos que en ellos nos vemos obligados a manejar. El naturalista opera sobre los fené- menos de la realidad que son cosas concretas. El filésofo, en cambio, trabaja sobre tiltimas abstracciones, objetos espectrales que en nada se parecen ya a lo que solemos Ha- mar «cosas. Ahora bien, no debjera olvidarse que el inte- lecto por muy inmaterial que sea y por muy sublime misién que se le asigne es una funcién biolégica como otra cualquie- ta y por lo tanto se ha formado bajo el régimen de las ne- cesidades vitales, Frente al positivismo y relativismo que dominaron la tiltime media centtiria, 1a filosofia del siglo xx, va reconociendo nutevamente a la razén, un vasto poder de conquistat no pocas verdades absolutas pero, a la vez, no puede desconocer su cardcter originario de funcién vital entre otras innumerables. Naci6, pues, la funci6n intelec- tual como las demfs para subvenir a 1a existencia orgdnica Y se va desarrollando al hilo de las urgencias vitales. Pero la vida fué y aun es primordialmente, combate con Jas cosas materiales. #1 organismo animal o humano riece- sita obtener un cierto minimun de dominio sobre los cuerpos fisicos sin el cual sucumbiria, imposibilitando ulteriores evoluciones y mds altas empresas. He aqui que el intelecto se haya entrenado espont4neamente en el manejo de ob- jetos corporales. Somos corporalistas natos y las cosas fi- sicas, los objetos mds antiguos y habituales de nuestra mente; hasta el punto de que para ocuparnos intelectual- mente de otra clase de temas necesitamos antes luchar, no sin tenacidad y bravura, contra ese habito multimilenario de pensar sobre cosas tangibles y visibles. ‘Verdad es, que al pensar sobre las cosas tangibles, el intelecto no hace mds que operar en ellas abstracciones, producix, por lo tanto, ches intangibles. Cuando pen- samos que la nieve y la k son blancas hemos dislocado laintegridad concreta y sensible de las realidades nieve y leche y separando uno solo de sus elementos lo ponemos aparte, abs-tracto: su comin blancura. Pero aun cuando el intelecto no consiste en mds que en operar estas abstraccio- nes el uso vital que de é1 hacemos lo mantiene atento a las cosas conctetas sometidas a su diseccién. Despreccuparse de éstas y poner sobre la mesa operatoria, no las cosas con- cretas, sino las abstracciones mismas por él antes ejecuta- MISTORIA DE LA FILOSOF{A 7 das es un uso en cierto modo innatural del intelecto, por lo menos, exento de aquella multimilenaria habituacion, En ja evida» pensamos las cosas concretas por medio de abs- tracciones, pero en filosoffa por medio de abstracciones pensamos en objetos abstractos. Hay, pues, una torsién completa del sentido habitual en que sttele marchar nuestra atencién, Se nos obliga a atender justamente aquello que el interés practico de la vida nos acostumbra a desatender. Cuando al través del cristal miramos el paisaje solemos atender a éste y no al cristal. Para fijarnos en el cristal te- nemos que hacer un esfuerzo y desatender el paisaje. Algo parecido se nos invita a hacer en filosofia. Por consideraciones andlogas a éstas escribié una vez Fichte: «Filosofar quiere decir propiamente, no vivir: vivir quiere decir propiamente, no filosofar». La expresién, claro esté, es excesiva y ha de entenderse con un grano de sal. La vida no consiste exclusivamente en someterse a la ne- cesidad respondiendo a sus urgencias: sino que la vida es €s0 precisamente porque aspira, dominada la necesidad; a ejercitar el lujo vital de la libertad. Ein este segundo sen- tido pudo decir Sécrates que tuna vida sin filosofia no es vividera para el hombres. Se entiende para el hombre li- berado de ta necesidad. En el Sofista lo declara Platén: dla filosoffa es la ciencia de los hombres libres. FILOSOFIA E HISTORIA DE LA FILOSOFIA. La di- ficultad famosa atribuida a la filosofia no tiene, a mi juicio, otro origen que el mencionado: 1a falta de h4bito en el hom- bre espontdneo de manejar objetos sumamente abstrac- tos. La masa de meditacién que es preciso emplear para no perderse entre sts delicadisimos perfiles no puede ser | aprontada por un espiritu aislado. Mientras gasta su es- fuerzo en apurar de un lado las cuestiones corre el riesgo de interpretarlas torpemente, vitalmoente, por todas sus otras caras. De aqui que necesite acumular a su meditacién la