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‘Traducci6n de l TORCUATO S. DI TELLA [MARIA ANTONIA NEIRA BIGORRA POLITICA NACIONAL Y POPULAR EN MEXICO, 1820-1847 ai Ni FONDO DE CULTURA ECONOMICA, MEXICO Primer ec, 1994 “Titulo origina NatialPoptar Polite n Early Independent Meco 1820-1887 D.R.© 1994, Fons ne Cutruea Bconcaca Carretera Picacho-Ausco, 27; 14200 México, D.F. ISBN 968-16-4134-5 Inmpreso en Mico ASMGE ‘Embajada Mexicana HyD FOs0 ado. Archivo VGF LiSTA DE ABREVIATURAS Boletin de la Sociedad Mexicana de Geografia e Histo- ria (en las primeras ediciones, lamacio Bolettx del Instituto Mexicano...). A menos que se afirme lo ccontrario, se refiere ala 1" época. Archivo Histérico de la Embajada de México, Paris, Coleceién de manuscritos Heméndez y Davalos. Public Record Office, Londres: Archives of the Fo- reign Office, México. Se le menciona como FO50, aparte del numero del volumen y el folio. Quai d'Orsay. Archives du Ministore des Affeires Etrangbres: Mexique, Paris. Archivo de Valentin Gomez Farfas. PROLOGO Lo que me ha levado a emprender el estudio del laberinto mexicano del comienzo del siglo xix fue mi biisqueda de claves para lograr un entendi- miento de la politica latinoamericana, desde la perspectiva de un socislogo con inclinaciones histdricas y comparativas. Pero, entonces, zpor qué con- centrarse en un solo caso? Ei el terreno de la sociologia comparada es nece- sario probar continuamente nuevos enfoques, ya que Ia metodologfa esté en proceso de continua evolucién. Yo habria podido enfocar cuatro o cinco) [procesos histSricos empleando, casi siempre, bibliografia de segunda mano, ¢ intentado establecer las similitudes y los contrastes que hubiera entre ellos. Este es un enfoque vilico, que ha demastrado ya que puede producir ‘excelentes resultados. Pero los comparativistas también debemos probar suerte en el estudio profundo de un solo caso, para poder tener mas pre- Sentes ls drboles del bosque, al enfrentarnos a fas vcisitudes y contradic jones de un escenario local. Desde luego, con tiempo, paciencia y recursos, {5 posible dar este trato no a uno sino a varios ejempids. De hecho, esto es nezesavo, peo no Hlane que hacerlo una misma persona, en un misso En mi andlisis de la situaciGn mexicana durante los primeros decenios de la reptiblica siempre he tenido en mente las experiencias contrastantes del Ambito y el periodo considerados, o fuera de ellos. En una obra anterior intenté crear un marco general para el estudio de la politica latinoameri- cana. No pretendo infligirle un resumen de esto al desprevenido lector pero, desde nego, lo aprovecharé y explicaré mi uso de 61 cuando sea nece- sario, poniendo, en notas de pie de pagina, las referencias mas complejas. Creo’ que el método comparativo o, mas atin, la formacién de teorias en general, debe ser capaz de expresar sus resultados en el lenguaje més llano posible. Pero, por otra parte, al menos como tendencia, debe crearse algrin arco 0 esquema clasifcatorio capaz. de albergar maieriales empiricos y fiperalzaciones de nivel inferior, de modo que sus reouliados sean acum lativos y mas féciles de contrastar. Me he ocupado de la historia mexicana durante largo tiempo y suelo volver a ella entre otras investigaciones o esfuerzos tedricos. He publicado, en parte, los resultados de es0s esfuerz0s, y en este libro soio me referiré @ ellos indirectamente. He tratado de ver los acontecimientos de México co- ‘mo muestra, por decirlo asi, de lo que estaba ocurriendo en otras partes de la. América Latina. No es que por doquier la situacién fuese similar; antes bien, al revés. México se enconiraba en un extremo de la gama debido a sus simples dimensiones, a la gravedad de su decadencia y'a la violencia de sus intentos de independencia. Sin embargo, a pesar de las diferencias, a ° 0 PROLOGO menudo al analizar determinado fenémeno politico mexicano tuve la im- presién de observar, como con un vidrio de aumento y en otras circunsian- Gas, la actuaci6n de actores ya familiares. Ese periodo llega a un fin sibito con ia guerra con los Estados Unidos: después de ella, las cosas ya nunca pudieron ser las mismas. Nos vemos tentados a invertir una frase conocida, y a decir que lo que antes habia sido una comedia, después de la guerra fue una tragedia, En realidad, siempre habia sido una tragedia, comenzando con las matanzas de la Insuitgencia e incluyendo los frustracios cambios de gobierno, legales 0 no, durante las décadas intermedias. Centro mi interés en la conexién entre la estructura de clase y el sistema politico, particularmente las facciones, los partidos y los grupos corpora livos e ideol6gicos que competian por el poder y que formaron las alianzas més complejas y desconcertantes. La pauta de estas alianzas —alcibuidas, demasiado a menudo, a rasgos de personalidad o a simple oportunismo— conattuye un tema ceil demi estudio a como el ado a forma dela pparticipacién popular en lo que parecié ser una guerra de todos contra todos. En particular me atrajo la prevalencia de las coaliciones politicas que ineluian como parte esencial de su f6rmula cierto elemento de participacion popular. Estas combinaciones podian ser liberales 0 conservadioras, cleri- cales o anticlericales o —para emplear términos sélo parcialmente ana~ crénicos— de la derecha o de la izquierda. La prevalencia de las interven ciones militares, junto con la incapacidad —hasta hoy, menos notada— del sistema para generar una dictadura solida (en contraste con otros pafses latinoamericanos) contribuyé a fascinarme. Durante el periodo estudiado, que se concentra entre 1820 y 1834, con ‘ocasionales ojeadas al decenio de 1840, surge una pauta cilica bien defi. rida en cuyas causas pueden rastrearse hasta tres caracteristicas principales: la contraposicién entre los intereses proteccionistas ¥ los librecambistas; el alto nivel de la amenaza popular que pendia sobre las cabezas de las clases ‘superiores; y el papel econémico e ideolégico generalizado de la Iglesia. Estas tres caracteristicas se encontraron en México en la primera parte del siglo x1%,en mucho més alto grado que, practicamente, en ninguna otra par- te de América Latina, Podemos pensar en paises y en periodos en que éxis- ti6 uno u otro de los rasgos mencionados, pero né en tan alto grado y, sobre todo, no todos a la vez. La presencia de estos tres factores produjo una gran variedad de actores sociales y una serie —al parecer interminable— dle coali- ciones que se hacian y se deshacian. El resultado dependia de ciertas combi- rnaciones de acontecimientos, personalidades y coyunturas internacionales, Pero, una vez con los datos basicos, los cambios politicos tenfan que seguir iertas pautas, quienesquiera que fuesen las personalidades que interve- nian. Era dificil tener una vocaci6n politica —o bien que a alguien le echa- tan sobre los hombros una responsabilidad politica— en aquellos dias, y la Bostezidad no ha sido benévola con casi tos sus practcantes. Acaso haya legado el momento de tener cierta compasién, si no llegar a la rehabilita- i6n, como base para un mejor entendimiento. PROLOGO 1 En las paginas siguientes seré fécil notar la influencta de los soci6logos Richard Adams, David Apter, Oscar Cornblit, Karl Deutsch, Gino Germant, Helio Jaguaribe, Seymour Martin Lipset, José Nun, Guillermo O'Donnell, Bryan Roberts, Stein Rokkan, Alfred Stepan y Charles Tilly. Entre los histo. riadores debo mucho a Nettie Lee Benson, David Brading, German Carsera amas, Enrique Florescano, Moisés Gonzdlez Navarro, Luis Conzflez y Gonzalez, Tulio Halperin Donghi, Herbert Klein, Enrique Semo evan ‘Young, para no mencionar siquiera a toda la dedicada cohorte de mexica- nistas, demasiado larga para poder enumerarla aqui. Mis ayudantes, Patzi- cia Chomnalez y Adsiana Novoa, me dieron muy necesaria conversacion ¢ ‘ideas nuevas. Mis dos estadias en Texas, en el Instituto de Estudios Lat ‘noamericanos en Austin, en 1988 y 1990, fueron esenciales para terminar el trabajo, comenzado hace demasiado tiempo para poder recordarlo, durante una prolongada residencia en Londres y en Oxford, cuyas grandes coleccio- nes de folletos y literatura ocasional a mentido no me dejaron dormin, hac ciéndome sofar con pasiones y esperanzas que resultan asombrosamente similares alas cle nuestro propio tiempo. ToncuaToS, Di TELA INTRODUCCION Para desenmarafiar el hilo de la politica mexicana del primer periodo inde pendiente es necesario empezar por una consideracién del abismo que se- paraba a las clases superiores de las inferiores. Nadie niega la existencia de este abismo; pero lo que s estéabierto a la discusién es su magnitud, la per- finencia de los sectores intermedios y el grado en que los estratos populares podian canalizar sus antagonismos en tna accién politica. El caricter tan Violent de la Insurgenca ace imposible pasar por alto ol hecho de a par Uiapacién popula, y recientes estudio han salad el predotini de Ia violencia de masas én las primeras etapas del desarrollo politico, en México y en otras partes, adoptando una perspectiva “desde abajo” para compen- Sar el estudio més clésico de las élites. Sin embargo, hay que complementar este enfoque con un analisis de lo que ocurria en el nivel de los estratos in- termedios: cuén numerosos eran, cudn apartados estaban del orden domi- nante y cuén resueltos a entrar en alianzas helerodoxas. Un interés excesivo en la violencia y la revolucién deja fuera de consideracién a un numeroso sector del escenario politico. Los conflictos entre escoceses y yorkinos y sus, imorosos cerivadas y trangmittaciones no contrapusieran a los actores alo largo de una sola linea de clase, pero tenfan un importante punto de apoyo enn estructura de clases sii o dbidamente interpreta y sub ividida. Esto era obvio para los observadores contemporéneos de la époc, yy también nos lo sefal6 una temprana generacién de historiadores con in- clinaciones sociolégicas. De este modo, Luis Chavez. Orozco se refirié a los ryorkinos como “partido del pueblo, del pueblo de la clase media empobre- ‘ida, de la canalla miserable”, contraponiéndolos a los “intereses del sector feudal y militaistas, apoyado en las masas campesinas engafiadas.” Mucho antes, el ministro de Inglaterra, Henry Ward, consideraba muy peligrosos a los yorkinos, aribuyendo a su faccién nada menos que 12 mil afiliés y conju ranido, al daries ese nombre, escenas de la Revolucién francesa. Aunque tuna caracterizacin bipolar simplifcaria excesivamente el problema, Ios con- flicios que existian en el medio urbano son tan importantes para una debida comprensién de la situaciSn mexicana, y no mucho menos Violentos que los muchos levantamientos campesinos de la época. Cierto es que algunos de los principales trastomos, como la Insurgencia, cundieron sobre todo entre la ppoblacién rural, pero no debemos menospreciar el papel de las masas urba~ rnas como bases de la politica populist si no revolucionaria? Luks Chavez Orazco, Histor de Mico (1808-1830), pp. 252 y 256, Henry Ward a George ‘Canning, 25 de octubre de 126, en Public Record Office (Londres), Archives ofthe Foreign (Otis vice (en adelante POS), vo. 25, 6.2027. * Vase por jemplo Staley C. Groen, The mezicn rpc The first dec, 1823-1832, e=- B Yeenv—-—— “ INTRODUCCION Los anilisis marxistas de este tipo de situacién estuvieron largo tiempo viciados por un excesivo interés en la coneiencia de clase, que resulta diel atribuir a campesinos y trabajadores urbanos de épocas preindustriales. Estudios mas recientes, efectuados en este campo tedrico bajo la influencia de las obras seminales de Eric Hobsbawm y de E. P. Thompson, han revisa- do esa rigida ortodoxia. De esta manera Se ha revaluado la participacion popular, independientemente de Ia ideologia, en especial cuando engendra ‘iolencia. Hoy, lo necesario es complemeniar esta nueva visién con ofr, no ‘menos abierta, de las formas menos violentas de esa participacién popular. Estas iban desde el voto, la participacién en clubes politicos y la lectura asidua de periédicos y folletos (0 escuchar leerlos) hasta servir en la milicia ‘© concurri a las manifestaciones callejeras, huelgas y motines; en otras pa- labras, el habitual arsenal de la politica latinoamericana del siglo 0x, si se le ‘afiaden las intervenciones militares y la lucha por la influencia o la corrup- ‘in de funcionarios. En esta experiencia oscura y callada se formaron par- ‘tidos politicos y se forjaron tradiciones constitucionales, mientras aumenta- ba nolablemente la participacién. El sustrato violento de la politica, siempre presente —aunque no inme- diato— en cualquier sociedad, estaba muy cerca de la superficie en la Amé- rica Latina, especialmente en México por la época de la Independencia, lo cual fue resultado del cardcter peculiar de la Conquista y de la ulterior s0- Dreposicion de razas y culturas. Pese a esto, y alas confrontaciones iniciales con los encomenderos, durante la mayor parte de la época colonial la Coro- za no necesit6 un gran ejécito regular para mantener el orden en sus colo nias. Cierto es, la Iglesia habia creado un alto grado de consenso entre las clases, y muchos ciudadanos de la colonia se armaban en defensa del orden establecido, pero resulta sorprendente que las diversas facciones de las cla- ses dominantes no se lanzaran més a menudo unas contra otras. Probable- ment ea la magritud dela amenaza potencial bao la cual vivian la que instl6 en ellas un sentimiento de solidaridad y de lealtad al gobierno real, sentimiento que también era compartido por los estratos intermedios. Sin embargo, cuando la Corona —o bien la coyuntura econémica y militar in- ternacional— introdujo serias alteraciones que afectaron los intereses em- resariales o burocriticos, sf estallaron grandes revueltas. Esto ocurri6 ‘durante las reformas de Glvez en el decenio de 1760 y, en escala colosal, en Pert y en el Alto Peri en el decenio de 1780. Como resultado de estas ten- siones internas, més los conflicts internacionales, el ejército regular experi- cients las pp. 9094 y su deserpién de Zavala como orgaizador des mass, p. 1. ‘Ri yocmides comatose repeta con spade den oon Une op coe {Tastte Is ofece Michael Catelee en su intoducion, “The historical background” ¢ Colin Siecle y Michael Costeloe, eds Independent hexizn clin of mexican pois the Brisk Iirary, donde sostene que “ningin partido 0 diigente palo, fuee ci omit tao ‘ing grado considerable de apoyo popular activo (p. i) Eve van Young, “sands inthe ‘orm ult ities and violent countrysdes Inthe mexican independence era’ en Pa and ron 18 (rer de 1988), sbraya el papel ms important Jel campo el ess das ‘onfrontaciones velnts,subestimando probablemente lo tmults sociais que se ovine. Bm emel sor urban, INTRODUCCION 1s menté una notable expansién en la Nueva Espata en la dltima parte del lo xv I mecanismo de la resistencia violenta de la sociedad a los cambios se daba a menudo en dos etapas. En un primer momento, sectores de las él- tes, sintiendo amenazados gravemente sus intereses por la accién del go- bierno, reaccionaban enérgicamente en defensa de sus intereses, pasara lo ‘que pasara. Una ver roto asi el frente unido y el control social de las clases dominantes, més fécilmente podian surgir las tensiones, hasta entonces so- focadas, de las clases bajas. Esto ocurrié en escala limitada en la Nueva Es- pafia por la 6poca de Galvez, pero se convirtié en una gran catéstrofe en Ferd, donde el inconformismo existente entre blancos y mestizos ayudé a desencadenar la rebelién de Tiipac Amaru. En una situacién no muy distin- ta, la repercusién que tuvo la Revolucién francesa entre los colonos blancos, y