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4 Vida Cotidiana _ &§ Asi vivian los romanos g ‘a J. Espinds-P. Mara D. Sanchez-M. Vilar Coleccién: Biblioteca Basica de Historia (Vida Cotidiana) Disefio y maquetacién: Narcis Fernandez Dibujos: José Luis L. Saura Carlos Alvarez Galindo Supervision de estilo: Angeles Navarro Guzman Coordinacién editorial: Juan Diego Pérez Gonzalez Enrique Posse Coordinacién Cientifica: Joaquim Prats (Catedratico de Instituto y Profe- sor de Historia de la Universidad de Barcelona) Queda prohibida la reproduccién total o parcial de la presente obra bajo cualquiera de sus formas, grdficas o audiovisuales, sin la autorizacién previa y escrita del editor, excepto citas en revistas, diarios 0 libros, siempre que se mencione la procedencia de las mismas. © Josefa Espinds, Pascual Masid, Dolores Sanchez y Mercedes Vilar. © 1987, de la edicién espafiola, E. G. Anaya Villafranca, 22. 28028 Madrid LS.B.N.: 84-7525-449-7 Depésito legal: M-38343-1987 Impreso por: ORYMU, S. A. C/Ruiz de Alda, 1 Poligono de la Estacién. PINTO (Madrid) Impreso en Espafia - Printed in Spain Contenido éQuienes fueron los romanos? 4 1 Del nacimiento a la vida adulta 10 2 El urbanismo y la vivienda 24 3 Los ingenieros romanos 34 4 El vestido y el peinado 44 5 Creencias religiosas y supersticiones 50 6 Pany circo 62 7 Deportes y pasatiempos 72 8 Banquetes y annona 76 9 Trabajo y esclavitud 84 Glosario 92 Indice alfabético 94 Bibliografia éQuiénes fueron los romanos? Segtin la tradicién y la leyenda, Roma fue funda- da en el afio 753 a.C. En su origen, fue una al- dea de pastores provenientes de los Montes Al- banos y Sabinos, asentada sobre el Palatino y a orillas del rio Tiber. A lo largo del siglo VI a.C., los etruscos, pueblo singular del norte, cuyos ori- genes atin no han sido del todo descifrados, hi- cieron de esta aldea una auténtica ciudad, con sus calles, plazas, mercados, tiendas, templos y edificios publicos. Poco a poco, durante el periodo en el que los libros de Historia sdlo nos hablan de Atenas, Pe- ricles y de Alejandro Magno, Roma fue convir- tiéndose en una poderosa ciudad-estado, fun- diendo sus raices autéctonas con las de los etruscos, e incorporando a través de ellos los elementos basicos de la civilizacién griega. Sin darnos cuenta, encontramos a los roma- nos luchando en el siglo Ill a.C. contra los car- taginenses, contra Asdrtbal y Anibal, que inten- taron conseguir la hegemonia del Mediterraneo occidental, y que incluso, a lomos de elefantes, intentaron dominar Roma, atravesando los Al- pes, por el Norte de la peninsula Itdlica. A lo largo de estos siglos remotos, Roma se constituy6 en un estado fuerte; dejé de ser una ciudad-estado, a la manera griega u oriental, y se perfil6 como una potencia militar, colonial y politica, con aportaciones a la civilizaci6n de enorme trascendencia para la Historia occiden- tal: la organizacién politica, el concepto de ciu- dadanfa, el Derecho, la organizacién militar, su religién cfvica, simétrica de la griega (los mismos dioses con distintos nombres...) la planificacién urbana y las obras publicas —acueductos, vias de comunicacién, presas, puentes, etc.— y una aficién especial por la Historia. Historiadores griegos y romanos (Diodoro Siculo, Diodoro de Halicarnaso, Tito Livio, Catén el Viejo, Polibio, Julio César, Tacito, Salustio) nos narran una y otra vez la Historia de Roma, de la Republica, del Imperio y de sus leyendas de fundaci6én. Sin embargo, dilucidar cuales son los elementos his- téricos, cudles son simplemente legendarios o meras justificaciones patridticas es una tarea que no ha sido resuelta del todo. La fundacién de Roma: Rémulo y Remo EI historiador Tito Livio narra la leyenda de la fundacién de Roma, intentando entroncar sus origenes con Eneas, héroe troyano. Seguin Tito Livio, en el siglo Vill a.C. reinaba en Alba Longa, ciudad del Lacio fundada por un descendiente de Eneas, el rey Numitor. Su her- mano, llevado por la ambicién, lo expulsé del tro- no y consagré a la hija de Numitor al culto de la diosa Vesta. Pero Marte se enamoré de ella, y de su unién nacieron los gemelos Rémulo y Seguin la leyenda, Romulo y Remo, fundadores de Roma, fueron ama- mantados por una loba (la «loba capi- tolina»). Un escul- tor etrusco repre- senté asi a la loba en el siglo via. C. Arriba, una mone- da romana acufia- da en el 220 a.C. Segiin la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rémulo y Remo. En el 509, los ro- manos se liberaron de los etruscos y constituyeron la Repablica. En el 264 a.C. su expan- sién comercial les enfrenté con los cartagineses, a los que derrotaron tras afios de lucha. En el 59 a.C., Ce- sar conquista las Galias, y en el 44 se convierte en dictador y es asesi- nado. El Imperio comienza en el 27 a.C., con Augusto; dura hasta el siglo vi a.C., en que el Imperio Romano de Occidente se derrumba. El de Oriente, sin em- bargo, se mantuvo hasta la conquista de Constantinopla por los turcos, en el siglo xv. y Remo. El nuevo rey se asusté y ordené que los arrojaran al rio Tiber; sin embargo, un servi- dor se apiadé de ellos y los deposité en un ces- to que floté sobre el rio, hasta llegar a una orilla. Alli los encontré una loba, que los crié6 amaman- tandolos. Cuando los gemelos fueron mayores, se enfrentaron al emperador y restituyeron el trono a su abuelo Numitor. Ellos se instalaron en una colina, cerca del lugar donde fueron ali- mentados por la loba, y la rodearon con un muro de piedra. Asi cuenta la leyenda los comienzos de la ciudad de Roma. éCuando vivieron? Tradicionalmente, se viene distinguiendo en la Historia de Roma tres grandes perfodos: Monar- quia, Reptblica e Imperio. La Monarquia. Se extiende desde el siglo VII a.C. hasta el afio 509 a.C.; es la época del sur- gimiento del Estado romano y la creacién de un nuevo sistema politico. La Republica. Desde el afio 509 a.C. al afio 30 a.C. (muerte de Marco Antonio); época de creacién de la unidad itdlica y expansié6n del Es- tado romano por el Mediterraneo. El Imperio. Desde el afio 30 a.C al afio 476 d.C. (afio de la caida de Roma a manos de los bdrbaros). Este periodo se suele subdividir en tres etapas: e Principado o Alto Imperio. ¢ Crisis del siglo Ill. e Bajo Imperio. Las formas de vida descritas en este libro co- rresponden a un perfodo largo, a caballo entre la Republica y el Imperio: los tres siglos ultimos de la Republica y los tres siglos primeros del Im- perio. A partir de entonces, las costumbres y las mentalidades de los distintos grupos sociales em- pezaron a cambiar paulatinamente. INSTITUCIONES POLITICAS ROMANAS IMPERIO REPUBLICA CONSULES prema} > looder su : PRETORES: Fisco EDILES CURULES ratifican FUNCIONARIOS | evercito CURIAS [ratus CENTURIAS | russe i | CENTURIAS | eae eee ae PROVINCIAS PUEBLO PROVINCIAS PUEBLO ROMANO SENATORIALES || ROMANO IMPERIALES (bajo procénsules) i (bajo legados) a inani | ae 75 B.Cappa Asia Ae y A, EL IMPERIO ROMANO. (maxima espansi6n con Trajano) NY ro} El Imperio Roma- no fue un gran cuerpo cuyas célu- las eran las ciuda- des. Gracias a sus érganos de poder local éstas goza- ban de una gran autonomia. La pri- mera entre ellas, la gran metrépoli, era Roma, que pudo tener hasta un millén de habi- tantes en los mo- mentos de mayor esplendor. Junto a ella, las ciudades mas importantes fueron Cartago, Alejandria, Antio- quia y Efeso. Una amplia red de cal- zadas unia el tejido urbano, facilitando el contacto entre Roma y el resto de las poblaciones. La vida urbana cons- tituy6 la base de la répida romaniza- cién del Imperio. En esta imagen de Roma destaca el Tiber, en primer término. En el cen- tro se ve el Gran Circo (Circo Maxi- mo) y al fondo a la derecha, el Coli- seo o Amphitea- trum Flavium (ya que fue construido por la familia de los Flavios); cerca de él, el Foro. So- bre todo, en esta maqueta destaca el trazado urbanis- tico de la ciudad. Del nacimiento a la vida adulta Al nacer, el nifio, o la nifia, era colocado a los pies del padre. Si éste lo levantaba y lo cogia a sus brazos, manifestaba que lo reconocia como hijo y se comprometfa a su crianza y educaci6n. Pero si el padre consideraba que ya tenia dema- siados hijos o que carecfa de medios para criar- lo, era libre de exponerlo. Como se ve, la familia romana no se parecia mucho al modelo de familia de nuestro tiempo. En primer lugar, los padres no tenfan la obliga- cién, ni moral ni jurfdica, de aceptar todos los hi- jos nacidos del matrimonio. La