You are on page 1of 46
Historia social del mundo occidental Del feudalismo a la sociedad contemporanea Susana Bianchi ®, Universidad \\ Nacional de Quilmes ” Editorial CAPITULO IIL LA EPOCA DE LAS REVOLUCIONES BURGUESAS (1780-1848) En este capftulo analizaremos el proceso que culminé con el triunfo de una sociedad burguesa y capitalista. Para evaluar la magnitud del cambio pode- mos considerar algunos de los términos que durante estos afios fueron in- ventados 0 adquitieron su significado contemporéneo: “industria”, “Fabrica”, “clase media”, “proletariado”, “capitalismo”, “socialismo”, “ferro- cartil”, “liberal”, “conservador”, “ingeniero”, “nacionalismo”, “estadistica” y muchos otros més. Imaginar un mundo sin esos términos, y los concep tos y las realidades a las que hacen referencia, nos permiten medit la pro- fundidad de las transformaciones. 1. La época de la “doble revolucién” Dentro de una sociedad predominantemente rural, con sociedades profun- damente jerarquizadas, en una Europa donde atin la mayorfa de las nacio- nes estaba dominada por monarquias absolutas, las transformaciones comenzaron en dos paises rivales, pero de los que ningtin contempordneo negarfa su cardcter dominante en el occidente europeo: Inglaterra y Francia. Constituyeron, como veremos, dos procesos diferentes, pero, por su caréc- ter paralelo y por sentat las bases del mundo contemporineo, fueron defi nidos por el historiador inglés Eric Hobsbawm como la “doble revolucién’. Es cierto que la “doble revolucién” ocurrié en regiones muy restringi- das de Europa ~en parte de Francia, en algunas zonas de Inglaterra-, sin embargo sus resultados alcanzaron dimensiones mundiales. La divisién, por ejemplo, entre paises “avanzados" y paises “atrasados” encontré allf sus antecedentes més inmediatos. Es cierto que estas revoluciones permiticron cl ascenso de la sociedad burgucsa, pero tambien dieron origen a otros gru- pos sociales que pondrfan en tela de juicio los fundamentos de su domina- Gidn. En este sentido, es tcil recordar que el ciclo se cierra en 1848, el afio 106 SUSANA BIANCHE de la tiltima “revolucién burguesa’, y en el que Karl Marx publicaba el Ma- nifiesto Comunista La Revolucién Industrial en Inglaterra {Qué significa decir que “estallé” la Revolucién Industrial? Significa que en algtin momento, entre 1780 y 1790, en algunas regiones de Inglaterra —co- mo el caso de Manchester comenzé a registrarse un aceleramiento del cre- cimiento econémico. El fenémeno que actualmente los economistas llaman el “despegue” (take-off) mostraba que la capacidad productiva supe- raba limites y obstaculos y parecfa capaz.de una ilimitada mulsiplicacién de hombres, bienes y servicios. Pero no se trataba de una simple aceleracién del crecimiento econdmico, sino que implicaba cambios cualitatives: las transformaciones se producfan en y a través de una economia capicalista Ha habido varias definiciones de capitalismo. Algunos, como Werner Sombart (1928), lo consideraron como un “espiritu” que impregnaba la-vi- da de-una época. Ese espiricu era una sintesis del espiritu de empresa 0 de aventura con la acticud burguesa de célculo y racionalidad. Para otros, co- mo Pirenne (1914), el capitalismo consistia en la organizacién de la pro- duccién para un mercado distante. Dadas las dificultades cemporales de estas conceptualizaciones, consideraremos el capitalismo como un sistema de produccidn pero también de relaciones sociales. En este sentido, la prin- cipal caracteristica del capitalismo es el trabajo proletario, es decir, de quie- nes venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Para que esto ocurra debe haber un presupuesto: quienes venden su fuerza de trabajo no tienen otra forma de susbsistencia porque han perdido ~a diferencia de los artesanos o de los campesinos~ la propiedad de los medios de produccién. Por lo tanto, la principal caracterfstica del capitalismo es la separacién en- tre los productores directos, la fuerza de trabajo, y Ia concentracién de los medios de produccién en manos de ota clase social, la burguesta. Indudablemente el proceso de constitueién del capitalismo tuvo varios hitos. En el siglo x1V, la crisis feudal; en el siglo Xv1, el desarrollo del siste- ma domiciliario rural; en el siglo XVUL la crisis que desinteges las antiguas formas de produccién y, en Inglaterra, las revoluciones que introdujeron reformas politicas. Pero fue en el siglo XVII que la Revolucién Industrial afirmé el desarrollo de las relaciones capitalistas, en la medida en que la aparicién de la fabrica termind