los mvlatos de Santo Domingo abrié las puertas a una insurreccién de es- Ziavos. En Brasil las cosas fueron distintas, porque ahi las autoridades por- lesas, no necesariamente por gran previsin, habian abierto, al menos desde el tratado de Methuen de 1703, las puertas de su reino a los intereses briténicos, ganando asi més tiempo para una gradual adaptacin a la nueva economia internacional, En Ja Nueva Espafia ocurrié lo contrario, lo cual, afadido @ la Consolida- «ign y a otras medidas inoportunas, ce6 tal caos entre las lites que muchas de ellas se volvieron decididamenie desleales al existente orden de cosas. Sin embargo, en México los circulos dominantes, centrados en la capital, s6lo modetadamente expresaron su oposicion durante el episodio de Iturri= garay de 1808. Los sectores periféricos de las clases dominantes, en especial Ancianos, y las clases medias, estuvieron més dispuestos a recursir @ ‘medidas extremas, encendiendo asi un verdadero polvorin, [FORMAS DE PARTICIPACION POPULAR. Desde la Insurgencia, habria sido dificil pasar por alto la posibilidad de la violencia en la vida cotidiana y en la politica, y hacerlo habria sido un grave riesgo. Mas que nunca, la politica se volvié la continuacién de la guerra ci- vil por otros medios, que incluian la apelacién, apenas disimulada, a la vio- lencia, 0 su invocacién y ejercicio ritual: por ejemplo, en el entrenamiento en la milicia, en las elecciones y en una prensa que empleaba un lenguaje amenazante. Hasta qué punto habia en todo esto una participacién de las ‘masas? Los observadores de la 6poca, a menudo participantes, de diversos ‘matices de opinién desde Alamén hasta Zavala, de Mora a Bustamante, Tor- nel o Zerecero, subrayaron el papel estratégico de la presencia de las masas en el proceso politico, Uno de los objetos de este estudio es ver cémo y por ‘qué habia que tomar en cuenta a esas masas, ya que no puede decirse que en todas las sociedades preindustriales o premodernas la participacién popu- lar en la politica fuese tan grande como lo fue en México. Aunque probable- ‘mente el nivel de participacién, o la necesidad de tomar en cuenta a grandes, sTRODUCCION seciores de a poblacin, en la mayoria dels ejemnposhistéreos ha sido ma- sede‘ que sucle crosrs, en algunos casos tuvo marcada impertancia Peta i eas de la Nueva Espana ya ge ha plantedo antes la hipstesis de gel raturlera de a Cong un pena de vlenl Yameneza eputar pendiendo sobre ef orden dominant To que hacia que el control EeRstasfensiones fucse asunto de primera necesidad. La concentacion de is poblocion en ludades bastante grandes, en rings y en otros centres dolpreduecon,y la naturalera de las migraciones rural-urberas, ayudaron ‘generar una iaase ue estaba cispuests a parieipar en episoios de vio- Tekeia Almismo expo, los trstoros ecandmicoseinernaconales ocurn- Gis deade fines del sgio xv habian creado condiciones favorabes para wn {ntensofacconalsin entre las clases dominates, cegndolas ante los pel- gros de agar las masa, Partcpando, conta toda prudencia, en esta pe- Figros emprese, ls ites legaron a adgirir lerta experiencia ene rte de cnulizary controlar ala multud. En ots palabras: con la violencia siempre ala vuelta de a esquina, era neceserio para cualquier gropo politic, aun en épocas pactfiasy constitu- Sonate, etrenar sus faerzaey estar dispuesto ala ain directa en cual- Guier momento. La “accion directa” era bisiamente de dos pos uno de fos incre apelarel eect, y el oto, a pueblo. Esto era particlarmente tstrategico en una paca en que un hombre podia conseguir con mucha fRetdaa an fas y despues un eabaloy con 36a esto podiaenfrenarse a {tr ealdndn profesional Peo, .cdmoapelar al pueblo, de manera lo bastan iteonvincete pare hacerie abandonar st tranaaidad yale poste arses us vidas? Haba que ofecer alg sefivelo especial, desde el mis bajo Rasta el mis noble, Tl ver Bastara cistir unos cuantos reales, o bien Oftecer oportunidades de saqueo. Hato ikimo no cuslauiere pode arces- fers ebm parculamete avenge ei age ue pede, 0 Ehigos y patidaros que poiesen sali muy perjudicados, or ota parte, viendo ls cosas desde el lado pops, debemos explorar tuna gama de motivaciones para la accion violenta@semiviolenta mas vasa {que fa que soo fncuia na innedita gananci econémica. Algunos sectores ea pblacion ran mas accesibles ue otros, y responderiana verses = tinal. Los politicos fenian que eulivar un pablo, por medio de sv ce rita de ote formas de atacivo personaly dara Sus seguidoresalgu- Fas ideap-o al menos motivos de enfusiasmo. También debian ejrciar Snasionalmente asus tropes: por ell, Ia prensa de partido, las reutones Sgitaciones callefera, el envolamiento ena mili, el despiogue de fuerza a cucria de rimeros (al menos, de Tos bras) dla de las elections, odas estas cosas eran sigiicativas, no necesaviamente de acuerdo con la Constitucion, es cei, con #propSsito de formar una mayora en el Con- hace’ clegira in president sino antes bien como prepratvos para ricco civil, si lagabe a surgi la ocastn. Elo era af porgue no sempre bastabo, st alguien eseaba derrocar o defender aun gobieme, recur al Grete En algunas crcunstancas, prc no en ota ello podia basta. Y on thos los casos, In disponbilidad Ge gente polencalmente armada en las INTRODUCCION v calles ayudaba mucho y contribufa a decidir a los militares 0 a otros sec- tores influyentes de la sociedad. El pueblo no era hacedor de reyes, pero sf desempefiaba un papel en el proceso de hacer reyes. Y aunque ocupara un ‘puesto secundario a otros aciores mejor colocados, podia, conscientemente ‘0 no, fijar algunas regias y algunos requisitos a quienes lo utilizaran. Una participaciGn un tanto especial, pero al fin y al cabo participacisn. LAS CLASES PELIGROSAS: {CUALES ERAN? México contaba con tun numeroso elemento ce “clases peligrosas” entre su. poblaci6n, algunos muy visibles, especialmente los léperos de las grandes ciudades, los mineros, y los indios desarraigacios de sus comunidades a los que era posible movilizar. No cabe duda que estos grupos se mostraban amenazadores; sin embargo, mi hipétesis es que las verdaderamente peli- ‘grosas eran las clases medias. Aqui estarfa fuera de lugar una discusién so bre lo que constituye una clase, o sobre cémo definir una posicién interme dia on la pirdmide de la estratificaci6n. Pero dentro de la jerarquia social hay lineas de discontinuidad a diferentes niveles. Una linea de separacién muy importante, aunque frecuentemente borrosa, corre en general entre los {rabajadores manuales (urbanos o rurales) sin propiedad ni control de los, medios de produccién, y otros, situados por encima de ellos. Existen mu- chos casos dudoses, a los cuales debemos afoul: cieslas ubicaciviie in _gruentes (altas en una dimensién, y bajas en otra), pese alo cual resulta stil Facer wna demarcacion general de los niveles Genco dela pirémide social En este punto, cabe referirse a algunes problemas especiales: ’) En el sector urbano, por debajo de esa linea, los obreros, los artesanos sin taller propio, el personal de servicio de varias clases, yla muchedumbre de vendedores calleferos y marginados formaban el grucso de las clases ba- jas. Por encima de la linea, los capataces, atesanos y tenderos 0 pequetios comerciantes y empleados de ofcina formaban lo que no veo ninguna raz6n para no llamar clase media. Fuelga decir que siempre hay quienes estén entre dos categorias, como los clésicos artesanos bien pagados pero sin ta- Tier propio, o el no menos conocido tinterilloincapaz de pagar sus deudas. Las personas que se empleaban a sf mismas se encontraban por debajo de la linea cuando estaban cerca de los vendedores callejeros o los marginados, mientras que en muchos otros casos ocupaban una posicién similar a la del equefio tendero, por encima de la linea. ii) En el sector rural, los