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YUVEEUGLUUUULULULUF PUVGGG UV IU nada de este estilo, La regla s6lo nos dice que al formar creencias que van més allé de nuestra ex- periencia-podemos suponer que la naturaleza es précticamente uniforme hasta donde nos concier- ne, Dentro del Ambito de la accién y verificacién humanas podemos elaborar, con ayuda de este su- puesto, creencias verdaderas; mas alld de esto, s6lo podemos elaborar aquellas hipstesis que nos equipan para el planteamiento mis exacto de pre- guntas. En resiimen: podemos creer lo que va més all de nuestra experiencia s6lo cuando se infiere de esa experiencia, suponiendo que lo que no sabe- mos es semejante a lo que sabemos, Podemos oreer la afirmacién de otra persona cuando hay base razonable para suponer que sabe de qué esta hablando, y que esté diciendo la verdad en la medida en que la conoce, 7 En cualquier caso, es un error creer tomando como base evidencia insuficiente; donde hay pre~ sunci6n dé que se debe dudar e investigar es peor creer que hacer presunciones. 134 LA VOLUNTAD DE CREER* WILLIAM JAMES En la biografia recientemente publicada por Leslie Stephen’ sobre su hermano Fitz-James", hay un relato sobre la éscuela n'la.que éste acudié de nifio. Bl maestro, un tal seifor Guest, solfa conver- . * Conferencia pronunciada ante los' Philosophical Clubs de las universidades de Yale y Brown, ' Sir Lestie Stephen (1832-1904), literato y pensador inglés, fue el primer editor del Dictionary of National Biography, Aut que recibié la ordenacién cotho clérigo anglicano en 1859, las controversins surgidas a partir de la publicacién en ese mismo afio de El origen de las especies de Darwin le hicieron aban= donar —como sucedié con muchos de sus contemporineos— Ja fe cristiana, Entre sus obras filogéficas destacan su His- tory of the English Tought in.the Eighteenth Century (1876), The English Usiliterians (1900) y Science and Bthies (1882), ‘uno de los primeros inteftos'de-aplicar al estudio de la ética la doctrina de la evolucién. Entre los hijos de su segundo matri- monio estén la novelista Virginia Woolf y la pintora Vanessa Bell. "James Fitz James Stephen (1829-1894), juez, histori or del derecho y critico literario, Fue uno de los primeros ju- ristas que intent sistematizar los principios de la jurispru- dencia criminal inglesa. Fue famosa su obra Liberty, Equality Fraternity (1873), que, polemizando con On Liberty (1859) de John Stuart Mill, presentaba una filosofia politica de corte antidemocrético, 135 PIV OV IG UV GV VV UV a CODCOD OOCOOOF POODOD ODDO ONCOANCOONCOO00N0NO sar con sus pupilos de esta forma: «Gurney, gouél es la diferencia entre justificacién y santificacin?; Stephen, iprueba la omnipotencia de Dios!», etc, En medio del librepensamiento y la indiferencia de nuestro Harvard, estamos inclinados a imaginar que aquf, en sus buenas, viejas y ortodoxas facul- tades, la conversacién continta teniendo en cierta manera este tenor; y para mostrarles que en Har- vard no bemos perdido todo interés por esos asun- tos vitales, me he trafdo para leerles esta noche algo parecido a un sermén sobre la justificacién por la fe; quiero decir, un ensayo sobre la justifi- cacién de la fe, una defensa de nuestro derecho a adoptar una actitud de creencia en asuntos religio- sos, sin que’quiz4s sufra por ello coaceién alguna nuestro intelecto meramente légico. El titulo de mi exposicién es, de acuerdo con esto, «La volun- tad de creer», He defendido durante mucho tiempo ante mis propios estudiantes la legitimidad de ta fe volunta- riamente aceptada; pero tan pionto como se en- cuentran bien imbuidos del espiritu I6gico, tienen como norma negarse a admitir mi posicién de que tal cosa es filoséficamente legitima, incluso en el caso de que personalmente estén Llenos a rebosar de algtin tipo u otro de fé. Sin embargo, estoy siempre tan profundamente convencido de que mi propia posicién es la correcta; que su invitacién me ha parecido una buena ocasi6n para dejar mas claras cudles son mis afirmaciones. Quizé sus men- tes estén més abiertas que aquéllas con las que hasta ahora he tenido que bregar. Procuraré dese- 136 0000 char en la medida en que pueda cualquier tecnicis. mo, ‘aunque no me queda mas remedio que empe- zax sentando algunas distinciones técnicas que, en tiltima instancia, nos servirdn de ayuda. I Vamos.a darle ¢] nombre de hipdtesis a cual- quier cosa que nos pueda ser propuesta como obje- to de nuestra creencia; e igual que los clectricistas hablan de cables vivos y muertos, hablaremos de las hipdtesis como vivas 0 muertas. hipdtesis viva es la que se oftece como una posibilidad real a aquel a quien s¢ le propone. Si os pido que cresis en Al Mahdi", la nocién no establece conexién eléctrica alguna con yuestra naturaleza —se niega a brillar con credibilidad alguna—. Como hipstesis es algo que est4 completamente muerto. Sin em- bargo, para un arabe (incluso s}. no es uno de los Al Mahdi «Mahdi» significa en drabe «el correctamente guiado» y hace referencia en el islam aun salvador mesidaico que vendré entre siete y aueve afios antes del fin del mundo y que instaurard en fa tierra un reino de paz, justicia y piedad re- Jigiosa. Es casi seguro que James se refiere aqui al nombre: adoptado por Muhammad Ahmad Tbn As-Sayyid’ Abd Allah (1844-1885), un reformador de! islam muy popular en el siglo, XIX que abominaba de Ia ortodoxia religiosa y favorecfa una interpretacién mfstica de reigambre sufi de Ia fe musulmana. Como lider politico fue el creador en 1881 de un gran Estado islimico de caricter teocrético que abarcaba desde el mar Rojo hasta el Africa Cential. Una parte de! Bstado que cres Al Mahdi es el actual Sudéa donde la influencia de las doctrinas religioso-potiticas de su fundador no es todavia despreciable, 137 seguidores de Al Mahdi), Ia hipétesis est4 dentro de sus posibilidades mentales; est viva. Esto muestra que el que una hipétesis esté muerta o viva no es una propiedad intrinséca suya, sino que se trata de na relacién con Ia persona que piensa tomada de manera individual. Tales hipstesis se miden por s1 més 0 menos pronta disposicién a actuar. El maxi- mo grado de vivacidad de una hipétesis indica la voluntad de actuar irrevocablemente. De forma prdctica, eso significa creer; pues hay tendencia a creer donde quiera que hay voluntad de actuar, A renglén seguido, llamemos opcién a la deci- si6n entre dos hipétesis. Las opciones pueden ser de varias clasés, Podrian ser: 1) vivas o muertas; 2) obligadas‘o evitables; 3) importantes o triviales; y para nuestros propésitos podemos decir que una opcién.es genuina cuando es de tipo obligado, im- portante y vivo, 1. Una opcién viva es aquella en Ja que am- bas hip6tesis son hipotesis vivas. Si le digo auno de ustedes: Y Clifford, ese delicioso enfant terrible escribe: «La creenéia es profanada cuando se la entrega a afirmaciones no probadas y no cuestionadas para el solez.y el placer privado del creyente [...]. Aque- los que protejan la pureza de su capacidad de creer con un cuidado celoso y fandtico, de manera que nunca recale en un objeto sin valor y provoque una mancha que ya nunca pueda ser eliminada, merecen los parabienes de los dems [...]