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COLECCION HUMANIDADES SERIE ESTUDIOS BIBLIOTECA DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES Introduccién. El problema de la historiografia indigena Danna Levin Rojo Federico Navarrete EL PRESENTE LIBRO tiene el objetivo de proponer nuevas perspec- tivas para acercarse al debate historiografico en torno a la pro- ducci6n histérica y documental que surgié de las voces, plumas y pinceles de sabios y relatores indigenas y mestizos novohispanos, o bien de autores espajioles y criollos que reflejaron o recogieron en sus escritos las tradiciones de los pueblos nativos, es decir, lo que generalmente se conoce como historiografia novohispana de tradicién indigena. Esta historiografia constituye un corpus excepcional a todas luces. En ninguna otra regién de América se produjeron tantas obras histéricas, con tal variedad formal y con tal riqueza infor- mativa. En los Andes, por ejemplo, la produccién historiografica, si bien fue de gran valor, fue mucho mas escasa. En otras regiones de América la ausencia de tradiciones escriturales entre los pue- blos indigenas significé que la produccién histérica de este tipo es casi inexistente. En cambio, los pueblos indigenas de la antigua Mesoamérica tenian fuertes tradiciones de produccién de textos y tradiciones orales con contenidos histéricos y éstas continuaron funcionando de manera vital durante los siglos posteriores a la conquista, pues los grupos sociales que las mantenian y reproducian continua- ron utilizandolas para defender sus reivindicaciones politicas. Igualmente, los espaiioles reconocieron desde muy pronto, incluso 13 INTRODUCCION desde el momento mismo de la conquista,’ el valor de estas tradi- ciones hist6ricas y las utilizaron en sus procesos judiciales, en sus negociaciones politicas y en su exploracién de los territorios ame- ricanos, como muestra Levin Rojo en este libro. Este reconocimiento fomenté la produccién historiografica de los indigenas, asi como la de frailes espafioles interesados en conocer las “antigiiedades” de los indios. Se creé asi un espa- cio privilegiado de didlogo intercultural en el que los indigenas aprendieron de las tradiciones histéricas europeas y adaptaron el contenido y los argumentos de sus obras para hacerlas atractivas a un ptiblico occidental, mientras que los espafioles utilizaron las historias indigenas como fuentes y también buscaron comprender la logica de sus sistemas de escritura y de conservacién de la me- moria histérica. El universo de obras y autores que participaron de esta pro- duccién es vasto, pues incluye desde los documentos pictografi- cos producidos antes, 0 poco después, de la conquista espafiola que constituyen la memoria histérica y la suma del conocimien- to cosmolégico y calendarico-ritual de las culturas indigenas mesoamericanas, hasta las crénicas de los religiosos empefiados en la empresa de evangelizacion de este sector del Nuevo Mundo. Se incluye en este universo, desde luego, el corpus que refleja lo que Miguel Leén-Portilla Ilamara, en 1959, la “visién de los vencidos”, poniendo en relieve y documentando por primera vez de manera extensa y precisa “la admiracién e interés [...] que debié desper- tar en los indios la Ilegada de quienes venian de un mundo [...] desconocido”.? Sin embargo, también pertenecen a é1 otros tex- tos, escritos por autores de cultura indigena y en lengua nahuatl 0 espariola, que intentaron reconstruir las costumbres, creencias e historia de los pueblos autéctonos antes de que llegaran esos hom- bres extrarios, y cuya fiabilidad como fuentes histéricas ha sido materia de innumerables debates. 1 Hernén Cortés, “Merced y mejora a los caciques de Axapusco y Tepeyahual- co”, en José Luis Martinez (ed.), Documentos cortesianos, vol. 1, México, Fondo de Cultura Econémica, 1990, pp. 60-76. ? Miguel Le6n-Portilla, La visién de los vencidos, México, UNAM, 1984, p. vi. 14 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES: Debido al caracter intercultural de esta produccién histérica, como sefiala Inoue en este libro, resulta extremadamente difi- cil deslindar inequivocamente la adscripcién étnica y cultural de cualquier obra especifica, como también hacer generalizaciones sobre la “historiografia indigena” 0 la “historiografia mestiza”. Los diferentes articulos reunidos en este libro colectivo exploran diferentes angulos de esta produccidn intercultural y todos bus- can, a su manera, encontrar formas mis satisfactorias de com- prender y clasificar la riquisima produccién historiografica del periodo colonial. De alli que junto a los estudios dedicados a los textos de auto- res indigenas y mestizos, como Hernando Alvarado Tezozémoc, Domingo Chimalpain o Fernando de Alva Ixtlilxdéchitl, que reci- bieron una educacién europea, pero mantenian profundos lazos con la tradicién de sus