por afirmar la separacién entre trabajo y medios de produccién, HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL 107 Los origenes de la Revolucién Industrial @Por qué esta revolucién “estallé” en Inglaterra a fines del siglo Xvitl? O, planteado de.otro modo, jcudles fueron las condiciones especificamente in- glesas que posibilitaron a los hombres de negocios “revolucionar” [a pro- duccién?! En Inglaterra, a partir del desarrollo de una agricultura comercial —con las transformaciones en la organizacién del trabajo y en las formas de pro- duccién-, la economia agraria se encontraba profundamente transformada. Los cercamientos, desde el siglo XVI, habfan Ilevado a un puftado de terratenientes con mentalidad mercantil casi a monopolizar la tierra, culti- vada por arrendatarios que empleaban mano de obra asalariada, En s{nte- sis, a mediados del siglo XVIII, el 4rea capitalista de la agricultura inglesa se enconttaba extendida y en vias de una posterior ampliacién. Es cierto que atin quedaban importantes residuos de la economfa aldeana, pero eficaces polfticas gubernamentales estaban dispuestas a barrerlos a través de las Le- yes de Cercamientos (1760-1830). El proceso era acompafiado por méco- dos de labranza mis eficientes, abono sistematico de la tierra, perfeccionamientos técnicos e introduccién de nuevos cultivos (como pa- a, maiz, centeno), que configuraban una “revolucién agricola” que permi- tia sobrepasar por primera vez el limite del problema del hambre. Los productos del campo, tanto los agrfcolas como las manufacturas —a través del sistema doméstico-, dominaban los mercados. De este modo, la agricultura se encontraba preparada para cumplir con sus funciones bésicas en un proceso de industrializacién, En primer lu- gus, en la medida en que la “revolucién agricola” implicaba un aumento de Ja productividad, permitfa alimentar a més gente. Pero no sélo esto, sino que -mis importante atin~ permitfa alimentar a gente que ya no trabajaba la tierra, a una cteciente poblacién no agtaria. En este sentido, muchos his- toriadores consideran que los cambios de !a agricultura fueron el motor fandamental para el nacimiento de la sociedad industrial. En segundo lu- gar, al modernizar la agricultura y al destruir las antiguas formas de pro- duccin campesinas —basadas en el trabajo familiar y comunal-, la “revolucién agricola” acabé con las posibilidades de subsistencia de muchos campesinos que debieron trabajar como arrendatarios los que cottieron mejor suerte pudieron llegar a ser arrendatarios ricos~, 0 més frecuente- mente como jornaleros. ¥ muchos también debieron emigrar a las ciuda- " Vease Hobsbawm, Eric J. (1982), pp. 34-53, 108 SUSANA BIANCHL des en busca de mejor suerte: se creaba as{ un cupo de potenciales reclutas para el trabajo industrial Pero la destruccién de las antiguas formas de trabajo no sélo liberaba mano de obra, sino que al destruir las formas de autoabastecimiento que Saracterizaban a Ja economfa campesina, creaba consumidores, gente que recibfa ingeesos monetarios y que para satisfacer sus necesidades basicasde- ban ditigirse al mercado. Todo el mundo, por pobre que fuse, debia ves- tise y aimentarse. De all, la constitucién de un mercado jnterno estable yy extenso, que proporcioné una importante salida pata los productos bési- vos. A parti de ese mercado interno, recibieron un importante estimulo les sndustrias textiles, de alimentos (molinos harineros y fabricas de cervezas), y la produccién de carbén, principal combustible de gran atimero de ho~ Jares urbanos. Incluso la produccién de hierro aunque en muy menor fnedida- se tefle)S en la demanda de enseres domésticos como cacerolas y estufas. ero también Inglaterra contaba con un mercado exterior. Las planta- “ciones de las Indias occidentales —salida también para la venta de esclavos— proporcionaban cantided suficiente de algodén para proveer a la industria britinica. Pero las colonias, formales ¢ informales, ofrecfan también un mercado en constante crecimiento, y aparentemente ilimitado, para los textiles ingleses. Y era ademas un mercado sostenido por la agresiva polfti- ca exterior del gobierno briténico que no sélo consolidaba un inmenso im- perio colonial, donde se monopolizé el comercio de los textiles, sino que Extaba dispuesto destruir toda competencia. El caso de la India resulta tjempla, Si bien las Indias orientales habian sido las grandes exportadoras dle mercanclas de algodén, comercio que hab/a quedado en manos brité- nnicas a través de la Compaffa de las Indias orientales, cuando los