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Reafirmando su tesis, ya defendida en otras ocasiones, de que la Espatia decimonénica intentd, sin éxito, situarse enttre los «first comers» a la revolucion industrial, Jordi Nadal repasa aqut las ltimas aportaciones historiograticas que, a su juicio, deben ponderarse a la hora de explicar el fracaso. A partir de este planteamiento, el trabajo se articula en dos partes. La primera, de caracter general, examina sucesivamente el papel desempefiado por los factores de producci6n (la tierra, la mineria, las 1. INTRODUCCION Ts inaustioizacion de Espafia es cosa de rues: tro tiempo. Esta eclosion tan tardia no se ha pro- ‘ducide de pronto, sino que ha venido como re- mate de un proceso extraordinariamente dilatado que hinca sus raices en la primera mitad del siglo XIX (algunas, incluso, a fines del XVIII). El caso espafiol es menos el de un late joiner que el de un intento, abortado, de figurar entre los first co- ‘mers. El fracaso de la revolucién industrial en la Espafia decimonénica es un punto acerca del cual récticamente todos estamos de acuerdo. Por el contrario, su interpretacian ha dado lu- gar a juicios encontrados. En un extremo, G. Tor- tella pone el énfasis en los factores endégenos: «El atraso de Espafia es, por asi decirlo, cosa suya. Puede achacéarselo a sus problemas politi- cos, a su estructura social, quiza incluso a sus re- cursos naturales, pero desde luego no a la férula extranjera... Lo que hace el estudio del siglo XIX espafiol tan fascinante es precisamente lo autoc- EL FRACASO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL EN ESPANA. UN BALANCE HISTORIOGRAFICO(*) Jordi NADAL fuentes de energia, el capital y el trabajo), por los factores de consumo (la poblacién, el mercado y los medios de transporte) y por el Estado. La segunda, de indole mas particular, utiliza los valores de la contribuci6n industrial para conocer la estructura de la industria espafiola (con exclusién de! Pais Vasco y Navarra) y acaba con un anillsis de la incidencia de aquellos factores en tres casos concretos: el de la industria textil algodonera, el de la siderurgia y el de la quimica. tono del fracaso en materia de industrializacion» [53]. En el otro, J. Acosta sostiene la preeminen- cia absoluta de los factores exogenos: «Nuestra hipotesis de trabajo se expresa en el cardcter no itoctono del proceso industrial espajiol y en la no autonomia de su fracaso. Desde sus inicios, el desarrollo industrial espafiol esta bloqueado y dislocado por la presencia abrumadora del capi- tal extranjero, que entreteje en torno al Estado una espesa red de dominacion, a fin de asegurarse la explotacion de nuestros recursos minerales, las re- des ferroviarias y el mercado...» [1] Naturalmente, esta clase de juicios, tan rotun- dos, se sustenta mas en una pobreza de conoci- mientos alarmante que en un nivel de investiga- cin avanzado. Cuando siguen debatiéndose las razones del liderato britanico, parece prematuro, por lo menos, pronunciarse, de golpe, acerca de la raiz Ultima del atraso espaol. La historiografia de la industrializacion peninsular tiene mucho ca- ‘mino por delante. El balance, forzosamente sel tivo y subjetivo, que de ella presento s6lo as} 108 a ofrecer una vision articulada de las ultimas contribuciones. I. LOS FACTORES DE PRODUCCION. 1. El papel de la agricultura. Después de la supresi6n de los derechos sefio- tiales y del diezmo, asi como de la transferencia de las tierras desamortizadas y de la usurpacion de las comunales, la mayor parte de la antigua agr cultura de subsistencia se transformé en agricul- tura capitalista, progresivamente orientada hacia el mercado. Los cambios llegaron al extremo en el Pais Valenciano, en donde el nuevo cultivo de la naranja —un fruto para el comercio exterior — expresaria la eleccién de una via agraria, no in- dustrialista, de desarrollo econémico 119] Sin embargo, la penetraci6n del capitalismo no produjo