de los pensadores ejemplares del pasado. Correria sino el riesgo de.no pagar nunca del comienzo y detenerse en las primeras y més elementales distinciones que hicieron los filésofos pri- migenios. Esta colaboracién de los pensadores antepasados en el trabajo del pensador de hoy es lo que trae la historia de la filosofia a la ciencia filoséfica actual. Como Goethe decia ‘que «sélo todos los hombres viven lo humanos cabe insinuar que la filosoffa ha de hacerse con la propia cabeza mas Ja de todos los filésofos sidos. . : El principiante deber4 estudidy —no meramiente leer— en un libro (1) lo mds reciente posible, el planteamiento de los problemas capitales filos6ficos pero a la vez deber4 per- seguir las resonancias variamente moduladas -que esos problemas suscitaron en todos los tiempos, - _ Para esta labor, en sti periodo de iniciacién, no conozco obra més aventajada que esta de Vorliinder. FACILIDAD DE LA FILOSOFIA. Pertrechado el no- vicio con algunos libros seguros y sencillos como este debe lanzarse sin suspicacia ni desesperanza al estudio de la fi- losofia. No presuma que va a tropezar con abismaticos mis- terios, con patéticos enigmas de que solo un poder magico puede hacerse duefio, Tal vez se encuentre con problemas que.aun no han sido resteltos 0 que acaso no podran serlo munca; pero esos problemas-no tienen tampoco nada de misteriosos, al contrario, vemos con perfecta claridad en que consisten y por qué no pueden ser resueltos, El mds grande filésofo actual Edmundo Husserl escribfa hace po- Cos afios: «La verdadera filosofia reconoce como una imper- feccién lo que a menudo més se alaba en ella y se imita la profundidad, Profundidad es un sintoma del caos que pre- cisamente la verdadera ciencia pretende transformar en ‘un cosmos, sometiéndolo a una ordenacién sencilla y de perfecta clatidad. La verdadera ciencia, por Jo menos en cuanto alcanza su positiva doctrina, no conoce profundidad alguna. Cualquier trozo de ciencia ya lograda es un conjunto de pasos intelectuales de los que cada uno es inmediata- mente evidente y por lo tanto.no es profunda». Si Ja dificultad de Ja filosoffa se origina como he dicho, exclusivamente en nuestra falta de hdbito para fijar la atencién sobre Jo abstracto como tal, un poco de constancia © que nos permita adquirir el nuevo hdbito filoséfico haria de aquella famosa dificultad la cosa mAs facil del mundo. El que curioso de filosofia la abandona antes de dominarla MySTORIA DE LA FisoLorfa, + OS — no debe, pues, culpara esta ciencia por su dificultad sino a s{ mismo por. stt inconstancia. ESCEPTICISMO. He querido indicar que el pasado fi- los6fico no es nunca definitivamente pasado sino que per- dura vivaz y activo en la ciencia presente. No acontece lo mismo en las otras disciplinas. La astrononifa ptolemaica ejerce escaso influjo, por no decir nulo, sobre la astronomia actual. Platén o- Aristételes, en cambio, son de hoy tanto como de ayer, al menos por Jo que hace a la linea medular de st pensamiento. Todo pensador contemporéneo, si mira al trasluz.su propia doctrina, ve en ella pululando integro el pasado fjloséfico. La proclamacién de ésta identidad radical de la filo- sofia a lo largo de los tiempos da en rostro a la opinién mds. extendida hoy entre el vulgo para el cual un filésofo es siempre un hombre que piensa de manera distinta a los de- mAs de st. gremio. Apenas hay para el vulgo intelectual de nuestra edad, — ingenieros, médicos, politicos, — hecho. més popular que la escandalosa divergencia de los sistemas filos6ficos entre si. Muchos jévenes que por n&turaleza se sienten inclinados a la filosofia se apartan de su estudio por virtud de este tépico e infundado prejuicio. Se trata de una defectuosa herencia que el siglo xrx nos. tha legado y aun no hemos conseguido curar del todo. Fué la pasada centuria el siglo de las subversiones: en st. comienzo se sublevan los burgueses contra la nobleza y hacia 1850 asiste a la subversion de los naturalistas contra la filosofia. Para todas estas grandes subversiones histricas existe siempre una misma catisa que sirve a la par, de relativa justificacién: los abusos cometidos por la jerarquia estable- cida. Contra los abusos de la Regencia y de Luis XV se alza el Tercer Estado, Contra los abusos del racionalismo en el siglo xvmt y de la filosofia