exposicién de los nifios recién nacidos, es decir, su abandono pt- blico para que fueran adoptados por otras fami- lias, constitufa una prdactica habitual y legal, tan- to en las familias pobres como en las ricas, pa- tricias o plebeyas. El abandono de nifios legiti- mos estaba motivado por la miseria, en el caso de unos, y por la politica patrimonial, en el caso de otros; era una manera de evitar la excesiva parcelacién de las herencias. En Roma, delante del templo de la Pietas, es- taba la llamada columna lactaria; a su pie eran depositados Ios bebés_abandonados, que habi- tualmente eran recogidos (si lo eran) por perso- nas cuyo tinico fin era explotarlos como escla- vos, mendigos o prostitutas si eran nifias. Los ni- fios deformes.o inttiles, o los simplemente dé- biles, eran eliminados. El propio Cicerén, en uno de sus escritos dice: «Sea muerto en seguida el nifio deforme, segtin disponen las XII Tablas.» El adoptado tomaba el apellido del nuevo pa- dre. El infanticidio del hijo de una esclava tam- bién era admitido como normal y la decisién de aceptarlo 0 no corresponde al amo de la esclava. En Roma un ciudadano no tenja un hijo, lite- ralmente lo cogfa, lo levantaba (tollere). El jefe de familia decidfa aceptarlo 0 no. Unicamente, con el transcurrir de los siglos, y gracias a la ex- pansién de la nueva moral estoica, que abrirfa el paso a la cristiana, esta practica se convirtié en ilegal, y hasta que eso ocurrid, durante una épo- ca, fue objeto de condena o reprobacién moral, pero no legal. Los nifios expuestos era raro que sobrevivie- sen, y, a veces, la exposicién no era sino un si- mulacro, para encubrir que la madre lo habia confiado ya a unos vecinos, o a algtin liberto, para que lo criase y lo educase. La esposa del emperador Vespasiano tuvo este origen. Las familias romanas parecen no haber sido muy prolificas. La ley establecfa un privilegio a los nobles que tenfan tres hijos, lo cual era sin- tomatico de un numero ideal de vdstagos. Pare- ce que se practicaba un cierto control de nata- lidad, sin demasiadas restriciones morales y sin prohibiciones legales. La via para ampliar la familia no era unicamen- te tener hijos en «justas bodas», segtin la expre- sién romana. Habfa dos maneras de tener hijos: engendrarlos y adoptarlos. La adopcién era un método para evitar que una familia careciese de descendencia y también era una manera de ad- Arriba, un nifio aprendiendo a ca- minar con un taca- taca. En las casas ricas, los nifios eran enviados al campo, con su no- driza y el pedago- go, para que se educasen en un ambiente sano. En la base, nifios ju- gando. Los nifios romanos de fami- lias acomodadas disponian de abun- dantes juguetes, desde mufiecas y soldaditos con to- das sus armas y ar- maduras hasta aros, carros, etc. 12 Arriba, un juego infantil de todos los tiempos: a ca- ballito. Abajo, un médico examina el abdomen hincha- do de un nifio (ba- jorrelieve del Mu- seo Britanico). Roma heredé la tradici6n médica de Grecia. Los me- jores libros de me- dicina estaban es- critos en griego y los médicos grie- gos gozaban de una excelente re- putacién entre los romanos. El nime- ro de profesiona- les de la medicina era elevado; cada regién tenia sus médicos, y en las escuelas de gladia- dores habia uno que curaba las he- ridas y las enfer- medades, marcaba la dieta y regulaba el descanso. Gale- no, uno de los mé- dicos mas famosos de todos los tiem- pos, fue médico de gladiadores. quirir un estatus social. Para ser nombrado go- bernador de provincias, por ejemplo, habia que ser paterfamilias. El emperador Octavio fue hijo adoptivo y heredero de César. La educacién y la escuela EI recién nacido recibia el nombre a partir del dia octavo, si era nifio, y del noveno, si era nifia. Primero tomaba el praenomen (nombre de pila), luego el nomen (el de la familia) y por ultimo el cognomen (el de la gens). Desde el primer dia se le ponfan amuletos. Los primeros juguetes eran los sonajeros (crepitacula) a los que se- gufan otros de indole muy variada. La lactancia y los cuidados primeros eran confiados a una no- driza (nodrix), que solia convertirse en su segun- da madre. Hasta la pubertad, los nifios eran confiados a un pedagogo, llamado también nutritor o trop- heus. El nifio se dirigfa al padre, llamandole do- mine, pero se relacionaba mas con los domésti- cos, la nodriza y el pedagogo, que con sus pro- pios padres. La nodriza le ensefiaba a hablar (en las familias ricas solfa ser griega) y el pedagogo a leer. La escuela (schola) era una institucién reco- nocida. El calendario religioso marcaba los dias de descanso. Las clases se daban por las mafia- nas y a ellas acudian nifios y nifias; a los doce afios, se separaban. Sdlo los nifios, si eran de fa- milia rica, continuaban estudiando. Un gramma- ticus les ensefiaba los autores clasicos y la mi- tologia; algunas nifias tenian un preceptor que les ensefia los clasicos. Sin embargo, a los ca- torce afios la nifia era considerada ya una adul- ta (domina, kyria). Los nifios aprendian fundamentalmente reté- rica. En la parte griega del imperio, la escuela constitufa una sector de la vida ptblica. Tenia por marco la palaestra o el gymnasium. El cu- rriculo estaba compuesto por Lengua Materna (Griego), Homero, Retorica, Filosofia, Musica y Los utiles de escri- tura eran muy va- riados. Usaban el papiro y el perga- mino como noso- tros el papel, aun- que también escri- bian sobre tabletas enceradas y sobre marfil. Pero estos materiales eran muy caros, pesa- dos y dificiles de manejar. Hoy se consume més pa- pel en un dia que pergamino y papi- ro en varios afios en Roma. Al apren- dizaje de la escri- tura sélo tenian acceso unos po- cos, los mas pu- dientes. Arriba, ro- llos de papiro en un estuche. Abajo, tiles de escritura (punzones y tinte- ro) y un libro he- cho a base de ta- bletas de cera. 13 14 El pedagogo es un educador que acompaiia al nifio en todo momento; lo recibia de ma- nos de la nodrizaa partir de los siete afios y no le perdia de vista ni de dia ni de noche, vigilan- dole en los juegos, en las comidas, en el suefio... Com- pletaba la labor del maestro, ayudan- do al nifio en la preparaci6n de sus trabajos escolares. Los pedagogos so- lian proceder de Grecia. Su funcién terminaba al tomar el joven la toga vi- ril. Por otra parte, la ensefianza, al menos la primaria, se dirigia tanto a los nifios como a las nifias, sin sepa- racién (de los siete alos doce afios) de sexos. Arriba, una joven pompeyana reflexiona ante un libro, dandonos una imagen de la vida de las clases superiores. Deporte. Los griegos no aprendifan Latin, mien- tras que los romanos de la mitad occidental del Imperio aprendfan Latin y Griego y concedfan menor importancia al Deporte y la Mtsica. Sin embargo, y dado que la escuela era una institu- cién sufragada por el dinero de los ciudadanos que enviaban alli a sus hijos, una parte muy nu- merosa de la poblacién infantil estaba privada de ella. Los textos cldsicos ofrecen muchos ejem- plos de nifios que trabajaban a edades muy tem- pranas en oficios muy diversos y nada hace su- poner que asistieran a la escuela, a partir de los 12 ajfios. A los dieciséis 0 diecisiete afios los nifios «ri- cos» abandonaban la escuela y optaban por la carrera ptiblica (cursus honorum) o el ejército. No habia mayoria de edad legal, y dejaban de ser imptiberes cuando el padre o tutor les vestia con la toga virilis, es decir, con vestidos de hom- bre. Era frecuente que hasta el matrimonio, los jOvenes gozasen de una cierta indulgencia pater- na, se asociasen en los collegia juvenum, y prac- ticasen deportes, esgrima, caza y otras activida- des grupales. Para los j6venes romanos, puber- tad e iniciacién sexual eran prdcticamente sindé- nimos, mientras que para las jévenes, su virgini- dad tenia un cardcter casi sagrado. . Hasta que el padre no morfa, el hijo no podia convertirse en paterfamilias ni tener un patrimo- nio propio. Hasta ese momento, el padre le asig- naba un peculium y el hijo —o la hija si no esta- ba casada o divorciada— continuaba bajo su au- toridad (la famosa patria potestas). El padre po- dia incluso condenarlos a muerte en sentencia privada. Los tinicos romanos plenamente libres eran aquellos varones que, huérfanos de padre, podian constituirse en paterfamilias y tener un patrimonio propio. Las mujeres eran eternas me- nores, siempre bajo la tutela de algtin varén. Para la moral so- cial romana el ma- trimonio tenia como fin perpe- tuar la familia me- diante la procrea- cién de nuevos hi- jos. El paterfami- lias tomaba una mujer. para tener hijos, pero no esta- ba obligado a aceptar a todos los que le viniesen. El padre podia inclu- so impedir la con- cepcién y ordenar el aborto, que sélo era castigado si se practicaba a sus espaldas. Si el nifio nacia atin habia de pasar por otro tra- mite: ser recibido como hijo y no abandonado. Los solteros, por otra parte, eran mal vis- tos en Roma; se les consideraba per- sonas egoistas que no deseaban cola- borar en el bien coman, y se les aplicaban fuertes impuestos. 