en el campo espafiol los efectos dinami- zadores que sefialaban otras experiencias. Para ex- plicar la anomalia, suele argumentarse que la ma- sa del cammpesinado carecié de los medios finan- cieros necesarios para adoptar las mejores técni- cas y que la abundancia de mano de obra barata ahorré a los grandes propietarios la exigencia de hacerlo. El progresivo endeudamiento de peque- fios poseedores y arrendatarios, los avances de la usura, la creciente adjudicacién de fincas a la Ha- cienda por impago de contribuciones parecen con- firmar la primera parte del aserto; en cambio, el ejemplo de Italia, en donde la gran explotacion septentrional de tipo capitalista tuvo la virtud de forzar una evolucién parecida en el resto del pais, plantea la conveniencia de conocer mejor las ca- racteristicas peculiares del latifundista espafiol {171 En cualquier caso, la actuacion del sector agrario ‘como freno del sector industrial es innegable. Len- titud en la liberacién de mano de obra, carestia excesiva de los productos (el pan espafiol pasa por ser el mas caro de Europa), escasa contribucién ala formacién de capitales y, muy especialmen- te, bajo nivel ¢ inelasticidad en la demanda de ma- nufacturados. La situacién lleg6 al limite en los afios 1880 cuando, saltando todas las barreras, la invasi6n de granos ultramarinos puso al descubier: to las lacras de la produccién indigena. La crisis de sobreproduccién, general en Europa, tuvo en Espafia sello particular, tanto por la virulencia con que arremetid cuanto por la falta de auténtica vo- luntad de reducirla. Protegidos por la administra- cién, los grandes propietarios se limitaron a gua- recerse detras del arancel, a la espera de tiempos mejores. Entretanto, la reduccién del area culti- vada dejaba sin trabajo @ millares de braceros y aparcetos, y los apremios del fisco precipitaban las ventas forzosas y las expropiaciones en zonas de minifundio [18]. Al no ser absorbida por el sec- tor industrial, siempre tan débil, la marea proleta- rizadora dio origen a una corriente emigratoria sin precedentes, 2. Los recursos mineros. ‘Ademas de su posicién hegeménica en cuanto al mercurio, Espafia aporté el 22, el 15 y el 10 % dal plomo, el zinc y el cobre mundiales, de 1861 1910. Por otra parte, su produccion de mineral de hierro se situé inmediatamente detrés de la bri- tanica, la alemana y la norteamericana en 1881- 1910. El desarrollo de la mineria espafiola se in- tensific6 a partir de 1869, después que la nueva Ley de Minas hubiese removido los obstaculos que, hasta entonces, se habian opuesto a la inversion. Con la salvedad parcial del hierro, el sector mi- nero ha constituido «un enclave exterior en suelo hispanoy |441. Este hecho, que nadie discute, sus cita no obstante diversas interpretaciones. De un lado, se debate el caracter, inevitable 0 no, del pro- eso; de otro, se valoran distintamente sus con- secuencias. En cuanto el primer punto, una co- rriente inspirada en Samir Amin «explica» la co- lonizacion de la mineria andaluza, la més impor- tante, como un efecto de la integracién del te torio en el sistema capitalista mundial, como un hecho derivado de la naturaleza misma de las re- laciones centro (mundo desarrollado)—periferia (mundo subdesarrollado) [39]. Sin entrar a discu- tir el fondo del argumento, personalmente he te: nido interés en resaltar que, por espacio de casi medio siglo (de comienzos de los afios 1820 has- ta 1868) el laboreo y el beneficio del plomo meri- dional permanecieron en manos nacionales y die- ron lugar a una capitalizacion més que suficiente para modernizar el sector y dar impulso a otros ramos de industria [32]. Si no sucedié asi fue por el régimen de la explotacién y por el sistema de distribucién de los beneficios [34]. 