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LIBRO PRIMERO. ARGUMENTO. Divide Cicerén primeramente las obligaciones en sus especies, y el tratado de ellas en tres partes, que son lo honesto, lo ttil, y la comparacién de lo titil con Jo honeste. En este primer libro trata de lo honesto, derivando todas sus causas, su naturaleza, y las obligaciones que produce de las cuatro virtudes pruden- cia, justicia, fortaleza y templanza, las cuales explica en toda su eztensién. CAPITULO PRIMERO. Exhorta Cicerén 4 su hijo 4 que junte el conocimiento de ta Jengua latina con el de fa griega, y la filosofia eon el est! forense. | Aunque es muy natural, hijo mio Marco, que al cabo de un aho que estas oyendo 4 Cratipo (1), y esto en Atenas, abundes de preceptos y mdximas de filo- sofia, por la mucha fama, tanto del maestro como de la misma ciudad, pudiendo contribuir mucho 4 tu en- (1) Un alio habia pasado desde que Cicerén habia enviado su hijo & Atenas, y 41a ensefianza de Cratipo, célebre filésofo; des- pués que vencido y muerto Pompeys. y hecho César sefior abso- lato del imperio, se retiré Cicerén 4 escribir estos libros por los aiius de 709 y 10 de 1s fundacién de Roma, TOMO lv, i 3 MARCO TULIO CICERON. seiianza el uno con su sabiduria, y la otra con sus ejemplos; no obstante, asi como yo he unido siempre para mayor utilidad mfa el estudio de la lengua latina con el de la griega, no solamente en la filosofia, sino también en las declamaciones oratorias; me parece que debes t& hacer lo mismo, 4 fin de conseguir igual facilidad en ambas lenguas. Para el cual efecto juzgo haber hecho un gran servicio 4 nuestros Romanos, de que asi los ignorantes del griego como los inteligen- tes crean que han hallado algin auxilio para la filo- sofia y la elocuencia (1). Y asi, aprende en hora buena del principe de los fildsofos de esta edad, y aprende todo ei tiempo que fuere tu voluntad, que deberé ser mientras no te pese de lo que vayas aprovechando; mas leyendo mis es- critos, en que no me aparto mucho del modo de per- sar de los peripatéticos, pues queremos ser entrambos 4 un mismo tiempo platénicos y socraticos (2), en cuanto 4 la opinidn de las cosas sigue tu juicio, no me opongo 4 eso; pero lo que es el estilo latino, enrique- ceras mas el tuyo con la leccién de mis obras. Y no quisiera que me atribuyeran 4 vanidad esta expre- sién, porque concediendo como concedo & muchos la ciencia de filosofar, en cuanto 4 formar un discurso con propiedad, elegancia y claridad, que es el oficio propio de un orador, me parece que tengo justos de- (1) Fué Cicerén el primero que hizo traducciones completas de los autores griegos, facilitando asi & los Romanos la inteligencia de aquella lengua. (2) Asi vosotros, que sois peripatéticos, como nosotros los aca- démicos, seguimos el sistema de Sécrates y de Platén. Porque Socrates, que fué como el padre de los filésofos, enseiié & Platon; Platon & Aristételes, cabeza de los peripatéticos, y 4 Xendcrates, de los académicos antiguos. Asi los académicos antiguos eran los mismos que los peripatéticos, como dice en el cap.iv del lib. 1. LOS OFICIOS.-LIBRO 1 ¥ rechos para apropidrmelo, como fruto de un estudio en que llevo empleada Ja mayor parte de mi vida, Por lo cual te exhorto muy de veras, Cicerén mfo, & que leas con cuidado, no sdélo mis oraciones, sino también estos libros de filosofia, que casi se igualan ya con ellas en el volumen; porque si bien aquéllag estan escritas con mayor fuerza y valentia de estilo, pero también ha de cultivarse este modo de hablar mis igual y templado. Yo no tengo ciertamente noti- cia que de los Griegos se ejercitase ninguno en los dos géneros de estilo, cultivando 4 un mismo tiempo aquel que corresponde al foro, y éste més moderado, que es propio de la disputa; si ya no es que se haya de contar en este numero 4 Demetrio Faléreo, sutil en