HACIA UNA CARACTERIZACION
DE LA ELEGIA FUNERAL BARROCA
Francisco JavieR MARTINEZ RUIZ
Que Ia indeterminacién temética fue una de las caracteristicas principa-
les del género Ilamado “elegia”, al menos en sus orfgenes clésicos, parece ser
tuna de las pocas cosas claras sobre esta peculiar “especie poética”. El panora-
‘ma empieza a confundirse y las incertidumbres afloran cuando pretendemos
adentrarnos en la trayectoria del género en nuestras letras Gureas.
La evolucién de las formas “neo-clésicas” (epistola,elegfa, sétira y oda,
entre otras), que Surgen en nuestra literatura como altemativa y complemento a la
introspeccién amorosa del petrarquismo, por un lado, y al conceptismo cancione-
fi por ot, tiene en el panorama lterario romance unos orfgenes confusos,llenos
de tanteos, experimentos e incertidumbres, debidos a veces a la ausencia de mode-
ls clésicos de imitacién (en el caso de la elegia apenas hay traducciones y el desin-
terés por las figuras de Propercio y Tibulo resulta evidente) y de preceptistas que
pongan algo de luz en un oscuro paisaje. La difuminacién de los limites y la inte-
rrelaciones constantes en el marco de un sistema poético todavia en configuracién
explican que se encuentre frecuentemente el mismo poema con distinta “etiqueta”,
como ocurre, por ejemplo, con la compasicién “Sientome a la ribera de estos rios
11 donde estoi desterrado y loro tanto”, que, significativamente, aparece dos veces
enel Cancionero de poesias varias (Ms. 617 de la Biblioteca de Palacio)!, una con
"icon moderna de Jost J. Labrador, Angel Zora y Ralph A. di Franco, CSUIDU, Ce
veland (Ohio) y Denver (Colorado), 1984oo Francisco Javier Matinee Ruiz
€l rotlo de elegiay otra con el de epistola. Yes que, como sefila José Manuel
Rico, “los criterios taxonémicos de clasificacién de las obras poéticas aten-
diendo a la materia, al instrumento y al modo de imitacién eran insuficientes y,
naturalmente, una rémora insalvable para el andlisis certero de una realidad
poética en continuas transformaciones que poco 0 nada tenia que ver con las
leyes que gobermaron Ia literatura clisica"
En el caso concreto de la elegia, la afirmacign de F. Rodriguez. Adrados
‘de que “es por antonomasia la poesia de la exhortacin y de la reflexién sobre
Jos temas mas diversos"3 (en referencia al marco literario de la Grecia clisica)
entra en abierto contaste con la reducciGn del amplio abanico de posibilidades
teméticas que ofrectan los modelos al triple émbito de lo familiar-amistoso
(terreno en el que se mueve frecuentemente a epistola), lo amoroso y lo fune-
rario, levada a cabo por nuestros poetas del siglo XVI, en trayectoria paralela
Alo que estaba sucediendo entre los petrarquistas itaianos. Sin embargo, estas
direcciones tienden a limitarse en el perfodo barroco al timo de los planos
sefalados.
El quehacer poético de Fernando de Herrera parece reflejar su intento de
reconducir un género de raices épicas hacia el tono amoroso Ia intencién de
‘movere el énimo, dstancidndolo de lo heroico y del cauce formal de la cancién.
Pero este intento, tan Iejano de las lineas de evolucién del género, apenas tiene
continuacién, ya que la elegia caminaré a pasos agigantados hacia el Ambito
casi exclusivo de lo funerario.
Pues bien, es precisamente en este punto en el que queremos centrar
ruestrasreflexiones. Por qué se produce esta reduccién? {En qué afecta al
2 José Manvel Rico Garcia, “La epistola de Cetina a don Diego Hurt de Mendora", Phi
Iologia Hspatesis, IV, 11989). pp. 255-274, p. 261. En este aiculo(p257) se cia oto claro
ejemplo de coatusin, el dela composcia en eres Si aque dolor que daa sentir la muerte"
‘de dodoua pateridad, que a veces ecibe el ilo de “Epistol a una pst’ y ota el de “Flepéa
‘na partidn”. Sobre Ios problemas de Frontera, contacoseineracciones entre genres 0 a8
toulicos que se intentan recuperar de la mano de ptrarqusmo en una "eoyuntura europea”, vid
Claudio Guin, *Satiray potica en Gatcilso", en Homenaie a Casalduer, Maid, Gretos,
1972, pp. 209-253 (ecopid posterormente en El primer Siglo de Oro. Esulis sobre géneros y
‘modelos, Barcelona, Critica, 1988, pp. 15-48) y "Sabre los comienzos de un géneo: hacia laa
‘en Espana, en La oda (I Encuentro Intermacional sobre Poesia de Siglo de Or), Grupo PASO.
Universidad de Sevilla, 1993, pp. 149-173.
Feo, Rodsiguer Adrados, Lincs gregas.Blelacos y yambdgrajos arcaicos, Barcelona,
1956, p. XV.Hacia una caractrisacion dela elepa funeral barroca 205
resto de los integrantes del sistema poético del momento? ;Queé trascendencia
tuvieron estos cambios en la trayectria del propio género? Estos son algunos
de los interrogates que se plantean cuando se petende analiza, aunque sea
superficilmente, el géner elegfaco en el siglo XVI y que a continuacion
‘amos a intent ir alarando.
El proceso de especializacién temética de Ia clegfa en el s. XVI.