culturas de origen (Navarrete, Inoue), el volumen incluya trabajos que estudian documentos de temas ti- picamente mesoamericanos y elaboracién muy cercana a la con- quista, como el Cédice Borbénico 0 el Cédice Magliabechiano (Dos Santos), textos de pretensiones enciclopédicas, como los produ- cidos por Bernardino de Sahagiin y sus informantes o el Cédice Mendoza (Alcantara Rojas, Magaloni), falsos titulos de propiedad (Ruiz Medrano), o bien documentos pictéricos de las tradiciones mexica, chichimeca y mixteca, elaborados en tiempos prehispani- cos y coloniales, pero que registran sucesos previos a la llegada de los espafoles (Brotherston). Por la misma razén, el volumen abre con un estudio que discute las implicaciones metodoldégicas del esquema de clasificacién que divide la historiografia colonial en fuentes de tradicién indigena y fuentes de tradicién espafola (Levin Rojo). {QUIENES SON INDIGENAS? El articulo de Inoue aborda directamente el problema de cémo identificar a los diferentes autores seguin las categorias étnicas de la época: indios, mestizos, castizos, criollos, y muestra cémo, aun en los casos en que se puede realizar esta identificacién, esto 15 INTRODUCCION no implica necesariamente que se pueda clasificar su obra en una categoria equivalente. La critica del autor respecto a la biisqueda de la autenticidad prehispanica en las fuentes coloniales es particularmente sugeren- te, pues sefiala con raz6n que es imposible, y contraproducente, exigirla en obras realizadas en un contexto histérico y cultural radicalmente diferente; de igual modo critica las posiciones que la- mentan la “contaminacién” 0 la “aculturacién” de las tradiciones prehispanicas, pues argumenta atinadamente que la utilizacién de formas y argumentos occidentales no se contradecfa necesaria- mente con la identidad india de un autor o de una obra. En suma, Inoue cuestiona las definiciones esencialistas de la identidad de los autores y de sus obras. Siguiendo una linea parecida de reflexién, Navarrete muestra cémo dos autores contempordneos, herederos de sendas tradi- ciones historicas indigenas, Domingo Chimalpain y Fernando de Alva Ixtlilxéchitl, emplearon estrategias discursivas radicalmente diferentes: la del primero més apegada al funcionamiento dialé- gico y polifénico de la historiograffa indigena tradicional, y la del segundo, més cercana a las convenciones monoldgicas de la his- toriografia europea del momento. Estos ejemplos ponen de mani- fiesto que las formas de argumentacion y de organizacién discur- siva de los historiadores del periodo no estaban determinadas por su origen étnico, ni por las fuentes que utilizaron, sino que éstos tenian a su disposicién diferentes opciones y posibilidades que empleaban de acuerdo con sus objetivos argumentativos y segiin el ptiblico al que querfan dirigirse. Por su parte, el texto de Natalino dos Santos compara la uti- lizacién de los calendarios indigenas en diferentes documentos pictograficos del siglo Xv1, distinguiendo entre aquellos que lo utilizan “estructuralmente”, es decir, como un presupuesto de la organizacién misma del discurso, y aquellos que lo abordan “te- maticamente”, como algo que debe ser explicado. Estos tiltimos documentos, como el Cédice Telleriano-Remensis, fueron produci- dos a instancias de sacerdotes espafioles interesados en conocer el funcionamiento del calendario. Esto nos demuestra que la utiliza- cién de la escritura pictografica tampoco es un rasgo que permita 16 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES identificar inequivocamente la adscripcién étnica de una fuente. En suma, estos tres textos muestran que no se puede suponer que el hecho de que el autor de una obra fuera indio garantiza automdaticamente que ésta sea “auténticamente” indigena. La re- lacién entre la adscripcion étnica y la produccién historiografica es dindmica, pues las tradiciones histéricas cambian y se adaptan en el tiempo; dialdgica, dado que cada obra es resultado de una interlocucién particular en un momento especffico, e intercultural, pues todos los textos coloniales son resultado de la interaccién en- tre tradiciones diferentes. LAS FORMAS DEL DIALOGO La mayoria de los textos de este libro analizan las formas y la complejidad de los didlogos interculturales que produjeron las obras historiograficas coloniales. Alcantara Rojas explora, de manera sistematica, la presencia e interaccién de las voces indigenas y de las voces espajfiolas en la creacién de las vastas obras colectivas que fueron dirigidas por fray Bernardino de Sahagiin, particularmente de la Historia gene- ral de las cosas de la Nueva Espafia. Su cuidadoso andlisis evidencia la constelacién de resultados que produjo la interaccién entre el fraile misionero —con su programa de conocimiento de la cultura indigena y de depuraci6n de todos sus contenidos “idolatricos”— y