15 Los romanos te- nian por costum- bre dar marido a las hijas cuando estas eran adn muy jévenes, lo que imponia a las muchachas una vida retirada cuan- do lIlegaban a la edad adulta; en- tonces esperaban a que el padre les buscase un novio. La unién de los jé- venes dependia casi exclusivamen- te de los padres. Aqui la diosa Ve- nus ejerciendo funciones de pré- nuba. Arriba, me- dalla de Venus. EI matrimonio, El matrimonio en Roma era un acto privado que ningtin poder publico sancionaba. No se preci- saba intervencidn de ninguna autoridad civil 0 re- ligiosa. En caso de litigio por una herencia, el juez decidia, por indicios, si un hombre y una mujer estaban casados en «justas bodas». La ce- remonia no dejaba, necesariamente, documento escrito. Sin embargo las Ilamadas «justas bodas» tenian indudables efectos juridicos: los hijos en- gendrados eran legitimos, tomaban el nombre del padre, continuaban la linea de descendencia y eran los herederos del patrimonio. Sin embargo, aunque la ceremonia no era ne- cesaria para la constitucién del vinculo juridico entre los esposos, la tradicién y el cardcter sa- grado que conllevaba, la convertian en un acon- tecimiento importante. Se elegfa cuidadosamente la fecha, evitando los dias y los meses de malos augurios, La no- che antes, la esposa consagraba a una divinidad los juguetes de su infancia. Iba vestida con el tra- je nupcial (tunica recta), que se cefifa con un cin- turén (cingulum) anudado de forma tfpica y que era desatado por el novio la noche de la boda, y con un velo rojizo (flammeum). Se adornaban las habitaciones de la casa del novio y de la no- via con flores, guirnaldas, tapices, etc. La cere- monia se iniciaba con los auspicios, para cono- cer la voluntad de los dioses. Después, en cier- tas casas, se procedia a la firma de los tabulae nuptiales o contrato, donde se estipulaba la dote. A continuacién la pronuba, una matrona que hacia las veces de madrina, unfa las manos derechas de los cényuges, poniendo una sobre oira. Cumplidos estos requisitos, se celebraba la cena nupcial en casa de la novia. Tras el ban- quete, hacia el anochecer, comenzaba la cere- monia del acompafiamiento de la esposa a casa del esposo, la deductio, que era una reproduc- cién ritual del rapto de las Sabinas. La novia se echaba en los brazos protectores de su madre y el novio la arrancaba de ellos violentamente. Se fingfan lagrimas y lamentos. Enseguida se dis- ponfia el cortejo hacia la casa del novio, que se adelantaba para recibir a la novia a la puerta; esta avanzaba llevando el huso y la rueca, sim- bolos de su futura actividad doméstica, e iba acompafiada de tres jévenes que tuviesen vivos asu padre y asu madre. Segufa una muchedum- bre emitiendo un grito nupcial, el talasse. La ceremonia de la dextrorum coniuc- tio, unién de las manos de los cén- yuges por la que se sellaba el contrato matrimonial en prueba de lealtad y respeto mutuo, era el momento mas solemne del ritual de la boda. Cuan- do el matrimonio se celebraba por confarreatio (cere- monia religiosa de origen arcaico), se requeria la presen- cia del Pontifex y del Flamen Dialis, sacerdote mayor de Jupiter. Se ha- cia sentar a los es- posos, con las ca- bezas tapadas, so- bre dos sillas cu- biertas con la piel de una victima sa- crificada. Luego daban la vuelta al altar y comian un pan de trigo. 17 18 El matrimonio en la sociedad roma- na adquirié dos formas. En la mas antigua, la mujer entraba a formar parte de la familia del marido y que- daba bajo su poder marital, practica- mente en las mis- mas condiciones que los hijos para todo lo relaciona- do con los dere- chos familiares y sucesorios. El otro tipo de matrimonio era el libre; en él, la mujer continuaba perteneciendo a la familia paterna, su- jeta a la potestas de su propio padre y conservando los derechos de la fa- milia de origen. Este segundo tipo era mas normal que el antiguo y se disolvia con facili- dad; bastaba, por ejemplo, que el marido enviase ala mujer una nota di- ciéndole «toma contigo lo tuyo». Las justas bodas estaban reservadas para los hombres libres. Los esclavos no tenfan derecho al matrimonio (se entiende que vivian en estado de promiscuidad sexual), excepto un sector de ellos, privilegiado, que desempefiaba cargos de responsabilidad en las casas patricias y en la ad- ministracién imperial y que vivia en estado de concubinato. El divorcio, dada la escasa institucionalizaci6n del matrimonio, era facil y c6modo, desde el pun- to de vista juridico, tanto para la mujer como para el marido: bastaba que uno de ellos aban- donase el hogar con la intencién de divorciarse. La esposa, divorciada por mutuo consentimien- to, o repudiada, abandonaba el domicilio conyu- gal llevandose su dote. Parece que los hijos per- manecian siempre con el padre. Las mujeres, como hemos visto, siempre es- taban bajo la tutela de un varén: el padre, el ma- rido, incluso un tio o un hermano, cuando divor- ciadas volvian al hogar del padre, si éste habia muerto. Sin embargo, la mujer libre romana te- nia algunos derechos: era igual a los hombres ante la herencia y posefa su dote, a la que raras veces renunciaba. Las mujeres de familia rica te- nian cierta libertad de movimientos: acudian a banquetes con su maridos, se paseaban por la ciudad de compras, iban a visitar a sus amigas y, algunas de ellas, influirian en la politica de Roma, aunque siempre a través de algun var6n. Sin embargo, la poca institucionalizacién del matrimonio o «justas bodas», la relativa facilidad de disolucién del vinculo (incluso no era necesa- rio prevenir al cényuge, hasta el punto de que un esclavo, portador de un billete, en el que fi- guraba una férmula habitual: «coge lo tuyo y vete», servia de mensajero del repudio entre los esposos), no debe hacernos pensar que los ro- manos concedian poca importancia a la institu- cién familiar, o que vefan con buenos ojos los di- vorcios. Socialmente, la mujer con un solo marido (Univira) era mejor considerada que aquella que habia compartido varios esposos. Del mismo modo, el concubinato estaba mal visto y consi- derado un estado propio de esclavos o de liber- tos. La tradicién republicana, donde la familia era base indiscutible de la sociedad patricia, per- durara en el Imperio. Incluso en las épocas de costumbres mas relajadas, los fildsofos, los mo- ralistas y los padres de la patria, abogaban por la estabilidad del vinculo matrimonial. La tnica esfera de la actividad pabli- ca en la que las mujeres romanas podian participar era la religi6n, y al- gunas de ellas nos son conocidas como sacerdotisas de algan culto. De todo el resto de las actividades civicas (la guerra, la politi- ca y la ley), las mu- jeres estaban ex- cluidas. Ninguna voz se alzé para que tuvieran dere- cho al voto, del mismo modo que nadie se le ocurria que los esclavos pudieran ser li- bres. El estatus po- litico de las muje- res y de los escla- vos fue, en este sentido, similar. Los autores clasi- cos nos transmiten con alguna excep- cién, la imagen de una mujer dedica- da a las virtudes domésticas. Arri- ba, Livia, mujer primero de Tiberio Claudio y después de Augusto. Tuvo una enorme in- fluencia politica. 