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JOSE LUIS MARTI Profesor de Filosoffa del Derecho Universidad Pompeu Fabra LA REPUBLICA DELIBERATIVA Una teoria de la democracia Prélogo de ROBERTO GARGARELLA Y JOSE JUAN MORESO MARCIAL PONS, EDICIONES JURIDICAS Y SOCIALES, S. A. MADRID 2006 BARCELONA. Lacolecsin Flosofla y Derecho publica aquellos trabajos que han superado una evaluacién anima realizada por expecalstas en la materia, con aregl alos estindaes usules en lacomu- idad académicaintemacional. ‘Los autores interesados en publicar en esta colecci, deberin enviar sus manuscitos en documento Word «Is direccién de comeo eletnico ediciones @marialpans.cs. Los datos per~ sonales del autor deben ser aportados en documento apartey el manuscrito no debe contenernin- guna refereacia, directa o indirect, que permitaidentificar al autor. + Quedanrigurosamente prohibidas, sn a autorizaciGnescrita de lo ttulares del «Copyright», bajo las sancioes establecidas en las leyes, a reprodvccién total o parcial de exta obra por cual- quiet medio o procedimiento, comprendidot la reprografay el tratamiento informatico, y la dis- trbuci6a de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préstamo péblicos. © José Luis Mart (© MARCIAL PONS, EEDICIONES JURIDICAS ¥ SOCIALES, 8.4. ‘San Sotero.6- 28037 MADRID F 91)304 3303, ISBN: 84.9768-383-8 ISBN-13: 9788497683838 Depésito legal: M-44090-2006 Disefio de la cubierta: Manvel Estrada, Disefiogrfico Fotocomposiign: Josur TRarateNTO De TexTos, SL. Impresin: Exact, INoustaA GRARCA, SL. Poligone El Nogal Rio Titar 24, 28110 Algete (Madrid) MADRID, 2006 A Josep Solé, a quien le habria gustado leer este libro... ‘A Manuel y Concepcién, mis padres, por el amor més limpio... A Agueda, por el amor mds intenso... y su sonrisa... y su ayuda... CAPITULO Il. LOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA - 1. {QUIEN DELIBERA? LOS SUJETOS DE LA DELIBERACION .... 78 2 sSOBRE ‘QUE SE DELIBERA? EL OBJETO DE LA DELIBERA- ai 2.1, De decisiones politica, creencias, preferencias e intereses 2.2. Restricciones sustantivas ala deliberacién 3. ,COMO SE DELIBERA? EL PROCESO DE DELIBERACION = DEMOCRATICA 0 88 * BLL Principios estructurales del precio demwerdio deliberative. 90 3.2. El problema de la argumentacion 7 4. LAS PRECONDICIONES DE LA DELIBERACION DEMOCRA- TICA .. 5. Lv PARADOIA DE LAS PRECONDICIONES DE LA DELIBE- RACION DEMOCRATICA .. us ‘SEGUNDA PARTE: ‘LA JUSTIFICACION DE UNA REPUBLICA DELIBERATIVA FRENTE AL ELITISMO DEMOCRATICO CAPITULO. IV. LA LEGITIMIDAD DE LAS DECISIONES POLf- 133 135 2. 3. LAPRIORIDAD PRAGMATICA DELA DELIBERACION DEMO- CRATICA ... 167 CAPITULO V. LA JUSTIFICACIGN DE LA DEMOCRACIA DELI- BERATIVA, 1, LAJUSTIFICACION EPISTEMICA LL. El valor epistémico de la democracia 12. Elvalor epistémico de la democracia 1.3. Algunos problemas de la justificacién epistémica 2. LAJUSTIFICACION SUSTANTIVA sen 2.1, Igual autonomia politica, libertad igual dignidad 22. Reciprocidad, cooperaci6n y otros valores .. PROLOGO.......- PREFACIO.. PRIMERA PARTE: UN NUEVO MODELO DE DEMOCRACIA CAPITULO 1. INTRODUCCION. LA INSATISFACCION DE LA DEMOCRACIA 2 3. 4 CAPITULO Il. EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATI- VAS . NUEVA CRISIS DE LA DEMOCRACIA Y EL SURGIMIENTO DE UNNUEVO MODELO ..... LOS ORIGENES HISTORICOS DEL MODELO. {QUE ES LA'DEMOCRACIA DELIBERATIVA’ INCAPACIDAD PARA RESOLVER CONFLI SACUERDOS PERSISTENTES 4.1. Latesis de Ia inocuidad de la deliberacién.... 4.2. Latesis del perjuicio de la deliberaciGn . PRINCIPIOS DEMOCRATICOS DE'TOMA DE DECISIONES 1.1. Argumentacion, negociacion y voto .. 1.2. Eluso estratégico de la argumentacién LA NOCION DE INTERES POLITICO ........ 7 LAS ALTERNATIVAS A LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA 65 3.1. La democracia como mercado 3.2. La democracia pluralista 3.3. La democracia agonista LA POLITICA COMO CONFLICTO Y PODER INDICE xt Pig. CARETULO VL LA REFOBLICA ¥ EL. PROBLEMA DELA REPRE- ‘SENTACION POLITICA .. woe 215, 1. ELPROBLEMA DE LA REPRESENTACION POLITICA 217 1.1, Elconcepto de representacién politica - - 218 25 238 43 2. LAREPUBLICA DELIBERATIVA 2.1. El pensamiento republicano 22. Larrepiblica deliberativa frente al elitsmo politica... 3. LOS ARGUMENTOS DE LA DIVISION DEL TRABAJO Y DEL COSTE DE LA DELIBERACION .... TERCERA PARTE: UNA REPUBLICA DELIBERATIVA REAL ‘CAPITULO VE. LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA EN ACCION ... 279 1. SOBRE EL DISENO INSTITUCIONAL DE UN IDEAL REGULA- TIVO. 280 2, REFORMAS CONSTITUCIONALES ¥ ESTRUCTURA BASICA DELA REPUBLICA DELIBERATIVA ... 285 3. CIUDADANOS, ESFERA PUBLICA Y DELIB ‘CANO INSTITUCIONAL 297 4, MECANISMOS INSTITUCIONALES DE PARTICIPACION DE- MOCRATICO-DELIBERATIVA CAPITULO VII. ©CONCLUSIONES BIBLIOGRAFIA, ENDICE ANALITICO 00 seentannennrmenes 353 313 321 PROLOGO Roberto Gargarella " y José Juan Moreso”* Eseribo en defensa del reino det hombre y su justicia. Pido la paz ya palabra. He dicho “silencio”, “vacio, . Digo ‘ “del hombre y su justicia”, “océano pacifico’ To que me dejan. Pido la paz y la palabra Blas ps Orsxo, Pido la paz y la palabra. Oo El libro que se disponen a leer contiene todo aquello que puede espe- rarse de una obra filos6fica cuya génesis es una tesis doctoral académica, la tesis de José Luis Marri es un ejemplar afortunado de este género. Fun- ~ Universitat Pompeu Fabra, Barcelona. "Ex verdad que contabameos con el magni libro de Nvo, 1997, publica primero en inglés (pero ya pitumo) en 1996, pero si bien es certo que el Iibro coniene una aricolacign original de 1 democraciadeliberaiva, no pretende en cambio abarcar el debate sobre la cestion. Warr, 1961. xv PROLOGO damentalmente de este tipo de trabajos esperamos un retrato fiel y minu- cioso del paisaje intelectual que pretende abarcar y, adquiriendo ei relieve adecuado, una posici6n propia que nos ayude a comprender el trasfondo conceptual del autor y nos permita, si lo deseamos, pensar por nuestra cuenta sobre la cuestiGn. ‘Ambas cosas se encuentran, con creces, en esta obra sobre Ia demo- cracia deliberativa. Por sus péginas desfilan todos los perfiles que el debate sobre la democracia deliberativa ha adquirido en nuestros dfs. A ello hay que afadir una clara conciencia de cémo estos perfiles se incardinan en la Iradicién filoséfica, desde los clésicos griegos hasta nuestros dfas, Por otra parte, se articula un modelo de democracia deliberativa que, con el autor, ‘podemos denominar republicano, en contraposici6n a otro modelo posi- ble, aun modelo elitista de democracia deliberativa. Esta defensa se lleva ‘a cabo sin rehuir los problemas filoséficos, los problemas de justificacién normativa, més arduos que dicha posicién conlleva. El lector encontrard alta esgrima argumentativa en estas paginas, pero apreciaré también que esta esgrima nunca se convierte en floritura, nunca es evada més all de Jo necesario para clarificar las tesis fundamentales que se van articulando, En mi opinién, sobre esta cuestién no disponfamos hasta ahora de una obra en castellano con todas estas virtudes? y, también por esta raz6n, ha de ser bienvenida. @ El libro es un libro de filosofia politica y, como tal, no necesita otra justificacién. La filosoffa politica es una rama de la filosoffa préctica y, Por tanto, trata de esclarecer los fundamentos normativos de nuestras ins- tituciones politicas para justificarlos o, en su caso, censurarlos. Ahora bien, dado que los autores de este prélogo se han dedicado, principal y respec- tivamente, a la filosoffa politica y a la filosofia jurfdica, tal vez merece la pena interrogarse en qué medida la filosoffa politica es relevante para nues- tra comprensiGn del derecho. Y a ello dedicaremos lo que resta de este prélogo. . an Es un truismo, tantas veces repetido, que el derecho es una préctica social, lo que significa que el derecho no es un fenémeno natural, que los > Una iden semejane a éta pede hllase en WALDRON, J. Law en JACKSON, Fy SMH, 1M, (eds) 2008: The Oxford Handbook of Contemporary Philosophy. Oxford: Oxford University ress, pp. 181-207, pp. 191-193. PROLOGO xv deberes y derechos juridicos son convencionales, en el sentido de que dependen de la existencia de determinadas acciones humanas, usualmente de la promulgacién y derogaciGn de determinadas normas. Esto es lo que hace, por ejemplo, que en Espafia exista ahora el derecho a contraer matri- ‘monio con una persona del mismo sexo y no exista dicho derecho en