sus colaboradores indigenas, que tenian sus propios programas de adaptacion cultural, defensa de sus posiciones de privilegio re- lativo como intermediarios culturales y de revaloracion de su pro- » herencia en el marco del cristianismo. Pese a la desigualdad oder entre estos actores, el resultado no fue el simple avasa- iento, subordinacién o supresion de las voces indigenas, sino gue éstas encontraron diversas maneras de adaptarse y hacerse escuchar en la obra sahaguntina. A su vez, Magaloni estudia la imagen inicial del libro XII, de- dicado a narrar la conquista de México, de la Historia general de las cosas de la Nueva Espafia, escrita por fray Bernardino de Sahagitin y sus colaboradores indigenas, y muestra cémo continta las con- LZ IN THODUCCION venciones narratives y representativas de Ja tradicion pletugrAti ca indigena, a la vez que utiliza teenicas, imagenes y siiboloy de origen eurapeo. 1) objetivo de enta combinacion ¢% prewntar up argumento igualmente intercultural: que Ja conquista de Mexia, marc un cambio de era dentro de la cosmologla indigena y tar bién dentro de Ja cristiana, Estos articulos destacan como incluso en obras producidas bay la supervision y autoridad de frailes ewpatioles podia existir un espacio para e| didlogo intercultural y la tranomision de merwajes insertos en Ja Jégica cultural indigena. También now envefian que el origen de un elemento empleado en el veno de un diveuria hiv t6rico, como un simbolo 0 una forma de escritura, no determina su sentido en ese mismo discurso, sino que depende de su contex to de produccién y difusidn o, en otras palabras, de la intenciona lidad de sus autores y de Ja recepcién que le den sus audiencias, Asi, por ejemplo, la utilizacién de la escritura pictografica en los cédices analizados por Natalino dos Santos no implica que estar obras sean mas “indigenas” o mas fieles a Ja tradicién historica indigena que las obras escritas en alfabeto latino, pues esta eri- tura, y el calendario, estan subordinadas a una mirada externa al mundo indigena que busca explicarlo para extirpar sus ravgos “idolatricos”. En el mismo sentido, Navarrete propone que el hecho de que Chimalpain utilice breviarios europeos para contar una versidn ortodoxamente cristiana de la creacién del mundo, mientras Alva Ixtlilx6chitl retoma la antigua tradicién indigena de Ja leyenda de los soles, no significa que este dltimo esté més cercano a Ja tra- dicién indigena y que el primero sea mas aculturado. De hecho, Chimalpain integra los elementos de origen europeo en un dis- curso polifonico que le permite respetar la integridad de las tradi- ciones indigenas que también recoge, mientras Alva Ixtlilxdchitl subordina, mutila e integra las tradiciones indigenas a un discur- s0 monolégico de inspiracién europea. Por otro lado, Levin Rojo y Ruiz Medrano exploran un aspec- to de este didlogo intercultural que ha sido menos abordado: la apropiacion de tradiciones indigenas por parte de autores o per- sonajes de origen europeo. Levin muestra cémo los espafioles que 18 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES. exploraron y colonizaron Nuevo México, y aquellos que escribie- ron las crénicas de esas expediciones, utilizaron las historias in- digenas sobre las migraciones prehispanicas para configurar una imagen de los vastos territorios nortefios, pues les atribufan un valor de verdad incuestionable. Esta empresa intercultural fue pa- ralela a la colaboracién entre colonizadores espafioles y mesoame- ricanos que permitié la expansién hacia el norte y deja ver que los segundos fueron mas que simples seguidores y ayudantes de los primeros. A su vez Ruiz Medrano relata, a partir de un expediente judi- cial del siglo Xvi, los intentos de un propietario agricola criollo de Tlaxcala por defender sus tierras utilizando titulos de propie- dad tlaxcaltecas falsificados. Este ejemplo evidencia cémo el esta- tus relativamente privilegiado que obtuvieron los tlaxcaltecas en el siglo XVI, como premio por su alianza con los conquistadores esparioles, seguia teniendo fuerza simbdlica dos siglos después, al grado de que merecfa que un criollo intentara apropiarselo. Para el siglo Xvi las obras y documentos del siglo XvI habian ad- quirido un valor de autenticidad que rebasaba las fronteras étni- cas; dicho valor puede explicar el auge que tuvieron en la época las “falsificaciones” de documentos antiguos, como los cédices Techialoyan y los titulos primordiales. Resta sdlo subrayar que la obra colectiva que aqui se ofrece retine textos que, mas que establecer interpretaciones definitivas sobre un autor o fuente particular, hacen interactuar a las fuentes prehispanicas y coloniales elaboradas por indios, mestizos y es- pafioles con su contexto de elaboracién, tratando de reconstruir la compleja dinamica de imposiciones, intercambios y didlogos entre culturas que las vio nacer. 