romAntica Alemana que fué un Parc-aux-Cerfs transcendental y una orgia de la dialéctica se insubordina el espiritu serio, metédico, rigoroso de los labo- ratorios. Pero si es justo y conveniente levantarse contra los abusos no lo es tanto pretender el establecimiento de usos tadicalmente nuevos como si los del pasado humano fuesen ‘wn error absoluto. Los nuevos usos con Ja idea fija de evitar las excrecencias abusivas de lo antiguo suelen preocuparse solo de esto y olvidan los problemas substanciales y eternos que antes solian estar mejor atendidos, Esto ha pasado con las subversiones del siglo xrx: en polftica se ha ido a una legislacién adjetiva que, inspirada tan solo en la suspicacia, carece de afirmaciones y ha traido el caos politico, la deses- tructuracién social hacia que caminamos con celeridad.in- coercible. En ideologia trajo consigo una cultura de espe- cialistas que dejé a la ciencia exhausta de filosofia y por lo tanto sin esqueleto. LA INCULTURA ESPECIFICA DE NUESTRO TIEM- PO. Desde el siglo x, no ha habido etapa hist6rica. en que Europa poseyese menos sensibilidad y saber filos6ficos que en los cincuenta tiltimos afios del xrx. Esto ha produ- cido el caos mental que ahora, con sorpresa, encuentra el Buropeo dentro de si. Y es que la cultura de los especialis- tas crea una forma especifica de incultura mds grande que otra alguna. Nadie entienda que yo ataco al especialismo en lo que tiene de tal; indudablemente uno de los imperativos de la ciencia es la progresiva especializacién de su cultivo. Pero > obedecer este solo imperativo es acarrear a la postre el es- tancamiento de la ciencia y por un rodeo inesperado im- plantar una nueva forma de barbarie. La ignorancia del que €s por completo ignorante toma un cariz pasivo e inocuo, Pero el que es un btien ingeniero o un buen médico y sabe mucho de una cosa no se determinara a confesar su perfecto desconocimiento de las demds. Transportaré el sentimiento dominador que, al andar por su especialidad, experimen- tar4 los temas que ignore. Més como los ignora su, soberbia —mas gremial que individual — no le consiente otra ac- titud que la imperial negacién de esos otros temas y esas 0 otras ciencias. El buen ingeniero y el buen médico suelen ser en todo Jo qtte no es ingenieria o medicina de una ignorancia agresiva 0 de una torpeza mental que catisa pavor. Son re- presentantes de la atroz incultura especifica que ha en- gendrado Ja cultura demasiado especializada. Hacia 1850 se perdié en Europa toda nocién mediana- mente clara de filosofia. Uno de los partos de tal insciencia colectiva fué la afirmacién completamente caprichosa de que en disciplina alguna habian discrepado tanto las opiniones como en la filos6fica. Hallar en el hecho de fa discrepancia doctrinal una razén para el escepticismo es inferencia tan vieja como plebeya y poco meditada. Va Enesidemo y Agripa Ilamaron 0 7 KARL VoRLENDER las subversiones del siglo x1x: en politica se ha ido a una legislacién adjetiva que, inspirada tan solo en la suspicacia, carece de afirmaciones y ha traido el caos politico, Ja deses- tructuracion social hacia que caminamos con celeridad. in- coercible. En ideolog{a trajo consigo una cultura de espe- cialistas que dejé a la ciencia exhausta de filosofia y por lo tanto sin esqueleto. LA _INCULTURA ESPECIFICA DE NUESTRO TIEM- PO. Desde el siglo x, no ha habido etapa histérica. en que Europa poseyese menos sensibilidad y saber filos6ficos que en los cincuenta tiltimos afios del xrx. Esto ha produ- cido el caos mental que ahora, con sorpresa, encuentra el Europeo dentro de si. ¥ es que la cultura de los especialis- tas crea una forma especifica de incultura mds grande que otra alguna. Nadie entienda que yo ataco al especialismo en lo que tiene de tal; indudablemente uno de los imperativos de la ciencia es la progresiva especializacién de su cultivo. Pero > obedecer este solo imperativo es acarrear a la postre el es- tancamiento de la ciencia y por tn rodeo inesperado im- plantar una nueva forma de barbarie. La ignorancia del que €s por completo ignorante toma un caxiz pasivo e inocuo, Pero el que es un buen ingeniero o un buen médico y sabe mucho de una cosa no se determinar4 a confesar su perfecto desconocimiento de Jas demis, ‘I'ransportaré el sentimiento dominador que, al andar por su