la disputa, y orador, no del mayor espiritu, aunque suave, de modo que se le conoce desde luego Ia escuela de Teo- frasto. Por lo que 4 mi toca, otros podran juzgar cudnto haya aprovechado en uno y otro; lo cierto es que uno y otro he procurado cultivar. Bien creo que si Platén hubiera querido ejercitar también el estilo propio del foro, lo hubiera hecho con afluencia y dignidad; é igualmente Deméstenes hubiera ejercitado este otro estilo con adorno y magnificencia, si hubiera querido conservar y escribir lo que aprendié de Platén: el mismo juicio hago de Aristételes y de Isdécrates, los cuales, levados cada uno de su respectiva facultad, xo se aplicaron 4 otra alguna, 4 MARCO TULIO CICERON. CAPITULO IL. A cudnto se extiende el tratado de las obligaciones, y qué fildsofos pueden tratar bien de elias. Habiendo, pues, determinado escribir ahora alguna obra para tu instruccién, y otras muchas en adelante, me pareci6 comenzar principalmente por un asunto que fuese el més 4 propésito para tus afios y mas co- rrespondiente 4 mi autoridad. Porque entre muchas cosas titiles y graves que hay en la filosofia, tratadas por los fildsofos muy copiosamente y con gran cui- dado, son, 4 mi juicio de muchisima mas extensién los preceptos que han escrito y ensefiado acerca de las obligaciones (1). En efecto, ninguna parte de la vida, ya se trate de los negocios publicos, ya de los particu- lares, 6 de los civiles, 6 domésticos, 6 propios, 6 de contratos ajenos, puede estar exenta de alguna obli- gacién; en cuyo cumplimiento consiste toda la ho- nestidad de la vida, y en su omisién la torpeza. Y¥ es constante que este tratado es comin 4 todos los fild- sofos (2). Porque jquién sera tan atrevido que se atri- buya este nombre sin dar algunos preceptos sobre las obligaciones? Pero hay algunas sectas que, segtn los fines que se proponen del bien y el mal, las desfigu- (1) Primera razén que movié 4 Cicerén 4 escribir estos libros. Porque la materia de ellos se extiende 4 toda la vida y & todas las acciones y estados de ella. (2) Segunda razén. Porque aunque este tratado es comin a todos los filésofos, no todos en realidad pueden enseiiar bien las obligaciones, LOS OFICIOS.—LIBRO 1 5 ran en un todo (1). Porque los que constituyen el sumo bien en cosas que no tienen relacién alguna con Ja virtud, y le miden por sus propias utilidades y no con la regla de la honestidad, éstos, si van siempre con- formes con sus principios y no se dejan convencer alguna vez de la bondad de la naturaleza, no pueden cultivar ni la amistad, ni la justicia, ni la liberali- dad (2): y por la misma razén no puede hallarse de ningfin modo un hombre fuerte que tenga al dolor por el mayor de los males, ni tampoco un moderado que constituya en los deleites el sumo bien. Las cua- les cosas, aunque son tan claras y obvias que no ne- cesitan de ilustracién alguna, con todo yo las he exae minado en otra parte (3). Estas sectas, pues, si quieren sostener constante- mente sus principios, no pueden jamés hablar palabra sobre las obligaciones: ni pueden ensefiarse acerca de este asunto unos principios bien fundados, sdlidos y conformes 4 la naturaleza (4), sino por aquellos que afirmen ser esta honestidad el nico bien que debe desearse (5), 6 por los que sostengan debe mirarse {1) Es & saber, los epicireos, que determinan el mal por él do= lor, y el bien por el deleite, perturban y corrompen los oficios. {2) Porque los que miden el:sumo bien por su propia conve= niencia, sdlo se aman 4&si mismos; y asi, en ofreciéndoseles al- guna incomodidad por guardar las obligaciones de amistéd, jus- ticia, etc., faltaran 4 ellas por no faltar 4 su comodidad. (3) En los libros de Finibus, y en el rv de las Cuestiones Tus- culanas. (4) Se entiende derivados de la fuente dela naturaleza; porque todas las obligaciones nacen de principios naturales, como expli- car& después. (5) Los estoicos admiten sélo la honestidad desnuda, y ésta di- cen que se debe buscar solamente. Los académicos y peripatéti- cos dicen que principalmente, y después de ella otros bienes que sean como instrumentos y apoyos de aque! primero. 