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UD St se WR Teen Te ene nen au Pee sree acy cee Pe ee ese Cad eee Cite teriz6 por su confrontacién con el mundo modemo y la i Pte eeer ere Leiner rere advertia de la inftracién comunista en la movilzacién Ae ue ees oR rere eee ecco er relaciones. Sin embargo, en las dos tiltimas décadas de esc See Mc a Meneame motes las causas de la violencia y en la defensa de los Derech Geen gece cea a Perse sak ceo) oe Tu) Este libro aborda la historia de las relaciones entr econ ag kere ta eee aiios noventa del sigho XX —cuando la jerarqula catéica incu siona en el tema de los derechos humanos, el derecho in Cmca ere ee nee ners conflicto armado— y los primero afios del siglo XX EOC eer ena a rete to armado interno en Colombia durante el periodo de inve cin, con anotaciones sobre la cultura politica colombian estructuras simbalicas y los principales imaginario eee ane sty ii Bg =! 2 m BS a 3 ae g 3 & < Ey 2 fd Ff a a ® a ae ° 2 ° PIER Lh al LTT TT TPs Laura Camila Ramirez Bonilla Entre altares y mesas de didlogo El episcopado colombiano en acercamientos de paz con grupos armados ilegales (1994-2006) | NACIONAL OTT Entre altares y mesas de didlogo El episcopado colombiano en acercamientos de paz. con grupos armados ilegales (1994-2006) ‘Laura CamiLa Ramirez BONILLA Mises. iEPRi Hen 282.80 \NOX LAD Bibliotsaa Dantel Costo Viffeoas EL COLEGIO DE MEXICO. A.C. ames, urs Cada Ent alatesy mess de diego epscopdoclombiano en ercanens dps con grupos armadce pa (194-208) / ara Cais Rare ~ Hope eau Random Hose Grupo Biol, 215 “16 pgs 1423 em, ~ (otc TEPRL. 2 fo) Incan ibgrt 1SaN 978.958 880609.1 1 gle Cai -Cotrbi- Apecto soci 1942016 2. Diogo de pe Cabin -1996.06 3, Grapes brent Calombi 1994-205 4, Conti armada - Colaba 1994-20061 Tk T Ste 533.682 auee57 (CEP-Buoco de a Repbe hwcsLas Angel Arig nse y ms edge: lepicoped cxlombian en cerca dept on propos mado eps (1994200) Pere ayo de 201s Lara Conia Rares (©2015 asta de Hsdes Plas Reasons Intemaionales ‘Univerknd Nacional de Clot (02015 dela pete einen cata para tide mando Pein Random Howe rap Boral SA'S. Bagot -Colombla pre gr) 78.070 ‘engin Random House Gran Eri apoy poe dl coy. opyright tinned desende venient densest ono rue ae ent y ree a curve Grace por comprar on ein ainda eter por espe eel opr ao reproduce a divbu cgas| re dec obra or gn mello emis. Alacer 4 vespadan alos ares. Y permten gr FC contigs pcan ies paren tae prs en Coombe Pita Colombia Isa. 7895848064841 Compute ocr Cron Timpres en Nomos Impress | Eee GrupoBditerial fpice PROLOGO Hacia un acercamiento al papel de la jerarquia catélica en la bisqueda de la paz InrRODUCCION Delimitaciones concepenales.. Paz. Asuntos politicos y episcopales Ta modernided y los asuntos religiosos ANTECEDENTES: INICIO DE LAS POLITICAS DE PAZ.. DE LA MODERACION AL PROTAGONISMO! INTERVENCION ACTIVA EN TA PAZ... Ernesto Samper: oposicién y aceivismo (1994-1998) ‘Andrés Pastrana: expectativas, respaldo y desilusién (1998-2002). 167 Alvaro Uribe: entre el respaldo. y €l distanciamiento (2002-2006) 215 JERARQUIA ECLESLASTICA Y PASTORAL: PERCEPCIONES, TMAGINARIOS Y ACCIONES POR LA PAZ. 267 ‘A favor y en contra: imagen, interpretaciones, petcepciones y estereotipos ALGUNAS MIRADAS Y TENDENCIAS A PARTIR DE CRONICAS ¥ TESTIMONIOS DESDE ZONAS RURALES 305 La biografia de los obispos en las percepciones sobre el conflicto y la paz. e985 349 355 Pastoral para la paz eu ‘Violencia contra la Iglesia. Coxciusionss 375 SIGLAS REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. indice de imagenes Imagen N° 1: “Bl Elefante” El Tiempo, 8 de julio de 1996, p. 3A.. Imagen N° 2: “Y el elefante a la espalda”, por Héctor Osuna, en El Espectador, 16 de febrero de 1996... 125 Imagen N° 3: “Samper crucificado”, El Espectador, 17 de mayo de 1996, p. 2B.. Imagen N° 4: “Via crucis de a Iglesia", por Bacteria, El Tiempo, 5 de abril de 2007 nur 123 127 Graficos Grifico N° 1; Encuesta de favorabilidad didlogos Iplesia-guerrilla (1994), ain 66 Grifico N° 2: Organizaciones y convocantes de la movilizacién por la paz (1978-2003) 132 Gréfico N° 3: Consolidado imagen favorable Iglesia catélica (2000-2009) woven 282 Grifico N° 4: Nivel de confianza que las personas tienen en las instituciones 2007 285 Grifico N° 5: Totalizacién violencia contra la Iglesia. 1364 Tablas Tabla N? 1: Datos por ciudades encuesta de favorubilidad didlogos Iglesia-guerrilla (1994). 67 Tabla N° 2: Elementos discurso episcopal frente a la crisis del pais (1994-1998). 165 ‘Tabla N° 3: Nivel confianza discriminado Iglesia catlica 283 ‘Tabla N° 4: Nivel de influencia disceiminado Iglesia cat6lica ..ue284 ‘Tabla N” 5: Nivel de confianza que las personas tienen en las instituciones, discriminado género y estrato 288 ‘Tabla N” 6: Nivel de confianza que las personas tienen ‘en las instituciones, discriminado nivel educativo 288 ‘Tabla N’ 7: Nivel de confianza que las personas tienen a las instituciones, diseriminado poblacién, 289 ‘Tabla N° 8; Violencia contra la Igl oe 355 ‘Tabla N° 9: Totalizaci6n discriminada de violencia contra la Iglesia (1984-2007), 363 ‘Tabla N° 10: Matriz de intervencién y reconocimiento Ja parricipacién de la Iglesia carGlica en acercamientos y didlogos de paz (1994-2009), 2392 Pr6LOGO HACIA UN ACERCAMIENTO AL PAPEL DE LA JERARQUIA CATOLICA EN LA BESQUEDA DE LA PAZ Por: Fernin EB, Gonzilez G, Elppresente libro, Entre altaresy mesas de didloga El episcopado colombiano en acercamientos de pag com grapas armados iegales (1994-2006), producto de la tesis de maestria realizada por Laura Camila Ramirez Bonilla en el Instituto de Estudios Politicos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, pretende ir més allé de las petcepciones estereotipadas sobre las formas de presencia de la Iglesia catélica en la sociedad colombiana. Asi, evidencia el interés gue la autora ha mostrado, desde sus estudios de pregeado, en las tclaciones entre politica y religién, particularmente en lo que tiene ‘que ver con la bisqueda de la paz y la violencia en nuestro pais, en ‘un momento en que la opinién piblica puede girar entre el rechazo ‘casi gencralizado a la salida negociada de la guerra y el apoyo a po- sibles soluciones politicas. En las décadas recientes, el episcopado y el cleto catélicos han venido redisefiando su diagnéstico general sobre los fendmenos sociales y politicos del pais. Sin duda, esta tendencia los ha llevado a modificar su posicién y sus acciones sobre las causas del conflicto azmado intetno y sus posibles soluciones. A pesar de algunas dife- rencias de matices y opiniones, en las tiltimas décadas la jerarquia cclesidstica ha logrado un consenso en torno a una concepcién po- sitiva de paz, propia del Concilio Vaticano IT, hasta el punto de asu- u Préxoco mir, incluso, que la soluci6n negociada de la guerra es parte integral de su misién en la sociedad actual colombiana. Esta nueva posicién contrasta con la historia anterior de la pre- sencia de la Iglesia en el pais, caracterizada durante dos siglos por la confrontacién con el mundo moderno y el Partido Liberal. Y en los, afios setenta, por una mentalidad de Guerra Fria, que hacia temer el peligro de la infiltracién comunista en la movilizacién social y tuna mirada motalista que presentaba el alvido de Dios como causa principal del conflicto armado. En cambio, a finales de los ochenta ‘empe76 a abritse camino una mirada que insistia en la multiplici- dad de las causas de la violencia y en la defensa de los derechos hhumanos, al lado de un acercamiento a los didlogos de paz con los grupos armados y un creciente apoyo a las vietimas del conflicto, «en especial a los desplazados forzosos. Se creé entonces, en 1986, 1a Comisién por la vida la justiciay la par, haciéndose notoria la pactici- pacién de la jerarquia y el clern en fmbitos de Ia paz no explorados antes, hecho que se puede rastrear en la reflexién que sobre el tema realizaron las asambleas episcopales. Esta evolucién es analizada por la autora, quien va mostrando cémo la jerarquia de Ia Iglesia ‘colombiana va pasando de una actitud de reticencia y desconfian- za ante el proceso de paz, liderado por Belisario Betancur, a una actitud moderada, primero, y luego a un intervencionismo activo a favor de la paz a principios de los noventa, Posteriormente, sefala una actitud critica frente al gobierno de Samper y destaca el paso de un respaldo optimista a una piblica desilusién frente a los en- sayos del presidente Pastrana. Para finalmente, contrastar ¢l apoyo de sectores eclesisticos a la administracion de Alvaro Uribe con el Aistanciamiento que produjo en los obispos la concepcién guber- namental sobre la violencia armada y la paz. Pero, segrin la autora, a discusién generada en torno a la conve- nicncia y efectividad de la intervencién de la Iglesia en la bisqueda de la paz mostr6, como casi siempre, la desinformacién general y 12 Proveco las percepciones estereotipadas frente a la forma como la Iglesia