especialidad, experimen- tard los temas que ignore. Mas como los ignora su soberbia —inés gremial que individual — no le consiente otra ac- titud que la imy I negacién de esos otros temas y esas 0 ‘otras ciencias. El buen ingeniero y el buen médico suelen ser en todo lo que no es ingenierfa o medicina de una ignorancia agresiva o de tna torpeza mental que causa pavor. Son re- presentantes de la atroz incultura especifica que ha en- gendrado la cultura demasiado especializada. Hacia 1850 se perdid en Europa toda nocién mediana- mente clara de filosofia. Uno de los partos de tal insciencia colectiva fué la afirmacién completamente caprichosa de que en disciplina alguna habfan discrepado tanto las opiniones como en ka filoséfica. Hallar en el hecho de la discrepancia doctrinal una taz6n para el escepticismo es inferencia tan vieja como plebeya y poco meditada. Ya Enesidemo y Agripa llamaron HISTORIA DE LA FILOSOFSA a uno de sus argumentos 0 fropos contra la posibilidad del eonocimiento r6y cixo vis poring ray ddtay, el que se finda enladisonancia de las opiniones». Se pretende, por lo visto, elevarasintomadela verdadlacoincidenciaentreloshombres, como gi esta coincidencia no pudiese igualmente producirse en torno al error. Espumando la experiencia que la vida deposita en nosotros més probable hallaremos que los hombres se pongan de act lo en un efror que en una ver- dad. No faltan sospechas para creer que la verdad ser4 siem- pre conquista dolorosa de unas cuantas almas solitarias y a menudo perseguidas. De todas suertes, el sufragio univer- sal no decide de Ja verdad y es indiferente para la certi- dumbre del conocimiento toda estadistica de coincidencias. Pero es el caso que comparando las variaciones de la filosofia con Jas acaecidas en Ja evoluci6n de Jas ciencias naturales pronto salta a la vista la menor mobilidad de aquélla. Este ha sido el inesperado descubrimiento hecho por el estudio del pasado filos6fico una vez que Hegel elevd Ja historia de la filosoffa al rango de ciencia. En tiempos de Agripa no hab{a propiamente historia del pensamiento fi- Joséfico, sino s6lo hacinamientos de sentencias o feria de opiniones. Diégenes Laercio cuenta los sistemas filoséficos como una portera los chismes de la vencidad. Los gérmenes de mas rigurosa y metédica investigacién que incluye Aris- t6teles en sus obras quedaron sin desarrollar porque el es- piritu griego fué profundamente antihistérico. Pero los hombres de hoy no tenemos disculpa. Es, acaso, la historia madurada en ciencia la ultima gran con- quista Mevada a cabo por Occidente. Articuladas histo- ricamente, aparecen ahora las variaciones filoséficas como una ejemplar continuidad. No sélo resalta el fondo idén- tico de todas las filosoffas sino que sus diferencias esen- ciales adquieren un sentido de necesarias modulaciones que aquel idéntico se ve obligado a producir precisamente para mantenerse fiel a si mismo. CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD. — Toda cien- cia parte de los fenédmenos inconexos y divergentes en los cuales busca la unidad. Esta tendencia a unificar lo di- verso es una de las dos funciones radicales del entendi- Aniento. La otra es Ja inversa: sobre la unificacién, estable- cida subraya o descubre nuevas diversificaciones. Uno de los principios 0 métodos unificadores es la idea de evo- 2 : KARL VORLANDER lucion, Cuando un montén de hechos diferentes entre si tolera ser ordenado en. una serie de suerte que entre. dos fenémenos muy disparejos hallamos siempre intercalado otro. que es semejante a la vez al primero y al segundo, de- cimos que hay evolucién, El paso entre las formas dispares se hace sobre formas intermedias que unen como tna ca- dena de semejanzas la distancia en que las primeras se encontraban. Entre el évulo y el organismo desarrollado Ja divergencia de aspecto es tal que puede ser expresada diciendo que no tienen nada que ver entre-s{, Pero si entre esas dos formas intercalamos otras podremos ir del évulo al organismo perfecto al través de una serie de figuras en que Jas contiguas son casi iguales. Entonces decimos que esas figttras son estédios de la evolucion de un niicleo idéntico. La historia, sea de esto 0 de lo otro, del cuerpo vivo o de una nacién, de un arte o de una ciencia, consiste pri- mariamente en el establecimiento