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Martha C. Nussbaum La fragilidad del bien tica en la tragedia y la Filosofia griega Z ¢€ Fortuna y m Visor La balsa de la Medusa, 77 Coleccién dirigida por Valeriano Bozal Ticulo original: The fragility of goodness. Luck and ethies in, Greek. tragedy and philosophy * a Published by the Press Syndicate of the University of Cambridge © Cambridge University Press; 1986 © de la presente edicién, Visor. Dis., S.A. 1995 Tomds Bretén, 55, 28045 Madrid ISBN: 84-7774-577-3 Depésito legal: M-26.179-1995 Visor Fotocomposicién Impreso en Espafia - Printed in Spain Graficas Régar, S.A. Fuenlabrada (Madrid) A Raquel Hay quienes piden oro, y otros, tierras ilimicadas, yo pido deleitar a mis conciudadanos hasta que la tierra cubra mis huesos — un hombre que alabé lo digno de elogio y sembré la acusacién contra los malvados, Pero la excelencia humana rece como una vid nuttida del fresco rocfo y alzada al htimedo cielo entre los hombres sabios y justos. Necesitamos cosas muy diversas de aquellos a quienes amamos sobre todo en el inforcunio, aunque también el gozo busca unos ojos en los que confiar, Pindaro, Nemea ,VUII. 37-44 La verd siendo en si misma, por sf misma y consigo misma, eterna y tinica, y verd que todas las otras bellezas participan de ella en modo tal que, aunque nazcan y mueran las demés, no aumenta ella en nada ni disminuye, ni sufve ninguna alteracién... En este lugar, querido Sécrates, més que en ningiin otro, es visible }a vida del ser humano, allf donde contempla Ja belleza en sf... Crees acaso que la vida serfa vil para quien pusiera la mirada err élla de la manera apropiada y estuviera en unidn con ella? ¢O no te das cuenta de que sélo alli, donde ve lo bello.con la facultad con la que es visible, podré engendrar, no simulacros de excelencia, ya que no estd captando un simulacto, sino la verdadera excelencia, pues esti aprehendiendo la verdad;,y de que el que ha procreado y alimenta una excelencia verdadera seré amado por los dioses, e inmortal, si es que esto le fue posible alguna vez. a un hombre? Platén, Banguete, 211b-212a Socrates: entonces, :qué es el ser humano? Alcibiades: no sé qué contestar. Platén, Alcibtades, 1, 129e 9 Fortuna y ética «Pero la excelencia humana crece como una vid, nuttida del fresco rocfoy alza- da al hiimedo cielo enere los hombres sabios y justos»', Pindazo presenta de esta forma un problema que se encuentra en el nticleo del pensamience griego sobre la vida buena. Es un poeta que ha dedicado su existencia a escribir odasliticas en ala. banca de la excelencia humana, Esta trayectoria presupone, tanto por pare del autor como de sus lectores y oyentes, la idea de que la excelencia de una persona buena le cs propia, pudiéndosele pedir cuentas de su posesién y de su ejercicio® Tamediatamente antes de los versos que acabamos de citar, cl poeta eucga que se le conceda morir como ha vivido, es decit, como alguien que ealabé lo digno de elo. Bio y sembré la acusacién contra los malvados». Su «pero», que podria haberse tre ducido igualmente por «y», contin y matiza esta plepari sgna buena es como Ia planta joven: crece en el mundo dé dad constante de alim de una buena cepa, Per La excelencia de la per- el mundo débil y quebradiza, en ne tion’. Para desarrollarse bien, la vid debe proceder Recesita, para mantenerse sana y perfecta, una * Pindaro, Nemea YIU 40-2; las citas siguientes son de las lineas 39 y 42-4, «Vid aparece en virtud de una corceccién de Bury, hoy da aceprada ampliamente, aunque no por todos los extudiosos el tex , sin corregir decia ecrece como un Arbol. La cuestién no afecta a mi argumentor Sobre la areté 6 exec, lencia, véase mds adelante, pag. 33, i | Las convenciones del epinicio han sido objeto de estudio en la obra ya clisica de Elzoy Bundy Studia Pindariea (Berkeley, 1962), que transformé la critica de Bludaro mostrando la medida en que la con vepcién compartida, y no al hecho aucobiogeéfico idiosincrésico, es Ia que modela la autopresentacion del poeta y otros rasgos de su prictca. Sobre estos dessrollos de la ctltica, véase H Lloyd Jones, *Modern interpretation of Pindar, /HS93 (1973), pigs. 109-37; para una interesante introduccién al Poeta y a la critica sobre di, véase Hi. Lloyd-Jones, «Pindar, Lecture on 2 Master Minds, PBA (1982), Pigs, 139-163. Dos estudios recientes sobre la tradicién del epinicio y el lugar que ocupa Pindaro en ella son los de M. R. Lefkowits, The Victory Ode (Park Ridge, Nueva Jersey, 1976) y K. Crotty, Song and Action (Baltimore, 1982). » El simil de la planta es tradicional; véanse, por ejemplo, Himne Homérico « Démcter 237-41, ¢ Mada XVUL, 54-60, 437-41 sobre el desarrollo del héroe. Veremos otras apaticiones posteriores del siail ¢n los capitulos, 3, 4, 6,7 y 13. Para un interesante estudio sobre su rela con la amencacién, que apoya nuesera idea ce que fa planta connota una excelencia especificamente mortal y vulnerable, véwe G. Nagy, The Best ofthe Acheans (Baltimore, 1979), pigs. 181 y ss. Nagy ofece una explcacién muy perspicaz del desarrollo, en la tradicién poética antigua, de una concepcién de Ia excelencia humana ina ‘anzable para un ser aurosuficiemte y carente de necesidades. (En mi articulo «Pyche in Heraclitus, IL, Phronesis 7 (1972), pags. 153-70, estudio los trabajos anteriores de Nagy y ateibuyo a Herddlito la afr, 27 meteorologia favorable (rocfo y Huvias suaves, ausencia de heladas repentinas y de vientos fuertes), y la dedicacién de cuidadores solicitos ¢ inteligentes. Lo mismo sucede con los seres humanos. Hemos de nacer con las aptitudes adecuadas, vivir en circunstancias naturales y sociales favorables, relacionarnos con otros seres humanos que nos brinden ayuda y no sufrir desastres inesperados. El poema prosigue con los siguientes versos: «Necesitamos cosas muy diversas de aquéllos a quienes amamos: sobre todo en el inforcunio, aunque también el gozo busca unos ojos en los que con- fia.» También aqui icién a la fortuna y nuestro sentido del valor nos hacen depender de algo que existe fuera ¢ a primera, porg te fuera de nosotros: Ia primera, porque suftimos penalidades y podemos necesicar algo que sélo otros estan en condiciones de ofte- cernos; el segundo, porque aun cuando no tengamos necesidad de la aytida de ami- gos y sees quetidos, el amor y la amistad nos importan en s{ mismos. Incluso el gozo del poeta es incompleto sin la vaga dicha de verlo confirmado en otra mirada en cuya comprensién, buena voluntad y sinceridad se pueda confiar. Ese gozo es como el cazador al acecho de una presa siempre esquiva', Gran parte del poema versa sobre la envidia y el modo en que la mentira puede corromper el mundo. El macién de un contraste entee la excelencia autosuficiente de los dioses y la excelencia necesitada de los seres humanos vulnerable.) Para otros datos relacionados con las concepciones tradicionales sobre la ssituacién humanas en Ja pocsfa griega antigua, véase J. Redfield, Nature and Culture in the Iliad (Chicago, 1975), especialmente las paginas 60-6 y 85-8. Una utilizacién mis peyorativa de la imagen de fa planta por parce de Aristételes se comenta mis adelante (capitulos 8 y 11). También Platén (Zimco 90a) insiste en que no somos plantas terrenales, sino celestiales. Algunos textos al respecto de Platén y Asistétcles los comenta E. N. Lee en «Hoist with his own petards, en Lee, Exegesis. Para otro uso del smil de la planta en el poema, véanse la linea 12 (dblasten, el nifio brota), y ta linea 28 (phytyehéis, ta salud puede ser «plantada y cuidada» con la ayuda de un dios). 4 Esco parece set lo que implica aut el vebo masteéi: compérese con el Agamenén de Esquilo (1093- 4) el comentario que sobre el pasaje hace E. Fracnkel, Acscylus: Agamemnon (Oxford, 1950), El tér- mino parece significar en general, ebuscar, wacechar, eseguit la pista des. En el pasaje de Esquilo, cemnestra es comparada explicicamente a un perro de caza que sigue el rastro de la sangre; la frase siguiente masteyéi d' hin aneyrési phénont la teaduce Fraenkel por «sigue el rastro del homici autores ofrecen versiones similares. Dada la relativa rareza del término es dificil saber si su sola presencia implica la idea de cazar o seguir un rastro. Al menos podemos infer del pasaje de Esquilo que esta acep- cci6n se consideraba particularmente adecuada para el tipo de biisqueda intensa y ansiosa que efectiia un perro. La frase en Smmasi shéitaipistén, ie sigue al verbo, es dificil y presenta miltiples ambigdcdades. Literalmente puede traducirse «situar para uno mismo lo digno de confianza en los ojos». A st vez, esto puede incerpretarsc al menos de cuatio modes: 1) depositar fa confianza (siruar lo digno de confianza para * no mismo) en los ojos de alguien (el amigo); 2) situar algo o a alguien digno de confianza (cl amigo) ante los propios ojos; 3) hacer visible (poner ante las ojos) algo seguro o digno de confianca (tal vex el poem’); 4) establecer un vinculo o hacer tna promesa dignos de confianza ance los ojos de la gente. Ea fesumen, no podemos determinar si los ojos en cuesti6n son los de la persona, los del amigo 0 los det grupo; tampoco sabemos si ta pistér es el amigo, el poema, una promesa concreta o la cualidad de mere- cer la confianza en abstracto. He elegido para la traduccién la primera interpretacién, preferida también y justificada adccuadamente por Farnell (The Works of Pindar (Londres, 1932]); cada una de las versio- nes restantes tiene sus propios ¢ influyentes defensores. No pretendo eliminar un modo arbitrario la ambigiiedad de una frase sugerente, pues parce de dicha ambigitedad es sin duda deliberada, Sin embas- 80, pienso que la primera y segunda versiones se ajustan mejor en algunos aspectos al contexto del pocma aque la tercera y la cuarta. Todo el pasaje se relaciona con la amistad personal y el vinculo de la confian- za que une a dos amigos. El sentido general ha de ser: «Necesicamos a los amigos amados especialmente en las dificultades (0 en el erabajo); pero debemos también confiar en ellos en los tiempos felices (0 com- partir con ellos nuestra alegria por la victoria, como con alguien en quien confiamos), No puedo hacer esto en el caso presente, pues Megas ha muerto y no puedo devolverle la vida. Mi deseo de compartir esta alegela es vano y vaclo. Pero al menos puedo escribir este poems...» Las interpretaciones primera y 28 gavr 7 amigo en quien confia y a quien invoca el poeta ha muerto, se encuentra més alld del alcance de sus vetsos. Todas estas necesidades de cosas que, como humanos, | escapan a nuestro control, no sélo se relacionan con sentimientos de felicidad o de satisfaccién, Aquello que lo externo autre ¢ incluso contribuye a constituir es la excelencia o el valor mismo dei hombre. Proxima al final del poema, entre la expresién del deseo de motir elogiando el bien y la invocacién al amigo muerto, la imagen de la vid ilustra un hondo proble- ‘ma que afecta a la situacién del poeta, que, por otro lado, es también la nuestra. Se trata de la mezcla entre lo que nos es propio y lo que corresponde al mundo, entre | fa ambicién y lamulnerabilidad, entre el hacer y el ser hecho, mezcla que se da en ; e8t2 vida y en toda vida humana, Con ello se plantea la cuestién de las creencias que j Sustentan la prictica ética. {Cémo puede Pindaro ser un poeta que elogia el valor humano si éte no es més que una planta necesitada de Iluvia y riego? Se invita, pues, al lector a examinar la idea que tiene formada de s{ mismo. En qué medida podemos distinguir entre lo que cabe atribuir al mundo y fo que corresponde al ser humano en Ia valoracién de una vida? Por otra parte, zhasta qué punto debemos insistir en semejantes distinciones, si de hecho