. Si [una] creencia ha sido aceptada basindose en evidencia fama. A pesar de su juventud, Huxley fue uno de los pocos cientfficos alos que Darwin consulté antes de la publicacién de El origen de las especies (1859). A partir de ese momento, Huxley actu6 como defensor paiblico de las doctrinas evolu- cionistas en los fieros debates de toda laya que tuvieron lugar ‘especialmente en las décadas de los sesenta y setenta del siglo 21K, entre los que merece destacarse gu oélebre confrontacisn en 1860 con el obispo Samuel Wilberforce, que, para mu- ch0s, marca la declaraciGn de independeneia de la cieneia de la teologia, La reflexiones de Huxley sobre la filosofia y.la re- ligidn Te Hevaron a convertirse en un fiel defensor del agnos- ticismo —término que é1 puso en circulacién— y del que . Pensaba que.no era esencialmente un credo, sino més bien la aplicacién de un principio muy simple: seguir los dictados de la raz6n hasta donde ésta nos pueda llevar y, Ilegados a este punto, reconacer con franqueza Jos limites dé nuestro conoci- miento. Los lectores no dejartin de ver en este principio una si- miilitud notable con las posiciones.de Clifford. 146 IGOVGIIIOVUVUUIVVUE insuficiente [incluso aunque la creencia sea verda- dera, como Clifford en la misma pégina explica] el placer es un placer robiado [...]. Es un placer peca- minoso, porque se consigue butlando nuestro de- ber para con la humanidad. Ese deber es el de pro- tegernos de tales creencias como de la peste, que puede en poco tiempo aduefiarse de nuestro propio cuerpo y después extenderse al resto de Ja ciudad Creer algo basdndose en una evidencia insu- ficiente es malo siempre, en cualquier lugar y para todo el mundo,» aig Todo esto le produce a uno 1a impresi6n de ser bastante razonable, incluso cuando se expresa, como lo hace Clifford, con un pathos demasiado robusto en la voz. El libre albedrio y el simple de- sear parecen haber quedado reducidos, en lo que respecta a las creencias, a lo que es la quinta rueda para el coche. Sin embargo, si cualquiera da por supuesto en este punto que la ifttuicién intelectual es lo que queda después de que el deseo, la volun- tad y-la preferencia sentimental hayan alzado el vuelo, o que la razén: pura es Jo que asienta por tanto nuestras opiniones, me temo que su posicién irfa bastante descaminada. * : ‘ Sélo nuestras hipétesis que ya'estén muertas no pueden ser vueltas a la vida por nuestra natura- leza volitiva. Pero lo que ha hecho que, para noso- ros, estén muertas es, en la mayor parte de los 147 DOOOPOONOCNDOND NGO OF OCOCINONGI OOOO O casos, una acciéu previa antagonista de nuestra naturaleza volitiva. Cuando digo «naturaleza voli+ tiva» no quiero decir s6lo yoliciones deliberadas tales que quizé establezcan hdbitos de creencia de los que no podemos ahora escapar; quiero decir: todos los factores de Ja creencia como el miedo y Ja esperanza, el prejuicio y la pasién, la imitacién y la camaraderfa, la presién ambiente de nuestra cas- ta y nuestro grupo. De hecho, nosotros mismos NOS encontramos con que ereemos, pero dificil- mente sabemos c6mo y por qué. El sefior Balfour da el nombre de «autoridad» a todas esas influen- cias, nacidas del clima intelectual, que hacen que las hipétesis sean para nosotros posibles o imposi- bles, vivas o muertas, Aqui, en esta habitacién, to- dos nosotros creemos en las moléculas y en la con- servacién de la energfa, én la democracia y en el progreso. necesario, en el cristianismo protestante y en la obligacién, de luchar por «la doctrina del in- mortal Monroe*s, no todo por razones merecedo- % Arthur James Balfour (1848-1930), politico inglés muy conocido por la célebre «declaracién Balfour» del.2 de no- iembre de 1917, que manifestaba In aprobacién briténica al sionismo y abrfa la puerta a la ayuda interac ‘cidn dé un nuevo pats para los judfos en Palestina. Desde el punto de vist filosdtico, la publicacién en 1879 de su Defen- ce of Philosophical Doubt le convierte en uno de los campeo- nes de los derechgs de la religién en su querella con la ciencia a finales, del x1x, Su posicién general, vista con simpatfa por James, €s que la ciencia tiene su fundamennto en un acto de fe en la misma iedida que lo tiene, por ejemplo, lu teologia. ~ * La llamada «doctrina Monroe» fue enunciada eit el Con- greso de los Estados Unidos de América en-1823 por el pre~ 148 O000C00000 ras de tal nombre. Vemnos por dentro estos asuntos conta claridad no mucho més profunda, y pro- bablemente con mucha menos de Ja que pueda po- seer cualquiera que no crea en ellos. Su falta de apego a ellos tendré probablemente algunas razo- nes que mostrar a favor sus conclusiones; sin em- bargo, para nosotros, no es la intuicién, sino el prestigio de las opiniones, lo.que hace que salte de ellas la chispa ¢ ilumine los somnolientos depdsi- tos de la fe. Nuestra raz6n queda completamente satisfecha, en novecientos noventa y nueve casos de cada mil, si puede encontrar unos pocos argu- mentos que recitar en el caso de que nuestra cre= dulidad sea criticada por alguien. Nuestra fe es fe en la fe de algtin otro, y esto ocurre la mayorfa de las veces en los asuntos m4s importantes, Nuestra creencia en la verdad misma, por ejemplo, en que hay una verdad, y que nuéstras mentes y ella estén hechas las unas para la otra, ;qué es sino una apa- sionada afirmacién de deséo, en el cual nuestro sistema social se apoya? Queremos tener una ver~ dad; queremos creer que nuestros experimentos, estudios y discusiones deben colocarnos en una disposicién cada vez mejor hacia ella; y en esta li- sidente James Monroe y respondfa.a la preocupacién de los Bstados Unidos de que las potencias europens intentaran res- taurar de alguna manera el antiguo imperio espaftol que aca- ‘baba de desmoronarse, Los cuatro puntos de la declaracién hacen referencia especial a las intenciones de los Estados Unidos de no interferir en los problerivas entre los Estados ‘europeos, pero cousideran un acto hostil cualquier intento de reabtir la colonizaci6n en el hemisferio occidental, 149 ooc0d PELVCUGEEELEGUUEGEPREULLYUY ca esis Ue acuerdo en que éste sea el escena. tio en que lichen nuestes vides pessanten Pon lun escéptico pirrénico nos pregunta cémo sabe. mos todo esto, ,puede nuestra I6gica encontrar una Fespuesta? jNol, ciertamente no puede, Es una vo- Ticién contra otra: se trata de que nosotros desea. 7s entrar en la vida teniendo como base una con- nza 0 suposicid 5 atrove eheubesiciéa que 61, por su parte, no se Como norma nosotros no creemos en los he- chos y teorfas para los que no encontramos utili. dad, Las emociones oésmicas de Clifford no tienen utilidad para los sentimientos cristianos, Huxley Vapulea a Jos obispos porque no hay sitio para el Sacerdocio en su esquema de vida, Newman, por " Véase la admirable paging Time and Space, Lonies, fags, ROMS. Hodges Ly ues Henry ‘Newman (1801-1890) fue uno de los Iideres el denominado «movimiento de Oxford», que pretendia re formar la Iglesia anglicana subrayando la autoridad degey Gi de le Telesiay poniendo en valor su lugar como seprose {ane de 1a verdadera catolicidad que habla sido traicions Sus obras mis importantes comy 8 0b prenden Lectures dn the Pro. felical Office of the. Church (1837), University Sermory B80) Porte ad Pleis Sermons (1834-1842), Apologia 6 y An Essay in Aid of a Gr - Sent (1870), un examin da aturaena ela occ ‘srgida a partir de evidencia que s6lo puede ser probable, 150 PY YPVOIPYUGCIIYIUIV GUY el contrario, se ‘pasa. al catolici’mo romano y en- cuentra todo tipo de buenas razones para perma- necér en-él porque un sistema sacerdotal es para él una necesidad y un placer orgénicos. ,Por qué tan pocos «cientfficos» se interesan siquiera por la evi- dencia a favor de la denominada telepatfa? Por- que creen, como me dijo una vez un importante bi6logo, ya fallecido, que incluso si tal cosa fuera verdad, los cientificos deberian concertarse para mantener tal evidencia sofocada y oculta, Desharfa la uniformidad de la Naturaleza y toda otra suerte de cosas sin las que los cientfficos no pueden con- tinuar sus inyestigaciones. Sin embargo, si a este mismo hombre se Ie hubiera mosttado algo que, como cientifico, pudiera hacer con