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Luis Carlos Restrepo El derecho a la paz Proyecto para un arca en medio de un diluvio de plomo © Luis Carlos Restrepo, 1997, 2001 © Arango Editores Ltda., 2001 CL. 19 No. 69D-19 Bogoté, Colombia Primera edici6n: abril de 1997 ‘Segunda edicién: noviembre de 2001 ISBN: 958-27-0012-2 Disefio de portada ¢ ilustracién: Francisco L6pez. Arango Preparacién editorial: ‘Arango Editores Fotomecsnica: Alvaro Garrido ‘Impreso y encuadernado: Panamericana Formas e Impresos S.A. Impreso en Colombia Printed in Colombia “Cuando aprendamos a escuchar, oiremos crecer la paz” Maha Ghosananda Preambulo De tanto pronunciarse en vano la palabra paz se mancill6. En boca del violento significa un nuevo acto de guerra, transacci6n para cambiar su capital de muerte por nuevos dominios en la vida civil. En boca del ciudadano suele ser grito me- droso, angustiado, para que lo dejen disfrutar en el Ambito privado los bienes de su heredad. No conoce la historia guerrero que no tenga en su horizonte la conquista de la paz, ni optimido que no suefe con un reino idilico donde pacen sin conflicto el depredador y su victima. Exa‘tada como ideal, la paz es manipulada y pisoteaca como realidad. Parasitada de tiempo atrés por el imperio de las ideas generales, se revela frégil al momento de concretarse en accio- nes sociales. La palabra paz sufie una peligrosa inflaci6n ideolégica, escondiéndose bajo su ino- cente_techo rentables estrategias para _afinar las juego un conjunto de operaciones sangrientas que maquinarias de muerte mientras se expiden ador- redefinen las identidades y las fronteras a través nadas declaraciones de amor ala vida y la convi- de la experiencia del terror. El guerrero encarna la vencia. Temblamos por eso cuando se habla de ) expresién de una singularidad que descubre y paz, porque sabemos que desatard el guerrero una afirma su fuerza al momento de transgredir las nueva andanada de terror para someter nuestras conciencias y poder exhibir mejores cartas al mo- mento de negociar con el enemigo. de Ja paz dimana de Ja dignidad interna de la_guerra, compartiendo con ella los mismos codigos de_honor_y de_satisfaccién_de ofensas. Relaci6n estructural entre paz y violencia - |Jeyes y asumirse como soplo helado capaz de reducira la nada cualquier forma de vida, Su alma ‘porta una escondida vanidad, un anhelo de reco- nocimiento que se obtiene al avergonzar al otro en su debilidad y mostrarlo como encarnacién mons- truosa que es preciso exterminar. A la vez que pretende destruir un mundo, que expresa la ambivalencia inherente al uso del busca el violento instaurar por el ejercicio de la poder, reflejada en la costumbre de considerar que fuerza un orden mejor. Asf su accion esté plagada quien puede matar es también portador de_una de ambigiiedades, nadie como él anhela defender fuerza de sanar, La mentalidad popular con- Ja esfera de Jo inviolable © separar de manera ‘Yierte a los criminales en santos y a Ja mano del tajante lo puro de lo impuro, lo profano de lo sai Yerdugo en fuente de curacién. A quien se entrega Urgido de una visibilidad qué le asegure un doi el privilegio 0 funcion de la violencia —rey, gene- nio eficaz en la esfera de lo puiblico, se angustia al ral, caballero medieval o jefe insurgente— se le quedar preso en Ja cadena de retaliaciones que se concede también la legitimidad para pactar ¢ im- despiertan al sembrar odio en el corazon del pro- poner la paz. Como s6lo pt indo limo, gritando paz cuando constata que el poder quien ha roto un tabi, desde 1a mitologia bélica (que posefa se Te toma esquivo. A sulado, el anhelo parece imposible acceder a la instauracién pacifi- ciudadano termina parecido al canto del confiado ca partiendo de la acci6n civil, pues ganar la paz colibri, que en el poema del tuerto Lépez clama exige primero hacer Ja guerra, paz mientras es acechado de cerca por una peli- Es la guerra el escenario cultural de quien grosa culebra mapand: lucha por su singularidad aplastando la del adver- sario, de quien pretende afirmarse poniendo en 10 ; il ««jViva la paz, viva la paz!» Asi trinaba alegremente un colibri sentimental, sencillo, de flor en flor. Y el pobre pajarillo trinaba tan feliz sobre el anillo feroz de una culebra mapané. Mientras que en un papayo refa gravemente un guacamayo bisojo y medio efnico: ~ jCud cud! Como no se trata de repetir la fabula del mor- daz poeta cartagenero, es preciso empezar por aclarar el contexto de nuestra indagacién. Si la historia humana es una historia de guerras, y la guen. siendo hasta el pre- ‘De qué se trata ahora? {De negar Ja guerra ¢ imaginar la historia de la paz? ,O