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LA CERAMICA CHIRIGUANA Por FELIX F. OUTES Secretarlo y director de publicaciones del Museo de Ta Plata; profesor fn lag Universidades de La Plata y Buenos Aires No debe considerarse 4 esta memoria, como un estudio exhaustive & propésito de la primitiva industria alfarera de los Chiriguanos que pue- blan el oriente de Bolivia. Si bien he reunido en las paginas que siguen todas las brevisimas referencias sobre el particular dispersas en 1a lite- vatura que trata, casi siempre por incidencia, de la ergologia de aquellas agrupaciones indigenas, apenas constituyen un conjunto exiguo, que contrasta, singularmente, con la abundaneia relativa del material que me ha proporeionado, con verdadera gentileza, mi viejo amigo don Eduardo Alejandro Holmberg, obtenido por él mismo durante el viaje que ha realizado 4 algunas provincias de Bolivia, bajo los auspicios de Caras y Caretas, la progresista revista informativa bonaerense. Debo creer, pues, que se trata de un vasto campo de investigacion recién explotado, y en el cual los especialistas realizaran, sin duda alguna en un futuro préximo, observaciones més amplias y prolijas, mediante las cuales podré entonces estudiarse en su completo desarrollo, Ja eyolucién morfolégica de los vasos y el proceso de estilizacién de ciertos curiosos motivos ornamentales que mencionaré oportunamente. Pienso, no obstante, que los antecedentes diversos sintetizados en esta ocasién, son los més completos publicados hasta la fecha; y en cuanto 4 los reunidos por el sefior Holmberg, quiz los més numerosos, desde que el material Hevado 4 Europa por los miembros de 1a Misién Cientifica Sueca presidida por el barén Erland Nordenskiéld, se ha reputado insuficiente : Das von v. Rosen mitgebrachte Material — dice su distinguido jefe, en una publicacién reciente — reicht 2u einem niheren Studinm derselben nicht aus '. 1 ERLanp NoRDENSKIOLD, Einige beitriige sur Kenntnis der Siidamerikanischen Ton gefiisse und ihrer herstellung, en Kungl. Svenska Vetenskapsakademiens Handlingar, XU, niimero 6, 12. Uppsala y Stockholm, 1906. Cada una de las memorias publicadas en Jas Handlingar, llevan foliacién aparte. So El modelaje de alfarerias constituye, desde hace largo tiempo, la industria practicada més intensivamente por las agrupaciones de Chiri- guanos. Como entre otros muchos Naturvéilkern americanos, las mujeres ancia- nas estén encargadas de la fabricacién de tiestos de barro ‘; pero, des- graciadamente, muy pocas observaciones se han verificado sobre el pro- ceso de manufactura seguido por esas primitivas alfareras. Los menudos, aunque siempre interesantes antecedentes, 4 propésito de Ia obtencién de la materia prima, su preparacién, el comienzo de modelaje de los fondos, ete., faltan por completo. Los datos més prolijos sobre las operaciones ulteriores, publicados hasta la fecha, los ha proporeionado un manuscrito, aun inédito, del misionero fray Doroteo Giannecchini, el que contiene interesantisimas observaciones sobre la ergologia de los Chiriguanos *: Ammollata una corta quantita di ereta — dice el doctor Domingo del Campana, quien lo ha utilizado y resumido casi integralmente — prendono un frammento di qualche veechio vaso ¢ lo riducono in polvere. Staccata quindi un poco di creta dalla massa preparata la mischiano con parte di questa polvere ¢ cominciano ad impastarla fino a darle la consistenza necessaria a ridurla ad wn bastoncello della lunghezza ¢ grossezza voluta, Questo viene poi avvolto sopra sd stesso in largo spirale, al primo bastoneello se ne aggiunge un secondo, un terzo ¢ cost via finchd il vaso non ha raggiunto la forma e le dimensioni dovute. Nel far questo si ha cura intanto che Vargilla si saldi perfettamente de tutte le parti ¢ si usa a tale seopo un guscio di conchiglia (Anodonta) 0 qualche sasso (ittancia), oppure un scheggia di canna 6 final- ‘mente anche un torso di grantureo *, En Tarairf, pudo ver el seior Holmberg 4 una alfarera indigena en plena labor. Sentada en el suelo ante una red de chaguar (Aechmea