vamos a seguir elogiando el valor , humano como hasta ahora? Y, por tiltimo, :podrfamos mejorar esta situacién some- tiendo a nuestro dominio las cosas mds importantes, como los éxitos personales, la politica y el amor? El problema se torna més complejo si se considera otra sugerencia de la imagen poética, a saber, que la peculiar belleza de Ia excelencia Jumana reside justamente en su yulnerabilidad. Ta delicadeza de una planta no es la dureza destumbrante de una gema. Aqui parecen coexistir dos tipos de valor, tal vez. incompatibles. Quizé la belleza del verdadero amor humano tampoco sea del mismo tipo que la belleza del amor que puede suscitarse éntre los dioses inmortales; es decir, el primero no sélo se distinguirfa del segundo por su brevedad, El hiimedo cielo que cubre a los mor- tales y resttinge sus posibilidades confiere al mismo tiempo a su medio un esplen- dor fugaz que, sospechamos, se halla ausente del universo divino. (Un poeta poste- rior hablard de la frescura hdimeda, «rociada» del joven Ganimedes secindose tras el bafio como de una belleza y una sexualidad perdidas desde el momento en que el segundz se ajustan a este significado general; la primera parece algo mis adecuada porque en dmasi sige enn ince See gf en tas ge msds ao ai la segunda interpretacién, no podemos comar una decisién definitiva. El comentador establece una ‘comparacién con el fon de Euripides (732) donde se dice es ommat" eynou ph6tor emblépein giiky, «con- tcmplar la dulzura en los ojos de una perscina bien dispuestas, mostrando que entiende el pasaje en el primer sentido. La tercera versién (al menos tal como el profesor Lloyd-Jones me la ha transmitido de ‘manera informal) que hace del poema una mucstra de amistad, no me parece demasiado convincente, pues no esperamos que el poeta diga que sus esperancas se han visto frustradas por la muerte de Megas. Si la esperanza en émmasi ores istin se frustra, no puede ser la esperanza de escribir cl poems. El poema se presenta, nto como ef cumplimiento de esta esperanza (pienso que ello es imy concepcién de Pindaro de la magnitud y la importancia ‘ica de ia pérdds dela amistad) es coo sustituto 0 consuelo tras el término de la amistad y el cambio de la confianza por Ja muerte. Con tela- ci6n a la cuarta versi6n, no veo claro en absoluro qué promesa tienen en mente sus defensores; tampo- co he descubierto paralelos convincentes de shéstai pistin en este sentido, Una iiltima razén para prefe- rir Ia primera versi6n radica en la idea que transmite de que es en los ojos donde se asienta la confianza centre los amigos. Esta idea, omnipresente y hondamente enraizada en el pensamiento griego, que comen- ‘aremos con mds detalle aportando otros ejemplos en los capttulos 3 y 13, es muy adecuada para la alu- sign de Pindaro en este contexto, ya que entiquece el sentido del poemna. 29 dios enamorado le concedié la inmortalidad, condenando asi su propia pasion)’, En el poema de Pindaro, y de modo omniprese la tradicién poética griega, la excelencia humana es considerada algo necesitado por naturaleza, de modo que table esplendor de Calipso)®. Las contingencias que hacen problemitico el clogio son también, de algiin modo todavia poco clato, constitutivas de aquello merecedor de nuestras alabanzas. Si esta imagen pasiva de la vid se nos antoja incompatible con determinadas aspiraciones que albergamos respecto de nosotros mismos en cuanto agentes huma- nos (y es probable que los destinatarios griegos del poema pensaran lo mismo), nos queda el consuelo de que, hasta ahora, Pindato parece haber olvidado algo. Con independencia de cuanto se asemejen los seres humanos a formas de vida inferiores, somos sin duda diferentes en un aspecto crucial: la razén. Podemos deliberar y ele- git, elaborar un plan y jerarquizar nuestras metas, decidir activamente qué cosas tie- nen valor y cn qué grado. Todo esto debe de servir para algo. Aunque no puede negarse que, en gran parte, somos seres necesitados, confusos, incontrolados, enrai- zados en la tierra e indefensos bajo la lluvia, hay cn nosotros algo puro y puramen- te activo, que podemos llamar «divino, inmortal, inteligible, unitario, indisoluble c invariable». Parece que este elemento racional podria gobernar y guiar el resto de nuestra persona, salvindonos 2 ir a merced de ta fortuna. ~""Esta esperanza espléndida y equivoca fuc una de las preocupaciones centrales del pensamiento griego en torno al bien humano. Por una parte, un sentido funda- mental de la pasividad de los seres humanos y de su humanidad en el mundo de la naturaleza y, por otra, una respuesta de horror y célera ante dicha pasividad, coexis- tfan uno al lado de la otra, alentando la creencia de que la actividad racional podia salvar la vida humana y, asi, hacerla digna de ser vivida. De la necesidad de una vida digna de ser vivida se ocuparon la mayorta de los pensadores griegos, concepto este Ultimo en el que englobamos tanto a los que tradicionalmente han sido Ilamados filésofos como a otros que, por lo general, reciben un titulo distinto (por ejemplo, poetas, dramaturgos o historiadores). Parece que fue sobre todo dicha necesidad la que impulsé alos fundadores de la filosofia humana y ética hacia la bisqueda de un arte nuevo superador de las opiniones y pricticas ordinarias; la tradicién filoséfica gtiega nunca olvidé el problema de la realizacién del buen vivir, ni siquiera en sus investigaciones metafisicas y cientificas. Pero en el reverso de esta busqueda de la autosuficiencia, complicando y limi- tando el intento de desterrar la contingencia de la vida humana, hubo siempre un vivido sentido de la especial belleza que atesora lo contingente y mudable, un amor al riesgo y a la vulnerabilidad de la humanidad empirica que se expresa en numero- sos relatos sobre dioses enamorados de mortales. Para cualquier pensador profundo, el problema de la salvacién de la vida se transforma asf en la delicada y compleja cuestién sobre i bien humano: gcémo puede idamence b al + Burlpides, Mujeres royanas, 820 y ss. Ganimedes reaparccerd como ejemplo de excelencia vulnera- ble y espectficamente humana en el Fedro de Platén (cfr. cap. 7). * Odisea, 214-20. ” Platén, Fedén, 80b. 30 mismo tiempo, bellamente humang? Para todos los pensadores que estudiaremos -2gul, era manifiesto que Ja vida buena de los mortales debe, en cierto grado y sen -fido, ser autosuficiente ¢ inmune a los araques de la fortuna. ;Hasta dénde una ve humana puede y debe hacerse autosulicience, qué papel desempefia la razdn en la brisqueda de dicha autosuficiencia y qué tipo de autosuficiencia es el adecuado para we vida humana racional? Estos interrogantes no s6lo suscitaron la cuestién genc-_ ral de quiénes pensamos qué-somos y dénde (bajo qué cielo) deseamos vivir sino que entraron a formar parte declla, El presente libro es un anilis pi el Pensamiento ético lve de fa for i : lefitido de modo estricto pero. seguin espero, perfectamente inteligible, préximo al sentid i : ban de la nehé*. No me refiero, cuando hablo de Ia foruina a fol ee 0 nncién activa, na lo que hace*. En general, eliminar vida, 6 al menos cL dominio del agente (0 de los elementos que xtcrior que aparece reflejada en loble"pregunta: gcon qué grado pensadores griegos que it para que nuestra vida ‘d La cuestién, como he sefialado, ya fue crucial para los griegos, y reviste también gran importancia para nosotros. Sin embargo, no en todas las épocas histéricas ha sido considerada un verdadero problema, La e ‘cons norme influencia ejercida por la ética kantiana™ sobre nuestra cultura intelectual ha 7 sumido en uni latgo olvido el signifi- * Para un examen mds detenido.de la nocién de syché. n i sis entre la pebe y la séchue racional, véase el cap. a N. del Tz Nussbaum, preocupada pot los aspedtos sexistay del liga introduce aqui una ‘ndta en a que expone la regls que se propone seguir para contrarrestar el predominio que la lengua inglesa ctorga all usa del género masculino, He optado por omiti dicha nota, que s6lo es significativa en el con. - texto morfosintéctico del inglés, y, por mi parte, cefitme en lo posible a las gecomendaciones dadas en ¢1 mismo sentido por insticuciones como el Instituco de la Mujer, Este es el motivo de que en la traduc. cin aparezean, pot ejemplo, spersona(s)» o eser humano» con una frecuencia tal vez inhabitual en can. cellar, El problema de ae las a griegas suelan hablar también de shombres Jo solventa sbauin scfialando que el término es perfectamente int Tr on « » O 4) 1» Si desvirwar el Tignlfcado a efectos de los emas vrnados) Mee eee eer Existen, por supuesto, otras concepciones poscldsicas que han influido significativamente en la ‘aloraciéa de estas cuestiones: nos referimos, por ejemplo, a las ideas estoicas y crstianas sobre la provi- dlencia diving ya la perspectiva cristina sobre la relacidn entre la bondad humana y la gracia. Si me cen- tro en la influencia de Kant ¢s porque, como mostraré mas adelante (especialmente en los capleulos 2, 11, 12, 13 y en el interludio ID), las perspectivas kantianas han afectado profundamente a la erftica de cxtos textos priegos; esa influencia, omnipresence en nucstta época, constituye el mayor obstéculo para una adecuada valoracién de la importancia de dichos textos. Excepto en el capitulo 2, donde comento {as concepciones de Kant sobre el conflicto de obligaciones, hablaré de los #kantianos» y de la sinfluen. cia de Kant» en lugar de referirme a las posturas expresadas directamente por este autor, normalmente ms complejas y sutiles que las de sus seguidores, 31 cado real de estas cuestiones dentro de la ética griega. A menudo se afirma que el modo en que los griegos planteaban los problemas del agente y 1a contingencia es primitivo o erréneo. En efecto, el kantiano piensa que existe un Ambito que estoral- mente inmune a los asaltos de la fortuna: el del valor moral. Con indep Tadependencia de ‘or To que pueda ocurrir en el mundo exterior, el valor moral de la voluntad buena no queda afectado, Es més, existe una nitida distincién entre el valor moral y cualquier otro tipo de valor, y aquél es infinitamente més importante que todos los deméds. De admitise esta tesis, una investigacién como la nuestra sélo servirfa para descubrir fal- sas creencias sobre los problemas importantes y creencias verdaderas sobre cuestiones triviales. Mostrarfa que los pensadores griegos sostenfan la concepcién errdnea y pri- mitiva de que el valor moral es vulnerable a fa fortuna y, por otra parte, que estaban en lo cierto al creer en la vulnerabilidad de los testantes valores (pero esto tiltimo tiene relativamente poca importancia), Finalmente, en el proceso se pondria de manifiesto el carécter primitivo de un pensamiento ético que ni siquiera intenté distinguir con claridad el valor moral de los demés valores. Cuando Jas tesis kantianas y la impor- tancia de la distincién moral-no moral* se coman como punto de partida para un, estudio sobre las concepciones de los griegos’, &tos no salen muy bien parados. Hay algo insélico en el modo en que se angustian ante la contingencia lamentindose ante tun conflicto practico insoluble y arrepintiéndose después, ponderando los riesgos del amor y la amistad, calibrando el valor de la pasién frente a sus excesos destructivos. Es como si la causa de sus dificultades radicase en no haber adivinado lo que Kant descubrié, en no haber reparado en lo que sabe cualquier kantiano. ‘Ahora bien, si evitamos aproximarnos a estos textos utilizando un enfoque que ni siquiera permite ver los problemas que plantean, dificilmente podremos dejar de sentir la fuerza de sus interrogantes®. Comenzaré mis reflexiones desde una postu- ra bastante comin, la de quien piensa