hace y ha hecho presencia en la sociedad colombiana. Por ejemplo, Ja negativa del Fiscal General de la Naciéa, Gustavo de Greiff, en 1994, que obispos y sacerdotes realizaran “didlogos pastorales” en algunas regiones del pais, sin previa autorizacién del Gobierno y su acusacién de “estafetas de la guerrilla” a algunos prelados produjo tuna intensa controversia sobre el papel de la Iglesia en la sociedad actual, Incluso, algunos se refetfan al dinamismo de la jerarquia en ‘materia de paz. como un intento de reconquistar la presencia pi- blica, como lo insinud E/ Tiempo, y ganar terreno perdido por los avances de la Constitucién de 1991 frente al pluralismo religioso y Estado laico. ‘Asi, no siempre Ja participacién eclesifstica ha sido apoyada por sectores del Gobierno y algunos ciudadanos, la autora tam- Dién rastrea petcepciones escépticas y desaprobatorias en espacios de opinién como los foros de los portales de Internet de prensa colombiana, encuestas y entrevistas. En ellas se considera que las acciones de la Iglesia han producido pocos resultados y que los grupos armados ya no ven a la institucién eclesifstica como una figura con la que puedan definir acuerdos, A esta visién se suma la negativa de otros sectores a que la Iglesia se involucre en asuntos «que tengan alggin trasfondo politico, en tanto suponen un desafio a lalaicidad del Estado. Sin embargo, normalmente, destaca la autora, Jos medios de comunicacién suelen otorgar un significado politico alas decisiones y acciones de los obispos sobre su organizacién in- terma y su intervencién en la paz.* Esto remite a un reconocimiento piblico de la intervenci6n eclesiéstica en el tema, su relevancia en algunos escenarios y el tono mediaitico que en ocasiones logran al- canzar los jerarcas, * AL respecto, la automa plantea que se suele interpretar cualquier intervencidn individual de un obispo coma la posta general de a instiucin ecesistica 13 Préoco Estas tendencias reflejan la ausencia de un consenso pleno en- tre los asuntos que discute la Conferencia Episcopal, que, en conse- cuencia, pone en entredicho el dejo generalizador que acostumbra a utilizar la prensa al hacer alusi6n a la Iglesia Catélica. Y precisa- mente, los anilisis de Laura Camila Ramirez destacan, ademis, la estructura altamente descentralizada de la organizacién eclesidstica, ya que la Conferencia Episcopal es un cuerpo colegiado de miem- bros tedricamente iguales, con una amplia autonomia en sus juris- dicciones con independencia del rango eclesiastico que tengan. No es, pues, una instancia supetior a los obispos, sino un ambito de consulta y mutua iluminacién entre ellos. Muchos de estos estereotipos reflejan que usualmente no se ha tenido en cuenta que la Iglesia catélica ha redefinido su explicacién sobre las causas de la violencia y la situaci6n del pats, desligindose de su interpretacién de los affos setenta, marcada por el contexto de Ia Guerra Fria. Fl estudio de esta evolucidn ha Hevado a si tora a sustentar que la Iglesia Catdlica intervino, “pot medio de la jerarquia eclesidstica, de manera constante aunque difetenciada, en las dinamicas propias del conflicto armado colombiano y en la biis- queda de la paz entre 1994 y 2006”, En esa medida, la institucién tetminé considerando a la via politica negociada, no solo como la forma mis idénea de resolver el conflicto armado, sino como una nueva “fuente de sentido” del actuar eclesistico en la sociedad co- Jombiana: un campo de accién que le garantizaba un protagonismo permanente en ella, afirma la autora. Para este anilisis, Ramirez Bonilla aborda, en primer lugar, la historia previa de las relaciones entre Iglesia y Estado para compararla con la evolucién de estas posiciones en los afios noventa del siglo XX y los primeros afios del siglo XI. Se muestra que, después de una etapa de relativa ausen- cia de la Iglesia en la escena publica en la primera parte de la década de los ochenta, la jerarquia cat6lica incursion paulatinamente en el tema de los derechos humanos, el derecho internacional humani- 14 Prévoco tario y la biisqueda de una salida negociada al conflicto armado. Se presenta asi un nuevo modo de intervencién de la Iglesia en la so- ciedad colombiana y un nuevo estilo de articulacién con el Estado, del que a veces toma distancia pero con el cual establece mecanis- mos de colaboracién y diglogo. Lo mismo que se intenta un nuevo estilo de acercamiento con la poblacién civil y sus iniciativas de paz, tuna actitud de proteccién a las victimas y unos intentos de diélogo directo con los actores armados ilegales. Esta nueva actitud de la jerarqufa leg6 a su momento culmi- rnante con la aparicién del documento “Hacia una pastoral para la paz”, en 1994, donde la Conferencia Episcopal adopta una vision ‘mis plural y compleja del problema. Para comprender mejor la re- levancia de estas transformaciones, la autora ubic6 el papel de la ctistiandad como elemento relevante en la construccién de la mo- dernidad occidental, al tiempo que revisaba las principales perspec- tivns de Ia teoria de resolucién de eonflictos, trabajos especializados y lecturas académicas de las diferentes etapas de los procesos de paz y elementos de la doctrina social de la Iglesia. Ademis, sefalaba Jos momentos més importantes del conflicto armado en Colombia durante cl periodo de investigacién, con anotaciones sobre la cul- ‘ura politica colombiana, las estructuras simbélicas ylos principales imaginarios de la sociedad ante las actividades de la Iglesia. Esto le permitié reconocer percepciones y reacciones diversas del clero y los obispos, la opinién pablica, la poblacién civil y las partes en conflicto frente a Ja incursidn de los religiosos en materia de paz. Después de esta revisidn historica y tedrica, la autora analiz6, casi exhaustivamente, las fuentes primarias disponibles como los principales periddicos y revistas de cobertura nacional y regional (1993-2009), documentos oficiales del Vaticano y la Conferencia Episcopal, procesos de paz, encuestas de opinion publica en me- dios de comunicaci6n y centros académicos, foros de opinién sobre la Iglesia Catdlica en las paginas web de los principales medios im- 15 Prévoco ppresos nacionales del pais, yfinalmente, la observacién y realizacién de algunas entrevistas —informales— a feligreses y poblacién civil cen general. Este bagaje acumulado de informacion permitié a la autora realizar lo que considero uno de los aspectos mas novedosos de su libro: una serie de entrevistas a vatios jerarcas y sacerdotes, rotagonistas en la biisqueda de la paz en Colombia. La autora pro- curé recoger también datos biogrificos de estos personajes, para establecer de qué manera sus trayectorias vitales se han relacionado © m0 con su concepcién de la paz. Estos elementos permiten marcar los diferentes enfoques sobre la paz en los presidentes de la Conferencia Episcopal de los noven- 1 ¢ inicios del siglo XXI, tales como el cardenal Pedro Rubiano Saenz (1990-1996, 2002-2005), monsefior Alberto Giraldo Jarami: Ilo (1997-2002) y monsefior Luis Augusto Castro (2005-2008). Un isis de los discursos y las trayectorias de los tres prelados lleva 2 Ia antora a concluir que de los tres el méc politico fue monse- for Rubiano, su oposiciéa al gobierno de Ernesto Samper y su inicial respaldo irrestricto a la administracion de Uribe Vélez es un ejemplo de esta tendencia. Por el lado de monsefiores Gitaldo y Castro, se muestra una mayor discrecién y un alejamiento de las posiciones politicas definidas en la coyuntura electoral y partidista, aunque Castro no compartié conceptualmente muchas de las inter pretaciones que el gobierno de Uribe defini6 sobre el conflicto y sus actores. Estas diferencias son reconocidas explicitamente por algunos de los prelados entrevistados para esta investigacién, que coinciden cen afirmar que el ambiente familiar y social que los ha rodeado, su biografia y su labor religiosa han influido en sus concepeiones sobre el conflicto y sus posibles soluciones. Pero, mis alla de estas influencias y diferencias entre unos y otros personajes, institucio- ‘almente, para la autora, se presentan elementos constantes en la accion de la Iglesia, esto es: la priorizacién de la paz como parte de 16 Prétoco lh misién evangelizadora y su concepcién no solo como ausencia de guerra sino como un estado de cosas que lleva a la justicia so- cial; la insistencia de que en Colombia hay un conflicto armado y social, que se explica mejor desde las llamadas “‘causas objetivas de la violencia”; y el convencimiento de que la forma idénea de poner fin a esc conflicto, que dese los ochenta ha entrado en una fase de degradacién, es la via politica negociada. Obviamente, esta metodologia, centrada en la scleccién de estos personajes més representativos de la jerarquia, no permitié acercarse al campo mas amplio del trabajo de la pastoral social de las didcesis ni al importante trabajo de las comunidades rcligiosas, especialmente en los