peones asalariados se encontraban por debajo de la linea, asi como muchos agricultores de subsistencia, aun si alquilaban o ;posefan —individual 0 colectivamente— un pedazo de terra. Los duefios de pequefias propiedades, aparceros 0 aun “precaristas” y algunos miem- bros de los pueblos indios que habfan logrado ocupar una posicin privile- Biada dentro de sus comunidades se encontraban por encima de la linea. La existencia de una clase media, y la estratificacion interna dentro de cada grupo se hace més evidente cuanto mas de cerca los analizamos. Esta- 18 INTRODUCCION disticos locales, como Ciriaco Iturribarria en un estudio de San Luis Potosi, incluian entre la clase media a los dependientes de comercio y a los maestros de los principales oficios como plateres, carpinteros, herreros y zapateros, Por contraste, Mariano Otero, acomodado escritor y politico liberal, en un anilisis de la estratificacién social en México, sostenia que no existia una clase que propiamente pudiera llamarse alta, o bien que ella era demasiado débil, y designaba como proletarios a todos los que no tenfan otro recurso jue un “trabajo mercenario”, reservando el término de clase media a aque- ios que “representan la mayor suma de riqueza, incluyendo a todos los pro- fesionales que cultivan el intelecto”. Es obvio que Otero tenia una definicion muy peculiar de clase media, que inclufa sélo a lo que hoy podriamos lla- ‘mai Ja burguesia o clase media superior. En realidad, estaba sefialando otra linea de discontinuidad relativa dentzo de la pirdmide social, @ saber, aque- a que dividta las clases medias en una capa inferior y otra superior, esta uiltima gozando de posiciones mejores y més seguras, por medio de propie- dads, negocios y profesiones,o trabajos importantes en Is administracion privada o ptiblica, la Iglesia o las fuerzas armadas. En forma similar ala de ‘Otero, el barén Humboldt y el obispo Abad y Queipo solian ver sélo extremos de riqueza y miseria, lo cual probablemente fuera una observacién comin entre los circulos cultos de la época. Esta opinién dicotémica reflejaba I2 debilidad de una clase media supe- rior, es decir, de personas que podrian ser interlocutores de aquellos abser- vadores tan bien colocados. Las clases medias inferinres, tanto usbanas como rurales, sufsfan de penuria y de una aterradora inseguridad, por lo que en cierto sentido se podia considerar que vivian en la misetia, pero sus 3Blembros y quienes estaban por debajo de ellos vetan muy claramnente las diferencias. Guillermo Prieto, que habia conocido tiempos dificiles en su ju ventud, vio que el populacho “tenia sus jerarquias, su nobleza, su aristocra- ia. Un barbero mira con desprecio a un peén de albafil, con tanto desdén ‘como el més rico de los especuladores a un simple empleado, De la clase ce los léperas proceden los albafiles, los tocineros, los porteros, los conductores de los carros de la basura, los candeleros y los empedradores de calles" 2 Caco turrbari, “Memoria geogrsficay etadstica del Departamento de Sn Ls Foto- st" en sce, vol. 7, p01; Mariano Gero, Enso sore ol erdadera estado de cuttin sei aitcn qu se aga en ls Republica Mexican, p. 7. Segsin Mantel Abad y Queipo, "no hay a. ‘Guaciones io intermedi, tes sono ries o misrables", Véase "Eactos del obispo eeto ste Michoacn en Jose Maria Luls Mora, Obras sul, 208, Por ota parte, sgunas cbservs. ‘ores bien colocados vero la existenia de una case media, como el anise ance {G-Ward, quien en su obra México en 1827 inlay entre ae “cases medias” alos “slogan, os curas. los atesnos, oe ropletaios campesinos y los oldados", pocos de los ‘cuales, en su opinin,dejaban de toner alguna sangre india (vo, p29) Ms ecentes obser ‘vadores, come! cebrepostvstaFranisco Buln, interpreta ia guerra ce Indeperden la como “una lucha dela clase media conta la clase sea y privilegiaday pero probablomente ‘Su define de clase media estaba mis core dea de Otero. Dacia qu a case media "amet ‘2 ltinoamercans era “de orgen burocrticn, mds que industria, excluyendo at als pe ‘queen productoes urbanoso rurale, ominimizando su numero. Vase ay ebra Les grace ‘ete de est stor, p 398, Judes yas eolcioes de Agata de Reo, . 10 INTRODUCCION Los artesanos los politicos que buscaban su apoyo fenfan clara concencia Gelas diferencias que habia entre in maestro un obcero Gena fabric, que ts anexado a un dil, es decir, un arteano que no posein su tlles y gue tabejaba en posiegn subordinada. Durante un debate celobrado {9 en el Congreso de Puebla, un dipttado express el fomor de que la core wersién de maesres en obrers aalaiados en las grandes frices seria un Gesasre pare el pas, “como la expansion de servos dela gabe Io habia sido en Polonia”. Otro describ a depresion de los artesanos al yer que, al al ese fdas y dependents de los privilegiados, “se educiia su industia, Se pondran limites asuingenio y quedartn condenados ala indigenc Ete preicegn se velvis realidad en machos lugares, ya que el abo arte saral fue afectado por las impertaciones extranjerae © por la competencia de fabrics locales en grande exeala, como en Cerise. in una Memoria so bre dl Censo de a Replica Mexicana, eserta en 1863 por Rafael Duran, se de- fa que la “industria moderna y centfica ha impuesto a desapaicion de un dep innit de clas de agen ana qe sang proviacan menos cupaban a muchas personas”, que se habian visto obligadas a emigrar ‘También la industria cel tabaco qued6 bajo a amenaza dela mecanizacion En B46, un grupo de masta y de oils hizo al yobleeno una peucon pasa gue veara ln propuesta de compra de una maquina, que dejera sin tabe)o "genta mil fannilias menesterosasy necesialas”cculo no muy exape Fado del nero total empleado en ia industria, aunque dest luego nto dos seran desplazados por cicha maquina, Las mujeres 9 su police: tenis inspirado consejerd—-exhortaban al gobiema a “no seguir cegamente tos principios econdances que han impuesta el uso de mquinas” etn tomar rota del que ocuria “en los paises més indstializades de Europe, donde 2 cada dla podemes ver la diaminucion de saltis..ymultitd de fabaj- dares que se quedan sin empleo” La nica alternative pata esas mujeres Seria el servicio domestic, pero te era “repugnante, «couse Ge uum lacion”= “También en el campo habia una pirémide social que tena algo entre ios extremos de pobresa y de miseria. La mayoria dels poblacion tara, sobee todo en las partes centaly meridional del pas estaba integra por indo. {a polities colonial habia tratado de apavtarlos de las Genes comunales de sus pueblos, hacia el mundo aalriado dela economia eopafcla. Peso eos pueblos conservaban ina canta considerable de rsa de autonovnta, 4721 populaco de México" arco no firma en EI Mise Meriano, vl 3, 184, p45, probableente de Pit Dc ie one ode sss det H Css elt ts Chiver Orozco, ey Colecin de decumerts pat astra de concn exter de ee, 2 serie, vl. 1 El eomerc xtrr yoarteao, 16251830, pp 12 y 195. Para una temprana utopercpcion dels mecstvos emo miemtvos de una lace mad vase “La dae media, Sonar artistic para a educa yprogeso dels arte, 3 de sepimbe da 1945 Par Seteror de sus vee de vida, Ls Cher Oroze, Lagoa arcane nein. "Rafal Dur, “Memoria sabre lens de a Reps Metcaa® ldo en 186), 2c wo 8 Representing as mars fics yd empl dear de be i lk argon al Supreme Gabi 2 INTRODUCCION yycas! todos tenfan una reptbica, con alcaldes, regidores, un gobernador y a Prenudo un eacique. La repiblicn india era un mundo en sf misma, con su propia escala social y sus oportunistas y en muchos casos se conservaba la Fae cistincin entre los principales y los demés. Hasta el dia de hoy, algu- ‘hos observadores se qusjan dela tendencia de lo indios a gastase sus aho- res en fiestas y celebraciones relacionadas con sus puestos en la replica © en las cofralas reigiosas, Pero el hecho de que lo hcieran es prueba de la {mportancia que atfibufan a disfrutar de una posicién de eminencia en su radio inmediato. También habia algunas ventajas concretas para quienes fe encontraban en ia cima de ese microcosmos. Algunes de ellos habian ob- fenido, en muchos casos, parcelas de irra en propiedad privada, 0 acceso especial al uso de los campos comunales, Asimismo, los principales por he- fencia y otros que desemperiaban cargos en la repli, asi como quienes trabajaban para ellos, estaban exentos del repartintento. ‘Podriamos llamar clase media alos principales ya otros sectores privile- sdos de las comunidades indias? Las personas ms importantes del pue- lo estaban conscientes de su superioridad, gastaban dinero para reforzarla con prestigio ylepitimidad, y sin duda eran envidiadas por los demas. Lla- ‘marl clase media en la perspectivatedrica aqui acoptada, no implica toda luna serie de consecuencies sobre su conducta. Sin embargo, expondremos algunas, porque el hecho de ocupar un puesto relativamente privilegiado trvel espacio social mueve a las personas a actuar en formas diferentes de {as que habrian adoptado si st posicion fuese mas baje en la plrdmide. 