S ia y limitarla? Es indudable que prometer un mundo sin guerras es caer en una actitud mitolégica y mistificadora, haciéndonos ilusiones sobre Ja bondad humana. } La violencia y la guerra no pueden convertirse en | nuevos chivos expiatorios, que al ser expulsados | de la comunidad nos permitan liberarnos de todos ~ - 12 ‘nuestros males. Maniquefsmo que puede Ievar al pacifista a una candorosa neutralizacién de los problemas éticos, exonerando a los ciudadanos de Tepensat una y otra vez los asuntos concernientes al bien y al mal, a la violencia, al conflicto y la diferencia. Pues de la misma manera que incrementamos elodio cuando sin reflexi6n alguna descalificamos al enemigo laméndolo bandido o algo por el estilo, podemos terminar enajenando el curso de huestras aéciones cuando descalificamos de tajo | Ta realidad de la violencia, negdndonos a recono- | cer las rafces culturales, equivocas y ambiguas, dé “Tas que Se nutre el comportamiento humano..Ad- hérims por eso a la metafora def polit6log0"ita- liano Norberto Bobbio, quien ha insinuado que el problema de la paz y la violencia nos remite a un laberinto cultural enmarafiado, con caminos cie- g0s y otros entrecruzados, con avances y retroce- sos, con momentos ambiguos en que se cuecen a Ja vez habas de paz y habas de guerra. Ingresar en este laberinto exige un compromi- so similar al de Teseo, quien liberé a los atenienses del yugo del minotauro apoyado en el amor de Ariadna, la princesa cretense que le proporcioné un hilo de oro para orientarse en su avance y fuga por los socavones de Dédalo. Ubicados en el labe- into de la cultura, imaginamos a los nuevos Te- seos andando y desandando, orientados tan s6lo 13 por su apuesta a la libertad y por su promesa de confrontar a los violentos sin provocar nuevas venganzas. Ciudadanos desarmados que se esfuer- zan por apalabrar de manera diferente el signifi- cante paz, para sacarlo de su rigidez idealizada e integrarlo al orden por fluctuacién propio de las sociedades abi Sin mentimnos sobre las facetas oscuras de la condicién humana, es preciso replantear las rela- ciones entre paz, violencia y deseo, haciendo ape- } tecible una insurgencia civil y desarmada que !| profundice los postulados de la libertad y la elec- [| cin en que se sustentan las democracias contem- | poréneas. Aventura azarosa de lanzar un arca en- deble y frégil al mar abierto de un diluvio de plomo, aspirando que corra al menos con una suerte similar a la sefialada por Lester Thurow para los pueblos periféricos, en su libro La guerra del siglo XXI: “La historia est4 sembrada con los restos de los paises cuyas mitologias fueron mas importantes que su realidad” 14 UNO Paradojas de la paz Nobleza de la crueldad organizada “S~ Teual que la guerra, aparece Ta paz tensionada por una larga cadena de paradojas. Su busqueda simplista y afanosa por parte de ciudadanos y gobiernos puede terminar sirviendo a grupos ar- mados que chantajean con sus acciones de terror, mientras endulzan nuestra oreja con idilicas pro- mesas. Es preciso adentrarnos vigilantes en las paradojzs de la paz para no terminar atrapados en | Durante siglos el vocablo ha estado ligado a las estraregias de la guerra, apareciendo como uno de sus actos mas importantes. “La paz es el fin wtiltima de Ja suena”, escribié en su Politica -VII,1334a— Arist6teles, recordéndonos que sal- vo raras excepciones los gueteros se presenian a. simismos como ardientes enamorados de la paz, Teservardo los calificativos de barbaro, injusto 0 } gsesino, para designar a sus enemigos, “Elobjeti- | yganaciGn sin recurrir a Ja sangre como garantia | vofinal deJaguerraesunrenovadoestadodepaz”, | para refrendar su alianza. 7 afirma Francis Lieber en sus /nstrucciones para la Tas virtudes guerreras se cuentan entre las mas | conduccién de los ejércitos -1,29-, recomendando apreciadas y las que logran expresarse en el entra- entregarse al combate con vigor y encono para mado cultural con mayor autonomfa. Aunque el acortar su duracién y acceder a la paz bienhechora. resorte intimo de la guerra linde con la préctica del, ELaspizante 2 conguistadores siempre up amanic pillaje, el ejercicio de la crueldad organizada nun- dela paz—decia Carl von Clausewitz y repetia su ca pierde su nobleza, pues se presenta idealizado, pupilo Lenin-, pues Je gustarfa entrar en nuestro subsumiendo los intereses particulares en un exal- Estado y ocuparlo sin encontrar oposicin. Asf se tado sentimiento comunitario. Hay una Jujuria del | diga que Ta guerra es una tactica para alcanzar la combate y de Jas armas que compensa psicol6gi- paz, para el amante de las armas la paz no pasa de Samente los