19 20 Los maestros de escuela (ludi_ma- gister, ya que la es- cuela se llamaba ludus) romanos eran de condicién humilde, con fre- cuencia extranje- ros y libertos. También los gra- maticos, encarga- dos de la ensefian- za secundaria, procedian de la es- clavitud. Era habi- tual que los maes- tros no pudiesen vivir de su salario y hubiesen de ocu- parse de otras ta- reas, como redac- tar documentos, cartas, etc. Segtin el escritor Plutar- co, el primer maes- tro que tuvo una «tienda de instruc- cién pagada» fue un liberto en el si- glo Ila. C., de don- de se deduce que hasta entonces la instruccién fue gratuita. Libertos, esclavos y clientes La casa romana estaba compuesta por el pater- familias, la mujer casada en «justas bodas», dos o tres hijos e hijas, los esclavos domésticos, los libertos —antiguos esclavos manumitidos o emancipados— y algunas decenas de hombres libres, los fieles o clientes, que cada madrugada desfilaban ante la antecdmara de su protector o patrén, para hacerle una rapida visita de home- naje (salutatio). El fenédmeno sociolégico de los libertos y de los emancipados era una de las peculiaridades mas interesantes de la familia y de la sociedad romanas. Primero, cabe preguntarse por qué un amo li- beraba a sus esclavos. Habia tres situaciones fa- vorables para ello: cuando el esclavo morfa para que tuviese sepultura de hombre libre; a la muer- te de su amo, que en el testamento liberaba a muchos de sus esclavos domésticos como prue- ba de su generosidad; también, los esclavos eran capaces de rescatar su libertad comprandola, ya que después de haber pasado afios haciendo de intermediarios del amo en sus negocios habfan acumulado algunos beneficios. Normalmente, cuando eran liberados por testamento, se les de- jaba alguna propiedad o patrimonio econémico. Muchos emancipados permanecian en la casa haciendo las mismas funciones, aunque con ma- yor dignidad. Esta capacidad de emancipar y de rescatar la libertad daba lugar a gran variedad de situaciones complejas: padres esclavos, com- prados por sus hijos libertos; hijos esclavos, comprados por sus padres libres; bastardos, ma- numitidos por sus amos, que a su vez son sus padres, etcétera. Todos los libertos conservaban los lazos de fi- delidad a sus casas originarias, de lo contrario hubieran sido considerados libertos ingratos. La misma situacién de agradecimiento, de ob- sequiosidad, tenfan los clientes con respecto a Los libertos, en su mayoria, eran co- merciantes, arte- sanos o estaban dedicados a los ne- gocios. Su nivel cultural era bajo, ya que se criaron como esclavos y éstos no iban a la escuela. Las fami- lias constituidas por libertos inten- taban imitar, en la medida de sus po- sibilidades, las for- mas de vida de las clases altas, con- virtiéndose en una especie de «nue- vos ricos», con una posicién eco- némica desahoga- da pero sin capaci- dad para codearse con los «aristécra- tas» por su falta de educaci6n... En el siglo vi, el Empera- dor Justiniano (arriba) los declar6 ciudadanos sin dis- tincién alguna. 21 22 Los patricios, los unicos con dere- chos a acceder a las magistraturas y a los cargos reli- giosos, necesita- ban, sin embargo, el apoyo del mayor namero de ciuda- danos para salir vencedores en las elecciones. De este modo apare- cié la clientela, for- mada por indivi- duos libres y ricos en la mayoria de los casos que, a cambio de protec- cién y defensa de sus intereses, les debian respeto y ayuda durante las elecciones. Patri- cio y cliente que- daban ligados por el ius patronatus, derecho que requ- laba la proteccién y la ayuda mutua que se debian. sus patrones. Pero, équé era un cliente? Era un hombre libre que rendia homenaje al padre de familia. Podfa ser rico 0 pobre, a veces incluso més rico que su patr6n. Se podian distinguir cua- tro clases: los que querfan hacer una carrera pu- blica y contaban con el apoyo del patrén; los hombres de negocios, que estaban favorecidos por la influencia politica del patrén; los intelec- tuales (poetas, fil6sofos) que para vivir contaban con la limosna del patrén; y aquellos que aspi- raban a heredar, aunque perteneciesen a una capa social similar a la del patrén. La salutatio matinal era un rito y faltar a él hu- biera sido traicionar el vinculo de las clientelas. Se ponfan vestidos de ceremonia (toga) y cada visitante recibia simbdlicamente una especie de propina (sportula), que a los pobres les permitia comer. Los clientes eran admitidos en la antecd- mara del patrén segtin una jerarquia rigida y éste tenia una gran autoridad moral sobre ellos. La casa, la familia, impartia sobre todos sus miembros un gran peso, y a través de ellos se ejercia el poder social y el politico. También se ejercia a través de la autoridad del jefe de la familia una influencia importante. De esta forma, durante la época de las persecucio- nes contra los cristianos, familias enteras —in- cluidos sus esclavos, libertos y clientes— se con- virtieron al cristianismo o, en el extremo opues- to, apostataron asustados por los castigos. Estar ligado a un «patrén» notable era la ma- nera de participar en el gobierno de la ciudad. No hay que olvidar que en el mundo romano los notables constitufan el Senado y los Consejos de la red de ciudades del Imperio, y a través de ellos sus «clientes» compartian el poder politico y participaban de su prestancia social. De esta manera se fue tejiendo una tupida y complicada red de influencias politicas, sociales y econémi- cas. Muchos notables se proponjian tener su red de clientes en una ciudad determinada, de for- ma que pudieran influir en el poder politico y en el gobierno de ésta. Vale la pena detenerse un poco mas sobre el estatus social y la forma de vida de los libertos, grupo social que llegé a ser con el tiempo ex- traordinariamente importante desde el punto de vista econémico. En las ciudades los libertos eran comerciantes, artesanos o tenfan a su car- go negocios, a veces présperos. Un sector de ellos también hizo carrera en el funcionariado, desempefiando tareas mds 0 menos especializa- das al servicio de la poderosa maquinaria del Es- tado romano. Algunos de ellos llegaron a tener importantes fortunas, a veces superiores a las de los clientes de su mismo patré6n, situacién que creaba tensiones y envidias dentro de la propia familia. Sin embargo, su origen esclavo era un es- tigma que les persegufa para siempre, extendién- dose su influencia a la vida de sus propios hijos. Sufrian, también, la envidia de muchos hombres libres porque disfrutaban de un nivel de vida su- perior al de ellos. Sus costumbres eran a veces propias de su an- tigua condicién de esclavos: por ejemplo, era normal que vivieran en concubinato, aunque po- dian contraer matrimonio en «justas bodas». Probablemente este fendmeno se debfa a que frecuentemente habian tenido los hijos cuando el liberto o su mujer eran atin esclavos; por ello, los hijos pertenecian al patrén. Pero el verdade- ro tormento de los libertos era la incertidumbre sobre su verdadero lugar en la sociedad. Si aten- demos al lujo de sus vestidos, de sus casas 0 al numero de esclavos que tenfan, no cabe duda de que algunos de ellos llevaban un tren de vida de «nuevos ricos», pero no conseguian llegar a su- perar el estatus de «ciudadanos de prestado». ce Los esclavos no podian defenderse de los malos tratos del duefio, ni tener bienes propios ni contraer matrimo- nio. En algunas épocas, se les per- mitié tener un pe- culium, pequefia cantidad de dinero que podian ahorrar para sus gastos 0 para llegar a com- prar su libertad. También se le con- sintié escoger en- tre las esclavas una compafiera y vr en una espe- cie de «matrimo- nio servily, lama- do contubernium, aunque los hijos habidos eran es- clavos. El empera- dor Adriano, en el siglo 1, quité al pa- trén el derecho a disponer de la vida de los esclavos. 23 El urbanismo y la vivienda Cuando repasamos la historia de Roma, nos da- mos cuenta de cémo una ciudad fue capaz de formar a su alrededor un imperio de enormes proporciones. La romanizacién de tantas tierras conquistadas tuvo su soporte principal en la red de miles de ciudades que constitufan el Imperio. Del mismo modo que otros elementos de la cul- tura romana estan presentes en el mundo de hoy y nos permiten conocer diferentes aspectos de la misma, las ciudades nos ensefian mucho so- bre una civilizaci6n que duré mas de mil afios. Para saber cémo era la vida urbana en el mun- do romano, podemos acudir a los restos arqueo- ldgicos de ciudades tan bien conservadas como Pompeya o Timgad, pero ésta no es la tnica fuente de informacién. Ademas es muy posible que vivamos en una ciudad de origen romano y que podamos apreciar su habilidad para selec- cionar el sitio y trazar el plano de las calles. Ello nos mostrara hasta qué punto la planificacién ur- banistica tuvo importancia en la fundacién de nuevas ciudades. La planificaci6n urbana El modelo mas antiguo para los nuevos asenta- mientos fue el castrum, recinto rectangular amu- rallado con una avenida central en forma de cruz. Eran pequefias guarniciones, de unas tres- cientas familias, destinadas a proteger algun lu- gar de valor estratégico y demasiado reducidas