6 MARCO TULIO CICERON. como el bien mis principal. Precepto que es soit mente propio de los estoicos, académicos y peripate- ticos; porque las opiniones de Aristén, Pirrén y Herile ha mucho tiempo ya que son excluidas vergonzosa. mente (1). Los cuales merecerian tener algfin derecho de hablar en la materia, si hubieran dejado en las co- sas algtin lugar de distincién que pudiera conducirnos al conocimiento de las obligaciones. ¥ asi seguiré al presente en este tratado 4 los estoicos principalmente, no como intérprete 6 simple traductor de ellos, sino que, como acostumbro, sacaré de sus fuentes, segin mijuicio y discernimiento, lo mejor que hallare y del modo que me parezca mas conveniente. CAPITULO IIL ODivisién de {08 oficlos y los motives de deliberacién acerca de Ia eleoclin de ellos. Supuesto, pues, que toda nuestra obra se reduce & tratar de las obligaciones, me parece conveniente proponer primero su definicién (2), cosa de que me admiro se olvidase Panecio; porque cualquier discurso que se emprende razonadamente, debe comenzar por @) Estos filésofos quitaban toda diferencia entre lo verdadero y 1o falso, entre lo bueno y lo malo; y asi no daban jugar & ls elec- cién en que consisten los oficios. (2) No habla Cicerén de una definicién exacta 6 esencial, como dicen los légicos vulgares, sino de una descripeién que sea bas- tante para quitar las ambigtedades del nombre; que nada més ae requiere en los principios de los tratados. Algunos han criticado 4 Cicerén por no haber definido el oficio por el género y Ja diferencia, LOS OFICIOS.—LIBRO ¥. q la definiciéh de aquello que se trata, para que se tenga una idea clara de la materia sobre que sc va 4 hablar. Todo el tratado de las obligaciones se puede reducir 4 dos puntos principales; el primero es el que pertenece al sumo bien (1), y el segundo 4 los preceptos 4 que debe conformarse en todas sus partes la conducta de nuestra vida (2). Del primer punto son los ejemplos siguientes: si todas las obligaciones son perfectas, si hay grados en ellas, y otros semejantes. Por lo que toca 4 los preceptos que se prescriben sobre las obli- gaciones, aunque naturalmente pertenezcan al sumo bien, con todo no se percibe bastantemente esta rela- cidén, porque parece que corresponden mas 4 la infor- maci6n de la vida comin; y de estos tales preceptos es de los que en estos libros habemos de tratar. Hay ademas otra divisién de las obligaciones, que Jas distingue Namando 4 unas medias y 4 otras per- fectas. Soy de sentir que 4 estas que los Griegos lla- man xardépQwy2, las nombremos nosotros rectas, y co» munes élas que llaman ellos xa6%xov, y las definen diciendo que las rectas son perfectas, y aman me- dias 4 las acciones de cuya ejecucién se puede dar una raz6n probable. Tres son, pues, los capitulos & que, segfin la opinién de Panecio, se reduce el examen de lo que se vad hacer. Porque, en primer lugar, dudan los hombres si lo que es objeto de su deliberacién es honesto 6 torpe; en cuya reflexién se dividen muchas veces en parece- res diversos y contrarios. Ademds se examina y con- sidera si la cosa de que se trata seré conducente 4 las comodidades y delicias de la vida, 4 las facultades y (1) Primera parte de 1a divisién propueste, en que se trata del fin Hltimo, que se lama sumo bien. (2) Segunda parte, que se reflere 4 la prictica; esto es, cOmo se ga de arreglar la manera de vivir y las costumbres. 