Italia. La tentacién de muchos te6ricos del derecho ha sido, y es todavia, afir- ‘mar que para describir y comprender esta préctica social no hace falta teorfa normativa alguna, basta con observar cudles son las normas pro- mulgadas que se aceptan en una sociedad, Tal vez por esta raz6n, en el prefacio del libro més influyente de los tiltimos cincuenta aflos en filoso- fia jurfdica, The Concept of Law de H.L.A. HART‘, se afirma que su enfo- = que del derecho puede ser visto también como un ensayo de «sociologia descriptivay. Pero, ,son estos enfoques plausibles? Pensemos en una préctica social mas simple que el derecho. Pensa- ‘mos en Ja préctica convencional de guardar la cola para comprar Ia entrada para el cine, para el teatro, para subir al autobis. Se trata de una préctica convenciofal y contingente, pero una vez. establecida genera deberes y derechos a sus participantes, dicho ahora brevemente: el deber de aguar- dar a que obtenga su entrada 0 billete aque! que nos precede en la cola y el derecho a obtenerio antes que el que nos sucede en la cola. Sin embargo, como se trata de una préctica convencional, no estf escrito que todos los conflictos que pueden plantearse en lo que concierne a guardar la cola .tengan una clara y unfvoca solucin en estas reglas tan simples. Pensemos en la cuestién siguiente: ,puede venderse, a cambio de dinero 0 especi la posici6n en la cola? Nada en las reglas referidas lo prohfbe, nada tam- poco lo permite. Cufando en algunas ocasiones hemos planteado este pro- blema a nuestros estudiantes de derecho, acostumbran a dividirse més 0 ‘menos por la mitad. Supongamos que se plantea realmente el conflicto y supongamos también que, como ocurre en el derecho, hay alguien que tiene el cometido de resolver el conflicto, lamémosle el guardién de la cola. Si, como de nuevo ocurre en el derecho, existe la prohibicién de non liquet, es decir si el guardién de la cola est4 obligado a tomar una deci- si6n, {con qué criterios habré de tomarla? Parece razonable pensar que nuestro guardién de la cola deberd argu- ‘mentar por una solucién que encaje mejor con el sentido que asignemos ala practica de guardar la cola. Si se nos permite la frivolidad, podrfamos decir que hay, al menos, dos enfoques posibles que atribuyen sentido a la préctica de guardar la cola, un enfoque liberal y un enfoque republicano. Para el enfoque liberal, la practica tiene sentido en cuanto nos permite razonablemente la coordinacién en aquellas actividades en las que somos “+ Bn eltrodvction: Law and Morals y Véase Davis, 1964: 37 * Veaseprincipalment los trabajos ya clisicos de Carne etal, 1960; BERELSON y JANO- were, 1966; y Crozier, HUNTINGTON y WATANURI, 1975, ease también Boum, PONTARA VEcA, Bs el modelo descritofelmente por los wabajos de Scwumperer, 1942: Downs, 1956; Back, 1958: y BUCHANAN y TuLLocK, 1962; y antes Miciexs, 1911 4 JOSE LUIS MARTI implican las elecciones periédicas, los ciudadanos comprenden que las deci- siones politicas mas importantes se toman a sus expensas, y que son los ‘grupos de presién més poderosos los que acaban por imponer sus prefe- rencias. Es contra este modelo, culpable de la crisis, que surgen nuevas pro- puestas que reclaman un cambio en «la manera de hacer las cosas», y explo- ran vias alternativas a las «viejas» estructuras democréticas que permitan adaptarse a los nuevos tiempos y que, sobre todo, hagan recuperar a los cciudadanos Ia ilusi6n por la cosa piiblica, les implique de forma personal en la toma de decisiones politicas " y les haga dignos sujetos de los dere- chos que tanto ha costado conseguir. Se propone recuperar los lazos de comunidad, retomar los ideales de autogobiemno, y transformar el sistema democrético para hacerlo més permeable a los verdaderos intereses de Ia ciudadanfa, desvinculando la nocién de «interés publico» de los intereses egofstas de los individuos ", para rehabilitar su voz y dignificar el Ambito de la politica proscribiendo o limitando los elementos de mercadeo y rega- tco en la toma de decisiones politicas. En definitiva, se reivindican nuevas formas de democracia participativa !?. Y de este modo, como reaccién al discurso académico y social de la crisis, la teorfa de la democracia, al menos la de origen anglosajén, comienza a sufrir una profunda renovaci6n. ‘Aunque conviene no confundir democracia participativa con demo- cracia deliberativa, por razones que expondré mas adelante, es innegable que el poso teérico que Ia primera fue dejando durante los afios cincuenta, sesenta y setenta, sirvi6 de alimento e inspiracién, ademés de cojin, para la democracia deliberativa en los aiios ochenta, Suele decirse que es pre- cisamente 1980 eFafio del nacimiento de la democracia deliberativa, porque fue entonces cuando Joseph BESSETTE acufié esta expresién en su artfculo pionero «Deliberative Democracy: The Majority Principle in Republican Government» Es esta década de los ochenta la que puede ser calificada "© Vase wabjoprecurce de Peter LASLET sobre la sociedad acarncaran, uno de los precedent inmediaton de ia tera deliberativa, en Laster, 1936. “Una dels tess centrale dl modelo democritca literal es justament a negacign del ‘bien comin el intr piblico como algo ms que una mera agregacn dels iteressindiv- depres, ncaa nme mexyl en ari ales y olic. ase eed na ssid mdr dena de ets pic, vaie, de ages S22 Dau Bch y 9G nemmmane ter Timm 19709 Bacmscn TOY a Interesante de enfant el papel dein dicusin polis Ssde ln propia tora del social choice, Bc 19 a Anizariios lr prema ors con ee ‘is en el aparado 2 de apt I 5? Pam una iluminadoracomparacén entre estas dos formas de entender Ia poltica demo- rfc, deniicada una con Ia metfor del mercado ya ora con Ia el fro, var Buse, 1986, Eni as aporuciones ms signfcalvas dela democacia prcipat trabajos ya meneonados de Lasuzrr Davis, Baca, 1967 1973, 1970; Baneito y RoussorouLos, 971; Pwocx y Cuan, 1975; Macritenson, 1977; Fix, 1979; Maxsnnboe, 1985; y Baaae, 1984. ')"Besterr, 1980. Sobre a atibucién dela fecha, wéase por ejemplo BOHMaN, 1998: 40. La historia del ting sdemocracia deliberative» exon tanto Corona Como he dich, eneral- INTRODUCCION: LA INSATISFACCION DE LA DEMOCRACTA Is como perfodo de gestacién del modelo, el momento en que se publican algunos de los trabajos mds importantes que sentarfan las bases del prolf- fico debate que atin estaba por venir. ¥ en ese mismo perfodo, en Europa, ‘Jrgen HABERMAS publicaba su Teorfa de la accién comunicativa, que esta- blecfa unos poderosos cimientos filoséficos para la democracia delibera- tiva'’, Se trata, en definitiva, de un perfodo ampliamente nutrido en el que se publican decenas de trabajos sobre este tema '®, Si los ochenta fueron los afios de gestacién de la democracia delibe- rativa, los noventa claramente representaron el desarrollo y consolidacién del modelo. Aparecieron centenares de artfculos y decenas de libros que directa o indirectamente abordaban el tema, bien para defender esta nueva, teorfa, bien para criticarla, y que le imprimieron una considerable sofisti- zaci6n'”. También algunos autores comenzaron a preocuparse, con mayor (© menor fortuna, de su disefio institucional y de su aplicacién préctica a ‘mente se le atrlbuye a Besserre Ia invencin del mismo, Pero la mayor pate de los studios de [a déeada de lo ocheniaignora por completo Ia expresiny ni siquicr citan el abajo de Bes- ‘SETTE.EI primero en clare es Cass SUNSTEOM en SUNSTEIN, 1983: 3, ta 26, 1988: 199, now 125. Joshea Covi se hace eco de ello en 1989 en «Deliberation and Democatc Legitimacy», pero adviendo en i primera nota del texto que toma In expreién del trabajo citndo de SUNS” ‘Tam, y admite que éstecta «un aricalo de BeSSETTE que no be consulado>. Cit, COME, 1989: 32, nous 1.¥ es fnalmente este trabajo de CowEN, ampliamente citadoy discatido por los deli- iberatvists posteriores, que ademts no svelenreferrie a Besserrs, el que poplarzarta la expre- ‘sin De moto oe el éxito del misma depende finlmente de COMEN, ann cuando éste no hubira “eld ol ardculo de su ecreador. " Seguramente Tos mds importantes so los siguientes: Exsran, 1986 (que desarolaalgu- se inn re, 193: 5-6); Cove, 1986 18D Mat, 987. A. an, 1989 (que desarll e ia tesis apuntadas previamenie en ACKERAN, 1980). 