nuevos intereses comenzaron a prevalecer, la India fue sisteméticamente desindus- trializada y se transformé a su ver en receptora de los textiles ingleses. Y esto nos lleva al tercer factor que explica la peculiar posicién de In- glaterra en el siglo XVII: el gobierno, La “gloriosarevolucién” de 1688; hax Bia instaurado una monarqufa limitada por el Parlamento integrado por la Camara de los Lores —representativa de las antiguas aristocracias~, pero tam- bién por la Cimara de los Comunes, donde participaban hombres de nego- ios, dispuestos a desarrollar politicassisteméticas de conquista de mercados y de proteccién a comerciantes y atmadores brit{nicos, A diferencia de otros palses, como Francia, Inglaterra estaba dispuesta a subordinar su politica « Jos fines econémicos. HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL 109 El desarrollo de la Revolucién Industrial La etapa del algodén Los papeles jugados por el mercado interno y por el mercado externo en el desarrollo de la Revolucién Industrial britdnica fue tema de debate entre los historiadores. Segdn Eric J. Hobsbawm, el mercado exterior fue la “chispa” que encendié la Revolucién Industrial, ya que mientras la deman- da interior se extendia, la exterior se multiplicaba. Ademds considera que Ja primera manufactura que se industrializé ~el algodén— estaba vinculada esencialmente al comercio ultramarino, Esto no implica para Hobsbawm negar la importancia del mercado interno -lo considera como la base para la generalizacién de una economia industrializada—, pero lo coloca en una posicién subordinada al mercado exterior. Para Hobsbawm, el mercado i terior desempefié el papel de “amortiguador” para las industrias de expor- taciéa frente a las fluctuaciones del mezcado. Otros historiadores, como el italiano Giorgio Mori, ponen, en cam- bio, el acento en el mercado interno. Consideran que el papel del comer~ cio exterior fue esporddico e irregular, mientras que el impulso para la industrializacién provino fundamentalmente de la demanda interna. Para Mori, el impulso provino de Ia existencia de una masa de consurnidores incluso “pobres"- en constante expansi6n por los precios bajos de los nue- vos productos, sobre todo, textiles.? ‘Sin embargo, no hay dudas de que la constante ampliacién de la de- manda —interna, externa 0 ambas- de textiles ingleses fue el impulso que llevé los empresarios a mecanizar In produccién: paca responder a esa cre- ciente demanda era necesario introducir una tecnologfa que permitiera am- pliae esa produccién. De este modo, la primera industria “en revolucién” fue la industria de los textiles de algodén.3 La introduccién de nuevas técnicas se desatrollé paso a paso. Para au- mentar la produccién, en primer lugar, fue necesario superar el desequil brio entre el hilado y el tefido. El torno de hilar, lento y poco productivo, no era suficiente para abastecer a los telares manuales que no sélo se mul- tiplicaban sino que se aceleraban por la introduecién de la “lanzadera vo- Jante”. De allf la necesidad de introducir innovaciones tecnoldgicas que accleraron el proceso del hilado y que, desde 1780, cxigieron la produccién en fabricas. De este modo, las primeras fabricas de la Revolucién Industrial 2 Véase Mori, Giorgio (1983), pp. 20-43, 3 Véase Hobsbawm, Eric J. (1982), pp. 55-74. 110 SUSANA BIANCHI fueron establecimientos donde se cardaba el algodén pars hilarlo y, funda- mentalmente, hilandeslas. Bn un primer momento, el aumento del hilado multiplied el ngimero de elutes y tejedores manuales, tanto de los que trabajaban de acuerdo con al antiguo sistema domiciliario como de los que ‘comenzaban a ser concen- trados en grandes talleres. Es cierto que los bajos salatios y la abundancia te trbayadlores conapiraron en contra dela tecnificacion de los telares; sin tembargo, [a abundancia de hilado y la aperture de mercados en el conti- cree curopeo después de las guerras napoléonicss, em 1815~ llevaron también a la introduccién del telar mecdnico Tn rigor, la Revolucién Industrial requisié pocos refinamientos inte- Jectuales, Sus inventos técnicos fueron sumamente modestos, ninguno de ioe como la lanzadeta volance, la méquina para hilar © el huso mecéni- dos ethan fuera del aleance de arcesanos experimentados © de la capaci- Fe comstructiva de los carpinteros, La méquina més cientifica que se prodiyjo, la gratoria de vapor Games Watt 1784), no estaba més alld de los eee eneosflsicas difundidos en la época ~incluso, la teoria de la mé- Gina de vapor fue desaerollads posteriorments Pot el francés Carnot, en 