8 _ MARCO TULIO GICERSN. r {uezas, 4 los honores y al poder con que puedan los hombres socorrerse 4 si y 41los suyos; la cual delibe- racién se propone Unicamente por objeto la utilidad. La tercera es cuando aquello que se presenta como itil parece que repugna con la honestidad. Porque entre los impulsos de la utilidad y los de la virtud esti neutral é irresoluto el 4nimo, y no acierta 4 qué inclinarse. En esta divisién, siendo un grandisimo defecto dejarse en las divisiones alguna circunstan- cia, se han omitido dos; porque no solamente suele dudarse si lo que se va 4 ejecutar es honesto 6 torpe, sino tarhbién entre dos cosas honestas, cudél es mas honesta; y lo mismo de dos ttiles, cual es mas util. De modo que parece se debe distribuir en cinco partes (1) lo que juzgé Panecio que estaba bien dividido en tres solamente. Lo primero, pues, hemos de tratar de lo ho- nesto, pero segtin estos dos respectos; después, de Jo itil, con la misma divisién, y altimamente de la com- paracién de lo atil con lo honesto. CAP{TULO IV. Cuidado de conservarse, comin 4 todes fos animales; amcr de la'verdad y de! orden, propio del hombre. En primer lugar, todos los animales han recibido de la naturaleza el instinto (2) de conservar su vida y (1) Deben ser cinco las partes da esta divisién. Primera, si ¢3 honesto 6 torpe; segunda, si es util 6 inttil; tercera, de dos cosas honestas, cuél es més honesta; cuarta, de dos atiles, cudl es la mas Util; quinta, si lo honesto se ha de preforir 4 lo titil, 6 lo util 610 honesto, 2) Todala doctrina de ests capitulo est casi con las mismas, LOS OFICIOS.—-LIBRO 1, 9 €o cuerpo, de huir todo lo que les puede ser perjudi- cial, de buscar y prevenir lo necesario para mante- nerse, como el sustento, el cubierto y otras cosas se- mejantes. También ha inspirado 4 todos el apetito, cuyo objeto es la propagacién, y un cierto cuidado con los frutos de este instinto. Pero hay esta gran di- ferencia entre el hombre y la bestia (1): que ésta, no teniendo otra cosa que el sentido, se acomoda 4 solo aquello que se le pone delante con muy corto senti- miento de lo pasado y futuzo. Mas el hombre, que par- ticipa de las luces de la razén, por Ja cual conoce las causas de las cosas y sus consecuencias, no se le ocultan sus progresos ni antecedentes; compara los semejantes, y une 4 las cosas presentes las futuras; registra fécilmente todo el curso de la vida, y previe- ne lo necesario para pasarla. La misma naturaleza por medio de 1a luz de Ja ra- z6n concilia unos hombres con otros (2), asi para el habla reciproca como para la vida sociable, y engen- dra principalmente un amor especial para con los hi- jos, obligandonos 4 desear que haya unién y sociedad entre los hombres, y 4 poder ser participantes de la misma sociedad, y también 4 que por esto procure- palabras en el cap. xtv del lib. 1 de Fintbus, Para mostrar que todos los oficios tienen su principio en la naturaleza, advierte que todo animal vive por naturaleza, y que toio cuanto hace, 6 por su conservacion 6 por la propagacién de su especie, lo hace por ape- tito dado por la naturaleza. . (1) La bestia sdlo siente; el hombre siente y entiende; en ella hay alma; en el hombre alma y Animo, esto es, entendimiento y razon, conforme 6 la cual obra; y porque la razén en el hombre eg también por naturaleza, las obligaciones que de aquélla provie- nen han de ser conformes 4 la naturaleza. (2) Primero consider6 al hombre como animal, después coma racional, y ahora como sociable; y de aqui nacen las primeras ge« Wilias de la honestidad que pertenecen 4 la justicia, %” MARCO TULIO CICERON. ‘ mos apercibirnos de lo necesario para el sustento y porte no sélo de nosotros, sino también de nucstras mujeres, nuestros hijos y de todos aquellos 4 quienes amamos y debemos proteger; cuya solicitud levanta los 4nimos y los habilita mas para la administraci6n de los negocios. Especialmente es propia del hombre la averigua- cidn de la verdad (1); y asi cuando nos hallamos des- ocupados de los cuidados y negocios precisos, desea- mos ver, oir