109 Eno que toca a los resultados del enclave, Tor- tella, siempre partidario de la inversién extranje- +a, ha cifrado sus efectos positivos en el emplea de mano de obra y de técnicos espafioles, en la creacion de una poderosa industria de explosivos, que acabaria por quedar en manos autéctonas, y en la generacién de unos importantes fiujos de ca- pital, decisivos a la hora de equilibrar la balanza de pagos [53]. Broder, en cambio, previene con- ta la falacia de este flujo, inexistente en su ma- yor parte debido a la falta de repatriacién del pro- ducto de las ventas de minerales y metales al ex- terior. En la practica, las compafiias limitaron el retorno a las utilidades imprescindibles para el mantenimiento de las explotaciones: entre el 25 y el 30 % de sus ingresos en 1880-1890. En estas Condiciones, el excedente comercial de Espafia con Inglaterra, Alemania y Francia no es mas que un espejismo contable [7]. 3. Las fuentes de energia. Los problemas del carbén espafiol son conoci- dos. Ademas de una extraccién dificil y de un po- der calérico inferior, la hulla de Asturias, que su- mé las dos terceras partes del total, tropez6 du- rante medio siglo (1830 a 1880) con la falta de ar- ticulacion entre la economia regional y la del res- to de Espafia. Por falta de retornas, la hulla de Mie- res 0 de Langreo no tuvo acceso a los puertos con- sumidores del Mediterraneo. La misma circuns. tancia habia de incapacitarla, después de 1880, para surtir a la moderna siderurgia vasca: como contrapartida de las grandes exportaciones de mi- neral de hierro, Bilbao empez6 a recibir con ven- taja la hulla y el coque de Newcastle y de Gales. La situacién sélo empezaria a cambiar a fines de la centuria, cuando la fortisima depreciacion de la peseta vino a reforzar, de forma imprevista, las medidas proteccionistas tradicionales [33] La falta de carbon ha condicionado muy fuer- temente el desarrollo industrial de Catalufia. Por una parte, el alto horno no ha podido tomar el re- levo de la forja pirendica; por otra, la maquina de vapor ha visto limitada su implantacion a las 20- nas costeras. En contrapartida, el pais ha extre- mado el aprovechamiento de sus recursos hidrau- licos. Tras veinte afios de prospecciones carbo- eras tan frenéticas como infructuosas, de 1855 a 1905 las fabricas textiles se instalan en los va- lles fluviales del interior, en busca de fuerza mo- triz (y de mano de obra) barata. Desde 1858, la firma «Planas, Junoy, Barné y Cia.» que constru ye, en Gerona primero y en Barcelona después, las turbinas hidréulicas Fontaine con patente de la casa Ganz de Budapest, se erige en una de las empresas de construcciones mecanicas mas prés- peras. En 1917, el primer censo completo de con- cesiones de aguas registraré mas de 2.000 para sos industriales en la cuenca catalana [35]. Es fal- ‘80 que, como se ha pretendido [46], las colonias fabriles que jalonan los rios Llobregat y Ter ten- gan su origen en la debilidad del Estado ochocen- ta y en la exigencia, para el empresario, de to- mar en mano la organizacién no s6lo econémica sino también politica y social de la producci6n. 4. Los capitales El numero de bancos por acciones se elev, de 5 en 1855, a 58 en 1865. Partiendo de este dato, Tortella situé los origenes del capitalismo en Es- pafia en el llamado Bienio Progresista (1854-1856), @ partir del cual una normativa mas abierta multi- plicé los bancos emisores @ introdujo la figura de las sociedades de crédito, de inspiracién y —en el caso de las tres mas importantes— de recursos franceses (52). El capital extranjero, ciertamente decisivo, tie- ine su mejor especialista en A. Broder, quien aca- ba de terminar una tesis monumental sobre el te- ma [8]. Un avance de ella, publicado en 1976 (61, anticipé la cronologia, los voliimenes, las prefe- rencias, los motivos, los mecanismos y los resul- tados de esta inversion tanto publica (desde 1768) como privada (desde 1855), Aunque bastante re- guler hasta la primera guerra mundial, el flujo, muy mayoritariamente francés, se centré en los ferro- carriles durante la étapa 1855-1870, en las minas de 1871 2 1890 y en los servicios (agua, electri dad y