2D ferente, hasta qué punto? Tal cuestién debe estudiarse en cada caso tenien- do cuidado de no integrar a todos los grupos evidentemente “pobres” en {una soa eindiferenciada masa de indios o de campesinos. E! sentido comin puede indicar que el estrto superior de los pueblerinos actuaria en forma Eonservatlora. Ast ocurrié en algunos casos, pero en otros, fueron los jefes Ge tuna rebelién porque albergaban mayor resentimiento que otros, pues ellos podian compararse con la sociedad dominante, fuese espafola 0 mes- tiza, También tenfan més recursos que emplear en ia defensa de sus posi- Cones. Uno de esos recursos era la lealtad de sus compafieros campesinos, {que se podia ganar y consolidar de muchas maneras, como la quema de fuegos arificales en dias de fiesta. Cuando algunos sectores de la élite in- dia recibfan alguna educacién, 0 cuando se atrevian a salir del mundo ce- ‘ado de su pueblo, sufrian severa tensiGn e incongruencia de status, lo que zo pasaba inadvertido a los observadores criollos de la escena, quienes lo Consideraron como fuente de radicalizacibn Fuera de las comunidades indias, la mayor parte de la tierra habia sido tomada por las haciendas, pero algo quedaba para los rancheros de clase ‘media, as como para precaristas y aparceros de ranchos subdivididos, que *rancio Pimentel se qu de os indie ducadoe,partclarmenie de lo ur conunaiane dorcai Hares 9 dens trshnrie,velvcnone prides ya {unto yledando que “lesa grandes ean de os indo ham sdo It des propia cop, ‘Rand foro cleat al rive de scalies” ens su Moma bres nan ue ato {i iesttan a del igen de Meso y mes de rnebrt 25. INTRODUCCION a se habian vuelto rancherias 0, como se les llamaba, cuadrillas. Aunque era. pequefo el porceniaje de tierras ocupadas de esta manera, el niimero de Gulenes se ganaban Ia vida en ellas no era insignificante, y su posicién so- Galera un tanto heterogénea, formando, por Io tanto, una pirdmide de es- {ratificacion social, En eambio, en las grandes haciendas, la fuerza de trabajo permanente y residente, los peones ce raya, gozaban de cierta “dependen- Ga segura” (en el mejor de los casos), para emplear el concepto de John Tu- fino, pero ocupaban tin lugar sumamente bajo en la escala social. Por deba~ je de ese nivel podian encontrarse casi todos los trabejadores temporarios, Frocedentes de los sectores mas pobres 0 més jévenes de los pueblos o las Fancherias cercanas. En muchas haciendas también habfa aparceros, oce- Sionalmente muy numerosos, y probablemente muy heterogéneos, de modo que inclufan una vasta gama de niveles de posicién social.” ‘LA POLITICA DE INCONGRUENCIA DE STATUS Si existia una pirdnide social, hab‘ la esperanza de ascender en ella 0 (enés probablemente, en tiempos difcles) el temor de bajar o perder posicién en Felacin con otros. St los puestos intermedios dentro de la pirémide eran Tuchos, también era grande el amero de las personas potencialente afectadas, Sus actitudes y reacciones polticas serian funcion no sélo de su posicion de clase en cualquier momento, sino también de los cambios en ella, Piie configuraciones particvlares de las diversas dimensiones de su posi- ign en el mundo. Esto podia ocusri principalmente por tn descenso en la pirémide (o la amenaza de él) o por incongruencia de siatus. Cuando era Elta la dimensién econdmica del status, era mds facil para el individuo so- portar algunas desventajas de edicacién o de prestigo, a menos que impli- Exran un grave ostracismo social, concentrado principalmente en la etnici- dad. Este timo era el caso de los indios ricos 0 educados, dos condiciones Gque, sin embargo, no eran equivalentes. El indo rico (personaje insdito, pero no inexistene) hasta cierto punto podi abrirse paso a los estratos su- periores oal menos casar a una de sus hijas con un miembro de ellos. Agus- {in Paz, quien comenzé como albafil y termin6 como diputado escocés y Iego como senador por el Estado de México (fallecis en 1829) probable- mente fue tun buen ejemplo de este tipo de carrera. Sus enemigos sostenian Gus apenas pod Hane espaol y que se habia alborado de lecture indiseriminadas. En realidad, el término albuil se empleaba para designara Ja ver al albafil y al constructor, yen su caso probablemente abareé todo tun proceso de movilidad ascendente. Las perspectivas eran més difciles para el indio bien educado, que muy probablemente se volveria radical, Como lo jemplifcaron Benito judrez y Juan Rodriguez Puebla. Este tltimo, Ip de un apudor, tuo una beca par San Gregorio leg. rector 2 coe colegio en 1829, Partiip6 en ls reformas de 1833-1834, de Gmez Farias, " Tutino, From insurrection fo elton, pp. 2437 a INTRODUCCION pero se opuso a la desamortizacion de las comunidades indias, que era uno fe los proyectos preferidas de otzos liberales. Mas comin, como muestra de incongruencia de status, era la persona ce clase media con mayor educacion que recursos econémicos 0 posibilidades laborales. Una edueacion relativa- ‘mente superior incluia un contacto con ftentes ideoldgicas radicales, pero también generaba (aunque menos conscientemente) aspiraciones una vvida mejor, es decc, lo que se ha llamado la revolucion de las expectativas crecientes. La resultante frustracién era nueva causa de ideas opuestas al statu quo, de cualquier tipo, independientemente de lo que tno hubiera let 2 un terreno féril para nuevas combinaciones y estrategias politica, deo cual fueron importantes ejemplos José Joaquin Femandez de Lizard Pablo de Villavicencio. Mas arriba en la pirdmide social también podian encom trarse ejemplos de incongruencia de status, ante todo la vieja aristocracia en circunstancias reducidas, de lo que nos dan buen ejemplo el séquito de liar bide y —cada vez més, con la acumulacin de crisis econdmicas— los eo- merciantes, mineros e industsiales amenazados de bancarrota, “parte de a incongruencia de status, tabi estaba presente la amenaza de descenso en la escala social. Desde luego, hasta cierto punto la moviidad descendente siempre implica algunos elementos de incongruencia, no s6lo pata quienes la suen sino para quienes se ven gravemente amenazados por ella. La persona que desciende en la escala social siempre conserva al unos elementos de su anterior posicidn en la vida; pero, especialmente para algunos sectores de clase media, como artesanos o pequefios rancheros, no fora muy grande la capacidad de contrarreotar cl descenso social, « {que recurtieran a alguna forma de acciéa politica, y aun entonces, esta I= cha era cuesta ariba, Oscureciendo los problemas de la movilidad social estaban los més bru- tales del cesempleo y la pérdida de tenencias, tema bien tratado por la bi bliografia, y