y aprender alguna cosa, y juzgamos que contribuye muchisimo para vivir dichosos el conoci- miento de lo mas oculto y admirable; de donde se colige que lo verdadero, simple y sincero es lo mas conforme 4 la naturaleza del hombre. A este modo de averiguar la verdad va unido cierto deseo de indepen- dencia (2); de forma que 4 nadie se sujeta voluntaria- mente un énimo bien formado por naturaleza, sino 4 quien le instruye 6 le ensefia 6 le manda con justos y legitimos derechos por su utilidad; de lo cual resulta la grandeza del 4nimo y el desprecio de los aconteci- mientos humanos (3). No es tampoco pequefio efecto de la fuerza de nues- tra naturaleza y de la razén, que sdélo el hombre, entre todos los animales, es capaz de conocer el or- den (4), el decoro y aquetla regla y medida que debe U) Siguese la prudencia. Dice que es uncuidado muy propio del hombre la investigacién de la verdad; lo cual prueba por la curiosidad de ver, oir y aprender. (2) Enestas palabras se sefiala la fortaleza, que también pro- viene de la razén. (3) Por lo regular une siempre Cicerén la grandeza de snimo con el desprecio de los acontecimientos humanos, que és la sefial primera y la principal de un énimo fuerte, (4) También es propio del hombre, y concedido 4 61 solo por ka yazon, el conocer lo que conviene y es decente en as palabras. on las acciones, lo cual pertenece 4 la templanza, LOS OFICIOS.—LIBRO ft. ul guardarse en las palabras y en las obras. Asi, aun de aquellos mismos objetos que se perciben por la vista, él solo conoce Ia hermosura, proporcién y conformi- dad de sus partes; y pasando esta imagen la misma naturaleza y Ja razén desde los ojos al alma, concibe mucho mejor (1) con cudnto decoro, constancia y orden habemos de dirigir nuestras obras é intencio- nes; y nos ensefia 4 precavernos de lo indecoroso y afeminado, y contra todo desorden en nuestras obras y opiniones. De lo cual resulta y se compone 1a ho- nestidad (2) que buscamos, la cual, aunque no sea algunas veces la cosa mds alabada, es no obstante siempre virtud (cuya estima es independiente de la opinién comin), y 4 la que tenemos por digna de alabanza por su naturaleza, aunque ninguno la ala- bara. CAPITULO V Cuatro principios de la honestidad:: prudencia, justieta, fortaleza y templanza. Ya tienes delante, hijo mio Marco, la imagen y, por decirlo asf, el semblante de Ja virtud, que si pudiera (1) Aquelia conveniencia que percibe el hombre en los objetos externos, la pasa al dnimo, que debe conocer y observar mucho mejor lo que es decente! de donde proviene la recta razon de pen- sar, de hablar y de obrar conforme 4 las cosas, &los tiempos y & los lugares. (2) Del cuidado de la sociedad, de la recta investigacién de la verdad, del deseo racional de sobresalir, del orden y moderacién en todos los dichos y hechos: esto es, de la justicia, prudencia, fortaleza y templanza, resulte la honestidad, y de ésta la obligne cidn. 12 MARCO TULIO CICERON. verse con los ojos, enamoraria 4 todos maravillosa- mente de si misma, como dice Platén. Mas todo lo que es honesto ha de proceder de alguna de estas cuatro partes. Porque, 6 consiste en la investigacion y conocimiento de la verdad, 6 en la conservacién de ia sociedad humana, en dar 4 cada.uno lo que es suyo, y en la fidelidad de los contratos, 6 en Ja gran-~ deza y firmeza de un énimo excelso é invencible, 6en el orden y medida de todo cuanto se dice y hace, en que se comprende la moderacién y templanza. Estas cuatro partes, aunque estan unidas y enlaza- das entre si (1) con una mutua dependencia, con todo, cada una deellas produce ciertas clases de obli- gaciones particulares. Por ejemplo, de la primera, en que colocamos la prudencia y sabiduria, nace Ja in- dagacién y descubrimiento de la verdad; y éste es el oficio propio de esta virtud. Porque el hombre que con mas claridad percibe la