tranvias urbanos) de 1891 a 1913. Como complemento del trabajo de Broder, merece citar- se un articulo de M* T. Costa que, con fuentes espafiolas, esto es, indirectas, pormenoriza los de- talles de la intrusion en el sector servicios desde la fundacién de la «Sociedad Catalana para el Alumbrado de Gas», por Charles Lebon, en 1843 9) Si se compara con el financiamiento exterior, el financiamiento interior aparece muy desdibuja- do. De un lado, su vinculacién excesiva a los pro- 110 blemas presupuestarios del Estado priva al banco oficial (Banco de Espafia, desde 1856) de ejercer como banco de bancos, es decir, de erigirse en el pivote de un sistema financiero moderno [51]. De otro, el naufragio de la banca catalana en 1866 ha acabado con el primer intento de crear una ban- ca autéctona digna de tal nombre [49]. En reali- dad, la banca privada espafiola solo podra con- solidarse a principios del siglo XX, cuando a la re~ tencién de una parte de los beneficios de las ven- tas de mineral de hierro se sume la repatriacion de capitales cubanos [49]. Dentro de este panorama tan mediocre, el sub- desarrollo bancario de Catalufia, que contrasta con el desarrollo industrial de la region, ha sido obje- to de mucha controversia. Abandonando las po- siciones sicologistas, en boga durante bastante tiempo, una aportaci6n de ultima hora se esfuer- za por relacionar el hecho con las caracteristicas mismas de la industria textil, dominante en el Prin- cipado, y con la falta de capacidad adquisitiva del consumidor peninsular. La autofinanciacién sue- le bastar para cubrir las necesidades en capital fi- jo de las fabricas algodoneras; la irregularidad de lademanda, sobre todo en las zonas rurales, obliga ‘a conceder unos plazos y unas facilidades crediti cias que son incompatibles con el descuento ban- cario. Después de haberse anticipado a la espa- fiola, la banca comercial catalana se debilité por la falta de materia bancable [36]. 5. La poblacion activa Si, como vamos a ver enseguida, la evolucion demogréfica sin mas ha sido poco estudiada, el anélisis historico de la poblacion activa esté por estrenar. Si a partir del censo de 1787 la distribu- cion por edades permite calcular los activos po- tenciales (lo que no se ha hecho}, los intentos cen sales posteriores de clasificar @ los adultos no han servido més que para confundir los términos. Por ahora sigue siendo una mera hipétesis la idea, for- mulada en 1966, de que las generaciones diezma- das nacidas entre 1801 y 1812 podrian explicar la primera oleada de intensa mecanizacion (1831- 1845) sufrida por la industria algodonera catalana (311. Asi las cosas, las aportaciones se reducen a los aspectos cualitativos del tema. Una nutrida lite- ratura de viajes suele insistir, por ejemplo, en la excelente disposicion y aptitud de los espafioles pobres para el trabajo y en la correlativa ineptitud de los espafioles ricos para la empresa. Pero esos son diagnésticos subjetivos, debidos a observa- dores apresurados, que calan poco hondo en las realidades nacionales. Mas importante que diva- gar acerca de las «aptitudes naturales» seria co- nocer el nivel de escolarizacion de los parvulos, las materias ensefiadas y los contingentes salidos de las escuelas técnicas, la traduccion y circula- ci6n de libros técnicos y cientificos, la dotacion y el uso de bibliotecas publicas, etc. Tales extre- mos, faciles de puntualizar en algunos casos, per- manecen fuera del horizonte mental de los inves: tigadores. El viejo libro de Y. Turin [54], tan meri- torio desde el punto de vista ideol6gico, no res. ponde a las preguntas de los historiadores de la ‘economia. E! libro reciente de R. Alberdi [2] aporta, en cambio, un material espléndido para profundi- zar en el conocimiento de las primeras etapas de la formacién profesional, en el primer nticleo fa- bril de Espafia Il. LOS FACTORES DE CONSUMO- 1. La evolucién demoagrafica Como en el caso de los restantes paises occi- dentales, la