que los problemas suscitados por la oda de * Aqut intentaré evitar, no sélo la diferenciacién moral-no moral, sino todas sus versiones y su apli cacién al razonamiento y al conilicto practicos. En Tos textos griegos no ses icidn. Se Gpinienea con la pregunta general ucSmo debemos vvie» se considera que todos los valores humanos son elementos constitutivos de la vida buena; ho se supone la existencia de ningdn grupo de valores al que pueda atribulrse prima facie tin caricter supremo, Pienso que este plantcamiento responde adecua- damente al modo en que procede de hecho niiéstro tazonamicnto préctico intuitive y recupera ciertos aspectos de nuestra vida prictica que suelen perderse en las obras en que se parte de la distincién moral- no moral, con independencia de cémo se entienda ésta, En el capitulo 2 presentaré algunas versiones de ladistincién y mostraréspor qué son inadecuadas como base para nuestro estudio. El que en {os préxi- mos capitulos se hable sobre la justicia; la obligacién civil y los deberes religiosos tiene por objeto con-| vencer a los partidarios de la distincién de que nuestros argumentos sobre la fragilidad son aplicables también a valores. que, én la mayorfa de las versiones de dicha distincién, serfan considerados valores morales esenciales, * Como, por ejemplo, en fos influyentes trabajos de A. W. H. Adkins, especialmente en Meri el autor comienza afirmando (pag. 2) que choy todos somos kantianos» y utiliza los supuestos del filésofo alemdn tanto en Ia exégesis como en la valoracién. He criticado la metodologfa de Adkins en Nussbaum, «Consequences», pigs. 25-53. Para otras criticas interesantes, véanse Lloyd-Jones, JZ; A. A. Long, ‘Morals and values in Homer, JHS90 (1970), pags. 121-39; K. J. Dover, «The portrayal of moral eva- uation in Greek poetry», JHS 103 (1983), pigs. 35-48. "© Dos articulos recientes que ponen en cuestién cada uno a su manera las concepciones kantianas con respecto a la fortuna son B. A. O. Williams, «Moral luck» PASS 50 (1956), reimpreso en Williams, ‘ML, pags. 20-39, y Thomas Nagel, «Moral luck», PASS 50 (1976) reimpreso en Moral Questions {Cambridge 1979}, pags. 24-38. Las concepciones de Williams sobre el pensamiento ético griego en estas aterias se examinan en el presente capttulo (pags. 47-49) y en el capitulo 2 (pag. 59). 4 32 | Pindato podrén ser cualquier cosa menos insélitos, y dificilmente puede entender fque alguna vez hayan dejado de ser considerados auténticos problemas; soy un agen- te, pero también un ser pasivo como la planta; gran parte de lo que no he hecho. me hace acreedor af elogio o la censuta; debo elegir continuamente entre bienes opues- {06 y aparentemente incomensusables, y las circunstancias pueden forzarme a adop- tar un curso de accién en el que no podré evicar traicionar algo o actuar mals un hecho que simplemente me sucede, sin mi consentimiento, puede eransformat ii vida; an problematico es confiar el propio bien alos amigos, al amante o ala patra, |como intentar vivir bien prescindiendo de ellos. No creo que dichos problemas sean sélo el alimento.que nutre la tragedia; pienso que forman parte de los hechos coti- dianos de la razén préctica, Por otro lado, también parece imposible ¢ inhumano no sentir Ia fuerza de la coneepeién placbnica de unser aucsufcietey puramence recional,limpio de as scl econchas dela psi, de la muchas cos snes y sivestes ques le an adherido por todas partes", libre de las limitaciones contingentes que ahogan su poder, Platén nos muestra a Glatuc6n, un representante dela aristocracia, descu- briendo en s{ mismo, mediante la conversacién con Séerates, un intenso amor por ta actividad pura y estable del razonainiento matemitico, amor que le exige deni- grar gran parte de lo que antes habfa apreciado. Al ler los dislogos de Platén y sen- tirnos fascinados por ellos, probablemente se nos evidencia una aspiracién ala pure- zay ala libertad frente ala fortuna que también forma parte de nuestra humanidad mds profunda, aspiracién que se mantiene en tensién constante con nuestras per- cepciones empfticas. Ahora bien, si dicha tensién no es una experiencia meramen- te particular sino un dato de la historia natural de los seres huimanos, entonces el buen razonamiento prictico sobre la autosuficiencia previsard una investigacién que cramin ambasconcepciones determine el valor de cada una los proponemos investigar el papel de la fortuna en el Ambito de | i humana" y de ls actividades relactonadas con ll, dejendo de ldo la inoarsen bles formas en que afecta al mero contentamiento o bienestar_psicoldgico" Nuestra tarea se desarrollard en tomo a tres cuestiones bisicas, La primera se rela- Zuwsorkes gel LiBeo. O, an eee Gia. * La eacelencia (areé) debe entenderse aguf en sentido amplio, sin’ que s i scleccin de um grupo especial de virudes morales; hast ahors hemos conriderado rode les autoves ~_ | de las personas por los cuales éstas viven y actian bien, es deci, se hacen merecedoras de alabanza, Act ues, como minimo, la excelencia comprende, por una parte, lo que Aristéreles llama las ‘excelencias del cardcter” (Conjunto no equivalence a las ‘vttudes morales, pese a que ésta sea la traduecién mis comin tn el capitulo 11) y, por otra, lo que el filésofo de Estagira denominaria las eexcelencias del F ** La incerpretacién de algunos de los textos que examinaremos en los capftulos siguiem quedar oscurecida. en este punto como resultado ‘adele traduccién del término: rs "liad Debido especitmente a legado kantiano y utilitaisa de nuestra flosofla moral, eadiciones ambas en las que “elicidad’ se entiende como un sentimiento de satisfacci6n o placer, y como consecuencia, por otra parte, de In idea de que la felicidad es el supremo bien (lo que, por definicién, hace que se valoren fos estados psicoldgicas por encima de las actividades), dicha traduccion provoca confusiones graves Para los griegos, eudaimonia significa algo parecido a ‘el vivir una vida buena para un ser humano’; 0, como ha sefialado tn autor reciente (ohn Cooper), florecimieneo human’, Aristételes nos dice que, en al discurso ordinatio, el érmino equiva a‘vvi y actuar bien’. Para la mayorla de los griegos, eda moniaes algo esencialmente activo, con relacién a fo cual los comportamientos dignos de ego no son s6lo medios, sino pares constitutivas. Cabrla en lo posible que un griego afirmara que euddimonla equi = 33 ciona con la funcién que desempefian en la vida humana las actividades y relacio- - Res ile, Por su propia naturaleza, son especialmence vulnerables al cambio y la mudanza. ;En qué medida debe un plan racional de vida contener elementos como’ ry la amistad, el amor, la actividad politica o el apego a las posesiones, todos los cua- les, siendo en sf vulnerables, exponen a los avatares de la forturia a quien fia su bien on ellos? Sin embargo, cabe pensar que estos ubienes externos» pueden formar parte Hasta ahora hemos hablado de lo que cabrfa denominar «contingencia exter- na” (0 las mudanzas de la fortuna que afectan al agente tanto desde el mundo como desde su propio sistema de valores, on la medida en que este tltimo le vincu. ta con el exterior), Aqui se situar4 nuestro principal foco de atencién. Pero hemos de considerar también un tercer problema, que concierne a la relacién entre la auto- ? : en fo sutfciencia y las partes menos gobernables de la estructura interna del ser humano. ‘ de la vida excelente, no s6lo como medios instrumentales necesatios sino, supo- En particular, Ta p de los dos primeros problemas nos lleva'a interrogarnos niendo que los valoremos lo bastante, como fines en si mismos; en tal caso, su falea | : b por cl valor ético de las llamadas «partes irracionales del almav: los apetitos, los sen- contingente privatia a la persona, no sélo de ciertos recursos, sino de un valor intrfnseco y, en parte, de la posibilidad de vivir bien. Es su vulnerabilidad razén suficiente para no valorarlos ni admititlos en un plan racional de vida? En estrecha conexién con este problema sobre los constitutivos de la vida buena se plantea una segunda cuestién que concicrne @ sus relaciones mutuas. iGoexisten de forma arménica o bien es posible, en circunstancias ajenas al actuat del agente, que generen exigencias encontradas que puedan ir en perjuicio de lat bondad dela vida de'éste? Si un agente asigna valor intrinseco'a més de una acti- vidad, existe siempre el ri que le exijan cursos de accién incompatibles; ntonce a . Guanto més rico sea mi sistema de valores", mas expuesto estaré a tal posibilidad; ino obstante, una vida planeada para excluir dicho riesgo puede empobrecerse gra- vemente, Este problema se relaciona de varias formas con el anterior. En efecto, una vida estructurada sobre actividades que el agente pueda siempre llevar a cabo al margen de las circunstancias contiene menores probabilidades de conflicto; a su vez, las estrategias de la razén pata hacer m{nimo el conflicto reducen significati- vamente (como veremos mas adelante) la fragilidad de algunos valores importan- tes considerados en s{ mismos. vale a un estado de placer; en la medida en que esto fucse as, ta actividad no formarfa parte del concep- timientos y las pasiones. En efecto, nuestra naturaleza corporal y sensible, nuestras pasiones y.nuestra sexualidad actian como poderosos vinculos <¢ ‘ mundo del riesgo y Te mudanza, Las actividades relacionadas con los deseos del Suerpo no sdlo ilustran Ta Variabilidad ¢ inestabilidad de la articulacién interna de este tiltimos también nos empujan hacia el mundo de los objetos perecederos y nos ligan a el, colocéndonos ante el riesgo de Ia pérdida y el confficto. El agente que valore positivamente las actividades relacionadas con los apetitos y pasiones depen- der por ello mismo del universo exterior, de ciertos recursos y de otras personas, Para poder actuar bien. Por otra parte, estos apegos «ittacionales» suponen un acen- tuado peligro de conflicto préctico y, en consecuencia, de fracaso contingente en la aspiraci6n a la vida buena, Ahora bien, aun cuando las actividades pasionales no se consideren valiosas en si mismas, las pasiones pueden seguir consticuyendo fuentes de perturbacién, trastornando la planificacién racional del agente desde el exterior, deformando su juicio y tifiendo sus acciones de debilidad e inconstancia, Alimentarlas de cualquier modo equivale a exponerse uno mismo al riesgo del desorden 0 Ia slocurar", Por tanto, debemos plantearnos dos cuestiones: en primer lugar, si una reestructuracién del ser humano, una transformacién o supresion de determinadas partes de nosotros mismos, podria conducir a un control racional y una autosuificiencia mayores; en segundo lugar, si cabria considerar esta la forma adecuada de autosuficiencia para una vida humana racional. | ~ to, Pero incluso en este caso debemos tener en cuenta que muchos pensadores griegos eoncebfan el pla. Como ¢s manifiesto, plantear cualquiera de las tres cuestiones que hemos sefia~ cer més como algo activo que como algo estético (cfr. cap. 5); asf pues, la mencionada equiparacién entre lado exige también una reflexién en torno a la razon humana. Sise presume que la ~ eudaimoniay placer no significarta lo mismo que, por ejemplo, en e! utilitarismo. Laiidea de que la endai- sazén, y la filosofia como arte de la razén, van a salvar o transformar nuestras vidas, monde const cn un cade #paceneo no es convencional ni Searentements ineuiive = ee trae hemos de preguntarnos en qué consiste esa parte de nosotros, cémo acta para orde- - licién griega (cft. cap. 4). Una concepcién muy extendida en la antigua Grecia fue la adoptada pot ° + - Fi . ae ; drittder ia dain cosines cee oat) ec ee eee por nar una vida y oSmo se rélaciona con el