La disoluci6n de la elegia amorosa
Heemos sefialado ya emo, en la trayectoria diacrénica de la elegia his-
pinica, a reduccién a los planos de lo “familiar-amistoso”, de lo amoroso y lo
funerario en el s. XVI se intensifica hasta llegar practicamente ala especializa-
ign temtica en el s. XVIL Este proceso, similar al que se puede perciir en la
epistola (que se va limitando con el tiempo al émbito de lo reflexivo-moral),
reducird précticamente la clegia barroca a la expresin del encuentro con la
muerte, sin que esto quiera decir que no se puedan encontrar casos aislados de
elegia amorosa o “familiar”
Para explicar las causas de este proceso de simplificacién temética
habria que tener en cuenta que la elegia de cardcter amoroso, influenciada
desde el principio por la recepcién del modelo epistolar ovidiano que ofre~
cen las Heroidas, se percibe, en cierto sentido, como una prolongacién del
petrarquismo. ;Cémo no considersr, por ejemplo, como puramente elegiaco
el lamento del pastor enamorado en el marco bucdlico de Ia Egloga? Ast, del
Yo rico ficticio de 10s poetas elegiacos romanos (elemento estructural
lave que permite aunar reflexiones, sentimientos y asuntos diversos) se
pas6 con Petrarca y sus seguidores a la ereacién de una historia ficticia de
amor, en la que la ret6rica de la ausencia también desempefia un papel fun-
damental, aunque ésta raramente se encuentre desarrollada bajo el rétulo de
“elegia”
Pero con la disolucién del petrarquismo, mis acuciante y evidente a
‘medida que avanzamos en el tiempo, la conciencia de fracaso del amor como
fuerza purificadora y salvadora (tal como era entendida por la corriente neo-
platénica) se convierte en el germen de una sensacién de desamparo que con-
ducird, progresivamente, a la lirica moderna,
Para el hombre barroco, y esto se ha repetido hasta Ia saciedad, la muer-
te es una potencia arrolladora, insoslayable y omnipresente, que condiciona la
rmisma percepcin de la vida, y ante la que sélo cabe (perdida la confianza ante-236 rancsco Javier Martinez Ruiz
rior en la fuerza redentora del sentimiento amoroso) buscar nuevos y variados
ccaminos de salvacién,
La presencia hegeménica de la muerte en la elegia barroca
Aceptado, pues, que a la elegia barroca apenas le hace falta la aclaracién
del sobrenombre “funeral”, que es casi consustancial a ella, no puede este
hhecho ni remotamente Ilevaros a pensar en un alto grado de homogeneidad en
el género, Si bien es cierto que un andlisis, por muy superficial que sea, de los
poemas escritos durante el siglo XVII conducirfa inequivocamente a afirmar la
‘numerosa presencia de la muerte como tema, el tratamiento que a él le dan los
eseritores de la época es rico y variado,
Limiténdonos conscientemente al caso especifico de los poemas que
parten de la muerte real de un personaje concreto, podemos decir que existen
al menos tres caminos claramente diferenciados, aunque todos ellos puedan
aparecer con la etiqueta, sin més matizaciones, de “elegia” o, simplemente,
‘quedar sin r6tulo introductorio o presentar alguna referencia cotextual al tema
Yy no a la categoria genérica (Io cual es muy frecuente y podria interpretarse
‘como muestra de la desconfianza e inseguridad de los propios autores ante el
cconfuso y fluctuante panorama de los limites entre géneros en proceso de trans-
formacién)#,
Si el esquema retérico bisico de la elegfa fiinebre establecido por Gar-
cilaso de la Vega en su Elegia al dugue de Alba en la muerte de don Bernardi
no de Toledo’, tiene tres. partes claramente diferenciadas, como son la
Jamentatio, 1a consolatio y la laudatio (a las que se aflade a veces una apoteo-
sis 0 fusién mitica), 1os caminos seguidos por la elegia barroca supondrin la
acentuacién 0, en ocasiones, el tratamiento exclusive de cada uno de estos tres
niicleos estructurales.
Amor “La joya, po pao, al cel” y leg:
Jabos, son composiciones de tema impresso,
5 Garclaso de la Vega, Obras complers, ed. de Elias L Rivers, Mai, Castalia, 198, pp.
216-242Hacia una caracterizacin de a elega funeral barra a
La elegia “reflexiva”; acentuacién de la consol
Una de las posibilidades es que la composici6n se dirja a una figura
determinada, a la que se pretende consolar por la pérdida de un ser querido.
‘Aqui el componente consolatorio asume el protagonismo y, normalmente, va a
conducir ala reflexién moral, por lo que podemos hablar de elegia “reflexiva”.
Este elemento es quizas el més fécilmente repetible, por lo que es muy
‘normal la abundante presencia de tpicos como el de aprender a morir (tan rei-
terado en los decires y defunciones del XV), el poder igualatorio de la muerte
(que continia la tradicién de las Danzas medievales), el descubrimiento de las
vvanidades y falsas glorias del mundo, el sentimiento de desengafio, etc. Con
todo, acentuando las caracteristicas de las composiciones de la Edad Media, la
muerte se percibe ahora como tna presencia constante, como una permanente
compafiera del vivir, ante cuya venida no cabe sino una aterradora certeza,
‘como un estimulo irresistible para la reflexién moral. Y aqui no es posible evi-
tar el contacto con la epistola de cardcter horaciano, cauce de expresién de prin-
cipios neoestoicos y proyeccién de la epistola renacentista en el mundo
barroco, cuyo més claro exponente se encuentra en la Epistola moral a Fabio,
dde Andrés Fernéndez de Andrada®. Y es que, si aceptamos la posibilidad (nada
lara, por cierto) de considerar “lo epistolar” como un macrogénero, caracteri-
zado por una serie de elementos concretos (como son la expresién de la ausen-