la telepatfa, no sdlo podria haber examinado'la evidencia, sino también incluso haberla encontrado suficiente. Esta misma ley que los légicos nos impondrian —si puedo dar el nombre de logicos a aquellos que descartarfan aqu{ nuestra naturaleza volitiva— no se basa sino en su propio deseo natural de ex- cluir todos los elementos para’los que ellos, en tanto que légicos profesicriales, podrfan no encon- trarutilidad alguna, i Evidentemente, pues, nuestra naturaleza no in- telectual influye en nuestras-convicciones. Hay tendencias.pasionales y voliciones.que preceden y otras que siguen a la creencia, y sdlo son las tilti- nia’ las que Iegan tarde a la feria; y no Hegan de- masiado tarde cuando la labor pasional previa ha ido en su misma direccién. E] argumento de Pas- ~ cal, en lugar de carecer de podes, parece-oftecer 151 Oo COO PCOCDCODCCCOOOF OOOCO000 buenas agarraderas, y es la estocada definitiva para hacer completa nuestra fe en las misas y el agua bendita, El estado de cosas esta evidentemente le- * jos de ser sencillo; y 1a l6gica y Ja intuicién puras y simples, sea lo que sea lo que idealmente puedan hacer, no son las tinicas cosas que realmente pro- _ ducen nuestros credos. IV Nuestra siguiente obligacién, una vez recono- cido lo zevuelto que esti este estado de cosas, es regunitamos si es simplemente censurable y pato- légico, 0 si, por el contrario, debemos tratarlo como un elemento habitual en fa configuracién de nues- tras mentes, La tesis que defiendo es, enunciada brevemente, ésta: nuestra naturaleza pasional no Sdlo legftimamente puede, sino que debe, optar en- tre proposiciones, siempre que se wate de una op- cién genuina que no puede ser decidida, dada su naturaleza, tomando como base fundamentos in- telectuales; pues decir, en tales circunstancias, «No decida usted, deje la cuestién abierta», es en st misma una decisién pasional —exactamente lo mismo que decidir st 0 no— y va acompatiada por el mismo riesgo de perder ia verdad. Confio en que esta tesis, asf expresada de forma abstracta, se aclarard en breve. Pero antes debo entregarme a la’ realizacién de un poco més de trabajo preliminar. 152 " nines, vemos que la tenden CDOTCOHIDODOAD DODO OO QONCOC Vv Se observaré que, para los propésitos' de esta discusién, estamos sobre una base «dogmiética» —auna base, quiero decir, que deja el escepticismo' filosGfico sistematico completamente al margen—. Estamos deliberadamente resueltos a postular que existe la verdad, y que es el destino de nuestras mentes alcanzarla, por mucho que el escéptico no lo haga asf. Por tanto, nos separamos en este punto de él, Sin embargo, la fe en que la verdad existe y en que ntiestras mentes son capaces de encontrarla puede sostenerse de dos formas. Podemos hablar del modo emptrico y del modo absolutista de creer en la verdad. Los absolutistas sobre este asunto dicen que no sélo podemos llegar al conocimiento de la verdad, sino que incluso podemos saber cudndo hemos Hegado a conocerla; mientras los empiristas piensan que, aunque quizé la alcance- mos, no podemos saber infaliblemente cuando lo logramos. Saber es una cosa, y saber con certeza que sabemos ¢s otra. Quizé alguien pueda sostener que lo primero es posible sin lo segundo; de ahi que los empiristas y los absolutistas, aunque nin- _guno de ellos sea escéptico en el sentido filos6fico usual del término, muestren grados muy diferentes de dogmatismo en sus vidas. .” Siechamos un vistazo a la historia de las opi, ia empfrica ha preva- lecido mayoritariamente en citncia, mientras que en filosofia la tendencia absolutista ha ido en todo momento a la suya. En efecto, la tfpica clase de fe- 153 PEO UGE GUE GOVE OES UGUGI UU III I PUN OS OU FOUN UUOdUUUY licidad que las filosoffas producen ha consistido principalmente en la conviccién sentida por cade escuela o sistema sucesivos de que han alcanzado 2 fondo Ia certeza. «Otras filosoffas son coleccio- neg de opiniones, la mayorfa falsas; mi filosoffa ofrece un fundamento estable para siempre.» 2Quién no reconoce en esto la nota clave de todo sistema merecedor de este nombre? Un sistema, para ser'un sistema completo, debe presentarse como un sistema cerrado, revocable quizés en este © aquel detalle, pero nunca en sus rasgos esen- ciales. La ortodoxia escolastica, a la cual uno debe siempre remitirse cuando desea encontrar afirma- ciones perfectamente claras, ha elaborado bella- mente esta conviccién absolutista en una doctrina a Ja que da por nombre el de «evidencia objetivan. Si, por ejemplo, soy incapaz de dudar de que aho- Ta estoy ante ustedes, de que dos es menor que tres, o de que si todos los hombres son mortales entonces yo también soy mortal, es porque esas cosas iluminan mj intelecto de forma irresistible. El tiltimo nivel de esta evidencia objetiva posefda por ciertas proposiciones es la adequatio intellec- tus nostri cum re. La certeza que ofrece incluye una aptitudinem ad extorquendum certum assen sum pot lo que toca a la verdad contemplada, y por parte del sujeto una quietem in cognitione, una vex. ei objeto ha sido mentalmente recibido, que no deja detrds posibilidad alguna de duda; y en todo ol trémite no opera sino la entitas ipsa del objeto y la entitas ipsa de la mente: A nosotros los pedestres 154 ~ pensadores modernos no nos gusta hablar en latin —desde luego, no nos gusta hablar en tales tér- minos en absoluto— pero, en el fondo, el estado de auesira propia mente se parece mucho a éste, siempre que nos abandonamos a nosotros mismos de manera acritica: ustedes creen en la evidencia objetiva, y yo también. Sobre ciertas cosas senti- mos que estamos en lo cierto: sabemos, y sabemos. que sabemos. Hay algo que da un chasguido den- tro de nosotros, una campana que da las doce cuando las manecillas de nuestro reloj mental han tecorrido la esfera y se encuentran sobre la hora del mediodfa. Los m4s importantes empiristas que ha habido entre nosotros s6lo son empiristas si se lo piensan dos veces: cuando se abandonan a sus instintos, dogmatizan como si fueran papas infali- ‘bles, Cuando los cliffords de este mundo nos ex- plican cus pecaminoso es ser Cristianos tomando como base tal «evidencia insuficiente», la insufi- ciencia es realmente la tiltima cosa que tienen en la cabeza. Para’ellos la evidencia es absohitamente suficiente, s6lo que sigue otro camino. Creen tan completamente en un orden anticristiano del uni- verso que no hay opeién viva: el cristianismo es una hipétesis muerta desde el principio. - a VI Ahiora bien, puesto que todos nosotros somos absolutistas por instinto, qué debemos hacer, en. calidad de estudiantes de filosoffa, sobre este asunto? 155 DOVTPOOSOSCSOOSSONAOONDNNND tLo abrazaremos y lo aprobaremos? 