horrores de Ta devastacion, neutrali= | ser una téctica inscrita en una insistente y perdu- ando clmicdo que sucle invadimosantelapos| . | rable estrategia de guerra. “La paz -decia al escri- bilidad de la mutilacin y la cercanfa de la muerte, tor Alfredo Molano, un campesino desplazado por En su obra De /a guerra, Clausewitz la define | © la violencia— ha sido siempre la disculpa para que seomonun verdadero camaledn extafatinidad | } yuelva a tronar la guerra”. — | constituida por la unién delodio laenemistady |~ 7 Es un viejo anhelo humano buscar la instaura- | la violencia -I,1-28— aclarando que como en nin- |~_4 cién de un mundo a partir de la confrontacién guna otra actividad humana se tiene un contacto 7 | sangrienta. Nuestros héroes de la independencia tan permanente y universal con el azar, s6lo la parecen abrir con sus espadas el velo de la oscuri- guerra permite a quienes la dirigen desplegar una ) dad, al igual que un guerrillero o un general levan- actividad libre del espiritu donde predomina la j tado en armas alegardn que se ven obligados al inteligencia pura. La guerra es la manera de en- ejercicio de la fuerza porque ast lo demanda su frentar los peligros de la existencia, exaltando | compromiso altruista con el pueblo, la patria o la como cualidad moral predominante el valor del | justicia. Desconécese el valor de las instauracio- combatiente que no se amedrenta ante 1a muerte. “hes civiles, dg Jos movimicntos de opinign de. Postura enraizada en las sociedades arcaicas, don- >> ciudadanos desarmados que optan por_construir de el valor moral —la areté- esté dado por la disposicién a sufrir una muerte hermosa en el 18 19 eC ( campo de batalla, nica que logra ser investida de gran significado social. Cuando en la Grecia arcaica un hombre es poseido por el meros -furor guerrero- siente la energfa devoradora del fuego, del coraje, del deseo ardiente que suscita su areté y su potencia de luchador, llevando a cabo con facilidad las proezas més dificiles. Se trata de un poder divino que enfurece, como acontece con Héctor, que en el canto XV de la Iliada echa espuma por la boca mientras los ojos le resplandecen. EnJas socieda- des heroicas, donde priman los sentimientos de vergiienza sobre los de culpa, los impulsos y los actos de los guerreros son excluidos del yo indivi- dual, atribuyéndoseles un origen ajeno, una pro- cedencia divina. Para nada importa la intenci6n, desplazada por una estética de la actividad que es entendida como posesién_y arrebato 0s, fuerzas exteriores, a las que no podemos dejar de responder. Como el acontecer mental es referido a un agente causal externo y sobrenatural -divino 0 demoniaco-, mirados desde nuestra Sptica los hé- roes parecen sufrir de inestabilidad emocional por sus cambios de humor stibitos, caprichosos y vio- lentos. Tanto los héroes irlandeses, como los grie- gos y nérdicos, llegan a las manos por la menor provocacién, arrastrados por su thymés. En este 20 mundo de excentricidades psicol6gicas, donde el elemento afectivo parece gozar de una relativa autonomia, solo la timé —Ia estimacién publica— es capaz de ejercer un poder modulador sobre la accién de los combatientes. ‘Aunque no se tiene un concepto claro del acto de eleccién -por ser un mundo sin voluntad y abierto de manera radical a la dependenci f si existe en las sociedades arcaicas una repre- sentacién clara de las consecuencias sociales de la acci6n, en especial de la manera como éstas pue- den influir en nuestra estima o vergiienza. No | existe en el mundo homérico peor sancién que la || § desaprobacién pablica. Dealli queclsueszra se maugva segiin criterios estéticos. La reputacién de la accién como bella ~kalén—o fea —aisgrén-, se configura como palanca poderosa para la interven- cién psiquica. Bbbeneficioceultantedelaaccisn correcta no es tanto la felicidad como la fama, retribucién que no deja de presentar un cardcter ambivalepte. Los héroes a su vez pueden ser ob- jeto de la envidia divina, cuando los olimpicos sienten que los mortales rivalizan con su gloria. Quien se siente demasiado complacido por su éxito ~nybris- suele ser acechado por un dios celoso, arbitrario y perturbador, que lo confunde haciéndole sufrir un desbordamiento violento de su thymés. En un mundo resbaladizo y vidrioso, donde tanto los dioses como los hombres se mues- 21 tran puntillosos y conflictivos con las ofensas al honor y el respeto a las venganzas heredadas, el ’ guerrero encuentra en 1a hostilidad divina un po- der superior y contrapuesto que le impide caer en el delirio y engreimiento que nacen de haberse entregado a la furia asesina. La ferocidad propia del combate se recubre con