polystachya Mez y & veces Bromelia Hieronymi Mez) * sobre la cual habia colocado la pieza en elaboracién para evitar, asi, que el polvo del terreno se adhiriera al fondo recién terminado, superponia hébil- mente los rodetes de arcilla que aplanaba y consolidaba valiéndose de la yema de los dedos indice y medio; Inego, con el objeto de hacer desaparecer las pequelias asperezas 6 granulaciones de la masa, rascaba el interior y exterior del vaso con el dorso de las ufias de las manos * NoRDENSKIOED, Ibid., 6. * EI mannserito del padre fray Doroteo Giannecchini ge halla en poder del padre do Ia misma orden fray Sebastisn Pifferi, quien realizaria obra buena si decidiera su publicacién. * Domentco pet Campana, Notizie intorno ai Ciriguani, en Archivio per VAntropo- logia o V Etnologic, XXXII, 54. Firenze, 1902; confirmado, en parte, por Nordensk- jld (Ibid., 8). “La red 4 que me refiero en ¢l texto es Hamada yioa por los Chiriguanos. ets izquierda y derecha, respectivamente; y, cuando hubo terminado su obra, no s6lo pulimenté la superficie externa con el fragmento de catia 4 que alnde el texto de del Campana, sino que completé esta parte del trabajo mediante una vieja cuchara, usada 4 manera de espatula. En tal forma se fabrican los vasos comunes y Ios de gran tamaiio; aunque para conocer el proceso de manufactura con todos sus detalles, seria menester observaciones referentes 4 1a manera eémo se prepara él labio, el cuello de las jarras, y las asas de que muchos estén provistos. Las piezas de pequefio tamafio se modelan directamente en un bloque de arcilla blanda, excavandolo y ensanchéndolo con las manos *. Costruito il vaso — agrega del Campana — prima di euocerlo si espone al sole per far prendere alla creta un po’pit di consistenaa, dopo di che lafab- bricatrice ne liscia ancora una volta le pareti coWVittanctia e quindi procede alla cottura, Cid ella eseguisce ammucchiando torno torno al vaso dei pez- zetti di legno ai quali pone fuoco avendo cura di surrogurne sempre altri finchd la terraglia non sia cotta completamente. Talvolta invece del legno si suole impiegare dello sterco di vaca ben secco *. Haré notar que las supersticiones locales imponen, como condicién imprescindible para el buen éxito de todas las operaciones enumeradas en los pirrafos anteriores, que mientras dure la labor de la alfarera, no se le aproxime persona alguna y, mucho menos, que el visitante impor- tuno sea una mujer en cinta *, Hasta ahora no se habian deseripto, ni aun siquiera mencionado, las diversas formas que afecta comunmente la cerémica Chiriguana. Los numerosos apuntes y las interesantes piezas reunidas por el seflor Holm- berg, parecen corroborar la répida referencia de Nordenskiéld : Die Ohi- riguano haben zahtreiche verschiedene Tongefiisaformen *, Oreo, no obs- tante, que dicha riqueza es mis bien aparente que real, pues los tipos verdaderos que encuentro son pocos; mientras el resto del material representa, sin duda, diferentes variedades de aquéllos, de los que se diferencian s6lo por el tamafo 6 particularidades de valor secun- dario. Como no me encuentro en condiciones de realizar una estricta agra pacién tipolégica, desde que el material seria reducido para ello, voy & describir someramente los caracteres principales de las piezas puestas 4 mi disposicién, y 4 las que he distribuido en orden tal, que un simple golpe de vista sera suficiente para darse cuenta del probable desarrollo y evolucién de las formas. ‘ NonpeNsKidup, [bid., 7. * Der. Campana, Ibid., 54. * Det Campana, Idid., 54. , Ibid., 18. =i Los vasos mas primitivos son hemisféricos (fig. 1); algunos con labio Fig. 1. — Taras, 1,5 dirigido al exterior (fig. 31); provistos 6 no en el borde, de asas verticales al plano ecuatorial; y, casi todos, sin asiento alguno. A este mismo grapo de formas arcaicas pertenece el vaso sub- globoso representado en la viileta 2; con el euello apenas esbozado, y provisto en el tereio superior del vientre de asas oblicuas al plano ecua- torial. En segundo término se presentan nume- rosos ejemplares globulares, con