1 Hansas, 1981, Tabi, inclan antes, Hanenta, 1962. El inten de Hantsatas So isngve cualiatvamente de los demds. Con completa independenca de lo que se estaba fr {Buando en la academia anglosajona, HABERMAS desaroll una constncei6a fossfice profonds el concepo de racionalidad humana que intenta reais las tres facta clsics dela razba \ebrica, I pécticay la esttca) bajo una concepcién unitari, pragmétice y esencialmente egies. La eorta diacusiva de HAnGRas que sobyace a a azn, la tora dela argumentacion ‘que la sopra, y su concepciGn de ia esfera pblica, conibuyeron decsivamente alos desaro- tos posteriores dela tcora de In demacracia deliberativa. Aunque de hecho HaBERAS habfa dvertida que su teora de Ta ca del discurso no debtautlizarse como justificacén de eoras poltiens (vase Haninvas, 1981 y 1990 60'y §%: y Benuasin, 1989: 143, 149, 150, y 154), 0 teria hata los aflos noventa que 61 mismo pablicaria diversas obras emineatemente polices (Gobre todo Hanenaas, 19928: en especial los captals VII y VII, pero también vése Hasen- as, 1992b, 1994 y 1993) Ba exia misma les, wean tien Fras, 1986, Bexmani, 1986, yO'Nau, 1989. "Pare no cansar al lector, me abstendeé de enumerarsiquiera los trabajos més destacados, ‘aunque no me resist «indicat que sombres como los de June Mansanioce, Cass SUNSTEM, y Frank Micweuaan, sumados alot mencionadot en Ia nota 14, se convinieron en verdaderamente limprescindbles dentro de exe primer pefodo de gestacién. Pueden vs ‘abajo, jum con at de do ox denen iia pve lial et "A To largo de exe perfodo peblican sus principales aporuciones 1 esa literatura autores {undamentaes como Seyla BENnan, James BorMaN, Thomas CHRISTANO, Joshua COHEN, John Davzex, David Est.uno, James Fistin, Robert Gooow, Amy GuTaann, Dennis THow?so, ‘irgen Hascasas, Berard Manin, Jane Maxsoniboe, Frank MicueL¥an, David Mitten, Carlos Nimo, John Rawis, Henry RICHARDSON, Cas SUNSTEM, e ris Marion YOUNG. 6 José Luis MARTI determinados paises 0 sectores del gobierno o de la administracién "8. En 1998, James BoHMAN publica un state of the art titulado «The Coming of Age of Deliberative Democracy», algo asf como «la mayorfa de edad de a democracia deliberativay ®, en donde sostiene que ésta ha adquirido una progresiva madurez, que se han ido asentando y refinando sus tesis prin- cipales, habiendo contribuido a ello las numerosascriticas recibidas durante ese tiempo, y que ha legado el momento de generar y comparar més Propuestas de implementacién préctica. Y, ciertamente, desde finales de Jos noventa y en Jo que levamos del presente siglo, Ia atenciGn se ha des- plazado, como vaticinaba BoHMAN, hacia las cuestiones précticas de disefio institucional o de evaluacién de mecanismos reales de deliberacién demo- crética. Y sin embargo ain no contamos con un modelo claro unfvoca- mente construido. Son tantos los autores que han escrito sobre la demo- ccracia deliberativa, tantas las propuestas diversas, que se hace diffcil identificar alguna versiGn canénica del modelo”. El éxito del modelo democrético deliberativo, si lo medimos por el impacto que ha generado en los ambientes académicos, es indudable®. Por esta raz6n, algunos han afirmado que la democracia deliberativa se ha con- vertido ya en la teorfa democrética dominante en la actualidad™. No obs- "Ast, aparecen propuesias de mecanismos deliberativos concretos (Fistan, 1991 y 1995), ‘studios sobre ia demoeracia deliberative en el gobieroo ene pariamentonorteamericanot (Wt, 1992; Greco, 1996; Wourexsaencer, 2000), en Ausrlia (Un, 1998), en Hai (Storzxr, 1997), Veanse, por ejemplo, Manin, 1987: 345; SUNSTEIN, 1988; Cowen, 1989: 27; PLsWan, 1991: 33 y 34; Besserre, 1994: 253, nota 9: GUTMANN y THowPson, 1996: 44; Bonar, 1996: 23; Bicxrono, 1996: 19 25-26, Borbuan y Re, 1997: xv; Gavs, 1997: 205; «Arisoe's mul ‘tudes en WaLpRon, 1999b: 93 y 94; Devzex, 2000: 53; RicnanDsow, 2002: 60; y Gooosn, 2003: 169. Incluso noha faltado quien h firmado I exitenca de una weacuela aristttica de a demo- craciadeliberaiva. Vase Duv24x, 2000a: 53. Aunque en mi opin dich tess no iene sufciente fandamnento. De todos modo, 20 ert en dscusionesescolstics de exe tipo. 3° Masa, 1997: 228-230. 0 José LUIS MARTI encuentra en el origen de algunas controversias en la democracia delibe- rativa contempordnea. Mientras algunos de estos defensores de la delibe- raci6n, especialmente en el siglo xvi, defendieron una especie de «eli- tismo deliberativo democrético moderno», més en la linea de PLATON o de las interpretaciones més elitistas de ARISTOTELES, otros, principalmente ya en el siglo x1x, construyeron un discurso mucho més cercano a valores republicanos igualitarios y profundamente democréticos. Tal vez uno de los primeros que pertenecieron al grupo «elitista» fue Charles de Secon- dat, MonTESQUIEU, un caso curioso y complejo que mezcla la defensa de tun modelo representativo que destila desconfianza hacia el pueblo, y la defensa de la deliberacién y la biisqueda de la racionatidad de las leyes™, En clara continuidad con MonTESQUIEU encontramos el pensamiento de David Hume. Como es bien conocido, segtin el fil6sofo escocés no hay espacio para la racionalidad en ¢l terreno normativo moral y, por exten- si6n, de la justicia y 1a politica, al menos por lo a que los fines se refiere, puesto que el nico papel de la deliberacién racional es el paramétrico, consistente en establecer una adecuacién de medios a fines; la selecci6n de dichos fines. en cambio, responde siempre a las pasiones. No obstante, no hay que desdefiar este papel limitado de la racionalidad deliberativa, y en algunos de sus ensayos politicos reconoce la importancia de la delibe- raci6n colectiva en las asambleas representativas, aun advirtiendo de los peligros de las asambleas grandes o de las que son demasiado dependientes del parecer del pueblo”. Pero el més fiel seguidor de las ideas de Monresquisv, y el que més influirfa en pensaddres posteriores, incluidos algunos de los contempord- neos, fue Edmund Burke. En el capftulo VI tendremos oportunidad de analizar con mayor detalle su contribuci6n decisiva a la historia del modelo de la democracia deliberativa. Bastard ahora con decir que BURKE fue ¢l epresentante més importante del «elitismo deliberativo democtético moderno», es decir, la idea de que la deliberaci6n democrética debe quedar reservada al Parlamento u otras instituciones representativas y clitistas (tanto por su composicién como por su funcionamiento) que puedan des- vincularse de la presi6n ejercida pdr el pueblo y que alcancen la version ms refinada de la deliberacién politica. La concepcién burkeana influi- 2% Algunos fragmentosen los que destaael papel del deliberacién en Mowesquieu, 1748: Primera Parte, Libr I, p. 20 y Libro VIL, p. 87, y Seguoda Pane, Libro VI, pp. 115-118. 5" Véase, por ejemplo, su«ldea de una repdbica perfectas, en Hume, 1994: 128-142. % Algunos de os ensayos més importantes de BURKE esta reunidos y traducidos al caste Mano en Buaxa, 1984. Sobre su pensamiento politico, véanse los excelenes trabajos de Mac ‘Paenson, 1984; Frama, 1980; Hassutn-Mowx, 1987; y Pram, 1967: cap. 8. Algunos dl ‘eruivistscontempordnes Iehancitado como un precedente: véanse por ejemplo ELSTER, 1998 ‘Besserne, 1994: 40 y 41; Noo, 1996: 171; Drrzec. 2000e: 2; y SAWARD, 20006: 8 > Véas, por ejemplo, Bunxe, 1770: 289, y 1774: 312 y 313, INTRODUCCION: LA INSATISFACCION DE LA DEMOCRACIA a ria profundamente en el pensamiento de algunos de los federalistas nor- teamericanos en el proceso constituyente de los Estados Unidos, y a través de ellos ha pervivido hasta nuestros dias, como mostraré en el capitulo VI, en una de las concepciones de la democracia deliberativa contempordnea. Entre los mencionados constituyentes norteamericanos, los que mejorrefle- Jaron esta herencia fueron sin duda James MADISON y Alexander HaMIL- ‘Ton. Buena parte de las instituciones polfticas que propusieron iban enca- minadas a potenciar la deliberaci6n, y en ultima instancia la imparcialidad de las decisiones!. Pero a la vez reproducfan los mismos rasgos elitistas presentes en la obra de Burke: la deliberacién s6lo tenfa valor, por ejem- plo, en las cémaras representativas; y los representantes, elegidos por sus méritos y virtudes, debian gozar de plena independencia para poder deli- berar libremente®, A esta concepci6n elitist de la deliberacién democrética se le opuso desde el principio una forma distinta de pensar la democracia que entron- caria mejar con la tradicién emancipatoria ¢ igualitarista republicana, que serfa defendida, por ejemplo, por el abate StévEs*, los antifederalistas, ‘Thomas JerreRson y John ADAMS, y especialmente, ya bien entrado el siglo x1X, por John Stuart Mit. No podemos incluir en la lista, contra- riamente a lo que algunos han afirmado, a un gran republicano como Jean- Jacques ROUSSEAU ®, que defendi6 efectivamente un modelo radicalmente ‘democritico, y no elitista, pero en el que la deliberacién debia ser supri- mida por Ia misma raz6n por la que el elitismo ha criticado siempre la extensi6n de Ia misma a la ciudadanfa, por el riesgo de manipulacin ret6- rica e irracjonalidad””. Respecto a Mitt, en el capftulo VI analizaré con “Ente los dliberaivstas que han detacadosuifluencia, véanse E.sret, 19984: 3; Suss- 7. 