19 Historiografia y separatismo étnico: el problema de la distincién entre fuentes indigenas y fuentes espafiolas Danna Levin Rojo* uAM-Azcapotzalco INTRODUCCION EL PRESENTE TRABAJO retine reflexiones en torno a la taxonomia binaria y artificial que la historiograffa contempordnea impone a las fuentes documentales e historiograficas del pasado colonial hispanoamericano. Es decir, las crénicas, historias y tratados escritos por frailes, cronistas oficiales y toda clase de individuos a titulo personal; las hojas de méritos y servicios de los conquis- tadores y las relaciones o reportes militares que éstos escribieron sobre las expediciones en las que participaron; la correspondencia personal y oficial que se conserva de aquella época; los cddices, lienzos y mapas elaborados por escribas indigenas o mestizos antes * Profesora-investigadora en la Universidad Auténoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco. Este trabajo surge de investigaciones que he realizado a lo largo de varios afios con el apoyo financiero de las siguientes instituciones: Universidad de Londres (Irwin Trust, Central Research Fund), Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia (Conacyt, proyecto U40611-S), Programa de Apoyo a Proyectos de In- vestigacién e Innovacién Tecnolégica de la Universidad Nacional Auténoma de México (PAPIT, proyecto IN308602), UAM Azcapotzalco (Area de Historia e His- toriografia), Red México-Norte (Mexico North Research Network). Agradezco a Ethelia Ruiz Medrano sus comentarios a la versién preliminar de este trabajo y también a Josefina Flores Estrella por traducir para mi los fragmentos en latin de un mapa europeo utilizado entre mis fuentes. 21 HISTORIOGRAFIA Y SEPARATISMO ETNICO y después de la conquista... En fin, toda clase de registros, graficos, alfabéticos y pictoglificos producidos en, o acerca de, los dominios americanos del imperio espafiol —particularmente en el Ambito novohispano— a lo largo del periodo colonial. El titulo que formulé para enunciar esta problematica no pre- tende sugerir un esquema de clasificacién de las fuentes acabado y fijo que englobe todos los géneros de documentos disponibles y sea valido para todos los especialistas. Mas bien busca subrayar que los historiadores, con demasiada frecuencia, hemos utiliza- do dichos documentos reproduciendo un discurso colonialista que divide al mundo hispanoamericano de los siglos Xvi al xvi en nativos e intrusos, conquistados y conquistadores, indios y espafioles. Asif, solemos usar los textos y pictografias que los au- tores indigenas, mestizos 0 europeos elaboraron con el propésito de describir el pasado precortesiano y la cultura nativa para com- prender y reconstruir, precisamente, ese pasado y esa cultura, tan- to en el periodo prehispanico como en la época colonial; mientras que ocupamos fundamentalmente textos de autores europeos que describen el proceso de exploracién y conquista, 0 que se derivan de él, para rastrear los caminos de la empresa colonizadora, sus estructuras, instituciones y rutinas. Siguiendo esta pauta, llama- mos a unas “fuentes de tradicién indigena” y a las otras “fuentes de tradicién espafiola” sin hacernos cargo necesariamente de las implicaciones metodoldgicas que se desprenden de semejante ca- tegorizacién. Es verdad que las formas de registro, los conceptos basicos, las estrategias narrativas y las preferencias tematicas de las fuentes varian de acuerdo con los propésitos y las races culturales de sus autores. En este sentido, resulta pertinente trazar los espacios so- ciales y los Ambitos discursivos en los que se inscribe la produc- cién documental del periodo colonial hispanoamericano. Es titil saber, por ejemplo, cuando una fuente se apega a las nociones y estilos propios de una tradicién indigena y cuando se articula en torno a los paradigmas de la civilizacién occidental. El contraste radical entre la nocién europea de historia universal y el parti- cularismo étnico caracteristico de los relatos indigenas que con- servan la memoria del pasado colectivo ilustra claramente este 22 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES punto,’ si bien las tradiciones indigenas y las europeas —como lo demuestran Navarrete, Inoue y Dos Santos en este libro— fre- cuentemente conviven en un mismo documento.’ Es crucial, tam- bién, sopesar las agendas politicas y personales que animan la produccién de los documentos que se emplean en la investigacién hist6rica, y para ello es necesario determinar si se deben a manos y voces criollas, peninsulares, indigenas o mestizas, aun cuando no existe una correlacién estricta entre el origen étnico de un indi- viduo, sus intereses y lealtades politicas y el tipo de cultura que lo caracteriza. El problema, entonces, es que este procedimiento clasificador, valido para algunos propésitos, muchas veces se aplica también como principio rector en la definicién de los temas de estudio y la seleccién de los grupos documentales que se consideran relevan- tes para cada tema. Asi, lo que deberia ser un instrumento meto- doldgico para acercarnos a textos individuales funciona muchas veces como una cadena, un velo que opaca el caracter intercultu- ral de las sociedades que resultaron de la conquista espajfiola y di- ficulta el andlisis de los procesos dialégicos que les dieron forma. Cabe sefialar que ciertamente este patrén metodoldgico ha co- menzado a modificarse en los tiltimos veinte afios con el traba- jo de autores como Luis Reyes, Eustaquio Celestion, Constantino Medina, James Lockhart o Susan Kellogg, entre otros, que han su- brayado la importancia de cotejar los documentos escritos en len- guas indigenas con las fuentes elaboradas por mestizos y espafio- 1 Véase el articulo de Federico Navarrete en este volumen y también su tesis doctoral (Mito, historia y legitimidad politica: las migraciones de los pueblos del valle de México, 2000). 2 Bs el caso, por ejemplo, de cédices pictoglificos como el Mendocino (Fran- ces Berdan y Patricia Anawalt, The essential Codex Mendoza, 1997, p. xii) 0 la obra de autores indigenas y mestizos como Chimalpain o Alva Ixtlilxéchitl. Yukitaka Inoue, “Visién sobre la historia de un indigena del siglo Xvi novohispano: las diferentes historias originales de Chimalpahin”, 2001; Federico Navarrete, “Medio siglo de explorar el universo de las fuentes nahuas: entre la literatura y el nacio- nalismo”, 1997, pp. 155-156; David Brading, Orbe indiano. De la monarquia catdlica a la reptiblica criolla, 1492-1867, 1991, pp. 302-304; Enrique Florescano, Memoria mexi- cana, 2001, pp. 393-398. 23 i, HISTOMOGRANIA YUE ARATIOMO LINICO Jes para Jograr una mejor comprension de los proceson de adapt, ci6n y resistencia de Jay sociedades ind{genas a) mundo colonial,’ asf como la complejidad de ese mundo al que, despues de todo, indios y europeos dieron forma de manera conjunta, Camino bso que ya sefialaba el trabajo seminal de Charles Gibson pobre lo» az. tecas bajo el dominio espafiol (1964) al Hamar Ja atencién wobre \a importancia de estudiar el mundo indfgena en 6u interaccién con Jas instituciones coloniales y no s6lo como vestigio de un pavado precortesiano a desenterrar/’ o bien la obra de Serge Gruzinski en torno al proceso de occidentalizacién del pensamiento indigena y sus formas de expresién, un proceso cuyo resultado fue preci- samente, segtin este autor, la conformacié6n de una nueva cultura local, mestiza aunque subordinada a Jas formas europeas de con- cebir y comunicar.’ Sin embargo, aun cuando este procedimiento se ha establecido con cierta solidez para el examen de Jas socie- dades y culturas amerindias, brilla todavia por su ausencia en ¢) estudio de las transformaciones y adaptaciones que sufrieron los conquistadores europeos, que siguen apareciendo en la historio- grafia —con algunas excepciones, como la obra del propio James Lockhart— como sujetos impermeables y refractarios. El argumento que intento desarrollar aqui se deriva de mi ex- periencia en el manejo de los materiales en los que est apoyada mi tesis de doctorado, cuyo tema central fue la compleja relacién epistemoldgica que los conquistadores del siglo xvi establecieron con el mundo indigena que estaban colonizando. Mas especifica- 3 Luis Reyes Garcia, Eustaquio Celestion Solis, Armando Valencia Rios, Con- stantino Medina Lima y Gregorio Guerrero Diaz, Documentos nahuas de |a ciudad de México del siglo xvi, 1996; James Lockhart, The Nahuas after the Conquest. A so- cial and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixtheenth through Eighteenth Centuries, 1992; James Lockhart, “Double mistaken identity”, 1999; Susan Kellogg, Law and the Transformation of Aztec Culture, 1500-1700, 1995. Véase también Teresa Rojas Rabiela, Elsa Leticia Rea Lopez y Constantino Medina Lima, Vidas y bienes olvidados: testamentos indigenas novohispanos, 1999-2000. 4 Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio espafiol 1519-1810, 1978. 5 Serge Gruzinski, La colonizacién de lo imaginario. Sociedades indigenas y occiden- talizacion en el México espafiol. Siglos XvI-xviti, 1991. ° Danna A. Levin Rojo, A Way Back to Aztlan: Sixteenth Century Hispanic-Naiuat! Transculturation and the Construction of the New Mexico, 2001. 