0 lo trata- Temos como una debilidad de nuestra natura- leza de la que, si es que podemos, deberfamos li- bramos? Sinceramente creo que esta tiltima manera de proceder es la tinica que podemos seguir como personas reflexivas, La evidencia objetiva y la cer- teza son sin duda ideales muy hermosos con los que moverse, pero gdénde han de encontrarse en este planeta iluminado por la luna y visitado por los'suefios? Soy, por tanto, un empirista completo hasta donde llega mi teorfa sobre el conocimiento humano. Vivo, con toda seguridad, de acuerdo con la fe préctica de que debemos continuar experi- mentando y meditando sobre nuestra experiencia, ya que sélo as/ pueden nuestras opiniones crecer en verdad; pero creo que sostener cualquiera de ellas —no me importa én absoluto cuél— como si no pudiera ser reinterpretable o cortegible, es una actitud profundamente equivocada, y creo que toda, la historia de la filosoffa me da la raz6n. No hay sino una verdad cicrta de manera indefectible, y 6sa es la verdad que el escepticismo pirrénico deja en pie: Ia verdad de que existe el fendmeno pre- sente de la conciencia. Esto, sin embargo, es el mero ptinto de arranque del conocimiento, la mera, admisién dé un asunto sobre el que filosofar, Las diferentes filosoffas no son sino los:muchos inten- tos de expresar lo que tal asunto ¢s realmente. ¥ si Teparamos en nuestras bibliotecas, jcudnto desa- cuerdo no descubriremos! ;Dénde ha de encon- trarse una respuesta verdadéramente cierta? Apar- 156 DODCOQXOCOONDNDOSCOOOCO ONO te de proposiciones abstractas de comparacién (del t tipo dos mas dos son lo mismo que cuatro), pro- posiciones que no nos dicen nada por st mismas sobre Ja realidad concreta, no encontramos ningu- _ fia pfoposicién que, considerada por alguno como evidentemente cierta, no haya sido tenida por falsa por otros, o cuya verdad haya sido al menos since- ramente cuestionada: por algtin otro, La supera- ciGn por parte de ciertos de nuestros contempor4- neos (como Zillner y Charles H. Hinton) de los axiomas de la geometr’a —no en broma, sino com- pletamente en serio— y el rechazo de toda la l6gi- ca aristotélica por los hegelianos, son notables ejemplos que vienen aqui al caso. Nunea se ha alcanzado acuerdo alguno sobre una prueba concreta de en qué consiste realmente que algo sea verdadero. Algunos consideran que tal ctiterio es externo al momento de percepcién y io sitéan bien en la revelacion, en el consensus gen- tium, en el instinto del corazén, 0 en la experiencia sistemética.de la raza. Otros hacen del momento de la percepcién su propia prueba —Descartes, por ejemplo, con sus ideas claras y distintas garantiza- das por la veracidad de Dios; Reid** con su «senti- do comin»; y Kant con sus formas de juicio sinté- * ‘Thomas Reid (1710-1796), il6sofo escocés ciftico de la teoria de las ideas de Humera la que consideraba responsable de suescepticismo, y a ia que substituy6 por una concepaién cen In que ins ideas no son objetos de conocimiento directo y las sensaciones «sugieren> los objetos materiales, Abandert la cofriente denominada afilosofia del sentido comtino, que més tarde seguirfa la escuela escocesa, 157 PUPUEEECEEUUGCUDICCUCCG GY GUGUUUG ET FOUUS OU GVO UUNIID0UY .. La inconcebibilidad de 1o opuesto; Ja capacidad para ser verificado por los sentidos; 1a posesién de la unidad orgénica 0 autorrelacién completa realizada cuando una cosa es su propio otro, son estdndares que, a su vez, han sido utiliza- dos. La muy alabada evidencia objetiva nunca apa- rece. triunfalmente aqui; es una mera aspiracién o Grenabegriff, que marca el ideal infinitamente re- moto de nuestra vida pensante. Afirmar que ciertas verdades la poseen ahora es simplemente decir que cuando uno piensa que son verdaderas y ellas son verda¢leras, entonces su evidencia es objetiva, de lo contrario no Io es. Sin embargo; en la pricti- ca, la conviecién que uno mismo tiene de que la evidencia propia tiene la marca de lo objetivo real es solamente una opiniGn subjetiva mas afiadida al monién. {Para qué coleccién tan contradictoria de opiniones se ha reclamado la evidencia objetiva y la absoluta certeza! El mundo es racional a ul- tranza / su existencia es un hecho bruto fundamen- tal. Existe un Dios personal / un Dios personal es inconcebible. Hay un mundo fisico extra-mental inmediatamente. conocido / la mente sélo puede conocer sus. propias ideas, Existe un imperativo moral / la obligacién es sdlo el resultado de los deseos. En cada uno de nosotros existe un principio espiritual permanente / s6lo hay estados mentales cambiantes. Hay una cadena infinita de causas / hay una causa primera absoluta, Hay una necesidad eterna —una libertad; un propésito— /no hay pro- pésito-alguno, Existe un Uno primordial / una Mul- tiplicidad primordial, Hay una continuidad univer- 158 sal / una esencial discontinuidad en las cosas. Hay una infinitud / no hay una infinitud, Existe esto / existe aquello. Desde litego, no hay nada que al- guien no haya considerado absolutamente verda- dero, mientras su vecino lo consideraba absoluta- mente falso; y ningtin absolutista de entre todos ellos parece haber considerado nunca que proba~ blemente el problema seré siempre esencial, y que el intelecto, incluso con la verdad directamente a su alcance, podrfa no tener una sefial infalible para saber si es verdad 0 no. Desde luego, cuando uno recuerda que la aplicacién prdctica més sorpren- dente de la doctrina de la certeza objetiva que se ha hecho a las cuestiones vitales han sido los con- cienzudos esfuerzos del Santo Oficio de la Inquisi- cién, uno se siente menos tentado que nunca a prestar ofdos respetuosos a esta doctrina, Sin embargo, obsérvese por favor que, ahora, cuando como empiristas abandonamos la doctrina de Ia certeza objetiva, no, abandonamos por ello la biisqueda o la esperanza de la verdad. misma, Todavia sostenemos con alfileres nuestra fe en su © existencia, y atin creemos que ganamos una mejor posicién hacia ella al continuar sisteméticamente acumulando experiencias y pensamiento, La gran diferencia frente a los escoldsticos reside en la ma- era en que la encaramos. La fuerza del sistema escoldstico reside en los principios, el origen, el ferminus a quo de su pensamiento; para nosotros la fuerza esté en el resultado, el producto, el terminus ad quem. Lo que ha de decidirse noes de dénde viene, sino a qué lleva. No le importa aun empi- 159 rista de qué cuartel Je puede llegar una hipétesis: quizé la haya conseguido haciendo juego limpio 0 haciendo juego sucio; quiza la pasion se la haya susurrado, 0 un accidente se la haya sugerido: pero, si toda la corriente de pensamiento continia confirméndola, eso es lo que el empirista quiere decir cuando afirma que es verdad. VIL Una puntualizacion mds, pequefia aunque im- portante, y nuestras consideraciones preliminates se habrén acabado. Hay dos formas de encarar nuesttas obligaciones por lo que respecta a la opi- nién —formas ehteramente diferentes e incluso formas sobre cuya diferencia la teorfa del conoci- miento parece hasta ahora haber mostrado muy poco interés—. Debemos conocer la verdad: y de- bemos evitar el error, éstos son nuestros primetos y mas importantes mandamientos como potencia- les sujetos de conocimiento; pero no son dos for- mas de:plantear un mandamiento idéntico, son dos leyes separables, ‘Aunque podrfa incluso ocurrir que cuando creemos la verdad A, nos libremos como una cotisecuencia incidental de creer Ja fal~ sedad B, rara vez ocurre que simplemente por no creer B necesariamente creamos A. Podrfamos, al libramos de B, caer en la creencia‘de otras false- dades, C 0 D, tan malas como B; 0 podriamos li- brarnos de B no creyendo nada en absoluto, ni si- quiera A. 160 CCO000COCOOCCCOMO0000000 COoDcCgQrOeCOCO COCO ONCOOOOt iCreed la verdad! ;Evitad el error!, éstas so1 como vemos, dos leyes materialmente diferentes; y al clegir entre ellas podemos acabar por coloreat de forma diferente toda nuestra vida intelectual. Podemos considerar la biisqueda de ia verdad como algo muy principal, y el evitar el error como algo secundario; 0 podemos, por otra parte, tratar el evitar el error como algo més imperativo y dejar que la verdad tenga su propia oportunidad. Clif- ford, en el instructivo fragmento que he citado, nos exhorta a seguir la ultima opcién, No cregis nada, nos dice, mantened la mente alerta siempre, en vez de incurrir en el terrible tiesgo de creer mentiras al concentrarla sobre una evidencia in- suficiente. Por otto lado, uno puede pensar que el riesgo de caer en el error es un asunto de poca im- portancia, si lo comparamos con:las bendiciones que conileva el conocimiento real, y uno podrfa - estar dispuesto a ser engafiado