més facil de documentar. En ciero sentido, perder un empleo yquedar en la indigencia es una forma de descenso social, Pero sila imaizen {ue se tiene de la pirdmide sociales la de una pequena élite ante una masa inlserable,béscamente homogénea, la cues se la movildad descen- lente no se plantea o no tiene importancia para la mayoria de los miembros de los estratos populares. Mi hipdtesis es que en muchos de ests casos fo gue ocurrfa era una caida del purgatorio {cierlamente, no del paraiso) al infiemo:distincién que tiene su importancia. Aqui no me propongo exege- rar la realidad de la linea divisoria, aunque, para expones nuestro caso, vie- ne bien la metsfore Lo que imports es perils exstenca de una pire social, su forma y la clistancia interna entre posiciones, as{ como los despla- Zamienios ene ela, = = Una perspectiva claramente distinta de la que aquf hemos dado puede vverse en una obra cle José Iturriaga sobre la estratificacion social en México, basada en el censo de 1895, Aly, se dice que una “clase rural popular” esté integrada por peones, pequefios agricullores (ineluyendo a miembros de las comunidacles) y algunos artesanos de los campos y pequenios comerciantcs, {que forman el 77% del total de la poblacién nacional y el 97% dela poblacign, INTRODUCCION 2 al, Por encima, una “clase media rural’, integrada por medianos terra- fenientes, comercantes y adminstradore,formaba e'1.7% del total dela nacién mientras que, atin més arriba, una “clase alta rural”, integrada por propietarios de haciendas, abarcaba a un adicional uno por cento. Frank Tannenbaum, en su influyente libro sobre la Revolucién mexicana, también adopts esta opinién, aceptando el hecho de que “en 1910 la gran ‘mayoria de Ta poblaci6n mexicana estaba clasificada como de peones” (en el censo). Reconocié que en algunos casos, especialmente en Oaxaca y en las zonas montafiosas de Veracruz. y de Puebla, las comunidades habian con- servado més tierras y por tanto sus miembros disfrutaban de una mejor pposicién que la de los trabajadores de las haciendas. Pero no le interes6 determinar las diferencias internas que, por cierto, son muy dificiles de pre- cisar y s6lo se las puede ver a partir de testimonios indicectos o fragmenta- Flos. La diferencia con el enfoque adoptado en este valumen es obvia, y cieriamente no depende de los diferentes periodos abarcados. Tampoco se trata de que Tannenbaum ols ors autores caecieran de a capacidad de percibir distinciones dentro de las clases populares sino que ereyeron que no tenian importancia. Hasta pudo parecerles frivolo, al considerar las pers- ppectivas de una gran revolucién social, preocuparse por esas diferencia- ciones menores.® La vision dicot6mica de la estratificaci6n social también es compartida ppor estudliosos mas recientes. Asi, segiin Nathan Whetten, “hasta hace poco tiempo, México careci6 casi por completo de una clase media”. En vena si- ‘is, Saney Gren afr gue; besinvoge en un etd de materi et distico contemporéneo (contenido, en su mayor parte, en memorias de go- bernadores) el cuadiro que surge es el de una “sociedad feudal... con unos cuanios centenares de tenderos, un pufiado de médicos y abogados, varias docenas de clérigos, unas cuantas decenas de comerciantes o posiblemente de mineros, y miles y miles ce jomaleros o labradores”. Mayores diferenci vve en el sector urbano, donde calcula que un 20% de la poblacién total for- ‘maba una clase media o superior, sobre la base del estudio, efectuado por Frederick Shaw, de un censo de 1849 para la ciudad de México? Oltros autores si reconocen la presencia de una clase media, especialmen- teenel sector urbano, aunque sin estimar sus rtimeros. Asi, john Chance y William Taylor ubican una clase media integrada casi toda por mestizos en Oaxaca, y John Kicza, en su estudio de los comerciantes de la ciudad de México, considera que formaban “un numerosisimo y muy diferenciado sector intermedio”, y que “no hay forma en que muchas comerciantes al ‘menudeo, funcionarios, artesanos, empresarios y procesadores puedan set relegados a una clase inferior”. Asimismo, Guy Thompson ve en Puebla tuna pirdmide de estratificacién en cuatro capas, con tuna pequera élite en la "Joss Iuriog, La estractura soci! y cultural de Mésin, pp 4 y 52; Prank Tannenbaum, The ‘mesca agrarian reotion p27. ® Nathan L. Whetter, “Hl sungimiento de una clase media en México”, en Miguel Othin de Meniizaba ta, Ensayos sobre las clases sociales en Mexico, p 1; Gree, The mei repui, '. 55 Fredric Shaw, Poverty and polite in Mexia Cy, 1824-183, Py INTRODUCCION ‘cumbre,y luego una clase media, seguida por la “plebe" y la clase inferior. En su concepto de clase media, Thompson incluye un gritpo més pequerio de lo que me parece justifcado, ya que s6lo considera a unos cuantos de los Ima prosperos artesanos y tenderos. En su categoria de “la plebe” hay una de lo que yo consideraria elementos de clase media baja y de clase ‘obrera; sin embargo, es importante diferenciar, como é1 lo hace, tina mase plebeya de la subclase ie los léperos. Richard Salvucel en su obra sobre los fextles, reconoce alos operadores de telares en el sector que no era de obra- jes como parte de una “clase” que inclufa rancheros, pegujaleros (pequetos prodiuctores de tabaco y otras cosechas) y artesanos, entre cuyas capas su- pPeriores habia algunos pequefios capitalistas, y que se confundian, hacia abajo, con los trabajadores pobres. Exist, ast, en esta zona tan discutible, una corsiente importante de opi rni6n que reconoce la existencia de esferas ocupacionales intermedias, bas- fante numerosas, que se elevaban por encima de los asalariados comunes Jos autoempleados marginales que conslituian ast el equivalente de lo que hhoy lamamos una clase media, aunque desde luego st papel era peculiar de uy Sep. eck de gua paeceren i necemene duran ‘como las clases medias ce hoy no debe impedienas emplear el término para Geserbiras. Vivian, a menudo, en lo que puede parecer como pobreza jes pecialmente en una aterradora inseguridad, pero veian al lado un abismo, en el que se sentian feces de no caer, y en el cual podian deslizarse al me- nor descuido. Este tema tiene importancia teérica, porque la busqueda de une mejor psiién ene espacio soil la conipsain on ol temor al descenso tienen un papel muy importante al determinar las acitudes de vvastos sectores dela poblacion. LAS LINEAS DIVISORIAS Aparte de los conflictos de clase que separaban a los de arriba y a los de abajo en las diversas lineas horizontales que dividian a la pirdmide social, ‘es necesario tomar en cuenta el conflicto entre los grupos que buscaban una forma moderna de organizar la produccién y la educacién o el gobierno y los que deseaban mantener el viejo sistema. Este ailtimo inclula la orga- nizaci6n corporativa de muchas actividades empresariales y gremios edu- cativos y artesanales. Congelaba una gran cantidad de propiedades en vin- culos cciviles y eclesidsticos, incluyendo las comunidades indias. En la rictica, esto entraftaba un considerable proteccionismo econémico, facili- {ado inadvertidamente por las pesadas regulaciones y el monopolio comer "John K. Chance y Wiliam B. Tayloe, “Estate and clas ina colonial city: Oaxaes” en Con parative Stes in Soy and istry 19 (1977 John E Kieza, Cla etrpronurs: aes ad ‘sins in bourbon Mena Cy: Guy P.C. Thompmon, Pushed los Angele: Indus and ity ‘ina mexican cy, 1700-1860; Richard Salve, Teles and empl, ps0. Vease tambien Feed Bron, “Urban society in colonial Spanish Americ: Rescorch tend en Lats Amon Re search Review 31, 1 (1986) INTRODUCCION 25 cial con Espafa. Habfa, en otras palabras, una confrontacion entre lo que puede llamarse, por abreviar, corporativismo, y el recién legado liberalis- Fro econdmico. A cada lado de esta linea, casi vertical, podian encontrarse grupos