niveles regionales y locales, Sin embargo, la 2u- tora destaca que, en algunas ocasiones los medios de comunicaciéa tealizan reportajes y ctdnicas especiales a religiosos que trabajan ‘en zonas rurales y urbanas en situaciones de conflicto,** haciendo frente, en terteno, a los desafios de actuar a favor de la paz en me- dio de la guerra, En el conjunto de la obra, se destaca el segundo capitulo como cl elemento central de la investigacién de Laura Camila Ramirez, pues en él se registran las opiniones personales de los prelados, asi ‘como los pronunciamientos generales de la Conferencia Episcopal de Colombia. La autora pretendia asf rastrear qué se manticne y ‘qué ha cambiado en las concepciones de la jerarquia eclesiéstica frente a la realidad del pais. Al recorter tres petiodos presidencia- les: Ernesto Samper (1994-1998), Andrés Pastrana (1998-2002) y “© Como ocurtié en el caso del padre Annin Ramos, pétrace de Bojay en la paca del atentado de 2002; 0 con el padte esis Paera, coordinador de le pasto: ‘il social en ddcesis de Quibd6; 0 el padee Francisca de Rom, SJ, director del Programa de Desarrollo y Par del Magdalena Medio y superior provincial de la Compaiia de Jesis en Colombia el padce Rafael Castillo, antiguo pirroco del barrio Nelson Mandela en Cartagena y dizector de la Pundacin Red Desarrollo, yy Paz de los Montes ee Mata; entre otro. 7 Prétoco, Alvaro Uribe (2002-2006), evidencia que el proceso se caracteriz6 por retrocesos y evoluciones constantes, de contradicciones y di- versidad de posturas. Cada periodo significé un énfasis y un modo de intervencién distinto en los temas de la guerra y la paz. No siem- pre en plena coincidencia con las posturas de los gobiernos. Como ‘ocurrié con Ia oposicién de algunos jerarcas a la administracién de Ernesto Samper, a raiz del proceso 8.000 y la presunta filtracién de dineros del narcotritfico en la campaia presidencial. Otro ejem- plo fue la distancia entre Ia jerarqufa —en especial los obispos de provincia—, con su defensa del concepto de “conflicto armado y social”, y la visién del mandato de Alvaro Uribe que definié el pro- blema tinicamente como un complot terrorista En general, este recortido por los principales aspects de este libro hace evidente tanto la complejidad de Ia tematica como la heterogeneidad interna de la institucién eclesiistica, lo mismo que Ih falta de consenso de la pablacién sobre la oportunidad y efecd- vvidad de sus intervenciones en asuntos de paz. También muestra el papel que puede jugar la Iplesia en zonas afectadas por el conflicto, donde el Estado se ha mostrado incapaz de ocupar la totalidad del territorio y de responder a las necesidades de los ciudadanos, lo que facilita el protagonismo eclesidstico como interlocutor directo con la poblacién y eventualmente con Jos actores armados ilegales. Ea especial en las zonas periféricas y campesinas, donde el sacerdote y el obispo se muestran atin como referentes de autoridad y, en oca- siones, las acciones sociales de los prelados cubren espacios vacios dejados por el Estado, como sefala la autora Sin embargo, los logros y la evoluciéa en estos temas no signi- fican, en principio, que nos hallemos ante una Iglesia catélica adap- tada por completo al mundo modemo y a una sociedad cambiante, ‘pues su lenguaje apertutista en materia de paz ¢s muy diferente de Jas posturas que asume de manera habitual en aspectos morales de los individuos, caracterizados en varios casos por teflexiones con- 18 Prétoce, servadoras y tradicionales (Gonzélez & Arias, 2006). Para la autora, la activa participacién cclesial en la bisqueda de la paz no puede reducirse tampoco a una simple estrategia. Las labores y los pro- sgramas actuales son también resultado de un proceso histérico que llevé a la Iglesia a replanteat, desde su experiencia, su mirada frente al conflicto, El recortido realizado por este libro permite concluir que las percepciones de los jerarcas frente al tema han supuesto, por lo menos discursivamente, la presencia de una concepeién més moderna de la sociedad y el Estado. Sus pronunciamientos sobre la guerra y la paz en Colombia se enmarcan dentro de la conforma- cin de una serie de elementos y valores encaminados en esa direc- ciéa. Y, de alguna manera, implican cierta adaptacién a los cambios culturales, sociales y politicos de la sociedad colombiana desde la segunda mitad del siglo XX, que implicaron Ia progresiva seculari- zaci6n y laicizacién del Estado y la sociedad colombiana, desde la libertad de conciencia, el pluralismo y la garantia de las libertades religiosas. Peto el contraste de esta nueva situacién con el pasado de las confrontaciones entre Iglesia y mundo moderno hace que el estilo de presencia eclesial en una situacién inédita plantee nuevos des: fios, intelectuales y pricticos, tanto para la organizacién eclesiés- tica como para los funcionarios estatales y la opinién publica en general, En ese sentido, mi presentacién del libro de Laura Camila Ramirez quiere subrayar la complejidad que encierran las acciones y los problemas en torno a la presencia de la jerarquia catélica en la biisqueda de la paz en Colombia. Bogoti, enero de 2012 19 INTRODUCCION El lunes 12 de enero de 2009 el presidente Alvaro Utibe Vélez anuncié ante los medios de comunicacién su autorizacién a la Santa Sede para servir de intermediario en la liberacién de un grupo de secuestrados que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colom- bia (FARO) tonian en su poder. Desde diciembre de 2008, la guesti- Ia habfa informado su intenciéa de realizar la entrega formal, Ese 12.de eneto el primer mandatario aseguré que “sila Iglesia catdlica, a nivel nacional, o incluso el Vaticano, la Secretaria de Estado del ‘Vaticano o la persona o institucién que designe Su Santidad (el papa Benedicto XVI), puede ayudar para que se dé la liberacién de los secuestrados, el Gobierno lo autoriza y le dari la bienvenida”.' Sin embargo, las facultades dadas por el presidente a una futura gestién, eclesiistica pronto se vieton matizadas por dos hechos: primero, Jas FARC confirmaron que rechazaban la propuesta del mandatatio y feiteraron que su organizacién no aceptaba la participaciéa de Ja Iglesia en Ia liberacién de los secuestrados;? y segundo, pese a 1. Elkiempo.com (13 de enero de 009), “Vaticano fue autorizado pore peesiden: te Alvato Uribe como garante en iberacéa de seewestrador” elespectadorcom (12 de enero de 2006), “Presidente Unbe propuso participacin de la Iglesia, Vaticano, ggarzne en liberaciones?”. 2. EL Espeader (13 de enero de 2009), “FARC no aceptarian intervencién del Vaticano en préximas iberaciones”. 2 srropvcci6s que desde hacia un afio la Iglesia contaba con el visto bueno del Gobierno para adelantar acercamientos de paz con las guerrillas, en esta oportunidad ni el Vaticano ni la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) habfan sido informados oficialmente de las inten- ciones de la presidencia de la repiblica de delegat a representantes de la institucién eclesiéstica, mucho menos de la Santa Sede, para facilitar la iberacién Ni el nuncio apostélico de entonces, monse- Aor Aldo Cavalli, se encontraba en Colombia en ese momento, ni el Gobierno acudié a los canales diplomiticos previstos para este tipo de solicitudes ante el Sumo Pontifice. No en vano, monsefiot Rubén Salazar, entonces presidente de la CEC; reaccion6 sorpren- dido frente al anuncio y aunque afirmé que la Iglesia siempre estaria dispuesta a prestar sus oficios en la liberacién de los secuestrados, en esta oportunidad, no habia sido informado con anticipacién y de manera oficial de la propuesta del Palacio de Narifio, “;E presi- dente autorizando al Pupa?”, se preguntd, entonces, el periddico Ed Expectador a propésito del incidente (Padilla, 2009). ‘Tras meses de relativo silencio de la jerarquia catdlica frente al tema, y después de que en diciembre de 2007 el Gobierno la desig- ‘nara como tinico facilitador del acuerdo humanitario, tanto la esce- 1na politica del pais, como los medios de comunicacién y la opinién piblicat volvieton a dirigir su mirada a la institucién eclesidstica para 3, Esta aportunidad lo Hberados ea enero de 2000 faeson los politicos Sigiee- do Lépes y Alan Jara yun grupo de uniformados compuesto por lo policias José Lozano Guarnizo, Juan Fernando Galicia Uribe y Alexis Tortes Zapata, y 1 sokdado profesional del Bjércto Wiliam Giovanni Dominguer Casteo. 