muchas veces en su investigacién en vez de posponer indefinidamente la oportunidad de conjeturar la verdad. Personal- mente encuentro imposible tener a Clifford como compafiero de viaje, Debemos recordar que esos sentimientos sobre nuestras obligaciones para con la verdad y el error sdlo son en cualquier caso ex- presiones de nuestra vida pasional. Consideradas biolégicamente, nuestras mentes.estén tan prepa- radas para asimilar la falsedad como la veracidad, el que diga «jMejor vivir siempre sin creer que Greer una mentira!» muestra meramente su propio y preponderante horror privado a ser victima de un engafio. Podrfa ser eritico con la,mayor parte de 161 PEG UEEVETU UC UCU SUG YU IVY UUDD GU PN UG OV OV GUIUIUUY | sus deseos y temores, pero obedece a este TRO ciegamente. No puede imaginar que adie cuestio- ne su fuerza determinante. Por mi parte, también tengo pénico a ser vietima de un engafio; pero pue- do creer que en este mundo pueden ocurrirle cosas peores a un hombre; asf la exhortacién de Clif- ford suena a mis ofdos como algo completamente fantasioso. Es como un general que informa a sus soldados de que es mejor mantenerse por siempre apartados del campo de batalla que arriesgarse a recibir una sola herida, As{ no se consignen victo- rias ni sobre los enemigos ni sobre la naturaleza, ‘Nuestros errores seguramente no son cosas tan te~ rriblemente solemnes. En un mundo donde esta- mos tan seguros de incurrir en cllos a pesar de nuestra precauci6n, una cierta ligereza de corazén parece més saludable que este excesivo nerviosis- mo experimeritado en su nombre. De cualquier forma, parece lo mas adecuado para el filésofo empirista. Vill Y ahora, después de toda esta introduccida, “ vayamos derechos a nuestro asunto. He dicho, y ahora lo repito, que en realidad no s6lo encontra- Mos que nuestra natitraleza pasional influye en nuestras opiniones, sino que hay algunas opcio- hes entre opiniones en las que esta influencia debe considerarse como una determiinacién de nuestra eleccién no sélo inevitable sino también legitima. 162 ‘Temo que elgunos de mis oyentes comenzarén a olfatear el peligro, y prestardn ofdos poco propicios, Desde luego se habsén tenido que admitir como ne- cesarios dos primeros pasos de carécter pasional — debemos pensar asi para evitar el engaiio, y debemos pensar asf para aumentar la verdad—; pero proba- blemente se consideraré que el camino més seguro hacia estas perfecciones ideales es, de ahora en ade- lante, no dar més pasos de cardcter pasional. Pues bien, estoy de acuerdo, desde luego, has- ta donde los hechos lo permitan, Dondequiera que la opeidn entre perder la verdad y ganarla no sea asunto importante, podemos echar por la borda Ja oportunidad de ganar la verdad, y protegernos en cualquier caso de alguna oportunidad de creer una falsedad, no haciéndonos idea alguna sobre ningtin asunto hasta que no se presente la eviden- cia objetiva. En cuestiones cientificas, éste es casi siempre el caso; ¢ incluso en los asuntos humanos en general, la necesidad de actuar rara vez. es tan urgente que sea mejor una creencia falsa para ac- tuar de acuerdo con ella que-no tener creencia al- guna en absoluto, Los tribunales, desde luego, tie nen que decidir tomando como base la mejor evidencia que se haya conseguido hasta ek mo- . mento, porque el deber de un juez es tanto hacer justicia como averiguar la evidencia, y (como un juez* bien instrnido en su profesiénme dijo una + 3H Bs muy probable que James se refiera aqui a Oliver Wendell Holmes Jr. (1841-1935), profesor de derecho de la Universidad de Harvard, magistrado dél Tribunal Supremo 163 DOOOPOOCOCOCOSTCOMIODDNDO OOOO 0NNQIO COON ONC OC NON OO Ht yez) pocos casos merecen invertir mucho tiem- po: lo importante es decidirlos de acuerdo con cualquier principio aceptable, y quitarse de en medio. Sin embargo, en nuestros tratos con la na- “turaleza objetiva nos dedicamos obviamente a to- mar nota de Ja verdad y no a crearla, y las deci- siones tomadas con el mero objetivo de decidir con prontitud y pasar al siguiente asunto estarfan completamente fuera de lugar, Los hechos de na- turaleza fisica en toda su extensién son los que son —esto es algo por completo independiente de nosotros— y rara vez corren tanta prisa que sea necesario encarar el riesgo de ser engafiados por creer una teorfa prematura. Aqui las cuestiones son siempre opciones triviales, las hipétesis no estén casi nuinca vivas (al menos no estén vivas para nosotros, los espectadores), rara vez es obli- gada Ja eleccién entre creer una verdad o una fal- sedad. La actitud de equilibrio escéptico es, en consecuencia, la postura més completamente re- coméndable si queremos libramos de los errores. {Qué diferencia supone ciertamente el que la ma- yoria de nosotros tengamos o no una teoria sobre de los Estaclos Unidos, y miembro del Metaphysical Club de Harvard, al que pertenecfan tarabién William James, Charles S, Fierce y John Dewey. El magistrado Holmes era conocido por su desconfianza hacia todo tipo de principios —incluiclos Jos principios legales—. Su msixima de actuacién como juez era que, ante cualquier caso, un tribunal debfa aleanzar siem- pre ta veredicto cuya justicia viene dada por serel menos ob- Jetable a la vista de las posibles’consideraciones-pertinentes ue, tipicamente, son itreconciliables... > > 164 . los rayos Roentgen*, creamos o'no en la materia pensante, 0 tengamos una conviccién sobre la.” causalidad de los estados conscientes? ‘No supone ninguna diferencia. Tales opciones no nos son obligadas, Sea como fuere, es mejor no inclinarse por ninguna de ellas y continuar sopesando las razones pro et contra con mano indiferente. Hablo aqui, por supuesto, sencillamente de la mente que juzga. Para los propésitos del descu- brimiento tal indiferencia es’ mucho menos reco- mendable, y la ciencia estarfa milcho menos avan- zada de lo que esté si los descos pasionales que tienen las personas de confirmar su propia fe se hubieran mantenido fuera de juego. Véase, por ejemplo, la sagacidad que ahora muestran Spen- - cer” y Weismann™. Por otro lado, si uno quiere a ** También conocidos como.«rayos X». Toman ese nom- bre de su descubridor el ffsico-alemén Wilhelm Conrad Roentgen (1845-1923), que en 1901 recibié el premio Nobel de Fisica por su importante hallazgo. ® Herbert Spencer (1820-1903), filésofo y sociélogo in- glés, defendié antes que Darwin un concepto de evolucién bbasado on fa herencia de caracteres adquiridos en lugar de la seleccién natural. Spencer fue uno de fos pensadores més in- fluyentes de la época vietoriana. Su obra mds impoitante, The Synthetic Philosophy, se complet6 en 1896 y es una sfntesis de Jos principios fundamentales de las ciencias especiates: cons- ta.de diferentes volimenes sobre los principios de la biologta, .la moralidad, la psicologfa y ta sociologis. En ella argumenta a favor de-(a prioridad del individuo sobre la sociedad y de la ciencia sobre la religién. ; 1 August Weismann (1834-1914), biéloge alemin que trabaj6 una gran parte de su vida en la universidad de Fribur- go. Su interés-en la zoologia, particularmente en el estudio de 165 UYUEYe SeugeG Co Go u JGVUEVO VYIUVIUUIYUVVYY yu vu Ut u YSU IVY vy Geos of uv un absoluto zoquete en una investigacién, debe clegir, después de todo, a quien no tenga ringtin interés en los resultados: es el incapaz garantizado, ¢l tonto positivo, El investigador més itil porque es el observador mas inteligente, es siempre aquel cuyo apremiante interés en uno de los lados de la - cuestiOn se contrerresta con una ansiedad igual- mente entusiasta que le impida llegar a engafiarse?, La cjencia ha organizado tal ansiedad en una tech. nique regular, lo que se denomina