muy heterogéneos, localizados en diferentes niveles de la pirémide Stcial. El hecho de estar en el mismo lado en la pugna entre corporativismo y liberalismo creaba nexos de solidaridad intercases, que compensaban los Bectos de las diferencias de clases dentro de cada sector. "Hl conglomerado corporativista y eclesiéstico era el dominante en la so- ciedad colonial, y por tanto podia esperarse que su actitud fuera conserva dora. Pero se enfrentaba a una fuerza liberal potencialmente muy poderosa, fa cual, aunque un tanto frégil en la sociedad nacional (aun después de la Independencia), era la hegeménica en el escenario internacional. Por tanto, Ja resistencia corporativista y eclesiéstica era, hasta cierto punto, una oposi cin de “los débiles”, contra nuevos poderes amenazantes y, como tal, ten faa las formas populistas de expresidn. No pocos miembros de las clases popular o media baja podian encontrarse, asi, mejor interpretadios o defen- Eidos por los sectores superiores del aniiguo régimen corporativista que ‘pot los entusiastas de las nuevas ideas modemnizacoras. Se habfan echado {is bases para la existencia de una coalicién popular-conservadora y para otra liberal-burguesa. Sin embargo, habia un grupo de idedlogos y de po- los que apoyaban la cada dl antiguo orden porque rian quel ibs lizacién de las fuerzas productivas beneficaria, ala larga, a las clases po- De esta manera se cre6 un sector, dentro del liberalismo, que se Tesisuia@ las directtvas procedentes de ios tnlembros mas doctrinarics v Ue inclinaciones mas capitalistas de ese mismo hemisferio politico, complican- do asf el panorama de las posibles alianzas, porque resultaba tentador lle- {gar a acuerdos técticos con los viejos sectores dominantes. A todo esto he- mos de afadir la incidencia de intereses regionales asi como de otras variables econémicas e ideol6gicas mas especificas. El resultante entrecru- zamiento fue responsable de una gran proliferacin de actores sociales, y de la formacién de coaliciones en apariencia contradictorias. Estas coaliciones fran en extremo inestables debido a las tensiones que habia entre sus opo~ nentes mutuamente antag6nicos, y a las oscilaciones de las circunstancias econémicas. Los dirigentes y cauudllos politicos que actuaban en este medio caético lo hacian con alto grado de aparente independencia de clase 0 de otras determinaciones estructurales. En realidad, lo que actuaba era wna re- lacién més indirecta, mediada por la formacién de élites en varias posicio- nes particularmente tensas de la pirémide social. El carécter endeble de las coaliciones condujo a lo que por entonces fue llamado, frecuentemente, “anarquia”, relacionada con continuos cambios de sgabinete o con intervenciones militares. En este tiltimo caso, las més de las YYeces una “anarqu{a militar” seguia ala civil, y era tan dificil establecer una dictadura presentable como un sélido régimen civil. Aunque hasta cierto punto estas condiciones también se daban en otros paises latinoamericancs, el tipo y la intensidad de las fuerzas perturbadoras eran diferentes en cada caso y, como resultado, pudieron organizarse fuertes gobiernos civiles en % INTRODUCCION lugares como Chile y Brasil, o bien tomar su lugar una dictadura més esta- ble, como en la Argentina. For otra parte, también es necesario considerar la distribucién, entre los ‘grupos sociales y cullurales, cle la capacidad de generar lealtades politica. a accion politica, aun del tipo més orientado hacia el aspecto econémico, necesita una cierta experiencia en el arte de la organizacién, que puede even- tualmente ser remplazada por lealtades y habitos tradicionales de cohesién coleetiva y de solidaridad. Esto es asi en todos los niveles le estratificacién, y es particularmente manifiesto en los inferiores. Entre estos estratos infeciores, las inexistentes 0 escasas précticas asociacionistas aut6nomas deben ser rem Dlazadas a menudo por un modo moviizacionalita de paticacin, con ‘una jefatura externa. Para que esta jefatura tenga éxito, debe proponer accio- res congruentes con los intereses dle quienes van a ser movilizados, pero también se necesita algo més: un componente cultural 0 sociopsicolégico que establezca un lenguaje comin, una simbologia compartida. En este campo, elsector corporativista y eclesiéstico tenfa un gran recurso: la religiSn. Apelar al otro mundo habitualmente tomaba formas patemalistas y conservadoras, ‘pero también podia adoptar un aspecio mas nuevo y de movilizacién. Los Curas mas pobres, o los pérrocos rurales, asf como los frailes, eran expertos en Ta materia. Aunque formaban parte del sistema tradicional de dominio, féil- ‘mente podian volverse agitadores de masas, ya que su contacto era directo ‘en el espacio social. ‘Dentro del hemisferio liberal habfa menos recursos ideolbgicos de este ‘ipo tradicional, pero en cambio podian crearse otros nuevos. El ejrcito, tanto ol regular como la milicia, en muchos casos fue vehfculo para la gene- racion de nueras lealages, que bien podian adopiar un canz liberal. Lo mismo ocurria con los caudillos carisméticos, quienes representaban wna mutacién de las clisicas figuras paternalisias. A menudo, su jefatura no era tradicional y conservacora sino, antes bien, de movilizacion (en ocasiones, revolucionaria) en contra de las clases superiores. Los politices que busca- ‘ban el apoyo de las masas también empleaban elementos de la ideologia nacionalisia 0 de la indigenista. Por supuesio, todo esto produjo divisiones, porque las estrategias de movilizacién eran vistas con malos ojos por los sectores mas acomodados de cada hemisferio politico; como resultado se ‘generaron nuevas lineas divisorias. Si alguna vez fnubo un pais ingober- rable, éste fue el México de aquellos aftos. I LA ESTRATIFICACION SOCIAL [ARTESANOS ¥ FABRICANTES Ew 10 que, muy en general, podria llamarse la plebe urbana, los artesanos disfeutaban de una posici6n relativamente privilegiada aunque, a su vez, se fencontrasen estratificados en lo intemo, Tenfan una considerable experien- ‘Ga de organizacién, que se habla expresado desde los primeros tiempos co- oniales en gremios, reconocidos y controlados por ordenanzas municipales ‘que les daban el derecho de elegir cada affo @ un cuerpo gobernante, com- ‘por un alcaldle o mayoral y dos o tres veedores, encargados principal- Frente de tomar eximenes y dar licencias para abrir tlleres. Uno de los ob- Jetivs de las regulaciones era mantener la condicion privilegada de los frtesanos como Productores independientes que vendian directamente al riblico. También podemos notar aqui una tendencia secular hacia wna cxe- Frente dferenciacin dentro de los gremios, como resultado de la expansién ‘demografica y econdmica, y de la divisién del trabajo. Algunas ordenanzas expresamente la formaci6n de cofradias por los oficiales. Esta pro- Fibicién era muy comin en la bibliogralia de la época sobre los artesancs, ‘Asi, por ejemplo, Campomanes adlvertia a lus ufiiales yue aca no habien le gado a la condicion de maestros que no debian formar “un gremio y mucho nenos una cofradia, ni tampoco una asociaciOn separada de la de maestros, ‘como era el caso en algunos gremios, artes y oficios de Madrid”, porque en. ‘se caso sobrevendrian la insubordinacién ¢ interminables querelas, Las ca- tegorias de calificaci6n y los nombres que se les daban en cada oficio no ‘eran uriformes, pero la tendencia era establacer un nivel maximo: el de maes- fro propietari de taller, seguio por oto de oficiales, a veces lamas a- boranies o menestrales, y por uno inferior, de auxiliares w obreros no califi- cados y j6venes aprendices.t ‘Después de la Independencia, las fuerzas de mercado pudieron actuar con mayor libertad, aunque se nécesit6 un tiempo considerable para que tu ‘iesen su pleno efecto. Los artesanos exigtan la