24 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES mente, el foco de ese trabajo fue el papel que desempefiaron las tradiciones de migracién de los pueblos indigenas del centro de México en la construccién de la imagen que los espafioles se for- maron del nuevo territorio y sus habitantes conforme exploraron los caminos del noroeste novohispano y ocuparon reducidos en- claves en su vasta geografia. Particularmente me refiero a los rela- tos que se refieren a las ocho tribus nahuas y que incluyen la saga comunmente conocida como “la peregrinacién azteca”. Y es que, en contra de lo que suele sostener la produccién historiografica moderna,’ son ellas y no las leyendas europeas sobre la Antilla, los Siete Obispos de Portugal que supuestamente escaparon a la inva- sion arabe de la peninsula Ibérica seguidos por un grupo de fieles, u otras quimeras del imaginario medieval, las que junto con otros factores de orden econémico y estratégico configuran las empresas de colonizacién en la porcidn occidental del septentrién novohis- pano que llevaron a la conquista de lo que hoy es Nuevo México. Cabe aclarar que las primeras incursiones en esta regién ocu- rrieron en 1540 y que, antes de quedar sometida al dominio es- pafiol en 1598, los conquistadores se referfan a ella como Cibola o “las Siete Ciudades”. Sin embargo, el término Nuevo México que finalmente se impuso como nombre al territorio que Juan de Ojiate conquisté y un 4rea circundante de proporciones por mu- cho tiempo indeterminadas, probablemente se formulé ya desde la década de 1560.8 Datan de aquellos afios varios documentos 7 Me refiero a obras tan diversas en espiritu y fecha de elaboracién como las siguientes, por poner tan sélo algunos ejemplos: Enrique de Gandia, Historia critica de los mitos de la conquista americana, 1929; Carl O. Sauer, The Road to Cibola, 1932; George P. Hammond, The Search for the Fabulous in the Settlement of the Southwest, 1956; Lewis Hanke, Aristotle and the American Indians. A Study in Race Prejudice in the Modern World, 1959; Mario Hernandez Sanchez Barba, “La influencia de los li- bros de caballeria sobre el conquistador”, 1960; Stephen Clissold, The Seven Cities of Cibola, 1961; Warren Beck, New Mexico: A History of Four Centuries, 1969; Luis Weckmann, La herencia medieval de México, 1984; David J. Weber, Myth and the His- tory of the Hispanic Southwest, 1987; Juan Gil, Mitos y utopias del descubrimiento, 1989; Donald Cutter, Espaiia en Nuevo México, 1992; Beatriz Pastor Bodmer, The Armature of Conquest. Spanish Accounts of the Discovery of America 1492-1589, 1992; Carol Ri- ley, “Spaniards in Aztlan”, 2001. ® Una discusién més amplia de este asunto se puede ver en Danna A. Levin Rojo, “The Road to Aztlan Ends in New Mexico”, 2001, pp. 254-256. 25 HISTORIOGRAFIA Y SEPARATISMO ETNICO que aluden, a veces de manera tangencial, a un hipotético lugar escondido en la tierra incégnita al noroeste de la Nueva Espana cuya identidad se define, en distintos sentidos, como la de “otro nuevo México”.’ En este trabajo retomo algunos ejemplos del ras- tro documental que dejé este proceso para proponer que el cua- dro de la actuacidn de los conquistadores europeos queda incom- pleto y opaco si no cotejamos las fuentes que ellos nos legaron con las que, siendo fruto del mundo indigena precortesiano (0 es- tando volceadas hacia él) parecerian no tener en primera instancia ninguna relacién. Antes de revisar algunos ejemplos concretos del tipo de ma- nejo documental que sugiero para el estudio de los procesos de transculturacién" en la colonizacién de Hispanoamérica, voy a permitirme reconstruir brevemente el camino que me llevé a este planteamiento, para que se comprenda el sentido de cuestionar el principio de clasificacién que agrupa a las fuentes de tema y tra- dicién indigena en un rubro separado, y a veces opuesto, a las de tema y tradicién espafiles. ° El documento més temprano que utiliza el término Nuevo México como top6nimo, aunque no necesariamente referido a lo que més tarde fue la provincia de ese nombre, es una carta de Jacinto de San Francisco, fechada el 20 de julio de 1561 (en Joaquin Garcia Icazbalceta, Coleccién de documentos para la historia de Méxi- co, vol. II, 1889, pp. 241-243). Otros documentos posteriores dan testimonio del de- seo de Francisco y Diego de Ibarra por descubrir el nuevo México: “Descubrimiento de Copala o Topiame por Francisco de Ibarra”, mayo de 1563, Archivo General de Indias, Patronato 21 y “Carta de Francisco de Ibarra”, c. 1562, Real Academia de la Historia, Papeles de Jesuitas, nim. 115. 10 Término que acufié Fernando Ortiz en 1940 como una alternativa al con- cepto anglosajén de aculturacién para expresar la gran variedad de fenémenos de trasformacién cultural que ocurrieron en Cuba como resultado de la confrontacién e imbricacién de grupos humanos con diferentes origenes geogrdficos, étnicos y culturales que convergieron en la isla en el marco del proceso de colonizacién, al- gunos dislocados por la fuerza como los esclavos africanos, otros migrantes volun- tarios y otros mas locales (Fernando Ortiz, Cuban Counterpoint: Tobacco and Sugar, 1995 [1940], pp. 97-102). El concepto es, en efecto, mucho més adecuado que la nocién de aculturaci6n para hablar de los fenémenos de transformacién y creacién cultural que acompajian a las situaciones de conquista que involucran migracio- nes masivas definitivas, pues sugiere una doble via de adopcién y adaptacién, un tipo de interaccin dialégica y no la simple operacién unidireccional de un sujeto sobre un objeto. 