su método de verificacién; y se ha cnamorado tan profundamen- te del método que incluso podria deoirse que ha dejado de preocuparse completamente de la verdad or s{ misma, Lo que le interesa es la verdad en la medida en que est técnicamente verificada, La verdad de las verdades podria presentarse en una forma sencillamente afirmativa, y la ciencia decli- naria incluso tocarla, Una verdad como ésa, podria Ja ciencia repetir con Clifford, seria una verdad 4a metamorfosis de los insectos y on las células sexuales de tos hidrozoos, se vio truncado por una grave enfermedad de la vista. No obstante, sus observaciones zoolégiens —y su pers. Pleacis investigadora que James tae aqui a colacién— le lle. Yaron a formular el primer antecedente de Ia teorin del ADN, En efecio, su teoria del «plasma germinal» surgié de su creer. cia de que las células germinales de los animales contenfan algo muy Valioso para las especies.que éstas Preservaban con maximo cuidado y transmitfan de generacién en generacién, ‘Weismann ‘lleg6 incluso a hacer la conjetura-que e! plasma germinal tenia su asiento en los que més, tarde se denomina- ian «cromosomas» del nticleo celular, * Véase ol ensayo de Wilftid War, «The Wish to Believen, en su Witnesses to the Unseen, Macmillan & Co., 1893, 166 robada desafiando su deber para con Ia humani- dad. Las pasiones humanas, sin embargo, son més fuertes que las reglas técnicas. «Le conur a ses raisons —como dice Pascal—, «que la raison ne connait pas»; y, por muy indiferente que el érbitro —la inteligencia abstracta— pudiera ser a todo excepto a las puras reglas del juego, cada unio de Jos jugadores concretos que le facilitan los mate- riales para juzgar estén habitualmente enamora- dos de alguna chipétesis viva», la que le resulta favorita a cada uno, Pongémonos de acuerdo, sin embargo, en que, siempre que no haya una opcién obligada, nuestro ideal deberia ser el intelecto que juzga desapasionadamente sin hipdtesis fa- vorita, y que, como és el caso, nos salva al menos del engafio, La pregunta que surge a continuacién es la si- guiente: yno hay nunca opiniones obligadas en nuestras cuestiones especulativas? ;Y podemos (como personas que al menos pueden estar intere- sadas en aumentar positivamente la verdad en la misma medida en que lo‘estén en librarse mera- mente de! engafio) esperar siempre con impuni- dad hasta que se presente una evidencia coercitiva’? Parece a priori improbable que la verdad vaya a estar tan bien ajustada a nuestras necesidades y capacidades como esto requicre. in Ia gran casa de huéspedes de'la naturaléza los pasteles, la mante~ quilla y el sitope rara vez se presentan de manera tan apacible y dejan los platos tan limpios. Desde luego, deberfamos mirarlos con sospecha cientifica silo hicieran. : 167 o00 OCDCOCODND00O M0 IX Las cuestiones morales sc nos presentan in- mediatamente como cuestiones cuya solucién no se puede esperar que tenga una demostracién sen- sible, Una cuestién moral es una pregunta no sobre qué cxiste sensiblemente, sino sobre qué.es bueno, 0 seria bueno si existiese; pero para comparat lo que es valioso, tanto de entre lo que existe como de entre lo que no existe, no tenerhos que consultar ala ciencia, sino a lo que Pascal llama nuestro co- raz6n. La propia ciencia consulta su coraz6n cuan- do sienta como norma que Ja averiguaci6n infinita de los hechos y Ja correccién de las falsas creen- ~ cias son los bienes supremos para el hombre. Si se desafia esta afirmacin, la ciencia sélo puede re- petifla como un ordculo 0, a lo sumo, probarla mostrando que tal averiguacién y correccién dan al hombre todo tipo de otros bienes que su propio corazén declara a su vez como tales. La cuestién de tener creencias morales o no tenerlas la decide nuestra voluntad. ,Son nuestras preferencias mo- rales yerdaderas-o falsas, o son sdlo un raro fené- meno biolégico, que hace a las cosas —que en sf mismas son indiferentes— buenas o malas para nosotros? ,Cémo puede decidir el puro intelecto “ de cualquiera-de nosotros? Si tu corazén no quiere un mundo de realidad mofal, es seguro que tu ca- beza' nunca te hard creer en él. El escepticismo mefistofélico satisfard, desde luego, los.instintos juguetones de nuestras cabezas mucho mejor de lo que puede hacerlo cualquier riguroso idealismo. 168 PR SCAB ECON RAE EMSS OSES, Oooo Algunos hombres (incluso en su época de est diantes) son tan naturalmente frios de coraz6n que la hip6tesis moralizadora nunca ha tenido para ellos una vida virulenta y, en su desdefiosa pre- sencia, el joven moralista apasionado siempre se siente incémodo. La apariencia de sabiduria esté del lado de aquéllos, la de naiveré y credulidad del suyo. Sin embargo, en su inarticulado cora- 26n, se agarra a que no esta engafiado, y a que hay un reino en el que (como dijo Emerson) toda la inteligencia y superioridad intelectual de los otros no es mejor que las mafias del zorzo. El escepticis- mo moral no puede refutarse ni demostrarse por la *# Ralph Waldo Emerson (1803-1882), poeta y ensayista norteamericano que defendfa tna renovacién del idcalismo frente a las concepciones mecanicistas y'estrictamente racio- nalistas, Estudiante de teologia en Harvard, Emerson estaba profundamente insatisfecho con Ia concepcién de la creencia religiosa —mantenida por la-Iglesia unitaria, en ta que mili- taba— que ponia el acento en Ia historicidad de los milagros. Sus reflexiones sobre este punto le llevaron a la conviccién de que era falsa la tesis de que el conocimiento cle este mundo s6lo podria lograrse por medio de los sentidos y el razona- miento en lugar de la intuicién, Bsa tesis no era para él sola- ‘mente falsa, sino que resultaba ger moralmente inaceptable al concebir al hombre como un ser fisica y psicolégicamente .determinado, juguete de fas circunstancias. Su propuesta con- sistiaen proceder a partir de la experiencia fntinna personal de {a propia participacién en el alma de la lad que esta presente en todo ser vivo,y con la que se entra en comunidad con sdlo tomarse la molestin de proponérselo. Emerson fue una de las figuras més importantes del transcendentalismo de ‘Nueva Inglaterra y si postura tiene afinidades con la de Swe- denborg, uno de cuyos més notables seguidores fue el padre de James, el tedlogo y escritor Henry James. 169 POE CULO OSYO OEY COG UUSIOUOOUT FQ006 0005 BOO 90 0UUU l6gica en mayor medida en que pueda serlo el es. cepticismo intelectual, Cuando nos atenemos a que «hay una verdad (sea de una u otra clase), lo hace, mos con toda nuestra naturaleza, y o bien resolve. mos mantener nuestra posicién 0 nos rendimos a tenor de los resultados, EI escéptico adopta la ac- titud dubitativa con toda su naturaleza; pero sélo la Omnisciencia sabe cudl de enire nosotros es mas sabio. ” Volvamos ahora nuestras miradas desde estas amplias cuestiones sobre lo bueno hacia cierta cla- Se de cuestiones de hecho, cuestiones que concier- Ren a las relaciones personales, estados mentales entre un hombre y otro, Por ejemplo: /Te gusto 0 no? Bl que sea o no asi depende, en innumerables casos, de si congeniamos, de si estoy deseando su_ Poner que‘debo gustarte, y mostrarte confianza y Giertas expectativas, La fe previa por mi parte en Ia existencia de tu carifio es en tales casos lo que hace que,tu catifio surja, Pero si me mantengo a distan, cla, y rechazo moverme un centimetro hasta que tenga evidencia objetiva, hasta que ti hayas hecho algo adecuado, como dicen los absolutistas, ad ex. forquendum assensum meum, apuesto lo que sea a ue tu carifio nunca surgirs. ;Cudntos ‘corazones de mujeres. son: vencidos por la mera insistencia optimisia de algtin hombre en que tienen quie amar. lo! Bl no consentiré contémplar la