sentimientos religiosos que idealizan el desen- . Recor- ‘demos cémo Homero utiliza el calificativo de hamicida para referirse a Héctor, sin que su uso acuse un acento peyorativo. No podria tenerlo en una época en que los dioses se sientan como buitres a observar el espectaculo de los hombres que se hieren y despedazan. Arrancar la mandibula inferior de los heridos para levarla como trofeo =prictica que era usual entre los guerreros de Dahomey-, 0 entregar los prisioneros a jovencitos de alto rango para que los introduzcan en hornos calientes ~como acontecia en las islas Fidji-, san conductas que el padre quiere, transmitir con orgu- flo a.su hijo. EI héroe de la epopeya turca Dede Korkut se lamenta al saber que su hijo no ha cortado cabeza alguna, pues corre el peligro de quedar sin nombre y suspendido en una especie de limbo social, mientras Héctor exclama ena Ilfada -V1476-: 22 Zeus y demés dioses, concededme que éste nifio mfo Hegue a ser como yo... Que alguna vez se diga de él al regresar del combate: es mucho mejor que su padre. Que traiga despojos ensan- grentados del enemigo muerto y que a su madre se Ie alegre el coraz6n, Crean soledades y las Haman paz El anhelo de ver al hijo posefdo por la furia bélica —llevando hasta la cumbre de la muerte el delirio guerrero que cree superar el temor a la interdiccién con la espectacularidad de la accién violenta~ no es obstaculo que impida al griego clésico reservar a la alabanza de la paz un lugar eminente. Tanto en la opinién publica ateniense como en las obras de sus grandes te6ricos la paz aparece como idealizacién que transmite las ima- genes de la abundancia, la vida agradable, la ale- gria y el goce de los placeres sencillos de la existencia, migniras Ja suera se relaciona con una reali inenci afliccién, Re- € Presentacl i Zz terrible paradoja: ser la proyeccién imposible con que suefia quien s6lo conoce las miserias del com- Frente a una realidad guerrera que se presenta con la fuerza de la necesidad y como oportunidad 23 social para exaltar los valores heroicos y comuni- tarios, Ja paz queda reducida_a_un_horizonte per- sonal y hedonista, siempre postergable. Ideal sin ‘consecuencias humanitarias y sin capacidad para : cambiar las rutinas de la sociedad o de la natura- I leza humana. Cuando Platén insintia en las Leyes -VII, 803d— que es preciso que cada cual pase en paz la mayor y mejor parte de su vida, no esté a lo mejor pensando en cambiar la dindmica de vida de esa Atenas clisica que dedicé a la guerra dos de cada tres afios de su existencia, sin disfrutar nunca de una tregua que durara més de diez afios. Em- pieza a referirse, quizds, a esa paz como virtud que pone en el dnimo tranquilidad y sosiego, paz rei- ‘vindicada_ después, por tedlogos, psicdlogos y mo- ralistas, cuvo significado central es la ausencia de conflicto interior que se expresa como armonia. del autodominio. ‘Con Epicteto y Marco Aurelio daspazdejade cond calm gue seapone a la goa pa concebirse como paz delalma, vivencia que no exige la instauracién de la paz politica. Hayagui sin duda una vulnerabilidad y una ganancia. Fra- gilidad de la idealizacién, que pretende encontrar Ia paz poniéndose por fuera de los ejercicios de fuerza del conquistador; ganancia que nos abre a la posibilidad de pensar la paz como comporta- miento y actitud que puede lograrse incluso por fuera de las estrategias que la condenan a ser apenas una tregua. Pero al igual que la paz de los ombatientes, esta paz sigue siendo ambigua, briéndonos a una nueva paradoja, pues se mues- a. como una vivencia de serenidad y calma inte- ior que no es obstéculo para seguir convocando a la guerra publica contra enemigos e indeseables. Enel Bhagavad-Gita, uno de los mas antiguos y famosos poemas de la literatura asidtica -fecha- do en el siglo TI a.C.-, Arjuna representa la ética aristocrdtica del guerrero que accede a su deber de casta participando en la batalla, manteniendo la impasibilidad interior que lo libera de la influencia moral de los contrarios. El poema se presenta como tna invitaci6n a la meditacién y la contem- placién en medio de los actos terribles y feroces, del énimo crispado de los combatientes. En un primer momento el héroe duda porque teme matar asus maestros y parientes que militan en el bando opuesto; lo aterra la safia criminal que puede de- satarse y la injusticia que se extender sobre la tribu si el vértigo de la guerra arrasa con las instituciones sociales y con la separacién entre las castas. Pero Krishna lo incita a la devocién me- diante la accién, a que pelee libre de todo interés, de todo odio: “Combate —le dice- dejando a un lado toda pena, sin esperanza