1820~ y su aplicacidn requirié de una prictica que postergé st empleo, con excepcién del caso de la mineria. Ferre esis, las maquinas de hila; los husos y, posterionmen's los te- lanes mecénicas eran innovaciones tecnolégieas sencillas Yo fandaments areca baratas. Estaban al alcance de pequefios empresarios los hombres dat siglo XVI que hablan acurnulado las grandes forcunas de origen mer- ‘anti o agropecuatio, no pareefan demasiado dispucsios invertir en la nue- carrpemaie produccién- y pidamente compensaban los bajos gastos de +e rotten, Acemas, la expansion de la actividad industrial se financiaba fi Gimente por los fantésticos beneficios que producte partic del crecimien- coaretoe mereados. De este modo, la industria algodonera por MEP de ve ceanivacign y e! uso masivo de mano de obra barata permitié una répida sre incla de ingresos del trabajo al capital y contebuyé —més que nin- guna otra industria al proceso de acumulacih El nuevo sistema, que los aenremporineos velan ejemplificado sobre todo en Ja regidn de Lancashi- edfonde se habian dado estas nuevas formas productivas, revolucionaba la industria La etapa del forocarril ‘A pesar de su éxito, una industralizacion Jimitada y basada en un sector de Nrendustria textil no podia ser estable ni duradera, Las primeras dificulta- HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL m1 des se constataron a mediados de la década de 1830, cuando la industria cextil atravesé su primera crisis. Con la tecnificacién la produccién se hi- bia multiplicado, pero los mercados no crecfan con la rapidez. necesacia; de este modo, los precios cayeron al mismo tiempo que los costos de produc- eién no se ceducfan en la misma proporcién. Y una prueba de la crisis fue la marea de descontento social que durante estos afios se extendid sobre Gran Bretafia. Pero habfa algo més. Indudablemente, la industria textil estimuld el desarrollo tecnoldgico. Pero también es cierto que ninguna economia in- dustrial puede desarrollarse més allé de cierto punto hasta poseer una ade- cuada capacidad de bienes de produccién. Y en este sentido, la industcializacin basada en el algodén offecia limites: la industria textil no demandaba -o demandaba en minimas proporciones— carbén, hierro 0 acero. En sintesis, carceia de capacidad directa paca estimular el desarrollo de las industrias pesadas de base. La demanda de hierro para la produccién de armamentos habia cono- cido un importance incremento durante el perfodo de las guetras napoleé- nicas, pero después de 1815 la disminucién de lo requerido también habia sido notable, En sintesis, las demandas militares tampoco eran la via para transformar a Gran Bretafia en un pafs descollante en la produccién de hie~ tro, Sin embargo, el estimulo provino de los mismos cambios que se esta ban viviendo: el crecimiento de las ciudades generaba un constante aumento de [a demanda de carbén, principal combustible doméstico. El crecimiento urbano habla extendido la explotacién de las minas de carbén que, ya desde mediados del siglo XvIt1, empleaba las mds antiguas méquinas de vapor para sondeos y extracciones. ¥ la produccién fue lo su- ficientemente amplia como para estimular el invento que transformé tadi- calmente la industria: el ferrocarril. En efecto, las minas no sélo necesitaban méquinas de vapor de gran potencia para la explotacién, sino tambign un eficiente medio de transporte para trasladar el carbén desde la galeria a la bocamina y fundamentalmence desde ésca hasta el punto de em- Barque. De acuerdo con esto, la primera linea de ferrocarril “moderna” unié la zona minera de Durham con Ia costa (1825). De este modo, el fe- rrocarril fue un resultado directo de las necesidades de la mineria, especial- mente en el norte de Inglaterra. La construccién de ferrocartiles, de vagones, vagonetas y locomotoras, y el extendido de vias férreas, desde 1830 hasta 1850, generaron una de- manda que triplicaron la produccién de hietzo y carbén, permitiendo in- gtesar en una fase de industrializacién mds avanzada. Hacia 1850, en Gran Bretafia, la ved ferroviaria bisica ya estaba instalada: alcanzaba lejanos pun- 2 SUSANA BIANCHI tos rurales y los centros de las principales ciudades, en un complejo gigan- tesco a escala nacional. Ademds, su organizacién y sus métodos de trabajo mostraban tna escala no igualada por ninguna otra industria y st recurso a las nuevas tecnologias carecla de precedentes. De este modo, ya en la dé- cada de 1840, el ferrocarril se habfa transformado en sindnimo de lo ultra~ moderno. También la construccién de