prohibicién de importacio- nes, sobre todo de productos textiles, mientras que una gran parte del piblico consumidor deseaba articulos extranjeros baratos. Por oira parte, ‘muchos financistas buscaban nuevos lugares donde invertir, y una indus- 1 Ondonanaas de gromios de Nurs Espae: Manvel Carrera Stampa, Ls grenibs mexiooas Pro Rodrigues Camporane, Discs sabe a ean popula dels resanos yu for 1p. 183 18h, au Dascrao sabe st foment de linus popular: Antonio de Campmany y de Mortis, Memories histrics sobre Ta maria, comarca ares de le antigua cha de Barcelona Héctor Humberto Samayon Guevara, Los grime dearisanos ex a edad de Guatemala (1524 182): Frederick). Shaw, "The artisan ip Mexico City” en Fsa Ceca Frost, Michael C. Meyer Ylosefina Zoaida Vazquer, eds, El ray os trabjadore ena histaria de Meio 8 LA ESTRATIFICACION SOCIAL tia protegida parecfa un campo nuevo y prometedor. Industriales y arte- sanoe independientes, aunque interesados conjuntamente en la proteccién arancelaria y capaces, por tanto, de alguna ocasional accién politica en con- junto, tenian muchos otros intereses opuestos. Sus alianzas eran siempre Inestables, pues los artesanos tenfan tanto 0 més que temer de una préspera industria focal que de las importaciones extranjeras: contra estas xitimas siempre era posible movilizar el sentimiento nacionaliste. Por otra parte, podia predecirse que una industria local producirfa con altos costos, creando si una especie de escudo y nuevos empleos, pero muchos de ellos serian para mujeres y nifos. Aun para los hombres, los ingresos y la categoria de Obrero fabril serfan predeciblemente més bajos que los del artesano inde pendiente? “En un estudio estadistico de 1838 para la ciudad de Orizaba (Veracruz), Jos artesanos fueron clasificados de acuerdo con las viejas categorias de maestros, oficiales y aprendices, aunque para entonces estas divisiones ya zo corespondian como antes a un claro proceso de regulacién gremial, que habia desaparecido como parte del antiguo régimen colonial. Elautor hacia ver que con la palabra “maestro” indicaba a aquellos que tenian tienda pro- ia, y para cada oficio ofrecia el porcentaje del total de la fuerza de trabajo formado por los maestros. Casi todos los oficios tenian entre un tercio y una cuarta parte de sus miembros clasificados como maestros. Dejando ftiera a Jos albafiles y a los muy especiales mtsicos y alguna otra ocupacién muy peculiar, como la de los cargadores, las cifras ajustadas para el total de Ori Zaba ofrecen 29% couwy propurcigu de la fuerza laboral artesana que podia ser clasificada como de maestros. Esta parte, casi un tercio, puede conside- rarse, pues, como primera aproximacidn a la proporcién de la fuerza labo- tal artesanal que podia pasar por clase media, La cifra es util para la inter- preiacién de otros materiales estadisticos, donde sélo se nos ofrece el ziimero total de artesanos® En un estudio de Guadalajara, Rodney Anderson ofrece datos para 1821- 1822, tomados del censo y de registros de exémenes y de votantes en los .gremios artesanales, en que las proporciones parecen inuy diferentes de las Gel informe de Orizaba, porque la informacién de Anderson procede de dos fuentes distintas, que no son totalmente comparables. Las istas de maes- {tos que se sometieron a los exémenes requeridos, asi como las de los vo- tantes, se refieren a un sector muy recucido y probablemente elitista del gremio. Asi, por ejemplo, entre los zapateros s6lo se menciona un maestro Como votante o come examinado, por cada 23 oficiales en el censo. No es probable que ésta fuese la proporcin entre artesanos propietarios de taller Fious empleades, porque ello habria implicado un mimero excesivo de of- Zales por cada taller. Segiin un estudio de Jorge Gonzalez Angulo, efectua- = Dawn Keremit a futria text mexina ene siglo xx; Robert Potash, Mexican gvern- tment and indus developmen nthe cry ropa: Te Banc de Ao Salvuc, Teves a capi- tals Dorothy Tank de Estrada, “La abolici de los gremis", en Frost etal, eds, EI tab: ‘Mantel de Segura, "Apuntesetadistics del distito de Ortzaba” (1809), en hc ol 4p 2 LA ESTRATIFICACION SOCIAL 2» io en la ciudad de México en 1801, casi todos los talleres de zapateros te fan entre tno y cuatro ofiales, aunque hubiese una minoria (cerea de 10%) hasta con una docena: estos datos estén en armonia con las cifras ‘be Orizabe. Dobe tomarse en cuenta que en las ms granciescivdades,espe- Salmente lade México, tenfan que existir mayores unidades de produccion, fend afl poceniaje de dues de ale sobre otis a fuerza Se trabajo dedicada a cada ofico. Por otra parte, en un pueblo pequero la ‘Sndicion social del productor independiente generalmente es 1385 alta, en ‘eacign con su medio, queen las grandes concentraciones urbanas* El comercio text estaba muy extendido en la Nueva Espaaa y era muy hpetecogéneo. El sector no organizado era ademas muy mumeroso, Activida- dee tradicionales como hilary tjer en la propia casa con pequefos telares fo solian ser incluidas en el sector artesanal por quienes hactan el censo. Desde luego, tampoco se consideraba artesanos, en ningun nivel, a quienes trabejabaa en los obrajes,talleres en escla relativamente grande, excepto Jos muy pocos maestros, quienes en este caso eran aciministradores 0 pro- piotaios claramente diferenciados de los dems. Los obreros, muchos de hos presidiarios o hasta esclavos, solian ser llamaclos fabricates® Por la época del censo que mencionamos (1838), Orizaba comenzaba st rerouc Indust con el exablecimieno ea la ropla cluded de una = Brin text en gran exala, Coclapa propiedad de Lucas Alam conf ranciaién parcial del Banco de Avio. Por entonces se estaba construyendo fsa fabnica'y ya producta hlaza de algodon, que vencia a los 60 telares ‘manuales exisentes, operados por el sector aresanal. Una vez completada In instalacion de sus 100 telares mecdnicos la fabrica consumiria su propia Iulaza; dejaria asta los telares manuales sin materias primas y los obigeria a cerrar, de acuerdo con el jefe polio local. Sea come fuere, 1s siguientes Gecenios presenciaron una transformacion radical de Orizaba la cual sta- ba destinada a volvers,a finales del siglo, la “Manchester mexicana”. Para entonces (1896), incluia, aparte de Cocolapan —que daba empleo 500 per fonas— el cercano Rio Blanco, can 1700 obreros, Los Cerritos y Sen Loreto, con 300 cada tno, ubicadas todos ellos a unos cuatro kldmetos de la chu- dad y dedicados a hilary tjer algodn mediante energia hidréulica. Una Fabrica de yute, que dabs empleo a 800 personas, el taller de reparacion de Jos ferrocattiles con 40 abreros y otros Varios establecimientoscecicados @ cottar marmol, molec maiz y azdeary ala produccién de cervera,y Giger0s, asf como curtiduras, contribuian ala formacién de una nueva clase obre- ra que pronto tendria una gran confronfaciSn con sus administradores “Rodney Anderson, Guadalajr alt eonsumacis de suindependencia, cuadro 17, p. 102; Jonge Gonzilez Angulo, "Los gremios de atesanes y a estructura urbana”, en Algjenéra Moreno Toscano, ed. Ciudad de Mien, Ensayo de constrain de wna histor, p38 * Carlos Contreras Cruz) Juan Carlos Grosso, "La estructura ocupacional yproductva de lt ‘dad de Pucbis ena primera ita del siglo xen Puce ne go x conduc lest ide storia, p13, se referen alos fica” como trabajdoresaslviados que vivian Gets dens graces bres donde abojban a meno en znas rurale os de las 0 LA ESTRATIFICACION SOCIAL, con el gobierno, en la huelga de Rio Blanco —violentamente reprimida— oe revel dustrial” habia levado la prosperidad a alg ‘a “revolucién industrial” habia levado la pros 2 algunos sec- tores de in poblacion de la ciudad, y miseria a otro. Los herreros, que con su estrépito habian mantenido animadas las calles de Guadalupe, habian

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