para llegar a la categorfa de ciudad. Con el tiem- po, podian crecer de manera incontrolada mas alld de sus murallas. Pero el tipo que los romanos adoptaron co- munmente en las ciudades planeadas desde el principio como autosuficientes fue el de la plan- ta hipoddmica (de Hipodamos, arquitecto) que conocieron por su contacto con los griegos. Era éste un tipo de ciudad articulada a partir de dos calles principales, el decumanus con di- reccién este-oeste y el cardo con direccién nor- te-sur, que eran la referencia para un trazado de calles paralelas y perpendiculares que dejaban entre si manzanas regulares para edificar vivien- das. Inevitablemente las ciudades habian de adaptarse al terreno pero, si éste lo permitia, toda la urbe formaba un rectaéngulo amurallado cuyas cuatro puertas se abrian al final de las dos vias principales. Gracias a la planificacién, podian situarse de una manera racional los edificios puiblicos y las construcciones de mayor envergadura. Estos servian tanto a las necesidades de la vida social y econdmica (templos, curias, basilicas, bibliote- cas y mercados), como a la higiene (bafios y le- trinas ptiblicas). Del mismo modo se creaba la infraestructura que garantizase servicios publi- cos como el abastecimiento de aguas (acueduc- tos y fuentes) o la red de alcantarillado. Los urbanistas romanos tuvieron también pre- sente que la mayor parte de la vida publica se hacia al aire libre y pensaron en ciudades desti- Las ciudades de fundacién nueva adoptaban la plan- ta hipodamica. Las calles estaban dis- puestas paralela y perpendicular- mente, a la misma distancia, forman- do manzanas de dimensiones simi- lares. Abajo, vista aérea de las ruinas de la ciudad de Timgad (Argelia), a la que se llama «la Pompeya africa- na». Fundada por Trajano el afio 100. 25 26 Las puertas (arri- ba) abiertas en la muralla que rodea- ba la ciudad, esta- ban compuestas por tres vanos: uno, mas grande, para el paso de ca- rruajes y caballos, y los dos mas pe- quefios para los peatones. Se ce- rraban con puer- tas de madera y re- jas, también de madera, pero recu- biertas con plan- chas de bronce. El foro (abajo) era el centro civil y reli- gioso de la ciudad romana. nadas a los peatones. De ahi la relativa abundan- cia de espacios que tenfan por fin dar cabida a las gentes, como jardines, calles porticadas con columnas, plazas 0 la prohibicién del trafico ro- dado durante el dia. Pero la importancia de la planificaci6n urba- nistica no debe hacernos imaginar ciudades idi- licas. Por el contrario, muchas aglomeraciones urbanas, especialmente las de fundacién ante- rior, carecidn de toda clase de ordenamiento y eran un caos de callejas irregulares y casas ha- cinadas. La misma Roma, situada en un empla- zamiento complejo, con colinas y con un rio, so- metida a un rapido crecimiento, era un conjunto anarquico en el que se mezclaban los grandes edificios politicos con las viviendas humildes. Ademias, las ciudades romanas eran tremen- damente ruidosas, tanto de dia como de noche, y los derrumbamientos e incendios, a causa de los edificios de madera y las lamparas de aceite, constitufan un peligro frecuente pese al trabajo de brigadas de bomberos con mantas htimedas y bombas de mano. Como decfa Juvenal, «para dormir hace falta mucho dinero», aludiendo a que sdlo aquellos que disfrutaban de una casa grande podian aislarse del estruendo callejero. Prueba de que la planificacién urbanistica no recogia todos los detalles lo demuestra un he- cho aparentemente trivial. En las ciudades anti- guas, Roma incluida, las calles no llevaban nom- bre y carecian de numeracién. Ello suponia gran- des dificultades para orientarse, especialmente en las ciudades importantes y en las que tenian un plano irregular. Las pocas calles que tenfan nombre eran tan largas que no se podia precisar un lugar con exactitud. De ahi que los romanos hubiesen de tomar otros puntos de referencia como edificios publicos, estatuas, jardines o la casa de algtin personaje importante, lo que convertia las indi- caciones en largas y complicadas. El modo mas corriente de designar un lugar lo facilitaba el predominio de tiendas 0 activida- des de una determinada clase, por ejemplo, la «calle de los orfebres» o la «plaza de las hierbas». Las calles de las ciudades romanas, con pavimento em- pedrado, tenian amplias aceras. Cada cierto tre- cho, la calzada es- taba atravesada por una hilera de bloques de piedra para facilitar el cruce de los peato- nes y evitar que los vehiculos alcanza- sen demasiada ve- locidad. 27 28 Las villas romanas eran a la vez resi- dencias campres- tes y granjas pro- ductivas. Las gran- des villas estaban situadas en el cam- po o en las afueras de la ciudad, en medio de los cam- pos de labranza. Sus dimensiones y caracteristicas de- pendian de la ri- queza de sus pro- pietarios. En el di- bujo vemos la ex- plotacién agricola junto a la parte posterior del edifi- cio, que termina en una zona de espar- cimiento ajardina- da, aislada del ex- terior por un grue- so muro. Es una reconstruccién de la villa Settefines- tre, del siglo 1 a.C. Domus, insulae et villae Cuando la vida urbana esta muy desarrollada en una civilizaci6n es porque ésta ha alcanzado un grado de complejidad que se manifiesta en la gran diversidad de actividades existentes en la sociedad, entre cuyos miembros hay diferencias econdémicas y sociales importantes. Un simbolo de las mismas suele ser la vivienda que se ocu- pa. Por esta razén, hemos de pensar que entre los romanos no existié un tinico tipo de casa, sino que la variedad fue grande, como lo es en- tre nosotros, en funcién de la riqueza o pobreza de cada cual. Asi encontramos desde las grandes y lujosas villae de los senadores y ricos hombres de ne- gocios, con maravillosas vistas, frondosos jardi- nes llenos de fuentes y dependencias exquisita- mente decoradas, hasta los tugurios y pergulae, habitaciones de reducidas dimensiones donde se hacinaba la gente mas pobre. Pese a ello pode- mos resumir los modelos a dos, que en termino- logfa mds actual son la vivienda plurifamiliar 0 in- sulae y la unifamiliar 0 domus. By, Ve ie Las insulae Sus origenes estan en la superpoblacién, en la falta de espacio y en las duras condiciones eco- némicas de la vida en Roma. Eran edificios de hasta cinco pisos, con balcones y ventanas al ex- terior y cuyas dependencias interiores no tenfan caracterfsticas especiales en cuanto a disposi- cién o estructura. Sus ocupantes las utilizaban segtin las necesidades familiares. Estas casas es- trechas, poco confortables, carentes por lo ge- neral de agua corriente y retrete, tenian poca luz y la mala calidad de los materiales (todo el en- tramado de vigas era de madera) hacia que los incendios o hundimientos fuesen frecuentes. La mayorifa eran de alquiler y en ellas vivian las clases populares en condiciones bastante de- ficientes. La carencia de servicios hacia que por la noche se lanzasen por la ventana basuras y re- siduos de todas clases, con grave peligro para el peat6n como describe Juvenal: «Considera des- de qué altura se precipita un tiesto, para rom- perte la cabeza; lo frecuente que es el caso de que desciendan de las ventanas vasijas, rajadas o rotas; cosa pesada que deja sefial hasta en el empedrado. Eres, en verdad, un descuidado, un imprudente, si, cuando te invitan a cenar, acu- des sin haber hecho testamento.» La mayoria de la poblacién vivia ha- cinada en minis- culas habitaciones en las insulas 0 in- sulae, casas de al- quiler de varios pi- sos que daban a la calle y a un patio interior. Arriba, tu- beria de desagiie, de material cera- mico, encajada ala pared de una casa, tal y como puede verse hoy en la ciu- dad de Pompeya. Abajo, modelo de un bloque de vi- viendas 0 insulae. 