1988; Fishin, 1991: 42, 43, 65 y 66; GUTMANN y TwoMrsON, 1996: esserre, 1994; Borbuan, 1996: 28; Niwo, 1996: 102 y 103; Gaxcansuia, 1998; Hatom, 19996: 118; Devzax, 20090. ease, por ejemplo, Alexander Hasnzon, The Federalist, nmeros 68, 70y 73 en Haw.- ‘Ton, MaDison y Tar, 1999, También, como apoyo, véanse los mimeros 10, 27, 37,49, 63, 71 y ‘8, indos ellos en HAMILTON, MaDison y Jy, 1999. Sobre este punto, véanse GARGARELLA, 98a: 264-269; y Sunsra, 1993. ‘Para un andlissy defensa de et intertetaci6n, SUNSTEIN, 1988, 1 Vease Mayan, 1997: 230 y 23), y 341 y 342. “aru una reconstrvscign doo pene en rin deliberative y republican, Suns- ‘an, 1965: 38-4, 19860 690-497, y 1988. Ene los dliberaivisascontempordnens que econo en la influencia de estos autores, ademis de SUNSTEIN, véase GUTMANG y THOMPSON, 1996: 114. ‘© Entre Jos que han crefdoeréacamene que ROUSSEAU defend la dliberacin democré- ica véanse Conon, 1985b: 323 324, y 1986e: 288-292; Bowman, 1996: 5, 12-13, 113, 19978: 321 y 1998: 400; Bouman y Reno, 1997: x: Bei, 1999: 73: y Pere, 200 “+ Vease Rousseau, 1762: Libro Segundo, cap. X, p50; Libro Tercer,cap.1V.p- 66, caps. XI! 4 XII, pp. 89 90, y cap. XVI p. 10D Como prueba de elo, ease ROUSSEAY 1762: Libro Segundo, cap. I p29, yLibroCuaro, ap. Tp. 105. Reforzand esa interretacién, SxLan, 1969: 18-20 y 179186, y Peat, 1978: {6.106 y 107, ¥, ene ls dliberativitar, Mason, 1987: 345-347; SUNSTEIN, 1988; RICHARDSON, 2002: $8; y Maen, 1982: 184 2 José LUIS MARTI detalle sus aportaciones a esta corriente. Lo que allf sostendré es que, si BURKE es el precedente de una concepcidn elitista de 1a democracia deli- berativa contempordnea, Mitt. Io es de una visin participativa que aqui identifico con el ideal de la repuiblica deliberativa’, y ello aunque el propio ML defendiera explfcitamente las bondades del gobierno representativo y de los marcos institucionales mixtos®. Mi intencién en este apartado no era recorrer sisteméticamente los caminos de la historia del ideal de la deliberacién politica, sino tnica- mente mencionar algunos de los mAs destacados pensadores que se han ‘comprometido de algtin modo con dicho ideal y que son reconocidos como predecesores del modelo por los deliberativistas contemporéneos. Pero ‘como ya he advertido, el modelo contemporéneo se ha emancipado lo sufi- ‘iente de sus orfgenes como para permitimnos avanzar sin dedicarles una ‘mayor atencién. Asf que pasemos, ahora sf, a ver en qué consiste la idea Désica de la democracia deliberati 3. ,QUEES LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA? La democracia deliberativa es un modelo politico normativo cuya pro- puesta bdsica es que las decisiones politicas sean tomadas mediante un Procedimiento de deliberacién democrética. Por lo tanto consiste, por ‘encima de todo, en un modelo de toma de decisiones. E] modelo es nor- mativo porque no aspira a describir cémo es la realidad, cémo efectiva- mente se toman las decisiones polfticas en nuestras democracias avanza- das, sino a mostrar cémo deberfa ser dicha realidad. Asi que el procedimiento deliberative actia como proceso de justificacién o legiti- macin de las decisiones politicas. En otras palabras, la utilizaci6n de un rocedimiento deliberative es una condicién —al menos idealmente— necesaria (aunque para muchos todavia no suficiente) de la legitimidad de Jas decisiones politicas ®, Como sefiala COHEN, la democracia deliberativa implica una sociedad en la que «los asuntos de interés (affairs) estén gober- nados por la deliberacién piiblica de 3us miembros»*". Ahora bien, cuando “ ‘Ente los deliteratvata que lo revindican como un precedente importante del modelo ‘59 Darzax, 20003: 2 y 9; SawaRD, 20008: 5; y ACKERMAN y FASWRIN, 2002: 7,8 y 21. ‘ “Vease Manan, 1997: 234 y 235. Algunos fragmento especialmente elevates a cstosefec- tos en Mu, 1860; 43, 57, 65-66, 77,103, y 144-145. 3 Tados los deliberuivisias extn doscverdo en este pun Veanse, s6lo como ejemplo, ‘Maya, 1987: 351-35% Come, 1989a: 17-22; MICHELMAN, a 1994: 28, y 1996; DrrzEx, 1990, 20008, y 2001: 651; GUTMANN y THOMSON, 1996; 4 5, y'1998: 401 y 402. 3 Gove, 19894: 17. INTRODUCCION: LA INSATISFACCION DE LA DEMOCRACIA 2 afirmo que se trata de un modelo normativo quiero decir, en este caso, que ‘el modelo describe un ideal regulativo hacia el que debemos tender. La legitimidad politica entonces no es un asunto de todo o nada, sino gradual, de modo que cuanto més democritico y deliberativo sea el procedimiento de toma de decisiones utilizado, tanto mAs legitimas serdn dichas deci- siones resultantes. Ya he advertido que las tesis defendidas por los autores deliberativis- tas son diversas y heterogéneas. Pero voy a intentar dejar a un lado estas diferencias y reconstruir los principios generales de la democracia deli- berativa, para presentar una versi6n unfvoca y clara de su modelo, que seré Ia tarea ala que dedicaré no s6lo este capftulo, sino también los dos siguien- tes. Una definicin mfnima, pero muy afortunada en mi opinién, de demo- * cracia deliberativa * 1a encontramos en la introduccién de Jon ELSTER a su compilacién sobre este tema. Seguin ELSTER: «Todos coinciden, creo, en que la nocién (de democracia deliberativa) incluyé una toma de decisiones colectiva con Ia participaciGn de todos aque- llgs que resultarén afectados por la decisiGn, o de sus representantes: éste es cel aspecto democrético. A su vez, todos acuerdan en que esta decisién debe ser tomada mediante argumentos ofrecidos por y para los participantes, que ‘estin comprometidos con los valores de racionalidad e imparcialidad: y éste ces el aspecto deliberativor ®, _ __Examinemos con mayor detenimiento algunos de los elementos de esta definicién. En primer lugar, debemos distinguir convenientemente el ele- ‘mento democrético del elemento deliberative ¥. Democracia y delibera- ci6n son dos conceptos légicamente independientes, ya que no s6lo puede existir una democracia que no sea deliberativa, sino también una delibe- racién no democrética. Lo que propugna este modelo es precisamente la combinacién de ambos elementos en un mismo ideal de procedimiento de toma de decisiones. Por una parte, segén el elemento democrético, en el procedimiento deben participar todos los ciudadanos, directamente 0 a Algunos autores, como BoHMANO CHRISTIAN, prefieren hablar de wdeliberacin pblican, crea del significado preciso de ambes expresiones, gene lente. La deliberacion pica, como tendremos oporu- ‘idad de ver més adelante, se ‘un proceso argumentativo mas amplioy ifs, no sem pre iasttelonal, que tiene lugar de forma continue en la esfera pdblica, La democracia Seliberativa, en cambio, designs el modelo demoerdtico qu ceatralmente propone el uso de pro ‘eson argumentatvos en las instituctones de toma de decisiones politics, defiende ademds 1 Imejora de lot procesos de delberacin piblica no lestiucionales. Ours ain, como Drvzax, Drefieren denominarla «democracia dscusivas para poner de manifesto que el tipo de delibe- ‘in gu apean romover consi non roneo comune nq protien 5 E.sven,1998x: 8, La traduccign, como las del resto de fragmentos de ext exis que no ‘stn citados de taduccionespublicadat, es mia. La cursiva en el orginal ‘La misma dstinign, con una pequeta diferencia de énfsis espcto la bertad de adop- ‘are reslado por parte dels participants, en Mane 1987: 352. » JOsé LUIS MARTI través de sus representantes. Muchos deliberativistas han enfatizado pre- cisamente que la democracia deliberativa posee un fuerte elemento de inclusién democrética, en el sentido de que las voces y argumentos de todos deben poder ser escuchadas, al menos idealmente, en el proceso de toma de decisiones. ¥ en el caso de la democracia deliberativa se entiende que los ciudadanos no s6lo deben «estar presentes», sino también, o