cuello corto pero de gran difimetro (fig. 3), 6 estrecho y més 6 menos infundibuliforme (fig. 4). No tienen labio bien definido, pues todo el cuello se dirige suavemente al exterior. Muchas de estas piezas poseen asas que, : Fy desprendiéndose del borde, describen una ' 2 — Tatarenda, /p curva que termina en el vientre Canny sansa) (fig. 3). Por lo demas, ofrecen sin excepeién alguna, cierto aplastamiento del fondo que asegura su estabilidad al colo- carlas sobre el suelo. Bs indu dable, asimismo, que las jarras Pig. 8. — Tannin, Fig 4. — Tatar 1800 reras Chirignanas, y eyo tipo es bien sencillo por cierto (fig. 5), representan una variante introducida en la forma de que me he ocupado, consistente, tan sélo, en Ia mayor elevacién y estrechez, del cuello y en el modelaje de una sola asa en vez de dos '. He encontrado, Inego, tm grupo caliciforme, 4podo (fig. 6), que ofrece muchas variedades. Asi, en unos casos, la parte superior estrangulada produce un eue- Mo corto de paredes verticales y gran difmetro, con labio estrecho, plegado nitidamente al exterior (fig. 7) globulares que fabrican las alfa- Fig. 5. — Tarniss, "/, ; mientras en otros, yes lo usual, el cuello todo se inclina hacia afuera (fig. 8). Conserva siempre el aspecto ventricoso producido por la estrechez del cuello, si bien las proporeiones entre el didmetro ecuatorial y el vertical varian notablemente. En algunos (fig. 9), este tiltimo es reducido, mientras el cuello y vientre aleanzan gran desarrollo; en otros (fig. 10 y 11) la altura ' Nordenskidld ha reproducido en su memoria tantas veces citada, una jarrita del tipo de que me ocupo en el texto (véase, Zbid., 12, fig. 10). — 125 — predomina ligeramentes aunque los hay, también, con el didmetro ecua- torial doble del vertical (fig. 12). A medida que las piezas de este grupo DY Fig. 6. — Abap6, "Jy Fig. 7) — Abap6, "/45 disminuyen de tamaiio, comienzan 4 tener asiento, constitufdo por el aplastamiento horizontal de la masa. Por Giltimo, las asas no son frecuentes en las diversas variedades de los vasos descriptos; cuando existen, se dirigen del borde al vientre (fig. 11) 6 se destacan verticalmente sobre el mismo plano ecuatorial (fig. 12). Aislada, y sin variedad alguna que yo conozea, existe también una forma subeilin- drica (fig. 13). Creo que la forma oval, de cuello corto y cilindrico, reproducida en la villeta 14, ha originado por simple estran- oy Fig. 9. — Tarai, fj, ‘Fig, 10. —Tatarenda, 1), Fig. 11.— Tatarenda, #/, Fig. & — Machareti, "/4s gulacién del tereio inferior, el curioso tipo de vasos francamente infundibuliformes, Apodos, tan caracteristicos de la cerémica Chiriguana, En esta serie, que com- prende multitud de ejemplares, pues son muy utilizados, el cuello es ancho 6 estrecho (fig. 15 Big. 2. — Tani "fy 16), cilindrico 6 en forma de embudo (fig. 17, 18 y 19) y de paredes onduladas 6 bien verticales (fig. 16 y 17). Con 6 sin labio, cuando lo tienen se dirige suavemente al exterior (fig. 16 y 17). También he notado, como en otros casos mencionados, que & medida que — 126 — los ejemplares se reducen en tamafio, comienzan 4 tener fondo 6 pie *. Las asas no son frecuentes; en el tinico caso que las he encontrado (fig. 20), se hallaban colocadas en el tercio superior del vientre *. Por iltimo, he hallado esporddicamente un tipo de vaso caliciforme que constituye una excepeién, segtin me lo ha manifestado el sefior Holmberg. Apodo y ventricoso, su cuello dirigido al exterior, 18, — Abap6, /4, seccién circular, salvo la representada en la villeta 8 que es eliptica, partieula- ridad excepcional sin duda alguna. Las condiciones especiales como reali- zaba su viaje el seflor Holmberg, no le han permitido obtener mediciones deta- Tladas de las numerosas alfarerias que encontraba’, Sin embargo, puedo ofrecer algunas cifras basadas sobre otros datos que poseo. Los vasos hemisféricos (fig. 1 y 31) tienen, generalmente, un didme- tro ecuatorial que oscila entre 300 y 110 milimetros y una altura que rara vez excede de 150 y no dismi- describe pliegnes simétricos y elegantes (fig. 21). ‘Todas las piezas de que me he ocupado son de Fig. 14. — Abap6, */4, nuye de 60 milimetros. El subgloboso, representado en la figura 2 OYY Fig. 15. — Tarnini, "py Pig. 16. — Taras, 45 Fig. 17. — Machareti, '/,5 * Mis observaciones 4 este respecto las confirma Nordenskiéld quien ha constata- do, igualmente, que los vasos pequefios tienen el fondo chato, mientras los grandes son siempre 4podos (NORDENSKISLD, Ibid., 20), * Los Chiriguanos laman yambui & los vasos de gran tamano. * Como las figuras inclufdas en el texto han sido hechas casi en escala, seré siem- So aleanza 4 170 milimetros de ancho méximo y 130 milimetros de alto. El diémetro ecuatorial de los globulares (fig. 3 y 4), varia entre GreodD 20, — Abaps, ‘Ise Fig. 18. - Fig. 19. — Quiriqairigua, # 400 y 250 milimetros y su altura es, casi siempre, de 400 milimetros. Las pequefias jarras que tengo en mi poder (fig. 5 y pl. 1, fig. 6) son de muy reducidas AMYve proporciones; ambas tienen el mismo ancho en el vientre 6 igual altur: una 120 >< 120 milimetros, la otra 90 >< 90 milimetros. En Jos vasos caliciformes (fig. 6 4 12), el didmetro ventral varia entre 900 y 400 milimetros, y su tura entre 900 y 300 milimetros. El subcilindrico aislado (fig. 13), tiene 700 mili- metros de ancho en la boca y 920 milimetros de alto, El dval que he Fig. ‘Tatarenda, */,2 spp reg as Fig. 22. — Lagunillas, *), las de los dife pre fiteil obtener las din entes detalles de las piezas reprodu jiones aproxi peas: = reprodueido en la vifieta 14, aleanza 4 850 milimetros de didmetro en el vientre y 4 1100 milimetros de altura. En los infundibuliformes (fig. 15 4 20) el ancho del vientre ofrece como términos extremos 850 y 650 milimetros y para la altura 1000 y 550 milimetros. Por ‘iltimo, la forma atipica de la figura 21 no aleanza gran tamaiio, pues tiene 225 mi metros de ancho y 150 milimetros de alto. Las dimensiones de las piezas mayores nm no han variado lo més minimo en los tiltimos tiempos; los grandes vasos que vid Wedell en Caraparirenda en 1845, tenian alrededor de 1000 milimetros de diémetro por 1200 milime- tros de altura *. Las paredes de los vasos, en general, no acusan un gran espesor; en los de mayor tamatio, tienen 15 4 20 milimetros; en los medianos, como el representado en la figura 30, no exceden de 8 milimetros; en las reducidas jarritas ventri- cosas, oscilan entre 7 y 4 milimetros; pero, en cambio, el pequeno bol hemisférico reproducido en la villeta 31, es relativamente grosero, pues sus paredes laterales tienen de 9 4 7 metros y el fondo aleanza 4 15 milimetros, La seccién de esas mismas paredes ofrece, casi sin excepeién alguna, tres zonas bien mareadas; una ancha, central, de color negro, dos exteriores, rojas, sumamente estrechas. Sin embargo, el vaso representado en la figura 22 es exterior é interiormente de color pardo obscuro, con wna zona central gris clara, muy resistente. Fig. 24. — Tigitipa, 2, mi Fig. 26. — Desarrollo del ndomo del enello del vaso representado en la fg. >, Wappen, Voyage dans le sud de la Bolivie, en PRaNcis pe Cas! K pédition dans en partien centralor de U Amérique du Sud, de Rio de Tanciro a Lima, et de Lima au Pard; Histoire du voyage, V1, 56. Paris, 1851. Véase igualmente: P. ALu- JANDRO M, CorRavo y P. ANTONIO ComasUNcosa, El colegio franciseano de Tari y #14 misiones, 42, nota 1, Quaracchi, 1884, — 129 — Desde Inego, inoficioso me parece decir que 1a mayoria de Jas alfare- rias Chirignanas que he visto son, originariamente, de un bello color terra cotta y, por excepcién, pardo mis 6 menos obscure. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que dicho color es muy posible varie con las localidades, vale decir, segiin sea el material empleado y su com- posicién. Un buen mimero de vasos Chiriguanos, ofrecen ornamentos que han sido expresados mediante alguno de los tres métodos conocidos: por intaglio, en relieve y con la ayuda de colores Erland Nordenskiéld ‘ y el selor Holmberg, han podido observar que Alfareriag de un rancho Chitignano (Tarai) los ornamentos por intaglio consisten, tan s6lo, en impresiones ungui- culares 6 de la yema de los dedos. Efectivamente ciertos tiestos de barro tienen en el cuello tres 6 cuatro filas paralelas de impresiones dig’ tales, casi siempre hechas con el dedo pulgar, ejerciendo presién lateral (fig. 8 y 17). Hay ejemplares, también, con la totalidad de las paredes ornamentadas mediante el procedimiento referido; en cuyo caso, las im- presiones estén distribuidas en series ritmicas paralelas, que siguen la direccién de los rodetes de arcilla con los cuales se construy6 el (fig. 22). so ' Norv NSKIGLD, Ibid., 12. — 180 — Los ornamentos en ronde-bosse son, en cambio, muy raros. Sélo he visto un vaso que los tuviera; el represen- tado en la vifieta 3, cuyo cuello muestra una serie de elementos ovales superpuestos lateralmente y combinados con cierta ele- ganci La ornamentacién mono 6 policroma de las paredes de las alfarerias, es muy fre cuentemente empleada, La materia prima que uti tiene, casi siempre, un origen mineral : arcillas G ocres rojos, blaneos y aun pardos. En algunos casos, muy pocos por cierto, se utiliza el hermoso color rojo proporcionado por los frutos de Biva orellana L. '. Los colores minerales se apliean antes del coci- miento de las piezas que deben recibirlos; los vegetales, después de haberlo verificado; yaliéndose, siempre, de un grosero pincel 6 maui’ de plumas sueltas de gallina. Los ornamentos, ya sean pintados con co- zan los indigenas para realizarla, Fig. 28. — Muy la” espalda ‘quirigua). lores minerales 6 vegetales, ocupan la superficie exterior de los vasos; por excepeién una parte del lado interno del labio 6 ancho cuello de las alfarerias caliciformes (fig. 21). Sin embargo, en todas las piezas de gran tamaito Jas pinturas s6lo aleanzan 4 cubrir los dos tercios supe- riores del vientre; el otro queda sin ornamento alguno, pues debe enterrarse en el suelo para mantener la esta Dilidad del vaso (véanse, por ejemplo, las figuras 2 y 3 de Ja plancha Il). La combi in. de los co- lores empleados, no es ma- yormentecomplicada ciertas Fig. 20. — Portadoras de alfarerias (Lagunitas) * Det Campana, Ibi - 131 — veces se ha cubierto de rojo toda la superficie externa (fig. 30), 6 se ha trazado una faja del mencionado color desde el labio hasta la mitad del vientre (fig. 31). En muchos casos, sobre la superficie natural — terra cotta — del cacharro, existen dibujos rojos (pl. I, fig. 3 y pl. II, fig. 2 y 3), 6 negros y rojos (pl. I, fig. 1). Ein otros, sobre fondo rojo, se destacan ornamentos blancos (pl. I, fig. 4). Un grupo, bastante numeroso, comprende vasos pintados de blanco y, sobre dlicho fondo, Fig. 80. — Rio Ips, "/5 elementos decorativos negros (fig. 23 y 24), pardo-obseuros (fig. 25) 6 conjuntamente, negros y rojos (pl. I, fig. 5 y 6; pl. II, fig. 1). Por tiltimo, la combinacién més compleja la ofrecen las piezas que tienen pintada la mitad inferior de rojo yla superior de blanco y, sobre este color, dibujos negros (pl. II, fig. 5), rojos (pl. I, fig. 2)y aun rojos y negros (pl. IL, fig. 4). La sencilla faja roja que rodea exteriormente el labio del pequefio bol representado en la vifeta 31, constituye, segdin mi modo de ver, el ornamento mas simple. Sin embargo, la mayor parte de los vasos ofrecen en sus paredes combinaciones de Iineas quebradas describiendo meandros més 6 menos complieados (pl. I, fig.1);6 que se hallan compren- ig, 51, — Bio Tom, *), didas, formando fajas, entre lineas horizontales (vl. I, fig. 2). EI vaso representado en la vifieta 3 de la plancha I, ofrece una ligera variante constituida por la mintscula quebrada trazada sobre la recta que cite la estrangulacion que forma el cuello, y por los menudos puntos alargados que se desprenden de la quebrada interrumpida que existe sobre la mitad superior del vientre. En Ia jarra que he reproducido en la figura 25, los espacios angulares inferiores libres de los elementos geométricos que se han dibujado sobre el euello, estén ocupados por grupos de puntos en eantidad variable y, lia uno de aquellos, por cierto grosero motivo eruciforme (fig. 26); ademas, en