30 La domus era la vi- vienda primitiva de los romanos. Tras el contacto con la cultura griega se amplié y qued6 como casa de las gentes mas adine- radas. El nicleo central de la casa era el atrio, patio central al que daba el resto de las de- pendencias. Era el lugar mas amplio y luminoso, pues te- nia una abertura en el tejado, el compluvium, por donde entraba la luz, el aire y la Ilu- via. El agua de Ilu- via se recogia en el impluvium. Las domus El modelo primitivo es de origen etrusco, de planta rectangular, donde podemos distinguir tres zonas: la entrada, un cuerpo central abierto al aire y la luz en su parte superior y un jardin en su parte posterior. Carece de vista exterior, las ventanas son escasas, pequejias e irregula- res. Suele tener un sdlo piso y las diversas de- pendencias interiores est4n destinadas cada una aun tinico uso: comedor, dormitorio, etc. Este tipo de vivienda fue evolucionando con el tiempo y, sobre todo tras el contacto con la cultura griega, se amplié y tomé su forma defi- nitiva y mas comtin. Los ejemplos mejor conser- vados los encontramos en Pompeya, donde la domus era la residencia de los ciudadanos ricos que la ocupaban con su familia, si bien habia ca- sos en los que varias familias adquirfan una casa y se repartian el espacio. En estas casas se entraba por un corredor (vestibulum) hasta la puerta, tras la cual el pasi- llo continuaba hasta el atrium que era el centro del cuerpo anterior de la casa. Se trataba de un gran espacio vacio con una abertura en el techo (compluvium) que se correspondia en el suelo con una pila rectangular (impluvium) destinada a recoger el agua de la lluvia, que después pa- saba a una cisterna subterrdnea. Originariamente, el atrio era el lugar donde ar- dia el fuego y la familia trabajaba, comia y dor- mia. Posteriormente, en el atrio se abrieron ha- bitaciones con funciones especificas: alcobas para dormir, pequefias estancias para guardar las imagenes de los antepasados y el tablinum, habitacién grande ubicada en la pared del atrio situada frente a la puerta, destinada al duefio de la casa. Bajo estas lineas podemos ver, arriba, una casa itdlica con atrio central y habitaciones agru- padas a su alrededor. Al igual que la de abajo, es una reconstruccién realizada a partir de las ruinas de la ciudad de Pompeya. La construc- con mayor es la enorme casa llamada del Fauno. La domus tenia la mayoria de las ve- ces una sola plan- ta. Desde la calle se accedia al atrio (A). A su alrededor se distribuian las distintas depen- dencias de la casa, dormitorios (C), habitaciones de uso comin (5), como el comedor y el salén, y, en la parte posterior, un jardin al aire libre rodeado por un portico de colum- nas o peristilo (P). S=tiendas, con puerta a la calle. T=Tablinum. Arri- ba, cartel encon- trado en Pompeya que advierte: jcui- dado con el perro! 32 La cocina de las casas romanas era habitualmente muy pequefia en relaci6n con el res- to de las depen- dencias. Normal- mente, aunque no habia un sitio fijo para ella, se en- contraba detras del atrio. Consta- ba de un banco de ladrillo sobre el que se hacia el fue- go, que servia para guisar con cazue- las sobre tripodes 0 en parrillas. Bajo este banco habia un hueco donde se almacenaba la lefia. No habia chi- menea y el humo salia por la venta- na. El resto de la cocina consistia en un fregadero, me- sas y alguna silla. Los utensilios eran de barro y bronce. Arriba, biberén de ceramica encon- trado en Pompeya. Tras el contacto con la cultura griega, la do- mus romana se amplié en su cuerpo posterior, mas interior, hacia el que se desplazé la vida fa- miliar. Era el peristylum, jardin rodeado de un portico, a veces de dos pisos, sostenido por co- lumnas y que también estaba rodeado por va- rias habitaciones. En cuanto a las dependencias de servicio, no tenfan un lugar fijo en la casa y se situaban allf donde quedaban espacios libres. La cocina solfa ser muy pequefia, con un fogén de obra y un agujero para la salida de humos, pues no habia ni chimenea ni tiro. Préximos a la cocina esta- ban los retretes y el bafio. Las tnicas estancias que se abrian directamente a la calle eran las ta- bernae. Las destinadas a tienda tenian un mos- trador de albajfiilerfa en la entrada y, en la parte posterior, una o dos trastiendas separadas por una pared. Solfa haber ademds un entresuelo que dividia en dos huecos el espacio de la taber- na. La parte superior era la pergulae (galeria) y servia de vivienda a gente muy pobre. Mobiliario y decoracién En las casas romanas no habia tantos muebles como en las nuestras. Se limitaban a los objetos mas indispensables y empleaban, junto a las ar- cas y armarios, hornacinas y pequefios aposen- tos para guardar libros, vestidos y utensilios. La cama servia a los romanos no sdlo para dormir, sino también como sofa y para comer re- costados. Las mesas y asientos eran muy varia- dos en la forma, estructura y material en que es- taban elaborados. Para alumbrar las casas, los romanos se ser- vian de antorchas, velas y ldmparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de es- tufas portatiles de bronce o braseros fijos; sin embargo, se pasaba mucho frio. El suelo estaba cubierto en algunas partes por mosaicos cuyos temas hacfan referencia a la fi- nalidad de la habitacién donde se encontraban. Las paredes solfan estar decoradas con pinturas o cortinajes més o menos lujosos y llamativos se- gin la dependencia de la casa. El mobiliario de las casas romanas era muy escueto y fun- cional. Arriba, mesa de madera con tres patas, de uso muy comin. En la parte infe- rior, un taburete de bronce con pa- tas cruzadas y una caja fuerte. Ilumi- naban sus casas con velas sobre candelabros y lam- paras de aceite he- chas de barro o bronce que algu- nas veces eran co- locadas sobre pe- destales. Dado que emitian poca luz, se requerian mu- chas para iluminar una estancia. Para alumbrar la parte exterior de las vi- viendas se utiliza- ban farolas colgan- tes o antorchas. Las farolas eran de bronce, con latera- les transparentes; se iluminaban con velas de sebo. 33 Los arquitectos de la antigua Roma se ocupaban de asun- tos muy similares a los de sus colegas actuales, aunque no se daba una es- pecializacién en los cometidos de cada profesional como la que se da actualmente. Los ingenieros aborda- ban tanto obras ci- viles como milita- res, asi como la construccién de edificios y casas. “MARTORI VSMLPKE “A REL KCI £ Los ingenieros romanos En Roma, las profesiones de ingeniero (civil y mi- litar) y arquitecto no estaban claramente dife- renciadas. El «oficioy contaba mas que el titulo. En algunas épocas, los ingenieros militares fue- ron, por su experiencia, los mas cualificados. Los romanos utilizaban como principales mate- riales para la construccion la piedra, la arcilla, la argamasa y la madera. Una vez extraidos los grandes bloques de pie- dra de las canteras, que por lo general eran pro- piedad del Estado, los obreros la trabajaban has- ta conseguir bloques a escuadra, y a continua- cién la pulfan. Si la piedra era blanda podfa ser cortada con una sierra; cuando era dura se prac- ticaba con el taladro una Ifnea de agujeros en los que se introducfan estacas de madera que, al mojarlas con abundancia, se dilataban y rompian la piedra por el lugar deseado. Una vez partido el gran bloque en otros mas pequefios, se les daba la forma final con el escoplo y el martillo. La arcilla la utilizaban para fabricar ladrillos y tejas, para lo que empleaban moldes de madera. Una vez conseguida la forma deseada, extraian las piezas de los moldes y las ponfan a secar al sol antes de cocerlas en el horno. Todas las pie- zas llevaban la marca del propietario de la fabri- ca y, a veces, la del emperador. La argamasa (mezcla de arena, cal y agua, que también recibe el nombre de mortero), servia aa ee ‘ A a para unir entre sf los ladrillos y los bloques de piedra. La madera se utilizaba, ademas de para los trabajos de carpinterfa, para construir el esque- leto de los edificios y el armaz6n de los tejados. Recubrian los edificios con yeso, marmol y mosaico. En los trabajos de construccién, los obreros usaban gran cantidad de herramientas. Para cor- tar la piedra, ademas de la sierra, el martillo y el escoplo, empleaban el compas, la escuadra, la vara de medir, el pico y el taladro. En los trabajos de la madera los instrumentos mas usuales eran el hacha, la barrena, la maza, la cufia, el cepillo y las tenazas. La mayor parte de estas herramientas se fabricaban a pie de En la época impe- rial, los construc- tores romanos ha- bian edificado 45.000 viviendas, algunas de ellas de altura considera- ble. La ingenieria romana recurrié mas a la mejora lenta de las técni- cas conocidas que a la introducci6n de cambios revolu- cionarios. Arriba, podemos ver una muestra del siste- ma de construc- cién mas antiguo encontrado en Pompeya: mam- posteria de casco- tes reforzada con un armazén de dra caliza. A la i: quierda, los utensi- lios més usuales en la construcci6n. 35 36 Como muestra de las técnicas cons- tructivas romanas, estas imagenes re- presentan, de arri- ba abajo, una construcci6n a base de bloques rectangulares, que se