ni egoismo, renun- ciando en mi todos tus actos” —Cap.III- . De esta manera, privado de ansiedades, en medio de la stra Arjuna encontrar la paz. Bajo la antigua tradicién aristocratica la gue- rma se presenta como invitacién a la contencién, suceso inevitable que toma las caracteristicas de juego azaroso entre iguales, cuyas reglas es preci- so acatar con prudencia pera no reforzar sus efec- tos con el desborde pasional o el odio desmedido. Para evitar la extensi6n y masificacién de la furia asesina, los ejércitos movilizados y puestos frente a frente prefieren muchas veces delegar la suerte de la batalla a dos de sus mejores hombres, que se enfrentan en un combate singular, cuyos resulta- dos son acatados por todos. El famoso episodio biblico de David y Goliat es apenas uno entre muchos otros que se relatan en Ja antigua literatura glica. | La lucha armada aparece como una actividad social ritualizada, una estética de la actividad que no autoriza los excesos y més bien aconseja la mesura. Espacio complejo y productivo de muerte y transformacién donde la fuerza aparece con toda su fria dureza, acompafiada siempre de efectos funestos tanto para el que la emplea como para quien la sufre. Teatro donde el mundo se presenta como vana ilusién. En los viejos poemas heroico: los hechos de guerra no aparecen distrazados, |||] porque no existe una admiracién interesada por los . 2-lgs_vencidos. El tnico personaje engrandecido es la fuerza. Fuera de ella, que reina soberana, todos los demés actores estén impreg- 26 nados de amargura, sin que se rebajen por ello a la humillaci6n de la queja. Expuestos a la miseria sin disiraulo ni desdén, los enemigos conocen de manera alternativa la grandeza y la derrota, la crueldad y la ternura. Y en medio del combate, hasta la amistad sincera puede brotar por un ins- tante en el coraz6n de los enemigos mortales. Esta tradicion de guerra contenida y caballe- resca seré opacada por la guerra ideolégica que conoceremos en épocas mis recientes, cuyas raf- ces se hunden en la tradicién imperial —despreci tiva con los vencidos— que heredamos de Roma. Producto del dominio incuestionado de la fuerza, los antiguos reyes mediorientales y los emperado- Hom Lo sobermnoe astoe eciomaron para sf el titulo de reyes de la totalidad -shar kishshati-, reivindicando su hegemonfa interna- cional de pastores admirados que no temian al combate ni dudaban al momento de someter a los rebeldes. Paz fue el nombre que dieron a su vigo- esp movimiento de expansicn, tal como reza en el antiquisimo Canon de los Epsnimos. La misma Pax Romana aparece como producto de una armo- nizaci6n forzosa de los conflictos alrededor de una figura a la vez temida y apaciguadora, Pata el cmperador 1: 2 a tig: i .Ya sefialaba} . driamos que aceptar que los romanos conquistaron Su_propia defensa vy convivencia. Will Durant ha descrito la labor civilizadora de Roma como la creaci6n de un desierto al que Hamé paz —solitu- linem faciunt, pacem apellant-. Atin hoy preten- J | iemos reparar nuestros pecadcS-oHemando Co | { fluerzos supremos al propésito de restablecer la / ) haz _romana_en_un_mundo_perturbado. La Pax | Britdnicao laactual modalidad de Pax Americana | | son un buen ejemplo de ello. Roma entendis Ja paz como el producto de un inio universal que implicaba Ja conducta complaciente de los demas pueblos para aceptarlo Sus tratados internacionales —con excepcion del armisticio— eran medios para la expansin de su soberania, pensados como pactos de validez per- petua, quizas porque tras ellos se escondfa la su- premacia guerrera del imperio. Concepto de paz que exige como garante la presencia de una auto- ridad imperial e incuestionada, bien sea politica como en los romanos 0 teolégica como sucede en la tradici6n hebrea. La conocida metéfora del Tri- to-Isafas —Is,64— que anuncia un tiempo paradig- mitico en que el lobo y el cordero pacerén juntos, expresa en el ambiente hebreo posterior al destie- rro el anhelo de reconciliacién bajo una figura divina e imperial que sea capaz de invertir el poder avasallador de Babilonia. Idealizacion fructifera 28 | 29 en la historia de los simbolos que opaca, dentro de larealidad exilica y posexilica, la importancia que tuvo la concepcién de una violencia purificadora que modificara los habitos del pueblo desobedien- te y preparara la llegada del mesias. Baste simple- mente recordar que muchos de los que predicaron entonces paz -shalom— fueron condenados por la tradicién a la categoria de falsos profetas Jr 6,14; Ez 13,10-, interpretandose su postura.como una oposicién mundana al jucio de Yahvé. Recorde- mos la dureza con que les reproctiaba Miqueas -3,5~ su paz interesada, que con facilidad se con- vertia en convocatoria de guerra: Asf dice el Seifor de los profetas que extravfan a mi pueblo: ‘Cuando tienen algo que morder, anuncian paz, y declaran una guerra santa a quien no les Ilena la boca. ( Elpacifico triunfador Tras la destruccién de Jerusalén a finales del siglo VI a.C., y establecida la distancia pastoral ante una paz terrenal que era vista como peligroso distraGicr_espiritual frente a Tas enseftanzas reli- ‘losas que se derivaban de la catastrofe, la nueva paz teolégica se convertiré en el micleo de la predicacién profética, adquiriendo el cardcter de alianza escatolégica con Dios. La paz empieza a identificarse con la promesa de crear una sociedad que Hegue a superar y eliminar la tendencia del hombre hacia el mal. Paz entendida como lo opuesto ala codicia de quienes pretenden acaparar poder por la intimidacién y aduefiarse de todo cuanto encuentran a su alcance. En el momento en que triunfan los imperios terrenales y los ejércitos profesionales a su servi- cio siembran el terror en los paises dominados, el judaismo empieza a predicar la existencia de una paz diferente, superpuesta a la guerra terrenal, paz ue mantiene su actualidad gracias a la relacién (“textos dela comunidad de Qumran, que es posible | fechar en el siglo I a.C., se habla ya de una paz | presente y sin fronteras que no parece depender | del dominador romano, paz perpetua e inacabable | -10H 15,16-, sobreabundante y eterna, que pasa por encima la terrible circunstancia de estar ellos mismos asediados por la guerra terrenal. Con Filon de Alejandrfa -el judio culto, con- tempordneo de Jestis, a quien tanto debe la dog- mética cristiana— y bajo el influjo de la filosofia helenistica, la paz adquiere el cardcter de realidad interior, alcanzable como victoria sobre los apeti- tos y tentaciones. Esta paz, que una vez conquis- 30 tada ya no puede perderse, es diferente a la paz del mundo ~Jn 16,13-, pudiendo consolidarse y for- talecerse en medio de la guerra. Paz universal que cipe del Reino de Dios. Como ante ella la paz politica pasa a ser un concepto subordinado, esta vision teol6gica de la paz nos abre a una nueva y conflictiva paradoja: la economia de la paz media- da por lo trascendente no paréce requérir de su “concrésién inmediata en una realidad politica, e incluso puede fortalecerse en medio de las-mise- fias guerreras de la época. La sociedad eclesial ‘podrd repetir confiada como formula ritual “la paz estd entre nosotros”, sin que ello tenga como con- secuencia inmediata la instauracién de la paz en la sociedad civil o entre las facciones en pugn, Talvez por eso Ja apuesta escatolégica vevan- gélica por la paz no ha sido obstéculo para que en eT pran pol it ico muchos reinos y a on Cris: tianas perpettien los emblemas de la guerra. A SCA Ce la postura de padres como Tertuliano y Lactancio que descalificaron el uso de las armas, afirmindose en el principio del no matards, San Agustin y San Gregorio sentaron las bases tedricas de la guerra justa, legitimada cuando se trata de combatir a los herejes y dilatar el reino de la fe. Pacificus y Triumphator aparecen como vocablos congruentes, que se justifican desde la intencién de un imperio universal que cree representar el 31 |. Principio de unidad del género humano y la apues- ~? ta por una igualdad esencial entre los hombres. Los tribunales de la Santa Inquisicién cumplieron un papel instaurador en la pedagogia religiosa de Occidente, al igual que en épocas de conmocién predicadores ejemplares y virtuosos han atizado la guerra desde una inspiracién misionera y evangé- lica. En muchas ocasiones, asf se hable de paz, matar sigue apareciendo como extrema ratio, Mientras sofiamos con un mundo idealizado y sin conflictos, aceptamos que en la vida politica la paz no puede ser sino concesi6n graciosa del guerrero. Tn nombre de esta paz se puede reactivar la guerra cuantas veces sea necesario para conservar el im- jo de la totalidad y unificar al género humano, ‘ara Hegel la guerra es una de las maneras que tienen a su disposici6n los gobiernos para impedir que el Espiritu se esfume, llevando a las comuni- dades organizarse en sistemas de independencia cultural que las pueden conducir al aislamiento de una voluntad cg a guerra, acaparada por el fEdillo, impide que los pueblos se arrai- guen demasiado en sus dindmicas singulares. Para impedir la desintegracién de la totalidad se consi- dera necesario sacudir la vida de los ciudadanos ‘Gon Guerras en su interior, para confundir su orden iblecido y minar sus anhelos de independencia. Ya decia Erasmo, en su Querela Pacis, que el Z 32 colmo de la infamia