4, Monseitor Salazar fue presidente de la CEC entre julio de 2008 y julio de 2014, En 2010 fue nombrado arzobispo de Bogots, tr haberse desempefado por ‘once afi como arzobispo de Barsangila 5, Aunque este es un concept cn torno al cual se han establecida miiples Gefiniciones y teoxfas, en esta oportunidad me limitaré a entender por opinin poiblica al “conjunto de opiniones que se encuenttan en el pilico 0 en los 22, definir la conveniencia y la efectividad de su intervencidn en acerca- micatos y diilogos directos con los grupos armados al margen dela ley, Bl tema, evidentemente, no era nuevo, aunque si estaba caracte- rizado por la desinformacién y las percepciones encontradas frente ala forma como la Iglesia hace y ha hecho presencia en la sociedad colombiana. Desde la década del sesenta del siglo XX, el Vaticano produjo una serie de documentos pontificios que acogicron una concepcién positiva de la paz y plantearon una doctrina para que st bisqueda se convirtiera en parte integrada de la misién de la Igle- sia catdlica en el mundo, A mediados de los ochenta, la institucion cclesiistica en Colombia empezé una reflexién interna en torno a sus concepciones sobre el conflicto armado y su resolucién, Pese 4 que las divergencias y la multiplicidad de opiniones continian siendo catacteristicas de este tipo de reflexiones, los contenidos tanto de las asambleas episcopales como de los documentos de la jerarquia catélica han confirmado que la Iglesia* colombiana si lo- gt construir una idea conjunta sobre la guerra y la paz, hecho «que le permitis identificar a este tema como uno de sus principales mbitos de intervencién y énfasis en el acontecer politico y social del pais. El asunto no solo se convirtié en una de las caracteristica bisicas de su modo de presencia en la actual sociedad colombiana, pblicos,siendo una opinin simplemente un parecer, ago para lo que no se requiere prucha, ysiendo piblica pone es el del public e implica ala cosa pablca los intereses generaes 0 el bien comin” Sartori, 1998). D’Adamo, Garcia y Freidenberg complementan esta definiciin sedalado que adicional ‘mente la opin poblica hace referencia a la “expresin de cualquier coletivo on eapacidad de manifestrse de un objeto de oxigen publico © privado pero de exposicién piblica, en un ambito sociamente visible” (D’Adamo, Gare y Freidenberg, 2007), 6, Bs importante aclarar que cuando me refers a “la Iglesia estat aludiendo a Iglesia catlica colombiana como instinucis, 23 NTRODUCCION sino incluso en una suerte de “fuente de sentido” para sti misién ‘como institucién religiosa, histéricamente mayoritaria € influyente en el pais. Delimitaciones conceptuales Como instituci6n, histérica, cambiante y heterogénea, la Tglesi t6lica se ha comportado como un aor seria? activo ¢ influyente en Ja vida politica, social y cultural de Colombia. Su labor no solo se ha limitado a la egfra espiritual, sino que ha abarcado con frecuencia Aambitos de la ejra fempora,oscilando constantemente entre lo pri- vado y lo piblico de las sociedades y los individuos. La influencia de la instituci6n eclesiéstica en la mentalidad y las concepciones de actores como partidos y movimientos politicos, fixerzas armadas, gremios econémicos, organizaciones culturales, lideres sociales y oltticos, ¢ incluso, grupos insurgentes" cutie oltos, denota que 7. Enest oportunidad entenderé el érmino amide (“dar sentido”), por un lado, ‘como la identitieacén simbelica que realiza un actor social del objetivo de su accibn y por otra, como elejeecicio de dar forma conceptual objetiva al real- dad social y sicol6pica Castells, 1998), Geert, 1990, p 92). 8, Asumicé a la Iglesia catlica como un “actor social”, en cuanto que hace parte {de la sociedad civil y no eompite por el ascenso al poder pablo. 9, Historicamente Colombia ba sido un pais de mayorias catélicas; infortunada mente esta afrmacia no se puede sustentar en cifras actules pues no existe ‘un censo ofcal que compruche el nimmero o el poreentaje de la distibucicn confesional en el pas. Quizd Jos datos més recientes son los de las investiga cones de la maestra en Estudios del Hecho Religioso de la Universidad de ‘San Buenaventura, quienes en una encuesta relizada en 2008 sobre creencias ¢ ‘dentidadesreligioss en Bogots, mostraron que el 74.4% de los encuestatls se ‘consideraban eatsicos, 10, A pariede los atossesenta, sin el benepliito dela fram del gles, se va ‘dar un acercamieato entre sectores catSlicos y marsistas (Cifwentes & Figue roi, 2004, p. 396) l caso paradigrdticn de este encuentro en Colombia —ya 24 Irnopucciéy con frecuencia se ha convertido en un agente forjador de identida- des" y horizontes de sentido en la sociedad colombiana, con capa- cidad de construir simbolos, alentar debates y orientar la opinién piiblica atin en cuestiones aparentemente ajenas al campo religioso. Giertamente, la Iglesia en Colombia no ha estado Icjos de la idea de Clifford Geertz segiin la cual, las religiones son sociolégicamente interesantes porque modelan el orden social, dan color a la concep cién que el hombre tiene del mundo y a su racionamiento desde lo prictico (Geertz, 1990, pp. 113-116) Desde los viltimos afios de la Guerra Fila (Ciftentes & Figue- z0a, 2004, p. 411) y en el contexto de una nueva constitucién que le retira privilegios ¢ introduce al Estado colombiano en una laici- dad sustentada en “el pluralismo, la libertad y la igualdad religiosa” {queen Latinoamézica se hablaba en términos dela Teologia dela Liberacion— «sel padre Camilo Tortes, quien ts iniia su actividad politica, decide ingresar 4 la guerilla del EN (Ejército de Liberacién Nacional}. En 1968, dos ator después de su muerte el grupo Golconda, conformado en su primera reuni¢a por sesenta sacerdotesy el obispo de Buenaventura, monsefot Valencia Cano, ecogen gran parte del pensamiento de Torres; igual que cuatro atios después Johasia un nuevo grupo contestatariocatlico: Sacerdotes pata América Latina (SAD), entre otras experiencia, 11, Idontdaddefinida como “el proceso mediante el cual un actor socal se reconoce si mismo y construye el significado en vrtud sobre todo de un atibuto © conjunto de arburos cultural determinados, con la exclusin de una referen- ‘ia mis amplia a otras estructura sociales” (Castells, 1998, p48). En uhimas, los ideidades son construdas, son un ejerecio simulkinen de autorrecon” imiemtoy distineién frente a oto 12, Aunque es importante reconocer que en épocas anteriores se pueden regis: tar exhortaciones a la paz de algunos representantes de I Iglesia eatliea en ‘momentos de guerra. Fue este el caso de ls pastomes de monsefior Ismael Perdomo, arobispo de Bogoti, a finales de la déeada de 1940 a propésito de Jn Violenca liberal y conservador. Sin embargo, estas exhortaciones suelen set de earicter individual y contrastan con la intransigencia y el tono beligerante e otros sacentotes y obispos durante los enfrencamientos partidistasviolentos aque se dan desde mediados del siglo XIX en Colombia 25 Irnopucciéx (Arias, 2003 p. 320), dar un diagnéstico del estado del conflicto armado interno, sus efectos, sus actores y las posibilidades nego- ciadas de su solucién, se convirtié en una de las preocupaciones centrales de la Iglesia catdlica en el pais. En otras palabras, el hin- capié y el protagonismo de los actores eclesiisticos en el tema de la ‘guerra y In paz coinciden con una década que le asigna a la Tglesia ‘en Colombia nuevos retos en la forma de estar y jugar roles en la sociedad y la coyuntura politica nacional y local. ‘A pattir del Frente Nacional, la Iglesia cat6lica empez6 a vivir ‘una época de relativa “armonia” con los partidos politicos tradicio- rales de Colombia —liberal y conservador—, Hasta el gobierno militar y el posterior plebiscito de diciembre de 1957, que puso fin al ségimen de Rojas Pinilla, la Iglesia colombiana habia mostrado tun alineamiento permanente con el partido conservador, incluso desde su fondacién a mediados del siglo XIX. El contexto frente- nacionalisia definid un nuevo estadio de la selacidn Iglesia-Estado- partidos, mediante un retorno a la “confesionalidad del Estado” (Gonzalez, 1997, p. 396). Integrada a la alternancia bipartidista que trajo el Frente Nacional, la institucién eclesiastica se concents6 en su “modernizaciéa interna, fortaleciendo sus estructuras centrales a través de una secretatia permanente del episcopado con sede en Bogoti, una entidad nacional de cootdinacién de las diferentes dié- cesis” (Gonzalez, 1997, p. 301) Sia embargo, esto no fue suficiente para responder exitosamente a las nuevas tealidades nacionales ¢ 15, Bsimpont estar ue nel asco de Astle Nacional Consinyente de 1991 igs cata empendr me dfn atria pot ls pleos Gl Consttcon de 1886) Concoino de 197 (afin con aura ‘Seoescn 985) ecaban cn coats neds, elomtnono ya incor dla ta Cara Poe ar concpcnnes abel derecho tinea ya berad sella, cone one toutes Es dee ovina de 9B y sentenced 1995 GenCore, gu deca inconsacoal aos triads el Conant de 1973, eben un muro gen los ‘alge 26 internacionales, menos ain a los desaffos de la Iglesia universal y el Concilio Vaticano II. Pese a su identificacién con el régimen, la Iglesia empez6 a ver reducida su capacidad de negociacién de igual ‘igual con el Estado, Ante una sociedad mis urbanizada y con una ‘mayor “apertura intelectual”, en los sesenta, plantea Fernéa Gonzi- lez, que “tanto la unanimidad doctrinal dentro de la Iglesia catdlica como el consenso sobre la legitimidad de las instituciones naciona- les