ferrocartiles presentaba un problema: su alto costo. Pero este problema se transformé en su principal ventaja. Por qué? Las primeras generaciones de industriales habfan acurnulado riqueza en tal cantidad que exceda la posibilidad de invertirla 0 de gastarla. Hom- bres ahorrativos més que derrochadores —volveremos sobre esto vefan c&- mo sus fortunas se acrecentaban dia a dia sin posibilidades de reinvert suponiendo que el volumen de Ia industria algodonera se muttiplicase, el capital necesario absorberfa sélo una fraccién del superdvit. Y estos hom- bres encontraron en el ferrocarril una nueva forma de inversién. De este modo, las construcciones ferroviarias movilizaron acumulaciones de capi- tal con fines industriales, generaron nuevas fuentes de empleo y se trans- formaron en el estimulo para la industria de productos de base. En sintesis, el ferrocartil fue la solucién para la crisis de la primera fase de la industria capitalista, Las transformaciones de la sociedad La expresién Revolucién Industrial fue empleada por primera ver por es- titores franceses en la década de 1820. ¥ fue acufiada en explicita analo- gla con la Revolucién Francesa de 1789. Se consideraba que si ésta habia transformado a Francia, la Revolucién Industrial habia transformado a In- glaterra. Los cambios podian ser diferentes pero eran comparables en un aspecto: habfan producido una nueva sociedad. Y esto es importante de sefialar, porque significa que desde sus co- mienzos la expresién Revolucién Industrial, implicé la idea de profundas transformaciones sociales. La sociedad se volvia irreconocible para sus mismos contempordneos. Desde Lord Byron hasta Robert Owen, desde distintas perspectivas, deja- ron testimonios disimiles pero que coincidfan en describir a esa sociedad en términos pesimistas: el trabajo infantil, el humo de las fébricas, el dete- tioro de las condiciones de vida, las largas jornadas laborales, el hacina- miento en las ciudades, las epidemias, la desmoralizacién, el descontento generalizado, Sin embargo, también es cierto que no para todos Jos resul- tados de la Revolucién Industeial resultaron sombrios. HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL 113 2Qué tipo de sociedad se configuré a partir de la Revolucién Industrial? Las antiguas aristocracias no suftieron cambios demasiado no- tables. Por el contrario, con las transformaciones econdmicas pudieron en- grosar sus rentas. La modernizacién de la agricultura dejaba pingties beneficios, y a éstos se agregaron los que proporcionaban los ferrocacriles que atravesaban sus posesiones. Eran propietarios del suelo y también del subsuclo, por lo tanto fa expansién de la minerfa y la explotacién del car- bon concurrla en su beneficlo. Como sefiala Hobsbawm, los nobles ingle- ses no tuvieron que dejar de ser feudales porque hacfa ya mucho tiempo que habfan dejado de serlo y no tuvieron grandes problemas de adaptacién frente a los nuevos métodos comerciales ni frente a la economia que se abrfa en la “época del vapor” 4 ‘También para las antiguas burguesias mercantiles ~sobre todo las vin- culadas al comercio colonial— y financieras, los cambios implicaron sdlidos beneficios. Ya se encontraban sélidamente instaladas en la poderosa y ex- tensa red mercantil, que desde el siglo XVIII habla sido una de las bases de la prosperidad inglesa, y las transformaciones econdmicas les posibilitaron ampliar su radio de accién. Muchos de ellos se haban beneficiado por un proceso de asimilacién: eran considerados “caballeros” (gentlemen), con su correspondiente casa de campo, con una esposa tratada como “dama” (lady), y con hijos que estudiaban en Oxford 0 Cambridge dispuestos a emprender carreras en la polftica, A estas antiguas burguesfas, el éxito po- dia incluso permicirles ingresar en las filas de la nobleza. La posibilidad de asimilacidn en las clases més altas también se dio pa- ra los primeros industriales textiles del siglo XVIII: paca algunos millonarios del algodén, el ascenso social corsta paralelo al econdmico. Es el caso, por cjemplo, de sir Robert Peel (1750-1839), qe iniciado como uno de los primeros industriales textiles, leg6 a ser miembro del Parlamento. A su muerte no s6lo dejaba una cuantiosa fortuna, sino también un hijo a pun- to de ser designado Primer Ministro (aunque también es cierto que ese Pri- mer Ministro, en algunos medios cerradamente aristocriticos, muchas veces no lograba hacer olvidar que era hijo de un fabricante ennoblecido de Lancashire que empleaba 2 15.000 obreros) En sintesis, con Iimites, algunos pudieron ser asimilados. Sin embar- g0, el proceso de industrializacién generaba a muchos “hombres de nego- clos”, que aunque habfan acumulado fortuna, eran demasiados para ser absorbidos por las clases mds alras. Muchos habfan salido de modestos ori- 4 Véase Hobsbawm, Eric J. (1982), pp. 77-93. 