sentimiento, la pasién y la percepcidn, De vista, el objeto de nuestra indagacién estarla constituido por los modos en que la fortuna afects, por una - forma caracter(stica y con bastante acierto, los griegos relacionaban estrechamente parte, ala cudaimeniay, por otra, a las excelencias que le sirven de baée. Cuando sea importante para la las cuestioncs éticas que acabamos de formular con los problemas de los métodos, ~ claridad de la exposicidn, dejaremos el término griego sin traducit. ; posibilidades y Ifmites de la razén, En efecto, sabfan instintivamente que algunos : También pataré pot alto en el andliss otro aspeco dela cust sobre la excenci: papel de los proyectos de vida autosuficiente eran cuestionables, ya que exigian ir més alld delos —* ~ factores que confieren al agente, sin control por su parte, las Facultades iniciales necesarias para vivir bien linertes del ‘miento hi : satel 7 humanamente, Me limitaré a suponer, como se hace en los textos, que la respuesta a dicho problema no mites 6" conocimiento humano; por otra parte, eran conscientes de que muchos 7 Fe Ee cera ee eb et de los intentos de aventurarse en el razonamiento metafisico o cientifico mas alld de * Cualquiera que tenga dudas sobre la pertinencia de usar el término evalor» cuando se trata de tex- dichos I{mites se debfan a motivos éticos de dudosa honorabilidad, motivos relacio- 7 cr eg fe emis mons wang, ol encaoe safe espe, x medida gue svancemos en nados con la intolerancia, la seguridad y el poder. Los I{mites del conocer humano ‘nuestro anilisis y se evidencie por qué esta nocién es apropia traducit determinados términos éti- ‘ 7] aod 7 iain 7 u eral pe NG oc ween a eee circunscriben el conocimiento y el discurso éticos; y un tema importante dentro del siempre evalors; sin embargo, esta tiltima cs con frecuencia la mejor solucién para ciertos usos de ‘egat- 'y expecialmente de ‘kelén’ "bello'o ‘intrinsecamente bueno™. Ottas frases conexas son ‘lo que es digno de elogio’ xian), ‘lo que merece ser eegido'(hairetbn),y diversas locuciones verbales que inclayen los sustantivos «eleccién» y «estimacién» en sus dos sentidos. Sobre el concepto de kalon, véase el cap. 6, pdg, 250. 34 ” Esta terminologla es utilizada por Williams en ML. Aunque hace tiempo que empleo las expresio- nes econtingencia interna» y «contingencia externas, y he llegado a considerarlas naturales, es probable que las escuchase por vez primera en un seminatio ditigido por este investigador en la Universidad de Harvard en 1973. "Sobre la locura fmaenfa) y la concepcidn platnica de su funcién en la vida buena, véase el cap. 7. 35 discurso moral debe ser la determinacién de una actitud humana correcta frente a ellos. Por ambas razones, consideramos que en nuestra investigacién ética debemos referienos a determinados problemas relativos a los primeros principios, la verdad y las exigencias del discurso. En este libro se presentard, por regla general en orden histérico, una secuen- cia de reflexiones interrelacionadas sobre estos problemas tal como aparecen en las obras de los tres grandes poetas trdgicos, de Platén y de Aristéreles. En lugar de realizar una descripcién sistematica de lo que cada uno de los grandes pensadores griegos ha dicho al respecto, he optado por estudiar en detalle una serie de textos que juzgo representativos ¢ importantes". A tal fin, comenzaré describiendo el modo en que se explora esta problemética en diferentes tragedias del siglo V, en las cuales resalta el papel irreductible de la fortuna en la conformacién de la vida humana y su valor; después me referiré al heroico intento emprendido por Platén en los didlogos intermedios para salvar la vida humana haciéndola inmune a la fortuna; finalmente, comentaré el retorno aristotélico a muchas de las intuiciones y valores de la tragedia mediante la articulacién de una concepcién de la raciona- lidad préctica tendente a un tipo de autosuficiencia propiamente humano. Sin embargo, esta estructura simple se vuelve mas compleja cuando, como es el caso de nuestra investigacién, las obras objeto de estudio contienen més de una pos- ura sobre el problema considerado, Es caracteristico de la tragedia mostrar la lucha entre la ambicién de trascender lo meramente humano y el reconocimien- to de la ruina que ello acarrea. Tampoco los didlogos de Platén se limitan a defen- der una concepcidn ética revisionista; antes al contrario, este filésofo utiliza la forma dialogada para mostrarnos una confrontacion de posturas y poner de mani- fiesto la pérdida que puede entrafiar cualquier «olucién», Por otra parte, pienso que en un momento dado, concretamente en el Fedro, Platén elabora una critica explicita del modo en que es concebida la oposicién de las distintas posturas en los didlogos precedentes. En fin, el método anunciado por Aristételes consiste en trabajar sobre posturas encontradas, ponderdndolas y respondiendo en consonan- cia; sin embargo, tampoco esta «solucién» se encuentra libre de tensiones inter- nas. Todo ello significa que, aunque nuestra explicacién adoptard una cierta direc- cién general, el movimiento entre la ambicién y el retorno, entre la trascendencia y la aceptacién, s¢-pone también de relieve en casi todos los apartados en que se divide el libro. . « - En los capftulos 2 y 3 abordaré la concepcién que se desartolla en tres tragedias sobre la vulnerabilidad del ser humano a la fortuna, prestando especial atencién al problema del conflicto contingente de valores. (Sin embargo, la reflexién sobre Mi investigacién no Hega hasta el helenismo, en el que las cuestiones de ta autosuficiencia y la inmunidad a la fortuna revistieron enorme importancia, y los problemas del libre albedrio relacionados ‘con ellas se aproximan més a los planteamientos modernos. En primer lugar, contrariamence a la mayor parte de los escritos que conocemos de fa época helentstica, los textos antiguos se han conservado en su integridad: esto permite plantear cuestiones sobre la relacién entre contenides y estilos que dificilmente podrian abordarse con simples fragmentos. En segundo lugar, uno de los rasgot més llamativos de buena parte de la ética helenfstica es que se da por sentado que la inmunidad del individuo a la fortuna es un fin &tico valioso, incluso ef fin ético por excelencia. Ello significa que la discusién que més me interesa ‘en extos momentos, la relaciva al valor de la autosuficiencia ~ya sea individual 0 comunitaria~ aparece con menos frecuencia. No obstante, es mi intencién comentar los textos helenisticos en las Martin Classical Lectures que tendein lugar en el Oberlin College en 1986. 36 dicho ‘problema conduce al examen de la fragilidad de algunos valores en si mismos, + ya que los valores que ms a menudo generan conflictos se cuentan también entre - los més vulnerables.) Especialmente en el capitulo 2 intentaré mostrar el modo en que la aplicacién de un planteamiento kantiano a los problemas relacionados con la fortuna ha dificultado la comprensién contempordnea de los textos griegos; a este Fespecto veremos que la caracterizacién esquiliana de dichos problemas constituye una alternativa mds que convincente a las concepciones de la érbita kantiana. En el capitulo 3, donde amplio estas reflexiones sobre casos concretos de conflicto préc- tico, estudio la aspiracién a una planificacién del curso completo de la vida que eduzca al minimg et riesgo de que dicho conflicto se produzca. En mi interpreta- cidn de la Antigona de S6focles distingo varias formas de esta aspiracién. Examino también Ja caracterizacién que se hace en la obra de los valores como plurales ¢ inconmensurables y su critica a la ambicién humana de dominar Ia fortuna simpli- ficando los propios compromisos valorativos. Al mismo tiempo, intento mostrar la continuidad subyacente entre Esquilo y Séfocles en lo relativo a estos problemas. En el capftulo 4, dedicado a Platén, sostengo que la idea propuesta en el Prosdgoras de una ciencia del razonamiento prictico es, por una parte, una respues- ta a los mismos problemas que preocuparon a los trégicos y, por otra, un desarrollo de las estratagemas para derrorar a la fortuna prefiguradas en las obras dramaticas. Este capitulo reviste gran importancia, no sélo porque muestra una continuidad entre las motivaciones de Platén y las de la tradicién literaria, sino también porque revela las interrelaciones existentes entre nuestros tres problemas, ilustrando el modo en que la aplicacién de un plan para poner remedio a !a inconmensurabili- dad entre valores y suprimir el conflicto confiere a éstos mayor estabilidad. Por otro lado, al modificar la naturaleza de nuestros apegos, dicho plan transforma las pasio- nes, es decir, las fuentes de desorden interior. En los capitulos 5 y 6 se comenta el desarrollo platénico de estas’ ideas en los didlogos del perfodo medio: Fedén, Repiiblica y Banquete. (En el primer interludio se plantean algunas cuestiones sobre la forma dialogada como alternativa al drama trdgico, indicindose de qué modo la eleccién de esta forma literaria se vincula estrechamente con ciertos contenidos éti- cos analizados por Platén.). El capitulo 5 considera la defensa, desplegada en el Fedén y \a Reptiblica, de una vida de contemplacién autosuficiente, en la cual las actividades inestables y sus objetos carecen de valor intrinseco. Ein el capitulo 6 se estudia la exposicién que se hace en el Banguete de estos temas con referencia al amor personal. A pesar de que el punto focal de-estos capitulos lo constituye el pro- blema de la vulnerabilidad de los valores tomados aisladamente, la cuestién del con- flicto entre valores sigue de alguna manera presente; su pertinencia para las argu- mentaciones expuestas en la Repidblica se comenta al final del capftulo 5. El capitulo 6 muestra el grado en que la interpretacién platdnica del amor se rela- ciona con la belleza de la fragilidad humana, aun cuando el autor proponga abando- nar esa belleza por otra més permanente. De este modo, sirve de preparacién para el capttulo 7, donde se intenta demostrar que el Fedro pone en cuestién y modifica la concepcién del valor que Platén defendfa con anterioridad. Pienso que el Fedro otor- ga un lugar destacado en la vida buena a las relaciones apasionadas entre individuos (Frégiles por su propia naturaleza), a la vez como medios instrumentales y como com- ponentes intrinsecamente valiosos. En este marco, intento.valorar la autocritica ela- borada por Platén y su nuevo planteamiento sobre e! bien humano, 37 3 Tire be Acciegtes EN 4 TeAcepn 2 » Esquilo y el conflicto practico La tragedia griega muestra a personas buenas arrastradas a la ruina como resul- tado de acontecimientos que no esté en su mano dominat. Es una circunsemncis que mueve a compasién, pero no podemos negar que se trata de un hecho corrien- te en la vida humana. Tampoco représenta una amenaga para nuestras opiniones mds arraigadas sobre el bien, ya que éste puede permanecer incélume entre las mudanzas exteriores de la forcuna. Ahora bien, hay algo més que la tragedia pone - de manifiesto y que nos perturba més profundamente: vemos en ella personas buenas realizando acciones malvadas, que, en ottas circunstancias repui " su cardcter y sus compromisos morales, como consecuenci gen NO son responsables. En ocasiones, tales casos estin mitigados por la presencia @) de coercidn Fisica directa 0 ignorancia ex usable. Entonces podemos ‘sentimnos iranquilos: el agente no ha somade mal, ya sea porque no ha actuado en absoluto © porque (como Edipo) lo que hizo de forma intencionada no se identifica con lo gue provocs inadvertidamente'. Sin embargo, las tragedias ponen también ante «}., nuestra mirada un tercer tipo de casos mucho