utilizaban para la fachada de las casas; una mam- posteria realizada mediante cascotes y cemento (opus incertum) y una pared a base de hi- leras alternas de ladrillos y piedras (opus mixtum), ge- neralmente una de piedra y dos o tres de ladrillo. A la de- recha, graa roma- na, utilizada para elevar piedras pe- sadas en los gran- des proyectos de ingenieria; aqui, los obreros estan completando el pretil de un gran puente de piedra. obra, en las herrerfas y talleres instalados alli para tal fin. La construccién propiamente dicha requeria elementos auxiliares mas complejos: maquinas, como la grtia y la polea, cuya estructura basica consistia en una rueda giratoria en torno a la cual se hacian pasar varias cuerdas. Con estas méa- quinas los romanos consegufan levantar cargas muy pesadas. La estructura de los andamiajes utilizados por los constructores romanos adqui- rid una perfeccién similar a la de nuestros dias, aunque siempre fueran de madera. Vias de Comunicacién y Defensas Militares La malla de ciudades que constitufan el Imperio Romano estaba bien comunicada por medio de vias terrestres conocidas con el nombre de cal- zadas. Su excelente trazado y su sdlida cons- truccién las han hecho pervivir en parte hasta nuestros dias. El papel de las calzadas como nexo de unién cultural, comercial, militar y politico fue funda- mental para el desarrollo histérico del Imperio. Construfan las calzadas excavando una zanja del ancho deseado, que rellenaban con varias ca- pas de piedras de diferente tamafio, para conse- guir la solidez necesaria, hasta nivelar el terre- no. Recubrian las ultimas capas con piedras pla- nas que procuraban encajar al maximo, para lo- grar un firme estable y plano. NERA —— Las calzadas ro- manas constituyen una magnifica muestra de inge- nieria civil. Una calzada habia de tener una estruc- tura de mas de un metro de profundi- dad, dividida en cuatro capas: pavi- mentum, nucleus, rudus y statumen (de arriba abajo). Las calzadas mas primitivas se ha- cian simplemente a base de grandes bloques de piedra que se mantenian en su sitio gracias a su propio peso. La técnica se fue perfeccionado y, gracias a ello, mu- chas de las calza- das por las que desfilaron las le- giones romanas, que unian los nd- cleos de poblacién mas importantes, se han conservado hasta nuestros dias, como la Via Flaminia, que unia Roma con Rimini. 37 38 Los romanos me- dian la longitud de las calzadas me- diante un ingenio- so artefacto llama- do odémetro, que hacia caer una pie- dra redonda en un recipiente metali- co por cada milla (la milla romana te- nia mil pasos; en total, 1.478 me- tros). El carro es- taba dotado de ruedas especiales cuyo didmetro era de cuatro pies ro- manos de didme- tro (un pie=0,30 m). Una milla ro- mana se completa- ba a las 400 revo- luciones de la rue- da. El dibujo de arriba se basa en una descripcién del arquitecto Vi- trubio. A la dere- cha, una calle de Pompeya, tal y como puede verse en la actualidad. También las ciudades tenian calles pavimen- tadas, con aceras laterales ligeramente elevadas. Las calles estaban atravesadas de tramo a tra- mo por bloques de piedra separados entre si que posibilitaban el cruce de los peatones en dias de lluvia e impedfan que los vehiculos alcanzaran velocidades peligrosas. Todas las ciudades estaban defendidas por murallas que discurrfan por los lfmites fundacio- nales establecidos por el sacerdote con la ayuda de un arado. Las murallas romanas, anteceden- te de las medievales, constaban de un doble muro de sillares separado por un amplio espa- cio que se rellenaba con piedras y tierra y que constitufa una via de circulacién para la vigilan- cia y defensa de la ciudad. : 4 : é q i : Para reforzar la seguridad de la muralla y evi- tar el acceso subterrdneo a la ciudad, el muro ex- terior se prolongaba varios metros bajo tierra, y la parte superior era protegida con almenas. Las puertas de acceso a la ciudad estaban constituidas por tres bévedas, una central mas ancha que permitia el paso de carruajes y dos la- terales de menor tamajfio para los peatones. Para cerrarlas disponfan de fuertes puertas de made- ra y la central tenfa, ademas, una reja levadiza. En momentos de ataque se cubrian con plan- chas de metal. A ambos lados de las puertas se levantaban sendos torreones de altura conside- rable y a lo largo del perimetro de la muralla se construfan torres vigias. Muro hecho cons- truir por Adriano, en el afio 122. 39 40 Los acueductos, una de las obras publicas mas ca- racteristicas del Imperio Romano, surtian de agua a las ciudades. El co- razon del acueduc- to era el specu o canal propiamente dicho; media alre- dedor de dos me- tros de alto por no- venta centimetros de ancho. El techo podia ser plano, en uve ivertida o en forma de arco de medio punto, como en la figura superior. Es muy probable que los romanos aprendie- sen de los etruscos la construccién de arcos en su forma mas simple, que evolucioné hasta alcanzar la perfec- cién del de medio punto. A la dere- cha, el acueducto de Segovia, del si- glo 1. En la pagina opuesta, puente construido por los ingenieros del e} cito romano en Ri- Acueductos, puentes y cloacas Una de las obras més caracteristicas de la inge- nierfa romana fue el acueducto, hallazgo técnico propiamente romano que sirvié para solucionar el problema del abastecimiento de agua a las ciu- dades. La funcién del acueducto era transportar el agua desde los manantiales o embalses, situa- dos generalmente en lugares més altos, hasta la ciudad, donde se canalizaba el agua y se distri- bufa por medio de tuberfas de plomo hasta las fuentes. La estructura del acueducto consistia en un canal, por donde discurrfa el agua, eleva- do sobre gruesos pilares unidos entre sf median- te arcos. Algunas veces, cuando el terreno lo exi- gia, construjan varias hileras de pilares y arcos superpuestos, lo que producifa un perfil arquitec- ténico de gran belleza. Dado que el agua tenia que discurrir constantemente, el acueducto era construido con una ligera pendiente de principio a fin. La solidez de esta construccién, algunas ve- ces muy extensa, requeria unos cimientos pro- fundos, gruesos y bien anclados en el suelo. La utilizacién del arco y la béveda como so- luciones arquitecténicas aparece también en otra clase de obra de ingenierfa: los puentes. Es- tos elementos arquitecténicos, a los que fueron especialmente aficionados los romanos, les per- mitieron salvar largas distancias uniendo los ex- tremos opuestos de los valles y las orillas de los rfos. En realidad, puentes y acueductos plantea- ban el mismo problema: construir arcos de pie- dra estables y resistentes. En el subsuelo de las ciudades romanas se po- dian encontrar igualmente importantes obras de ingenierfa, como las cloacas, que recibfan las aguas residuales vertidas a través del alcantari- llado de la ciudad. Eran ttineles subterraneos con la suficiente amplitud y altura como para que un hombre pudiese caminar erguido por su in- terior. Las cloacas desembocaban en el rio mas proximo y en su extremo final se colocaba una reja para impedir el acceso a la ciudad. Los romanos fue- ron los primeros en usar el sistema de arcos. La cons- truccién de un puente sdlo podia realizarse bajo la direccién de au- ténticos expertos que fijasen el radio de cada arco e i cluso la posi de cada piedra. Tras construir los pilares, se realiza- ba un armazén en madera (cimbra), que debia soportar el peso del arco. 42 Para trazar el recorrido de las calzadas y de las calles, los agri- m@nsores romanos utilizaban un ins- trumeito llamado groma, que consistia en un soporte/de algo mas de un metro de alto, en cuyo extremo #uperior llevaba una cruz de la que colgaban cuatro plqmadas. Cuando éstas se encontra- ban paralelas a la barra central indicaba que el groma era perpendicular c@n respecto al terreno y asi se podian trazar calles exacta)ente perpendiculares. 