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BIBLIOTECA DE CIENCIA POLITICA Sy ee NOAM CHOMSKY POR RAZONES Dit ESTADO -COLECCION DEMOS EDITORIAL ARIEL ) Titulo de la edicién original FOR REASONS OF STATE Cubierta: Alberto Corazén © 1973: Noam Chomsky © 1975 de la traducién castellana para Espafia y América: Editorial Ariel, $. A., Esplugues de Llobregat (Bareelona) Depésito legal: B. 18.091-1975 ISBN: 843441791 X Impreso en Espafia 1975. Arieh, S. A., Av. José Antonio, 134.132, Esplugues de Liobregat - Boreelona El Estado es la autoridad, la dominacién y el poder or- ganizados de las clases poseedoras sobre las masas... la negacién mds flagrante, mds cinica y més completa de la hu- manidad. Quebranta la solidaridad universal de todos los hombres sobre la tierra y hace que algunos de ellos se unan sdlo con el fin de destruir, conquistar y esclavizar a todos los restantes... La flagrante negacién de la humanidad que constituye la esencia misma del Estado es, desde su punto de vista, su deber supremo y su mayor virtud... Asi, ultrajar, oprimir, despojar, saquear, asesinar o esclavizar al préjimo es considerado habitualmente un crimen. En cambio, en la vida publica, desde el punto de vista del patriotismo, todo esto se transforma en deber y en virtud cuando se hace para mayor gloria del Estado, para la conservacién o exten- sién de su poderio... Esto explica por qué la historia entera de los estados antiguos y modernos es una mera secuencia de crimenes oprobiosos; explica también por qué los reyes y los ministros, del pasado y del presente, de todas las épo- cas y de todos los paises —estadistas, diplomaticos, buré- cratas y guerreros—, si se les juzga desde el punto de vista de la simple moralidad y de la justicia humana, se han ga- nado cien veces o mil veces de sobras la condena a trabajos forzados o a galeras. No hay ningin acto de horror o de crueldad, ningun sacrilegio, ningin perjurio, ninguna im- postura, ninguna transaccién infamante, ningun robo que sea fruto del cinismo, ningun expolio descarado ni ninguna 7 traicién ruin que no hayan sido o sean perpetrados diaria- mente por los representantes de los estados, bajo el mero pretexto de estas palabras elésticas, tan dictadas por la conveniencia y, sin embargo, tan terribles: “por razones de estado”, Mixuan Baxonw INTRODUCCION A comienzos de abril de 1972 el almirante Thomas Moo- ter, prestando declaracién ante el House Armed Services Committee, explicaba que “si se relajaran las restricciones in- ternas, los Estados Unidos tendrian la opcién de bombardear el puerto de Haifong en Vietnam del Norte y de lanzar ata- ques anfibios més alld de las Iineas norvietnamitas”.t Las restricciones internas en las que Moorer estaba pensando, segtin el congresista Michael Harrington, eran “las activida- des del movimiento pacifista y la prensa”. EI presidente del Mando Conjunto de Personal tenia sin duda razén. Hay pruebas, sobre las cuales volveré a hablar mas adelante, de que las actividades del movimiento pa- cifista y la labor de algunos corresponsales honestos han tenido como efecto limitar, en algtm grado desconocido, Ja violencia criminal del gobierno norteamericano en Indo- china. Los que han organizado marchas, protestado y resis- tido pueden comparar lo que ha sido con lo que hubiera podido ser, y atribuirse el mérito de la diferencia. Cada uno de nosotros podemos considerar lo que no hemos hecho y atribuirnos una parte correspondiente de la responsabili- dad por la agonia de Indochina. No hay demasiadas per- sonas que puedan someterse a un autoexamen de esta clase con ecuanimidad. La cuestién es més general. Un historiador norteamerica- 1. Thomas Oliphant, “Harrington Says Admiral Discussed N. Viet Tavasién”, Boston Gloke, 15 de abril de 1972, no destaca que “en 1971 todos los observadores advertian que los estudiantes de las universidades nortemaricanas, que habian estado luchando en los campus durante los dos aflos anteriores a causa de Vietnam, Camboya y el complejo militar-industrial, estaban olvidando casi completamente su celo y ya no consideraban interesantes estas cuestiones” 2 Que los estudiantes hubieran perdido