el vientre, los vértices de los éngulos de las lineas quebradas tienen, casi siempre, prolongaciones en forma de gancho, En otra pieza (pl. I, fig. 4), rodea al enello nna serie ritmica de losan- ges blancos, mientras por el lado interno del labio (fig. 21), existen or- namentos, en apariencia geométrico de un vaso de que ya me he oeupado. El céntaro globular representado en Ia figura 5 de la plancha I, ade- méis de los elementos decorativos ya conocidos constitufdos por combi- naciones ms 6 menos felices de lineas quebradas y rectas, ofrece en los espacios libres de la ancha faja ventral, un nuevo motivo ornamental, formado por chevrons, de cuyos vértices se desprenden Iineas que- bradas en espiral; detalle repetido con harta frecuencia en otras muchas alfarerfas , muy semejantes & los Chiriguanas que conozco. pesar de la sencillez aparente de los motivos rectilineos que se han trazado en los vasos reproducidos en Jas viletas 23 y 24, es altamente enriosa la larga espiral que rodea hasta tres veces toda la periferia, iniciada, como pnede verse en las figuras respectivas, en forma complicada y que termina, en cambio, con suma sencillez Pienso que en este caso, se trata, sin duda alguna, de una representacién zoomérfic muy estilizada. an las jarras globulares (pl. I, fig. 6; pl. : Il, fig. 1), he encontrado euriosas composi: Fig 2. > Chimgnano vendedorde ejones medindricas en las que int linea quebrada en espiral, tan frecuente en otras alfarerias de la misma procedencia '; y que Hega ornamentales complejos y dificiles de analizar, como los que ofrece el vaso reproducido en Ja vifleta 4 de la plancha II de esta memoria. Creo, sin embargo, que los ornamentos pintados mis interesanti ne la rv formar motivos aracteristieos, son los que se han trazado en las paredes de los vasos » Nordenskidld (Ibid., 12, fig. 10), ha reproducido semi-esquemstieamente una con ornamentos muy parecidos 4 los que deseribo en el texto de pequena esta memoria. La eo indriea, que ocupa el tereio superior del vienti est formada con elementos curvilineos de enyos puntos de unién se desprenden las infaltables quebradas en espiral; por lo dems, el enello ests oenpado por Iimeas que se cortan, habiéndose eolm lo de puntos menudos los espacios libres del fond CONT Ne all ic infundibuliformes (pl. I, fig. 2 y 3); series de elementos curvilineos con- céntricos, de efecto realmente original, que rodean una figura Iena de forma bizarra. Se trata, acaso, de ornamentos filomérficos altamente estilizados? Por tiltimo, en cierto vaso que tengo 4 la vista aparécen representa- ciones ornitomérfieas de un grosero realismo (pl. UL, fig. 5) '. En ninguna de las piezas 6 dibujos que me han sido comunicados, he hallado ornamentos francamente filomérficos ; sin embargo, entiendo que los Chirignanos los hacen intervenir * en la decoraci6n de las alfarerias y aun en sus primitivas pirografias, Los diversos tipos de alfarerias, y sus muchas variedades, descriptos enel curso de esta memoria, sirven, en primer término, para usos exelu- sivamente domésticos; las piezas pequeiias se destinan, desde nego, & las operaciones culinarias; las de mayor tamaiio, es decir, los vasos infundibuliformes y caliciformes, se utilizan preferentemente para la preparacién y conservacién de ehicha, la conocida, bebida fermentada tan cara 4 los pueblos indigenas sudamericanos, 6 también se deposita en ellos el agua y, en muchas localidades, se emplean aun, como ormas para el azticar. Los pequetios menages indigenas, por pobres que sean, poseen un ajuar completo y numeroso de las piezas referidas (fig. 27) que, en ocasiones, aleanzan 4 varias decenas. Los vasos caliciformes 6 infundibuliformes han sido siempre muy abundantes 4 pesar de su tamaiio; cuando Weddell recorrié en 1845 el oriente de Bolivia, noté que en el interior de las habitaciones indigenas de Caraparirenda y Abarenda habia, casi sin excepeién alguna, una fila de aquellas enormes alfarerias, semi-enterradas en el suelo y ocupando un costado del minisculo recinto *. Sus observaciones fueron aun més interesantes en el valle del Tarairi; alli, en los pequefios caserios Chiri- guanos, en su plazuela central, se veia, invariablemente, una larga hilera de Ios referidos vasos enterrados hasta la mitad del vientre ‘, Otros observadores, en afios posteriores, han podido constatar la exactitud de las referencias obtenidas por aquel distinguido boténico; el misionero franciseano fray Alejandro M. Corrado Ieg6 4 contar cierta vez en la plaza de Tarairf, hasta trescientos de los vasos mencionados *. 