pura é ingenua verdad de cada objeto, el que penetra y explica con mas agu- deza y prontitud las razones, es el que se reputa por el mis sabio y prudente. Por lo cual el objeto de esta virtud y la materia, digdmoslo asi, que ha de tratar y en que ha de ejercitarse, es la verdad (2). Las otras tres tienen por objeto las necesidades de buscar y conservar aquellas cosas en que consiste el i) Es opinion comin de todos los filésofos que las virtudes tienen entro si tal enlace, que no se puede tener una si no se tie- nen todas; y algunos dicen que no hay m4s que una virtud con varios nombres, como Plutarco de Viré, morali. @) Lapradencia consiste en el conocimiento de las cosas; la Justicia, fortaleza y templanza, en la accién. Porque la prudencia toira al conocimiento de la verdad, la justicia 4 1a conservacién de le sociedad, la fortaleza 41a grandeza de animo en el obrar, y Ja templanza al orden, moderaciéa y constancia de todo cuanto ge trata en la vida. : LOS OFICIOS.—LIBRO I. iS arreglo de todas nuestras operaciones, como son: mantener la unién y sociedad entre los hombres; el que resplandezca la grandeza y excelencia del 4nimo, asi en aumentar las facultades y adquirir provechos para si y para los suyos, como principalmente en des- preciarlos; y al orden, 4 la moderacién y constancia y otras semejantes pertenecen aquellos actos exte- riores que no son sélo de pura especulacién, sino que juntamente requieren alguna practica. De forma que guardando este orden y regla en la conducta de nuestra vida, conservaremos la honestidad y el de- coro. CAPITULO VI. €1 deseo de saber es natural al hombre: dos defectos que en él se han de precaver. De los cuatro principios en que hemos dividido Ia naturaleza y esencia de lo honesto, el primero, que consiste en el conocimiento de la verdad (1), es el mas natural al hombre. Porque 4 todos nos arrebata y nos dejamos llevar todos del deseo de saber, en lo cual tenemos por honroso sobresalir; y al contrario, tropezar, no saber, errar y ser engaiiados, lo tenemos por vergonzoso y malo. Pero en esta curios.dad, tan natural y noble, se han de evitar dos escollos: uno, el {i) Esta primera parte es de mucha extensién, porque no sélo abraza la ciencia de desear unas cosas y huir otras, que es }o que propiamente se llama prodencia, sino absolutamente comprende todo el conocimiento de la verdad; y asi Cenén tomaba la palabra prudencia por la sabiduria, como escribe Pluterco de Virt. mo- vali. 14 MARCO TULIO CICERON. tener lo incierto por averiguado y asentir & ello te- merariamente; vicio que para evitarle el que Io dese (aunque todos deben tener este deseo) es necesario que gaste tiempo y cuidado en considerar las cosas El otro defecto es, que muchos emplean demasiado estudio y trabajo en cosas dificiles, de mucha oscuri- dad y de poca importancia. Huidos estos dos vicios, toda la diligencia y cuidado que se dediquen 4 cosas honestas y dignas de saberse, merece con raz6n ala- banza; como hemos ofdo de la aplicacién de Cayo Sul- picio 4 la astrologia, y vimos 4 Sexto Pompeyo en la geometria, 4 otros en Ia dialéctica, y mas en el dere- cho civil; artes todas que tienen por objeto la averi- guacién de la verdad. Mas no se cumple con la obli- gacidn, si por el estudio de ellas nos apartamos de nuestros negocios 6 los piblicos, 6 los abandonamos. Porque toda la alabanza de la virtud consiste en la accién, la cual, no obstante, se interrumpe muchas veces (1), y hay sus tiempos de volvernos 4 los estu- dios; fuera de que, sin trabajo exterior, podemos estar ocupados en estudios de conocimientos ttiles sdlo con la agitacién y contemplaciéa del animo, cuyos movi- mientos estan empleados siempre (2) 6 en deliberacio- nes sobre asuntos honestos pertenecientes 4 1a bondad y felicidad de la vida, 6 en estudios de ciencias y co- nocimientos. Mas baste lo dicho acerca de la