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Bibliografía 13
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Cine etnográfico: observación y Realidad
“Los límites del mundo son los límites del lenguaje” (Wittgenstein; 1922)
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que captura la realidad y la difunde perpetuando el sentido de la experiencia ahí recogida.
Pero este camino a su vez va a producir la instauración de un observador, la aparición de un
ojo; por un lado transparente a los hechos del mundo y por otro como una presencia frente a
estos hechos. Es esta presencialidad y todo el mecanismo de reproducción de aquello que ha
sido capturado lo que va a educar al mundo de fines del siglo XIX hasta nuestros días,
adiestramiento que si bien pretende ser “mostración” de un objeto se constituirá en códigos
de percepción que luego determinaran los nuevos mecanismos de inteligibilización de los
espectadores.
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Participación y Observación
“El filme deviene entonces un espacio abierto: no un soporte para la captura de datos sino
una palestra donde aventurar planteamientos” (Stoller; 1992)
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intervención que estos niños sean capaces de captar, de este modo si bien los niños pueden
comportarse de modo distinto a si no estuviera la cámara, ellos logran una continuidad en lo
que hacen que deja entrever que aunque quisieran “actuar” tendrían que sostener cierta
continuidad en dicha actuación, actuación que terminaría por ser expresión directa de
quienes son (sin mencionar el hecho de que no tenemos formas de distinguir entre estos
límites).
En términos expresivos la cámara se ubica a la altura de los niños, con movimientos inciertos
asumiendo la actitud de uno más, pero este no puede intervenir porque es la cámara
capturadora misma, que busca el acontecimiento infantil tal cual se manifieste, lo cual
confiere a los niños filmados cierta impunidad justificada por la naturalidad de su conducta
infantil en el marco de un acuerdo sutil y sin embargo estable con esta nueva presencia.
“Para mi, la única manera de filmar es caminando con la cámara, llevándola a donde sea
mas efectiva e improvisando un ballet en el que la cámara misma llega a estar tan viva como
la gente que está filmando” (Rouch; 1960; 109)
De otra parte podemos citar la cámara participante de Rouch, la cual se funda en una
interacción humana con sus sujetos de estudio. Rouch asume una postura performática que
gatilla situaciones ricas y reveladoras. Estas situaciones no aparecen como hechos a priori ya
significados sino que surgen de las distintas formas de ordenación de los actores,
incluyéndose a si mismo. De un contexto empírico como éste, surge el concepto de cine
transe como una denominación metodológica que apunta a una disposición general del
investigador, disposición que lo hace dar un paso atrás frente a la rigidez de la
instrumentalidad metodológica a favor de la generación de una nueva experiencia concebida
en función de las fuerzas espontaneas que allí operan, que son las mismas que le otorgan el
carácter de “transe”. Dicha experiencia tiene la doble cualidad de ser instrumento como
también realidad nueva relativa a los actores.
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“Lo verdaderamente significativo es que escogiese precisamente hablar de ese tema
pudiendo haberlo hecho sobre cualquier otra cosa. Si ha estado actuando es a través de esta
interpretación que se nos revela un aspecto de su personalidad difícilmente apreciable de
otra forma en otro contexto” (Grau, 2005, 10)
En este sentido la cámara es un límite sin espesor, una ventana cambiante que
constantemente incluye al espectador. Lo actuado respecto a no actuado se configuran en la
inercia formal de una institucionalidad de lo real versus lo ficticio. Ambos mundos fluctúan
en relación a motivaciones metodológicas territorializadas en aspectos planteados como
invariables disciplinares, como son los actores tradicionales respecto al cine de ficción por
ejemplo. En este sentido la apuesta del neorrealismo italiano pretendió difuminar aquellos
límites metodológicos a favor de una vuelta a la realidad singular que se pretendía mostrar. El
uso de actores no profesionales intentaría dar una dimensión más “real” a aquella ficción
controlada, propia del cine de ficción.
Para Rouch esta delimitación entre ficción y documental no haría más que producir un
límite donde no lo hay. Su alternativa metodológica no seria una simple liberación de trabas
técnicas surgida de la comodidad, sino que es una declaración de principios epistémicos que
en su singularidad producen una nueva sensibilidad frente al saber, a la manera de un Pasolini
quien supo articular un discurso desde la necesariedad de un procedimiento propio para la
realidad en la cual se encontraba, haciendo devenir un método en militancia política. Pasolini
muestra con su práctica la dimensión subversiva de las normas metodológicas. Por su parte
pero siempre en esta línea, Rouch inaugura con su práctica, un nuevo modo de construir un
discurso. Y es precisamente en la medida de que no se limita a pretensiones cientificistas y
formales, como puede aprovechar un medio que se propone como captador de una
exterioridad viva.
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La libertad del método de Rouch no es más que el rigor tras la necesidad novedosa de
replantearse, acogiendo el registro audiovisual como algo que, como experiencia en si misma
no le puede ser indiferente. La idea performativa de una cámara inserta en el tejido vivo de la
experiencia, es la verificación in situ de su principio de reproducción cinética, es decir, la
cámara al presentarse como entidad interactuante sintetiza en su presencia todo el sistema del
registro-reproducción adelantando los efectos de la transmisión de un mensaje tras la
realización de un film. Esta participación reveladora de la cámara permite saldar la distancia
antes señalada de la cámara como “tercera” conciencia capturadora de la experiencia,
devolviendo a los sujetos registrados el patrimonio de la singularidad de aquella experiencia.