1 Der Campana, Ibid., 55. * Creo que las representaciones ornitomérficas # que aludo en el texto, son de Gallus domestious L. ° WeDpELL, Ibid 4“ WeppExe, Ibid., 305 y siguientes. El sefior Holmberg me ha manifestado que cuando los grandes vasos deben contener una exagerada eantidad de lfquido, se refaerza sus paredes mediante una atadura que rodea el cuello. 56 y 25% * Corravo y Comasuxcosa, Ibid., 44, nota 1; y agrega el padre Corrado : « que- as Por otra parte, cuando las mujeres indigenas Hevan consigo un vaso de gran tamafio, lo conducen 4 la espalda dentro una red de fibras de las bromeliéceas 4 que me he referido en otro Ingar de este memoria *, que sostienen con la frente, tal cual lo hacian hace més de medio siglo * (fig. 28); pero, si el céntaro es reducido, las portadoras Chiriguanas lo colocan, simplemente, sobre la cabeza (fig. 29). Algunos autores afirman que los indigenas tienen una alfareria espe- cial reservada para las grandes festividades 6 para honrar 4 huéspedes que consideren distingnidos *. No sé hasta qué punto pneda ser cierta dicha referencia; desconfio de su exactitud, tanto més enanto que nume- rosos vasos de uso diario, tienen los mismos ornamentos que se ha supuesto constituian la caracteristica de aquélla. Dentro de las mismas tribus, ademas de aplicarse 4 los quehaceres domésticos, las grandes alfarerias tienen atin otro destino; sirven de sarc6fago para depositar el cadaver de los individuos fallecidos. Se trata de una vieja costumbre de los Chiriguanos que, desde comienzos del siglo xvii, han registrado en sus relatos los antiguos cronistas y han corroborado los viajeros y observadores contemporéneos ‘. El mismo aban atin muchos que contar >. Conviene se sepa para explicar tal afluencia de cacharros, que los Chiriguanos celebran con frecuencia grandes festivales, Hamados arctes, para los cuales cada familia Neva & 1a plaza del easerfo los grandes vasos donde se prepara de ordinario la chicka (conf. Connavo y Comasuxcosa, Ibid., 44; véase, igualmente: A. Tuouar, Explorations dans UV Amérique du Sud, 54 y 241. Paris, 1891). * En la poblacién boliviana de Cordillera Haman ckipa & las redes de que me ocupo en el texto; las mujeres Chiriguanas las traen de Izozoe y las designan en su idioma con el nombre de arapoea. * Weppet, Ibid., 20. Este viajero no se refiere precisamente 4 una red; dico : portaient chacune une grande jarre suspendwe entre lee épaules par une bande qui passait ‘sur le front. * Corravo y ComasuNcosa, Ibid., 42; Dut Campana, Ibid., 55. + PEDRO LozaNo, Descripoion chorografica del terreno, rios, arboles, y animales de las dilatadisimas provincias det Gran Chaco, Gualamba, ete., 59. Cérdoba (Reptiblica Ar- gentina), 1783; Lettre du Pere Ignace Chomé, missionnaire de la Compagnie de Jésus, au Pire Vanthiennen de la méme Compagnie [Tarija, 3 de octubre de 1735), en Lettres édi- Jiantes et curieuses, éorites des missions étrangéres, VIII, 334, Paris, 1781; FRaNcrsco pe Vizpaa, Deseripeion geografica y estadistica de la provincia de Santa Cruz de la Sic- ra, en P. DE ANGELIS, Coleccion de obras y documentos relativos 4 la historia antigua y moderna de las provincias del Rio de la Plata (Cochabamba, 15 de enero de 1788), IIL, 181. Buenos Aires, 1836; G. Jox1s, Saggio sulla storia naturale della provincia del Gran Chaco ¢ sulle pratiche, ¢ sw'costumi dei Popoli che Vabitano, 1, 400. Faenza, 1789; A. D’ORBrGNY, Voyage dans ’ Amérique méridionale, TV, 346. Paris, 1839-1843 ; A. DOnnIGNy, homme anéricain (de V Amérique méridionale), IL, 838 y siguiente. Paris, 