pri- ‘mordialmente, deben estarlo sus razones o argumentos *, Por otra parte, el procedimiento de toma de decisiones propuesto tiene una forma dial6gica 0 discursiva, esto es, consiste en un acto (0 proceso) de comunicacién colectiva* y reflexiva en el que se intercambian razones que cuentan como argumentos en favor o en contra de una determinada Propuesta 0 un conjunto de ellas con la finalidad de convencer racional. ‘mente a los demds, y en el que los participantes persiguen la imparciali- dad en sus juicios y valoraciones’”. ¥ en tanto que procedimiento discur- sivo 0 argumentativo de toma de decisiones, se opone a aquellos otros que se basan en Ta negociacién o en el voto *. Hay un rasgo importante que no menciona la definicién de ELSTER. El modelo de la democracia deliberativa posee un cardcter ideal, esto es, expresa un ideal de gobierno democrético hacia el que debemos tender en la medida de lo posible ®, Se trata, en definitiva, y en opinién del grueso de la doctrina, de un ideal regulativo®. Y, aunque no es tinicamente la democracia deliberativa, sino la democracia en general la que puede carac- 2% Véanse Mao, 1987: 352; Conen, 19898: 23, 1996: 417, y 1998: 203; Devzex, 1990, 19960, 2000, y 2001: 651-662; Braman, 1994: 31; Bowuan, 1996: 7 y 9, 1998: 400 408: 410; Novo, 1996: 144 y 180-186; icuanDson, 1997; E.sTan, 1998x: 8; y Goodin, 2003: 194-196. Se excluye, pr Jo tant, otro uso general e a palabra xdeliberacin» que se refere a un proceso reflexive individual 9 manolégico. Para una splicaign del modelo deliberatvo en la que ‘este proceso indvidul se converte en el punto de parid, vésse Goooi, 2000 y 2003 De hecho, is propia nocién de cargumentaciGn» parece implicar, al menos inutivamente, un cierto compromiso con la racionalidad y certs motvaciones imparciales. Ea el eapttlo ‘Yeremos que jostamente I nocién de argurentacin permite ditinguit a democraciadliberaivs e sus altemativas en la tori de Ia democracia. Yen el capftlo Il tendremos ocasién de ver algunos de os problemas existentes ala hor de defini suisfactoriamentc ls nociones de «raz6n> (© de sargumesto, Sobre In interelacién entre‘estrategia autointeresada (no imparcial) y argv rmentacign, véase ExsreR, 1995. SF Véase Busan, 1995 y 19980: 5 y 6. : » Ast por ejemplo, a carcterizacién del sprocedimiento dliberatvo ideale de Joshos Cowen, las weondcionesideales de didlogo» en las que se inspira el modelo de pola delibers- tiva de Jurgen HARERUAs el eacverdorazonado como ideal regulativoe de SUNSTED, et ‘ Ente Jos que han sefalado el cartcer ideal del modelo, Hanensas, 1981 ‘EN, 1988: 158-160 19934: 137; Conn, 1989x: 21 y 22, 1996: 412, y 1998: 103; Davzek, 1990: 36 y 37; Mien, 1992: 182; Bouman, 1996: 16 y 17 1-8; Nimo, 1996: 21-24; Micweuan, 1997: 149-151; Kowr y Jounson, 1997: 287; Neson, 2000: 181 y 182; y Youno, 2001: 103. Aunque algunos eliberaivisis se han opvesto nesta. carac- terizacin, en mi opnién dfinir ef modelo de In democracia deliberative como un ideal regu: tive no s6ie tiene importantes ventas a Tx hora de pensar su implementacign, sino que recone truye mejor Ie forma en la que pensamos en este tipo de ideals democrticos. INTRODUCCION: LA INSATISFACCION DE LA DEMOCRACIA 25 terizarse asf, la nocién de ideal regulativo es bastante compleja y ni los, te6ricos politicos ni los filésofos en general se han ocupado mucho de ella®, Un ideal regulative se podria definit como un horizonte normative hacia el que debemos tender en la medida de lo posible". Dicho horizonte normativo es un estado de cosas que evaluamos como deseable ocorrecto™ y, en este sentido, los ideales regulativos tienen que ver més con ser que con hacer, Dicho estado de cosas puede ser empiticamente alcanzable ono alcanzable, sin que ello afecte a la validez normativa del ideal. Puesto {que aquello que tenemos la obligacién de hacer depende de que nos acer- ‘quemos més 0 menos al estado de cosas ideal, el hecho de que el propio ideal sea inalcanzable no cancela nuestros deberes ®. En cambio, Io que si hace es crear una gradacién de los mundos posibles que median entre aquél en el que nos encontramos y el descrito como ideal, utilizando como criterio la proximidad con este iltimo®. En este sentido, permite decir, por ejemplo, que existen algunas democracias (reales y concretas) més justificadas que otras, en funcién del grado de cumplimiento de las con- diciones exigidas por el propio ideal (en funcién de la proximidad en la que se encuentren del estado de cosas ideal), La justificacién de un sis- tema politico, o Ia correccién de un determinado comportamiento, dejan de ser cuestiones de todo 0 nada, y se convierten en cuestiones de grado. +" t Bire oe que han caractrizao la democracia como ideal, wante Ross, 1952:94; Ne.son, 1980; Saxron!, 1987 vl. 1 83-115: y Dan, 1989: esp. 264-270, 1998: 45-164, ‘Para un intent de sentar algunas bases para una futurateorfa de los ideals regulaivo, en esa ocaign centrado eel mbit del derecho, véase MAT, 2005e. ‘Ta nocign cldsca se In debemos a Kant. Véase Kant, 1781: AS69-BS97 y ASTOBS98, ‘Una idea cereana en RESCuER, 1987: 114; Nowcx, 1989: 223-226. 4° en ello resie a foerza pritica del deal. Nozickaplia esta nocinmbign alas cosas, sccions y sistemas, Vee Nor, 1981: 429. Pero yo mantendt,siguiendo a RESCHE, In expre- ‘ie sestado de conan. Véase RESCHER, 1987: 5-25, y esp. 116. "Bs decir, eaublecen o6mo deberfan sr las coats 0 las personas y no tanto mo deberian comporase, Por exo estén muy protimos a lo que G. E. MooRE denominé reglas ideale, ana ‘oeiGn que més ade recuperarta C. H. Von Wace. VEase «The Nature of Moral Philosophy, fen Moons, 1922; 320 y 321; Von Waict, 1963: 33. Las reglas ideals morales extablecen, para ‘Von Wai, ptrones de Ene loc primero, Jomo, 1998: 174y 175. Ear los segundos, send ta opin mls ‘end, Hasta, 196 y 1992 SixsTEN, 1988: 156-10; Cone, 198; Coneny ROO, 1995p: 48-45; y Nino, 19622126. Voy a wisi iti ei que raza Sane Manson entre consenso yuan ut, Ambus implican el scuerdo de todos los paricipate, per la unanimiad solo Se aleanca anes disienta expliciamente de lo que se quiere dar por decdido. Vease MaNsanince, 1983: 32, La disincion de MatsaRiDoE me parece al menos en algin ‘szatido, cl consensorequeido por alguncs proce somes, como la nego- ‘aciGn ola deliberacién mis no ex dependiente de ninguna votacin,y esto lene gran ree- ‘ancia para el andlisis que desarolo ene captalo TI. Y contra lo que podra parece, la distin- ida no earece derepercusiones pricics, Bl Consejo de Seguridad dela ONU, que come es sabido toma sus decision con un compleo sistema de voto en el que cinco pass cvenan con derecho Sunstmn, 2002: 81. Esto significa dos cosas, sein el propio SUNSTEN. Por una parte, que st pedimos que un grupo ce su opinion sobre una cuestion eterminads ames y despucs 1 Ta Tuz de determinadas consideracones normatvas previa, pero es precamente de eso de lo (ue se trata en est cas, [EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATIVAS a parar son diversos modelos normativos de democracia. Y estos iiltimos pueden estar guiados por tres principios distintos, o por una combinacién de ellos: el principio de la argumentacién, el principio de la negociacién y el principio del voto. 1.1. Argumentacién, negoctacién y voto La mejor distincién entre los principios de argumentacién, negociacién y voto se la debemos a Jon Ester? A pesar de que muchos de los delibe- zativistas han sefialado la oposicién entre deliberaciGn (0 argumentacién) y negociacién?, o entre deliberacién y la mera agregaci6n de preferencias ‘efectuada tras un proceso de voto puro‘, nadie ha presentado el contraste centre los tres principios con mayor nitidez que ELSTER, y ello a pesar de ‘que su presentacién sea deficiente en varios aspectos que iré sefialando, Uno de gstos aspectos no del todo satisfactorios es la pobreza con la que ELsTER define en qué consiste la «l6gica» de un proceso de toma de decisiones. En lo que sigue me permitiré reconstruir la distincién en tér- ‘minos de principios e ideales que contrastan con, y sirven para subsumir, Jos casos reales de procesos decisorios. Entenderé que cada uno de estos principios puede operar como gufa en el disefio y en el funcionamiento de ‘un procedimiento real de decisién. Los casos puros, conceptualmente posi- bles, de procedimiento de decisién en los que s6lo interviene uno de estos tres principios, sin la contaminacién de los otros dos, los Hamaré casos ideales. Asumiré que-estos casos ideales no son empfticamente posibles, Y que por lo tanto todos los procedimientos reales de toma de decisiones ‘combinan dos 0 més principios . ¥ clasificaré los casos reales en una cate- gorfa u otra en funcién de si otorgan primacfa a un principio u otro, par- tiendo de Ia base de que existen casos paradigmiticos de ello, y que algu- ‘nos casos extremos s6lo podrén ser clasificados de forma borrosa. Los tres principios democréticos de toma de decisiones, ya mencionados, son el 2 Bn realidad, la distinc slo stl esbozsBa en Exsrax, 1995 y 19988, donde e autor x2 refer a dicho prinipios como «gicat» diversas de los procedimientos de toma de eeisones (Ecsrex,1998e: 5 y 6), Pan una sntsis mds minucisa dee iatine}n de ELsten, véase Max, 2001, 3 Véanse Banaen, 1984: 136 137; Sunsreny, 1986: B95, 1988: 150 y 151; Cone, 19893: 17y 18; Guraane y Twourson, 1996: 1 y 4, y 2004; Keir Jonnson, 1997; JoMnsOn, 1998: 162; Bown, 1998: 400; y Pern, 2003: 139 y 140. ‘Veanse Maxis, 1987: 349-353; SUNSTEIN, 1988: 144, 145 y 150, y 1991; Conn, 19898: 1998: 185 y 186; Maen, 1992: 182 y 183; Guraave y Taomrson, 1996: 1 y 4, y 2004; 13-21; Koacer y Jomesow, 1997; Jonson, 1998: 162; y Boman, 1998: 400. 