El registro no es más mera reproducción de lo “ajeno” sino que se encuentra sometido a los
acuerdos orgánicos de una vivencia armónica donde la presencia de la cámara deviene el
juego capaz de garantizar cierta simetría de los actores (sujeto e investigador).
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Bajo estos parámetros, lo importante de una metodología que quiera hacer participar
realmente al etnólogo, es precisamente la capacidad de dejar de ser metodología en ciertos
momentos en donde el investigador se funde con la experiencia vivida. El momento particular
en donde Bretón llama a los locales “imbéciles” implica una bifurcación de su
comportamiento en donde él participa como “par”, actitud que le hace salirse de su estructura
apriorística a favor de una posterior recapitulación de aquella experiencia, la cual se presenta
como reveladora precisamente porque incluye su intervención de manera natural y no bajo el
requisito obligado de una invisibilización del ser humano que porta la presencia de cualquier
investigador. Esta inclusión natural de la humanidad del investigador es parte de la
experiencia irreductible del registro audiovisual, presentándose para el caso de la
antropologia como una etapa de un proceso mas vasto de elaboración, el cual bajo ciertos
aspectos discursivos puede contener esta experiencia en tanto practica transversal a la
institucionalidad teórica.
Esta experiencia común entre estas alteridades hace inútil el concepto de verdad como
requisito instrumental, desplazando su sentido desde lo absoluto de la abstracción teórica
hacia lo pleno de la singularidad de la experiencia compartida.
Verdad y Sinceridad
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Idea recurrente en el discurso del cineasta chileno Pedro Vodanovic, 2007.
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suprimiendo lo circunstancial de un acontecimiento, sintetizando de este modo, las
circunstancias en un plano único de causalidades.
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Como lo expresa la cita precedente, la materia prima del “etnocineasta” se da
constantemente como fluctuante, se da siempre como sujeta a las variaciones sensibles de la
mirada es decir; relativa a un efímero horizonte de sentido. Dicha situación adviene fruto de
la utilización directa de un “referente” el cual no puede darse a titulo de referente en un
sentido abstracto, causal y axiológico (preconcebido), sino más bien bajo la forma de una
experiencia cuya forma nunca acaba de definirse. Mientras el despliegue del acontecimiento
“suceda” en el tiempo éste siempre estará sujeto a una redefinición de su sentido, y con ello
será inevitablemente proclive a una reorganización discursiva de los acontecimientos. Bajo
esta perspectiva lógico es seguir el camino trazado por Rouch y sus continuadores, quienes
atendiendo sensiblemente a la naturaleza desbordante de la experiencia fílmica, han tenido la
sabiduría de desplazar el horizonte de la verdad a favor de uno menos pretensioso, a saber; la
sinceridad como dispositivo articulatorio.
Conclusión
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El enfrentamiento de conceptos tan naturalizados como “realidad” y “dato” en el
contexto del quehacer audiovisual nos obliga a realizar una revisión, ya no tanto de su
significación filosófica en abstracto, ni tampoco en el marco de una etimología de los mismos
conceptos, sino mas bien, nos conduce a la inevitable puesta en práctica de las distintas
experiencias relativas a la práctica etnográfica por un lado como también a la historia misma
del cine.
“…Con el cine es el mundo el que deviene la propia imagen, y no una imagen que deviene
mundo” (Deleuze; [1984]; 2002; 75) 3
Esta acertada frase de Deleuze resume de buen modo la revolución cultural tras el
advenimiento del cine. La inversión de las causalidades perceptivas tras la comprensión de la
operatoria fílmica no solo producirá un cambio en el sentido inmediato de la percepción, sino
que también una inevitable reordenación epistemológica la cual insufla a la etnografía nuevas
variables. Podríamos decir que la revolución cinética subvierte la realidad del mismo modo
que los nuevos hallazgos entorno a la física cuántica, los cuales derribaron o más bien
volvieron obsoletos una serie de paradigmas que parecían incuestionables.
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“Con il cinema è il mondo che diventa la propia immagine, e non un’immagine che diventa mondo”
L’immagine-movimento, Versión italiana 2002, Editorial Ubulibri, traducción personal.
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Bibliografía
I. Textos
Aumont, Jacques: La imagen, Paidos, Barcelona, 1992, (1990)
Deleuze, Gilles: L’ Immagine –movimento, Ubulibri, Milan, 2002 (1982)
Grau, Jorge: “Los limites de lo etnográfico son los limites de la imaginación” El legado
fílmico de Jean Rouch, AIBR. Revista de Antropologia Iberoamericana, mayo-junio, n°
041, Madrid, España.
Heider, Karl: Hacia una definición de cine etnográfico, Coletanea de – Artigos, 1976
Ricoeur, Paul, Si mismo como otro, Fondo de cultura Económica, Buenos Aires, 2006,
(1990)
Rouch, Jean: “El hombre y la cámara”, Imagen y Cultura, Perspectivas del cine
etnográfico, Granada, 1985.
Wittgenstein, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus, Editorial Alianza, 1999, (1922).
II. Filmografía:
III. Otros
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