poblacién de espafia viene aumentan- do sin interrupcién desde principios del siglo XVIIL Sin embargo, el crecimiento demografico espa ipico, en la medida en que responde me- nos a un desarrollo de las fuerzas productivas que una simple remocién de los obstaculos que, des- de los tiempo de la Reconquista y del Imperio, ha- bian mantenido el poblamiento por debajo de sus Esta singularidad explica que, a mediados del siglo XIX, cuando cerca de una centuria y media de crecimiento ha llenado los huecos y cuando la revolucién liberal muestra su impotencia para transformar el pais, la sobrepoblacién, que es un fénomeno relativo, se haga patente y la emigra- cidn se erija en valvula de seguridad. En 1804 el interior de la Peninsula sufrié la crisis de subsis- tencia, y de mortalidad, més aguda desde fines de! siglo XVI [39]; en 1857 y en 1868 dos grandes hambrunas atestiguan la permanencia de las cri- sis de tipo antiguo [43]. En 1900 el pais registrara una natalidad media de 33,8 por mil, una mortali- lll El estudio del proceso de industria- lizacién exige cuantificar la evolucion. del producto industrial. La elabora- ién de indices de la produccién in- dustrial intenta satisfacerrépidamente ‘esta necesidad. En Espatia, os orga riismos que se han encargado oficial ‘mente de calcular tales indices han si- do el Consejo de Economia Nacional (CEN) y el Instituto Nacional de Es- tadisticas {INE}, que es el actual res- pponsable. Las tres series computadas por el primero cubren el perfodo 1806-1963, mientras que los méitiples ‘trabajos del INE abarcan desde 1940 hasta la actualided, con una breve incursién en el periodo prebélico (1929-31) para establecer el periodo: base de ponderacién. Otrasinstitucio- nes y particulares han elaborado es- ‘timaciones alternativas para algunos ‘periodos, pero con anterioridad a 1951 —que no con posterioridad— {0s indices disponibles tienen una co- (0 en su ponderacién (0 en ambas @ fa vez). Las ventajas del nuevo indice que presento (IPIES, en adelante) son su 1831-95/ 1841-45 (a) 1841-45 / 1846-50 1846-50/ 1851-55 11851-$5/ 1856-60 11856 60/ 1861-65 1861-65/ 1966-70 11866-70/1871-75 1871-75/1876-80 1876-80/1881-85 11881 85/ 1886-90 1896-90/ 1891-95, 11891-95/ 1896-1900 1896 -1900/1801-05 NOTAS: ofa el quingueno 16961880. Fert: Ver wt. ALBERT CARRERAS mayor amplitud temporal —se extien- de de 1842.a 1981 con carécter anual yy hasta 1831 perdiendo dicho cardc- ter—, mayor cobertura —ciento sie~ te series que representan més del '50 % del producto industrial— y me- jor ponderacion valores atiadi- dos unitarios de 1913, 1929, 1958 y 1975—. En realidad he calculado cua- to indices distintos —uno por cada ponderacién— y luego los he enlaza- do: de 1831 a 1913 con la pondera- ‘i6n de 1913; de 1913 a 1936, con la de 1929; de 1935 a 1958, con la de 1968 y de 1958 a 1980, con la de 1975. [Latasa de crecimiento anual acurnu- lativo del IPIES para el siglo y medio ‘considerado es del 3,4 9. Teniendo fen cuenta que la poblacién ha creci- do a un ritmo del 0,7 %, la produc- ‘ién industrial per cdpita a debido de- sarrollarse al 2,7 9. El grafico y el ‘cuadro adjuntos detallan cémo se ha istribuido este crecimiento por pe- riodos quinquenales. De estos datos pueden derivarse ak ‘gunas afirmaciones elemnentales pe- ro interesantes: 1) alo largo de los Gl timos ciento cincuenta afios la ten- ‘TASAS DE CRECIMIENTO, ENTRE PROMEDIOS ‘QUINQUENALES, DE LA PRODUCCION ESPANOLA, 1831-1980 1901-05/1806-10 2.0 1906-10/1911-15 1.9 1911-15/191620 1,1 191620/192125 2.4 1921-25/192630 5,1 1926:30/1831-35 1,0 1981-35/1941-46 (b) —0.8 1941-05/194650 3.0 194650/1951.55 66 1951-55/195660 7.4 1956-60/1961-65 8.4 1961.65/196670 9.7 1966-70/197175 BS 1971-75/187680 2.5 [al Sd dos cbsenaciones para T8BL-SSy cuatio pura 184145. Carer do datos Tol Carezco de doce par os afi 158-150, Un nuevo indice de la produccion industrial espanola:1831-1980 (*)

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