4 SUSANA BIANCHI genes ~aunque nunca de la mas estricta pobreza—, habfan consolidado sus posiciones, y a partic de 1812, comenzaron a definirse a sf mismos como “Jase media”. Como tal reclamaban derechos y poder. Eran hombres que se hab(an hecho “a sf mismos”, que debfan muy poco a su nacimniento, a su familia 0 a su educacién, Estaban imbuidos del orgullo del triunfo y di puestos a batallar contra los obsticulos que se pusieran en su camino. Bs- taban dispuestos a dercibar los privilegios que atin mantentan Los “indtiles” aristécratas —por los que esta “clase media” sentfa un profundo desprecio~ y fundamentalmente a combatir contra las demandas de los tcabajadores que, en su opinién, no se esforzaban lo suficiente ni estaban dispuestos to- talmente a aceptar su direccién. Para estos hombres, al cabo de una o dos generaciones, 1a vida se ha- bia transformado radicalmente. Pero el cambio no los desorganiz6. Conta- ban con las normas que les proporcionaba los principios de la economla liberal ~difundidos por periédicos y folletos- y la guia de la religién. Sus forcunas creclan dfa a dia, y para ellos era la prucba més contundente de que la Providencia los premiaba por sus vidas austeras y laboriosas. Indu dablemente eran hombres que trabajaban duro. Vestidos siempre de levites negsas, vivian en casas conforcables distantes de sus fabricas en las que in- gresaban muy temprano y petmanecian hasta la noche controlando y diri- giendo los procesos productivos. Su austeridad ~que les impedia pensar en el derroche 0 en tiempos improductivos dedicados al ocio~ era resultado de la ética religiosa, pero también constitufa un elemento funcional para esas primeras épocas de la industrializacién, donde las gananclas debian reinvertirse. Sélo el vemnor frente a un futuro incierto los atormentaba: La pesadilla de las deudas y de la bancarrota que dejaron a muchos en et ca- mino, Pero estas amenazas no impidieron que estos nuevos hombres de ne~ gocios, esta nueva burguesfa industrial fuera la clase triunfance de 1a Revolucién Industrial. | Los nuevos métodos de produccién modificaron profundamente el i mundo de los trabajadores. Evidentemente, para lograr esas transformacio- ines en la estructura y el ritme de Ia produccién debieron introducitse im- portantes cambios en Ia cantidad y la calidad del trabajo. ¥ esos cambios constituyeron una ruptura que se transforma en Ir cuestién central cuando se roman en cuenta los “resultados humanos” de la Revolucién Industrial. Bs indudable que, con la produccién en la fabrica, surgié una nueva clase social: el proletariado o clase obrera. Sin embargo, ef proceso de for- macién de esta clase no fue simple ni lincal. De alli que Bric J. Hobsbawm prefiera emplear para este perfodo —por lo menos hasta 1830— el término “abajadores pobres” para referirse a aquellos que constituyeron Ia fuerza } HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL 4s laboral. Esto es debido a que el proletariado adn estaba emergiendo de la multitud de antiguos artesanos, trabajadores domiciliarios y campesinos de la sociedad pre-industrial, Se trataba de una clase “en formacién”, que atin no habfa adquirido un perfil definido Ademds, la Revoluciéa Industrial, en sus primeras etapas, lejos de desaparecerlas, seforzs formas pre-industriales de produccién como el sis- tema de trabajo domiciliario. El éxito de les hilanderfas multiplicé entre 1790 y 1830 el ntimero de tejedores y calceteros en las unidades domésti- cas. Posteriormente cuando la tejeduria se mecanizé, en ciudades como Londres, aumenté notablemente el ntimero de costurerias y sasteerias do- mésticas. Sin embargo, ya no se trataba del mismo trabajo, profundamen- te uansformado por la Revolucién Industrial, De una ocupacién complementaria, con las tateas del ama de casa 0 con el cultivo de una par- cela 0 con el ciclo de la cosecha, sc transformé en una ocupacién de tiem- po completo cada vez mds dependiente de una fabrica o de un taller. El sistema domiciliario comenzaba a transformarse en un. trabajo “asalariado”. En estas primeras etapas, resulté clave el aporte de la mano de obra fe- menina ¢ infantil. Con una remuneracién menor que los varones, las mnu- jeres constituyeron Ia base de la intensificacién del trabajo y muchas