3 sta acuncién puede er sin embargo dieutida. Yo no he sido capaz de encontrar n s6lo ‘jemplo real de procedimiento puro de toma de decisions. Eso no demuesir, claro, que no fea Posie empticamente. De todos modo, en caso de habero, eso no afecarfa alo importante de ‘ai argumento en exe libro. a J0sE LUIS MARTI principio de la argumentacién, el principio de la negociacién y el princi- pio del voto. Ahora bien, una complicacién de nuestro uso ordinario de estos términos es que denominamos igual a los casos ideales de aplica- ci6n de cada uno de estos tres principios y a los casos reales subsumibles en cada una de las tes categorfas derivadas. De modo que cuando usamos los términos «argumentacién» y «negociaciGn» nos referimos a veces aun rocedimiento ideal que maximiza de forma pura un principio determi- nado y a veces a un procedimiento real en el que predomina la aplicacién de un principio pero en el que estén presentes rasgos provenientes de la aplicaci6n de otro principio. No desharé aqui la ambigledad para no perder Jo intuitivo de las etiquetas, pero intentaré advertir en cada momento a qué sentido hago referencia. La democracia deliberativa propone un modelo de toma de decisiones basado en el principio de la argumentacién. Si democracia deliberativa y democracia no son sindnimos, y ciertamente no lo son, entonces debe haber otras teorfas democraticas que propongan modelos de toma de decisiones bbasados en otros principios. Segiin ELSTER, los otros principios que pueden guiar modelos alternativos de toma de decisiones son la negociacién y el votoS. Ya he dicho que se trata de principios normativos. Como tales, cada tuno de ellos emana de, o encaja en, una concepcién normativa més amplia del Estado y de la democracia. Lo que los tres tienen en comiin es que, por ser principios democriticos, se aplican de manera fuertemente inclu- siva, esto es, establecen que los destinatarios en sentido material (todos Jos potencialmente afectados) de la decisién colectiva, sea directamente 0 a través de sus représentantes, deben poder participar en la toma de deci- siones colectivas. Por otra parte, no s6lo regulan el funcionamiento estruc- tural de un procedimiento de toma de decisiones (el tipo de actividad que se requiere), sino que exigen también determinadas disposiciones motiv cionales por parte de los participantes. Cada principio contiene entonces al menos un elemento objetivo, referido al funcionamiento estructural del- proceso decisorio, y un elemento subjetivo, referido a las motivaciones ¥ pretensiones de los participantes 7. Aungue ELsTeR admite ciertas cone- xxiones entre los principios y las métivaciones, éstas distan de ser claras®, 1, sega, a lista es exhaustive. Vase Exsten, 19988: 5. 7 Para'un andlisis de los procedimientos de deliberacion y negociacia desde el punto de vista de las disposicones motvaconaes, ase OvEsERO, 2002: 153-191. * Exsvenrelaciona los tes principis con ues tipos de motivacionespolfticas: la raz6a, el Snters y In pasion ft. E.sran, 1995: 239, y 1998x: 6; un desarrollo un poco més completo en Estes, 1999: cap V. Por interés» ELsTexentende la persecucin de una ventaja materials, La lgiea de In argumentacign e a dnica que, en estado puro (idea), se fundamenta en Ta razén y It impacialidad,siendo adesineresada y desapasionada ala vez». Las otras dos lopicas,en cambio, pueden canalizar cualquiera de las tes motvaciones. Sien un proceso deiberativ real algunos Sees paps sedan motives pore ins por la pn, porgue en interes Algona de esas otras Wiest, por lo ano, Se aleja del modelo ideal de argumer [EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATIVAS 4“ Presentaré a continuacién mi reconstruccién de la distincién de modo que intente evitar las oscuridades e imprecisiones de la presentaciOn de ELSTER’. ‘Comencemos por el elemento subjetivo de los principios que pueden ‘guiar los procedimientos de toma de decisiones. Cada participante entra en el procedimiento con una opinién més o menos definida de cuél es su altemnativa preferida, es decir, con una preferencia determinada. A estas preferencias las llamaré input del procedimiento, y supondré que al menos en los casos ideales, los individuos son perfectamente racionales y acuden al procedimiento con unas preferencias ya completamente formadas®, Es ‘en la formacién de estas preferencias donde pueden intervenir las dispo- siciones motivacionales de forma més clara, Sostendré, de manera muy simplificada, que existen dos tipos de motivaciones: la maximizacién del propio interés individual (es decir, A acepta x porque cree que le conviene autointeresadamente) o la maximizacién del interés general a partir de una concepci6n del bien comtin necesariamente imparcial (es decir, A acepta X porque cree que es justo) ". En otras palabras, las motivaciones pueden ‘er parciales o imparciales. A las preferencias basadas en motivaciones parciales las lamaré preferencias meramente autointeresadas, y alas basa- ddas en motivaciones imparciales, preferencias imparciales ". A este res- ecto, el elemento subjetivo requerido por el principio de la argumenta- * Mi reconsmccin est vgament inspira co ua iea de Jeremy WALSRON quien rx ‘za n prime tno de etapa nsx nee ele proces de toma de decison, gifts pcs nin el eno sce Ct WAC 7. Gaeta preference exén formas no quiere decir qu extn correcoment forma, sto, gue san cobeencs con oan preferencis el mame indviduo, queen pefecuete Proriadas en {ben cry qeectinconmldat reaper ata dele se aac clar oven a realidad lor ndvidon enn mocha acs al rcediminto de toma Se ‘més remedio que intenarexpliar a distncin ago presenta, tratando de esclarecer el ‘cdo de «interés policamente elevate», Pero Ia mfxima que seguiré en todo el libro es. ‘comprometer fo men0s posible el ideal de Ia replica deliberatva con determinadas concepeio- at lacion mederna en ELsTx, 1999: cap V. La distincin es complejay requiere de un mayer andi sis del concepto de interés, que deberd esperar sin embargo al spartado 2. De todos modo, es importahteaneipe Ins sguienesconsieraciones. Las =preferencias imparciales» no esti det- vinculadas del interés individual. Ninguna de las preferencias que voy a consideraraquf lo est ‘Mi propésito es reconsrur el modelo de la democracia deliberative a partir de una idea de bien ‘comin o interés general que no se alej de fs intereses de los individvos. Sin embargo, cuando ena Titeratura por ejemplo en las obras de Exsven aparece Ia nociGn de interés, eentiendesiem- re como algo opueso a las motivaciones imparcisles,y éte es un uso del que quiero apartarme ‘xpresamente En este rabalo, enlenderé por referencias meramenteautointeesadas aquellas que se mucsiran indiferentes a consideracionesexOgenas al propio interés personal, come las consi- “ JOSE LUIS MARTI cién se compone, al menos idealmente, de preferencias imparciales ", el del principio de la negociacién de preferencias meramente autointeres das, y el principio del voto es compatible con las dos. Alguien podrfa pensar que los inputs de un procedimiento deliberativo no son las preferencias de los participantes sino sus creencias. No discu- timos acerca de lo que cada uno de nosotros preferimos, sino acerca de lo que creemos