mis dificiles de asimilar, traténdolo Por extenso; nos referimos a lo que ha dado en llamarse la situacién del «conflicto trigicor, En ella asistimos a la realizacién de un acto reprobable cometide sin coor. igico». En ella asistimos a la realizacién de u cin fisica directa y con plena conciencia de su naturaleza por una persona cuyos, compromisos y cardcter motales Ta impulsarlan normalmente a tech: La coer- Sin se deriva de ciertas circunstancias que imposibilitan la satisfaccién simulténea de dos exipencias éticas validas. Por lo general, en Ia tragedia se toman muy en serio tales situaciones. Se consideran casos reales de conducta censurable que son perti- nehtes para valorar la vida ética del agente. En el contexto trigico, las situaciones -aludidas son objeto de una consideracién pormenorizada y de numerosos andlisis; una y otra vez se plantea la cuestién sobre el bien personal en circunstancias tan alarmantes. Como consecuencia de esta actitud, la tragedia griega, en especial las obras de Esquilo, ha sido tachada a menudo de primitiva desde el punto de vista ético, La critica surge con el nacimiento mismo de la filosofia moral. Sdcrates dice a Eutifron (quien, cabrfa pensar, esté inmerso en un problema de idéntico tipo)? que los rela- _ Sobre ese caso y los problemas que plancea para una explicacién de la accibn,véase el cap. 9, * Bl caso de Eutifrén se erata con més demalle posteriormente (pgs. 60-61) 53 tos que refieren la colisién de obligaciones morales opuestas repugnan a la razén, ya que afirman una contradiccién: «Con tal argumento, querido Eutifrén, lo piadoso y lo impfo serfan una y la misma cosa» (Eutifiin 8a). Estas narraciones légicamen- te incoherentes no pueden ofrecer modelos apropiados para nuestro anilisis de la piedad. Puesto que la teologia griega tradicional se caracteriza por permitir tales conflictos, destacando incluso la frecuencia con que se presentan a menudo resul- ta dificil que un solo ser humano pueda satisfacer las demandas de divinidades tan distintas como, pot ejemplo, Artemis y Afrodita y, sin embargo, estamos obligados a hontar a todos los dioses'-, lo que en realidad hace Sécrates (ft. cap. 4) es una critica de las antiguas deidades en nombre de la razén, aun cuando mas carde nega- rd y se defenders de esta acusacién. La objecién socrética ha ejercido un influjo tan amplio que muchos eminen- tes intérpretes de la tragedia griega estén convencidos de que la formulacién trigi- ca del conflicto préctico es un ejemplo de pensamiento primitivo y prerracional. Un autor norteamericano reciente, refiriéndose a Esquilo, sefiala con desaproba- cién: Una de fobligacién de justicia o derecho} puede ser y a menudo es cuestio- nada por otra dike que se le opone, en cuyo caso no es necesario que sélo una de ellas sea verdadera (o ejustay)... Esta cocxistencia notablemente incoherente (para nuestro modo de pensar) de dos dikai vilidas y opuestas dentro de un proceso ? Véase también el cap, 3, Las consecuencias morales de esta caracterfstica de Iz religién griega las interpreta Lloyd-Jones, (/Z 160) de manera sorprendente. Este autor llega ala siguiente conclusis infiere que, a menudo, es dificil determinar si un deseo concreto es malo, proposicién que a la mayoria de los seres humanos se le ha ocutrido con ocasién de alguna experiencia vivida, pero a la cual cl mono- teismo dogmético no siempre presta atenciéne. (Aqul sostendré que la dificultad no sélo concicene a la decisién sobre qué sea lo mejor, pues en algunos casos !a decisién misma no se pone en duda), No estd claro que la visién griega del contflicto moral se derive de estas creencias teolégicas; mas bien parece que las concepciones teoldgica y moral expresan conjuntamente una respuesta caracterfstica al problema de la cleccién humana. Compérese las tesis de Lloyd-Jones con el certero tratamiento del problema por parte de J.-P. Vernant en «Tensions et ambiguités dans la tragedies, en Vernanty Vidal-Naquet, M733. Puesto que, tanto en este capitulo como en el siguiente, me referiré a conflictos generados por obli- gaciones de origen religioso, es importance sefialar que la relacién entre la esfera de la religiGn y la moral- préctica no era la misma en la religidn olfmpica que.en la tradicién judeo-cristiana. La distincién entre ambas esferas es mucho mis dificultosa en el contexto'gti cuestién en este momento, conviene sefialar que la religién ollmpica no contemplaba la idea de que la autoridad divina fuese una realidad inescrurable en sf, frente a la cual debe adoptarse una fc itracional. En Grecia, la feligidn &s, sobre todo, wn sistema de pricticas que Fa con otras pricticas sociales convencionales en una totalidad y que estd estructurada para resaltar la importancia de ciertas dreas de la vida moral y social consideradas fundamentales. La continuidad con el pensamiento sobre el valor en orros Ambivos de la existencia ¢s tan acusada, que resulta perfectamente admisible discutir las razones de los dioses en sus modos de valorar. Los dioses son seres antropomérficos que actian movidos por raz0- ‘es; por tanto, no es impio intentar comprenderlas. La fe judeo-cristiana en lo desconocido y racional mente incomprensible dificilmente tendela cabida en la religién griega. Por otra parte, cxiste una divini- dad protectora para cada émbito importante de la vida humana; pocas veces estard claro (al contrario que ena eradicién judco-cristiana) si cl respaldo divino afiade algo importante al sentido humano profundo de la exigencia ética, o bien sélo subraya la importancia, la permanencia y la naturaleza vinculante de la 1cién. (Asi, el hecho de que Aristételes reconozca sélo de pasada a las divinidades olfmpicas apenas modifica su planteamiento ético). En consecuencia, podriamos decir que la forma de las instituciones religiosas se armoniza con las creencias éticas intuitivas de los griegos, configurdndose y modelindose ambas mutuamente, Véase, no osbrante, cap. 13, pigs. 500-506. Se 54 jogo. Aunque no podemeos abordar a fondo la} general de dike no debe ser identificada con nuestro concepto moral de justicia... equ ike y justicia moral atribuimos a la primera un cardcter mas lidad’. Un importance critico aleman, Albin Lesky, va todavia més lejos, y encuentra en la exposicién esquiliana de estas situaciones conflictivas dos tipos de incoheren- cia logica: Si se precende establecer una distincién Iégica clara, es obvio que habré de decirse: «Un hombre que acta por necesidad no actiéa voluntariamtente». Pero la cohefencia légica obligatia a cechazar numecosos pasajes de las tragedias de Esquilo... De hecho, el absticulo frente a cualquice intento de anilisis lgico es mucho ms dificil de salvar. @No os la campatia de ‘Troya un justo castigo infligi- clo en nombre del més alto dios, Zeus, que protege las eyes de la hospitalidad? Por tanco, Agamenén actiia en nombre del dios que quiere este castigo. Y sin embargo, el precio que pagard es una culpa terrible que habté de expiar con la muerte, No existe aqui coherencia légica alguna’. De este modo, se afirma que la tragedia de Esquilo incurre en un error I6gico, tanto en su tratamiento de Jas relaciones entre Ia coercign y la eleccién como en su modo de retratar el efecto de enfrentar al agente con diversas exigencias encontrs- das que clausuran toda posibilidad de accién no culpable. Gagarin y Lesky (al igual que muchos otros autores) coinciden en que el pensamiento de Esquilo adolece de una confusién grave que la reflexién moderna ha dejado atrds; en consecuencia, los planteamientos esquilianos son indciles para examinar nucstras crcencias actuales sobre la bondad de la eleccidn y nuestra concepcidn (supuestamente sistemética) de la obligacién moral, En las paginas que siguen pretendo analizar y valorar estas afirmaciones, intentando responder a las cuestiones siguientes: a) por qué y cdmo algunas con. cepciones éticas modernas niegan la existencia del conflicto tragico, y b) qué influencias tedricas han Mlevado a determinados autores a infravalorar la reflexidn trégica, Al mismo tiempo, investigaré el significado del «nosotros» del que Gagatimr habla con tanta confianzay en ‘otras palabias,.intentaré detetminar, por un lado, si el tipo de conflictos que venimos considerando es en verdad ajeno a nuestra vida cotidiana y, por-otro, si la reflexién’ trégica no se adapta mejor que algunas explicaciones'tedricas modernas a nuestras concepciones profundas sobre estos problemas. As{ comenzaremos a esclarecer la forma en que la accién trégica y el pensamiento religioso tradicional que subyace en ella muestran la relacién A. Lesky, «Decision and responsibility in the tragedy of Aeschylus, JH1S 86 (1966), pégs. 78-85, cit. pags. 82-83. Otros autores, por ejemplo, John Jones, Denys Page y John Peradotto, sostienen posturas similares, Para una relacién bibliogrdfica mis exhaustiva, véase n. 22 infia. 55 existente entre el bien humano y el universo del acontecer externo. Dado que mi objetivo es investigar la relacién que se establece entre lo que la tragedia pone de manifiesto y lo que nuestra intuicién considera aceptable, comenzaré presentan- do una sinopsis de los factores que se suelen considerar pertinentes para la valo- sacién de estos casos de conflicto. A continuacién resumiré algunas de las solu- ciones filoséficas mds importantes que se han dado al problema, soluciones cuya influencia ha determinado en gran medida la postura de los estudiosos sobre el cardcter primicivo de la no-solucién tragica. Por tiltimo, analizaré en detalle dos descripciones esquilianas del conflicto y sostendré que, de hecho, este enfoque poético estructura nuestras intuciones practicas mejor que las soluciones tedricas aludidas. I Estamos examinando, pues, situaciones en las que una persona se ve forzada a elegir hacer (tener) una cosa u otra, Dada la manera en que estd constituido el mundo, esa persona no puede hacer (tener) ambas. (Por el momento aplazaremos la discusién de si con una mejor planificacién se habrfa podido eludir la alternati- va. Abordaremos este tema en el préximo capitulo). En todo caso, la persona desea hacer (tenet) las dos cosas; 0, con independencia de lo que quiera de hecho, tiene alguna razén para hacer (tenet) ambas. Cada una atrae con fuerza sobre sf la aten- cién practica del agente. Este prevé que, con independencia de cual sea su eleccién, terminard lamentando no haber adoptado Ia otra decisién posible. Algunas veces, cuando las preocupaciones enfrentadas del agente parecen pesar lo mismo, tomar una decisi6n puede resultar muy dificil. En otros casos, la persona puede ver con claridad cudl es la mejor eleccién y, sin embargo, lamentar haber desatendido otras preocupaciones importantes, En efecto, es crucial insistir desde un principio en que el problema no se reduce a la dificultad de la decisién, ya que el conflicto puede surgit también cuando ésta parece perfectamente obvia. Aristételes habla de un capitén que arroja su carga por la borda durante una tormenta a fin de salvar su “ Para un’ debate contemporineo sobre estas cuestiones, véanse I, Berlin, Coricepts and Categories- (Nueva York, 1978) passim; P. Foot, «Moral realism and moral dilemmas, JP 80 (1983), pigs. 379-98: B. van Fraasen, «Values and che heart!s commands, /P 70 (1973), pags. 15-19; R. M. Hare, The Language of Morals (Oxford , 1952), en especial las pigs. 50 y ss., y Moral Thinking (Oxford, 1981), en cepecial las pags. 25-64: J. Hincikka, «Deontic logic and its philosophical motalse, en Models for Modalities (Dordrecht, 1969), pags. 184-214; E. J. Lemmon, «Moral dilemmas», PR71 (1962), pigs. 139-58; R. B. Marcus, «Moral dilemmas and consistency», JP 77 (1980), pags. 121-35; T. Nagel, «War and massacres, PPA 1 (1972), reimpteso en Moral Questions (Cambridge, 1979), pags. 33-74; W. D. Ross, The Right and the Good (Oxford, 1930); J. Searle, «Prima facie obligations», en Philosophical Subjects: Essays Presented to P. F. Strauson (Oxford, 1980), pigs. 238-59; M. Waltzer, «Political action: the problem of dirty hands», PPA,2 (1973), pags. 160-80; Bernard Williams, «Ethical consistency, PASS 39 (1965), reimpreso en Problems of the Self (Cambridge, 1973), pgs. 166-86, y «Conflicts of values», en ML, pigs. 71-82. Comentaré algunas de las afirmaciones de Williamns un poco més adelan- te. Los articulos de Marcus y Searle, publicados con posterioridad a la primera versién de este capitulo y sus leceuras piblicas, no afeccan a mi argumentacién; discutiré las criticas de Searle relativas ala obli- gcién prima facie en la nota 20, En el capftulo 3 critico la conclusién de Marcus de que la posibilidad de conflictos irreconciliables es un signo de irracionalidad en una concepcién moral y politica y una raz6n para revisarla. 