hipétesis de que no pueden. El'deseo de una cietta clase de verdad * Provoca aqui la existencia especial de esa verdad; y as{ ocurre en innumerables casos de otro tipo. éQuién gana promociones, mercedes, ascensos, 170 sino el hombre en cuya vida se considera que esas Cosas desempetian el papel de las hipstesis vivas, aquél que las da por supuestas y sacrifica otras co. sas en su favor antes de que Ieguen y se arriesga Por ellas con anticipaci6n? Su fe actia sobre los poderes que estan por encima suyo como una exi- gencia, y crea con ello su propia verificacién, Un organismo social de la clase que sea, gran- de 0 pequeiio, es lo que es porque cada miembro cumple con su deber confiando en que los otros miembros cumplirén simulténeamente con los su- yos. Siempre que un resultado deseado se logra or la cooperacién de muchas persorias indepen- dientes, su existencia como hecho es la pura con- secuencia de la fe precursora en cada uno de los que estén involucrados en éi, Un gobierno, un ejér- cito, un sistema comercial, un barco, una universi- dad, un equipo de atletismo, todo existe con esta Condicién, sin la cual no s610 nada puede conse- guirse, sino que nada ni Siquiera se intenta, Un tren completo de pasajeros.(cada uno de los cuales, tomado de manera individual, eg suficientemente valiente) serd saqueado por una partida de bando- leros, simplemente Porque estos tiltimes pueden Contar unos‘con otros mientras cada pasajero teme. que, si hace un movimiento dé resistencia, le dis- Pararfin antes de que algiin otro de los pasajeros le apoye. Si creyésemos que todo el pasaje se iba a levantar con nosotros; todos nos levantariamos al mismo tiempo y, de este modo, ni siquicra se hubiera intentado jamfs asalto alguno a un tren, Hay entonces casos en los que un hecho no puede im DOQO0O O00000 ocurrir en absoluto a menos que exista una fe pre- ~via en que va a-ocurit, ¥ donde la fe en un hecho puede ayudar a producir el hecho serfa una légica insensata la que afirmara que la fe que precede ala evidencia cientifica es la «mas baja clase de in- moralidad» en la que un ser pensdinte puede caer. 7¥, sin embargo, tal ¢s la légica a través de la que los absolutistas Cientificos pretenden regular nues- tras vidas! x En el caso de las verdades guie dependen de nuestra accién' personal, la fe basada en el deseo es una cosa ciertamente legitima, posible-e indispen- sable. Pero claro, se dird, ésos son, todos ellos casos humanos pueriles, y no tienen nada que ver con los grandes asuntos césmicos, como la cnestién de la fe religiosa. Pasemos a eso. Las religiones difieren tanto en sus.aspectos accidentales que al discutir la cuesti6n religiosa-debemos considerarla de forma genérica'y amplia, Qué queremos entonces decir cuando hablamos de 1a hipétesis religiosa? La ciencia dice que las cosas existen; la moralidad dice que algunas cosas son mejores que otras; y la religion dice-esencialmente dos cosas, Dice, en primer lugar, que las’ mejores cosas son las més‘eternas, las que se solapan con las de~ més, las cosas del universo que arrojan la tltima piedra, por asf decirlo, y dicen Ja ltima palabra, 172 or lo que respecta a tl benetici OOOO MrODODOO OOO CON AYIMD9 COON CN NO CN OQONHt «La perfeccién es eterna»; esta frase de Charles Seorétan**"" parece una’ buena forma de expresar esta primera afirmacién de Ja religin, una afir- macién que obviamente no puede ser verificada cientificamente en absoluto. La segunda afirmacién de la réligién es que ( somos mucho mejores desde el mismo momento,” en que creemos que su primera afirmacién es ver} dadera, Ahora bien, consideremos cudlés son los ele- mentos ldgicos de esta sitiaci6n si Ja hipdtesis re- ligiosa fuera verdadera en sus dos ramas. (Por su- puesto, debemos admitir esa posibilidad desde el principio. Si vamos a discutir la‘cuestién a fondo aquélla debe invotuerar una opoién viva. Si para ninguno de ustedes la religi6ni es una hipétesis que no puede, de acuerdo con ninguna posibilidad viva, ser verdadera, entonces no hay necesidad de avan- zar més all4. Hablo sélo para el «remariente de te~ soretfa.) Procediendo as{ vemos, en primer lu- gat, que la religién’se ofrece a é{ misma como una: opcién importante. Se supone que ganamos, in- cluso en este mismo momento, en virtud de nues- tra creencia, y que perdemos, también en virtud de nuestra no creencia, un cietto beneficio vital, En segundo lugar, la religi6n es una opcién obligada, No podemos li "= Chaces Soran (1815-1895); isofo‘suiza disefpulo de Schelling en Mdnich y profesor de filosoffa en las univer- sidades de Lausania y Nedchatel, Su objetivo filos6fico era construir una religién racioial que reconciliase el cristianismmo cor! os principios de la metafisica, 173 < pO IG IAS PUU CEU YUU UL UU UU UU UY JUUUUIGUUIIG i brarnos de tomar una decisién manteniéndonos es- Cépticos y esperando tener més claridad porque, aunque de esa manera evitemos el error en el caso de que la religién no fuera verdadera, si la religion fuera verdadera, perderfamos el beneficio de ma- nera tan cierta como si positivamente eligiéramos no creer, Es como si un hombre debiera dudar in- definidamente si pedirle a una mujer que se case Con él porque no est absolutamente seguro de que vaya a ser un éngel una vez que la haya Hevado a vivir consigo, No se excluirfa de forma tan deci siva de esa particular posibilidad de casarse con un Angel como si fuera y se casase con otra? El es- cepticismo, entonces, no tiene como consecuen- Gia el evitar la opcién; se trata més bien de la op- cidn por una cierta clase particular de riesgo. Mejor arviesgar la pérdida de la verdad que la posibilidad de error, ésa es la posicién exacta del que Pone veto a la fe de todos ustedes, Esté jugan- do su apuesta tan activamente como el creyente; sale a la palestra para atacar la hipétesis religiosa del mismo modo que el creyente sale a la palestra Para apoyarla. Predicarnos el escepticismo como un deber hasta que se encuentre la «evidencia su. ficiente» para 1a religién equivale por tanto a de. Cirnos, cuando estamos ante la presencia de la hi- Potesis religiosa, que rendirse ante nuestro miedo de estar en un error es més sabio y mejor que ren- dimos ante la.esperanza de que pudiera ser verdad, Por consiguiente, no estamos ante una lucha del in. telecto contra las pasiones, se trata s6lo del inte- lecto acompafiado de una pasiGn que quiere dejar - 174 : Ht asentada su ley. Y, por cierto, zen virtud de qué est garantizada la suprema sabiduria de esta pa~ sién? Engafio por engafio, ,qué demostracién hay de que el engafio proveniente de la esperanza sea nuucho peor que el engafio proveniente del miedo? Yo, por mi parte, no puedo ver demostracién algu- na; y simplemente rechazo obedecer las 6rdenes del cientifico para imifar su tipo de opcién en un caso en el que mi propia apuesta es lo bastante importante para darme el derecho a elegir mi pro- pia forma de riesgo. Si la religién fuera verdadera Y la evidencia a su favor fuera atin insuficiente, no quiero perder, por dejar que vuestro aguafiestas prevalezca sobre mi naturaleza (lo cual me hace sentir que tiene algiin interés en este asunto), mi nica posibilidad en 1a vida de ponerme del lado ganador —esa oportunidad que depende, por su- puesto, de mi voluntad de correr el riesgo de ac- tuar como si mi necesidad: pasional de tomar el mundo religiosamente pudiera sor a la vez profé- tica y correcta—, He Todo esto depende de La suposicidn de que tal necesidad pasional puede ser realmente profética y correcta, y de que, incluso para nosotros que esta- mos discutiendo el asunto, Ja religién sea una hi- potesis viva que puede ser: yerdadera, Ahora bien, bata Ja mayoria de nosotros Ia réligién viene