interés por ello no es se- guro; es posible, simplemente, que no quisieran seguir aguan- tando las palizas, las detenciones, los vituperios y las de- nuncias estiipidas por lo que de hecho era una valerosa y Consecuente entrega a sus principios.? Pero la alusién ape- nas velada es clara. Bastaria con que sus “algaradas” termi- naran para que las guerras agresivas de contrainsurgencia y la dedicacién de unos recursos que son escasos al despilfarro y ala destruccién pudieran tener lugar sin obstdculos. Sea cual sea el desenlace en Indochina, el marco ideolé- gico y politico, de concepciones polfticas y de actitudes po- pulares, no habr4 resultado sustancialmente modificado por esta catdstrofe, y son muy improbables cualesquiera cambios en el sistema de instituciones y en la doctrina que le dieron origen. No podemos dejar de lado con ligereza la historia teciente con la esperanza de que vaya a resultar una mera aberracién demencial de escasa consecuencia para el or- den internacional que est4 emergiendo. Norteamérica est4 harta de esta guerra, y en los reducidos ntcleos que deci- 2, Robert H. Ferrell, “The Merchants of Death, Then and Now”, Journal of International Affairs, vol. 26, n.° 1, 1972. Para poner las cosas en su punto, Ferrell no est preconizando lo que esta enunciado en esta observacién. 3. Leemos que el activismo estudiantil es consecuencia de una ne- cesidad de gratificacién inmediata, una prdctica irracional o una explosién de fascismo de izquierdas. No hay duda de que se pueden encontrar casos a los que se aplican estas acusaciones, pero los que reprimen el movimien. to estudiantil por tales tendencias o bien son inconscientes de los hechos o juegan a un juego mds cinico, Para el examen de estas cuestiones, véase Julius Jacobson, “In Defense of the Young”, New Politics, vol. 8, n.° 1, 1970; y mi articulo “Revolt in the Academy”, Modern Occasions, vol. 1, ne 1, 1970, i 10 den la politica exterior hay muchos que la consideran ab- surda, que la ven como una aventura fallida que debiera ser liquidada. Sin embargo, prevalece la doctrina oficial. Esta es la que fija los términos del debate, hecho de impor- tancia considerable. Y mientras las victimas sean califi- cadas de “comunistas”, se tratard de juego limpio. Prdc- ticamente todas las atrocidades serdn toleradas por una poblacién que ha recibido un intenso adoctrinamiento. Un oficial aliado describe los ataques habituales con B-52 como “las incursiones més lucrativas hechas en cual- quiera de los periodos de la guerra”. Cada uno de los crdteres producidos por las bombas queda rodeado de cuerpos, de material destrozado y de gente aturdida y sangrienta. En uno de estos crdteres habia unos 40 0 50 hombres, todos con uniformes norvietnamitas pero sin armas, tumbados y en un estado visiblemente trau- mAtico. Alli mandamos helicépteros artillados, que pronto Jes liberaron de su estado miserable.+ No hay ningin discurso completo del presidenté sin una denuncia de los barbaros comunistas por sus supuestos malos tratos a los pilotos norteamericanos capturados, violan- do las convenciones de Ginebra, que estatuyen que “los miembros de las fuerzas armadas que han depuesto las armas y los que han sido puestos fuera de combate por enfermedad, heridas, detencién u otra causa, serdn tratados humanamen- te en toda circunstancia”. En el caso citado, las victimas eran soldados, norvietnamitas, personas movidas —segin pala- 4. Malcolm W. Browne, “B-52 Attacks on Highlands Slow Enemy and Buy Time”, New York Times, 6 de mayo de 1972. El jefe de los Gonsejeros norteamericanos en las zonas montafiosas, John Paul Vann, dijo a los periodistas que “los ataques de B-52 estén convirtiendo el te- treno en un paisaje lunar... Por el hedor pueden ustedes decir que los ataques han sido efectivos”. “Hay cuerpos por todas partes”, indicd, afia- diendo que “los norteamericanos dan mds valor a la vida que los vietna- mitas”. William Shawcross, “Vietnam: The Breakdown of Advice and Leadership”, Sunday Times, Londres, 30 de abril de 1972; “Life and Death of a Hawk”, New Statesman, 16 de junio de 1972. Bi

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