26 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES PROBLEMAS DE UNA CLASIFICACION BINARIA DE LAS FUENTES: EL CASO NOVOHISPANO Cuando comencé la investigacién arriba delineada, parti de una de las premisas fundamentales que dan sustento a gran porcién de los estudios sobre la conquista de América escritos en el siglo xx. A saber, que los espaifioles del siglo xvi no sdlo entendieron el Nuevo Mundo a través de la visién del mundo que su propia cultura dictaba y actuaron en él limitados por ésta, sino que impusieron su dominio a los pueblos amerindios —y con él su cosmovisién— sin que su propia forma de percibir, interpretar y actuar experimentara modificaciones de consideracién. Desde esta perspectiva cobra gran significacion una enorme variedad de portentos del imaginario clasico y medieval que los espafio- les “trasplantaron” al Nuevo Mundo y que, de acuerdo con esta postura, lejos de contaminarse al entrar en contacto con fantasias locales de apariencia similar, quedaron confirmados en su calidad de filtro y acicate. Se ha repetido hasta el cansancio, por ejemplo, que el mito de las Amazonas, tan arraigado en la herencia greco- latina de Europa, se reforzé con mitos amerindios en las selvas sudamericanas 0 el occidente de México."! De la misma manera se afirma que el Chicoméztoc de los “mitos aztecas”, las Siete Cuevas de donde partieron las ocho tribus nahuas en algunos relatos de origen del altiplano central, fue confundido con las ciudades per- didas de los Siete Obispos.” Armada, pues, con los argumentos de una larga tradicién his- toriografica que atribuye la contextura de los mundos ideales de los conquistadores a una mentalidad medieval encerrada en “lo 1 Enrique de Gandia, Historia critica de los mitos de la conquista americana, 1929; Irving Leonard, “Conquerors and Amazons in Mexico”, 1944; Ida Rodriguez Prampolini, Amadises en América. La hazafia de Indias como empresa caballeresca, 1948; Irving Leonard, Books of the Brave. Being an Account of Books and of Men in the Span- ish Conquest and Settlement of the Sixteenth Century New World, 1992 [1949]; Luis Weckmann, “The Middle Ages in the Conquest of America”, 1951; Juan Gil, Mitos y utopias del descubrimiento, 1989. " Stephen Clissold, The Seven Cities of Cibola, 1961, pp. 75-76; Beatriz Pastor Bodmer, The Armature of Conquest, 1992, pp. 106-109; Donald Cutter, Spain in New Mexico, 1992, pp. 14-15. 27 HISTORIOGRAFIA Y SEPARATISMO ETNICO maravilloso” y apoyada en la tesis, muy socorrida, de que fue ésta un estimulo tan poderoso para la exploracién y conquista como el espiritu de cruzada, las razones de Estado vinculadas con la carre- ra imperial de las potencias de Occidente, 0 la ambicién personal de poder y riqueza, me lancé a buscar en las fuentes del siglo xvi monstruos y quimeras importados del Viejo Mundo. Tenia en mente dos momentos particularmente fecundos de esta cadena de interpretacién histérica, cada uno articulado en torno a preocupaciones intelectuales peculiares y animado por ra- zones politicas distintas, pero apoyados ambos en el anilisis del mismo grupo de fuentes y compartiendo algunas premisas fun- damentales. Por una parte, el trabajo de autores como Enrique de Gandia, que sistematiz6 a finales de la década de 1920 las leyen- das més sobresalientes que atin hoy se consideran aliento funda- mental de los conquistadores, trazando su origen hasta el mundo clasico y sefialando los mitos americanos que les habrian pres- tado renovada autoridad; la revisi6n que Irving Leonard e Ida Rodriguez Prampolini hicieron de la historiografia colonial en la década de 1940 para destacar los momentos en que los europeos proyectaron sobre el terreno desconocido las novelas de caballe- rias y otros referentes de su bagaje cultural; o las reflexiones de Luis Weckmann (1951) y Lewis Hanke (1959) sobre la mentalidad medieval de los conquistadores y el papel que tuvo en su desem- pefio la concepcién grecolatina del mundo que heredaron. Por otra parte, una corriente de interpretacién critica del discurso co- lonial que arrancé en la década de 1980 y se concentra en decons- truir las definiciones de América elaboradas al calor de la conquis- ta, a fin de demostrar que la dominacién que impuso Occidente rebasa el 4mbito de la tecnologia militar, las estructuras juridico- administrativas y la explotacién econémica, y depende también, en gran medida, de las estrategias discursivas de representacién, 0 la capacidad de significacién, que los europeos hicieron operar sobre el mundo indigena. En este ambito cabe mencionar a auto- res como Peter Mason, Stephen Greenblat 0 José Rabasa.!