empez6 a desvanecerse” (Gonzilez, 1997, p. 302). Ante un contexto de ausencias y fisuras, la institucién eclesiés tica opt6 desde la década del ochenta por asumir una actitud més csitica frente al fancionamiento del Estado y el desempeiio de los gobiernos nacionales y locales, haciendo énfasis en las acciones que estos emprendian en tozno al conflicto y su salida negociada. Evie dentemente, la Iglesia se encontraba redefiniendo su diagndstico general de la situacién del pais y las causas de la violencia. En un contexto mundial de Guerra Tia, le institueién eclesidstica consi- deraba que las causas del conflicto colombiano remitian, por un lado, a que la sociedad se habfa olvidado de Dios, y por otto, al pe- ligro comunista que se aprovechaba de los conflictos sociales para tomarse el poder (Gonzilez, 2005, p. 36). Ya para finales de los ochenta, una concepcién que insistia en la multiplicidad de causas Politicas, sociales, culturales y econémicas de la guerra empez6 a tomar ventaja dentro de la jerarquia eclesiéstica. Esta vision estuvo acompafiada de un paulatino acercamiento a didlogos de paz con los grupos subversivos, una mayor aproximacién al discurso de los derechos humanos, el apoyo a las victimas del conflicto, la partici- pacién en comisiones ¢ iniciativas de paz, la creacién de organis- ‘mos como la Comisién por la Vida, la Justicia y la Paz (en 1986) y, sobre todo, la reflexion en las asambleas y documentos episcopales. En definitiva, y siguiendo a Gonzalez, es posible decir que tras, una etapa de reacomodamiento y relativa ausencia de la Iglesia je- sérquica en la coyuntura de los ochenta en Colombia (Gonzilez, 2 Inrropuccion 1991), durante los noventa, y lo que va del siglo XXI, nos encontra- ‘mos con una institucidn eclesiéstica que, pese a las transformacio- nes que trae la ConstituciGn Politica al regimen religioso del pais, revitaliza incursionando de lleno en los asuntos vinculados con el conflicto armado, la defensa y promocién de los derechos huma- nos y el derecho internacional humanitario y la busqueda de una via politica negociada a la confrontacién. Preocupaciones que se respaldan cn las acciones de mediacién y facilitacién de diflogos de paz, la consolidaci6n de una pastoral social para la paz y, en general, cen la activa presencia de la Tplesia en las regiones en conflicto. Esta situacién llevé a que la Iglesia colombiana asumiera un nuevo modo de intervenciéa ea la sociedad y Ia politica, que implicara admitir ‘una telacién con el Estado y los gobiernos distinta a la tradicional, ‘en ocasiones critica y tendiente a tomar distancia frente a algunas politicas, un tanto mas demandante ante las responsabilidades del Estado, aunque sin perder el norte de nna comunicaciéa constante y fluida con éste. De igual maneta, implicé acercarse a la poblaciéa Civil y sus iniciativas de paz, logrando un mayor entendimiento con las victimas"* y sus realidades, y Finalmente, conseguir una dinamica 14, Segin el artieulo 5° de la ley 975 de 2005 de Justicia y Paz, se entende por ésima la persona gue individual o colecivamente haya sufido dafos direcios tales como esionestransitoras o permanentes que ocasionen alin tipo de dis capacidad fsica, psiquica o sensorial (visual oaudtia), sutimiento emocional, pérdida financiera o menoseabo de sos derechos fundamentales. Los datos feberin ser consecuencia de acciones que hasan transgredido la legislaciin pe- fal, realizadas por grapos armados organizados al margen de a ley. Tambign se tend por vitima al eSnyuge, compafiero 0 compafera permanente, yFailiar cen primer grado de consanguinidad, primero civil de la victima direta, anda ‘esta sele hubiere dado muerte o esuviere desaparecda, La condicion de vic tima se adquicre con independencia de que se identifique, aprchenda, procese ‘6 condene al ator de la conducta, punible y sin eonsideracién a la relacién familia exstene entre el autor y a vctima. Para profundizar en el tema ver lina web de la Comisién Nacional de Reparacién y Reconeiiacion (CNR): -. 28 Ieropucci6ss de interlocucién casi directa y mas 0 menos efectiva con los actores, armados al margen de la ley. En ese marco, este libro se propone determinar el rol que des- empeiié la Iglesia Catdlica, en general, y el episcopado, en particu- Jar, en Ia baisqueda de una solucién negociada del actual conflicto armado interno en Colombia, entre 1994 y 2006," identificando su postura oficial frente a la confrontacién, sus actores, sus impactos y las politicas de paz de los gobiernos, y describiendo los momentos de intervencida piiblica en el tema, ast como las percepciones e jimaginarios que tanto la Tglesia como sectores de la poblacién civil y las partes en conflicto han consteuido frente a dicha pasticipa- cin, En suma, ante una presencia intensiva, aunque no homogénea y determinada por el contexto politico de la guerra, la investigacién busca preguntarse: zqué papel cumplié la jerarquia cclesistica y qué elementos caracterizaron sus diferentes posiciones, acciones y per- cepciones frente al conflicto armado interno en Colombia y su po- 1S, Se bef. pa de 199, aque exo aan de Ernesto Samper (1994-198) cuando ve pose nour un major pongoiamo den socked cin geal Iea ene, on parte ued de eps 4 parr de ln resi de a Corsi de Conlin Nacional nsdn CEN) entad qu ava hoy comin dena pcs y amt Ison cee en tenga dilogs de pax Adenine estan tat tenerencotnts dv siacones pcr ca amen pods lta Iso nen Carne enema deb cambios gus Contin de 191 gener encanto al sgmea gone 1 equ quell el epcopeo ton dllogo de pa ibe atta te tendo en cuca los acess de prcipacn eve dco on lon proceso de pas de lon gblerno de Banca y Cava H objet de lege sc 2006 toma completo ls wes gbirse que habbloes paride creacn de lcCCN, drut a papel que vo ie instcnelene ‘sen tes ples dep tin, he Same ade Pssanny a Ucbesy ‘elo ote depress poodjo are cts en Weta toafiio yl pez 29 sible superacién politica, durante los gobiernos de Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Alvaro Uribe? En esa direccién surgen cucstionamientos que bien comple- mentan la problemitica de! libro. :Cudles fueron los discursos, las, acciones y los momentos mas relevantes y controversiales de la pre~ sencia de la jerarquia catélica en los didlogos de paz en Colombia (1994-2006)? Con qué facultades y estrategias conté la institucién, eclesidstica para actuar como mediador y prestar sus buenos off- cios? ¢Existi6 en su actuacién una posicién tanto pastoral como politica? ¢Cémo se explica su actividad por la paz a la luz de los, contextos nacionales ¢ internacionales y la situacidn interna de la Iglesia? ¢Cémo han influido las trayectorias de vida de los obispos en las concepciones eclesifsticas sobre la guerra y la paz? ¢Pacilita un Estado débil el protagonismo politico y social de instituciones como la Iplesia cat6lica? ¢Cémo percibe la poblacién civil y las par- tes en conflicto la intervencién de la Iplesia en la dinammica del con- flicto y la paz? eQué imaginarios y estereotipos se construyen frente al tema? ¢Qué relacién tienen dichas percepciones con el contexto rural 0 urbano en el que se producen? Ahora bien, es importante aclarar que al hacer referencia a la Iglesia catética, el texto hard alusién tanto a un actor social relevanie, como a una institucén religosa, entendida esta como un “conjunto estructurado de actores que desempefian un papel religioso espect- fico con una base organizativa que permite cl fancionamiento del sistema religioso” (Plata, 2005, p. 107). En ese sentido, y recono- ciendo la pluralidad de sectores y organizaciones que encierran a la institucién eclesidstica, nos concentramos en los discursos y las, acciones que sobre el conflicto armado interno y la bisqueda de Ja paz. efectué la jerarquia catélica en Colombia, es decir, vicarios apostdlicos, obispos, arzobispos y cardenales, entre 1994 y 2006. Condicién que implieé entonces hacer seguimiento tanto alos pre- sidentes de la CEC durante este petiodo: monsefior Pedro Rubiano, 30 Ierropucciéy monsefior Alberto Giraldo y monsefior Luis Augusto Castro, como alos jerarcas catélicos més activos en las dinémicas del conflicto, tanto desde cl punto de vista de sus acciones pastorales como desde la generaci6n de opiniones sobre el tema. En términos metodolégicos, la informacién primaria gird en torno a cinco grandes categotias que hacen refetencia a espacios distintos de intervenciéa y enunciacién de la Iglesia catdlica en Co- lombia Conflicto armado interno Este dmbito partié de reconocer que lo que actualmente existe en Colombia, de acuerdo con los parimetros del derecho interna- ional (Protocolo II de 1997, adicional a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949), es un conflicto armado interno, caracterizado por ser irregular (guerra no convencional), prolongado, de baja y mediana intensidad, con raices historicas de caricter ideoldgico y ‘que mezcla diferentes tipos de violencias (Pizarro, 2004, pp. 45- 80), Por haberse