veces fueron [a alternativa (por ejemplo en la tejedurfa) a los costos de la meca- nizacién, Como sefiala Maxine Berg, los nifios y las mujeres constituyeron {a gran reserva de mano de obra de los nuevos empresarios.5 Dentro de la unidad doméstica, eran las mujeres las que trabajaban, pero también ensefiaban y supervisaban el trabajo de los mds jévenes; al mismo tiempo que se ocupaban de sus hijos, trasmitian las “habilidades” a las nuevas generaciones de la fuerza de trabajo industrial. De la heterogeneidad de formas productivas con la que se inicié la Revolucién Industrial dependis la pluralidad de grupos sociales que con- formaban a los “trabajadores pobres.” Sin embargo, con la expansién del sistema fabril, sobre todo en la década de 1820, con el avance poderoso de | maquinacién, el proletatiado industrial -en algunas regiones y en algu- nas ramas de la industria comenz6 a adquiris un perfil més definido: ya cra la clase obsera fabril, (Cuales son sus caractertsticas? En primer lugay, se tata de “proletarios”, es decir, de quienes no tienen otra fuente de ingresos digna de mencién més que vender su fuerza de trabajo a cambio de un sa- lario. En segundo lugar, el proceso de mecanizacién les exigié concentrar- se en un nico lugar de trabajo, Ia filbrica, que impuso al proceso de 5 Véase Berg, Maxine (1987), pp. 143-172 116 SUSANA BIANCHL ~ produecién un cardcter colectvo, como actividad de un equipa ©? PS Pano y en parte mecinico. Bl resultado fue un ineremento de divi- sin del tabajo 2 un grado de complejidad desconacido hasta entonees Yresto modifics profundamente las conductas laborales: ls activida- des del vabajador debfan adecuarse cada ver. més al ritmo y regularidad de tan proceso mecinico. Dicho de otro modo, el trabajo ‘mecanizado de la f- price impuso una regularidad y una rutina completamente diferente 3 la del weabajo pre-industrial. Era un tipo de trabajo que entraba en contlicto se sélo con las tradiciones, sino con todas ls inclinaciones de hombres y Taujeres ain no condicionados. De all, las quejas de los patronc® Pos la Tae ig de los trabajadores que se negaban, por ejemplo, a trabajar lor lunes Br efecto, para los erpresarios constituyé una ardua raea desternar setoceumbre del “lunes santo,” da reservado por los jomnaleros artesunales para reponerse de la resaca dominguera Fleonflicto se planceaba entre las distintas medidas del tiempo. Bl tar bajo pre-industrial se media por los cielos de las cosechas, en meses y £956, aa eece media por la necesidad y por las ganas de trabajar. En cambio, trabajo fabeil se media en dias, horas y minutes. Dicho de ovo modo, fa teehee erajo la tirana del reoj ~que para los teabajadores culminé con le anetién de Benjamin Franklin, el “celojreistrador”, hacia fines del siglo erat Bs cierto que, 2 la larga, Jos trabajadores inconporaron e internalc von la nueva medida de tiempo del trabajo industrial. ¥ con esto comen= vnrd la kucha por la reduceién de la jornada laboral, Pero también es cierto Gue, en los comienzas, fueron también notables las resistencias Frente 2 <= te tipo de trabajo. Frente a be resistencias ance las dificultades de acondicionamiento al nuevo tipo de trabajo, se for26 a los trabajadores mediante un sistema de aassiones que orgunizaba el mercado de trabajo y garantizaba Ia discipli- sae eato concattiexon leyes, como la de 1823 que castigaba con la cit- vera los obreros que no cumplieran con st trabajo o la Ley de Pobres de 1834 que reclufa a los indigentes en asilos transformados en casas de tra- bajo, Tambin se obligaba a trabajar manteniendo bajos los salacios 2 ve del pago por pieza producida, lo que obligaba al trabsjador a h concuttencia cotidiana Paro también se disciplind mediante formas mds sutiles. Y en ese sen tido hay que destacar el papel que jugé la religidn. El metodismo, de gran tlifsign cneve los sectores populates, insistia particularmente en las vieeu- Ges dsciplinadoras y el cardcter sagrado del trabajo duro y la pobreza. Ba, fas excuelas dominicales se daba particular impoctancia a ensefia 2 los ni- 1 or valor del tiempo, Sin embargo, el papel jugado por el metodismo fue HISTORIA SOCIAL DEL MUNDO OCCIDENTAL n7 ambivalente. Es cierto que, pot un lado, discipliné al trabajo, Pero, por otro lado, proveyé de formas de asistencia a los que por enfermedad 0 di- versos problemas no podfan trabajar. Ademés proveyé a los trabajadores de ejemplos de accién: sus primeras agrupaciones se organizaron sobre la ba- se que proporcionaba el modelo de la asamblea metodista. Para los trabajadores, las