* 3 Las referencias de todos estos autores han sido citadas en notas anteriores. ¥ Peter Mason, Deconstructing America. Representations of the Other, 1990; Ste- 28 INDIOS, MESTIZOS Y ESPANOLES El propésito inicial de mi investigacién, entonces, se dibujé sobre la base de esta literatura. Queria entender cémo es que los mundos fantdsticos se transforman en mundos tangibles, de qué manera se relacionan la percepcion, la figuracién y la practica generando caleidoscopios de raices multiples que se expresan en la forma de narrativas y como éstas se constituyen a su vez en base programa- tica para la accion de los hombres. Y, efectivamente, de alguna for- ma pude responder parcialmente estas preguntas —junto con otras muchas que surgieron en el camino— pero lo hice por una via y con unos resultados muy distintos de los que habia sospechado. De mis hallazgos sdlo me importa sefialar aqui tres puntos que ilustran el riesgo que conlleva otorgar demasiada importancia al origen y la tematica étnica de las fuentes, asi como las perspec- tivas reveladoras que se abren cuando prestamos atencién a su contexto intercultural. Primero: las figuras legendarias medievales y grecolatinas que ciertamente configuraron —como lo ha demostrado Peter Mason— las primeras imagenes de América durante la etapa de colonizacién en el Caribe perdieron importancia como referentes en la interpretacién de la extrafieza americana después del en- cuentro con las sociedades complejas de Mesoamérica. Alli, en el litoral yucateco y la regién de Zempoala, en Tlaxcala y el valle de México, los espafioles reconocieron por primera vez una forma de civilizacién andloga a la propia; es decir, instituciones, formas po- liticas y objetos que pudieron nombrar en castellano con los mis- mos términos que utilizaban para definir sus propias formas de gobierno, sus ciudades, sus mecanismos de intercambio y regula- cién social."* A pesar de ello la historiografia contempordnea so- bre el pasado colonial americano sigue acudiendo con frecuencia phen Greenblatt, Marvellous Possessions. The Wonder of the New World, 1991; José Rabasa, Inventing America. Spanish Historiography and the Formation of Eurocentrism, 1993. 35 Una discusién detallada de esta cuestién puede verse en Danna Alexandra Levin Rojo, “Nuevos nombres viejos lugares: Espaiia y México reproducidos como topénimos en el nuevo mundo”, 2003, pp. 7-36. Otros autores que han sefialado esta circunstancia son James Lockhart, “Double mistaken identity”, 1999, y Hugh Thomas, The Real Discovery of America: Mexico, November 8, 1519, 1992. 29 HISTORIOGRAFIA Y SEPARATISMO ETNICO ala eda de quimeras de viejo curio europeo para despachar gos y de un plumazo el impetu de los conquistadores, a menudo apoyada en fuentes cronolégica o tematicamente asocia- das con la navegacién Atlantica 0 los afios iniciales del “contacto”. Segundo: en la Nueva Espajia muchos conquistadores acepta- ron la autoridad de los relatos autéctonos que recogian la memoria hist6rica local, al grado de suponer, por ejemplo, que era posi- ble y deseable reencontrar el lugar de origen de los mexicanos. Hubo incluso quien llegé a trazar sus proyectos de conquista con este propésito expreso y, de hecho, contamos por lo menos con el ejemplo de un soldado-poeta, Gaspar de Villagrd, que proyects los episodios de la “peregrinacién azteca” sobre los rasgos geo- graficos del territorio que recorrié en 1598 cuando, bajo el mando de Juan de Ofiate, participé en la conquista de Nuevo México."* Nadie, sin embargo, ha contrastado estos testimonios con las “fuentes de tradicién indigena” que versan sobre la migracién de los aztecas y otros pueblos nahuas del centro de México. No quie- ro afirmar con esto que el mitico Aztlan fuera efectivamente el ac- tual Nuevo México, sino seftalar que, independientemente de las conclusiones que saquemos hoy acerca de la existencia historica y la posicién geografica de aquella primigenia patria mexica, para los espafioles del siglo Xv1 tenia una consistencia més sélida que un simple espejismo. Tercero: las tradiciones de origen que giran en toro a procesos migratorios, centrales para la articulacién de la identidad colec- tiva y el establecimiento de relaciones interétnicas en el mundo mesoamericano del posclésico,” adquirieron renovada relevan- cia para los indfgenas mismos en el siglo XVI, conforme la colo- nizaci6n espafiola rebasaba el limite noroccidental del antiguo imperio azteca. No es casualidad que la mayoria de los relatos de migracién contenidos en las fuentes que tenemos hoy, patt- cularmente los que escribieron autores indigenas 0 mestizos en alfabeto europeo, se compusieran en la segunda mitad del siglo 16 Gaspar de Villagré, Historia de la Nueoa México, 1992 [1610]. Y Alfredo Lopez Austin y Leonardo Lopez Lujan, Mito y realidad de Zina 1999. 30

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