era ver a principes que sin- tiendo debilitada su autoridad por efecto de una paz demasiado larga, se entendian en secreto con otros gobernantes para encontrar un pretexto y provocar batallas, dividiendo por la discordia a sus stibdites para despojar al pueblo de sus derechos esa autoridad sin freno que da la guerra. -Laideologfa de los estados nacionales se al Tesponsabilidad moral, ser4 visto como fuerza au- ténoma que afirma su existencia en la guerra, justificdndose la deformacién de la verdad con fines propagandisticos. El ideal de la vida heroica se opone a la vida burguesa y mediocre, identifi- cAndose el Espiritu con la Sangre y la Raza. La guerra de conquista se levanta como continuacién natural de la politica, exigencia logica del desarro- ‘Io del Grganismo social y expresién del destino. eseiicial de los Vencedores, a quienes se les permi- | te pasar por encima de las virtudes ciudadanas y || de los sentimientos humanitarios. EIEstado adquiere el cardcter de maquina de guerra que oscila entre los gobiernos militares y los gobiernos de Jure, segtin las circunstancias lo ameriten. Imponiendo una determinada velocidad 33 Jie a las dindmicas sociales, acaparando secretos y legitimando s6lo la circulacién de ciertos afectos, os Estados apoyados en sus ejércitos permanentes actin como maquina violenta que disciplina a los ciudadanos al fragor de la dindmica bélica. La guerra victoriosa se convierte en el tribunal supremo del mundo, expresién acabada y sublime de la justicia universal. Las viejas virtudes aristo- craticas de autocontencion bélica empiezan a ser reemplazadas por las alabanzas a la guerra total, entendida como el momento de mayor intensifica- cidn’ de las energias espirituales de una época. “Ebriedad de la guerra que genera en las masas la ilusi6n de actuar como totalidad coherente, trans- formando sus rutinas con una intensidad que des- conoce el transcurrir lento y discontinuo de los tiempos que han olvidado la fiesta de la sangre. Lujuria colectiva que permite galvanizar el senti- iniento de los pueblos para conducirlos al sacrifi- cio en medio de la euforia, mientras se refuerzan valores compulsivos que exaltan el honor, la glo- tia, el amor a la patria y el culto a quienes han (_muerto en el campo de batall Convertida en idea absoluta, la paranoia pasa a ser el modelo segtin pensamos y abordamos nuestros conflictos, maxima instancia disciplina- ria que modifica comportamientos por la via de generar desconfianza mutua. Es entonces cuando aparece el caudillo, el supremo salvador, el pacf- 34 fico triunfador que ofrece recuperar el saludo ma- tinal y la hospitalidad perdida, siempre y cuando le entreguemos nuestra voluntad y le juremos total sometimiento y ebediencia} DOS La lujuria de las armas Alergia a lo heterogéneo Una vieja y prolija literatura se ha encargado de exaltar la guerra como medio para desarrollar | y enriquecer la amistad, entendiéndola como el nico momento en que es posible la reunién de ‘seres limpios, que al mostrarse tal cual son pueden unirse en la simplicidad de sus corazones: tinico momento en que la sociedad se transforma en un sistema heroico que promete victoria sobre el mal ylamuerte. Ante el peligro comtin suele originar- se una extraordinaria solidaridad para el combate, ua vinculo de unién pasional y fuerte, una expe- riencia fusional que se repite en la agresi6n ritua- lizada de los partidos de fiitbol o en los saludos a lavez calurosos y amenazantes que se cruzan entre _ silos hombres que parten hacia el combate. La guerra refuerza el sentido de pertenencia, afian- , Tando la identidad que se construye frente a un enemigo comin o chivo expiatorio que recibe las agresiones expulsadas por el grupo para validar su cohesién. La vinculacién por el miedo y el terror genera fuertes compromisos emocionales, utilizados en su momento por politicos y militares para erigirse en representantes del orden frente al caos, invo- cando el autoritarismo como alternativa terapéu- tica ante la segmentacién. Al provocar y desenca- denar la agresién colectiva, utilizando el temor como fuerza cohesiva, los sentimientos guerreros favorecen la aceptacién acritica de la superioridad de las jerarquias, sirviendo a su vez como semille- ros de despotismo y tirania. La embriaguez del entusiasmo Hleva a que los combatientes se formen en principio una idea del peligro més atractiva que repulsiva. Al partir hacia la guerra su coraz6n es liviano, tentado por el exceso de un arma que exhibe su potencia ante un enemigo que todavia permanece ausente. Con el paso de los dias este espiritu hidico veré mutilada su aspiraci6n, quedando sometido al crudo juego