extendido en el tiempo, es posible plantear que es una confrontacién que se ha mutado y degradado paulatinamente, propiciando que gire en torno a: primero, la conformaciéa —y la desaparicién— de distintos actores armados ilegales (guerrillas y paramilitares); segundo, el uso generalizado del terrorismo como método de combate; y tercero, su vinculacién con distintos sectores de la criminalidad —en especial el trifico de drogas y armas—. Es tun conflicto que si bien tiene un caricter doméstico en su origen y cn su dinamica, ha sido alimentado e influenciado por factores exd- genos, y en la actualidad, dadas las transformaciones de los contex- tos nacionales ¢ internacionales, se ha visto abocado a una mayor proyeccion regional (Costa Vaz, 2005, p. 2-25). Esta vision asume, retomando las consideraciones de Stathis Kalyvas, que las guerras ‘no son confrontaciones binatias, son luchas complejas, ambiguas 31 InrropuccioN ¢ imperfectas (Kalyvas, 2004). Esta definicién petmitié establecer ctitetios metodolégicos para la sistematizacién y andlisis de la in- formacién, sin embargo, no debe entenderse como una camisa de fuerza ni un intento de reducir la complejidad del problema a una categoria rigida. Al contratio, es preciso entender el conflicto arma- do interno en una dimensién histérica que dé cuenta de transfor- maciones constantes, de contextos miiltiples y de trayectorias no siempre lineales en el tiempo. Cada momento histérico del conflic~ to habla de una forma de comprender los actores, los discursos, los recursos y métodos de guerra, las relaciones con la poblacién civil, con el Estado y con otros grupos armados, los efectos y las ruptu- tas y las continuidades del problema. Paz Este danbity div cucuts de las trayeetorias de la paz, tanto desde las reas de accién de la Iglesia Catdlica y sus jurisdicciones ecle- slisticas, como desde los principales eventos de las politicas dise- fiadas por los gobiernos. Para el Concilio Vaticano II, la paz es un proceso que “nunca se obtiene de modo definitivo, debe edificar- se continuamente”, dice Gauaium et spes. En esa medida, “no es la ‘meta ausencia de la guerra, ni se reduce solo al establecimiento de un equilibtio de las fuerzas adversas, ni surge de una domi- nacién despética, sino que se llama con exactitud y propiedad la obra de la justicia (Isafas 32:7).” (Constitucién Gaudiunr et shes, 2002, numeral 78, p. 331). En términos de la teoria de resolucién de conflictos, la paz es definida desde dos perspectivas: una paz negativa, como la ausencia de guerra, y una paz. positiva, como Ia ausencia de violencia, “en sentido de justicia social, armonia, satisfaccidn de las necesidades basicas [...], autonomia, diilogo, solidaridad, integracién y equidad” (Fisas, 2002, pp. 19-20), la paz es, en tiltimas, un proceso que implica la transformacién de 32 Irropucciss las manifestaciones de conflicto, Para Johan Galtung “se define ‘como la capacidad de manejar los conflictos con empatia, no vio- lencia y creatividad” (Galtung, 1998, p. 18), no debe confundirse con el alto al fuego que se da con la aparente finalizacién de un conflicto, En iltimas, tanto el catolicismo como la teoria de re~ solucién de conflictos han optado por una idea de “paz positiva” para definir el marco teérico y discursivo de su intervencién en la superaci6n de las guersas, La mediacién, que alude a la participacién directa de sacer- dotes y obispos en dilogos de paz con grupos armados al mar- gen de la les, el nombramiento de representantes de la Iglesia pata dichos fines y sus buenos oficios en las conversaciones de paz como mediadores, facilitadores, conciliadores o testigos, y los, acercamientos que individualmente 0 a través de la Comision de Conciliacién Nacional logra la Iglesia con los actores del conflic- tn. Fin consecuencia, esta caregoria se refiere a los procesos de paz cen los cuales la institucién eclesidstica tiene alguna participacién, los acuerdos humanitarios, canjes y realizacién de predidlogos. Fa términos conceptuales, una mediacién es “Ia intervencién de ua intermediario calificado y experimentado que intenta facilitar un acuerdo negociado para finalizar una disputa sobre la base de un conjunto de temas sustantivos especificos” (Hoffman, 1982; cita- do.cn Doucet, 1998, p. 46), en ella, el intermediario, siendo impar- cial, prove canales para la comunicacién entre las partes, ayuda a aumentar su entendimiento y sitéa las dificultades, sugiere modos de avanzar, ofrece confidencialidad, asesoria y comentarios cuan- do se le solicite y ayuda a crear una atmésfera favorable para cl didlogo (Doucet, 1998, pp.149-150). Por su parte, las negociaciones deben ser entendidas como acciones de Estado: disefiadas y lideradas de forma oficial por una instancia de gobierno, Bajo esta condicién, la Iglesia, como insti- tuci6n, no actia en calidad de negociador. Aunque facilite y medie 33 Ivrnopuccién cn los procesos, no tiene caricter y margen politico para decidir, en la dinamica de la negociacién politica, qué ceder, qué ganar y qué perder frente a su contraparte, pues no es un actor que legitima y le- galmente esté facultado para actuar en ese tipo de roles. Ein el mar- co de un Estado laico y secular, no solo seria contradictorio otorgar poderes de ese tipo a una institucién religiosa, sino contrario a las disposiciones constitucionales, encargadas de garantizar la neutra- lidad del Estado frente a todas las confesiones. Su patticipacién en. la solucién del conflicto no es de actor parte en la confrontacién, «que negocia, decide y firma. La misién de la institucién eclesifstica ha sido propiciar, preparar o impulsar procesos de paz y en etapas posteriores a la firma de un acuerdo, ha intervenido como garante, veedor, acompaiante u observador, no como negociador de los mismos. Ahora bien, es posible que un representante de la Iglesia sea delegado por el Gobierno en un equipo de negociadores, en dicho evento, su participacién esti sujeta a las indicaciones de la instancia gubernamental que lo encomend6, no de la institucién se- ligiosa. Por lo mismo, su presencia en la mesa podria obedecer a la representacién de la sociedad civil, bajo la delegacién del Gobierno y-con la mutua aprobacién de las partes, pero no en representacién de la Iglesia, Finalmente, por eso su trabajo en terreno y la diversidad de actividades que adelanta, es posible que las acciones eclesiésticas cen la bisqueda de la paz en Colombia se expliquen mejor desde el concepto de “construccién de paz”. Esta categoria permite abar- 16. Retomando el abajo del Observatorio de Construccién de Paz de la Univers dad Jorge Tadeo Lozano, por rontrin de pu se puede entender “al conjunto de iniciatvas,acciones, procesos y polteas que, en un contexto determinado, Dbuscan intervenir antes, durante y después de los conflictos, con el fin de crear condiciones para que ls sociedades sean capaces de tamitar sus diferencias cde manera no violenta y prevenir la activacia o teactvacién de confeontacio- nes olentas, La constzuceiéa de par puede abordar tanto las manifestcio a4 Ierropuccidy cat actividades adicionales a la mediacién y facilitacién de diélogos de paz e integtar una gran multiplieidad de acciones y actores a la resolucién de un conflicto, Desde sus buenos oficios, permite iden- tificar el rol de un actor en distintas etapas de un conflicto: antes de una confrontacién, para evitar, desde el dilogo, la acciéa vio- Jenta; durante el conflicto armado, mediante acciones humanitarias 6 acercando a las pattes a un proceso de negociacién, o en la fase de superacién de la confrontacién para propiciar condiciones de ‘no retorno a la violencia y promover acciones de verdad, justicia, reparacién y memoria histérica. Asuntos politicos y episcopales Este ambito registré todos aquellos pronunciamientos que se re- lacionaban con la postura o teflexién general de la Iglesia catolica en toro a la “situacién politiea, social y econémica del pate” y las ideas politicas a las cuales los jerarcas apelaron para defender sus posiciones. Alude a aquellos hechos de interés nacional —y algunos locales— que se refieren al estado del sistema politico colombiano yalas concepciones politicas que la Iplesia construye para interpre- tar dichas realidades y su relacién con acciones y actotes. Este mbito hizo referencia a los eventos més importantes de Ja vida interna de la Conferencia Episcopal de Colombia y de la Iglesia catdlica, que pueden llegar a repercutir en la paz. Hace refe- rencia a traslados de los obispos a otras didcesis, nombramicntos, fallecimientos, actos de violencia contra religiosos y adopcién de directrices macro que definan derrotetos de la institucién eclesias- tica desde las asambleas plenarias del episcopado o discfiadas desde Vaticano, ‘nes coyunturales de la violencia come Tas causas estrucurales de la misma” Ramirer, 2011, p. 236. 