que es correcto. No obstante, y aunque las creencias y las referencias son fen6menos ciertamente distintos, que poseen, por decirlo ccon la expresién de John SEARLE, direcciones de ajuste distintas, estén conceptualmente vinculadas dados los presupuestos del modelo delibera- tivo ideal y son por lo tanto intercambiables en mi andlisis “. Desde un punto de vista individual, decir «creo que la propuesta A es moralmente correcta y las demAs incorrectas» equivale a que «si fuera racional prefe- rirfa moralmente la propuesta A a las demés», es decir, que todo indivi- duo racional que posea la creencia mencionada poseeré también una pre- ferencia al menos de segundo orden— ' respecto de la propuesta que es objeto de su creencia. ¥, como ya he mencionado, e! modelo presupone que los participantes son individuos perfectamente racionales, de modo que las preferencias imparciales estén basadas en creencias acerca de lo correcto y, en algiin sentido, deliberar acerca de nuestras creencias es equi- valente a deliberar acerca de nuestras preferencias imparciales. No sucede Jo mismo con las preferencias meramente autointeresadas, que no estén ‘eraciones de imparcalidad. Este concepto es mds amplio que el de egofsmo, si portal entende- ‘mos un conjnto motivacional basado Gniamenteen la persecuciéa de objet ‘no contemplan en ninguna medida el bienestar de los dems (y mucho menos Ia Ia Justicia). Bl concepto de preferencias merameni atoiteresadas ex mis amplio porque incluye tainbida el caso de un individuo que entre sus prefrencas sia la de ayudar alos dems, cor Virtiendo, ax In «ayuda los demnft» en una coosideracion endégena, Peo, aun en este segundo septa ingen de preci igi es Jor dems no se basa en consideraciones (ex6geaus) acerca del ta simple atoatstacei6n(endOgens), Por totvcionesimparcaesy referencias imprcials te refer, por supoest, a las que tienen pretensidn (sincera) de impacilidad. Cada individuo puede equivocarse en su apreiacin del bien comin (o imparcaldad), pero lo que eveaa es su Pretensign sincera. Probablemente deberfames adic que umbiéncabe el error en la apreciacin ‘el propio interés parcial. Lo importante, de tds modos, es tener en cuenia que las preferencias imptrhaes on nbn cn sin senate, Debemon reaper pa gue em 8 ‘tc quel individ poneen ia mevivacin de ene referencias imparcile, a menos en lacei= ceca de lot procesotdeliberivos reales, en los que podemos cxconrar participants gue se comport de forma extggic, sin ninguna motvacenimparcal, omg versmos en el sprtado 12. Peo la prt de argomentaru ofrecer razones implica un ‘ceo Compromise on i impariliad. cualquier ervncion de iho compromises 30 ‘smo, una desvacdn,Precsamente po exo desominamos hpi al que delves por razoes ‘Straégias, mientras qu no suede lo mismo co os tes dot pos de rocedimientor. Prana ‘oncepcia de la democracia deliberaia que smite motvaciones parnls y exrtégicas, en amb, véase AUSTEN. SMITH y BANKS, 190 9 1992. ie Sobre in noc de drcciones de ajuse, vase SEARLE, 1969: 34.35 © Sobre la noc de descr de tpundo orden ease FRARFUNT, 197 EL CORAZON DEL MODELOY SUS ALTERNATIVAS 4s basadas en creencias acerca de lo correcto, aunque puedan depender de creencias de otro tipo, y por ello no pueden ser discutidas racionalmente, sino s6lo pactadas o negociadas ", Analicemos ahora la estructura objetiva de los procedimientos deci- sorios colectivos. En primer lugar, un procedimiento colectivo de toma de decisiones se orienta bésicamente a un acto de elecciGn entre diferentes alternativas que es posible por el trdnsito de un conjunto de preferencias individuales a una funcidn de preferencias colectivas reflejada en la deci sién'”. Pero no debemos confundir el procedimiento con la decisiGn colec- tiva misma, Asf como es importante distinguir, aunque tampoco ELSTER Jo haga, entre el procedimiento de toma de decisiones en su conjunto y la regla de decisi6n que opera al final de dicho procedimiento, que es la que ‘permite el trénsito en sentido estricto de las preferencias individuales a la decisiGn colectiva ™. Los procedimientos pueden dividirse entonces al menos en dos fases: (1) una primera fase de transformaci6n y expresién de las preferencias que funcionan como inputs del proceso, y (2) una segunda fase en la que se aplica una regla de decisién que nos permite pasar de dichas preferencias a la decision colectiva. ¥ podemos defini ¢1 procedimiento completo de toma de decisiones colectivas como el con- Junto de reglas que se aplican a las acciones que se producen en un deter- ‘minado perfodo de tiempo con la finalidad de tomar una decisién colec- tiva acerca de una cuestién determinada, Als iaverta,y como veremos, no podemos negociar acerca de nesirascreecias sobre 10 ‘correcto. No tiene ningnsenido que yo cambie mi opinidn acerca defo que escoreto por mils ‘ue ume pagues para qué fo haga, Pusdo cambiar ciertas manifetaciones exiemas, pedo cam- ‘iar mis palabras 0 mis Actor, oIncluso To que estoy dispuesto a aceptar en un conflict polico, ‘ero no miscrencia sincera, y por lo i i parecer nuevamente que los inputs de ‘negociacion son Ins peferencias, es importante ‘las aerea eo coreto y prefereaciat impariles en condiciones ideales de racionalidadper- {eta y mantener at el andliss del modelo delberatvo en eminos de preferencias y node reen- ‘las, de manera que podamos comparar mejor lo dversos modelos, yremitimos también, como hare mas sdelane, «la noci6n de Ierés politico. No puedo extenderme mas sobre esta cuestin e las relaionee entre las croenciasy las preferencias, aunque volveré puntualmente sobre la ‘misma en el siguiente apart. "7 “Véase Mant, 1987: 357-359, Se decid evar a eabo Ia police p, 0 revocar la decisén 44,0 reconocer el derecho 1, ek. La dcisign puede tener carte legal ono tnero, ser vineulante no aero, ec, Pero ninguna de ests vrlaiones Jepende Ge cules hayan sido ios inpus 0 de ‘ull haya tdo el procedimientoelegido. "Una erties parecida » ELsTER por este motivo en Ovese%0, 2002: 159, nota 10. Hay una ‘simetraaparente ene el voto por una pre, y la negocacin y la deliberaciGn por a otra. Agra- Sobre In interpreicin de que ROUSSEAU no defend ln democtacia deliberativa, que puede resullar controvertda,véanse las nolas 45 y 47 del capfal I, y el texo que las acompaa. 2 ne los defensoresclsicos de este modelo, véanse Scnuurerex, 1942; y Downs, 1956, ‘Analizaré este modelo en el apartado 3.1 de este mismo capitulo, Los procedimientos de negociacign pures no son compaibes con las prefereacis impar- Ciales, poesto que étas son incompaibes con el comporamieno estatégico en el que re basa la ‘egociacign. Es evidene que las preferencias con las que uno acode al trreno de Ia decsinpolt- ‘a sf pueden ajustare mediante procesos de negociacign y regteo, mediante epactom» esta ios, ex. No obstante, no podemos negocargcerea de nuestascreccins, ni acerea de nuestas oncepelones del bien comin que sustentan agullas preferencas que yo he denominado impar- lalegenatencin alas motivacones que las acompalan. *'No en toda negociactn el se producen regeleos, engafos o amenizas, pero e ata sin dada detécnicaspicamentenegeciales. VEanse Ralrra, 1982; BAZERMAA y NEALE, 1992; y FORT, 1997. Concretamente sobre el papel que juega la amenaza en los proceso negocaie,y cémo los Aistingue de los procesos anumentativos, vanse Exstex, 1995, y 1999: 457-461. Por dliao, es tvidente que en las negociaciones reales se producen a menudo interambios de arguments. Se puede deliberar, por ejemplo, acerca de las consecuencias para los intereses de ambas pares de ‘te posible acuerdo. Incluso existe métodos de negociaign basados en la maximizacign dl inte- ‘és Conjunto, como ScuELLING, 1960; y FsneR y Unv, 1991, Elo slo muesira que existe un espa io par ls creencias acerca decémo es el mundo en las stuciones de negociaci6n, ademés de In difcaltad (6 imposibilidad) de encontrar casos reales de negocisién pura. Lo que no muestra, en todo caso, ex que se pueda negociar acerca de tales creencas, y mucho menos acerca de las ‘renclas acerca de lo que ex corecto hace. EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATIVAS ° cin e interaccién negocial que produce una transformacién de las prefe- rencias del otro, no a la luz de los mejores argumentos o razones sobre la correcciGn sustantiva de una de las propuestas, sino como resultado de una varias estrategias negociales. El acuerdo en una negociacién es libre, en el sentido de que las partes