toda- via de una forma adicional que veta nuestra fe ac- tiva incluso més ildgica, Bl aspecto més perfecto y mas eterno del universo se representa en nuestras religiones como si tuviera forma personal. Si so- mo8 réligiosos el universo ya no es para nosotros 175 OVVVIIGUIIVVVIY Oo o ° OOOBO0OCO000S un mero Ello, sino un Ti, y cualquier relaci6n que pudiera ser posible de persona a persona podria ser posible en él. Por ejemplo, aunque en un senti- do somos partes pasivas del universo, en otro sen- tido mosirathos una curiosa autonomia, como si fuéramos. pequefios centros actives con nuestro propio control. Sentimos, también, como si la atracci6n de'la religién sobre nosotros se ejerciera en nuestra buena intencién activa, como si la evi- dencia pudicra sernos siempre negada a no ser que saliéramos a medio camino al encuentro de la hi- pétesis. Consideremos un ejemplo trivial: exacta- mente igual que a un hombre que, estando entre caballeros, no se arriesgara, pidiera una garantfa para cada concesi6n, y no creyera en la palabra de nadie sin pruebas, se le aislarfa en virtud de un comportamiento tan grosero de todas Jas recom- pensas sociales que un espiritu mds confiado lo- grarfa; asf también, alguien que se encerrara en una légica enmarafiada e intentara obligar a los dioses a arrancarle su teconocimiento de buen gra- ‘do o por la fuerza, 0 bien no lo conseguiré en ab- soluto, o podrfa privarse para siempre de’su dnica oportunidad de conocer a los dioses, Este senti- miento —obligado en nosotros y cuya fuente no conocemos—, de que por la obstinada creencia en que hay dioses (aunque no creer eso seria tan fécil para nuestra Iégica y nuestra vida) estamos ha- ciendo al universo el servicio més profundo que podemos, parece parte de la esencia viva de la hi- POtesis religiosa, Si la hipétesis fivese verdadera en todas sus partes, incluyendo ésta, entonces el 176 PODOOCTCOCOQOOSS HI OONND ON OO ONONNDN OL puro intelectualismo, con su velo a nuestro cons- truir avances a golpe de voluntad, serfa un absurdo; y se requerirfa I6gicamente alguna participacién de nuestra naturaleza simpatética. Por tanto, no puedo ver, por mi parte, cémo aceptar las reglas agndsticas para la busqueda de la verdad, o estar de acuerdo de buen grado en mantener mi natura- leza volitiva fuera de juego. No puedo hacerlo por esta simple razén, que una regla de pensamiento que me impidiera completamente conocer ciertas clases de verdad en el caso de que esas clases de verdad existieran verdaderamente, serfa una re- gla irracional, sos son para mf los pormenores de Ja l6gica formal de la situacién, sin importar de qué clases de verdad se trate en efecto, Confieso que no veo cémo se puede escapar a esta l6gica, Pero la triste experiencia me hace te- mer que algunos de ustedes todavia podrian no tener valor para decir conmigo, in abstracto, que tenemos el derecho a creer a riesgo personal cual- quier hipdtesis que esté lo suficientemente viva para tentar a nuestra voluntad. Sospecho, sin em- bargo, que si esto es asf, lo es porque se habrén alejado ustedes completamente del punto de vista l6gico abstracto, y estén pensando (quizé sin darse cuenta) en alguna hipétesis religiosa particular que para ustedes est4 muerta. La libertad de «creer lo que queramos», la aplican ustedes al caso de alguna supersticién evidente; y la'fe en la que piensan es la fe definida por el colegial cuando dijo: «Fe es cuando crees algo que sabes que no es verdadero.» Yo sé6lo puedo repetir que esto es una mala com- 17 j wo VIVYUUY pUEULUEGYUGCCULOUUUECUPUSUUUUU UU UU PUY PrensiOn, In concrefo, Ia libertad para creer glo puede cubrir opciones vivas que el intelecto del individuo no puede por s{ mismo resolver; y las qhciones vivas nunca le parecen tonterias al que tiene que considerarlas. Cuando miro la cuestin religiose como realmente se le presenta alos home tapén en nuestro coraz6n, instintos y coraje, y es- peremos —actuando mientras tanto, por supuesto, més 0 menos como si la religion no fuera verdade- ra’— hasta el dia del juicio final, o hasta un mo- mento tal que nuestro intelecto y sentidos trabe, Jando juntos puedan haber escudriiiado evidencia Suficiente, esta orden, opino yo, me parece el més extratio fdolo nunca fabricado en la caverna filo- s6fica. Si fuéramos absolutistas escolfsticos, cabria una mayor excusa, Si tuviéramos un intelecto in- Fiumos que es verdadera. La Sa engozna la accién. Sila hipétesis religiosa no es de tac por lahipétesis naturalist, entonces ia fe religcse x6 ng ey Ret expurgéndola, y la con- lad es al i insignific Aig d ois no meter apna quae cotsen ea Yo mismo exeo, por supuesio, ue la hipstesis religiosa da al Feacciones, y las hace en gran parte diferentes de le las que po. dlfan ser en un esquema puramente naturalists te creencia, 178 falible con sus certezas objetivas, podrfamos sen- timos desleales hacia un drgano tan perfecto de conocimiento al no confiar exclusivamente en él, en no esperar por su palabra liberadora. Pero 1 somos empiristas, si creemos que no suena nin- guna campana que nos permita saber con certeza cuéndo Ja verdad esté a nuestro alcance, entonces parece un tanto ociosa la fantasfa de predicar tan solemnemente nuestro deber de esperar por la campana, Desde luego, podemos esperar si quere- mos —espero que no piensen ustedes que estoy negandlo tal cosa— pero, si lo hacemos, lo hace- mo8 por nuestrd cuenta y riesgo y en la misma medida que si creyéramdés, En cualquier caso aciua: mos, tomando nuestra vida en nuestras manos. Ninguno de nosotros debe poner vetos a los de- més, ni intercambiar palabras insusitantes, Debe- mos, por el contrario, respetar la libertad mental del otro de manera delicada y profunda: sdlo en- tonces traeremos 1a repiblica intelectual; s6lo entonces tendremos ese espiritu de fntima toleran- cia, sin la cual toda nuestra tolerancia externa es desalmada, y que es la gloria del empirismo; s6lo entonces Viviremos y dejaremos vivir, tanto en los asuntos especulativos como en los practicos, _ Comencé con una referencia a Fitz James Steplien; permitanme terminar con una cita suya, «{Qué piensas de ti mismo? Qué piensas del mundo? [...] Esas son preguntas con las que todos debemos lidiar como mejor nos parezca, Son los enigmas de la Esfinge, y de una forma u otra de- ‘bemos lidiar coh ellos [...]. En todas las vicisitudes 179 000 POOCOOOOOOCSCECOO0008 importantes de la vida tenemos que dar un salto en cl vacto [..].. Si decidimos dejar los enigmas sin soluci6n, se trata de una cleccién; si vacilamos en Ja respuesta, se trata también de una eleoci6n; pero hagamos la eleccién que hagamos, la hacemos por nuestra cuenta y riesgo. Si una persona elige dar Ja espalda a Dios y al futuro, nadie puede evitarlo: nadie puede mostrar més all de Ia duda razonable que esté en un error, Si una persona piensa y acttia como piensa, no yeo que nadie pueda probar que esta en un error. Cada uno debe actuar como con- sidere mejor; y si esta equivocado peor para él Estamos en un puerto de montafia en medio de la nieve que nos envuelve y la niebla cegadora, a tra- vés de 1a cual vislumbramos aquf y alld retazos de sendetos que pueden ser engafiosos. Si nos que~ damos quietos nos-congelaremos hasta morir. Si tomamos el camino equivocado, seremos reduci- dos a pedazos. No sabemos con seguridad si hay algtin camino correcto. Qué debemos hacer? “Sé © fuerte y ten coraje”. Acttia en aras de lo mejor, espera lo mejor, y acepta lo que venga (...]. Si la muerte pone fin a todo, no podemos ir a su en- cuentro de mejor manera»’, * Liberty, Equality, Fraternity, 2.4 ed, Londres, 1874, p.353. % 180 OOSOCOAQIIOOONDOOCOO0ON GOOl

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