condiciones de vida se deterioraron. Hasta mediados del siglo XIX, mantuvo su vigencia la teorfa del “fondo salacial” que consideraba que cuanto més bajos fueran los salatios de los obreros mis altas serfan los beneficios patronales. Los bajos salarios se combinaban con las condiciones materiales en las que se desartollaba la vida cotidiana. Sobre todo después de 1820, el trabajo industrial se concentré en las ciu- dades del oeste de Yorkshire y del sur de Lancashire, como Manchester, Leeds, Bradford y otras concentraciones menores que pricticamente eran barrios obreros interrumpidos s6lo por las fabricas, En este sentido, el de- sarrollo urbano de la primera mitad del siglo XIX fue un gran proceso de segregacién que empujaba a los trabajadores pobres a grandes concentra- ciones de miseria alejadas de Jas nuevas zonas residenciales de la burguesia. Las condiciones de vida en estas cancentraciones obreras, el hacinamiento, la falta de servicios puiblicos favorecié la reaparicidn de epidemias, como el célera y el tis que afectaron a Glasgow en la década de 1830. Y estos problemas urbanos no sélo afectaban las condiciones materia- les de vida, sino que fundamentalmente la ciudad destrufa las antiguas for- mas de convivencia. La experiencia, la tradicidn, la moralidad pre-indus- trial no ofrecfan una gufa adecuada para un comportamiento idéneo en una sociedad industrial y capitalista, De ali, la desmoralizacién y el incre- mento de problemas como la prostitucién y el alcoholismo. Uno de los ambitos donde més se advertfa la incompatibilidad entre la tradicién y la nueva racionalidad burguesa era el Ambito de la “seguridad social.” Dentro de la moralidad pre-industrial se consideraba que el hom- bre tenfa derecho a trabajar, pero que sino podia hacerlo tenfa el derecho a que la comunidad se hiciese cargo de él, Esta tradicién se continuaba en muchas zonas rurales, en algunas organizaciones de artesanos y trabajado- res calificados, e incluso entre aquellos que participaban de la Iglesia meto- dista. Pero esta tradicién era algo completamente incompatible con la légica burguesa que basaba su triunfo en el “esfuetzo individual”. Ademas, como ya sefialamos, si la burguesta consideraba su riqueza como el premio de la Providencia a sus virtudes, resultaba légica la asociacién entre pobre- 1a y pecado (asociacidn que hubo de tener una larga petmanencia). De alli que la “caridad” burguesa funcionara como motor de degradacién més que de ayuda material. 18 SUSANA BIANCHI Frente a la nueva sociedad que conformaba el capitalismo industrial, Jos trabajadores podian dificultosamente adaprasse al sistenia © incluso in- center *mjorar: sobre codo, os calificados podan hacer esfuerzos para in- gresat ala “clase media” 0, por lo menos, seguir Jos preceptos de austeridad y de ayuda a “si mismos" que proponia la sociedad burguesa. También po- ‘ian, empobrecidos y enfientados 2 una sociedad coy ‘égica les resuleaba incomprensible, desmoralizarse. Pero atin les quedaba otra salida: la rebe- idm, ¥ para esto la experiencia no era desdefable, Por ue lado, estaban los primeros movimientos de resistencia del siglo XVII pocos articulados pero ae aceln expecfica y directa que brindaban modclos part Shs Por otro lado, las tradiciones jacobinas ~del ala radical de la Revolucién Francesa~ que habian sido asumidas por artesanos que Prono $= transformaron en los IGcres de los trabajadores pobres y de la incipiente clase obrera. De este odo, pronto surgié la organizacién y la protesta. Como lo sefiala Edward P Thompson, la clase obrera fue “hechs’” por la industria, pero también se ico a a’ misma en el proceso que permits el passje de la “conciencia de oficio” a la “conciencia de clase”.® En las ultimas décadas del siglo XVIHL, la primera forma de lucha en contra de los nuevos mécodos de producciéa, el Iudismo, fue la destruc spon de las mdquiinas que competian con los trabajadores en la medida que Suplantaban a los operatios. Cuando ya fue caro gue Ja cecnologia era un proceso irreversible y que la destruccién de méquinas no iba a contener la ero a ala indstralizacin, esta forma de lucha continue sin embargo tmnpledndose como forma de expresién para obtencr assent salariales y SFemninucign de la jomnada de trabajo. ¥ hacia 1811 y 1812 el movimiento Tudita adquicié tal extensién que las eyes implantaron la pena de muerte ara los destructores de méquinas. eso Jas demandas no se restringieron a la mejora de Tas condiciones de trabajo ni al aunento de los saatios, sino que también aparecieron sei-

You might also like