35 Iernopucei6n La modernidad y los asuntos religiosos Ahora bien, en términos més amplios, para comprender a un actor como la Iglesia es preciso revisar el comportamiento global de ésta y su conexién con antecedentes, valores y contextos modernos. De ahi, que una mirada desde su relacién con el mundo occidental y la forma como éste se organiza hasta hoy es determinante en cl anilisis. La modernidad, como nueva regla ordenadora de las sociedades, dio a la humanidad la conviccién de que la ciencia y Ja raz6n le permitirian hacerse cargo de su destino. Para autores como Max Weber el umbral de existencia de la modernidad remite una cierta deconstruccién de la ptemisa ética, segin la cual el mundo esti ordenado por Dios; es decir, hay indicios de moder- nnidad en el momento en el que la legitimidad incuestionada de un orden social “preordenado divinamente” inicia su detetioto (Be- rian, 2005, p. 18). Una ver planteado esto, sera la Hustracién la que traiga Ia exaltaci¢n oficial de dos “séxinsas”: lus values seculates y la laicidad, donde las “religiones civiles” como el nacionalismo decimonénico hacen su arribo y las creencias religiosas de los indi- vviduos se trasladan al ambito de lo privado (Patifio, 2006, p. 12). La nocién “modernidad” remite a instituciones y formas de compor- tamiento de un orden, en esencia, postradicional (Giddens, 1995, p. 30-33), hace alusién, segtin Anthony Giddens, a los modos de vida u organizacién social que apatecieron en Europa alrededor del siglo XVI, “y cuya influencia, posteriormente, los ha conver- tido en mas o menos universales” (Giddens, 1993, p. 15). Valores como el culto al individao —que se convierte en ciudadano—, la raz6n, la libertad, la igualdad y el progreso; la concepcién de un or- den internacional conformado por Estados modernos, entendidos como Estados-nacién; y procesos como la revolucién militar, el monopolio de la violencia en manos del Estado, la institucionaliza- cién de las relaciones internacionales y sus reglas publicas, el afian- zamiento de un sistema econémico capitalista y la fe en la ciencia 36 y la tecnologia (Patifio, 2004, pp. 318-322), darén forma, desde la aparicién de la reforma protestante, el humanismo y la Ilustraciéa, ala modernidad como proyecto que, pese a ser cuestionada siglos después, sobre todo por la aplicacién real de sus valores, sigue siendo el ee alrededor del cual giran la mayoria de los principios de la sociedad occidental ‘Tanto la secwlaridad (concepto mas de uso anglosajén) como la laicidad (concepto de origen y mayor uso latino), en el paso de la teorla a la aplicacién prictica, se constituyen en procesos, “més que un estado de cosas definitivo”. Esta condicién, sefiala Roberto Blancarte, permite explicar que “algunas sociedades formalmente laicas o que viven bajo un régimen de separacién, todavia conoz- can una fuerte influencia social y politica de las instituciones reli- giosas”. Tanto la palabra Jaico como secular, provienen del mundo religioso, en particular, cristiano; sin embargo, es a partir del siglo XIX que estos términos empezaron a aludir de forma dirceta, des- de los ambitos de la legalidad y la legitimidad, a la creacién de wn espacio temporal independiente de la influencia religiosa. Ahora bien, revisiones criticas de estas perspectivas tedricas han reco- nocido que la secularizaci6n no significa ni la desapaticién de lo rcligioso, ni una oposicién tajante entre lo sacro y lo secular (Blan- carte, 2008, p. 12-14), La laicidad, vista también como un proceso, remite a “un ré- ‘gimen social de convivencia, cuyas instituciones politicas estin le- gitimadas principalmente por la soberania popular y [ya] no por ‘elementos religiosos” (Ibid, p. 44). Ea la actualidad el Estado laico no puede ser entendido como una institucién antirreligiosa ni an- ticletical; aunque lo haya sido en diversos momentos de su cons- truccién histética (Ibid. p. 42), debe ser una organizacién politica ‘que garantice las libertades religiosas, bajo los principios de igual- dad de todos los ciudadanos ante la ley y la primacia de la liber- Intropuccion tad de conciencia.” En ese orden de ideas, la laicidad representa también el ideal de una sociedad dividida en “a que nadie puede pretencler convertr sus convicciones en lees y en la que, corel tivamente, nadie puede ser excluido por sus convicciones” (Emile Poulat citado en Arias, 2003, p. 46). En coherencia, un Estado laico y secular no niega la presencia de la religién en la sociedad —pues como lo advierte Jean Baubérot, los laicos extremistas pueden Lle- ga a ser tan peligrosos como los integrstas religiosos—, sino que se presenta como neutral frente a cualquier confesién religiosa, 0 en otras palabras, no toma partido por una fe en particular para un Estado-nacién especifico. Este debate también permite plantear que el Estado laico no puede reducirse a la separacién Iglesia-Estado. Esta Perspect gs nora ottos campos de accién de dicho estado y principios basicos que garantizan te exstenca la concurencia de igualdad y libertad de conciencia (Banhérot, 2011, p. 8), Ia transi teligioso de legitimacién del podet a uno basado en la voluntad popular (Blancarte, 2008, p. 8) y el reconocimiento del pluralismo ya diversidad en una sociedad. Para Tschannen, el paradigma de la secularizacién esté basado en la aparicién de tres elementos: racio- nalizacion, diferenciacién y mundanalidad (Tschannen, 1991, pp. 399.401). Sin la separacién de esferas institucionales en las socie~ dades y la definicién de sus tespectivas funciones, el colapso de tuna interpretaciéa religiosa del mundo y la erosién de lo sagrado, la secularizacién no tiene lugar en una sociedad (Ibid, p. 404-412). Claramente es un proceso a largo aliento, que no se puede entender en clave evolutiva, sino a la luz de una trayectoria histérica de con- tradicciones, transformaciones y continuismos. Pese a este esfuerzo in de nin esquema 17. Blancarte sefala que el lnm, a diferencia de a laid, se caracteriza por “una acid miliane”, usualmenteintransigente (Bancarte, 2008, p17) Es un “regimen de persecucin ansiclevical que atenta contra las Hberades religiosas” (Blancarte, 2008, p. 139). 38 Ivrnopuceré de sintesis conceptual, este ibto comparte la consideracién de que ‘0 existe una teoria general de la secularizacién —al igual que lo plantea Tschannen (Ibid) —ni mucho menos una férmula magica para aleanzazla, “El problema de la seculatizacién del poder politico, y por tanto de las instituciones que conformaban el caricter no eclesiéstico de la sociedad, ha sido una caracteristica vital de la civilizacién occi- dental” (Patio, 2006, p. 9). El proceso que definié los rasgos de occidente frente a la llamada modernidad, fue una pretensién de desligar lo religioso de la legitimidad del orden social y politico, sin embargo, en la era contempordnea, de desencanto de la moder. nidad y diversidad de identidades, la religiéa se convierte —o quiz ‘nunca dejé de serlo— en una respuesta més o menos efectiva a la busqueda de sentido de los individuos. Al decie de Patido, “gran Parte del conflicto politico, y por tanto normativo, que se presenta cen cl mundy contemporiineo, tiene un telon de fondo asociado ala religion, que se expresa en el proceso creciente de secularizacién” atifi, 2006, p. 21). En ese debate, y al suponer que la modernidad trajo la certeza de que la fe es un asunto privado, José Casanova plantea que desde los ochenta existe un proceso de “desprivatizacién” de la religion {ue exige revisar —mas no abandonar— la “tcoria de la seculatiza- én”, a propésito del cambio de frontezas en la diferenciacién de esferas y los posibles roles de la religion ante dicha diferenciacién (Casanova, 1994, p, 7). Casanova sefiala que somos testigos de un Proceso mediante el cual “la religidn abandona su lugar asignado cn Ia esfera privada y entra en la esfeta publica indiferenciada de la sociedad civil para tomar patte en el curso del debate por la legit macion discutsiva y el nuevo disefio de fronteras” (Ibid, p. 65-66). Este hecho tiene como consecuencia una repolitizacién de las esfe- tas privada, religiosa y motal, al tiempo que una renormativizacién de las esferas puiblicas de la economia y la politica (Ibid, p. 7-8). cEs 39, Inrxopucci6s Ja incursién de la Iglesia en asuntos de paz un ejemplo de “des- privatizacidn” de la religién en Colombia 0 la continuidad de una tradicional presencia en la esfera publica de la sociedad? En tiltimas, tanto las religiones, entendidas como sistemas de simbolos que formulan concepciones generales, armonizando las acciones humanas con un otden eésmico y proyectando imégenes de ese orden edsmico al plano de la experiencia humana (Geertz, 1990, p. 89); como las instituciones religiosas, entendidas como conjunto de actores religiosos, son y seguirén siendo un elemen- to integral de las culturas, creadores de sentido ¢ identidades, con capacidad de influir en las decisiones y la opinién publica de las sociedades, atin en medio de las pretensiones de ser sociedades mo- demas. Los procesos de seculatizacién de