de estas lineas 0 series de evolucién. Graciosamente decia Schopenhauer que la misién de 1a historia estaba en mostrar como las cosas han sido siempre jlas mismas solo que en cada momento de otra Manera, EADEM SED ALITER. [Esta tendencia unificadora que Ja historia satisface mediante la idea de evolucién, puede, sin embargo, con- vertirse en vicio. El afin de hallar continuidad en lo dife- rente conduce, acaso, a desconocer todo el rigor de cier- tas indominables diferencias, Por eso a épocas en que pre- domina la pasi6n por unificar siguen otras en q e se acen- tia lo que de discontinuo, de divergente hay en las cosas. A mi juicio frente a las demasias del evolucionismo co- metidas por el siglo xrx en todas las ciencias, incluso en Ja historia, la actual generacién de cientificos se vera obli- gada a acentuar lo diferencial existente en ciertos fend- menos, haciendo resaltar que 1a unificacién ejecutada fué ' ilusoria. Se abre para la ciencia, creo yo, una era de lo dis-’ continuo. Asi en historia de la filosofia por un curioso retorno de las actitudes tenemos que insistir sobre lo diferencial de Jos sistemas. Con mayor denuedo atin, habré que hacer esto en Ja historia general de las culturas. Pero no haya mustoria DE La rizosorta 13 MISTORIA DE LA FO duda, esta tendencia lejos de negar el fundamento de la contraria la supone y reconoce. La filosofia no ha sido a lo largo del tiempo una acumulacién de caprichos;. lejos de ‘esto es justamente con la matemAtica, la que ha variado” dentro de limites mds angostos. - : “oe Sien el piiblico culto no se hubiese perdido, como arriba he indicado, la tradicién de los conocimientos filos6ficos no habria reparo en recomendar al principiante y al cu- tioso obras de historia filoséfica mds en armonia con el pensatniento de los investigadores actuales. Pero annque esas obras estuviesen ya escritas - y no lo estén, me pa- tecerfa funesto ponerlas en manos de jos que se inician. La realidad es que existe una perfecta incongruencia en- tre el estado de espiritu de los que hoy hacen filosofla y el del piiblico. Sigue éste en 1850: en Ja masa social dominan hoy Jos mismos prejuicios e ignorancias que entonces res- pecto a la filosofla. Si hay alguna diferencia habré que ‘buscarla en la expansién mayor adquirida por aquellos prejuicios. Verdad es que se va nutriendo con triunfal progresién el grupo de los que vuelven a filosofar tras el eclipse ideol6gico de media centuria. Pero entre tanto los que ‘no son filésofos siguen pseudo-filosofando a la moda le 1850. Por Jo tanto, el fenédmeno social m4s extenso con que aun serd preciso contar durante algtin tiempo es el escep- tismo innato con que el europec actual se acerca a la fi- losoffa. En mi servicio universitario he observado con reite- rada sospresa que los principiantes son @ nativitate escép- ticos. Recuerdo que Herbart decia sutilmente: «Todo buen principiante es un escéptico, pero todo escéptico no es sino un principianter. Pero en Espafia y ahora, no s6lo son escépticos los buenos principiantes sino también y muy especialmente los malos. _ Bn Grecia fué el esceptismo un estado de exgusitada intelectualidad a que algunos individuos geniales legaban tras largos esfterzos. Hoy el esceptismo es el punto de que se parte y el aire que se respira. El fenémeno colectivo, indice de los tiempos, daria margen a consideraciones no exentas de interés pero que huelgan en este prefacio. Para una época como la nuestra, dominada por tales Prejuicios frente a la filosofia, no hallo libro de historia filos6fica mds idéneo que el de Vorlinder. 14 ‘KARL VORLANDER En primer lugar, el autor aisla la exposicién evolutiva de los sistemas del ambiente histérico en que nacieron. Da esto a su obra un cardcter algo esquemAtico pero que €s ventajoso para el novicio por la simplificacién que trae consigo. Ademés, acenttia sobremanera el momento de identidad que, en efecto, existe entre todas las esctelas. filos6ficas. Claro es que esto no lo logra sin algunas exa- geraciones. Pero esta acusada fisonomia unificadora presta al ensayo de Vorlander un valor inestimable como medi- cina contra el tropo de Agripa que la ignorancia de nues- tro tiempo en filosofia ha propagado universalmente. Jost Orteca GassEr Madrid-Enero de 1921.

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