pueden libremente aceptar 0 rechazar cada pro- puesta de acuerdo recibida””. Y como la aceptacién responde a las dife- rentes estrategias negociales utilizadas, la soluciGn final que reclama el segundo elemento objetivo del procedimiento debe ser una solucién de consenso estratégico. De modo que el trénsito de las preferencias indivi- duales a la decisi6n colectiva se produce mediante una transformacién estratégica de las preferencias individuales y una comparacién de prefe- rencias que permite después su integracién en el consenso estratégico en tomo a la decisién. De nuevo, no es que se emitan y agreguen votos que expresen las preferencias individuales, sino que se obtiene el consenso cuando se verifica que no hay discrepancias u objeciones, esto es, cuando se alcanza el acuerdo. El modelo democritico que parte de este principio es el de la‘teorfa pluralista de la democracia Finalmente, el principio de la argumentacién consiste en un inter- cambio desinteresado de razones en favor de una propuesta u otra, en con- diciones de absoluta igualdad, con la disposici6n a ceder ante la presen- taci6n de un mejor argumento y con el objetivo compartido de tomar una decision correcta®. El elemento subjetivo exige, como ya he dicho, inputs * del proceso en forma de preferencias imparciales™. En la primera fase del 27 Esta propiedad parécera confer al procedimiento de negociacién un carkter nv igua- ue come todos cuentan por igual ala hora de aceptar o rechazar un acuerdo, nadie parece abligado a acepta dcisiones que puedan perjudicarle. Sin embargo, se rata de un modelo Profundamente desigualitari porge las pares en conflcto mls poderoas poseen una clara ven- {aja para imponer sus propia preferencias sobre las de ln dems (por eleplo, mediante amen 2s), dei, porque el poder negoial no est repartdo deforma igualiara. Sobre Ia pretensiGn Jgaitarin de proteccién de lat minoras en los procesos de negociacién politica de los modelos Dluralistas que se esconden deris de este ideal, vease Conn y Rosas, 1995b: 34-41. Ene los pluralist mds destacados,véanse Dan 1956 y 1985; y TRUMAN, 1959. Ana ‘modelo en el apartado 3.2 de ete capt deal presupone, efectivamente, I eisiencia de una respuesta corecta, en forma de ‘tinder de coreccia independiente al propio proceso de deliberacin, en for del cul pode- ‘mos esgrimirargumentos (rzones) De otro todo, no podra evaluare la calidad de los argu- ‘Mentos presntadoe y In peftcn de la argumenacién carecera de seatido. Amplia€ ese punto en el apariado 2 de este capitulo y en el aparado 3.2 del captulo It. >" Algunos sortienen que el modelo de argumentacin puede igualmente funciona con pre- ferences merumenteavtoinieresadssy conducimos iguslmeate al conzensorazonado, Veanse, por jemplo, Steves, 1789 y 1990; AusrEn-SMITH y BANKS, 1990 y 1992: y GAUTHIER, 1993 sf inter- Dretamos a In luz de Gaurvuen, 1987. Sin embargo, este caso me parece conceptualmente impo- Sle, al menos tal y como se ha defnido aqu la deliberacion, ya que no tiene sentido formular srpumentosbasados en razonesconceptualmenteimparciales) para ransformar preferencias mera- ‘mente autoiteresadas. Ast que las concepciones de estos autres slo podran sr consisteates si Partieran de un sentido de deleracion distin al que yo ulna. Expresamente contra esta con- epcin extraégica de la dliberacién, MICHELMAN, 1989: 291-304, Veuse también Ia nota 37 de ‘te capftlo. 30 José Luis MARTI proceso se expresan libremente y se intentan justificar dichas preferencias Imparciales frente a los demas mediante un proceso comunicativo discur- sivo, a la vez que intentamos convencerles racionalmente de su correc- cién. Es decir, se pretende la transformacién racional de dichas prefe- rencias”". Por titimo, en la segunda fase del procedimiento, se aplica una regla de decisién de consenso razonado, no de consenso estratégico y mucho menos de agregacién, que se obtiene por la fuerza de los argu- ‘mentos utilizados, y no por Ia efectividad de las coacciones, amenazas, promesas 0 cualquier otra estrategia negociadora, ni por una mayorfa de xvotos emitidos. EI modelo que se basa en este principio es obviamente “el de la democracia deliberativa. De los tres principios, con sus distintos elementos objetivos y subje- tivos, aparecen al menos cuatro modelos democréticos diversos, quedando excluidas por razones conceptuales las posibilidades de combinar prefe- rencias imparciales con la transformacién estratégica caracteristica de la negociaci6n, y preferencias autointeresadas con la transformacién racio- nal propia de la argumentacién: Voto Negociacién [Argomentacion oanstormaciénexrafgca + | (rasformacign reoeada + Jsepeacida de preferences | comparaciga de prefereaias arceacnse exec) = contnsorzonade) Preferencias | Teorfa de la | Teoria pluralista de ta | (no es posible meramente | democracia | democracia conceptulnen) ‘autointeresadas | como mercado referencias [Modelo | (aoe pauibie concepuaimene) | Democracia deliberativa imparciales | rousseauniano| 3 Un ejemplo de aplcacién de este ideal ex el que se produce (0 al menos deberfa irs) en las decsiones jodcnlestormadas por wibunales. Cada magistrado micmbro del uibunal defiende su posici6n aporando razones de por qué eree que It raya es la correcta, de manera que Se produce una deliberacién ene los magistradé con el objetivo de tomar la decisién correct. {Ua Comreccion de a decision no depende de las preferencasIncviguales de cada magia, 500 de las normasjuridieas que deben ser aplicadas al caso. Al menos sein cuslquier tora dl dere: tho que no sea esepicso reali. “Aunque tanto la argumentacign como la negociacion apiren al consenso, la negociacin cofipare con el voto Io queen trminos de Jane Mansanincé podriamos denominar un carter “dveraral, que enfrena# Tos ciudadanos por sus intereses inmeditosy subjtivos, mientras {que la argumcntacin apora un rasgowusiarin ala democracia al pretender Ia saisfaccin del Iinerés general o comin. Véase MaNsoRibce, 1983: 3-22. La diferencia mAs importante ene el Consensorazonado el extgico ex que el primero se alcanza tras un proceso de examen ricio- ral de los argumentos que prodoce un convenciminto sincero en los participants de que a opin, tlegida es In correcta desde el punto de vista del inverés general, mientras que el segundo slo {india una coinidencia de inerses pariculees en un momento determinade, EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATIVAS 31 Ya dije antes que presupondrfa que los procedimientos ideales que surgen de la aplicacién pura de cada uno de los tres principios son impo- sibles empiricamente, Porlo tanto, s6lo podemos entender los cuatro mode- los democraticos que se basan en ellos como ideales regulativos. Debe- ‘mos aceptar que nunca existiré una democracia que se base puramente en 1a deliberacin, ni una que se base en la negociacién o el voto puros. En toda democracia real existirén rasgos de los tres tipos ideales de procedi miento. ¥ aquello sobre lo que discrepan entonces los modelos normat vos de democracia es el grado en que los mecanismos reales de toma de » Ene los deliberatvistas que consideranvalioso recur als negociacin una ver nai ‘ado el proceso estrictamente deliberativo, véanse GuTMANN y THOuPsON, 1996: 73-91, y 2004 ‘ap. 2; Bona, 1996: cap. 2, esp. 83-95; Nino, 1996: 176178: y ESTLUND, 1997: 185, 3 José Luis MARTI cién tampoco nos conduciré probablemente al consenso, en este caso estra- ‘tégico, (casi) siempre deberemos implementar algiin mecanismo de voto ‘en nuestro diseflo institucional democrético 6, No obstante, aun cuando Como ocure, por ejemplo, ene caso del inci. No ex necesario que loos los cien- ucas sen la verdad arn go el disco deta invesdgscén y en especial el debate cenfico serve los beneicios ela delberecion. Agradcaco a Felix Ove pot ete punto por el jempo. EL CORAZON DEL MODELO Y SUS ALTERNATIVAS 33 cocurrirfa si estuviera simplemente negociando, no podré utilizar expre- siones como «ee necesario adoptar esta politica porque a mf me conviene», pero puedo sencillamente decir, por ejemplo, que «es necesario adoptar esta politica para poder equiparar los sueldos de los profesores universi- tarios con los de otros funcionarios de 1a administraciGn de nivel equiva- lentes, utilizando un argumento de igualdad. En realidad, sefialan los crf- ticos, no cabe esperar otra cosa que buena parte de la ciudadanfa acte «de mala fe»,

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