56 Propia vida y la de quienes viajan en la nave’, Una vez comprende cudl es la alter- nativa, ve con toda claridad Jo que debe hacer; estarfa loco si dudase mucho tiem- po. Sin embargo, se siente apegado a su cargamento. Lamentard haberlo arrojado al océano, que las circunstancias'le hayan obligado a elegit lo que nadie en su Sano juicio harla de ordinario, desprenderse de lo que una persona normal valo- rarfa®, - Nos cncontramos, pues, ante'una amplia variedad de casos en los que se pro- duce algo parecido a un conflicto de descos (aunque ya hemos resaltade que tam- bign nos interesan las situaciones en que el agente no desea de hecho una de aa posi- bilidades contrapuestas); el agente quiere (tiene razones para pretender) xy quiere (ciene razones para pretender) sin embargo no puede, dadas las circunstarcias, fener ambas cosas. En titimo término, nos preguntamos si, en tales casos, no séle s¢-ve afectada la satisfaccién psicolégica del sujeto, sino el bien moral mismor si se trata, no ya de la pérdida de algo deseado, sino de una actuacién en verdad repro- bable y que, como consecuencia, provoca no sélo pesat, sino algo mds patecido al remordimiento. A primera vista parece que pueden establecerse algunas distinciones pertinentes (yen las obras tragicas asf se reconoce) pata intentar dat respuesta a la cuestién plan- teada. Unas veces es necesario renunciar a una posesién, recompensa o, en general, algo externo al propio agente; otras, el objeto de la renunc e una seciée que el agente desea (tiene razones para) emprender. Hay situaciones en las cuales lo que se dirime es el abandono de uno de los proyectos deseados; otras van me ally el curso clegido supone una accién contraria al otro proyecto 0 compromiso. Unas veces lo ae se.omite es un mero «afiadido», un lujo, algo accesorio con respecto a la con- cepcién del valor propia del agente. En otras ocasiones se trata de algo mas impor- fante, url componente esencial (o un medio necesatio para su consecucidn) ce la concepcién del buen vivir de quien acti). A veces lo que se omite es periftico, y ofras es central para nuestra concepcién de la vida buena (la visién que domina lx obra teatral en su globalidad), que, a su vez, puede coincidit o no cor le del agente Guyas acciones estin siendo valoradas. Puede suceder que aquello a lo que se seaun. cia afecte negativamente s6lo al propio agente; también puede ocurrig que se pro- dluzca una pérdida 0 dafio para otras personas, En ocasioncs, el objeto de la eta, cia es algo alo cual el agente no se siente vinculado pot ningiin compromiso ni obli Bacién, explicitos ni implicitos; otras veces s{ existen ese compromiso o cox obliga- ci6n. A veces, el caso apenas tiene repercusiones més alld de si mismo; otras, puede acarrear efectos a largo plazo que condicionardn la vida del agente o la de otron Pos iltimo, en algunos casos 12s consecuencias pueden set reparadas: en el Futuro, al agente podri deshacer lo hecho o seguir la trayectoria omitidas en otras ocasiones, sin embargo, es evidente que no existrd tal pos 7 ENIILI, 1110a4 y ss, Aristéreles intenta distinguir estos casos de aquellos en k ic , 1 . que la accién es toral- sents involuntara, afoisa, por raxén de coacién fica oignoranca excusable En eas seasciony, jum cl Estagiita, el orgen del accién se encuentra en el agente, quien ex plenamene conte eit {2 -aue hace. El otro caso exe del trano que ordena al agente cometce una aecién denigeanes ancree Bag fe muerte su Familia sno obedece. Estos ejemplos se consideran ms detenidamente cael es culo 11. “ Seain Aristtces, a accién es voluntaria dadas las ctcunstancas, pero no en s{ misma (bq ue la persona nunca la habia realizado de mediat una sicuacion distints, eee 57 No afirmamos que esta relacién. sca formal ni exhaustiva; queremos sélo llamar la atencién sobre algunas distinciones que se realizan frecuentemente. Pienso que nuestra intuicién nos dice que los segundos componentes de estas alternativas agra- van la situacién y que, a igualdad de los restantes factores, su presencia en un con- flicto hace mas probable que el desarrollo de éste influya en nuestra valoracién ética del agente. Todos estos attibutos situacionales pueden mezclarse de muy diversa manera. Serfa dificil, y probablemente un error, intentar determinar de antemano y al margen de cada caso concreto qué combinacién de dichos atributos basta para considerar que el agente merece nuestra censura por su modo de proceder bajo la pre- sién de las circunstancias. Ninguna persona razonable reprobarfa al capitén del ejem- plo de Aristételes por haberse desprendido de unas posesiones reemplazables a cam- bio de su propia vida y la de otros seres humanos, a pesar de su obligacién de prote- ger la carga’. No obstante, la situacién varfa si, para salvar su barco, arrojase al mar a su mujery su hijo, ya que esto tiltimo, ademés de ser una conducta dafiina para otros, supondria una pérdida irreparable y tendrfa graves consecuencias para el resto de su existencia; por otra parte, afectarla directamente a lo que es, o debe ser, fundamental en su concepcidn de la vida buena. Pese a todo lo dicho, parece dificil, por no decir imposible, establecer un conjunto de reglas 0 condiciones fijas que ayuden a distin- guir con precisién y de antemano dos tipos de casos perfectamente delimitados: los casos en que es cortecto censurar al agente y aquellos en que no lo es. Hasta ahora no he hablado de conflicto «moral», sino que he considerado los casos que habitualmente reciben dicha denominacién en el marco de una clasifica- cién més amplia y menos sistemética. Este proceder se relaciona con mi descon- fianza general (expuesta en el capitulo 1) frente a la distincién moral-no moral. Por otra parte, las razones de dicha desconfianza se vuelven evidentes cuando vemos que el discurso sobre el «conflicto moral» ha sido utilizado en ocasiones para excluir del Ambito de la reflexién ciertas situaciones que pueden interesarnos aqui. En primer lugat, pocas veces’ée trasluce claramente lo que se entiende por conflicto «moral» (cfr. cap. 1). La distincién mor recibido izaci la expresi6n cn s{ misma no ¢s ya Si lo que se p es qui caso afecta a valores relacionados con otros seres humanos o que en él intervienen los compromisos y preocupaciones mis profundos del agente (0 los nuestros), resul- tarfa mds claro decirlo as{ directamente. Estas distinciones se contemplan en nues- tra enumeracién intuitiva, aunque ninguna da cuenta por sf sola de todos los facto- res éticamente pertinentes. Por.otra parte, si lo que se quicre decir es que los com- promisos morales escapan al Ambito de la contingencia natural y no pueden ser afec- tados por los «accidentes de la madrastra naturaleza», entonces la distincién moral- no moral no seré un buen punto de partida para nuestro estudio, pues justamente * Aristételes concibe la valoracién del siguiente modo: en algunos casos culparemos al agente; en otros nos compadeceremos de él, 0 lo culparemos en escasa medida; por dltimo, se presentan situacio- nes en que poderrios incluso elogiar al agente por soportar «algo degradante y doloroso para obtener nobles y grandes objerose, Desde luego, Aristételes afirma que existen acciones que bajo ninguna cir- ‘cunstancia deben realizarse, por ejemplo, el matricidio, Sin embargo, al sefialar una salida no culpable {el agente podria decidir morir él mismo, sin dafiar a otra persona, en lugar de incurrir en la mala accién), clude algunos de los problemas mds espinosos que surgen en este tipo de situaciones. Véase, no obstan- te, el cap. 11, donde se afiema que esta concepcién de Ia ética puede albergar una visidn trigica del con- flicto, 58 pretendemos averiguar si existen com sean inmunes a dichos accidentes. Ast de principio. Peto incluso resolviendo el problema del significado de la distincién moral-no moral, resta una segunda dificultad. El empleo de la distincién parece suscitar en numerosos investigadores la idea de que los casos que estudian se incluyen en una u otra de dos categorfas netamente delimitadas y opuestas, Como resultado, los ipromisos y preocupaciones importantes que entendida, la distincién parece una peticién : : jan teamientos de dichos aucores se estructuran,sobyre la base de tal division: Ahow bien _fuestra lista intuitiva indica que lo que existe en la vids una compleia varie: °° ld de situaciones que se interrelacionan y sup clasificacién dicotémica, Por ejemplo, Ser pertnents para la descripcin y valoraciSn de los conilictes py tlamos que en un caso aparecen (los segundos componentes de) la primera, wrcera quinta y sexta oposiciones; en otro (los segundos componentes de) la segunda, la séptima y la occava y asi sucesivamente. No deseamos excluir esta posibilided ni dif clu comprensén Pretendemos vet y para eo et neces poder mat. n un excelente articulo, muy préximo en sus temas al ine ‘ ened weal ts ms dime de de la distincién moral-no moral en la clasificaciSn y descripcién de los tonllicnee pricticos. Segiin afirma, los conflictos «morales» difieren de ottos conflines cane deseos en que sentimos que la exigencia moral no puede eludirse aunque desapa. rezca el deseo. Determinadas exigencias pricticas obligan con independendencia de nuestros deseos y sentimientos, Es importante subrayar esta distincién, continta el mismo autor, porque condiciona lo que pretendemos decir acerca de los casos de conflicto practic. __Elargumento dista de ser balad{. En realidad, lo he tenido en cuenta en mi lista al incluir en ella tanto los casos en que el agente desea seguir cursos de accién con- trapuestos como aquellas otras situaciones en las que, con independencia de sus deseos, el sujeto tiene alguna raz6n para seguir lineas de conducta incompatibles, Por otra parte, varias de fas oposiciones que he formulado (concretamente las rela. cionadas con. la concepcién de la vida buena, con el dafio a terceros y con un com- promiso anterior) se ajustan en parte a los planteamientos de Williams. De este “modo, no es evidente que neceritemas la dicotomia para un estudio como el que intentamos emprender, De hecho, puede incluso resultar engafiosa cuando se con, sideran ciertos casos de conflicto por los que el propio Williams se muestra intere- sado. En efecto, en algunos trabajos recientes, este autor utiliza su caracterizacion de Ia obligacién ética para describir la fuerza de otras préocupaciones précticas que dificilmente alguien calificarfa de «morales». Por ejemplo, las exigencias de una biisqueda intelectual o de una relacién pasional con otra persona pueden ser expe- rimentadas como vinculantes por el sujeto, con independencia de sus descos reales; sin embargo, la dicotomfa nos hace pensar que tales casos no son verdaderamente " Ethical consistency». Véase n. 6 supne. " En ML, pigs. 20-39, Williams pone seriamente en duda la idea de que las obligaci f que las obligaciones moral seam las Gnias a ls que un agente puede y debe atribur el mds alto valor préctio, Si eto eal debe, ‘mos preguntarnos qué caracterizacién de lo moral estéutilizando; a jurgar por los ejemplos que propo- ne, parece que seria una caracterizacién pot la materia: ls oblignciones morales son las que acarrean bencficio o dato a otra persona. 