43 44 El vestido y el peinado Los restos arqueolégicos y los testimonios escri- tos nos han transmitido una idea bastante clara de la indumentaria habitual entre los romanos. La primera conclusién que extraemos es que in- dependientemente de la época, casi todos nos parecen vestidos de la misma manera. Esta es una impresién bastante acertada pues, pese a su larga historia, no se produjeron cambios tan ra- dicales ni tan frecuentes como los que estamos habituados a contemplar en épocas més recien- tes y no digamos ya en nuestros dias. Esto no quiere decir que no existieran modas distintas segtin las épocas, ni tampoco que to- dos los romanos fuesen de uniforme, pero si es cierto que, independientemente de la riqueza y la calidad de las telas 0 los adornos, se mantu- vieron siempre unos rasgos fundamentales co- munes a todos los vestidos, tanto en los del rico como en los del pobre, en los del hombre como en los de la mujer. es El vestido masculino Son numerosas las esculturas que nos muestran a los romanos ataviados con su traje nacional: la toga. En efecto, éste era el vestido oficial que los ciudadanos llevaban cuando se mostraban en publico. Consistfa en una pieza de lana blanca, gruesa en invierno y fina en verano, de forma eliptica y muy complicada de poner, hasta el punto de necesitar de la ayuda de un esclavo. Precisamente por esta complejidad, y a partir de la época imperial, fue sustituida, en ocasiones, por vestidos mas practicos que permitfan mas li- bertad de movimientos, como capas o capotes, con o sin capucha, y mantos. Segtin los ador- nos que se le aplicaban se llamaba toga pura, si no llevaba ninguno; toga praetexta, con una orla de ptirpura; toga picta, bordada en oro; toga purpurea, la mas solemne, totalmente de purpu- ra o con algo blanco. Bajo la toga llevaban (hombres y mujeres) la ttinica, de tejidos distintos segtin la época del afio, cefiida por un cinturén y adornada con una banda, el clavus, que indicaba el orden al que pertenecfa su portador (los senadores més an- cha que los caballeros). Larga hasta las rodillas, era la prenda que se vestia dentro de casa y en el trabajo. Si hacia frio, se colocaban varias 0 se cubrfan con un manto. Los esclavos y la gente humilde no Ilevaban més que ttinica, sin toga encima. Vestirse con la toga era una ope- racién muy com- plicada, debido ala complejidad de los pliegues y las vuel- tas que habia que dar a un nico tro- zo de tela. Segin las bandas y los bordados se podia identificar la con- dicién social o los méritos de su por- tador. Las togas se confeccionaban con lana para los hombres, mientras que las mujeres preferian el lino. Para otras piezas de vestir, los roma- nos importaban seda y muselina, que se mezclaban con hilos de oro y plata. 45 46 En la época impe- rial, los patricios se ponian sobre la estola una tunica corta confecciona- da en seda y rica- mente bordada en oro y plata. El manto femenino era la palla. Colo- cada como un velo sobre la cabeza, era indicio de viu- dedad. A veces, sustituian la palla por el supparum, manto de tela lige- ra, que Ilegaba hasta los pies. Uti- lizaban también el peplo, que era un manto rectangular que se sujetaba al hombro derecho con una fibula (es- pecie de broche). El vestido femenino La ropa interior femenina consistia en una cami- sa y una fascia pectoralis para sostener el pe- cho. El vestido era una ttnica que llegaba a los pies, tan estrecha de arriba como de abajo. Los tejidos mas frecuentes eran la lana, el algodén, el lino y, mds tarde, la seda. Sobre la ttinica llevaban la stola, vestido tam- bién largo, de colores variados, bordado en la orilla y sujeto por un cinturén adornado con jo- yas, un simple cordén o una cinta con bordados de colores. Por encima lucian un manto que cu- bria la espalda y, a veces, la cabeza. —~Yy, ia, t eaee ened we en nnne nnn sean e nn qo nee enen. eitew nbn eeesee Se chetma Sones El calzado No habia diferencia entre el calzado del hombre y el de la mujer salvo en la blandura de la piel y en la variedad de colores o de adornos. Los ti- pos de calzado eran tres: las sandalias, sujetas con tirillas de cuero entre los dedos y con cintas a las piernas, los zuecos y los calcei, zapatos del ciudadano romano, con lengueta y cordones, que cubrian el pie hasta el tobillo y eran comple- mento de la toga. Aderezos y adornos Los hombres usaban exclusivamente el anillo. Durante la Republica sdlo llevaban uno, que uti- lizaban también como sello para firmar. En la época imperial fue frecuente afiadir varios mas, incluso con piedras preciosas, hasta cubrir en ocasiones, todos los dedos de las manos. Para las mujeres habfa una amplia gama de jo- yas y ornamentos como hebillas, horquillas, ani- llos, brazaletes, pendientes, collares, gargantillas y aros para los tobillos, en metales preciosos y con incrustaciones de pedreria de gran valor que las romanas gustaban de usar con profusién. Barba y cabellos Los antiguos romanos se dejaban crecer la bar- ba y los cabellos. Sdlo a partir del siglo Ill a.C., por influencia de las modas griegas, comenzaron a cortarse el pelo o a rasurarse la barba. Hubo épocas en las que estaba de moda afeitarse, in- cluso la cabeza, y otras en las que por el con- trario se llevaba la barba, mas o menos recorta- da, y el cabello largo. En cualquier caso, no exis- tian unos habitos uniformes para todo el mun- do, sino tendencias de la moda mds 0 menos ge- neralizadas. Si se mantenfan ciertos rituales, como la costumbre de los jévenes de ofrendar su primera barba a una divinidad 0 la de no afei- i ACRES CINNTDE) I Las joyas, elabora- das con piedras y metales preciosos, fueron muy apre- ciadas por los ro- manos. El dnico ornamento varonil era el anillo, con forma de sello la mayoria de las ve- ces. Los ornamen- tos femeninos eran variadisimos: pul- seras, alfileres, brazaletes, colla- res, broches... 47 48 El peinado de la mujer, sencillo du- rante la Repdblica, alcanzé su maxima complicacién con gran volumen de rizos y cintas, enla época flavia. Los cabellos postizos y los tintes eran de uso corriente. La gran preocupacién estética de las da- mas romanas era el cuidado de sus cabellos. La peina- dora se llamaba or- natrix. Los barbe- ros recibian el nombre de tonso- res. tarse ni cortarse el pelo entre los que guarda- ban luto o los que iban a ser procesados. En ge- neral, los jévenes solfan llevar barba hasta las pri- meras canas. Afeitarse era un sintoma de enve- jecimiento. En cuanto al peinado femenino, nunca estuvo de moda el pelo corto. Las jévenes llevaban el pelo recogido con un nudo en la nuca o en tren- zas formando un mofio. Entre las mujeres casa- das era mayor la variedad y la complicacién de los peinados: rizos, redecillas, postizos, pelucas rubias y tinturas eran de uso frecuente. La preocupacién por el peinado era tal, que cuando se esculpfa un busto, el artista tallaba el peinado con una pieza de marmol suelto para poderlo cambiar al variar la moda. El aseo personal Los romanos eran cuidadosos con su aseo per- sonal. Dice Séneca que se lavaban todos los dias la cara, los brazos y las piernas y tomaban un bafio completo cada nueve dias, bien en el bafio de la casa, si lo habia, bien en las termas o in- cluso en los rios. También empleaban tiempo en acicalarse y embellecerse, para lo cual disponian de utensi- lios como espejos metalicos (no conocfan los de cristal); peines de madera, de hueso, de marfil o de plata; y pinzas y agujas de diversos tamafios para sujetar el peinado y el vestido. Los productos de belleza, especialmente un- glientos y perfumes, eran muy variados. Usaban aceite perfumado para los masajes después del bafio, perfumes para el cabello y el cuerpo y de- sodorantes contra el olor de axilas y pies. Los habia, entre otros, de rosa, de azafrdn, de azu- cena, de lirio, de nardo. Muchos de ellos eran im- portados de Oriente y vendidos en las tabernae unguentariae. Asimismo, existfa una gran cantidad de cos- méticos. La mayorfa de las mujeres se pintaba cuando salfan de casa, pero también, a veces, los hombres se maquillaban los ojos, las cejas y los parpados. Los colores mds usados eran el blanco y el rosado. Para disimular las arrugas ha- bfa un producto hecho con harina de habas mez- clada con caracoles secos al sol y pulverizados. Las romanas se pintaban los labios con car- min. Les gustaba el pelo de color rubio y para conseguirlo se tefifan con un tinte a base de se- bos y cenizas que trafan de Germania. Los atiles del toca- dor eran los pei- nes, los espejos de metal, las pinzas, las agujas de pelo, las vasijas de un- giientos y los va- sos de perfume. Los productos de belleza, como cre- mas, perfumes, un- giientos y coloran- tes, estaban muy extendidos, y mu- chos de ellos se importaban de Oriente. El agua de los bafios privados se perfumaba con agua de rosas y otros perfumes. Esta costumbre era practicada por los dos sexos. Al- gunas mujeres muy refinadas se bafiaban con leche de burra para man- tener la piel tersa. 49

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