de la guerra que lo obliga a hacerse integramente homicida. Al empezar a moverse en un medio resistente, el soldado corre el peligro de enmude- cer, petrificado por el temor a verse convertido en cosa que es movida a su antojo por fuerzas que no controla. Es entonces cuando debe primar la va- liosa serenidad de las jerarquias, siendo decisivo 40 EEon nen el célculo del comandante para canalizar a su favor las emociones despertadas. Esté en sus manos ordenar las mentes y los cuerpos, orquestando las fuerzas del gran drama. Las energias despertadas por la hostilidad, la constancia, la envidia, el or- gullo, la humildad, la c6lera o la compasi6n, esta- rén a su disposici6n si sus subaltemnos le respon- den con obediencia. De alli que el cuerpo del soldado deba estar preparado para recibir y cum- plir érderes bajo situaciones de tension, por lo que el joven que recibe formacién militar es despojado de sus antiguas identidades, cambiando el gesto relajado del civil por un cuerpo que se mueve en Iineas rectas y Angulos para que no oscile al seguir a su Ifder en la batalla. Todo poder le es retirado al recluta con la promesa de recuperarlo después enel combate, siendo més plena esa nueva fuerza ala que acceda mientras més completa sea su sumisiOn. El cuerpo del soldado queda virtual- mente congelado, conyertido en prisionero de guerra de su propio batallén, transformado en arma muscular que no puede permitirse el fracaso. La guerra y el ejercicio de las armas conserva- durizan la mentalidad ciudadana reforzando valo- Tes autoritarios, cerrando la posibilidad de cons- truir conciencias criticas, abriéndonos con facilidad al dogmatismo y la intolerancia. La so- ciedad autoritaria, tal como pudo expresarse bajo el nazismio y el estalinismo, se caracteriza por 41 SW } \ _ | | | exigir‘una sumisién absoluta al jefe, considerado |/irmes, oa través de rutinas como el paso acom! || 'inica y verdadera fuente de cambio benéfico, | |pasado, la pluralidad es cooptada por el orde induciéndose a las personas a formular juicios del | |ofreciéndose como tinica alternativa la expresié < todo o nada y considerdndose la duda ola pruden- —_\ | de la emocién a través del cardcter tajante e impe, | | cia pecados escandalosos. rativo del comandante. La negaci6n de la singula- Cuando la dindmica civil y politica quedan _ridad del soldado en beneficio de la singularidad , atrapadas en Ja jerarquia militar se propician reac- |_—_- de un superior cada vez mas elevado —que termina a lo heterogéneo, ala pluralidad _—_jdentificdndose con un ideal abstracto y supremo- - sociedades abiertas y libertarias. La “se Convierte en principio rector de la economia “Uisciplinva asume la forma de cohesién afectiva y “qenrera.— valor eficaz, que pretende reproducir en la vida Al representarse el mundo como un escenario } social la unificacién que se deriva de la adhesion de conflicto irreconciliable, la vivencia autoritaria Ne del soldado al jefe del ejército. La gloria del lider favorece el desprecio por los sentimientos de ter- se constituye en polo de atraccién pura e intensa nura o la tolerancia hacia el adversario. En las que transforma en honor la carnicerfa repugnante,, sociedades cerradas, jerérquicas y militarizadas, yen dignidad la infamia de la violencia. La acci6n | la falta de endurecimiento en la lucha puede ser ce hasta llegar atransformarse | __interpretada como manera de favorecer la labor de en todo lo contrario, en un medio para acrecentar conspiradores hostiles que es necesario desenmas- un ideal de paz que convoca a la acci6n lujuriosa carar y eliminar. Las dindmicas guerreras y auto- A de Ja guerra como promesa de una felicidad ho- | _itarias alimentan un ideal de sociedad sin confli Al mogénea, tos, de vivencia armoniosa que sélo es realizable] La paz. prometida por la guiérra es la negacion mediante el triunfo completo del grupo sobre sus) del cardcter desordenado y entrépico de las reali- enemigos. La paz de los guerreros suele tomar la dades que constituyen la vida social, motivo por __forma de distensién posterior al genocidio, paz de el cual la vida militar soslaya la heterogeneidad | _Jos sepuleros que se confunde con el deseo de profunda de la cultura convirtiendo a los indivi retornar a un orden arcaico, a una conciencia de || duos en masa, y a ésta en un orden geométrico “Totalidad perdida qué se supone predominaba en || depurado que s6lo encuentra expresién a través de el mundo antes de que fuera desplazada por la) ) || Ta rigidez agresiva. Mediante consignas como el | “confusién, Ta tensién y el desorden. ) I : he . vn bt 42 jlo | 43 QL

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