59 5 om ws yo? ny superponen de formas que escapan auna M0 si determindsemos ocho factores que pueden io" ricticos, descubri-tneza\ 0" importantes. Por lo demds, parece que, en la prictica, no encontramos tanto un contraste nitido entre unas obligaciones absolutas y otras facilmente eludibles, cuanto un continuum de exigencias con diversos grados de fuerza ¢ inevitabilidad. Por las razones antedichas, parece més claro, e incluso mds fiel al espiritu del pro- yecto de Williams (explicitado por él mismo en su obra mds reciente), trabajar con tuna ted de distinciones concretas ¢ informales que utilizar la di moral", Si hemos omitid m ido algo importante en nuestra argumentacién, en subsanar tal deficiencia en los apartados siguientes. En todo caso, para que nues- tras conclusiones resulten convincentes pata quienes manticnen Ia divisién de las, situaciones de conflicto practico seguin el modo tradicional, hemos seleccionado para nuestro estudio aquellos conflictos trégicos que suelen considerarse como casos decisivos de conflicto moral, es decir, situaciones en las que se ocasiona un dafio irreparable a otra persona como resultado del incumplimiento de un com- promiso anterior grave relacionado con valores importantes. De este modo, si en dichos casos se pone de manifesto la validez. de la visién trégica, habremos eviden- ciado Ia fragilidad, no sdlo de una faceta de la excelencia que serfa periférica con respecto al verdadero bien moral (segiin la concepcién tradicional), sino de una parte del bien moral mismo (de lo que de ordinario se entiende por tal) segin se expresa en la accién y la eleccién. I Examinemos algunas soluciones filosdficas propuestas a lo largo de la historia. Desde que aparecié el Eutiftén, se ha instaurado en el seno de la filosoffa moral una tradicion dominante basada en una afirmacién fundamental: los casos de conflicto que venimos considerando en estas paginas adolecen de una incoherencia que ofen- de ala légica préctica y debe ser climinada". El paso decisivo lo da Sécrates. Las exi- * Para Williams, una de las ventajas de distinguir entre los contflictos de edeberes» y otros conflicros similares radica en que la distincién le permite concentrarse en el supuesto problema de la estnictura Logi cd, El andlisis logico de este antea problem special si-con él pretendemos dete: ‘ta Seuurless cal de los coal i abligattones, Seaile maeita fo Hell que resulta a los Fildsofos presetvat una cierta apariencia de légica dedntica negando la naturaleza real de los casos), En sicuaciones en las que pensamos que el agente debe hacer ay debe hacer 6, pero no puede hacer ambas cosas, existen, al parecer, dos posibilidades para evitar una concradiccién I6gica directa: 1) podemos negar que debe implique puede; 2) podemos negar que de edebo hacer a» y «debo hacer és se siga «Debo hacer ay be. Williams defiende la segunda opcién; por la primera se inclina Lemmon en «Moral dilemmas». En Ethics and the Limits of Philosophy (1985), Williams abandona explfcitamente la distincién moral- no moral como base de investigacién ética, airmando que lo moral (entendido sobre la base de las nocio- nes de deber y obligacién) ha de considerarse una subclase desviada y errénea de lo ético, que define como categorla amplia y sin limites rigidos. Afirma Williams que la pregunta griega «cémo se debe vivir?» es el punto de partida ms promeredor para la investigacién ética, y que el intento de respuesta no debe conducir a una separacién tigida entre las obligaciones morales y otras preocupaciones que tam- bidn se plantean, ni tampoco a situar dichas obligaciones morales por encima de todo lo demis. Agradezco a Williams haberme permitido leer y citar su importante andlisis, que da cumplida respuesta a las erfticas que elaboro en estas paginas. 1 En el articulo de Searle (op. cit.) se pone de manifiesto el peso de esta concepcién en la légica den tica actual. Searle afirma que las estrategias encaminadas a eliminar el conflicto descansan sobre una débil base incuitiva y surgen de graves confusiones conceptuales. Muestra que, una ver aclaradas dichas con- fusiones, no existen obstdculos para llevar a cabo una formalizacién perfectamente coherente de la situa cién de conflicto. Véase n, 20 infra. 60 ‘lista en la mayorfa de las situaciones, Bencias contrapuestas que constituyen el dilema de Eutifién (la obligaci Cf cin de res- aria es la Cea la vida humana)" son interpretadas con un cb : ético, es decis, como un conflicto de creencias sobre lo moralmente awe — co entran en conflicto, lo racional es intentar descubrir guile cont, 4 ute, como méximo, puede ser verdader; la otra puede y Techazars momento-a partir del cual deja d i Semejante postura conduce 2 Sécrates, en on post © del didlogo, a cues 5 d es, en un pasaje posterior del didlogo, a cues- tionar un aspecto esencial dela teologia griegs cadet i = los di t : gtiega tradicional: la idea de que los dio: imponen a los mortales obligaciones diferentes « i 4 oa impon ‘ incluso contratias (7e-Be). Es i ot ee con la creencia en el deber de honrar a todos los dioses, ue eae een Sica agente moral grego la presencia de un sentido dela obligetoredad ¢ idad de exigencias posiblemente antagénicas, obligatoriedad ¢ inevitabi- Aue revi Ia tradicin considerando obligatoria slo aquellasexigencias con tla i las Cuales exista unanimic ivi i i ci acess nanimidad din nce se permite poner en duda que \n relacién a todo conflicto de deseos o valores, sigui fi Secraes, algunos flésofos afirman que en cal caso existe conay ies oe “espucsta corrects, y que todas ls dems exigencias dejan de serio una vee realnada eleccién. Si persiste el deseo, el agente deberd, como minimo, considera pletamente irrcional, Otros autores, concediendo que esta poseura no es muy rex, » insisten no obs i i saree ste ni rane cn tes», cuya interpretacién como desacuerdos mantiene toda su validea. Estos flea, fos, muy numerosos y pertenecientes a escuclas muy diversas, han influide dircern nos . Ta crftica de la tragedia griega. Por otra parte, el enfoque que sostienen, en la médida en que, en determinados momentos, ejerce una fuerte avaccién sob | gentes de su misma cultura, acta también de forma indirecta. Por tanto, conviene cxaminar algunas concepcionesfilosSficasrepresentativas con el fin de comprendes mejor algunos de los obsticulos que se oponen a la valoracién contempordnea de lr plantsiniens de Esqulo sobre el dems pricico, | En Ef existencialiemo es in humanismo”, Jeans nae pag lS nr ppre miso patriético con la Resistencia y la obligacién de cuidar a su madre ancivos Sartre nas dice que reflexionandlo sobre este caso de wincoherencia» aprendemos que * De hecho, no parece que existera un acuerdo i! Ye hech general sobre el deber de Eutifrén de leva as sr por Imes del ao near, sti cig un proces legal y an dee fe la legislcign griega sobre el homicidio era la inexistencia de una epeotcs clfica para el eato en que fillecido fucseexran ica puienes que pier oe fea para leat en qu fale ranjeroy, por tanto, no hubiers pari dieranasu- SESE SE negate np gel Seri lexal ll le coresponderts a deforma natural, como el ciudadano més proximo alos incr. fy Wxistentials Pacey :P. Saree, «LiBsitentialime tn humaniones (Pass, 1940). El placcamiento de El tery l a aah ae oe sea mds complejo; sin embargo, la misma visién simple se encuentra de nuevo en Ler 61 rN NS los principios éticos sisteméticos resultan en general guias inadecuadas para la accién, Lo mejor es rechazar los principios e improvisar libremente nuestras elec- ciones, con lucidez y sin arrepentimiento", R.M. Hare, en The Language of Moral, se muestra de acuerdo en que el pro- blema radica en la incoherencia de los principios, los cuales se contraponen de un modo légicamente inaceptable. El agente debe modificarlos teniendo en cuenta la situacién problematica, a fin de obtener un nuevo conjunto de principios que con- temple el caso en cuestién sin que surjan conflictos. Por ejemplo, a Ja luz de la expe- riencia de la guerra, el precepto moral «no mientas» se reformula ast: «no mientas excepto al enemigo en tiempo de guerra». La situacién se introduce como excepcién a la norma, limitando el mbito de aplicacién de ésta". Para Kant serfa erréneo incluso afirmar que nuestros principios son imperfec- tos y requieren modificacién. En la nocién misma de regla o principio moral se con- templa que nunca puede entrar en conflicto con otra norma moral: Pucsto que... el deber y la obligacién son en general conceptos que expresan la necesidad prictica objetiva de ciertas acciones, y dado que dos reglas que se opo- nen no pueden ser necesarias al mismo tiempo, entonces, sies un deber actuar de acuerdo con una de ellas, no sélo no es un deber, sino que es contrario al deber, actuar segin la otra, De ello se sigue que la colisidn de deberes y obligaciones cs inconcebible (obligationes non colliduntwr), No obstante, bien puede suceder que dos razones de obligacién (rationes obligandi), una de las cuales es inadecuada para obligar como deber (rationes obligandi non obligantes), coincidan en un sujeto y en la regla que se prescribe a s{ mismo; en tal caso, una de ellas no es un deber. Cuando dos razones de este tipo se oponen entre sf, la filosofla préctica no dice que ptevalezca la obligacién més fuerte (fortior abligatio vincit), sino que la razén mas fuerte para obligat gana el campo (fortior obligandi ratio vincit)*. Segrin Kant, la exigencia de que las normas practicas objetivas sean coherentes en toda situacién, formando una estructura atménica similar a un sistema de creencias verdaderas, predomina sobre nuestra opinién intuitiva en un momento dado (que, por otra part, él mismo no deja de reeonocer) de que existe un autén- La cucstign es que, aun cuando las obligaciones del pattiotismo y el deber de cuidar a la madre hayan coexistido atmoniosamente hasta cl momento presente a los ojos del agente moral, su conflicto contingent debe poner de manifesto que ninguno fue nunca una buena gus paral sce. Véase tam) bién mis adelante, en este mismo capitulo, pags. 83-84). ” Hare, Language of Morals, pag, 50 y 58. : nba rama oa Biking Hare defiende una postura més compleja. Opone, en efecto, la percepcién intuitiva del conflicto moral a un tipo «superior» de pensamiento crtico que elimina el confit; la primera aparece asociada a un pensador al que Hare denominasprolearos, mientras que segundo se vincula con otra figura, mis ejemplar, a la que llama eel arcingels, Asi pucs, Hare admice la necesidad de efectuar una importante revisién de las formas ordinarias de pensar para climinac el con- ae JE Kane, Iuivoduecién a la metafsica de ls costumbres, pig, 223 de Akad (1797). Sigo prin palmente la ttaduccién al inglés de J. Ladd en The Metaphysical Elements of Justice (Indiandpolis, 1965). Sin embargo, para Ia ultima frase prefiero la versién propuesta por A. Donagan en «Consistency in rationalist moral systemse, J? 81, pigs. 291-309, pig. 294. Donagan sefiala que, en alemén, se distingue encre sprevalecer+ (edie Obeshand belten) y ganar ol campo (cbehilé den Plate): para Kant, la srazén» perdedora no sélo es derrotada, sino que desaparece, abandona el campo». 