1839; WEDDELL, Ibid., 311; G. Pentxscmr, Otto mesi net Gran Ciacco, Viaggio Iungo it fiume Vermiglio, 131. Firenze, 1881; THovar, Ibid, 52; P. Jost Canpts, Las misiones franciscanas entre los infieles de Bolivia, descripcién det estado de ellas en = 7155 — sefior Holmberg encontré en las margenes del rio Tpa, entre Tarairi y Tigiiipa, una inhumacién en la forma mencionada; en el vaso represen- tado en Ia figura 30 se habian depositado los restos de un parvulo y, junto, fué hallado el pequefio bol hemisférico que también reproduzco (fig. 31). Sin embargo, parece desprovista de verdad la afirmacién de Pelleschi segiin Ia cual los indigenas decorarfan especialmente los vasos destinados 4 usos funerarios *. Por otra parte, la cerémica Chiriguana dada su calidad, forma y orna- mentacién, es en aquellas lejanas regiones objeto de un comercio acti- visimo, Los vendedores indigenas (fig. 32) frecuentan las poblaciones bolivianas ofreciendo cacharros, y en sus giras comerciales Megan 4 Santa Cruz de la Sierra, Yaeuiba y Lagunillas, donde no es extratio encontrar los enormes vasos caliciformes de originales ornamentos monocromos 6 las pequeiias jarras blancas con dibujos rojos y negros dispuestos en meandros caprichosos. Antes de dar por terminada esta memoria, deseo insistir sobre algu- nas particularidades de importancia observadas al estudiar el material descripto en los pirrafos anteriores. En primer término, las alfareras Chiriguanas s6lo producen formas tiles, aplicables 4 las necesidades de 1a vida diaria, y no conozco pieza alguna destinada, al propio tiempo, & provocar sensaciones estéticas més 6 menos intensas.'Todas esas formas traicionan su origen por simple imitacién de modelos naturales, en el caso extraidos sin duda alguna del reino vegetal — la calabaza, por ejemplo — lo que ha ocasionado por otra parte, y lo evidencia el sinntimero de vasos semejantes, una pobreza notable de formas especializadas, A este respecto me referia el sefior Holmberg que durante su viaje yen diversas poblaciones indigenas, traté de sugerir 4 las alfareras nue- vas formas simples. Para ello les dibujaba el tipo deseado y las guiaba en Ja tarea; no obstante, el resultado fué siempre negativo : «crei que no veian el dibujo » — agregaba mi buen amigo — sin acordarse, quiz, que sélo se trataba del fondo primitivamente adquirido que persiste y resiste casi en forma instintiva. ‘Los ornamentos, siempre de un areaismo mareado y factura tosca, estén desprovistos de valor ideografico. Los unos, como los simples rodetes de areilla mas 6 menos manifiestos (fig. 22) 6 las impresiones digitales y un- 1883 y 1884, Barcelona, 1886; CORRADO ¥ COMAJUNCOSA, Ibid., 52 y siguientes; Det Campana, [bid., 114; E. NonpEnskrénp, Resa i grénstrakterna mellan Bolivia ‘och Argentina, en Ymer, 1902, 455 y siguiente. Stockholm, 1902; E. NoRpENSK15LD, Travels on the boundaries of Bolivia and Argentina, en The Geographical Journal, XX1, 522, London, 1903; Nonpensxtéip, Einige Beitrdge, ote., 18 y siguiente. > Véase 4 este respecto : De Campana, Ibid., 115. REV. MUSHO LA PLATA, —T. Me (Viy 14, 1900.) 10 erate guiculares (fig. 8, 17 y 22), tienen un origen bien primitivo, que debe bus- carse en el mismo sistema de construceién 6 ‘sugeridos por accidentes sobrevenidos en el curso del proceso de manufactura; pero hoy por hoy seria aventurado pronunciarse sobre el caréeter de los ornamentos pin- tados. Pienso de cualquier modo, que en ningfin caso denotan un origen eskeiomérfico; en cambio, es muy probable se trate de representaciones zoomérficas 6 filomérficas altamente estilizadas '. En el Museo de La Plata, diciembre 12 de 1908. » Las planchas cromolitografiadas agregadas « esta memoria, han sido confec- cionadas en 1a casa de los sefiores Gunche, Wiebeck y Turtl. Por un descuido, al ‘vaso podo representado en la figura 3 de la Iémina II, se le hace aparecer como provisto de fondo plano. Me apresuro, pues, & hacer la salvedad del caso, dada Ia imposibilidad de subsanar en otra forma la falta cometida.

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