primera fuente de las obligaciones. (1) Nose desaprueba alguna intermisién de 1a accion para vole verse & los estudios, como recreo y diversion del 4n'mo. (2) Dos maneras de pensar: Ia primera, consultar y deliberar sobre la obligacién, esto es, en le eleccion entre los bienes y los males; la otra se refiere 41a cienzia y conocimiento: la primera se llama prudencia; la segunda, sabiduria; pero ambas pertenecen 4 la misma parte de la honestidad, y se toman aqui por una misng virtud, CAPITULO VII. Extensin de la justicia; dos obligaciones de esta virtud, dos especies de injusticia, y sus causas. De las etras tres virtudes, Ja de mds extensién e3 aquella que tiene por objeto la sociedad, 6, por decirlo asi, la comunidad de Jos hombres y de la vida. Esta tiene dos partes: la justicia, en que brilla el mayor esplendor de esta virtud y que da nombre 4 los hom- bres de bien; y la beneficencia, que es inseparable de ella, 4 la que podemos llamar también largueza 6 li- beralidad. La primera obligacién de la justicia es no hacer mal 4 nadie, si no que seamos provocados (1) con alguna injuria; y la segunda, usar de los bienes comunes como comunes, y como propios de los nues~ tros en particular. Pero no hay cosa alguna particular por naturaleza, sino 6 por antiguo establecimiento, como los que en otro tiempo se entraron en tierra sin duefio; 6 por conquistas, como los que se apoderaron de ellas por la guerra; 6 por leyes, pactos, condiciones 6 suertes; de donde viene que Ja regién de Arpinas pertenece los Arpinates, y la de Tasculi 4 los Tusculanos. El mismo principio tiene 1a demarcacién de Jas posesio- - nes particulares. Y asi, pues que cada uno tiene sus (1) Esto entendido & la letra nos lo probibe la maxima del Evangelio, que n08 manda amar 4 nuestros enemigos, y hacer Dien 4103 que nos hacen mal; pero por muchos lugares de esta obra, se entenderé que habla Cicerén de la justa defensa, y no de Ja venganza. : 16 MARCO TULIO CICERON. efectos propios en los que antes eran comunes, man- tengan por si todos lo que les cupo; de lo cual el que intentara usurpar algo para si, quebrantaria las leyea de la sociedad humana. Mas por cuanto (segin dijo muy bien Platén) no hemos nacido para nosotros Gnicamente (1), sino que una parte de nuestro nacimiento debemos 4 nuestra patria, otra 4 nuestros padres y otra 4 los amigos; y, segan asientan los estoicos, todo cuanto produce la tierra fué criado para el uso de los hombre, y los hom- bres para los hombres, de forma que puedan servirse de provecho 4 si y 4 los demas; en esto debemos se- guir por maestra & la naturaleza, promover Ja utili- dad comin con el mutuo comercio de las obligacio- nes, asi en el dar como en el recibir, y estrechar esta sociedad unida por Ja naturaleza con toda nuestra in- austria, nuestro trabajo y facultades. El fundamento de Ja justicia es Ja fidelidad (2); esto es, la firmeza y veracidad en las palabras y contratos; y es muy verosimil (toméndonos el atrevimiento de imitar 4 los estoicos, que son escrupulosos indagado- res del origen de las palabras, aunque 4 otros parezca afectacién) que tomase su nombre de la palabra iat. porque Ja fidelidad consiste en hacer lo que se ha pro- metido. En cuanto 4 la injusticia, ésta es de dos gé- neros (3): uno, de los que hacen la injuria, y otro, da ——————— Q) Pertenece al oficio, y como 4 Ja tercera parte de la justicia, el mirar por la utilidad comin, por la natural unién que et In m- Dre tiene coa el hombre. (2) Define 4 le fidelidad, primero por la obligaci6n que de ella nace, y después por la etimologia de la palabra, & manera de los estoicos. (8) Habla de la injusticia para explicar cosas contrarias con otras contrarias. Hay, pues, dos géneros de injusticia; porque no polo obra injustamente el que injuria & otro, sino también el que,

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