62 oO \ ee 0 Awe wok sah tico conflicto de deberes. Parece que nuestros deberes pueden oponerse entre sf, pero ello es imposible, ya que los conceptos mismos de deber y ley prictica exclu. yen la incoherencia. Asf pues, debemos encontrar un modo mejor de describir este conflicto aparente, Puesto que, corio méximo, puestas puede ser un auténtico deber, la otra no serd sino una meta razén de obli gacién (Verpflichtungsgrund). Cuando prevalece la «razén» més fuerte, vemos que ésta sola es y ha sido siempre nuestro deber en el asunto en cuestién; la «razén» opuesta es rechazada en cuanto no obligatoria, Abandona el campo, desaparece y no plantea ya exigencia alguna. Para Kant, decir cualquier otra cosa entrafia debilitar el fuerte vinculo,conceptual que existe tanto entre el deber y la necesidad practica (gecomo entre estos tltimos y la coherencia légica. Y, lo que tal ver sea incluso més importante, supondria conceder que lo que sucede al agente como un aconteci. miento contingente (se ha visto abocado a una situacién de este tipo) podria for- zarle a incumplir el deber, Este Pensamiento ¢s intolerable para Kant, A estos argumentos cabrfa responder intuitivamente que una persona no se sien- te as{ en los casos de conflicto practico. No se siente como si estuviera resolviendo tun rompecabezas, como si lo nico que necesitara fuese descubrir la respuesta correcta, Si ls persona piensa en resolver o poner fin a su problema, ello no se le pre- senta como la esperanza de un descubrimiento, sino como una ruptura radical: negacidn, insensibilidad deliberada, incluso la locura o la muerte, Tales objeciones no han sido ignoradas por los fildsofos a que venimos refiriéndonos; todos recono~ cen de algiin modo su peso antes de rechazalas. (Sartre y Hare contraponen la deli- beracién ordinaria a otro tipo de pensamiento superior o més experimentado®, ® Algunos filésofos, siguienclo a W. D. Ross (The Right and the Good, pigs. 19 y ss.), modifican la incerpretacién kantiana introduciendo una distincién entre deberes prima facie y deberes absolutos. Como Kant, Ross insite en que dos deberes contrapuestos no pueden set ambos genuinamente obliga- torios; al menos uno es un deber prima faci y éste, una vex descubierto el deber real, deja de obligar. Sin embargo, a diferencia de Kant, insiste en que el deber prima facie pucde seguir comportando la obli- sacién de ofrecer reparaciones y, tal vez, incluso la necesidad de sentir «no, desde luego, vergiienzao arre- pentimicnto, pero sf, cieramente, compunciéne, Searle sefiala acertadamente que la nocién de deber prima facie de Ross y sus seguidores ha ejercido una influencia perniciosa en la descripcién y evaluacién de los casos de conflicts prictico. En, cuanto nocién técnica y no-ordinaria, ha provocado la mezcla de varias distinciones del Lenguaje ordihario que deberlan permanecer bien delimi 7 1) La distinciéin entre obligacién s6lo aparente y obligacién real 0 auténtica. 2) La distinciim encce obligacién de grado superior y obligacién de grado inferior. 3) La distincién entre bo que se debe hacer una vex considerados todos los factores, y lo que es obi gatorio hacer. . Solamente la primera distincién implica que la opcién perdedora deja de planteat cxigencias al agen- te. Sin embargo, esa distincién no capta lo que sucede en gran niimero de situaciones de conflicto. La segunda distincién es ms prometedora, al mostratnos que la segunda abligacién podria ser abandona- day, ello no obstante, seguir obligando; ahora bien, no parece correcto afirmar que en toda situacién de conflicto una de las obligaciones sea siempre de un grado 0 tipo inferior, Tan sélo la tercera distincién, afirma Searle, permite describir los casos en que estd claro cual de las obligaciones debe cumplirse una vex. ponderados todos los fuctores y, sin embargo, ambas siguen siendo obligaciones graves (de grado superior), Los casos de conflicto que analizamos aqui confirman esta erftica de Searle: en ellos aparecen dos obligaciones reales y muy graves que se contraponen en una situacién en la ctial un curso de accién «5, definitivamente, ef que debe seguitse cuando se han considerado todos los Factores, y, sin embargo, ello no convierte a la otra obligacién en itteal o sin importancia. 4 Esto aparece con gran clatidad en Les Mouches, asi como en la obra de Hare Moral Thinking (véase n. 18 supra) 63 s6lo una de las obligaciones contra ] I | a Kane dice a la persona corriente que su apego a la coherencia racional debe impulsarla a rechazar uno u otro de los principios opuestos). En consecuencia, el defensor de la postura intuitiva no puede limitarse a afirmar que este es el modo en que ve las cosas. Cuando menos, debe llevar a cabo dos tareas suple- mentarias. En primer lugar, debe examinar la «postura intuitiva» con una minu- ciosidad mucho mayor que la habitual en la mayorla de los debates filosdficos sobre el problema, describiendo las situaciones con la maxima precisién posible ¢ indicando qué nos hace sentir intuitivamente su fuerza™. (Ello exigiria descri- birlos de modo que pudiéramos captar intelectualmente dicha fuerza y a la vez sentirla), En segundo lugar, y esto es més importante ain, debe mostrar que (y el modo en que) esa representacién intuitiva de los casos se vincula con otros elementos valiosos de la existencia ética del ser humanos en otras palabras, que si modificamos nuestras intuiciones para ajustarlas a alguna de las soluciones filos6ficas a la que hemos hecho alusién, corremos el peligro de perder algo de importancia crucial en nuestras vidas. A continuaci6n, intentaré mostrar cémo las «notoriamente carentes de Iégica» obras de Esquilo satisfacen ambos requi- sitos. mL Al comienzo del Agamenén de Esquilo® tiene lugar un prodigio extrafio y siniestro, La reina de las aves se aparece a los reyes de los navios. A la vista de todo el ejército, dos dguilas, una negra y otra de cola blanca, devoran una liebre prefia- da con sus crfas no nacidas (III-20). Resulta dificil no relacionar este presagio con la masacre que Ilevard a cabo el ejército con los ciudadanos inocentes de Troya. También serfa dificil para un auditorio familiarizado con Ia historia no asociar el suceso con el inminente homicidio de la indefensa Ifigenia, necesario para la par- * Esta crftica no es tan pertinente hoy (1984) como cuando redacté la primera versién de este apar- tado (1973). El enorme desarrollo alcanzado por la eética aplicadav y el interés creciente de la mayorla de los autores anglonorteamericanos por los ejemplos concretos cada ver mds complejos pueden consi- derarse cambios muy positives. No pienso que la reflexién sobre estos ejemplos haga superfluo el cstu- dio de las obras literarias (cft. mi argumentacién en el capftulo 1). Sin embargo, conforme aumenta su complejidad, también se atentian sus diferencias con los textos literarios, por lo que se debe hablar més de un continuum que de una oposicién. * La bibliograffa sobre el Agamendn es demasiado vasta para intentar aqu{ una relacién exhaustiva. Ls obras que he consultado més a nienudo, y a las que me referiré en las piginas siguientes, son: J. D. Denniston y D. Page, comps., Acichylut, Agamentnon (Oxford, 1957); E, R. Dodds, «Morals and poli- tics in the Oresseiax, PCPS 186 Ns 6 (1960), pigs. 19 y ss: K. J. Dover, ome neglected aspects of Agamemnon’s dilemmas, /HS93 (1973), pags. 58-69; M. Edwards, «Agamemnon's decision: freedom and folly in Aeschylus», California Studies in Classical Antiquity 10 (1977), pags. 17-38: E. Fraenkel, comp. Aeschylus, Agamemnon, 3 vols. (Oxford, 1950) Gagarin, Aeschylean Drama: N. G. L. Hammond, «Personal freedom and its imitations in the Oresteias, JHS 85 (1965), pigs. 42-55: J. Jones, On Aristotle and Greck Tragedy (Londres, 1962); R. Kuhns, The House, the City and the Judge: the Growth of Moral Awareness in the Oresteia (Indiandpolis, 1962); A. Lebeck, The Oresteia (Cambridge, Massachusetts, 1971); A. Lesky, «Decision and responsibility»; Lloyd-Jones, «Guilm, pégs. 187-99, y JZ; Collin MacLeod, «Politics and Oresteias, JHS 102 (1982), pégs. 122-44; J. J. Peradotto, «The omen of the eagles and the ethos of Agamemnon», Phoenix 23 (1968), pigs. 237-63; W. Whallon, «Why is Artemis angey=, A/P82 (1961), pags. 78-88. 64 i | tida de la expedicion, Sin embargo, el augurio recibe una interpretacin sorpren- dentemente trivial del adivino Caleante™. Este ereconoce en los belicosos denne, | dores de la liebre alos cauillos supremoss (123-124); no obstante, sc imitaa pre. | decir que, en ebstio de Troya, cf ejécito sacrficard numerosos rebatios bsjc loc | muros de la ciudad. El adivino establece un paralelismo entre la muette inctler | Yay a sangre frfa de una licbre entre las garras de las dguilas y la muerte de ani, | males a manos de seres hurmanos, sin considerar la posibilidad del homicidio. Ex | un sentido std en lo cierto, Etser humano sacrfiea el ganado como el feails inc ia Ja liebre: sin remordimientos Y para satisfacer una necesidad inmediata Pero ‘ cuando la victima es humana, esperamos deliberaciones y sentimictos sauchs ids complejos. Ast, el parallismo tiene una justifcacién; Ahors bien wm ohne que la interpreracién del augurio debe considerarseinsuficiente Ninsti vroncs _ importante predice un banquete a base de carne, Calcante pasa por ako le hart, : mental. Sin embargo, ponicndo en relacin el paralelismo hamovo-aniedl conta | teferencias més siniestras del augurio, se sugieren otras reletionee Si veer que el augurio seiala fos fiuturos erimenes de guerra de los griegos, recerdaremos Cl modo en que ls cizcunstancias de un enftentamiento belies pueden alters p : socavar las convenciones normales del comportamiento del individes haven, hacia sus semejantes, volviéndolo indiferente al crimen y, en consecuencin wane forméndolo en un ser bestia Si el augurio prefigura la muerte de Ifigenia (pach de ella es el desarrollo que se einterrumpen antes del nacimiento de lee ho ally, es la victima concreta del wrey de los navioss), nos encontramos ya introcluvidos on el tema central de la acusacién que dirige el coro contra Agamendn: [a actitud que toma ante su conflicto es censurable porque ha matado a una nifa sin sentir ids repugnancia 0 agonta que si la victima hubiese sido un animal de otra espe- ie: Sosténiéndola sin honor especial, como si se tratara de la muerte de una res donde las ovejas abundan en numerosos rebafos, scrifié a su propia hija (1415- Quien asf habla.es Clitemnestra; pero, coino veremos, con estas palabras se hace eco de la reaccién del coro ante los acontecimientos trégicos El coro considera necesario el sacrificio de Ifigenia; no obstante, también cen- fura a Agamendn. Con diversas explicaciones, los criticos han minimizado la signi- ficacién de la necesidad y de Ia culpa en este contexto, considerado que ambas con incompatibles. Algunos optan por la hipétesis de una motivacién «sobredetermina- day 0 «doble» que, segiin afirman explicitamente, ejemplificaria la desconsideracion ® Sobre lo sorprendente de esta interpretaci6n, véase también Lloydl-Jones, «Guil Fraenkel, Agamemnon, Peradocto, «The omen», Lloyd-Jones, a quien la ree de calcite como a muchos, sinerefbley,afirma que debeinos entender que los sbundantesrebafis del pucblov sig, nifiea clos abundantes rebafios que som el pueblos, En todo caso, no perder de vista la traduecién is nacural oftece una visién mds fecunda y compleja del delito de Agamendn, gibe sGreck wagedy and serifiial uals GRBS7(1960), pigs. 87-121, W. Burkert hace unas ati nadas observaciones en torno a este pasaje y sobre el motivo del sacrifick (wanse especialmente ls piginas 112 y 2), ee 65

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