las sociedades y forma- ‘cid de Estados laicos no han conseguido, en el caso colombiano, climinas la participacién de la Iglesia catdlica —tanto en la jerarquia como en el dero— en la vide politica y social del pais. Dicha par- ticipacién se ha transformado en cada contexto hist6tico, fortale~ ciéndose 0 deteriorindose, pero no se ha eliminado. La presencia de la Iglesia en la esfera piblica de los colombianos no es estitica ai consistente en el tiempo, es cambiante y diversa, de ahi que se sequiera una perspectiva historica y politica para su analiss. Aspectos metodolégicos Para atender estos elementos conceptuales, la investigacién se bas ‘en dos tipos de exploraciones: la primera, de caracter tedrico e his- torico, que abordé la relacién entre Iglesia y Estado en Colom- ia como antecedente de las diferentes posturas de la institucién eclesiistica en la década del noventa y principios del siglo XXI, asi como punto de partida que permite establecer comparaciones pre- liminares con respecto a otros momentos histéricos. EI objetivo de este ejercicio fue ubicar a lacristiandad como elemento relevante en 40. Irnopucci6 la construccién de la modernidad occidental, en tanto se considera ‘modeladora de las naciones ¥ las identidades nacionales (Hastings, 2000, p. 230-231). Por otto lado, esta exploracién también incluyé tuna tevisin de los principales enfoques sobre resolucién de con- flictos, trabajos especializados y lecturas académicas de las diferen- tes etapas de los procesos de paz y los momentos de inflexidn del conflicto armado interno en Colombia La segunda fase de exploracién y, en general, la materia prima de esta investigacién, se concentré en la revisién de fuentes prima- tas de cuatro clasest 1) Seguimiento de prensa: este ejercicio se concentrs en los dos periédicos de circulacién nacional en Colombia, El Tiempo y E/ Expectador, y las revistas sobre coyuntura politica, Semana y Cambio. Adicional a estas publicaciones se hizo seguimicnto, sepiin la co- yuntura politica y social, a periddicos locales como: E/ Nuevo Sie, 441 Colombiana, El Pats, El Mods, Vanguardia Liberal y El Heralda3* 2) Revisién de documentos oficiales emitidos por la Iglesia a- télica: en el ambito global, el Concilio Vaticano II (1965), como tincipal documento “constitucional” eclesidstico, y sus mas sig- nificativas seformulaciones, ademas de enciclicas sociales pioneras, en el tema como Pacem in Teris (PT) (Juan XXII, 1963) y Populo- ‘rum Progressio (PP) (Pablo VI, 1967) y pronunciamientos relevantes del Vaticano con respecto a la paz y la situacién colombiana. Y en Aimbito nacional, documentos episcopales* sobre el tema de inves- 18, Est ejereicio implies la realizacion de una completa base de datos que casific las noticias en actores, imbitos y lineas temiticas que permitieron ientifcar tendencis de presencia y ausencia de I Iglesia en temas relicionados con la counnura politica y del conflicto armado en Colombia 19. Que se encuentran en el centro de documentacin de la Conferencia Episcopal de Colombia y el Seertariado Nacional de Pastoral Social at Inrnooucersy tigacién, publicados entre 1993 y 2006, en las distintas ediciones dle Comunicaciin SPEC de la Conferencia Episcopal de Colombia* 3) Revisién de documentos oficiales de los tres gobiernos, en tanto plantean las directrices de sus politicas de paz, asi como el rastteo de documentos sobre el seguimiento de las negociaciones de paz, como acuerdos, cartas y comunicados, compilados pot la Presidencia de la Reptiblica” y que hagan alguna referencia a la Igle- sia catélica, 4) Se realizaron entrevistas a los siguientes jerarcas eclesiésticos: monsefior Alberto Giraldo, quien fue presidente de la CEC y arzo- bispo de Medellin; Luis Augusto Castro, arzobispo de Tunja y pre~ sidente de la CEC entre 2005 y 2008 y reelegido en julio de 2014, Jaime Prieto, quien se desempeaé como obispo de Barrancaberme- jay arzobispo de Céeuta;* Leonardo Gémez Serna, quien fue bis- po de Magangué® y Héctor Fabio Henao, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social; asi como al sacerdote Rafael Castillo ‘Tortes, director del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de 20, Bt pubzcones de SPEC (ecensdo Peranenis del Bpsopao Co- deme) cmc pox cnmpentiet emcee See ones, deseon carat de eanocca pion ponenca de sgeos foot eases pre lop ieoraleg open bd or oe eae ge Bay read cals Qin Elec Cb Glace, oon, nysncoons aces denne eat 7 ler al dee ope). 21. Como los nos Panes e Deseo otecos de Pa di pen Cala bin 1982194, ext dg l995 196, Ab op eta pn 19989190) Habu pty prs he de pc toms 1999 S000 198. 200, ge et ca crt ers el ete 22. Sco i y medi dnp de aber 6 nomi chip de Coos 200, monctor Pics ess 1 25 de agora e200, aon 9a de edad 2. Monsetor Glmer Sera, Premio Nacional de Per 2010s etempet como dbupo de adcebde Magangué dene dicen e201 hat obo de 2073, comme tea seepb sence de ad, por motor de ta 42 Inrropucci6n Maria y postetiormente de los Programas de Desarrollo y Paz del Caribe Colombiano, ademés de discursos y pronunciamientos reco- gidos en eventos sobre paz de monsefior Nel Beltrin Santamaria, quien fucra obispo de Sincelejo,* el cardenal Pedro Rubiano Saenz yel padre Francisco de Roux, provincial de la Compaiia de Jest Esta revisin de fuentes primarias implicé también recoger da- tos biogrificos de los obispos que mayor protagonismo han tenido en Ia busqueda de la paz y los presidentes de la Conferencia Episco- pal de Colombia. Este ejercicio buscaba establecer de qué manera influye determinado obispo en las politicas eclesiasticas sobre el ™ Ta metifora que caricaturizé la trayectoria de esta administeacion se acompafié de fuertes criticas al Gobierno y un anilisis constante sobre la situacién politica. Ciettamente Rubiano Saenz, habia dado tun giro a su postura frente a la escena politica nacional, yal mismo tiempo habia logtado que un amplio sector de la jerarquia eclesiisti- ca—y algunos sectores sociales y politicos— encontraran en él una 9% Ver “Alocuci6n inaugural del excelemisimo monseiior Pedro Rubiano Sienz, arzobispo de Cal, presidente de la Conferencia Episcopal en la LIX Astrea Plenatia Ordinaria Santafé de Bogoti, DC, 449 de julio de 1994)", en Came. cain SPEC, (ocebte-diciemibre de 1994), opt p. 23, 99, Frente a este hecho, monsesior Dario Castilln acus alos medias de coms nicacion de tener pren culpa del asesinato del futbolista, por sty mado de “ma- nipular 2 la opinisn pablic y enjuicir a lk gente de manera distin”. Ver Ed Expectade; (1994, 6 de julio), “Monsefior Castrilén enipa alos medios", p. 148. 100, £¢ Espetdor; (1994, 5 de julio) “Iglesia pide investiga ‘dneros calientes™, 12A; Ed Tiemy, (1994, 5 de julio), “Iglesia pide acaar ovigen de dineros de ‘campadias”, p. 1A. 101. El hecho también fue rlatado en el libeo de Exnesto Samper, Agu ety y agi gue (2000, p. 365). 102 Dé LA MODERACION AL PROTAGONISHO: INTEAVENCION ACTIVA EN LA PAZ. influcacia y un referente importante a la hora de definir posiciones en torno al Presidente de la Repiiblica y su gestion. Un mes después de la asamblea, el presidente de la CEC hizo ‘una nueva invitacién a presbiteros y seligiosos a abstenerse de com- prometerse con opciones partidistas, teniendo en cuenta la cercania de los comicios de octubre. Esta invitacién era coherente con la exhortacién que en diciembre de 1993 habia hecho el episcopado 1 ptopésito del afio electoral de 1994: “no puede existir un partido que se presente oficialmente como catélico, ni movimientos polit ‘c08 0 sociales que se aptopien de manera exchsiva el calificativo de ‘aries, Nin si se presentan como tales, no representan oficialmente a la Iglesia” 2 Seftalé que Ia fe cristiana no desprecia Ia actividad politica: “la Iglesia siente como su deber y derecho estar presente cn este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangeli- zar la totalidad de la existencia humana incluida la dimensién politi- ‘ca, Sin embargo, los pactores, en tanto que deben preocuparse de | unidad, estin obligados a despojarse de toda ideologia politico- partidista.® Pese a las advertencias del arzobispo, varios fueron los, ‘casos de sacerdotes que optaron por dejar los habitos y lanzarse a Ja competencia electoral. En ese marco, el padre Luis Alfonso Leén aspiré a la alcaldia de Monteria, el padre Pauselino Camargo Para- da ala de Caicuta, el sacerdote Gustavo Suarez a la de Sogamoso, Nicolés Gémez Montes a la del municipio de La Dorada y Luis, Rigoberto Gutiérrez a la de Orocué.* Los primeros cuatro de estos 102. CEC, (1993), “Fxhortacién pastoral con motivo del alo electoral de 1994”, En Commicacin SPEC, crue diciembre, Bogotd, pp. 4 y 58. 103, E/ Colembiane, (1994, 4 de agosto), “Sobre partcipaciin de sacesdotes en polit asp 6A. 104. Ver E/ Nao Sie, (1994, 31 de agosto), “Sacerdotes ponen en riesgo #9 t0- tan”, p. 8A; y El Tionpe, (1994, 28 de agosto), “De precicadores a palitces”, Poa. 103

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